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Didáctica: Aula de Literatura C I Ens Vives V
Didáctica: Aula de Literatura C I Ens Vives V
GUÍA
DIDÁCTICA
Trafalgar
Guía Didáctica
Agustín Sánchez Aguilar
Primera edición, 2002
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IMPRESO EN ESPAÑA
PRINTED IN SPAIN
Editado por VICENS VIVES, S.A. Avda. de Sarriá, 130. E-08017 Barcelona.
Impreso por LITOGRAFÍA 2003, S.L..
ÍNDICE
1 ARGUMENTO Y ESTRUCTURA
b ¿Qué pasó con don Alonso? (p. 221) ¿Y con Rosita? (pp. 221-
222) ¿Qué tarea asignó doña Francisca a Gabriel? (p. 222) Sin
embargo, ¿qué inquebrantable decisión tomó el joven? (p. 225)
䊳 Después del combate, don Alonso se entregó a una vida de oración has-
ta su muerte, Rosita se casó con Rafael y doña Francisca le ordenó a Gabriel
que se pusiera al servicio del joven matrimonio en su casa de Medina Sido-
nia. Sin embargo, el muchacho tomó la decisión de partir hacia Madrid con
la esperanza de hacer fortuna en la capital.
2 PERSONAJES
a ¿Qué dice don Alonso cada vez que se alude a la batalla de 1797?
(pp. 26-27) ¿Qué actitud adoptan sus allegados con respecto a
esa obsesión? (p. 27) Aparte su carácter monomaníaco, ¿qué com-
parte don Alonso con don Quijote? (pp. XL, 184 y 218)
䊳 Cada vez que oye hablar del combate del cabo de San Vicente, don
Alonso apunta que la escuadra española no habría sido derrotada si el co-
mandante Córdoba hubiera mandado virar a babor en lugar de a estribor.
Sus allegados siempre le dan la razón por miedo a contradecir al anciano,
12 ANÁLISIS LITERARIO
haría realidad con la invención del acorazado, razón por la que podemos de-
cir que don José María es un visionario.
3 EL COMBATE DE TRAFALGAR
h Según todos los indicios, ¿cuál fue el motivo principal por el que
Villeneuve se decidió a hacerse a la mar? (pp. 94-95)
䊳 Porque supo que Napoleón lo había destituido y que el almirante Rosily-
Mesrós viajaba hacia Cádiz con objeto de relevarlo. Para evitarse la humilla-
ción de verse desplazado de su cargo, Villeneuve decidió hacerse a la mar
antes de que llegara su sustituto.
i ¿Cómo acabó el Santa Ana la batalla el día 21? (p. 143) Sin em-
bargo, ¿qué ocurrió en el barco dos días más tarde? (pp. 173-
177) ¿Y con posterioridad? (p. 205)
䊳 El Santa Ana fue apresado por los ingleses, si bien el día 23 su tripula-
ción se rebeló contra los apresadores y volvió a izar la bandera española en
el buque, que finalmente logró arribar al puerto de Cádiz.
k ¿Con qué intención? (p. 187) ¿Qué ocurrió al final con el Rayo,
que tan importante papel desempeña en la aventura del joven
Gabriel Araceli? (pp. 194-195)
䊳 Los navíos encabezados por Gravina volvieron a la mar tras llegar a Cá-
diz para recoger a los navíos desmantelados de la flota combinada y para
rescatar a los buques prisioneros. Uno de los barcos que recibieron auxilio
fue el Rayo, que sin embargo acabó por hundirse.
l ¿Qué ocurrió con el Achille? (p. 132) ¿Cómo obró el francés Du-
manoir en el combate? (p. 214) ¿Qué fue de Villeneuve tras la
batalla? (Consulta la p. XXIX de la «Introducción» y la p. 214 de
la novela)
䊳 El Achile se incendió al ser atacado por los ingleses y acabó volando por
los aires cuando el fuego alcanzó la santabárbara. Por otro lado, a poco de
empezado el combate, el francés Dumanoir se retiró con un escuadrón de
cuatro navíos para salvarse del desastre, lo que facilitó la victoria británica.
En cuanto a Villeneuve, cayó en manos de los ingleses, pero recobró la li-
bertad en abril de 1806 merced a un intercambio de prisioneros. Entonces el
almirante partió hacia París para prestar declaración en el proceso abierto por
la derrota de Trafalgar, pero nunca llegó a su destino porque se suicidó en
un alto de su viaje.
5 TÉCNICA Y ESTILO
5.2 El narrador
5.3 El estilo
䊳 Para renovar la táctica naval de su época, John Clerk propuso que las es-
cuadras británicas se concentraran en el ataque de una parte de la flota con-
traria y empleasen todos sus navíos contra unos pocos barcos del enemigo.
Usando tal estrategia, era difícil que el adversario saliese bien librado, pues,
dada la escasa maniobrabilidad de los navíos de la época, los barcos que
quedaban fuera de combate no podían auxiliar a los bombardeados. Por otra
parte, Clerk se mostró partidario del ataque en perpendicular, que era radi-
calmente ofensivo y rompía por entero con las tácticas de combate conven-
cionales. Fuera por influencia de Clerk o fuera por propia iniciativa, Nelson
llevó tales ideas a la práctica, si bien su principal innovación fue la delega-
ción de autoridad en sus oficiales, a quienes les permitía tomar decisiones
por su cuenta siempre que causasen el mayor daño posible en el enemigo.
incluso con una bañera: una vez por semana, se la hacían llenar con
agua de lluvia calentada con una estufa portátil, lo que era un lujo
sibarítico en la época. Por otro lado, los oficiales disponían de un jar-
dín o retrete privado donde podían hacer sus necesidades a solas y
bajo techo, mientras que los marineros debían defecar en beques, es
decir, en una especie de tablones dotados de un asiento y un aguje-
ro que estaban situados a la intemperie, por lo que no ofrecían nin-
guna intimidad y dejaban a la marinería a merced de la lluvia y de
los rociones de mar. Con todo, el hombre que hallaba un beque dis-
ponible podía darse por contento, ya que en la mayoría de los bar-
cos no había más de seis para una tripulación de entre quinientas y
mil personas. Por eso muchos defecaban en cubos que después va-
ciaban en el mar, tomando siempre la precaución de hacerlo a sota-
vento, pues de lo contrario el viento se llevaría sus miserias y pondría
perdido a todo el mundo.
Por lo general, los privilegios más humillantes para los marineros
eran los de los guardiamarinas, adolescentes de familias adineradas
que se formaban en el barco para ser oficiales de la armada, apren-
diendo las técnicas de navegación y el arte de la guerra en el mar. En
cada buque solía haber entre diez y veinticinco guardiamarinas, la
mayoría de los cuales contaba de once a quince años, aunque algu-
nos podían ser más pequeños: tanto que aún se chupaban el pulgar
mientras dormían. Sin embargo, y a pesar de su juventud, los guar-
diamarinas ostentaban una autoridad completa sobre los marineros,
incluso sobre los más veteranos, quienes en muchos casos debían
someterse sin rechistar a las bofetadas de un adolescente asaltado
por delirios de grandeza. Claro que también la vida de los guarda-
marinas dejaba mucho que desear: entre ellos eran comunes las bro-
mas pesadas, así como las peleas y los robos, y sus condiciones de
vida no eran mucho mejores que las de los marineros: la mesa en
que comían, por ejemplo, servía al tiempo como banco de cirujano,
por lo que en ella no parecía fácil distinguir las manchas de salsa de
la sangre reseca.
En ocasiones, la notable distancia que mediaba entre el mundo
cómodo de los oficiales y la vida de penurias de la marinería acababa
por provocar un motín. Cuando la rebelión estaba a punto de estallar,
solían producirse accidentes premeditados: los marineros echaban a
rodar balas por la cubierta para que los oficiales resbalasen y se rom-
42 LA VIDA EN UN BARCO DE GUERRA
na estaba muy atrasada y solo había remedios para los males de es-
casa gravedad. Los médicos apenas sabían nada sobre el origen de
las enfermedades ni acerca de las causas de su transmisión, por lo
que no se tomaban ni siquiera las medidas más elementales para
atajarlas. En el barco, la humedad era constate, lo que no solo cau-
saba múltiples casos de reumatismo, sino que facilitaba las infeccio-
nes y la propagación de las enfermedades. La higiene era escasa: los
marineros carecían de jabón, rara vez podían lavarse ni lavar su ropa
y limpiaban las manchas de sus prendas remojándolas con orina. Por
otro lado, los piojos y las pulgas campaban por sus respetos por todo
el barco, facilitando con sus picaduras la transmisión de enfermeda-
des. Las bodegas de los buques estaban infestadas de ratas, e inclu-
so de cadáveres, por lo que no es de extrañar que el tifus y la peste
causaran más muertes a bordo que los combates. Lo mismo ocurría
con el escorbuto, una enfermedad endémica entre los marineros ca-
racterizada por el hundimiento de los ojos, la lividez de la piel, la
pérdida de los dientes por el reblandecimiento de las encías, un debi-
litamiento progresivo, la aparición de hemorragias internas y la aper-
tura de heridas que habían cicatrizado mucho tiempo atrás. En esta-
dos avanzados de la enfermedad, el escorbuto causaba la parálisis de
los miembros, diarreas y desmayos, aunque la muerte solo se produ-
cía cuando el mal afectaba a algún órgano vital, como el riñón o los
pulmones. En la época de Trafalgar se desconocía que la enferme-
dad derivaba de la falta de vitamina C, lo que explicaba que afectase
sobre todo a los marinos, quienes apenas comían fruta y verdura
fresca durante sus largos viajes. Con todo, en 1747 el capitán britá-
nico George Anson había observado que sus hombres no sufrían es-
corbuto y lo relacionó con el hecho de que consumieran frutas y
hortalizas con asiduidad. Desde entonces, las verduras frescas y los
limones pasaron a formar parte de la dieta de la tripulación en nu-
merosos barcos.
Gracias a su buena suerte o a su particular naturaleza, eran mu-
chos los marineros que se libraban de las enfermedades; sin embar-
go, no les convenía cantar victoria, pues más tarde o más temprano
habrían de afrontar la posibilidad de morir durante un combate. Nin-
gún marinero olvidaba que su destino era la lucha, ya que sus supe-
riores le recordaban a diario el deber de comportarse como un héroe
y la necesidad de ser diestro en el manejo de los cañones y de las ar-
LA VIDA EN UN BARCO DE GUERRA 45