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La profesión y disciplina de la Arquitectura: práctica y educación

Stanford Anderson
traducción

Las disciplinas académicas pueden ser acusadas de irrelevantes. Estas disciplinas pueden
proyectarse en asuntos mundanos, contribuyendo a la crítica ya sea por su inconsecuencia
o por la corrupción de sus ideales. Hoy en día en la academia, uno se encuentra con una
desconfianza en la disciplina dada por una falsa pretensión de autoridad. A menudo también
hay una curiosa ausencia de la noción de "profesión", quizás porque tanto los críticos como
los partidarios enfatizan las disciplinas académicas en lugar de aquellas disciplinas, como la
medicina y el derecho, que son reconocidas por preparar profesionales. Las disciplinas
ameritan un examen crítico, pero yo concibo la disciplina de la arquitectura como
generadora de un ambiente abierto y liberador. Este capítulo analiza la arquitectura, pero
también puede considerarse como una exploración de cómo se puede articular una
"disciplina" cuando es parte de un campo que también incorpora una “profesión”.

Al reconocer tanto la profesión como la disciplina de la arquitectura no pretendo hacer una


distinción odiosa, sino simplemente reconocer diferentes responsabilidades y prácticas en
estos dos modos de analizar un mismo campo. Para lanzar esta consideración de la
profesión y la disciplina de la arquitectura, me parece necesario considerar estas
distinciones en el contexto de la enseñanza de la arquitectura.

Para obtener el reconocimiento como escuela de arquitectura es necesario ser una escuela
de arquitectura profesional. En muchos países las escuelas obtienen esta categoría
mediante una licencia del estado. En Estados Unidos, las escuelas están acreditadas por
una organización, la National Architectural Accrediting Board (NAAB - Junta Nacional de
Acreditación de Arquitectura), que está parcialmente controlada por la organización
profesional nacional, la American Institute of Architects. El reconocimiento como una
escuela profesional implica una responsabilidad importante para la sociedad: preparar a las
personas para ingresar a la práctica de la arquitectura. Para ello, contamos con programas
de grado profesional (de hecho, es el programa de grado, no la escuela, el que está
acreditado). En la mayoría, si no es en todos los casos, nuestras escuelas de arquitectura
conciben este programa de grado profesional como la pieza central de la escuela. Imagino
que pocos tienen algún problema con ese enfoque. Sin embargo, cada vez más nuestras
escuelas de arquitectura incorporan otros programas de grado: títulos de investigación
avanzada, incluídos los doctorados. ¿Qué nuevas relaciones se establecen entonces entre
arquitectura y educación, y entre los distintos programas de grado?

Para explorar estos temas, distingo entre la profesión de la arquitectura y la disciplina de la


arquitectura. Podríamos imaginar un esquema en el que la profesión de la arquitectura se
extiende horizontalmente y es intersectado, verticalmente, por la disciplina de la
arquitectura. Así los dos aspectos de la actividad se cruzan, siendo parcial pero no
totalmente coincidentes.
La profesión está principalmente preocupada por la estructura actual de la práctica con el fin
de que pueda cumplir con los encargos con los más altos estándares. Sus preocupaciones
son principalmente sincrónicas y sintéticas. Cierto es que, la profesión tiene una dimensión
temporal que posee tanto invención como memoria, pero estas están estructuradas
sincrónicamente. Es decir, dentro de la profesión, la memoria y la tradición sobreviven
operativamente (actualmente, por ejemplo, la arquitectura moderna y el debate crítico sobre
esta). Otros aspectos de la tradición sobreviven en la disciplina pero no son
profesionalmente operativos (los sistemas de gremios de los constructores medievales, por
ejemplo, e incluso sus formas y tecnologías arquitectónicas).1 La profesión también es
inherentemente proyectual: trae algo a la existencia. Sin embargo, no puede ser tan
explorativa que sus proyectos estén fuera de los recursos y los tiempos de las necesidades
de sus clientes. Por otro lado, numerosas condiciones o actividades que son necesarias
para una práctica exitosa, y por lo tanto merecedoras de atención dentro de la profesión (los
ejemplos pueden ser las relaciones públicas, la gestión de la oficina y el estado de la
economía), rara vez son fundamentales para la concepción y comprensión de la
arquitectura en un sentido más estricto. Así, desde el punto de vista de la profesión, vemos
una inclusión apropiada de preocupaciones que no son intrínsecamente arquitectónicas,
mientras que ciertas formas de conocimiento arquitectónico están estratégicamente
excluidas.

También podemos mirar esta situación desde el punto de vista de la disciplina de la


arquitectura. Por "disciplina de la arquitectura" me refiero a una cuerpo colectivo de
conocimiento que es único para la arquitectura y, aunque crece con el tiempo, no está
delimitado en el tiempo ni en el espacio. Los sistemas de postes y dinteles, y la construcción
de muros y bóvedas aparecieron a principios de la historia de la arquitectura y todavía se
estudian en términos puramente técnicos. Incluso cuando se estudian puramente
técnicamente, tales sistemas son necesarios para la arquitectura. Sin embargo, cuando se
entiende que estos sistemas crean oportunidades y restricciones para la definición del
espacio, el control de las circulaciones, y el juego de la luz, estos se vuelven temas de la
disciplina de la arquitectura. Distinguir la superficie de una pared de la pared misma y
encontrar en esta distinción la oportunidad de representación son proposiciones dentro de la
disciplina de la arquitectura.

La naturaleza de una "proposición dentro de la disciplina de la arquitectura" puede aclararse


a través de una exposición de los "Cinco puntos" de Le Corbusier. Con el desarrollo del
hormigón armado, se eliminó la rigidez y muchas de las limitaciones técnicas de las
estructuras de postes y dinteles. La luz posible de una viga en relación con su apoyo
aumentó considerablemente. Los voladizos pudieron ser mucho más extensos y, gracias a
la continuidad de las barras de refuerzo, se pudieron disminuir los esfuerzos en las
estructuras. Estos rasgos fueron reconocidos en el desarrollo técnico de la arquitectura, en
el aspecto de la ingeniería de la arquitectura. Le Corbusier, sin embargo, desarrolló una

1
Esto no significa que la profesión no da vuelta hacia atrás en el tiempo para adoptar nuevamente
aspectos de la tradición arquitectónica que se habían vuelto inactivos. Hubo varios renacimientos
clásicos en la historia de la arquitectura. La Bauhaus, famosa por su rol en el desarrollo de la
arquitectura moderna, comenzó con una revaloración de las prácticas de gremios medievales. De
hecho, como argumentaré, la disciplina de la arquitectura mantiene un registro y una conciencia de la
tradición arquitectónica que es luego utilizada selectivamente, por imitación, pero también de manera
crítica e inventiva, en la profesión.
serie de "puntos" relacionados con la arquitectura que fueron posibles gracias a esta nueva
tecnología. Como se muestra en su diagrama de los Cinco puntos (ver Figura 14.1) y en un
trabajo ejemplar basado en estos principios (ver Figuras 14.2 y 14.3), Le Corbusier afirmó
que (1) el edificio podría sostenerse sobre un escaso conjunto de columnas (pilotis) y así
podría dejar la planta baja libre; (2) el cerramiento entre el interior y el exterior, y entre
habitaciones (o mejor incluso, entre espacios) podría ser independiente de la estructura, lo
que permite una planta libre en relación a la estructura e independiente entre piso y piso; (3)
y (4) la independencia de la fachada exterior con respecto a la estructura permitió un
desarrollo libre de la fachada, que Le Corbusier mostró en la versión relativamente
restringida de la ventana apaisada corrida; y (5) la losa de la cubierta plana permitía tener
una azotea jardín. Incluso individualmente, pero en especial en conjunto, estos puntos
reconocieron nuevos potenciales inherentemente arquitectónicos, más allá de la estricta
capacidad técnica de un nuevo medio estructural. Los cinco puntos son un ejemplo del
crecimiento del conocimiento arquitectónico: nuevas oportunidades arquitectónicas, que se
volvieron posibles por la aparición de una nueva tecnología, pero intrínsecamente
arquitectónicas. Le Corbusier hizo mala propaganda de su invento como una necesidad
temporal, pero su contundente invento requirió que desde entonces los arquitectos tuvieran
que elegir trabajar con estos principios o no. Le Corbusier, de esta manera, contribuyó a la
práctica arquitectónica, pero más fundamentalmente a la disciplina de la arquitectura.2

La estructura del conocimiento dentro de la disciplina es tal como para preservar la memoria
(más aún para seguir estudiando) de aquello que es externo al ámbito de la práctica actual.
De manera similar, desde una base disciplinar, uno puede hacer proyecciones especulativas
sobre lo que podría ser, sin las restricciones de la necesidad de una síntesis dentro del
marco de tiempo de un cliente. Históricamente, podemos ver esto en “Carceri” de Piranesi,
en los proyectos “revolucionarios” de Ledoux, en la “Broadacre City” de Frank Lloyd Wright y
en las visiones de Constant de “Nueva Babilonia”. Hoy en día lo vemos en visiones del
entorno de nuestro profético futuro cibernético. Estos últimos comentarios apuntan a la
distinción en los productos de la profesión y los de la disciplina. El artefacto físico,
típicamente un edificio, al ser producto de la profesión, requiere absoluta síntesis aunque
esté bien o mal realizado; el producto de la disciplina toma múltiples formas y posee su
propia integridad pero enfatiza determinado aspecto de la arquitectura, estableciendo
recursos para una síntesis arquitectónica en lugar de dar ese paso.

2
Al menos me gustaría señalar el desafío en cuanto al estatus ontológico del trabajo del arquitecto
frente al de los contribuyentes a la disciplina (incluso si los arquitectos trabajan de un modo
diferente). Sí, un edificio debe protegernos de la lluvia mientras que una teoría no lo hace. Desde el
Renacimiento el producto del arquitecto ha sido, cada vez más, los documentos con los cuales se
construye un edificio en lugar del edificio en sí; sin embargo, no elijo aquí enfatizar esta convergencia
de la arquitectura con otras formas de trabajo intelectual. Más bien, prefiero enfatizar que los
edificios, al igual que esculturas, pinturas, diagramas y textos, son documentos objetivos del
pensamiento humano incluso si también deben ser diferenciados de muchas maneras. Las nuevas
concepciones arquitectónicas pueden aparecer por primera vez en una obra construida.
Seguramente al examinar la arquitectura prehistórica y antigua desarrollamos nuestro conocimiento
disciplinar por medio de las propias obras (en algunos casos, con el apoyo de algunos limitados
dibujos o textos). Mientras que hay algo a lo que llamamos síntesis en toda forma de producción,
particularmente enfatizo la síntesis en el trabajo profesional del arquitecto porque un edificio como
mínimo dará respuesta a numerosas cuestiones que pueden ser deliberada y correctamente omitidas
de los discursos teóricos o históricos acerca de los edificios.
Si ahora volvemos a mirar las escuelas y los programas de grado, creo que las implicancias
de mis argumentos son claras. Los programas de grado profesional han nacido, y asumen
su forma y sus responsabilidades, en relación con la profesión. La disciplina de la
arquitectura, incluidos sus aspectos transculturales y sus anacronismos y especulaciones,
es principalmente el dominio de los programas de grado de investigación. La congruencia,
menos que total, del dominio de la profesión y el de la disciplina implica la presencia, dentro
de una escuela de arquitectura, de personas, tipos de investigación y temas que no siempre
se abordan entre sí directamente. De hecho, pueden muy bien, dentro del marco de tiempo
actual, ser irrelevantes entre sí. Más allá de la condición de utilidad actual, el alcance y la
estructura de la disciplina merecen ser explorados por derecho propio, pero también porque
lo que parece ser irrelevante hoy puede resultar ser lo contrario.

Por supuesto que sería una lástima si estas dos iniciativas no reconocieran también sus
relaciones significativas. El diagrama que mencioné al principio incluía la intersección de la
profesión y la disciplina. Dentro de esta intersección se inician importantes operaciones
desde ambos lados. Le Corbusier era un profesional apasionado, sin embargo es citado
frecuentemente porque tanto sus ideas como sus obras contribuyeron al crecimiento de la
disciplina. Viollet-le-Duc y Gottfried Semper son ambos recordados principalmente por sus
contribuciones teóricas dentro de la disciplina de la arquitectura, y sin embargo numerosos
trabajos de arquitectura no podrían haberse materializado como lo hicieron sin dichas
teorías. La intersección entre la profesión y la disciplina merecen una cuidadosa atención.
De hecho, precisamente este aspecto de la profesión debe ser enfatizado en las escuelas,
mientras que otros aspectos del desarrollo profesional de un estudiante esperan ser
incorporados en un estudio de arquitectura. De esta intersección, el estudiante de grado
profesional se adentra en los aspectos más esotéricos de la disciplina, tanto para
comprender su pasado como para deleitarse imaginando una práctica que aún no existe.
Dicho de otra manera, la intersección entre la profesión y la disciplina, ya sea en una
escuela o a modo más general, no debe enfatizarse al punto de, por un lado, menospreciar
las actividades sintéticas de la profesión que deben llegar más allá de la disciplina, o, por el
otro lado, honrar la disciplina solo si es de utilidad inmediata o próxima.

Queremos que la disciplina crezca y se vuelva más articulada. Queremos que la práctica
profesional alcance sus estándares más altos. Como investigadores o como profesionales,
queremos hacer nuestros propios aportes a estas áreas. Como educadores queremos
preparar a las próximas generaciones a hacer sus aportes en cada una de estas áreas. Los
programas de grado existen solo para servir a estos fines; mantener esta fructífera
distinción entre programas de grado profesionales y de investigación es fundamental.

Esta última declaración está amenazada. En febrero de 1996, la European Association of


Architectural Education (Asociación Europea de Enseñanza Arquitectónica) se reunió en la
Universidad Técnica de Delft en relación al tema de “Doctorados en Diseño + Arquitectura”.
La motivación para la reunión fue la presión por parte de los países de la Unión Europea
para avanzar hacia un título profesional de Arquitecto que se denomine doctorado. En los
Estados Unidos existe un número aún pequeño pero cada vez más grande de defensores
de la misma política. Como un asunto meramente de cambio terminológico, esto sería un
desafortunado ejemplo de inflación de títulos. Pero al menos en algunos sectores de
Europa, el cambio de término va acompañado de un cambio en la agenda de la educación
profesional de la arquitectura, moviéndose hacia el ámbito de un título de investigación. A
primera vista, un título de mayor grado puede parecer un paso positivo hacia una educación
arquitectónica más rigurosa, que traiga a su vez cambios en la producción arquitectónica.
Sin embargo, hasta la fecha, la educación arquitectónica profesional ha sido un curso de
larga duración que, sin embargo, pocos dirían que sobrecualifica a sus graduados. Dicho de
manera más positiva, los estudiantes de arquitectura comienzan con poca preparación
especializada desde la secundaria y, al encontrarse con un complejo y ciertamente amplio
campo de conocimiento, necesitan de los extensos programas de grado actuales para
emerger como arquitectos prometedores. Parece inverosímil que todos estos estudiantes
quieran o necesiten un componente de investigación adicional o que incluso los mejores de
ellos puedan sobresalir en dos áreas simultáneamente. En realidad, el asunto es más
complejo que esto, y he exagerado mi caso. En mi propia escuela, los estudiantes de
carreras de grado profesional son, cada vez más a menudo, introducidos a técnicas de
investigación; estudiantes de grado de programas profesionales y de programas de
investigación en arquitectura y otros campos comparten talleres y estudios; y algunos de los
estudiantes participan en proyectos de investigación de la facultad. Estudiantes de carreras
de grado profesional se involucran cada vez más en las agendas de investigación, pero no
pensaríamos en exigir una tesis de investigación avanzada (por no hablar de doctorado) al
mismo tiempo que un estudiante está culminando una formación profesional. Nombrar un
título profesional (en los Estados Unidos, históricamente llamado licenciado en arquitectura,
y en las últimas décadas cada vez más conocido como máster de la arquitectura; en Europa
a menudo conocido simplemente como un "diploma") como un doctorado no es solo un
nombre inapropiado, sino que también pone en peligro el programa de grado profesional y
devalúa el doctorado tradicional. Tal movimiento insistiría, bajo su construcción más
positiva, en una altamente desarrollada tesis en la intersección de la profesión y la disciplina
de la arquitectura. Esta demanda parece demasiado pedir demasiado pronto a estos
estudiantes. Además, la nueva demanda se haría en un contexto donde los estudios
profesionales y los estudios disciplinarios se funden entre sí en una etapa temprana de la
educación, debilitando potencialmente estas dos áreas dentro de las cuales se reconoce la
intersección.

Antes de terminar, me gustaría abrir ciertas áreas de discusión que asumen que continúa la
presencia de la distinción entre los programas de grado profesional y los de investigación.

El carácter distintivo de la disciplina de la arquitectura; o, Límites a la inclusividad de


la disciplina de la arquitectura; o, Escuelas arquitectónicas deberían ser escuelas de
arquitectura

Una escuela de arquitectura que incorpora un componente de investigación debería


reconocer que tanto la profesión como la disciplina de la arquitectura poseen cierto grado de
autonomía. A pesar de que la arquitectura tiene una relación significativa con muchas otras
áreas de conocimiento, y aunque las escuelas de arquitectura incluyen profesores con
experiencia en otras áreas (usualmente artistas, ingenieros, historiadores e investigadores
sociales) la arquitectura no se reduce a un compuesto de esas áreas. Necesitamos, por
ejemplo, de ingenieros estructurales que sean totalmente competentes técnicamente, pero
dentro de una escuela de arquitectura podemos esperar que los investigadores, y las
personas que reciben los títulos de investigación en arquitectura, conciban e interpreten
esas técnicas de manera más amplia, ya que son integradas a la disciplina y la profesión de
la arquitectura. Busco mantener esta postura desde el respeto hacia el campo de la
arquitectura, a diferencia de otras actividades; las escuelas de arquitectura tienen la
responsabilidad de mantener y avanzar en esta distinción. Es un criterio que, en
condiciones de recursos limitados, puede servir para limitar y dirigir el tipo de preguntas a
hacer dentro de las escuelas de arquitectura y sus programas de grado. Si la investigación
es meramente técnica, o si, por tomar otro ejemplo, es una cuestión histórica, o si, por el
contrario, se desvincula de la profesión o de la disciplina de arquitectura, ¿tiene algún tipo
de importancia?

Reconociendo y estimulando las contribuciones de la profesión a la disciplina (y


viceversa)

La profesión de la arquitectura y los programas de grado profesionales deberían


concentrarse en contribuir a la disciplina de la arquitectura. Al enseñar, quizá incluso más
que en la práctica, los diseñadores deberían ser elegidos por su capacidad de entretener y
transmitir un discurso más general sobre la arquitectura que contribuya en simultáneo a la
profesión y a la disciplina. Esta capacidad de los profesionales del diseño debería ser
respetada y alentada. Y siempre que sea posible, debería también ser incorporada en los
programas de investigación.

En términos de antecedentes, orientación y tiempos, sin embargo, puede bien ser


excepcional que los profesores de diseño pueden también conducir o dirigir investigaciones
de maneras que sean apropiadas para doctorados . Tal vez, una investigación disciplinaria
avanzada es el ámbito para un doctorado en arquitectura, aunque no lo creo. Creo, en
cambio, que la exploración de esta intersección entre la profesión y la disciplina puede
continuar de dos maneras familiares: (1) a través de formulaciones proyectuales por parte
de diseñadores, presentadas en ensayos, diagramas, modelos, y trabajos de arquitectura,
como también a través de las demandas menos formales de las carreras de grado
profesionales y los másters; y (2) a través de la profunda investigación llevada a cabo por
aquellos que completaron tanto la carrera de grado profesional en arquitectura como
doctorados en ámbitos relacionados (como por ejemplo, ingeniería, historia, ciencias
sociales). Esta doble titulación es demandante, aunque cada vez más común entre
candidatos calificados.

En relación a los modos de investigación recién mencionados en el campo de los


diseñadores arquitectónicos, una forma más rara de estas contribuciones es el desarrollo,
desde una base disciplinar, de verdadera investigación arquitectónica acerca de la
intersección de la disciplina con la práctica. Esta investigación incluiría el análisis de la
naturaleza de la práctica actual, vista desde una mirada disciplinar más general. También
incluiría la proyección especulativa del conocimiento arquitectónico, ya sea nuevo o
abandonado, en relación a la práctica actual.

Intenté articular un rango de actividades de investigación y de enseñanza que fueran


complementarias entre sí, de manera que aporten un crecimiento a la disciplina y una
mejora en la profesión. Estas actividades existen desde hace mucho; y es por eso que ya
tenemos la profesión y la disciplina de la arquitectura. La promesa de investigaciones
académicas avanzadas es tanto para acelerar como para profundizar estas cuestiones y
sus proyecciones relacionadas. Intrínsecamente, no veo ningún problema mayor en
incentivar este trabajo dentro de nuestras universidades de investigación (u otras
instituciones de investigación, ya sean privadas o estatales). Pero no quiero terminar sin
reconocer dos problemas prácticos.

El primero es la pregunta sobre la voluntad por parte de las instituciones de financiar


investigaciones que se mantienen comprometidas con la disciplina de la arquitectura, en
contraste con investigaciones en temas técnicos que sostienen, rodean o se cruzan con la
arquitectura. Incluso el financiamiento para áreas técnicas de gran relevancia, como
energía, sustentabilidad y calidad del aire es bajo; la investigación arquitectónica suele
considerarse demasiado esotérica para su financiación. Sin embargo, la disciplina de la
arquitectura se intersecta con la profesión, y juntos construyen nuestro entorno físico, el
cual es usualmente el foco de críticas tanto estéticas como medioambientales. Necesitamos
una mirada más amplia de cómo la investigación disciplinar puede contribuir a mejorar
nuestro conocimiento y nuestro entorno.

Mi segundo problema es más serio que aquel de la financiación; dentro del campo de la
arquitectura, se establecen límites al desarrollo y la efectividad de las investigaciones (y por
lo tanto también contribuyen al problema de la financiación). Si vamos a tener un mayor
número de investigadores avanzados en la arquitectura, deben existir más salidas laborales
que simplemente puestos docentes adicionales. ¿Está la profesión preparada para apoyar
la investigación en esas áreas vitales donde se cruza con la disciplina de la arquitectura, o
incluso en aspectos más extraños de la disciplina, y así recibir investigación avanzada en su
práctica?

Termino con algunas observaciones sobre mi entendimiento de una “disciplina” en


comparación con otros usos en este libro y en otros lados. En la conferencia que dio lugar a
este libro, Julia Robinson comenzó su resumen con la siguiente oración: “El campo de la
arquitectura está en proceso de evolucionar de lo que fue una práctica, informado por otras
disciplinas, hacia una disciplina con su propia área de conocimiento”. Y luego: “Este ensayo
explorará la historia del campo y de las semillas que se arrojaron para crear una disciplina
de la práctica de la arquitectura”3. Para mí, estas afirmaciones reconocen muy poco el área
de conocimiento que desde hace rato se viene construyendo dentro de la disciplina de la
arquitectura. También minimizan lo que creo que debe mantenerse como una importante
distinción: el conocimiento arquitectónico versus el conocimiento (de otro tipo) aplicado a la
arquitectura. Robinson elevó estos temas como una pregunta: “¿Hay preguntas
‘arquitectónicas’, o son simplemente una variedad de preguntas que se hacen sobre
arquitectura?”. Yo creo que hay de ambas (consideren una vez más el ejemplo de Le
Corbusier planteado antes); ambas son importantes, y es importante no confundir una con
la otra.

Sean cuales sean nuestras diferencias, tanto Julia Robinson como yo usamos el término
“disciplina” con una connotación positiva. Ambos usamos la disciplina como el medio clave
para la producción de conocimiento y el avance en el área. Por lo menos en mi caso, veo la
disciplina como un ambiente abierto y liberador: el lugar donde lo que parece anacrónico o
visionario, actualmente inapropiado o irrealizable, puede ser pensado, preservado,

3
Estas citas por Robinson fueron extraídas de una charla dada en la conferencia “Conocimientos:
producción, distribución, revisión”.
defendido. Veo la disciplina como aquella que fomenta la participación de no profesionales
en el ámbito: historiadores, ingenieros visionarios, constructores, ciudadanos, solo por
nombrar algunos. Esta visión se contrapone a la usual sospecha de “disciplinas”. Por
supuesto, muchas dudas y preguntas son legítimas y deben ser hechas sobre la
construcción de lo que yo llamé disciplina. Sostengo la pregunta: ¿Es alguna de la
diferencia entre mi construcción y la de los que son más escépticos acerca de las
disciplinas, debido a la ausencia del concepto de “profesión” y el fomento de un marco más
amplio de discurso?

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