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El amor en la literatura: ese gran tema de siempre

Decía el autor argentino Jorge Luis Borges que existen solo dos temas sobre
los que escribir: la muerte y el amor, cada uno inspirado en las dos grandes
obras de la tradición literaria occidental: la Ilíada y la Odisea. La primera es un
canto guerrero, cuya frase inicial (“canta, oh, musa, la cólera del pélida Aquiles”)
alude a la rabia y cuyas páginas están repletas de enfrentamientos, fallecimientos
y batalla. La segunda, en cambio, es un canto sobre el regreso a casa, sobre la
nostalgia de los brazos de la amada y sobre la añoranza de un lugar al que llamar
propio.

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De estas dos opciones ofrecidas por Borges, nos dedicaremos en este ensayo a
pensar sobre la segunda. El relato de amor en sus múltiples variantes es sin duda
uno de los grandes temas de la tradición occidental, presente a lo largo de miles
de años de relatos. Los griegos, de hecho, supieron darle un valor central
entre las emociones humanas: está la paciente Penélope que, según contaba
Homero, esperaba el retorno de Ulises tejiendo un vestido que destejía durante la
noche, bajo el apremio de quienes deseaban reemplazar a su marido en el trono.
Pero también está el amor de Aquiles por Patroclo, su amante y compañero
muerto en batalla, el que le fuerza a regresar al combate en plena guerra de
Troya: una guerra que, dicho sea de paso, comenzó también cuando el troyano
Paris Alejandro se enamoró perdidamente de Helena, la reina y esposa de
Menelao, y la raptó para que fuera su compañera.

El amor ocupa un lugar protagónico pero terrible en la tradición literaria de


Occidente. Y es que casi cualquier trama posible carga con la semilla del amor en
su vientre: los crímenes terribles de los amantes despechados
(como Medea y Otelo) o de aquellos cuyo amor es imposible (como Romeo y
Julieta); las inéditas aventuras de a quienes mueve el amor y el deseo (como al
Quijote empuja el amor por Dulcinea y al rapsoda griego Orfeo empujó el amor por
Eurídice a buscarla en los infiernos); o incluso el atrevimiento que hace posible el
amor, rompiendo barreras de clase y convenciones sociales (como en el caso de
Tristán e Isolda, o de Bernardo y Eloísa). El amor ha sido el motor de los relatos
de Occidente y lo sigue siendo hoy en día.

Muchas de las formas de narrar el amor engendraron categorías propias que hoy
están vigentes. Aún se distingue el amor sensual y libertino del célebre Don
Juan de la tradición española que, en vez de ofrecer eternidades, se contenta
con vivir al máximo el instante antes de pasar de una doncella a la otra, del amor
platónico y virginal de Tristán e Isolda, que no corrompe su sentir con los placeres
de la carne. En el fondo, la narrativa literaria ha sabido trazar un mapa de
coordenadas sobre la manera en que, a lo largo de la historia de la humanidad,
hemos comprendido lo que es amar.

Otro terreno importante al respecto es el de la poesía. Los poemas amorosos y


eróticos figuran entre las más antiguas de las tradiciones líricas, quizá
porque el ser humano desde siempre ha necesitado de palabras hermosas o
intensas para reflejar su propia emocionalidad, y esa ha sido la labor de los
poetas. Entre los principales nombres de la poesía amoroso figuran los del italiano
Petrarca y sus sonetos a Laura, o los de Dante Alighieri a su amada Beatriz,
herederos de una tradición grecorromana en la que el amor homosexual tenía su
espacio, tal y como evidencian los versos de Safo, la célebre poetisa de la isla de
Lesbos.

Lo interesante es que con el tiempo la forma de escribir sobre el amor terminó


formando la manera en que vivimos este sentimiento. La literatura amorosa
acabó siendo también escuela para el amor, más que su reflejo exclusivo.
Fue un fenómeno habitual que tras la publicación de obras de amor trágico como
el Werther de Goethe en 1774, muchos amantes desesperados emularan el
suicidio del protagonista. La palabra “romántico”, que usamos hoy en día para todo
aquello que fomenta la visión tradicional del amor y el enamoramiento, proviene
también de una etiqueta artística y sobre todo literaria, es decir, de la estética del
romanticismo, originada en la Alemania de finales del siglo XVIII como una
reacción subjetivista y nacionalista al mundo racional y cosmopolita de la
Ilustración.

Fuente: https://www.ejemplos.co/ensayo-literario-sobre-el-amor/#ixzz81JqhsC00

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