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COMENTARIO ARTÍSTICO

El Jardín de las Delicias del Bosco

Jesús Arcos
El Arte en la Europa Cristiana Medieval
Título: Tríptico de El Jardín de las Delicias. Autor: Hieronymus van Aeken (El Bosco).
Cronología: 1500-1505 (finales). Técnica: Óleo sobre tabla. Medidas: 220x195 cm (tabla
central); 96 cm (tablas laterales). Estilo: Gótico Flamenco. Tema: Religioso. Localización:
Museo del Prado (Madrid).

Análisis de la Obra:

Nos encontramos frente a un tríptico de dimensiones considerables que, cerrado presenta la esfera
de un mundo cuasi onírico con las nubes en la zona superior como anunciando tormenta, dado el
color frío utilizado y una atmósfera que transmite sensaciones inquietantes, anunciadoras de un
discurso incomprensible en el que estamos todos inmersos. No hay actividad humana dentro de
la esfera. Tan sólo una gama de colores fríos que nos saben presos en su interior como seres
humanos, cuya única actividad se deja apreciar en sus construcciones, pues la naturaleza parece
ser la protagonista de estas puertas que han querido ser representadas con la gracia y nobleza
propia de un poseedor adinerado. Todo el conjunto parece ocultar un secreto a juzgar por algunas
de las formas que nos presenta, donde predomina la curva y los volúmenes desconocidos,
aparentando vidrio. Dios Padre con triple corona y un libro abierto parece anunciarnos el secreto.
En la parte superior de las dos tablas, una inscripción en latín con letra gótica dorada es la clave
para identificar el momento elegido “Ipse dixit et facta sunt” y en la derecha “Ipse mandavit et
creata sunt” Él mismo lo dijo y todo fue hecho, y, Él mismo lo ordenó y todo fue creado (Salmos,
148, 5). Más allá de estas sentencias no hay nada, siguiendo las convenciones de la época donde
todavía el mundo se creía plano y mar de infernales monstruos lo habitaba.

Pero una vez abrimos el tríptico, pasamos de la grisalla a todo un espectáculo de colores y formas
que acaba por embriagar nuestra mirada. Las alas izquierda y derecha nos relajan la vista. Nos
presenta lo básico de la moral cristiana. El Edén y sus principales personajes a la izquierda, y el
infierno y sus tormentos a la derecha. Al centro, un paisaje que requiere detenimiento, dedicación
al detalle, y sobre todo, reflexión que posteriormente analizaremos.

En principio nos detendremos en el ala izquierda. Dios parece intercambiar algunas palabras con
Eva mientras Adán aparece sentado en el Jardín (Ayala, 2006) del Edén. Pero si detenemos la
mirada, la imagen de Dios está representada como la imagen de Cristo, cerrando un ciclo de
salvación posible para los hombres, tomando a la mujer como principal recurso para conseguirlo,
y redimiéndola del pecado original. En el centro nos muestra especie de fuente contenedora de
las delicias en la que abrevan todo tipo de animales felizmente (curioso para su época que
representara animales propios de la sabana africana). Al fondo se ve un paisaje, también onírico,
donde las aves realizan danzas en el aire como repletas de alegría y gozo. Sin embargo, también
se aprecie un intento de perspectiva regularmente conseguido, donde se puede apreciar el detalle
de lo cercano y lejano como sí a primera vista lo tuviéramos. En cualquier caso, todo un
espectáculo de originalidad creativa que abre los ojos de cualquier espectador a un tempo
diferente donde lo “ideal” es posible porque forma parte del deseo original del creador.

Por el contrario, el ala derecha presenta todo un concierto de imágenes y colores bastante fríos,
donde los vicios, el tiempo e incluso las matemáticas (música) pueden convertirse en instrumentos
del diablo. Nos alerta de los excesos, de los peligros, del sufrimiento, del sonido de las trompetas
del juicio en primer plano, de los tronos deglutidores de almas, del río del leteo, de los
instrumentos cortantes que prestan su bendición de oír a las falsedades y mentiras; alambiques en
los que son procesadas las almas de los indiscretos, cuchillos que se convierten en herramientas
de dolor, faroles que no alumbran sino que están ocupados por gente, estómagos que en vez de
hacer la digestión son laboratorios de toda perdición. En síntesis, en el ala derecha nos
encontramos el exceso, el vicio y la perdición del ser humano, incluso a través de su máxima
expresión, a pesar de lo que él mismo oculta.

Sin embargo, el centro de la composición se nos abre a un universo de bondades donde la


inocencia de los desnudos aparece el placer del gozo de lo auténtico y humano. En el centro
descubrimos la famosa fuente de los cuatro ríos del Edén, y al igual que en el ala izquierda vemos
otra especie de fuente en forma de botella preciosa de los perfumes sobre la que disfrutan varias
almas desnudas. Un poquito más abajo la piscina presenta mujeres de varias razas disfrutando del
baño alrededor del cual una procesión de animales (algunos fantásticos) y almas, parecen
recorrerlo en procesión, no sin antes anunciarnos que en vida los vicios y excesos son la puerta
de la perdición.

Pero llegar a explicar toda la composición requeriría de mucho tiempo, conocimiento y


dedicación, y no es propósito de este trabajo, por lo que me centraré en adelante en el comentario
de la Obra.

Comentario de la Obra:

La enorme cantidad de detalles que tiene la obra nos obliga a prestar una atención exhaustiva a
cada uno de los elementos compositivos, más allá del extraordinario uso que hace del color, el
óleo y la composición.

En el panel o ala izquierda se presenta una especie de último día de la creación en el Dios/Cristo
toma la mano de Eva como para ilustrarla de algo, sin embargo, la mirada de ese Dios/Cristo está
fija en nosotros, en el espectador, algo muy relevante para la época de la que nos estamos
ocupando. Se hace partícipe al espectador de un sacramento que promete la redención de la
humanidad por el mismo punto en el que cayó. Los animales, los frutos y toda vegetación parece
servirnos como humanos, siempre alerta de la serpiente enroscada en el árbol de la ciencia
(Maturana, 1990), es decir, una especie de palmera que ofrece unos frutos al alcance de todos,
pero cuya constitución no parece ser de este mundo. Por tanto, la lección moral del Bosco se hace
presente recordándonos un tiempo congelado en el que el pecado y la redención sólo dependen
de un gesto al que quizá el hombre, como hombre, no es capaz de comprender dada su actitud
relajada y ausente de la mano de Dios sujetando o tomando a Eva en clara actitud de sumisión
hacia su creador.

Los largos cabellos de Eva, su inclinación hacia Cristo/Dios, y su mirada hacia el suelo, parecen
aleccionar al espectador frente a un Adán despreocupado y expectante a las palabras o los gestos
de Dios/Cristo hacia Eva. El color empleado en la túnica de Dios/Cristo es el rojo carmesí con
claros dotes de tono difuminados para revelarnos la fuente de la luz, es decir, de la izquierda. Un
Dios/Cristo que nos mira con una túnica cerrada por un broche, con barba y sin bigote con la
frente y el gesto muy claro, denotan una especial transcendencia que sobrepasa la imagen de todas
las almas despreocupadas en las otras partes del tríptico, incluso de los animales. Su mano derecha
nos bendice con gesto determinante a la vez que discreto. Incluso un conejo a la derecha de Eva
está de espaldas ajeno al mensaje, porque la base del mismo está dirigida a los hombres. El
gradiente del óleo, el perfil de los montículos, el detalle de los arbustos, la exquisitez de la fuente
de la vida a modo de “huevo filosofal de los alquimistas” nos anuncia un camino de purificación
necesario para semejarnos a los seres más inocentes. De ahí, ese tratamiento de los azules, los
amarillos, los verdes y las aguamarinas que con el rosa y el blanco embriagan nuestros sentidos
para provocarnos un sentimiento de paz, sosiego, inocencia y sumisión.

Sin embargo, en el panel central se abre la puerta de la vida inconsciente de los seres humanos,
de las almas que habitan el mundo encarnadas en la materia. Se divide el mismo en cinco estadios.
El primero nos anuncia a los hombres en sus relaciones diarias; el sexo, las relaciones, la
curiosidad, el placer, el olvido… Todo ello es muy frágil, muy pasajero, las aguas en un segundo
plano no son claras, y además las presiden criaturas de la noche como el búho… Los seres habitan
burbujas como de cristal, parecen obnubilados, ausentes… Disfrutan de la algarabía, del trino de
enormes pájaros… luchan entre ellos, o bailan, observan y muestran las estrellas, cargan
inusitados crustáceos, y sobre todo, al modo de las brujas, danzan alrededor de un pozo de placeres
dedicado a todo el mundo de la sensualidad.

Los colores empleados son los de la luz del día a pleno sol. No hay sombras, pero hay muchos
pasteles en los tonos que anuncian una vida regalada. Ningún personaje está vestido, pero los hay
de todas las razas conocidas… Con los animales sucede lo mismo, pero en este caso sirven de
soporte para el transporte o de algarabía a los oídos. El autor en el centro de su obra nos presenta
al ser humano ocupado en sus cosas, ausente de su Creador, pero al final de la composición, arriba,
una fuente principal se erige sobre la confluencia de cuatro ríos que parecen ser parejos por el
tono de su color, aunque no por el de su forma. Sobre el cielo bullen aves o algo parecido; huevos,
serpientes marinas, animales imaginarios y todo tipo de exaltaciones de la imaginación. Al fin y
al cabo, el hombre se deja fluir por el destino de la vida como por un torrente al que piensa que
no puede frenar sus aguas, y acaba por dejarse fluir en las mismas, sin atender que las aguas están
calmas y tan solo cambian de color. ¡Dejémonos ser montados y montar como los jinetes de la
cuenca de los ríos! ¡Entreguémonos al placer sin contemplaciones! La vida es así y nosotros
estamos para disfrutarla… Ahora bien, el tiempo se acaba y el horizonte es frio, tal como aparecen
las montañas azules del fondo; por cierto, magnífico recurso que será utilizado en adelante para
abrir la técnica de la perspectiva aérea. Y por cierto, no olvidemos el placer de la fruta: dulce y
sabrosa como la vida misma, y además, nutritiva.

Por el contrario, el panel o ala derecha muestra un espectáculo bastante sórdido. Cambia los tonos,
pero no el pincel. Sigue siendo igual de detallista con las formas, aunque no con el fondo. El negro
predomina como sombra y perspectiva, pero con la misma agilidad sobre los perfiles, quizás aquí
más intencionados para mostrar las figuras de la composición. Los colores del fuego y del azufre
predominan en las figuras como estilo para presentar la luz de tan imaginativo infierno. También
hay alambiques, pero esta vez son rojos… El fuego se deja ver entre las cavernas, con escaleras
sobre las que descienden o ascienden almas con muy poca trayectoria. Los animales también
aparecen en este panel, pero esta vez realizando tareas humanas, incluso criaturas indescriptibles
que parecen salir de las tinieblas, al igual que lo hacen cientos de almas apiñadas como en un
horror vacui, destacando algunos instrumentos musicales que parecen inocentes, pero que sin
embargo son deformes e invitan al caos de las matemáticas. En síntesis, todo un alarde de
imaginación que conlleva a una eterna noche oscura donde el azufre, las llamas, la oscuridad y
las tinieblas parecen atrapar al hombre cuya cabeza está tocada con el alambique de la vida,
mirándonos inquietamente sin que podamos decir que sufre o es expectante.

Comentario histórico:

Lo cierto es que los orígenes del tríptico no están muy claros, aunque existe una historiografía
que lo sitúa de esta manera: al parecer se vincula con la Casa de Nassau, propietarios del castillo
de Breda, pero se desconoce por completo quién lo solicitó crear. Se piensa que fue Engelberto II
de Nassau, y que su heredero y sobrino, Enrique III de Nassau lo hizo suyo trasladándolo a su
palacio en Bruselas; a la muerte de este pasó a manos de su hijo que, al fallecer acabó en manos
de Guillermo de Orange, que con tan mala o buena suerte quedó confiscado por los españoles en
1568 y pasó a las manos de la orden de San Juan, en la cual su prior, Fernando de Toledo, lo
custodió hasta su muerte, hasta que lo adquiriera Felipe II y lo trasladara al Monasterio del
Escorial. Allí permaneció hasta que después de la Guerra Civil española ingresara en el Museo
del Prado, desde el cual hoy le podemos contemplar.
Su creador fue Hieronymus Bosch (Brans, 1948), el Bosco, (Bolduque, h. 1450 – Bolduque, 9 de
agosto de 1516), de origen neerlandés. Un hombre profundamente religioso que supo trasladar a
sus pinceles en la madera una especie de moral cristiana narrativa que llegó a influir incluso en el
surrealismo del siglo XX.

Es característico de él que no fechara ninguno de sus trabajos. Parece haberle preocupado más el
mensaje de los mismos, y transcendencia cuasi atemporal de sus mensajes.

Hombre discreto y esquivo apenas aparece en la Historia sí no es por los archivos de


Hertogenbosh, especialmente en los libros de cuentas de Nuestra Señora. Sin embargo, son
apuntes que no esclarecen su vida, sino tan solo pequeños apuntes administrativos. Sin embargo,
hemos podido llegar a saber que su familia procedía de Aquisgrán y estaba dedicada a la pintura,
por lo que los historiadores han llegado a suponer que perteneció algún tipo de gremio, dada la
importancia en la época. En 1463 llegó a presenciar la quema de unas 4.000 casas en su ciudad,
y seguramente las imágenes del fuego quedaron tan bien impresas como representadas en esta
obra.

Se casó con la hija de un importante mercader que le hizo subir de posición social. Asunto que le
permitió ingresar en la “Illustre Lieve Vrouwe Broederchap” en la que acabó de cultivar su fe
religiosa, a pesar de ser una cofradía de laicos entregados a la Virgen.

A partir de 1.490 empezó a hacerse llamar Jheronimus Bosch, del cual derivaría su nombre en
España, pero en cualquier caso, son apuntes muy vagos para tratar de atisbar una biografía de su
vida.

Conclusión:

El Bosco se destacará por representar al hombre como una figura frágil y maleable que necesita
la fe para asentar íntegramente su personalidad. No obstante, también tiene un humor satírico
nada propio en su tiempo. Está muy arraigado al pasado gótico, pero se deja entrever en los
primeros relámpagos del renacimiento. La vivacidad de sus trabajos y enorme recurso técnico,
atrevido y sin parangón, lo convertirán en una huella de la Historia del Arte, necesaria para el
estudio y la ampliación de miras humanas.

Bibliografía:

Belting, Hans. El Bosco: El jardín de las delicias. Abada. (2012)

Documental:

Genios de la Pintura 08 de 024 El Bosco [Documental]


https://www.youtube.com/watch?v=7TV1nPzqU1o Publicado el 21 oct. 2013

Imágenes: Wikimedia Commons

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