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Ya en sus primeros textos Rolando nos traía la categoría: progresividad, para que la ampliación de
los límites personales, en el contexto, pueda ser asumida por los participantes. Aparece así otra
categoría imprescindible: contextualización.
La vivencia a la que nos invita la Biodanza requiere ser comprendida en el ámbito de esta
complejidad.
En las investigaciones del último siglo avanzamos en múltiples direcciones: acerca de la posibilidad
de conocer, de la vivencia, de los diversos modos del ser humano de estar, actuar, vivir en una
comunidad, estudiar en una escuela, trabajar en una oficina, caminar por las calles, disfrutar de la
plaza, estar en pareja, vivir con los hijos.
Muchos paradigmas científicos se han transformado en civilizatorios. Podemos decir que no hay
vivencia antropomórfica, vivimos dentro de paradigmas.
Habitamos una organización de la vida social que muchas veces no favorece la emergencia de la
singularidad. Por ello es interesante poder abordar la vida social en sus distintas manifestaciones:
reelaborando (las instituciones educativas, la salud, los movimientos sociales, el trabajo, etc.)
En la actualidad las organizaciones ya van entendiendo que se puede proveer de calidad humana
a los vínculos de sus miembros para potenciar la producción.
Una primer mirada nos permitirá comprender que en general existe una constante de dos variables:
1- Orientación hacia la tarea (coordenada kartesiana). 2- Orientación hacia las relaciones.
Surgió en este devenir una cuestión ética: es una expresión autentica del ser humano? Es una
cuestión de este grupo o de la organización?
Quizá la respuesta emerge natural al abordar “el desarrollo de los profesionales en su trabajo”.
El Grupo es un factor básico que viene evolucionando. La cuestión de la tarea y de las relaciones
se viene manteniendo, pero a partir de la década de los 70 al 80 surge una tercera variable: la
situación.
Salimos de la estructura fija para entrar en estructuras variables: la complejidad del mundo
organizacional.
Se precisa que todos los miembros de una organización, de un modo fractal, comprendan lo
estratégico de la organización.
Toda organización tiene un potencial y experiencia acumulada que es muy importante reconocer, y
rescatar para utilizar en el proceso de desarrollo aprendizaje.
Algunas veces la organización es permeable a la inserción del facilitador y otras no. Solo en el
primer caso se podrá iniciar ese proceso. Y, esto puede durar varios años, incluso.
Cada organización es un mundo, es preciso poder entrar, convivir para saber y acompañar lo que
sucede, para hacer el recorrido en este proceso de integración.
Los facilitadores deben poder reconocer cómo se ejerce el poder en la organización, los sistemas
de incentivos y los objetivos individuales, los valores, las normas; quién decide, quién tiene el
dinero, quién planea y quién es el propietario; cómo se fluye dentro de la organización.
Es él quien desarrolla la posibilidad de participar: estar con los otros para construir “algo” juntos.
Todos pueden lograrlo, a su tiempo.
Una organización está viva, aprende: estudia, estimula, no solo evalúa, problematiza, entiende y
busca información y opciones.
El facilitador con su “visión biocéntrica” puede captar qué caminos son posibles e invitar a
transitarlos en el lenguaje de la organización.
El facilitador potencia los liderazgos emergentes, los transitorios y muchas veces duraderos, al
generar espacios de participación: pensamos juntos, evaluamos juntos, diseñamos juntos.
Este es un proceso que se centra en reforzar la identidad grupal. El trabajo con los otros, los roles
y los niveles, se actualiza en ese proceso de integración.
Al decir progresividad referimos a cuáles son los ejercicios de biodanza que pueden potencializar la
afectividad en la organización. Al principio no son sesiones completas, sino algunos ejercicios. El
facilitador encontrará el momento de una sesión completa.
El Ser humano es precioso, hay que cuidarlo. Para hacerlo el facilitador debe tener en cuenta el
contexto (la situación) al entrar y trabajar en una organización. Es diferente del trabajo de grupo
semanal, de una maratona.
El proceso no se administra con los procedimientos, sino con el modo de ser-estar del facilitador.
Se vive el proceso incluyendo todo lo que sucede. Necesariamente van a surgir conflictos, y los
faciltadores de biodanza no elaboran el conflicto. Hay un campo inmenso de posibilidades de lidiar
con lo que surja desde lo positivo y esto produce una inversión epistemológica en la forma de
convivir.
Lo más importante es la lectura del facilitador: la situación, la cultura, los liderados, los líderes, las
posibilidades, las oportunidades.
Y, que su tarea cuide, en todo momento, la construcción de sentido: para qué hacemos esto?