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Foucault y el micropoder
Toda sociedad está regida por estructuras de poder. Desde la época romana existían dos
modos de entenderlo: auctoritas y potestas. El primer concepto se define como la valía de
determinadas personas, que radica en una serie de virtudes éticas e intelectuales. El segundo
concepto se entiende como la facultad legal de ciertos individuos para tomar decisiones.
Podríamos decir, por un lado, inteligencia y honorabilidad; por otro lado, la investidura.
Cualidades y formas que, en ocasiones, están en armonía en una misma persona y en otras
son totalmente dispares. Tan amplio es su impacto que, como Foucault afirma, el poder
permea todas las estructuras sociales, organizaciones, espacios de trabajo, instituciones
educativas y círculos familiares. Sin embargo, no es algo concreto ni centralizado.
Pero ¿qué es el poder? No solamente el gran poder político, empresarial o religioso, sino el
poder de decisión de una persona desde su ejercicio más simple: la capacidad de un individuo
de restringir u otorgar algo a un tercero, según su criterio. Entiéndase el derecho a entrar a
un bar, participar en una actividad o desempeñar un cargo. Llamemos a este ejercicio
individual “micropoder”.
Cualquier acto que involucre estos micropoderes está respaldado por conocimiento o
investidura, por ejemplo, un community manager, la persona encargada de la comunidad
online de una empresa. Su investidura lo dota del micropoder de comunicar en las redes
sociales. Ahora supongamos que este individuo hace una publicación, utilizando una
polémica del momento, que causa grave daño a la empresa para la que labora. No importa si
es sabotaje, una mala campaña publicitaria, diferencia de criterio u otro motivo, debemos
entender que hablamos de un micropoder con un impacto tremendo. En este caso no es la
organización la que piensa de esa forma, sino que uno de sus integrantes tomó una mala
elección. Cuanto más impacto tenga un acto de micropoder mayor será el daño a la
organización.
Como cualquier ejercicio del poder, los micropoderes están sujetos a corrupción y son poco
visibles, porque suceden de forma tan vertiginosa, tan breve, a una escala tan pequeña, y
están tan dispersos, que no alcanzamos a detectarlos. Son actos fugaces que se vuelven parte
de la vida social.
La mala práctica de los micropoderes tiene un alto impacto, de hecho, se estima que cuestan
del 4 al 6% de la capacidad de generación de riqueza de una organización, así que no los
desestimemos, porque hoy ocurren en su país, sociedad, negocio, trabajo y familia. Erosionan
de forma constante e implacable el patrimonio de las sociedades, la seguridad de la gente que
las conforma y la correcta marcha de sus mecanismos. A estas desviaciones las llamaremos
“microquebrantos”. Existen diversos estudios sobre el poder, su evolución, ejercicios,
formas, alcances, etc., sin embargo, los líderes actuales en diversas áreas coinciden en que el
poder como se ha concebido durante cientos de años está desapareciendo, el margen de
maniobra de los altos mandos se ve acotado por múltiples personas u organizaciones, que
representan diversos intereses. Grupos minoritarios, democracia, instituciones, asociaciones
civiles, acotan los ejercicios de la autoridad y en casos graves pueden llevar a la inacción.