Está en la página 1de 3

“PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN”

Nuestro Señor Jesucristo, dándonos a conocer a su Padre, nos ha compartido su vida, toda
su vida, humana y divina. Como Él mismo nos dijo: "Nadie me la quita (LA VIDA); yo la doy
voluntariamente" (Jn. 10, 18).

Y el profeta Isaías nos dice en relación con el Ungido, con Cristo (52, 14): “… Del mismo
modo que muchos quedaron asombrados al verlo —pues tan desfigurado estaba que no
parecía un hombre*, ni su apariencia era humana—, …”. Por lo tanto, los invito a tener
siempre presente, siempre, hoy y mañana y, en cualquier circunstancia: QUE ESTAMOS,
TÚ Y YO, FRENTE A FRENTE CON JESÚS CRUCIFICADO; ENSANGRENTADO, IRRECONOCIBLE
POR LAS TORTURAS RECIBIDAS.

Verlo así nos debe producir confianza pues es fiel a su Palabra y a su enseñanza; Jesús nos
manifiesta (Mt. 5, 44-45a): "Pues yo os digo: AMAD A VUESTROS ENEMIGOS Y ROGAD
POR LOS QUE OS PERSIGAN, para que seáis hijos de vuestro Padre Celestial, ...". Tomemos
estas Palabras y coloquémoslas frente al testimonio de Cristo en la cruz ¿Logramos
comprender la verdad y la fuerza que hay en sus Palabras y la coherencia que nos enseña
a través de su ejemplo?

En Jesucristo no hay contradicción y por eso, desde el altar de la cruz, expresa: "Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen". Meditemos esta frase:

Primero, habla al Padre Celestial, lo reconoce nueva y públicamente. El Padre a quien


siempre se esforzó por enseñarnos en su vida pública. El Padre, por quien fue declarado
blasfemo y llevado a la Cruz. Ratifica esta verdad, la confirma a sus perseguidores, porque
siempre habló sin engaño. Al Padre no lo vemos, pero es tan real como el sufrimiento
aceptado por Cristo en la cruz, porque lo conoce, porque está con Él desde el principio,
desde la Creación. Nos dice Juan 17, 5: “Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la
gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese.”

Segundo, dice: “Perdónalos”. Nos recuerda lo que Cristo mismo nos enseñó y pidió que le
orásemos al Padre (Mt. 6, 12): "...; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros
hemos perdonado a nuestros deudores; ...". El perdón no sólo implica olvidar sino
justificar y comprometerse con la salvación del perdonado. Esto marca ese nuevo
amanecer que tanto necesitamos en esta Pascua, pasar de una vida de oscuridad a una
vida en la luz de Cristo.

Tercero, Cristo nos dice a quien le pide (Al Padre), qué le pide (Perdonar) y por qué se lo
pide (porque no saben lo que hacen): Los justifica, le dice al Padre que sí lo crucificaron
pero que no son responsables porque no sabían lo que hacían. ¿Qué es lo que no saben?
¿No saben que el primero y el quinto de los mandamientos hablan y mandan amar y no
matar? ¿No saben que Jesucristo había enseñado la plenitud de la ley? O quizás,
realmente, no sabían lo que hacían porque no habían podido aceptar que era el Hijo de
Dios aun cuando había dado razones y motivos suficientes para creer en Él como el
Mesías. Y así, Cristo, los justifica ante su Padre para que no los viera como pecadores.

Así es Jesucristo, así obra, así nos ama porque (Jn. 15, 13): "Nadie tiene mayor amor que el
que da su vida por sus amigos". Jesucristo da su vida en la cruz porque no quiere que
ninguno de sus hermanos caiga en el fuego eterno del infierno.

Uno de los compromisos que, recomiendo, debería quedar como fruto de esta reflexión
es preguntarnos ¿Quién es Jesucristo para mí? Y trabajar en ella hasta resolver esta gran
pregunta personal. Jesús, también le hizo esta pregunta a sus Apóstoles, nos lo cuenta,
Lucas 9, 18-24: “Estando una vez orando a solas, en compañía de los discípulos, les
preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el
Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los antiguos profetas ha resucitado.» 20 Les
preguntó: «Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de
Dios.». Entonces les ordenó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Les dijo: «El Hijo
del hombre debe sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y
los escribas; lo matarán y resucitará al tercer día.». Decía a todos: «Si alguno quiere venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. 24 Porque quien quiera
salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la salvará”. Es una pregunta
que, como escuchamos, cada uno debe responder ¿Quién es Jesucristo para mí?

La Arquidiócesis de Bogotá, desde hace una década, convocó a diversos miembros de la


familia arquidiocesana para construir lo que se denominó el Plan E (Evangelización). En su
primera fase, denominado "Gran giro", encontramos el ideal: una Iglesia adherida a
Jesucristo y a su Reinado, que sea sal de la tierra y luz del mundo y entender una
evangelización más misionera, en salida.

Una década atrás se percibía esa falta de adhesión a la persona de Nuestro Señor
Jesucristo. Él nos busca pero, quizás a nosotros nos embarga el temor. Génesis 3, 9 nos
recuerda una situación similar a lo que nos puede estar sucediendo hoy: “Yahveh Dios
llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?» Este contestó: «Te oí andar por el jardín y tuve
miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí.»”. Esto me llama a recordarnos el
inicio de esta reflexión: Los invito a tener siempre presente, siempre, hoy y mañana y, en
cualquier circunstancia: QUE ESTAMOS, TÚ Y YO, FRENTE A FRENTE CON JESÚS
CRUCIFICADO; UN JESÚS QUE ESTÁ ENSANGRENTADO, QUE ESTÁ IRRECONOCIBLE POR LAS
TORTURAS RECIBIDAS. AHORA SABEMOS, TU Y YO, QUE ACEPTÓ LAS HUMILLACIONES Y
TORTURAS PARA DECIRNOS, HOY VIERNES SANTO, A TI Y A MI, CUÁNTO NOS AMA.

Obediencia y paciencia son virtudes que Jesucristo, también, nos enseñó. Desde hoy, en el
cuarto de nuestro corazón, en un encuentro de mi ser, cuerpo y alma, con Jesucristo,
preguntémonos ¿Por qué actitudes, por qué hechos, por qué razones hoy Jesucristo me
dice a mí: “Padre, ¿perdónalo porque no sabe lo que hace”?

Recordemos que el hombre es un ser Creado por Dios, caído en el pecado por Satanás y
redimido por Cristo en la cruz. Por esto, yo te propongo seguir a un Pedro que lo niega
tres veces, llora su traición amargamente, se arrepiente y vuelve a su misión: Llevar la
Buena Noticia del Evangelio para ayudar a que reconozcamos a Jesucristo en nuestra vida,
en nuestra historia y en la vida y la historia del hermano, de nuestra comunidad.

Hemos vivido los últimos 12 meses con una pandemia que nos ha sacado de una zona de
confort. Nos ha hecho pensar en lo frágiles que somos: tantos avances en la ciencia y un
virus captó toda nuestra atención. Nos ha relegado a unos desplazamientos limitados,
casa y trabajo. Nos ha dado la oportunidad para vivir en familia, pero también ha
mostrado el rostro desagradable del dolor que se vive en algunas de ellas. Nos ha
enseñado a compartir lo que tenemos.

Señor Jesús, te alabamos y damos gracias porque nos das tiempo para volver al combate,
para volver a ser testigos de tu amor, para volver a reconciliarnos contigo. Son tantas
veces que me has abierto esta puerta, que no quiero defraudarte una vez más. Te coloco
mi corazón para que lo vacíes de todas las impurezas, las inmundicias, que traigo; para
que le imprimas tu fortaleza y sienta el fuego de tu amor; para que viva la verdad que nos
revelaste y experimente el ejemplo pascual que nos diste; que así sea la medida de
nuestro amor. Y salga a hablar de lo que he vivido, porque lo he visto y he oído. Amén.

También podría gustarte