Jaques-Dalcroze, pedagogo y compositor suizo, se oponía al aprendizaje
mecánico de la música. A través del movimiento corporal trabajaba la educación del oído y el desarrollo perceptivo del ritmo.
El aprendizaje se realiza en grupo, trabajando capacidades de adaptación,
imitación, reacción, integración y socialización. Se adquiere además una educación auditiva activa con la ayuda del movimiento, tomando conciencia del cuerpo y aprendiendo a improvisar corporal y musicalmente.
A través de la motricidad global se llega a la educación musical, utilizando
también materiales auxiliares como pelotas, aros, cintas, pentagramas en el suelo, pañuelos… o pequeña percusión, como panderos, claves, crótalos etc.
Diseñó una metodología de enseñanza de la música basada en el movimiento y el
ritmo, cuestiones que hasta la fecha no se tenían en cuenta. Empezó a utilizarlo en el conservatorio de Ginebra y, debido a su éxito, el método Dalcroze continúa aplicándose en la actualidad.
Las características más destacadas de este método son:
Se basa en el aprendizaje de la rítmica.
Se aleja de la enseñanza tradicional de la música, buscando el aprendizaje mediante la experimentación del movimiento. Las sesiones se establecen con una duración mínima de 30 minutos. Se considera que las aulas deben contar con alrededor de 15 personas. Apoyo en la actividad corporal para desarrollar el oído musical. Mediante el movimiento, se trabaja el ritmo, así como otros elementos de la música como la melodía. Mejora la orientación espacial en el alumnado. Favorece la improvisación. Establece una relación entre diferentes desplazamientos y las notas musicales, identificándolas mediante la escucha y representándolas con acciones concretas.
El método Dalcroze, tiene como base la música y como instrumento ejecutor, el
movimiento. El método Dalcroze llega a la educación musical a través de la práctica activa del alumnado, armonizando sus habilidades de conciencia y percepción, exigiendo la participación del cuerpo en el camino hacia el conocimiento musical, siendo aquel el intermediario ideal entre los sonidos y nuestro pensamiento.