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Pero también en los países industrializados del sur como India, China, Sudá frica, Nigeria,
Ghana, Argentina o México se ha incrementado dramá ticamente la generació n de
desechos. China sobrepasa hoy a Estados Unidos como el principal productor de basura
municipal y receptor de basura electró nica en el mundo y para 2030 estará generando
500 millones de toneladas anuales. Como só lo puede absorber 60% de la basura que
genera este país asiá tico ya padece una severa crisis sanitaria.
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Las mujeres de la regió n de Guiyu en China queman sobre fuegos de carbó n el plá stico
que recubre los circuitos de las basuras microelectró nicas, extrayendo chips y vertiendo
la soldadura de plomo. La contaminació n de este metal ya ha arruinado la ciudad. El
agua potable es llevada en camiones. Científicos que han estudiado el á rea descubrieron
que Guiyu tiene los má s altos niveles del mundo de dioxinas que causan cá ncer. Es seis
veces má s probable que los embarazos terminen en abortos y que siete de diez niñ os
tengan demasiado plomo en su sangre.
Como los países industrializados del Norte producen cada vez má s basura, aprovechan
la pobreza e indefensió n de otras naciones para exportarles legal o ilegalmente una
buena parte de sus desperdicios. Durante décadas los países europeos han exportado
sus desechos nucleares, industriales y hospitalarios a varios países de Á frica, que
también son importantes receptores de basura electró nica.
Estas mismas diná micas se presentan en todo el planeta a nivel regional donde las
grandes ciudades ensucian los entornos campesinos o donde los desechos de los barrios
ricos son depositados en los barrios pobres o racialmente discriminados, lo cual
confirma que la ló gica territorial de la distribució n de la basura es una ló gica de clases y
de injusticia ambiental.
Durante dos siglos de desarrollo capitalista se ha considerado que el planeta Tierra era
suficientemente amplio y poderoso como para poder arrojar las crecientes masas de
basuras urbanas e industriales en todos los rincones en los cuales las complejas fuerzas
de la tierra y el sol, los gases de la atmó sfera y todas las aguas dulces y de los mares
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actuarían y se encargarían de digerir los desperdicios para reconvertirlos en la
naturaleza original. Pero lo cierto es que la enorme medida de las ciudades y los
dispositivos técnicos, pero sobre todo las cualidades tó xicas extraordinarias que hoy
tienen los diversos desperdicios han terminado por rebasar a la fuerza natural
metabó lica del planeta.
Antes de la era del petró leo, a principios del siglo XX, existían ya graves expresiones de
la explotació n social y ambiental de la gran industria, pero la mayor parte de los
desechos que se generaban podían ser degradados o absorbidos por el metabolismo
natural del planeta.
Actualmente, entre el 30 y 40% de la basura tiene como materia prima al petró leo; la
cantidad y composició n química artificial de los desechos han provocado que las nuevas
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sustancias artificiales sean altamente dañ inas para la reproducció n de la vida en su
conjunto, contaminando la tierra, el agua, el aire, el subsuelo y la estratosfera,
provocando la destrucció n de los recursos naturales, la deformació n genética de las
personas, animales y plantas e incluso la muerte de millones de seres vivos.
Los gases que emanan de los basureros contaminan el aire que todos respiramos, dos de
sus principales compuestos: el metano y el dió xido de carbono generan alrededor del
4% de los gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global. Pero
este biogas contiene también má s de 100 distintos gases traza que, aunque representan
un porcentaje muy bajo de los gases emitidos por los basureros, le dan a la basura el olor
putrefacto que la caracteriza, pero ademá s, en la basura se encuentran Compuestos
Orgá nicos Volá tiles —como el benceno y los clorobencenos, el tetracloroetileno, el
tricloroetileno, el xileno, el cloruro de vinilo y tolueno—, que son sustancias causantes
de cá ncer, leucemias, dañ os neuronales y hepá ticos.
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Existen evidencias que sugieren que las dioxinas y los furanos afectan los ó rganos
sexuales de los hombres provocando una menor producció n de espermatozoides,
ademá s de estar asociadas a la presencia de malformaciones, problemas de desarrollo
en fetos, problemas de aprendizaje en niñ os y el deterioro general del sistema
inmunoló gico de los mamíferos.
Eso es lo que ocurre con muchos de los plá sticos que se queman, pero la industria
petroquímica ha desarrollado materiales cada vez má s resistentes al fuego y a la
biodegradació n, ocasionando que su existencia como desecho se prolongue por má s
tiempo y genere problemas de salud cada vez má s inesperados. Por ello, la naturaleza
artificial y tó xica de las nuevas mercancías está llevá ndonos a una situació n que pone en
riesgo a todas las formas de vida en el planeta.
Otra actitud es la de esconder los desechos “bajo el tapete”, enterrá ndolos en las
periferias urbanas sobre las cuales después se construyen viviendas, escuelas, mercados
y muchas otras infraestructuras urbanas.
Para supuestamente corregir los grandes problemas de salud que las anteriores
opciones representan, muchas autoridades optan por construir mega basureros, ya sea a
cielo abierto, semicontrolados o supuestamente “controlados”. El deterioro ambiental y
el dañ o a la salud de la població n pretenden ser maquillados hablando de depó sitos
municipales porque los tapan con tierra, los cercan con bardas que evitan que la
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població n arroje basura directamente en ellos o porque los convierten en sitios para uso
exclusivo de municipios y grandes empresas.
De ahí que para mantener en pie los ritmos crecientes de industrializació n, consumo y
desperdicio que exige el sueñ o de las sociedades que se modernizan y supuestamente
progresan, se han diseñ ado los llamados rellenos sanitarios, que supuestamente
resuelven los problemas de los tiraderos a cielo abierto. Los nuevos megarellenos
tecnificados requieren mayores espacios, uso de sustancias químicas y sofisticadas
instalaciones para aprovechar la quema del gas metano generando energía eléctrica, con
un alto costo de construcció n y mantenimiento. Todo para que, a fin de cuentas, resulte
en lo mismo, pues como se ha observado en diversos países, al acumular la basura, ésta
produce lixiviados que ninguna geomembrana es capaz de contener.
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En muchos países del norte la opció n del relleno sanitario ha sido abandonada hace añ os
pues cuando han culminado su vida ú til es casi imposible remediarlos, ya que el costo
econó mico es demasiado alto, y dado que ninguna empresa privada está dispuesta a
absorber ese costo, el Estado lo asume generando nuevas injusticias contra la població n.
La actual “alternativa” tecnoló gica a los rellenos sanitarios son los incineradores de
basura que, aunque reducen notablemente la masa de los desperdicios, concentran
peligrosas sustancias toxicas que se liberan al ambiente como cenizas y humos que van a
parar a aires, aguas y tierras vecinas. Al quemar los desechos se concentran metales
pesados y má s de 200 sustancias químicas orgá nicas causantes de cá ncer
(principalmente las perniciosas dioxinas y furanos), alteraciones hormonales,
mutaciones genéticas y enfermedades cardio-pulmonares.
Las sustancias tó xicas emitidas por los incineradores son bioacumulables, lo que
significa que estos residuos entran en la cadena alimenticia por medio de raíces, pastos o
algas que comienzan a concentrar los venenos. Cuando estos alimentos primarios son
devorados por peces, roedores, insectos, pequeñ os anfibios, reptiles o aves, los nuevos
huéspedes recolectan en sus cuerpos cantidades superiores de toxinas. Ocurre así un
fenó meno de escalamiento en la concentració n de los venenos que se repite, por
ejemplo, cuando las aves y otros animales se alimentan de peces altamente
contaminados o huevos, llegando los niveles de intoxicació n a generar mutaciones
genéticas. Siguiendo esta cadena de intoxicació n, la cú spide de la pirá mide de la
contaminació n suele encontrarse en la grasa de la leche materna que se les brinda a los
lactantes.
De ahí que aunque las incineradoras cumplan los límites previstos por las mejores
legislaciones, eso no impide que los trabajadores de estas instalaciones y los habitantes
de las comunidades vecinas se expongan a riesgos extraordinarios. No casualmente, las
normatividades internacionales reconocen que este tipo de plantas incineradoras de
basura violan los derechos establecidos en 1990 por la Comisió n de las Naciones Unidas
sobre Derechos Humanos, así como el Convenio de Estocolmo, que es el acuerdo
internacional por el que se comprometieron 151 gobiernos del mundo a minimizar y
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eliminar los riesgos a la salud humana provocados por los Compuestos Orgá nicos
Persistentes, que proliferan en los residuos urbanos, industriales y tó xicos.
La desesperació n que hoy reina entre las autoridades urbanas municipales y estatales
por la forma en que actualmente se desborda el amontonamiento desproporcionado de
basuras, hace que este tipo de funcionarios pú blicos se vuelvan devotos clientes de los
vendedores de megarellenos sanitarios, plantas de incineració n de basura,
incineradores de arco de plasma, programas de remediació n ambiental, venta de bonos
de carbono y, sobre todo, de la privatizació n del servicio, entregá ndolo a manos de las
grandes empresas transnacionales que pueden invertir gigantescas masas de capital en
este tipo de negocios. No obstante, estas tecnologías só lo engañ an a la població n
prometiéndoles una imposible desaparició n del problema, lo que evidencia la
irracionalidad global y perversidad tecnoló gica en la actual gestió n de la basura.
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cinco erres: 1. reciclar, 2. reducir, 3. reusar, 4. reemplazar y 5. responsabilizar a los
industriales de los materiales que producen y a los Estados por la política de
materiales que aplican.
4. Conclusiones
Los actores responsables del problema de la basura son diversos, dependiendo del país,
de la época y la política econó mica que se aplique, del nivel de degradació n de los
gobiernos, los tipos de tratados de libre comercio que han suscrito y del tipo de
regulació n que desde el gobierno se aplica a las empresas para operar. Los principales
culpables de esta problemá tica son entonces las diná micas de lucro que los diversos
Estados nacionales han fomentado durante el capitalismo de la posguerra y sobre todo
durante el neoliberalismo, así como las grandes empresas transnacionales que
comandan una sociedad consumista, basada en la producció n de derivados del petró leo
y el infinito desperdicio de todo tipo de objetos desechables que promueven las grandes
cadenas comerciales.
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En este proceso se ha despojado a numerosas comunidades de sus formas de vida,
siendo éstas consideradas por el sistema econó mico como basura.
El libre mercado y el desdén por la vida humana han dado lugar a que las empresas de
alta tecnología se comporten cruelmente con las poblaciones que sufren la desgracia de
vivir al lado de los modernos pero letales basureros. Este es el caso reiterado de
numerosas empresas transnacionales dedicadas al manejo de redes de infraestructuras,
que aunque emplean la tecnología (o tal vez por que la utilizan), afectan a las
comunidades vecinas, propiciando entre la població n serios problemas de cá ncer,
malformaciones congénitas y otras enfermedades relacionadas con los rellenos
sanitarios sin que las empresas ni las autoridades se responsabilicen de estas
agresiones.
La creciente crisis mundial de la basura es, por lo mismo, un apestoso y letal espejo en
donde puede mirarse reflejada la suciedad del actual proceso mundial de producció n,
consumo, acumulació n de capital y desarrollo econó mico, así como las políticas pú blicas
de la sociedad neoliberal. El mundo entero está preso en esta crisis dada la magnitud
alcanzada por los desechos, su alta toxicidad, los dañ os que provocan en la naturaleza y
salud humana, la irracionalidad administrativa con la que se maneja la basura y por la
ló gica perversa con que se simula dar “solució n” a su confinamiento. Pues a pesar de los
problemas econó micos y sociales mundiales que se escalan y convergen con otros
problemas ambientales globales ningú n poder econó mico o político quiere cuestionar la
diná mica de consumo neoliberal, particularmente las empresas privadas cuyo interés es
exacerbarlo aú n má s.
Como en cada vez má s países los Estados neoliberales se corrompen de forma cada vez
má s intima, mientras la dilapidació n de desperdicios no cesa de crecer, la crisis de la
basura ya no só lo es estructural, sino estratégica. Los desechos se convierten no só lo en
mercancías clave de la economía legal y criminal, pues ahora se tornan en armas
geopolíticas en manos de poderes municipales, estatales, nacionales o internacionales.
Los gobiernos y empresas consideran a la basura ya no só lo como la gran oportunidad
para hacer gigantescos negocios, privatizando y especulando con los servicios sanitarios
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o la remediació n ambiental. Ahora, la crisis de la basura también sirve para monopolizar
servicios, estrangular a los enemigos políticos que no han resuelto el problema, para
derrumbarles políticamente o venderle al pú blico la imagen de administraciones
eficientes. Por esto, la crisis de la basura se integra orgá nica y catastró ficamente no só lo
con el crecimiento de las economías especulativas y criminales sino también con las
demá s crisis ambientales y econó micas que caracterizan al nuevo siglo.
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