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do mi primera novela.

A aquella mujer, pues, le


debía mucho.
Tal y como prometió, aquel 20 de junio Paloma
estaba esperándonos en la puerta de San Pedro.
OCULTURA Eran las doce y media de la mañana. Lucía su
inconfundible sonrisa y una mirada que irradiaba

JOAN BORRÁS
curiosidad y picardía. Cuando los libreros y yo lle-
gamos frente a la tumba de Inocencio, pasó sus


JAVIER SIERRA www.javiersierra.com yemas, incrédula, por su misteriosa inscripción.
Estaba estupefacta. Almorzamos después en
un restaurante cercano y terminamos hablando

EL ALMA DE ROMA de las estantiguas –o procesiones de monjas


fantasma– de Villa Elika.Y también de fray Pícolo,
el espectro de un capuchino que aún se pasea
por la Embajada de España ante la Santa Sede
El 20 de junio de 2007 fue un día importante. y que ella misma vio en el invierno de 1976.
Estaba a punto de publicar mi primer libro con Paloma desgranó aquellas historias con exquisita
Planeta –La ruta prohibida iba a lanzarse en delectación, recordándonos que lo sobrenatural
agosto de ese año–, y la Editorial había decidido y lo natural conviven en perfecta armonía en uno
invitar a un grupo de libreros a Roma para que de los lugares más sublimes de laTierra. ¡Fue una
les explicara in situ algunos de los enigmas que lección de «ocultura» en toda regla!
abordaba. Uno en particular me tenía obsesiona- Entonces no supe ver que Paloma estaba asis-
do. Era la lápida sepulcral de un papa, Inocencio tiéndome –¡de nuevo!– en otro de los momentos
VIII, que pese a haber fallecido en julio de 1492 cruciales de mi vida. Había estado dos años antes
lucía en su epitafio una frase profundamente en mi boda –llevando una bendición de Benedic-
anacrónica: «Suya es la gloria del descubrimien- La última vez to XVI bajo el brazo– y también sentada a mi lado
to del Nuevo Mundo».
Antes de aquel viaje –y como era mi costum- que nos vimos la velada en la que me concedieron mi primer ga-
lardón literario enTorrevieja. Sus llamadas desde
bre cada vez que ponía pie en la Ciudad Eterna–
telefoneé a Paloma Gómez Borrero. Ella había
fue para hacer Roma para «darme vuelta» coincidían siempre
con momentos clave, como si de algún modo
sido corresponsal deTVE en el Vaticano durante
tres décadas, llevaba media vida viviendo a una
planes de viaje. intuyera que mi alma necesitaba una inyección

Uno más. Paloma


de espíritu.
calle de los muros del Estado más pequeño del La última vez que nos vimos fue para hacer
mundo y sabía casi todo lo que ocurría tras ellos.
Naturalmente, le informé de mi visita y le conté
ya había dado la planes de viaje. Uno más. Ella ya había dado la
vuelta al mundo 29 veces, pero le apetecía que
qué iba a hacer. «Tendremos tiempo para un
café, ¿no?», pregunté. Ella, entusiasmada con la
vuelta al mundo visitáramos Fátima juntos, en Portugal, para ver
de cerca las celebraciones del primer centenario
historia que me iba a llevar tan cerca de su casa, 29 veces”. de sus célebres apariciones. La emoción y la
reaccionó justo como esperaba: «¡Javier! Eso no curiosidad de siempre volvieron a instalarse en
me lo pierdo. ¡Me apunto!». su mirada… Aunque esta vez no pudo ser. El
Paloma no se había fijado nunca en la extraña pasado 24 de marzo una maldita complicación
inscripción. Formaba parte de una de las colum- renal la arrancó de este mundo. Fue de repente.
nas de la basílica de San Pedro y se encontraba Sin que nada lo hiciese prever. Como si tuviera
demasiado oscurecida y mal iluminada como prisa por atender otro compromiso o hacerle un
para detenerse en ella. Pero como periodista de nuevo favor a alguien. Quién sabe. Quizá pensó
raza que era, enseguida se dio cuenta de que que aquí sus muchos «hijos» ya estábamos
allí se escondía una gran historia. «No sé encarrilados. No lo sé… El caso es que se fue.
cómo te las apañas. Siempre encuentras Escribo esto roto por su marcha. Solo
algo con lo que sorprenderme», añadió. espero que allá donde ahora se encuentre
En realidad eso no era verdad. O no pueda hacernos llegar una de sus crónicas,
del todo. De hecho, era ella la que siem- una señal, un guiño a lo fray Pícolo que nos
pre terminaba sorprendiéndome a mí. conforte. Intuyo que lo hará. Será más tarde
Como el día que la conocí en 1991 y le o más temprano. No importa. En el otro lado
pedí ayuda para investigar las bilocacio- el tiempo no existe. Por suerte, sus ganas de
nes de una monja española que había contar lo vivido… esas nunca mueren. De eso
fascinado a otro papa, Urbano VIII. Paloma estoy seguro. ■
supo a dónde dirigir a un perfecto desconoci-
do como yo para recabar más información. Sus A la izquierda, Paloma Gómez Borrero y Javier Sierra ante
indicaciones, a la postre, terminarían alimentan- la tumba de Inocencio VIII, en 2007.

“Solo espero que allá donde se encuentre pueda hacernos llegar una de sus crónicas”.

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