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Lección No 1
Introducción al Franciscanismo Seglar
Por:
Hno. Miguel Ángel Martín Contreras OFS
1. Objetivos
a. Reconocer las características de una orden tercera.
b. Revisar los fundamentos canónicos y doctrinales de una orden tercera.
c. Conocer los antecedentes históricos de las ordenes terceras.
d. Construir el paralelo entre una orden tercera y la Orden Franciscana Seglar.
e. Definir el concepto de autonomía de la OFS.
f. Determinar el lugar de la OFS dentro de la estructura de la Iglesia.
2. Marco Teórico
Laicos y las terceras ordenes
Dentro de las múltiples formas que el Espíritu Santo manifiesta sus dones en el Pueblo de Dios a
través de los consejos evangélicos, se podría decir que tenemos tres grandes diferenciaciones
según el estado de vida: ordenado, consagrado y laico. Estas tres formas de vida definen roles y
acciones muy específicas dentro de la misión de la Iglesia en el mundo de hoy. Y las tres brotan
de la vocación bautismal de todo cristiano de ser miembros vivos de la misión de la Iglesia en la
tierra (cf. LG 33; Cann. 204).
Los laicos, por ende, no siendo parte del clero ni de los religiosos, siguen los consejos evangélicos
buscando a Dios en el mundo, es decir, viviendo guiados por el espíritu evangélico, los laicos
desde cada una de las facetas de su vida (vocación particular, escolaridad, trabajo, familia, etc.)
y de su interacción con el mundo que les rodea, sin negar las realidades sociales, culturales,
políticas y económicas propias del mundo, buscan construir el Reino de Dios en la tierra (LG 31).
Se es laico viviendo en el mundo, no aislándose de él, pues la santificación de la persona humana
procede de su actuar con el prójimo (Lc 10, 37), imagen de Dios.
Y es en esta riqueza de vida de los laicos que, a pesar de no recorrer los mismos caminos y tener
distintas condiciones de vida, todos estamos llamados a la Santidad y a contribuir a la edificación
del Cuerpo de Cristo (cf. LG 32). Por lo tanto, en la diversidad de ministerios que existen en la
Iglesia, tanto para laicos, consagrados y ordenados, se observa la unidad de la misión salvífica
(CIC 873).
Todo esto nos lleva a la vocación del fiel cristiano. Movido por los consejos evangélicos, cada
persona descubre su manera peculiar de contribuir a la misión salvadora de la Iglesia. Y una de
las tantas formas que brotan de la Efusión del Espíritu Santo es la Orden Franciscana Seglar.
Terceras Ordenes
Desde el arggionanmento del Concilio Vaticano II, la Iglesia ha reconocido a las asociaciones de
fieles como un ente vital en el desarrollo de la misión salvífica de la Iglesia. Según el canon
romano, los fieles cristianos pueden constituir asociaciones de fieles que busquen fomentar una
vivencia de los consejos evangélicos, realizar misiones de apostolado y evangelización,
promoción del culto publico y otras iniciativas que ayuden a la animación del espíritu cristiano
según el correr de los tiempos (Cf. Cann. 298).
Las asociaciones de fieles siempre están sujetas a la autoridad eclesiástica. Si las asociaciones de
fieles son constituidas por fieles laicos mediante un acuerdo privado entre ellos (por ejemplo, un
grupo de oración parroquial) se denomina privada. Dichas asociaciones privadas deben tener un
conjunto de estatutos avalados por la autoridad eclesiástica competente para ser reconocidas
(cf. Cann 299).
Cuando una asociación de fieles es erigida (creada, normada y reconocida) por la autoridad
eclesiástica competente se le denomina pública (Cann. 301.3). Tales asociaciones se dedican a la
transmisión de la doctrina en nombre de la Iglesia, promoción del culto público y demás
iniciativas de la misma naturaleza espiritual de la autoridad eclesiástica que las erige. Por lo tanto,
las asociaciones públicas de fieles amplían los alcances de las asociaciones privadas.
Dentro de las asociaciones públicas de fieles existen aquellas inspiradas por la directriz de un
instituto de vida consagrada, que se encarga de su orientación espiritual, la regulación de sus
estatutos y el cuidado atento de sus procesos vocacionales y formativos, es decir, viven bajo la
alta dirección (altius moderamen en el sentido del canon 311) de un instituto. Tales asociaciones
de fieles se conocen como terceras ordenes (cf. Cann. 303). Si una tercera orden pertenece a un
determinado instituto de vida consagrada y además se adhieren a la forma particular de vida (Cfr.
Cann. 576) de tal instituto se le reconoce como tercera orden regular. Los miembros de estas
terceras ordenes regulares toman votos religiosos canónicos (Cann. 654-658), como es el caso de
la Tercera Orden Franciscana Regular (TOR).
Las terceras ordenes que no siguen una regla de vida religiosa, en el sentido del articulo 662 del
Código de Derecho Canónico, hacen promesas o compromisos que no implican la radical
observancia de los votos religiosos canónicos, pero si una observancia de los mismos desde la
realidad de vida del seglar.
Revisión histórica
Históricamente hablando, las terceras ordenes tienen su origen en los movimientos monásticos
de siglos VII y VIII, donde nobles que contribuían al sostenimiento y mantenimiento de algún
orden monástico, además de sentirse identificados con la espiritualidad y piedad del mismo, se
vinculaban a ellos en la figura de cofradías o co-hermandad. Un ejemplo es la famosa Oblación
Benedictina extendida por abadías de la Europa medieval. Si bien no recibían los ordenes
sagrados o profesaban la regla de tal instituto, hacían parte de él como patrocinadores
(Encyclopedia Britannica Vol 26). Este tipo de estructuras fue de vital importancia para el
desarrollo y sostenimiento de institutos monásticos a lo largo de toda la Edad Media. Por lo
general, reyes, condes y demás nobleza hacia parte de las cofradías, las cuales se convirtieron en
un símbolo de status. Militarmente, las cofradías también sirvieron para organizar bastiones de
ejércitos, que a la postre se convertirían en ordenes ecuestres y militares (miles Christi), como
los Caballeros Hospitalarios de San Juan, la Orden del Temple o la Orden del Santo Sepulcro. Hoy
día, tanto las cofradías como las ordenes ecuestres se han secularizado, es decir, convertido en
asociaciones de fieles, tal como es el caso de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén
(Enciclopedia Católica, Vol 14).
Paralelo al desarrollo de las cofradías, también surgió a finales del siglo IX el movimiento
penitencial, que a la postre recibirían el nombre de ordenes de penitencia o simplemente
penitentes. Este tipo de movimientos se originó en el deseo de muchos laicos (nobles y legos
adinerados) de vivir mas piadosamente.
El termino tercera viene tomado del latín tertia, y hace referencia a su lugar dentro de un
determinado instituto. En épocas medievales, las ramas masculinas (monjes) de una orden
monástica se denominaban primera orden. Las ramas femeninas (monjas) se denominaban
segunda orden. Finalmente, aquellas ordenes monásticas que contaban con sus grupos de
penitentes empezaron a llamarles terceras ordenes.
En conclusión, las terceras ordenes (exceptuando la Orden Franciscana Seglar) son asociaciones
públicas de fieles al cuidado y vigilancia de un determinado instituto de vida consagrada. Sus
procesos formativos, de gobierno y espirituales están regulados por dicho instituto. Su
apostolado se enmarca en los fines del instituto al cual pertenecen.
Desde un punto de vista puramente histórico (que se abordará en lecciones posteriores a mayor
profundidad), la Orden Franciscana Seglar evolucionó del concepto medieval de hermanos de
penitencia que tuvo su despertar religioso con la persona de Francisco de Asís (Gómez, 1988;
Iriarte). A grosso modo, la época de Francisco era bastante convulsa en cuanto al papel del laico,
que en aquel entonces se reducía a su labor feudal de labrar la tierra1 y reconocía tres estratos
sociales u ordenes (clérigos, caballeros y vasallos). Durante los siglos IX a XIII, la sociedad medieval
experimento una evolución de este orden estratificado hacia una sociedad estructurada en
estados de vida, entendiendo estos últimos como la diversidad de condiciones profesionales. Los
laicos que deseaban llevar su vida de fe un paso mas allá buscaban asociarse con algún instituto
religioso. Así surgen los movimientos penitenciales, donde la penitencia no queda reducida
solamente a los actos de piedad sino a la conversión de la vida misma, siguiendo las palabras de
Esteban de Thiers: El Evangelio es la única regla.
Es aquí donde Francisco da un sentido distinto al laico y al movimiento penitencial al sugerir que,
paralelo a las practicas penitenciales de la época, el núcleo de la forma de vida del seglar debe
ser la conversión (Meersseman, 1961), tal y como el propio santo lo relata en su testamento,
donde recuerda como Dios mismo le inspiró su camino de conversión en el ejercicio de la
penitencia (Test 1). Este proceso penitencial, que a su vez es el germen de la evangelización de
San Francisco, se resume en el primer texto que Francisco deja a sus penitentes como una regla
de vida, la famosa Carta a los Fieles (CtaF), donde categoriza al genero humano en aquellos que
hacen penitencia y aquellos que no. La Carta a los Fieles contiene el primer atisbo de un programa
de vida conforme al Evangelio, siempre a los pies de la Iglesia y de naturaleza seglar, pues
reconoce el estado de vida del laico (CtaF 6, 7) al hablar de quienes practican los consejos
1
Alfredo el Grande de Inglaterra, en el siglo IX dividía la sociedad medieval en clérigos cuyo deber es orar, guerreros
cuyo deber es defender a clérigos y laicos, y laicos que deben labrar la tierra para alimentar a clérigos y guerreros
(De Consolatione, Boecio).
evangélicos como hijos del Padre, Madres, hermanos y esposos de Nuestro Señor Jesucristo. Es
tal el valor tan central que tiene la Carta a los Fieles, que en la reforma Paulina a la Regla de la
OFS en 1978, San Pablo VI la deja como prólogo a la misma.
Este replantear del laico que presenta San Francisco en términos de la misericordia y el ejercicio
del evangelio hace que el vasallo deje de vivir, servir y morir por un señor terrenal a servir a un
Señor Celeste. Y es este cambio de pensamiento en las gentes, que ya se estaban asociando en
torno a figuras como cofradías, el que fue configurándose en la unión de asociaciones laicales
con ordenes religiosas, creando todo un movimiento en a Iglesia, las terceras ordenes. Un
ejemplo de esto es Santo Domingo de Guzmán, quien a imagen de los franciscanos también
empezó a atraer a los laicos a su forma de vida y espiritualidad. Es en este punto donde
resaltamos el valor histórico y de tradición de la OFS.
En cuanto a su valor espiritual, basta decir que desde la idea de vivir en el mundo la Regla del
Evangelio que plantea San Francisco, el laico comenzó a definir su camino vocacional rodeado de
las paredes de un nuevo convento, el mundo. Podría decirse que la visión medieval del laico como
labrador de la tierra comienza a transformase en edificador del Reino. En otras palabras, el laico
comienza a ver al mundo como el lugar donde su proceso penitencial verá florecer sus frutos
(1CtaF 4). De tal cultivar de la penitencia surgen seglares que, con su testimonio de vida,
apostolado y evangelización, y de forma paralela con el clero y los religiosos, han trabajado
incansablemente a lo largo de los ocho siglos que tiene la OFS en su peregrinar al Padre. Tal es el
ejemplo de los beatos Luquesio y Buonadonna (primeros miembros de la OFS), San Luis Rey de
Francia, Santa Margarita de Cortona, Santo Tomás Moro y otros tantos hermanos y hermanas de
la OFS que con su apostolado, oración y trabajo incansable han contribuido a formar la actual
orden que tenemos.
Toda esta riqueza espiritual, histórica y jurídica hacen de la Orden Franciscana Seglar un
movimiento al interior de la Iglesia que comparte el fin último de la misma (Regla OFS 14), la
edificación del Reino de Dios en la tierra. En este sentido, la OFS adquiere su denominación
(persona jurídica en el Derecho Canónico) como Asociación Pública de Fieles Internacional. Así
mismo, la denominación Universal se adquiere desde el derecho pontificio pues el máximo
interprete jurídico de la OFS es la Santa Sede (Cann. 312.1), en figura del Pontificio Consejo para
los Laicos (PB 138).
Autonomía de la OFS
Estos aspectos son recogidos en el concepto de la autonomía de la Orden Franciscana Seglar,
entendida como individualidad en la unión con las demás ramas del trinomio franciscano, pues
el Altius Moderamen para la OFS va más en la línea del cuidado espiritual y pastoral definiendo
la figura de la Asistencia Espiritual (C.C.G.G. 85.2), la cual garantiza la fidelidad de la OFS al
carisma franciscano. La autonomía de la OFS adquiere su máximo sentido en relación a su obra y
misión dentro de la Iglesia, la edificación del Reino de Dios (Regla OFS 14, C.C.G.G. 98-102).
Los ejes de la autonomía de la OFS, y es aquí donde se marca el paralelo con las terceras ordenes
definidas en el canon 303, pueden definirse de la siguiente forma:
• Autonomía jurídica. El aparato jurídico de la OFS gira en torno a la Regla Paulina (1978),
cuya interpretación auténtica recae en la Santa Sede (Regla OFS 3; C.C.G.G. 5.3), es decir,
la autoridad para modificar o cambiar la estructura o contenido de la Regla de la OFS
recae en la autoridad papal. En el caso de las terceras órdenes según el canon 303, su
aparato jurídico se centra los estatutos (o reglas de vida), en el sentido del canon 304,
emitidos por el instituto de religioso al cual pertenece les orienta e interpreta (Cann. 314).
Pueden formar parte de la OFS miembros activos del clero ordinario o secular (C.C.G.G.
2.2; 35). Ejemplos de tal adherencia se dan en San Juan María Vianney o los papas Pio IX,
León XIII, San Pio X, Pio XI, el Venerable Pio XII y San Juan XXIII por mencionar algunos.
En el caso de las terceras ordenes según el canon 303, una persona consagrada de un
instituto puede pertenecer a la tercera orden siempre y cuando cuente con el permiso de
su superior (Cann. 307.3). En el caso de los laicos, el canon 307.1 no reconoce exclusividad
en cuanto que pueden pertenecer a varias asociaciones.
Estos ejes que definen la autonomía son también un componente importante en la identidad del
franciscano seglar y en su ejercicio apostólico en la Iglesia y, por ende, en la Orden misma. Pero,
esta autonomía no debe interpretarse como aislamiento espiritual, sino como diversidad en los
dones del Espíritu Santo dados a cada hermano y hermana, trabajando en comunión para la
edificación de la Iglesia (LG 30). La Orden Franciscana Seglar debe tomar consciencia de su
autonomía, de su naturaleza y de su misión al interior de la familia Franciscana. El Manual para
la Asistencia a la OFS y la JUFRA resume la autonomía de la OFS así:
No habrá una OFS totalmente autónoma si no está unida, no habrá una OFS
verdaderamente seglar si depende de los religiosos y se identifica con los Frailes que le
prestan la asistencia espiritual. (Manual para la Asistencia a la OFS y la JUFRA, Cap.2 Sec.
6.2).
3. Trabajo personal
a. En tus propias palabras, ¿qué es un laico? ¿Qué lo caracteriza?
b. En tus propias palabras, ¿cómo se agrupan los fieles laicos en la Iglesia?
c. ¿Cómo se clasifican estas agrupaciones?
d. ¿Qué son las ordenes terceras según el Derecho Canónico? ¿Qué parecidos o que
diferencias tienen con la Orden Franciscana Seglar? Realiza un paralelo entre las
terceras órdenes y la OFS resaltando estas similitudes y diferencias.
e. ¿En términos de qué elementos se define la autonomía de la OFS?
4. Compromiso
Desde nuestra realidad como franciscanos seglares, y la luz de las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-
12), medita sobre cómo ha sido la vivencia del Compromiso Evangélico si eres profeso. Si aún
no has profesado, reflexiona sobre cómo tu vivencia de los consejos evangélicos te está
llevando a este gran compromiso.
Referencias
1. Constitución Dogmática Lumen Gentium (LG).
2. Código de Derecho Canónico (Cann.).
3. Catecismo de la Iglesia Católica (CIC).
4. Enciclopedia Británica (inglés).
5. Enciclopedia Católica (Inglés).
6. J. A. Álvarez-Gómez. Los laicos en la Iglesia: las terceras órdenes. Verdad y vida 46 (1988),
7-29.
7. L. Iriarte. Historia Franciscana: La orden secular de la penitencia.
8. G.G. Meersseman (francés). Dossier de l’Ordre de la Pénitence au. 13 siecle. Ed. Fribourg
Universitaires, 1961.
9. Regla de la Orden Franciscana Seglar (Regla OFS). (Desde el sitio web del CIOFS).
10. Constituciones Generales de la Orden Franciscana Seglar (C.C.G.G.). (Desde el sitio web
del CIOFS).
11. Carta a los Fieles, primera redacción (CtaF).
12. Testamento (Test).
13. Testamento de Siena (TestS).
14. Manual para la Asistencia a la OFS y a la JUFRA. (Desde el sitio web del CIOFS).
15. Estatutos para la Asistencia a la OFS y la JUFRA (2000).