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Después del agua, el hormigón es el material más utilizado en el planeta. Sus beneficios
esconden enormes peligros para el medioambiente y la salud
En el tiempo que tardas en leer esta frase, la industria de la construcción habrá llenado
más de 19.000 bañeras de cemento
El cemento consume casi una décima parte del uso de agua industrial. El 75% de este
consumo se da en regiones que sufren sequías.
En el tiempo que tardas en leer esta frase, la industria global de la construcción habrá
llenado más de 19.000 bañeras de cemento. En un solo día habría llenado prácticamente
la Presa de las Tres Gargantas en China, las más grande del mundo. En un año, hay
suficiente cemento para convertir en patio cada colina, valle, rincón y grieta en
Inglaterra.
Después del agua, el cemento es la sustancia más utilizada en la Tierra. Si la industria del
cemento fuese un país, sería el tercer país del mundo con más emisiones de dióxido de
carbono en el mundo con alrededor de 2.800 millones de toneladas, solo superado por
China y Estados Unidos.
Puede que ya hayamos superado el punto en que el hormigón pese más que la masa de
carbono de todos los árboles y arbustos del planeta. En este sentido, nuestro entorno
construido está dejando atrás al natural. Sin embargo, a diferencia de la naturaleza, el
cemento realmente no crece, sino que su principal cualidad es endurecerse y
posteriormente degradarse muy lentamente.
Todo el plástico producido en los últimos 60 años suma 8.000 toneladas. La industria del
cemento produce más que eso cada dos años. Pero aunque el problema es mayor que
el del plástico, a menudo se percibe como menos grave. El cemento no es un producto
derivado de los combustibles fósiles, no aparece en el estómago de ballenas y gaviotas.
Los doctores no están descubriendo restos de cemento en nuestra sangre y tampoco lo
vemos enredado en árboles ni forma grandes masas sólidas subterráneas en las
alcantarillas. Con el cemento, sabemos en qué punto estamos. O para ser más precisos:
sabemos a dónde está yendo: a ningún lado. Por eso precisamente hemos llegado a
depender de él.
El cemento es amado por su peso y resistencia. Por eso sirve como fundación de la vida
moderna, conteniendo el tiempo, la naturaleza, los elementos y el caos. El Panteón y el
Coliseo de Roma son la prueba de la durabilidad del cemento. Pero como cualquier cosa
en exceso, puede crear más problemas que soluciones.
El hormigón también magnifica el clima extremo del que nos protege. Tomando todas
las fases de la producción, el cemento es responsable de entre el 4% y el 8% del dióxido
de carbono (CO2) mundial. Entre materiales, solo el carbón, el petróleo y el gas son
fuente más grande de gases de efecto invernadero.
Esto se relaciones con el impacto más grave, pero menos comprendido del hormigón,
que es que destroza infraestructura natural sin reemplazar las funciones ecológicas de
las que depende la humanidad para la fertilización, polinización, control de
inundaciones, producción de oxígeno y purificación del agua. Durante siglos, la
humanidad ha estado dispuesta a aceptar esta consecuencia medioambiental a cambio
de los indudables beneficios del cemento. Pero puede que ahora la balanza se esté
inclinando hacia la otra dirección.
EL CASO DE JAPÓN
Un ejemplo clásico del uso excesivo del hormigón es Japón, que durante la segunda
mitad del siglo XX abrazó con entusiasmo este material para reconstruir el país y la
economía. Tanto que el Gobierno llegó a ser conocido como doken kokka (estado de
construcción). La economía creció cerca de los dos dígitos hasta finales de los 80. Pero
no hay mucho hormigón que se pueda colocar de manera útil sin arruinar el
medioambiente.
Alex Kerr, autor del libro Dogs and demons señala que la cantidad de cemento por metro
cuadrado en Japón es 30 veces la cantidad de EEUU y el volumen es prácticamente el
mismo. “Hablamos de un país del tamaño de California que tiene la misma cantidad de
cemento que todo EEUU. Multiplica los centros comerciales y la expansión urbanística
de EEUU por 30 para hacerte una idea de lo que ocurre en Japón”, señala.
La invasión del cemento en Japón era contraria a los ideales estéticos clásicos de
armonía con la naturaleza, pero era comprensible dado al miedo omnipresente a los
terremotos y tsunamis en uno de los países con mayor actividad sísmica. Todo el mundo
sabía que los caudales de los ríos y las costas llenos de hormigón eran feos, pero no
importaba siempre y cuando les mantuviesen seguros.
Esta supuesta protección hizo que el devastador terremoto y tsunami de 2011 fuese aún
más impactante. Inmensas paredes construidas durante décadas quedaron arrasadas en
minutos. Murieron unas 16.000 personas y un millón de edificios quedaron destruidos
o dañados. Pero el lobby del hormigón era demasiado fuerte. El Partido Liberal
Democrático volvió al poder un año después con la promesa de gastarse 1,5 billones en
obras públicas en la siguiente década, equivalente al 40% de la producción económica
de Japón. A las empresas de construcción se les volvió a pedir que contuviesen el mar,
esta vez con barreras más altas y gruesas.
En la actualidad, China, la superpotencia hormigonera del siglo XXI, es otro gran ejemplo.
El extraordinario paso de Pekín de una nación en desarrollo a superpotencia en espera
ha requerido montañas de cemento, playas de arena y lagos de agua. La velocidad a la
que se están mezclando estos materiales es quizá la estadística más increíble de la era
moderna: desde 2003, China vierte más cemento cada tres años que EEUU durante todo
el siglo XX.
Hoy, China usa casi la mitad del hormigón mundial. El sector de la propiedad –carreteras,
puentes, ferrocarriles, desarrollo urbano y otros proyectos de acero y hormigón–
representaron una tercera parte de la expansión económica del país en 2017.
El tan anunciado proyecto chino 'Belt and road iniciative' –un proyecto de
infraestructuras en el extranjero mucho más grande que el Plan Marshall– promete un
despilfarro de carreteras en Kazajistán, al menos 15 presas en África, ferrocarriles en
Brasil y puertos en Pakistán, Grecia y Sri Lanka. Para abastecer este y otros proyectos,
China National Building Material, el mayor productor de cemento del país, ha anunciado
planes para construir 100 fábricas de cemento en 50 países.
El auge del cemento vendrá acompañado, casi seguro, de mayor actividad criminal.
Además de ser el vehículo principal para la construcción nacional, la industria de la
construcción también es el mayor canal para sobornos y mordidas. En muchos países la
correlación es tal que la gente lo ve como un índice: cuanto más cemento, más
corrupción. De acuerdo con la ONG Transparencia Internacional, la construcción es el
negocio más oscuro del mundo
Se espera que en los próximos 40 años las zonas de nueva construcción se dupliquen.
Por una parte, esto traerá beneficios sanitarios. El científico medioambiental Vaclav Smil
estima que la sustitución de suelos de barro por suelos de cemento en las casas más
pobres del mundo puede cortar en un 80% las enfermedades parasitarias. Pero cada
carretilla cargada de cemento también acerca al mundo al desastre ecológico.
Esto viola el Acuerdo del Clima de París, bajo el cual los gobiernos se comprometieron a
recortar las emisiones anuales de carbono de la industria del cemento en al menos un
16% para 2030 si el mundo quiere cumplir el objetivo de calentamiento de 1,5 a 2
grados.
Jonathan Watts
Marzo de 2019