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6.4.

ÁMBITO DE LA PROTECCIÓN DEL REGISTRO

EXTENSIÓN EN CUANTO A LA FORMA PROTECTORA: EL CONTENIDO


ÍNTEGRO DEL FOLIO COMPLETO

El tercero es amparado por el Registro conforme a la situación jurídica que declaran


su asiento y todos los anteriores.

La situación de la finca es la que manifiestan, en su conjunto, todos los asientos


vigentes; y cualquier asiento de un folio, en tanto en cuanto no se halle cancelado o
rectificado, vale junto con los posteriores.

Si, por ejemplo, creada una servidumbre en la inscripción segunda, y no cancelada,


por la razón que sea deja de figurar en las posteriores, sin embargo sigue siendo eficaz
contra los sucesivos adquirentes, sin que pueda luego un adquirente alegar que él contrató
a la vista de la inscripción décima, donde la finca aparece libre de cargas, y en tal concepto
se practicó a su favor la inscripción undécima.

Según el Tribunal Supremo, el artículo 34 LH no dice “causas que no consten en el


asiento respectivo”, sino que exige, con mayor amplitud, que las causas de anulación o
resolución no consten en el Registro, pues el registro de una finca es un concepto amplio
que abarca todos los asientos contenidos en su folio real, todo su historial jurídico.

Que la fe del Registro comprende la totalidad del contenido de cada folio, se deduce
de la misma naturaleza de la protección registral: cada derecho se hace constar en un
asiento y el mismo persiste hasta que resulta debidamente cancelado o hasta que otro le
sustituya totalmente. Los derechos reales limitados no deben figurar, conseguir su efecto
frente a terceros, en cada una de las inscripciones, sino que la inscripción por la que se
constituye el derecho debe aparecer en el folio de la finca o derecho gravado.

Dentro de cada folio sólo tienen eficacia contra el tercer adquirente las causas de
claudicación o limitación de su derecho que consten en aquél de modo manifiesto.

Por supuesto, sólo perjudican a tercero las causas de nulidad, rescisión, resolución,
etc., consignadas en cada asiento vigente: no en uno cancelado o caducado.

Resulta indiferente que la cancelación del asiento comprenda, incorrectamente,


derechos vigentes a favor de tercero que no debieron cancelarse: la libertad o gravamen de
los bienes inmuebles, como dice el 225 LH, sólo podrán acreditarse en perjuicio de tercero
por certificación del Registro, y la certificación no comprenderá los derechos y titularidades
que no han pasado del asiento cancelado al actual.

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DERECHOS Y CIRCUNSTANCIAS PERSONALES

La fe pública del Registro no se extiende, en principio, a las circunstancias propias del


estado civil y capacidad de las personas, y a las situaciones jurídicas del tipo meramente
obligacional, como señala la jurisprudencia.

Pueden ser inscritos, sin embargo, ciertos derechos personales y determinadas


situaciones de incapacidad; y, además, el aseguramiento de la efectividad de los derechos
de crédito, mediante las anotaciones preventivas.

LAS CIRCUNSTANCIAS DE HECHO. LOS LÍMITES DE LA FINCA

Los libros registrales publican derechos: las indicaciones de mero hecho no son,
no podrían ser, materia de la protección del Registro.

El artículo 9 LH exige que en los asientos figuren determinados datos fácticos que,
además, pueden modificarse por el titular, unos con mayor libertad (por ejemplo, los
nombres de los dueños colindantes) y otros, como la extensión superficial o la obra nueva,
cumpliendo ciertos requisitos: en todo caso, con el límite de evitar la posible doble
inmatriculación.

Pero el Registro no abarca en sus efectos defensivos u ofensivos cualquier inexacta


indicación de tales datos: en todo caso la presunción de exactitud afecta sólo a la situación
jurídica real publicada por la inscripción y no a las indicaciones de orden geográfico: por
ejemplo, a la extensión superficial de una finca de límites fijos, la clase de cultivo o la
condición de rústica o urbana.

A. Datos de hecho y presunción de exactitud

La jurisprudencia ha concedido credibilidad a las manifestaciones del Registro sobre


ciertos datos y circunstancias de hecho de la finca, en virtud de la presunción del artículo 38
LH.

Y, con mayor generalidad, ha dado valor jurídico, amparándolos en la presunción del


citado artículo, a los límites y a veces a la superficie que el folio atribuye a las fincas, de
modo que en el proceso se presume que tales límites, e incluso la superficie, son los
publicados por la inscripción.

Por ejemplo, la jurisprudencia de los años setenta llegó a declarar que una finca
rústica que según el Registro mide menos de una hectárea, puede ser objeto de retracto de
colindantes, pese a que una abrumadora prueba de reconocimiento judicial, medición por
peritos, documental y testifical había evidenciado la extensión superior y, por tanto, la
imposibilidad del retracto. Pero la jurisprudencia posterior es fluctuante y, en cualquier caso,
los datos de hecho serían objeto de una mera presunción “iuris tantum”, siempre
desvirtuable en juicio.

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Los límites de la finca, aun cuando son en sí mismos un dato de hecho, entrañan
también una cualificación jurídica, al señalar la extensión del derecho de propiedad. Y la
medida superficial, además de la significación jurídica indicada, contribuye asimismo a la
identificación del inmueble.

Muchas sentencias posteriores han establecido que el principio de legitimación


registral cubre los datos jurídicos, pero no las circunstancias de mero hecho, como la
extensión, linderos, etc.

Sin embargo, en no pocas ocasiones los tribunales aplican el mencionado criterio


negativo una vez que la prueba practicada les lleva al convencimiento de que los datos
físicos reales divergen de los constatados en el Registro, es decir, cuando la presunción de
exactitud registral ya ha sido desvirtuada.

La creciente coordinación entre Catastro y Registro ha de llevar a extender la


presunción de exactitud también a la descripción física de la finca cuando en el Registro
conste la referencia catastral: hoy la referencia catastral es dato obligado para llevar a cabo
la inmatriculación, así como, en general, en los documentos notariales que acceden al
Registro.

B. ¿Protección del tercero?

En cuanto a la protección al adquirente de buena fe, la forma en que los límites llegan
al Registro hace imposible un reconocimiento incondicionado de lo que los libros indican,
salvo cuando se trate de negocios jurídicos de deslinde o equivalente, o de manifestaciones
hechas en su folio registral por el propietario limítrofe que debe ser perjudicado por ellas.

En el caso ordinario de modificación de los límites por manifestación unilateral, no


podría ser protegido el tercer adquirente, que, él mismo, puede ver en los libros cómo ha
sido transformada la delimitación anterior, sin garantía alguna.

Menos susceptible de tutela del adquirente es, todavía, la superficie, que a veces
amplía el titular registral con el designio fraudulento de facilitar o justificar una invasión del
fundo vecino: operación no rara antes, que hoy se enfrenta con graves dificultades
reglamentarias.

Con expresiones de gran generalidad la jurisprudencia niega la aplicación del principio


de fe pública registral a los datos descriptivos de las fincas.

Sin embargo, cada vez es menos cierto que los datos de hecho que describen la finca
consten tan sólo por declaración de los otorgantes, y es de creer que cuando se incorporen
al Registro las bases gráficas de las fincas quedará protegido el tercero al menos respecto
de los linderos.

DERECHOS REALES PATENTES Y LIMITACIONES LEGALES

La protección del Registro no produce sus peculiares efectos ante ciertos derechos

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publicados de otra manera:

A) En primer lugar, ante los denominados por la doctrina “derechos reales


patentes”.

Todos los ordenamientos jurídicos están de acuerdo en darles la preferencia cuando


entran en colisión con el contenido de los libros registrales, por cuanto la fe pública debe
ceder ante el hecho material visible.

Es el caso de las servidumbres aparentes, que por su visibilidad no pueden ser


desconocidas por el tercero, perjudicándole como si constasen inscritas: su ignorancia, aún
real y verdadera, sería inexcusable. Es decir, que tales servidumbres, al publicarse por su
apariencia, no precisan de otra publicidad: frente al tercero adquirente es como si
estuviesen inscritas. Naturalmente, nada se opone a su inscripción voluntaria.

B) La fe pública no se extiende a la configuración legal del dominio y los demás


derechos reales.

Esto es completamente natural, y nada padece por ello la seguridad del tráfico.

Las limitaciones y cargas públicas afectan a todos los propietarios por igual, vienen
publicadas por la ley, son cognoscibles por cualquiera y con ellas debe contar todo
adquirente. Es el Derecho objetivo y no la situación, individual jurídica del Registro quien
informa sobre tales cargas.

Así, la legislación hipotecaria no da publicidad a las prohibiciones legales de disponer


(art. 26.1 LH) y determina que los retractos legales se darán contra tercero aún no inscrito
(art. 37.3 LH).

Los derechos meramente de crédito del arrendatario urbano o rústico sometido a la


legislación especial antiguamente tenían también el privilegio de ser eficaces frente al
tercero hipotecario, sin necesidad de constancia registral que, desde 1994, es posible en
todo caso. Sin embargo, aunque ello cambió, protegiendo al tercero adquirente frente a un
arrendamiento no escrito, en consonancia con lo dispuesto en la legislación hipotecaria, tras
la reforma efectuada por el Real Decreto Ley 7/2019, de 1 de marzo, se vuelve en el nuevo
art. 14 LAU al anterior sistema, pero con alguna matización:

“El adquirente de una vivienda arrendada quedará subrogado en los derechos y


obligaciones del arrendador durante los cinco primeros años de vigencia del contrato,
o siete años si el arrendador anterior fuese persona jurídica, aun cuando concurran en
él los requisitos del artículo 34 de la Ley Hipotecaria.

Si la duración pactada fuera superior a cinco años, o superior a siete años si el


arrendador anterior fuese persona jurídica, el adquirente quedará subrogado por la
totalidad de la duración pactada, salvo que concurran en él los requisitos del artículo
34 de la Ley Hipotecaria. En este caso, el adquirente sólo deberá soportar el
arrendamiento durante el tiempo que reste para el transcurso del plazo de cinco años,
o siete años en caso de persona jurídica, debiendo el enajenante indemnizar al
arrendatario con una cantidad equivalente a una mensualidad de la renta en vigor por
cada año del contrato que, excediendo del plazo citado de cinco años, o siete años si
el arrendador anterior fuese persona jurídica, reste por cumplir.

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Cuando las partes hayan estipulado que la enajenación de la vivienda extinguirá
el arrendamiento, el adquirente sólo deberá soportar el arrendamiento durante el
tiempo que reste para el transcurso del plazo de cinco años, o siete años si el
arrendador anterior fuese persona jurídica.”

C) La jurisprudencia ha añadido al elenco de situaciones relativas a inmuebles en las


que la decisión legal es preferente a la protección del tercero hipotecario un supuesto no
previsto por la doctrina ni por la Ley.

Entiende que todos los sucesivos adquirentes de quien posteriormente es declarado


en quiebra, siempre con su adquisición caída en el periodo de retroacción de la misma,
sucumben frente a la acción ejercitada por los síndicos de la quiebra, pues se entiende que
todas las adquisiciones son nulas de pleno derecho. Ha sido muy criticado por la doctrina.

Admisible con dificultad con respecto de quien adquiere directamente del luego
declarado quebrado, contradice frontalmente lo dispuesto en el artículo 34 LH cuando se
aplica al subadquirente que no tiene por qué preocuparse de la eventual limitación posterior
en las facultades de disposición de quien transmitió a su transmitente u otro más anterior.

EN PARTICULAR, LA LEGISLACIÓN URBANÍSTICA Y EL REGISTRO DE


LA PROPIEDAD

Especial importancia ofrece hoy, en el aspecto registral, el Derecho urbanístico,


hasta el punto de poder decir que el Registro de la Propiedad ha llegado a ser un
instrumento de apoyo a las Administraciones Públicas en sus actividades de planeamiento y
control urbanísticos.

En particular las extensas Normas complementarias al Reglamento para la ejecución


de la Ley Hipotecaria sobre inscripción en el Registro de la Propiedad de Actos de
Naturaleza Urbanística de 1997, las cuales buscan una adecuada coordinación entre el
Registro de la Propiedad y la acción administrativa urbanística.

Con la evolución del Derecho urbanístico los conceptos de “limitación legal del
dominio” o de “configuración normal de la propiedad” se hacen más difusos, siendo difícil en
ciertos supuestos de actuación de la Administración deslindar hasta dónde llegan las
normas genéricas, dónde comienza la relación específica con un administrado concreto, y
cuándo esa relación incide en el Derecho privado o, simplemente, es inoponible “erga
omnes”.

Ofrece también dudas qué actos del particular en el tráfico y utilización de los
inmuebles necesitan acreditar, para ser inscritos, su ajuste a la reglamentación vigente.

Resulta posible sin embargo, a pesar de los problemas, dar respuestas más o menos
precisas.

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A) La regla fundamental es la expresada en el artículo 27 del Real Decreto
Legislativo 7/2015, de 30 de octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la
Ley de Suelo y Rehabilitación Urbana:

“La transmisión de fincas no modifica la situación del titular respecto de los


deberes del propietario conforme a esta Ley y los establecidos por la legislación de la
ordenación territorial y urbanística aplicable o exigibles por los actos de ejecución de
la misma. El nuevo titular queda subrogado en los derechos y deberes del anterior
propietario, así como en las obligaciones por éste asumidas frente a la Administración
competente y que hayan sido objeto de inscripción registral, siempre que tales
obligaciones se refieran a un posible efecto de mutación jurídico-real.”

Es decir, la acción urbanística no es materia propiamente registral, aun cuando el


Registro contenga gran información urbanística.

Una importante excepción a este principio de “publicidad legal” viene señalada en el


mismo artículo 27 citado, para cuando el propietario hubiera llegado con la Administración
competente a compromisos que “se refieran a un posible efecto de mutación jurídico-real”,
pues tales compromisos no afectan a tercero sino cuando hayan sido objeto de inscripción
registral.

B) Se ha dado entrada en el Registro a una gran información urbanística que en


otro tiempo quedaba fuera de los libros registrales.

Ahora bien, esta información no es objeto de la publicidad registral, sino que es mera
noticia, útil para poner sobre aviso a quien consulta los libros.

Un caso especial, de gran trascendencia práctica, es la nota marginal expresando la


existencia del procedimiento de equidistribución, que comprende todos los sistemas de
actuación previstos autonómicamente para la ejecución del planeamiento urbanístico, por lo
que su ausencia puede hacerla valer el adquirente frente a la Administración.

C) Otras normas procuran que no tengan acceso al Registro determinados actos sin
comprobar previamente su adecuación a la legalidad urbanística.

Por ejemplo, las obras nuevas o los actos de parcelación, que requieren la
comprobación por el registrador del otorgamiento de la oportuna licencia o de la
innecesariedad de la misma. Se evita que los asientos registrales den soporte a apariencias
contrarias a las exigencias legales.

D) Buscando proporcionar al adquirente la información que el Registro no le puede


dar, la Ley del Suelo, en el artículo citado, dispone que en las enajenaciones de terrenos,
deberá hacerse constar en el correspondiente título diversos datos, dependiendo de si se
trata de terrenos no susceptibles de edificación o con edificaciones fuera de ordenación de
conformidad con el planeamiento aplicable, o si se trata de terrenos en proceso de
urbanización.

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APLAZAMIENTO DE LA EFICACIA OFENSIVA DE LA INSCRIPCIÓN

El aplazamiento de la eficacia de la inscripción está previsto en algunos casos, entre


los cuales los más importantes son los de los artículos 28 y 207 LH.

1.- Art. 28: “Las inscripciones de fincas o derechos reales adquiridos por herencia o
legado, no surtirán efecto en cuanto a tercero hasta transcurridos dos años desde la fecha
de la muerte del causante. Exceptuándose las inscripciones por título de herencia testada o
intestada, mejora o legado a favor de los herederos forzosos”.

Dicho artículo intenta prevenir contra el peligro de que, una vez inscrito el derecho del
heredero testamentario o abintestato no legitimario, aparezcan, o un posterior testamento
en el que se nombre a otro heredero, o un pariente de mejor grado.

Por tanto, las enajenaciones de inmuebles de la herencia, realizadas por el heredero


aparente y los subadquirentes ulteriores, aun inscritas en el Registro, no cobran eficacia
contra el heredero real hasta pasados dos años de la muerte del causante.

Si se trata de herederos forzosos, no se suspende la fe pública registral, por


entenderse que resulta más improbable la aparición de un testamento posterior, o la
anulación del existente o de la declaración de herederos abintestato. Entre tales herederos
forzosos incluye la jurisprudencia al cónyuge viudo.

2.- Art. 207: “Si la inmatriculación de la finca se hubiera practicado con arreglo a lo
establecido en los números 1.°, 2.°, 3.° y 4.° del artículo 204, el artículo 205 y el artículo
206, los efectos protectores dispensados por el artículo 34 de esta Ley no se producirán
hasta transcurridos dos años desde su fecha. Esta limitación se hará constar expresamente
en el acta de inscripción, y en toda forma de publicidad registral durante la vigencia de dicha
limitación.”

Este artículo cumple la misma misión de prevenir posibles sorpresas causadas por
una inscripción inexacta. Por ejemplo, cuando se trata de fincas que han sido objeto de
expropiación forzosa.

En este caso, se aplaza la vigencia de ciertos tipos de inmatriculación (no todos) a


causa de una falta de garantías, pareciendo conveniente que durante cierto plazo el
funcionamiento normal del Registro no pueda hacer producir a una inscripción inexacta
perjuicios irreparables, como ocurriría si el tercer adquirente estuviera protegido desde el
acceso de la finca a los libros.

3.- La suspensión temporal de los efectos de la inscripción se refiere sólo al


principio de fe pública registral (eficacia ofensiva), pero no al de legitimación (eficacia
defensiva), que actúa desde el primer momento.

Así lo establece la jurisprudencia para las inscripciones a que se refiere el 207 LH,
pero también aplicable a las mencionadas por el 28 LH.

La suspensión dura dos años. Durante dicho tiempo nadie puede invocar la protección
del Registro, en el caso del 28 LH contra el heredero real y los adquirentes y sucesores del

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mismo, y en el caso del 207 LH contra el verdadero titular de la propiedad o de un derecho
real sobre la finca inmatriculada.

Transcurrido el plazo de suspensión, los efectos se producen en relación a todos los


titulares registrales, adquirentes y subadquirentes, cualquiera que sea la fecha de su
adquisición (también dentro de los dos años), como si la suspensión no hubiera existido.

LA DOBLE INMATRICULACIÓN

Puede suceder que una finca esté inmatriculada en dos folios diferentes,
completamente independientes el uno del otro.

Ocurre así con cierta frecuencia, dada la relativa facilidad con que se inmatriculan las
fincas en nuestro Registro, sin suficiente comprobación de su existencia y consistencia, y
sin que sea siempre fácil relacionar la nueva finca con las que ya figuran inmatriculadas.

El legislador trata de evitar en la medida de lo posible la doble inmatriculación. Pero


muchas veces el nuevo inmatriculante logra burlar la vigilancia del Registrador,
produciéndose dicho fenómeno, que no siempre obedece a motivos fraudulentos ni al
propósito de defraudar a terceros propietarios o adquirentes.

A) La determinación del titular legítimo

Este problema no se presenta, aun existiendo doble inmatriculación, cuando los dos
folios designan a un mismo propietario, o cuando los distintos titulares designados por los
folios contradictorios están de acuerdo.

Pero, en otros supuestos, ¿qué normas ordenan la prelación entre los diversos
titulares, ambos del mismo dominio publicado en folio distinto?

La Ley Hipotecaria no contiene ninguna.

Eso sí, regula un medio para que cada interesado haga constar en el Registro la
existencia de una doble inmatriculación (313.3ª RH), pero nada dice acerca del criterio que
deba seguir el Juez para apreciar la eficacia ofensiva y defensiva de la inscripción en ambos
folios:

“El titular de cualquier derecho real inscrito sobre las fincas registrales afectadas
por la doble inmatriculación, directamente o a falta del acuerdo previsto en la regla
anterior, podrá acudir al Juez de Primera Instancia del lugar en que radique
físicamente la finca, para que, con citación de los interesados y siempre que se
pruebe la identidad de la finca, dicte auto ordenando que se extienda nota expresiva
de la posible existencia de doble inmatriculación al margen de ambas inscripciones,
pudiendo exigir la caución que estime adecuada para asegurar los perjuicios que se
pudieran derivar. En el auto se reservarán a los interesados las acciones de que se
consideren asistidos sobre declaración del mejor derecho al inmueble, que podrán
ejercitar en el juicio declarativo correspondiente.

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Dicha nota caducará al año de su fecha, salvo que antes se hubiere anotado la
demanda interpuesta en el correspondiente juicio declarativo.”

La preferencia de titulares debe establecerse en el correspondiente juicio declarativo,


conforme a las reglas siguientes:

1.- No cabe apreciar colisión entre dos folios cuando uno de ellos es fraudulento: por
ejemplo, si los hijos del vendedor de una finca la consiguen inmatricular como proveniente
de herencia de su padre mediante el ardid de desfigurar sus límites.

La jurisprudencia habla de la legitimidad del titular de mayor antigüedad frente a


titulares ficticios que lo eran por haber modificado dolosamente los límites de la propia finca
para comprender la vecina.

2.- Ningún adquirente según uno de los folios puede oponer contra los inscritos en el
otro su condición de tercero protegido por la fe pública registral.

Por ejemplo, si en el folio A se ha inscrito la adquisición de Pedro, comprador de


buena fe a la titular Susana, el 1 de enero, y en el folio B otra de iguales caracteres,
adquirida por Juan a María, el 1 de marzo, Juan no puede alegar, para quedarse con la
finca, que es el último adquirente con los requisitos del 34 LH. El hecho de haber dos
inmatriculaciones anula la operatividad de los preceptos sobre la fe pública registral en la
lucha entre titulares inscritos en folios distintos.

Son muchas las sentencias que recogen esta doctrina.

Cuando el 34 LH y concordantes amparan al tercero que adquiere de quien en el


Registro aparece con facultades para transmitir, se entiende que no llega su protección
hasta el punto de despojar a quien también aparece en el Registro con facultades para
transmitir.

No puede decirse que el titular registral, en un caso de doble inmatriculación, se halle


plenamente legitimado, puesto que en el Registro puede, a la vez, comprobarse que tiene
facultades para transmitir y comprobarse que no las tiene: todo depende del folio que se
consulte.

El tratamiento que debe darse a la compra hecha a un titular de ficha doblemente


inmatriculada es el de una adquisición bajo anotación preventiva tácita a favor del otro
titular.

3.- Según la jurisprudencia, la inaplicabilidad del 34 LH no excluye la invocación del


artículo 1473 CC cuando proceda su aplicación.

La aplicación del 1473 resulta indiscutible en los supuestos en que una misma
persona vende sucesivamente a dos compradores, mientras resulta mucho más polémica
cuando cada uno de los compradores recibe de una persona distinta. En este caso, la
prioridad en inmatricular representa una prueba del dominio originario, al amparo de la
presunción del 38 LH que, no siendo desvirtuada por otras, concederá una preferencia de
principio al primer folio y su titular vigente.

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4.- A falta de un derecho del que inmatricula primero protegido por el artículo 1473
CC, para determinar quién es realmente el titular, hay que remontarse al origen de los folios
y averiguar cuál de ellos se funda en una titularidad real y, por tanto, es el materialmente
válido.

La validez del título originario y del folio que sirve al verdadero titular para eliminar la
otra inmatriculación, se determina por las reglas del Derecho civil, averiguándose a quién
correspondía el dominio al inmatricular la finca, atribución que servirá de base, en principio,
a la preferencia del folio correspondiente.

5.- A pesar de la preferencia indiciaria del folio más antiguo, cabe siempre que el
titular recogido en el folio registral deje de serlo en la realidad y, en los supuestos de doble
inmatriculación, que el titular del folio duplicado sea o llegue a ser el verdadero.

En tales supuestos, la titularidad real la tienen los adquirentes del segundo


inmatriculante, cuyo folio debe considerarse válido, perdiendo por tanto el primero su
legitimidad.

B) La doble inmatriculación y la presunción de exactitud

Ciertas sentencias parecen suspender, en general, habiendo doble inmatriculación,


los efectos de la llamada “legitimación registral” o presunción de exactitud.

La doctrina aclara: cuando tales efectos se traten de hacer valer contra titulares
registrales de folio distinto.

Pero ello parece excesivo, pues si practicada la primera inmatriculación, el Registro


presumía la exactitud del folio, no se ve razón suficiente para dejar sin efecto la presunción
por el hecho de haber accedido la finca, nuevamente, a folio distinto: hecho en el cual el
primer inmatriculante y sus herederos no tendrán nada que decir.

Resulta más ajustado al sentido del 38 LH, presumir la titularidad contenida en el folio
originario, poniendo la prueba contraria a cargo del titular vigente en el duplicado.

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