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Bitácora fotográfica #4

Estudiante: David Ramírez Loaiza

Este texto de Preciado (2008) me resultó muy entretenida e interesante, pues me


hizo reflexionar bastante sobre el control político que puede ser impuesto sobre
una sustancia que, a priori, uno creería que no traspasa el ámbito de lo biológico
como lo puede ser el estrógeno, la progesterona y la testosterona.

De esta manera, para realizar la presente bitácora fotográfica sobre este tema
hallo de particular relevancia la siguiente afirmación de Preciado (2008):

Durante el siglo XX, es cierto, la investigación hormonal está marcada por


un desequilibrio político: mientras que el interés por los testículos y las
hormonas masculinas está dirigido a virilizar y sexualizar a los hombres,
asociándose desde el principio la testosterona a la juventud, la fuerza, el
deseo sexual, el vigor y la energía vital; los proyectos de investigación de
las hormonas consideradas como femeninas buscan controlar la sexualidad
de las mujeres y su capacidad de reproducción (p. 127).

Así pues, yo realmente considero que sí existe una relación entre las hormonas y
la sexualidad humana, tanto a nivel de estímulos fisiológicos como a nivel de
orientación sexual, pues somos cuerpos físicos (incluyendo nuestro psiquismo),
sin embargo, no considero que, porque estemos atravesados por la biología
estemos, asimismo, desligados de la naturaleza compleja del ser humano, por lo
que nuestra sexualidad no debería estar absolutamente supeditada a un rígido
esquema de “hormonas femeninas” y “hormonas masculinas”.

De esta forma, es realmente indignante observar como en nuestra realidad se han


aprovechado del discurso conservador de los roles de géneros para jugar a gusto
con las hormonas de los seres humanos, sobre todo con las mujeres. Por eso le
tomé una foto a las pastillas de planificación de mi novia, ya que ella tiene un ciclo
natural muy irregular, por lo que desde su adolescencia le recetaron la ingestión
de dichas píldoras, sin embargo, estos miligramos de químicos no son
simplemente una forma de control del ciclo menstrual, sino también una forma de
mantener la libertad de las mujeres en el aspecto sexual “al margen”, ya que,
según me ha comentado ella, las píldoras la hacen sentir como artificialmente
desganada en el ámbito sexual, como si el tratamiento estuviese hecho, más que
para el simple control del ciclo menstrual, para prevenir el disfrute de la libre
sexualidad de las mujeres.

Asimismo, siguiendo la lógica planteada en la cita destacada de Preciado (2008),


este discurso de hormonas exclusivamente femeninas o masculinas está muy
presente en la cultura “fitness”, no obstante, según mi percepción, no se limita a
un discurso de lo femenino o lo masculino, sino también a lo saludable y a lo no
saludable, asociando, de esta manera, hábitos o comidas relacionadas con la
secreción de hormonas femeninas como algo no indicado si se quiere tener un
cuerpo saludable, fuerte y estético.
Es verdad que la testosterona está asociada al crecimiento muscular, sin
embargo, asociar al estrógeno y a la progesterona como algo malo para la salud
me parece un discurso severamente misógino que está, en algunas esferas de la
sociedad, muy normalizado. Es algo así como que le digan a un muchacho que
está comenzando a ir al gimnasio lo siguiente: “evite ingerir muchos productos
alimenticios lácteos porque lo hace más mujer”.

En fin, realmente es un tema que, a mi parecer, es muy complejo, porque nos


interpela a reflexionar y problematizar la sexualidad en una línea borrosa entre lo
esencialista y lo complejo, lo cual es algo que sin duda alguna debe ser discutido,
eso sí, teniendo como punto de partida el respeto y compromiso por la igualdad
humana.

Lista de referencias

Preciado, B. (2008). Testo Yonqui. Madrid: Editorial Espasa.

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