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EL ÚLTIMO BESO

Como todas las mañanas desde hace ya nueve años, me despertó mi


madre muy temprano para ir a la escuela.

Había pasado mala noche, con pesadillas sobre monstruos y me costaba


trabajo levantarme. A los diez minutos, nuevamente mi madre que insistía
con su llamado. Se me estaba haciendo tarde.

Casi sin lavarme la cara corrí a la cocina y entre un abrir y cerrar de ojos,
me tomé el desayuno que me había preparado, a la vez que me decía
"come despacio, te puedes ahogar". Como casi siempre, le contesté de mal
modo y hasta levanté la voz cuando comenzó con sus habituales
preguntas: ¿Te cepillaste los dientes?, ¿llevas el almuerzo?, ¿tienes listos
todos los útiles?.

A pesar de mi mal humor y mi peor modo para contestarle, con su mejor


sonrisa me miró y me pidió el beso de despedida. Alcé los hombros con
fastidio y le dije medio enfadado: -¡Mamá, ya es tarde, no tengo tiempo,
nos vemos a la tarde!.

Con la prisa y el enfado me pasó por alto un leve destello de tristeza en su


mirada. Mientras corría hacia la escuela, estuve a punto de volver para
darle el beso que me había pedido, pero mis compañeros comenzaron a
llamarme y pensando en que si volvía para darle a mi madre ese beso se
reirían de mí, no volví a mirarla y seguí mi viaje hacia la escuela.

El día se pasó volando. Entre clase y clase, juegos y almuerzo, se me había


olvidado el incidente de la mañana, aunque debo reconocer que esta vez,
apenas sonó el timbre que anunciaba el final del día, salí corriendo hacia
mi casa, sin detenerme en ningún lugar y esperando ver la imagen de mi
madre parada en la esquina viéndome llegar.

Pero esta vez no estaba. Pensé que estaría entretenida con algo y corrí
hasta la puerta de mi casa que antes que la golpeara, se abrió y dejó ver la
figura de mi padre. Estaba distinto, parecía más viejo, sus ojos estaban
hinchados y sus hombros caídos. Mi corazón comenzó a latir
alocadamente, presintiendo algo. Casi sin voz, pude decir: -¿qué pasa
papá?, ¿por qué estás en casa?, ¿y mamá?.
Luego de un largo silencio mientras me abrazaba, me miró a los ojos y me
dijo: - Tu madre sufrió un ataque al corazón esta mañana. Su muerte fue
instantánea. Nadie se enteró hasta que vinieron a visitarla y la
encontraron tendida sobre tu cama. Su voz se cortó y no pudo continuar
hablando.

Mi mamá..., la que todas las noches reza junto a mi cama, la que me


despierta todas las mañanas, la que me arropa, la que me besa, la que me
cuida, la que me cura, la que me enseña... la que me había pedido un beso
de despedida esta mañana, ya no estaba...

Dios, perdóname, dile que me perdone. Aún soy un niño pretendiendo ser
un hombre. Dile, por favor, que ella es lo que más quiero en esta vida; que
sus abrazos me han dado seguridad siempre; que su sonrisa me
acompañará toda la vida, que prometo valorar a las personas que
comparten conmigo mi existencia...

A los que todavía tienen a su madre viva, disfruten todos los días de su
vida, nunca sabremos hasta cuándo tendremos la dicha de su presencia
mortal. Y si ya no está con nosotros, no te preocupes, las madres son
muy necias y nunca te dejarán solo.
Feliz día mamá

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