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A menudo escuchamos la frase de “la filosofía no sirve para nada” como respuesta a
la gran pregunta: ¿Para qué sirve la filosofía?, una respuesta que, a primera escucha, nos
puede parecer una ridiculez o, por el contrario, un comentario muy acertado. Pero, ¿es cierta
esta frase? ¿Cuál es la verdadera utilidad de la filosofía?
Es común pensar que hablar de filosofía es hablar de conceptos muy abstractos tales como el
amor, la verdad, el bien o la belleza, pero, realmente, cada vez que reflexionamos sobre algo,
cada vez que nos preguntamos de dónde viene todo lo que nos rodea, por qué estamos aquí o
qué es el Universo, ya estamos filosofando. Cuando cuestionamos y nos preguntamos,
cuando buscamos respuestas, estamos practicando filosofía. De hecho, el escribir este texto
respondiendo a la pregunta que se nos plantea, es hacer filosofía.
La filosofía sirve, y mucho. Por ejemplo, cuando hablamos de las ciencias debemos darnos
cuenta de que en un principio éstas fueron filosofía, puesto que su conocimiento era
desconocido, pero una vez que se estudian y se llegan a entender, se convierten en ciencias.
Es un saber que va de la mano con el arte, la historia, la cultura, la ética o la política y que sin
la reflexión de los mismos, estos términos no serían nada. Es una disciplina que crea nuevos
conceptos para incorporar ideas que no han sido claramente pensadas, las cuales luego se
introducen en la ciencia, por ejemplo; proporciona mejores argumentos y más persuasivos en
apoyo de ideas más lógicas y facilita la detección de argumentos falsos.
Ahora que hemos visto lo anterior, podemos afirmar que todo el mundo ha practicado
filosofía alguna vez mediante reflexiones comunes y que, gracias a ella han sido capaces de
entender la vida un poco más. Además, en cuanto a lo mencionado con anterioridad, la
filosofía carece de utilidad para producir algo, en realidad, puede ser considerada un fin en sí
misma.