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4º AÑO LIC.

EN PSICOPEDAGOGÍA
ORIENTACIÓN VOCACIONAL

5. LA CAJA DE HERRAMIENTAS EN ORIENTACIÓN VOCACIONAL

El propósito siempre será invitar al consultante a tomar contacto con las distintas variables implicadas en el
armado de su decisión y en la construcción de sus proyectos futuros.

En esa “caja”, el POV elige qué instrumento, qué “disparador” es más adecuado utilizar, a partir de su
escucha clínica, en cada momento del proceso.

En la actualidad son ilimitados los recursos que se pueden utilizar. Juegos, videos, fotografías, cuentos,
chistes, ensayos, y todo material que invite, convoque, estimule, provoque a que el sujeto que consulta se
enfrente al enigma de su decisión.

Hemos adoptado una modalidad que favorece la implicación del consultante en la construcción de su propio
proceso de elección. Se trata de proponerle, al finalizar cada entrevista o encuentro grupal, la realización de
alguna actividad para el encuentro siguiente.

El clásicamente denominado “encuadre del proceso” es, para nosotros, una propuesta de acuerdo inicial con
quienes nos consultan sobre algunos puntos clave: horarios, honorarios (en caso de que sea una consulta
privada), características de la propuesta en cuanto al protagonismo que le planteamos ejercer a lo largo de la
experiencia. En este sentido, el consultante debe aceptar su implicación en el proceso y considerar que algo
tiene que ver con aquello por lo que está transitando. De este modo, explicitamos que la experiencia
consistirá en explorar sobre su propia historia y en su presente como vía para afrontar este momento de
proyección hacia el futuro. También le manifestamos que será una experiencia en la que esperamos se
pueda ubicar como protagonista en la construcción de su elección. Al decirlo, lo que intentamos es que se
anime a registrar sus inquietudes, a reconocer sus expectativas e ilusiones, a atravesar sus preo cupaciones y
temores, a elaborar sus conflictos, a averiguar sobre distintas oportunidades existentes en torno al qué
hacer en nuestra sociedad actual, a identificar, seleccionar, comparar y jerarquizar alternativas diferentes
para hacer. A considerar condicionantes existentes de la vida social que le faciliten u obstaculicen la
construcción de una elección.

De nuestra parte, como profesionales, estimulamos el qué de la elección pero, al mismo tiempo, buscamos
desplazar la preocupación del qué al cómo elige. Esta operatoria se recrea en cada encuentro, cuando le
proponemos alguna actividad y en el siguiente, antes de invitarlo a compartir lo que (no) hizo y (no) trajo, le
sugerimos desplegar cómo lo hizo, qué le pasó cuando recibió la consigna y en el tiempo en el que convivió
con lo que iba a hacer.

Otro aspecto relevante del acuerdo inicial está relacionado con la participación o no de los padres en el
proceso de orientación vocacional. Allí expresamos claramente que tal cuestión queda abierta al curso de la
experiencia, sin ajuste a protocolo. Su inclusión puede llevarse a cabo por pedido de los padres, del
consultante, del propio profesional y todas las combinatorias posibles. Lo importante es que al incluirlos el
protagonista siga siendo el joven consultante. Se trata de evitar montar una escena en la que, por presencia
de los padres, quede infantilizado.

Como hemos señalado, la entrevista es el eje del proceso.

El primer contacto que establecemos se denomina preentrevista. Habitualmente es telefónica, pero puede
ocurrir por correo electrónico, WhatsApp, Facebook u otros medios de comunicación. Allí comienza el
proceso de escucha, atendiendo a lo manifiesto de los motivos que organizan el pedido de atención, pero

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también de lo que escuchamos más allá de lo que el otro dice. Por lo general lo hacen los padres de quien
será el futuro consultante. En ese momento, además de definir aspectos operativos, tales como la dirección
del consultorio, los honorarios, el día y horario para el primer encuentro, le informamos brevemente en qué
consiste nuestra modalidad de trabajo. El análisis de ese primer contacto nos permitirá comenzar a
hipotetizar acerca de la situación que lo llevó a consultar. En función de lo que escuchamos en el pedido
(explícito e implícito), el primer encuentro puede ser directamente con el joven o, en algunos casos, con los
padres.

En la primera entrevista con el consultante nos proponemos generar las condiciones para que pueda hablar
de diferentes aspectos que hacen a la problemática de elegir qué hacer. Comenzamos por preguntar sobre
los motivos de su consulta y, a partir de eso, invitamos a desplegar variados aspectos inherentes a su
situación vital. No es un interrogatorio ni una entrevista pautada con ítems y preguntas preestablecidas. Sin
embargo, es de esperar que en el primer encuentro podamos convocarlo a reconstruir momentos de su
historia básicamente relacionados con el “hacer”. Qué actividades formales (educativas, laborales), no
formales (deportivas, culturales, artísticas) e informales (en su tiempo libre, sin organización externa ni
obligación de otros) hizo y hace en el presente. Al hablar de estas distintas actividades nos proponemos
estimularlo a que mencione el qué (de lo que hizo y hace) pero también el cómo lo hace, y a que exprese lo
qué siente (o sintió) al hacerlo, las particularidades de dicho hacer (sostenerlo, cambiarlo, abandonarlo,
etc.). También lo invitamos a referirse a su vida familiar y social, a sus expectativas sobre el futuro, a sus
preferencias, a las ideas que ha pensado hasta aquí con respecto a qué hacer en el futuro, tanto en términos
de proyectos académicos y laborales como de cualquier otro tipo. En fin, abrimos un abanico amplio de
aspectos que pueden atravesar la problemática de elección.

En rigor, tenemos presentes estos y otros tópicos que podemos abordar en un primer encuentro, pero
dejamos fluir para que sea el propio consultante quien vaya configurando la escena. Podemos decir que la
primera entrevista es como el contenido manifiesto, y en tanto tal, habrá un contenido latente que se irá
desplegando.

Las entrevistas siguientes serán todos los encuentros que iremos realizando, cuyo objetivo es la elaboración
de la elección.

Posteriormente, luego de las entrevistas propias del desarrollo del proceso, llegamos a la última,
denominada de cierre y despedida, que instala la problemática de la separación que seguramente movilizará
a ambos implicados en el proceso clínico, consultante y POV.

Desde nuestra perspectiva, el último encuentro de un proceso de orientación vocacional es, antes que nada,
un momento de despedida. Un espacio para recapitular lo vivido, para reconstruir el proceso, para
“abrochar” lo trabajado. No es momento de seguir abriendo sino de ligar lo que se fue armando,
desarmando y rearmando en la experiencia compartida.

Si algo tiene de devolución es, precisamente, el acto material de devolverle al consultante su propia carpeta,
con todas las producciones que fue realizando en el proceso.

A modo de despedida, podemos invitar al consultante a responder una pregunta al estilo de: “¿Cómo
llegaste y cómo te vas de este proceso?”. A partir de sus expresiones podemos manifestar algunas de
nuestras impresiones sobre la experiencia compartida.

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Insistimos, resultaría prudente de parte del POV que lo que diga en ese momento, recupere aspectos que
fueron surgiendo y trabajando a lo largo del proceso.

TÉCNICAS POSIBLES EN EL DESARROLLO DEL PROCESO

Las técnicas son los recursos que utilizamos para invitar al consultante a conectarse con las variadas
dimensiones de la problemática de elección.

En una clínica como la que venimos proponiendo puede concebirse –incluso– un proceso sin técnicas o con
muy pocas. Es decir, volvemos a pensar en términos de caja de herramientas. Las técnicas son entonces
instrumentos que ayudan a dinamizar el proceso de acompañamiento del sujeto en su búsqueda vocacional.

A continuación describiremos brevemente diez técnicas –entre múltiples posibilidades– que pueden operar
como mediadoras para lograr lo que venimos proponiendo.

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