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¿HOY EN DÍA TODAS

LAS EDIFICACIONES
SON FUNCIONALES?

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¿Hoy en día todas las edificaciones son funcionales?

Natalia Hernández Garzón

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¿Los arquitectos contemporáneos son racionales al crear
un proyecto arquitectónico?

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El racionalismo, también llamado Estilo internacional o Movimiento moderno, fue un
estilo arquitectónico que se desarrolló en todo el mundo entre 1925 y 1965,
aproximadamente. Suele ser considerado como la principal tendencia arquitectónica de
la primera mitad del siglo XX. Fue un movimiento de amplio alcance internacional. Los
movimientos de vanguardia de las dos primeras décadas del
siglo XX, como el expresionismo, el cubismo, el futurismo,
el neoplasticismo y el constructivismo, considerados en
ocasiones genéricamente como un «prerracionalismo» o
«protorracionalismo».
Entre sus figuras sobresalen: Walter Gropius, Ludwig Mies
van der Rohe, Adolf Loos, Le Corbusier, entre otros Le Corbusier (1887-1965)
Esta corriente buscaba una arquitectura fundamentada en la
razón, de líneas sencillas y funcionales, basadas en formas
geométricas simples y materiales de orden industrial (acero,
hormigón, vidrio), al tiempo que renunciaba a la
ornamentación excesiva y otorgaba una gran importancia
al diseño, que era igualmente sencillo y funcional. También
abogó por la utilización de elementos prefabricados y
módulos desmontables. Su lenguaje formal se basaba en una geometría de líneas simples,
como el cubo, el cono, el cilindro y la esfera, y defendía el uso de planta y fachada libres
y la proyección del edificio de dentro hacia fuera. Una de sus principales premisas era
el funcionalismo, una teoría que postulaba la subordinación del lenguaje arquitectónico a
su función, sin considerar su aspecto estético o cualquier otra premisa secundaria.
Fue un movimiento preocupado por la mejora de
la sociedad, por influir en mejorar la vida de la
gente, a través de un lenguaje innovador que
supuso una ruptura con la tradición en busca de
una nueva forma de construir, de una nueva
forma de interpretar la relación del ser humano
con su entorno y de buscar nuevas soluciones que
La Casa Farnsworth por Ludwig Mies van der solventasen el problema del aumento de la
Rohe, construida entre 1946 y 1951
población en las grandes ciudades. Para ello se
valió no solo de los aportes teóricos, las nuevas
formas de concebir los espacios y de utilizar el diseño como herramienta para aunar
funcionalidad y estética, sino también de los adelantos técnicos e industriales, de la
utilización de nuevas técnicas y de nuevos materiales.
Además de la arquitectura, este movimiento se interesó por el urbanismo y el diseño.
También fomentó la teoría arquitectónica y la organización de congresos y conferencias
para la difusión del nuevo movimiento, lo que se concretó en la constitución en 1928
del Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM)
En el seno de la sociedad industrial y de la economía capitalista, al arquitecto racionalista
se le exigía la máxima funcionalidad y optimización de recursos, elaborar los mejores
diseños con los criterios industriales más económicos; debía considerar todos los
componentes de la vida en sociedad, por lo que debía responsabilizarse «desde la cuchara
hasta la ciudad», como solía decirse en la época. Por lo general, la mayoría de los
arquitectos racionalistas tenían inquietudes sociales y consideraban un deber del Estado

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el garantizar unas mínimas condiciones de vida (Existenzminimum) a la población. En el
racionalismo, todos los elementos constitutivos de la obra arquitectónica estaban
subordinados a la función, por lo que función y estilo se equiparan.
El principal factor estético del nuevo estilo era la ausencia de decoración aplicada,
concebida como una forma de eliminar la superficialidad. La nueva premisa era la
simplicidad, basada principalmente en materiales industriales, un orden estructural
basado en la regularidad frente a la angulosidad y en un armonía basada en la proporción
y la geometría, y en un diseño centrado en un esqueleto de columnas (pilares de hormigón
o metal) en vez de una estructura en masa, con una superficie lisa y sin costuras, de
materiales lisos —preferentemente metal y cristal—, con ventanas que no interrumpiesen
la perfección de la fachada, a ser posible con marcos metálicos ligeros, y un cromatismo
centrado en el color natural del material. También consideraban relevante la elección del
lugar a construir y su relación con el entorno, dentro del cual los paramentos externos del
edificio —como terrazas y pérgolas— se consideran extensiones de este, al igual que los
muros y senderos de los jardines, cuya planimetría rectilínea contrastaba con la obra de
la naturaleza. Por otro lado, dentro del aspecto ornamental, consideraban la inclusión en
el edificio de pinturas y esculturas como elementos independientes que no debían
degenerar en simple decoración, sino que debían embellecer de forma autónoma.
En su libro de 1925, Le Corbusier establecía cuatro puntos esenciales sobre el urbanismo:
descongestionar el centro de las ciudades, aumentar su densidad, aumentar los medios de
desplazamiento y aumentar los parques y espacios abiertos. También señaló que «la
planificación urbanística moderna nace con una nueva arquitectura».

SIGLO XXI

A finales del siglo XX y debido al cambio climático, los arquitectos e ingenieros de


vanguardia han tenido que irse adaptando a los
nuevos tiempos desarrollando un nuevo estilo
arquitectónico denominado arquitectura
sustentable, verde, ecológica o sostenible, eco-
tech (tecnología ecológica). La
nueva normativa en criterios de eco-eficiencia
energética de edificios obliga ahora a construir
edificaciones más verdes y sostenibles para
aprovechar todos los recursos naturales respetando
así el medio ambiente que nos rodea.

Fachadas inteligentes que protegen el interior de los edificios de la radiación solar con el
consiguiente ahorro energético en aire acondicionado, placas fotovoltaicas, turbinas de
viento generadoras de electricidad, grandes zonas verdes que renuevan el tejido urbano o
la recogida de la lluvia, etc, sin perder el estilo de creación totalmente libre de cada
arquitecto, están consiguiendo renovar y embellecer las ciudades de todo el mundo
respetando a la naturaleza, madre y maestra.
La arquitectura sustentable, también conocida como arquitectura verde, eco-
arquitectura y arquitectura ambientalmente consciente, es un modo de concebir el
diseño arquitectónico de manera sostenible, buscando optimizar recursos naturales y

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sistemas de la edificación, de manera de minimizar el impacto ambiental de
los edificios sobre el medio ambiente y sus habitantes.
La arquitectura genera un gran impacto social en la población y son necesarios buenos
ejemplos en cada comunidad local para mostrar a la sociedad los caminos a seguir. En
cada cultura en el tiempo surgieron nuevos tipos de edificaciones, pero solo algunos de
estos edificios se convirtieron en modelos para ser repetidos por la sociedad.
En definitiva, hay un punto en común entre el
racionalismo arquitectónico y la arquitectura
actual, ambas tienen un propósito como
funcionalidad, mientras que la del
racionalismo arquitectónico es mejorar la
sociedad y reconocer una adecuada
distribución debido a su gran crecimiento, la de
la arquitectura actual está enfocada a ser
sostenible y amable con la naturaleza. La
diferencia está en que ahora las construcciones
que más resaltan son por su diseño y no por su
función, acorde al estilo de cada arquitecto los diseños, las fachadas y las estructuras son
más llamativas que otras, mientras que en el racionalismo arquitectónico se buscaba la
simplicidad de lo estético y la grandeza de lo funcional y concreto.

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¿Cómo comenzar un proyecto arquitectónico?

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Un proyecto de construcción, como cualquier otro proyecto, requiere de diferentes etapas.
Desde el análisis de las necesidades hasta la facturación del trabajo, por medio de estudios
preliminares, el pedido de permisos de construcción, tanto la gestión de proyecto (el
cliente) como la gestión de proyecto (el arquitecto) deben colaborar para completar el
proyecto arquitectónico. Es importante respetar todas las etapas, especialmente debido a
que la industria de construcción está estrictamente reglamentada.

Antes de colocar la primera piedra en cualquier proyecto arquitectónico, es necesario


seguir una serie de pasos pensados para satisfacer los requisitos del cliente, para poder
asegurar la viabilidad del proyecto y diseñar detalladamente el futuro edificio.

Este es el primer contacto entre el cliente y el arquitecto. Esta es una oportunidad para
que el cliente exprese sus necesidades ante el arquitecto y para desarrollar el programa
de construcción. El objetivo del programa es reunir una descripción de los requisitos tan
detallada como sea posible. Debería incluir tanto el ‘objetivo final’ del edificio
(residencia, hospitalidad, establecimiento escolar, etc.) y las áreas de superficie y
volúmenes contemplados, las restricciones normativas (accesibilidad, sanidad, etc.) y la
planificación urbana (limitación en la cantidad de pisos, fachadas, etc.) o el presupuesto
contemplado y las fechas de terminación deseadas.

Según la información reunida, el arquitecto llevará a cabo un estudio de viabilidad y un


esbozo del proyecto. Este esbozo brindará al cliente una idea de cómo será la futura
construcción considerando las distintas restricciones (técnica y financiera) y las
necesidades expresadas; mostrará la implementación de la construcción sobre el terreno,
así como la organización de los espacios interiores y exteriores.

Si la gestión del proyecto está satisfecha con el esbozo, entonces se puede comenzar con
el diseño preliminar. En este se detallan las varias opciones seleccionadas y también se
eligen los materiales de construcción, así como los servicios técnicos según la normativa.

Se realiza y finaliza un cálculo preciso de los costos del proyecto. Todos los elementos
se agrupan formalmente para constituir un contrato detallando todos los servicios y
beneficios proporcionados.

Se realizan planos de colores, secciones, fachadas, vistas virtuales, modelos 3D o


maquetas para poder entender mejor la apariencia final del edificio.

El arquitecto reunirá toda la información recolectada, como los planos, descripciones y


los documentos técnicos para conformar una solicitud de un permiso de construcción que
será presentada ante la administración. El arquitecto se encargará de la presentación de la
solicitud ante las autoridades competentes y del seguimiento del trámite, hasta que se
haya obtenido el permiso de construcción.

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Entonces, ¿se crea en base a la función o a la estética?

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La forma sigue a la función es un principio de diseño funcionalista asociado a
la arquitectura y diseño moderno del siglo XX. El principio es que la forma de un edificio
u objeto debiera estar basada primordialmente en su función o finalidad. También es una
frase célebre pronunciada por el arquitecto proto-moderno Louis Sullivan, cuya
influencia en la arquitectura moderna fue considerable.
En 1908 el arquitecto austríaco Adolf Loos escribió un ensayo alegórico
titulado ‘Ornament and Crime’ como reacción al ornamento excesivo utilizado por los
arquitectos de la Secesión de Viena. Los modernistas adoptaron el argumento moralista
de Loos, así como la aseveración de Sullivan, la forma sigue a la función. Loos había
trabajado como carpintero en los EE. UU y celebró fontanería eficiente y artefactos
industriales como silos de maíz y torres de agua de acero como ejemplos de diseño
funcional.
La arquitectura es, por su propia naturaleza, una actividad y un producto destinado a
satisfacer necesidades humanas en las escalas individual, grupal y social - El entorno
urbano es también un continente y un condicionante de esta arquitectura y entre ambos y
la interacción humana se produce un proceso simbiótico en permanente evolución, con
estados transitorios de equilibrio y tendencias a más largo plazo de desequilibrios y
reacomodamiento.
Entonces, esto nos lleva a preguntarnos, ¿la arquitectura es necesaria o necesitamos de la
arquitectura? Es realmente importante entender que los arquitectos de realizan una
arquitectura necesaria, una arquitectura eficiente y actual que sirva para la sociedad, una
arquitectura que mejore la sociedad. Pero igual de importante es entender que la sociedad
necesita de la arquitectura y de los arquitectos para avanzar. Ambos conceptos son muy
diferentes, pero a la vez compatibles y en su unión debería estar la fuerza de la
arquitectura del S. XXI.
Al diseñar se busca la excelencia, se quiere exaltar la belleza en unas formas
arquitectónicas y que respondan a la función contenida y por la que se realiza un proyecto,
una necesidad. En el trio forma- función- estructura, sin separar su importancia o sin
otorgarle más a una que otra, la función es la causa de todo proyecto, y la
concepción estructural no debe ser una limitante ante los nuevos espacios
arquitectónicos: grandes luces y grandes alturas,(las nuevas valorizaciones estéticas del
siglo XXI), respondiendo también con los nuevos sistemas constructivos aplicados para
mantener el binomio actualizado de la relación forma-función.

El deber ser de la forma de cualquier edificación es cumplir con la función y con los
nuevos avances tecnológicos, comprometidos a través de investigaciones, sincero estudio
y de un programa de actividades y áreas, a partir de allí lógicamente ya la forma no será
un capricho. Atendiendo a los nuevos modelos conceptuales, la arquitectura deberá
cumplir con las nuevas formalidades y los cambios culturales y sociales a la que se debe.

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El equilibrio entre lo funcional y lo estético

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Durante mucho tiempo, estudiosos de la filosofía y el diseño han debatido entre las
contradicciones del diseño, el cual tiene a la utilidad por un lado y la estética por el otro.
Por lo que se han concebido tres tendencias:

• El predominio de la función sobre la forma.

«Ya sea el águila en pleno vuelo o la flor de manzano abierta, el


incesante trabajo de los caballos, el cisne alegre, la ramificación
del roble, el arroyo que serpentea en su base, las nubes a la deriva,
sobre todo el sol que cursa, la forma sigue a la función, y esta es la
ley.
Dónde la función no cambia, la forma no cambia. Las rocas de
granito, las colinas, permanecen durante siglos; las vidas de rayos,
viene en forma, y muere, en un abrir y cerrar de ojos.
Es la ley que prevalece a todas las cosas orgánicas e inorgánicas,
de todas las cosas físicas y metafísicas, de todas las cosas humanas
y todas las cosas sobrehumanas, de todas las verdaderas
manifestaciones de la cabeza, del corazón, del alma, que la vida es
reconocible en su expresión, que forma siempre sigue a la
función. This is the law.»

Louis Sullivan, en su artículo de 1896 “consideraciones artísticas


de los altos edificios de oficinas”

Sullivan abogaba por que la forma de un edificio (u objeto) debe estar basada
principalmente en su finalidad, en este sentido, la función es la parte más importante de
la forma, porque siempre se debe tener en primera consideración las necesidades
generales de la sociedad, y el arquitecto (o diseñador) debe configurar la forma a partir
de estas necesidades.
• La relevancia de la forma sobre la función.

Esta tendencia se busca explotar la belleza de las formas de manera subjetiva, por puro
placer estético, intenta comunicar una idea o un sentimiento, por lo que la función pasa a
un segundo plano.
Como ya se ha expresado, cuando la forma es más importante, se dice que la “función
sigue a la forma”, es decir, primero fue la forma y luego se le intenta dar función, esto es
entonces un principio meramente artístico.

Por otro lado, cuando primero se centra el diseño en su función y luego se planean sus
aspectos estéticos, se dice que “la forma sigue a la función”. Dicho principio fue acuñado
por la Escuela de Bauhaus (1919) y fue parte esencial de su filosofía educativa, en donde
se daba prioridad a la creación de un objeto ante todo funcional, para luego trabajar en
sus aspectos estéticos.

• La consideración de la forma y la función con la misma importancia.


En pocas palabras los objetos deben de ser funcionales, pero también deben tener una
buena apariencia. Un objeto es bello porque satisface una necesidad y, también, porque

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presenta una forma que comunica su función y es visualmente atractiva para complacer
al público consumidor.

«No puede haber contradicción entre lo bello y lo útil; el objeto posee


belleza desde el momento en que su forma es expresión manifiesta de su
función» - Soriau, 1904

La forma y la función no tienen por qué contraponerse, si no que deben interactuar


incluyéndose mutuamente, e inclusive dependiendo de cuál sea el objetivo por alcanzar
con el diseño de un producto, se puede dar jerarquía más a una que a la otra.

Cuando se diseña, se debe poner especial atención en cubrir la necesidad o utilidad del
producto, luego de ello se puede trabajar en su forma y valor estético. Por ejemplo, de
nada serviría una señal de transito con un diseño muy agradable si el mismo no cumple
su principal objetivo que es brindar rápidamente una información.

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