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CLASE DEL 20-05-2020

LA TEORÍA KEYNESIANA – PRIMERA PARTE


Contexto histórico del surgimiento de la teoría keynesiana.

- Luego de la crisis de 1870/95, se abrió un período de acelerado crecimiento económico, la Belle


Epoque, sólo interrumpido por la Primera Guerra Mundial en 1914.

- Algunos autores sostienen que en este período se produjo además una segunda revolución
industrial, en la que se reemplazó el carbón por el petróleo, se extendió el tendido telefónico,
aparecieron los automóviles, las motocicletas y las bicicletas, barcos de larga distancia y aviones.

- Surgimiento de la 'producción en masa y la aplicación de criterios científicos a la organización


empresarial.

- Enorme absorción de la mano de obra por parte de la industria, el comercio y los servicios y
crecimiento explosivo de la población trabajadora.

- La escuela marginalista en su versión marshalliana alcanzó la hegemonía.

- Final de una época de expansión económica a partir de la 1° Guerra Mundial, que dio inicio a la
'era de las catástrofes' (Hobsbawm).

- En 1929, el 'crac de la bolsa de Wall Street' (jueves negro), inicio de la depresión más larga
conocida hasta ahora del capitalismo moderno.

- La recuperación llegó con el rearme de las potencias para la 2° GM.

- Las novedades en el campo de los debates económicos en la época de Keynes: la caída del Patrón
Oro (que debió ser abandonado al comienzo de la 1° GM, ya que el metal no podía ser
transportado; además desacreditación de la teoría neoclásica del dinero por las altas tasas de
inflación de la primera posguerra), y el problema de la desocupación prologada y masiva durante
la Gran Depresión (descontento con la teoría tradicional que no lograba dar cuenta de las causas
de la inflación, la deflación y la desocupación).

- En la primera clase hablamos de la importancia de la vinculación entre el desarrollo de las teorías


económicas -y, más en general, entre la evolución de las ideas en todos los campos disciplinares- y
las transformaciones que atraviesa la sociedad en cada etapa histórica. Cuando se estudia cada
una de las contribuciones a la economía se encuentra que estos dos planos no sólo interactúan
entre sí, sino que ambos se encuentran también condicionados por la biografía, es decir, por las
circunstancias de la vida personal de cada uno de los autores.

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- Keynes se había formado en Cambridge bajo la tutela de Alfred Marshall. Expresó
frecuentemente la enorme admiración que le merecía su maestro y, cuando Marshall abandonó la
enseñanza para dedicarse exclusivamente a la investigación, se convirtió en uno de los herederos
de su cátedra universitaria -impartía un curso sobre la teoría del valor y la distribución incluida en
el Libro V de Los principios de economía. Puede decirse que era ya, a temprana edad, uno de los
más importantes economistas marshallianos. Su campo de especialización fue la economía
monetaria, a la que dedicó tres de sus libros: Indian Currency and Finance (1913), Tract on
Monetary Reform (1923) y Treatise on Money (1930).
- Sin embargo, no debe olvidarse que prácticamente toda su vida madura trascurrió durante la que
Hobsbawm bautizó como "la era de las catástrofes".
- Poco después de abandonar la representación británica, Keynes publicó las Consecuencias
económicas de la paz, un polémico texto -que le valió la dura acusación de ser un agente "pro-
alemán"-. Con este libro logró llamar la atención en toda Europa. Se oponía entonces a la
imposición de duras cargas económicas, las llamadas "reparaciones", a la Alemania derrotada.
Según su opinión, se había impuesto allí la posición impulsada por Francia que intentaba a toda
costa y "hasta donde fue posible, parar el reloj y deshacer lo que desde 1870 se había logrado en el
progreso de Alemania”. Las advertencias de Keynes resultaron ser proféticas, a punto tal que se le
atribuye haber vaticinado, por un lado, la hiperinflación alemana y, por el otro, haberse anticipado
al surgimiento del nazismo, ya que su libro contenía advertencias de alto calibre:
"[l]a política de reducir a Alemania a la servidumbre durante una generación, de
envilecer la vida de millones de seres humanos y de privar a toda una nación de
felicidad, sería odiosa y detestable, aunque fuera posible, aunque nos enriqueciera a
nosotros, aunque no sembrara la decadencia de toda la vida civilizada de Europa.
Algunos la predican en nombre de la justicia. En los grandes acontecimientos de la
historia del hombre, en el desarrollo del destino complejo de las naciones, la justicia
no es tan elemental. Y si lo fuera, las naciones no están autorizadas por la religión ni
por la moral natural a castigar en los hijos de sus enemigos los crímenes de sus padres
o de sus jefes".
Así como se convirtió en un verdadero protagonista de la discusión originada por el proceso de
reconstrucción europea en la primera posguerra, hizo también escuchar sus opiniones en 1923
con su Breve tratado sobre la reforma monetaria, en el que se enfrentó a las interpretaciones
convencionales acerca de las causas de la inflación, continuando luego con estas investigaciones,
aunque en un plano más teórico y todavía más apartado de la visión convencional, en su
ambicioso Tratado sobre el dinero(1930).
- Keynes se ubicó nuevamente en el centro de la escena, convirtiéndose en uno de los más
autorizados partidarios del abandono definitivo del patrón oro por parte de Inglaterra -la
convertibilidad se había suspendido durante la primera guerra-, cuestionando duramente el
intento de retornar a la vieja paridad en 1925. Nuevamente la historia le dio la razón: cuando llegó

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la Gran Depresión, el viejo sistema monetario basado en el oro finalmente colapsó, muriendo
ahora de muerte natural.
- Por tanto, cuando sobrevinieron los procesos inflacionarios -un hecho inédito en la historia
económica-, las novedosas ideas de Keynes sobre su origen, enfrentadas a las de la ortodoxia,
alcanzaron un lugar destacado. No es raro, entonces, que, en 1936, en pleno desarrollo de la
"crisis del 30", Keynes nuevamente intentara presentar una teoría novedosa encaminada a
comprender otro acontecimiento económico que, por su profundidad y duración, carecía de
precedentes históricos. El libro a través del cual dio a conocer sus ideas acerca de las causas y
remedios para la depresión se llamó Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (en
adelante La teoría general).
- Sólo con la publicación de La teoría general queda consuma la ruptura definitiva con la tradición
anterior. El Prefacio de su obra cumbre comienza diciendo que "si la economía ortodoxia está en
desgracia, la razón debe buscarse […] en la falta de claridad y generalidad de sus premisas" y
admite luego que "la redacción de este libro ha sido, para el autor […] un forcejeo para huir de la
tiranía de las formas de expresión y pensamiento habituales […]. La dificultad reside no en las ideas
nuevas, sino en rehuir las viejas que entran rondando hasta el último pliegue del entendimiento de
quienes se han educado en ellas, como la mayoría de nosotros".
- Un segundo aspecto que distingue a Keynes de buena parte de los críticos de la ortodoxia, se
vincula con su elaborada concepción acerca de la naturaleza y de las causas de las grandes
transformaciones históricas ocurridas a principios del siglo XX. No sólo puede afirmarse que estos
cambios ocurridos en la esfera económica condicionaron sus ideas, sino que, lo que es más
importante aún, es que Keynes era absolutamente consciente de ello. En La teoría general pero
también en numerosas obras anteriores sostuvo que alrededor de 1914 había comenzado una
nueva etapa en la historia del capitalismo, una etapa que en muchos aspectos difería de la que
había dado lugar al surgimiento y auge de la teoría económica dominante. Escribe en 1925:
[L]a mitad de la sabiduría de cuaderno de caligrafía de nuestros estadistas se basa en
supuestos que fueron ciertos, o parcialmente ciertos, en su momento, pero que ahora
son cada vez menos ciertos a medida que pasan los días. Tenemos que descubrir una
nueva sabiduría para una nueva época. Y entretanto debemos, si hemos de hacer algo
bueno, debemos parecer heterodoxos, molestos, peligrosos y desobedientes para con
los que nos han engendrado.
Keynes [1925] 1997: 308.
En pocas palabras: más allá de las críticas teóricas que Keynes habría de realizar a la teoría
tradicional, sus reclamos se dirigían hacia un punto, si se quiere, aún más general y básico: los
supuestos y premisas sobre los que se había erigido el edificio teórico de la ortodoxia,
simplemente, debido a las profundas transformaciones históricas que habían tenido lugar al
comienzo del siglo XX, ya no se correspondían con la nueva realidad económica. El veredicto es
lapidario: la teoría económica oficial es anacrónica.
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- Sobre la caracterización propuesta por Keynes para esa nueva etapa, conviene señalar tres de sus
puntos salientes, referidos a los cambios ocurridos en la fisonomía de clase "empresaria", en las
potencias de la clase trabajadora y en el funcionamiento del sistema monetario mundial.

- Cambios en la fisonomía de la clase empresarial: Keynes observa que, como consecuencia de


una gigantesca concentración de los capitales que dirigen las distintas ramas de la producción, se
produce una separación entre la propiedad de las empresas y su gestión. A diferencia del
empresario de tipo "antiguo" en cuya persona se reunían la figura del dueño y del "gerente",
debido al enorme tamaño de las firmas, esas dos funciones ya no pueden ser representadas por
un único individuo: por un lado, se encuentran la "clase empresarial" conformada por los
capitalistas en activo que conocen y dirigen en la práctica los negocios; y por el otro, está la "clase
de los rentistas", compuesta mayormente por los miles de pequeños "inversionistas" que no son
propietarios de una empresa entera sino de una determinada porción más o menos grande, más o
menos pequeña, de acciones que se compran y venden en la Bolsa.
- Las consecuencias de este cambio en la composición de la clase capitalista son fabulosas, y
repercuten en un plano muy concreto: a partir de esta separación, se modifica de manera
sustancial la forma en la que los inversionistas deciden y realizan sus inversiones. Lo que ocurre es
que las inversiones, aun cuando se apliquen a la compra de instalaciones y equipos duraderos, se
transforman en riqueza "líquida", ya que los títulos de propiedad -las acciones- pueden ser
rápidamente vendidas en los "mercados organizados de inversiones", es decir, en la bolsa de
valores. Los inversionistas -a diferencia del empresario del siglo XIX, "casado" con sus empresas-
comienzan a tomar sus decisiones de inversión día a día, utilizando criterios que poco tienen que
ver con la rentabilidad real esperada en el largo plazo de cada negocio. Las operaciones bursátiles
con las acciones están sometidas a pautas especulativas, ya que lo que importa al comprador es
fundamentalmente si la cotización los títulos ascenderá o se reducirá, movimiento que poco tiene
que ver con el desempeño económico de las empresas. Esta es la nueva realidad con respecto a las
decisiones de inversión y, sin embargo, como hemos visto, el mercado de capital del sistema
marshalliano describía el comportamiento de la inversión de un modo completamente distinto
(según la voluntad de ahorrar y la productividad del capital). De lo dicho se desprende que era
necesario escribir una teoría de la inversión que refleje estos cambios.
- En segundo lugar, y también como resultado de la concentración del capital, la clase obrera
había alcanzado un grado mucho más elevado de organización. "Los sindicatos -sostiene
Keynes- son suficientemente fuertes para interferir en el libre juego de la oferta y la demanda, y la
opinión pública, aunque a regañadientes y con algo más que la sospecha de que los sindicatos se
están volviendo peligrosos, les apoya en su principal contienda. Nuevamente se presenta en este
terreno una incompatibilidad entre los hechos y la teoría convencional, porque el mercado de
trabajo marshalliano se basaba en una determinación puramente individual de la curva de oferta,
una descripción según la cual las organizaciones obreras eran solamente una traba circunstancial,
pero nunca la norma que gobernaba el comportamiento del salario y el empleo.

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Por otra parte, según se mostró, así como en el mercado de trabajo el nivel de empleo de
equilibrio significaba la plena ocupación de los obreros, el sistema marginalista en la versión de
Marshall había convertido a la ley de Say en otro de sus pilares fundamentales que describía una
tendencia automática hacia el uso completo de todos los recursos disponibles. Keynes, en cambio,
afirma que este dogma constituye un grave impedimento para la teoría económica:
Nuestras ideas sobre economía, inculcadas en nosotros por la educación, el ambiente y
la tradición, están empapadas, tanto si somos conscientes de ello como si no, de
presupuestos teóricos que sólo son adecuadamente aplicables a una sociedad que esté
en equilibrio, con todos sus recursos productivos empleados. Mucha gente está
intentando solucionar el problema del desempleo con una teoría que se basa en el
supuesto de que no hay desempleo.
Keynes [1933] 1997: 351.
- En tercer lugar, otro de los puntos flacos de la ortodoxia se ubica, indudablemente, en el plano
de la teoría monetaria. Ya en 1923, Keynes advertía que "[l]a mayoría de los tratados académicos
sobre teoría monetaria se han basado tan firmemente, hasta hace poco, en el supuesto de un
régimen de patrón oro, que es necesario adaptarlos al presente régimen de patrones de papel
mutuamente inconvertibles". El derrumbe de la convertibilidad de todas las monedas por el oro en
las que se basaba el comercio y el sistema financiero internacional no sólo exigía una profunda
discusión acerca de la fisonomía del nuevo régimen monetario, sino que debía realizarse también
un cambio en la teoría misma que había convertido al patrón oro en una de sus premisas.
Como puede verse, el cuestionamiento de Keynes a la ortodoxia y, en particular, a su teoría
monetaria, al mercado de capital, al mercado de trabajo y a la ley de Say tiene un fundamento,
además de teórico, histórico. Para Keynes el mundo había cambiado definitivamente
desvaneciéndose así las premisas sobre las que se apoyaba la teoría ortodoxa. Sentencia entonces
que el desprestigio de los economistas está ligado a su obstinada ceguera en relación con estas
transformaciones.

La "teoría clásica" según Keynes


- ¿Cuál es el contenido de la teoría clásica, ortodoxa o tradicional que Keynes rechaza con su
intervención? Sin conocer el objeto de su crítica poco puede hacerse para comprender la
naturaleza de su aporte.
-La teoría del valor correspondiente a la teoría clásica de Keynes no es otra que es la teoría de los
costos de producción, teoría formulada inicialmente por J. S. Mill -quien se la atribuía a Ricardo-,
adoptada y adaptada luego por la pluma de Marshall, quien la convirtió en una teoría del
valor, según la cual el precio normal está determinado por los costos marginales de producción.
Claramente, ésta no es la teoría del valor de Ricardo, pero hay que reconocer que tampoco
coincide con la teoría de la utilidad de los primeros marginalistas.
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- Cuando Keynes se refiere a la teoría clásica del valor está apuntando al sistema marshalliano,
donde cree ver una síntesis entre las ideas de Ricardo y las teorías de los primeros marginalistas.
- En lo que respecta a la teoría de la distribución, la teoría clásica de Keynes se apoya nuevamente
en las explicaciones ofrecidas por Marshall acerca de la determinación de la tasa de interés y del
salario; reposa por tanto en el mercado de capital y el mercado de trabajo, tal como se estudiaron
en la clase anterior. Es por eso por lo que cada vez que Keynes se refiere a la  teoría clásica del
valor y la teoría clásica de la distribución conviene realizar una traducción que contribuye a limpiar
el término de innecesarias ambigüedades, reemplazando teoría clásica por teoría marginalista en
la versión marshalliana, incluyendo así, dentro del grupo de los clásicos a Ricardo, pero en la
versión que se obtiene cuando se lo estudia utilizando los anteojos provistos por Marshall.

Naturaleza profunda de las críticas de Keynes a la teoría clásica.


- ¿Cuáles son los reclamos teóricos de mayor envergadura que presenta Keynes a sus
adversarios clásicos -fuera de las consideraciones ya mencionadas acerca de la ausencia de un
correlato entre la teoría clásica y las nuevas circunstancias históricas?
- La primera pista al respecto se encuentra en el Prefacio de La teoría general, donde se sostiene
que "si la economía ortodoxa está en desgracia, la razón debe buscarse no en la superestructura,
que ha sido elaborada con gran cuidado por lo que respecta a su consistencia lógica, sino en la
falta de claridad y generalidad de sus premisas" . El diagnóstico, como se observa, es despiadado:
se está declarando así una verdadera bancarrota de la teoría convencional, cuyas consecuencias
"han destruido casi toda la influencia práctica de la teoría económica y seguirán destruyéndola
mientras no se llegue a un acuerdo" (idem).
- Pero, en lo que respecta a la cuestión estrictamente teórica, debe tenerse en cuenta, por
consiguiente, que el principal problema de la ortodoxia es ubicado en el plano de sus premisas.
Puede decirse, pues, que se trata de una cuestión eminentemente conceptual que se encuentra en
la base misma del sistema, no en su "superestructura lógica". ¿Cuáles son esas premisas
equivocadas que condujeron a la teoría clásica a la ruina, privándola de toda su anterior influencia
práctica? Mencionaremos dos de ellas, que servirán de patrón para medir los resultados de la
crítica de Keynes.
Entre estas premisas equivocadas, Keynes señala que la teoría clásica "considera la influencia del
dinero como algo que debería tratarse separadamente de la teoría general de la oferta y la
demanda ". En efecto, tanto Ricardo como Marshall -para tomar a los dos principales
representantes de la teoría clásica en el sentido de Keynes- habían formulado sus teorías del valor
y de la distribución suponiendo que el dinero era sólo una medida del valor y, por tanto, en
realidad, cuando ofrecían sus teorías hacían como si el dinero directamente no existiera, en
analogía con una economía de trueque sin dinero. Sin embargo, Más adelante, bien en un libro
aparte -Marshall- o bien en los capítulos finales de su principal tratado -Ricardo, Walras- los

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economistas clásicos ofrecían una nueva teoría del dinero, distinta de la anterior e incompatible
con ella. Entonces, la teoría clásica pasaba a adherir a la teoría cuantitativa del dinero.
Mientras los economistas se ocupan de lo que se llama teoría del valor han
acostumbrado enseñar que los precios están regidos por las condiciones de la oferta y
la demanda; habiendo desempeñado papel prominente, en particular, los cambios en
el costo marginal y en la elasticidad de oferta en períodos cortos. Pero cuando pasan,
en el Libro II, o más frecuentemente en otra obra, a la teoría del dinero y de los
precios, ya no oímos hablar más de estos conceptos familiares pero inteligibles y nos
trasladamos a un mundo en donde los precios están gobernados por la cantidad de
dinero, por su velocidad-ingreso, por la velocidad de circulación relativamente al
volumen de transacciones, por el atesoramiento, por el ahorro forzado, por la inflación
y la deflación et hoc genus omne; y se hace muy poco esfuerzo, o bien ninguno para
ligar estas frases más vagas con nuestras ideas anteriores de las elasticidades de
oferta y demanda.[...]. Todos estamos acostumbrados a colocarnos algunas veces a
un lado de la luna y otras en el contrario, sin saber qué ruta o trayecto los une,
relacionándolos, aparentemente, según nuestro modo de caminar y nuestras vidas
soñadoras .
Keynes [1936] 2005: 247
- Por tanto, los economistas clásicos, según Keynes, disponen de dos teorías distintas y opuestas
para explicar el comportamiento de los precios y de la tasa de interés. Esta dualidad teórica
inadmisible proviene de una fuente más profunda: la premisa que conduce a la separación entre la
teoría del valor y la teoría del dinero. De aquí se sigue que uno de los principales objetivos que se
plantea Keynes es el de reconciliar la teoría del valor con la teoría del dinero, es decir, unir lo que
la teoría clásica había separado indebidamente. Para simplificar, en adelante, llamaremos a estos
dos cuerpos teóricos en los que se separaba la teoría clásica "Primer Tratado" -sobre el valor y la
distribución- y "Segundo Tratado" -sobre el dinero. Para unificar los dos Tratados de la teoría
clásica, La teoría general propone a una teoría monetaria de la producción.
- La segunda premisa equivocada de la teoría clásica, a la que Keynes dedica íntegramente su
breve pero incisivo Capítulo 1, refiere al modo en el que se abordaba tradicionalmente la cuestión
del desempleo. Según Keynes, tanto en el Primer Tratado como en el Segundo Tratado, la teoría
clásica, presupone -es una "premisa"- que la economía se encuentra en un estado de plena
ocupación, es decir, que todos los recursos que se ofrecen pueden ser colocados en el mercado.
En particular, esto implica que axiomáticamente se supone siempre la plena ocupación del trabajo.
Dice Keynes al respecto: "[l]a mayor parte de los tratados sobre la teoría del valor y de la
producción se refieren, en primer término, a la distribución de un volumen dado de recursos
empleados en diferentes usos, y a las condiciones que, supuesta la ocupación de esta cantidad de
recursos determinan su remuneración relativa y el relativo valor de sus productos". Cuando
la teoría clásica tomaba como dado el volumen de recursos para examinar el precio de los

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productos y de las remuneraciones (es decir, las teorías del valor y la distribución), está
asumiendo, secretamente, que la ocupación de los recursos es completa.
- El sistema marshalliano sostenía que el precio de todos los productos y todos los factores, es
decir, del trabajo y el capital, era tal que los respectivos mercados se encontraban siempre en una
situación de equilibrio. Ahora bien, en equilibrio, la oferta es igual a la demanda lo que significa
que pueden colocarse en el mercado la masa completa de los productos y la totalidad de los
factores en oferta. Esto quiere decir, a su vez, que cualquiera que quiere vender sus productos o
sus servicios, puede efectivamente hacerlo, siempre que la economía esté en equilibrio. Por eso,
se está suponiendo que todo el trabajo que se ofrece es demandado.
- Entre las premisas de la teoría clásica se encuentra, en consecuencia, la siguiente: en tanto el
sistema se encuentre en equilibrio -y la teoría presupone que existe una tendencia automática y
férrea hacia el equilibrio- habrá pleno empleo. Equilibrio es sinónimo de pleno empleo. De esta
manera, el pleno empleo se convierte en una verdadera premisa de la teoría clásica. Esto es lo que
Keynes resume mediante el único párrafo que compone el capítulo primero:
Sostendré que los postulados de la teoría clásica sólo son aplicables a un caso especial,
y no en general, porque las condiciones que supone son un caso extremo de todas las
posiciones posibles de equilibrio. Más aún, las características del caso especial
supuesto por la teoría clásica no son las de la sociedad económica en que hoy vivimos,
razón por la que sus enseñanzas engañan y son desastrosas si intentamos aplicarlas a
los hechos reales.
Keynes [1936] 2005: 23.
- Así y todo, pese a la vital importancia de esta premisa, la teoría clásica no se había tomado nunca
el trabajo de analizar, a conciencia y sobre la base de sus propias teorías, cuáles son los
mecanismos que hacen la economía siempre alcance ese estado de plena ocupación. No lo
explicaba, simplemente lo suponía, lo asumía. Así, como por decreto, el pleno empleo se convertía
en la única situación posible en la que la economía podía hallarse en reposo, es decir, en el único
equilibrio y, por tanto, en el estado "natural" del sistema, estado hacia el que se dirigía
automáticamente.
- Lo que enlaza entre sí todos estos mecanismos y les proporciona una unidad es, ni más ni menos,
que la ley de Say. En el prefacio para la primera edición francesa de La teoría general Keynes
sostiene:
Creo que la economía ha estado dominada, en todos lados y hasta tiempos recientes, y
en mayor medida de lo que se ha comprendido, por las doctrinas asociadas con el
nombre de J. B. Say. Es cierto que su "ley de los mercados" fue abandonada hace
tiempo por la mayoría de los economistas; pero no por ello se han librado de sus
supuestos básicos y particularmente de la falacia de que la demanda es creada por la
oferta. Say estaba suponiendo implícitamente que el sistema económico opera siempre

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a su plena capacidad, de manera que toda actividad nueva sustituía y nunca se
agregaba, a las otras actividades. Casi todas las teorías económicas subsiguientes
dependieron de estos mismos supuestos, en el sentido de que los tienen como
requisito. Sin embargo, una teoría así fundada es claramente incompetente para
abordar los problemas de la desocupación y del ciclo económico. […] Sostengo que este
libro constituye una ruptura definitiva con las doctrinas de J. B. Say en la teoría de la
producción […].
Keynes [1939] 1973.
- De manera que La teoría general viene a romper con la ley de Say. Pero alejarse de la ley de Say
es una tarea compleja porque existen dos elementos que en el sistema clásico operan de manera
simultánea y se retroalimentan mutuamente para asegurar que se cumpla siempre la ley de Say.
Habrá que adoptar dos caminos para rechazarla. El primero pasa por el abandono de
la premisa que reza que el sistema está siempre en un estado de la plena ocupación, premisa que
es característica de la teoría clásica. En los términos planteados en el Capítulo 1, La teoría
general pretende mostrar que existen, en cambio, múltiples posiciones posibles de equilibrio y no
una sola, v. gr., la de la plena ocupación. Dicho esto, puede aclararse un difundido malentendido:
no es cierto que la teoría clásica sea incapaz de representar a la economía en un estado de menos
que plena ocupación; de ningún modo: sí puede hacerlo, pero el inconveniente es que tal situación
es retratada siempre como un estado de desequilibrio. Para la teoría clásica, entonces, desempleo
es sinónimo de desequilibrio. Desequilibrio en el mercado de trabajo, desequilibrio en el mercado
de capital, desequilibrio en el mercado de bienes, o en todos a la vez.
- Es por esto por lo que, si se quieren desentrañar las causas del desempleo, valiéndose de las
leyes provistas por la teoría clásica, se llega inexorable a la conclusión de que el motivo del
desempleo está en que algún mercado -debido a las rigideces de precios, salarios o tasa de
interés- se encuentra fuera de la posición de equilibrio, lo cual tiene consecuencias teóricas y
prácticas -como señala Keynes- deplorables. En efecto, las teorías marshallianas de los precios, del
salario y de la tasa de interés (del valor y la distribución) indican que las leyes que gobiernan el
movimiento de cada una de estas variables son tales que sus valores son los que hacen que se
igualen la oferta con la demanda. Si la oferta no se iguala a la demanda -de bienes, de trabajo o
capital-, en cambio, habrá desequilibrio. El problema es que entonces se carece de una explicación
que permita explicar el valor adoptado por cada una de estas variables.
- De manera que la teoría (más) general que Keynes se propone construir debe estar exenta de
esta limitación y debe, por tanto, encontrarse en condiciones de proporcionar un conjunto de
leyes económicas para los precios, los salarios y la tasa de interés que sean válidas incluso en
condiciones de desocupación. Pero al ser leyes, no debe tratar a estos valores como propios del
desequilibrio del sistema, sino como otros tantos equilibrios en los que no se presenta ninguna
fuerza que mueva a la economía de esa posición.

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- Entonces, no se trata de mostrar que si hay desequilibrio en uno o más mercados puede
presentarse el desempleo. Esto, en realidad, no implica escapar de la teoría clásica; al contrario, si
la desocupación se correspondiera con el desequilibrio, podría sostenerse siempre que el sistema
cuenta con los "anticuerpos" -mecanismos automáticos- que le permitirían regresar al equilibrio
con pleno empleo. Y esta no es otra que la explicación típicamente clásica del desempleo. La
teoría general, en contraposición, se propone representar al desempleo como una situación de
equilibrio.
Por otra parte, la necesidad de ofrecer nuevas leyes del valor y de la distribución que no
presupongan la plena ocupación, es la que conduce a Keynes a criticar y descartar el mercado
agregado de bienes, el mercado de trabajo y el mercado de capital propios de la teoría clásica.
Como se estudió en el capítulo anterior, en el corto plazo la ley de Say opera naturalmente a
través del "ajuste" hacia el equilibrio de estos tres mercados, de manera que el rechazo de la ley
de Say obliga también a presentar objeciones contra la teoría clásica del valor (precios) y la teoría
clásica de la distribución (salario y ganancia). Y a descartar también la teoría clásica del dinero
(teoría cuantitativa).
Hasta aquí, no hicimos más que examinar los objetivos que el propio Keynes se propone cumplir
en La teoría general, extrayéndolos de las páginas del libro. En síntesis, el argumento es el
siguiente: la teoría clásica ha perdido su prestigio y está en la ruina, de manera que hay que
reemplazarla por otra distinta. Los errores fundamentales se encuentran en el campo de
sus premisas que, según vimos, son tres: 1. la separación entre teoría del valor y teoría del dinero,
separación que arrastra fuertes contradicciones conceptuales; 2. el postulado según el cual la
economía se encuentra siempre en pleno empleo; 3. la adhesión incondicional a la ley de Say, que
actuando a través del mercado de trabajo, del mercado de capital y del mercado de bienes
asegura que el sistema económico se desplace hacia el equilibrio en todos los mercados y, por
tanto, hacia la plena utilización de los recursos disponibles.
Debemos tener en cuenta que, después del mazazo de Keynes, la economía ortodoxa sufrió una
fisura en su cuerpo teórico que debió dividirse en sus dos ramas hoy características: la
microeconomía y la macroeconomía. A pesar del áspero llamado de atención de Keynes, la
ortodoxia no cambió demasiado. En la esfera de la microeconomía contemporánea se han
conservado intactos los componentes fundamentales del sistema marginalista -en la versión
marshalliana y walrasiana-: el mercado de trabajo, el mercado de capital, el mercado de bienes y
el concepto marginalista de dinero. Podemos inferir, pues, que entre los reclamos de Keynes que
no fueron atendidos se encuentran, precisamente, todas sus críticas a la teoría marginalista. Bien
visto el asunto, no deberíamos asombrarnos por esta omisión, ya que fueron los marginalistas -la
ortodoxia de entonces y también la actual- la que se encargó de dictaminar cuáles de los aportes
contenidos en La teoría general debían ser tenidos en cuenta y cuáles eran "inconsistentes, poco
claros y lógicamente erróneos".

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FUENTES:
DILLARD, Dudley (1971) La teoría económica de John Maynard Keynes. Ed. Aguilar. Madrid. Cap. I-
III.
KICILLOF, Axel (2010). “De Smith a Keynes: siete lecciones del pensamiento económico”. Lección 4:
La revolución marginalista. Lección 5: el marginalismo de Marshall. 1ed. EUDEBA. Buenos Aires.
MARSHALL Alfred (1948, [1890]). “Principios de Economía”. Libro III, Capítulo 3 “Gradaciones de
las Demandas de los Consumidores”, Aguilar Editor, Madrid.

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