Está en la página 1de 19

TEMA 2 (2da parte) – EL HUMANISMO

Esta imagen es un detalle del centro de La extracción de la Piedra de la Locura del Bosco,
datada en torno a 1.501 y 1.505. Refleja muy bien lo que es el espíritu de la época. El Bosco
con esta pintura hace una crítica.

Cuando estudiamos a un autor musulmán Al Razi (Rhazes), veíamos que era de los
primeros en apostar por separar teología y filosofía. Para él los filósofos no pueden
entender ni pueden aceptar las fábulas de los profetas. Pero esa idea es suprimida y la obra
donde aparece es destruida. De hecho, se libra por ser un gran médico y alquimista de la
corte pero no fue visto con buenos ojos aquella idea. Así que lo único que nos llega de él son
sus tratados de medicina. Pues bien, en el siglo IX, en un tratado de Al Razi ya está
documentada la práctica de la extracción de la piedra de la locura.

Lo que se creía era que las personas que tenían algún tipo de locura, algún tipo de
demencia, ello era debido a un cúmulo de piedras en la cabeza que se juntaban y había que
expulsarlas. Como el que tiene piedras en el riñón. Por lo tanto, para solucionar el problema
de la locura había que extirparle la piedra. Os podéis imaginar que la mayoría moría. Y el
que no, seguía loco porque no se le habían sacado todas las piedras y debía de tener más.
Pero lo peor de todo es que a partir de aquello proliferaron los charlatanes que decían
extirpar las piedras de la locura. Y a todas las personas que tenían algún tipo de dificultad, o
que la familia consideraba que no regían del todo bien, o que había algo que modificarle, se
les extirpaba la piedra de la locura. Se montaba una farsa, se les hacía una incisión y
aparecía por algún lado una piedra que el charlatán decía haber extraído del interior.
Esta práctica para ganar dinero fue muy habitual durante la Edad Media, durante muchos
años.

Con esto si nos fijamos en la representación de El Bosco podemos notar el cambio de


mentalidad de la época. Es una representación gráfica de la extracción de la piedra de la
locura. Esta el médico, el cirujano que tiene una especie de embudo, un capirote, que en
realidad apunta al poco sentido que tiene la práctica. El cirujano a su vez está asistido por
dos personas y esto es una crítica a la iglesia. Por un lado, tenemos a un monje con su jarra
de vino haciendo referencia al monje borracho y por otro a una monja con una biblia en la
cabeza cerrada a cal y canto en referencia al dogmatismo y la necedad.

Así en 1501, El Bosco ya está haciendo una sátira en torno a estas prácticas y lo que refleja
y pone de manifiesto claramente es un cambio en la mentalidad de la época. Ya se cree que
esto es toda una farsa sin ningún tipo de fundamento.

Esta representación no es algo puramente casual, sino que hay muchas representaciones
similares. Esta es otra de ellas titulada "El cirujano del lugar" de Jan Sanders van Hemessen.

En la pintura del Bosco, cuando le están sacando la piedra de la locura, lo que le sacan de la
cabeza no es una piedra, sino que brota como una pequeña flor, un narciso. Se supone que
lo que le están extirpando es la lujuria sexual. En esta sí es una piedra y vemos una
composición muy similar, con un bufón, una celestina y una doncella. Y al lado un hombre
con los ojos cerrados que representa la ceguera, la imbecilidad, que está con las manos
alzadas mirando al cielo.
Os traigo estas dos imágenes de estos dos cuadros con la extracción de la piedra de la
locura para hablar de la ironía y al mismo tiempo vincularlo a un autor clave que es el que
vamos a ver hoy, Erasmo y su "Elogio de la locura", obra en la que usa la ironía para hacer
una denuncia social.

Erasmo es un autor que va a salir en varios temas, un autor que tiene muchísimas
relaciones con otros muchos autores, y que resume toda la asignatura muy bien.

Prácticamente cualquier pregunta que os puedan hacer de cualquier autor va a tener algún
tipo de relación con Erasmo. Ahora vamos a verlo en este tema relacionado con el
humanismo, para que se vea cuál es el estilo del humanismo y la importancia de la ironía.

Más adelante cuando llegue el momento de estudiar a Lutero y la controversia Erasmo-


Lutero, lo recuperaremos con su "Elogio de la locura".

En Erasmo el loco es el que va a hacer una denuncia y una sátira, el que va denunciando
y diciendo verdades como puños. Va haciendo una denuncia y una sátira, en especial al
clero, a la Iglesia, y a una serie de abusos y de denuncias por parte de esta. Aunque se ha
quedado con la traducción de loco por la moda del momento, Erasmo no usa esa palabra, él,
más que a la locura hace referencia a la estulticia, a la ignorancia. Pero en el fondo ese loco
dice la verdad. Desde el título, lo que se está haciendo es un elogio de la locura. Porque el
loco, como los borrachos y los niños, dice la verdad.

Entonces "Elogio de la locura" es una obra llena de ironía, que es una de las características
más notables de Erasmo y que además va a influir en otros autores.

Pero hecha está introducción, hoy lo que vamos a traer es "El Ciceroniano", que es
también una obra en la que se pone en marcha la ironía y una crítica del humanismo
desde el humanismo.

Erasmo es un autor maravilloso, interesante, que escribe increíblemente bien, divertido,


con una finura de pensamiento maravillosa y una agudeza increíble. Por otro lado, Erasmo
es un pacifista, es una persona tranquila, conciliadora. Entonces todo lo hace con cierta
mesura, moderación, sin querer ir más allá.

Todo esto lo digo porque después veremos que eso le va a causar muchos problemas.
Todos quieren que Erasmo se una a sus causas pero Erasmo no se une a la causa de
ninguno, porque él dice lo que quiere decir y hasta donde quiere.

Aquí os traigo el principio de "El ciceroniano" que es una obra de teatro que plantea
Erasmo para hacer una denuncia, una crítica muy sana, muy sutil, muy irónica, muy
mordaz, de algo que él nota que empieza a surgir.

Erasmo, como humanista, se entronca con la línea del humanismo en la que se concede una
gran importancia a la filología y al análisis filológico, al gusto por la retórica y también al
modelo instaurado por Cicerón. Pero se da cuenta de que hay muchos humanistas que
están llevando eso hasta el extremo. Veíamos el otro día como con Lorenzo Valla la filología
se convertía en un instrumento, en un arma filosófico política. Aquí la filología, la retórica,
es un instrumento, pero nunca un fin. Es un medio para algo ulterior. El problema es
cuando nos olvidamos de que es un medio y lo convertimos en fin último, olvidando y
perdiendo el objetivo al que tiende.

Entonces Erasmo se da cuenta de que hay muchos humanistas que están poniéndose muy
puristas con la palabra, la retórica, la oratoria y el gusto, quedándose en eso sin llegar más
allá. Es cuando escribe "El Ciceroniano", que es una crítica al humanismo desde el
humanismo, y digo desde el humanismo porque Erasmo está dentro de la corriente y para
hacer lo que hace hay que ser un gran maestro de la retórica y de la oratoria.

Erasmo crea tres personajes con nombres inventados. Son nombres ficticios, pero cada
nombre tiene una simbología muy peculiar y muy especial. Esto lo van luego a seguir otros,
fundamentalmente Tomás Moro como veremos en Utopía. Tenemos a tres personajes.
Buléforo que es el que ofrece consejo e Hipólogo que es el que a veces piensa y discurre. Y
por último, tenemos a Nosópono que será el ciceroniano y es el que está atormentado de
sentimiento.

BULÉFORO: ¿A quién veo paseando allí a lo lejos, al final del todo, en el pórtico? Si la vista no me engaña, es
Nosópono, mi viejo amigo y compañero de estudios.
HIPÓLOGO: ¿Ése es el famoso Nosópono, el más gracioso de todos los antiguos compañeros de francachelas,
rojete de cara y gordito, rebosante por todos lados de atractivos encantos?
BULÉFORO: Ése mismo es.
HIPÓLOGO: ¿Y cómo tiene ese desconocido aspecto? Más parece un espectro que un hombre. ¿Le consume
alguna enfermedad?
BULÉFORO: Sí, una muy grave.
HIPÓLOGO: ¿Cuál?, dime. ¿La hidropesía acaso? [...]
HIPÓLOGO: ¿Quizá una fiebre que le corre por las venas y el corazón?
BULÉFORO: Es fiebre y no lo es; algo que le quema más adentro que cuando la fiebre corre por las venas y el
corazón; algo que se origina en los más íntimos rincones del alma que están en el cerebro. Pero no te esfuerces
vanamente en adivinarlo: se trata de un tipo nuevo de enfermedad.
HIPÓLOGO: Entonces, ¿aún no tiene nombre?
BULÉFORO: En latín aún no; en griego se llama “afán por ser esclavo” (
HIPÓLOGO: ¿Es una enfermedad reciente o ya antigua? zelodulea).
BULÉFORO: Hace ya siete años que la tiene el desgraciado. Pero, ¡ay!, nos ha visto. Parece que viene para acá;
mejor conocerás por su propia boca el mal que padece. Al principio, yo haré de Davo; tú procura apoyar mis
palabras y desempeñar bien tu papel en la comedia.
HIPÓLOGO: Sin duda, actuaré con todo cuidado, siempre que sepa el papel que me asignas.
BULÉFORO: Deseo ardientemente librar a este viejo amigo de tan gran mal.
HIPÓLOGO: ¿Es que también entiendes de medicina?
BULÉFORO: Sabes que hay un tipo de locura que no arrebata enteramente la razón sino que sólo afecta a una parte
del alma, pero de forma extraordinaria: por ejemplo, hay quienes creen que llevan en su cabeza cuernos de toro, o
que tienen una nariz larguísima, o que portan sobre un cuello endeble una cabeza enorme y de barro que, a poco
que se muevan, enseguida se quebrará; hay algunos que, como piensan que están muertos, temen encontrarse con
los vivos.
HIPÓLOGO: Para ya, que conozco ese tipo de enfermedad
BULÉFORO: Para curarles, el mejor método es fingir que tú también padeces ese mismo mal.
HIPÓLOGO: He oído con frecuencia hablar de ese recurso.
BULÉFORO: Eso será lo que haremos ahora.
HIPÓLOGO: Con gusto seré en esta comedia, no sólo espectador, sino también colaborador.
BULÉFORO: Acomoda, por tanto, la expresión del rostro y desempeña tu personaje para que no sospeche que la
representación está amañada.
HIPÓLOGO: Así lo haré.
BULÉFORO: Una y mil veces deseo salud a Nosópono.
HIPÓLOGO: También Hipólogo desea salud a Nosópono.
NOSÓPONO: Lo mismo pido yo para vosotros dos. Pero, ¡ojalá tuviera yo lo que me deseáis!
BULÉFORO: No te faltaría, si el dártelo estuviera en nuestra mando del mismo modo que lo está el deseártelo. Pero,
dime, ¿qué mal tienes? Pues esta cara tuya y tu delgadez no evidencian nada bueno. Pareces estar enfermo del
hígado.
NOSÓPONO: Más bien del corazón, excelente amigo.
HIPÓLOGO: ¡Calla, que el mal que nos cuentas es incurable!
BULÉFORO: ¿No tienes esperanza alguna en los médicos?
NOSÓPONO: De los remedios humanos no tengo nada que esperar. Necesito la ayuda de una divinidad.
NOSÓPONO: Se trata de una diosa que los griegos llaman Peitbo [diosa de la persuasión y la elocuencia]. [...] Me
consumo de amor por ella y voy a morir si no logro conquistarla [...] No hay duda, pues, de que o muero en la
empresa o acabo consiguiendo lo que amo. [...] Es su carencia, desgraciado de mí, lo que me atormenta.
BULÉFORO: ¿Cómo es posible? ¡Si por ahora tú eres de entre todos el único que has sobresalido en el arte de la
oratoria hasta el punto de que la mayoría de la gente decía públicamente de ti lo que antaño se dijo de Pericles: que
en tus labios está asentada permanentemente la persuasión!
NOSÓPONO: Por decirlo en pocas palabras, para mí todo tipo de elocuencia apesta, salvo la ciceroniana. Ésta es la
ninfa por cuyo amor me derrito.
BULÉFORO: Ahora entiendo tu pasión. Tu ambicionas el vistoso y deseado sobrenombre de “ciceroniano”.
NOSÓPONO: Hasta tal punto que, si no lo consigo, consideraré la vida como cosa amarga.
BULÉFORO: Dejo ya totalmente de extrañarme. Y es que has dirigido tus ánimos a la empresa más hermosa de
todas, pero demasiado verdad es lo que suele decirse: que las cosas bellas son difíciles. Yo mismo me sumo a tus
votos, a ver si algún dios propicio fija su mirada en nosotros?
NOSÓPONO: ¿Qué pasa?
BULÉFORO: Te lo diré, si puedes soportar un rival.
NOSÓPONO: ¿Qué quieres decir?
BULÉFORO: A mí me atormenta el amor por esa misma ninfa.

Y a partir de ahí empiezan a discutir quién está más cerca de la ninfa, quién ama más a la
ninfa y quién es más ciceroniano de los dos. Así que Nosópono empieza a contar que ha
empezado a estudiar la obra de Cicerón para ser capaz de desentrañar toda la articulación
de las palabras, y ha escrito 100 veces más volúmenes que la obra del propio Cicerón para
poder entender a Cicerón.

Todo esto es una crítica y una denuncia que Erasmo, desde el humanismo hace contra el
propio humanismo. Contra un exceso de purismo que empieza a detectar en sus
contemporáneos, que tienen a Cicerón como modelo y aspiran a tener el título de
Ciceroniano, algo que además sólo parecían poder tener los italianos. De hecho, a Nosópono
lo que le tortura es que él no es italiano, y entonces los italianos no le conceden el título de
ciceroniano. Porque por mucho que haya estudiado a Cicerón, y por mucho que haya
escrito sobre Cicerón, y por mucho que haya estado estudiando toda su retórica, pues ya no
es italiano, y al no ser de la patria no puede recibir tal nombre.

¿Por qué este humanismo e ironía en Erasmo?

Por un lado, Erasmo va a elogiar y va a sumarse a ese movimiento que ve en la filología una
herramienta fundamental para el desarrollo de la filosofía. De hecho, la gran contribución
de Erasmo y lo que va a ser totalmente revolucionario es cuando aplique la hermenéutica
filológica a la lectura directa de la Biblia (cuando hablamos de la Biblia en estos
momentos estamos sobre todo refiriéndonos al Nuevo Testamento, a los evangelios). Él va
a apoyar esa labor de la filología y va a llevar a querer que se lleve a cabo dentro de los
ámbitos religiosos para hacer una lectura directa, una interpretación y una comprensión
filológicamente informada y contrastada de la Biblia.
Así, la filología empieza con Bruni, luego será Valla el que lo establezca, y Erasmo lo aplica a
la biblia. Veremos cómo con otros autores seguirá siendo un recurso. Erasmo considera
efectivamente, en la misma línea de Valla, que la filología es un instrumento, es un arma
filosófico política para determinar la verdad.

Veíamos como Valla decía que se había cambiado el significado y se había comprendido mal
el placer. El objetivo no era quedarse en el análisis de la Hedoné y de la palabra, el objetivo
era desentrañar el significado verdadero de placer para comprobar que ese placer era
comprensible y era compatible con el cristianismo y con el amor cristiano a Dios. Por lo
tanto, la filología es una herramienta, pero tiene un objetivo ulterior al servicio del cual está
puesto. Y ese servicio es alcanzar la verdad, determinar el verdadero significado del
concepto. Si perdemos de vista ese objetivo y nos quedamos en la filolofía y en el purismo, y
en la retórica, y en la oratoria, y en el encontrar la palabra exacta, sin ningún objetivo
ulterior, lo que perdemos es el foco de atención.

Y este exceso de purismo que empieza a ser muy de la época y teniendo todos a Cicerón
como modelo, es lo que él se da cuenta de que puede llevarnos a unos puntos y a un
extremo que sea totalmente inoperativo, vacuo. Eso es justamente lo que va a denunciar en
"El ciceroniano" y lo va a hacer con el recurso de la ironía. Lo que va a hacer es una
denuncia, una crítica al humanismo desde el humanismo.

Cuando él escribe "El ciceroniano" y establece la figura de Nosópono, que es ese personaje
atormentado por el dolor, lo que nos muestra es a un enfermo.
Esto hay que entenderlo muy bien en el clima del momento. Si nosotros estamos en el giro
humanista, lo que hemos visto es una importancia de la ética y la política, es decir, de la
filosofía práctica, de todo aquello que tiene que revertir en la vida. Y ahora lo que tenemos
es el análisis filológico, la gramática, la retórica, la oratoria, el estudio de la palabra
perfecta, del buen decir, y se queda solo en eso. Eso vuelve a ser una filosofía teorética y
vuelve a ser una filosofía especulativa que no tiene ningún tipo de prácticidad en la vida.

Entonces, él a través de Nosópono lo que denuncia es que aquellos que se quedan


encerrados en ese estudio, en esa retórica accesoria, lo que se quedan es encerrados en sí
mismos. Terminan en una imagen muy parecida del místico solipsista y quedan enfermos
de melancolía. Y la melancolía les lleva a la tristeza. Y la tristeza les lleva a la soledad. En
una época en lo que se está reclamando es que el ser humano es un ser humano en
sociedad. Que el ser humano tiene que establecer sus lazos de amistad, de confraternidad
con el otro. Por lo tanto, frente a la melancolía, lo que está es la alegría de la amistad, la
alegría de la comunicación.

Por lo tanto, el ciceroniano también está enfermo. ¿Por qué? Porque ha perdido el foco de
atención, ha perdido el eje de su vida y ha puesto a Cicerón en el lugar de Dios. Ha perdido
el norte. E igualmente está melancólico, triste, atormentado.

Rafael Herrera hace un análisis a mayores y señala en el libro de texto que la misma crítica
que se pone en marcha en el ciceroniano y se hace al humanismo, esa misma crítica se
puede extrapolar al cristianismo mal que le pese a Erasmo. Y es cierto, porque en Erasmo
están precisamente las raíces de lo que luego va a ser la Reforma protestante. Erasmo
no da ese paso, pero ese paso va a ser la consecuencia de una serie de planteamientos cuyo
origen está ahí.

Y todo ello recubierto con la ironía como arma de denuncia, y esto es una gran novedad.
El otro día estábamos viendo lo que suponía el lirismo de Petrarca y la reintroducción en la
filosofía del acercamiento a la literatura, y ahora nos estamos encontrando con la ironía
que es algo muy alejado de todo lo anterior que traíamos de la Edad Media.

La comedia resulta divertida precisamente porque Buléforo e Hipólogo están todo el rato
siguiéndole el juego a Nosópono y le van siguiendo la corriente en tono divertido, jocoso.
Pero Nosópono se lo toma todo totalmente al pie de la letra, totalmente en serio. Nosópono
no entiende la ironía, cada vez que le lanzan ironías, él no es capaz de entenderlas. Él
entiende muy bien el significado de las palabras, pero no la ironía y los dobles sentidos.

Erasmo es un clarísimo representante de lo que es el humanismo. De hecho, en él se pone


en juego precisamente el lema del humanismo con esa vuelta a los clásicos, con esa
lectura directa de las fuentes, con ese retorno de la lectura directa de las Escrituras. Y lo
que va a hacer es aplicarlo no solo al ámbito filosófico, no solo a los grandes clásicos, no
solo a los filósofos paganos griegos y romanos, sino también a la lectura directa de las
Sagradas Escrituras.
Erasmo es un pacifista, y el espíritu de Erasmo, la actitud de Erasmo ante las circunstancias
de la vida y todo lo que le rodea, es la actitud propia de un humanista. Él está llevado por el
espíritu de la época, por el deseo de reforma, por el deseo de renovación, y por ese deseo
de mejora. Y eso es lo que le hace dentro en todo momento de la Iglesia, desear hacer
ciertas mejoras y emprender ciertas reformas con minúscula. Porque hay que diferenciar
muy bien lo que va a ser la Reforma con mayúscula, la Reforma protestante de Lutero y la
Contrarreforma católica que vendrá después, del movimiento reformador que viene ya de
la cristiandad latina y que empieza con la denuncia de la magia y de lo que se consideran
que son prácticas mágicas dentro de la Iglesia, que además atentarían contra los poderes
divinos. Hay una tendencia dentro de la cristiandad latina, y ese es el espíritu del que bebe
Erasmo.

Por lo tanto, Erasmo propone una serie de cambios, una reforma dentro de la Iglesia, sin
nunca jamás pretender romper con la Iglesia.

Yo siempre que lo cuento pongo por ejemplo una reforma en una cocina. Erasmo quiere
pintar los azulejos, cambiar el horno y poner bisagras nuevas a las puertas. Mientras que
Lutero quiere echar abajo toda la cocina y empezar de cero. Erasmo y Lutero van a tener
ideas muy similares, prácticamente iguales, pero la actitud vital de cada uno de ellos, su
carácter es totalmente distinto.

Erasmo propone esa vuelta a las Escrituras y en esa vuelta a las Escrituras, lo que hace es
proponer la lectura directa de la Biblia. Esto es algo totalmente novedoso y
revolucionario, porque hasta el momento las Sagradas Escrituras las podían leer los
clérigos, que eran los que estaban capacitados para leerlas y entenderlas. Y ahora lo que se
está diciendo es que cada uno coja la Biblia y que cada uno la lea. Porque para él el mensaje
que hay en la Biblia es sencillo y se entiende perfectamente y no necesita de grandes
artificios.

Por lo tanto, la vuelta a las fuentes y el retorno a las Sagradas Escrituras, y vuelvo a insistir
en que estamos hablando fundamentalmente del Nuevo Testamento, lo que a él le lleva es a
la recuperación de lo que sería el cristianismo primitivo. Y el cristianismo primitivo es el
cristianismo de las primeras comunidades cristianas que se fueron formando a raíz del
contacto directo con los apóstoles y las experiencias y las historias que los apóstoles
contaban de Jesús. El mensaje básico del cristianismo primitivo que Erasmo quiere
recuperar es el mensaje que da Jesús, que es "Amaos los unos a los otros como yo os he
amado". Fijaros como encaja ese mensaje de "Amaos los unos a los otros como yo os he
amado", con el espíritu del humanismo, que es el amor a lo humano, un mensaje de
fraternidad.

Siendo esta la enseñanza principal, Erasmo dice que a partir de ahí todo se ha ido
complicando con concilios, con dogmas, con sacramentos y que todo es un artificio, son
añadiduras. Lo que hay es que volver al mensaje primitivo, al mensaje básico, y que con
la lectura de las Sagradas Escrituras y con esa recuperación del mensaje básico del
cristianismo y con un poquito de filosofía griega, pues ya tenemos más que suficiente para
conformar la teología cristiana, sin necesidad de recurrir a sacramentos, a ritos, a grandes
clérigos lanzando grandes sermones y adoctrinando. Todo esto es demasiado
revolucionario. Él pretende hacer una reforma pero realmente es muy revolucionario.

Y en medio de todo esto es donde se escribe "Elogio de la locura", en donde lo que tenemos
es al loco haciendo ciertas denuncias de los abusos de la Iglesia, cosas en las que la Iglesia
ha caído alejándose del mensaje originario. Él lo que quiere es llamar la atención sobre eso
para que se produzca una reforma dentro de la cristiandad que permita recuperar ese
cristianismo primitivo, que es un cristianismo sencillo y que coincide precisamente con el
clima de la época y con el amor y el antropocentrismo y el humanismo.

Otra de las cosas que le va a acercar a Lutero y que van a compartir es que Erasmo y Lutero
se forman los dos dentro de lo que se da a conocer como la devotio moderna. Y esto es un
giro dentro de la historia de la religión en general que se va a dar en esta época y que va a
coincidir con el espíritu de la era.

A la devotio se le dice moderna porque se vincula con la vía moderna. Y es una práctica
religiosa que lo que quiere es centrarse en la religión interior, en la religión sentida, en la
religión vivida. Es una corriente religiosa que pone el foco de atención en la fe individual,
en cómo se siente y se vive la religión. Y que lo que hace es denunciar un poco todo lo que
se configura como religión exterior que serían las prácticas de cultos y ritos, la asunción de
una serie de dogmas, el tinglado que se ha montado y que en muchas ocasiones no se
entiende, pero en lo que participas porque tampoco te queda más remedio.
Entonces, consideran que la verdadera religión está en la interioridad del ser humano. Esto
coincide muy bien con lo que veíamos con Petrarca de volver los ojos sobre uno mismo, que
recuperaba al mismo tiempo a San Agustín, que a su vez recuperaba un Sócrates. Vuelve
otra vez esa interioridad, esa subjetividad, esa vuelta sobre uno mismo.

A esa vuelta sobre uno mismo que es la devotio, que es precisamente una corriente
religiosa que empieza a popularizarse en el momento, se le añade la vida moderna. ¿Y la
vida moderna qué es? El estudio de los clásicos y de las humanidades. Lo mismo que
veíamos el otro día con Petrarca y con Bruni.

Esto lo que también hace es revertir en esa importancia que se le da a todo lo que es la
sabiduría práctica. La devotio moderna, a diferencia de la teología escolástica, centrada
fundamentalmente en la dilucidación de los atributos divinos y en demostrar la existencia
de Dios, abandona todas estas cuestiones y lo que se centra es más en la ética y en las
virtudes y en las consecuencias prácticas de un modo de vida determinado.

El otro día veíamos el tema de la virtud. En Bruni la virtud era virtus, era la virtud política,
en Bracciolini la virtud era el mérito. Veíamos como, en Alberti la virtud era equilibrio, en
Valla la virtud coincidía con esa mesura y esa disposición hacia los placeres terrenales
sensibles, siendo el mayor placer espiritual, el amor cristiano a Dios. Y en Erasmo la virtud
va a ser las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.

Volveremos sobre todo ello. Y nos faltará el Erasmo de "El príncipe".


Este es "Santo Tomás de Villanueva dando limosna" de Mateo Cerezo de 1640. Está Santo
Tomás de Villanueva dando limosna a un pobre con un plato. Por detrás hay un
franciscano portando una cruz que está mirando un libro que parece tener otro que está al
lado y que parece estar protegiéndolo. Y este que protege el libro a su vez está mirando
cuánto dinero le está dando, está llevando la contabilidad.

Es una crítica, una denuncia. Mientras se da limosna por detrás se va llevando la


contabilidad.

Se está dando limosna en primer lugar a un anciano con una muleta. En el suelo no se ve,
pero hay otro que está sin una pierna. Y tenemos a una mujer con dos niños.

Esto es una imagen y una representación de la caridad. Y lo traigo por Luis Vives.

De Luis Vives os traigo este fragmento del prólogo sobre el socorro de los pobres, porque
hay muchas similitudes después con Tomás Moro.

JUAN LUIS VIVES A LOS CÓNSULES Y SENADO DE LA CIUDAD DE BRUJAS

Es obligación del peregrino y extranjero, dice Cicerón, no ser curioso en una República extraña Es verdad, porque al
paso que el cuidado y consejo amigables no pueden reprobarse, es aborrecible en todas partes la curiosidad en as
cosas ajenas; bien que por otra parte la ley de la naturaleza no permite que sea ajeno del hombre lo que conviene a
los hombres [...]; mas dado que algo nos fuese ajeno, el negocio presente no es de esta calidad para mi, que tengo a
esta ciudad la misma inclinación que a mi Valencia; y no la nombro con otra voz que Patria mía, porque hace catorce
años que habito en ella, en cuyo tiempo, aunque haya interrumpido mi residencia algunas veces, otras tantas me he
vuelto aquí como a mi propia casa.

Me ha agradado la conducta de vuestro manejo y administración, la educación y civilidad de este pueblo, y la


increíble quietud y justicia que resplandecen en él y [que] las gentes aplauden y celebran. En efecto aquí me casé; ni
de otra suerte quisiera que se procurase el bien de esta población, que como el de una ciudad en que tengo resuelto
pasar el resto de vida que la benignidad de Cristo me concediere, y de la que me reputo ciudadano, mirando a los
demás como hermanos míos. Las necesidades de muchos de ellos me obligaron a escribir los medios con que juzgo
se les puede socorrer; asunto que en Inglaterra me había rogado emprendiese mucho tiempo hace el señor
Pratense vuestro Prefecto, que piensa celosa e incesantemente como debe en el bien público de esta ciudad.
A vosotros dedico esta obra, ya porque os esmeráis en hacer bien y aliviar a los miserables, de lo que da bastante
testimonio la muchedumbre de pobres que concurre de todas partes aquí, como a refugio siempre prevenido para
los necesitados ya también porque como haya sido el origen de todas las ciudades, con el fin de que cada una de
ellas fuera un lugar en donde con dar y recibir beneficios, y con el auxilio reciproco, se aumentase la caridad, y
afirmase la sociedad de los hombres debe ser particular desvelo de los que gobiernan cuidar y poner todo esfuerzo
en que unos sirvan a otros de socorro, nadie sea oprimido, nadie injuriado, nadie reciba daño injusto, y que al que es
más débil asista el que es más poderoso, y de esta suerte la concordia del común, y congregación de los
ciudadanos se aumente cada día en la caridad, y permanezca eternamente.

A la verdad: así como es cosa torpe para un padre de familia el que deje a alguno de los suyos padecer hambre, o
desnudez, o el sonrojo y fealdad de la vileza del vestido, en medio de la opulencia de su casa del mismo modo no es
justo que en una ciudad rica toleren los magistrados que ciudadano alguno sea maltratado de hambre y miseria. No
os desdeñéis os ruego de leer este escrito, o si no gustáis de ello, a lo menos reflexionad muy cuidadosamente el
asunto que en él se trata del bien público, ya que os mostráis tan solícitos en enteraros del pleito de cualquier
persona particular de mil florines, por ejemplo, de controversia.

Deseo a vosotros y a vuestra ciudad toda prosperidad y dicha.

Brujas, 6 de enero 1526.

Se nota la fraternidad del humanismo y el uso de la ironía en muchas partes del texto.

Y a continuación viene el Tratado sobre el socorro de los pobres, que es de una actualidad
apabullante.

"Sobre el socorro" es un análisis de fenómenos de desigualdad y de pobreza. Es un


giro, y es un un giro también importante y que se va a ver en más autores, que parten de
analizar lo que ocurre, del análisis de la realidad, porque consideran que sólo si se analiza
la realidad y se desentrañan las causas, se podrán poner soluciones. Este giro que inicia
Petrarca concluyendo que toda la culpa es de la metafísica y de la teología escolástica y
que hay que ir hacia la filosofía práctica, es el giro que motiva también la Utopía de Moro. Y
lo veremos también llevado a su máximo extremo en Maquiavelo.

Luis Vives hace un análisis sobre los fenómenos de desigualdad y pobreza que encuentra
en Brujas y por detrás va a hacer una crítica velada, con mucha ironía, con mucha
delicadeza, a la Iglesia y más precisamente a la noción de caridad. A esa noción y a esa
virtud teologal que es la caridad y que quedaba representada y ejemplificada en ese dar
limosna a los pobres.

Lo hace de una forma muy velada porque lo que quiere mostrar es que en esa noción de
caridad y en esa estructura, lo que hay es algo disfuncional, algo que no está haciendo
nada práctico, sino que, todo lo contrario, está dando lugar a más problemas y a más
dificultades. Y no lo quiere hacer ver como una responsabilidad directa de la Iglesia, sino
que lo que hace es apelar al poder público estatal para que ponga solución a esa situación.

Este análisis de los fenómenos sociales para desentrañar las causas y poner soluciones lo
va a llevar a cabo a través del análisis filológico que vuelve a convertirse en un
instrumento y en un arma filosófica política para la denuncia.

Lo va a hacer analizando dos ideas, dos nociones. En un primer momento la noción de


pobre. Es necesario pensar quiénes son los pobres y analizar exactamente quiénes son los
pobres. Y luego, por otra parte, también la noción de caridad y que debemos de entender
por caridad.

Luis Vives dice que pobre no es única y exclusivamente el que tiene una pobreza
económica, sino que en la idea de pobre cae cualquier ser humano que se encuentre
desvalido por diferentes circunstancias o situaciones. Pobres son también las personas
discapacitadas. Y pensar que era bastante habitual cortar manos y piernas en épocas de
pestes y en épocas de condiciones de salubridad muy malas, atajando el problema de raíz.
Pobres también son las personas que tienen algún tipo de discapacidad física que no les
permite tener una vida normal. Son también pobres las personas mayores que ya no son
capaces de sentir o ser tan útiles o prácticas para la sociedad, que no entran ya de una
forma tan fácil en el engranaje de la sociedad, de la economía de mantenimiento de los
diferentes gremios. Pobres son también las personas que se encuentran en orfandad y las
viudas que también necesitan socorro.

Pero los jetas no son pobres. Luis Vives detecta que hay mucho jeta siendo pobre porque
les da la gana de ser pobres. Y en su análisis muestra que hay una parte de responsabilidad
en la lectura e interpretación bíblica que se ha hecho en torno al pobre, porque al pobre se
le cubría con un aura de santidad. El pobre como es pobre, es bueno. Y como está sufriendo
todas estas calamidades, aquí le esperan todas sus recompensas en el mundo futuro.
Entonces esa noción de pobreza llevaba a que la pobreza fuese considerada un modo de
vida legítimo. Hago un voto de pobreza y me gano el cielo.
Para Luis Vives estos no son pobres, estos son vagos. No hay que ayudarles, hay que
ponerles las pilas y quitarles ese aura de santidad y dejar de legitimar y engrandecer la
figura del pobre.

En cuanto al análisis de la Caridad, lo que hace es nuevamente una crítica velada a lo


que es la caridad eclesial. La caridad era ese dar limosna, pero ese dar limosna lo que ve
Luis Vives es que no tiene nada de caritativo en realidad, porque casi siempre es dar lo que
te sobra. Ese dar limosna para Luis Vives no soluciona el problema en ningún caso, hay que
cambiar la concepción. Entonces él va en contra de esa noción de la Caridad eclesial y la
hace avanzar mostrando que si es un problema de la sociedad, la respuesta tiene que ser
política, tiene que ser del Estado.

Por lo tanto, hace avanzar la noción de la caridad eclesial, a la caridad estatal. Y esa caridad
estatal es lo que nosotros hoy entenderíamos como un principio de beneficencia, que es
causar un bien. No es dar una limosna, sino hacer un bien. Y hay que ver cuál es ese bien y
que tenemos que hacer.

Para Luis Vives esta beneficencia y esta caridad estatal tiene que ser una
corresponsabilidad tanto de los ciudadanos particulares como del Estado. De los
ciudadanos particulares en cuanto cristianos, que también deben de seguir siendo
caritativos. Y vamos a ver en qué consiste esa caridad individual. Y al mismo tiempo tiene
que ser una respuesta estatal. Por eso se habla de corresponsabilidad tanto del estado
como del ciudadano.

El Estado cristiano tiene que ser capaz de desarrollar políticas que pongan en práctica esta
caridad. Y además, en ese ejercicio de la caridad lo que vamos a tener es la dignificación
cívica del cristiano. Es la transformación de una virtud teologal en una virtud política, en
virtus.

Todo esto es para ir algo más que es encontrar soluciones que me ayuden a resolver un
problema que estoy teniendo. Hay una corresponsabilidad, una relación entre el que es
pobre y el que no lo es. Resuena mucho a Levinas.

¿Cómo se lleva a cabo todo esto? Es muy práctico. Primero vamos a hacer un registro de
pobres no tanto con la finalidad de saber cuántos pobres hay, sino de saber quiénes son
los verdaderos pobres. Porque a los que no son verdaderos pobres hay que ponerles las
pilas y no hay que darles ningún tipo de ayuda. Que se busquen la vida.

Una vez que yo tenga ese registro de los pobres y tenga identificados a los verdaderos
pobres en sentido amplio de pobre, el objetivo es que el pobre deje de ser pobre. Y para
que el pobre deje de ser pobre, la solución no es dar una limosna, sino que de lo que se
trata es de reintegrar al pobre, de darle los mecanismos y los instrumentos necesarios
para que el pobre pueda dejar de ser pobre por sí mismo.
Hay que reintegrar y reeducar al pobre para adaptarlo e integrarlo en la sociedad. Y ahí
empiezan desde las iniciativas particulares, desde esa caridad a nivel individual que se va
a convertir una actitud política. Es decir, si yo soy el maestro artesano, yo tengo un gremio,
a una persona que está lisiada, que le falta un brazo, que le falta una mano, quizás no pueda
hacer un trabajo determinado, pero le puedo otorgar otro y puedo intentar reintegrarlo. O a
las personas mayores, que a lo mejor ya no tienen la fuerza física para desarrollar ciertos
trabajos, pero que siguen estando capacitados para ayudar en otros trabajos. Entonces hay
una propuesta de reorganización de los gremios, a la cooperación ciudadana, a la ayuda y al
compromiso. Pero más allá de eso, hay también toda una serie de medidas estatales y ahí
empiezan a desarrollarse cosas muy interesantes, como por ejemplo los primeros
orfanatos. Lo que van a ser los proyectos piloto de lo que luego serán los orfanatos, que es
la idea de tener un lugar en el que acoges a los niños huérfanos, los cuidas, los alimentas y
les enseñas. Les enseñas y les educas para que se puedan reintegrar en los diferentes
gremios y puedan pasar a ser ciudadanos plenamente, frente a esos niños que vivían en la
calle desde que eran niños y a lo único a lo que estaban abocados era a mendigar o a robar.

Hay también una especial sensibilidad de Luis Vives hacia la reintegración en la sociedad
del discapacitado.

Y hay una idea de fondo de que el trabajo dignifica que engancha mucho con lo que
veíamos el otro día del homo faber en Alberti.

Es de una actualidad brutal. El lenguaje que tiene se puede hacer un poco denso y un poco
pesado, porque tiene también la retórica y la oratoria de la época del renacimiento y está
como traducido en castellano antiguo.
Nos queda un último autor que es muy peculiar. A lo largo de la asignatura vamos a ver a
tres autores: Montaigne, Maquiavelo y Lutero, que rompen con el espíritu de la época sin
dejar de estar dentro de la época.

Son humanistas antihumanistas. Es una cosa muy extraña, pero tan significativa como
que veremos que históricamente esa va a ser finalmente la posición que cale y que
impregne. Se están sentando las bases de lo que luego va a ser el contrato social y una
concepción del ser humano bastante negativa. Concepción que es la que se va a convertir
en hegemónica y que luego va a terminar teniendo recorrido histórico.

No deja de llamar la atención que en un clima de positivismo, de optimismo, de sensación


de progreso, de luz, de amor a todo lo humano, de repente aparezcan estos personajes.

Montaigne no es un autor que en el momento tenga demasiada repercusión, aunque sí que


va a ver conexión con Maquiavelo y con Lutero, pero es un autor que va a ser recuperado
desde el romanticismo de una forma brutal. Los románticos van a volver a Montaigne de
una forma tremenda. Y además se suele ver en Montaigne, el inicio de dos corrientes
filosóficas. Por un lado, del existencialismo y por otro, del vitalismo, del nihilismo
vitalista de Nietzsche.

Y efectivamente hay algunas nociones que están muy cerca del eterno retorno. El paso lo
dará Nietzsche a quien no hay que quitarle sus méritos, pero Montaigne está muy cerca. No
es casualidad que Nietzsche será un gran lector de Montaigne.

Montaigne recupera el escepticismo y parte de una concepción muy desencantada del ser
humano.
Pero luego, al mismo tiempo, se inserta en el humanismo y se sigue considerando que
Montaigne es un humanista porque por una parte tenemos una recuperación de esa otra
corriente que se había quedado como desarticulada que es el estoicismo. Y por otra parte,
porque también sigue haciendo uso de los recursos de la época. Pasará lo mismo con
Lutero que resulta extraño también por lo contradictorio que resulta.

El caso es que el escepticismo de Montaigne en realidad es la ironía llevada a su máxima


expresión. Pero cuando llevas la ironía a su máxima expresión, la ironía deja de ser ironía y
acaba en el escepticismo y en el desencantamiento.

Ese desencantamiento al mismo tiempo también forma parte de la filosofía renacentista,


pero la filosofía renacentista de lo que se ha desencantado es de la metafísica y de la
teología, y también en parte de la epistemología que será luego recuperada por la filosofía
moderna como subjetivismo.

Pero Montaigne no sólo se desencanta de la metafísica, de la lógica, de la epistemología,


sino que lo hace también de la filosofía práctica. Esto es la nota discordante en un momento
en el que todo el mundo está apostando por esa filosofía práctica y por esa reflexión en
torno a la ética, en torno a la vistus, en torno a la virtud cívica, en torno a la actuación
política, la corresponsabilidad.

Montaigne no confía en el ser humano, no espera nada. Esa es la imagen del desencantado,
no el de Max Weber, sino el que no espera nada. Pero llega un momento en el que de tan
poco que no espera y de ese no esperar nada, pues lo acepta todo y dice que sí a todo. Y
entonces entronca con una línea que es vitalista. Una cosa muy extraña.
Bases escépticas son que nuestros sentidos no son fuentes de certeza, que los hombres
no se ponen de acuerdo en ninguna cosa. Que constantemente se están moviendo entre
sistemas incoherentes y contradictorios. Y finalmente, la idea de que las leyes morales
y sociales en torno a la que está toda la reflexión de la filosofía práctica (ética y política) no
son universales. Esto no sería Montaigne sino el escepticismo como tal.

Y esto nos lleva a un desencanto humanista, a una suspensión de juicio. Pero al mismo
tiempo esto va a tener una vertiente positiva porque cuando uno es escéptico y lleva el
escepticismo hasta las últimas consecuencias, exige una suspensión de juicio. Y la vertiente
positiva es que ahí no hay posibilidad de dogmatismo alguno. Es una suspensión de la fe,
una suspensión del juicio, una suspensión de la opinión. Lo único que queda ante esto es un
volverse sobre uno mismo (Petrarca). Pero como a ese volverse sobre uno mismo se le
añade esa desesperanza y ese no creer que haya posibilidad de hacer nada en comunidad,
en la vida práctica, el volverse a uno mismo se convierte en un ensimismarse, en un
replegarse, en un solipsismo, en una figura del místico solitario.

Esto va en contra de lo que decíamos el otro día de Alberti y Erasmo que están en contra de
la imagen del místico solitario que vive replegado sobre sí mismo.

A estas bases escépticas les vamos a añadir un fondo vitalista. Entonces va a defender que
la vida al final es un fondo de sabiduría. No se puede conocer, no sabemos nada, pero la
vida te va dando sabiduría y en esa sabiduría que te da la vida está la felicidad.

Por lo tanto, pone como lema el Carpe Diem, el vivir el momento, vivir el presente, pero
como si el presente fuese la totalidad del tiempo. Esto a veces se ha entendido mal, no es
quemar todos los cartuchos ahora como si no hubiese un mañana, sino que es más bien
vivir el presente como si este presente fuese la totalidad del tiempo. Por detrás resuena la
imagen del tiempo cíclico de los griegos. Y estamos a un paso del eterno retorno.

Entonces, ¿quién es el sabio? El sabio es el que dice sí a la vida, a todo lo que tiene la vida
y a todos los momentos de la vida. El dolor, el sufrimiento y la muerte son también parte de
la vida. La muerte es el último acto de la vida.

Por lo tanto, la filosofía lo que te da es una sabiduría práctica de aceptación. Hay aquí
una conexión muy extraña entre Schopenhauer, Nietzsche, y el Budismo, y nociones como
el deshacerse del dolor, del sufrimiento, y alcanzar lo que nosotros podríamos llamar
ataraxia, una cierta imperturbabilidad del alma.

Hay una conexión con las religiones orientales de aceptar lo que tenga que venir. Y por lo
tanto, la filosofía finalmente se convierte en el arte de aprender a morir, de desprenderse
de todo. Como un estoicismo llevado al extremo del desprendimiento.

Concluyendo, por un lado, lo que tenemos son las bases de lo que va a ser el
existencialismo, y al mismo tiempo se ve claramente ese nihilismo vitalista, ese
idealismo positivo nietzscheano.

Montaigne es una extraña figura humanista, anti humanista, igual que Maquiavelo. Pero a
Montaigne esto le va a llevar a ser un conservador, mientras que a Maquiavelo y a Lutero
esto les va a llevar a ser grandes reformadores.

También podría gustarte