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CORRUPCION Y ELECCIONES

06/01/11 | Publicado por: slopez | Categoría Artículos Periodísticos

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Sinesio López Jimémez


Generalmente la falta del sentido ético de la política va acompañada de una alta dosis de
cinismo. Durante sus dos períodos de gobierno Castañeda ha utilizado los fondos
públicos del municipio para organizar la plataforma política de su candidatura
presidencial. El contrato municipal con los Hospitales de Solidaridad que llevan el
mismo nombre de su partido, el financiamiento de sus cuadros partidarios con fondos
municipales, la colocación de enormes y costosos paneles con los colores de Solidaridad
Nacional y con su propio nombre y la exigencia de que se mantengan el nombre de esos
hospitales y los paneles (para que el municipio limeño le siga haciendo propaganda)
constituyen no sólo una clara violación de la ética pública sino también la pérdida del
más elemental sentido de decencia política. Caretas debiera distinguirlo con su
condecoración semanal.
Si a todo esto se añade el escándalo de Comunicore, las graves denuncias de
sobrevaluación del Metropolitano y la compra-venta de acceso a las candidaturas, la
imagen de Castañeda resulta seriamente dañada y sus aspiraciones presidenciales
pueden quedar a medio camino. Lo que más llama la atención es que Castañeda cree
que el uso de los fondos públicos para apoyar su candidatura presidencial es normal
(cuando se hace obra) y que, ante investigaciones de la fiscalía por corrupción, él afirma
que tiene su conciencia tranquila. Quiere erigir a su conciencia privada (¡y qué
conciencia!) en el tribunal de la ética pública. Algo parecido planteó Lourdes Flores en
las recientes elecciones municipales.
Las campañas electorales son muy costosas y los candidatos requieren ingentes recursos
para tener éxito. En ese sentido, “un político pobre es un pobre político” como dijo un
alto funcionario mejicano citado por Daniel Zovatto en uno de sus estudios sobre
financiamiento de los partidos. Eso lleva a los políticos a buscar recursos de diversas
fuentes y a los Estados a limitar los desbordes que conducen a la corrupción. Los
principales temas regulables en el financiamiento de los partidos son los siguientes: el
financiamiento público, el financiamiento privado, la prohibición de ciertas fuentes de
contribución, los límites puestos a los gastos y la fiscalización y las sanciones. En el
mundo existen dos grandes tradiciones sobre estos temas. Por un lado, los países
europeos en donde el financiamiento de los partidos proviene principalmente del erario
público. Por otro, el caso norteamericano en donde diversas contribuciones privadas
financian a los partidos.
En América Latina, predomina la tesis que ve a los partidos como asociaciones privadas
que cumplen funciones públicas o de interés general y que, en esa medida, son sujetos
pasivos de financiación pública, pero la fórmula predominante es el financiamiento
mixto. Salvo Venezuela, todos autorizan la recepción de fondos públicos y privados. El
financiamiento público a los partidos puede ser directo (entrega de dinero o bonos) o
indirecto (exoneraciones tributarias, acceso a medios de comunicación, pago de franja
electoral, etc.) o mixto (directo e indirecto). La mayoría de los países de AL otorgan un
financiamiento público mixto y sólo dos países (Perú y Chile) autorizan un
financiamiento indirecto.
El financiamiento privado proviene de las siguientes fuentes: membrecía de los
afiliados, donaciones individuales, donaciones grupales (empresas, corporaciones),
créditos y actividades partidarias. La mayor parte de los países prohíben ciertas
contribuciones privadas (extranjeras, corporativas, contratistas del Estado, anónimas,
obviamente del narcotráfico) y limitan las contribuciones privadas autorizadas. Sólo
Salvador, Guatemala y Panamá no ponen ningún tipo de límites. El problema del caso
peruano es que las autoridades, comenzando por el Presidente de la República, no
cumplen las leyes referidas a los partidos ni tienen capacidad para controlar y sancionar
a los infractores de las mismas.

ETICA Y POLITICA

30/12/10 | Publicado por: slopez | Categoría Artículos Periodísticos

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Sinesio López Jiménez


Las relaciones entre la ética y la política son difíciles, pero debieran ser armoniosas. El
logro de fines buenos en la política no siempre va acompañado por medios igualmente
buenos. Esta tensión entre fines y medios en el campo de la política plantea la necesidad
de la ética, según Maquiavelo y Max Weber. Estos autores concentraron sus
observaciones en el manejo del uso de la violencia (monopolizada por el Estado en el
caso de Weber) para conseguir fines legítimos: la conquista, la expansión y la
conservación del poder. Maquiavelo aconsejaba economizar la violencia cuando no se
podía suprimirla, esto es, colocaba el valor de la vida entre los fines buenos y los
medios violentos. No es cierto, por consiguiente, que Maquiavelo haya sido
maquiavélico (negador de la ética), como pensaba Croce entre otros. Weber aconsejaba
algo parecido: la ética de responsabilidad, esto es, desplegar las políticas (de uso de la
fuerza) pensando en sus consecuencias.
La ética, sin embargo, no se plantea sólo con respecto a la política del uso de la
violencia, sino también en el manejo de las políticas públicas, esto es, las políticas
económicas y las políticas sociales. Me permito formular al respecto un conjunto de
preguntas incómodas pero necesarias que los políticos, especialmente los gobernantes y
ex-gobernantes (algunos de los cuales son candidatos), deben responder. ¿Es ético
gobernar para los ricos?, ¿las políticas económicas que favorecen abiertamente a las
grandes corporaciones son limpios actos de generosidad de los gobernantes?, ¿los
convenios de la estabilidad tributaria son gratuitos?, ¿y su terca mantención por los
diversos gobiernos es gratuita?, ¿la política del óbolo minero es gratuita?, ¿las
privatizaciones se manejaron y se manejan con transparencia?, ¿las concesiones que se
hacen a diario están libres de toda sospecha?, ¿las exoneraciones tributarias al capital en
la bolsa de valores es gratuita?. Etc. Etc.
Las preguntas aluden evidentemente a las relaciones turbias entre los políticos y los
grandes empresarios. Estos quieren hacer dinero fácil y en grande comprando a los
políticos y estos buscan enriquecerse gobernando para los ricos. En estas turbias
relaciones existe una perversa confusión entre fines y medios. Los ricos buscan lograr
sus fines legítimos de enriquecerse (así es el capitalismo) apelando a la corrupción de
los políticos y éstos dejan de lado sus fines legítimos (la búsqueda del interés general o
del bien común) para enriquecerse (como los empresarios) gobernando para éstos.
¿Pueden ser diferentes las relaciones entre políticos y grandes empresarios? Me parece
que es difícil cambiar esas relaciones porque los políticos tienden a encubrir su
corrupción en relación con los grandes empresarios con discursos grandilocuentes: el
progreso del país, el desarrollo, el empleo.
Pese a ello, es necesario que la ética rija las políticas económicas y sociales de los
gobernantes por el bien de todos. Hay varias maneras de lograrlo, pero dos son las
principales. En primer lugar, es necesario diferenciar claramente los fines (el bien
público) y los medios (lícitos) de los políticos en el manejo de las políticas públicas de
los fines de los empresarios (acumulación de la riqueza) y sus medios legítimos
(explotación de los recursos naturales y de los trabajadores respetando derechos). En
segundo lugar, es necesario fortalecer y coordinar las políticas autónomas de control
horizontal de las instituciones, de control vertical de los ciudadanos y de control social
de las organizaciones de la sociedad civil.
Además de la corrupción existe también la perversión política y social. Gobernar para
los ricos con el apoyo de los pobres es una perversión política y social que Odría y
Fujimori alcanzaron y que García envidia. El mayor acto de perversión política y social
al que ha llegado García es amenazar con un golpe de Estado si se ponen en cuestión los
intereses de los ricos.

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