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Todas las familias tenemos conflictos.

Todos los niños y niñas, sin excepción, tienen conflictos,


tanto con otras personas de su misma edad como con personas adultas, ¿o no? Pero… ¿qué es un
conflicto? Es un desacuerdo, una situación en la que parece que los intereses de una persona y los
de otra chocan, son incompatibles

Normalmente, pensamos en los conflictos como algo malo, negativo. Nos hacen sufrir, nos
agobiamos, perdemos tiempo, energía, se deterioran las relaciones, pero ¿es siempre así?

Los conflictos pueden tener una parte positiva. Son imprescindibles para aprender a relacionarse,
nos ayudan a madurar, sirven como motor de cambio, a veces ayudan a tener relaciones más
duraderas y profundas. Lo importante es saber que está en nuestra mano convertirlos en
experiencias positivas o negativas.

Los niños y niñas tienen multitud de conflictos en el día a día…

Ademá
s del tema del conflicto, es importante ser conscientes de las causas de los conflictos. Identificarlas
nos ayudará a solucionarlos, ya que, en muchas ocasiones, a pesar de sentarnos a hablar es difícil
solucionar bien los problemas si no conseguimos ver con claridad sus causas.

Según sus causas, los conflictos pueden ser:

Conflictos sobre recursos.

Los más fáciles de identificar y de solucionar. Ocurren cuando dos personas quieren la misma cosa
y no hay suficiente para todos.

Conflictos sobre necesidades psicológicas.


Los niños y niñas tienen muchas de estas necesidades: autonomía, poder, autoestima, amistad,
atención, pertenencia, lealtad, seguridad, etc. Este tipo de conflictos se suele manifestar en cosas
materiales.

Conflictos sobre valores.

Son los más difíciles de resolver ya que tienen que ver con nuestras creencias básicas sobre lo que
está bien y lo que está mal. Es difícil que cambiemos nuestra forma de pensar sobre cosas
importantes, pero a menudo el saber reconocer que cada persona ve el mundo de diferente
manera, ayuda a resolver los problemas más fácilmente.

El ciclo del conflicto

La experiencia de cada persona en las situaciones de conflicto, parece que sigue una serie de fases
que hacen que perpetuemos un ciclo. Este ciclo puede ser positivo o negativo y explica la relación
que existe entre el modo de comportarnos, de responder ante el conflicto y los resultados que
obtenemos. El ciclo se compone de los siguientes elementos o fases:

Fase 1: Actitudes y creencias. El ciclo empieza en cada persona y por nuestras actitudes y
creencias sobre el conflicto, las cuales tienen su origen en: Los mensajes que hemos recibido en la
infancia sobre los conflictos Los modelos de conducta de la familia, el profesorado y las amistades
Las actitudes y conductas vistas en los medios de comunicación. Nuestras propias experiencias con
los conflictos Todo ello afecta a la forma en que respondemos cuando ocurre un conflicto.

Fase 2: Ocurre el conflicto. En el siguiente paso del ciclo, el conflicto ocurre. El conflicto es un
proceso inevitable en toda relación, se produce en la infancia en el patio de la escuela y entre
países a nivel internacional. Es un fenómeno natural en las relaciones humanas.

Fase 3: La respuesta. La respuesta es el punto donde empezamos a actuar. Podemos empezar a


gritar, o podemos intentar hablar sobre la situación, o podemos simplemente abandonar. Con
nuestro sistema de actitudes y creencias personal, a menudo reaccionamos de la misma manera
sin importar cuál es el conflicto en cuestión. De este modo, estas reacciones nos pueden decir
mucho sobre nosotros mismos y sobre nuestros patrones en situaciones de conflicto.

Fase 4: El resultado. La respuesta que damos a un conflicto nos suele llevar al mismo resultado. el
resultado final depende, en gran medida, de la respuesta que damos. En la mayoría de los casos, el
resultado de ciclo del conflicto refuerza nuestro sistema de creencias y nos lleva a repetir el mismo
patrón.

Cambiar nuestros patrones ante el conflicto cuando el resultado es negativo es un reto. Si


queremos aprender del conflicto y obtener mejores resultados, necesitamos cuatro cosas:

1. Hacernos conscientes de las creencias y respuestas que perpetúan nuestra conducta


negativa. La reflexión es un paso vital para lograrlo. Podemos preguntarnos a nosotros
mismos: ¿cómo respondemos normalmente a las situaciones de conflicto? ¿cómo sentimos y
reaccionamos? ¿negamos que haya un conflicto? ¿peleamos intentando imponernos?
¿asumimos que no hay modo de que las cosas vayan bien? ¿qué puede ayudar a que el
conflicto se resuelva de otra manera?
2. Estar dispuestos a hacer cambios. Cambiar el patrón de nuestro ciclo del conflicto requiere
estar dispuestos a experimentar e intentar nuevos modos de acercamiento al conflicto, estar
dispuestos a examinar y quizás a cambiar parte de nuestro sistema de creencias, y tomar nota
de qué es lo que no nos sirve en las situaciones de conflicto
3. Adquirir nuevas habilidades y estrategias. Una vez que hemos tomado la decisión de que
hacer un cambio es deseable, debemos adquirir y ensayar las habilidades necesarias para
producir ese cambio (habilidades de comunicación eficaz, habilidades para manejar las
emociones en el conflicto y estrategias para lograr la colaboración de los otros, para el diálogo
y la negociación)
4. Lograr apoyo y ser coherentes. Cuando intentamos cambiar nuestro patrón ante el conflicto
estamos queriendo modificar comportamientos fuertemente arraigados. No es fácil y no
ocurre de la noche a la mañana. Necesitaremos la ayuda de otros miembros de la familia, el
apoyo y el refuerzo constantes para ser tenaces. También necesitamos perdonarnos a
nosotros mismos cuando cometemos errores, nadie es infalible.

La respuesta: estilos de resolución de conflictos

Estilo 1: La confrontación (la pelea).

 Algunos comportamientos propios de la confrontación son:


 Interrumpir a los demás cuando hablan.
 Mentir y ocultar información.
 No escuchar.
 Gritar.
 Ordenar, amenazar y criticar a la persona.
 Actuar de un modo irónico o sarcástico.
 Usar cualquier otro tipo de comportamiento violento.

Estilo 2: La evitación (la huida del problema).

1. Algunos comportamientos propios de la evitación son:

 Quitar importancia al problema.


 Callar.
 Cambiar de tema.
 Alejarse físicamente.
 Decir que no pasa nada.
 Reprimir nuestra opinión y la expresión de sentimientos.
 Permitir que la otra persona se imponga y que nuestros intereses no sean tenidos en
cuenta.

Estilo 3: La colaboración (la solución conjunta del problema)

 Algunos comportamientos propios de la colaboración son:


 Manifestar sentimientos, necesidades y deseos directamente.
 Escuchar de forma eficaz.
 Analizar conjuntamente los problemas.
 Tener empatía con las demás personas, ser capaces de ponernos en su lugar.
 Controlar y encauzar bien las emociones intensas.
 Alcanzar acuerdos y comprometerse en cumplirlos

La resolución colaborativa de conflictos y los niños

El aprendizaje de habilidades de resolución de conflictos implica dar protagonismo a los hijos en la


solución de los conflictos que les afectan. Las mejores soluciones provienen habitualmente de las
personas que viven el problema y son, además, más duraderas. Pero más allá del resultado, el
proceso de la solución del conflicto puede tener diversas ventajas y ser una oportunidad de
enseñar y aprender

¿Por qué es conveniente implicar a los niños y niñas en la solución de los conflictos que les
afectan?

La experiencia: si queremos que nuestros hijos e hijas aprendan a dialogar y resolver conflictos
tenemos que darles la oportunidad de experimentar y practicar. La solución de conflictos se
aprende exclusivamente haciendo. Cada pequeño desacuerdo es una ocasión para el aprendizaje.

Las opciones: las personas, mediante la práctica, interiorizan el diálogo y la negociación como
primera opción y método habitual de resolución de conflictos. Esto supone descartar la opción de
la evitación y de la confrontación

El protagonismo: fomentamos la responsabilización de los niños y niñas en los problemas


cotidianos, cuando la persona en la solución del problema se siente más comprometido y aprende
a hacerse responsable.

La autoestima y la autonomía: a medida que damos responsabilidades a nuestros hijos e hijas


favorecemos su autonomía, cada vez serán más capaces. Experimentar sus capacidades redunda
en su autoestima, se siente válidos y se valoran positivamente.

La convivencia y la paz: educamos en un modelo de relaciones basadas en los valores del respeto,
del diálogo y de la no violencia, educamos para la convivencia y la construcción de una cultura de
paz

Actividad en familia

Puedes hacer:

Piensa en uno de los conflictos habituales que tienes con tus hijos e hijas, uno que se repita con
cierta frecuencia.

Escribe en un papel un breve párrafo que explique los siguientes elementos del ciclo de ese
conflicto:

 el conflicto, de qué trata


 tu respuesta
 el resultado.
Contesta a las siguientes preguntas:

¿Cómo he contribuido yo a este conflicto y a su resultado?

¿Qué hubiera podido hacer de modo diferente?

¿Este ciclo es mi patrón habitual ante los conflictos?

Comparte tu conflicto y las respuestas a estas preguntas con otra persona adulta de tu familia.

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