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El habitar urbano

Conocer la reciente historia de los procesos de urbanización nos da lugar a un


espacio de reflexión considerando que los últimos siglos han presentado un
cambio en la historia de la humanidad, el cual deviene en la transformación
conceptual de lo urbano. Por otro lado, la implicación de lo urbano en este
cambio se asocia al comportamiento y dimensiones de la población asociados a
la nueva escala de la ciudad. Las necesidades en cuanto a la distribución de los
beneficios de la urbe son las responsables de marcar tendencias de crecimiento
de las concentraciones de población, instalando debates sobre los modos de
habitar la ciudad.
Lo que planteamos aquí es una revisión de los elementos desde la teoría urbana
que puedan servir de insumo para comprender la compleja problemática
urbanística y los emplazamientos colectivos.
Wirth (2005) nos presenta una definición global de sociedad urbana, en tanto
“aquella que surge de la urbanización completa” y donde se emplea el término
para caracterizar diferentes tipos de ciudad. Sin embargo, sugiere referirse a
sociedad urbana como término aplicado a la sociedad que surge de la
industrialización, una sociedad que se caracteriza por surgir de un proceso de
dominación y asimilación de la producción agraria (Wirth, 2005).
Este autor nos presenta una sociedad industrial tecnificada, a partir de la cual
surge la sociedad postindustrial y mantiene aún las particularidades locales y
regionales como herencia de la época donde la agricultura representaba un
factor dominante.
Siguiendo el proceso histórico, los pueblos de recolectores, cazadores y
pescadores han sido los pioneros en caracterizar el espacio; y luego los
campesinos, con su producción agrícola han dominado el espacio
transformándolo en un sector subordinado a la producción industrial, donde la
aldea se transforma, se amplía, integrándose a los requerimientos de la
industria. La concentración poblacional se adapta a los nuevos medios de
producción y paulatinamente se van constituyendo agro-ciudades. “El rasgo que
distingue al modo de vida del hombre de la edad moderna es su concentración

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Anyeelen Cuayatto
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en agregados gigantescos (…) alrededor de los cuales se aglomeran centros


menores” (Lefevre, 1999)
“La ciudad política”, a la que se refiere Wirth, se forma en torno al orden y poder,
administra, protege y explota el territorio. Frente a la existencia de la ciudad
política, se aumentan los intercambios, el comercio y el mercado se convierten
en el centro. En torno a éste, se agrupan iglesia y ayuntamiento constituyendo
la nueva concepción de ciudad. (Wirth, 2005)
El espacio urbano se va convirtiendo en el sitio donde se relacionan y conectan
las cosas y la gente, donde surge el intercambio; el campo, por su parte, pasa a
ser identificado como los alrededores de la ciudad, instaurándose así el binomio
ciudad-campo. “Esta transformación de una sociedad rural en una
predominantemente urbana, acaecida en áreas industrializadas (…) fue
virtualmente acompañada por cambios que han afectado profundamente todos
los aspectos de la vida social” (Lefevre, 1999).
La ciudad política, aunque reniega, acaba cediendo a la conquista de
comerciantes y la aparición del capital industrial. Se aumenta la producción y
acompaña el crecimiento de intercambios comerciales. (Wirth, 2005). “El
surgimiento de las ciudades en el mundo moderno no es, sin duda,
independiente de la emergencia de la moderna tecnología de las máquinas a
fuerza motriz, de la producción en serie y de la empresa capitalista.” (Lefevre,
1999)
Con la creciente proliferación de la industria y la invasión de los automóviles,
cobra protagonismo la calle, ya no se trata únicamente de un lugar de paso, sino
de encuentro, de esparcimiento y surgen espacios dedicados a ello como café,
teatro, salas (Wirth, 2005). Sin embargo, la calle en si misma es definida por el
autor como poseedora de encuentros superficiales, de impersonalidad, donde el
peatón circula en función de los comercios y objetos exhibidos para la compra
(Wirth, 2005).
Lefevre, por su parte, nos aporta la idea de la ciudad no solo como morada y
taller del hombre moderno, sino como centro de inicio y control de la vida
económica, cultural y política moderna. El autor señala que la caracterización de

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las ciudades como urbanas no debe realizarse en base a su tamaño, ya que esto
es un rasgo arbitrario y no deben considerarse las cifras como criterio único.
(Lefevre, 1999).
Propone definir al urbanismo como un complejo de rasgos que componen el
modo característico de la vida en las ciudades, por lo cual, cuanto mas grande,
densamente poblada y heterogénea sea la ciudad, más acentuadas estarán las
características del urbanismo (Lefevre, 1999)
La heterogeneidad de contactos secundarios característicos de las grandes
urbes genera relaciones impersonales, indiferentes, donde la superficialidad y
transitoriedad cobran fuerza y se adscriben a los habitantes de la ciudad. El
hecho de que la población sea numerosa, limita la posibilidad de conocimiento
personal y transforma el carácter de las relaciones sociales (Lefevre, 1999). Esto
no necesariamente implica que los habitantes de sociedades urbanas tengan
menos reconocimiento mutuo que los rurales, sino que los encuentros cotidianos
generan un conocimiento proporcionalmente menor y menos intenso (Lefevre,
1999).
“Los rasgos característicos del modo de vida urbano han sido a menudo
descritos sociológicamente como consistentes en la sustitución de contactos
primarios por secundarios, el debilitamiento de los vínculos de parentesco y la
decadencia de la significación social de la familia, la desaparición del vecindario
y la socavación de las bases tradicionales de la solidaridad social” (Lefevre,
1999)
Las teorías urbanas nos dejan con la necesidad de una crítica a la ciudad
modernizada que construimos a diario a través de nuestras vivencias, actos y
sentires. Se trata de una crítica hacia la ciudad fragmentada, donde se ha
observado que en la relación entre lo urbano y lo rural, se inclina a favor de una
sociedad que constituye ciudades cada vez más pobladas. Ante este panorama,
es importante señalar que los procesos de urbanización no implican solamente
las acciones de técnicos y especialistas, sino que inducen a la participación de
la población como estrategia clave para transformar la esencia nueva ciudad.

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Referencias:

- Lefevre, H. (1999). De la ciudad a la sociedad urbana. En Urrutia, V. (Ed.), Para


comprender qué es la ciudad: teorías sociales. Editorial Verbo Divino, Navarra.

- Wirth, L. (2005). El urbanismo como modo de vida. Bifurcaciones: revista de


estudios culturales urbanos, Número 2, Otoño 2005.

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Anyeelen Cuayatto

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