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Los conceptos que serán expuestos a continuación han sido desarrollados por
teóricos de renombre en materia de lenguaje visual aplicado al diseño y al arte,
ellos son: Robert Scott, Rudolf Arnheim, Wucius Wong, Irene Crespi y Jorge
Ferrario.
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“Grados de claridad u oscuridad que existen entre dos extremos de valor, por
ejemplo, blanco y negro. El valor pone de manifiesto un mayor o menor grado de
posibilidad lumínica, ligada ésta siempre a la claridad u oscuridad del mismo. El
valor no es condición única de los grises que resultan de la mezcla de blanco y
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negro, sino de toda aquella superficie que refleje más o menos luz. Así el color
puro tiene un valor que le es intrínseco, dependiendo siempre se du grado de
claridad, teniendo en consecuencia una ubicación con respecto a la escala de
valores…” (Crespi, I. y Ferrario, J.; 1995, p. 135)
En el color, el valor puede variar de acuerdo con las mezclas realizadas, y a estas
modificaciones se las denomina tono.
Mientras que en las representaciones bidimensionales las diferencias de valor se
logran mediante la representación de gradientes, en el caso del espacio
tridimensional y su intervención con luz real (no representada) los gradientes
tonales pueden controlarse de las siguientes maneras:
a) por selección de una fuente de luz que tenga la luminosidad requerida, o
usando algún tipo de reductor de intensidad, por ejemplo, mediante el
empleo de filtros de color que reduzcan la misma;
b) con luz fluorescente que produce un matiz específico y homogéneo;
c) por reflexión, como fuente lumínica secundaria, para lo cual suelen usarse
pantallas reflectoras que absorben y dispersan gran cantidad de luz; y
d) por mezclas aditivas1, las cuales controlan el matiz y su tonalidad por
superposición de dos o más luces de diferentes colores sobre una
superficie.
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Mezclas aditivas. Según Crespi y Ferrario (1995), se trata de un fenómeno que se
obtiene tras la mezcla de dos o más estímulos luminosos, es decir, de los haces primarios
de luz coloreada (rojo, verde y azul) de manera tal que el color resultante será la suma o
adición de las radiaciones constituyentes de las luces dadas. Así, por ejemplo, de la
adición del rojo y verde se obtendrá el amarillo, complementario del azul; del rojo y azul
se obtendrá el violeta, complementario del verde; del azul y verde resultará una tonalidad
turquesa, complementaria del rojo; y de la suma o adición de los tres colores primarios
se reconstituye la luz blanca.
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Las dimensiones tonales dan cuenta de la relatividad del valor en la luz. Así, la
claridad de una superficie siempre estará determinada por el poder de reflexión
y por la cantidad de luz que incide sobre las caras de un objeto.
Al percibir la luz, psicológicamente el ojo no puede distinguir entre la reflexión y
la iluminación, puesto que recibe solo la intensidad, sin identificar la proporción
en que ambos componentes contribuyen para obtener este resultado, es decir,
no se puede distinguir entre la claridad del objeto y el de la iluminación, puesto
que la claridad del objeto dependerá de la distribución de valores de claridad en
el campo visual total. Un mismo objeto, situado en diferentes contextos de
claridad u obscuridad no se interpreta como un objeto diferente, sin embargo, a
la percepción visual se nos presenta tonalmente diferente.
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Para Roger de Piles, en Arnheim (1987), claridad no solo implica aquello que está
expuesto a la luz, sino también todos los colores que son de naturaleza luminosa,
en tanto que oscuridad implica no solo todas las sombras directamente
producidas por incidencias y privación de la luz, sino también todos los colores
naturalmente pardos que, aun cuando se expongan a la luz, mantienen cierta
oscuridad y son capaces de agruparse con los tonos bajos de otros objetos.
En una composición con varias fuentes luminosas es necesario organizar las
mismas de acuerdo con un orden jerárquico, dándole a una de ellas el papel
principal de “fuente motivante” y produciendo, mediante las otras, contrastes más
débiles. Una correcta distribución de la luz sirve para dar unidad y orden a la
composición.
En esta, los puntos de mayor claridad y los subsiguientes gradientes de valor
establecerán una dirección espacial que guíe la lectura de la obra. Así como en la
perspectiva lineal el punto de fuga se indica por las líneas convergentes, sin que
tenga que estar indicado en el cuadro, así la intensidad y localización de una
fuente luminosa pueden percibirse de modo indirecto por sus efectos.
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a) Las sombras
Pueden ser inherentes al objeto, o ser proyectadas por éste y sus formas y
orientación espacial dependen del tipo, la distancia e intensidad de la fuente
luminosa. Las sombras propias se encuentran directamente sobre los objetos y
las proyectadas se desprenden de un objeto para dar en otro, o se desprenden
de una parte de un objeto para dar en otra parte del mismo objeto.
Siempre que haya más de una fuente de luz, las sombras proyectadas tendrán
dos o más valores. Hay sombras que no reciben luz de una fuente pero la reciben
de otra, hay sombras absolutas que no reciben ninguna luz, y están las iluminadas
desde un solo lado que son indicadas para producir colores inducidos.
En una composición, el empleo de las sombras debe hacerse en función de lo que
se desea alcanzar, por ejemplo, un uso excesivo de estas puede tornar
ininteligible la lectura de la obra, salvo que esa sea la intención. Cuando el efecto
buscado sea de armonía y regularidad, convendrá trabajar con sombras definidas,
cuya correspondencia con el objeto del cual surgen se identifique fácilmente.
Entre las propiedades más sobrias de las sombras arrojadas, puede señalarse las
que crean espacio en torno del objeto, donde el sólido y su sombra actúan como
un objeto único, al cual se aplican las reglas para la obtención de una apariencia
espacial.
Las sombras, al igual que cualquier otro objeto percibido, están sujetas a la
distorsión de la perspectiva y en consecuencia se las verá convergir desde su base
de contacto con el objeto —cuando se encuentre por detrás de él—, y divergir
cuando se encuentre por delante.
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b) Translucidez y transparencia
Al emplear, en la tridimensión, objetos o superficies cuya naturaleza material no
sea totalmente opaca, se amplían las posibilidades expresivo-perceptuales de la
composición. El efecto de la luz que atraviesa las superficies tendrá dos valores:
el de la superficie translúcida en sí y el de la dispersión sobre las superficies
próximas. Es posible obtener un efecto bastante similar, pero más positivo, si se
utiliza un área transparente o un orificio en una superficie u objeto opaco, ya que
la luz lo atravesará, generando esquemas efectivos de luz y sombra.
c) Reflexión
En este tercer factor a considerar adquiere importancia la cualidad reflectora de
las superficies. Las posibilidades varían desde lo difuso en superficies con
acabado mate, hasta la reflexión regular de los espejos. El efecto abarca desde el
resplandor tenue de la luz reflejada en áreas de sombra, a la reflexión de un foco
luminoso en sí. Es necesario tener en cuenta el tono de las áreas, pues éste
definirá el color de la luz que refleja.
Luz y movimiento
Otro aspecto importante de la luz en el espacio tridimensional, que debe
considerarse a la hora de realizar una obra o diseño, es el movimiento. Éste puede
ser real del objeto (forma) o de la luz, en el caso del movimiento real de la fuente
de luz, esta producirá un efecto de movimiento físico de las formas y dinamizará
la composición.
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CAMPOS DE APLICACIÓN
En el ámbito del arte y el diseño, el empleo de la luz es fundamental, sea que se
trate de espacios bidimensionales o tridimensionales, del buen manejo que de
esta variable se haga depende el carácter expresivo-comunicativo de la
producción. Algunas de las disciplinas que han dado cuenta de su importancia
son: la fotografía, el cine, la publicidad, la arquitectura, el teatro y por supuesto
las artes plásticas.
Entre las obras plástico-visuales que apelan a la luz, como protagonista de la
sintaxis visual, se encuentran los moduladores de luz.
MODULADOR DE LUZ
Son composiciones abstractas plástico-visuales que usan luz sobre formas en el
espacio y constituyen un medio valioso para la exploración de los problemas de
diseño con luz. Plásticamente tienen valor expresivo en sí mismos, como un
cuadro o una escultura y se pueden construir partiendo de investigaciones
(experiencias) con un plano en el espacio y las relaciones de éste con una o más
fuentes lumínicas. Es conveniente que se inicie la exploración con formas simples
y con sólo uno o dos instrumentos.
Para su construcción pueden emplearse planos de metal, acrílico, papel y toda
una variedad de materiales opacos, brillantes, transparentes y translúcidos. Estos
pueden modificarse por plegado, perforado, moldeado y curvado para generar
estructuras prismáticas, cilíndricas, cóncavas y/o convexas que promoverán
efectos distintos de luz, sombra y proyección según el modo en que los rayos de
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BIBLIOGRAFÍA
Arnheim, R. (1987). Arte y percepción visual. Psicología de la visión creadora. Buenos
Aires: Edueba.
Crespi, I. y Ferrario, J. (1995). El léxico técnico de las Artes Plásticas. Buenos Aires: Eudeba.
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