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EJERCICIO RESISTIDO CON GRANDES CARGAS E INCREMENTO DE LA SECRECIÓN DE HORMONAS

El entrenamiento resistido, continuo, intenso y a largo plazo (de meses a años) consigue
respuestas de adaptación significativas que mejoran el tamaño, fuerza y potencia de la
musculatura ejercitada (71, 72, 92, 93, 102, 108, 119). El aumento de la concentración de
hormonas anabólicas como consecuencia del ejercicio resistido con grandes cargas es una señal
que intensifica las interacciones hormonales con diversos tejidos de destino, como el músculo
esquelético. Al ser estimulada una unidad motora por la corteza motora, se envían diversas
señales (eléctricas, químicas y hormonales) procedentes del cerebro y los músculos activos a cierto
número de glándulas endocrinas. Un concepto clave es que los sistemas fisiológicos, entre otros el
sistema endocrino, son sensibles a las necesidades del músculo activo y, por tanto, el tipo de
protocolo de ejercicios determinará el grado de implicación de un sistema concreto. Las hormonas
se secretan antes (respuesta anticipatoria), durante y después de la tanda de ejercicio resistido
debido al estrés fisiológico (35, 38, 48, 53, 56, 73, 114-116). Las secreciones hormonales agudas
proporcionan información al cuerpo sobre aspectos como la cantidad y el tipo de estrés fisiológico
(p. ej., a través de la adrenalina), las exigencias metabólicas del ejercicio (p. ej., a través de la
insulina) y, por tanto, la necesidad de cambios en el metabolismo basal (p. ej., cambio en la
utilización de sustratos). Mediante patrones específicos de estimulación del sistema nervioso con
ejercicio resistido, ciertos cambios hormonales ocurren simultáneamente con fines específicos
relacionados con cubrir las exigencias del ejercicio, la recuperación y la adaptación al estrés de
ejercicios intensos. Los patrones de estrés y las respuestas hormonales se combinan y configuran
la respuesta adaptativa de los tejidos a un programa específico de entrenamiento. Los
incrementos hormonales de la respuesta al ejercicio resistido ocurren en un entorno fisiológico
único para este tipo de esfuerzo físico. Las grandes cargas externas que se levantan y el
consiguiente requerimiento de fuerza por parte de los grandes músculos requieren la activación
de unidades motoras de umbral excitatorio alto, que no suelen ser estimuladas por otros tipos de
esfuerzo como el ejercicio aeróbico de fondo. Entre las muchas respuestas distintas a este estrés
causado por la producción de grandes fuerzas encontramos alteraciones en la capacidad del
sarcolema para importar nutrientes y en la sensibilidad y número de receptores hormonales
presentes en las células musculares. Con solo una o dos sesiones de ejercicio resistido con grandes
cargas puede aumentar el número de receptores de andrógenos —el receptor de la
testosterona— en el músculo (126, 192). Además, los procesos inflamatorios locales causados por
daños tisulares y los mecanismos de reparación se activan con un esfuerzo continuado y siguen su
curso con la recuperación (20). Combinadas, estas alteraciones causan incrementos en el
crecimiento y la fuerza del músculo intacto. La fuerza específica producida en las fibras musculares
estimula la sensibilidad de los receptores y membranas a los factores anabólicos, como las
hormonas, lo cual comprende el crecimiento del músculo y los cambios en la fuerza. Después de
una sesión de ejercicio resistido, se produce la remodelación del tejido muscular en un medio de
secreciones hormonales y otros mecanismos de transmisión molecular que posibilitan las acciones
anabólicas. Sin embargo, si el esfuerzo es demasiado grande, las acciones catabólicas en el
músculo tal vez superen las acciones anabólicas, debido, entre otros factores, a la incapacidad de
las hormonas anabólicas para unirse a sus receptores o a la regulación decreciente de los
receptores del tejido muscular (31, 129). Por tanto, las acciones hormonales son importantes
tanto durante como después de una sesión de ejercicio para responder a las exigencias del
esfuerzo físico (45-47). Tal y como se ha dicho antes, la magnitud de la respuesta hormonal
(anabólica o catabólica) depende de la cantidad de tejido estimulado, de la cantidad de tejido
remodelado y de la cantidad de tejido reparado después del esfuerzo físico (51, 143). Una vez más,
las características del estímulo del ejercicio (la selección entre las variables agudas del programa)
son de vital importancia para la respuesta hormonal al protocolo de ejercicios (94, 96).
Mecanismos de las interacciones hormonales Los mecanismos de la interacción hormonal con el
tejido muscular dependen de varios factores. En primer lugar, cuando el ejercicio eleva
bruscamente las concentraciones de hormonas en la sangre, la probabilidad de interacción con
receptores tal vez sea mayor. Sin embargo, si la función fisiológica en la que tienen que incidir ya
está próxima a su máxima capacidad genética (es decir, si queda poco margen potencial de
adaptación), el receptor no será tan sensible a una mayor exposición a las hormonas. Por ejemplo,
una célula muscular que ya haya alcanzado su tamaño máximo con un entrenamiento a largo
plazo, tal vez no sea sensible a las señales de las hormonas endógenas para estimular la
producción de proteínas. Una desensibilización similar de los receptores (disminución de la
afinidad) a una hormona se produce cuando se aprecian niveles crónicamente altos en los niveles
de las hormonas en reposo debido a alguna enfermedad (p. ej., diabetes mellitus tipo II) o al
consumo de fármacos. Todavía no se ha determinado por completo cómo y cuándo se produce en
el músculo esta reducción de la sensibilidad de los receptores a los incrementos hormonales; sin
embargo, la predisposición genética limita en último término el aumento del tamaño muscular. En
segundo lugar, como las adaptaciones al ejercicio resistido con grandes cargas suele ser anabólico,
los mecanismos de recuperación están relacionados con incrementos en el tamaño de las células
musculares. En tercer lugar, los errores en la prescripción del ejercicio causan un efecto catabólico
mayor o una falta del efecto anabólico (programa de ejercicios ineficaces). Como resultado, los
mecanismos hormonales pueden afectar negativamente al desarrollo celular o activar
mínimamente mecanismos que aumenten la hipertrofia. Se cree que la combinación de muchos
mecanismos diferentes estimula la hipertrofia inducida por el ejercicio y que la transmisión
molecular en la que intervienen las hormonas participa en este proceso. En esta transmisión
influyen factores neuronales que envían señales importantes al músculo esquelético y, por tanto,
potencian los procesos anabólicos. Por ejemplo, la activación neuronal de fibras musculares
aumenta la afinidad de unión para las hormonas de los receptores del músculo. La integración del
sistema nervioso y de los diversos mecanismos hormonales es distinta en personas entrenadas y
desentrenadas (73, 161). Por lo demás, ciertos mecanismos hormonales para la hipertrofia
inducida por el ejercicio, como aquellos mediados por la testosterona, no son completamente
operativos en ambos sexos ni en todas las edades (38, 100, 115). Un amplio abanico de
mecanismos hormonales con efectos diferenciales (basados en el diseño del programa, el nivel de
entrenamiento, el sexo, la edad, la predisposición genética y el potencial de adaptación) posibilita
multitud de estrategias posibles de adaptación para el mantenimiento o aumento del tamaño y
fuerza del músculo (99). Cambios hormonales en la sangre periférica Se aprende mucho sobre las
consecuencias del esfuerzo físico de un entrenamiento sobre el cuerpo humano monitorizando
distintas mediciones, como los cambios en las concentraciones hormonales en la sangre. Este es
solo uno de los biocompartimentos que se pueden monitorizar, y se debe estudiar en el contexto
de los demás procesos que estimulan el músculo y la síntesis de proteínas (p. ej., factores
neuronales, aminoácido leucina de cadena ramificada). Las concentraciones hormonales se
determinan a partir de muestras de sangre extraídas a atletas en distintas fases del ejercicio y el
entrenamiento. También se pueden medir las hormonas en el líquido que rodea el músculo o en el
mismo músculo (151). Aunque la interpretación de las concentraciones de hormonas en la sangre
pueda ser complicada y como solo es una pieza del puzle completo de las respuestas hormonales,
estos datos revelan el estado o las respuestas de las glándulas o el estado funcional de los
mecanismos controlados por la hormona. Hay que fijarse en que las concentraciones periféricas
de hormonas en la sangre no manifiestan el estado de las distintas poblaciones de receptores ni
los efectos de una hormona en la célula. Sin embargo, se suele asumir que los grandes
incrementos en la concentración de hormonas revelan una mayor probabilidad de interacciones
con los receptores. Hay pocas dudas de que un incremento de las concentraciones en la sangre
circulante, en ausencia de una reducción del volumen plasmático, significa que ha habido un
incremento de la liberación de las glándulas endocrinas. El resultado fisiológico de este
incremento depende ahora del «estado» del receptor en el tejido de destino; es decir, ¿se puede
manifestar la señal hormonal en la célula uniéndose al receptor y la transferencia de la señal a la
maquinaria de reparación del ADN u otras dianas intracelulares (p. ej., la vía de la TORm)? Más
difíciles de interpretar son las disminuciones de las concentraciones hormonales que podrían
indicar varios destinos posibles para la hormona, incluyendo una mayor captación por los
receptores de los tejidos de destino, una mayor degradación de la hormona, una secreción
disminuida de la hormona, o una combinación de estos destinos. Además de estos efectos directos
sobre las hormonas, son muchos los mecanismos fisiológicos que contribuyen en distinto grado a
los cambios observados con el ejercicio en las concentraciones hormonales en la sangre periférica,
incluyendo el ritmo circadiano, el volumen de líquido desalojado (el ejercicio tiende a desplazar
líquido de la sangre al compartimento intercelular), las tasas de aclaramiento tisular (tiempo
transcurrido dentro de un tejido), la acumulación de sangre venosa y las interacciones hormonales
con las proteínas transportadoras (18, 24, 25, 89). Estos mecanismos interactúan para lograr cierta
concentración de una hormona en la sangre, lo cual influye en el margen potencial de interacción
con los receptores en el tejido destinatario y sus posteriores efectos secundarios, permitiendo así
el efecto final de la hormona en una célula. Por tanto, cuando se determina los efectos específicos
del ejercicio sobre las hormonas, hay que tener en cuenta muy distintas interpretaciones. El
incremento de las concentraciones hormonales en la sangre no es requisito para apreciar
aumentos en el tamaño o fuerza de los músculos, pero no representa una mayor activación de la
liberación hormonal de la glándula endocrina implicada. Las respuestas hormonales están
estrechamente vinculadas con las características del protocolo de ejercicio resistido. Adaptaciones
del sistema endocrino Aunque órganos como el músculo y el tejido conjuntivo sean el objetivo
final de la mayoría de programas de entrenamiento resistido, también se producen muchas
adaptaciones dentro del sistema endocrino. Es decir, cuando se entrena la musculatura, también
se entrenan las glándulas endocrinas. Tal y como se puso en evidencia anteriormente, la
implicación de una glándula endocrina depende de cuánto respaldo de las secreciones glandulares
se necesite para apoyar a las unidades motoras activadas. Si nos limitamos a hacer series de
quince flexiones de muñeca, es dudoso que se estimule alguna glándula endocrina para aumentar
la liberación de hormonas, dado que la concentración homeostática normal de hormonas en la
sangre circulante podría cubrir las necesidades para este ejercicio de un grupo de pequeños
músculos. Sin embargo, receptores locales experimentarían una regulación creciente del tejido
muscular implicado para cubrir las necesidades de las unidades motoras usadas en ese ejercicio.
Las adaptaciones están relacionadas con cambios en los órganos de destino y con la tolerancia al
esfuerzo físico. Es grande el potencial de adaptación del sistema endocrino

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