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Cuando Duhalde asumió la presidencia argentina tenía un régimen cambiario y monetario indefinido. La
convertibilidad no existía.
Jorge Remes Lenicov, el nuevo ministro de Economía. Desde mediados del 2001 el ambiente político en el
gobierno de Fernando de la Rúa perdiera el control de la situación. En octubre, Duhalde fue electo Senador
por la provincia de Bs As, quedó automáticamente habilitado para una sucesión de presidencial en el caso
de crisis.
Lenicov, orientó a su equipo a transitar desde el rol de analistas al de “hacedores de política”. No era fácil
de encarar la tarea de formular un plan alternativo.
Se fue armando, de este modo, una suerte de agenda en la que estaban las distintas alternativas del sistema
cambiario que podían sustituir a la convertibilidad, el posible efecto de la devaluación sobre los precios, el
impacto sobre el sistema financiero y la hipótesis de la pesificación de los contratos en dólares.
La llegada de Rodríguez Saá a la presidencia fue recibida con alivio en el entorno de Lenicov. El panorama
era sombrío, el default de la deuda había sido declarado a través del discurso presidencial de toma de
posesión de Rodríguez Saá, pero no existía ningún decreto o ley que lo instrumentara. La deuda externa, no
era sólo con tenedores privados de bonos, sino que también había una deuda bilateral con diferentes países
agrupados en el denominado “club de París”.
Los bancos estaban cerrados, sin capacidad de devolver los depósitos que habían tomado del público ni de
cobrar sus préstamos. Además, una buena parte de esos depósitos habían sido destinados a financiar el
Estado mediante la compra de títulos públicos cuyo valor después del default se había desplomado.
Junto con el corralito se habían impuesto restricciones al comercio exterior no se habían expedido
autorizaciones para importar, de modo que numerosos que habían llegado al país esperaban ser
despachados al mercado y otros se amontonaban en los puertos. La situación era compleja, el resultado era
que estaban detenidos unos 5.000 millones de dólares en el mercado, entre los cuales había productos
indispensables. Los importadores pedían poder concretar estas operaciones al tipo de cambio de 1 a 1 al que
las habían decido, pero era imposible. Tardó varios meses en regularizarse esta situación y varias toneladas
de mercaderías fueron reembarcadas hacia el exterior y otras nunca llegaron al puerto argentino.
Confiando en la convertibilidad, muchas empresas privadas, habían contraído una importante deuda
externa. Estas empresas tenían acceso al mercado internacional, las tasas de interés eran más bajas que en
el mercado interno. Tras el colapso de la convertibilidad, estas empresas demandaban un tipo de cambio
especial para afrontar sus compromisos “seguro de cambio”.
Los depositantes atrapados por el corralito estaban pendientes del compromiso que Duhalde había
establecido de devolverles sus ahorros en su moneda de origen. Las familias que tenían sus casas
hipotecadas se preguntaban cómo pagarían s deuda si el dólar se descontrolaba. En las empresas endeudas
localmente (pequeñas y medianas) que habían sobrevivido a la apertura externa con tipo de cambio barato
surgían sentimientos encontrados. Por un lado, la devaluación les hacia un escenario de mayor
competitividad para exportar sus productos o competir con las exportaciones, pero si la carga de su deuda
se multiplicaba, la amenaza de una quiebra era inminente.
El Estado estaba en quiebra y las monedas provinciales, bajo la forma de bonos, que representaban casi 2/3
del dinero en circulación.
DEVALUAR O NO DEVALUAR
Una devaluación es una respuesta a un desequilibrio de la economía de un país. Si el desequilibrio es
profundo la devaluación tiende a ser grande. Si los gobiernos no toman decisiones a tiempo, las personas
terminan abalanzándose sobre los bancos y el mercado de cambios de un modo desordenado, que fue lo
que ocurrió en Argentina. En general estos fenómenos se gestan cuando las importaciones de bienes y
servicios de un país superan a sus exportaciones se genera un saldo negativo en su balanza comercial y de
servicios. Este desequilibrio debe ser neutralizado o compensado. Si el país tiene un sistema de tipo de
cambio libre sin mayor intervención del Estado, el valor de la moneda se va adaptando progresivamente a la
nueva situación. Cuando el sistema de tipo de cambio es regulado y en especial cuando es fijo, para eliminar
ese desequilibrio los países acuden con frecuencia a correcciones en su tipo de cambio mediante las
devaluaciones, hacer más baratos los bienes y servicios producidos localmente y más caros los importados.
Las exportaciones crecen, las importaciones disminuyen y el desequilibrio desaparece o se torna manejable.
Otra respuesta al déficit en la balanza comercial es promover el ingreso de capitales del exterior,
manteniendo altas tasas de interés locales que hagan atractivo invertir en el país.
Ente 1992 y 1999 Argentina acumuló un desequilibrio comercial de 22.324 millones de dólares que fue
compensado con el ingreso de capitales con destino a las privatizaciones de empresas públicas. En 2001 el
flujo de capitales directamente se invirtió, transformándose en “fuga” al punto de que las reservas
internacionales del país se redujeron a casi la mitad.
En los amenazantes días finales del 2001 Lenicov y su equipo examinaron varias alternativas para salir del
atolladero. La dolarización nunca había estado en sus planes, menos con escasas reservas internacionales y
la propuesta de una devaluación seguida de una dolarización también era un salto al vacío porque, si después
de la devaluación los precios se descontrolaban, se volvía una situación de atraso cambiario. En definitiva,
nadie tenía una receta sólida para evitar una devaluación convencional, tampoco el FMI.
El 6 de enero de 2002 se sancionó la Ley de Emergencia Económica que puso fin formalmente al periodo de
convertibilidad y pesificó las tarifas de los servicios públicos y los prestamos hasta 100.000 pesos a una tasa
de 1 a1. El ministro de economía anunció que habría un mercado oficial de cambios con una equivalencia de
un dólar a 1,40 pesos y otro mercado libre.
CORRALITO O CORRALÓN
Faltaban definiciones importantes, entre ellas qué ocurría con depósitos atrapados por el corralito, y para
quienes tenían préstamos en dólares el panorama lucía sombrío. El gobierno había previsto un sistema de
extensión de los plazos y rebaja de las tasas de interés mediante el cual las cuotas quedaban sin modificación,
pero naturalmente eso dependía de que el dólar no se dispare. Las crisis bancarias son muy conocidos en el
mundo y los congelamientos y reprogramaciones de depósitos han sido mecanismos utilizados para afrontar
tales crisis. Pero el corralito tenía algunos rasgos singulares. El sistema consistía en que a medida que los
plazos fijos vencían eran depositados en las cajas de ahorro o ctas ctes de sus titulares y podían ser
transferidos a otras cuentas dentro del sistema. Pronto los ahorristas descubrieron que si multiplicaban sus
cuentas a través de familiares podían acumular los retiros y huir del corralito. Una multitud se juntó de golpe
en el banco para retirar sus 250 pesos o dólares semanales permitidos.
Una gran cantidad de ahorristas lograba medidas judiciales de amparo que le permitían retirar la totalidad
o gran parte de sus depósitos en dólares. El resultado era un proceso circular, en que el banco central emitía
dinero para asistir con redescuentos a los bancos en dificultades. El dinero que salía de los bancos iba
directamente a la compra de dólares, con lo que en realidad, el gobierno emitía pesos para que los
particulares compraran dólares.
El congelamiento de los depósitos fue profundizado a través de una reprogramación de los mismos que dio
en llamarse el CORRALÓN. Si bien, se amplió la cantidad de dinero que podía retirarse mensualmente, el
camino para el retiro de sus depósitos parecía cerrarse.
Cada día transcurrido desde la llegada de Duhalde, la noticias que recibía la población eran peores. El 10 de
enero en la ciudad de Bs As llegó una enorme manifestación de protesta un gran CACEROLAZO. En el
gobierno nadie sabía hasta dónde podía llegar la turbulencia social, los informes de los organismos de
inteligencia eran inquietantes.
Frente a los reclamos, el gobierno anunció que introduciría una mayor flexibilización en el corralito. Lenicov
buscaba un equilibro. Si el corralito se mantenía rígido, la turbulencia social podía desalojar al gobierno, si
se abría abruptamente el Banco Central, debería emitir la cantidad de dinero para asistir a los bancos que la
hiperinflación sobrevendía inmediatamente.
El gobierno ideó un sistema mediante el cual los certificados de depósitos a plazo fijo podían utilizarse para
la compra de inmuebles, vehículos y otros bienes. El resultado fue positivo.
Claro que las marchas y contramarchas en cada una de ellas el gobierno se debilitaba.
PESIFIACAR O NO PESIFICAR
Hacia bastante tiempo que la pesificación completa formaba parte de la agenda pendiente.
El “Grupo Productivo” venia defendiendo esta postura, con la mira puesta en los préstamos en dólares. La
razón era simple “en la medida en que el dólar se disparara, las empresas endeudadas no podrían hacer
frente a sus compromisos”.
La otra realidad era que, aun entregándoles a los bancos todas las reservas internacionales, sería imposible
devolverles a los ahorristas sus depósitos en esa moneda. Por otra parte, los primeros puestos de la crisis os
ocupaban:
Pesificación de las deudas a uno por uno, excepto los préstamos para operaciones de comercio
exterior con un coeficiente de actualización del capital (el CER) y de los depósitos a 1,40 más el CER
para su devolución.
Tipo de cambio libre, para flexibilizar el corralito permitiendo la extracción completa de los sueldos,
jubilaciones, indemnizaciones y otros conceptos.
Deuda pública pesificada.
Supuestamente los deudores eran el sector más beneficiados, pero a pesar de la pesificación uno a uno
las familias endeudadas temían que con la actualización por el CER sus deudas se hicieran impagables,
de modo que se logró reemplazar ese indicador por otro vinculado a los aumentos de salarios, para las
deudas hipotecarias, prendarias y personales. En 2002 nació el coeficiente de variación salarial (CVS)
cuya vida fue corta, porque al año siguiente cuando los salarios aumentaron, surgió que los ajustes no
eran iguales en todos los sectores, a la par aumentaban las cuotas para todos los deudores. Una nueva
ley puso fin al CVS a partir de abril del 2004 y desde ese momento no hubo más actualización de capital.
Al mismo tiempo muchos deudores hipotecarios que habían puesto sus ahorros a salvo en dólares o
tenían dinero en el corralito se apresuraron a cancelar sus deudas. Este proceso hizo que los préstamos
hipotecarios cayeran un 30% entre 2002-2003.
La mayor reacción contra la pesificación se produjo del lado de los depositantes. De la Rúa y su ministro
Cavallo los habían llevado a dejar sus ahorros en dólares en los bancos mientras todo se desplomaba y
los inversores de mayor tamaño ponían a resguardo sus fondos.
El sistema de garantía de los depósitos era un engaño, en ese fondo sólo había unos cientos de millones
de dólares, pero eran insuficientes para afrontar tal crisis. El país quedó dividido entre los que habían
quedado atrapados por la crisis y los que “zafaron”.
RETENER O NO RETENER
El colapso de la convertibilidad trajo consigo una crisis profunda en los ingresos fiscales, a la vez que
acentuó la necesidad de fortalecer los programas sociales. La magnitud de la devaluación había generado
una corriente de ingresos extraordinarios hacia los sectores exportadores y amenazaba con tener un
gran impacto en los precios de alimentos, dado que son los principales productos de exportación del
país. En la agenda económica estaban los impuestos a la exportación las llamadas “RETENCIONES”.
Aparecen como una forma de amortiguar los efectos de grandes devaluaciones sobre los precios internos
de los alimentos y allegar ingresos fiscales en tiempo de crisis. Un ejemplo fue en la década de 1960 con
el ministro Krieger Vanesa. Esta situación se da nuevamente a principios del 2002, pero para este
entonces las retenciones habían sido eliminadas, y su reimplantación generó debate.
Las retenciones comenzaron con:
COMPENSAR O NO COMPENSAR
La pesificación generó la necesidad de compensar a los bancos por las pérdidas que se producían al
cobrar sus préstamos en dólares a una tasa de 1 por 1 y pagar los depósitos a 1,40. La compensación se
convirtió en un elemento clave para la aceptación legal de la pesificación. La Corte Suprema de Justicia
le había hecho saber al gobierno que la pesificación solo era viable si los ahorristas eran compensados
por sus pérdidas con un bono establecido de manera obligatoria. Tal asistencia sumó 2.000 millones de
pesos adicionales que iban a parar directamente al mercado cambiario, donde ya el dólar llegaba a los
casi 3 pesos por unidad, al tiempo que la inflación alcanzaba el 10% mensual.
El gobierno nacional impulsó un pacto fiscal que les prometía a los otros gobernantes de las provincias
reducir su déficit fiscal a un 60% en 2002 y alcanzar un déficit cero al año siguiente.
El Ministro Lenicov presentó un proyecto de ley que establecía: un bono de restitución a los ahorristas
de carácter obligatorio, la Corte Suprema de Justicia se habría comprometido a reconocer como legítimo
y que, por lo tanto, frenaría los amparos.
Las medidas para evitar la quiebra del sistema financiero eran cuestionadas por algunos sectores bajo el
enfoque de que se trataba de salvar a los banqueros. La pesificación le había generado seguramente
algún costo político a quienes convencieron al Presidente de asegurar que los depósitos se devolverían
en dólares.
Era una típica situación de falta de sustento político en medio de la crisis por lo que Lenicov presentó su
renuncia en 2002.
La producción industrial mostraba una leve mejoría.
¿por qué habría de iniciarse tan rápidamente el proceso de recuperación? Una devaluación tiene efectos
positivos sobre el crecimiento porque mejora las exportaciones y estimula las inversiones en ciertos
sectores que habían dejado de ser competitivos. Pero esto no habría ocurrido en Argentina. Y la razón
es que cuando los gobiernos, las empresas y las familias están altamente endeudados en dólares, la
devaluación genera una situación de crisis financiera que ahoga los impulsos del crecimiento que debería
desatar. La pesificación había evitado esa crisis financiera de los deudores privados.
El default de la deuda externa, también empezaba a hacer sentir sus efectos positivos sobre las finanzas
públicas. Más aun cuando a fines de 2003, el gobierno argentino presentó la propuesta de
reestructuración de la deuda externa. La propuesta inicial de una quita del 75% del capital equivalía a
reconocer ese 25% restante, es decir, algo así como una pesificación a una tasa de 2,50 pesos por dólar.
En el caso de las empresas privadas endeudas en el exterior con el tiempo se fueron reestructurando y
en algunos casos utilizando las quitas.
EN LA CRESTA DE LA OLA
Duhalde apeló a los gobernadores, llegaron a un acuerdo en el que básicamente ratificaban la voluntad
de integrar a la Argentina al resto del mundo, dar cumplimiento al pacto fiscal con la Nación y acceder a
diversas demandas de FMI. El documento sólo se refería de una manera vaga a la salida del corralito.
Nuevo Ministro de Economía Roberto Lavagna
Sus propuestas fueron:
El Ministro era partidario de limitar los redescuentos a los bancos y que estos se hicieran cargo de la
situación de liquidez.
Para el Presidente del Banco Central esto ponía en riesgo al sistema financiero y profundizaría la
recesión y, por lo tanto, se debía retomar la fallida opción de un bono obligatorio.
DATOS
+43% de la población por debajo de la línea de pobreza.
El desempleo:
LA AGENDA PENDIENTE
Uno de los grandes temas es en lo social, la persistencia de una desigualdad en la distribución del ingreso.
En 2005 el PBI fue de 539.000 millones de pesos, lo que significa un ingreso por habitante de $14.500 al año.
Una familia tipo debería disponer de $58.000 al año o $4.833 al mes. Pero la realidad era otra pues el salario
medio de la economía es de poco más de mil pesos. Estas desigualdades no sólo son un problema social sino
también uno económico. Esta pobreza se localiza mayoritariamente en la periferia de las grandes ciudades,
aislada económicamente del resto de la población.