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Cómo saber si eres un creyente verdadero

Pero yo no era un cristiano de verdad.

Este es un problema de identidad sutil: muchas personas se consideran creyentes sin serlo en realidad. En mi caso, yo creía que
mis obras me harían acepto delante de Dios. Para otros, esto puede estar relacionado con nuestras ideas erradas sobre el
carácter de Dios, con creer que la Biblia necesita una actualización o con pensar que nuestra fe se trata sólo de aspectos tan
simples como nuestra forma de vestir (por mencionar algunos ejemplos).

Sin embargo, los peligros de identificarnos como cristianos, cuando en realidad no lo somos, son demasiado grandes como
para ignorarlos. Por eso quiero ayudarte a ver tres peligros que implica estar en esta posición, que son al mismo tiempo tres
razones para examinar nuestra fe.

Peligro #1: Nos engañamos a nosotros mismos

Es vital definir lo que es un cristiano con base en lo que la Palabra dice, no en lo que creemos por nuestra cuenta.

La Biblia nos presenta en Judas Iscariote un ejemplo claro de la importancia de esto. Él fue un hombre que recibió un llamado
directo del Mesías y aprendió de Él durante tres años. ¡Fue uno de los doce! Sin embargo, su idea de quién era Jesús estaba tan
equivocada como su idea de quién era él mismo como discípulo.

Al identificarnos como cristianos no estamos reflejando una preferencia o un estilo de vida personal; estamos
representando a Dios mismo
 
Por más difícil que sea reconocerlo, nosotros también podemos pasar la vida entera haciendo lo que es “cristiano” sin que
exista una transformación verdadera en nuestro interior (Mt 7:21-23).

Peligro #2: Somos de confusión para otros

Si me considero cristiano, reconozco mi responsabilidad de compartir el evangelio. Pero si creo las cosas incorrectas, entonces
lo más probable es que eso modele con mi vida y enseñe a los demás.

Esto no es nuevo, como vemos en la exhortación que Pablo hace a Timoteo:

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión
la palabra de verdad. Evita las palabrerías vacías y profanas, porque los dados a ellas, conducirán más y más a la impiedad, y
su palabra se extenderá como gangrena; entre los cuales están Himeneo y Fileto, que se han desviado de la verdad diciendo
que la resurrección ya tuvo lugar, trastornando así la fe de algunos” (2 Timoteo 2:15-18).

Es importante recordar que al identificarnos como cristianos no estamos reflejando una preferencia o un estilo de vida
personal; estamos representando a Dios mismo. 

Peligro #3: Nuestro destino final está en juego

Este último es el mayor peligro de todos porque es permanente. Si esta vida es una carrera, queremos llegar al final. Sin
embargo, podemos correr, sufrir y cansarnos sin nunca alcanzar el destino correcto porque corremos la carrera equivocada

La Biblia nos recuerda la importancia de autoexaminarnos para entender cómo nuestras vidas necesitan la
intervención de Dios
 
Imagina lo que vivió Ri Kang Bom, un corredor de Corea del Norte que lideraba un maratón en China. A solo 200 metros de la
meta, se equivocó de ruta al distraerse y seguir una camioneta que televisaba el evento. Para cuando se dio cuenta del error, era
demasiado tarde: alguien más había cruzado la meta.

Por más doloroso que haya sido, este hombre solo perdió algo temporal pero aquí está en juego nuestra eternidad. Debemos
considerar cómo corremos, no siguiendo una distracción representada en algún falso evangelio que tuerce la Escritura, sino
con los ojos puestos en el Jesús bíblico, el autor y consumador de nuestra fe (He 12:1).

La seguridad de ser creyentes

Sin importar cuánto tiempo lleves identificándote como cristiano, estos tres peligros son verdaderos y constantes si no has
creído en realidad el evangelio. Por eso la Biblia nos recuerda, una y otra vez, la importancia de autoexaminarnos para
entender cómo nuestras vidas necesitan la intervención de Dios (2 Co 13:5).

Por la gracia de Dios, en la Biblia conocemos cómo podemos tener certeza de que somos creyentes de verdad. Una vez que
creemos realmente en Jesús como Señor y Salvador, podemos combatir nuestras dudas con tres fuentes de seguridad para
nosotros: el Espíritu Santo, porque testifica a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Ro 8:15); la Palabra, porque es
inspirada por Dios, penetra hasta partir el alma y discierne las intenciones de nuestro corazón (He 4:12); y la Iglesia, porque
allí nos estimulamos al amor y a las buenas obras, y nos exhortamos los unos a los otros sabiendo que el día del Señor se
acerca (He 10:24-25).

Busquemos estar seguros de que, al terminar la carrera, podamos escuchar de parte de Dios: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo
poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25:23).

“En verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3). Por eso es crucial saber si hemos
nacido de nuevo y, por tanto, somos verdaderos creyentes.

Si no hemos pasado de la muerte espiritual a la vida espiritual en Cristo, estamos perdidos sin importar cuán llena de vida
consideremos nuestra espiritualidad, y sin importar cuán auténtica creamos que es nuestra fe.

Además, hay quienes afirman ser cristianos y creer lo que enseña la Biblia, cuando en realidad no son hijos de Dios y no
abrazan la verdad, sino que abrazan falsas doctrinas. De hecho, hoy tenemos iglesias llenas de falsas conversiones. Jesús
advirtió seriamente sobre eso (Mt. 7:21-23). El apóstol Pablo también: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe;
probaos a vosotros mismos” (2 Co. 13:5 RV60).

Para saber si en verdad hemos nacido de nuevo, no debemos compararnos con otras personas. Debemos mirarnos a la luz
de la Biblia.
 
Para saber si en verdad hemos nacido de nuevo, no debemos compararnos con otras personas. Debemos mirarnos a la luz
de la Biblia, para lo cual es crucial el ambiente de una iglesia local saludable y hermanos que te ayuden a examinarte
objetivamente.

Tener certeza de nuestra salvación nos impulsa a vivir la vida cristiana con mayor gozo y confianza en el Señor (cp. 2
Pedro 1:10).

Un examen frente a la Palabra

La primera epístola del apóstol Juan se escribió de manera particular con este propósito: “Estas cosas os he escrito a
vosotros que creéis en el nombre del hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna…” (1 Juan 5:13 RV60).
Hace más de 150 años, el obispo J.C. Ryle sustrajo de esa epístola seis características de todo creyente verdadero. Verte
frente a ellas es útil para examinarte a ti. Las he resumido en cinco:

1. El creyente verdadero no lleva una vida de pecado y ama la pureza.

“Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él. No puede pecar, porque es
nacido de Dios.”, 1 Juan 3:9.
Un cristiano no tiene perfección (1 Jn. 1:8). Sin embargo, tiene dirección. Por la gracia de Dios, su vida ya no se
caracteriza por el pecado. Puede decir como John Newton: “No soy lo que debo ser, tampoco lo que quiero ser, pero por la
gracia de Dios no soy lo que solía ser”.

2. El creyente verdadero confía en Jesús como su Señor y Salvador.

“Todo aquél que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios. Todo aquél que ama al Padre, ama al que ha nacido de
Él”, 1 Juan 5:1.
El cristiano no deposita toda su confianza en el “Cristo” que predican los falsos maestros, sino en el verdadero, el que se
revela en la Biblia. Eso evidencia que ha nacido de nuevo. En otras palabras, el cristiano afirma una doctrina correcta del
evangelio. ¡La doctrina importa!

Ryle escribe: “[El cristiano] cree que, porque ha aceptado la obra consumada de Cristo y la muerte en la cruz, es
considerado justo a los ojos de Dios, y puede encarar la muerte y el juicio sin temor”.

3. El creyente verdadero practica la justicia.

“Si saben que Él es justo, saben también que todo el que hace justicia es nacido de Él”, 1 Juan 2:29..
Alguien que ha nacido de nuevo busca obedecer al Señor, no para ganarse su salvación (ya que eso sería rechazar el
evangelio de la gracia), sino en agradecimiento a Dios por su salvación (cp. Ef. 2:8-10, Ro. 12:1-2).

4. El creyente verdadero ama a sus hermanos en la fe.

“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en
muerte”, 1 Juan 3:14.
Una marca de que somos cristianos, es que amamos — partiendo del conocimiento a la verdad— de todo corazón a otros
cristianos, a pesar de nosotros mismos (Jn. 13:34-35).

5. El creyente verdadero vence al mundo.

“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe”, 1 Juan
5:4.
Ryle escribe al respecto:

“El hombre que ha nacido de nuevo no usa la opinión del mundo como su norma con respecto a lo bueno y lo malo. No le
importa ir contra la corriente de las conductas, ideas y costumbres del mundo. Lo que dicen o hacen los demás ya no le
preocupa. Vence al amor del mundo. No encuentra placer en las cosas que parecen dar felicidad a la mayoría de las
personas. A él le parecen necias e indignas de un ser inmortal.

Ama los elogios de Dios más que los elogios del hombre. Teme ofender a Dios más que ofender a los hombres. No es
importante para él si lo culpan o elogian, su meta principal es agradar a Dios”.
El cristiano posee algo mayor que lo que tiene este mundo, un gozo verdadero. Así es cómo vence al mundo.

“Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida (las riquezas),
no proviene del Padre, sino del mundo. El mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios
permanece para siempre”, 2 Juan 2:16-17.
Gracia para pecadores

Si leyendo esto, en oración y conversando con creyente de tu iglesia, puedes ver que eres cristiano y has sido
verdaderamente salvo, es mi oración que tu gozo abunde y tu fe siga creciendo. Dios ha prometido terminar lo que empezó
en ti (Fil. 1:6).

Pero, si al mirarte en el espejo de la Palabra, te das cuenta de que realmente no eres cristiano, te animo a que acudas hoy a
Cristo. Reconoce tu pecado, arrepiéntete, y pon tu confianza en Jesús. “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”
(Mr. 2:17).

¿Cómo luce un cristiano?

Si le preguntarás a alguien cómo luce un cristiano, sin duda muchos responderían que son aquellos que no beben, fuman,
bailan, o tienen tatuajes. Por gran parte de mi vida, yo también pensé que el cristiano se definía por las cosas que no
hacía. En este artículo no entraré a lo que debería ser nuestra postura en cuanto a esos temas. Simplemente quiero señalar
que hay muchas personas confundidas con respecto a la apariencia de un cristiano.

Usualmente cometemos dos errores. Primero, porque sentimos una gran presión por validar nuestro cristianismo delante del
mundo, tratamos de hacerlo a través de nuestras obras. Seguramente Cristo nos está conformando a Su imagen poco a poco,
pero intentar validarnos delante de los demás por nuestras obras siempre será una batalla perdida. Por esta razón los
cristianos tienen la fama de ser hipócritas. Esta manera de pensar es errónea porque cuando apuntamos la mirada del mundo
hacia nuestras obras “santas”, corremos el riesgo de quitar su mirada sobre la perfecta santidad de Cristo y Su gracia
inmerecida con nosotros. El segundo error que cometemos es definir la vida cristiana con actividades y prácticas no
necesariamente prescritos por la Biblia. Decimos cosas como: “Esa persona no puede ser cristiana porque…” y
listamos comportamientos condenados quizás por la cultura, pero que bíblicamente no definen, o descalifican, al cristiano.

¿Cuáles deben ser las características que revelan a un cristiano? ¿Cuánto tiempo debes estar con alguien para darte cuenta
que es un cristiano? ¿Qué diferencias notables deben haber entre los cristianos y no cristianos? ¿Estamos dejando que la
cultura, y no la Biblia, defina lo que es ser un cristiano?

He escuchado a algunos cristianos usar la frase “deja que tu luz brille” para decir que deberíamos “hacer cosas cristianas”
delante de los no cristianos. Es una frase subjetiva (usada con buenas intenciones) que reconoce que somos cristianos
delante de Dios por medio de Cristo, pero delante de los hombres, lo que hace nuestro cristianismo real y verdadero es la
manera en que nos comportamos. Tal vez no somos legalistas en cuanto a nuestra salvación, pero pareciera que a veces sí
lo somos cuando tratamos de mostrar nuestra fe al mundo. La luz que muchos dejan brillar no es tanto la luz del evangelio,
sino la luz de su propio comportamiento. Y no es muy brillante.

Para estar claros, cada cristiano debe luchar y esforzarse por crecer en santidad (He. 12:14). Esta lucha con su naturaleza
pecaminosa es contínua (Ro. 7:21), y los miembros de la iglesia deben estar pendientes de si mismos, rindiéndose cuentas
para traer muerte al pecado. Y bien dice el Señor que nuestras buenas acciones alumbran y pueden llevar a los hombres a
glorificar a Dios (Mat. 5:15). Sin embargo, la pregunta permanece, ¿estamos dejando que nuestra apariencia de santidad
nos valide delante del mundo más que nuestra Fuente de santidad? Pienso que culturalmente hemos puesto una carga
demasiada grande sobre el cristiano para validar su propio cristianismo delante de los demás. Por encima de eso, pienso que
también hemos elevado algunos comportamientos como “más cristianos” que otros, disminuyendo el valor de otros que la
Biblia espera y demanda de nosotros.

Entonces, bíblicamente, ¿cómo luce un cristiano? Aquí van cuatro cosas, en ningún orden en particular.

1. Amor

No hay un pasaje más claro y más fuerte sobre el amor que los cristianos deben lucir que Juan 13:34-35. Aquí Jesús dice:

Un mandamiento nuevo les doy: ‘que se amen los unos a los otros;’ que como Yo los he amado, así también se amen los
unos a los otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros.

De todas las características que deben identificar un cristiano, Cristo dice que el amor —específicamente el amor que
tenemos entre los cristianos— será una de las maneras en que seremos reconocidos como cristianos. Quizás no bebemos,
fumamos, tenemos tatuajes, ni bailamos… pero si no amamos a otros cristianos con un amor visible, sacrificial, generoso,
tal como el amor de Cristo, simplemente no vamos a lucir como cristianos.

En Juan 17:22-23 Cristo habla acerca de la unidad que los cristianos deberían tener. Francis Schaeffer refiere a este pasaje
como la apologética del amor.

La gloria que Me diste les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que
sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que Tú Me enviaste, y que los amaste tal como Me has amado a
Mí.

La unidad entre los cristianos testifica a la verdad del evangelio. Amar a otros requiere no tener los ojos en mí mismo. No
hay algo más antinatural para un humano que dejar de amarse a sí mismo y amar a los demás. Amar a otros, poniendo toda
nuestra atención sobre su bien, buscando ese bien con todo nuestro tiempo, nuestra energía, y nuestros recursos, solo es
posible cuando ha sucedido un cambio radical. Cuando vivimos de tal manera, testificamos que Cristo es ese cambio
radical.

2. Gozo

A lo largo de la Palabra de Dios encontramos que una de las características más fuertes de Su pueblo es el gozo. Los
Salmos están llenos de proclamaciones del gozo que tendrán los que están en su presencia.

Salmo 16:11 – Me darás a conocer la senda de la vida; En Tu presencia hay plenitud de gozo; En Tu diestra hay deleites
para siempre.

Salmo 87:7 – Entonces tanto los cantores como los flautistas, dirán: “En ti están todas mis fuentes de gozo.

Salmo 51:12 – Restitúyeme el gozo de Tu salvación, Y sostenme con un espíritu de poder.

Cuando entendemos el evangelio —que hemos sido redimidos y comprados por Dios a pesar de nuestro pecado para vivir
por la gloria de Dios— el resultado siempre sera una vida de gozo. El problema más fuerte que enfrentábamos ya fue
conquistado, la muerte ya perdió. Ya no hay razón de tener temor, amargura, resentimiento, porque en Cristo encontramos
gozo y placer eterno.

Propongo que los cristianos deberían vivir vidas llenas de gozo. Vidas llenas de risa. Vidas llenas de placer, no importe la
circunstancia en la que se encuentren. Todo, para el cristiano, tiene un sentido y significado diferente. La comida no es algo
que solo nos sostiene, es algo creado de parte de Dios para nuestro placer. La música y los artes no solo son algo bonito,
sino que reflejan la imagen de un Dios creador. Todo lo que hace el cristiano debería hacerlo pensando en el gran Dios
quien, en Su gracia, nos ha dado un mundo lleno de recursos, oportunidades, aventuras, y experiencias que apuntan a una
realidad futura en la cual viviremos en perfecto placer con Él.

3. Fruto del Espíritu

Otro concepto que caracteriza al cristiano es el fruto del Espíritu. Por supuesto, las primeras dos manifestaciones de este
fruto en Gálatas 5:22-23 son los que ya hemos mencionado: amor y gozo.

Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio
propio; contra tales cosas no hay ley.

Otra vez, este listado está lleno de características que son prácticamente imposibles para que el ser humano los fabrique en
sus propias fuerzas. Ademas de amor y gozo, el Espíritu produce características que el mundo tanto anhela como paz,
paciencia, bondad, y dominio propio. Cuando el cristiano luce como un cristiano, demuestra que los anhelos que tienen el
mundo solo son satisfechos en el evangelio.

4. Confesión y Arrepentimiento

1 Juan 1:9-10,

Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad
(iniquidad). Si decimos que no hemos pecado, Lo hacemos a El mentiroso y Su palabra no está en nosotros.

Claro, este es tal vez obvio, pero el cristiano luce como cristiano cuando confiesa su pecado y se arrepiente de lo mismo.
Juan nos dice que la confesión comprueba el hecho de que la palabra está en los cristianos. Cuando no confesamos
nuestro pecado, no enfrentamos nuestro pecado, o cuando escondemos nuestro pecado, anunciamos al mundo que el
evangelio no es suficiente. Sin embargo, cuando entendemos el evangelio y que en Cristo hemos sido amados y aceptados a
pesar de nuestro pecado, eso nos da la habilidad de libremente hablar de nuestro pecado. El evangelio no solo borra la pena
de nuestro pecado, pero también debería anular su vergüenza.

Lamentablemente, en Latinoamérica hemos aceptado respuestas muy superficiales y sencillas en cuanto a cómo luce un
cristiano. Muchos pueden lucir como cristiano sin ser cristianos, y muchos dicen que son cristianos sin lucir como
cristianos bíblicamente. Es un tema que se debe aclarar, y solo será claro cuando busquemos la respuesta en la Palabra de
Dios.

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