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Indiferencia

Según Gonzáles, J (2003) el cuerpo ha sido sometido a una inspección de perfeccionismo,


cuyo método -la disciplina- revoluciono la forma de controlar el hombre. como hacer las
cosas, controlar su postura, sus gestos y demás son pequeños ejemplos de la mecanización
del cuerpo, con un propósito de adiestramiento. Una forma aparentemente trivial de
disciplinar, que visto con detalle esconde un malévolo plan.

No cabe la menor duda, que la apreciación del autor en mención, es una realidad que no
deja de ser tratada con cierto desinterés por parte de quien corresponde, y de quien no
corresponde, de estos últimos hago referencia a aquellas personas que son actores neutros,
personajes que no poseen una relación directa con el discapacitado. En tanto a los primeros,
es evidente que los legisladores son ajenos a este fenómeno; de suerte que cada día se hace
más evidente, y su evidencia ha traído aliento a los espíritus acongojados por la carencia de
oportunidades, discriminación y rechazo por su condición física.

Cortaré de golpe este escrito, o la hilaridad del mismo con el fin de proponer un punto de
vista distante de la tesis inicial. Sin valerme de referencias, salvo por el conocimiento
empírico de la temática, pretendo abordar el tema desde un ángulo evolutivo; pues bien es
sabido que, la naturaleza salvaje muestra comportamientos que, en sí, también posee el
animal humano; un animal salvaje- llámese león- al nacer en condiciones de discapacidad
pronto perderá la lucha por vivir, sus progenitores en un acto despiadado dan la espalda al
miembro débil de la manada, dejándolo a merced del destino. Así pues, parece que los
humanos hemos llegado a incorporar comportamientos salvajes a nuestros congéneres, un
modelo despectivo del más débil, un animal sin oportunidades en este reino de perfección y
vitalidad.

En un mundo donde el consumo es desenfrenado, la productividad es el ingrediente


esencial de esta maquinaria voraz que reclama adeptos día a día. Se requieren hombre
fuertes y sanos para alimentar las cadenas de la producción;, la debilidad producto de la
edad es síntoma de rechazo y bajo rendimiento, cuyo castigo todos conocemos. Un hombre
viejo rara vez encabezara la lista de obreros productivos, y ni que decir de los
discapacitados. La vejez y la discapacidad es considerada un lastre para la sociedad
creciente.

Vale añadir un ejemplo más, relacionado con la fascinación del hombre por la perfección
física; desde las pasarelas de verano en Europa, nace el concepto de estética y belleza. Un
arquetipo absoluto que describe la anatomía perfecta; ideal perseguido por millones de
personas en el mundo, que sin importar las consecuencias buscan modificar o acondicionar
sus cuerpos con el fin de ser parte de un grupo de personas selectas. El espejo puede ser un
gran amigo o enemigo, llevando a la gloria o al fracaso, emocionalmente hablando, una
pérdida significativa de valores; una cosificación del cuerpo que parece no tener límites. La
mente, las palabras, y las virtudes han estado perdiendo campo de admiración, pues el
narcicismo ocupa las primeras planas de la realidad de nuestros días.

La celeridad del mundo me impide pensar en el desvalido, dejando de lado el acto reflexivo
trascendental, donde la dialéctica juega un papel importante en el fenómeno social descrito;
pues no está de más agradecer a aquellas personas – los discapacitados- dado que su
padecer en cierta medida fue adquirido por él, y no por mí. Cuestiones de suerte o elección
de la divinidad, no lo sé, solo sé, que pude haber sido yo.

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