Está en la página 1de 23

TEMA 6 Delincuencia infantil

y juvenil
Eva Blázquez López

1. CONCEPTO Y NATURALEZA
El concepto de delincuente juvenil es un concepto adaptado a las legislaciones y
circunstancias sociales de cada país en concreto.
Según el Código Penal sólo pueden calificarse como delincuentes todos aquellos
que cometen delitos y que tengan cumplidos los 16 años. Por otro lado, el Código
contempla atenuantes para todos los que no hayan cumplido los 18 años, edad en la que
ya se tiene plena responsabilidad penal. También existe una norma que obliga a destinar
establecimientos penitenciarios para jóvenes de edades comprendidas entre los 16 y los
21 años.
No obstante, cabe hacer referencia al artículo 19 del vigente Código Penal e incluir lo
que la Ley del Menor entiende por “menores”, es decir a los mayores de 14 años y menores
de 18 [Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabilidad Penal de los
Menores (modificada por Leyes Orgánicas 7/2000 y 9/2000 de 22 de diciembre)].
Otras modificaciones legales las referimos a continuación:
- Ley Orgánica 9/2002, de 10 de diciembre, de modificación de la Ley Orgánica
10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal y del Código Civil sobre
sustracción de menores.
- Real Decreto 232/2002, de 1 de marzo, por el que se regula el Registro de
Sentencias sobre Responsabilidad Penal de los Menores.
- Ley 8/2002, de 27 de mayo, de modificación de la Ley 37/1991 de 30 de
diciembre sobre medidas de protección de menores desemparados y de

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 203


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
adopción, y regulación de la atención especial a adolescentes con conductas
de alto riesgo social, Comunidad Autónoma de Andalucía
Desde el punto de vista social no está tan claro el concepto de delincuente juvenil
como lo está desde el punto de vista jurídico.
La delincuencia juvenil se trata de uno de los fenómenos sociales de más difícil
estudio, al que no se le ha dedicado la suficiente atención hasta que ha alcanzado gran
incidencia y ha afectado a amplios sectores de población.
En el Informe de la Ponencia constituida en el seno de la Comisión de Relaciones
con el Defensor del Pueblo y de los Derechos Humanos sobre la problemática del menor
en España, de 1989, concretamente en el epígrafe que se refiere a la conducta social y
delincuencia, se dice que la delincuencia de menores tiene lugar en los sectores marginados
de la sociedad, y, por tanto, sus causas deben encontrarse en las situaciones carenciales que
presenta el menor en el medio en que habita. Además hay que mencionar la drogadicción
como causa fundamental de la delincuencia.
Los delitos más frecuentes, cuyo número está incrementándose, se dirigen contra
la propiedad, y serían los siguientes:
- Robo con violencia.
- Sustracción de vehículos y robos en su interior.
- Robos con intimidación de arma blanca.
- Sustracción de ciclomotores.
- Pequeños hurtos en comercios.
- Tirones de bolso y robo de carteras.
La delincuencia juvenil, siendo un fenómeno social, no es algo que se pueda analizar
sin tener en cuenta los procesos e instituciones de control social.
En el intento de definir la delincuencia hay que remitirse al Código Penal, ya que
sólo una conducta de transgresión del Código Penal (declarada como tal por un juez
competente) merece esta etiqueta; por lo tanto, debe ser una conducta sancionada por
las normas sociales y aparecer expresamente castigada.
En España, la delincuencia infantil y juvenil es competencia de los Juzgados de
Menores (ante Tribunales Tutelares de Menores), que tienen la función de conocer las
acciones u omisiones de los menores que no hayan cumplido los 16 años y que el Código
Penal u otras leyes califiquen como delitos o faltas. También le competen los casos de
menores que practican la prostitución o vagabundean, y ejercer funciones correctoras
cuando sea necesario, aunque la facultad reformadora no tendrá carácter represivo, sino
educativo y tutelar. Por ejemplo, puede aplicarse en aquellos casos en que haya una falta
de sumisión y respeto a los padres. De hecho, muchos expedientes abiertos en las últimas
décadas se deben a denuncias por insumisión.

204 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
La delincuencia juvenil se puede relacionar con varios factores, encontrando así
una serie de relaciones con distintas variables.
- Parece existir una relación directa entre urbanización y delincuencia juvenil:
los índices delictivos son más elevados en las ciudades que en las áreas rurales,
e incluso dentro de las ciudades las zonas varían.
- Y por otro lado, la existencia de la relación entre la droga y la delincuencia
juvenil: se ha demostrado que gran parte de los delincuentes consumen
drogas y, al contrario, gran parte de los consumidores de droga cometen
delito.
La conducta delictiva aumenta cuando se empieza a consumir droga, ya
que los que la consumen suelen cometer delitos con la finalidad de conseguir
dinero y bienes para adquirirla.
Hay que hacer una distinción entre el delincuente-toxicómano y el toxicómano-
delincuente:
- El delincuente-toxicómano sería un individuo procedente de medios
marginales, que tras haber pasado por un centro de reforma o carcelario por
la comisión de un delito, ha entrado en contacto con las drogas, pero antes
del consumo de drogas ya había cometido delitos.
- El toxicómano-delincuente sería el individuo que es toxicómano, y con la
finalidad de mantener su vicio se convierte en delincuente. En este caso, al
contrario que el anterior, el toxicómano al recuperarse se supone que no
volverá a cometer delitos contra la propiedad.
Así, en el primer caso la delincuencia sería la causa de la adicción a la droga, y en
el segundo caso, la delincuencia sería la consecuencia de esta adicción.

Causa Consecuencia
DELINCUENTE-TOXICÓMANO: Delincuencia Toxicomanía
TOXICÓMANO-DELINCUENTE: Toxicomanía Delincuencia

No obstante, en relación a este tema hay que hacer una matización, y es que no tiene
que existir una relación necesaria entre delincuencia y drogas. Es cierto que la conducta
delictiva se incrementa con el consumo de drogas, pero no cualquier consumidor tiende
necesariamente al robo. Ante la escasez de dinero para conseguir la droga, el toxicómano
tiene dos opciones: tomar drogas más baratas (sucedáneos), o delinquir, y no necesariamente
tiene que llegar a esta última solución.
Son los sujetos con problemas de conducta antisocial, los que suelen recurrir, en
mayor medida, a la delincuencia para mantener su adicción a la droga. Por lo tanto, “no
se puede hacer una asociación mecánica entre droga y delincuencia” (Funes, 1990).

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 205


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
Por otro lado, hay que distinguir entre diversos conceptos como son: delincuente
activo, disocial paraviolento, adolescente marginal y niños disociales y marginales.

Delincuente activo:
Se trata de aquel que comete actos legalmente delictivos de cierta importancia.
Normalmente suele tener entre 15 y 20 años y en su vida ha tenido un tropiezo en más de
una ocasión con la justicia. El grupo con estas características se tratará de un tipo de grupo
que acabará tendiendo a la delincuencia activa como hábito de conducta normalizada y
propia del grupo. Hábito de conducta arraigado cada vez más en función de su paso por
las instituciones penitenciarias, que crea un fuerte círculo vicioso de difícil ruptura, una
fijación de formas de ser y de actuar, en las que resulta complicado volver a la normalidad.
Normalmente esto llevaría a la delincuencia adulta más o menos organizada.

Adolescente marginal:
Constituye un sector social, enormemente amplio. En los barrios del cinturón
industrial suele incluir a más de la mitad de la población juvenil. Socialmente se trata
de un grupo en el que ha fracasado totalmente el proceso de adquisición de pautas de
comportamiento socialmente aceptables, y no se ha producido la transmisión de los
valores o conductas de un grupo social. Son el producto de la crisis de los barrios: desorden
urbanístico, crisis existencial emigratoria, cambio de valores sociales, etc. Destaca la carencia
educativa y una familia desadaptada. Constituyen la población básica de Formación
Profesional y sólo escasamente de BUP. Lo que los adultos interpretan como chulería, mala
educación o gamberrismo, no es más que la falta de adquisición, en el momento oportuno
de su vida de la manera de ser.

Niños disociales y marginales:


Se trata de un tipo de niños en los que comienza a pesar más la relación de la calle
que la escolar. Tienen su banda infantil e imitan los comportamientos de los hermanos y
amigos de más edad. Se llega incluso a la agresión y la práctica de pequeños hurtos. Se
apunta ya la situación disnormativa que en un par de años les conducirá a la marginalidad,
la disociabilidad violenta o la delincuencia activa.

1.1. CARACTERÍSTICAS DE PERSONALIDAD EN MENORES DELINCUENTES.


La conducta antisocial se ha asociado normalmente con una impulsividad y
predisposición al neuroticismo.
En lo referente al nivel intelectual, existe actualmente una serie de investigaciones
que demuestran la relación entre delincuencia y bajo coeficiente intelectual. Los déficit

206 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
-Deficits en
habilidades
sociales, -----
Bajo CI ( tipo
verbal), - mas acusados se manifiestan más en las escalas verbales que en las manipulativas o de
Fracaso otro tipo.
escolar ,
- En algunos estudios se ha puesto de manifiesto que el fracaso escolar se encuentra en
Impulsividadla base de la delincuencia por estar asociada ésta a baja autoestima, trastornos emocionales
y
neuroticismoy a un fuerte antagonismo en la escuela, lo cual podrá contribuir a que el niño desarrollara
-Alto rechazo
conducta desadaptadas y delictivas.
padres
Por otro lado, según los estudios que se ocupan del campo de las habilidades sociales,
los delincuentes presentan déficit en tales habilidades.
En lo que se refiere a las actitudes sociales ante figuras de autoridad, se ha
demostrado que los delincuentes juveniles muestran percepciones más negativas que los
no delincuentes, especialmente hacia sus padres y hermanos.

1.2. EL CASO DE LOS NIÑOS LADRONES.


Entre jóvenes delincuentes, el robo representa aproximadamente el 80 % de sus
actos delictivos (y el 77,70 % de todos los delitos juveniles).
El mencionado autor distingue entre el niño “que roba” (robar puede ser un mero
síntoma psicopatológico) y el niño “ladrón”; ocurre, en efecto, que el robar no es sólo
un “acto” subjetivo sino también un “hecho social”, que desequilibra la vida social y la
estructura comunitaria: en este sentido el robo es un comportamiento antisocial.
Es difícil conseguir estadísticas de este fenómeno, porque en la mayoría de los casos
los niños delincuentes no son llevados ante el Juez de Menores sino que la propia policía
soluciona el caso sermoneando o intimidando a esos niños.
Desde el punto de vista clínico, L. Michaux (1955) describió nueve tipos
psicopatológicos de niños ladrones:
1. Los emotivos, tímidos e inhibidos, que compensan por el robo su sentimiento
de inferioridad.
2. Los inestables, que son individuos impulsivos y que necesitan orientar
su sugestibilidad hacia lo nuevo y lo insólito (fugas, vagabundeos,
inadaptabilidad profesional, etc.).
3. Los ciclotímicos, que roban en un acceso maníaco, cuando en su euforia
desaparece la autocrítica y aparece una excitación intelectual y motriz.
4. Los obsesos, que actúan por compulsión (cleptomanía), y sus robos son
desinteresados.
5. Los paranoicos, que roban por reivindicación: para vengarse de los daños
sufridos, por ejemplo.

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 207


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
6. Los mitómanos, que centran su estilo de vida en el robo, el cual va precedido
de larga premeditación y en el que entran exhibicionismo, jactancia, fantasía
heroica, etc.
7. Los esquizoides, o individuos acomplejados que roban por compensación.
8. Los epilépticos o epileptoides, que roban en el curso de fases críticas
acompañadas de alteración de la conciencia y amnesia ulterior.
9. Los perversos o psicópatas, de tendencias antisociales, que se expresan a
menudo en robos utilitarios y elaborados.

En cuanto a las chicas, hasta los diez u once años sus casos de robos son iguales
que en niños; en cambio, con la pubertad puede haber variación, en el sentido de que
la “pubertad de la muchacha hace que, por regla general, el robo sea sustituido por la
delincuencia sexual (prostitución)”.

2. FACTORES DE RIESGO DE LA CONDUCTA ANTISOCIAL


La conducta antisocial surge en función de influencias múltiples. Entre las
cuestiones de más interés se pueden destacar: quién es propenso a convertirse en
antisociable y cuáles son los factores que conducen a la conducta antisocial. La misma
complejidad de la conducta humana en general, los distintos niveles de influencia y la
heterogeneidad de las conductas denominadas “antisociales” excluyen las respuestas
simples.
Sin embargo, se puede decir mucho sobre las influencias que sitúan al niño bajo
riesgo de conducta antisocial y los mecanismos probables en los que operan muchas de
estas influencias.
No se puede afirmar en la actualidad el supuesto históricamente mantenido
y generalizado de que la causa de la conducta delictiva es siempre una conducta
psicológicamente patológica. Factores externos (familia, escuela, etc.), influyen también
en la aparición de la conducta delictiva. El ámbito familiar es clave en el problema que
se aborda, y el ámbito escolar y social, por su parte, es fundamental en la adquisición
de la conducta delictiva. La escuela es un elemento decisivo en el mecanismo de la
disociabilidad.

208 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
2.1. FACTORES INDIVIDUALES.
2.1.1. Biológicos.
Muchos estudios de la conducta antisocial se han centrado en las diferencias
bioquímicas. Por ejemplo, se han identificado mayores niveles de testosterona plasmática
en delincuentes violentos. No obstante, no se demostró que la testosterona estuviera
relacionada con conductas antisociales como el hurto, absentismo escolar y destrucción
de la propiedad. Algunos estudios han hallado que el colesterol bajo está asociado con
conductas habitualmente agresivas en adolescentes y adultos.
Otros factores biológicos han sido evaluados como posibles agentes causales
(McCord, 1982). Por ejemplo, el nivel de activación cortical se ha relacionado con la
conducta delictiva, sugiriendo que una baja activación incrementaría la necesidad de una
mayor estimulación. Por otro lado, Mednick (1978) plantea que los patrones de activación
del sistema nervioso autónomo heredados pueden influir en el grado en que los individuos
antisociales fracasan en el aprendizaje de la inhibición de la conducta antisocial.

2.1.2. Psicológicos.
El temperamento es un factor de riesgo, considerando como niños “difíciles” aquellos
que son propensos a mostrar varios problemas de conducta o a desarrollarlos más tarde,
también a recibir tratamiento por conductas agresivas y rabietas.
En un estudio reciente con niños y adolescentes se demostró que los niños con
puntuaciones altas en neuroticismo y en extraversión son más propensos a realizar
conductas antisociales. Hay que matizar que no todos o la mayoría de los jóvenes de
conducta revoltosa se vayan a identificar después como antisociales, ya que para representar
un factor de riesgo ha de darse más que la mera presencia de conducta incontrolable. Si
está claro que los niños con un comienzo anterior y mayor incontrolabilidad están bajo
un mayor riesgo.
Por otro lado, las deficiencias académicas y niveles bajos de funcionamiento intelectual
se asocian a los trastornos de conducta. Se considera que la disfunción académica es un
factor de riesgo de la delincuencia posterior. Esta relación se ha demostrado con distintas
medidas del rendimiento intelectual y escolar y medidas de la conducta antisocial. Esto
no significa que la disfunción académica represente un factor de riesgo. El absentismo
escolar y una falta de atención darían lugar a un menor rendimiento académico, pero la
evidencia sugiere que las deficiencias académicas y un bajo cociente intelectual predicen
una posterior conducta antisocial.
Los funcionamientos educativo e intelectual se pueden considerar como factores de
predicción de la conducta antisocial. Aunque las disfunciones académicas son un factor
de riesgo para los trastornos de conducta, la relación no es únicamente unidireccional, ya

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 209


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
que la conducta antisocial conlleva igualmente al posterior fracaso escolar y bajo nivel
de rendimiento académico.
En lo que se refiere a las características de la personalidad, se puede destacar la
búsqueda de sensaciones, como rasgo relacionado con la conducta delictiva y antisocial.
Así, se ha demostrado cómo sujetos de conducta delictiva presentan puntuaciones altas
en esta variable.

2.2. FACTORES EXTERNOS O AMBIENTALES.


2.2.1. La familia.
Como se ha afirmado con anterioridad, el ámbito familiar es clave en la aparición
de la disociabilidad y la conducta delictiva. Hay que matizar que la familia es uno de los
múltiples factores que inciden en la producción de la delincuencia y no la causa única
y exclusiva de la misma. Igualmente, la presencia de ciertas problemáticas familiares no
tienen porqué ser causa de delincuencia infantil y juvenil.
Es evidente que muchos de los niños con conducta delictiva existen problemas
como el abandono paterno del hogar, lo cual no significa que este abandono sea causa
de delincuencia.
La familia desempeña un papel de gran importancia en los procesos de disociabilidad,
destacando entre las dificultades familiares que influyen sobre la delincuencia, las
siguientes:
- Problemas afectivos en la familia.
- Dificultades en los procesos de identificación.
- Fracaso en la educación de los hijos.
La familia influye directamente y desde el principio en la evolución afectiva del niño,
resultando decisiva en el desarrollo del niño y en la adquisición de los comportamientos.
Es normal encontrar problemas familiares graves en niños y jóvenes que condicionan
la conducta disocial y delictiva. Se pueden citar casos de alcoholismo, drogadicción,
abandono de la familia por el padre, etc., lo cual conduce a la aparición de problemas
emocionales en los menores.
Como es de imaginar, el riesgo de conducta antisocial en el niño está relacionado
más específicamente con la presencia de disfunciones relacionadas en el padre o la madre.
La conducta delictiva y el alcoholismo, sobre todo en el padre, son dos de los factores
paternos que aumentan el riesgo de trastornos de conducta en el niño.
En general, una familia con una historia de conducta antisocial o agresiva constituye
un factor de riesgo para el niño, que posteriormente imitará las conductas que ha aprendido.

210 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
La situación familiar que afecta a la personalidad da lugar a la aparición de diversos
problemas psicológicos, que conducirán a la conducta desviada y delictiva. Se ha afirmado
que el menor soluciona los problemas de personalidad derivados de la situación familiar
mediante la realización de actos delictivos, aunque esta explicación no ha sido demostrada.
Lo que ocurre es que la problemática familiar grave conlleva a un proceso de
marginación que dará lugar a la aparición de actos delictivos, y la posterior normalización
de una forma de vida delictiva.
En lo que se refiere a la interacción entre padres e hijos, se puede decir que se trata
de uno de los factores más influyentes en la posterior conducta del niño, ya que en dicha
interacción la conducta agresiva y antisocial del niño será reforzada.
Hay que destacar en los niños de conducta delictiva, la carencia educativa y fracaso
por parte de los padres en la educación de los mismos (estos niños han sido abandonados
a su suerte, convirtiéndose la “calle” en su escuela y en el factor decisivo en la adquisición
de comportamientos disociales y delictivos). Esta carencia educativa conduce a la
disociabilidad.
Se ha demostrado que los padres de niños antisociales destacan por la escasa
presencia de habilidades paternas. No saben cuándo y cómo castigar a sus hijos,
recompensando conductas inapropiadas y reforzando conductas aversivas. Por otro lado,
hay que destacar el empleo de castigos duros, inapropiados y desproporcionados, lo cual
aumenta las posibilidades de que el niño presente conductas antisociales.
Las prácticas disciplinarias y actitudes de los padres influyen en el desarrollo del
niño de forma contundente, ya que éstos constituyen un modelo a seguir por el niño, el
cual aprenderá e interiorizará unos comportamientos determinados. En general, las malas
prácticas disciplinarias de los padres, tales como los castigos duros o la falta de atención a
la conducta apropiada, provoca el desarrollo de los problemas de conducta que conlleva al
rechazo del niño por los demás compañeros y al fracaso escolar, lo cual conduce finalmente
a la relación del niño con otros con similar problemática y como consecuencia, a la conducta
antisocial y a la delincuencia.
Pero hay que destacar que el riesgo de conducta antisocial no se debe simplemente
a la dureza y severidad de los castigos, ya que se ha demostrado que prácticas disciplinarias
diferentes en ambos padres están relacionadas con la delincuencia. Así, se puede decir que
la severidad del castigo por parte del padre y una conducta más permisiva por parte de la
madre se pueden relacionar con la conducta delictiva. Sin embargo, no corren tanto riesgo
de convertirse en delincuentes los niños de padres que son consistentes en sus prácticas
disciplinarias, incluso siendo éstas punitivas.
Los padres de niños antisociales son más propensos a dar órdenes a sus hijos, a
recompensar la conducta desviada por medio de la conformidad. Se puede decir que la
conducta antisocial es enseñada aunque involuntariamente por los padres.

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 211


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
Por otro lado se puede decir que los padres de niños antisociales o delincuentes se
preocupan menos del cuidado de éstos, no controlando donde van cuando salen de casa.
La escasa preocupación y supervisión (ausencia de reglas sobre dónde pueden ir, cuando
deben volver, etc.) se considera un factor de riesgo.
En las relaciones familiares, una comunicación de menos apoyo, menos cálida y
defensiva entre los miembros, una menor participación en actividades familiares y un
evidente dominio por parte de uno de los miembros son también características que definen
a las familias de niños antisociales y delincuentes.
Por otro lado hay que mencionar los matrimonios separados y las disputas de pareja
como factores de riesgo. La separación de los padres durante la infancia se relaciona con la
conducta antisocial y delictiva de los niños. Asimismo, los conflictos personales y agresiones
entre los padres son un factor de riesgo para la presencia de la conducta antisocial y
delictiva en los niños.
También se puede relacionar la clase social con la conducta delictiva, existiendo un
predominio de ésta en las clases más bajas. La clase social baja se asocia a otras variables
como son tamaño de familia, hacinamiento, escasa atención a los niños, etc., y es por esta
asociación por lo que se considera un factor de riesgo.
En lo que se refiere al número de miembros de familia, una familia más numerosa
aumenta el riesgo de delincuencia. Los niños con hermanos mayores son más propensos a ser
delincuentes, y cuanto mayor es la distancia entre hermanos, es superior esta probabilidad.
También hay que decir, que si uno de los hermanos es antisocial, aumenta el riesgo de los
otros de conducta antisocial.
En lo referente al orden de nacimiento de los hermanos también se relaciona con
la conducta antisocial, siendo ésta mayor en los hijos intermedios que en los primogénitos
o los más pequeños, pudiendo deberse a la menor atención que a éstos se les presta.
Ejemplos de casos de conducta antisocial y delictiva que explican la importancia
de las características familiares y contextuales (Kazdin, 1996)1.

CASO 1:
“Gregorio es un niño de 10 años que vive en su casa con el padre, la madre, dos
hermanos menores y una chica que cuida a los niños. Era un niño problemático que fue
llevado a una clínica de pacientes externos por su excesiva agresividad, sus rabietas y
conducta dañina en casa y en la escuela. En casa discutía con su madre, provocaba peleas
con sus hermanos, cogía dinero a sus padres y amenazaba con prender fuego cuando sus

1
A. E. Kazdin y G. Buela-Casal: Conducta antisocial, Madrid, Ed. Pirámide, 1996, pags. 20-
23.

212 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
padres lo castigaban. De hecho, en tres ocasiones prendió fuego a las alfombras cuando
sus padres lo habían castigado. Uno de estos fuegos tuvo consecuencias que costaron una
importante cantidad de dinero. A menudo también mentía; en el colegio sus mentiras
causaban problemas a otros y ocasionaban peleas frecuentes con sus compañeros y su
rechazo de cualquier culpa.
Gregorio fue llevado a la clínica porque sus padres sentían que se estaba haciendo
totalmente incontrolable. Unos pocos incidentes concretos fueron mencionados por su
especial peligro, como su intento de asfixiar a su hermano de dos años poniéndole una
almohada en la cara. Gregorio también había comenzado a vagar por las calles de noche
y a romper las ventanillas de los automóviles aparcados.
Los padres estaban preocupados debido al tipo de compañías con las que se
relacionaba en el barrio y temían que se convirtiera en un “matón”. A veces habían recurrido
a castigos severos con el sacudidor o la correa y encerrándolo en su habitación durante
dos o tres días. Esto dio lugar a que Gregorio respondiera provocando fuegos.
Varias de las características de la vida familiar de Gregorio son destacables. Debido
a que los padres habían trabajado durante toda la vida del niño, era la abuela materna
la principal responsable de su cuidado. Sin embargo, en los dos años anteriores al inicio
del tratamiento su padre había tenido empleo sólo esporádicamente, y pasaba casi todo
el tiempo en casa durmiendo o viendo la televisión. La pérdida de trabajo e ingresos y su
poca ayuda en casa aumentó el estrés familiar.
Gregorio decía que no podía soportar estar con su padre porque se ponía como
loco por pequeñeces. La madre trabajaba la jornada completa e intentaba también llevar
la casa. Sin embargo, no estaba mucho tiempo en casa. La madre tenía un historial de
importantes trastornos depresivos además de dos intentos de suicidio en los últimos tres
años. Fue hospitalizada en cada ocasión durante unos dos meses.
La conducta de Gregorio en casa y el colegio empeoró en estos períodos. En el colegio
Gregorio estaba en cuarto curso. Su inteligencia estaba dentro de la media. Sus resultados
académicos estaban por debajo del aprobado y estaba en una clase especial por su conducta
alterada. En este período se le daba medicación para controlar su hiperactividad. La madre
informó que la medicación no ayudó y que tras seis meses dejó de dársela.
Entonces los padres llevaron a Gregorio a un centro de tratamiento de pacientes
externos para su evaluación. Consideraban que la conducta de Gregorio se agravaba en
casa y en la escuela y no sabían que hacer. Pensaban rendirse o llevarlo a un internado
especial donde una mayor disciplina pudiera enderezarlo” (Kazdin, 1996).

CASO 2:
“Ana es una chica de 13 años que hasta hace poco había vivido con su madre, su
padrastro y un hermano de 9 años. En los últimos seis meses estuvo viviendo en un centro

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 213


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
de acogida para jóvenes bajo custodia judicial por sus repetidas huidas de casa. Su ingreso
en el centro fue temporal hasta la realización de una evaluación psiquiátrica ordenada por
el Juez. Ana fue hospitalizada durante un breve período para realizar esta evaluación.
Sus padres informaron que era rebelde, respondona, que mentía y hurtaba a menudo.
Sus sustracciones eran el síntoma más llamativo. Sustraía ropa y joyas de las casas de los
parientes y amigos además de la de sus padres. De hecho, sus padres cerraban con llave su
dormitorio y sus cajones para proteger sus objetos de valor. Hurtaba pequeños artículos
de los almacenes, pero esto era mucho menos frecuente que hacerlo de otras personas.
Cuando Ana tenía cinco años sus padres se divorciaron. En este año tuvo dificultades
escolares para seguir instrucciones y hacer amigos. Según su madre, este período marcó
el comienzo de su conducta antisocial. Las dificultades escolares de Ana siguieron y
sus maestros se quejaron de que sus problemas le impedían realizar sus funciones en el
colegio. Su madre cambió de vivienda y en el nuevo colegio Ana tuvo un rendimiento más
satisfactorio y se mantuvo en el aprobado. Los maestros decían que era suficientemente
inteligente como para hacerlo mejor, pero tenía una actitud negativa y escasa motivación.
Ahora está en octavo, donde tiene notables, aprobados y suspensos.
Aunque los problemas de conducta eran patentes en el historial de Ana, en los
últimos tres años aumentaron en gravedad y frecuencia. En esta época comenzó un pleito
de custodia entre su madre y su padre biológico. La disputa comenzó cuando al padre se
le negó el contacto con los hijos por abuso del consumo de alcohol. El padre llevaba de
vez en cuando a Ana y a su hermano a bares donde estaban durante horas bebiendo. En la
época de la disputa por la custodia aumentó la tensión en todos los miembros de la familia.
Como parte de las peleas, Ana acusó en falso a su padrastro de abusos deshonestos.
Esto aumentó los esfuerzos de su padre biológico para obtener la custodia y llevó
a una investigación formal de su padrastro aunque todos los cargos fueron finalmente
retirados.
Según los padres, la tensión de las relaciones unida a la batalla de la custodia y la
acusación de abusos deshonestos pareció precipitar la última huida y se asoció al aumento
de su rebeldía e imposibilidad de controlarla.
Ana fue admitida en un hospital psiquiátrico de cuidados intensivos para evaluarla.
La hospitalización también proporcionó la ocasión de estudiar los problemas y recursos
familiares con más detalle. El objetivo de la evaluación era recomendar al Juez un lugar
adecuado para ella, estudiar la posibilidad de tratamiento y ayudar a acelerar la resolución
de la disputa de la custodia. Finalmente, Ana fue enviada a un hogar adoptivo y llevada
a una clínica para recibir tratamiento individual” (Kazdin, 1996).
En general, como se puede observar en estos dos casos, es evidente que la situación
familiar influye claramente en la aparición de una conducta antisocial y delictiva en
los menores. Así, unas condiciones familiares problemáticas y desfavorables (violencia

214 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
doméstica, padres alcohólicos o drogadictos, separación de los padres, etc.) afectan de
forma decisiva al menor, condicionando y favoreciendo el desarrollo de un comportamiento
y conducta antisocial.

2.2.2. La escuela.
El ambiente escolar se considera como un factor de riesgo para la conducta
antisocial.
La escuela se trata de una institución que se ha convertido en un elemento clave
que incide directamente sobre cualquier elemento de la vida evolutiva. Se puede incluso
hasta llegar a afirmar que en el caso de la delincuencia, la mayoría de los niños con esta
problemática son víctimas del fracaso escolar. Así, se puede decir que para prevenir o
modificar la conducta delincuente es fundamental modificar las condiciones escolares.
El fracaso escolar produce delincuencia infantil, ya que el retraso de los aprendizajes
con respecto a los demás conlleva a una automarginación o desplazamiento del grupo, lo
cual conducirá a un incremento de la vida social no escolar y a la aparición de la conducta
disocial.
Entre las causas que explican el fracaso escolar se pueden señalar desde la
inadecuación de los métodos de aprendizaje hasta la incorrecta organización pedagógica
y educativa de la escuela. Además, hay que señalar la problemática familiar y social como
causa que conlleva a dicho fracaso.
Algunas de las características de la escuela se pueden relacionar con la conducta
antisocial y delictiva (por ejemplo, las escuelas de primaria que presentan malas condiciones
físicas o una baja relación entre maestro-alumno se ha demostrado que tienen índices
superiores de delincuencia).
Se ha demostrado que características como las buenas condiciones de trabajo,
la atención del maestro a los problemas de los niños, el refuerzo de éste por el trabajo
realizado, el énfasis en el trabajo académico, etc., influyen en la aparición de la conducta
antisocial en el niño.

2.2.3. El medio social: el papel del grupo y la comunidad.


El papel del grupo, escolar o de calle, es fundamental para el desarrollo y adquisición
de los comportamientos en el menor, sobre todo, a partir de los once o doce años en que
se refuerza esta influencia del medio social. En torno a la preadolescencia, sobre todo, se
creará una gran presión del grupo sobre el individuo, y la vida del grupo de la calle será
prioritaria sobre cualquier otra.
La mayoría de los niños de estas edades tienen su grupo de amigos siendo esencial
para el desarrollo personal equilibrado. El grupo (elemento clave para la autoafirmación),

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 215


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
independientemente del medio social, tiene una gran importancia, adquiriendo más fuerza
en la actualidad, en la medida en que se ha creado una cierta “cultura joven”.
Existe una necesidad de agruparse, sobre todo en los barrios, en los que se puede
hablar incluso de bandas organizadas y estructuradas. Los jóvenes problemáticos tienden
a agruparse, y sea cual sea el tipo de grupo social al que pertenezcan, actúan siempre en
grupo. Buscarán lugares de reunión como los rincones de las calles, cuevas o cabañas que
serán testigos de muchas de sus actividades.
Existe la necesidad de permanecer juntos, para delinquir o simplemente para no
hacer nada. La base de su conducta siempre está en un grupo y en las relaciones que en él
se crea, pudiéndose afirmar que, en general, la vida disocial tiene su origen en un grupo.
En las primeras etapas de asentamiento de los barrios, existe una tendencia a la
formación de bandas, persistiendo la agrupación como forma de vida y como forma de
delinquir. El delito es colectivo, aunque no es cometido por bandas, sino por individuos que
forman parte de ellas, sin embargo, hay barrios y ciudades en los que sí existe estrictamente
el fenómeno de la banda.
En grupos sociales y bandas tiene lugar una uniformización de la conducta y un
cierto ritualismo de grupo que tiene gran incidencia sobre el menor. Todos pasan por la
creación de un lugar de reunión, y observándose una jerarquía de papeles y asignación
de roles. Los más pequeños intentan imitar la conducta de los más mayores, adquiriendo
e interiorizando la conducta disocial y delictiva.
Hacia los 16 años aproximadamente, se formará una especia de asociacionismo
contra los adultos y otros tipos de jóvenes.
Así se puede afirmar, que a la hora de trabajar con el menor disocial hay que tener
en cuenta la realidad del grupo y su momento evolutivo para poder llevar a cabo una
intervención educativa adecuada en función de ese grupo concreto.
Habrá que analizar la situación de grupo en la que se produjo la conducta antisocial
y cómo se consolidaron y unificaron las conductas de sujetos con problemáticas diferentes.
Habrá que conseguir que el menor disocial rompa con la presión de grupo a la que
está sometido, para lo cual es imprescindible acabar con la marginalidad en la que está
inmerso.

2.3.4. La calle.
La calle se transforma en el elemento clave de adquisición y aprendizaje de
comportamientos disociales, ya que se convierte en el lugar permanente de estancia de
los niños, que de alguna manera, han de ocupar el tiempo libre. Ésto, se debe en parte, a
la ausencia de dinero que impide el acceso a ciertos locales. Así, la calle se convierte en el
principal lugar de adquisición de comportamientos, siendo el primer agente de la conducta
delincuente.

216 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
La ausencia total de tareas y actividades llevarán a callejear y deambular por las
calles, lo cual dará lugar a que la comisión de pequeños delitos se convierta en una forma
de ocupar el tiempo libre.
Se ha comprobado que planteando alguna ocupación al grupo, éste reduce
automáticamente su actividad delictiva, ya que muchas veces el aburrimiento y el no tener
nada que hacer conduce a la aparición de una conducta desviada.
La delincuencia que aparece en los menores se puede insertar en el marco de
subculturas urbanas degradadas. El fenómeno de la delincuencia juvenil varía en función
de factores geográficos, ya que su incidencia no es geográficamente uniforme. Cada lugar,
cada entidad territorial, presenta influencias de diversos grupos sociales, para lo cual será
fundamental analizar no sólo estos grupos sino también el entorno geográfico en el que
se desarrollan.

2.3.5. Los barrios.


Los barrios serán el principal espacio geográfico en los que se subdividen las distintas
ciudades, y en los que se manifiesta el fenómeno de la delincuencia juvenil de forma
contundente.
Se pueden observar diferencias de unos barrios a otros en la forma de presentarse
la delincuencia, por lo que se deduce la influencia de factores geográficos (características
del barrio).
En esta última década el fenómeno de la delincuencia infantil y juvenil tiene lugar en
los grandes barrios periféricos de nueva construcción, en las nuevas “ciudades dormitorio”.
La característica de estos lugares sería la ausencia o insuficiencia de servicios comunitarios,
como escuelas, centros sanitarios, transportes, etc., lo cual conlleva a la degradación de
las condiciones de vida y a una dependencia social de otras ciudades o de otros barrios de
la misma ciudad.
En lo que se refiere a las condiciones urbanísticas, el espacio de la vivienda es
bastante reducido, influyendo sobre todo, sobre la población infantil, lo cual tiene como
consecuencia la vida de calle del menor. Las ciudades dormitorio se trata de ciudades en las
que las relaciones sociales son prácticamente nulas, siendo los jóvenes actuales producto
de estos barrios.
Por otro lado, hay que señalar que el fenómeno de la delincuencia juvenil no sólo se
asocia a este tipo de barrios nuevos, sino también a aquellos espacios de degradación en los que
la calidad de vida es pésima, y en los que las condiciones son precarias y desiguales (ha tenido
lugar el asentamiento de los grupos sociales más desfavorecidos, sobre todo, inmigrantes, debido
a que grupos familiares presentes en su momento no se han renovado o se han marchado).
Hasta hace una década aproximadamente, el exceso de trabajo planteaba dificultades
educativas en la familia (imposibilidad de educar y dedicarse a los hijos debido a las largas

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 217


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
jornadas laborales). Pero en los últimos años, contrariamente, el problema más acusado
consiste en la falta de trabajo, lo cual plantea nuevas dificultades y será el detonante de
la mayoría de los conflictos sociales.
Concluyendo, se puede afirmar que el problema de la delincuencia infantil y juvenil
depende, en parte, del tipo de barrio en el que tiene lugar. Así, a la hora de estudiar el
fenómeno de la delincuencia infantil habrá que analizar el marco geográfico en el que
se produce, su historia y los grupos sociales que en él se insertan. La delincuencia juvenil
actual es consecuencia de la historia de los barrios, ya que la conducta humana está en
función de las diversas condiciones en las que se va produciendo.

2.3.6. Los medios de comunicación.


Es evidente que los medios de comunicación influyen en la delincuencia infantil
y juvenil de forma considerable. El cine, la televisión, las revistas, la radio, etc., ejercen
una influencia importante, llegando a interiorizar ciertas conductas que han sido
observadas.
Hay quienes sostienen que las imágenes observadas dan lugar a una imitación e
interiorización y a la repetición de lo observado.
Existe la hipótesis de que la observación de imágenes violentas de delincuencia
harán que aspectos como la muerte, la agresividad o el delito carezcan de importancia, es
decir, que con la percepción reiterada de determinadas imágenes la visión se adaptará a las
mismas llegando el momento en el que no aparecerá reacción emocional, considerándolas
como algo común, ordinario, y cotidiano.
Está demostrada la influencia de películas, imágenes, etc., en donde el menor se
identificará con un personaje determinado (el héroe), sobre todo, aquellos con dificultades
de autodefinición.
Los medios de comunicación influyen de manera decisiva en general sobre los
menores, y sobre todo, en aquellos grupos más problemáticos.

3. DIAGNÓSTICO Y EVALUACIÓN
Existen distintos enfoques del diagnóstico de la conducta antisocial en general,
presentándose enfoques específicos que se centran en la identificación de subtipos de
conducta antisocial.
Entre los síntomas más característicos a tener en cuenta en el diagnóstico de los
trastornos de conducta en general se pueden destacar los siguientes:
- Absentismo escolar.
- Consumo de alcohol y otras sustancias antes de los 13 años.

218 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
- Sustracción de objetos (en tiendas, casas, etc.).
- Incendiar con intención de causar daño.
- Robar enfrentándose a la víctima (robar bolsos, etc.).
- Empleo de un arma en más de una ocasión.
- Huidas de casa.
Hay que distinguir entre dos tipos de conducta disocial, como son la agresividad
(peleas, etc.), y la delincuencia (conducta delictiva, huidas de casa, mentiras, etc.).
Las conductas disociales están relacionadas entre sí, de manera que personas con
una conducta delictiva tienen tendencia a presentar igualmente otras, como por ejemplo,
consumo de drogas y alcohol, promiscuidad, etc.
Existen gran variedad de instrumentos y procedimientos de evaluación de
conductas antisociales para niños, entre los cuales se pueden señalar algunos relacionados
directamente con la conducta delictiva.
Por un lado, hay que destacar la escala de autoinforme de la delincuencia, la cual
consta de una serie de cuestiones que miden la frecuencia con la que un individuo ha
realizado delitos. Las respuestas dan la frecuencia con la que una conducta determinada
fue realizada en el último año.
También hay que destacar las escalas del inventario de personalidad multifásico de
Minnesota, que consta de cuestiones para obtener una puntuación de agresión/delincuencia.
Se trata de una medida más amplia que evalúa diversas áreas.
Entre las diferentes medidas para diagnosticar una conducta antisocial hay que
destacar:
- Los autoinformes.
- Los informes de familiares, amigos, etc.
- La observación directa.
- Los archivos institucionales.

3.1. AUTOINFORMES.
En lo referente a los autoinformes, hay que decir que no se trata de una medida muy
fiable cuando se emplean con menores, debido a que los niños no consideran ni perciben
sus conductas como antisociales o problemáticas, llegando incluso hasta a ocultarlas
para evitar los castigos. Es por ello, que los autoinformes no son muy utilizados cuando
se trabaja con menores.
Un ejemplo de autoinforme sobre la conducta antisocial está en la Escala de
Conducta Antisocial ASB (Kazdin, 1996). Se trata de una escala que consta de una serie de

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 219


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
cuestiones, midiéndose conductas de tipo predelictivo (gamberrismo), conductas delictivas
(hurtos, etc.), y otras referentes al quebrantamiento de normas sociales.

3.2. INFORMES DE FAMILIARES, AMIGOS Y PROFESIONALES.


En cuanto a los informes de familiares, amigos y profesionales, se trata de las medidas
más usadas en el diagnóstico de la conducta antisocial en menores. Estos informes cuenta
con una serie de ventajas ya que las conductas del menor van a ser fácilmente observadas
por padres, amigos y maestros que están en contacto directo con ellos, aunque existen
acciones más difíciles de descubrir como el hurto, consumo de alcohol y drogas, relación
con bandas y grupos problemáticos, etc.
Los padres van a ser la mejor y más fiable fuente de información ya que conocen
la conducta del niño mejor que nadie, desempeñando un papel crucial en la investigación
y aplicación del tratamiento para el mismo.

3.3. OBSERVACIÓN DIRECTA.


En cuanto a la observación directa, ésta proporciona casos concretos de las
conductas antisociales, aunque presenta sus limitaciones ya que hay determinadas acciones
encubiertas como hurtos, consumo de drogas, promiscuidad, etc., que son difíciles de
observar directamente. También, al observar una conducta determinada, este acto puede
influir en ésta.
Sin embargo, la observación aporta información única y real al observar la conducta
directamente, por lo que esto constituye una gran ventaja, y un punto a su favor. El informe
diario de los padres es fundamental en la observación de la conducta antisocial.

3.4. ARCHIVOS INSTITUCIONALES.


Los archivos institucionales se trata de una medida usada con frecuencia en la
evaluación de menores antisociales. El diagnóstico de la conducta antisocial se basa en
archivos como los de asistencia a clase, calificaciones, expulsiones o archivos policiales.
Hay que destacar la importancia de estos archivos ya que se trata de medios fiables de
obtener información. Acciones concretas como el número de arrestos juveniles o casos
judiciales están registrados en instituciones y centros oficiales.
No obstante, hay que señalar limitaciones importantes en este tipo de medidas,
y es que la mayor parte de las actos antisociales y delictivos no se registra (9 de cada 10
actos delictivos no se descubren ni son registrados oficialmente).
Los archivos institucionales son considerados como una fuente fiable y eficaz de
obtención de información, siendo utilizados para medir la conducta de los menores con
objeto de diseñar una intervención posterior dirigida a eliminar la conducta antisocial.

220 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
En la actualidad cualquier medida de la conducta antisocial posee limitaciones, por
tanto, el uso de diferentes técnicas de diagnóstico pueden ayudar a vencer las limitaciones
propias de cada una.

4. INTERVENCIÓN Y TRATAMIENTO ACTUAL


Actualmente, la intervención se orienta hacia el cambio del niño, para lo cual se
cuenta con una serie de tratamientos específicos entre los que se pueden señalar, la terapia
de grupo o individual, terapias conductuales o cognitivas, y la farmacoterapia. Otra serie
de tratamientos consisten en la intervención sobre la familia, buscando un cambio en
ésta. Con todos estos tratamientos lo que se pretende es modificar las pautas y formas de
interacción en la familia.
Entre los diversos tipos de tratamiento de la conducta antisocial se pueden destacar
los siguientes (Kazdin, 1996).

4.1. TRATAMIENTOS CENTRADOS EN EL NIÑO.


4.1.1. Psicoterapia individual.
Se centra en las bases intrapsíquicas de la conducta antisocial, especialmente conflictos
y procesos psicológicos que han afectado negativamente en el curso del desarrollo.
La relación con el terapeuta es el medio principal por el que se logra el cambio.
El tratamiento proporciona una experiencia correctora emocional aportando ideas y
explorando nuevas formas de conducta.

4.1.2. Psicoterapia grupal.


Se trata de procesos de terapia individual como en el caso anterior. Los procesos
adicionales son el afianzamiento, retroalimentación y beneficios indirectos por los
compañeros. Procesos de grupo como la cohesión y el liderazgo también sirven de foco.
Tiene lugar la relación con el terapeuta y compañeros como parte del grupo. Los
procesos grupales surgen para proporcionar a los niños experiencias y sentimientos de los
demás y oportunidades para comprobar sus propias opiniones y conductas.

4.1.3. Terapia conductual.


Se centra en conductas problemáticas que se presentan como síntomas o conductas
diseñadas para contrarrestar esos síntomas (por ejemplo, conductas prosociales).
Se busca el aprendizaje de nuevas conductas por entrenamiento directo por modelado,
refuerzo, práctica y representación de papeles. Entrenamiento en las diversas situaciones,
como en casa o en la comunidad, donde tienen lugar las conductas problemáticas.

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 221


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
4.1.4. Tratamiento de base cognitiva.
Se centra en procesos cognitivos y habilidades de resolución de problemas cognitivos
interpersonales que subyacen a la conducta social. Se trata de enseñar habilidades de
resolución de problemas a niños por medio de un enfoque paso a paso de las situaciones
interpersonales, uso del modelado, práctica, ensayo y representación de papeles para
desarrollar las habilidades y desarrollo de un diálogo interno que emplea los procesos de
identificación de soluciones prosociales para problemas.

4.1.5. Farmacoterapia.
Diseñado para afectar a los substratos biológicos de la conducta, especialmente según
los hallazgos de laboratorio sobre neurohumores, ciclos biológicos y otras correlaciones
fisiológicas de la conducta agresiva y emotiva. Se trata de la administración de agentes
psicotrópicos para controlar la conducta antisocial.

4.2. TRATAMIENTOS CENTRADOS EN LA FAMILIA.


4.2.1. Terapia familiar.
La familia como sistema de funcionamiento sirve como foco más que el paciente.
Relaciones interpersonales, organización, papeles y dinámica de la familia, serían el centro
de atención. Se trata de trabajar sobre la comunicación, relaciones y estructura familiar
y procesos como la autonomía, resolución de problemas y negociación.
La investigación que apoya esta terapia familiar ha encontrado que las familias de
delincuentes presentan mayores índices de defensa en sus comunicaciones, tanto en las
interacciones entre padres e hijo como entre padres, y además menores índices de apoyo
en comparación con familias de no delincuentes. Una de las finalidades del tratamiento
es mejorar estas funciones de comunicación y apoyo, aumentar el refuerzo positivo entre
miembros de la familia, establecer una comunicación clara, ayudar a buscar soluciones
para los problemas interpersonales, etc.
No obstante, hay que señalar, que esta terapia familiar por sí sola, no es suficiente
para modificar la conducta antisocial.

4.2.2. Entrenamiento conductual de los padres.


Se centra en las interacciones en el hogar, especialmente aquellas que implican
intercambios coercitivos. Se trabaja en el entrenamiento directo de los padres para
desarrollar conductas prosociales en los hijos. Se usan explícitamente técnicas de
aprendizaje social para influir al niño.
Se trata de trabajar en el entrenamiento conductual de los padres con la finalidad
de modificar las pautas de interacción entre padres e hijo de forma que se refuerce en la

222 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
familia la conducta prosocial en lugar de la antisocial. El fin inmediato del programa es
que los padres desarrollen habilidades específicas.

4.3. TRATAMIENTOS BASADOS EN LA COMUNIDAD.


4.3.1. Intervenciones comunitarias.
Se centran en las actividades y programas comunitarios para alentar la competencia
y relaciones con los compañeros. Se trata de desarrollar conductas prosociales y conexiones
con los compañeros y se procura que las actividades promuevan la conducta prosocial y
sean incompatibles con la antisocial.
El tratamiento ha de aplicarse en la comunidad a la que pertenecen los jóvenes
problemáticos, enfatizándose la necesidad de integrar y tratar a los jóvenes antisociales y
a sus compañeros prosociales juntos.

5. PREVENCIÓN
Ha existido un gran interés por el tema de la prevención de la conducta antisocial,
y en particular de la delincuencia infantil y juvenil. Previamente, hay que distinguir entre
los distintos tipos de prevención:
- Prevención primaria.
- Prevención secundaria.
- Prevención terciaria.
La prevención primaria consiste en aquellas acciones e intervenciones realizadas
con objeto de prevenir la aparición de la conducta antisocial de aquellas personas que aún
no la presentan. Las intervenciones se suelen dirigir a amplios grupos de personas que no
tienen el problema.
Encierra los servicios, posibilidades y protecciones ofrecidos a todos los jóvenes en
general para asegurar su normal desarrollo, y así combatir los peligros que podrían venir
de la inadaptación.
La prevención secundaria, por su parte, se dirige hacia aquellas personas que
muestran algún signo de conducta desviada o tienen alto riesgo de presentar una conducta
antisocial. Procura detectar y tratar lo antes posible:
- A los jóvenes cuyo medio presenta carencias o problemas que pueden llevar
a desintegración familiar o poner a los hijos en peligro.
- A los jóvenes que por su medio familiar o por su comportamiento se hallan
en peligro de delincuencia juvenil probable.
La prevención terciaria, trata de prevenir las complicaciones y las secuelas de la
inadaptación crimino-genética, y cuida a los jóvenes delincuentes para evitar la reincidencia
y procurar su integración social.

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 223


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
Así, la prevención primaria previene el comienzo de la conducta antisocial, frente a
la prevención secundaria que lo que hace será reducir la gravedad de casos que muestran
signos precoces de conducta antisocial, y la prevención terciaria que trata de evitar la
reincidencia de los jóvenes delincuentes.
Por ejemplo, un programa de prevención primaria será el que se dirige a mejorar:
- Los hábitos de salud prenatal de madres.
- Los cuidados infantiles.
- El apoyo social.
- El uso de servicios de la comunidad.
- La educación y el trabajo con objeto de reducir la dependencia de las ayudas
económicas y subsidios.
Habrá que identificar grupos de alto riesgo, como madres jóvenes (menores de 18
años), sin pareja o con bajo nivel económico, etc., y posteriormente, diseñar un programa de
prevención para desarrollar en los padres habilidades específicas en el cuidado y educación
de los hijos así como en la interacción con los mismos, con el fin de evitar la aparición de
la conducta antisocial en éstos.
El nivel socioeconómico de las familias (pobreza y marginación) es un factor de
riesgo y de selección importante.
Pero, en la tarea de prevención, no sólo se va a actuar sobre la familia, sino sobre
otros ámbitos que tienen relación directa con el menor, como es el caso de la escuela.
La escuela es, indudablemente, uno de los lugares donde se manifiesta la conducta
antisocial, por lo que en los últimos años se ha llevado a cabo programas centrados en el
ámbito escolar. Se ha observado, como resultado de aplicar algunos de estos programas,
una reducción significativa de la delincuencia (absentismo escolar, hurto) y consumo de
alcohol en los menores.
Por otro lado, hay que destacar las intervenciones basadas en la comunidad,
las cuales hacen uso de los medios existentes como parques, centros recreativos, etc.,
contando con la colaboración de adultos de la comunidad para trabajar como terapeutas,
que llevarán a cabo programas de prevención. Se programan actividades (educativas,
recreativas, deportivas, etc.), con el objeto de reforzar la conducta prosocial, y evitar la
aparición de una conducta antisocial.
En la prevención, en general, hay que tener en cuenta que la primera tarea a realizar
será la identificación de los menores con alto riesgo. No obstante, existe el problema de
la dificultad de predecir qué niños con alto riesgo presentarán posteriormente conductas
problemáticas.
En el intento de predecir quién será un delincuente se han evaluado diversos tipos
de variables, por ejemplo, en un estudio se compararon métodos alternativos de combinar

224 LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil
variables del niño, padres y familia para predecir quién se convertiría en un delincuente, y
se llegó a la conclusión de que sólo un 50 % de los jóvenes delincuentes se podía identificar
correctamente. Así, se puede decir, que la conducta antisocial no puede predecirse como
se desearía.

BIBLIOGRAFÍA
Aluja Fabregat, A. Personalidad desinhibida, agresividad y conducta antisocial. (1ª ed.)
Barcelona: PPU, 1991.
Funes Artiaga, J. La nueva delincuencia infantil y juvenil. Barcelona. Ed.: Paidós, 1990.
Garrido Genoves, V. Pedagogía de la delincuencia juvenil. Barcelona. Ed.: Ceac, 1990.
Garrido Genoves, V. Y López Latorre, M.A. La prevención de la delincuencia: el enfoque de
la competencia social. Valencia. Ed.: Tirant Lo Blanch, 1995.
Kazdin, A. E. Conducta antisocial: evaluación, tratamiento y prevención en la infancia y
adolescencia. Madrid. Ed.: Pirámide, 1996.
Kazdin, A. E. Evaluación de trastornos conductuales y emocionales en la infancia. Madrid.
Ed.: S. XXI, 1993.
Llorente, M. Trastorno mental y conducta antisocial. Barcelona: PPU, 1987.
Martí, A. Inteligencia y conducta antisocial. Barcelona: PPU, 1987.
Melero, J. Conflictividad y violencia en los centros escolares. Madrid. Ed.: S. XXI, 1993.
Mondragón, J. y Trigueros, I. Manual de prácticas de Trabajo Social con menores. Madrid.
Ed.: S. XXI, 1993.
Perez, J. La delincuencia como conducta multicausal. Barcelona: PPU, 1987.
Perez Sánchez, J. Bases psicológicas de la delincuencia y de la conducta antisocial. Barcelona:
PPU, 1987.
Quintana Cabanas, J.M. Pedagogía social. Madrid. Ed.: Dykinson, 2000.
Rutter, M. Delincuencia juvenil. Barcelona. Ed.: Martínez Roca, 1988.
VV. AA. Educación social para delincuentes. Valencia. Ed.: Tirant lo Blanch, 1998.

LA ATENCIÓN AL MENOR: A NIVEL SOCIAL Y PSICOLÓGICO 225


Tema 6. Delicuencia infantil y juvenil

También podría gustarte