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RESEÑA – EL TÚNEL DE LOS PÁJAROS MUERTOS.

Los amantes del género de terror suelen exigirle cierta adrenalina, cierta excitación de las
percepciones, de los sentidos. Ese algo que te mantiene en vilo y hace que no puedas despegar la
vista del renglón: no hay vuelta atrás porque no lo vas a soltar, no querés espiar “más abajo”…

Se trata de un género difícil de desarrollar en la llamada literatura juvenil y ni hablar de la infantil: se


aligera tanto que termina siendo otra cosa.

El Túnel de los pájaros muertos tiene, a nuestro criterio, dos aciertos importantes: no teme a
mostrar, a narrar con crudeza imágenes grotescas y sangrientas (asesinatos, multilaciones,
descomposición) y no hace explicita la identidad o el perfil psicológico del protagonista, lo cubre un
sugerente velo de misterio que invita al lector a “sacar sus propias conclusiones” sobre ¿quién es
Atilio verdaderamente? ¿qué pasó en la casa abandonada de su antiguo vecindario? ¿por qué no
crece?

La historia de Atilio comienza en un barrio porteño donde celebra su cumpleaños número doce en
una casa abandonada, continúa en una escuela que parece apartada y olvidada por el mundo, donde
ni siquiera los padres de los estudiantes responden a la correspondencia que estos les envían,
generándose una cantera o “isla de cartas rechazadas” alrededor de la cual, cientos de aves caen en
picada y mueren periodicamente. Es en esta escuela donde ocurre el conflicto principal, tras la
muerte de un estudiante, el protagonista comienza a gestar un plan para cruzar los límites que
separan la escuela de un parque de diversiones clausurado, adonde por supuesto, no planea ir solo.

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