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Así vamos...

La crisis bursátil y los "productos


derivados"
Juan Castaingts Teillery
Jueves, 19 de marzo de 2009
La crisis actual tiene como una de sus causas claves los denominados productos derivados. En las
bolsas de valores no sólo se compran y venden acciones (títulos que amparan la propiedad de las
empresas), sino que también a las denominadas obligaciones (títulos de deuda de las empresas) se
agregan los productos derivados.

Esencialmente, los productos derivados son tres: los contratos a futuros, los swaps y las opciones. En
principio, estos productos actúan sobre el riesgo de los mercados. En los mercados financieros actuales
hay dos hechos básicos: riesgo e incertidumbre.

Riesgo es cuando, de alguna manera, es posible calcular la probabilidad de que algo suceda, por
ejemplo la probabilidad de que el monto de los robos en un almacén comercial sea menor a una
determinada cantidad, y de incertidumbre se habla cuando no hay forma de tener ningún cálculo de
probabilidad sensato sobre los eventos que interesan.

Si alguien que hace una operación riesgosa (por ejemplo la importación de mercancías cuya deuda
queda en dólares y se vive el riesgo de una devaluación del peso) compra dólares a futuros, es decir
para las fechas en que tiene que hacer sus pagos y, por lo tanto, en dichos contratos se fija la tasa de
cambio a realizar; de esta manera el importador ya conoce de antemano el costo que van a tener los
dólares de su deuda.

Los contratos a futuros en moneda son, por ejemplo, la compra de dólares el día de hoy para ser librados
en una fecha futura determinada y estipulándose, además, el tipo de cambio al que se venderán los
dólares en tal fecha.

Las opciones no implican una obligación de compra o venta, sino solamente el derecho de que en una
determinada fecha futura el comprador de la opción tenga la capacidad de decidir si se compran o no los
dólares al precio pactado inicialmente.

Si el precio del dólar en la fecha de término es mayor al del precio pactado, entonces habrá la
conveniencia de ejercer la opción y, naturalmente, por el derecho a la opción se paga un precio
determinado.

Los swaps son contratos de intercambio. Se intercambian créditos que tienen distintos tipos de tasas de
interés. Por ejemplo, si alguien tiene una deuda a tasa de interés fija pero le preocupan los riesgos que
surgen del mercado por la presencia de tasas cambiantes (flotantes), entonces acude a un banco, que va
a ser intermediario con otro actor que tiene la preocupación contraria: quiere cambiar sus tasas flotantes
por otras de tasa fija.

Así, por medio del banco intermediario, el primer actor paga tasas flotantes y el segundo paga tasas fijas.
Al final del periodo establecido por el contrato, si la tasa flotante generó un interés mayor que la tasa fija,
el primer actor paga la diferencia, y en caso contrario (si la tasa fija fue mayor que la flotante), entonces
es el segundo actor quien paga la diferencia.

Hay otros tipos de swaps así, por ejemplo, entre alguien que debe euros y alguien que debe pesos: el
primero trata de protegerse contra una devaluación del peso frente al euro y el segundo lo contrario.
Cuando se realiza el contrato de swaps en divisas, todos se sienten protegidos frente a los riesgos.

El mercado de derivados ha crecido en forma impresionante en los últimos años y sin duda alguna su
explosión es una de las causas de la actual crisis.

Los productos derivados son profundamente peligrosos para el mundo actual. Es cierto que en tiempos
normales en que no hay grandes sobresaltos financieros o bursátiles, los productos derivados tienden a
jugar un papel estabilizador; en tiempos normales el riesgo predomina sobre la incertidumbre, y es
factible realizar cálculos razonables sobre el riesgo y su costo.

Pero cuando llegan las turbulencias bursátiles, cambiarias y financieras, la incertidumbre predomina
sobre el riesgo y los cálculos realizados con anterioridad simplemente carecen de validez frente a las
nuevas circunstancias.

Dado que los cálculos a que dieron origen los contratos de los productos derivados (que fueron
realizados cuando el riesgo se sobreponía a la incertidumbre) ya no tienen ninguna validez, y cuando la
incertidumbre domina y se sobrepone al riesgo, entonces las pérdidas posibles en los mercados de
productos derivados pueden ser gigantescas y evidentemente pueden extenderse como fichas de
dominó que caen. Fue el caso de Comercial Mexicana.

En México, hasta la crisis, el mercado de derivados había sido creciente. Hoy el Banxico sólo regula
(insuficientemente) un sector de este mercado, pero no el denominado sobre el mostrador.

Se necesita legislar con fuerza y con mucha precisión al respecto. El gobierno, pasmado, está totalmente
perdido. 

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