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Desde que leemos la primera escena de la obra, sentimos el signo de lo lúgubre. Se podría
decir, que es su estructura conceptual, marca el ritmo dramático. La totalidad de la trama
adquiere ese destino: se acentúa en los diálogos de los personajes, en la forma en como el
dramaturgo recrea el conflicto. Lo formal no es más que un pretexto para el texto, por
ejemplo, el personaje de la vieja, adentro de la casucha, pincha a Chero en un pie. Este
incidente es un pretexto imaginario del autor para justificar e inventar no sólo otros momentos
de la trama, sino para que aparezca la sangre, la presencia de la muerte como constante de la
trama.
Disla significa el momento de la escena con lo absurdo-cómico. La miseria y la sangre son el
único cuadro de lo posible. Prepara con elegancia el terreno de los personajes: “Mamacita
ábreme que estoy desangrando. ¡Bolo Francisco! ¡Máma Lucila! ¿Están ahí? Me quedaré como
un papel, sin sangre, me estoy mareando” (Chero, B.F. Pág.12). La forma en como le contesta
la vieja, sin propósitos, acentúa la tragedia, prepara el desenlace de la escena por llegar: “¡Que
se muera y lo entierren sin cruz! Qué tiempo este de andar por los caminos: hurón a la maya y
la gente a su casa, la muerte y el ron siempre andan juntos ¡Oigan los pasos de la muerte!”
(Vieja, B.F. Pág. 13).
La muerte es un personaje de la obra. Los pasos de los personajes son recursos narrativos,
formato rítmico del texto. “De repente aparece una marcha, los pasos y una voz se abren
paso.” Esta acotación contiene la presencia militar, la autoridad, un momento histórico de
tensión política en la sociedad dominicana: “Un Voz. ¿Cuál es el lema? Tropa: “Todo por la
patria” Una Voz: “Cazadores” Tropa: “¡Hey!” Una Voz: “Soldados” Tropa: “A la orden” Una Voz:
“Viva la patria” Tropa: “Soberana” (B.F. Pág. 14). La tropa y la voz del dramaturgo se unen,
articulan la simbología de un discurso rural-autoritario. Se siente la mecánica de la obediencia.
La fuerza brutal de esa tropa solamente es frenada por la presencia del mito que encarna Bolo
Francisco como valor musical. Importa poco que lo queda de él sea un guiñapo de hombre,
destruido por las malas noches, la miseria, las faldas de las mujeres y el alcohol. En sentido
“real” él es un muerto en vida. Así se autodefine en sus diálogos con el teniente que comanda
la tropa: “¡Bolo Francisco! ¡El mejor músico de la república! ¡Cuánto lo admiro, Bolo Francisco!
(lo abraza) tengo todos los discos. Desde que era un abejoncito así bailo su música. No se ha
dejado vencer por la vida. (teniente. B.F. Pág. 17.) “¿La Vida? Hace años que estoy muerto.
Esto que ve aquí es una copia mala de lo que debió quedar de mí. Convénzase (saca un papel
estrujado de una cartera rota). (Bolo Francisco. B.F. Pág. 18.)
Para concluir lo funesto sigue latente en el diálogo de Bolo Francisco, la autoridad se detiene
frente a la presencia del mito-músico, toma el semblante de lo infantil. Sin embargo, la trama
toma su agitado curso: La tragedia se aproxima, se mezcla con la nostalgia y el pasado.