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EL PELIGRO DE CREER QUE SOY SALVO POR LEY

Gálatas 4:8-31

Introducción:
Desde que el hombre es formado en el vientre materno, ya está el toque divino del creador del
universo. Esto no significa que automáticamente esa criatura en gestación será un hijo de Dios o
un hombre espiritual o un ministro del evangelio. ¡¡De ninguna manera!! El toque divino es
necesario para la vida de ese nuevo ser en formación. Este toque, provee la imagen y la
semejanza de Dios, que son los elementos necesarios para ser una persona moral, capaz de sentir
amor, misericordia, bondad y sobre todo, buscar a su creador. Estos elementos son importantes,
pero no determinantes para la salvación de las personas, es necesario reconocer la obra y
sacrificio de Jesucristo como nuestro salvador y Señor.

I EL LIBRE ALBEDRIO
Dios ha impartido al ser humano una libertad de decisión, incluida en ese toque divino, lo
llamamos "libre albedrio", esta libertad no es un defecto en la creación del ser humano, al
contrario, es una bendición.

No somos criaturas de control remoto, que solo obedecemos la voz de Dios, sin cuestionar.
Tenemos el poder de tomar nuestras propias decisiones haciendo lo que nos place. Desde el
momento en el cual logramos la edad y la conciencia del bien y el mal, es cuando inicia una
guerra, una lucha entre el bien y el mal, lo carnal y lo espiritual.

En primer lugar tenemos la imagen y la semejanza de Dios en nosotros, lo que nos permite,
desde muy temprana edad, tomar conciencia de lo bueno y lo malo. Pero, por otro lado está la
carne, que de igual forma tiene lo suyo. Respondiendo al placer, desde el nacimiento, se
habitúa a lo que le cause satisfacción y el enemigo de nuestras almas toma ventaja de esto.

II LA VIDA CRISTIANA
Hasta este momento hablamos del ser humano natural. Si hablamos del ser humano que ha
conocido a Jesús como el Salvador, de igual forma tenemos un nacimiento, una criatura
nueva que inicia el proceso de maduración. En este caso, la lucha se intensifica, ya que la
persona adquiere una mayor conciencia del bien y del mal.

Cuando el ser humano nace, este es vulnerable, indefenso, está rodeado de innumerables
factores de riesgos que atentan contra su vida, su salud, etc. Y por tal razón, este dependerá,
en sus primeros años de vida, de la protección de sus padres o tutores, del maestro, etc. Entre
tanto que no llegue a la madurez, la criatura se sujeta a estas personas que marcaran o
determinaran las reglas de conducta, hasta que pueda valerse por sí misma. Lo anterior
significa leyes impuestas por los tutores.

En la vida del nuevo creyente sucede algo muy similar: los ministros, los consejeros, los
líderes de los distintos ministerios de la iglesia, los propios creyentes de más tiempo, etc.
Procuran contribuir a la madurez del recién convertido.
Las primeras enseñanzas recibidas, serán como leyes para el nuevo convertido y estas le
guiaran y serán las bases para que inicie su maduración. Aquí, es posible que se presenten dos
graves problemas: los tortures no den la enseñanza debidamente y segundo, que la semilla del
evangelio no prospere, la semilla del evangelio germinara en la medida que la tierra sea la
adecuada, esto es que el nuevo convertido procure nutrirse de la palabra de Dios.

III LAS ENSEÑANZAS PAULINAS

En los tiempos del A.T., la ley y los estatutos gobernaban la relación del hombre con Dios.
Obedecer la ley era lo primordial, pero con la venida y el sacrificio de Jesús, la ley paso a
segundo plano. La cruz trajo al mundo el segundo pacto que es la gracia. La biblia dice «No
por obras para que nadie se gloríe» (Efes.2:9). Por lo tanto una forma de lograr una relación
verdadera con Dios, ya no son las obras, los sacrificios y todas aquellas liturgias del A.T...
Ahora, bajo el nuevo pacto, los que estábamos bajo esa gracia, ya no necesitamos la ley como
medio para acercarnos a Dios.

Lo anterior no significa que la ley ya no es buena o no debemos cumplirla, la ley sigue


vigente y aplicable, pero no para pensar que al cumplirla seremos salvos. La ley viene a ser el
principio del conocimiento de Dios. El mismo Señor Jesús se sujetó a la ley y la cumplió,
pero solo en los aspectos de conducta humana, y no para ser justificado ante Dios.

A los creyentes de Galacia, por lo que les escribe Pablo, fueron presa del engaño y el
testimonio entre ellos mismos, creó la confusión y se volvieron a los rudimentos. Ellos
retornaron a las primeras formas o prácticas religiosas indicadas por la ley, para estar en paz
con Dios. Solo y a través del sacrificio de Jesús es que obtenemos libertad, generado por el
amor de Dios a la humanidad; hoy esta salvación es posible por su gracia, y no mediante
obras.

CONCLUSION:
Es posible, que algunos cristianos de hoy, se identifiquen con los gálatas. Esto puede ser
peligroso para la fe, pues pueden convencerse en la ardua tarea de hacer obras para el reino,
creyendo que estas, puede ayudar para su salvación o conservarla. Las obras son producto del
agradecimiento al obtener salvación y sus múltiples beneficios. Recordemos lo que dice
Gálatas 4:4 que Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que
redimiese a los que estaban bajo la ley…

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