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Reseña de “El fantasma de Canterville” de Oscar Wilde

El fantasma de Canterville es una obra del conocido escritor Oscar Wilde, quien escribió
títulos como “El retrato de Dorian Gray” y “El príncipe feliz”, entre otras. Este cuento del que
voy a hablar pertenece al género del terror, rozando el humor, ya que si bien explica
detalladamente situaciones paranormales que a cualquiera le pondría los pelos de punta,
las aborda también desde un punto de vista cómico, por lo que por momentos pierde el tono
aterrador.
La historia trata de la familia Otis, que se muda de Estados Unidos a Inglaterra,
adquiriendo Canterville-Chase, una finca en la que, según el antigüo dueño, habita un
fantasma cruel. Al llegar a la nueva casa, la familia presencia acontecimientos
sobrenaturales sucediendo en su hogar, sin embargo, no se lo toman como cualquier familia
y prefieren tratarlo como a un igual.
Wilde usa un estilo cómico y crítico al mismo tiempo, contrastando la diferencia entre
estadounidenses e ingleses (que lo único que tienen en común es el lenguaje) no sólo
culturalmente sino también en las formas de expresarse y convivir.
La obra habla del amor y de la muerte de una forma natural, expresa lo fuerte que puede
ser la fuerza del primero por sobre todas las cosas; es un cuento original y tan emotivo
como entretenido, bastante ligero y de fácil comprensión, por lo que es apto para todas las
edades.
El personaje más interesante y completo es el fantasma, su único objetivo es arrastrar
cadenas, gruñir en las cerraduras y mantener la mancha de sangre de su esposa, que
asesinó en la biblioteca trescientos años atrás. Se muestran momentos célebres del
personaje con previos inquilinos a quienes llegó a matar de un buen susto, así como
también sus actitudes y debilidades, que lo hacen más humano y gracioso, ya que puede
enfermarse de un resfriado, fracturarse el hombro e incluso vivir en un cuartito con un
armario lleno de su vestuario, además de sus disfraces.
La familia Otis está compuesta por el señor Otis, que es un ministro estadounidense, y su
esposa, su hijo mayor Washington, dos gemelos menores y Virginia, la hija del medio, quien
tiene un papel fundamental en la historia.
Habiendo descrito ya la obra, llega el momento de la reseña crítica, puede contener
spoilers.
La obra me parece impecable, la leí y releí mil veces, es tan ligera y fácil de leer que en
medio viaje de tren la termino, me encanta. Es una obra totalmente adictiva, atrapante y
emocionante, el final siempre pega en mi punto débil y rompo en llanto cada vez que lo
termino.
El enfoque del texto es crítico con el modelo capitalista de la época por momentos, por
ejemplo al principio del relato el ministro comenta, cuando el antiguo dueño del inmueble le
comenta sobre el fantasma, lo siguiente: “Milord, adquiriré el inmueble y el fantasma, bajo
inventario. Vengo de un país moderno en el que podemos tener todo cuanto el dinero es
capaz de proporcionar, y esos mozos nuestros, jóvenes y avispados, que recorren de parte
a parte el viejo continente, que se llevan a los mejores actores de ustedes, y sus mejores
prima donnas, estoy seguro de que si queda todavía un verdadero fantasma en Europa
vendrán a buscarlo enseguida para colocarlo en uno de nuestros museos públicos o para
pasearle por los caminos como un fenómeno”. Trata al fantasma como una adquisición más,
sin respeto y con la menor credibilidad posible, que se mantiene durante el resto del texto,
en el que se sigue tratando al espectro como un humano más que habita la casa, a quien le
juegan bromas y tratan de forma indiferente.
Tampoco se deja de lado el humor, como comenté antes. Está presente durante la
narración y le da ese toque perfecto para volver al terror algo mundano. Wilde presenta al
fantasma por primera vez de forma tenebrosa, comentando que el personaje atraviesa el
hall arrastrando unas cadenas, haciendo ruido de pasos y despertando a míster Otis, quien
estaba durmiendo. El fantasma, Sir Simon de Canterville, es descrito como un viejo de
aspecto terrible, sus ojos parecían carbones encendidos y tenía una cabellera gris, larga, en
mechones revueltos, sus ropas eran viejas y raídas.
Hiram Otis, contrario a la reacción esperada, lo mira tranquilo y le deja en la mesa del
pasillo un pequeño frasco mientras comenta: “Mi distinguido señor, permítame que le
ruegue vivamente que se engrase esas cadenas. Le he traído para ello una botella del
engrasador Tammany-Sol-Levante. Dicen que una sola untura es eficacísima”, y luego
vuelve a dormir. El fantasma queda perplejo ante la tranquilidad ajena y se enoja en
desmedida, volviendo a su guarida para idear más formas de asustarlos, que igualmente
fallan porque nadie se lo toma en serio.
Es interesante cómo existe imaginariamente un tono gris, falto de sensibilidad y una
cierta monotonía en cada cosa que hace la familia y, sin embargo, del lado del fantasma hay
emociones que van de la tristeza a la euforia, pasando por el enojo, te contagia la falta de
paciencia, la sed de miedo, las ganas de verlos retorcerse de terror, inconscientemente uno
termina empatizando con el ente.
El tema del amor y la muerte es algo que particularmente me pone muy sensible, soy una
persona muy romántica y la idea de que el amor supere y acalle las voces de la muerte me
parece fascinante. La forma en que el escritor trata este tema es preciosa.
Wilde hace algo original con la historia, llegando al final. Normalmente en los momentos
de tensión de cualquier narración, cuando parece que todo va a salir mal, la historia se
centra en el personaje y en cómo se va a resolver esa situación. Aquí sucede algo
dramático que angustia y preocupa a la familia, pero no se ve desde la perspectiva del
protagonista del suceso, sino del opuesto, dejando con la intriga a los lectores de lo que
está pasando realmente y que, supongo que a cualquiera que lee el libro, le gustaría saber.
Si quiero explicar lo de arriba, no me queda otra que hacer un pequeño spoiler, que en mi
opinión no afecta al disfrute de la historia, pero si sos uno de mis compañeros y con todo lo
anterior te atrapé para leerlo, podés saltar al párrafo siguiente. SPOILER. En un momento,
Virginia desaparece por voluntad propia, pero sin avisar. Recibe advertencias de espectros
que pretenden ser amigables y de las personas pintadas en los cuadros, que le avisan que
no haga lo que está por hacer, pero ella ignora las advertencias. La familia descubre la
desaparición e inicia una búsqueda de urgencia por la finca y el pueblo. Wilde, sin explicar
qué está pasando con la jóven, nos mantiene expectantes simplemente con la preocupación
de los Otis y sus intentos de encontrarla.
Lo único que nunca entiendo, probablemente porque no tengo idea de las costumbres de
ese país ni de la importancia de los rangos que usaba cada persona, es que, en un
momento particular de tensión, el señor Otis se dedica a elegir y comprar un sombrero para
el prometido de su hija. Es intrascendente desde mi punto de vista que este chico lleve o no
un sombrero en un momento de tal desesperación, sin embargo, entiendo que puede
deberse a la época y a la posición que ostenta el ministro.
Es un libro muy entretenido, bastante corto y de lectura fácil por lo que no se hace
tedioso. El humor sutil de Wilde se desliza entre líneas de forma perfecta y los constantes
intentos del fantasma por asustar a los inquilinos, te mantienen sentado leyendo de corrido.
Como comenté anteriormente es un relato que puede leerse tranquilamente en media hora,
tal vez una hora como mucho. Tiene detalles muy interesantes y me pareció menos difícil
que “El retrato de Dorian Gray”, otro título del escritor, que si bien también es muy buen
libro, es un poco más complejo su lenguaje y definitivamente más largo.
Lo recomiendo como lectura de tarde con un buen té, para leerlo de una vez sin
interrupciones y con una caja de pañuelos cerca para limpiar las lágrimas que pueden brotar
de tus ojos al final si sos una persona sensible como yo.

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