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NOMBRE Y APELLIDO:

YULISSA SANTANA FELIZ

MATRICULA:
100563285

SECCION:
16

ASIGNATURA:
HISTORIA DEL ARTE DOMINICANO I

TEMA:
CONCEPTOS DE ARTE DOMINICANO

PROFESOR/A:
LICDA. ZOLIA ANITZA GUTIERREZ

FECHA:
MIÉRCOLES 06 DE SEPTIEMBRE 2022
Investigue los siguientes conceptos en el libro referido:
Referencia:

De los Santos, D. (2003). Memoria de la pintura dominicana. Santo Domingo: Grupo León
Jiménes. Tomo I

1. Concepto de Arte Dominicano

“El arte es la manifestación más exacta de la cultura realizada. Es, por consiguiente, espíritu
trascendido cuando está imbuido de los rasgos característicos de una sociedad. Estos rasgos son la
aportación cultural a través de la cual lo local se incorpora de manera inalienable a lo universal. Y
en la República Dominicana son precisos ya los rasgos de la dominicanidad». Esta cualidad
sociocultural y de la identidad la explica el citado autor cuando al preguntar: ¿qué es lo
dominicano?, responde: «Lo dominicano es lo que está en la mente y en el corazón de los
dominicanos, lo que vibra a través de nuestro espíritu, que es la manifestación máxima de nuestro
ser. Por consiguiente, lo dominicano, es lo que nos es esencial y que, por serlo, nos trasciende.
Son dominicanos, en un sentido amplio, la tierra en que vivimos y el cielo que nos cubre, son
dominicanas nuestras danzas y nuestras canciones. Y son dominicanos nuestro sistema de vida y
nuestras esperanzas, e incluso la manera de contemplar la muerte, porque nada de esto es común
a los demás hombres. Limitándonos a las artes plásticas, podemos afirmar que todo lo realizado
por nuestros artistas es dominicano, porque, en mayor o menor grado, refleja nuestro espíritu y,
con él, nuestra esencia y nuestra trascendencia. Y es así porque le es imposible a un artista
arrancar de sí lo que en su interior ha puesto la raza, la sangre, el ambiente y las singularidades,
porque hasta en lo más simple –el ademán, la manera de andar– hay matices que diferencian al
hombre dominicano de los demás hombres»

2. Periodización o división / periodos


La Pintura Dominicana, apreciada como la expresión pictórica desarrollada en el territorio desde
el lejano período prehispánico hasta el presente, ofrece una historicidad a intervalos. Es decir, un
registro de distantes períodos: el prehispánico o del aborigen antillano, el hispánico o colonial y el
período nacional o dominicano. Si aparentemente los tres momentos sincronizan, no se da un
desarrollo lineal de la actividad pictórica que permita apreciar la fusión de los elementos estilísticos
que dan lugar al mestizaje artístico (mezcla hispano-amerindia) y a una pintura mulata (mezcla
afrohispánica). Sometida a la ruptura diacrónica, puede hablarse de tres grandes etapas del
quehacer pictórico en el territorio que se identificó como país dominicano, pero el arte
dominicano definido con propiedad histórica es otra cosa: es nuevo y nacional.

La Pintura Dominicana plantea una variada definición de su desarrollo:


• Es la historia que adquiere categoría a partir de los primeros pintores que, aparte de ser criollos,
ofrecen una visión nativa en los temas.
• Es la historia que conforman los modos patrimoniales heredados del pasado (pintura aborigen y
pintura colonial), a los cuales se suma el modo de la pintura nacional y moderna; y
• Es la historia que se impulsa sin raíces precedentes (ni aborigen, ni hispánica) y se plantea como
categoría expresiva desde 1844, alcanzando definiciones de estilo nacional en la medida en que sus
hacedores más auténticos ofrecen interpretaciones de contenido que de una u otra manera
responden a la realidad perteneciente. Esta última definición es la más lógica y convincente.
Siendo de naturaleza nacional, los primeros vestigios de la historia de la pintura dominicana son
embrionarios, distantes e imprecisos en las referencias. Las fuentes documentales ofrecen los
nombres de pocos pintores criollos hacia el inicio del siglo XIX y los iconos que han sobrevivido
son poquísimos.

El impulso del arte nacional se plantea más claramente a partir de las décadas finales del siglo
XIX. En relación a ese impulso la historia de la pintura local asocia tres
tipos de productores: el trashumante, el aficionado o dilectante y el precursor. En la base de ese
impulso hay que tomar en cuenta la aparición de las academias de enseñanza
y la promoción que emprenden las sociedades culturales a favor de las artes.

La historia de la Pintura Dominicana ofrece un desarrollo lineal y sostenido a lo


largo del siglo XX, en el que se producen los siguientes fenómenos:
• Condiciones socioculturales favorables, a pesar del estado de pobreza del país, en todos los
órdenes, durante la primera mitad del siglo.
• Flujo de corrientes estéticas más bien literarias que estimulan el paulatino desarrollo de la
conciencia artística; flujo que resulta incidente en las perceptibles etapas de la historia
pictórica. Tales etapas no se definen como delimitaciones fijas, ni procesos cerrados en
los planteos visuales o lingüísticos.
• Aparición de artistas docentes formados en el exterior (nacionales y extranjeros), los cuales
introducen métodos de enseñanza y lenguajes modernos, provocando la distinción entre
pintores de viejo y nuevo cuño.
• La paulatina intervención del Estado en la enseñanza artística; política que permite el
establecimiento de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), la principal cantera de los
artistas dominicanos, a la que luego se suman academias provinciales y otros centros
importantes que aparecen en las últimas décadas del siglo.
• Los auspicios de bienales, concursos y exposiciones en número creciente, estimulan la
relación arte, artistas y público.
• El coadyuvante papel que asumen forjadores, mecenas y oficiantes de la crítica, vía las
reseñas del quehacer artístico.
• Definición de polos, movimientos y escuelas pictóricas en diversas regiones del país.
• Paulatino desarrollo del mercado y del coleccionismo artístico nacional.
3. Características principales

El que de repente encontrara el arte de este país diversidad de corrientes y escuelas, repite a nivel
de pintura otra simbiosis ya encontrada en el orden racial (…). Lo morfo-estilístico o picto-
plurimórfico es en la pintura dominicana un carácter bien pronunciado. Cuando él no se da en
una o varias obras de un artista en particular, hay variados estilos respecto a diferentes momentos
o épocas de su pintura».

Las relaciones vivenciales entre arte como memoria e historia como conciencia de una cultura
nacional que sobrevive, conducen directamente al quehacer de la Pintura Dominicana que es
creación en permanencia. Por consiguiente, cultura histórica con pasadopresente muy vivo, y
conciencia que, si bien sigue enfrentando situaciones adversas –internas y externas–, es una
expresión que revela el alma colectiva desde los artistas y sus discursos visuales. Además, este
quehacer traza un recorrido del que pueden anotarse rasgos particulares. A seguidas la explicación
enumerada de los mismo:
• La historia de la Pintura Dominicana atañe a un país antillano. Por consiguiente, se
desarrolla en una isla, más bien en media ínsula, ya que comparte el territorio con Haití.
Esta excepcional relación no ha sido decisiva para las definiciones artísticas de ambas
naciones, lo cual no significa que la ineludible hermandad no haya originado intercambios
y nexos a partir del espíritu identificador de una parecida mirada al hábitat, a la etnia, a las
fuerzas atávicas y telúricas. A pesar de los nexos, los estilos de las pinturas que desarrollan
los artistas de las dos naciones son marcadamente diferenciados.
• La historia de la Pintura Dominicana plantea una conjugación de los lenguajes que se
universalizan como occidentales o internacionales y que tienen sus matrices en las grandes
capitales del arte. Esa conjugación ofrece, sin embargo, la adecuación lingüística vía los
temas y cuando no es la mulatería estética la que le da otro sentido a los istmos, entonces
los lenguajes resultan sometidos a la multiformidad expresiva o «polisíntesis», concepto que
alude a los hallazgos formales del arte moderno y que el pintor dominicano asimila y
transmuta, regularmente, con su conjugación reductora y totalizante.
• La historia de la Pintura Dominicana es la memoria patrimonial y viva de todos los
hacedores que en mayor o menor grado la forjan y definen: pintores nacionales localizados
en el terruño y pintores que han integrado distintas etapas de la diáspora criolla. También
pintores extranjeros que, bajo la condición de exiliados, nacionalizados, o transeúntes, han
producido en el país una obra de hechura dominicana. Además, pintores de mucha o
mínima trascendencia productiva formando un conglomerado en el que se perciben los
maestros forjadores y con ellos otros artistas profesionales; además, los pintores de ocasión
temporal, los hogareños, los pueblerinos y los populares. Ninguna de esas últimas
condiciones los excluye de la mirada, de la nominación o del recuerdo.

4. Aplicabilidad relativa de los estilos internacionales (Influencias)

En el libro Arte Dominicano, Darío Suro reconoce que muchos artistas nuestros han bebido en
las fuentes artísticas de París, New York, Roma, Madrid y México. Sin embargo, explica que ese
arte «ha sido elaborado con pedazos de tradiciones y con sus propios ingredientes humanos y
ambientales (raza, clima, cultura y religión), mezclados con lo que tradicionalmente y por reflejo
han dejado los movimientos artísticos europeos en su mayoría de procedencia francesa
(neoclasicismo, romanticismo, naturalismo e impresionismo), los otros ismos en boga en los
últimos 60 años del siglo XX (fauvismo, cubismo, dadaísmo, surrealismo, expresionismo) y en los
movimientos llamados internacionales: el expresionismo abstracto, Pop Art y Op Art…»

Todos esos lenguajes referidos por Suro, y otros más, han sido asimilados por el pintor
dominicano de manera indirecta: vía los reflejos que ofrecen revistas ilustradas, así como
directamente: viajando a las naciones con fuertes tradiciones artísticas o encontrando la
oportunidad que ofrece el puñado de artistas emigrantes y criollos que reimpulsan la modernidad
al fundarse la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1942. Con estas experiencias, los pedazos de
tradición y los ingredientes humanos y ambientales, establece el pintor dominicano su peculiar
manera temperamental y expresiva: asimila en su cerebro los inevitables datos llamados influyentes
y tiende a hacer un discurso desbordado desde la conciencia y traspasado por su corazón.
Tratándose del hacedor más neto, moderno y polivalente, él conjuga las referencias externas y
locales, ofreciendo una obra sellada por la originalidad, por la marca dominicana.

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