Está en la página 1de 4

Rudolph von Ihering

Nació en 1818 Aurich Alemania Hijo de un abogado, se crio en el seno


de una familia de juristas y funcionarios de justicia. Recibió una
educación de corte aristocrático. Iniciado pronto en la lectura, muy
temprano orientó sus gustos hacia la historia y el mundo del derecho.
Rudolph von Ihering estudió jurisprudencia en las universidades de
Heidelberg, Munich, Gotinga y Berlín, donde se doctoró en 1842. En
1843 fue profesor de derecho romano. Su gran obra Disertaciones de
derecho romano (1844) le llevo a la fama.
Ingresó en 1852 a la universidad de Giessen y ejerció como docente e
investigador durante 16 años; en esa etapa publicó su obra más
famosa, El espíritu del derecho romano en las diversas fases de su
desarrollo. En 1858 publicó el segundo volumen de su gran obra
e inició en 1857, junto con Gerber, la publicación del periódico Anales
para la dogmática del actual derecho romano privado y alemán, llego a
ser el órgano más ilustre de la doctrina alemana del derecho privado y
permanece hasta nuestros días
En 1872 se retira del profesorado y fue a la ciudad de Gotinga Alemania
allí escribió su obra principal, la lucha por el derecho.
Más tarde, en 1877, publica el primer volumen de El fin en el derecho,
que sería el comienzo de una extensa obra de dos partes y cuatro
volúmenes, en la que quedará reflejada otra de las grandes aportaciones
de Ihering a la ciencia jurídica.
Rudolph von Ihering fue un genial investigador del fenómeno jurídico,
un escritor de incomparable talento estilístico y un vigoroso polemista.
Inclinado por su formación cultural y el temperamento de su espíritu a
estudiar del derecho no sólo el aspecto formal sino también las
premisas y las influencias históricas, morales y económicas, dedicó en
sus obras un gran espacio a las investigaciones histórico-sociológicas o
sociológico-filosóficas. De esta suerte llegó a convertirse en antagonista
de Savigny, de cuya escuela, sin embargo, había salido, y opuso a la
concepción del desarrollo espontáneo del derecho por obra del espíritu
popular la de la elaboración racional impuesta por las condiciones
económicas y sociales. Sin embargo, más bien que a las teorías sobre la
esencia y el fundamento del derecho, la fama de Ihering se halla
vinculada a sus reconstituciones históricas y a la sagacidad de sus
estudios sobre el derecho positivo.

La Lucha por el Derecho

En el primer capítulo Ihering hace un esquema partiendo del principio


conforme al cual se entiende el derecho como una idea práctica,
haciendo un desglose de medios y fines como dos cuestiones que deben
tener un tratamiento distinto. El fin indica el propósito que se espera y
el medio se reduce a la lucha. La paz es el término del derecho y la
lucha el medio para alcanzarlo. De inmediato advierte que seguramente
se levantará una objeción a su punto de vista porque el derecho se
propone evitar la discordia y la lucha no es otra cosa que su
antagonismo. Sin embargo, no estima que tal objeción pueda sostenerse
de cara a la historia del propio derecho. Tal vez sería admisible si fuera
la lucha de la injusticia contra el derecho, pero no de la lucha del
derecho contra la injusticia. Todo derecho siempre ha sido adquirido
por la lucha en su opinión y agrega que el derecho no es una idea lógica
sino una idea de fuerza.

El mejor ejemplo es la imagen romana del derecho donde la justicia con


una venda en los ojos sostiene con una mano la balanza y con la otra la
espada. La espada sin la balanza es la fuerza bruta, la balanza sin la
espada es el derecho en su impotencia. Otro ejemplo se perfila para el
autor como una adecuada ilustración de sus opiniones: la propiedad
que para él es la adquisición por el trabajo de lo que este produce y
permite al que lo realiza su goce. El goce se manifiesta en la paz, pero
es el resultado de la adquisición en el que el trabajo no es más una
forma de lucha. También el doble sentido del derecho opera en dirección
a sus ideas: la regla o prescripción abstracta solo encuentra su
realización en el precipitado de las pretensiones concretas de los sujetos
que al perseguir y hacer valer sus prerrogativas no hacen otra cosa que
luchar por su derecho. Esto lleva a Ihering a criticar a Savigny y a
Puchta que enseñan que el derecho, como el lenguaje se desenvuelve
espontáneamente y no requiere de nuestra parte más una pasiva
adaptación que luego la ciencia se ocupa de explicar. Sin embargo, las
reglas de derecho no presentan ese rasgo pacífico, sino que se imponen
y por lo general cuando se modifican atacan los intereses establecidos y
lesionan profundamente los derechos existentes. Esta es la evidencia
que surge del derecho romano que ha sido por siglos el paradigma
racional de todo derecho. El ejemplo de Ihering es sumario: la abolición
de la esclavitud y de la servidumbre, la libre disposición de la propiedad
territorial, la libertad de industria y la libertad de conciencia no han
sido alcanzadas sino después de una lucha de las más vivas que, con
frecuencia, han durado siglos. La crítica a Savigny y a toda la escuela
histórica pone el acento en esta sujeción que considera pasivamente al
derecho emergiendo de la persuasión popular. Al contrario, para Ihering
el derecho es siempre el producto de la lucha y esta no es un castigo
sino una bendición porque gracias a ella es posible alcanzar sus
aspiraciones y sostener la idea de justicia.
 

En el capítulo segundo aborda el tema del interés en la lucha por el


derecho donde destaca la doble faz que alimenta el antagonismo de las
pretensiones encontradas que hacen posible la pervivencia del derecho:
el deber del individuo consigo mismo y el deber recíproco con la
sociedad para sostener la existencia moral del derecho. En esa dirección
dice Ihering: cuando un individuo es lesionado en su derecho, se hace
irremisiblemente esta consideración, nacida de la cuestión que en su
conciencia se plantea, y que él puede resolver según le parezca: si debe
resistir al adversario o si debe ceder. Cualquiera que sea la solución,
deberá hacer siempre un sacrificio; o bien ha de sacrificar el derecho a la
paz o la paz al derecho. La cuestión presentada en estos términos, parece
limitarse a saber cuál de ambos sacrificios es menos oneroso.

El capítulo tercero examina la lucha por el derecho en la esfera


individual, destaca en primer lugar el rasgo de afirmación de la ley que
está implícito en la defensa del propio derecho que se diferencia cuando
el que ejecuta su protección se enfrenta a un agresor desconsiderado
como un bandido del todo diferente a aquel que actúa de buena fe y
frente al cual se puede optar por la reacción o la omisión que no hace
más que ratificar el abandono del propio derecho. Utiliza los ejemplos
del campesino, del soldado y del comerciante para mostrar la diversidad
de sentimientos que impulsan de manera desigual la lucha por el
derecho. Esta diversidad sentimientos tiene además un rasgo asociado
a la nacionalidad y en ese caso ejemplifica la determinación más
notable de afirmación del derecho como lucha en el caso del inglés que
no resigna sus pretensiones. Concluye esta sección señalando que la
defensa del derecho no es más que un acto de autoconservación y por
consiguiente un deber para consigo mismo.

En el capítulo cuarto examina Ihering la lucha por el derecho en la


esfera social poniendo el acento en la diferencia entre el derecho
abstracto, el derecho como regla o derecho objetivo, que nunca alcanza
a conservarse sino por medio de la acción subjetiva que tiene una
ilustración ejemplar en las acciones populares del Derecho Romano,
luego progresivamente abandonadas en los derechos intermedios que
preceden al estado actual de la época en la que Ihering escribe y que
luego va a examinar sumariamente en el último capítulo. Pone aquí dos
ejemplos tomados de la literatura que, a su criterio, expresan mejor que
cualquier otro registro esa inevitable lucha por el derecho. El primero es
el caso del Mercader de Venecia de Shakespeare y luego la novela de E.
Kleist que relata las injusticias sufridas por Miguel Kholhaas y en las
que se muestra que la injusticia individual en tanto negación de un
derecho que revoca el alcance de la regla no es más que una revocación
genérica que afecta a todo el orden jurídico. 

Finalmente, en el capítulo quinto examina la situación contemporánea


en Alemania donde todavía imperaba el Derecho Romano como fuente y
plataforma para la resolución de los problemas. Parte de un examen de
la evolución del Derecho Romano en tres etapas: en la primera, que
corresponde al derecho primitivo el sentimiento del derecho es de una
violencia desmedida; la segunda etapa, de moderación, que denomina
derecho intermedio que, a su vez, abre la puerta a un debilitado y
enervado derecho de fines del Imperio que se consuma en la época de
Justiniano, derecho que como tal han heredado los pueblos germanos y
en el que tiende a imponerse la explicación erudita que ya no permite
aprovechar su mejor impronta. Para recuperarla Ihering ofrece estas
reflexiones con la esperanza de que se advierta que el derecho y la
sabiduría solo se alcanza cuando se la busca con arduo esfuerzo.     

También podría gustarte