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Un día como hoy, estamos junto a Jesús aquí en la casa que nos

prestaron, riendo, conversando, preparando todo para la cena de hoy.

No es una cena ostentosa, pero no falta el pan y el vino, y Santiago le


dijo a Jesús que parece argentino. Un mal chiste, pero bueno, es el
humor de Santiago.

Jesús tiene una mezcla de alegría, nostalgia, algo de preocupación


también me parece ver. Como les contaba durante estos días, ha sido
una semana muy fuerte. Venir a Jerusalén siempre tiene su peso en lo
emocional. Extraño Galilea, subirnos en la barca, pescar algo, reírnos,
chapotear en el agua un rato. De verdad me hacen falta los atardeceres
en la playa. Siempre Jesús nos cuenta alguna historia. Jerusalén tiene
muchos ladrillos, de verdad me hace falta la playa con los demás y el
Maestro.

¿Se acuerdan del chisme de Judas y su reunión con los líderes


religiosos? No está confirmado, pero le veo nervioso, inquieto. No sé,
no me da buena espina.

Esperen, ¡qué gracioso! Jesús preparó una tina con agua para lavar pies
y Pedro dice que él no se va a dejar. Debe ser que no se ha bañado.
Jesús bromea también, pero nos está diciendo que de eso se trata ser
el más importante: de servir a los demás.

Me despido, ya mismo me toca a mi y aunque me dan muchos nervios,


no quiero dejar pasar esta oportunidad. Jesús, el hijo de Dios
¿lavándome los pies a mi? Inimaginable y a la vez es verdad. Sin duda,
él es increíble.

Por eso, mientras estaban cenando, Jesús se levantó de la mesa, se


quitó su manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en una
palangana, y comenzó a enjuagar los pies de sus discípulos y a
secárselos con la toalla.

Jn 13:4-5 TLA

Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque soy


Maestro y Señor. Pues si yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies,
también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado el
ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo.

Jn 13:13-15 TLA

No sé cómo empezar, ni qué decir. Ayer cenábamos juntos, nos


reíamos, compartíamos el pan. Hoy ya no. No va a estar al momento de
despedirnos, de decir “hasta mañana”.

Mañana en la madrugada no le miraré salir temprano a su tiempo de


oración, con su abrigo ni su bufanda. No escucharé sus sandalias al
llegar y despertarnos a todos. No habrá desayuno juntos, el primer
sábado en mucho tiempo que no veré milagros o niños que se acerquen
a jugar con el Maestro.

No entiendo cómo tanto sucedió en tan poco. No entiendo cómo la gente


puede ser tan cruel, tan olvidadiza. El domingo le decían “Bendito el que
viene en el nombre de Dios” y hoy gritaban “Crucifícale”. ¡De verdad no
entiendo!

Judas amaneció muerto, no soportó la culpa de traicionar y vender al


Maestro, quizá pensó equivocadamente, que su error era más grande
que el amor de Jesús. De Pedro no sabemos mucho, desde la
madrugada ha estado llorando; va y viene, se quedó sin palabras.
Lázaro, Marta y María lloran desconsoladamente, sobretodo él, así
como Jesús lloró al saber de su partida frente a la tumba.

Santiago ha consolado a la madre de Jesús, Juan llora, Mateo no dice


mucho. Nadie entiende nada.

Lo oímos gritar a su Padre, diciendo "¿Por qué me has desamparado?".


El Hijo de Dios se sintió solo por primera vez en su vida, y tan solo
recordarlo, me lleva a las lágrimas.

No queda mucho que decir, y quizá no he sido muy específico, es que


me duele decirlo.

Jesús murió.

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, el cielo se puso oscuro. A


esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: «¡Elí, Elí!, ¿lemá sabactani?»
Eso quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»
Algunos de los que estaban allí, lo oyeron y dijeron: «¡Está llamando al
profeta Elías!» Uno de ellos buscó enseguida una esponja, la empapó
con vinagre, la ató en el extremo de un palo largo y se la acercó a Jesús,
para que bebiera. Los demás que observaban le dijeron: «Déjalo, vamos
a ver si Elías viene a salvarlo.» Jesús lanzó otro fuerte grito, y murió.

Mt 27:45-50 TLA

Inició la semana entre emoción, dudas, ansiedad, desesperanza y tristeza.

Imagínate, ver desde lejos como tu amigo, maestro y única esperanza muere
como cualquier ladrón de la época. Nuestro corazón estuvo aturdido, nuestro
dolor era tal que solo atinamos a ver desde lejos todo lo que pasaba, no pudimos
reaccionar y solos después nos retiramos para seguir llorando en casa.
Ya son más de 24 horas, parecería que la esperanza ha muerto. El Hijo de Dios
está en una tumba de mortales, no dejó muchas instrucciones y todos estamos
conmocionados.

Este sábado es un día gris, en el que nada ha pasado, un día de cuestionamiento,


duda y espera. Es este sábado en el que empiezo a cuestionarme si Dios se ha
olvidado de nosotros, si dejó el timón, si ya no tiene un plan de acción y decidió
retirarse. Al igual que Jesús ayer, me pregunto «Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?

Esto me recuerda que la vida es incierta, y quiero pensar que Dios no lo es.
Quizá este sábado es un día en el que Dios puede multiplicar nuestra fe, suplir
nuestra necesidad de tenerle y nos extiende su amor para seguirle nuevamente.
Recuerdo que el Maestro nos dijo que esperemos, que Él resucitaría. ¿Será que
en cuestión de horas pasaremos de la incertidumbre a la esperanza plena y a
tener la fuerza para salir sin miedo y seguir transformando el mundo?

Felicidades, hoy estás por finalizar una semana de pascua distinta, junto a
nosotros, los discípulos. Sí, estamos preocupados y a la vez esperando, orando
y buscando que nuestro Dios de promesas se manifieste.

Aún no conocemos el final de la historia, cuando Jesús dijo que volverá de la


muerte ¿era literal o metafórico? ¿Será la cruz una prueba de que aunque la
circunstancia es dura, Él aún la maneja para su propósito?

¿Saldremos de este sábado y cantaremos en un domingo de resurrección? Si es


así, espero que todos estemos listos para ese día.

Quizá este sábado sea el proceso para ver la luz del domingo de resurrección,
resucitar el amor por otros, la empatía, la humanidad, la fe, no lo sé. Bienvenido
a este sábado sin Jesús.
»Les doy la paz, mi propia paz, que no es como la paz que se desea en
este mundo. No se preocupen ni tengan miedo por lo que pronto va a
pasar. Ustedes me oyeron decir que me voy, pero regresaré por
ustedes. Y si en verdad me amaran, deberían estar alegres de esto,
porque voy a regresar a donde está mi Padre, y él es mayor que yo.
»Les digo todo esto desde ahora para que, cuando suceda, confíen en
mí. Ya no puedo hablarles de otras cosas porque se está acercando el
diablo, que manda en este mundo. Él no tiene poder para vencerme,
pero yo tengo que obedecer a mi Padre, para que todos sepan que lo
amo. Y para terminar, Jesús les dijo: —Levántense; salgamos de aquí.

Jn 14:27-31 TLA

No sé si se enteraron, pero acá se armó un lío. Bueno, primero las noticias: hoy
las mujeres fueron a la tumba de Jesús para continuar con el embalsamiento del
cuerpo, y al llegar… ¡la piedra de la tumba estaba abierta!

María dice que se encontró con dos ángeles que le dijeron que recuerde lo que
el Maestro nos había dicho en Galilea, que iba a ser crucificado y al tercer día
resucitaría. Cuando llegó y nos contó, todos lo recordamos.

Aparte de nosotros, se enteraron también las autoridades religiosas. Si Jesús,


antes de morir les daba dolores de cabeza ¿te imaginas lo que será cuando
toda la ciudad se entere que resucitó? A quien tanto criticaron, juzgaron
injustamente, golpearon y exhibieron, ahora podría estar vivo y sin duda eso
pondrá en jaque todas sus mentiras.

Yo digo “podría” porque la verdad no sé qué creer. Por una parte, algunos dicen
que nosotros robamos su cuerpo, pero yo no lo tengo, Santiago tampoco,
ninguno de nosotros ha salido, hemos estado juntos todos estos días. No creo
que otra persona estuviera interesada en robar un difunto, mucho menos ayer en
día de reposo, y peor aún por nuestra ley que prohíbe acercarnos a un
cadáver. ¡Tendríamos que estar locos para haber robado a Jesús!

Ahora, aparte de mis dudas, porque nunca he visto a alguien resucitar sin que
sea Jesús quien lo levante, estoy entusiasmado, de verdad. No logro imaginar
cómo sería volver a verlo. Todo lo que dijo de él sería cierto, que es el hijo de
Dios, que él es la vida, que es el camino al Padre.

Si es verdad que resucitó, trascendería de maneras nunca antes vistas. La muerte


ya no sería un enemigo, pues a través de la muerte del Maestro ahora tendremos
vida, una que va más allá de la tumba. Todo es tan fascinante, y tan confuso a
la vez.

No es que no les crea a las mujeres que nos dieron la noticia, es que no estoy
acostumbrado a que los muertos resuciten. Aunque pensándolo bien, junto a
Jesús vi a muchos muertos en vida recibir algo más. Incluso yo, qué sería de mí
si él no me hubiese tomado en cuenta.

No sé qué pasará. Si es mentira su resurrección, tendremos grandes recuerdos,


sus enseñanzas, su vida misma, su alegría y firmeza. Pero si su resurrección es
cierta, podría cambiar el rumbo de la historia.

Quién imaginaría que desde este jueves hasta hoy han transcurrido cuatro días
que cambiaron la historia.

El domingo, al amanecer, las mujeres fueron a la tumba de Jesús para


llevar los perfumes que habían preparado. Cuando llegaron, vieron que
la piedra que tapaba la entrada de la tumba ya no estaba en su lugar.
Entonces entraron en la tumba, pero no encontraron el cuerpo de Jesús.
Ellas no sabían qué hacer ni qué pensar. De pronto, dos hombres se
pararon junto a ellas. Tenían ropa muy blanca y brillante. Las mujeres
tuvieron tanto miedo que se inclinaron hasta tocar el suelo con su frente.
Los hombres les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que
está vivo? Recuerden lo que Jesús, el Hijo del hombre, les dijo cuando
todavía estaba en la región de Galilea. Él les dijo que sería entregado a
hombres malvados que lo matarían en una cruz, pero que al tercer día
iba a resucitar.» y salieron de aquel lugar. Cuando llegaron a donde
estaban los once apóstoles y los otros discípulos, les contaron lo que
había pasado. Pero ellos no creyeron lo que ellas decían, porque les
parecía una tontería. Entre las mujeres estaban María Magdalena,
Juana y María, la madre del discípulo que se llamaba Santiago. Sin
embargo, Pedro salió corriendo hacia la tumba. Al llegar, miró hacia
dentro, pero solo vio las telas con que habían envuelto el cuerpo de
Jesús. Entonces regresó a la casa, asombrado por lo que había pasado.

Lc 24:1-7, 9-12 TLA

https://bible.com/bible/176/luk.24.1-12.TLA

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