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Autor:

Oscar Wilde
Edades:
A partir de 12 años
Valores:
valentía, bondad, ayudar
Cuando el Señor Hiram B. Otis, ministro de Estados Unidos, compró
el Castillo Canterville, todo el mundo le dijo que cometía un error,
pues aquel lugar estaba embrujado.

-Respetable señor Otis -le dijo Lord Canterville-., Me enorgullece


que tenga tanto interés por adquirir mi castillo de Canterville, pero
debo advertirle que en él habita un fantasma fastidioso y que ha
provocado muchas tragedias y ningún sirviente quiso quedarse en el
castillo, solo el ama de llaves, a la que le pido por favor contrate si
concretamos la compra del castillo.

-Señor Canterville -respondió el señor Otis- le agradezco su


advertencia, pero es necesario que sepa que nosotros los
norteamericanos somos fanáticos de estas historias. Claro que sigo
interesado en comprar el castillo y más si hay un fantasma.
-Verá usted Señor Otis -dijo Lord Canterville-, en Inglaterra los
fantasmas son considerados peligrosos.
-No se preocupe, a nosotros no nos asustan los fantasmas -dijo el señor Otis.
Y se cerró la venta.
Unos días después, el señor Otis viajó a Inglaterra con toda su familia para estrenar su castillo. Cuando
llegaron al lugar notaron que el cielo estaba nublado y estaba a punto de iniciar una tormenta con
truenos y relámpagos incluidos.
Cuando llegaron al antiguo castillo, la anciana ama de llaves salió a recibirlos y les dio la bienvenida.
-¡Usted debe ser la única que habita este castillo! -dijo el señor Otis.
- Sí, señor -dijo el ama de llaves-. Nadie más pudo resistir el terror del fantasma en el castillo.
- No se preocupe, no saldremos corriendo, a nosotros nos encantan los fantasmas- dijo el señor Otis.
El señor Otis entró al castillo con su esposa y sus hijos. Cuando comenzaron a conocer el castillo, la
señora Otis notó que había una mancha de sangre en la alfombra de uno de los salones, cerca de la
chimenea y dijo:
- ¿Por qué no limpiaron esta mancha de sangre? Me parece repugnante.
-Señora -dijo el ama de llaves, esa es la mancha de sangre de la esposa de Simón de Canterville, el
fantasma que vive en este castillo y siempre se encarga de hacer que la sangre reaparezca.
-¡Imposible de creer! -dijo la señora Otis. Esa mancha hay que quitarla.
-Permiso madre -dijo el hijo mayor-, yo me encargaré de eliminar esa mancha con este maravilloso
producto que hemos traído de casa.
Al día siguiente reapareció la mancha en el mismo lugar, lo que asombró al señor Otis porque habían
dejado el salón cerrado con llave.
Cuando el hijo la vio dijo;
-Vaya esas manchas de sangre británicas si son resistentes.
-No es eso -dijo el señor Otis-. Esto debe ser obra del fantasma, sea como sea tenemos que borrarla.
El muchacho volvió a limpiar la mancha por varios días seguidos. Lo que más llamaba la atención es
que la mancha no era roja siempre, sino que empezó a cambiar de color hacia un tono frambuesa y
hasta llego a ser verde esmeralda.
Una tarde comenzó una tormenta intensa. Cuando se hizo de noche todos decidieron irse a la cama,
pero esa noche el señor Otis escuchó el sonido de unas cadenas arrastrándose y no podía dormir.
Decidió abrir la puerta de su habitación y se encontró con el fantasma de Canterville.
El señor Otis lo vio molesto y le dijo:
-¡Por amor a Dios! ¿Puede dejar de hacer tanto ruido? Estamos intentando dormir, aunque tome, señor
fantasma, tengo un producto maravilloso que puede ser una solución para eliminar el óxido y el
chirrido de sus cadenas.
El fantasma, indignado, dio media vuelta, y se fue corriendo, pero a mitad de camino los niños
pequeños le tiraron una almohada en la cabeza, mientras gritaban:
- ¡A la caza del fantasma!
El fantasma huyó entre los muros para llegar a su escondite, allí totalmente cansado comenzó a pensar
que hacía mal para que esa familia no se asustara.
-No puedo creerlo -dijo el fantasma enfadado- con este mismo sonido de cadenas he asustado a
mucha gente.
El fantasma estaba tan triste, que se encerró en su cuarto durante unos días. Mientras tanto la familia
Otis seguía molesta porque la mancha seguía apareciendo y cada vez con colores más extraños. Por
eso y porque el fantasma no aceptó el bote con el producto.
Simón de Canterville, el fantasma, no quería darse por vencido y planeó una nueva aparición. Pero
mientras preparaba el disfraz un sonido fuerte despertó a la familia y lo vieron en el suelo aplastado
por una armadura de hierro que intentaba colocarse. Al verlo así el señor Otis le dijo:
-Señor fantasma, no intente hacer cosas que ya no puede por su edad.
El fantasma, humillado y con dolores por todo su cuerpo, se fue y no salió de su escondite por muchos
días. Sin embargo, aumentaba su odio por la familia Otis, menos por Virginia, única hija del señor y la
señora Otis, que era muy buena. Así que intentó asustar a la familia, pero no tuvo éxito.
Por ese motivo, el fantasma vagaba triste por los pasillos evitando que lo vieran y solo salía para pintar
la mancha. Pero un día dejó de preocuparse por hacerlo, lo que provocó que la familia Otis pensara
que se había ido.

Un día, el fantasma estaba en el sótano observando los


árboles, abatido y entristecido. En ese momento entró Virginia
y se encontró con el fantasma, se sentó a su lado y le dijo:
- Te veo muy triste.
- Lo estoy, ya nada tiene sentido -dijo el fantasma.
- ¿Porque no te dejamos ser malo? -preguntó ella.
- Yo no soy malo, solo hago las cosas que hacen los
fantasmas -dijo el fantasma.
- Ah ¿sí? ¿Y por qué gastaste todos mis botes de pintura sin
permiso para hacer esa mancha junto a la chimenea todos los
días? Me quitaste casi todos los colores y nunca te dije nada -
dijo Virginia .
-Tienes razón -dijo el fantasma.
Virginia se conmovió y le preguntó:
-¿Tienes hambre?
-No puedo comer, de eso morí -dijo el fantasma.
-¿De hambre? ¡Qué barbaridad! -dijo ella.
-Hace 300 años que no cómo ni duermo -dijo el fantasma.
-¿Cómo puedo ayudar? -preguntó la señora.
-Llora por mí, reza por mí, tú eres una mujer con inocencia, así podré irme en paz -dijo el fantasma.
Virginia aceptó y el fantasma se la llevó de la mano y la arrastró por un pasillo, desapareciendo ambos.
La familia Otis la buscó por todo el castillo, no la encontraron, pero cuando dieron las 12 campanadas,
se abrió la pared y apareció.
-¡Virginia! -dijo su madre llorando-¿Dónde estabas?
-Con el fantasma: ya descansa en paz -dijo Virginia-. Y me dejó un cofre con joyas para agradecerme
que lloré y recé por él.
Cuando pasaron unos días se organizó el funeral de Simon de Canterville, al que acudió Lord
Canterville. De esta manera, el Castillo de Canterville perdió al fantasma para siempre, y la familia
vivió con tranquilidad en él.

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