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Introducción
Horacio representa la madurez plena en el arte poético de Roma por dos motivos: el
primero es la obra que nos llegó; y el segundo es la reflexión consciente y pausada
que sobre la creación poética se contiene en esa misma obra.
Él se presenta en su obra como modelo y crítico. Nada de lo que hay en su poesía es
fruto del azar. Su poesía exige una lectura meditada y cuidadosa. Toda su obra es una
fuente inagotable de inspiraciones.
No existe una diferencia absoluta entre las composiciones escritas en hexámetros
(Sermones y Epístolas) y en las escritas en los llamados metros líricos (Epodos y Odas).
Biografía
Estilo
En toda la obra de Horacio se nota una gran influencia griega. El lenguaje que utiliza
es adaptado según el tema que trata: debe ser un reflejo del estado de ánimo y de la
condición de la persona que habla.
En un comienzo sus obras están influenciadas por el epicureísmo. Sus epodos están
influenciados por la poesía yámbica griega (sobre todo la de Calímaco), que se refleja
en los neotéricos y en el especial en Catulo. Se podría decir que Horacio desarrolla y
culmina el proceso que comenzó en Catulo.
En cuanto al ritmo y a los metros, Horacio se ve muy influenciado por Arquíloco. Se
presenta la dualidad: agresivo y tierno.
La más notable característica del estilo de Horacio es la concordancia perfecta entre
el pensamiento y la expresión. Tiene una idea muy elevada del poeta como educador
e intérprete de los sentimientos civiles y religiosos. Por eso la poesía no es para él una
distracción de sus ratos de ocio, sino una exigencia continua de perfección. Ningún
poeta latino le iguala en el labor limae (obsesión por la perfección formal). En sus
versos no falta ni sobra nada.
La armoniosa estructura de sus composiciones, la maestría en el manejo de las distintas
estrofas, el cuidado y el acierto al poner siempre la palabra exacta en el lugar exacto,
la vivacidad de sus imágenes, hacen de él el más perfecto modelo poético de
clasicidad.
Obra
Las cuatro obras están impulsadas por un espíritu innovador que las hace originales en
el más amplio sentido que en la Antigüedad puede conferirse a ese adjetivo. Y así las
cuatro son, en sus respectivos géneros, al mismo tiempo principio y culminación dentro
del propio poeta.
Los Epodos, a decir verdad, solo de un modo anacrónico pueden ser considerados
como poesía lírica. No lo son. Pues la poesía lírica, en la Grecia arcaica, requería
acompañamiento musical con una lira o una cítara. Si se consideran poesía lírica es
por aplicación indebida del concepto actual.
Por tanto, los Epodos responden a una tradición poética que se remonta a la poesía
yámbica de la Grecia arcaica, poesía popular y festiva, donde la libertad de palabra,
la temática sexual y la sátira eran usuales.
Los Epodos
Las Sátiras
Libro I
Está compuesto por 10 poemas que circularon primero sueltos. No hay un esquema
rígido que permitiera la ordenación de los poemas, pues la variedad de la
característica del género de la sátira y la soltura del sermo la excluían de este
esquema. Hay cuatro grupos:
1ª grupo → engloba las tres primeras sátiras. Estas tienen en común la temática moral.
En la 1 se critica el descontento con la propia suerte y la avaricia; en 2 se trata el
problema de adulterio y la satisfacción sexual; y en 3 aborda la tolerancia con las
faltas de los amigos y ataca el rigorismo estoico.
2º grupo → engloba las sátiras 4, 5 y 6. La 4 es una sátira programática, además se
consagra al autoperfeccionamiento moral y a la corrección recíproca entre amigos.
Enlazando así con el tema de la amicitia de la sátira 3. También presenta argumentos
autobiográficos que continuarán en las sátiras 5 y 6.
3º grupo → engloba las sátiras 7, 8 y 9. Las tres comparten su carácter narrativo y en
todas ellas se cuenta una anécdota divertida. En 7 no es posible distinguir una crítica
moral; en 8 hay crítica social; en 9 hay una crítica moral y estética.
4º grupo → la sátira 10 es el epílogo programático, donde Horacio expone la definición
de la sátira.
Vemos que la organización triádica no es rígida, porque el poeta no se limita a un
único modelo temático y formal, sino que incorpora novedades y síntesis. Horacio,
aunque mantiene los temas propios de la ética filosófico-popular, no se adhiere a la
doctrina de ninguna escuela. De todos modos, la filosofía por la que muestra mayor
inclinación en las sátiras es el epicureísmo. Horacio rechazaba el dogmatismo de los
estoicos y la agresividad.
Horacio pretendía aplicar a la sátira las exigencias artísticas de su propio tiempo. El
sermo tenía además la ventaja de que le permitía mantener la informalidad del
género, sin renunciar a los rasgos nuevos.
En esta sátira, aunque Horacio evoca a Lucilio como modelo, le critica por su estilo
descuidado, consecuencia de su excesiva productividad. Esta es la única crítica
explícita que le hace de su predecesor, al que alaba por su humor. Y frente a la
agresividad yámbica que había tenido un espacio considerable en la sátira luciliana,
Horacio opta por una forma de ataque satírico más tolerante e irónico. La obra de
Horacio es menos agresiva porque sus blancos han dejado de ser públicos. La sátira
política y la personal también quedarán excluidas, pues le interesan más los vicios que
los individuos que la encarnan.
En la sátira caben distintos tonos, y la censura satírica será más efectiva con humor. El
libro I es más fresco que el libro II, pues la exposición polémica de su proyecto le da
esa frescura que el libro II no tiene.
Libro II
Está compuesto por 8 poemas. Este libro fue concebido para publicarlo.
La primera novedad que se observa en este libro es que la mayoría de las sátiras son
dialogadas. Hay una pérdida del sermo. La temática moral se desarrolla mucho más y
lo hace al margen de la autobiografía.
La ética moral de las escuelas tiene más peso en el libro II.
Así pues, podemos concluir que el libro segundo es un libro irregular, menos brillante y
sostenido que el primero. Además, en él se pierde bastante la impresión del sermo en
desarrollo, siempre guiado por la batuta del satírico, una impresión que se recuperará
bajo una forma nueva en Epístolas.
Las Epístolas
También esta obra consta de dos libros bastantes diferentes por su carácter y
composición. El I, fue publicado por el poeta en el año 20 a. C. y está compuesto por
20 poemas. En el segundo fueron agrupadas después de la muerte del poeta dos
epístolas largas y el Ars Poetica.
Horacio vuelve a usar el sermo hexamétrico en las Epístolas, donde recupera también
el discurso moral. El tono es más íntimo y personal. El nuevo marco favorece la reflexión
sosegada en la que se invita entrar al destinatario, el cual es un amigo. El poeta ya no
transmite la verdad moral a través de la crítica, sino que expone su búsqueda y sus
preceptos morales desde un punto de vista positivo. Con el abandono de la censura y
la polémica desaparece también la agresividad satírica y disminuye la presencia de
los recursos humorísticos que la paliaban. Ocupan ahora el primer plano la reflexión
filosófico-moral y la intención didáctica.
Estos rasgos específicos de las Epístolas nos permiten hablar de un género distinto a la
vez que nuevo y original.
Se han buscado antecedentes para la epístola horaciana tanto en las cartas en prosa
de los filósofos a sus discípulos como en algunas cartas en verso de Catulo y Lucilio. Las
epístolas horacianas están escritas en verso, y muestran agilidad, viveza y sutileza con
las que desarrolla los argumentos éticos. Horacio les dio una autonomía a las epístolas
que ni Catulo ni Lucilio le dieron.
Libro I
La organización del libro, por tanto, es cuidadosa, pero compleja. Además, hay
algunos temas que se repiten y entrelazan a lo largo de todo el libro.
Estos temas se vislumbran ya en la primera epístola, que podemos considerar
programática. Horacio, frente al deseo de su poderoso amigo y protector (1-3),
defiende su decisión de dejar la poesía (10) y dedicarse a la búsqueda de la verdad
(11). El poeta quiere retirarse de y entregarse por completo a la reflexión filosófica; no
sigue a ninguna escuela (14).
Luego viene una serie de epístolas que tratan sobre diferentes escuelas filosóficas.
Cartas inspiradas por la filosofía epicúrea (4, 5), por la estoica (16), y por el hedonismo
(15).
Alcanzar la “autárkeia” (poder absoluto) era muy difícil en un mundo como el romano,
en el que la participación en la vida social y política pasaba por las relaciones de
amicitia. Él ve que no es capaz de alcanzar la autosuficiencia.
El poeta se muestra dispuesto a devolverle a Mecenas sus regalos con tal de mantener
la libertad. Todo esto se lo dice con tacto y prudencia, sin dejar de expresarle su
agradecimiento.
El poeta quiere abandonar la poesía (1, 10) pero esta afirmación no hay que tomarla
al pie de la letra, pues, en la carta siguiente (2) recuerda cómo de los poetas se
pueden sacar enseñanzas éticas incluso mejor que de los filósofos, poco cuidadosos
con el estilo.
Horacio intenta persuadir a sus corresponsales para que se involucren en la búsqueda
de la filosofía emprendida por él. Horacio no deja de lado sus preocupaciones
estéticas.
En su epístola 3 podemos leer sus consejos de poeta experimentado dirigidos a los
jóvenes poetas, defendiendo que sus actividades poéticas deben de estar basadas
en los estudios de los modelos griegos y en una imitación creadora llena de
originalidad. Horacio mantiene todavía la fe en la inmortalidad de su obra.
Libro II
El estilo medio del sermo es común a Sátiras y Epístolas, aunque hay diferencias
apreciables entre ambas obras también en este aspecto.
En Sátiras Horacio sigue a Lucilio en el empleo de una lengua inspirada en el uso
cotidiano. Incorpora diminutivos y términos populares sin evitar a veces los obscenos;
elimina sus registros más vulgares y plebeyos. El estilo llano de Horacio está más
próximo al de Terencio que al de Lucilio. De todas formas, su estilo es más elegante,
pues el hexámetro inevitablemente estiliza el sermo real.
En Epístolas el sermo se vuelve más suave y uniforme tanto en lo que se refiere al estilo
como en lo que se refiere al metro. El poeta sigue inspirándose en la lengua hablada
de la ciudad, pero ni hay rastro de obscenidad, ni encontramos la riqueza estilística
que tenía la sátira. El estilo se eleva en virtud de la seriedad de la exhortación moral o
de la importancia del personaje a quien va dirigida la epístola, pero se trata de casos
puntuales.
Fortuna
Para los antiguos Horacio fue sin discusión un clásico que entró pronto en las escuelas.
En lo que se refiere a la sátira el testimonio de Quintiliano pone de relieve su
preeminencia y clasicismo. Es evidente que logró lo que se proponía. A lo largo de
toda la Antigüedad no ha dejado de ser leído y citado.
En tiempos posteriores las obras de Horacio han sido traducidas e imitadas según los
intereses de cada época. Naturalmente su éxito ha sido mayor en las épocas de
predominio del clasicismo. La edad Media no entendió la concentración expresiva de
las Odas y prestó atención solo a las Sátiras, aunque solo a pasajes sueltos.
Fue el Renacimiento el que entendió por fin e imitó con fruición las Odas, las Sátiras, y
Epístolas horacianas. Las grandes tradiciones de sátira de las literaturas europeas
arrancan de ahí.
En España, en cambio, fueron las Epístolas las primeras en dar fruto. La Epístola a
Boscán de Garcilaso, que responde al tipo horaciano más ligero y personal; Epístola
Moral a Fabio de Fernández de Andrada, que pertenece al género filosófico-moral.
También destacan Aldana, los Argensola y Lope de Vega que escribieron sátiras de
inspiración horaciana.
El Ars Poetica fue también emulada tempranamente en castellano por Juan de la
Cueva en su Ejemplar Poético.
En el siglo XVIII destacan los sermones. La Poética de Luzán es un ejemplo de ello.
El siglo XIX fue poco receptivo con Horacio, pues con el Romanticismo no solo se dejó
de apreciar la poesía de las Odas, sino que también la doctrina clasicista del Ars se vio
rechazada.
En el siglo XX ha habido muchos poetas influenciados por Horacio. Se insistió mucho en
los aspectos filosóficos-morales de los sermones horacianos.