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Nombre: Matrícula:
Meza de León, Bernardo. 110330.
Almendarez Mairena, Perla Gissel. 111073.
Ibarra Yañez, Alma Idalia. 117119.
Ontiveros Quistian, Ana María. 117380.
Ramos Hernández, María de la Luz. 114191.
Ruiz Zúñiga, Tania Liseth. 117503.
Chasseguet-Smirguel (cit. Por Karterud, S. W., 1990), el grupo es uno de los vehículos
sociales más importantes para la restauración de la ilusión, para curar las heridas narcisistas
e identificarse con el pecho bueno de la madre omnipotente. El grupo tiene hambre de ilusión,
no de líder. Este último sólo despierta el deseo primitivo de unión entre el yo y el ideal del
yo; la ilusión de lograr esta fusión.
Kohut (cit. por Karterud, [op. cit.], postula un self grupal análogo al individual, que no debe
equipararse con las nociones conscientes o preconscientes de la identidad de los miembros.
El self grupal implica algo más que la mera suma de los selves individuales. En el grupo, el
self individual relaja sus límites horizontalmente (por identificación con los pares, con lo que
cede parte de su propia individualidad) y en sentido vertical (por la fusión con el objeto del
self).
El grupo proporciona un entorno de objetos/sí mismo para los miembros, con lo que gratifica
inicialmente a nivel extrapsíquico, necesidades intrapsíquicas, a través de experiencias
grupales, que después permiten comprender y profundizar los lazos de objeto/sí mismo
dentro del grupo y proporcionan la experiencia “real” que, unida con la satisfacción
verdadera de las necesidades narcisistas, fomenta la esperanza y el cambio.
Cuando el terapeuta rechaza el rol de objeto/sí mismo idealizado aparece la rabia narcisista;
el supuesto básico de apareamiento y una búsqueda frenética de objetos/sí mismo en el
mundo externo. En grupos de apareamiento más benignos, los miembros se espejean
mutuamente. Este es el ideal de muchos grupos homogéneos no terapéuticos: una
organización plana, no jerárquica y espejeo mutuo.
Mientras más arcaica es la transferencia, mayor es la carga de afecto que inviste al terapeuta.
Por ello, los pacientes pueden experimentar a los otros miembros del grupo como amenaza y
no como fuente de experiencia con el objeto/sí mismo. Las inevitables perturbaciones de la
relación entre los miembros del grupo o entre éstos y el terapeuta llevan, con frecuencia, a
experiencias de pérdida de la cohesión del sí mismo; se viven como fragmentación,
devaluación o depresión, que precipitan esfuerzos sintomáticos para restaurar la cohesión del
self.
La cualidad de “nosotros” en la acción de ayudar a otro proporciona un sentimiento de
identificación con los demás. Esta experiencia gemelar y de eficiencia aporta una sensación
de comunidad, asociación y efectividad. El grupo como un todo se vuelve una experiencia
significativa del self-objeto/sí mismo y tanto dentro como fuera de él, los miembros
adquieren la confianza en que sus relaciones con otros pueden satisfacer las necesidades de
objeto/sí mismo.