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riférico de la categoría ave (un mal ejemplo de tal categoría), al


menos en nuestra cultura.
Así pues, una categoría contiene elementos prototípicos y ele­
mentos progresivamente más periféricos. Cuando alguien nos dice:
(1) ¿Quieres un poco de chocolate?
¿cuál es la primera imagen que nos viene a la mente? Una inter­
pretación posible, aunque no la única, es la de una tableta rectan­
gular, de color marrón, comestible, hecha de cacao, dulce, etc. Pero
existen varios tipos de chocolate que no encajan totalmente en la
definición, más o menos informal, que hemos propuesto: existe el
chocolate blanco, el chocolate "a la taza" (el que tomamos con chu­
rros), el chocolate en polvo, etc. Además, existe un sucedáneo de
chocolate hecho a base de algarroba, que se comercializa como el
chocolate en polvo (posiblemente también pueda encontrarse en
forma de tableta) y no contiene cacao. Incluso se llama chocolate
a un tipo de droga y, obviamente, no es comestible (¡aunque algu­
nos digan que el "chocolate chocolate” también es una droga o al
menos crea adicción!). Aquella primera imagen que nos evoca la
palabra chocolate y que resulta de la interacción de un conjunto de
atributos o características, es la que denominaríamos el prototipo
de la categoría "chocolate".
Inicialmente, Rosch definió el prototipo como el ejemplar que
mejor se reconoce, el más representativo y distintivo de una cate­
goría, puesto que es el que comparte más características con el res­
to de miembros de la categoría y menos con los miembros de otras
categorías. Esta idea se une a la concepción de las categorías como
entidades difusas, no como compartimentos estancos claramente
delimitados y definidos: el paso dé una categoría a otra es gradual
y viene marcado por m iem bros periféricos. Según esto, Rosch
(1978, apud Nathan 1986: 213) define las categorías como "grupos
de objetos del mundo relacionados a causa de las similitudes que
mantienen entre sí, organizados alrededor de una imagen central,
prototfpica, del miembro de la categoría que es más representati­
vo de todos”. La pertenencia de un elemento a una categoría se es­
tablece a partir del grado de similitud con el prototipo, aunque los
atributos comunes entre el elemento en cuestión y el prototipo no
deben entenderse como condiciones necesarias y suficientes de
toda la categoría. Las categorías que se pueden definir por condi­
ciones necesarias y suficientes no son más que un grupo, y aun re­
ducido, de las categorías existentes.
36 INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA

A pesar del avance en la comprensión de la categorización que


deriva de esta definición del prototipo, al aplicarse a la gran di­
versidad de categorías existentes, se ha demostrado que es insufi­
ciente y requiere un mayor refinamiento. Quedan muchas pregun­
tas sin respuesta o con una respuesta poco adecuada: ¿cada cate­
goría debe tener uno y sólo un prototipo?, ¿el prototipo debe tener
una o más características (¿cuántas?) en común con otros miem­
bros de la categoría?, etc.
Por ello se ha creído necesario completar el concepto de pro­
totipo con nuevos conceptos, concretamente el de efectos prototí-
picos y el de semejanza de familia (cfr. Kleiber 1990, 1991 y Lakoff
1987a: cap. 3). En vez de hablar de un "prototipo-objeto", de un
elemento que es prototípico —lo cual nos llevaría, por ejemplo, a
la discusión (bizantina) de qué fruta es más prototípica, la man­
zana o la pera, qué animal de compañía es el prototipo, el perro o
el gato—, se habla de "prototipo-entidad cognitiva", o mejor, de
efectos de prototipicidad. Para cada categoría construimos una
imagen mental, que puede corresponderse de manera más o me­
nos exacta con algún miembro existente de la categoría, con más
de uno o con ninguno en concreto. Esa imagen mental es lo que
denominamos prototipo de la categoría. Cuando hablamos de pro­
totipo estamos concretando una abstracción que realmente remite
a los juicios sobre el grado de prototipicidad. El prototipo no sería
más que un fenómeno de superficie que toma diferentes formas se­
gún la categoría que estudiamos; es, básicamente, el producto de
nuestras representaciones mentales del mundo, de nuestros mode­
los cognitivos idealizados, concepto sobre el que volveremos más
adelante (cfr. cap. 3, § 3.2.2). En palabras de Lakoff (1982: 165), el
prototipo se define respecto a modelos cognitivos idealizados (sim­
plificaciones y comprensiones esquemáticas de la realidad percibi­
da), no respecto al mundo real o al conocimiento que de él pueda
tener un individuo. Los efectos prototípicos surgen precisamente
de interrelaciones imperfectas entre la realidad y el modelo cogni­
tivo idealizado.
Un caso muy ilustrativo es el concepto de madre (cfr. Lakoff
1987a: cap. 4), aparentemente tan claramente definido. Podemos
decir que la maternidad, entendida prototípicamente, supone un
gran número de características que no siempre se dan en una mis­
ma persona. Así, la madre madre concibe, gesta y da a luz al hijo
o hija; y, además, para no perder su "carnet de prototipicidad",
debe criarlo y educarlo. Ahora bien, el hecho de que no siempre se
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verifiquen todas estas circunstancias juntas da lugar a conceptos


como el de madre adoptiva, madre biológica, madre de alquiler, ma­
dre donante (y quién sabe cuántas madres más nos depara el futu­
ro de las técnicas de reproducción asistida). Más aún, como resul­
tado de los efectos de prototipicidad (o sea, de la falta de corres- ¡
pondencia entre el prototipo y la realidad) surgen conceptos, más
o menos fijados en nuestra sociedad, como el de madre soltera, ma­
drastra o incluso madre trabajadora. Nos guste o no, la existencia
de estas denominaciones muestran que nuestro prototipo incluye,
de manera más o menos tangencial, la idea de que la madre "pro-
totípica”, además de todo lo que hemos establecido antes, está ca­
sada con el padre de la criatura y se dedica a las tareas del hogar.
En este contexto, no debe sorprender, pues, la siguiente afirmación
que propone Lakoff: "Yo tengo cuatro madres reales: la mujer de
donde proceden mis genes, la mujer que me dio a luz, la mujer que
me crió y la esposa actual de mi padre” (1987a: 75). Por consi­
guiente, parece haber motivos para poner entre interrogantes el fa­
moso dicho de que madre no hay más que una. Son precisamente
los efectos de prototipicidad lo que explica que se acuñen esos con­
ceptos correspondientes a madres no prototípicas.
Los efectos de prototipicidad se concretan en aspectos psico­
lógicos observables, derivados de la mayor simplicidad cognitiva y
formal de los miembros prototípicos (aquellos donde encajan la
realidad percibida y el modelo): velocidad en el procesamiento, ra­
pidez y orden en la adquisición de un determinado elemento por
parte de los niños, frecuencia de aparición de un elemento en el
discurso, brevedad formal (obsérvese que las madres no prototípi­
cas se denominan con palabras derivadas o con sintagmas que in­
cluyen un adjetivo), etc.
El otro concepto que modifica o, mejor dicho, enriquece la
teoría de prototipos tal y como se formuló inicialmente, es el de s e ­
m eja n z a d e fam ilia, que se ha tomado de Ludwig Wittgenstein.
Para el Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas, las categorías
no son discretas y absolutas, como establecía la tradición filosófica
aristotélica, sino difusas y contingentes. La relación entre los miem­
bros de una categoría es como la que existe entre los miembros de
una familia: María se parece a su madre y ésta se parece a su pa­
dre —el abuelo de María—, pero María y su abuelo materno no tie­
nen por qué parecerse, puesto que los puntos de contacto entre las
tres generaciones pueden ser distintos. Gráficamente, la relación
quedaría como vemos en la figura 1 (Givón 1984: 15):
38 INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA

a b c d

Fig. 1. Modelo de semejanza de familia de Wittgenstein.

Trasladando el concepto de semejanza de familia a la teoría de


prototipos resulta que las líneas de asociación entre los miembros
de una categoría no se establecen necesariamente entre los ejem­
plares de la entidad y el prototipo, sino que es posible que un ele­
mento se integre en la categoría por su semejanza con otro que,
éste sí, tenga algún atributo común con la imagen mental del pro­
totipo. No es necesario que todos los miembros de una categoría
tengan algún atributo común entre sí, ni tan siquiera algún atri­
buto común con el prototipo, sino que las posibilidades asociati­
vas son múltiples. Pensemos en el ejemplo del concepto de madre
que acabamos de comentar. Existe otra madre a la que no hemos
hecho referencia hasta ahora: la madre política. De hecho, la sue­
gra no es madre de la persona con la que mantiene dicha relación
de parentesco por ninguno de los rasgos que definen la materni­
dad. La posibilidad de denominarla madre —con una base proba­
blemente “eufemística”, eso sí— sólo puede atribuirse a una rela­
ción de semejanza de familia, una suerte de propiedad transitiva
por la que la madre del consorte pasa a entenderse como madre de
uno (más o menos "periférica" según el caso) o, al menos, pasa a
denominarse así.
Volviendo al ejemplo del chocolate que hemos citado antes (cfr.
Hilferty 1993), sus rasgos definitorios (<ser comestible:», <estar he­
cho a base de c a c a o , <tener forma de tableta rectangular:», <ser
marrón>, <ser dulce>, etc.) no deben considerarse condiciones ne­
cesarias ni suficientes para pertenecer a dicha clase. Fijémonos
únicamente en los rasgos que parecen más importantes en la defi­
nición: ser comestible y estar hecho a base de cacao. Hay muchas
cosas comestibles que no son chocolate (por tanto, ésta no es una
condición suficiente para decir que una cosa es chocolate). Por
otro lado, estar hecho a base de cacao tampoco es una condición
suficiente para determinar la pertenencia a la categoría "chocola­
te”: hay cosas hechas a base de cacao, como, por ejemplo, un bom­
bón, una mousse o ciertos pasteles, y no las agrupamos en la cía­
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se "chocolate" (aunque contengan chocolate). Los elementos que
pertenecen a la clase "chocolate” no se definen apropiadamente a
través de condiciones necesarias y suficientes.
Si consideramos las características que definen el prototipo de
chocolate podemos caracterizar un tipo de chocolate prototípico y
(al menos) tres tipos de chocolate periféricos, como se ve en la ta­
bla 1, donde hemos marcado los atributos con los signos «+»
(= 'posee el atributo’) y «-» (= 'no posee el atributo’).2

T a b la 1. Caracterización por rasgos de la categoría c h o c o late


a b c d
<comestible> <de cacao> < tableta rect.> <marrón>

ch o co late (p ro to típ ic o ) + + + +
ch o co late b la n c o + + + —

ch o co late e n polv o + + - +
su c ed á n e o d e c h o c o la te + - -/+ +

Por otro lado, cabría evaluar de manera cualitativamente dife­


rente los cuatro rasgos considerados, ya que el más definitorio y
específico es <estar hecho de cacao>, seguido de <ser comestible;»,
que es un rasgo mucho más general y derivado del primero (el ca­
cao es comestible), <ser marrón>, que es característico (aunque no
definitorio en sentido estricto), y ctener forma de tableta rectan­
gular:^ que es un rasgo destacado en el modelo idealizado.
Así pues, según la teoría de prototipos, las categorías se for­
man por la intersección de una o varias propiedades típicas, que
tienden a coincidir, aunque dicha coincidencia no sea estricta­
mente necesaria. Gráficamente, tendríamos el esquema de la figu­
ra 2 (Givón 1984: 14).

2. Debemos advertir que utilizamos este sistema gráfico por su claridad visual, pero el he­
cho de usar un sistema binario +/- no debe conducir al lector a interpretar la asignación de ras­
gos como una cuestión de "todo o nada" en cada caso concreto, ya que ello supondría volver a
una concepción objetivista de la categorización. Por ejemplo, hay que tener en cuenta que el
color no se puede entender de manera monolítica: el chocolate presenta diferentes tonalidades
de marrón y, de hecho, es más prototípico cuanto más oscuro es. Con todo, no debemos dejar­
nos influir por la tendencia a hablar, en esos casos, de chocolate negro: igual como el chocola­
te blanco o la raza blanca no son cromáticamente de dicho color, el chocolate negro o la raza
negra tampoco son cromáticamente negros. La denominación deriva, de hecho, de un efecto de
prototipicidad por el que lo claro se identifica con lo blanco y lo oscuro con lo negro.
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Fig. 2. Estructura interna de una categoría según


la teoría de prototipos.

La zona central representa los miembros que tienen las cuatro


características definitorias del prototipo (en nuestro ejemplo del
chocolate: a = <ser comestible:», b = <estar hecho a base de c a c a o ,
c = <ser marrón>, d = ctener forma de tableta rectangular>). A par­
tir de ese núcleo, el continuum categorial se puede caracterizar por
dos gradaciones: cada característica se evalúa por la importancia
relativa que tiene y cada miembro de la categoría se jerarquiza de
acuerdo con el número y el tipo de características que presenta. De
esa m anera es posible establecer el grado de prototipicidad de un
determinado elemento.
Esta concepción de la categorización permite dar cuenta de re­
laciones complejas como la polisemia (cfr. cap. 5). Incluso cuando
hablamos de “chocolate” para referimos al "hachís" existe una se­
mejanza de familia basada en la forma y el color de ambos ele­
mentos, el dulce y la droga. Como tendremos ocasión de ver más
adelante, la semejanza de familia, junto a los fenómenos de metá­
fora y metonimia, ayuda a entender cómo se ha llegado a produ­
cir dicha extensión de significado (cfr. cap. 4).
Los efectos de prototipicidad no sólo se constatan con pruebas
psicológicas, como el listado de atributos asociados por el hablan­
te a un elemento o clase o la puntuación relativa de ejemplos de
una misma categoría (una puntuación diferenciada de acuerdo con
el distinto grado de representatividad), sino que también se puede
observar en el lenguaje natural. Así, cuando queremos destacar que
un elemento es prototípico en su categoría, solemos utilizar ex­
presiones de intensivas como "esto es chocolate chocolate”, como
si existiera un "chocolate que no es chocolate”; por otro lado, se ha
observado el uso de e x p r e s io n e s d e lim ita d o r a s (en inglés, hedges-,

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