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y juvenil
Eva Blázquez López
1. CONCEPTO Y NATURALEZA
El concepto de delincuente juvenil es un concepto adaptado a las legislaciones y
circunstancias sociales de cada país en concreto.
Según el Código Penal sólo pueden calificarse como delincuentes todos aquellos
que cometen delitos y que tengan cumplidos los 16 años. Por otro lado, el Código
contempla atenuantes para todos los que no hayan cumplido los 18 años, edad en la que
ya se tiene plena responsabilidad penal. También existe una norma que obliga a destinar
establecimientos penitenciarios para jóvenes de edades comprendidas entre los 16 y los
21 años.
No obstante, cabe hacer referencia al artículo 19 del vigente Código Penal e incluir lo
que la Ley del Menor entiende por “menores”, es decir a los mayores de 14 años y menores
de 18 [Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabilidad Penal de los
Menores (modificada por Leyes Orgánicas 7/2000 y 9/2000 de 22 de diciembre)].
Otras modificaciones legales las referimos a continuación:
- Ley Orgánica 9/2002, de 10 de diciembre, de modificación de la Ley Orgánica
10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal y del Código Civil sobre
sustracción de menores.
- Real Decreto 232/2002, de 1 de marzo, por el que se regula el Registro de
Sentencias sobre Responsabilidad Penal de los Menores.
- Ley 8/2002, de 27 de mayo, de modificación de la Ley 37/1991 de 30 de
diciembre sobre medidas de protección de menores desemparados y de
Causa Consecuencia
DELINCUENTE-TOXICÓMANO: Delincuencia Toxicomanía
TOXICÓMANO-DELINCUENTE: Toxicomanía Delincuencia
No obstante, en relación a este tema hay que hacer una matización, y es que no tiene
que existir una relación necesaria entre delincuencia y drogas. Es cierto que la conducta
delictiva se incrementa con el consumo de drogas, pero no cualquier consumidor tiende
necesariamente al robo. Ante la escasez de dinero para conseguir la droga, el toxicómano
tiene dos opciones: tomar drogas más baratas (sucedáneos), o delinquir, y no necesariamente
tiene que llegar a esta última solución.
Son los sujetos con problemas de conducta antisocial, los que suelen recurrir, en
mayor medida, a la delincuencia para mantener su adicción a la droga. Por lo tanto, “no
se puede hacer una asociación mecánica entre droga y delincuencia” (Funes, 1990).
Delincuente activo:
Se trata de aquel que comete actos legalmente delictivos de cierta importancia.
Normalmente suele tener entre 15 y 20 años y en su vida ha tenido un tropiezo en más de
una ocasión con la justicia. El grupo con estas características se tratará de un tipo de grupo
que acabará tendiendo a la delincuencia activa como hábito de conducta normalizada y
propia del grupo. Hábito de conducta arraigado cada vez más en función de su paso por
las instituciones penitenciarias, que crea un fuerte círculo vicioso de difícil ruptura, una
fijación de formas de ser y de actuar, en las que resulta complicado volver a la normalidad.
Normalmente esto llevaría a la delincuencia adulta más o menos organizada.
Adolescente marginal:
Constituye un sector social, enormemente amplio. En los barrios del cinturón
industrial suele incluir a más de la mitad de la población juvenil. Socialmente se trata
de un grupo en el que ha fracasado totalmente el proceso de adquisición de pautas de
comportamiento socialmente aceptables, y no se ha producido la transmisión de los
valores o conductas de un grupo social. Son el producto de la crisis de los barrios: desorden
urbanístico, crisis existencial emigratoria, cambio de valores sociales, etc. Destaca la carencia
educativa y una familia desadaptada. Constituyen la población básica de Formación
Profesional y sólo escasamente de BUP. Lo que los adultos interpretan como chulería, mala
educación o gamberrismo, no es más que la falta de adquisición, en el momento oportuno
de su vida de la manera de ser.
En cuanto a las chicas, hasta los diez u once años sus casos de robos son iguales
que en niños; en cambio, con la pubertad puede haber variación, en el sentido de que
la “pubertad de la muchacha hace que, por regla general, el robo sea sustituido por la
delincuencia sexual (prostitución)”.
2.1.2. Psicológicos.
El temperamento es un factor de riesgo, considerando como niños “difíciles” aquellos
que son propensos a mostrar varios problemas de conducta o a desarrollarlos más tarde,
también a recibir tratamiento por conductas agresivas y rabietas.
En un estudio reciente con niños y adolescentes se demostró que los niños con
puntuaciones altas en neuroticismo y en extraversión son más propensos a realizar
conductas antisociales. Hay que matizar que no todos o la mayoría de los jóvenes de
conducta revoltosa se vayan a identificar después como antisociales, ya que para representar
un factor de riesgo ha de darse más que la mera presencia de conducta incontrolable. Si
está claro que los niños con un comienzo anterior y mayor incontrolabilidad están bajo
un mayor riesgo.
Por otro lado, las deficiencias académicas y niveles bajos de funcionamiento intelectual
se asocian a los trastornos de conducta. Se considera que la disfunción académica es un
factor de riesgo de la delincuencia posterior. Esta relación se ha demostrado con distintas
medidas del rendimiento intelectual y escolar y medidas de la conducta antisocial. Esto
no significa que la disfunción académica represente un factor de riesgo. El absentismo
escolar y una falta de atención darían lugar a un menor rendimiento académico, pero la
evidencia sugiere que las deficiencias académicas y un bajo cociente intelectual predicen
una posterior conducta antisocial.
Los funcionamientos educativo e intelectual se pueden considerar como factores de
predicción de la conducta antisocial. Aunque las disfunciones académicas son un factor
de riesgo para los trastornos de conducta, la relación no es únicamente unidireccional, ya
CASO 1:
“Gregorio es un niño de 10 años que vive en su casa con el padre, la madre, dos
hermanos menores y una chica que cuida a los niños. Era un niño problemático que fue
llevado a una clínica de pacientes externos por su excesiva agresividad, sus rabietas y
conducta dañina en casa y en la escuela. En casa discutía con su madre, provocaba peleas
con sus hermanos, cogía dinero a sus padres y amenazaba con prender fuego cuando sus
1
A. E. Kazdin y G. Buela-Casal: Conducta antisocial, Madrid, Ed. Pirámide, 1996, pags. 20-
23.
CASO 2:
“Ana es una chica de 13 años que hasta hace poco había vivido con su madre, su
padrastro y un hermano de 9 años. En los últimos seis meses estuvo viviendo en un centro
2.2.2. La escuela.
El ambiente escolar se considera como un factor de riesgo para la conducta
antisocial.
La escuela se trata de una institución que se ha convertido en un elemento clave
que incide directamente sobre cualquier elemento de la vida evolutiva. Se puede incluso
hasta llegar a afirmar que en el caso de la delincuencia, la mayoría de los niños con esta
problemática son víctimas del fracaso escolar. Así, se puede decir que para prevenir o
modificar la conducta delincuente es fundamental modificar las condiciones escolares.
El fracaso escolar produce delincuencia infantil, ya que el retraso de los aprendizajes
con respecto a los demás conlleva a una automarginación o desplazamiento del grupo, lo
cual conducirá a un incremento de la vida social no escolar y a la aparición de la conducta
disocial.
Entre las causas que explican el fracaso escolar se pueden señalar desde la
inadecuación de los métodos de aprendizaje hasta la incorrecta organización pedagógica
y educativa de la escuela. Además, hay que señalar la problemática familiar y social como
causa que conlleva a dicho fracaso.
Algunas de las características de la escuela se pueden relacionar con la conducta
antisocial y delictiva (por ejemplo, las escuelas de primaria que presentan malas condiciones
físicas o una baja relación entre maestro-alumno se ha demostrado que tienen índices
superiores de delincuencia).
Se ha demostrado que características como las buenas condiciones de trabajo,
la atención del maestro a los problemas de los niños, el refuerzo de éste por el trabajo
realizado, el énfasis en el trabajo académico, etc., influyen en la aparición de la conducta
antisocial en el niño.
2.3.4. La calle.
La calle se transforma en el elemento clave de adquisición y aprendizaje de
comportamientos disociales, ya que se convierte en el lugar permanente de estancia de
los niños, que de alguna manera, han de ocupar el tiempo libre. Ésto, se debe en parte, a
la ausencia de dinero que impide el acceso a ciertos locales. Así, la calle se convierte en el
principal lugar de adquisición de comportamientos, siendo el primer agente de la conducta
delincuente.
3. DIAGNÓSTICO Y EVALUACIÓN
Existen distintos enfoques del diagnóstico de la conducta antisocial en general,
presentándose enfoques específicos que se centran en la identificación de subtipos de
conducta antisocial.
Entre los síntomas más característicos a tener en cuenta en el diagnóstico de los
trastornos de conducta en general se pueden destacar los siguientes:
- Absentismo escolar.
- Consumo de alcohol y otras sustancias antes de los 13 años.
3.1. AUTOINFORMES.
En lo referente a los autoinformes, hay que decir que no se trata de una medida muy
fiable cuando se emplean con menores, debido a que los niños no consideran ni perciben
sus conductas como antisociales o problemáticas, llegando incluso hasta a ocultarlas
para evitar los castigos. Es por ello, que los autoinformes no son muy utilizados cuando
se trabaja con menores.
Un ejemplo de autoinforme sobre la conducta antisocial está en la Escala de
Conducta Antisocial ASB (Kazdin, 1996). Se trata de una escala que consta de una serie de
4.1.5. Farmacoterapia.
Diseñado para afectar a los substratos biológicos de la conducta, especialmente según
los hallazgos de laboratorio sobre neurohumores, ciclos biológicos y otras correlaciones
fisiológicas de la conducta agresiva y emotiva. Se trata de la administración de agentes
psicotrópicos para controlar la conducta antisocial.
5. PREVENCIÓN
Ha existido un gran interés por el tema de la prevención de la conducta antisocial,
y en particular de la delincuencia infantil y juvenil. Previamente, hay que distinguir entre
los distintos tipos de prevención:
- Prevención primaria.
- Prevención secundaria.
- Prevención terciaria.
La prevención primaria consiste en aquellas acciones e intervenciones realizadas
con objeto de prevenir la aparición de la conducta antisocial de aquellas personas que aún
no la presentan. Las intervenciones se suelen dirigir a amplios grupos de personas que no
tienen el problema.
Encierra los servicios, posibilidades y protecciones ofrecidos a todos los jóvenes en
general para asegurar su normal desarrollo, y así combatir los peligros que podrían venir
de la inadaptación.
La prevención secundaria, por su parte, se dirige hacia aquellas personas que
muestran algún signo de conducta desviada o tienen alto riesgo de presentar una conducta
antisocial. Procura detectar y tratar lo antes posible:
- A los jóvenes cuyo medio presenta carencias o problemas que pueden llevar
a desintegración familiar o poner a los hijos en peligro.
- A los jóvenes que por su medio familiar o por su comportamiento se hallan
en peligro de delincuencia juvenil probable.
La prevención terciaria, trata de prevenir las complicaciones y las secuelas de la
inadaptación crimino-genética, y cuida a los jóvenes delincuentes para evitar la reincidencia
y procurar su integración social.
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