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AMOR AL MAXIMO NIVEL

Mucha gente piensa que la adoración a Dios se limita a un tiempo específico del culto
colectivo o del devocional personal y que la mejor expresión es cantando o pronunciando
palabras hermosas y aunque en realidad esta es una manifestación común en la forma de
adorar, no es la esencia general de la adoración plena.
Me gusta definir la adoración como la expresión superlativa del amor, es decir, amar al
más alto nivel y solo Dios es digno de ese amor. Este concepto lo vivo, lo enseño y lo
aplico tomando como referencia el primer y mayor mandamiento, revelado en las Sagradas
Escrituras en Deuteronomio 6:5 y Lucas 10:27.
Tomando en cuenta este principio (de amor extremo) deberíamos vivir nuestra vida
poniendo el mayor amor en todo lo que hagamos para Dios, es decir, que toda acción,
sentimiento o pensamiento de servicio a Dios esté caracterizado por el máximo nivel de
amor, lo cual haría que nuestra adoración sea un estilo de vida y no solo un momento del
día o de la semana. Es esta vivencia continua lo que nos hace verdaderos adoradores en
espíritu y en verdad (Jn. 4:23-24).
Hay una diferencia muy grande cuando tengo que cumplir el servicio a Dios solo por el
hecho de que es un compromiso (obligación) o porque mi ser anhela manifestar todo el
gran amor que siento por Dios en lo que estoy haciendo (adoración). Para ilustrar lo que
quiero decir pondré los siguientes ejemplos: En el caso de ofrendar, si lo hago solo porque
es lo que me enseñaron y debo cumplir con eso, sencillamente estoy ofrendando (y está
bien) pero, si ofrendo porque amo extremamente a Dios, entonces estoy adorando con mis
ofrendas (y esto está mejor).
Cuando corresponde ir al culto y lo hago solo porque es programa de la iglesia,
sencillamente me estoy congregando (y esto está bien) pero, si voy a la iglesia porque amo
a Dios de modo superlativo, estoy adorando a Dios aun desde el mismo momento en que
salgo hacia el sitio de reunión (y esto está mejor).
Si hay que realizar actividades prácticas en el lugar de reunión, (limpiar, arreglar, servir,
etc.) y lo hago solo por cumplir con mis tareas, estoy sirviendo (y eso está bien) pero si
hago lo que me corresponde porque amo a Dios y quiero expresarle mi amor al más alto
nivel con lo que hago, entonces estoy adorándole con mi servicio (y eso está mejor).
Este principio se aplica para todo lo que haga en la vida; si en ello pongo mi amor por
Dios, con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y con toda mi mente,
entonces mi existencia pasará de tener “momentos de adoración” a convertirse en una vida
plena de adoración.
Cambiemos el sentido limitado de nuestro amor por Dios y convirtámonos en
verdaderos adoradores; adoradores en espíritu y en verdad, solo tenemos que subir la
intensidad de nuestro amor por Él en todo lo que hagamos, llevándolo al máximo nivel
porque esta es la verdadera adoracion.
Julio César Fermín (Hermano Aleluya)

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