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La planchada

Se cuenta que un día, una chica llamada Eulalia entró a formar parte del personal
de enfermería en el hospital. Era una chica de buena presencia, muy limpia, con
una actitud amable y educada que demostró gran profesionalismo y diligencia y se
ganó rápidamente el aprecio de los médicos. Su vida era realmente tranquila, todo
su tiempo se dividía entre las labores en el hospital y las atenciones hacia su
familia. Sin embargo, un día todo cambió…

Llegó al hospital el Dr. Joaquín y todas las enfermeras fueron a conocerlo pero
Eulalia se quedó atendiendo a un paciente y un día la convocaron para que lo
ayudase con la extracción de una bala en la pierna de un paciente. Entonces
Eulalia quedó prendada del Dr. Joaquín al punto de que sus manos temblaban
ligeramente cuando le pasaba los instrumentos. Pasados algunos meses ella
consiguió su propósito y el Dr. Joaquín aceptó ser su novio. Sin embargo, Joaquín
no parecía amarla y se escuchaba que coqueteaba con otras chicas a espaldas de
ella.

Tras poco más de un año de noviazgo, Eulalia se sorprendió cuando cierto día
Joaquín le propuso matrimonio, a lo cual ella accedió. Sin embargo era necesario
esperar para la boda, ya que antes Joaquín debía irse a un seminario de 15 días
en otra ciudad. Antes de irse él le pidió que le planchara un traje y luego se
despidió entre abrazos y besos. Un día un enfermero le declaró su amor y le pidió
que le acompañara a una fiesta como su pareja de baile, pero ella se negó por su
novio, entonces el enfermero la miró y le dijo que no entendía cómo es que nadie
le había contado que Joaquín se había ido a un viaje de luna de miel con su nueva
esposa. Eulalia agachó la cabeza y se fue, a la mañana siguiente comprobó que
todo era cierto.

A raíz de esto Eulalia jamás volvió a ser la misma descuidando a los enfermos
hasta el punto de que algunos murieron por sus negligencias. Pasaron los años y
un día la enfermedad cayó sobre ella, antes de morir, se arrepintió de haber sido
tan mala enfermera, falleciendo sin poder perdonarse a sí misma. Tras su muerte
en el hospital comenzaron a surgir testimonios de gente atendida por una amable
enfermera que no parecía pertenecer al personal del hospital. Una chica joven con
la ropa impecable como la llevaba Eulalia en vida. Normalmente los testimonios
eran confusos porque solía atender a los enfermos cuando dormían, se
encontraban sedados o habían sido descuidados por las otras enfermeras. Al
preguntarles a los pacientes quien les había atendido siempre daban la
descripción de una mujer rubia con cabello corto y rostro serio, que no
correspondía con el aspecto de ninguna de las enfermeras que trabajan en el
hospital.

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