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Stanford Anderson
traducción
Las disciplinas académicas pueden ser acusadas de irrelevantes. Estas disciplinas pueden
proyectarse en asuntos mundanos, contribuyendo a la crítica ya sea por su inconsecuencia
o por la corrupción de sus ideales. Hoy en día en la academia, uno se encuentra con una
desconfianza en la disciplina dada por una falsa pretensión de autoridad. A menudo también
hay una curiosa ausencia de la noción de "profesión", quizás porque tanto los críticos como
los partidarios enfatizan las disciplinas académicas en lugar de aquellas disciplinas, como la
medicina y el derecho, que son reconocidas por preparar profesionales. Las disciplinas
ameritan un examen crítico, pero yo concibo la disciplina de la arquitectura como
generadora de un ambiente abierto y liberador. Este capítulo analiza la arquitectura, pero
también puede considerarse como una exploración de cómo se puede articular una
"disciplina" cuando es parte de un campo que también incorpora una “profesión”.
Para obtener el reconocimiento como escuela de arquitectura es necesario ser una escuela
de arquitectura profesional. En muchos países las escuelas obtienen esta categoría
mediante una licencia del estado. En Estados Unidos, las escuelas están acreditadas por
una organización, la National Architectural Accrediting Board (NAAB - Junta Nacional de
Acreditación de Arquitectura), que está parcialmente controlada por la organización
profesional nacional, la American Institute of Architects. El reconocimiento como una
escuela profesional implica una responsabilidad importante para la sociedad: preparar a las
personas para ingresar a la práctica de la arquitectura. Para ello, contamos con programas
de grado profesional (de hecho, es el programa de grado, no la escuela, el que está
acreditado). En la mayoría, si no es en todos los casos, nuestras escuelas de arquitectura
conciben este programa de grado profesional como la pieza central de la escuela. Imagino
que pocos tienen algún problema con ese enfoque. Sin embargo, cada vez más nuestras
escuelas de arquitectura incorporan otros programas de grado: títulos de investigación
avanzada, incluídos los doctorados. ¿Qué nuevas relaciones se establecen entonces entre
arquitectura y educación, y entre los distintos programas de grado?
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Esto no significa que la profesión no da vuelta hacia atrás en el tiempo para adoptar nuevamente
aspectos de la tradición arquitectónica que se habían vuelto inactivos. Hubo varios renacimientos
clásicos en la historia de la arquitectura. La Bauhaus, famosa por su rol en el desarrollo de la
arquitectura moderna, comenzó con una revaloración de las prácticas de gremios medievales. De
hecho, como argumentaré, la disciplina de la arquitectura mantiene un registro y una conciencia de la
tradición arquitectónica que es luego utilizada selectivamente, por imitación, pero también de manera
crítica e inventiva, en la profesión.
serie de "puntos" relacionados con la arquitectura que fueron posibles gracias a esta nueva
tecnología. Como se muestra en su diagrama de los Cinco puntos (ver Figura 14.1) y en un
trabajo ejemplar basado en estos principios (ver Figuras 14.2 y 14.3), Le Corbusier afirmó
que (1) el edificio podría sostenerse sobre un escaso conjunto de columnas (pilotis) y así
podría dejar la planta baja libre; (2) el cerramiento entre el interior y el exterior, y entre
habitaciones (o mejor incluso, entre espacios) podría ser independiente de la estructura, lo
que permite una planta libre en relación a la estructura e independiente entre piso y piso; (3)
y (4) la independencia de la fachada exterior con respecto a la estructura permitió un
desarrollo libre de la fachada, que Le Corbusier mostró en la versión relativamente
restringida de la ventana apaisada corrida; y (5) la losa de la cubierta plana permitía tener
una azotea jardín. Incluso individualmente, pero en especial en conjunto, estos puntos
reconocieron nuevos potenciales inherentemente arquitectónicos, más allá de la estricta
capacidad técnica de un nuevo medio estructural. Los cinco puntos son un ejemplo del
crecimiento del conocimiento arquitectónico: nuevas oportunidades arquitectónicas, que se
volvieron posibles por la aparición de una nueva tecnología, pero intrínsecamente
arquitectónicas. Le Corbusier hizo mala propaganda de su invento como una necesidad
temporal, pero su contundente invento requirió que desde entonces los arquitectos tuvieran
que elegir trabajar con estos principios o no. Le Corbusier, de esta manera, contribuyó a la
práctica arquitectónica, pero más fundamentalmente a la disciplina de la arquitectura.2
La estructura del conocimiento dentro de la disciplina es tal como para preservar la memoria
(más aún para seguir estudiando) de aquello que es externo al ámbito de la práctica actual.
De manera similar, desde una base disciplinar, uno puede hacer proyecciones especulativas
sobre lo que podría ser, sin las restricciones de la necesidad de una síntesis dentro del
marco de tiempo de un cliente. Históricamente, podemos ver esto en “Carceri” de Piranesi,
en los proyectos “revolucionarios” de Ledoux, en la “Broadacre City” de Frank Lloyd Wright y
en las visiones de Constant de “Nueva Babilonia”. Hoy en día lo vemos en visiones del
entorno de nuestro profético futuro cibernético. Estos últimos comentarios apuntan a la
distinción en los productos de la profesión y los de la disciplina. El artefacto físico,
típicamente un edificio, al ser producto de la profesión, requiere absoluta síntesis aunque
esté bien o mal realizado; el producto de la disciplina toma múltiples formas y posee su
propia integridad pero enfatiza determinado aspecto de la arquitectura, estableciendo
recursos para una síntesis arquitectónica en lugar de dar ese paso.
2
Al menos me gustaría señalar el desafío en cuanto al estatus ontológico del trabajo del arquitecto
frente al de los contribuyentes a la disciplina (incluso si los arquitectos trabajan de un modo
diferente). Sí, un edificio debe protegernos de la lluvia mientras que una teoría no lo hace. Desde el
Renacimiento el producto del arquitecto ha sido, cada vez más, los documentos con los cuales se
construye un edificio en lugar del edificio en sí; sin embargo, no elijo aquí enfatizar esta convergencia
de la arquitectura con otras formas de trabajo intelectual. Más bien, prefiero enfatizar que los
edificios, al igual que esculturas, pinturas, diagramas y textos, son documentos objetivos del
pensamiento humano incluso si también deben ser diferenciados de muchas maneras. Las nuevas
concepciones arquitectónicas pueden aparecer por primera vez en una obra construida.
Seguramente al examinar la arquitectura prehistórica y antigua desarrollamos nuestro conocimiento
disciplinar por medio de las propias obras (en algunos casos, con el apoyo de algunos limitados
dibujos o textos). Mientras que hay algo a lo que llamamos síntesis en toda forma de producción,
particularmente enfatizo la síntesis en el trabajo profesional del arquitecto porque un edificio como
mínimo dará respuesta a numerosas cuestiones que pueden ser deliberada y correctamente omitidas
de los discursos teóricos o históricos acerca de los edificios.
Si ahora volvemos a mirar las escuelas y los programas de grado, creo que las implicancias
de mis argumentos son claras. Los programas de grado profesional han nacido, y asumen
su forma y sus responsabilidades, en relación con la profesión. La disciplina de la
arquitectura, incluidos sus aspectos transculturales y sus anacronismos y especulaciones,
es principalmente el dominio de los programas de grado de investigación. La congruencia,
menos que total, del dominio de la profesión y el de la disciplina implica la presencia, dentro
de una escuela de arquitectura, de personas, tipos de investigación y temas que no siempre
se abordan entre sí directamente. De hecho, pueden muy bien, dentro del marco de tiempo
actual, ser irrelevantes entre sí. Más allá de la condición de utilidad actual, el alcance y la
estructura de la disciplina merecen ser explorados por derecho propio, pero también porque
lo que parece ser irrelevante hoy puede resultar ser lo contrario.
Por supuesto que sería una lástima si estas dos iniciativas no reconocieran también sus
relaciones significativas. El diagrama que mencioné al principio incluía la intersección de la
profesión y la disciplina. Dentro de esta intersección se inician importantes operaciones
desde ambos lados. Le Corbusier era un profesional apasionado, sin embargo es citado
frecuentemente porque tanto sus ideas como sus obras contribuyeron al crecimiento de la
disciplina. Viollet-le-Duc y Gottfried Semper son ambos recordados principalmente por sus
contribuciones teóricas dentro de la disciplina de la arquitectura, y sin embargo numerosos
trabajos de arquitectura no podrían haberse materializado como lo hicieron sin dichas
teorías. La intersección entre la profesión y la disciplina merecen una cuidadosa atención.
De hecho, precisamente este aspecto de la profesión debe ser enfatizado en las escuelas,
mientras que otros aspectos del desarrollo profesional de un estudiante esperan ser
incorporados en un estudio de arquitectura. De esta intersección, el estudiante de grado
profesional se adentra en los aspectos más esotéricos de la disciplina, tanto para
comprender su pasado como para deleitarse imaginando una práctica que aún no existe.
Dicho de otra manera, la intersección entre la profesión y la disciplina, ya sea en una
escuela o a modo más general, no debe enfatizarse al punto de, por un lado, menospreciar
las actividades sintéticas de la profesión que deben llegar más allá de la disciplina, o, por el
otro lado, honrar la disciplina solo si es de utilidad inmediata o próxima.
Queremos que la disciplina crezca y se vuelva más articulada. Queremos que la práctica
profesional alcance sus estándares más altos. Como investigadores o como profesionales,
queremos hacer nuestros propios aportes a estas áreas. Como educadores queremos
preparar a las próximas generaciones a hacer sus aportes en cada una de estas áreas. Los
programas de grado existen solo para servir a estos fines; mantener esta fructífera
distinción entre programas de grado profesionales y de investigación es fundamental.
Antes de terminar, me gustaría abrir ciertas áreas de discusión que asumen que continúa la
presencia de la distinción entre los programas de grado profesional y los de investigación.
Mi segundo problema es más serio que aquel de la financiación; dentro del campo de la
arquitectura, se establecen límites al desarrollo y la efectividad de las investigaciones (y por
lo tanto también contribuyen al problema de la financiación). Si vamos a tener un mayor
número de investigadores avanzados en la arquitectura, deben existir más salidas laborales
que simplemente puestos docentes adicionales. ¿Está la profesión preparada para apoyar
la investigación en esas áreas vitales donde se cruza con la disciplina de la arquitectura, o
incluso en aspectos más extraños de la disciplina, y así recibir investigación avanzada en su
práctica?
Sean cuales sean nuestras diferencias, tanto Julia Robinson como yo usamos el término
“disciplina” con una connotación positiva. Ambos usamos la disciplina como el medio clave
para la producción de conocimiento y el avance en el área. Por lo menos en mi caso, veo la
disciplina como un ambiente abierto y liberador: el lugar donde lo que parece anacrónico o
visionario, actualmente inapropiado o irrealizable, puede ser pensado, preservado,
3
Estas citas por Robinson fueron extraídas de una charla dada en la conferencia “Conocimientos:
producción, distribución, revisión”.
defendido. Veo la disciplina como aquella que fomenta la participación de no profesionales
en el ámbito: historiadores, ingenieros visionarios, constructores, ciudadanos, solo por
nombrar algunos. Esta visión se contrapone a la usual sospecha de “disciplinas”. Por
supuesto, muchas dudas y preguntas son legítimas y deben ser hechas sobre la
construcción de lo que yo llamé disciplina. Sostengo la pregunta: ¿Es alguna de la
diferencia entre mi construcción y la de los que son más escépticos acerca de las
disciplinas, debido a la ausencia del concepto de “profesión” y el fomento de un marco más
amplio de discurso?