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LE RAS SALVAJES

Revista de Literatura, Arte y Pensamiento de alta velocidad

Editor: Alberto Martínez-Márquez

Nueva época, número 2 enero-febrero 2011


Ilustración de portada: ―Peonza‖ de la artista alemán Hans Bellmer (c. 1937-57, Tate
Gallery, Londres)

Composición y tipografía: Alberto Martínez-Márquez


Cuidado de la edición: Alberto Martínez- Márquez

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Alberto Martínez-Márquez, Editor


Letras Salvajes
P.O. Box 250425
Aguadilla, Puerto Rico 00604-0425
COLABORADORES/AS DE ESTE NÚMERO
QUE TÚ ESTÁS A PUNTO DE LEER

 Arte
Aldo Novelli Poesía
Natascha de los santos Narrativa
 Wingston González Poesía
 El seis Narrativa & Ensayo
 Fernando Sabido Arte
 Renia Fermaint Poesía
 Héctor Zabala Narrativa

 Prosa poética &


dibujo

 Carlos Rubio Narrativa


Fernando Sabido Esta vez con Poesía


 Jules Perahim Arte
Redacción de LE RAS SALVAJES Reseñas
Tanya Torres

Song of the Magdalene: Mary Magdalene and Sara


Song of the Magdalene: Mary Magdalene of the Roses

Song of the Magdalene: Wisdom


Song of the Magdalene: Surrender

Tanya Torres Tanya Torres es una artista puertorriqueña residente en


Nueva York cuyo trabajo ha sido presentado en lugares como la
Organización de Naciones Unidas, la biblioteca
del Centro de Estudios Puertorriqueños (Hunter
College), el Museo de la Familia Dominicana del
Siglo 19 (República Dominicana) y el Museo
Porta Coeli de San Germán (Puerto Rico). Sus
obras y libros de artista son parte de colecciones
públicas y privadas en Estados Unidos y el
Caribe. Desde 2007, es artista residente en la
escuela P.S. 57 de El Barrio, Nueva York, donde
completa una serie de murales en mosaico y otra
de murales con poesía. Puede ver su trabajo y
comunicarse con ella en www.tanyatorres.com.
Aldo Novelli

YO SOY EL TIPO

Yo soy el tipo/ el bebedor de cerveza.

El que vació revólveres


en latas de cerveza
en medio del desierto.

El que se bebió las cervezas


y escribió poemas alcoholizados
en el oxidado pellejo de la arcilla.

Yo soy el tipo que atravesó el desierto


detrás de un luminoso oasis
y cuando lo alcanzó/ se encegueció de espejismos.

El que abandonó el desierto


cuando el viento desparramó poemas
con olor a cerveza
y se vino a la ciudad.

Yo soy el bebedor de cerveza


el que navegó en barcas de cristal
cuando todos reían a carcajadas
bebiendo blancas bebidas en lujosas habitaciones.

El que cantó la canción del infinito


en un bar miserable del bajo de esta ciudad/
donde los bebedores de birra
se tiran en la vereda con una bolsa en la cara
a viajar por los bordes del paraíso.

Yo soy el que se acostó con dos minas una noche


y se despertó solo y sediento
a beber una cerveza
entre bardas rojas de un desierto amarillo.

Yo soy el tipo cansado de este mundo viejo


de hipocresía y usura/
el perseguidor de una palabra luminosa
que cure las llagas de infelices y hambrientos.

Yo soy el bebedor de cerveza


el que intenta la salvación o el desesperado perdón
escribiendo sucios poemas
plagiados a otros poetastros y poetitas
en medio de esta ciudad de tristes corazones.

El poeta in-mundo peleando en este mundo


de absurdas razones para la miseria/
vate urbano o lenguaraz de baratija
esparciendo bagatela poética
a ingenuas mujercitas que lagrimean de emoción.

Yo soy el que conoce el sabor de su sangre


desde el día que nació/
y mi garganta conoce la sed
antes que el sabor de una mujer.

El que se junta con bardos y borrachos


en bares pringosos y escucha su alcohólica musa
y hace que les cree y se emociona
al menos por un rato/
el tiempo necesario para fingirme poeta
y tomarles una cerveza.

Yo soy el que vio a Dios convertido en francotirador


disparando sobre la cabeza de los creyentes
desde la azotea de un bar en medio de la ruta.

Yo soy el tipo que gritó revolución


en medio de unos cuantos hijos de puta
que honraron a la patria
silenciando la palabra de hombres y mujeres
a punta de fuego y sangre mutilada.
(perdón 30.000 voces desaparecidas).

Yo soy el tipo/ el bebedor de cerveza.

PÁJAROS EN EL DESIERTO

Este bar me gusta


tiene un aura a viejos delirios
marcas en las mesas de amores perdidos
manchas sangrientas de historias trágicas o de celos violentos
y un inconfundible olor a fritanga.
Este bar me gusta sin remedio.

Hay pájaros en el vaso de cerveza


que tengo en la mano,
están aleteando con frenesí
se golpean contra el vidrio opaco que los encierra,
me divierto mirándolos,
pero mi sed es más grande
que una manada de choiques en el desierto.
Voy a beberlos
beberá pájaros salvajes
para aliviarme
para salir a buscar mujeres pequeñas
o grandes hembras
pero locas amantes de los pájaros
mujeres agrestes que vuelan sin destino
o caminan sin tiempo.

Los pájaros siguen vivos en mi cuerpo


picotean mis vísceras
beben de mi sangre,
estos pájaros silvestres me excitan
se arremolinan en mis genitales
elevan mi sexo al cielo,
tienen la tibieza de su vulva
las alas como labios
y el aroma de su piel desnuda.

Estos pájaros hacen lo que quieren


con mis días y sus noches
pero yo sigo bebiendo
en el copetín al paso
de esta ruta que cruza la tarde
como un tajo en medio de la fría estepa,
sigo bebiendo
hasta saciarlos de alcohol
hasta emborracharlos de desolación,
mientras ellas
allá afuera
vuelan bajito esperando por mí.

ELLA A PESAR DE TODO

Ella avanza
sin descanso
ella va
atraviesa montes y llanuras
bajo soles incendiados y lunas heladas
y avanza
el poeta se detiene
afloja el ritmo
a veces se confunde
se sienta en la silla del poder
pero ella no transa
llega a la ciudad
camina por calles nocturnas
corre el último colectivo
mira la luna con una mujer ciega
habla con los mudos
juega con niños en el parque
ladra junto a un perro callejero
huele una rosa negra
y sigue
cruza las bocacalles sin mirar
la atropellan
la insultan
la quieren arrestar
pero ella sigue
entra en el alma de un suicida
y lo salva
sube a las alturas
habla con los dioses
y discute con Satanás
entra al cuerpo de un menesteroso
y bebe vino barato
se emborracha
y se droga
con los muchachos en la plaza
incendia gomas en la ruta
reclama paz y pan
pan y rosas
verdad y justicia
enfrenta la usura
al poder de los totalitarios
a torturadores y genocidas
no quiere circo
ni hueso
ni vino agrio
ella no se arrodilla
no se vende
grita sueños y libertad
hace amigos sin tiempo
compañeros entrañables
reclama lo imposible
cambia el mundo
lo destruye
y crea
un mundo nuevo
ríe y llora como un niño
como un hombre libre
como un sueño realizable
y sigue adelante
persigue utopías cabalgando unicornios
navega los siete mares de la tempestad
sobrevive
y sigue sin tiempo
para pausas tramposas
para habladurías vulgares
entra a los barriadas marginales
a los barrios abandonados a la mala del diablo
se interpone entre dos contrincantes
y le disparan a la cabeza
pero ella: la poesía
no se inmuta
solo sigue
debe llegar al final
de un camino sin fin
debe llegar a destino
a la salvación de todo hombre y mujer
debe llegar al amor fundamental.

LOS REYES MAGOS SON CHINOS

a Alberto Carlos “Gary” Vila Ortiz

otro día insufrible


el laburo siempre la misma mierda
y esta casa vacía
los fantasmas de siempre corriendo
por las habitaciones
me sirvo otro whisky
el último
la botella quedó vacía
prendo la PC
voy a verla nuevamente
es mi amante secreta
he visto este video mudo cientos de veces
pero me habla a mí, estoy seguro
ah! Mónica, Mónica Bellucci
solo yo te amo de esta forma
si solo pudiera decírtelo
enviarte mis poemas que hablan del hambre
de un mundo desquiciado
pero en realidad son para vos
siempre hablaron de vos
tal vez alguien sepa en la red tu mail
podría lanzar un grito de auxilio…

basta, esto es inútil


apago la máquina
miro el reloj
5 de enero, noche de reyes
que carajo!
los reyes no existen, nunca exisitieron
pero yo sigo creyendo en ellos
como cuando tenía 7 años
hasta que lo supe
casi muero
nunca más le hablé a mi vieja desde ese día
nunca como antes
nunca después de abandonarme en la oscuridad
mi vieja mentía
era una más, una persona.

estoy medio borracho


me voy a acostar
dejo los zapatos junto a la puerta de entrada
quiero creer en las viejas utopías socialistas
cierro los ojos sin dormirme
espero verlos finalmente.

me despierta una conversación soterrada


Melchor le dice a Gaspar
―acá que era? el libro o la mujer inflable?‖
―vos tenías que encagarte de la lista le grita por lo bajo a
Baltasar‖
estaba estupefacto
afuera se oía el bufido de las bestias
―vamos vamos que se nos hace tarde‖ dijo alguno.

me levanté de un salto
caminé despacio hasta la sala
sobre los zapatos había una gran caja
tenía escrito algunos símbolos incomprensibles
abajo a la derecha se leía ―Made in Taiwan‖.

nunca perdí la esperanza


Mónica Bellucci sería mía.

Aldo Novelli Poeta, cuentista, ensayista, inquisidor del alma humana y


habitante de bares nocturnos. Nació en la ciudad de Neuquén, Argentina,
en una madrugada de juerga y carnaval.
Vivió hasta los 13 años en Challacó, un
campamento petrolero en medio del
desierto patagónico, hoy un caserío
fantasma y luego vagó por el país hasta
retornar al terruño, la ciudad de las
manzanas prohibidas enclavada en el
valle de las quimeras, donde reside
actualmente. Ha publicado: La noche
del hastío (2003); Agonistas del fin del
mundo (2005); Desierto (2007); Mínimo
mundo (2008); Estúpidos mirones de
televisión (2009); y Archibaldo, el gran
exhibicionista (2009).
Nathacha de los Santos

NOSOTROS CON ELLOS

Hace algún tiempo nos mudamos a esta peculiar comunidad donde


cada vecino es especial. Estamos locos por irnos, pero por falta de dinero
no podemos. Hay dos pequeños edificios con apartamentos de una y dos
habitaciones. En el apartamento A3 vive Pedro, un ex policía de sesenta y
pico años. Apenas puede caminar, y la poca fuerza que le queda la
empieza a gastar los fines de semana a las seis de la tarde, que sale a un
bar cercano y no regresa hasta tarde en la noche, haciendo el mayor
esfuerzo por no chocar contra su puerta. Se viste con la moda de los
setenta: tiñe su pelo color rojizo, siempre anda acicalado con guayaberas,
pantalón de hilo y zapatos de cuero blanco. Ha tenido tres accidentes
automovilísticos por conducir ebrio y todos han sido ―pérdida total‖,
aunque él siempre ha salido ileso. Nos saluda a diario con un ―buenos
días amigos‖, y en varias ocasiones, nos ha dejado notitas cordiales para
que movamos nuestro auto cuando bloqueamos su entrada.

En el apartamento que queda en la esquina vive Angelius Samuel,


pensionado, mejor conocido como Samy. Aunque aparenta más edad,
tiene cincuenta y cuatro años. Su esposa está internada en un centro de
rehabilitación para adictos de droga desde hace catorce meses y en los
últimos cuatro, se ha escapado por lo menos en tres ocasiones. Durante
las mismas, no pierde la oportunidad usar droga. Una vez la vimos
(frente al apartamento de Samy) inclinarse hacia delante, como si fuera a
tomar algo del suelo, con un movimiento sumamente lento y dócil, con la
cabeza hacia abajo, colgante, mientras se balanceaba, casi dormida,
parecía que se iba a caer, pero despertaba y volvía a lo mismo. Así estuvo
por varios minutos.

En el segundo piso del edificio B vive Tania, La Prieta. Su puerta


es un entra y sale de gente de toda clase. Ella vende todo tipo de drogas,
pero su principal ingreso es por cocaína, perico, que pone a la gente como
el papagayo y les dilata las pupilas.
También tenemos a María, una señora con varias adicciones, entre
ellas, el alcohol. Hace poco nos contó que está pasando por una
depresión ya que el Departamento de Servicios Sociales le quitó a su
hijo.

Además de los ya mencionados, aquí vive una pareja de


homosexuales y una bailarina de un club de caballeros, pero estos no
vienen al caso de este asunto.

El alboroto en esta vecindad es inaguantable, especialmente los


fines de semana cuando toca una orquesta en vivo en el negocio que
queda en la esquina, Aquí me quedo, y la calle se inunda de alcohólicos
sucios y desaliñados. Esas son las noches que a Tania se le acaba su
mercancía.

Hoy es sábado. Las Chicas del Swing están tocando en Aquí me


quedo. No tenemos que ir hasta allá, la música se oye a la perfección.
Samy está recostado de su auto, bebiendo ron con jugo de toronja. Le
acompañan un flaco que lo frecuenta los fines de semana en sus intensas
tertulias y Tania, quien está de pie, recibiendo y despachando clientes.
Por el otro lado, se encuentra María: baila al ritmo del merengue y parece
que, desde allá abajo, intenta decirnos algo pero no se le entiende nada.
Creemos que es porque le faltan dos de sus dientes principales o su
borrachera es tanta que ya está gagueando. Nosotros observamos todo
esto desde el balcón mientras nos damos unas copitas de vino barato. A
esta hora es imposible dormir. El volumen de la música continúa
altísimo. La calle ya está asquerosa por culpa de la gente obscena, sucia,
desconsiderada. No vemos la hora en que nos larguemos de aquí.

***

Ya es tarde. Tania se retira luego de su fuerte jornada. La orquesta


se fue, pero escuchamos a María, gritando.

–¡Samy! Acho Samy, no siento la lengua. Esto que me dio La Prieta


está bueno.
–Tú sabes que lo que tiene La Prieta siempre está bueno –contesta
Samy con su usual voz grave y ronca.
–¡Qué si bueno! Me tiene toa jodía, pero que se jooodaaaaa.
¿Tienes cigarrillos?

–Mama, tú sabes que yo lo único que fumo es pasto.

–Y El Flaco, ¿tiene?

–Flaco. ¡Flaco! Toma, date uno pa’ que despiertes –dice Samy
dirigiéndose al flaco y extendiéndole su mano con la bolsilla.

Ellos no saben que nosotros los vemos a través de la ventana

Se acerca Pedro, con una sonrisa de oreja a oreja y con un pasito


como si modelara su figura. Se dirige al trío y dice:

–Buenaaas noooches amigos. Por favor, jip, bajen la voz, jip, ya es


tarde y me voy a acostar.

–Y a este, ¿qué le pasa? Vete mijo, vete pal carajo, pa’ allá, pa’ tu
casa –le contesta María.

–No se apure, vaya tranquilo. Aguántese bien, no se vaya a caer,


que aquí nadie lo va a llevar al hospital a esta hora –le dice El Flaco
mientras lo aguanta por el brazo, en el intento de ayudarlo a caminar.

–Vete a la mierda. Yo essstoooy bien. Lo que voy a hacer es llamar a


la policía, jip, pa’ que se los lleven a to’ justedes, por tecatos que son –
replica Pedro, empujando al Flaco y señalándolos con su dedo índice.

El Flaco se para derecho y le da tremendo empujón a Pedro que


hace que se arrastre por el suelo lleno de piedritas pequeñas. Lo patea y
le dice:

–¡Llama! Dale, llama. Pato cabrón. Párate, dale, llama a la policía.


Tú y Pedro Toledo me maman el bicho a mí. ¿Oíste? Tú me mamas el
bicho a mí, cabrón. Y vete de aquí, porque te voy a matar. Aquí no te
queremos. Cabrón.
–Perdona, perdona –le dice Pedro, mirando a Samy y a María
quienes observan como si nada estuviera pasando, como si el asunto no
fuera con ellos.

Pedro intenta levantarse, pero El Flaco se lo impide con una patada


en el estómago que le hace vomitar. En ese preciso momento, Samy
reacciona y le pide que se tranquilice. A lo que María argumenta
palabras sin sentido, lo único que se le entiende es ―para que no joda‖.
Después de la violenta revolcada Pedro logra entrar a su apartamento.

Luego de quince minutos, escuchamos como si nos tocaran la


puerta. Miramos a través de un espacio discreto de nuestra ventana y
vemos al Flaco, haciendo gran estruendo en la puerta de Pedro.

–Perdóname, deja las cosas así. Ya, lo siento –suplicaba Pedro


desde adentro.

–¿Perdóname? Ja-ja-ja, mira éste. Tú y la policía entera me maman


los huevos a mí. Te lo dije, de aquí te vas o te voy.

PUM. PUM. El Flaco se fue corriendo. También se fueron Samy y


María. Nosotros más que nerviosos, inquietos y excitados cerramos la
ventana lo más que se pudo y corremos a la habitación. Nos sentamos en
el piso, sudando frío. ¿Qué hacemos? ¿Llamamos a la policía? ¿Y si El
Flaco nos vio mientras mirábamos? ¿Habrá matado a Pedro?

***

Hay silencio. Ya es de día. La calle causa asco y tristeza. Las aceras


repletas de latas de cerveza, servilletas sucias y miles de colillas de
cigarrillos. Típico domingo por la mañana en esta zona. María nos
saluda con un ademán. Hace rato que se levantó. Ella limpia su hogar
temprano, cómo todos los días. Samy no ha salido y tal vez no lo haga
ya que luego de una larga noche, ―inverna‖ como él dice. Ver a Pedro y es
un alivio. Bajamos las escaleras y vemos las marcas profundas en su
puerta. Al preguntarle qué pasó nos contesta lo siguiente:
-Anoche me fui. Salí. Es que odio estar por aquí. Me doy mis
cervecitas en otro lugar por aquí cerca. Cómo ya se habrán dado cuenta,
los fines de semana esto se pone feo. La gente que va al lugar ese, Aquí
me quedo, es cafre, grosera. Tiran la basura en el piso, como si aquí no
vivieran seres humanos. Voy a tener que escribirle una carta al alcalde
pa’ que cierre el dichoso negocio ese. Y los que viven aquí no ayudan.
Claro, excluyéndolos a ustedes. Pero mira, anoche llegué tranquilo. Me
han visto, yo no me meto con nadie. Estaban Samy, María y Filiberto.

–¿Quién? –le preguntamos.

-Filiberto, Fili, El Flaco amigo de Samy. Ese tipo es un vicioso,


veterano de Vietnam. Lo único que les pedí fue que bajaran la voz.
Estaban haciendo mucho ruido y era tardísimo. Se agitó. Miren, ¡miren
esta puerta! Tuve que esconderme, encerrarme en el armario. El caso es
que voy a tener que decirle al casero que me la cambie la puerta otra vez.
Pero tengan cuidao’ que ese tipo se la pasa buscando problemas. Hace
poco se enredó en pescosás’ con el muchacho que vivía ahí, dónde
ustedes viven. Lo amenazó tan fuerte que terminó mudándose. A mí, no.
Yo no le tengo miedo. Yo conozco a toda su familia. Yo llevo catorce años
viviendo aquí. Desde que hicieron ese negocio esto cambió, no es ni la
mitad de lo que era antes. Pero voy a escribirle al alcalde, pa’ver si hace
algo con esta calle. Yo de aquí no me voy, estoy viejo pa’ estar
mudándome. Además, soy una persona sola. No tengo familia. Pero
ustedes son jóvenes, piensen.

Al verlo cojear, le preguntamos si se sentía bien y nos contestó que


eran simples rasguños. Se fue con su cara empañetada, como si usara
maquillaje teatral, y su pelo rojizo perfectamente peinado hacia el lado.

***

Han pasado varios meses luego de aquel incidente. Poco ha


cambiado: María tiene novio nuevo, y sigue su pelea con el
Departamento de Servicios Sociales para que le devuelvan a su hijo; la
esposa de Samy se volvió a escapar de la clínica; Tania tiene clientes
nuevos y ha incrementado sus ventas; Pedro tuvo un accidente mientras
conducía ebrio y desbarató su carro; y El Flaco estuvo preso por unos
meses (se rumora que por robo). Nosotros hemos socializado un poco
más con ellos. Todavía pensamos en mudarnos. Mientras tanto, bajamos
los sábados en la tarde, bailamos merengue, bebemos cervezas y
fumamos cigarrillos. No podemos negar que la pasamos bien. María nos
cocina, Samy saca la mesita de dominós y jugamos, y Tania –la Prieta–
trae las bebidas. Ya nos sabemos casi todas las canciones que tocan Las
Chicas del Swing. Hemos fumado marihuana varias veces, ellos con lo
suyo y nosotros con lo nuestro. Y hasta nos hemos burlado de Pedro,
cuando llega tan borracho que no puede ni entrar a su apartamento.

En una ocasión, que no recordamos ni cómo fue, Samy nos llevó a


un lugar muy alto, casi a una nube. Una nube blanca y fría, dónde todo
era tranquilo y alegre. En cuestión de segundos sentimos hundirnos en
ella. Fue un placer exquisito, un orgasmo inalcanzable. Entonces nos tiró
y caímos más allá de la tierra. Se detuvo el tiempo. No había nada.
Nosotros éramos todo y nosotros somos todo. Esto es vida. Esto es
felicidad.

Somos tan felices aquí que necesitamos salir cuanto antes.

Nathacha de los Santos Peralta. Narradora, dramaturga, guionista y


actriz puertorriqueña. Estudió arte dramático en la Universidad de Puerto
Rico, Recinto de Río Piedras.
Actualmente cursa la Maestría en
Creación Literaria en la Universidad
del Sagrado Corazón (Santurce, Puerto
Rico). Fue co-escritora y actriz para el
programa telelvisivo para niños María
Chuzema. Es autora y directora de dos
musicales infantiles “Quiero
calabazas“ (2009) y “¿Dónde están los
ratones?” (2010). Ha sido finalista en
los certámenes de narrativa del diario
El Nuevo Día y en el certamen de
cuento corto oral del Sagrado Corazón.
Wingston González

[MATERIALISMO FECAL]

quema mis libros (sí, sí)


quémame mamá
que la queja requiere algo más que hechos
y un mar plagado de canoas
de bultos de coca
y poesía étnica

mamá
estúpidas telenovelas mexicanas
(tan lejanas de esos discos de hip hop gritando
¿no te has preguntado qué es la vida?
y nada
¿no te has preguntado qué sigue?
y nada
y todo)
se aposentan en medio de mis juguetes
marihuana y rastafaries rodeados de idiotas (ajá)
San Pedro Sacatepéquez es un signo
tan surrealista como
la vecina desnuda tras la ventana
videoclip para los que no debieron volver de New York
con Ja Rule y lentes oscuros sobre el alma/
mamá
no seas pendeja y quema mis libros
para darle gusto
a los que predijeron el silencio en nuestra lengua
para los que me arrancaron el código de barras
y no entendieron el fuego
como algo enterrado en una bahía plana
justo bajo ese buque
que cientos de ojos deliraron indiferentes
HAHARI WAGÜBÜRIGU [algo así como el espíritu
de nuestros padres]

Expongo mi palma a la niebla


y saludo por los que perdieron su tiempo
soñando con naves espaciales
que les hicieran más hombres que bolígrafos

Doy por concluido lo inconsciente


para que mis actos desordenados
se pierdan ante las luces
antes
que vigente la nostalgia
alegre nuestros días guillotinados
con la tierna violencia de los muertos
la clausurada conciencia de todos mis rituales
la sagrada memoria de las cosas que no hice
y el miedo a mi propia especie
por lo obvio de su silencio
Un catedrático ebrio se me acerca y pregunta
¿es su madre feliz Wingston?
y alguien responde por mí
:no tienes madre hijo
:no tienes madre hijo de la gran puta
porque abruptos recuerdos me niegan
me marcan
con los símbolos de la ignorancia
las contraseñas patológicas
de estos malabares lingüísticos
no tan garífunas como todos quisieran

Así publico mi rencor/:


como un testamento contra todos
/contra el fuego sobretodo
/contra las palabras sobretodo
/contra el reggaetón sobre todo
/con la propia catarsis
de quienes rumian en español
los cirios negros que el mar les negó

ATRÁS DE MI CASA ESTÁN MIS VERSOS

para elisa ángel

que regresan maltrechos de la locura del mundo.

da igual la sospecha de lo fragmen/ta/do


si los cangrejos son
los testamentos de Adán
/en
una playa hambrienta
sin signos
el mundo es el mar/Elisa/
una edad obscena de los nitros
y lo obsceno un número que dice
que hay tanta poesía en tantas partes
tantos rastros de ríos que rien
(/)que el mar tarde conoció a Ulises
que antes
había repartido tanta felicidad y locura
que ya no tuvo tiempo
de frenar las fiestas mundanas y fábricas de cocaína
de guardar
esos demonios tristes y aquellos ángeles oxidados
tales cuales lejos de la ausencia.

Atrás del mundo están mis ventanas sin versos


¿y eso qué?

FLASH

A la derecha de la fuente de los cocodrilos


el niño incoloro que me habita tiene un límite:
el viento es una mujer desnuda que sabe
qué mar son estos músculos sin sangre
tenebroso aliento dúctil de tipos
así en el dolor como en la nightmare.
A la izquierda:
el fotógrafo decapitado ve
el color del niño que oye una mancha
La Mancha lejos crepita la angustia
de una mujer menstruando miedo junto al ruido:
Al centro
hay una novia, un árbol y una vaca
El árbol te toma la mano y está más vivo/
nadie le heredó complejos de Rasta man ni Arca de la alianza
a ese niño
ni patria espiritual ni camisola para ponerse en domingo
ni iglesia donde ir a sacrificar
la angustia de los que no tiene más Dios
que un mendigo que comparte su almohada.
(mantenga un rato más la pose):
Flash. Flash. Flash.
(un cocodrilo bosteza).

ENVÍO UNA LEGIÓN DE MUERTOS AL DABUYABA

claro tengo el mundo entre canoas


y un puñado de poemas de mala muerte
o cartas rosadas a mi madre refugiada
en el estrato de las cosas roídas por la defunción
olvídame y es todo/ Dabuyaba
hazte símbolo o devórame como a tantos
en la intimidad de los buyeis transfigurados
hazte uno y serás todo/ Dabuyaba
llena magos con arena en las manos
así es la verdad
un puñado de algo apretado por los dedos de cualquier hombre
así es la verdad/ Dabuyaba
una cicatriz en cada palma
de cielo vereda estrujada
factura contra lo infinito de sus nalgas rotas
Envío también lo que he dicho demás/ Livingston
envío a Darwin sin pasaporte
y un paquete de espejos deformadores:
:para las juventudes ansiosas de viejas leyendas

*
En ti vengo a ser como el ángel que ladra
o la mujer que besa
y esa burbuja lesbiana más no nocturna/
cuando hablo del mar con calcetas
para una madre disfrazada de lengua
y tanto hijo de puta caminando hacia atrás

La marea está cada vez más baja


sin embargo siento
que cada vez más me hundo

Wingston González. Nace en Livingston, Izabal, Guatemala, 1986.


Aparece en la recopilación Memorias del Ixtágel del grupo literario
Manantial de la ciudad de San Marcos y en
revistas nacionales y en Internet. Ha
publicado Los Magos del Crepúsculo [y blues
otra vez] (2005). Colabora con revistas
como www.noticiasdelvalle.com y
www.lospoetasdelcinco.cl y ha participado
en medios como Sala de Redacción, Revista
Universidad, El Pregón del Valle e Identidad
Shecana. Participó en el I Festival de
Juglares “Arquímedes Cruz” (El Salvador
2006) y en el IV Encuentro Internacional de
poesía “El Turno del Ofendido”, (El Salvador
2007).
El Seis

ESCULTURA DE SOLEDAD…

Una dama bella salió de la nada. Mientras el universo se carcajeaba


como un demente consumado. Allá a lo lejos se escuchaba una vieja
melodía de jazz negro; mientras el ejecutante lloraba sus desdichas
eternas. Un pájaro de pecho azul se deslizó suavemente sobre la rama de
un árbol enfermo, y dejó caer su cuerpo liviano… La hermosa fémina
tenía el rostro lívido, y las lágrimas caían al suelo, como, monedas de
plata. ¡Maldita vida!, exclamó la hembra dotada de una especial beldad.
Se escuchó el pecho ahí donde habita el corazón; y en lugar de los
latidos, era el réquiem de Mozart, quién la mantenía ―viva‖… Buscaba
un lugar donde dejar descansar sus huesos débiles; y hundirse en sí
misma. Nada.

La ciudad olía a puro metal ardiente. Los hombres caminaban


indiferentes como máquinas programadas: para no tener el mínimo
sentimiento de alegría o de piedad. Arriba de un viejo edificio un joven
de mirada viscosa se bebía un litro de aceite automotriz, mientras sonreía
como un idiota. Una mujer gorda y deforme estaba sobre el techo de una
casona del siglo diez y nueve, intentando suicidarse, pero no se atrevía.
En un hospital municipal se escondía todo el dolor posible; y los
lamentos eran callados, silenciados, por las pócimas de los ―brujos
inclementes‖, vestidos de blanco. Todo el entorno rechazaba la vida.

Margarita, así se llamaba la mujer encantadora, iba repitiendo en


su mente: ¡detesto la vida!, mientras aumentaba el ritmo de sus pasos de
su andar… Ella odiaba su nombre, un día lo dijo en una tertulia
alcohólica, donde sus amigas sólo lograron sonreír como autistas. Se
encontraba frente a la casa paterna; y no sabía el porqué… Recordó que
sus padres habían ya muerto hacía mucho tiempo; de tristeza y
desolación. En cuanto a sus hermanos, bien sabía, que éstos la odiaban
hasta la muerte. Un perro indescriptible, estaba tirado en la banqueta,
herido de muerte, y se escuchaba la voz del sufrimiento en su cuerpo
lanudo.

La urbe se había convertido en un nido de acero, donde albergaba


todo tipo de desconsuelo. En una cantina céntrica, donde los ciudadanos
concurren a insultarse mutuamente, el licor era magia instantánea,
pues… hacía felices a los feligreses de Dionisos. Un médico le arrancaba
el corazón a un paciente sin que en realidad fuese necesario hacerlo; sólo
lo hacía para obtener el anhelado dinero. Una guitarra eléctrica lanzó sus
notas estridentes; haciendo que el sol temblara de odio, de rencor, hasta
de impotencia cósmica.

Es muy raro que se encuentre un cuerpo perfecto; pero el de la


femenina distinguida, cumplía con todos los requisitos para tal efecto.
Era deseada por un sinfín de hombres e envidiada por un puñado de
mujeres… Ella se sabía exquisita, sabrosa, y hasta inalcanzable. Pero en
realidad estas cualidades no le interesaban en lo más mínimo.

Después de mucho buscar, encontró un espacio acogedor, en donde


poder reposar su humanidad, y ese puñado de ideas desordenadas. ¡Mi
mente es un universo infinito; donde el laberinto de pensamientos me
aniquila! Murmuró la agraciada, mientras todos la miraban anhelantes
de su figura divina. El ―escondite‖ era una arrumbada casa de aspecto
francés, donde parecía que el tiempo se había detenido. En la estancia
había una fotografía empolvada, en blanco y negro, donde una familia
posaba sus figuras fingidas. Una escalera de madera estropeada;
mostraba un poco, de lo que fue con anterioridad, cuando por su materia
inanimada, subían y bajaban los humanos, con cierto orgullo, y
suficiencia. Se miró en un espejo deteriorado, lleno de polvo; y
lentamente sus ojos azules, fueron reconociendo ese rostro tapizado de
tristura, y una inmensa melancolía… Se quedó como petrificada; era una
escultura de soledad, donde resaltaba una faz indefinida. Espejo y mujer
se convirtieron en uno; ambos se observaban con asombro y
desconcierto. Ella perdió la razón y sólo repetía hasta el cansancio: ¡No
existo!, ¡No existo! Y el objeto reflejante; parecía que se ironizaba…
INICIANDO EL VUELO

Salí taciturno; me encontraba angustiado, y parecía que algún


pensamiento me devoraba el lóbulo izquierdo de mi cerebro. Mi cuerpo
era una hoja de latón; que el viento no podía levantar. Me sentía morir;
pero todavía un sentimiento de sublime egolatría se apoderaba de mis
huesos. Me toqué la cara, me encontraba gélido, era hielo… Creo que
estaba a punto de volar, hasta pensé (o eso creí), que era posible hacerlo,
saqué mis alas de hachís, y traté de emprender el vuelo anhelado. La
muchedumbre me observaba detenidamente, pues… creo que era todo
un espectáculo. Mi lacerado cuerpo era un recipiente fino, bello, donde
se almacenaba un espíritu explosivo, rebelde, pura dinamita. No sentía
mi ensortijado cabello, y en realidad, ese sí era un gran problema; pues,
me encanta tocármelo continuamente. En lugar de bucles, sentía a rape
mi testa; y el aire, furioso, golpeaba mi ―máquina de pensar‖. Recordé
que en mi mano derecha traía un vodka doble, con jugo de naranja,
pedazos de hielo, y algunas gotas de limón. Llevé el vaso a mis labios
morados, y lo bebí con un inmenso placer. Pensé: Es el combustible que
necesita la ―Nave-Ser‖, para iniciar su vuelo perpetuo. Nada. No podía,
me era imposible tomar vuelo y surcar el cuerpo del universo. Me
encontraba en una calle céntrica, donde deambulan los robots citadinos,
y uno que otro cretino. El vulgo fiel a sus escasos conocimientos de los
problemas existenciales del hombre, sólo pensaba que se trataba de un
ebrio, drogadicto, o un loco. No, no entendían que el ―sonido‖, todo, del
cosmos, me aplastaba, y deseaba aniquilarme. Estaba librando una férrea
lucha a muerte; donde mi mente era el campo de batalla.

REFLEXIONES SOBRE EL ARTISTA..., ESE EXTRAÑO SER


―INHUMANO‖

Así como el asesino despiadado; destroza a sus víctimas, (en el orden de


sus ensueños ―demenciales‖) lentamente, separando quirúrgicamente,
los miembros inferiores de los superiores, extirparles el pene, castrarlos,
para después decapitarlos, y sacarles los ojos, hasta arrancarles la vida,
con una daga de fino acero. Como el hombre elegante y lúcido, que
dedica su vida a los grandes negocios, y a su adorable familia, es
invadido por la ―desventura‖, y en un momento determinado lo devora
la esquizofrenia, y lleno de terror o cierta alegría, existe en otra realidad.
O el antiguo alquimista, que se pasaba toda su vida; buscando encontrar
la piedra filosofal, mientras los segundos de cantera, los minutos de
cobre, las horas de hierro, y los días de metal ardiente, lo sepultaban
inmisericorde, hasta quebrarle el ánimo, y la espalda. El joven de mirada
viscosa, que está lleno de torbellinos pasionales, de ecos extraños, que
invaden su testa embotada, y busca la complicidad de la oscuridad, para
fornicarse a su bella madre, que encantada lo espera todas las noches
lluviosas, cantando una excitante canción. Las actividades antes
señaladas, no se pueden trasmitir, ―el método del conocimiento‖ es de
índole personal. Aunque cualquiera de los cuatro sujetos en cuestión,
traten de ser los protagonistas de un seminario, estarían exponiendo sólo
experiencias personalísimas, una parcial apreciación de los hechos, una
―liturgia‖ particular llena de luces y símbolos, una letanía ―maldita‖ sólo
pronunciada por ellos, y en el mejor de los casos… entrarían en éxtasis
con tan sólo cerrar los párpados azules. Este es un ejemplo para el joven
que me pregunta: ¿Es posible instruir en la técnica del arte? ¿Se puede
enseñar a hacer literatura?, ¿Las escuelas de letras, pueden forjar poetas,
prosistas?, ¿En un taller literario me pueden enseñar a crear una obra de
arte? ¡Claro qué no! Ser artista es una acción individual, donde el hombre
tiene que adentrarse, y buscar su propio lenguaje, su expresión, y su voz,
entre el universo de lejanas palabras.

El Seis nació en la Perra Tapatía. Se inicia a escribir desde su primera


Cópula, contaba con 14 años de maldad, la amante fue una hermosa dama
llamada: "La prostituta cósmica". Sus estudios
los ha realizado en la Universidad, como en las
piernas calientes de la ciudad. Ha fundado un
gran número de trípticos, dípticos, plaquettes,
y revistas literarias, de las cuales sólo se
mencionan: Tonsol, Pensamiento y Tequila.
También ha participado en las más diversas
publicaciones, pero la que más le agrada es la
revista V.L. 2,000, de la cual fue cofundador. La
mayoría de su obra está recopilada en
Ediciones Capaverde, y en cientos de cuartillas
olvidadas en las ínfimas cantinas.
Fernando Sabido Sánchez

Pintura abstracta 44

Maternidad
Pintura abstracta 43
Pintura abstracta 49

Fernando Sabido Sánchez nace en Peñarroya (Córdoba, España) en 1950.


Pintor abstracto y poeta. Sus cuadros se pueden ver en la galería
www.arteinversion.com. Sabido ha
realizado numerosas exposiciones
individuales y colectivas. Tiene
publicado el poemario El paso del
tiempo (2007). Sus poemarios Las
diosas esconden su sexo detrás de la
luna (2009) y Vivencias, mentiras y
algún matiz utópico (2010) se
encuentran en www.librovirtual.org; y
La muerte siempre cumple su trabajo
(2010) puede leerse en:
http://community.casaeolo.com/amigo
s/php/obra.php?obra=91.
Renia Fermaint

RENDICIÓN DE A DOS
Nos confundimos en los ojos
Y en el cilicio de vestigios que despedían,
Apartaste(tú) las hojas cuevas, esquivé(yo) los clandestinos
volcanes.
Fuimos a encorvarnos
En nuestros respectivos libros castigados.

CUERPO VIAJADO
Me lamo la muerte carretera
Que transita cansada entre
Las agitadas vértebras de la inocencia vieja.
Sinfonía de una pérdida a (des)tiempo
Que supura pieles que se han rozado
Tan sólo con la punta de la lengua.

POR FIN, ERES UN INHABITADO


Invoco calamidades abruptas
Expulsadas por tu lengua
En el (in)fortunio poniente.
Mensajero de lentas rupturas
Que se anclan en la bruma rosada
De la punta de tu nariz.

COMATOSO
Y el punto se tragó la palabra
Y la oración quedó elipsis
Y sustituí las letras por infinitas cifras sin clave
Y terminé con una coma sin tener (querer) más nada qué
decir,

BOLETO ―ONE-WAY‖
Caer en el vértigo
De tus manos tendidas al vacío
Que me envuelven en contrapuntos
En idas sin regreso que matar.

EX(S)FUMADO
Abanico la espera humo
Que lenta seduce al tiempo.
Aquella ha muerto dos veces
Desde que tu espalda se pervirtió en polvo
Entre las garras plomizas
De la retumbante almohada hueca.
Te calé.

CONDENADA-CONFESIÓN
Vacié la carne depurada
Insólita de amaneceres
Que entraron en la caída de mi despertar.

ASILVESTRADO(S)
Cántame la viciosa nota de tu silencio
Que se desgrana en la granada boca.
Fruto seco
Que vaticino rodeado de ansiedades.
PSICODÉLICOS
No le temo a la boca voraz
Que se asoma a mi oído.
Sospecho del suspiro desvirtuado
Que me duerme.

A LA RETAGUARDIA
Incrépame en la penumbra de tu sigilo
La inconclusa muerte amarilla que me sobrecoge.
Organizo la incipiente invasión
De los mustios remolinos que como bocanadas
Me arrojarán a la locomotora subterránea.
Repréndeme.
Aún no me he ido.

Renia Fermaint Rosa nace en nació en Puerto Rico en noviembre de 1981.


Completó un Bachillerato en Periodismo para acercarse a la escritura,
laborando varios años en el Periódico El Nuevo Día. La ineludible
necesidad de “ficcionar” la llevó a España para realizar una Maestría en
Creación Literaria. A su regreso,
inició una segunda Maestría en
Creación Literaria, con
Especialidad en Narrativa, en la
Universidad del Sagrado Corazón,
aún en progreso. Ha sido
semifinalista en tres ocasiones del
Campeonato Mundial del Cuento
Corto Oral, Su pasión es la
escritura de cuentos y alguno que
otro artículo de opinión. No
obstante, la narración lírica se ha
convertido en la urgente huida e
inevitable regreso de un “yo” que se mira en el espejo de sus propias letras
para reconocerse.
Héctor Zabala

BROMA EN LA BRUMA

[...] Cual sombra son nuestros días sobre la


tierra, y no hay esperanza.
1ra. de Crónicas, 29:15

Ambos se habían desplazado por el sendero como quien dispone


de todo el tiempo del mundo. Ninguno queriendo sobrepasar al otro. El
día era desapacible, pero igual encontraron a un muchachito leyendo en
un banco. ―Al parecer el único ser vivo del cementerio‖, pensó con cierta
ironía el más alto de los dos. El joven estudiante estaba leyendo
Visitations de I.A.Ireland y a su lado yacía una Antología que Borges
reuniera, allá por 1940, en colaboración con Bioy y Silvina. El libro estaba
abierto en Final para un cuento fantástico, porque al parecer el jovencito
andaba comparando textos.

Al rato los dos se detuvieron en la puerta de una bóveda sin


número, que se encontraba entre la 46 y la 50. El más alto extendió
ceremonioso la mano izquierda invitando al otro a pasar primero; tal vez
por ser más viejo y de apariencia más débil.

Ya no se veía a nadie, ni siquiera al extraño lector porque el banco


había quedado lejos y la bruma era cada vez más intensa. La mano
blanca permanecía estirada persistiendo en su ruego. El viejo titubeaba,
desconfiaba, pero al fin no tuvo otra que aceptar y entró por delante.
Avanzaron los pocos metros que el interior de la bóveda les permitía. El
más alto, siempre detrás, con las manos ocultas. El viejo se detuvo frente
al féretro de mármol, alerta a la otra figura, embozada y esbozada por la
bruma y las sombras. La figura alta se mantuvo callada unos pasos
detrás.
Quizá por delicadeza, el viejo no se atrevía a girar sobre sus
talones, aunque no recordaba haber visto al otro en ninguna parte. No,
no era un pariente, estaba muy seguro de que no lo era. Ninguno de la
familia solía ser tan seco y desgarbado. Ninguno de los suyos poseía ese
porte inquietante, tan lóbrego y siniestro. ¿Quién era, entonces?, ¿qué
hacía ahí?, ¿qué buscaba?

Permanecieron en silencio varios minutos que parecieron años


porque ya todo amenazaba eterno. La figura alta, siempre con las manos
ocultas, sopesaba la decrepitud del viejo. El viejo buscaba algún brillo
delator en el otro o quién sabe qué.

De pronto, y a pesar de su mala ubicación, el viejo advirtió el


movimiento. Fue un meneo cansino, leve, como el de un suspiro; y
enseguida como un susurro, intuido antes que audible.

Desde entonces el viejo ya no apartaría más la vista del mármol. Un


mármol devenido en pésimo espejo pero ¿qué se podía hacer?, era lo
único que había. Sospechaba el propósito del otro. Bastaría simplemente
con cerrar la única puerta del recinto.

El viejo dedujo, aun de espaldas, la sonrisa amplia, repulsiva, de la


figura de apariencia más joven. Los minutos pasaban y el viejo seguía sin
atreverse a dar la media vuelta. Pero era consciente de que si se
abandonaba al curso de las cosas, pronto no habría salida para ningún
mortal. La bóveda quedaría aislada del cementerio y del mundo en
cuanto la figura extraña ejecutara su intento. Y sin embargo, no obstante
percibirlo, el viejo no podía reaccionar, estaba exánime, sin posibilidad
de nada concreto.

De pronto, el mármol cambió sus claroscuros.

–No haga eso, por favor. Después no le será posible abrirla de


nuevo –alcanzó a suplicar el viejo.

Las bisagras chirriaron. La figura alta soltó la esperada carcajada y


con un empujón remató el temido cierre. El sonido seco de la madera
contra el marco no dejó ninguna duda. La bruma por un momento
pareció disiparse, pero enseguida retornó inequívoca por las hendijas de
arriba.

–Ahora no podrá salir –dijo el viejo con un hilo de voz mientras se


daba vuelta consternado.

El otro se acercó y extendió la mano izquierda contra la pared,


bloqueando el paso. El viejo no intentaría apartarlo. La figura al fin
habló:

–De ninguna manera, abuelo, mire como salgo de aquí.

Y, entre burlas y risitas, introdujo su pálido cuerpo (o lo que fuere)


en la gruesa pared lateral, dejando al viejo con los ataúdes, los mármoles
y la penumbra brumosa.

Una vez solo, el viejo recordó que jamás nadie, de noche ni de día,
se animaba a caminar esos senderos remotos. Estaba aislado, con la
puerta cerrada, y a eso se reducía todo.

Al rato, el viejo hizo un gesto de impotencia con los hombros y se


dijo:

–En fin, ¿cómo saberlo de antemano? Yo sólo quise ser amable; se


lo decía por su bien, no por otra cosa.

Después se caló el sombrero y, emulando a la figura ya ausente,


atravesó la misma pared de idéntica manera.

OTRA VEZ LA MISMA PIEDRA

Sí, la cosa ya había pasado. Si bien no a ellas, al menos a una vieja


compañera que frecuentaba esos parajes. El sujeto –se decía– era de
cuidado, peligroso. Afecto a un estilete que portaba siempre encima. Sin
embargo, sea por miedo o por curiosidad, igual lo escucharon:
―Porque les diré, al fin y al cabo la culpa fue de ella. No crean todo
lo que se anda diciendo por ahí. La maledicencia siempre habla y habla y
no para de hablar. Pero ella sabía como era yo. Me conocía. Nunca le
oculté mi carácter difícil, el de un tipo al que le cuesta dominarse. Bueno,
sí, está bien, se me fue un poco la mano y terminé haciéndole daño. Y
después ya no la vi más. Pero ¿saben lo que me cuesta llevar este escarnio
en el cuerpo? Quizá no lo entiendan, pero es un aguijón que tengo
metido. Aun así, en el fondo y pese a todo, no soy malo. Es mi naturaleza,
soy como soy. ¿Ven cómo lo confieso? Pero les juro que cambié. Los años
y la soledad no pasan gratis.‖
Todas las orilleras se habían acomodado para oír su cháchara. Los
canturreos y la algarabía, habituales entre hembras de su clase, se habían
estancado. A más de una ese silencio casi parecía ahogarla. Esa noche
ninguna se paseaba ni pretendía llamar la atención de nadie que cruzara
esa rinconada oscura y de mala fama. Muchas seguían con su
desconfianza, pero también estaban las que comenzaban a fascinarse
porque, a pesar de lo siniestro, la bestia ostentaba cierta elegancia.

―No les pido que trabajen mucho, ni tampoco que me anden


sirviendo todas juntas. Pero al menos una... una que me ayude. Una que
me permita salir de este enredo en que estoy y así dejar este aislamiento.
Una que me permita pisar tierra firme. A cambio, les ofrezco protección.
Ya verán como andarán más seguras cuando salgan por ahí. Conmigo no
se sentirán sucias. Y la que venga conmigo no tendrá que revolcarse más
en el barro. Además, chicas, seamos sinceros, si a muchas de ustedes les
da igual. Sí, ya sé que se trata del cuerpo de una de ustedes, pero ¿acaso
no lo hacen todos los días? Con esta ayuda, la que me aguante, evitará
que yo siga a la deriva. No seré mucha carga, ya verán. Y encima no será
para siempre. Nada más que por un tiempito, digamos.‖

La más joven lo miró y creyó en el sujeto.

Después, todas las demás los vieron cruzar esas aguas de las que
nunca se vuelve. Él conduciéndola y ella sumisa, dispuesta a soportarlo
hasta el fin.

Pero no llegaron a la otra orilla del río. Al menos, no ella. El


maldito no pudo con su genio y otra vez mató a la pobre rana que lo
cargaba. Fue allá, por el medio del río. Resultó que el escorpión también
sabía nadar.

Héctor Zabala. Narrador y ensayista argentino nacido en Villa Ballester,


Buenos Aires, en 1946. Es Jefe de Redacción de la Revista Sesam
(http://www.sesamweb.com.ar/). Premio
Internacional en el III Encuentro Teórico
del Género Fantástico Ansible (La
Habana, Cuba, 2006). Finalista en el
Concurso Internacional de Minicuento
Fantástico “miNatura 2006” (Madrid,
España). Tres Primeros Premios
Nacionales (Poetas del Encuentro 2005 y
2008, Sesam 2005). Cuatro Menciones
Nacionales (SADE, Escobar 2006, OPYC
2005, Poetas del Encuentro 2006 y 2007).
Más de treinta revistas literarias de
diversos países han publicado, en Internet o en papel, sus cuentos
premiados o reeditado algunos de sus artículos.
Santiago Márquez

CONCIENCIA DE CHANCHOS

Suelo mentiras en las púdicas almas de la disolución, en pubis resguardo


digital. A veces me conmueve no verme reflejado en nada de este mundo,
un cielo cristalino se desviste y busca dar sentido a nuestro andar circular
por este pasto de la vida. No eres sincero, tu máscara de perro no te
permite respirar esta tarde, ya que, HOMBRE, suena a tus oídos como
algo a resolver y una necedad prematura a la carga de las partículas
fuertes de humanidad. El hogar magnífico en que se alzan tus ojos como
larvas húmedas no conmueve más a este minúsculo y necio despertar,
aunque resultes un dígito nulo y suplicante para los tecnodioses de esta
esfera de fuego viscoso. El hambre de esta gesta es un primer sentido que
dimos a la directriz de la misión. El sistema nervioso del afectado está
siendo intervenido por el alma de Dios, esta operación puede llevar unos
minutos. Mientras, miras la paz en busca de mis humos. Repito, no eres
desdichado, tan solo camínate lejano por un senda de minusválidos
owls.
INTERVENCIONES COSMOPOLITAS

El bagre japonés virtual despierta en una fábrica zen, absorbe los restos
quirúrgicos de la conciencia de los damnificados y vegeta, al tiempo que
reflexiona sobre el futuro de la raza élfica en nuestro continente. Ubres
volcánicas que harán de pan a los me despierto pensándote. La nada, la
explosión de todo lo nacido para perdurar, Dios, que es la muerte, que es
el ser y el no ser y el para sí y el en sí, que son toda la vida,
completamente inconscientes todos de todo, perfectamente
deslumbrados ante cualquier obstáculo de la visión, ante la rama de
cerdo en el ojo de una viga de estampita de la idea que suponemos tener
del primer mundo. Pero somos (somos) caracteres bordados en la camisa
de un hipócrita, un sacerdote analfabeto de una religión aún no creada,
que dará forma convexa a la nada, que nutrirá de agujeros toda nuestra
constitución fálica, para luego convertirnos en el humo de los caminos
ciegos. Y te encantaría no proceder de ninguna parte cuando todo cobra
vigencia en el descarne de tu último rostro. Aunque se ha divulgado hace
un par de décadas el origen de toda esta farsa, por error, cuando
estallaron las cápsulas que contenían a los mesías.

PRISMAS

Jóvenes adictos a la literatura de género sentados en lagunas de curación


a corto plazo en el leprosario. El bosque incendiado fue el de mi infancia,
que sonreía en una casa de balneario cuando tú eras yo y todo era tan
celular. Mamá era mamá y nadie más. Las cosas se aprendían y con algún
atisbo de utilidad. Mi bicicleta era la bicicleta categórica, significaba
todas las bicicletas existentes y posibles. Pero dios ahí, con cara pacífica
de barba de nube, empezando a confundir a los extraterrestres con el
sentido religioso del almuerzo. Y los extraterrestres ahí, con la mentira
del cuerpo individual y la conciencia, sabiendo que manipulaban a nivel
celular y subatómico todo el sentido de mi tristeza.
Se trata de unos caballos muy jugosos, de los desperdicios de
tales caballos engarzados en la neurosis de tamaño pequeño de don
Augusto de manera que sus coplas a la muerte del padre de Manrique se
vieron ensombrecidas. Manchadas por un halo de mierda de caballo
enorme, las coplas que escribía para que las cantara un cantor popular
decente, ya no eran funcionales a las leyendas de las naciones sin nada
que decir.

Por eso hubo una guerra de mundos, cuando el punto pudo ver
al punto en el punto que dibuja un punto entre todo un espacio
insondable y vano para aquel punto indefinible en ese espacio, pero
autosuficiente, autoconsciente. Un punto para todos los imbéciles que
habitan cualquier espacio ignorando al punto, madre de todas sus
elucubraciones y anhelos, un espacio vano, ajeno al punto que es su
razón de ser, todo un mundo que es excusa para un punto: este. Este
mundo en donde yo escribo toda una danza inútil en torno a al punto
que lo contiene, donde nadie se pondría a leer una oda a ese punto, ni
sería nadie quien la escribiera, oda que yo no leería, al igual que nadie
leerá esta seguidilla de intentos enormes que no pueden contener al
punto matriz de la reflexión que es motor de que todos los intentos de
cualquier cosa existan aunque sea en la mente obnubilada de un
esquizofrénico estándar el día de su mayor crisis existencial.

Augusto lo ignora, ese punto es el único existente capaz de


digerir toda esa bosta de caballo laico de las tres de la tarde, por eso hubo
o hay, cosa que daría lo mismo el tiempo si el pobre de Augusto se viera
reflejado en ese punto, hubo o habrá guerra de mundos, mundos llenos
de espacios vanos que ignoran al punto que es su razón de ser.

Para nuestra investigación de nada vale ese punto, puesto que


cualquiera que esté capacitado para escribir o leer o escuchar hablar o
hacerse una idea, habita esos espacios y sigue de largo cuando el punto
que nos ocupaba llama la atención o se manifiesta.

*
Desde ayer que los trotes se circunscriben a la ceniza más
elemental de lo incorpóreo en un sillón evanescente de líquido sincero,
nuestros ojos desmienten la puerta doblada al ras de un control de lodo
esmerado. Una cometa de plomo en primavera se divierte enemistando
pleitos contra sus rostros ya marchitos y delineados a todo color en el día
cálido que espera recompensas. En el círculo íntimo y reservado,
creciente de simpleza, estalla el rumor grueso y porfiado de la legítima
complicidad para con todo visitante de la isla donde el saber lo
personifica una piedra parlante y soberbia. Los índices de persistentes
características humanas en el próximo paso evolutivo serán ridículas
alusiones al mito de la muerte y algunas caídas poco inteligentes en el
terreno cifrado del conocimiento. Por lo demás, nuestros sucesores
calvos, se verán a sí mismos como a un espejo opaco y mudo, jamás
habrá objeto ni sujeto en ninguna sentencia ni intento, se vivirá en la
más absoluta individualidad, retraída al juicio, que escupe cien veces
ante el misterio y que desconoce otra ley que no sea la de la unidad y la
individualidad, que duerme en las llamas columnas de la identidad entre
irrepetibles.
En un ciego intento por compadecerse de sus hermanos, nuestro
hijo hace el daño y el bien como un búho instruido, muy seguro de sus
victorias y de su ocaso. Por esas latitudes de la historia, los árboles
tomarán conciencia de en qué manera siempre serán dejados tranquilos
por los prohumanos y se dedicarán a cantarles canciones a las piedras,
únicas portadoras por ese entonces del germen del futuro misterio.

DIÁCONO RENGO DE LA NUEVA ERA AÑO TRECE

El nombre de una isla con el rey Arturo dando vueltas buscando


el santo grial y una mujer de tetas y cara redondas, es lo que nos despertó
y nos hizo: salir a buscarnos, buscarnos adentro, salir a vendernos, entrar
a pedir perdón, salir a preguntar, entrar cabizbajos, salir a charlar, salir
entrando al mundo un poco cabizbajos para siempre y con un brillito en
los ojos, nada está hecho. Un poco que ya no me ponen apodos como
cagada de parásito de bicho que es plaga, pero ya se me cayó la frente
hace una era entera, ahora que todos viven en una ciudad de amigos
tendría que aprender lo sano.

Santiago Márquez. Nace en Montevideo en 1986-2017. Formó parte de las


antologías 4M3R1C4 y 2017: nueva poesía contemporánea, ambas
publicadas en 2010. Publicó dentro del
proyecto NTNA—junto a Sebastián
Kirzner—: Walter Reich (2009), Seo (2010) y
Calexa (2010). También ha publicado
PrVaLbPiAa en Silicio, poesía y delirio
(2009), Caraco putea coreanos al ritmo de
pesimismo FM—con Cristino Bogado—
(2009), Wohm (2010), Cines Vacíos (2010),
Enarbel (2010), Horóscopo poético 2017
(2010) y Bagre Japonés 3.6.1—con Barrios,
Leiva, DeÁvila, Piperno—(2010). Trabajó en
la antología de poesía Metajarra y colaboró
con el proyecto de publicación de dieciocho
bolivianos en Auschwitz, de Rafael Amor.
Carlos Rubio

SERRAYA SUYUKA (Selección de la novela Orisha)

Una noche, según comenzaba el show de la medianoche, apareció


inesperadamente en el salón central, acompañado de un cortejo serio y
ceremonioso, un corpulento japonesón, envuelto en un brilloso kimono
de seda roja y con el pelo severamente laqueado en tan rígidos estratos
que competían, en su mareante altura y barroca complejidad, con las
imbricadas creaciones de los más atrevidos reposteros de La Gran Vía.

Era, pronto se dedujo dadas sus extravagantes y esotéricas


exigencias, jefe y director de un creciente culto onanista japonés.

¿Su nombre? Serraya Suyuka.

Noche tras noche catalogaba mentalmente, a medida que se


desarrollaba el show, los más deseables atributos de las coristas.
Después, con la ayuda persuasiva de inesperadas y exóticas dádivas que
aparecían en los camerinos, las emplazaba al exclusivo apartamento que
había arrendado cerca del club y decorado a su gusto. Ausentes se
encontraban los tradicionales muebles de occidente. Cojines bordados y
mesas de patas muy cortas abundaban en la sala cuyo ámbito dividían
biombos que, al ser desplegados en su totalidad, enseñaban paisajes
orientales elaborados por pacientes artesanos. Del techo, colgaban
bombillas con abombadas pantallas multicolores. Al fondo, abarcando
totalmente la extensión de la pared, una pintura japonesa: Viaje de un
daimio, con sus samurais de Ando Hiro-shige. Era en este recinto donde
conducía el preámbulo --té servido en porcelanas imperiales; lentos
gestos alambicados; sonrisas que ampliaba a medida que progresaba la
sesión-- de sus priápicas actividades.

Pasaban entonces al dormitorio.

Nunca tocaba a las coristas.


Según estrictas instrucciones recibidas de antemano, y al compás
de un samisen se desvestían lentamente.

Serraya Suyuka, temeroso de las posibles carcajadas, les daba la


espalda.

Contemplaba las imágenes que se desplazaban, erotizado, en un


amplio espejo montado en un robusto marco de caoba y con una varilla
metálica central que le permitía ajustar el ángulo de su indirecta y
fisgona contemplación. A medida que progresaba la desquiciante
exhibición, el japonesón se apoderaba, sacudido de un solitario placer,
de sus nimias partes privadas. Comenzaba entonces, como un trabajoso
ascenso a una montaña sagrada, un desenfrenado frote de su raquítica
pudenda --remedaba, en su ridícula reducción, un capullo de clavel o una
atrofiada trufa-- que rehusaba adquirir las dimensiones requeridas para
lograr un normal encuentro carnal.

Por fin, cuando mentalmente unía los dispersos fragmentos


eróticos proporcionados por las coristas desnudas, y arrastrado por la
inminente e irrevocable erupción, propinaba una violenta patada, de
certero karateca o de convulso epiléptico, al amplio espejo central,
desplazando de esta forma la unidad de la reveladora plancha de azogue
y convirtiéndola en infinidad de astillas relucientes sobre el piso.

También se supo en el Tropicana, o se conjeturó, que poseía un


pasado turbio y turbulento.

Oriundo de Osaka y procedente de una familia adinerada, juró no


regresar a su ciudad natal hasta que no hubiera realizado una hazaña --se
creía descendiente directo de los más fieros samurais-- que le valiera el
respeto y la admiración de familiares y amigos.

Después de un fallido intento de escalar sin ayuda alguna o previa


preparación el sagrado Monte Fujiyama, ingresó en un monasterio
sintoísta. Esperaba adquirir, a base de rígidos ejercicios físicos y
espirituales, la energía y fortaleza interna necesarias para llevar a cabo
aquella ardua empresa.

Con recias palmadas que reverberaban en el recinto del templo --no


se sabe si destinadas a aplacar o a despertar a las ignotas deidades a que
estaban destinadas-- presentaba al romper el alba las ofrendas en su
opinión más propicias para procurar el favor de los dioses al mismo
tiempo que entonaba, monótonos e interminables, salmos suplicatorios.

Siempre encendía, en ayunas, cubitos de incienso y velas votivas.

Los ejercicios calisténicos, que ejecutaba a media mañana, no eran


menos rigurosos ni exactos. Adiestraba cada extremidad, cada músculo,
con movimientos programados destinados a impartir la fortaleza y
simultáneamente incorporar la adecuada inhalación del oxígeno con la
oportuna expulsión, ya irrigados los órganos, de los gases nocivos.

Después de un año en el claustro, regresó a la montaña sagrada.


Desde la base, divisó la cima eternamente nevada y con frecuencia oculta
entre nubes suaves y algodonosas pero de tendencias traicioneras.

Elevando una última plegaria de súplica a los dioses, comenzó el


trabajoso ascenso. Al principio, favorecido por un tibio sol y una brisa
suave que lo alentaban con cada paso, logró alcanzar sin dificultades la
primera mitad de su meta.

La segunda, sin embargo, fue diferente.

A medida que se acercaba a la cima, como si los mismos dioses que


al principio le habían facilitado el ascenso se hubieran ofuscado, el sol se
fue apagando. La brisa cálida se transformó en un viento frío y
penetrante; las suaves nubes adquirieron un tono gris plomizo,
amenazante.

Resuelto, apuró el paso con el propósito de completar sin pausas el


ascenso ceremonial.

Comenzó a nevar.

El angosto y rocoso sendero, al principio bien definido en la ladera


de la montaña, se fue borrando hasta convertirse en un mero vestigio
frígido e intransitable que se desvanecía en las alturas que conducían a
la cima ahora oculta en las nubes y donde escaseaba el oxígeno.
Los monjes del templo, justamente alarmados por su prolongada
ausencia y plenamente conscientes de las dificultades del ascenso,
enviaron un grupo de rescate.

Sobre uno de los más altos farallones y en un casi inaccesible


ventisquero, sepultado en la nieve fresca, lo encontraron. Todavía se
aferraba, con dedos azulosos y rígidos, al penacho que intentaba plantar
en la cima de la montaña sagrada. Trató, infructuosamente, de
comunicar algo con los labios cuarteados y tumefactos, pero sólo logró
expulsar unos gruñidos guturales que remedaban las amenazas bruscas
de una fiera acorralada.

En una improvisada parihuela, lo trasladaron al templo.

Permaneció, en estado de coma temblante, por tres días. De vez en


cuando, durante apócrifos lapsos de lucidez, abría los ojos y balbuceaba
incoherencias.

A base de enérgicas fricciones alcohólicas destinadas a la


estimulación cardíaca, infusiones amargas de un té vivificante y caliente
que le administraban con la ayuda de un cuerno trunco y plegarias
comunales que entonaban desde el amanecer impulsadas por las
vibraciones sonoras de un gong ceremonial, lograron devolverlo al
mundo.

Cuando abrió los ojos, enérgico pero todavía un tanto incoherente,


pidió sake caliente.

Desconcertados, los monjes se miraron.

De nuevo, el convaleciente repitió la orden.

Comprendieron entonces, sin necesidad de palabras, cuánto había


cambiado. De su aventura alpinista, no mencionó nada. Al día
siguiente, antes de romper el alba, abandonó el templo para siempre.

El regreso a Osaka, por supuesto, era impensable.

Deambulando, todavía algo confuso y aturdido, entró en una casa


de geishas.
Una vez más, pidió sake caliente.

Esta vez, fue complacido de inmediato.

Desplomado sobre una esterilla de caña y en paños menores, al


ritmo de un samisen expertamente gobernado por una de las geishas,
recibió un masaje relajante.

En una poceta de agua tibia, previamente perfumada por una mano


solícita, ya lo esperaban dos geishas desnudas con ademanes invitantes y
sonrisas prometedoras.

Impulsado por el innegable ímpetu de la juventud, se incorporó y


desechó el taparrabo.

Incontables años de riguroso entrenamiento no fueron lo suficiente


para suprimir la unánime carcajada de las geishas al contemplar, nimia y
arrugada, la inservible protuberancia que portaba en la entrepierna el
gigantón.

Sólo atinó, confundido y colérico, a derribar un paraván que


dividía el recinto --marco barnizado, leves bisagras de bronce y paneles
que enseñaban, diestramente pintadas a mano sobre membranas de seda,
garzas y nenúfares-- de una violenta patada.

Mareado por el sake consumido, huyó raudo de la mancebía,


todavía acosado por las agudas carcajadas de las geishas.

Se desplomó.

Despertó, horas después y preso de una insoportable resaca, en el


fondo cenagoso de una acequia. A pesar de todo, sin embargo, sus
deseos no habían disminuido. Fue en ese instante que germinó, en su
cabeza que estallaba, la idea alocada de organizar la secta onanista que
más tarde lo llevaría a la ciudad de La Habana.

Aunque extremadamente popular entre los asiduos del Tropicana,


no era ésta la única versión de los tortuosos eventos que habían
conducido a Serraya Suyuka a la Isla.
Otros, no menos recalcitrantes aunque también carentes de pruebas
concretas, se acogían bajo una versión de los hechos mucho menos
patética, pero más violenta. Concordaban con los primeros en el origen
adinerado del japonesón, pero en este punto se bifurcaban las conjeturas
sobre su turbia juventud.

Lo situaban primero en un doyo ceremonial en las afueras de


Osaka, donde se adhería rigurosamente a un entrenamiento que lo
convertiría en una de las más prominentes estrellas del mundo sumo.
Por supuesto, disfrutaba del apoyo y admiración de toda su familia.

Se aproximaba la fecha en que, bajo penachos multicolores,


tamborines orlados de cascabeles y gongs ceremoniales, tendrían lugar
los torneos que culminarían con la selección del campeón.

No contaban los familiares y amigos, sin embargo, con la súbita


aparición de una extranjera --sueca u holandesa-- de impecables
credenciales diplomáticas y agregada a una embajada. Durante uno de
los encuentros accesibles al público, y mientras catapultaba a su
contrincante fuera del doyo, la amplia cabellera rubia y los ojos azules lo
cautivaron de inmediato.

Aparentemente, la atracción fue mutua e irresistible.

Al principio, se veían durante las escasas ocasiones que le


permitían su riguroso entrenamiento o las exigentes obligaciones de ella
en la embajada. Pero esto no era, por supuesto, lo suficiente para
satisfacer los deseos mutuos. Alentados por su incipiente pero
irrevocable pasión, decidieron fugarse. El día señalado para el torneo
final, antes del alba, desaparecieron en un trastabillante carricoche hacia
las montañas, rumbo a un monasterio sintoísta. Un monje huraño y de
cráneo rapado, entre breves emanaciones de incienso y plegarias votivas,
llevó a cabo la ceremonia nupcial.

Ya en el villorrio aledaño el luchador había preparado de antemano


una humilde vivienda, donde podrían dar rienda suelta y sin
interferencias a la pasión que los consumía.

Esa primera noche, y para consumar el matrimonio con toda


holgura, se hospedaron en el mejor --el único-- hotel del pueblo.
Para celebrar, bebieron sake caliente en tazas ornadas y cuya
porcelana translúcida sugería la fragilidad de cáscaras de huevo de
colibrí.

Se tendió, satisfecho, sobre una esterilla de bambú. La esposa,


solícita, le aplicó un masaje que relajó, de pies a cabeza, todos los
músculos tensos por el viaje y desvaneció la tensión de los últimos días.

Después de concluir la faena relajante, ella se sumergió en una


poceta de agua tibia, previamente perfumada por una mano anónima.

Estaba desnuda.

Impulsado por el deseo o por el sake, el gigantón se puso de pie y


desechó el taparrabo, último vestigio de sus días de luchador.

Incontables años de entrenamiento diplomático no fueron lo


suficiente --intentó, inútilmente, llevarse las manos a la boca-- para
contener en ella la enorme carcajada al contemplar la irrisoria erección
--en proporción inversa a la voluminosidad de su cuerpo-- del japonesón.

Humillado y sorprendido ante la inesperada reacción, saltó en la


poceta, con la única intención de acallar aquella implacable boca riente.
Las manos rudas se apoderaron del cuello nacarado; de un tirón,
sumergieron la cabeza en el agua tibia, hasta que cesaron las
desesperadas burbujas y el febril manoteo.

Quedó el cuerpo exangüe y sin vida, como una muñeca rota,


flotando sobre la superficie del agua.

Desconcertado, sólo atinó a vestirse precipitadamente y a huir.


Bien sabía que al cometer el crimen de uxoricidio, tendría que abandonar
el país.

Al salir, todavía un tanto torpe y mareado por el sake consumido,


derribó un paraván que dividía el recinto --marco barnizado, leves
bisagras de bronce y paneles que enseñaban, diestramente pintadas a
mano sobre membranas de seda, garzas y nenúfares-- de una violenta
patada.
Reapareció, como ya hemos visto, soberbio y altanero, en La
Habana. Seguido de su silente y ceremonioso cortejo, fue directo al
Tropicana.

Se convirtió, envuelto en su kimono de seda rojo y siempre cerca de


la pista, en uno de los asiduos al club.

Aprendió a tomar ron Bacardí y a fumar tabacos pinareños.

Una madrugada, embebido y cachondo después de un extenso


vacilón, --llevaba, debajo de cada brazo, una corista con exceso de
maquillaje y carencia de ropa-- se le vio esbozar, cabeceante y bajo la
mirada aprobadora de Puti, los primeros pasos de un movido
cha-cha-chá.

Carlos Rubio Albet. Oriundo de Pinar del Río, Cuba. En 1961 emigró a
Estados Unidos. Su primer cuento salió a la luz mientras cursaba estudios
universitarios en Concord College
(Athens, West Virginia). Sus cuentos
han aparecido en antologías como 20
cuentistas cubanos, Cuban American
Writers, Distinct Voices, Narrativa y
Libertad y Motu Proprio. En 1988, su
novela Saga fue declarada finalista
del I Premio Internacional de Novela
Nuevo León. México. Al año siguiente
obtuvo el premio en ese mismo
concurso con Quadrivium, publicada
en 1992, y reeditada en 2009. Rubio ha
obtenido el segundo lugar en la
mención de cuento del concurso
literario Sigma Delta Pi (1974) con
“Xinef, el eterno”, incluido en su libro
Caleidoscopio. Ha sido dos veces
finalista en el premio de novela Letras de Oro (1993 y 1994), así como en el
Pirate’s Alley Faulkner (1995), el Independent Publisher Book Award for
Multicultural Fiction (2004) y el premio al Libro del Año de Foreword
Magazine por Recuerdos secretos (2005).
Fernando Sabido Sánchez

SILENCIO
Presiento que estamos enterrando
las viejas canciones de amor,
que el viento de la umbría
va deshojando nuestro libro
verso a verso
sin demorar el arribo de la muerte

Recuerdo los gemidos del ensueño,


el ungüento invisible que nos salvó
a veces del naufragio sin juramentos apócrifos,
la infidelidad desprovista
de estigmas, las ascuas

Y ahora cada palabra, cada letra


vagará por paisajes inhóspitos
de algarabía,
nómadas en una selva de pájaros
que desafinan el silencio
rompiendo como olas
de lágrimas negras nuestros sueños,
tal vez crisálidas a contraluz
trepando la oscuridad
para ponerse a salvo de espejismos
baldíos

LA LIBERTAD
No llores cuando los malditos
Dancen sobre la tumba de tu libertad
Hazles creer que el ataúd está vacío
LA ETERNIDAD

Suspendidas en la duración de Zeus,


deslumbrantes estatuas entonan panegíricos
a los dioses del Olimpo
Erectas, con los ojos saturados
de belleza inacabada semejan espiras
que gritan o susurran en función
de un viento despiadado

Rebosa el tiempo y las excita


un ansia de inmortalidad

EL VACÍO

En mis sueños siempre habita el vacío


que recorro en un vuelo ingrávido
por el olor a misericordia de las noches
Llego hasta el alba
y no tengo a nadie que me espere
hasta la luna se oculta para repudiarme
en un paisaje de sombras
más allá de la muerte

Cae gota a gota una lluvia


que desnuda con lamentos mi alma
y sobrevive el miedo a la inexistencia
Se tensa el vértigo y rozo con los labios
la belleza al perderse
en la luz impalpable de la negación

NO PUEDO PROMETERTE AMOR


MIENTRAS ME DESANGRO
Sobre mi sexualidad llueve en horizontal,
es un error considerarme incompatible
con un cuerpo malgastado en el que el alma
se mantiene incólume
En el exterior la noche es hermosa,
sin embargo, aún gotea la sangre
de heridas que me ocasionó la mordedura
de la serpiente

No puedo prometerte amor mientras


me desangro, el amor heterosexual
que apeteces de un ser cuya naturaleza
es imprecisa
Intentarás entenderme y aflorarán
las mentiras, entretanto, puedo
enseñarte algunas fotografías antiguas
que no me incriminan

Quizá no sea del todo ilícito mostrar


las apariencias y regresar al prólogo
No confíes demasiado en poder revelar
los enigmas, aún eres muy joven para
encontrar respuestas a un comportamiento
que la sociedad juzgaría execrable

MATERNIDAD

Gracias a la conservación de manuscritos fechados


afirmo que el pensamiento amenazó con escribir
la historia
de un amor que nunca quiso nacer

Hiciste uso de las ostras y su perfil de arena


introdujo la bienvenida al mar
Con caracolas vuelvo a ocultar mis oídos
y al escuchar tu voz te exijo respirar
en un coro de perlas marinas

¿Me oyes?
Sin el permiso de tu rancio linaje
vienes a decirme en secreto que me amas
y es prematuro
porque tú sabes que un mismo movimiento
te devuelve a la totalidad inacabada

Amanece
y en la maternidad mediterránea
no hay ya ninguna errata

Jules Perahim
Poissons
La Marie

Une Composition Surrealiste


Les calmes des passions

Jules Perahim. Artista rumano de origen judío nacido en 1914. Junto a


Victor Brauner está considerado como uno de los máximos representantes
del arte surrealista de Rumanía. Durante
su juventud estuvo involucrado en los
movimientos socialistas de su país, así
como en los círculos vanguardistas. En los
años treinta colaboró con las revistas de
vanguardia Unu y Alge. Más tarde, durante
la efervescencia de la extrema derecha
antisemita en Rumanía, Perahim decide
exilarse en la Unión Soviética, donde se
sometió a trabajos forzados y ejerció como
buscador de fortunas. En 1944 se mueve a
Moscú, donde labora como ilustrador y
presentador gráfico de la revista Graul Nou.
Más adelante, regresa a Rumanía, donde se
somete al arte de compromiso, promulgado por el estado. En los años de
1960 se establece en París, donde sigue cultivando la tendencia surrealista
hasta su muerte, acaecida en 2009.
Reseñas

REVOLUCIÓN POÉTICA Y
MODERNIDAD PERIFÉRICA
de Alberto Julián Pérez (Buenos
Aires: Corregidor, 2009)

El hilo conductor de estos veinticinco


ensayos lo constituye, sin duda, la
búsqueda de novedad y su inserción
en la modernidad literaria, efectuada
por los poetas de la América
Hispana. Alberto Julián Pérez
propone que desde la
inconformidad inicial de los
escritores románticos, nacidos al
amparo de las recién formadas
repúblicas como Andrés Bello,
Domingo F. Sarmiento, Esteban
Echeverría y Juan Bautista Alberdi,
se fue forjando un deseo cada vez
mayor por trascender el carácter ―inconcluso‖ de la cultura americana y
proponer modelos alternativos en cuanto al estilo, el lenguaje y la forma
se refiere. Revolución poética y modernidad periférica convida a los/as
lectores/as a una lectura incisiva y penetrante de Rubén Darío, Julio
Herrera y Reissig, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, José
Carlos Becerra, Eduardo Mitre, Nicanor Parra, Carlos Germán Belli, Juan
Gelman, José Emilio Pacheco y Tino Villanueva, entre otros. La única
presencia femenina aquí corresponde a la poeta veracruzana Silvia
Tomassa Rivera (Premio Nacional Jaime Sabines de 1990). A pesar de
ello, esta amplia muestra de estudios críticos es una referencia obligada
para los estudiosos de la poesía de la América nuestra.
PRELUDIOS de Walter J.
Mucher (Guaynabo, Puerto Rico:
Ediciones Escarabajos Escribas,
2010)

Desde finales de los años de 1980,


Walter J. Mucher viene realizando, sin
mayores pretensiones, una labor
literaria en Puerto Rico que, además
de haber pasado desapercibida para la
crítica, no se le ha prestado la
atención que merece. Desde su
inclusión en la antología de poetas
ochentistas, El limite volcado ( 2000),
de Mario R. Cancel y Alberto
Martínez-Márquez, y Expresiones
(2004), volumen de nueva literatura
publicado por el Instituto de Cultura
Puertorriqueño, Walter J. Mucher
Serra se ha ido revelando como un autor de valía cuyos textos se resisten
a ser clasificados. Luego de publicar su colección de relatos, intitulada
Cuerpos sin delito, (Ediciones Gaviota, 2004), Walter J. Mucher Serra
ofrece a sus lectores/as este poemario que consiste en una recopilación de
seis cuadernos de poesía—algunos bilingües—, escritos entre 1989 y
1996. La palabra de Mucher oscila entre la ironía punzante que desbroza
la metafísica del ser (―After a few beers,/ who cares what is real?‖) y la
reflexión ex-céntrica del yo textualizado (―nárrame/ para que algún día/
pueda haber un yo‖). Debe mencionarse el minimalismo expresivo de
algunos de sus poemas (―indiscutiblemente/ el color sabe amargo‖), así
como por formulaciones de corte aforístico (―pero los insomnios del alma
son preludios a la verdad‖). Es preciso destacar el poema ―Sobre blanco
pulido,― no sólo por su carácter multilingüístico, sino porque a través de
sus cuatro partes asistimos a una deconstrucción derridiana del acto
poético que desvela, simultánea y heideggerianamente, una poética de la
poética del no-ser de la palabra. En fin, Preludios es un poemario cuya
lectura resulta necesaria e impostergable.
SOPLO DE CORRIENTE VITAL
de Esthela Calderón (Ediciones
400 elefantes: Managua,
Nicaragua, 2008)

Esthela Calderón forma parte de la


nueva generación de poetas
nicaragüenses. Ha publicado los
poemarios Soledad (2002) y Amor y
consciencia (2004). Asimismo, tiene a
su haber la novela 8 caras de una
moneda (2006). Su poesía figura en un
sinnúmero de colecciones antológicas.
En este nuevo poemario, Soplo de
corriente vital, Calderón tematiza el
mundo natural, que cifra una visión
eco-holística, donde la voz poética se
sitúa en ese elán o fuerza vital del que
hablaba el filósofo francés Henri
Bergson. Para Esthela Calderón, más allá de resaltar la belleza del mundo
natural americano, se torna imprescindible reconocer la tierra misma
como ese sustrato último y necesario donde todo subyace. Así lo expresa
en el poema titulado ―Una ceiba‖: ―Origen cosido y descubierto en la
primera luna anual/ de cada brazo que riega sus capullos/ en los orificios
del viento…‖. Es así como todo surge para enfrentarnos con nuestra
propia condición de uno/as más y subvertir la ideología del dominio que
ha ejercido el ser humano a través de su existencia. Como muestra en el
poema ―Historia‖: ―El primer humano era sordo./ No escuchó el soplo de
la corriente vital‖. La naturaleza no nos pertenece, sino que está ahí en
medio de todo y nosotros/as formamos tan sólo una parte de ella: ―Así
toda la misma sangre, carne y alimento/ naciendo de la suma de tiempos
ciegos‖ (―Yo maíz‖). En este poemario, la palabra poética de Esthela
Calderón conjura la maravilla del existir como una extensión de ―los
retoñados sueños.‖
LOS MEJORES POEMAS DE
EMILIO de Emilio M. Mozo
(Salamanca, España: Centro de
Estudios Ibéricos y Americanos
de Salamanca, 2010)

Quienes conozcan la trayectoria del


autor de la diáspora cubana, se
sorprenderán de esta voluminosa
entrega de 341 páginas. Aunque a
Emilio Mozo se le conoce
mayormente como narrador
(Cuentos para niños traviesos,
Shakesperare tropical, Los cuentos
de Emilio), ha sido también un
destacado poeta (Desde el ojo de la
hormiga, El ala del mosquito,
Marginalmente literario). En esta
enjundiosa muestra de lo mejor del poeta, como el mismo ha designado,
el/la lector/a se topa con un itinerario que va develando las interioridades
del yo poético para revelarnos su consonancia y disonancia con el
mundo: ―yo solo/ anfitrión de deseos/ oscuridad de narcisos.‖ El tiempo,
el sueño, la muerte, el futuro, la gente, el ser, Cuba y la memoria
conforman una amalgama de espejos rutilantes de donde emerge el
poema. La palabra poética de Emilio Mozo es irónica y aguda, pero no
por ello menos humana y reflexiva: ―el hombre carne pie/ sin alas/
trenzando el sentido de las cosas.‖ Sin ampulosidades ni
experimentaciones riesgosas, va emergiendo de la estructura de sus
textos la necesidad de un decir directo y de una aparente simpleza que se
regodea en una imaginería contenida, donde el lenguaje se esgrime
polisémico: ―el animal dormido/ busca hacer poesía/ coletazos de verbos/
noches de mañanas.‖ En ocasiones, la propia poesía figura como sujeto
del poema. Así, en ―Poema del encuentro‖ la poesía hurga entre las
sombras para hallar en ellas ―deliberados ecos/ del suceso antiguo que se
evoca/ eco marginal de la memoria.‖ Estos motivos ―platónicos‖de la
poesía de Emilio Mozo forjan una escritura seductora que nos posiciona
en el devenir constante del tiempo y del espacio.
MUNDO CRUEL de Luis Negrón
(La Secta de los Perros: Río
Piedras, Puerto Rico, 2010)

En este primer libro de cuentos, el


guayamés Luis Negrón se destaca
como un cronista sagaz de la
experiencia homosexual boricua.
Estos nueve cuentos van conformando
con acertamiento ese espejo
difractario del complejo entramado
que es nuestro mundo humano. Esa
mirada caleidoscópica a la realidad
ordinaria de los personajes de Mundo
cruel, muestra a éstos en toda su
profundidad. Negrón evita realizar a
toda costa un ―recorte‖de sus figuras,
evadiendo la mera transferencia
mimética como una nueva versión del
Naturalismo. En cambio, a través de esta hiperrealidad el autor deja que
éstas figuras emerjan autónomamente, con sus virtudes y defectos,
mediante la narración de otros personajes. Así se va forjando un mosaico
heterogéneo que desemboca en tours de force del propio lenguaje. Este es
el caso de los relatos ―La Edwin‖ y ―Junito,‖ cuyos personajes
homónimos son, más que descritos, ―relatados‖por voces en primera
persona. La variabilidad de formas que asume Luis Negrón en la
construcción de sus cuentos, se suma a la versatilidad técnica
(―Guayama‖) y al dominio lingüístico (―Mundo cruel‖) que exhibe el
autor en su ópera prima. Éstas son: el monólogo interior, el diálogo cuasi
dramático, la llamada telefónica, la forma epistolar y el soliloquio, por
mencionar algunas. Mundo cruel es un libro de cuentos que, sin tapujos
ni apologías, nos adentra en un microcosmos descentrado y marginal que
nos revela las paradojas de la vida, en tanto nos confronta con nuestros
propios temores y prejuicios. Mundo cruel de Luis Negrón está destinado
a convertirse en un clásico de la narración corta boricua.
BAJO LA PALABRA DE LAS
PLANTAS de Steven F. White
(Managua, Nicaragua: Ediciones
400 Elefantes, 2008)

Steven F. White es uno de los mayores


estudiosos estadounidenses de la poesía
centro y suramericana. Sus libros La
poesía de Nicaragua y sus diálogos con
Francia y los Estados Unidos y El mundo
más que humano en la poesía de Pablo
Antonio Cuadra: un estudio ecocrítico,
así lo atestiguan. Igualmente, White se
ha destacado por sus traducciones al
inglés de la poesía de Rubén Darío,
João Cruz e Souza, Federico García
Lorca, Gastón Baquero, Pablo Antonio
Cuadra y Gioconda Belli. Empero, en lo
que respecta a su quehacer creativo, la poesía de Steven F. White no
desmerece con relación a su obra crítica. Se trata de una poesía original
que apropia el discurso testimonial, sin sacrificar su fuerza lírica. A
partir de sus siete poemarios previos, White ha ido tejiendo una poética
que intenta redimir al ser humano de la aspereza del mundo en el que
está inmerso. Es por ellos que sus poemas se inscriben bajo un pólemos,
que confronta el devenir histórico al mundo natural y viceversa. De igual
manera, la poesía de White posee un tono salmódico que sin entrar en la
zona de los moralismos dictatoriales y los tonos aleccionadores, no
prescinde de la necesaria criticidad que se encamina a una toma de
consciencia. Bajo la palabra de las plantas es una muestra antológica que
recoge treinta años de poesía, que forman parte de una épica americana
que conjuga el tiempo sagrado y el tiempo profano. Uno de los poemas
emblemáticos de este volumen es el intitulado ―Para los no nacidos,‖
dividido en seis partes, culmina de la siguiente manera: ―Un pulso
térmico es mi pulso./ Yo no sé lo que significaría./ Recuerdo todos los
misiles/ plantados en mi cuerpos antes que naciera./ Recuerdo cuándo
mis enemigos se esfumaron./ Recuerdo cómo todas las cosas que mueren/
no son más que un cambio por lo que nace.‖
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