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Punto de partida
El concepto de cultura vial, es decir, aquellos conocimientos, prácticas y reglas que rigen nuestro
comportamiento al trasladarnos en la vía pública; la necesidad de reflexionar sobre las prácticas
instaladas al circular en busca de soluciones.
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La idea de ciudadanía asociada a una convivencia solidaria en el tránsito; el rol del Estado y la
seguridad vial como política pública.
La propuesta de esta clase es profundizar los aspectos que hacen a la construcción ciudadana en el
espacio público; reflexionar sobre el tránsito como parte de nuestra vida en sociedad y el hecho vial
como hecho social. Además, focalizar en cómo la industria automotriz, el mercado y los medios de
comunicación influyen en la cultura vial y en los modos en que configuramos nuestra relación, con
otras personas, en la convivencia ciudadana.
“Partimos entonces de la base de que todo hecho vial es un hecho social y que
como tal, está enmarcado en una historia, que (...) crea las condiciones
estructurales del campo vial tal cual lo vemos, lo vivimos y lo sentimos ahora (...).
Por eso, la noción de cultura y de hecho social deben ir acompañadas por la de
ciudadanía, ya que consideramos que en cada gesto vial por más mínimo que sea,
estamos poniendo en acto performativamente nuestro estado de ciudadanía”.
Las conductas y costumbres que tenemos al transitar, así como los modos de relacionarnos con
otras personas en el espacio público, son resultado de múltiples aspectos históricos, culturales, de
género, políticos y económicos que atraviesan el desarrollo de nuestra vida social.
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Desde esta perspectiva, y como se mencionó anteriormente, se concibe a los hechos viales como
hechos sociales, en tanto no se trata de situaciones aisladas del contexto o limitadas al tránsito
vehicular y a la señalética, lo vial está interrelacionado con otros aspectos centrales de nuestra vida
cotidiana: el trabajo, la educación, la salud o el tiempo libre. Hablamos de hechos complejos, que
son reflejo de nuestra ciudadanía y resultado de los hábitos que adquirimos-aprendimos; de las
formas en que interactuamos, de la relación con la norma, de los consumos y de las
representaciones que tenemos de lo vial, entre otras cuestiones.
Sin embargo, la característica cotidiana del tránsito hace que muchas veces perdamos de vista esta
complejidad y que naturalicemos conductas y creencias, por ejemplo, minimizar los riesgos de
circular sin elementos de seguridad, creer que el consumo de alcohol no afecta a la conducción o
cruzar por mitad de la calle, entre tantos otros. Estas formas inseguras de circular transgreden la
normativa y son poco respetuosas en la convivencia con otros, las llamamos sentido común
vial.Entonces, desde la educación vial es fundamental problematizar el tránsito, asumir una actitud
crítica y de cuidado, para generar nuevos aprendizajes que posibiliten el desarrollo de una
ciudadanía responsable en la convivencia en el espacio público, y que promuevan un cambio en
nuestra cultura vial.
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Profundizar en el hecho vial como un hecho social permite ampliar el análisis del tránsito, ahondar,
inclusive, en lo que vimos en la primera clase acerca de la relación con la norma: ir a la historia,
reflexionar, pensar cuál es la relación entre Estado y ciudadanía y de qué deviene. Porque más allá
de lo que se pueda visualizar en el entorno cercano, más allá de lo individual está lo que se expresa
en lo colectivo, que es, fundamentalmente, producto de una construcción histórica, social y
cultural. Desde esta mirada podemos extraer innumerables herramientas para reflexionar y
trabajar sobre la problemática.
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Niñez y espacio público. El camino hacia la autonomía
La relación entre infancia y espacio público, cada vez más atravesada por la desconfianza y el
miedo, incrementa la tendencia de repliegue hacia los espacios privados (y dentro de ellos hacia los
espacios virtuales). Existe una brecha generacional entre quienes pudimos atravesar la niñez
transitando veredas, calles, parques y quienes crecen bajo la percepción de los múltiples riesgos
que supone salir a la calle. Nos encontramos ante un escenario en el que los niños pasan de circular
de la mano de un adulto a conducir una motocicleta, y de manera repentina se transforman en
jóvenes que irrumpen en las calles como “amenaza y desorden”. Y en esta transición de la niñez,
protegida y controlada, hacia la adolescencia se pierden etapas intermedias que son fundamentales
para el desarrollo personal y para el ejercicio de la ciudadanía.
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Para reflexionar:
La experiencia propia, con las equivocaciones y/o transgresiones que pueda implicar, es lo que
producirá durante la niñez y la adolescencia el aprendizaje, la adquisición de habilidades y
competencias para poder transitar e interactuar con otros de manera responsable.
● Aprendizaje del uso del tiempo y de los espacios. La capacidad de orientación posibilita el
reconocimiento del entorno, adquirir nuevas referencias, además de la casa y la escuela,
crear un mapa mental para la planificación de los trayectos cotidianos, reconociendo sus
usos y diferencias, por ejemplo, entre espacios de juego y de circulación.
● Construir lazos sociales. Encontrarse con otros, aprender a compartir, respetar los espacios
comunes, fortalece el desarrollo de nuevos vínculos intergeneracionales y el entramado
vecinal-comunitario.
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● Desplegar habilidades para la resolución de situaciones reales. Posibilita el reconocimiento
de la propia fuerza, las fragilidades y el reconocimiento de los límites personales y del
entorno.
● Fortalecer la confianza. A medida que los niños crecen, tener la libertad de poder transitar y
conocer los espacios públicos, desarrollan la confianza en sí mismos y en sus posibilidades.
Por otra parte, se promueve un vínculo de confianza entre los adultos y niños, y los niños y
su entorno.
Las ciudades y las formas que tenemos de habitarlas no son estáticas. Por eso, recuperar los
espacios públicos para todos los ciudadanos requiere de transformaciones: en el espacio físico para
garantizar las condiciones de habitabilidad y seguridad y en la gestión del tráfico para modificar la
hegemonía de los vehículos motorizados, dando lugar a otras formas de movilidad; repensar la
tensión que existe entre la responsabilidad adulta de cuidar a los niños y la necesidad de autonomía
para su crecimiento, y el ejercicio de sus derechos; transformar los vínculos vecinales-comunitarios
para recuperar la confianza en la calle y disponerse al encuentro con los otros (con los niños
también).
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Educación vial y adolescencia
En el caso de los adolescentes que están próximos a sacar la licencia de conducir, la educación vial
no debería limitarse al aprendizaje de la conducción de vehículos, sino que es fundamental ampliar
la perspectiva hacia la comprensión de los diferentes roles que se ejercen en la vía pública, los
derechos y responsabilidades, y su impacto en la convivencia.
La juventud es un momento clave en la formación de la propia identidad, una etapa que tiene un
fuerte vínculo con los espacios sociales, con la búsqueda de nuevos lugares con cierta distancia de
los espacios familiares –de control directo– para transitar por espacios de estudio, recreativos, de
trabajo, de ocio, etcétera. Frente al deseo de salir, el espacio público se presenta como un lugar
para ejercitar la libertad, tomar decisiones y adquirir responsabilidades, donde se establecen las
pautas de movilidad, de relación, de respeto y de cuidado de lo común.
El ingreso al espacio público supone, para los jóvenes, un acercamiento a las “reglas de la calle”;
cómo moverse, participar, encontrar un lugar y marcar su presencia en un espacio “ajeno”, que se
constituye con un fuerte predominio adulto. Durante este proceso de crecimiento y autoafirmación
es frecuente que intenten eludir o transgredir las normas. Esto responde, no solo a una cuestión de
rebeldía, como se suele creer, sino que pone de manifiesto tres cuestiones fundamentales: el
conflicto intergeneracional, que supone su presencia en los espacios comunes como una irrupción;
la tensión que existe entre ciertos mandatos para pertenecer –participar del juego de la calle–; y la
falta de acompañamiento adulto en este proceso.
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En esta etapa aparece la conducción como una necesidad que responde a mandatos y expectativas
sociales de la vida adulta, que asocian la moto o el auto como los medios que conducen hacia la
anhelada libertad. Por eso, es fundamental aportar desde la educación vial todo lo que hace a la
conducción segura de estos vehículos, pero también generar espacios de reflexión que promuevan
una mirada crítica sobre el espacio público y las diferentes prácticas que allí se desarrollan: los roles
viales, el significado que los jóvenes le atribuyen a la posibilidad de movilizarse, el uso y apropiación
del espacio público, y las relaciones de poder y valores sociales predominantes.
Que los jóvenes puedan visualizar, desde la educación vial, las conductas que a diario desarrollan
en el espacio público posibilitará la comprensión de que estas son una construcción histórica
sustentada por valores sociales y relaciones de poder, que ellos como ciudadanos de pleno derecho
–aunque algunos todavía sin capacidad de participación política– tienen la posibilidad de
cuestionar esa realidad y promover también su transformación.
Para reflexionar:
Los hechos viales son reflejo de nuestra ciudadanía y nuestra cultura, por eso no están exentos del
dinamismo, las contradicciones, tensiones y avances de nuestra sociedad. En el campo vial se
expresan diferentes relaciones de poder, de género, de clase, estereotipos, y modos de consumo,
que repercuten en la conformación de la cultura vial.
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Mujeres y espacio público
En sus inicios la mujer ha sido relegada al espacio doméstico como lugar de pertenencia. Esto
aparece en la revolución industrial cuando se genera la división del trabajo y también sexual, lo que
supuso una designación de roles y acciones para cada uno. Al género masculino le correspondía
realizar un trabajo remunerado dentro de la esfera pública donde se le permitía socializar con el
entorno y establecer lazos de pertenencia con el espacio. Al género femenino le correspondería la
esfera privada, de la cual los hombres apenas se habían ocupado.
La división sexual fue modificándose a partir de necesidades del mercado laboral pero
principalmente de las sucesivas conquistas de derechos a partir de la organización de la mujer. Lo
que las llevó a irrumpir en el terreno de lo público, conjugándose con el espacio privado donde
también debía asumir sus tareas. Estas tensiones aún existen en el espacio público.
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Páramo y Burbano1 investigan cuál es el uso del espacio público que realizan las mujeres y que lleva
a pensar las diferentes formas de apropiación que estas tuvieron y tienen que hacer dentro del
espacio público. “(…) La calle es un lugar donde se pueden apreciar las diferencias entre mujeres; su
rol social condiciona no solamente su uso, sino sus percepciones”.2 Por su parte, la autora
Mercedes Zuñiga Elizalde describe al espacio público como un lugar para el doble juego de
visibilidad e invisibilidad para las mujeres. “Son visibles como cuerpos de deseo o ultraje e invisibles
como sujetos de derechos, que buscan apropiarse del espacio público como lugar para el ejercicio
de su libertad como ciudadanas.”3 Hoy, este doble juego se encuentra en discusión debido a los
avances logrados por el movimiento de mujeres a lo largo de los años. Sin embargo, resulta
necesario seguir avanzando sobre las vinculaciones que se dan entre el espacio público y privado;
junto con los mensajes que se transmiten desde las publicidades, que afianzan constantemente
patrones de masculinidad y tránsito y, por ende, relegan a la mujer al terreno de lo privado.
Es un desafío para la educación vial acompañar los cambios sociales y promover saberes que
ponderen la convivencia, la solidaridad, la equidad entre varones y mujeres, y el ejercicio de
derechos y responsabilidades.
1
Páramo, P. & Burbano, A. M. (2007). La experiencia de la mujer en el espacio público a partir de su rol social. Pre-til, 5
(13), 8-28
2
Páramo, P., & Burbano, A. M. (2011). Género y espacialidad: análisis de factores que condicionan la equidad en el
espacio público urbano. Universitas Psychologica, 10(1), 61-70..
3
Zúñiga Elizalde, Mercedes (2014). Las mujeres en los espacios públicos: entre la violencia y la búsqueda de libertad.
Región y Sociedad / Número especial 4 / 2014.
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de lucha y disputa hacia la igualdad.
https://www.argentina.gob.ar/seguridadvial/educacionvial/podcastseducacionvial
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Las industrias culturales, a través del cine, la televisión y la publicidad, producen discursos y
representaciones mediáticas que tienen como principal objetivo el entretenimiento y la venta de
productos. Sin embargo, estos discursos que transmiten determinados valores y estereotipos,
imperan en nuestra vida social e influyen –en mayor o menor medida– en la conformación de
nuestra identidad. Las conductas viales no están exentas de su representación en estos mensajes, y
por lo tanto, también configuran modos de transitar hegemónicos o deseables. Vehículos de alta
gama, conductores realizando maniobras peligrosas, persecuciones, choques, sobrepasando los
límites de velocidad y cualquier cosa que se interponga en su camino, seduciendo o disfrutando de
la compañía de mujeres bellas.
Pese a que en Argentina la Ley Nacional de Tránsito, plenamente vigente, prohíbe la publicidad
laudatoria de conductas contrarias a la seguridad vial (art. 9, inc. e, Ley N° 24.449), habitualmente
los televidentes una y otra vez deben presenciar publicidades que promueven conductas
temerarias en la vía pública.
Para reflexionar:
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- Producción compilada por el Centro de Formación de la ANSV: Compilado Simpson -
YouTube
- Producción compilada por el Centro de Formación de la ANSV: Compilado reggaeton -
YouTube
Es necesario conocer cómo hemos ido construyendo nuestras formas de transitar, para identificar
cuáles son nuestras conductas de riesgo y construir nuevos modos de transitar más equitativos,
conscientes y responsables, entendiendo que el espacio vial por el que circulamos cada día no es de
ficción, ni de videojuego.
Actividades
Tomar un recurso audiovisual (puede ser una canción, video, cuento, poesía) cuyo contenido
corresponda al nivel educativo en el que se desempeñan, y elaborar una actividad para trabajar en
el aula.
Esta actividad tendrá continuidad en la elaboración del trabajo final de este curso.
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Les dejamos 3 recursos a modos de ejemplo:
Bibliografía de referencia
Aldao, M. y Ronconi, L. (2001). Educación vial. Convivir en el Espacio Público. Propuestas para la
enseñanza nivel secundario. Agencia Nacional de Seguridad Vial y Ministerio de Educación. Buenos
Aires. (Pág. 21 a 43).
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Buxo I Rey, M. J. (1999). Riesgo y Cultura: Proyecto de Antropología Aplicada a la Educación Cívica
en el Ámbito de la Seguridad Vial. Universidad de Barcelona.
Frigerio, G. (Comp.) (2010). Educar rasgos filosóficos de una identidad. Buenos Aires: Santillana.
Marta Román y Begoña Pernas. (2009). ¡Hagan sitio, por favor! La reintroducción de la infancia en
la ciudad. Ed. Organismo Autónomo de Parques Nacionales.
Créditos
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