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' En el mismo sentido, VinLE DE MIL, 2014: 142. También destaca el problema de la subjetividad
en la determinación del umbral de suficiencia probatoria PEDERNERA ALLENDE, 2020: 32 y ss.
° Cuál sea el estándar de prueba vigente, en realidad, depende de la interpretación que se atribuya
a la disposición legislativa que lo establezca. Las normas son el resultado de la interpretación, no su
objeto. En este sentido, el derecho vigente es resultado de una tarea coral, en la que el legislador juega
un papel muy importante pero no único. Por ello, las exigencias que he presentado en este Oabajo para
la correcta fomulación de los estándares de prueba debe entenderse que también operan como guías
para la interpretación de aquellas formulaciones.
204 JORDI FERRER BELTRÁN
de acciones que constituyan delito a los casos en que haya condena penal. Y,
finalmente, será necesario ser conscientes de las condiciones del propio
siste- ma de justicia: quizá, por ejemplo, no se dispone de pulseras
electrónicas, o un estándar de prueba muy elevado resulte sistemáticamente
inalcanzable en un país extremadamente pobre en el que no haya
laboratorios forenses o no tengan una mínima fiabilidad.
Ello no quiere decir que necesariamente debemos hacer esas particiones
para regular los estándares de prueba. Quizá algunas de esas circunstancias nos
parezcan relevantes y otras no. Todo lo que quiero señalar es que atendiendo
a cómo es el sistema jurídico y a las consecuencias jurídicas previstas, a las
condiciones empíricas circundantes, generales y del propio sistema de admi-
nistración de justicia, y a las valoraciones sobre la gravedad de los respectivos
errores, tendremos que ir especificando tipos de casos en los que estimemos
adecuado imponer una específica distribución del riesgo del error, es decir,
un estándar de prueba 5. Cualquier regla general que el legislador formule para
ex- presar las preferencias sociales sobre la distribución del riesgo del error
en un tipo de casos podrá ser infraincluyente y/o supraincluyente. Siempre
será po- sible encontrar un caso individual, subsumible en esa regla general,
que tenga una combinación de propiedades para la que hubiésemos preferido
no aplicar la regla, y a la inversa. Pero este es el precio a pagar por gobernamos
mediante reglas, que es condición del Estado de derecho, como vimos en el
capítulo I.
Estándar de prueba 4)
Una hipótesis sobre los hechos se considerará probada cuando se den, con-
juntamente, las siguientes dos condiciones:
a) Que sea la hipótesis más probablemente verdadera, a la luz de los
elementos de juicio existentes en el expediente judicial.
b) Que el peso probatorio del conjunto de elementos de juicio relevantes
incorporados al proceso sea completo (excluidas las pruebas redundantes).
Estándar de prueba 5)
Una hipótesis sobre los hechos se considerará probada cuando se den, con-
juntamente, las siguientes dos condiciones:
a) Que la hipótesis sea más probablemente verdadera que la hipótesis de
la parte contraria, a la luz de los elementos de juicio existentes en el expediente
judicial.
b) Que el peso probatorio del conjunto de elementos de juicio relevantes
incorporados al proceso sea completo (excluidas las pruebas redundantes).
Estándar de prueba 6)
Una hipótesis sobre los hechos se considerará probada en un proceso
cuando:
Sea la hipótesis más probablemente verdadera, a la luz de los elementos de
juicio existentes en el expediente judicial.
Estándar de prueba 7)
Una hipótesis sobre los hechos se considerará probada en un proceso
cuando:
La hipótesis sea más probablemente verdadera que la hipótesis de la parte
contraria, a la luz de los elementos de juicio existentes en el expediente ju-
dicial.
Véase FERRER BELTRAN, 2007: 147. Conviene advertir que en esa presentación no fui suficien-
temente enfático, como sí lo he sido en este trabajo, en que nada impone que el estándar de prueba para
la hipótesis de la culpabilidad en el proceso penal deba ser necesariamente siempre el mismo.
CÓMO LEGISLAR SOBRE ESTÁNDARES DE PRUEBA 211
Con respecto a la primera parte de la definición, el juicio oral (al menos
en Estados Unidos) no supone hacer hipó tesis que «predigan» nuevos datOS;
supone decidir lo que sucedió a la luz de toda la información. Este test parece
implicar una inútil confusión de los contextos jurídico y científico; [...] en la
empresa científica un criterio de éxito de una teoría son sus predicciones,
pero ello literalmente no tiene aplicación en la decisión judicial sobre los
hechos 7.
'° Recuérdese que H está por «Hipótesis », SA está por «Supuestos Adicionales» (generalizacio-
nes empíricas sobre el mundo) y CI está por «Condiciones Iniciales» (que son circunstancias del
caso concreto).
1' Y tampoco, por cierto, la segunda cláusula, menos exigente, de los estándares 2) y 3).
214 JORDI FERRER BELTRÁN
mite predecir lo mismo: que la bala tendrá las estrías propias del arma de José.
Las dos hipótesis (homicidio y muerte accidental) permiten hacer esa mis-
ma predicción y, en consecuencia, que la predicción se cumpla no sirve para
probar una frente a la otra. Por eso, necesitamos avanzar en el razonamiento,
encontrando una predicción que pueda derivarse de Hg y sea incompatible con
If Sin ella, habremos logrado un cierto grado de corroboración de He pero
esta no será suficiente para satisfacer ni el estándar de prueba 1) ni el 2). Si
H permite formular predicciones adicionales que no han sido contrastadas
y aportadas como pruebas no se cumplirá la primera cláusula del estándar:
estaremos ante lo que denomino «lagunas probatorias», esto es, pruebas que
deberían haber sido aportadas al proceso y no lo han sido’ 4. Y si las pruebas
que sí han sido aportadas otorgan corroboración a Off pero no permiten des-
cartar otras hipótesis alternativas, tampoco se cumplirá la segunda cláusula
del estándar.
que la culpabilidad del recurrente se ha establecido después de refutar las hipótesis alternativas más
favorables al reo que le hayan sido alejadas» (cursiva añadida).
También la Corte Suprema mexicana ha adoptado la exigencia prevista en el estándar de prueba 2)
como requisito para derrotar la presunción de inocencia en un proceso penal. Al respecto puede verse,
por ejemplo, lo dicho en el Amparo Directo en Revisión 3457/2013, Sentencia de la Primera Sala, de
26 de noviembre de 2014:
«[E]sta Primera Sala se ha ocupado en otras ocasiones de desarrollar el contenido al derecho a
la presunción de inocencia en su vertiente de estándar de prueba, de tal manera que se ha sostenido
de forma reiterada en varios precedentes —amparo directo en revisión 715/2010, el amparo en
revisión 466/2011, el amparo en revisión 349/2012, el amparo directo 78/2012 y el amparo directo
21/2012— que para poder considerar que hay prueba de cargo suficiente para enervar la presunción de
inocencia, el juez debe cerciorarse de que las pruebas de cargo desvirtúen la hipótesis de inocencia
efectivamente alegada por la defensa en el juicio y, al mismo tiempo, en el caso de que existan, debe
descartarse que las pruebas de descargo o contraindicios den lugar a una duda razonable sobre la
hipótesis de culpabi- lidad sustentada por la parte acusadora» (cursivas en el original, notas al pie
omitidas).
" Un requerimiento análogo al previsto en la segunda cláusula del estándar 1) es exigido por L. J.
COHEN, 1977: 249; ZUCKERMAN, 1989: 134-135. También por RoBERTs y ZucwRMAN (2004: 366), en
estos términos: «El jurado debe enfrentar la tarea de valorar la prueba eliminando progresivamente ex-
plicaciones consistentes con la inocencia del acusado, hasta que la culpabilidad sea la única conclusión
disponible e inevitable», asumiendo, como yo mismo hago en este trabajo, que el razonamiento pro-
batorio tiene un estructura de inducción eliminativa y apoyándose, al igual que yo, en la probabilidad
baconiana presentada por L. J. COHEN ‹id., 2004: 367-368). También GARDINER (2019: 292 y ss.) ha
formulado una propuesta parecida, aunque ella propone el requisito de que se hayan descartado todas
las hipótesis alternativas relevantes, entendiendo que lo serían todas aquellas que no sean descabella-
das o remotas. No entraré aquí a analizar esta noción de «hipótesis relevante», pero parece claro que
requiere más que ser posible, de acuerdo con nuestro conocimiento del mundo, como yo sostengo para
la noción de «hipótesis plausible» que he utilizado en mi formulación. También el Tribunal Ad Hoc
para la exYugoslavia se ha expresado en términos parecidos a los que propongo en un buen número
de casos, entre los que pueden verse, a título ejemplificativo: Prosecutor c. Delalic, Mucic, Delic y
Landf.o (IT-96-21-A), Appeal Chamber, Judgement, 20 de febrero de 2001, párrafo 458, y Prosecutor c.
Serom- ba (ICTR-2001-66-A), Appeal Chamber, Judgement, 12 de marzo de 2008, párrafo 221. Al
respecto, y sobre el seguimiento de esas decisiones como modelo por parte del Tribunal Penal
Internacional, véase DEI VEccHi y CuriiZ, 2019: 137 y ss. Finalmente, también el Tribunal de Justicia de
la Unión Europea ha requerido, en los casos de infracción al derecho de la competencia, que no haya
una explicación alternativa de los hechos, más allá de la hipótesis de la culpabilidad. Al respecto,
véase, por ejemplo, T-286/09, Intel c. Commission, EU:T:2014:547, párrafo 66. Una presentación
general de ese cfiterio jurisprudencial puede verse en CAsTILLO DE LA TonsE y GiPPINl, 2017: 41-
44.
216 JORDI FERRER BELTRÁN
Hay que advertir que esta forma de razonamiento no opera solo respecto de
posibles predicciones de carácter científico-forense que puedan formularse a
partir de una hipótesis. Así, en el ejemplo de la muerte de Mario que he presen-
tado, siendo que el suceso se produjo durante el día, en hora comercial y que fue
precedido de una fuerte discusión en la calle, es esperable que llamara la
atención de personas que estuvieran en los alrededores o dentro del local que
custodiaba el guardia de seguridad. Por ello, H permite también predecir que
esas personas declararán que vieron cómo Mario se alejaba de José mientras 1e
insultaba y que José le disparó a unos 10 metros de distancia. Dado que
sabemos también que frente al lugar de los hechos hay una cámara de
seguridad de un banco, puede predecirse que la grabación de esa cámara podrá
también acreditar el momento del disparo y 1a distancia de 10 metros en la que
José se encontraba de Mario en ese momento. Si se confirman esas
predicciones, mediante las correspondien- tes pruebas testificales y
documentales, se aportará también corroboración a / f 1 (permitiendo refutar
también la hipótesis defensiva Of,).
Como puede observarse, no es muy distinto el razonamiento probatorio
que debe realizar quien está desarrollando una investigación sobre los hechos y
quien juzga si esa investigación y las pruebas aportadas por ella permiten con-
siderar probada una hipótesis. La diferencia es solo de perspectiva: prospectiva
o retrospectiva. El juzgador deberá tener en cuenta qué predicciones es posible
realizar a partir de las hipótesis fácticas en conflicto y si estas se han contrasta-
do y aportado como pruebas al proceso. Ello le permitirá detectar lagunas pro-
batorias (predicciones no comprobadas) que aminoren la corroboración, cons-
tatar la corroboración aportada por las predicciones sí contrastadas y razonar
acerca de qué hipótesis alternativas han sido refutadas o no. Se trata, como en el
caso de la comunidad científica respecto de una concreta investigación, de re-
visar el itinerario probatorio seguido (teniendo en cuenta las pruebas aportadas
por todas las partes) y llegar a la conclusión sobre si estas son suficientes para
probar o no alguna de las hipótesis, a la luz del estándar de prueba aplicable’ .
La jurisprudencia penal italiana ha sido constante al interpretar que el es-
tándar de prueba del más allá de toda duda razonable requiere que hayan sido
refutadas todas las hipótesis alternativas a la de la culpabilidad' 9. Ha resistido
1
' Por esta razón, entiendo errada la crítica formulada por BADARÓ (2019: 257) y, en sentido pare-
cido, pOr PEIXOTo (2001: 223), en el sentido de que el razonamiento probatorio del juzgador tiene que
ver con la verificación de proposiciones sobre hechos pasados y no con la predicción de hechos futuros.
Las predicciones, como mecanismo de corroboración de una hipótesis, no son necesariamente hacia el
futuro, sino hacia lo desconocido. En esto el concepto de «predicción» propio de la epistemología
es distinto del característico del lenguaje ordinario. Se trata de consecuencias derivadas de la
hipótesis a probar (H) más generalizaciones empíricas (SA) y características del hecho específico (CX ya
conoci- das, cuya contrastación aporta corroboración a la hipótesis. Por otro lado, es claro que la
metodología de corroboración de hipótesis propia del razonamiento probatorio no puede tener criterios
distintos para quien intenta la corroboración y para quien la juzga.
" Por todas, pueden verse las Sentencias Cass., Sez. Un., de 10 de julio de 2002, Franzese,
núm. 30328; Cass., Sez. I, de 14 de mayo de 2004, Grasso, núm. 32494; Cass., Sez. II, de 2 de abril
CÓMO LEGISLAR SOBRE ESTÁNDARES DE PRUEBA 217
de 2008, Crisiglione, núm. 239795; Cass., Sez. I, de 21 de mayo de 2008, Franzoni, núm. 240763;
Cass., Sez. IV, de 12 de noviembre de 2009, Durante, núm. 245879. Vale la pena destacar también que,
en línea con lo sostenido en este trabajo, la jurisprudencia penal italiana ha considerado desde 1990
(Cass., Sez. IV, de 6 de diciembre de 1990, Bonetti, núm. 4793) que el razonamiento probatorio aplica
un esquema de «probabilidad l6gica o credibilidad racional». Al respecto, pueden verse An. MuRa y
Al. MURA, 2018: 241 y ss.; POLi, 2019: 205 y ss. También MAzzA, 2014: 722-724; DELLA TORRE,
2014: 4; Fusrrri, 2017: 61, entre otros autores de la doctrina italiana, consideran que el estándar de
prueba del más allá de toda duda razonable requiere, en palabras de Fuselli, «que se hayan agotado las
posibilidades de una alternativa a la hipótesis propuesta» de la culpabilidad. La jurisprudencia italiana
reciente ha incorporado la distinción de lacoviello entre dos tipos de duda, interna y externa, que darían
lugar a que no se satisfaga el estándar del más allá de toda duda razonable:
«La duda interna es la que revela la autocontrodicción de la hipótesis (la hipótesis es
intrínseca- mente incoherente) o su incapacidad explicativa (la hipótesis explica solo algunos hechos, no
todos los hechos necesarios para un juicio de culpabilidad).
La duda externa es aquella que contrapone a la hipótesis de la acusación una hipótesis alternativa,
que no tenga el carácter de mera posibilidad lógica (la conjeturabilidad de la hipótesis), sino el carácter
de la racionalidad práctica (la plausibilidad empírica: “Es posible que las cosas hayan sucedido así”)»
(IAcoVirLLO, 2006: 3876; cursivas en el original).
Es fácil observar el paralelismo entre estas nociones de duda interna y externa y las dos cláusulas
de los estándares 1) a 3). Sin embargo, la presentación de lacoviello es menos precisa que esos estánda-
res en cuanto a qué hipótesis alternativas deben ser objeto de refutación.
Menos clara y constante que la italiana se ha mostrado la jurisprudencia penal española, pero tam-
bién algunas sentencias de la Sala 2.‘ de nuestro Tribunal Supremo apuntan que no podrá considerarse
probada la hipótesis de la culpabilidad si hay hipótesis alternativas «razonables» que puedan dar cuenta
de los hechos conocidos y que sean compatibles con las pruebas disponibles. Véanse, por ejemplo, las
SSTS 922/2011, de 16 de septiembre, FI 2.°, y la 185/2019, de 1 de febrero, FI 1.°, ambas con ponencia
del magistrado Luciano Varela. Más explícita en ese sentido es, por ejemplo, la Sentencia 26/2021 de
la Sección de Apelaciones de la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, con
ponencia del magistrado José Luis Ramírez Ortiz.
Es de destacar también el avance que supone en este sentido el Anteproyecto de Ley de Enjuicia-
miento Criminal española, que introduce por primera vez en nuestra legislación la regulación de los
estándares de prueba. Lo hace requiriendo (art. 693.3) el estándar del más allá de toda duda razonable
para la condena en cualquier proceso penal, cosa que ya he argumentado que estimo inadecuada. Y la
exposición de motivos (apdo. LXXVII) añade que ese estándar no podrá considerarse satisfecho «en
los casos en que existe una tesis sobre los hechos —alternativa a la formulada por la acusación— que
resulte mínimamente razonable». Respecto de esta regulación prevista en el Anteproyecto de Ley, véase
IGARTUA, 2021.
En el contexto latinoamericano, la Corte Suprema colombiana ha sostenido también la exigencia
de refutación de las hipótesis alternativas a la de la culpabilidad para que esta última pueda considerarse
probada (Sentencia de 26 de octubre de 2011, radicado 36.357), aunque no resulta claro cuáles son las
hipótesis alternativas que deben ser refutadas. Un repaso de la jurisprudencia colombiana al
respecto puede verse en MuÑOZ GARCÍA, 2019: 73-85.
21 JORDI FERRER BELTRÁN
8
las 11:45 a.m., también el teléfono de Leoncio se ubica junto a los de las dos
mujeres; 6) el cuerpo de la víctima fue encontrado en una finca dedicada al
cultivo de la vid, que conocían tanto Leoncio como su pareja, Concepción;
7) dado que la víctima murió a causa de más de veinte puñaladas y que en
el lugar en que se encontró el cadáver no había restos de sangre, se infiere
que el cuerpo ya sin vida fue trasladado a11f, 8) el lugar en que se encontró
el cadáver dista unos 20 metros del punto más próximo al que se puede acce-
der en coche; 9) al maletero del coche de Concepción le falta la alfombrilla;
10) no habiendo señales de arrastre en el terreno, se infiere que el cadáver
debió ser transportado a peso, lo que no pudo hacer Concepción sin ayuda de
otra persona; 11) Leoncio y Concepción vendían droga al por menor, siendo
la víctima una de sus clientes; 12) Concepción declaró que la mañana de los
hechos ella se encontraba en casa, después de haber dejado a la víctima con
Leoncio, y que este llegó con la ropa ensangrentada, que se cambió y aseó y
la obligó a ella a cambiarse también de ropa y echaría en una bolsa de basura
(a pesar de que ella habría estado en casa, según su versión, y su ropa estaba
limpia). Sostiene que hizo lo que Leoncio le pidió porque él la maltrataba;
13) varios testigos, conocidos y amigos de la pareja declararon que Leoncio
y Concepción tenían una buena relación y que nunca supieron de malos tratos
entre ellos.
Pues bien, dejando a un lado si está probada o no la autoría de Concep-
ción en el asesinato, ¿qué involucra a Leoncio? Fundamentalmente, la geo-
localización de su teléfono junto al de las dos mujeres desde las 11:25 a las
11:45 a.m. y la declaración de Concepción. Sin embargo, la pregunta relevante
aquí es: ¿permanece incólume alguna hipótesis fáctica que sea compatible con
las pruebas disponibles y con la inocencia de Leoncio? Creo que la respuesta
es claramente afirmativa. Que el teléfono de la víctima se encontrara junto a
los de la pareja a partir de las 11:25 no prueba que la víctima estuviera tam-
bién allí. Concepción (quizá con la ayuda de un tercero) pudo perfectamente
abandonar el cadáver antes de esa hora y llevarse su teléfono. También cabe
la posibilidad de que Concepción acabara con la vida de la víctima y fuera
después a buscar a Leoncio para que le ayudara a deshacerse del cadáver (en
cuyo caso Leoncio habría cometido un ilícito penal, pero no el de asesinato).
La ropa que Concepción vestía cuando recogió a la víctima en el bar no fue
encontrada y testigos que estuvieron con ella horas más tarde, esa misma ma-
ñana, declararon que ya vestía una ropa distinta. Pero nadie vio a Leoncio con
la víctima ni hay prueba alguna que los sitúe juntos ese día, excepto la geolo-
calización de los teléfonos de ellos y de Concepción. Por ello, la única prueba
de cargo restante contra Leoncio es la declaración de Concepción, que resulta
coimputada en el caso. Sin embargo, esta afirmó que dejó a Leoncio con la
víctima y se fue a casa, lo que es puesto en duda por la geolocalización de su
teléfono; afirmó que Leoncio la tenía sometida con malos tratos y le había
obligado a cambiarse de ropa, pero diversos testigos desmienten que hubiera
22 JORDI FERRER BELTRÁN
0
" Ese cálculo se basa en unas tablas realizadas por el Instituto Nacional de Toxicología, de fecha
18 de octubre de 2001. En esas tablas, se estima que la dosis estándar de metanfetamina está entre 30
y 60 miligramos y que es habitual la utilizacidn de tres dosis diarias. A partir de ahí, se estima que
el acopio normal que realiza un consumidor medio es para cinco días, lo que daría una cantidad de
900 miligramos. Es claro que esta ú ltima es una estimació n que podría ser basada como mucho en
una máxima de experiencia o en una estimación promedio. Por eso, la mera posesió n de una cantidad
no muy superior a esa no puede entenderse como prueba suficiente de que su finalidad es el trá fico
y no un acopio para consumo propio por un periodo mayor a cinco días. Puede consultarse el Acuerdo
no jurisdiccional de la Sala 2.‘ del Tribunal Supremo, de fecha 19 de octubre de 2001, aquí: https.//
www.poderjudicial.es/cgpj/es/Poder-JudiciaUTribunal-Supremo7Jurisprudencia-/Acuerdos -de-Salud'
Acuerdo-sobre--la-agravante-de-cantidad-de-notoria-importancia-de-drogas (ú ltima consulta: 16 de
enero de 2020).
2
" En realidad, el acervo probatorio de cargo presenta importantes lagunas que permiten decir que
tampoco se cumplía la primera cláusula de los estándares 1) a 3). No consta que se realizara, por ejem-
plo, un registro en el domicilio del acusado para localizar mayor cantidad de droga, instrumentos de
pesaje de precisidn típicos de la particidn de la droga en dosis para el tráfico o cantidades de dinero en
efectivo fuera de lo comú n, tampoco que se intervinieran sus cuentas bancarias para detectar movimien-
tos econó micos sospechosos e inexplicables para la situació n econó mica legal del acusado, etcétera.
CÓMO LEGISLAR SOBRE ESTÁNDARES DE PRUEBA 223
En el ámbito jurídico, por su parte, el caso más claro podría ser la defensa
en el proceso penal a través de la hipótesis del complot contra el acusado. Así,
a cada nuevo elemento de juicio que aparezca contra él, la defensa alegará que
se trata de una prueba deliberadamente construida para implicar al acusado:
si un testigo declara que vio a1 acusado disparar contra la víctima, se dirá que
el testigo es partícipe del complot; si hay huellas del acusado en el arma del
crñnen, se dirá que han sido deliberadamente traspasadas al arma; si aparece
en casa del acusado una camisa suya manchada con la sangre de la víctima, se
dirá que eso forma parte también del complot y que la camisa habrá sido deja-
da allí para implicar al acusado, que es inocente, y así sucesivamente. ¿Puede
cambio, no lo es tanto: a los efectos de la decisión que debe ser tomada en un cierto momento, importa
si es imaginable una prueba que pueda contrastar o refutar una hipótesis en el estado del conocimiento
de ese momento histórico.
° En el ámbito penal, también el Tribunal Supremo español ha establecido la condición para que
una hipótesis fáctica pueda ser tomada en consideración que esta sea demostrable y falsable. Véase, por
ejemplo, la STS 282/2019, de 7 de febrero, FI 2.°
" CHALMERS, 1976: 77-78.
CÓMO LEGISLAR SOBRE ESTÁNDARES DE PRUEBA 225
refutarse la hipótesis del complot? Probablemente no. Pero estamos ante una
estrategia de formulación de hipótesis ad hoc, en el sentido de que ella misma
no es empíricamente contrastable. Para que una hipótesis pueda ser sometida
a corroboración, como hemos visto ya, se requiere que se puedan formular
predicciones contrastables a partir de ella. Y para que una hipótesis pueda
ser tomada en consideración como alternativa para dar cuenta de lo sucedido,
debe ser ella misma contrastable. Eso es lo que no permiten las hipótesis ad
hoc y por ello deben ser excluidas' 2.
La gran diferencia entre las tres primeras formulaciones y las que compo-
nen este segundo grupo es que en estas últimas no se exige que las hipótesis
alternativas (todas o algunas) hayan sido refutadas o puedan descartarse a la
luz de las pruebas aportadas al proceso. Se trata ahora de una comparación
entre los respectivos grados de corroboración de las distintas hipótesis, a los
efectos de elegir aquella que tenga mayor apoyo en el acervo probatorio, da-
das ciertas condiciones”.
' 2 También STEIN (2005: 179) apela al ejemplo del complot para excluir este tipo de hipótesis de
entre las que pueden generar una duda razonable en el ámbito penal.
" La primera cláusula de los estándares 4) y 5) y la única de los estándares 6) y 7) refleja ese
juicio comparativo en términos de que la hipótesis sea «más probable que» todas o algunas hipótesis
alternativas. En FERRER BELTRÁN (2018: 417-418), en cambio, había usado una fórmula distinta, ape-
lando a la teoría de la inferencia a la mejor explicación. Así, para la primera cláusula del estándar
4), proponía esta redacción:
«a) Que la hipótesis sea la mejor explicación disponible de los hechos cuya ocurrencia se trata
de probar, a la luz de los elementos de juicio existentes en el expediente judicial».
Y para la primera cláusula del estándar de prueba 5), propuse esta otra:
«n) Que la hipótesis ofrezca una mejor explicación de los hechos cuya ocurrencía se trata de
probar que la hipótesis de la parte contraria, a la luz de los elementos de juicio existentes en el expe-
diente judicial».
El recurso a la inferencia a la mejor explicación para formular o dotar de sentido a los estándares
de prueba tiene importantes precedentes, entre los que destacan los trabajos de Allen, en solitario o
con diversos colaboradores (véanse ALLEN, 1986; id., 1991b; MrrN y LEiTER, 2001; MrEN y PAnoo,
2007b; PARDo y ALLEN, 2007, entre otros trabajos), así como también los trabajos de JoszPtlSON, 2001;
HAYA, 2009; BEx y WALTON, 2012; TuZET, 2019, etc. La inferencia a la mejor explicación ha sido
utilizada también jurisprudencialmente como forma de fijar el umbral de suficiencia probatoria: véase,
por ejemplo, la Sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 21 de junio de 2017, N. W.
and Others, C-621/15, EU:C:2017:484, párrafo 37. Otros autores han señalado que, aunque la inferen-
cia a la mejor explicación sea una manera de dar cuenta del razonamiento inferencial probatorio, no
basta para la toma de decisiones sobre los hechos, porque necesitaría aún determinarse si la mejor
ex- plicación es suficiente de acuerdo con un estándar de prueba, que no puede ser determinado por la
infe- rencia a la mejor explicación misma. Véanse, en este sentido, WAvA, 2009: 142-144; NACE,
2016: 83.
Sin embargo, la redacción que propongo en este capítulo de los estándares 4) a 7), en términos
de mayor probabilidad, sin hacer referencia a la inferencia a la mejor explicación, no debe
entenderse como un abandono de esa posibilidad. De hecho, que una hipótesis sea una mejor explicación
que otras es, precisamente, una de las maneras de dar cuenta de qué queremos decir cuando
afirmamos que esa hipótesis es más probable. Pero no es la única forma de hacerlo y, por ello, he
estimado preferible ofrecer una formulación de esos estándares que sea neutral entre las distintas teorías
de la probabilidad inductiva.
22 JORDI FERRER BELTRÁN
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Las cuatro formulaciones que paso a analizar pueden ser entendidas como
variantes del estándar de la preponderancia de la prueba o de la probabilidad
prevaleciente. Dado que en realidad expresan cuatro niveles de exigencia pro-
batoria distintos, lo primero que puede advertirse es la ambigüedad de la for-
mulación del clásico estándar de prueba anglosajón para el proceso civil, tal
como he señalado ya en diversas ocasiones en este trabajo' 4. Una ambigüedad
que debería ser eliminada apelando a alguna de las formulaciones aquí ofreci-
das o alguna variante de ellas.
"• Como mostró muy convincentemente REDMAYNE (1999: 167), aunque tiene la apariencia de ser
simple e intuitivo, el estándar de la preponderancia de la prueba desvela un buen número de interpre-
taciones conflictivas a poco que se rasca su superficie. Puede interpretarse bajo una noción matemática
de la probabilidad o basado en una concepción inductiva o lógica. Cabe entender que remite al grado de
creencia sobre la probabilidad de las distintas hipótesis, como hace el propio RfDMAYNE (1999: 168),
o a su respectiva corroboración a partir de las pruebas presentadas. Y aún dentro de cualquiera de esas
posibilidades, pueden incluirse o no exigencias respecto del peso probatorio, como veremos enseguida.
Finalmente, en todos esos casos, pueden distinguirse niveles distintos de exigencia probatoria en fun-
ción de cuáles sean las hipótesis que entran en la comparación. Todas esas opciones dan lugar, en reali-
dad, a umbrales diversos de suficiencia probatoria, esto es, a estándares distintos.
Por eso también, la idea de BARÓN (2008: 22 y ss.) de que habría un estándar probatorio por
defecto, ya implícito en la noción de valoración racional de la prueba, que sería de aplicación cuando
se tuviera una sensibilidad mínima (indiferente) a la distribución del riesgo del error, y que Bayón iden-
tifica con la preponderancia de la prueba, necesita de alguna precisión adicional. Si lo que presento en
este epígrafe es correcto, pareciera que el estándar de menor exigencia es el 7), pero no es obvio que sea
considerado socialmente como el adecuado para resolver en sentencia cualquier caso civil, por ejemplo.
En todo caso, bajo la escala de estándares que he presentado, lo que Bayón denomina «sensibilidad
más que mínima a la distribución del riesgo del error» pareciera ejemplificado por cualquiera de los
estándares de mayor exigencia que 7).
" Como hemos visto anteriormente, la jurisprudencia estadounidense (a diferencia de la inglesa)
ha postulado un estándar de prueba intermedio entre la preponderancia de la prueba y el más allá de
toda duda razonable, el de la prueba clara y convincente. Este estándar intermedio sería aplicable, por
ejemplo, a procesos civiles en los que deba decidirse sobre la retirada de derechos parentales {Santos-
ky v. Kramer, 455 U.S. 745 —1982—) o sobre internamientos involuntarios (Mullaney v. Wilbur, 421
U.S. 628 -1975—). La fórmula «prueba clara y convincente» está lejos de ser suficientemente precisa
y debería ser sustituida o definida a través de criterios que cumplan los requisitos metodológicos
ex- puestos en el capítulo I de este libro. Sin embargo, sirve ahora para destacar que no solo es
razonable sino también habitual en algunos sistemas que algunos casos civiles sean decididos sobre
la base de estándares de prueba de mayor exigencia que la preponderancia de la prueba.
CÓMO LEGISLAR SOBRE ESTÁNDARES DE PRUEBA 227
" Recuérdese que el cuarto requisito metodológico expuesto en el capítulo I señala que los están-
dares de prueba que rigen en un mismo proceso deben seguir un orden tendencialmente ascendente, lo
que exige que los estándares iniciales sean menos exigentes que el que resulte aplicable a la decisión
probatoria final en sentencia. Me he referido ya anteriormente a este punto y he hecho referencia,
por ejemplo, a la jurisprudencia italiana al respecto. Por lo que hace a la española, puede
mencionarse en esa misma línea el Auto del Tribunal Constitucional 289/1984, de 16 de mayo (FJ
2.°), que sostiene que para sujetar a una persona a medidas cautelares debe ser probable que la persona
cometió el delito; también, por ejemplo, el Auto 88/2021 de la Audiencia Provincial de Barcelona
(Sección 6.‘), que, en su FJ 3.°, sostiene la posibilidad como criterio de admisión a trámite de una
querella o denuncia, el más allá de toda duda razonable como estándar de prueba para la decisión
final en sentencia y la pro- babilidad prevaleciente para las decisiones intermedias (que, en el caso
concreto, era la decisión sobre el sobreseimiento de las actuaciones). Insistiré enseguida, en todo
caso, que no basta con referirse sin más a la probabilidad prevaleciente, por cuanto bajo ese rótulo
se encuentran umbrales distintos de suficiencia probatoria.
’7 Sentencia 53/2021, de 18 de enero, de la Sección 6.‘ de la Audiencia Provincial de Barcelona,
FJ 1.°
22 JORDI FERRER BELTRÁN
8
Es claro que R. B. pudo romper la ventanilla del vehículo con la mera in-
tención de dañarlo y sin pretender robar en su interior. Pudo hacerlo por ene-
mistad con el propietario, porque se encontraba drogado o embriagado, como
un acto de expresión violenta en el contexto de un grupo de personas exaltadas
o simplemente como expresión de rabia o frustración por cualquier cuestión
personal que estuviera sufriendo. La pregunta que se realiza el tribunal de ape-
lación es si ello es probable, lo que diría que debe ser interpretado en
términos de si es más o menos probable que la hipótesis de la tentativa de
robo. R. B. caminaba solo por la calle, no consta que lo hiciera bajo los efectos
del alcohol ni de ninguna sustancia psicotrópica, no conocía al propietario del
vehículo y tampoco alegó en su defensa circunstancia alguna al respecto: en
esa situación,
¿qué es más probable, que tuviera la intención de dañar el coche o de robar en
su interior? La respuesta a favor de esta última posibilidad la obtiene el tribu-
nal de las máximas de la experiencia". Sin embargo, al plantear las cosas de
este modo, resulta evidente que se está considerando probada la hipótesis de la
tentativa de robo con fuerza en las cosas porque se estima más probable que
la hipótesis, más favorable al acusado, del delito leve y consumado de daños.
Ninguna de las pruebas aportadas al proceso permite refutar esta última hipó-
tesis, lo que resulta bastante habitual en ese tipo de situaciones" 9. Ante ello,
1a condena por uno u otro tipo de delito dependerá de cuál sea el estándar de
prueba aplicable. Si consideráramos exigible que se superen las exigencias
de 1os estándares 1) o 2), habría que resolver a favor del alegato de la
defensa. En cambio, si estimáramos aplicable alguno de los estándares que
van del 4) al 7), pudiera considerarse probada la hipótesis de la tentativa de
robo con fuerza en las cosas, como hicieron el juez de primera instancia y el
tribunal de apelación 40. Pero, una vez más, ello muestra que tampoco para el
proceso penal el umbral de suficiencia probatoria es siempre el mismo y, sobre
todo, 1a necesidad de que esté correctamente determinado cuál es el estándar de
prueba aplicable con el que se decide sobre la prueba de los hechos.
" El concepto de máxima de experiencia es escurridizo, de utilización continua pero escasa preci-
sión. Al respecto pueden verse, entre otros, NOBILI, 1969; Tesoro, 2009d; LIMAnoo, 2021.
" Ello a pesar de que el propio tribunal de apelación anuncia que la condena atentaría contra
la presunción de inocencia, entre otras razones, «cuando las informaciones probatorias disponibles
estimadas fiables sean compatibles con hipótesis alternativas más favorables, probables conforme a
máximas de la experiencia» (FJ 1.°). Dado que la probabilidad es gradual, caben dos posibilidades:
1) o bien la hipótesis más favorable no tiene probabilidad alguna, lo que equivale a decir que ha
sido refutada, o 2) o bien la hipótesis se considera menos probable que otra. Como he sostenido en el
texto, no estamos en el primer caso puesto que las pruebas aportadas al proceso son todas ellas
compatibles con la hipótesis del delito leve de dafios.
" En realidad, la satisfacción de lo establecido por los estándares 4) y 5) depende también del
cumplimiento del requisito relativo al peso probatorio, pero volveré más adelante sobre este punto. En
el caso concreto resuelto por la sentencia comentada, podría incluso sostenerse que se satisface el están-
dar 3), porque la defensa no planteó la hipótesis del delito leve de daños en el juicio de primera instancia
y no presentó ninguna prueba al respecto. Sin embargo, dado que el tribunal de apelación mismo
cita como un principio de prueba que hubiera servido el de la declaración del imputado, resulta muy
simple imaginar que así se haga en otros casos. De ser así, estaríamos de nuevo en la situación de decidir
entre hipótesis sostenidas por las pruebas y con algún grado de probabilidad.
CÓMO LEGISLAR SOBRE ESTÁNDARES DE PRUEBA 229
Ahora bien, exigir meramente que una hipótesis sobre lo sucedido sea
más probable que otras (que todas las demás o alguna en específico) puede ser
una exigencia muy débil, puesto que la hipótesis más probable puede tener,
a pesar de ello, un grado de corroboración muy bajo 42. Puesto en situación
extrema, podría suceder que una hipótesis H dispusiera solo de una prueba
circunstancial a su favor (e incluso de no muy alta fiabilidad), pero que las
hipótesis rivales no tuvieran a su favor prueba alguna en el proceso. ¿Diríamos
que H está suficientemente corroborada para declararla probada en sentencia
o para adoptar una decisión intermedia del procedimiento? Creo que la res-
puesta evidente es que depende de la decisión de que se trate 43. Pero lo que
" LAUDAN (2007: 111 y ss.), por ejemplo, asume la primera de las interpretaciones, en analogía
con lo que ocurre en el ámbito de la ciencia, y ello le conduce a decir que la preponderancia de la
prueba (entendida como inferencia a la mejor explicación) no podría dar cuenta del razonamiento que
conduce a la declaración de hechos probados en un proceso civil, puesto que sería demasiado exigente.
Esto sería así dado que en muchas ocasiones la hipótesis más probablemente verdadera no es ninguna
de las sostenidas por las partes, de modo que si este fuera el criterio decisivo habría que declarar como
no probadas las hipótesis de todas las partes, cosa que no sería acorde con la práctica de muchos tribu-
nales. Sin embargo, por ejemplo, esta es la interpretación que ha dado a la preponderancia de la prueba
la Corte Suprema noruega, según muestra STRANDBERG, 2019a: 73 (véase también la jurisprudencia allí
citada). Volveré enseguida sobre la noción de inferencia a la mejor explicación.
" Se trata del problema conocido como el de la mei • hipótesis de un lote malo, que VAN
FRAASSEN (1989: 143) planteó como objeción frente a la teoría de la inferencia a la mejor explicación.
Con el mismo objetivo, pero en relación con el uso de esa teoría como estándar de prueba, la presenta
también LAUDAN (2007: 101 y ss.): la mejor explicación disponible puede ser, de todos modos, una
mala explicación. Al respecto pueden verse también AI\4AvA, 2009: 152-155; ÜLERMONT, 2019: 1498-
1499; PEIXOTO, 2021: 123-124.
" Porque no es lo mismo, por ejemplo, una decisión final en sentencia que una decisión inter-
media en un procedimiento civil. Y en un proceso penal, tampoco lo es la decisión de proseguir con la
23 JORDI FERRER BELTRÁN
0
investigación (en lugar de sobreseer el caso), por ejemplo, que la de abrir juicio oral o la de adoptar una
medida cautelar muy invasiva.
^ DAvmsoN y PARGETTER (1987: 183-184) propusieron una operación, en apariencia similar, en
su caso para la interpretación de la exigencia probatoria del más allá de toda duda razonable. Sin
em- bargo, debe advertirse que el objetivo de Davidson y Pargetter, con la introducción de un
requerimiento sobre el peso probatorio, es evítar resultados contraintuitivos de la utilización de nuda
información estadística. Así, en una variante del ejemplo de L. J. Cohen de la paradoja del colado que he
presentado páginas atrás, ellos plantean si sería suficiente para condenar en un proceso penal con la sola
informa- ción de que nueve personas de un grupo de diez cometieron un delito. Dado que resultaría
que cada uno de ellos tendría una probabilidad de 0,9 de haber cometido el delito, ¿bastaría esa
probabilidad estadística para condenar? Su respuesta es que no, porque no se cumpliría el requisito de
que el peso del acervo probatorio aportado sea «alto». En este punto se produce la diferencia crucial con
la propuesta que presento, porque la probabilidad estadística, en efecto, no incorpora en su cálculo la
información sobre el peso probatorio, cosa que la distingue de la probabilidad inductiva (que sostengo
como estruc- tura del razonamiento probatorio).
" Véase K8vrrss, 1921: cap. IV, 71 y ss. Puede verse una crítica interna a la noción keynesiana de
peso probatorio, basada en su difícil compatibilidad con una concepción matemática de la probabilidad,
en L. J. COHEN, 1986. El propio Cohen propone su adaptación a una concepción baconiana, no mate-
mática, de la probabilidad, como la que sostengo en este trabajo. Sobre la noción de peso probatorio
véase también la presentación y el uso extenso que hace NANCE, 2016: 111 y ss.
CÓMO LEGISLAR SOBRE ESTÁNDARES DE PRUEBA 231
" Véase KcmES, 1921: 73 y 77. También L. J. COHEN (1985: 268 y ss.) y NANCE (2016: 117)
insisten en la idea de que el peso probatorio debe predicarse del acervo probatorio en su conjunto, pues-
to que las pruebas favorables y contrarias a las distintas hipótesis en conflicto inciden conjuntamente
en la evaluación de la probabilidad de cada una de ellas. En este sentido, el peso probatorio no tiene lo
que NANCE (2016: 113 y 117) denomina «poder de discriminar» entre las hipótesis en confticto cuál de
ellas debe ser aceptada como probada; en otras palabras, el peso probatorio impacta en la probabilidad
de acierto de la decisión, pero no determina el sentido de la decisión a favor de una u otra hipótesis:
esa es tarea del valor probatorio de las pruebas. También IAcOVIELLO (2013: 441) pone atención a la
completitud del acervo probatorio a los efectos de la decisión sobre los hechos, aunque no la denomina
«peso probatorio».
•' A partir de aquí, podría pensasse que, si el estándar de prueba incorpora una elevada exigencia
sobre el peso probatorio, entonces disminuirá el riesgo total de errores, cosa que he negado en páginas
anteriores. Sin embargo, esta sería solo una inferencia apresurada. En efecto, cuanto mayor sea el peso
probatorio requerido, mayor será la probabilidad de acierto en la decisión, si es que se Ilega a disponer
de ese peso probatorio. Si, en cambio, el acervo probatorio aportado al proceso no tiene el peso reque-
rido [en el caso de los estándares 4) y 5), no es completo], el proceso se resolverá en función de la carga
de la prueba, lo que contingentemente puede producir un número importante de falsas absoluciones.
De nuevo pues, elevar la exigencia probatoria del estándar de prueba (también la relativa al peso),
aumenta el riesgo de errol de absoluciones falsas (si todos los demás elementos permanecen iguales)
y no necesariamente, por tanto, disminuye el número total de errores. Stein ha considerado, por esta
razón, que introducir en el estándar de prueba un requisito sobre el peso probatorio altera la distribución
igualitaria del riesgo del error entre las partes, de modo que, en su opinión, no sería adecuado, con
la condición de que las partes tuvieran igual acceso a las pruebas. Al respecto, véase SrriN, 1996b: 338;
id., 1998: 316-317.
23 JORDI FERRER BELTRÁN
2
" Para KEYNES (1921: 71-72), el peso, al igual que la probabilidad, no es cuantificable, pero sí
podemos comparar el peso de dos acervos probatorios cuando uno es un subconjunto del otro, supuesto
que las pruebas que adicionalmente contiene el segundo sean pruebas relevantes. En el mismo sentido,
argumentando la imposibilidad de cuantificación del peso, L. J. (OHEN, 1986a: 274-276. En sentido
contrario, en cambio, RuNDE, 1990: 280-283; HAMER, 2012: 144 y ss.; NANCE, 2016: 146 y ss.
" Una presentación de la noción de peso probatorio y su discusión en relación con el estándar
de prueba de la probabilidad prevaleciente puede verse en SrEm, 1998: 304 y ss. La jurisprudencia de
Inglaterra y Gales reconoce la aplicabilidad de un solo estándar de prueba para el proceso civil (el de la
probabilidad prevaleciente), a diferencia de la estadounidense, que prevé dos posibles estándares de
prueba, según los casos (el de la preponderancia de la prueba —que equivale a la probabilidad prevale-
ciente—y el de la prueba clara y convincente). Sin embargo, las cosas son algo más complejas en cuanto
se profundiza en el análisis. Así, como he presentado ya anteriormente, durante bastantes años una parte
de la jurisprudencia y la doctrina inglesas sostuvieron que el estándar de la probabilidad prevaleciente
debía ser entendido de forma flexible, de modo que, en función de la gravedad de las imputaciones, la
probabilidad exigida podría ser mayor o menor (pero siempre por debajo de la que consideran
propia del proceso penal). Ya he discutido largamente esta tesis y espero haber mostrado los graves
problemas que conlleva. Otra parte de la jurisprudencia inglesa, en cambio, optó por sostener que el
estándar de prueba civil tenía que ser siempre el mismo (1a probabilidad prevaleciente) y no debía ser
flexible, pero, de nuevo en función de la gravedad de las imputaciones, podría graduarme el peso
probatorio exigido. Una excelente presentación de estas dos líneas jurisprudenciales puede verse en
REDMAYNE, 1999: 174 y ss. De acuerdo con lo que sostengo en el texto, en cambio, la exigencia de
un mayor o menor peso probatorio supone fijar el umbral de suficiencia probatoria en niveles
distintos, puesto que diversa es la probabilidad inductiva requerida. Si esto es así, adaptar a las
circunstancias concretas de cada caso el peso probatorio requerido no es otra cosa que flexibilizar el
estándar de prueba. Más recientemente, tanto la House of Lords, primero, como la Corte Suprema,
después, han cerrado el debate acerca del estándar de prueba civil (para la decisión final sobre los
hechos del proceso), considerando que debe ser siempre el de la probabilidad prevaleciente. Son muy
claras en este sentido las afirmaciones de Lord Hoffman y Lady Hale en el voto mayoritario del caso Re
B. Así, dice esta última que «quisiera [...] decir alto y claro que el estándar de prueba para la
determinación de los hechos que es necesario probar [...] es la simple probabilidad prevaleciente, ni más
ni menos. Ni la gravedad de las imputaciones ni la grave- dad de las consecuencias debe hacer diferencia
alguna en el estándar de prueba que debe aplicarse para determinar los hechos» en un proceso civil
[véase Re B (children) (2008) UKHL 35, párr. 70. La misma posición se encuentra en el caso de S-B
(children) (2009) UKSC 17, párn 13, entre otras]. Una buena presentación del debate sobre el estándar de
prueba civil en lnglaterra y Gales en estos últimos veinte años puede verse en SoRABiI, 2019: 255 y ss.
Sin embargo, aun admitiendo que el estándar de prueba aplicable para los procesos civiles sea siempre
la probabilidad prevaleciente, esto deja aún abierta la cuestión de cómo debe entenderse: todos los
estándares 4) a 7) que he presentado pueden sostenerse como interpretaciones distintas de lo requerido
por la probabilidad prevaleciente y, son, evidentemente, estándares distintos.
CÓMO LEGISLAR SOBRE ESTÁNDARES DE PRUEBA 233
probada una hipótesis con muy escaso apoyo probatorio, únicamente por ser
relativamente más probable que su contraria. Para valorar la satisfacción de
esta segunda cláusula, esto es, el cumplimiento de la exigencia relativa a1 peso
probatorio, el juzgador deberá plantearse dos cuestiones principales: 1) qué
tipo de pruebas son necesarias para poder acreditar las hipótesis sobre los
hechos que debe valorar. Esto, como hemos visto, depende de cuáles sean las
hipótesis, qué predicciones es posible realizar a partir de esas hipótesis y qué
pruebas puedan servir para demostrar su cumplimiento o incumplimiento; y
2) si esas pruebas se han incorporado a1 expediente judicial y están, por tanto,
disponibles para su valoración 5’. Denomino «laguna probatoria» a la ausencia
en el expediente judicial de pruebas que serían necesarias para comprobar el
cumplimiento de una predicción derivada de la hipótesis a probar. Cuanto más
numerosas sean las lagunas probatorias, menor será el peso del conjunto de
pruebas disponible en el proceso 5 '.
Sin embargo, las cosas no son, de nuevo, tan simples y convendrá hacer
aquí dos comentarios adicionales. En primer lugar, debe observarse que la
segunda cláusula de los estándares mencionados hace referencia a que el
peso probatorio sea tendencialmente completo. Una razón evidente para
matizar la exigencia de completitud del acervo probatorio deriva del hecho
de que nun- ca podremos estar seguros de que no existan elementos de juicio
adicionales hoy desconocidos y no imaginables: puede existir un testigo del
hecho que desconocemos y mañana puede inventarse una nueva tecnología o
producirse un avance en el conocimiento científico que nos permitan hacer
pruebas que hoy no son posibles 52, etc. Pero, al margen de las limitaciones de
nuestro conocimiento, queda, en todo caso, una ambigüedad respecto de cuál
es el ideal de completitud que se requiere haber alcanzado. Cohen lo plantea
en términos de si es exigible que se haya aportado al proceso la totalidad de
las pruebas relevantes o la totalidad de las pruebas relevantes disponibles";
y su
” Técnicamente, el peso probatorio es, pues, una función de las pruebas disponibles en relación
con las hipótesis sobre los hechos en conflicto.
" Las nociones de laguna probatoria y de peso probatorio están implícitamente capturadas tam-
bién por los estándares 1) a 3), dado que la ausencia de una prueba necesaria para acreditar el
cumpli- miento de una predicción implicará la falta de satisfacción de la primera cláusula de esos
estándares o la ausencia de una prueba que permita refutar las hipótesis alternativas implicará la falta de
satisfacción de la segunda cláusula de los mismos. En las enfáticas palabras de Km (1986: 665)
«[c]ualquier mo- delo del razonamiento judicial que no sea capaz de capturar las inferencias
negativas que emergen de la obvia incompletitud de la prueba de las partes es deficiente». Al respecto,
véase también BEN-Hum, 2019: 7-8. G INER (2019: 290 y ss.) parte también de la necesidad de
incorporar el requisito del peso probatorio para comprender las exigencias de los tres clásicos
estándares de prueba estadounidenses: más allá de toda duda razonable, prueba clara y convincente y
preponderancia de la prueba.
” Piénsese, por ejemplo, en el impacto que ha tenido en estas últimas décadas el conocimiento y
la tecnología que ha permitido realizar pruebas de ADN, hasta hace pocos años impensables.
” Véase L. J. COHEN, 1986: 642. Conviene advertir que la disponibilidad de las pruebas no refiere
aquí a que se hayan incorporado al expediente judicial (porque en ese caso, por definición, todos los
acervos probatorios serían completos) ni a que estén disponibles para una u otra parte, sino a las pruebas
existentes.
23 JORDI FERRER BELTRÁN
4
poradas al conjunto ’7. Aquí, los intereses en juego son dos: por un lado,
prima facie, el grado de corroboración y las probabilidades de acierto en
la decisión crecen con el aumento de las pruebas relevantes disponibles.
Por el otro, la excesiva abundancia de información conlleva el peligro de
desborde en el tratamiento de la misma y costes de gestión que deben ser
tomados en consideración. Además, debe tenerse en cuenta que cuando di-
versas pruebas acreditan lo mismo se produce un rendimiento decreciente
de las nuevas pruebas, dibujando una curva ascendente que progresivamente
deviene plana". Por todo ello, cuando el rendimiento resulta ya plano puede
incluso considerarse que la nueva prueba no es relevante porque no impacta
en la probabilidad de las hipótesis en conflicto en el proceso (si se evalúa
la relevancia de la prueba en conjunción con las otras pruebas disponibles).
Finalmente, incluso si el rendimiento epistémico previsto de la nueva prueba
no es absolutamente nulo, pero sí muy escaso, deberemos tomar en conside-
ración los costes de su adquisición, en términos económicos, de tiempo, et-
cétera.
En definitiva, pues, la primera cláusula de los estándares de prueba 4) y
5) hace referencia a las exigencias comparativas entre las distintas hipótesis
en conflicto: para considerar probada una hipótesis esta debe tener una pro-
babilidad mayor que sus hipótesis rivales (todas o la formulada por la parte
contraria). Y está claro que esta exigencia puede satisfacerse aun en el caso
en que una hipótesis tenga un grado de corroboración (i. e., valor probato-
rio) muy bajo, con la condición de que sea mayor que el de sus alternativas.
En cambio, la segunda cláusula introduce una exigencia adicional relativa
al conjunto de elementos de juicio a partir del que se valorará el grado de
corroboración de cada hipótesis. De este modo, por ejemplo, si la pretensión
del actor en un proceso civil no satisface la primera cláusula, resultará que
la hipótesis planteada por el demandado tendrá comparativamente un mayor
grado de corroboración a la luz de los elementos de juicio disponibles en el
expediente’ 9. En ese caso, si se satisface el requisito de la completitud del
peso probatorio, procederá dar por probada la hipótesis sostenida por el de-
mandado. En cambio, si no se satisface la segunda cláusula del estándar de
prueba, lo que corresponderá es rechazar las pretensiones planteadas por el
actor y, en su caso, por el demandado, por falta de prueba 6’. En definitiva,
probatorio como la más clásica de Keynes tienen como antecedente las ideas pragmatistas de PEmCE,
1878: § 2.676.
" Es en este sentido que NANCE (2016: 120) considera que el peso probatorio opera para decidir
si se decide.
‘2 Sin embargo, conviene recordar lo dicho en la nota 47 de este capítulo, sobre el efecto de intro-
ducir el requisito del peso probatorio sobre la distribución igualitaria entre las partes del riesgo del error.
CÓMO LEGISLAR SOBRE ESTÁNDARES DE PRUEBA 237
" STC 233/2002, de 9 de diciembre, FJ 3.° En el mismo sentido se ha pronunciado también el Tri-
bunal Supremo, del que puede verse la STS 57/2002, de 28 de enero. Al respecto, puede verse también
la Sentencia del TEDH en el caso Labita c. Italia, de 6 de abril. Algunos ejemplos de este tipo de reglas
pueden verse en FEwANDEZ LÓPEz, 2009: 98 y ss.
* Vale la pena recordar que, si la controversia interpretativa es central, el resultado es que, en
realidad, no disponemos de un estándar de prueba vigente.
" Véase PARDO, 2009: 1102 y ss.
“ Vale la pena señalar que adopto la estrategia y la terminología de Pardo, pero no tanto el tipo de
contenido que él atribuye a los estándares de prueba de segundo orden. Así, por ejemplo, para Pardo el
estándar de prueba de primer orden establecería que «[u]n hecho debe ser probado por preponderancia
de la prueba», y el estándar de segundo orden podría tener este contenido: «[u]n hecho está probado
por preponderancia de la prueba cuando la mejor explicación de la prueba y de los eventos en disputa
incluye ese hecho» (Pro, 2009: 1104). En realidad, en el ejemplo de Pardo lo que la regla de
segundo orden realizaría es dotar de significado a la expresión «preponderancia de la prueba», de
24 JORDI FERRER BELTRÁN
0
modo que sin
CÓMO LEGISLAR SOBRE ESTÁNDARES DE PRUEBA 241
Este libro puede entenderse como un alegato a favor de someter las deci-
siones sobre los hechos en el proceso judicial (y en el procedimiento
admi- nistrativo) a estándares que determinen el umbral de suficiencia
probatoria. Ahora bien, conviene no caer en ilusiones inalcanzables, porque
nunca será posible eliminar totalmente la vaguedad del estándar ni,
consecuentemente, pensar en una aplicación mecánica del mismo por parte
de los juzgadores. La conocida distinción de Dworkin entre dos sentidos
débiles y uno fuerte de la discreción judicial puede sernos aquí de utilidad.
En sentido fuerte, la discreción judicial se asocia con la ausencia de reglas o
estándares predeter- minados que rijan o guíen la decisión del juzgador. En
los sentidos débiles, en cambio, decimos de una decisión judicial que es
discrecional si no está sometida a ulteriores controles (es definitiva) o si
debe aplicar reglas o es- tándares predeterminados para cuya labor se
requiera discernimiento6'. Con la correcta determinación de los estándares
de prueba, la decisión judicial
ella el estándar de prueba no estaría determinado. Esta puede ser, desde luego, una opción meramente
estratégica para disponer de estándares de prueba razonablemente precisos sin pretender el difícil aban-
dono por los juristas de etiquetas tan establecidas como la «preponderancia de la prueba» o el «más allá
de toda duda razonable». Sin embargo, hay que ser conscientes que esas etiquetas dicen muy poco acer-
ca del umbral de suficiencia probatoria hasta que no se definen adecuadamente. El verdadero estándar
de prueba, entonces, es el que Pardo denomina como de segundo orden. Mi propuesta, en cambio,
es la de formular adecuadamente los estándares de prueba (de primer orden), y recurrir a reglas de
segundo orden para especificar los criterios respecto de aspectos concretos que difícilmente podrían ser
incluidos en una regla general manejable.
" FERRUA (2004: 74) las denomina «dudas de segundo orden». Al respecto, véase también FE-
RRER BELTRÁN, 2012: 183. Este tipo de dudas se pueden presentar por tres motivos o la combinación
de cualquiera de ellos: 1) porque subsisten dudas interpretativas no resueltas respecto de algún extremo
no central del estándar de prueba pero determinante en el caso concreto; 2) porque el caso evaluado cae
en el margen de vaguedad del umbral fijado por estándar de prueba, o 3) porque no es
absolutamente preciso el grado de corroboración alcanzado a partir de las pruebas disponibles.
" Véase DwoR , 1977: 83-86. Una argumentación parecida, sin referencia a Dworkin, puede
encontrarse en AcumERA, 2021. Para decirlo en palabras de GENNAioLi y SHLflIFflR (2008: 14), «mien-
tras que la discreción sobre los hechos hace a los hechos menos útiles para predecir el resultado de los
procesos, hace, en cambio, más útiles para ello a las preferencias judiciales».
24 JORDI FERRER BELTRÁN
2
sobre los hechos pasaría de ser discrecional en sentido fuerte a serlo en este
último sentído débil. Lo primero es incompatible con el Estado de derecho y
el debido proceso, como espero haber demostrado. Lo segundo, en cambio,
somete la decisión probatoria a criterios de corrección que posibilitan su jus-
tificación, en el espacio del discernimiento y la argumentación. Nada más,
pero, sobre todo, nada menos.