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JUAN E.

PIVEL DEVOTO - ALCIRA RANIERI DE PIVEL DEVOTO

HISTORIA
DELA

REPUBLICA ORIENTAL
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(1830 -1930)
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HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL
i DEL URUGUAY
(1830 - 1930)
JUAN E. PIVEL DEVOTO • ALCIRA RANIERI DE PIVEL DEVOTO

HISTORIA
DE LA

REPUBLICA ORIENTAL
DEL

URUGUAY
(1830 - 1930)

EDITOR:
MONTEVIDEO RAUL ARTAGAVEYT1A M C M X L V
CANELONES 1578
i
CAPITULO I
El reconocimiento internacional de nuestra soberanía.
(1828 - 1830)

El .18 de - Julio de 1830 fue solemnemente jurada la


primera carta constitucional que debía regir al nuevo estado
independiente. Para llegar a ese resultado, grandes y arduas
habían sido las fatigas.
Ya se han distinguido varios períodos de este proceso
preconstitucional. I.9) La Patria Vieja. 2?) La dominación
luso-brasileña. 3.9) La revolución de los Patrias.
Durante el período de la patria vieja, Artigas estructuró
la Organización provincial, implantando en ella la necesidad
de la autonomía, los hábitos de gobierno propio, el sistema
general de organización por pactos. En 1820 el programa de
unión federal había cristalizado en tal forma, que en todas las
provincias del Río de la Plata comenzó el movimiento de or­
ganización interna. Siempre se habla de la anarquía del año
1820; pero la verdad es que este período significó para las
provincias, ya plenamente conscientes de sí mismas, el co­
mienzo de su estructuración interna. No se quería entender
que la organización nó podía partir de un impulso central
único, mediante la aplicación sistemática global de un
molde constitucional incrustado de golpe, de elaboración a
priori. Ella debía realizarse paulatinamente y sobre la base
previa de la organización parcial de cada provincia.
Esa fué precisamente la obra de la etapa 1820-1825, semi­
lla artiguista, sin perjuicio de que se realizaran actos parcia­
les de acuerdos interprovinciales.
Entre tanto, en la Provincia Oriental se cumplía el pe­
ríodo de la dominación luso-brasileña, durante el cual se
intentó ahogar la voluntad legítima del pueblo oriental. Los
actos de sometimiento no habían impedido que la provincia
—ahora llamada Cisplatina—, al propiciar los pactos de in­
corporación reivindicase lo esencial de su autonomía admi­
2 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

nistrativa, su integridad territorial, sus garantías de derecho


privado. (Petitorio de Bianchi y Larrañaga a D. Juan VI en
1817, bases de incorporación del Congreso Cisplatino de 1821).
(1)
En 1822 el ambiente de la provincia volvió a agitarse in- -
cluso en Montevideo. Sujeta por Ja fuerza a Portugal, no se
resignaba a pasar a poder de su heredero directo, Brasil.
El Cabildo de Montevideo tomó la dirección del movi­
miento revolucionario que no alcanzó las proyecciones que
se esperaban. El litoral estaba dispuesto a prestar ayuda-
Pero Buenos Aires prefirió seguir la vía de las negociaciones
diplomáticas, contando con la liberal política de D. Pedro L
La misión de Valentín Gómez no sólo fracasó, sino que los
orientales y argentinos fueron puestos en presencia de los
hechos consumados: el 4 de marzo de 1824 las tropas imperia­
les entraron en Montevideo.
La reacción no podía esperarse mucho tiempo. Vino la
magnífica cruzada de 1825 y con ella, la conmoción total que
habría de culminar con la independencia definitiva. Pudo ad­
quirir proyecciones continentales. Portugal primero, Brasil
después, no solamente proyectaban atacar la Provincia Orien­
tal, sino también llevar el desquiciamiento a las provincias
del litoral. LavalJeja, a su vez, pensaba en agitar el espíritu
de los riograndenses, sobre los cuales continuaba proyectán­
dose el viejo ideal federativo artiguista. (2) La incorporación
de Chiquitos al Brasil (1825), extendía sobre el Imperio la
sombra terrible de Bolívar. Brasil, además, quiso interesar
al Paraguay en la contienda, pero las gestiones de Correa da
Cámara lo convencieron de que Francia sólo deseaba mante­
ner a su patria en estado de absoluto aislamiento. (3) Sin
embargo la guerra se localizó. Durante el año 1825 los orien­
tales Jucharon solos; y al mismo tiempo que vencían por las
armas al usurpador, afirmaban en actos sucesivos de orga­
nización política e institucional, su decidido intento de inde­
pendencia orgánica. En 1826, aceptada la incorporación decre­
tada por la Asamblea de la Florida, vino la cooperación de
las Provincias Unidas; ella trajo como resultado la guerra
con el Brasil, “tan dolorosa al imperial corazón”.
No todos los orientales acompañaron la empresa. Al-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL pEL URUGUAY 3

güilos por interés y cálculo, otros por sincero convencimiento,


secundaron al Barón de la Laguna. A través de ellos tenemos
Jas noticias de la expedición heroica. Una carta de Nicolás
Herrera a Lucas Obes, de 23 de mayo de 1825 revela el ca­
rácter de la empresa, vista naturalmente por un montevidea­
no escéptico que sólo consideraba en ella un peligro para su
fortuna uy sus vaquitas”... “una cosa tan despreciable en
su principio, va tomando un cuerpo que va a costar des­
truirlo’ ’... (4)
La Corte del Brasil recibía noticias alentadoras. Lecor y
el Cabildo de Montevideo llegaron a asegurar no sólo la in­
corporación definitiva, de la Cisplatina, sino aun la de Entre
Ríos, disgustada con Buenos Aires. Sin embargo no faltó quien
pintara en sus verdaderos términos la magnitud de la em­
presa. “Este nublado se dejó ver poco há en lo interior de la
Campaña, y aunque en los principios todo hombre sensato lo
graduó por su arrojo, precipitado, el resultado es que con la
desgraciada jornada del Sarandí en el 12 de octubre último
han conseguido dar el mayor impulso a la opinión que antes
no tenían y hoy se ve difundida en todos los habitantes de la
campaña engrosando progresivamente sus fuerzas según las
noticias que diariamente se reciben, y siendo dueños de todo
el territorio, a excepción de la Plaza de Colonia y de la de
Montevideo que permanecen ocupadas por las tropas de Vues­
tra Magestad Imperial.”
“En pos de ésto han conseguido también alarmar a los
gobiernos limítrofes y muy particularmente al de Buenos
Aires que ya está decidido por la guerra contra el Imperio
como se advierte por los papeles públicos. La chispa ha co­
rrido hasta el interior del Alto Perú y el general Bolívar se
manifiesta deseoso de concurrir con sus tropas al mismo ob­
jeto, expresando sus sentimientos a los Enviados del gobier­
no de Buenos Aires en las entrevistas que tuvieron en el Po­
tosí, sin descuidar los insurgentes de esta Provincia en la
misión de un Comisionado (el Coronel Dorrego) cerca del
mismo Bolívar para que recabe todos los auxilios precisos en
la lucha que sostienen”. (5) La revolución —en efecto— se
propaga entre todos los orientales. Aun aquellos que se ha­
bían vinculado a la causa brasileña con sincera convicción,
4 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

acompañaron a los patrias cuando vieron que la Cisplatina


no recibía del Imperio el régimen constitucional que le corres­
pondía, sino que fue sometida a un régimen de ocupación mi­
litar, existente desde 1817.
La lucha era a muerte. En la contestación que Sarratea
dio al Manifiesto Imperial de D. Pedro I, publicada en Lon­
dres el 8 de mayo de 1826 con el título “Golpe de vista sobre
la guerra entre el Brasil y las Provincias Unidas del Río de
la Plata”, dice, hablando de los orientales que habían pasado
por las prisiones brasileñas: “Estos mismos son los que
ahora están en el campo de batalla; conocemos la firmeza de
su carácter; y por ésto estamos convencidos que pelearán
hasta morir, dejando a sus hijos, y amigos, como el legado
más importante, el odio a la dominación Portuguesa’’.
En el Brasil, la guerra no contaba con la adhesión del
pueblo. El liberalismo brasileño sentía y aplaudía el valor de
los Treinta y Tres. Aun para los no liberales, la guerra era
algo injusto y evitable. “A campanha do Prata nao falava a
alma popular.” (6)
Se la consideraba un legado incómodo de Portugal, que
el brasilerismo quería sacudir. La guerra no fué feliz para
el Imperio, grande de apariencia pero carente de fuerzas efec­
tivas. La leva forzosa de soldados traía un gran malestar.
Internacionalmente provocaba conflictos con los neutrales;
v, además, la presión creciente de Inglaterra, que, según su
tradicional política, contrariaba el avance platino.
Sin embargo, vino la Convención García poi* la cual, si
bien no se consagraba una incorporación real de la Cisplati­
na al Imperio, se establecía la sujeción de la Provincia a la
autoridad personal del Emperador quien se comprometía a
darle un régimen administrativo especial y a tratarla mejor
que a las demás provincias del Imperio, ya que ella había he­
cho el sacrificio de su independencia.
Con la serenidad de la distancia no podemos compartir
el juicio condenatorio de la época, excesivamente incompren­
sivo para el diplomático que firmó este tratado, olvidando las
circunstancias en que se hizo el convenio.
La paz no daba al Emperador “más que palabras”.
Además, en Jas instrucciones que se dieron a García, se ve
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 5

bien hasta qué punto se había urgido al plenipotenciario para,


que hiciera una paz salvadora. Así, libre de complicaciones
externas, el país podría entregarse al programa rivadaviano,.
es decir “a la civilización”.
Entre tanto la Provincia Oriental organizaba sus insti­
tuciones y formalizaba un régimen interior estructurando los
lincamientos preconstitucionales,
Al fin se llegó a la paz, intrínsecamente conseguida por
voluntad indomable de los orientales, (agosto 27 de 1828).
Ella consagraba la independencia oriental, aunque limitada
por garantías de orden interno y de orden internacional. Ha­
bremos de ver oportunamente la intención de los contratantes-
de esa Convención.

II

En los artículos primero y segundo de la Convención,,


el Iirtperio del Brasil y las Provincias Unidas del Pío de la
Plata, cada una por su parte, ‘‘declaraban” y “concordaba en
declarar” separadamente la independencia de la Provincia
Cisplatina, o de Montevideo.
Se omitía consignar en esos artículos iniciales que la in­
dependencia no era más que el reconocimiento de los hechos
impuestos por la voluntad del pueblo oriental. Quien exami­
nase la Convención Preliminar de Paz de 1828, creería que
la independencia, de la Provincia Oriental era el fruto de una
concesión graciable y generosa del Emperador Pedro I y del
Gobernador D. Manuel Borrego. La omisión en consignar
que ella ratificaba la voluntad libremente expresada del pue­
blo oriental, fuera de ser humillante, entrañaba un peligro.
Por los artículos 3, 10 y 11 los países signatarios de la
paz de 1828 se reservaron ejercer una tutela sobre el nuevo
Estado, mediante la declaración del propósito que les anima­
ba de protegerlo. En efecto, se establece allí que ambas par­
tes contratantes se obligaban a defender la independencia e
integridad del nuevo Estado por el tiempo y forma que so
ajustaría en el Tratado definitivo de Paz. En consecuencia, si
antes de jurada la Constitución y durante los cinco años que
transcurriesen desde la fecha en que fuera puesta en vigen­
cia, la tranquilidad y seguridad de la República resultaran per­
6 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

turbadas, por la guerra civil, las partes contratantes presta­


rían al gobierno legal el auxilio necesario para la conserva­
ción y restablecimiento del orden, exclusivamente. “Pasado
el plazo expresado —de cinco años— cesará toda la protec­
ción que por este artículo se promete al gobierno legal de la
Provincia de Montevideo; y la misma quedará considerada
en estado de perfecta y absoluta independencia”.
El Tratado Definitivo de Paz, por el cual se perfeccio­
naría el instrumento preliminar de 1828, debía celebrarse de
acuerdo con el artículo 17, entre los países signatarios del
mismo y según se deduce del artículo 18, sería ajustado an­
tes de que transcurrieran los cinco años de “protección” a
contarse desde la fecha en que fuera puesto en vigencia el
Código político.
En el Tratado Definitivo de Paz se estipularía el modo
y tiempo en que los vecinos quedaban obligados a defender
nuestra independencia y la navegación del Río de la Plata y
de todos los otros ríos que desagüen en él. Sin embargo de
que se resolverían allí cuestiones tan fundamentales para la
existencia, de la República, no se expresa en la Convención
Preliminar de 1828, que el Estado cuya independencia reco­
nocía dicho documento, tendría derecho a intervenir en la ne­
gociación y firma del Tratado Definitivo de Paz.
La paz de 1828 consigna en sus artículos 4, 5, 6 y 7 una
serie de disposiciones relativas a la organización de las auto­
ridades políticas en la Provincia Oriental. El Gobierno de la
misma en aquellos momentos, una vez que la Convención fue­
ra ratificada, y el Gobierno de Montevideo, convocarían a los
representantes de los territorios que cada uno tuviese bajo
su jurisdicción, los que serían nombrados de acuerdo al re­
glamento vigente al elegirse la última Legislatura Provin­
cial. La elección de los representantes de Montevideo se efec­
tuaría extra-muros, libre de la influencia de las fuerzas ar­
madas y a distancia que quedase fuera del alcance de la arti­
llería de aquella plaza. Las mismas circunstancias debían
observarse en la instalación de la Asamblea de representan­
tes, que, una vez congregada, procedería de inmediato a or­
ganizar un gobierno provisorio a cuya instalación cesarían
los dos existentes en aquel momento: el de Luis Eduardo Pé­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 7

rez y el de Tomás García de Zúñiga; y a redactar la Consti­


tución política del Estado.
“Esta —decía el art. 7— antes de ser jurada será
examinada por Comisarios de los gobiernos Contratantes,
para el único fin de ver si en ella se contiene algún artículo
o artículos que se opongan a la seguridad de sus respectivos
Estados. Si aconteciere este caso será explicado pública y
categóricamente por los mismos Comisarios, y en falta de co­
mún acuerdo de éstos, será decidido por los dos gobiernos con­
tratantes-\
¿Qué artículos de la Constitución oriental podrían ata­
car la. seguridad de los vecinos?
¿En previsión de qué disposiciones los signatarios se re­
servaron el derecho de examinar la Constitución? Segura­
mente lo hicieron teniendo en cuenta que en ella podía formu­
larse alguna declaración sobre límites, como efectivamente
se propuso, sin éxito, en la Asamblea Constituyente. La
Convención Preliminar omitió también consignar disposicio­
nes al respecto.
¿Cuáles eran los límites del Estado cuya independencia
se reconocía?
¿Los de la Banda Oriental al entrar en la revolución eu
1811, a que se hace referencia en el Tratado Rademaker-He-
rrera de mayo de 181*2? ¿Los acordados entre el Cabildo de
Montevideo y el Cap. Gral. don Carlos Federico Lecor, en el
seudo convenio de 1819? ¿Los fijados en las bases del Con­
greso Cisplatino en 1821, que desconocían los de 1819 y ha­
cían una salvedad sobre los derechos de la Provincia a los
límites del tratado de 1777, como ya lo había hecho también
el congreso Artiguista de abril de 1813 en las Instrucciones,
respecto de los pueblos de las Misiones?
Difícil era resolver el problema en sus detalles en aque­
llos momentos; pero la Convención Preliminar pudo y debió
consignar al respecto una declaración en. líneas generales.
Los artículos 8, 9, 12, 13, 14, 15 y 16 se referían al cese
de las hostilidades impuesto por la Convención y a la situa­
ción de los habitantes de la. Provincia al entrar aquélla eu
vigencia. Sería permitido a todo habitante de la Provincia
salir de su territorio llevando consigo sus bienes, sin perjui-
6 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ció de terceros, hasta el juramento de Ja Constitución; habría


completo olvido de todo hecho u opinión política que hubie­
sen practicado o profesado los habitantes de la Provincia an­
tes de ratificarse la Convención; las tropas de las Provin­
cias Unidas y las del Imperio del Brasil debían salir del
territorio del nuevo Estado en el término de dos meses desde
la fecha en que fueran canjeadas las ratificaciones. A solici­
tud del Gobierno podrían permanecer en el territorio oriental
tropas brasileñas y argentinas en número de 1.500 soldados
respectivamente, con el carácter de fuerzas pasivas y de ob­
servación, para proteger al gobierno hasta que fuese instala­
da la administración provisoria. Los prisioneros hechos por
una y otra parte serían puestos en libertad.
Por el artículo adicional de la Convención los países
contratantes se comprometían a emplear los medios a su al­
cance a fin de que la navegación del Río de la Plata y sus
afluentes se conservase libre para los súbditos de una y otra
nación por espacio de quince años, 4‘en la forma que se ajus­
tase en el Tratado Definitivo de Paz”.
Demasiadas omisiones tenía la Convención Preliminar
de Paz —cuyas ratificaciones se canjearon en Montevideo el
4 de octubre de 1828—, para asegurar la independencia que
tardía e imperfectamente venía a reconocer, no por espontá­
nea voluntad de quienes la firmaban, sino por el insistente
reclamo del pueblo oriental y la influencia del mediador inglés
que había defendido sus derechos, coincidentes en este caso
con los intereses británicos. Debemos hacer notar, además, que
el cumplimiento de la Convención quedaba librado a la buena
fe de los firmantes, dado que Inglaterra no había admitido-
garantizar su estricta observancia, limitándose a actuar, tan
sólo como potencia mediadora.

III

De acuerdo con Ja Convención Preliminar de Paz, debía


reunirse en el nuevo estado una asamblea encargada de de­
signar al gobierno provisorio y de sancionar la constitución.
Ya se había anticipado a esa reunión el Gral. Lavalleja,
desde el l.9 de julio de 1828, animado del propósito de consti­
tuir un organismo legislativo encargado de designarle suce­
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 9

sor, al terminarse los tres años legales de su mandato. Ade­


más se le creía necesario para ratificar la paz con el Brasil,
que no podía tardar.
Luis Eduardo Pérez, gobernador delegado, el 26 de julio
de 1828 expidió el decreto de convocatoria a elecciones. Con
algunas correcciones, se mantenía en vigor el Reglamento
electoral de 17 de junio de 1825; el número de diputados debía
sei' 40.
Las elecciones ocasionaron algún disturbio, pues varios
diputados electos, que habían formado parte de la legislatura
disuelta por Lavalleja en 1827 se rehusaban a aceptar sus
cargos. La reunión de la Asamblea, citada para el Durazno,
se hizo con grandes dificultades; pero en el intervalo se can­
jearon las ratificaciones de la Convención Preliminar de Paz;
se aceleró entonces, la instalación de aquella asamblea, encar­
gada ahora de cometidos fundamentales y congregada ya no
por iniciativa de Lavalleja sino por disposición expresa de la
paz de 1828, lo cual disipaba toda preocupación legitimista.
El 22 de noviembre de 1828 se instaló en San José la
cuarta legislatura de la provincia, transformada por las cir­
cunstancias en Asamblea Constituyente y Legislativa del
Estado.
Entre los integrantes de la Asamblea Constituyente y
entre los hombres que respaldaron su labor, figuraron quie­
nes podían ser tachados de Cisplatinos abrasilerados o de uni­
tarios aporteñados, desde que a muchos el reconocimiento de
la independencia los había sorprendido militando en uno o
en otro campo. Actuaron allí Artiguistas y quienes no lo ha­
bían sido ni lo eran en aquel momento; partidarios de Lava­
lleja y de Rivera, junto a los que rechazaron sin reservas to­
da preponderancia del caudillismo, que era el signo de la ho­
ra; liberales avanzados junto a espíritus definidamente con­
servadores o reaccionarios; no obstante lo heterogéneo del
conjunto, un anhelo de concordia y de unidad nacional, es el
sello que caracteriza las actitudes individuales de aquellos
hombres y las deliberaciones de la Asamblea Constituyente.
De ésta formaron parte, entre los más notables, Miguel Ba-
rreiro, secretario de Artigas en el período inicial de la revo­
lución durante el cual había dado forma al pensamiento poli-
10 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

tico del caudillo, colaborador en los primeros ensayos de or­


ganización institucional de 1813, representaba en la Asamblea
de 1830 la tradición de la “patria vieja”, junto al Dr. Julián
Alvarez ex director de “La Gaceta de Buenos Aires” que
encarnaba el dogma de Mayo. Silvestre Blanco, presidente de
la Asamblea, había tenido el privilegio de ejercer ya esas
mismas funciones en la constituyente argentina de 1826, mien­
tras que Santiago Vázquez había, figurado entre los redacto­
res del código rivadaviano que nuestros legisladores toma­
ron por modelo. José Ellauri que recién entonces, y ya madu­
ro, iniciaba su vida pública.
Gabriel Pereira uno de los firmantes de la declaración de
la Independencia Nacional de 1825. Cristóbal Echeverriarza
que en 1822 había formulado el programa revolucionario ins­
pirador de la acción de los caballeros orientales. El Dr. Jaime
Zudañez, natural del Alto Perú y Solano García, chileno, li­
gado, el primero a los esfuerzos que dieron origen a la cons­
titución chilena de 1813 y a la argentina de 1819, revolucio­
nario liberal y artiguista, compañero de José Miguel Carre­
ra, el segundo, aportaron a la constituyente de 1830 la expe­
riencia de la revolución americana de la que Zudáñez era sín­
tesis. Lázaro Gadea y Manuel A. Barreiro representaron al
clero patriota cuya figura más venerable, el Padre Dámaso
A. Larrañaga, ausente en la Asamblea, redactó según vere­
mos un proyecto de Constitución; otros como Luis Lamas y
Juan María Pérez, personificaban el sentido práctico con ver­
sación entonces no común en los problemas administrativos.
Alejandro Chucarro, Lorenzo Justiniano Pérez y Francisco
A. Vidal habían actuado ya en las legislaturas provinciales de
1826 y 1827 que anticiparon la labor constructiva de 1830.

IV

La Asamblea estaba encargada —como ya se ha dicho—


de designar gobernador provisorio. El problema fué mal re­
suelto. Vacilante entre los caudillos de más prestigio, Rivera
y Lavalleja, se decidió por fin por Rondeau, que no tenía
méritos a la consideración de los orientales ni fuerza política
que lo llevaran a ocupar un puesto semejante.
El nombramiento de Rondeau, según ya lo expresamos,
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 11

fué un hecho poco feliz de la Asamblea, que quiso evitar la


rivalidad entre Rivera y Lavalleja, mediante la exclusión de
ambos. El Gobierno provisorio de Rondeau se vió envuelto
en serias dificultades. El lavallejismo fué haciendo una opo­
sición creciente al gobierno, que se inclinó paulatinamente al
círculo de Rivera y sus amigos; hasta tal punto que éstos
llegaron a dominar la situación desde los puestos más impor­
tantes, así como en las gestiones internacionales. Llegó un
momento en que Rivera era ministro universal, Lycas J.
Obes, Fiscal, y Santiago Vázquez y Nicolás Herrera, Agen­
tes Diplomáticos ante el Brasil y el gobierno de Buenos Ai­
res. Lavalleja ocupaba la jefatura del Estado Mayor Ge­
neral.
El 18 de enero de 1830, Rivera fué designado Comandan­
te General de Campaña; pero dejó en la ciudad elementos
adictos, ligados a Rondeau.
El malentendido entre éste y la Asamblea, — erigida, en
cuerpo censor de los actos del gobierno — estalló cuando
Rondeau, obedeciendo a requerimientos de Rivera, que veía
amenazada su famosa Colonia del Cuareim (en la. Asamblea
se había hablado de disolverla) ordenó la salida a campaña
del Batallón de Cazadores, comandado por Eugenio Garzón.
En la Asamblea la noticia de la salida de las tropas provocó
gran excitación y se votó una resolución para suspender Ja
orden. Rondeau consideró que se le cercenaban facultades in­
herentes al Poder Ejecutivo, manifestando que 1 ‘antes de
permitir que con su aquiescencia sea desgradada la autori­
dad con que fué investido, la devolverá íntegra, como para
tal caso debe considerarse devuelta por medio de la presente
nota a la misma Honorable Asamblea de quien la recibió.”
La Asamblea, frente a esta semi-renuncia, adoptó una
actitud enérgica: aceptó la renuncia de Rondeau y encargó
del Gobierno a D. Juan Antonio Lavalleja.
Rivera se colocó en una actitud francamente revolucio­
naria, pero las gestiones de varios intermediarios llevaron a
una conciliación el 18 de junio de 1830, el primer pacto polí­
tico celebrado por los caudillos. El convenio fué suscrito en
Montevideo por Lavalleja, Luis E. Pérez, Dámaso Larraña-
ga y José María Reyes y ratificado por Rivera en el Migue-
12 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

lete. Fue la “transacción de los generales”. Por ella Lava*


lleja conservaba el depósito legal del Poder Ejecutivo; los
ministros no podrían perturbar los actos de Rivera, que con­
tinuaría al frente de sus tropas en la Comandancia General
de la Campaña hasta la jura de la Constitución; el gobierno
solicitaría de la Asamblea la conservación del sueldo de
Rondeau; cesaría toda medida de hostilidad por ambas par­
tes y habría perpetuo olvido de todo lo ocurrido.
El 1? de agosto de 1830 se realizaron los primeros co­
micios generales. En ellos obtuvo mayoría el grupo de adic­
tos a Rivera y en consecuencia, dueño de la voluntad de la
Asamblea General fué electo Presidente el 24 de octubre y
prestó juramento el 6 de noviembre de 1830.

Durante el período pre-constitucional en que ejercieron


el gobierno del “Estado de Montevideo”, así denominado en
los documentos oficiales de la época, los Grales. Rondeau y
Lavalleja, tanto la Asamblea como el Poder Ejecutivo exte­
riorizaron una gran inquietud por dictar disposiciones, de­
cretos, leyes, reglamentos tendientes todos éstos a organizar
el Estado. Muchas leyes se dictaron al solo efecto de decla­
rar en vigencia disposiciones de las anteriores asambleas pro­
vinciales, en general no aplicadas hasta aquel momento. Esa
labor legislativa de la Asamblea de 1828-30, aun cuando bien
intencionada, era importuna en circunstancias en que el mis­
mo cuerpo discutía la Constitución o que ésta se hallaba so­
metida a la aprobación de los signatarios de la paz. La acti­
vidad legislativa de un organismo que debió lógicamente ser
sólo Constituyente, dió con frecuencia origen a los debates
políticos entre los núcleos en que se dividía la opinión. Se
creía entonces en el poder mágico de la ley, en su eficacia po­
co menos que milagrosa aun cuando el país no saliera de su
paupérrima existencia. La desheredada campaña hacía ya
sentir sus reclamos. Los hacendados y vecinos del departa­
mento de San José, el 30 de abril de 1830, formularon una re­
presentación en la que solicitaban la formación de un Senado
provisorio capaz de conjurar la crisis que se avecinaba. “El
NISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 13

habitante de la capital a estas horas puede ser que apenas


sufra los presentimientos de una gran catástrofe, —decían—
pero el de la campaña ya comienza a lamentar sus terribles
efectos. La propiedad, a cada instante requerida y gravada
con auxilios, que son otras tantas contribuciones extraordi­
narias, empieza a disminuirse por un sacrificio tanto más
sensible, cuanto es más difícil de designarle un objeto o jus­
tificar su causa”.
“...Los propietarios, vecinos, y habitantes de la cam­
paña —agregaban— esperamos que V. E. circule esta nues­
tra respetuosa petición a los Departamentos, y la haga valer
como corresponde, antes que los sucesos se precipiten de ma­
nera que inutilicen el puro deseo que nos anima, y hagan pa­
sar a los orientales por un nuevo testimonio de la incapaci­
dad que se reprocha a los americanos para constituirse y go­
bernarse sin la tutela de los extraños”... (7)
Del conjunto de disposiciones dictadas durante este pe­
ríodo las más importantes y con un sentido de mayor perma­
nencia, fueron las relativas a la Administración de Justicia,
por las que se trató de uniformar los procedimientos existen­
tes en el país desde que simultáneamente se habían observado
en los últimos años, las normas impuestas en Montevideo
por la dominación luso-brasileña, y el régimen de administra­
ción de justicia creado después de 1825 por las autoridades
patrias.
El gobierno provisorio dirigió una nota a la Asamblea
Constituyente acompañando un Reglamento Provisorio sobre
Administración de Justicia, con fecha 8 de abril de 1829.
La Asamblea desestimó, el 6 de julio, el Proyecto del
Gobierno y empezó a discutir uno presentado por una Co­
misión especial de su seno.
Este proyecto, tal como fué sancionado, establecía:
Jueces de Paz, para atender en demandas inferiores a $ 200.
Alcaldes Ordinarios, en cada pueblo, cabeza de departa­
mento.
Debían conocer en causas procedentes de jueces de paz
por vía de apelación; y en 1.’ instancia, en asuntos compren­
didos entre $ 200 y 3.000. Tenían que juzgar en un jurado
14 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

civil sacado por sorteo en la lista firmada por los consejos o


cabildos.
Jueces Letrados de lo Civil y del Crimen. El Reglamento
establecía en la capital un Juez Letrado de lo Civil y otro del
Crimen.
Juez Letrado de lo Civil, conocía en primera instancia
de asuntos que no pasasen de $ 3.000; y también de causas fis­
cales. En segunda instancia; apelaciones interpuestas ante
sentencias de alcaldes ordinarios.
En tercera instancia: apelaciones contra sentencias de
alcaldes ordinarios, revocatorias en todo o en parte, de las
sentencias de los jueces de paz.
Juez Letrado del Crimen, conocía como juez privativo»
del crimen en todo el país y sus sentencias eran públicas, de­
bía formar tribunal con cuatro hombres buenos, sacados a la
suerte de una lista de 60 vecinos, formada todos los años por
el gobierno y remitida al Tribunal. Los Jurados conocían del
hecho, el juez, del derecho.
Conocía también de causas de contrabando.
Tribunal de Apelaciones. Formado por tres jueces le­
trados elegidos por la Asamblea General, a propuesta del Go-
• bienio. Conocía en los recursos de apelación y súplica inter­
puestos en las causas que se decidieran ante los jueces infe­
riores de lo Civil y Criminal. Conocían en apelación en todas
las causas civiles y en las criminales en que no se hubiese im­
puesto pena capital, deportación perpetua o más de seis años
de presidio.
En el grado de súplica conocían los mismos jueces en
las causas civiles con 4 hombres buenos sacados a sorteo.
Para las causas criminales que traían aparejada pena
de muerte, deportación perpetua o más de seis años de pri­
sión, habría un tribunal de jurados de nueve individuos.
El Reglamento consigna una serie de disposiciones ge­
nerales. Así establece que desde la publicación del mismo que­
daban suprimidos los Cabildos (disueltos ya en 1827, excepto
los de Montevideo y Colonia) y Consejos de Administración^
siendo reemplazados en la parte municipal por Juntas Eco­
nómico Administrativas.
Se declaraba abolido el juramento de los acusados en
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 15

causas criminales, la pena del tormento y la confiscación de


bienes. Se establecía que en los delitos en que no hubiese de
recaer pena corporal serían puestos los acusados en libertad,
en cualquier estado de la causa, dando fianza legal.
Este reglamento de 12 de agosto de 1829, fue completado
y reformado por leyes adicionales posteriores: ley de 22 de
setiembre de 1829 que instituyó requisitos para ser electo
Alcalde Ordinario; ley 24 de octubre de 1829 que estableció
que en las causas por delitos en que hubiera de recaer pena
correccional, el Juez de Crimen debía proceder breve y suma­
riamente, y ley 3 de abril de 1830, que aumentó hasta cinco
el número de Miembros del Tribunal de Apelaciones.
NOTAS CORRESPONDIENTES AL CAPITULO I

(1) Véase petitorio de incorporación de la Provincia Oriental a Portu­


gal formulado a Juan VI en 1817 por los comisionados Larrañaga y Bian-
chi y las bases do incorporación del Congreso Cisplatino de 1821, en “La
Diplomacia de la Patria Vieja*’, Archivo Histórico Diplomático del Uru­
guay, tomo III, 1943 y Juan E. Pivel Devoto, “El Congreso Cisplatino’’,
Montevideo, 1937.
(2) Aurelio Porto, “Influencia do caudillismo uruguayo no Río Gran­
de do Sul”, en “Revista do Instituto Histórico e Geograpliico do Río Gran­
de do Su!’’, Año IX, III trimestre, pág. 423, Porto Alegre, 1929.
(3) “Annaes do Itamaraty”, Tomo III, Río de Janeiro, 1929.
(4) “Documentos para servir al estudio de la Independencia Nacional”,
publicados por el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay , tomo II,
pág. 183, Montevideo, 1938.
(5) Tomás García de Zúñiga a D. Pedro I en “Documentos para ser­
vir al Estudio”, citados, tomo II, pág. 239.
(6) Joao Pandiá Calogeras “A Política Exterior do Imperio”, tomo
II, Río de Janeiro, 1928.
(7) “La Gaceta Mercantil”, Montevideo, mayo 24 de 1830.
CAPITULO II
La Constitución de 1830.

La labor constituyente de la Asamblea, que debió ser su


cometido esencial, se desarrolló oscuramente en medio de las
preocupaciones políticas que dominaron el escenario del país
durante los gobiernos de Rondeau y Lavalleja, estudiados
en el capítulo anterior.
Al instalarse la Asamblea, según ya lo referimos, en
noviembre de 1828 se designó una Comisión Legislativa y
Constitucional integrada por José Ellauri, Jaime Zudañez,
Juan F. Giró, Cristóbal Eeheverriarza, José A. Zubillaga,
Luis B. Cavia y el presbítero Solano García.
El 7 de marzo de 1829 la Comisión de Legislación pre­
sentó el proyecto a la Asamblea. El 6 de mayo ésta, ya ins­
talada en Montevideo, comenzó la discusión del proyecto cons­
titucional. Siguieron las discusiones basta el 30 de mayo, en
que se interrumpieron para dedicar la atención a las cuestio­
nes financieras. Continuó la obra constitucional el 11 de
julio.
El 10 de setiembre de 1829, después de un nuevo pase a
comisión para correcciones generales, fué definitivamente san­
cionada.
El Pte. de la Comisión de Constitución era Jaime Zuda-
nez y su secretario, José Ellauri designado luego Miembro
Informante de la misma.
Ellauri pertenecía a una distinguida familia de Monte­
video, en donde había nacido el 14 de marzo de 1789. Recibió
su educación en el Convento de San Francisco de esta ciudad;
luego en el Colegio Carolino de Buenos Aires, en donde si­
guió cursos de teología. En 1806 y 1807 interrumpió sus es­
tudios que reanudó en Chuquisaca. Allí rindió sus últi­
mos exámenes de teología y cánones. Vuelto a su patria, in­
terrumpida ya su carrera eclesiástica, sirvió por un tiempo
la causa realista en el Cuerpo de Voluntarios del Comercio.
3
18 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Fué designado en 1810 (octubre) asesor del Tribunal de Vi'


gilancia y Seguridad Pública.
A mediados de 1811 se trasladó a Río de Janeiro donde-
comprendió la importancia del movimiento revolucionario; s^i
casa fue foco de conspiración y por tal motivo, arrojado de
los dominios portugueses.
De Montevideo pasó a Buenos Aires donde se empleó en
la Secretaría de Hacienda y contrajo enlace con Da. Francis­
ca Obes. Entre 1812 y 1823 su vida es más difícil de precisar.
Sabemos sin embargo que entre 1816 y 1817 estuvo en Mon­
tevideo. En ella se radicó definitivamente desde 1824, obte­
niendo del Barón de la Laguna el título de Abogado en mé­
rito a los estudios que certificó haber realizado. Juró la Cons­
titución Brasileña de 9 de marzo de 1824 y abrió estudio de
abogado. El 13 de agosto fué designado Asesor del Crimen.
Cuando el país fué reconocido independiente, se le eligió re­
presentante de Montevideo en la Asamblea Gral. Constitu­
yente. (1)
Jaime Zudañez era oriundo de Charcas; y habiendo to­
mado parte en la revolución de 1809, fué llevado preso a Li­
ma. Escapó a Chile y se vinculó a su revolución hasta la caí­
da de Rancagua; fué miembro del Congreso de Tucunján
cuando éste se trasladó a Buenos Aires. La anarquía de 1820'
provocó su emigración a Montevideo. Fué asesor del Cabildo
patriota de 1823 y destituido por Lecor por tal circunstan­
cia. Trabajó luego como abogado y fué electo miembro de la
Constituyente. (2)
Otro de los personajes destacados de la Asamblea,
aunque no formaba parte de la Comisión de Constitución, fué
Santiago Vázquez, que había sido integrante del Congreso
que redactó la Constitución Rivadaviana de 1826 y tenía com­
pleta información sobre la materia. Su intervención en la
Asamblea Constituyente fué eficaz, emitiendo opiniones de
un liberalismo moderado y de un verdadero sentido jurídico.
Varias son las fuentes en que se considera inspirada la
Constitución de 1830: la Constitución francesa de 1791: la
española de 1812; el Estatuto Provisional de 1815, el Regla­
mento Provisorio de 1817; las constituciones argentinas de
1819 y 1826; el proyecto de constitución para el Brasil de
1823; la constitución boliviana de 1826 y la chilena de 1828.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 19

Quizás no todas estas fuentes hayan tenido importancia; el


hecho de que, cronológicamente hayan aparecido antes, no
significa que hayan sido utilizadas.
Mayor importancia habían tenido los propios anteceden-»
tes provinciales. Las diversas legislaturas, a partir de la de
1825, habían dictado una serie de disposiciones que configu­
raban un verdadero cuadro constitucional. Esas disposicio­
nes se referían, fundamentalmente a los siguientes aspectos:
Organización del Poder Ejecutivo. — Se establece la dura­
ción de 3 años para el gobernador y capitán general: sobre
su reelección resolvería la legislatura a la terminación del
mandato; se le señala su sueldo (ley 25 de agosto de 1825).
Se establece que en todo pacto o alianza en que resulten com­
prometidos los intereses o créditos de la provincia, el Capi­
tán General obrará de acuerdo con la Comisión Permanen­
te de la Sala (ley agosto 31 de 1825). Obligación para el
Capitán General de delegar el poder en su ministro secretario
cuando tuviera necesidad de ausentarse a más de 8 leguas
de la Sala (ley enero 5 de 1826). Obligación de presentar
anualmente el presupuesto General de Gastos, (ley febrero
6 de 1826).
Ministros. — Se establecen 3 ministerios: Gobierno, Gue­
rra y Marina y Hacienda, (ley setiembre 5 de 1825). Se
establece ^a responsabilidad por su gestión (ley de febrero 6
de 1826). Se establece la necesidad de la firma del ministro
para las órdenes del Gobierno, (ley de marzo 21 de 1827.
Poder Legislativo. — Se establece la Comisión Perma­
nente mientras la Sala estuviera en receso, (ley de agosto 31
de 1825). Se determinan sus atribuciones, especialmente la
vigilancia de los derechos individuales, haciendo ante la Sala
las reclamaciones y protestas que estimase convenientes, (ley
de setiembre 5 de 1825). Se declara incompatible el ejercicioi
de la función de representante, con el de cualquiera otro em­
pleo civil o militar, (ley de enero 20 de 1826). Sólo la Sala
de Representantes de la provincia podrá establecer contribu­
ciones, impuestos, pena pecuniaria. Ninguna otra autoridad,
sin aprobación de la Sala, podrá ordenar sueldo, pensión, ni
gasto alguno, (ley de febrero 6 de 1826). Se establece la irres­
ponsabilidad de los representantes por sus opiniones, discur­
sos o debates. Se establece, asimismo, la inmunidad personal
20 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

durante todo el tiempo que permanezcan en sus cargos, con


excepción de infraganti delito en crimen que merezca pena
aflictiva. También se establece la atribución de la Sala para
corregir a sus miembros o removerlos en casos determinados,
(ley de 21 de marzo de 1827.
Derechos individuales, — Ley de libertad de vientres. Son
libres sin excepción de origen todos los que nazcan en ade­
lante. Se prohíbe el tráfico de esclavos de país extranjero,
(ley de setiembre 5 de 1825). El reclutamiento para el ejér­
cito patrio debe hacerse en hombres solteros, vagos y mai
entretenidos, o casados sin ocupación. Los artesanos y tra­
bajadores deben ser reservados para el cuerpo de milicia
provincial, de modo que la labranza no fuera perjudicada.
(Ley de setiembre 5 de 1825).
Nadie puede ser detenido sino para ser juzgado por la
autoridad respectiva en el más breve tiempo posible. Las ma­
nifestaciones de opinión —salvo el caso de injuria— no re­
quieren censura previa, (ley sobre garantías individuales de
julio 8 de 1826).
Administración de Justicia. — Se establece la jurisdic­
ción de Alcaldes de barrio y de jueces ordinarios (ley setiem­
bre 5 de 1825). Se acepta el proyecto del Poder Ejecutivo
suprimiendo los Cabildos, creando Jueces de primera instan­
cia para juicios de menor cuantía, y un tribunal de apela­
ciones (ley octubre 7 de 1826). Se establece el Tribunal de
Apelaciones (ley de 18 de abril de 1827). (3)
Otro aspecto a considerar son las obras que pudieron ha­
ber influido sobre los constituyentes. En aquellos principios
del Siglo XIX la ciencia constitucional, apenas salida de la
conmoción revolucionaria, no había concretado aiin conclusio­
nes generales.
Sabemos que entre los constituyentes influyó Benjamín
Constan!, Bentham, Jefferson, Payne. Tal vez conocieran tam­
bién las obras clásicas de Hobbes, Grocio, Vattel, Domat.
Consta que D. Santiago Vázquez poseía la “Collection
des Constitutions, Charles et lois fundamentales des peu-
ples de l’Europe et des Dense Amériques’’ por M. M. P.
A. Dufau; J. B. Duvergier et J. Guadet. De América del
Sur se incluyen en dicha colección la constitución de las Pro-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 21

vincias Unidas de la América del Sud, la federal venezolana


de 1811 y la de Colombia de 1821.
Antes de entrar al análisis directo de la constitución,
conviene recordar, sin embargo, que en la época, al margen
de la labor de la Asamblea, fueron redactados dos proyectos;
uno por Manuel Errazquin, Secretario de la Constituyente,
y otro por el padre Larrañaga. (éste último llamado Diar-
quia).
Se ha conseguido rescatar el proyecto de Errazquin, que
pasamos a comentar. La influencia de este proyecto sobre el
sancionado es evidente y se manifiesta incluso en la forma.
Hay algunas disposiciones de la constitución de 1830 que no
se encuentran en los textos constitucionales en que se ins­
piraron los miembros de la Asamblea de 1828. (4)
Por el proyecto de Errazquin el Estado es denominado
4‘Estado de Solís” y se define como “la reunión de todos los
habitantes de la provincia que era una de las de la Unión
Argentina, llamada Provincia Oriental del Río de la Plata”.
Sus límites son los que tenía la provincia hacia 1801. La di­
visión administrativa se hace en 9 departamentos. La forma
de gobierno es la republicana popular representativa, con la.
clásica división de poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
El Poder Legislativo reside en el Congreso General, cons­
tituido por la Sala de Representantes y el Consejo Legisla­
tivo. El Ejecutivo con un Pte. de Estado asistido por 4 mi­
nistros y el Poder Judicial con un Tribunal Superior de Jus­
ticia, con Cámara de Apelaciones y Tribunales inferiores.
La Cámara de Representantes se compondría de 36 miem­
bros y el Consejo Legislativo de 9, a razón de 1 por cada
departamento. La elección sería indirecta para ambas cáma­
ras, con condiciones más severas para integrar el Senado. Du­
rante el receso de las Cámaras se instituye una “Comisión
Permanente de Observación”.
El proyecto establece una institución especial: la de los
“Comisionados del Congreso” que funcionarían en cada de­
partamento. Estarían encargados de vigilar el cumplimien­
to de la constitución y de las leyes, fiscalización del acto»
eleccionario, etc.
El Presidente de estado debía ser designado por el Con­
22 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

greso General. Para ser electo se exigía ciudadanía natural


y demás condiciones requeridas que para ser senador. En ge­
neral, las atribuciones y facultades son las mismas estableci­
das en la Constitución de 1830; pero la iniciativa legislativa
queda reservada para el Congreso. Los ministros no son de­
signados por el Presidente, sino por el Congreso y ante él son
responsables.
Se establece ademán, un Consejo de Gobierno compuesto
por los ministros secretarios de estado, el Pte. del Tribunal
Superior de Justicia, actuando como Secretario el Ministro
de Gobierno. Se reúne por convocatoria del Presidente cuando
éste desea oir su dictamen sobre asuntos de importancia; pero
sólo en carácter consultivo. Además puede hacer propuestas al
Congreso.
En cada departamento se establece un Jefe de Policía y
4 Alcaldes principales. Se impone el servicio militar obliga-
tono, para todos los soliseños.
• Se establece completa libertad de cultos, sin religión ofi­
cial.
Se decretan emblemas nacionales.
Vamos a examinar ahora el trámite del proyecto de la
Comisión. Hemos dicho ya que comenzó a examinarse en
la sesión del 6 de mayo de 1829. El miembro informante de
la Comisión fué el Dr. Ellauri. Explicó en primer término
la situación de inferioridad en que se encontraba la Comi­
sión para redactar la Constitución por la carencia de libros,
de ilustración, de comodidades. Además, añadía, sus miembros
no habían aspirado a hacer nada original, porque en materia
de constituciones, todo estaba definitivamente resuelto.
Luego explicó que el proyecto contenía lo esencial de una
constitución: 1) declaración de derechos individuales. 2) for­
ma de Gobierno. 3) distribución de poderes. En cuanto a
los derechos individuales, dijo, están esparcidos en todo el pro­
yecto. La forma de gobierno no ofreció dudas a la Comisión,
ella se dejó arrastrar por el torrente de la opinión que exi­
gía la forma republicana -representativa.
Mayor trabajo dio el problema de la división y separa­
ción de poderes, en lo referente a la fijación de atribuciones
y modo de desempeñarlos.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 23

En cuanto a la integración del Senado, la Comisión de­


jó de lado otros modelos constitucionales de tinte aristo­
crático ; exigió cualidades más severas para senador que para
representante, pero sin privar a la cámara alta de su necesa­
ria popularidad. Al Poder Ejecutivo, se le pusieron las limi­
taciones necesarias para garantir el derecho de los ciudada­
nos, pero dejándole importantes atribuciones; nombramiento
de empleados, recaudación de rentas, mando de fuerza ar­
mada, iniciativa legislativa, facultad de hacer observaciones
a proyectos de ley, etc. El Poder Judicial, quedó constituido
con entera independencia.
Xo disponemos de las actas de la Comisión redactora; co­
nocemos en cambio las de la Asamblea en pleno, que consig­
nan las breves discusiones promovidas en torno al proyecto
■constitucional. (5)
Hubo discusiones en cuanto al nombre del Estado. La
Comisión proponía el de estado de Montevideo. En la Asam­
blea surgieron otros* Estado Oriental del caudaloso Plata,
Estado del Nord Argentino, etc. Al fin se decidió ponerle
Estado Oriental del Uruguay.
Un constituyente, el P. Lázaro Gadea, observó la re­
dacción del artículo l.°, que decía, refiriéndose al nuevo es­
tado: 4‘asociación política de todos los ciudadanos compren­
didos en los 9 departamentos actuales de su territorio”.
Dijo que eso era vago, que los 9 departamentos no estaban
demarcados. Ellauri contestó que los departamentos estaban
demarcados por decretos anteriores, pero que los límites en
general dependían del Tratado Definitivo de Paz, y no po­
dían establecerse por el momento.
En el artículo 2.9: “él es y será siempre libre e indepen­
diente de todo poder extranjero”, un diputado propuso la
supresión del término libre, por considerarlo redundante.
Ellauri contestó: independiente con relación a los extranjeros;
Ubre en relación a su libertad civil.
Quedó el artículo tal como lo proponía la. Comisión.
Un aspecto importante que promovió debates en la Cons­
tituyente, fué el relativo a la religión. La comisión de Cons­
titución propuso esta fórmula: “La Religión del Estado es
la religión Santa y pura de Jesucristo.’’ En la comisión Jai­
me Zudáñez había propuesto un proyecto de tres artículos,
24 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

concebido en los siguientes términos: V) La Religión del


Estado es la Católica, Apostólica, Romana. 2.9) Como su Divi­
no Autor, es toda Caridad y detesta la persecución. 3?) La
Nación le prestaría la más decidida protección, y sus habi­
tantes el mayor respeto, sean cuales fuesen sus opiniones
religiosas. El proyecto de Zudáñez no fué aceptado en la
comisión. Ellauri explicó en el seno de la Constituyente que
era innecesario especificar que la religión aceptada era la
Católica. Sin embargo la Constituyente prefirió hacer la es­
pecificación expresa de la misma, es decir, señalar que la
religión aceptada era la Católica. Pero no fué aceptada nin­
guna otra fórmula ampliatoria: ni la de Jaime Zudáñez, ni
la de Alejandro Chucarro, ni la de Manuel Barreiro.
Ya hemos dicho en que consistía la primera.
En cuanto a Chucarrro, proponía lo siguiente: “La Re­
ligión del Estado es la Católica ,Apostólica, Romana, a la
que prestará siempre la más eficaz y decidida protección; y
sus habitantes el mayor respeto sea cuales fueren sus opinio­
nes religiosas.” El segundo período fué impugnado por Ellau­
ri en la siguiente forma: “El período en discusión lo considero-
redundante y anti-liberal. Redundante porque como ha di­
cho el miembro informante de la Comisión que ha precedido
en la palabra, una vez sancionada constitucionalmente la Re­
ligión del Estado, queda por el mismo hecho sancionado que
debe protegerse. Es anti-liberal porque envuelve y autoriza a
proscribir y perseguir toda opinión privada y a las personas
que la profesan, cuestión en que no debemos entrar; y así
opino que no debe añadirse ni una palabra más a lo sancio­
nado ya sobre Religión.”
El proyecto de Manuel Barreiro era restrictivo de la li­
bertad de cultos. Establecía la Religión del Estado, que era
la católica, apostólica, romana; establecía asimismo que ad­
mitiría y protegería las determinaciones de sus concilios y
del Papa; y que no admitiría ni toleraría el ejercicio de secta
alguna.
De todos estos antecedentes se deduce que la Constitu­
yente no quiso resolver en forma expresa el problema de la
libertad de cultos, que quedó librado al criterio de los tiempos
futuros.
Ya en pleno período constitucional, el problema religioso
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 25

tuvo una solución liberal. El 6 de agosto de 1842 se celebró


un tratado de amistad, comercio y navegación entre la Repú­
blica Oriental del Uruguay y Gran Bretaña, cuyo artículo 12
establecía el permiso para los súbditos de ambos países de
ejercer libremente la religión en el otro estado cocontratante,
levantando templos, consagrando cementerios; etc. En vir­
tud de esta concesión, el l.9 de enero do 1844 se puso la piedra
fundamental del templo inglés, contra la opinión del Vicario
Apostólico, Dámaso A. Larrañaga, que consideró (jue esa
erección, además de innecesaria e importuna, atentaba contra,
la constitución.
En el país los antecedentes en materia religiosa eran va­
riados. El programa artiguista había expuesto la necesidad
de la libertad civil y religiosa en toda su extensión imagina­
ble. Sin embargo, las tendencias locales eran más bien restric­
tivas. En 1817, la misión Larrañaga y Bianchi, que fué a so­
licitar del rey Juan VI la incorporación de la Provincia
Oriental al Reino Unido, presentó un conjunto de peticiones
tendientes a salvaguardar la autonomía de la provincia y las
libertades de los habitantes. Se pedía la supresión de la in­
quisición, pero nada se hablaba sobre libertad religiosa.
En 1824 (9 de mayo) fué jurada en Montevideo la cons­
titución brasileña. Pero el 31 de mayo el Cabildo elevó una
petición al Emperador pidiendo dejara sin efecto el artículo
constitucional que permitía la libertad de cultos.
“...Confundidos estos pueblos en la bondad de alma y
demás brillantes y sublimes calidades físicas y morales de su
Emperador graduarían por mejor tener en su Augusta Per­
sona un Soberano Absoluto que un Monarca Constitucional
rodeado de todos los cultos de la supertición y expuesto a
padecer los continuos vaibenes de que son inseparables las
combulsibas teorías de los sistemas políticos modernos, des­
conocidos hasta ahora del común de los hombres”.
1‘Señor, con el más sumiso acatamiento pretende ya
Vuestro Cabildo decirlo abiertamente. La permición de todas
las Religiones en esta Provincia es muy difícil se atempere
con sus hábitos y sus usos y costumbres... ” “Estos pueblos,
Señor, no han pensado en renunciar a que en su seno sea úni­
ca y exclusiva la Religión Católica, Apostólica, Romana, así
26 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

•como no lian renunciado tampoco al natural uso de sus cos­


tumbres y de su idioma, y Vuestro Cabildo ha creído que su
inacción y silencio sobre un punto tan esencial lo haría cul­
pable ante Dios y los hombres”. (6)
En materia de ciudadanía, Zudañez presentó una moción
(que luego retiró), por la que se daba la ciudadanía natural a
todos los que hasta ese momento habían nacido en las Provin­
cias Argentinas. Se dijo en contra, que cualquier distinción que 9
se hiciera con los argentinos sería impolítica y podría com­
prometer la existencia del Estado.
En las elecciones de representantes la Comisión prefería
que el sistema se dejase librado a la ley ordinaria. Algunos
constituyentes eran partidarios de la elección indirecta (por
ejemplo, Solano García). Sin embargo se aceptó la consagra­
ción constitucional de la elección directa... “porque ni el te­
rritorio es tan basto como se cree, ni a sus habitantes les
falta la cualidad esencial, que es la probidad y el patriotis­
mo para estar en aptitud de prestar su voto en la elección de
sus representantes; a más, de esto la prensa y sus relaciones
particulares los ilustrarán suficientemente en la materia”.
(Santiago Vázquez).
Se habló en la constituyente de suprimir el Senado pro­
yectado por la comisión. Ellauri presentó un proyecto por el
que se creaba, dentro de la Cámara de Representantes, una
junta censora de 9 miembros para revisar las resoluciones de
la Cámara. La idea unicameralista encontró el apoyo del Cons­
tituyente Gadea quien alegó, entre otras razones de orden
práctico, este candoroso fundamento jurídico: “...después
que la Nación deposita su soberanía en la Cámara de Repre­
sentantes. ¿Qué parte de la misma va a depositar en la de Se­
nadores?” Pero triunfó la opinión que mantenía el Senado, sin
mayores oposiciones.
En cuanto al problema de las incompatibilidades se hizo en
la Constituyente una modificación que las extremaba. La re­
dacción primera decía: “No pueden ser representantes: los em­
pleados civiles y militares dependientes del Poder Ejecutivo
por servicio a sueldo, etc.’’. El constituyente Costa manifes­
tó la inconveniencia de que se dejase al arbitrio de los em­
pleados el ser representantes de la nación. Les habría bastado,
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 27

■en tal caso, dejar su cargo para integrar el Parlamento. Pero


•entonces, continuaba Costa, el Poder Ejecutivo podría pre­
sionarlos para que aceptasen la función parlamentaria si así
le convenía, presentando luego su renuncia una vez que hubie­
ran llenado su objeto. A pesar de las razones en contra, sosteni­
das principalmente por Santiago Vázquez, se admitió la tesis
restrictiva; y para que el artículo no ofreciera dudas, se puso
esta fórmula: “No pueden ser electos representantes: los em­
pleados civiles y militares, etc.”
Otra dificultad se presentó en cuanto al problema de los
ministros. Ellauri, quería sujetarlos al régimen común de fun­
cionarios, es decir, establecer causales de destitución. Vázquez
dijo que no había paralelo entre el Ministro y cualquier
funcionario, porque su designación no era cuestión de méri­
tos y servicios especiales, sino elección de confianza o de
aptitudes especiales.
La simple destitución no infiere agravio a un ministro.
Un ministro, expresó, puede dejar vacíos sin faltar a la ley,
por mediocridad de talento. Nadie podría hacerlo responsa­
ble porque nadie jamás podría marcar ni exigir la esfera del
talento. En favor de esta última opinión, Massini añadió que
era menester dejar al presidente el libre nombramiento y la
libro renuncia de los Ministros, porque éstos son los ojos,
los brazos con que él debe ver y obrar. Al fin se le dio al
Presidente la libre facultad de destitución.
Entre las facultades del Poder Ejecutivo la Comisión
proponía la provisión de empleos civiles, militares y eclesiás­
ticos. Pero en cuanto a los eclesiásticos se producía la
complicación del Patronato. Vázquez explicó que, con respec­
to a estos cargos, había que distinguir: 1) El ejercicio del
Patronato por la presentación. 2) La institución o facultades
espirituales que corresponden al poder espiritual. 3) Luego,
la posesión, el honor y el provecho o dignidad temporal, que
provee exclusivamente el Poder Ejecutivo.
Por eso proponía que la provisión de los empleos ecle­
siásticos se pusiera aparte, ya que no era igual que la desig­
nación de cargos para los empleos civiles o militares.
Manuel Barreiro propuso sustituir la palabra proveer
por la de presentar. Al fin, la provisión de cargos eclesiás­
28 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ticos no fue mencionada entre las atribuciones del Poder Eje­


cutivo.
Entre estas se ponía también la de iniciar tratados de
paz, amistad, alianza, federación, comercio y cualesquiera
otros. Las palabras alianza y federación fueron objeto de dis­
cusiones y aclaraciones.
Lo fundamental fue la opinión de Vázquez. La palabra
federación debía suprimirse —dijo— porque después de ha­
ber sancionado que el estado es libre e independiente, no pue­
de ya hablarse de federación, a menos de comprometer la in­
dependencia. Ambos términos fueron suprimidos.
En cuanto a las Juntas E. Administrativas, la Comisión
proponía que sus reuniones fueran presididas por el Jefe
Político. Vázquez observó que era más adecuado a los prin­
cipios liberales que ellas fueran presididas por un miem­
bro de su seno. Así se resolvió.
Veamos ahora los lincamientos esenciales de la Consti­
tución de 1830.
Establece que el Estado Oriental del Uruguay es la aso­
ciación política de todos los ciudadanos comprendidos en sus
9 Departamentos. Es libre e independiente. La soberanía1
radica en la nación.
La religión es la Católica, Apostólica, Romana.
La ciudadanía es natural y legal. La primera la de los
hombres libres nacidos en cualquier punto del territorio del
estado.
La legal, es la de los extranjeros, bajo ciertas condicio­
nes.
La constitución es muy severa en cuanto a las causales de
suspensión de la ciudadanía, entre las que se encuentran la
condición de sirviente a sueldo, peón jornalero, analfabeto,
deudor moroso del fisco.
La forma de gobierno es la Representativa Republicana,
basada en la clásica separación de poderes.
Poder Legislativo, — Está integrado por una Cámara de
Representantes y otra de Senadores. La primera de elección
directa, en proporción a la población; la segunda de elección
indirecta, representando un senador a cada departamento. Son
más severas las exigencias para ser senador que para ser
representante. Pertenece al Poder Legislativo la elaboración
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 29

de leyes y códigos, la aprobación del Presupuesto, el voto


de contribuciones, el decretar la guerra, y la aprobación de
tratados, la creación y suspensión de empleos, la concesión
de indultos o amnistías, el nombramiento de Presidente de
la República y de los Miembros de la Alta Corte de Justicia.
Se establecen severas incompatibilidades e inelegibilida­
des. Se consagran las inmunidades parlamentarias. Se crea
una Comisión Permanente, para el receso de las Cámaras.
Poder Ejecutivo. — Está integrado por un presidente de
la República a quien se exige ciudadanía natural, '33 años de
edad y las demás condiciones impuestas a los senadores.
Está encargado de la conservación del orden, del man­
do superior de las fuerzas, de la provisión de empleos, desti­
tución de empleados con ciertas limitaciones, la iniciación de
tratados con conocimiento del Senado y su conclusión (nece­
sitando la ratificación de la Asamblea); la declaración de
guerra, previa la resolución de la Asamblea General; la ce­
lebración de concordatos; la adopción de medidas prontas
de seguridad, en caso de peligro exterior o conmoción inte­
rior; expedición de reglamentos para ejecución de leyes; la
recaudación de rentas; el indulto de la pena capital; la ini­
ciativa legislativa y el derecho a oponer objeciones o hacer
observaciones a los proyectos de ley.
Los Ministros. Se establecen secretarios de estado, que
no podrán pasar de tres, siendo responsables de los decretos
y ordenes que firmen.
Poder Judicial. Se establece la Alta Corte de Justicia, cu­
yos miembros son designados por el Parlamento; encarga­
da de la superintendencia General sobre los órganos judicia­
les; y dotada, además, de atribuciones privativas en asun­
tos graves, por ejemplo, juicio de infractores de la constitución,
causas de almirantazgo, etc.; Tribunales de Apelaciones, Jue­
ces Letrados, Jueces de Paz. etc.
En la Sección destinada al Poder Judicial están consa­
gradas las garantías de la seguridad personal, prohibición
de juicios por comisión, prohibición de juramentos de acu­
sados sobre hechos propios; prohibición de juicio criminal en
rebeldía; abolición de pesquisas secretas; condiciones de in-
fraganti delito o semi-plena prueba para el arresto; obliga­
20 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ción de comenzar el sumario a las 48 horas, etc.; defensa le­


trada del acusado.
Gobierno y Administración de los Departamentos. En
cada departamento se establece un jefe político, agente de
confianza, del Poder Ejecutivo. También Juntas Económico-
Administrativas, formadas de 5 a 9 miembros electos por la
población, que duran 3 años en sus funciones, reuniéndose 2
veces por año. Son encargadas de velar por la educación, los
derechos individuales y promover todas las mejoras en el de­
partamento.
Derechos individuales. Están consagrados los siguientes
derechos: Libertad personal (libertad de hijos de esclavos que
nacieren), igualdad civil; abolición de mayorazgos, títulos de
nobleza y distinciones hereditarias; inviolabilidad de domi­
cilio; prohibición de castigar sin proceso y sentencia legal.;
juicios por jurados en materia criminal; libertad condicio­
nal de presos en ciertas circunstancias; libertad de pensa­
miento; derecho de petición; derecho de propiedad; libertad
de trabajo; libertad de locomoción; límites impuestos a la
suspensión de derechos.
Reforma. — Se exigen tres legislaturas para reformar la
constitución: la primera declara de interés la reforma; la se­
gunda propone esas reformas; la tercera las aprueba o re­
chaza. Para variar la forma constitucional se requiere una
doble Asamblea, con poderes especiales, que decide las re­
formas con 2/3 de votos.

II

El país contaba, pues, con una constitución. No era la


primera en el tiempo. La época revolucionaria había presen­
ciado el desfile de varias cartas constitucionales en la pro­
vincia; la constitución española de 1812 que se juró en Mon­
tevideo en ese año; el proyecto de Constitución Artiguista
inspirada en la de Massachusetts de 1779; la portuguesa de
1820 y la brasileña de 1824, juradas en Montevideo y en la
Provincia en 1821 y 1824; la unitaria de las Provincias Uni­
das de 1826, aceptada por la Provincia en 1827. (7)
Habían sido todas constituciones extranjeras, que se im­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 31

ponían al país por circunstancias excepcionales, (a excep­


ción del proyecto artiguista, entonces olvidado o ignorado por
la mayoría). La de 1829, en cambio, era una constitución ela­
borada por orientales, para emplearse en el estado indepen­
dizado. ¿En qué medida respondía a las necesidades del
medio ?
Indudablemente, legislar en América era empresa difícil;
para nuestro país, particularmente difícil, ya que salía de una
terrible crisis provocada no sólo por la revolución, sino por
las dominaciones extranjeras. Esto, sin añadir el carácter
individualista, rebelde por instinto, de nuestro pueblo, que
en 1811 Juan José Paso había llamado “desatinadamente
libre’ \
Sin llegar a culpar a la constitución de las guerras ci­
viles y perturbaciones políticas, es indudable que la obra
de los constituyentes tenía defectos teóricos e injusticias.
No estableció un régimen feliz para la elección de pri­
mer magistrado. Al conferir esa elección al Cuerpo Legisla­
tivo, subordinó las funciones legislativas de éste a las elec­
torales y contribuyó a privarlo de la alta jerarquía que de­
bía revestir como creador de la ley.
No evidenció claridad de ideas en lo que se refiere al pro­
blema de la libertad religiosa.
La Constitución de 1830 fué injusta al privar de la ciu­
dadanía a los sirvientes a sueldo, peones jornaleros y anal­
fabetos, que tanto habían contribuido a la independencia del
país.
Fué igualmente injusta al excluir a los militares del
Parlamento.
Es bueno recordar al respecto las palabras pronuncia­
das por José E. Rodó en la Cámara de Representantes, se­
sión de 23 de diciembre de 1904, al tratarse el problema de la
reforma constitucional: u.. .ca'be afirmar que no es justo que
se exima a nuestros constituyentes de toda responsabilidad
en los antecedentes de las primeras guerras civiles que aso­
laron el país, y que depositaron el germen de los odios que
luego fueron triste herencia de las generaciones orientales y
se multiplicaron en calamitosa cosecha de guerras fratricidas.
Como lo decía nuestro distinguido colega el Dr. Areco, la

JV»
32 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

obra de los constituyentes se verificó bajo el influjo de una


constante prevención contra la influencia perturbadora del
caudillaje; pero no tuvo ni pudo tener la experiencia política
que le hubiera inspirado los medios de limitar eficazmente la
influencia de los caudillos, atemperándola a las condiciones
de la vida organizada”.
‘‘Los prohombres de la Asamblea Constituyente, obede­
ciendo a ese sentimiento de prevención y quizás impresiona­
dos por las turbulencias militares que habían dificultado sus
primeras deliberaciones, votaron el precepto constitucional
que impidió a los miembros del ejército la entrada al Poder
Legislativo’’.
‘‘Contra la opinión del hombre más eminente, quizás,
entre los que se sentaban en aquellas bancas, del que fue tal
vez el primero de nuestros estadistas, contra la opinión y la
previsión clarovidente de don Santiago Vázquez, la Asam­
blea Constituyente sancionó esa exclusión insensata que apar­
tó a los militares de la escuela cívica del Parlamento y que
trazó la primera línea divisoria entre la fuerza moral de la
opinión y la fuerza material de las armas, divorcio que debía
ser una de las calamidades de nuestra, turbulenta historia,
porque dividió en campos opuestos y alejados por descon­
fianzas recíprocas, elementos que siempre debieron marchar
unidos, vinculándose el derecho del ciudadano con la espada
del soldado; y robusteciéndose con la eficacia del poder ma­
terial las energías morales del espíritu público”. (8)
Cuando el proyecto de Constitución ya había sido san­
cionado por la Asamblea, los Jefes militares elevaron a la
misma, por intermedio del Gobierno Provisorio, una Repre­
sentación solicitando fuera suprimido el artículo que los ex­
cluía del parlamento, petitorio que fue desestimado por los
constituyentes que resolvieron archivarlo por considerar in­
oportuno aquel intento de reforma en circunstancias en que
la constitución se hallaba sometida al examen de los signata­
rios de la paz de 1828; juzgaron más conveniente dejar libra­
do el examen del problema a las legislativas futuras, sin pro­
nunciarse sobre el mismo. (Enero 14 de 1830).
Sería muy satisfactorio a los Jefes Militares —expre­
san éstos en el documento mencionado— decir, como aquel
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 33

griego, al retirarse de los comicios públicos: “estoy muy con­


tento de que haya tantos compatriotas aptos para el servicio
de la república, que yo no haya sido nécesario.”
Pero —agregan— no es este nuestro caso y todos lo sa­
ben. No es muy numeroso el grupo de hombres capaces de
desempeñar altos cargos públicos como para inutilizar la
■clase militar. Una guerra de 18 años no ha hecho más que
formar del Oriental un pueblo de impertérritos soldados. Y
nadie puede discutir su interés por el engrandecimiento de
la patria, a los que han ofrendado para ello la sangre.
En la última constitución argentina —argüían— se esta­
bleció la incompatibilidad entre el cargo parlamentario y la
condición de dependiente del Poder Ejecutivo por servicio o
sueldo, pero añadiendo que esta condición por el término de
10 años sólo tendría efecto respecto a los empleados ad mu-
tum amobibles. Se calcula que en el plazo de 10 años podrá
haber mayor número de elegibles.
Un país que ha conquistado la independencia con la es­
pada, no puede negar en sus primeras asambleas un lugar a
los guerreros que la fundaron.
Los pueblos han sido testigos de nuestro sacrificio;
¿cómo iban a vacilar en confiar la custodia pacífica de sus de­
rechos a los que ayer hicieron su animosa defensa?
Dice Benjamín Constan!: “No nos limitemos a escoger
solamente hombres que no estén asalariados por el poder, eli­
jamos también aquellos que hayan dado por sus acciones
públicas, por sus empeños positivos y reiterados la garantía
de no abandonar sus principios por obtener los favores y la
preferencia de la autoridad”.
Y si los que hemos derramado hasta nuestra sangre por
la independencia del país, no damos esa responsabilidad por
la consolidación de su libertad: —decían— ¿cuáles serán los
■que puedan gloriarse mejor que nosotros de este digno sen­
timiento? (9)
Francisco Bauzá en sus “Estudios Constitucionales”
sostiene que esta exclusión de los militares fué causa deter­
minante de las perturbaciones civiles que agotaron luego la
vida del país. La expresada disposición constitucional en­
trañó, sin duda, como ya lo expresamos una injusticia pero

4
34 HISTORIA DE I.A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

no creemos que los caudillos que después de 1830 se lanzaron


a la revolución hubiesen encontrado en el parlamento un es­
cenario adecuado a la modalidad que los caracterizaba. No
concebimos ni a Rivera ni a Lavalleja actuando en el Se­
nado o en la Cámara de Representantes, aun cuando es in­
dudable que militares como Antonio Díaz, Pedro Lenguas,
José M. Reyes, José Brito del Pino podrían haber participa­
do con eficacia en los debates parlamentarios; pero señale­
mos también que ninguno de estos jefes —ni otro cualquie­
ra de su característica— era capaz de promover una revo­
lución. Por otra parte en la bandera de ningún movimiento
revolucionario, de los muchos ocurridos después de 18'30, fi­
guró jamás inscrito como móvil del mismo o causa deter­
minante del hecho, la representación de los militares en el
parlamento. Las guerras civiles tendrían su raíz en otros
problemas que estudiamos más adelante.
La Constitución de 1830 no organizó debidamente los go­
biernos locales. Las Juntas Económico Administrativas, a
pesar de su carácter electivo, carecían de vida propia.
No previo el problema de la coparticipación de los par­
tidos.
No precisó suficientemente las facultades extraordina­
rias del Poder Ejecutivo.
En 1873 se dictó una ley interpretativa, que aclaró bien
el alcance de las medidas de seguridad. Se aclaró que el
art. 81, que las establecía, quedaba limitado por los artícu­
los 83, 136 y 143 del Código Constitucional.
Vale decir, que en casos graves de conmoción interior,
o ataques exteriores, el Poder Ejecutivo podía tomar pro­
piedades, buques, tomar en préstamo (todo con sujección a
ulterior aprobación de la Asamblea); pero con respecto a las
personas, la única extralimitación en cuanto al régimen or­
dinario estaba en lo referente al arresto, en que se puede pres­
cindir de la circunstancia del infraganti, o en su defecto, de
la semi-plena prueba constatada por el Juez. El Poder Eje­
cutivo, frente a un peligro inminente, podía proceder por sí
al arresto, pero a las 24 horas regían las garantías normales
del proceso, y desde luego, de sometimiento a la autoridad
judicial.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 35

Se reprimían así una serie de abusos cometidos por el


Poder Ejecutivo en el ejercicio de sus facultades extraordi­
narias, consignadas en el mencionado art. 81, por el que se
creía autorizado a deportar sin proceso, a abolir fueros par­
lamentarios, etc.
Omitió los derechos de reunión y asociación.
Fué excesivamente rígida. El trámite de tres legislatu­
ras concordes para llevar a cabo las reformas, era la difi­
cultad insuperable de las mismas.
De acuerdo con su criterio realista, orientado hacia
preocupaciones de índole material y progreso económico, Al-
berdi, sin dejar de reconocer algunos aspectos buenos de la
constitución de 1830, señala sus defectos, y fundamentalmen­
te, su carácter inhóspito para el trabajo.
“Es difícil y embarazosa para adquirir ciudadanos y
pródiga, para enajenarlos”. Da fácilmente la ciudadanía al
que combate por el país; al extranjero que trae industrias,
trabajo, le exige residencia: Expulsa de su reducida familia
política al que acepta empleos o distinciones de otros go­
biernos.
Carece de garantías de progreso material e intelectual
No consagra la educación pública; no da estímulos al desarro­
llo comercial y agrícola. (10)
Aún así, con estos errores, la Constitución fué un dogma.
Para los patriotas que la vieron nacer junto con la inde­
pendencia del estado; para las generaciones posteriores per­
turbadas por las conmociones internas, ella significó en los
momentos de crisis, una esperanza de concordia, un llama­
miento a la paz.
La Constitución de 1830 podrá no haber reflejado ente­
ramente nuestra realidad pero sin duda —y esto es funda­
mental— revistió para los orientales los caracteres de un sím­
bolo. Los constituyentes supieron rodear a la obra de 1830
de un sentimiento casi místico que convirtió aquella carta en
algo sagrado a los ojos de los pueblos: “el código fiel” co­
locado siempre por encima de los partidos en la intención de
los hombres; exaltado en la literatura política de la época
como el mayor legado de nuestros proceres, invocado por los
caudillos y por los hombres de principios, por el gobierno y
36 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

e] pueblo, cada vez que llegaba el momento de deponer las


armas tras la revolución que había colocado al país al mar­
gen de sus disposiciones. Se remitía siempre la solución de
los problemas nacionales, al espíritu de concordia del código
de 1830.
Los hombres que lo redactaron encontraron una patria
ya conseguida por el esfuerzo de los caudillos de la revolu­
ción y casi totalmente estructurada por las asambleas de 1826
y 1827; realizaron, pues, solamente la obra de formulismo ju­
rídico necesaria para que el país actuara en la esfera inter­
nacional e interna, con los órganos de gobierno adecuados y
■bajo el precepto severo e indestructible de la ley. Al cumplir
esta labor sin pretensiones de originalidad, según la reite­
rada declaración de los constituyentes, tuvieron también sus
aciertos. Es justicia señalarlo luego de haber puntualiza­
do los errores. Actuaron en general en un plano liberal y
avanzado, reflejo de las ideas revolucionarias, consagrando
la igualdad y seguridad personal, la inviolabilidad de las pro­
piedades, el derecho de petición, el libre ejercicio de toda cla­
se de industria, agricultura y comercio, la libertad de pren­
sa, la inviolabilidad de la correspondencia y del domicilio, en
el orden de los derechos individuales; y en la distribución
de los poderes, creando un verdadero poder parlamentario,
mediante la organización de un legislativo con atribuciones
amplias, con inmunidades que asegurasen su independencia
funcional y una estructura adecuada para evitar influencias
nocivas. Algunas de estas últimas garantías ya habían esta­
do organizadas en la provincia, pero en la Constitución ellas
se relacionan' con un conjunto de medidas tendientes a ase­
gurar un funcionamiento regular y pleno del parlamento.
Todos estos principios que hoy nos parecen una simple Re­
ducción lógica, eran en cierto modo una experiencia atrevida
de aquella hora de reacción anti - revolucionaria, organizada
por la cuádruple alianza. Recién en 1830 se rectificarían en
Francia los lincamientos ultra conservadores de la carta de
1814; en 1831 comenzaría a formular sus ardientes reivindi­
caciones el risorgimento italiano; en 1832 Inglaterra modi­
ficaría por una ley electoral su entonces anacrónica estruc­
tura parlamentaria. Todavía en 1833 la alianza absolutista,
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 37

aunque restringida, habría de intentar el último colapso para;


reorganizar a Europa bajo el férreo sistema del orden. En
América las perspectivas de la hora señalaban asimismo una
declinación de los principios liberales sustentados desde 1810;
y un fracaso en todos los intentos de organización constitucio­
nal. Tras la crisis de la Convención de Ocaña, se disgregaba
entonces la Gran Colombia; Perú y Bolivia no habían sabido
hallar una solución para sus problemas, en los principios boli-
varianos de 1826; Chile, después de renovados intentos para
darse una organización jurídica se encaminaba hacia el régi­
men que habría de culminar en la dictadura de Diego Portales;
las Provincias Unidas del Río de la Plata, fracasadas la Cons­
titución de 182ó y la Convención de 1828, vivían una hora in­
cierta sin haber logrado tampoco la unidad política que debía
preceder al orden jurídico; el Imperio del Brasil se debatía
en la lucha interna que originó la abdicación de Don Pedro-
Primero. Así pues, en medio de estas crisis del pensamiento
y de la acción, los hombres de 1830 nos aparecen llenos de
fe, dominado el escepticismo de la hora con aquel fervor de
principios y la confianza en el poder del derecho que habíam
sido el signo distintivo del ideario político del siglo XVIII
y que ya habían trasuntado en el momento inicial de la re­
volución. Acaso sea éste el rasgo más digno de ser destacada
porque no fué solamente privilegio de quienes redactaron el
código político; participaron de él todos los hombres de la
época, civiles y militares, doctores y caudillos. Estos últimos,
que prepararon el advenimiento de la Asamblea e hicieron
posible su labor, supieron aceptar en actitud respetuosa y
ejemplar la disposición que les excluía del parlamento. Los
nombres de Lavalleja, Oribe y Rivera, que personifican las
influencias más prestigiosas de la hora, están identificados
con el pensamiento político de 1830 traducido por las figu­
ras que redactaron la Constitución. Junto, pues, a la labor
material realizada por los legisladores de 1830, hay que re­
verenciar la. abnegación del pueblo heroico que desde el éxo­
do había perfilado la comunidad política, y la de sus con­
ductores que la habían hecho respetar, y que acataron su eli­
minación de las instituciones para que ía obra cívica pudie­
ra realizarse plenamente.
38 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

III

El nuevo código político, según el artículo 7 de la Con­


vención Preliminar de Paz, debía ser examinado por los go­
biernos de las Provincias Unidas y del Brasil, a fin de ver
si contenía alguna cláusula incompatible con su seguridad.
El 29 de setiembre de 1829 fueron designados agentes de
negocios Nicolás Herrera y Santiago Vázquez, después de
alguna resistencia por parte de la Asamblea, que podía con
razón discutirle al Poder Ejecutivo la facultad de designar
los cargos diplomáticos.
Frente al Brasil^ la designación de un ministro no te­
nía dificultades. En cuanto a las Provincias Unidas, el pro­
blema era de más difícil solución, por el estado de desorga­
nización interna en que se encontraba el país. Miguel Ba­
rreiro dijo que desde el 1.- de diciembre no existía la República
Argentina. El Ministro de Hacienda contestó que la Repú­
blica. Argentina existía de hecho y que había que aceptar la
situación de hecho. Y se resolvió que el Ministro fuera acre­
ditado ante el Gobierno de Buenos Aires; sin embargo, en el
decreto respectivo, se le destina a la República Argentina. El
13 de octubre fué aceptada la renuncia de Santiago Váz­
quez como miembro de la Asamblea, a fin de que pudiera
hacerse cargo de su misión diplomática. Sus instrucciones lo
encargaban fundamentalmente de recabar la designación de
un Comisario que debía examinar la constitución política orien­
tal, previéndose el caso de que el Gobierno de Buenos Aires
no quisiera tomar sobre sí el ejercicio de la primera autori­
dad de la república, caso en el cual debía dirigirse a todos los
gobiernos existentes en ella.
El 25 de octubre de 1829 Vázquez llegó a Buenos Aires y
el 4 de noviembre fué reconocido como agente de negocios.
De inmediato fué planteada la cuestión de competencia para
efectuar la designación indicada, habiendo manifestado el Mi­
nistro que el Gobierno de Buenos Aires debía mostrarse muy
circunspecto, dado el estado de anarquía en que se encontra­
ba el país.
Por el artículo 16 del tratado de 18 de agosto de 1829 en­
tre -Santa Fe y Buenos Aires, se había dado a ésta la facul­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 39

tad de dirigir las relaciones exteriores; Córdoba también ha­


bía asentido a que la designación de comisario la hiciera el
Gobierno de Buenos Aires (tratado 17 de diciembre de 1829),
Vázquez se dirigió a dichos gobiernos dándose por notificado
de esta delegación y solicitando interpusieran su influencia
para que los otros gobiernos, a los que también se dirigió, hi­
cieran lo mismo.
Conseguida la adhesión de la mayor parte de las provin­
cias, el 9 de marzo de 1830, el gobierno de Buenos Aires de­
signó al General Tomás Guido comisario para el examen de
la constitución; el 30 de enero Brasil había designado a Mi­
guel Calmon Du Pin e Almeida.
Dijimos ya que además de la designación de comisario,
Vázquez tenía otros cometidos, entre ellos conseguir para
el Uruguay la representación en el Tratado Definitivo de
Paz, interesando especialmente el problema de los límites.
Pero Vázquez pudo darse cuenta que la Cancillería de
Buenos Aires no estaba dispuesta a la firma del tratado de­
finitivo.
Entretanto, las perturbaciones internas de la nueva re­
pública habían hecho pensar en la posibilidad de una inter­
vención en favor del gobierno legal, en circunstancias en que
se discutía la legalidad del gobierno de Lavalleja. Pero el
Gobierno de Buenos Aires, no se quiso pronunciar sobre el
asunto sin previo acuerdo con el gabinete de Río de Janeiro.
Por su parte Nicolás Herrera procuró un pronunciamiento
del gobierno imperial; pero el Ministro Calmon Du Pin
manifestó que no había llegado la oportunidad de ejercer las
facultades del artículo 10 de la Convención Preliminar de Paz.
Felizmente el 18 de junio fué ratificado el pacto acordado
entre los generales Lavalleja y Rivera el mismo día que
llegó la nota de Nicolás Herrera anunciando la aprobación
de la constitución, llevada a cabo por los comisarios Tomás
Guido y Miguel Calmon Du Pin y Almeida en la ciudad de
Río de Janeiro el 26 de mayo de 1830.
Vázquez continuó entretanto en Buenos Aires en el des­
empeño de las otras tareas que se le habían confiado (re­
clamación de facultades espirituales, al obispado de Buenos
Aires, pago de gastos de servicios de luces en Isla de Flo­
40 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

res y el Cerro de Montevideo; establecimiento de balizas ypí-


lotos lemanes, etc.).
En estos últimos no consiguió nada. Mayor importancia
tenía la obtención de la independencia eclesiástica, que había
ya preocupado a la Asamblea. El 27 de julio ésta había san­
cionado una ley en la cual se establecía que el Poder Eje­
cutivo solicitaría de la Silla Apostólica la separación de este-
estado de la diócesis de Buenos Aires.
El Provisor establecido en esa ciudad se manifestó
conforme con extender las facultades del cura vicario O. Dá­
maso Larrañaga; esto no era sino una aspiración mínima del
estado oriental, que, como ya dijimos, aspiraba a la indepen­
dencia absoluta.
Otras diligencias activas fueron las tendientes a prote­
ger a los ciudadanos uruguayos, librándoles del servicio en la
milicia activa.
La circunstancia de haber integrado la Provincia Orien­
tal las Provincias Unidas, hacía que los ciudadanos urugua­
yos residentes en la Argentina' continuaran siendo conside­
rados como ciudadanos argentinos; para que se les conside­
rara orientales, tenían que despojarse de la nacionalidad ar­
gentina por un acto solemne y expreso.
Vázquez consiguió que se estableciese la excepción del
servicio para los orientales inscriptos en el Registro. (11)
Veamos ahora el desarrollo de la misión ante el Brasil
confiada, según dijimos a Nicolás Herrera. Era éste uno dé­
los personajes más inquietos de nuestra historia. Nacido en
• Montevideo, estudiante en Chuquisaca, graduado de abogado
en España, volvió a Montevideo donde ejerció su profesión.
En 1806 el Cabildo le encargó una misión especial: poner en
conocimiento del gobierno español la noticia de la conquista
de Buenos Aires, y pedir socorros para la seguridad de la
plaza.
Residente en España, fué nombrado diputado para las
Cortes de Bayona; firmó la constitución y reconoció como rey
a Bonaparte. Vuelto al Río de la Plata, y después de algu­
nas incidencias, pasó a Buenos Aires en donde ocupó altos
cargos. Fué diputado de la Asamblea Constituyente de 1813
y miembro de la Comisión redactora del proyecto de cons­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 41

titución. Se le encargó una misión de acercamiento al Para­


guay que cumplió sin éxito. Ministro de Posadas y de Al
vear, tuvo que refugiarse en Río de Janeiro, cuando se pro­
dujo la caída del segundo Directorio. Entonces sus escasos sen­
timientos democráticos se debilitaron. Se mostró partidario del
protectorado británico y colaboró con la invasión portuguesa a
la Provincia Oriental. Así volvió a su patria y formó parte del
círculo de Lecor. Favorecido primero por los portugueses, lue­
go por Jos imperiales, consideró como una perturbación de
sus intereses privados la heroica revolución de 1825. Fue Se­
nador de la Provincia Cisplatina en la Asamblea de Río de
Janeiro. Cuando volvió a su patria en 1828, traía el propó­
sito de convertirla en un Ducado. La Convención Prelimi­
nar de Paz, frustró sus proyectos.
Este fué el hombre a quien se le confió la consolidación
internacional de nuestra primera constitución.
En las instrucciones que le fueron conferidas para esa
misión se expresaba a Herrera que debía recabar del Impe­
rio la intervención de la República en el Tratado Definitivo
de Paz; que en el caso de no conseguirlo obtuviese que los
límites de la República no se fijasen sin su cooperación; se
le autorizaba para oir proposicones sobre un tratado de co­
mercio y para hacer insinuaciones respecto de un tratado
secreto o público de alianza ofensiva y defensiva que colo­
case al país a cubierto de cualquier agresión extranjera. He­
rrera debía solicitar, además, la devolución de los fondos del
Consulado de Comercio de Montevideo extraídos de sus ca­
jas en 1828 por D. Tomás García de Zúñiga, último Presi­
dente de la Provincia Cisplatina. (12)
Herrera llegó a Río de Janeiro el l.9 de diciembre de
1829 e inició inmediatamente sus gestiones, ante el Ministro
de Asuntos Extranjeros, Miguel Calmon Du Pin y Almeida.
El enviado oriental deseaba que el gobierno del Brasil acce­
diera a la aprobación por sí, sin esperar la del comisario
argentino. Pero el Gobierno del Brasil no era de esa opinión.
Además, excediendo las facultades acordadas por la Conven­
ción Preliminar de Paz, oponía observaciones a la supresión
de los Cabildos. Herrera señaló con acierto que la. inspección
de la constitución sólo tenía por objeto ver si ella contenía
42 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

alguna disposición peligrosa para la seguridad de los estados


contratantes.
El gobierno imperial se rindió a estas razones; y ha­
biendo llegado el comisario argentino el 14 de mayo de 1830 a
Río de Janeiro, fué dictado el auto de aprobación el 26 del
mismo mes, según ya lo expesamos.
También al Brasil llegó el eco de las inquietudes políti­
cas de la Provincia Oriental. Rondeau pidió el pronuncia­
miento y la intervención del Brasil en favor de lo que él
consideraba su autoridad desconocida por la Asamblea des­
pués del nombramiento de Lavalleja; Brasil contestó que no
había llegado todavía el casus foederis y que además el me­
jor medio de conjurar la crisis era poner en ejecución inme­
diatamente el código constitucional.
En cuanto a la participación de la República en el Tra­
tado Definitivo de Paz, Herrera obtuvo una declaración
formal de aquiescencia pero subordinada a la aprobación del
gobierno de Buenos Aires.
En las Provincias Argentinas no era posible pensar en
aquel momento en el tratado definitivo porque el país es­
taba disgregado.
También trabajó Herrera por la independencia eclesiás­
tica uruguaya ante el Nuncio residente en Río de Janeiro,
obteniendo una promesa favorable. No pudo en cambio ob­
tener la devolución de los fondos sustraídos al Consulado'
de Comercio en 1828. (13)
NOTAS CORRESPONDIENTES AL CAPITULO II

(1) Dardo Estrada, Estudio Biográfico del iDr. José Ellauri que pre-
■cede la “Correspondencia Diplomática”, 1839-1844, publicada por el Ins­
tituto Histórico y Geográfico del Uruguay, Montevideo, 1919.
(2) Felipe Ferreiro, Informe Publicado en extracto por Vicente T.
Caputti, “Rememoraciones Centenarias”, Montevideo, 1930.
(3) “Registro Oficial de la Provincia Oriental”, 1827. “Actas de la
H. Junta de Representantes de la Provincia Oriental” 1825-1827.
(4) Homero Martínez Montero, ‘‘Un antecedente constitucional desco­
nocido" en ‘■'Revista Histórica", tomo XIII, núm. 37, Montevideo, 1941.
(5) Véanse Actas de la TI. Asamblea Constituyente y Legislativa del
Estado”, tres vols., Montevideo 1896-99 y Carlos M. Nava, “Discusión de
la Constitución". Montevideo, 1870. en que se extraen del Diario de sesio­
nes antes mencionado los pasajes relativos a la cuestión propiamente cons­
titucional.
(6) Exposición elevadu por el Cabildo do Montevideo ante S. M.
el Emperador Don Pedro I. Original en la Biblioteca Nacional do Río de
Janeiro.
(7) Ariosto D. González, “Las primeras fórmulas Constitucionales del
Río de la Plata”, Montevideo 1941; “Manifiesto ou Exposicao fundada e
justificativa do procedimiento da corle do Brasil a respeto do gobernó das
Provincias Unidas de Río da Prata”, Río de Janeiro, 1825 (IBib. Nal. de
Montevideo); ‘Gustavo Gallinal, “La Jura de la Constitución Española en
Montevideo en 1812", en Humanidades, tomo XXV, 1936; y “Actas de la
Junta de Representantes de la P. Oriental" citadas.
(S) José E. Rodó, “Hombres de América. -Discursos Parlamentarios”
pág. 205 y sgts. Barcelona, 1920.
(9) “Representación a la H. A. del Estado Oriental por los «Tefes Mi­
litares”, etc., Montevideo, 1830. Francisco Bauza, “Estudios Constituciona­
les", Montevideo, 1887.
(10) Juan Bautista Alberdi, ‘^Bases y Puntos de Partida”, etc.
(11) Ariosto D. González “La Misión de Santiago Vázquez a Buenos
Aires”, Montevideo-, 1930.
(12) Ministerio de Relaciones Exteriores, “Archivo Histórico Diplo­
mático del Uruguay”, Tomo I, Págs. 12-14, Montevideo. 1939.
(13) Juan E. Pivel Devoto “La Misión de Nicolás Herrera a Río de
Janeiro” en “Revista del Instituto Histórico y G. del Uruguay”, Tomo
VIII, Montevideo, 1931.
HUI

*r
CAPITULO III

Factores que dificultaron la organización nacional.

La evolución de nuestro país desde sus comienzos inde­


pendientes hasta nuestros días, particularmente en el siglo
XIX, ofrece a la perspectiva histórica una línea de progreso,
en sectores diversos, en lo económico, lo social, lo institucio­
nal.
Pero este proceso se ha realizado esforzadamente, con
largos años de aprendizaje, sacudimientos internos, guerras
externas, intervenciones extranjeras.
¿Por qué la experiencia ha sido tan lenta?, ¿por qué
nuestro camino institucional ha exigido tantos años?
Recordemos en primer término que no fuimos un caso
aislado en Ja América Hispánica. Al experimentar la profun­
da sacudida de la revolución, se resquebrajaron los moldes,
buenos o malos, que mantenían la cohesión administrativa y
la jerarquía social. Según la feliz comparación de Bolívar el
mundo Americano, después de la revolución podía compa­
rarse al mundo europeo, después de la caída de Roma. A
aquél como a éste, rota la unidad que los incorporaba en un
conjunto único, tocó emprender el proceso de organización
diferenciada, en que cada pueblo, dolorosa pero firmemente,
fué adquiriendo la fisonomía peculiar que habría de enca­
minarlos a la nacionalización defintiva.
Esa etapa fué extraordinariamente difícil para los pue­
blos de América. La doctrina de la revolución —generosa,
igualitaria, liberal—, tenía que abrirse camino a través de
un mundo étnico heterogéneo, complejo e inexperiente. No
es posible decir cuánto realizó, ni siquiera si realizó algo. Pe­
ro un movimiento emprendido en nombre de la libertad y
de la igualdad tenía en sí los graves compromisos que aun
sin llegar a su etapa de cumplimiento —debían provocar y
provocaron— una inquietud perturbadora que prolongó su
estremecimiento durante todo el siglo.
46 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Y así, mientras los americanos del norte consolidaban


sus instituciones cimentándolas en un feliz y creciente des­
envolvimiento económico, los americanos hispanos veían su-
cederse luchas, motines, conspiraciones, revueltas sociales y
políticas, todo decorado bajo una artificiosa serie de consti­
tuciones, leyes, decretos, tratados, impotentes para consoli­
dar los movimientos de organización. En medio de este caos,
las más altas mentalidades sondearon los posibles métodos de
estabilidad; y pareció, en muchos momentos, que ellos eran
prácticamente imposibles y que América estaba definitiva­
mente condenada a la impotencia política. Y así asistimos en
todas partes de América a verdaderas crisis de confianza na­
cional, en que las más desalentadoras soluciones aparecían
como medios salvadores para conjurar el caos total.
¿Por qué este retraso en el camino hacia la etapa cons­
tructiva? No han faltado explicaciones: falta de experiencia
política, derivada de la forma en que se había realizado la
colonización española; complejidad racial; ausencia de des­
arrollo económico, falta de clase media, etc. Pero nos inte­
resa conocer más particularmente las opiniones relativas al
Río de la Plata, cuyas condiciones sociológicas son y han
sido relativamente homogéneas.
Recordemos la explicación de Sarmiento. La revolución
tuvo que imponerse —dice— como una lucha entre la ciudad,
que realizaba un programa civilizador y la campaña que
era la barbarie. Civilización y barbarie. Facundo resumeh en
su bárbara persona la rebelión de los instintos contra los
programas de cultura... “La revolución, excepto en su sím­
bolo exterior, independencia del rey, era sólo interesante e
inteligible para las ciudades argentinas, extraña y sin pres­
tigio para las campañas. En las ciudades había libros, ideas,
espíritu municipal, juzgados, derechos, leyes, educación, to­
dos los puntos de contacto y mancomunidad que tenemos con
los europeos; había una base de organización incompleta,
atrasada si se quiere; pero precisamente, porque era incom­
pleta, porque no estaba a la altura de lo que ya se sabía que
podía llegar a ser se adoptada la revolución? con entusias­
mo. Para las campañas, la revolución era un problema; sus­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 47

traerse a la autoridad del rey, era agradable, por cuanto era


sustraerse a la autoridad.
La campaña pastora no podía mirar la cuestión bajo
otro aspecto. Libertad, responsabilidad del poder, todas las
cuestiones que la revolución se proponía resolver eran extra­
ñas a su manera de vivir, a sus necesidades. Pero la revolu­
ción le era útil en este sentido: iba a dar objeto y ocu­
pación a ese exceso de vida que liemos indicado, e iba a
añadir un nuevo centro de reunión, mayor que el tan cir­
cunscripto a que acudían diariamente los varones en toda la
extensión de las campañas. Aquellas constituciones esparta­
nas, aquellas fuerzas físicas tan desenvueltas, aquellas dis­
posiciones guerreras que se malbarataban en puñaladas y ta­
jos entre unos y otros; aquella desocupación romana a que
sólo faltaba un Campo de Marte para ponerse en ejercicio
activo; aquella antipatía con la autoridad con quien vivían
en continua lucha, todo encontraba, al fin, camino por donde
se abría paso y salir a la luz, ostentarse y desenvolverse’’...
Describe el levantamiento caudillista, el de Artigas en
primer término y añade: “Este era el elemento que el cé­
lebre Artigas ponía en movimiento; instrumento suyo, pero
lleno de vida, de instintos hostiles a la civilización europea
y a toda organización regular; adverso a la monarquía como
a la república, porque ambas venían de la ciudad y traían
aparejado una orden y la consagración de la autoridad.
De este instrumento se sirvieron los partidos diversos de
las ciudades cultas, y principalmente el menos revoluciona­
rio, hasta que, andando el tiempo, los mismos que lo llama­
ron en su auxilio sucumbieron, y con ellos la ciudad, sus
ideas, su literatura, sus colegios, sus tribunales, su civili­
zación.
Este movimiento espontáneo de las campañas pastori­
les fué tan ingenuo en sus primitivas manifestaciones, tan
genial y tan expresivo de su espíritu y tendencias, que abis­
ma hoy el candor de los partidos de las ciudades que lo asi­
milaron a su causa y lo bautizaron con los nombres políticos
que a ellos lo dividían.
La fuerza que sostenía a Artigas en Entre Ríos era la.
misma que en Santa Fe a López, en Santiago a Ibarra, en
48 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

los llanos a Facundo. El individualismo constituía su esen­


cia, el caballo su arma exclusiva, la pampa inmensa su teatro.
Las hordas beduínas que hoy importunan con su algazara
y depredaciones la frontera de la Argelia, dan una idea exac­
ta de la montonera argentina, de que se han servido hom­
bres sagaces o malvados insignes. La misma lucha de civili­
zación y barbarie de la ciudad y el desierto existe hoy en
Africa, los mismos personajes, el mismo espíritu, la misma
estrategia indisciplinada, entre la horda y la montonera.
Masas inmensas de jinetes vagando por el desierto, ofrecien­
do el combate a las fuerzas disciplinadas de las ciudades, si
se sienten superiores en fuerza; disipándose como nubes de
cosacos, en todas direcciones, si el combate es igual siquiera,
para reunirse de nuevo, caer de improviso sobre los quo
duermen, arrebatarles los caballos, matar a los rezagados y
las partidas avanzadas; presentes siempre, intangibles por su
falta de cohesión, débiles en el combate, pero fuertes e inven­
cibles en una larga campaña, en que, al fin, la fuerza orga­
nizada, el ejército sucumbe diezmado por los encuentros par­
ciales, las sorpresas, la fatiga, la extenuación”. (1)
¿Qué valor histórico, qué profundidad psicológica tiene
esta intensa y evoca tiva explicación? Sarmiento fué casi con­
temporáneo de los sucesos que describe y por lo tanto no
tenía, ni por la época en que escribió ni por temperamento,
el horizonte amplio, la serenidad de visión que dan un
excepcional equilibrio de espíritu, o la perspectiva del tiem­
po. Fuera de sus errores especiales o particulares, por ejem­
plo, apreciación de la figura de Artigas quedaría siempre
como error de conjunto, el simplismo del esquema: ciudad
civilizada, campaña bárbara.
Otra explicación de las luchas internas fué dada por An­
drés Lamas en la obra que escribió sobre las agresiones de
Rosas a nuestro país, y en la que expuso una interpretación
sociológica de la tiranía, la primera en el tiempo. Dice An­
drés Lamas en su obra “Agresiones de Rosas”, hablando de
las guerras civiles; “En estas guerras han intervenido las
tendencias enemigas que coexistían en el seno de nuestras so­
ciedades: la tendencia absolutista y retrógada, emanación de
las tradiciones seculares de la Colonia y la tendencia de-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 49

inocrática y progresiva de la revolución. En una de estas dos


grandes divisiones históricas se han afiliado, algunas veces
sin conocerlo, las diversas bandas que se han disputado el po­
der bajo enseñas personales o por divergencias de detalle.”
“En la Colonia no había vida pública —libertad de pensamien­
to— libertad de examen —libertad de industria— libertad de
.acción. Eran sus dogmas obediencia pasiva, sin razón, obedien­
cia habitual y de rutina, a dos potestades superiores a todo,
que se refundían en una misma: ¡al depositario de la autori­
dad real, única fuente de los bienes terrenos! al sacerdote,
depositario de la autoridad religiosa, única fuente de los go­
ces celestiales, a ambas autoridades, íntimamente ligadas
por su título divino y por las leyes humanas, que tenían en
su mano y dispensaban a su grado, la felicidad o el infor­
tunio en esta vida transitoria, las recompensas o los castigos,
a la vida eterna que dominaban de consuno el cuerpo y el
alma, el espíritu y la materia”...
Así, pues, he aquí la explicación: lucha de la superviven­
cia colonial con las ideas de renovación revolucionaria. Re­
conocía, además, que éstas fueron responsables del retraso
■en la organización, porque quisieron imponerse en forma ab­
soluta y sin hacer concesiones al tiempo.
“La tendencia democrática — por un achaque común a.
todas las innovaciones, quiso, en algunos períodos, escalar
como los gigantes de la fábula, por esfuerzos sobrenaturales,
el cielo de la civilización; y dotar a nuestros pueblos de liber­
tades más latas que las que su estado soportaba, o de crea­
ciones que irrealizadas, se convertían en su daño. Sus refor­
mas chocaron algunos intereses y preocupaciones aumentan­
do así con auxiliares eventuales, la resistencia de la tenden­
cia absolutista. Errores generosos, de cuyos autores dirá el
futuro historiador de nuestros días: “¡quién no querría ha­
ber cometido sus faltas!”
Veamos entonces, cómo, a la explicación anterior lucha
entre la tendencia retrógrada hispánica — y la innovante de
la revolución, Lamas añade el escaso sentido de la realidad
del partido unitario. Ya lo había dicho igualmente Sarmien­
to, en su magnífica descripción del unitario. Pero quien vio
quizás con más hondura, con más grave sentido del análisis,
la falla de ambos partidos, fue Echeverría.
50 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

En varias producciones lo anota, pero concreta los erro­


res del unitarismo en una carta dirigida a D. Pedro de Ange-
lis, en contestación a la censura que éste había hecho al dog­
ma de Mayo. El desacierto de los unitarios, según él, habría
consistido en “violar la ley del tiempo en materia de progre­
so social, fundando establecimiento y proyectando mejoras
irrealizables, que el buen sentido del país no comprendía y
rechazaba’... (2)

II

Dentro de este marco general, debemos considerar aho­


ra los factores que han influido de modo particular en nues­
tra formación institucional.
Ciertamente algunos de estos factores han sido favora­
bles: homogeneidad racial, homogeneidad territorial, dos ba­
ses esenciales para la constitución de la nacionalidad. Pero
mayores eran las causas de perturbaciones.
Analicémoslas:
1?) En primer término la forma en que se realizó nues­
tra independencia. Sabemos bien que la voluntad del pueblo
oriental contribuyó a conseguir una independencia que estaba
en sus planes y en sus más vehementes deseos. Sin embargo,
esa voluntad del pueblo oriental, captada por observadores ex­
tranjeros, no fué el elemento considerado, como habría co­
rrespondido, por los gobiernos de las Provincias Unidas
y el Brasil, firmantes de la Convención Preliminar dti­
la Paz. Formalmente, ante el Derecho Público Internacio­
nal, nuestra independencia aparecía como un hecho concedi­
do, como el resultado de un beneplácito común de dos nacio­
nes que convenían en ella, para poner término a la lucha eu
que estaban empeñadas. La Convención, además, como lo ex­
presamos, no tenía determinación de límites. Nacíamos, pues,
con una frontera incierta y litigiosa, sobre la cual se cernían,
como un peligro latente, reivindicaciones brasileñas que esta­
ban amparadas por seudos tratados o por hechos consu­
mados.
Además el convenio de paz de 182-8 establecía una doble
protección para el nuevo estado: garantía de su gobierno le­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 51

gal, hasta 5 años después de jurada la constitución; garantía


de su independencia, en el tiempo y modo que se conviniese
en el Tratado Definitivo de Paz. Así, pues, indefinido en
cuanto a fronteras, indefinido en cuanto a. posición interna­
cional, el país parecía justificar el apelativo de semi-sobera-
no y mediatizado, con que fué designado despectiva e injusta­
mente por algún ministro argentino. (3)
Estos hechos, puramente objetivos, nada habrían signi­
ficado, si la intención de los contratantes de la Convención
Preliminar de la Paz hubiera sido sincera. Pero tanto en las
Provincias Unidas como en el Brasil existía el propósito de
reconstruir la unidad rioplatense y la unidad imperial res­
pectivamente a expensas de la Cisplatina. Los historiadores, a
partir de la propaganda unitaria de la época, suelen mencionar
los planes anexionistas de Rosas, ya manifestados en 1832 du­
rante el gobierno de Balcarce, del cual Rosas era la eminencia
gris, y que, según Hondean, se negaba a designar un plenipoten­
ciario, para el tratado definitivo de paz, a fin de no dar ningún
paso diplomático que equivaliera a un reconocimiento inter­
nacional. Todos los actos del Gobierno de Rosas, con rela­
ción a nuestro país, han sido considerados impulsados por
una finalidad anexionista. Poseemos al efecto la opinión de
los unitarios Varela, Alsina, Gorostiaga, Pórtela. Particular­
mente, los artículos de Andrés Lamas que reunidos en un vo­
lumen, forman “Las agresiones de Rosas a la República
Oriental del Uruguay”, ya citado.
Es indudable que la palabra de los unitarios es demasia­
do apasionada e insuficiente para asentar sobre ella un defi­
nitivo juicio histórico. En cuanto a Andrés Lamas, reconoció
él mismo, más adelante, que el suyo había sido un libro de
combate, justificado por la pasión política. (4) Pero, dejando
de lado estas acusaciones, que llevan el sello indudable de una
gran lucha enconada, hay en la política rosista, no sólo un
definido propósito intervencionista, sino además, como en un
segundo plano borroso, pero sugestivo, ]a proyección de la
idea virreynal que prolongó hasta el Paraguay.
Los términos de la Convención Mackau, que en 1840 hizo
cesar la lucha entre Buenos Aires y Francia, • son bastante
obscuros en lo que se refiere a la independencia de nuestro
52 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

país. Dice así el artículo 4?. “Es entendido que el Gobierno


de Buenos Aires seguirá considerando en estado de perfecta
y absoluta independencia a la República Oriental del Uru­
guay, en la forma en que lo ha estipulado por la Convención
Preliminar de Paz de 27 de agosto de 1828 con el Imperio
del Brasil, sin perjuicio de sus derechos naturales siempre
que lo demandaran la justicia el honor y la seguridad de la
Confederación Argentina?
No debe asombrarnos esta ingerencia rosista cuando sa­
bemos que hasta bien entrado el siglo, los gobernantes de
Buenos Aires persistieron en sus propósitos de reconstruc­
ción del virreynato. Andrés Lamas, que tenía razones para
considerarse bien enterado de los pormenores de la política
porteña, escribía a Juan José de Herrera en 1863 refiriéndo­
se a. la vinculación de Venancio Flores, sublevado contra el.
gobierno de Berro, con los conservadores que hablaban de la
reconstrucción de los Estados Unidos del Plata; y del apoyo
que la revolución y esos planes encontraban en Buenos Ai­
res. (5)
En cnanto al Brasil, menos aun que las Provincias Uni­
das, estaba dispuesto a darle a la Convención Preliminar de
Paz, el alcance de una renuncia absoluta a la provincia orien­
tal. La Convención Preliminar de Paz provocó resistencias se­
rías de opinión. Livio Coutinho, la consideraba una paz he­
cha a costa de la honra y de la dignidad de la Nación. Se le
censuraban cuestiones secundarias (no legislar sobre Martín
García, no indemnización por perjuicios de guerra) y se le
censuraba fundamentalmente, la pérdida del territorio orien­
tal. En cuanto al Emperador ,no había accedido al tratado cou
pleno convencimiento interior; lo había empujado la presión
inglesa, hostil a la política platina de Juan VI; y además, la
necesidad de detener los planes subversivos que se agitaban
en Río Grande. Pero en su ánimo, así como en el de los conse­
jeros imperiales más influyentes, no estaba la renuncia abso­
luta. Un historiador brasileño da la fórmula exacta: “Ceder,
entretanto, sin perder de vista eventualidades supervivientes.
Reservar el futuro, por lo tanto”. (6)
La ocasión de cambiar ese estado de cosas se presentó
pronto. En abril de 1830, con la finalidad de solucionar el
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 53

asunto de la herencia de la princesa María de la Gloria de Por­


tugal, fue enviado a Europa, en misión especial, uno de los
grandes hombres del Imperio, el marqués de Santo Amaro.
Además del asunto fundamental llevaba instrucciones
para otros que se relacionaban con los problemas americanos.
Se le especificaba que debía llamar la atención de los gobier­
nos europeos sobre el estado de anarquía en que vivían los
pueblos americanos, y del cual podrían ser sacados con mo­
narquías constitucionales. “En cuanto al nuevo Estado Orien­
tal o a la Provincia Cisplatina, que no forma parte del te­
rritorio argentino, que ya estuvo incorporada al Brasil y que-
no puede existir independiente de otro Estado, V. Exa. tra­
tará oportunamente de incorporarla otra vez al Imperio. Es
el único lado vulnerable del Brasil. Es difícil, sino imposible,
reprimir las hostilidades recíprocas, y obstaculizar la mutua
impunidad de los habitantes malhechores de una y otra fron­
tera. Es el límite natural del Imperio. Es, en fin, el medio-
eficaz de remover y prevenir ulteriores motivos de discordia
entre el Brasil y los Estados del Sur’’. Así reza el artículo 75
de las instrucciones dadas al Marqués de Santo Amaro. Y en
el caso de que las cortes europeas se opusieran a la reunión
de la Cisplatina y el Brasil por lo menos debía impedirse su
incorporación al estado argentino. La misión Santo Amaror
no tuvo éxito; ella puso —no obstante— de manifiesto, y de­
una manera terminante, las intenciones del imperio con rela­
ción a la independencia oriental. (7)
Los actos de intervención del Brasil en nuestra política
interna no cesaron hasta la segunda mitad del siglo XIX. He­
mos de ver oportunamente cómo las circunstancias llevaron
al Uruguay a firmar con Brasil un tratado por el cual se da-
!ba a éste ingerencia en nuestros asuntos internos, autorizán­
dolo’ a entrar con un ejército regular, en caso de perturbación
del orden legal. -
Hubo momentos en que, salvo una pequeña fracción, to­
dos los partidos políticos orientales deseaban la intervención
brasileña —desde luego— cada uno a su favor. Y un hombre;
ilustrado, considerado como figura central de nuestra políti­
ca, Andrés Lamas, en su famoso Manifiesto de 1855, afirma­
ba que uno de los factores que podrían colaborar en nuestra-
54 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

■estabilidad política, debía ser la alianza brasileña, “digna y


benéficamente entendida”. Transcurrieron diez años; y des­
pués de una serie de reclamaciones injustas, Brasil no sólo
intervino en una revolución interna de nuestro país, ayudan­
do a derrocar al gobierno legal de Berro, sino que impuso a
Flores, el revolucionario vencedor, su colaboración, para la
guerra que emprendió contra Paraguay. Se ve bien entonces,
cómo, aunque abandonase sus planes anexionistas, Brasil per­
sistía en la política de intervenciones que implicaban un ver­
dadero cercenamiento de nuestra soberanía, una disminución
de personería internacional y, en lo interno, trastornos y
desórdenes políticos que obstaculizaban la estabilidad institu­
cional.
Otro factor que retardó nuestro progreso institucional fue
la conexión de los partidos orientales con los partidos argen­
tinos y brasileños.
Ya en la etapa pre-constitucional se había señalado esa
tendencia a la recíproca vinculación. Basta recordar la afini­
dad de la legislatura provincial de 1826 y 1827 con el unita­
rismo rivadaviano. Pero es necesario fijar preponderante-
mente la atención en dos aproximaciones internacionales que
constituyen factores esencialísimos en nuestro proceso inter­
no ; la colaboración con los riograndenses y la colaboración con
los partidos políticos argentinos, durante la dictadura de Ro­
sas. La gravitación de Río Grande en nuestros asuntos inter­
nos tiene explicación lógica. Río Grande geográfica, social,
humanamente, tenía grandes afinidades con las regiones pla­
teases, en particular con nuestro país.
Uruguay, Paraná y Paraguay, forman una red fluvial
sobre la cual se asientan cinco países, Bolivia, Argentina,
Paraguay, Brasil y Uruguay: y de ahí nacen serias interde­
pendencias políticas que vinculan a las naciones por la simi­
litud y comunidad de sus problemas.
Además, como lo ha hecho notar un historiador brasi­
leño, Río Grande tenía grandes afinidades con nuestro país
desde el punto de vista humano. “Hombres y métodos, así co­
mo las costumbres, .hasta cierto punto, que caracterizan la
pampa argentina, la planicie uruguaya, la meseta ríograndense.
Los desórdenes nunca subieron las líneas de las vertientes:
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 55

Los Andes, al Oeste, la región de la cima de la Sierra, al este,


tales los límites geográficos de la guerrilla permanente que
hasta 1852 ensangrentó el suelo americano. Zona de vida a
caballo, de entrevero montado de lanza y espada. Región de
llanuras suavemente onduladas. Factores antropogeográficos
inconfundibles. ” (8)
Por otra parte, la vinculación de Río Grande había teni­
do lugar de una manera permanente durante la época colo­
nial en que las. fronteras no estaban bien delimitadas. Du­
rante el período revolucionario de la Patria Vieja, la conmo­
ción había alcanzado también a aquella provincia. Y el mis­
mo Artigas, en momentos graves de lucha con la tendencia
política bonaerense, había realizado gestiones de acercamien­
to con el gobierno de Río Grande. (9)
La invasión del ejército republicano en 1826 — sobre to­
do en la época en que fué dirigido por Lavalleja, produjo una
gran difusión de ideas liberales en Río Grande. El padre Cal­
das, brasileño emigrado de ideas liberales, capellán del ejér­
cito republicano más tarde radicado en Cerro Largo, fué el
agente de Lavalleja en Ja colaboración oriental-ríogranden se
particularmente con el caudillo liberal Bentos Gon^alves. La
colaboración se intensificó al estallar en 1835 la revolución de
los farrapos. Entonces la aproximación se llevó a cabo con
Rivera. La Alianza Rivera-Río Grande, se hizo estrecha en
1838, firmándose entre el caudillo oriental y los jefes ríogran-
denses un tratado que revela el concepto patrimonial del po­
der que tenía el primero. (10). Insistiremos particularmente
sobre este punto al hablar de los primeros períodos consti­
tucionales. Brasil, con su incoherencia política, con su enorme
masa desarticulada y heretogéneaj pesaba como un proble­
ma sobre el nuevo estado, frágil y pequeño. Además no debe­
mos hacernos una idea falsa —en perpectivas— de las fron­
teras. Nuestro criterio sobre ellas tiene hoy la inmovilidad
que le han dado los acontecimientos posteriores y la fe que le
hemos añadido. Entonces, en los albores de la formación po­
lítica de estos pueblos, eran líneas indecisas y temblorosas en
que jugaban pasos de ajedrez las combinaciones diplomáticas..
Otro aspecto que conviene recordar es la vinculación de
los partidos rioplatenses durante la Guerra Grande. El te­
56 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

nía será analizado con minuciosidad cuando entremos en ese


período. Pero de esta interferencia, nos interesa ahora la rea­
lizada entre los hombres de la Defensa y el partido unitario,
en lo referente a los planes secesionistas.
Dice el Gral. Paz en sus “Memorias” que cuando Flo­
rencio Varela partió para desempeñar una misión confiden­
cial en Inglaterra (1843) le preguntó si quería la separación
de Entre Ríos y Corrientes para que formasen un estado in­
dependiente. La contestación de Paz fué negativa y sospechó
que el fin de la Misión Varela, era precisamente la desinte­
gración de las Provincias Unidas, con la formación de un es­
tado independiente en el litoral, y que tal vez podía unirse la
República Oriental.
Entonces Paz, opositor enérgico a este plan, le hizo sa­
ber al comodoro Purvis y al Capitán Hothan, que las nego­
ciaciones debían hacerse siempre sobre estas bases: 1?) In­
dependencia de la República Oriental. 2.9) Integridad de las
Provincias Unidas. Parece que un emigrado argentino, cuy»?
nombre no se cita, le presentó el proyecto de Varela a Ca-
san§ao de Sinimbú, agente del Brasil en Montevideo, como so­
lución útilísima para su patria.
Paz consideraba esa tentativa como un gravísimo error^
El sentimiento de nacionalidad argentina era fuerte en entre -
rrianos y correntinos. Menos aún era factible la unión de la
República Oriental a quien su posición geográfica daba per­
fecta autonomía, aparte de las discusiones y resentimientos
—ya irrevertibles— que habían provocado su alejamiento. El
Ministro Sininbú temía también la separación de Río Grande
en este plan, de segregación; pero se opuso a ello, declaran­
do que el Imperio prefería la ruina a la mutilación. (11)
No hay que atribuir tampoco esta vinculación entre la
provincia Oriental y el litoral, a la crisis de nacionalismo que
significó la guerra de la Defensa. Ella tenía antecedentes le­
janos y circunstancias de índole social que la explican. Fuera
de la similitud del elemento humano, la vinculación ideológi­
ca creada por la penetración del ideal artiguista había sus­
citado honda aproximación entre el litoral y la provincia
Oriental. Este fenómeno no escapó al ojo sagaz de Nicolás
Herrera, que trató de impulsar la penetración portuguesa
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 57

hasta la zona de litoral. Por sus gestiones, Lecor había llega­


do al convencimiento de que la pacificación oriental sólo po­
día realizarse si la ocupación se prolongaba más allá del río
Uruguay. Y si bien Lecor no llegó a realizar esa expansión,
trató por lo menos de paralizar la posible cooperación de los
gobiernos del litoral a la revolución de la Cisplatina; coope­
ración que pudo haberse efectuado en 1822 y 1823 si las ges­
tiones del gobierno de Buenos Aires no la hubieran obstaculi­
zado. La aproximación con Entre Ríos fue, en la época de Li
Defensa una de las piedras angulares en la inteligente políti­
ca del canciller D. Manuel Herrera y Obes y recién se consi­
guió en 1850. En cambio la unión Oriental con Corrientes se
intentó desde i831, se realizó en 1838, ratificándose en 1842,
con la incorporación de Santa Fe, alianza en la que también
hubo de tomar parte Rentos Goncalves, el caudillo riogran-
dense. No fueron sólo los emigrados argentinos los que se
manifestaron aquiescentes a estos planes. En carta dirigida
a Francisco Maga ri ños el 25 de setiembre de 1843, Santiago
Vázquez habla de que Sinimbú le comunicó el proyecto: la.
reunión, confederación o federación de Entre Ríos, Corrien­
tes y la República Oriental. Vázquez contestó que él no era de;
opinión de que la República aumentase su territorio; le pa­
recía topográficamente más factible la reunión de Corrientes
al Paraguay; pero tampoco se oponía al proyecto: las cir­
cunstancias decidirían. (12)
Otro antecedente disgregacionista aunque de distinto ca­
rácter se encuentra en la época rivadaviana. En momentos en
que Rivadavia fracasaba en el intento de imponer su políti­
ca civilizadora por la resistencia de las provincias, se formu­
ló un proyecto por el cual la provincia de Buenos Aires que­
daría segregada del resto, uniéndose en cambio a la Provin­
cia Oriental en cuya legislatura tenían ecos fervientes las au­
daces reformas del unitarismo. (13)
Los doctores Andrés Ferrara y Gabriel Ocampo fueron
los propulsores de este plan que fracasó.
3) Se ha buscado otra causa de perturbación en el factor
social. El elemento gaucho base de nuestro medio humano, es
por esencia individualista, caudillista de instinto, pronto pa­
ra el desorden y la anarquía. Esta responsabilidad debe sin
58 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ombargo, ser atenuada. Es verdad que la mentalidad gaucha


tiene una gran aptitud para las formas simples, primitivas,
personales, de la autoridad, no ciñéndose sino con esfuerzo a
las formas disciplinadas de la vida orgánica. Pero no debe­
mos olvidar tampoco que la ciudad civilizada cumplió tarde
y mal el rol civilizador que le incumbía. Casi a fines del siglo,
José P. Varela, al fundar su plan de difusión de cul­
tura, había de evidenciar con cifras y con datos muy concre­
tos, el abandono hegemónico de Montevideo, en lo que se re­
fiere al impulso espiritual é intelectual del país.
Carlos María Ramírez en varios artículos publicados en
“El Siglo’’ en 1868 recordaba también esta omisión, en tér­
minos que nada tenían de exagerados. (14)
Pero es que además, el hecho de la influencia de la cam­
paña y del elemento campesino en las luchas internas ha sido
exagerado. Basta, para comprobarlo, recordar estos antece­
dentes.
1?) La revolución de 1825 fué campesina; sin embargo
además de su carácter heroico fué perfectamente orgánica.
2.9) Hubo revoluciones en que entró como único factor el
elemento doctoral; por ejemplo, las del partido conservador,
que no fueron escasas ni poco desquiciadoras.
3.9) Muchas veces el elemento doctoral se alió al caudi-
llesco para esclarecerlo, para dirigirlo intelectualmente.
4?) Y no faltó ocasión en que los caudillos hayan mani­
festado sus deseos pacifistas, obstaculizados precisamente por
el elemento intelectual. Basta recordar por ejemplo los inten­
tos de Rivera, en 1838, para sustraerse a las complicaciones
argentinas; sus gestiones de acercamiento con Oribe, en 1847,
que le valieron el destierro, y el Pacto de la Unión en que. dos
caudillos, Flores y Oribe, renunciaron a legítimas ambicio­
nes de mando para asegurar al país la tranquilidad que los
doctores le habían robado.
4) Se señala como otra causa de inestabilidad, la consti­
tución de 1830. Al estudiarla, hemos analizado sus errores y
sus aciertos. Dijimos entonces que no era obra perfecta ni
adecuada totalmente a nuestra realidad. Pero no podemos
hacerla íntegramente responsable de nuestros males.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 59

Es artificioso responsabilizar los principios de derecho


•de los desaciertos del hecho. Sin incurrir en las exageracio­
nes del historicismo jurídico que considera el mundo del de­
recho como una floración espontánea, es posible afirmar que
puede formarse en torno a las leyes una jurisprudencia vi­
vificadora, que las haga flexibles, adecuándolas a la reali­
dad. Así pudo haber ocurrido con nuestra constitución si los
hábitos políticos lo hubiesen permitido. La impaciencia de nues­
tros dirigentes por los impulsos revolucionarios y hasta por
razones de idiosincrasia personal, cada vez que se producía
una conmoción (a veces sin ella) reclamaba la subversión total:
reforma, cambio de constitución, como si en ese cambio residie­
ra la panacea de todos los males. Alguna vez, una palabra pru­
dente se hizo oír para disolver este espejismo. En 1854 produ­
cida ya la caída de Giró la idea de reformar la constitución por
medio de la doble Asamblea, había ganado todos los ánimos. Y
bien: entonces dijo Manuel Herrera y Obes, en una memoria
notable por muchos conceptos: “El mal de nuestra constitu­
ción actual está en que no se cumple: en que es una mentira,
•en la práctica; en que ella es impotente para luchar con nues­
tras tendencias indomables a lá desorganización; en que na­
die la acepta sino para cobijar sus malas pasiones; en que los
hábitos de nuestra tradición revolucionaria son más fuertes
que los más sanos preceptos de orden y de disciplina: en que
las preocupaciones y las pasiones selváticas hacen la base de
nuestras costumbres: en una palabra, en que no estamos pre­
parados para la existencia política que nos hemos dado’’...
“No son las instituciones políticas la primera necesidad
•de un país nuevo, despoblado, ignorante al último grado, sin
costumbres, sin creencias, sin capitales: en una palabra, en
las condiciones del nuestro, que son las de todos los estados
de nuestro continente, con rara excepción. Todo lo contrario,
y de ahí sus desgracias. Por haber invertido el orden natu­
ral: por haber empezado por donde debió acabarse: por ha­
ber persistido en el error, muy disculpable, de nuestros pa­
dres : por el empeño de tener, antes de todo constituciones es­
critas, fabricadas en una o dos noches de vigilia sin conoci­
miento de la fisonomía característica, de los Pueblos para
quienes se daban, constituciones que eran el fruto sólo del or-
60 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

güilo y la vanidad propia de las civilizacinoes postizas, es que


los estados de la América Española se encuentran en la mi­
serable condición en que viven y que los tiene votados a la ri­
sa y al sarcasmo de los pueblos verdaderamente civiliza­
dos”. (15)
Reconocemos no obstante que entre los defectos de nues­
tro primer Código político, hubo uno ya señalado capaz de
influir como factor de desequilibrio: la ausencia de copartici­
pación política.
Ni en los ministerios, ni en las cámaras, ni en las jefatu­
ras políticas, en ninguna institución electiva, se daba entra­
da a las minorías, por importantes que ellas fueran. No debe
extrañarnos el hecho si se tiene en cuenta que la experiencia
electoral se prolongó en medios más civilizados que el nues­
tro, hasta los primeros años del siglo XX y su fórmula defi*
nitiva no se ha cumplido aiín. Pero las leyes electorales pu­
dieron haber dulcificado la exclusión sistemática de la consti­
tución y haber creado condiciones favorables para la convi­
vencia política.
En cierto modo ésta se realizó con la paz de abril, de
1872, que reconoció al Partido Blanco el derecho a tener va­
rias jefaturas políticas; con la paz de setiembre de 1897, se
obtuvo la promesa de la reforma electoral, bajo el sistema de
voto incompleto. Estos pactos no fueron sino un rudimento
de coparticipación; y costaron al país varios y cruentos le­
vantamientos.
5) Otro factor que pudo haber influido es el escepticis­
mo político; mucha gente, alguna de talento y sinceridad, no
creía en la capacidad del país para la existencia libre. Esa
desconfianza llevó al desfallecimiento de la Cisplatina a hom­
bres tan bien intencionados como Dámaso Larrañaga y To­
más García de Zúñiga; inspiró el proyecto de Ducado de Ni­
colás Herrera y el de protectorado de Francisco Llambí; jus­
tificó el tratado de alianza de 1851 con el Brasil, que autori­
zaba a éste para ingerirse en nuestro asuntos internos; pro­
vocó adhesiones a los principios enunciados por Lamas en
su manifiesto de 1855, que proclamaba la fundamental nece­
sidad de la alianza brasileña; movió la prédica de Juan Car­
los Gómez que se orientaba hacia la reconstrucción del Vi-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 61

rreynato del Río de la Plata, inspiró por fin, en 1859, el fa­


moso tratado de neutralización que Lamas proyectó entre
Brasil y Argentina y que Cándido Juanicó iba a tra­
tar de extender en 1865 incluyendo a los gobiernos de Ingla­
terra, Francia, España e Italia. (16)
6) La falta de desarrollo económico fué otra causa de
perturbación y como consecuencia, falta de una clase media
estable y estabilizado™, capaz de procurar la consolidación
social. Recién en segunda mitad del siglo, de 1875 en adelan­
te, comienza a preocupar el problema de la campaña, la ex­
plotación científica de su riqueza ganadera y a producirse las
corrientes inmigratorias laboriosas y la colocación de capita­
les, muchos extranjeros.

in
Hemos reconocido y aquilatado, pues, con prudencia los
factores diversos que han retardado nuestra organización. Y
al examinarlos en conjunto, vemos entonces cuán artificial es
señalar una fecha concreta de independencia. Para el símbo­
lo histórico ese señalamiento es una necesidad; para el histo­
riador, un artificio de inmovilización. Nuestra independencia
ha sido, no un acto, sino un largo proceso, en que después de
la etapa heroica de la guerra, hubo que cumplir otra, tal vez
más penosa, en que el país, debatiéndose con vecinos podero­
sos que lo codiciaban, conteniendo la trabazón de sus propios
partidos con los partidos ajenos, reformando dolorosamente
sus instituciones, asentando las bases de su organización eco­
nómica y hasta, venciendo las desconfianzas de sus propios
hijos, fijó al fin sus fronteras de una manera consciente, vo­
luntaria y libre, e impuso a las demás naciones el respeto a
su soberanía interna e internacional.
il

i1

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í‘
NOTAS CORRESPONDIENTES AL CAPITULO 111

(1) Sarmiento, “Facundo o Civilización y Barbarie en las Pampas Ar­


gentinas”, págs. 36-39, París, 1874.
(2) E. Echeverría “Cartas a Pedro de Angelis”, reproducidas última­
mente en “Antecedentes de la Asociación de Mayo, 1837-1937, páginas 275
«a 294, Buenos Aires, 1937.
(3) Véase “Andrés Lamas”, “Agresiones de Rosas”, pág. 80, Montevi­
deo, 1849.
(4) Véase carta de Andrés Lamas al Gral. Enrique Martínez de agosto
íi de 1845, publicada por el P. Guillermo Furlong (SJ) en “Estudios”, núm.
266 pág. 120, Buenos Aires, 1933.
(5) “La novedad del día es la publicación hecha por “La Nación Ar­
gentina” (,y precedida del correspondiente resúmen) de un pretendido ma­
nifiesto de Flores.
Ese documento revela que Flores ha aceptado la dirección conservadora
la que a pesar de sus victorias le ha impuesto una penitencia pública por
su alianza con Oribe y la abdicación de sus pretensiones presidenciales”.
“Además de eso, parece que también le han exigido la promesa de que
les dejará Ja libertad de realizar los proclamados Estados Unidos del Pla­
ta, pues no de otro modo puede entenderse tratándose de un país constitui­
do y de hombres que profesan alguna idea, lo de que “quedareis libres de
constituiros como convenga a los intereses y a la gloria de la Patria”,
“Para que ningún color falte a la bandera de los llamados conserva­
dores, también viene aquello de que si alguna vez fueron vencidos, se debió
a la intervención extranjera, esto es, al Brasil”.
“Como alguno de los Síes, del Gobierno Argentino profesaban también
la idea de la reconstrucción del antiguo Virreinato, y por ella trabajaban de
acuerdo con los que hoy asumen la dirección de la revolución encabezada
por Flores, el hecho de que la “Nación Argentina” aparezca hoy como el
nuevo órgano oficial de la nueva dirección dada a la revolución me inspira
grandes inquietudes respecto a la ulterior’ política de este Gobierno”.
“Llamo la atención de Vd. sobre eso. Entramos, indudablemente en
una nueva faz. Desde que toman la dirección de la revolución los hombres
que públicamente, profesan la idea de constituir una grande nacionali­
dad cc-n todo el Río de la Plata, desde que se reservan en un documento de
esa clase la libertad de constituirse como entienden — desde que están en
el gobierno argentino las personas que públicamente han profesado la mis­
ma idea — y desde que el periódico que vive en la intimidad del gobierno
argentino se presenta como órgano de la revolución oriental bajo el aspec­
to que hoy toma, ¿no cree Vd. que debe ocuparse diplomáticamente de las
eventualidades que se preparan, al menos con la Legación Brasilera?”.
“Tanto respecto a ésto, como respecto a las expediciones que salen de
territorio argentino para robustecer la invasión que de ese territorio nos
vino, me persuado que nuestras reclamaciones no tendrán aquí ningún
buen resultado, si el Brasil, ya que no otras potencias, no se coloca a
nuestro lado para decir firmemente a estos Señores que tales cosas no-
pueden hacerse ni tolerarse aquí sin violar el derecho de gentes y el de­
recho público convencional de estos países, y sin mostrarse el Brasil como
nosotros resuelto a oponerse a esas violaciones”.
“Nuestras reclamaciones aisladas solo nos llevarán a un conflicto que
tal vez se desea ahora”.
“Se desea, y, quizá se buscará, si no ofrecemos la ocasión”. (Borrador
original de D. Andrés Lamas — Archivo G. de la Nación, fondo ex “Ar­
chivo y Museo Histórico Nacional”, Caja 149, Montevideo).
64 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

(6) J. P. CaJogeras “'A Política Exterior do imperio’’, Tomo II, Río


de Janeiro, 3928.
(7) J. P. Calugeras, Obra Citada.
(8) J. P. Calogeras, Obra Citada.
(9) Aurelio Porto, “Influencia do Caudillismo Uruguayo no Río Gran­
de do Sul” en “Revista do Instituto Histórico e Geographico do Río
Grande do Sul”. Aunó IX, JIl trimestre pág. 423, Porto Alegre, 1929.
(10) Alfredo Varela “Historia da Grande Revolucao”, Porto Alegre,
3933.
(11) Véase el capítulo relativo a la Guerra Grande.
(12) Carta de Santiago Vázquez a Francisco Magariños — Setiembre
2'5 de 1843, original en el archivo de D. Mateo Magarinos de Mello.
(13) Ver los documentos relativos al proyecto de los Dres. Ferrara y
Ocampo, publicados en “Crónica Política y Literaria de Buenos Aires”, de
11 y 12 de Setiembre de 1827.
(14) Carlos M. Ramírez, “Escritos” publicados por el Instituto His­
tórico y 'Geográfico del Uruguay, con advertencia de Raúl Montero Bus-
laman te. Montevideo, 1923.
El 24 de Abril de 1868 escribía Carlos M. Ramírez en “El Siglo” eon
el título “La Cuestión Vital”: .. “La ciudad quiere absorver a la campaña
sin comunicarle su civilización y su vida; la campaña quiere absorver a
la ciudad imponiéndole su forma de independencia salvaje y sit gobierno
■personal... Los constituyentes, injustos con la masa campesina que aca­
baba de dar libertad a la patria, despojaron del derecho de ciudadanía al
peón, al jornalero, al analfabeto, la mayoría. Y esos desheredados políticos
son los que han dispuesto más de una vez del gobierno. Ese es el mal y
el peligro: el predominio de la campaña sobre la ciudad. La obra de la
civilización interrumpida; el progreso imposible; la autonomía salvaje
tribal en lugar de la democracia culta y orgánica. Hay que civilizar la
campaña; sino la invasión de los bárbaros va a sorprender a los partidos,
absortos <-u la discusión Bizantina”.
Y el 26 de Abril del mismo año al referirse a lo que debía hacerse en
la campaña expresa: “...Pero, como piedra fundamental, empezar por
algo básico que la campaña no tiene: garantías para la vida, el honor, la
propiedad, de su? habitantes”...
(15) Memorándum de Manuel Herrera y Obes acerca de la reunión de
la doble Asamblea de 1854 publicado en “Revista de la Asociación de Es­
tudiantes de Abogacía”, año III, núm. 5, marzo de 1934. págs. 200 a 212,
Montevideo.
(16) Sobre los proyectes de Nicolás Herrera de 1828 y de Francisco
Llaníbí de 1837, véase “Correspondencia de Gabriel A. . Pereira”, tomo I,
pág. 88 y Felipe Ferreiro, “Documentos referentes a la guerra civil 1836-
1838 en “Revista del instituto Histórico y Geográfico del Uruguay”, To­
mo II, 1922 y siguientes.
CAPITULO IV
La primera etapa Constitucional.
(1830 - 1838)
I

Haremos una breve semblanza de Rivera, tomando los da­


tos esenciales de un manuscrito de su puño y letra, que se en­
cuentra en la Biblioteca Nacional y en el que están enumera­
dos los hechos de armas en qué tomó parte desde 1811 a 1845.
Según parece, la redacción corresponde al año 1846v fecha en
la cual el prestigio político del caudillo había decaído. Así,
pues, iniciaremos la biografía del Gral. Rivera desde el mo­
mento en (pie comenzó a actuar en las campañas revoluciona­
rias. En 1811 estuvo en la rendición del Colla; más tarde es­
tuvo en la batalla de San José. Cinco días antes de la batalla
de las Piedras se reunió con Artigas en el Canelón Chico;
estuvo en ella, obteniendo el grado de capitán. Luego actuó en
el sitio de Montevideo hasta el armisticio. Siguió luchando
eontra los portugueses; luego continuó la lucha contra los
españoles y tomó parte de la batalla del Cerrito.
Más tarde tomó parte activa en las luchas contra las
pretcnsiones hegemónicas de Buenos Aires. Mandó el ejército
oriental en calidad de teniente coronel en la batalla de Gua­
yabos el 10 de enero de 1815; allí obtuvo el grado de coronel.
•Combatió a los portugueses, sometiéndose al fin en 1820
•cuando la resistencia fué imposible. En esa época se encon­
traba ya distanciado de Artigas. No quiso adherir a la re­
volución de 1823. Pero, “¿podrá ser un crimen el no haber
tomado parte en los pasos que dio el Cabildo de Montevideo
asociado con el General Portugués D. Alvaro en el año 23?”,
expresó el propio Rivera en 182G. “Para mi —agrega^— eso
era complicado; el país no estaba conforme porque mis pai­
sanos no querían sino patria neta, a más, yo veía para mi, que
no era oportuno en circunstancias que el Brasil estaba todo
en juego, por una causa que la generalidad estaba empeñada;
que nuestro país estaba en suma desgracia; que estaba sin
brazos porque la flor de sus habitantes generosos había pere­
66 HISTORIA DE LA REPÚBLICA OR/IENTAL DEL URUGUAY

cido en la guerra contra los portugueses, y en la anarquía,


que últimamente no había un solo capitalista que pudiese con­
tribuir con mil pesos al empeño que nos propusiésemos; que
entonces las provincias se devoraban en la guerra civil, y más
que en todo, entonces que nadie tomaba parte con los Orien­
tales, para la grande empresa de libertar al país, porque na­
die podía dar entonces lo que no tenía para sí, y darlo a co­
rrer el eminente riesgo de perderlo todo, fué para mi ver im­
prudencia”. .. (1) Con estos argumentos —excusas más que
razones— Rivera intentaba ocultar la intención que en 1823
lo había animado de permanecer vinculado al Imperio, que lo
colmara de distinciones, insensible entonces al llamado del
auténtico patriotismo.
Prestó luego su colaboración a la empresa libertadora
de los Treinta y Tres una vez iniciado el movimiento que no
había acompañado en sus orígenes. Obtuvo la victoria del Rin­
cón, participó en la de Sarandí, fué; finalmente el conquis­
tador de Misiones. Era, indiscutiblemente el caudillo, por ex­
celencia, aquel a quien la multitud seguía por intuición., atraí­
da por su valor, su audacia, su don de simpatía. En esa ad­
hesión incondicional faltaba indudablemente toda juiciosa
discriminación. Aquella democracia inorgánica no juzgaba ni
quería juzgar la gestión administrativa de su héroe. Su pro­
digalidad, aunque fuera a costa de los dineros públicos, era uir
rasgo más de simpatía. Su afición a la vida nómade y campe­
sina, aunque significara un descuido a sus obligaciones cons­
titucionales, parecía un vínculo más con el gauchaje. Nadie
había podido expresar más claramente esta compenetración
del caudillo con el medio ambiente que el grabado de Besnes e
Irigoyen que lleva por leyenda: “Mi general, un mate”.
La semblanza de Rivera nos ha quedado trazada por una
mano maestra, en quien la crítica histórica reconoce el inte­
ligente pincel de Manuel Herrera y Obes. No es una descrip­
ción desapasionada. Corresponde a la época de la Defensa,
cuando los doctores de Montevideo, cansados de la modalidad
inorgánica e indisciplinada del caudillo, procuraron eliminar­
lo de la vida política. Sin embargo, aún así sobre estas pala­
bras, se cierne indudablemente el prestigio de Don Frutos.
Oigamos otra opinión. Es la del cónsul francés M. Ravmond
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 67

Barandére. La citamos para reflejar el juicio de un observa­


dor extranjero. A la historia sólo accesoriamente puede inte­
resar la opininión de un hombre extraño al medio, hostil casi,
y que además había de manifestar cierta volubilidad poco
científica en sus apreciaciones:
“...Rosas, y Rivera —dice— son dos entidades entera­
mente incompatibles, aunque procedentes el uno y el otro del
mismo principio: el del triunfo de la población de la campa­
ña sobre la ciudad, de la masa ignorante, brutal, sobre la par­
te esclarecida; del gaucho semisalvaje y en chiripá (sans cu-
lotte) sobre el hombre social: en una palabra, el triunfo de la
barbarie sobre la civilización.”
“Pero el uno es cruel, feroz y sanguinario, por naturale­
za como cálculo; el otro, al contrario, es dulce, indolente, hu­
mano, por temperamento como por sistema.”
“El uno, aplica el poder de que está investido a satisfa­
cer sus venganzas personales y al exterminio de sus enemi­
gos políticos; el otro siempre ha llevado hasta la longamini-
dad el olvido de las injurias privadas y se ha mostrado cle­
mente hasta la magnanimidad con sus enemigos, vencidos
desarmados; el uno, quiere el poder para oprimir, el otro, pa­
ra no tener igual y menos aún, superior; el uno, dispone a su
capricho, de los tesoros del estado y de las fortunas priva­
das, en el interés de su insaciable avaricia; el otro sólo lo ha­
ce para servir sus prodigalidades y su inclinación a las lar­
guezas verdaderamente principescas.” “El uno, lleva su te­
mor a la opinión pública hasta hacer pagar con la vida la más
simple manifestación de crítica o de descontento; el otro, lle­
va hasta el cinismo su indiferencia por toda clase de crítica
de sus acciones, y su desprecio por toda censura, por amar­
ga, por violenta que ella sea. El uno, no puede tolerar la pren­
sa libre; el otro, ni se inquieta, porque él se cree por encima
de sus ataques.”
“En fin, Rosas quiere que todo ceda, que todo se abata
a su alrededor, bajo el terror que él inspira, en tanto que Ri­
vera es el espíritu más independiente, y no puede soportar
otro yugo que el de sus pasiones’’... (2)
68 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

II

Los hombres que acompañaron a Rivera en su gobierno


no se habían destacado por los servicios prestados a la pa­
tria.
Algunos de ellos pertenecían al grupo que se había so­
lidarizado con Portugal primero, y con Brasil después, mien­
tras los patrias luchaban heroicamente por la independencia.
En ese grupo se encontraban precisamente “los cinco herma­
nos”, vinculados entre sí por lazos de parentesco político:
Nicolás Herrera, senador; José Ellauri, ministro de Gobier­
no y de Relaciones Exteriores; Lucas Obes, fiscal de gobier­
no; Julián Alvarez, representante y miembro del Tribunal
de Apelaciones; (el quinto hermano, Juan Andrés Gelly, no
tenía en aquel momento ningún cargo). Algunos eran hom-
tres inteligentes, de una capacidad superior al nivel de los
contemporáneos y del país: Nicolás Herrera y Lucas J. Obes.
Del primero ya hablamos al ocuparnos de la misión de 1829.
Lucas Obes había iniciado su actuación pública en 1808
influyendo con su consejo en las actitudes rebeldes de Mon­
tevideo contra el Virrey Liniers que culminaron en la forma­
ción de la Junta de Gobierno. En 1810 se mostró partidario
del reconocimiento del gobierno revolucionario de Buenos Ai­
res. Abandonó por entonces Montevideo y se radicó en Bahía,
consagrándose a las actividades comerciales. En 1815 reapa­
reció en el Río de la Plata actuando junto a D. Fernando
Otorgues, gobernador de Montevideo. Sus actitudes le valie­
ron ser llevado preso a Purificación. Ocupada la ciudad de
Montevideo por el Gral. Lecor, Lucas Obes figuró entre los
integrantes del Consulado de Comercio de la época. En 1822
fue comisionado para conducir ante las Cortes de Lisboa las
actas del Congreso Cisplatino; Obes de acuerdo con el Capi­
tán General D. Carlos F. Lecor se detuvo en Río de Janeiro, en
momentos en que culminaba el proceso de la Independencia
del Reyno del Brasil; y puso a la Provincia Oriental bajo la
protección del príncipe Regente Don Pedro. Participó en la
reunión de Procuradores Reales que decidió la Independen­
cia del Brasil. Convertido en personaje influyente de la Cor­
te, fué enviado en misión a la Provincia Oriental para apre­
surar su incorporación al Imperio. Obes venía con instruc­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 69

ciones que lo habilitaban incluso para separar de su cargo al


Barón de la Laguna, que en aquellos momentos se había he­
cho poco recomendable por su conducta vacilante. En 1824
filé nombrado diputado para representar a la Provincia Cis­
platina en Pío de Janeiro donde permaneció hasta 1826; pro­
ducida la revolución de los Treinta y Tres, ■— aún sin estar
en armonía con ella — se fugó de Río de Janeiro. El go­
bierno de Rivadavia lo redujo a prisión. Obes hizo minuciosa
defensa de su vida pública y una vez que recuperó su liber­
tad ligó su destino político al del Gral. Rivera junto a quien
reapareció en 1829, después del triunfo de Misiones, para ac­
tuar en primer plano en el escenario político del nuevo esta­
do. Obes era hombre de inteligencia más práctica que bri­
llante. Creía que el gobierno de estos países debía orientarse
antes que nada en busca del progreso material y del desarro­
llo de su capacidad económica. Era un entusiasta de las doctri­
nas liberales de Adán Smith y Bentham, según lo puso de ma­
nifiesto mientras actuó en el Consulado de Comercio de Mon­
tevideo, en el Ministerio de Hacienda, durante la Presiden­
cia del Gral. Rivera y en la Fiscalía de Gobierno. Llevado por
ese principio utilitario llegó a sostener que “la utilidad para
las naciones cultas es sinónimo de lo \licito.” (3)
Un sector importante de la opinión no aceptaba la ges­
tión pública de Rivera. Al descontento producido por el en­
tronizamiento de los anti-patriotas se mezclaba la censura
que merecía la actitud de Rivera, que se alejaba, de Montevi­
deo, y descuidaba sus obligaciones constitucionales para sa­
tisfacer sus ansias gauchas de nomadismo. La opinión inge­
nua de aquellos tiempos, repetía, sin saberlo, la antigua y
candorosa fórmula: “Le roi ne se trompe jamais”... El rey
no se equivoca nunca; son sus consejeros los culpables. La
culpa la tienen los que lo rodean. El 20 de junio de 1831 apa­
reció en Buenos Aires un folleto dirigido contra “los cinco
hermanos”. Era su autor el Dr. Lorenzo Villegas, quien lue­
go de presentar renuncia del cargo que desempeñaba en el
Tribunal de Apelaciones, había emigrado a Buenos Aires; y
la censura era precisamente contra el círculo de Rivera, no»
contra éste, a quien atribuía grandes propósitos.
Las críticas arreciaron cuando, en noviembre de 1831 r
entró D. Santiago Vázquez a desempeñar el cargo de Minis­
70 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

tro universal, con cuatro carteras. Aparecieron diarios de


oposición lavallejista: “El Campo de Asilo”; “El Recopila­
dor”, “La Diablada o el Robo de la Bolsa”. Y de parte de
los oficialistas: “La Matraca”.
La lucha asumió caracteres de violencia y mordacidad
tales que hacían presagiar un choque de fuerzas armadas.
Vinculados a Lavalleja estaban Juan F. Giró, Francisco J.
Muñoz, Miguel Barreiro, Pablo Zufriategui, Juan Benito y
Silvestre Blanco. Vinieron las revueltas armadas. El 28 de
junio de 1832, el mayor Juan Santana se levantó en Durazno
contra Rivera; el 3 de julio el coronel Eugenio Garzón hizo lo
propio en Montevideo, donde actuaba en calidad de vice-pre-
sidente, 1). Luis E. Pérez. Garzón hizo el movimiento contra
Vázquez, quien tuvo que refugiarse en un buque extranjero.
Luis E. Pérez obedeciendo a los requerimientos de los suble­
vados, separó a Vázquez del Ministerio e integró el de Go­
bierno y Relaciones Exteriores con Francisco J. Muñoz; y el
de Hacienda con D. Manuel Vidal.
Pero, no habiendo satisfecho enteramente a los revolu­
cionarios, el Coronel Garzón, el 11 de julio declaró caduca su
autoridad. El 19 de setiembre de 1833, el coronel Eugenio
Garzón justificó su conducta ante el General Guillermo Mi-
11er a quien expresó: “El doctor Obes y el Círculo Imperial
es presentemente la facción que predomina en mi Patria V.
no deja de estar impuesto de las pretensiones de esta Ga­
villa que siempre fue enemiga de la independencia de la
Banda Oriental (y) cuando V. la visito de Trancito pp-a el
Perú, se impuso bien que Rivera y Obes eran dos hombres
funestos para dirigir la administración de que sean apode­
rado sin economisar los medios mas violentos que al fin fue
preciso resistir con las vias de hecho en cuya (emos sido)
h a-cido desgraciado el partido que verdaderamente se llama
Patriota”, etc. (4).
Por unos días los revolucionarios parecieron dueños de
la ciudad. Entre tanto, se hacían gestiones de avenimiento;
el 24 de juñio consiguió Lavalleja unas bases de concilia­
ción que luego Rivera no ratificó. Pedía el regreso de Ri­
vera a la Capital; reintegración de los ministros Lavallejis-
tas nombrados por Luis E. Pérez el 4 de julio; Lavalleja
permanecería con el mando de las fuerzas sublevadas del
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 71

Durazno y las que se le incorporaron de la Capital. El ar­


tículo 5 del mencionado convenio establecía la obligación de
residenciar a los funcionarios públicos y ministros de las
varias épocas de la administración constitucional por una
Comisión de la Asamblea, de la que debían ser excluidos Ju­
lián Alvarez y Nicolás Herrera.
Pero Montevideo, reaccionó en favor de Rivera, y el
14 de agosto de 1832, éste hizo su entrada triunfal en ella
(5).
Santiago Vázquez fué inmediatamente restituido en el
Ministerio y fué instigador de la violenta reacción que si­
guió. Hubo confiscación y embargo de bienes y se suspen­
dieron los fueros parlamentarios de Miguel Marreiro, Sil­
vestre Blanco y Juan Benito Blanco, acusados de haber si­
do los caudillos de la revolución. Pero Lavalleja intentó a
su vez la reacción: en abril de 1833 las fuerzas que le res­
pondían, al mando del Coronel argentino Manuel de Olazá-
bal, penetraron por la frontera brasileña y ocuparon la Vi­
lla de Meló, que tuvieron sin embargo que desalojar pocas
horas después.
En marzo de 1834 Lavalleja cruzó el Uruguay y acam­
pó en Higueritas; Anacleto Medina obligó a los revolucio­
narios a correrse hacia el Norte del Río Negro. Desde la
frontera, Lavalleja seguía la propaganda revolucionaria; pe­
ro fué nuevamente derrotado por las fuerzas de Rivera y
obligado a internarse en el Brasil.
Entre tanto, habían ocurrido hechos políticos de impor­
tancia. Las vinculaciones entre Rivera y Santiago Vázquez
eran muy poco cordiales. Aquél llegó hasta dar órdenes pa­
ra separar al Ministro universal, de quien dijo, “...ha em­
pleado la mayor parte de su vida en introducir la discordia
entre nuestros amigos, para hacerlos instrumentos de sus
más pequeños intereses” (6).
Al fin, en octubre de 1833, Santiago Vázquez presentó su
renuncia. Entraron entonces al Ministerio, personas que ha­
bían tenido vinculación con el Lavallejismo: Francisco
Llambí y Manuel Oribe. La influencia de este último fué
creciendo paulatinamente.
Al terminar el período legal de su mandato, Rivera de­
jó el poder a pesar de instancias que se le hicieron para
í'

72 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

que permaneciera; y entregó el gobierno al Presidente <L*r


Senado, don Carlos Anaya.
No había en aquel momento pasión política alguna. Los
comicios de 1833 se realizaron con bastante indiferencia.
Además se había iniciado ya en el Parlamento el procesa
a la Administración financiera de Rivera. Lucas J. Obes,
Ministro de Hacienda de éste, continuó siéndolo do su sus­
tituto interino, Carlos Anaya.
Pero la situación de Obes al querer defender la ges­
tión económica anterior, fué haciéndose paulatinamente más
violenta, hasta que se vió en la necesidad de renunciar.

III

La gestión internacional del gobierno de Rivera tiene


aspectos interesantes. Ya hemos expuesto las dificultades
con que debía moverse la nueva nación que surgió con un es­
tatuto internacional impreciso, sobre el cual se cernía la ma­
la fe de los contratantes, que lo habían establecido. Dos eran
los problemas fundamentales que debían preocupar al nuevo?
estado: la intervención en el tratado definitivo de paz y la
fijación de los límites.
El 5 de mayo de 1831, a raíz de varias incidencias, José
Ellauri (Ministro de Relaciones Exteriores), se dirigió al En­
cargado de Negocios Extranjeros del Imperio, Francisco Car-
neiro Campos, invitándole a resolver los límites de una ma­
nera definitiva. Esta nota no obtuvo contestación inmediata.
El 5 de setiembre de 1831 se resolvió enviar a Lucas J. Obes
con el mismo objeto. El . nombramiento suscitó algunas difi­
cultades internas de interpretación constitucional; pero igual
la gestión no habría dado resultado, porque en noviembre
de 1831, al contestar la nota de Ellauri, el ministro brasile­
ño comunicaba que Brasil no podría concluir un acuerdo sin

bre de 1832 fué acordado el envío de Rondeau a Buenos Ai­


res, para promover la cuestión de los límites. Rondeau no
encontró ambiente en Buenos Aires; en sus comunicaciones
al gobierno oriental llegó a decir que el plan de Baleares
era incorporarnos a las Provincias Unidas. Sin aviso algu­
no, el gobierno argentino designó a Tomás Guido por de­
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 73

creto de abril de 1833, para que negociase con el Brasil el


Tratado Definitivo de Paz (7).
El 21 de febrero de 1833 Luis E. Pérez y Santiago
Vázquez, decididos a poner término a la política desleal de
los estados vecinos, resolvieron solicitar la mediación de In­
glaterra para que oficiase de garantía en el acto en que fuese
celebrado el Tratado Definitivo de Paz. Lucas J. Obes fué de­
signado para cumplir la misión. A su paso por Río de Janei­
ro, Obes debía detenerse y promover la concurrencia de un Mi­
nistro de la República a las negociaciones del Tratado Defi­
nitivo.
Hubo dificultades internas y al fin, aunque el Senado
otorgó la autorización, Lucas J. Obes tuvo que continuar en
el desempeño de sus funciones por razones prácticas, hasta
que el mismo Obes llegó al Ministerio. Entonces concibió un
vasto plan: formar una liga entre los estados Hispano-Ame­
ricanos para reclamar frente al Brasil, los límites estableci­
dos por el tratado de 1777.
Aunque la idea de una confederación americana no era
nueva, corresponde a Obes el mérito de haberla impulsado
para servil’ a soluciones de paz continental. Era la época do
gran brillo intelectual para el ministro, “en que recaían so­
bre él las responsabilidades de la política interna del país,
ausente el general Rivera de la capital, a extremos de ejer­
cer casi la jefatura civil de un partido político; concebía sen­
satos proyectos económicos; propiciaba fórmulas de coloni­
zación; propendía a la difusión de la cultura decretando el
establecimiento de bibliotecas circulantes para la campaña e
intentaba, en el campo de la lucha internacional, llevar a la
práctica ideas que daban al país personalidad propia.’’ (8)
El 13 de julio de 1834 Lucas Obes se dirigió al Ministe­
rio de Relaciones Exteriores de Bolivia y a los demás esta­
dos limítrofes con el Brasil y al encargado de negocios de
Bolivia en Río de Janeiro, Mariano Arman za, el cual acogió
cordialmente nuestra nota.
El 2 de agosto de 1834 Francisco J. Muñoz fué designado
Agente confidencial ante el gobierno de Bolivia; llevaba tam­
bién una nota para el -gobierno del Perú. Se había pensado
enviar a Manuel Herrera y Obes a la Asunción; pero se te­
mieron las intenciones de Francia. En las instrucciones, se
74 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

decía que en último caso el Uruguay se conformaba con la


línea del Ibicuy-Guazú.
En viaje para Bolivia trató Muñoz de atraerse la volun­
tad de los gobernadores de provincia en favor del proyecto
de confederación hispano - americana. Era presidente de Bo­
livia el general Santa Cruz que acogió favorablemente el
plan de la cancillería uruguaya y secundó las gestiones an­
te los gobiernos de Perú y de Colombia.
El gobierno del Perú también prestó su apoyo al proyec­
to de Jiga internacional americana, aunque sin llegar a for­
malizar su voto.
De Colombia no se tuvo contestación. Y en Río de Ja­
neiro el general Apna/iza, representante de Bolivia, realiza­
ba trabajos en favor del plan Obes, obedeciendo instruccio­
nes de su gobierno.
Sin embargo, el plan Obes estaba condenado al fracaso.
En abril de 1835 llegó Muñoz a Montevideo; pero ya en enero
Obes había tenido que renunciar al Ministerio. El 1? de mar­
zo de 1835 fué electo presidente Manuel Oribe, que confió
a Francisco Llambí la cartera de Relaciones Exteriores.
El gobierno de Oribe primero insinuó, y luego declaró
sin reservas, su propósito de desistir del plan Obes. Así se lo
expresó al encargado de negocios de Bolivia en Río de Ja­
neiro.
Entre tanto, Rosas, que buscaba un pretexto para decla­
rarle la guerra a Santa Cruz, invocaría el plan Muñoz como un
intento de ataque a la confederación argentina. Su agente
confidencial, Juan Correa Morales, consiguió la correspon­
dencia confidencial entre Obes y Muñoz. Excesivamente dé­
bil se mostró en estos manejos el Presidente Oribe, lo cual es
tanto más censurable cuanto que él había formado parte de
la administración de Rivera. En el Manifiesto en que decla­
ró la guerra a Santa Cruz, Rosas interpretaba el plan Mu­
ñoz como un intento de desquiciar la Confederación Argen­
tina. El Manifiesto de Rosas causó sensación en Montevideo.
En ese momento ocupaban cargos de responsabilidad los mis­
mos que habían colaborado en el plan, y que habían estado
con Rivera en puestos de importancia: Anaya, Muñoz, Len­
guas, Llambí, etc.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 75

Francisco J. Muñoz publicó una carta aclaratoria en 1 ‘El


Universal” de Montevideo, en que refutaba las afirmaciones
de Rosas. El 30 de junio de 1837 la Cancillería de la Repú­
blica, al acusar recibo de la nota del ministro argentino D.
Felipe Arana en la que se daba cuenta de la. declaración de
guerra a Bolivia, manifestó por su parte enérgicamente que
“la interpretación dada en el manifiesto por los documentos
auténticos q.e asegura poseer el gob. de B.s Ay.s a la misión
q.e en 1834, destinó cerca de las Repb.cas de Bolivia, Perú y
Colombia se halla en abierta contradicion con el q.e el E. Or.l
tiene en si, p.a prov*a r q.e muy distante de llevar aquella un
carácter conspirador y hostil, dirijido a desquiciar el régi­
men político déla Rep.ca Arg.na solo tubo un objeto tan pa­
cifico como grandioso y saludable, exento de toda comvina-
cion politica q.e conculcase ni en lo mas remoto, los intere­
ses y el orden establecido en los Pueblos déla misma Con­
federación, ni los de ningún Estado Americano, y cuya ac­
ción debía aparecer por el contrario, buscando las garantías
de una Paz general en la conformidad de los intereses comu­
nes en el poder y en la verdadera política délos Gobiernos
délas Repúblicas hispano americanas al iniciar las grandes
cuestiones q.e debían resolver la extensión délos dominios
que ellas heredaron y conquistaron.” Y agregaba: “Que las
credenciales, y actos administrativos q.e dieron origen, y acre­
ditaron aquella misión, son los únicos documentos auténti­
cos q.e reconoce el Gobierno Oriental desde q.e de ellos y no
de otra autoridad han debido emanar las correspondencias e
incidentes relativos á la negociación con los citados Gobier­
nos, sin q.e pueda importar compromiso a la administración
o al Estado, todos o cualesquiera otros que hayan procedido
de un origen diverso, con el intento de agregar a esta misión,
sin constituir parte de ella pretensiones a la vez contrarias
á su única y verdadera tendencia, y también a los positivos
intereses de una Rep.ca ligada ida Argentina por tantos tí­
tulos y tan nobles recuerdos.” (9)
■Quedó de tal suerte aclarado, de una manera oficial
por declaración expresa del Ministerio de Relaciones Exte­
riores a cuyo frente se hallaba interinamente el Gral. Pedro
76 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Lenguas, cuál había sido el carácter de la misión a Bolivia


cumplida por Muñoz.
Otra gestión importante realizó el Ministro Obes duran­
te su gestión ministerial. El 14 de julio de 1834 dirigió una
nota a la Cancillería inglesa, en que exponía a la Gran Bre­
taña las razones que tenía la República Oriental para pres­
cindir de la Convención Preliminar de Paz. Esta nota mag­
nífica revela de una manera muy clara las dificultades en
que debía moverse un país nacido en las circunstancias del
nuestro, es decir, por obra aparente de un convenio para
hacer valer su jerarquía internacional.
Se enumeran en ella las reiteradas violaciones de la Con­
vención de 1828 por parte de los países signatarios al pro­
teger la actividad de las fuerzas revolucionarias que altera­
ban el orden en la República, la que en consecuencia juzga­
ba mas conveniente a sus intereses pedir la derogación de
aquel convenio que solo le acordaba obligaciones y ninguna
ventaja, para existir como Estado independiente por su pro­
pia voluntad y con el mismo derecho que los demás pueblos
de América.
“Aunque no parezca fácil explicar de otro modo esa
oportunidad que hallan los anarquistas p.a proyectar sus in­
cursiones, —dice el doctor Lucas J. Obes en su memorial—
p.a realizarlas, para dejar, es decir, la frontera del Impe­
rio y volver a ocuparla, según les conviene, aunque me­
nos pueda entenderse, como a la policía necesaria de un te­
rritorio fronterizo se escapan estos movimientos, y mucho me­
nos el provecho consentido por las Autoridades que dejan
al Mercado del Río Grande, como el único donde aquellos
bandidos puedan expender el fruto de sus rapiñas.”
“El Gob.no Superior de la Rep.ca, lejos de empeñarse-
en conocer el fondo de estos hechos, o desvirtuar cuanto pue­
da inventarse para sincerarlo, cuidará solamente de poner
los medios para que la polémica no se renueve tan a costa de
su dignidad y el bienestar de sus habitantes, como ha su­
cedido en los casos precitados; pero no queriendo exponer su
conducta a las interpretaciones de nadie y menos de una po­
tencia a cuya mediación debe tanto la independencia del Es­
tado Oriental del Uruguay, su Gob.no creyó propio hacerla
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 77

entender aquella resolución y entre tanto que sus circunstan­


cias prohíben verificarlos de un modo más directo, rogar a
V. E. quiera trasmitirla al Gabinete de S. M. B. con el infor­
me <pie creyere más oportuno a vista de lo expuesto y de las
piezas que el infrascripto tiene la honra de acompañar para
justificarla.”
“La República Oriental del Uruguay procediendo así, se
ve muy bien que no reclama ya el cumplimiento del arto. 11
de la citada convención preliminar de 828, ni pretende (pie el
Brasil ratifique este compromiso que a él solo toca valorar,
sino darle a entender que en este sentido la República no
puede .reconocer obligaciones que no sean recíprocas ni ex­
ponerse a una reconvención de ingratitud sobre datos tan
equívocos, como en el hecho viene a ser para ella la doble
garantía de Buenos Aires y el Brasil”.
“El infrascripto espera —finaliza la nota firmada por el
Dr. Lucas Obes — que la Gran Bretaña, como una de las po­
tencias más sensibles al pundonor Nacional, aplaudirá esta
renuncia voluntaria de la que p.r un momento pudo parecer
la mejor garantía de su existencia, observando que el implo­
rarla sería tan inútil como degradante, o sea porque el Im­
perio ha cambiado de política en pocos años, o sea porque
sus negocios interiores no le permiten sostener un rango que
tiene tanto de elevado como de difícil para las naciones que
comienzan a existir y organizarse.”
“Puede ser ésto así y puede ser otra la causa, pero el
efecto es de la naturaleza que si la Rep.a Oriental, no hubiese
contado más que con las garantías de los Poderes Argentino y
Brasilero, desde el año 30, es evidente que hubiera vuelto a
la nada cuando no hubiese servido para dilatar las fronte­
ras del uno u otro de sus augustos garantes.”
“Cediendo a la fuerza de esta convicción el Gobierno
Superior de la República se ha. puesto en el caso preciso de
existir por el mismo derecho que otro cualquiera de los Es­
tados del Sud América y librar al favor de la Provincia más
que a sus fuerzas, tanto como a la seguridad de sus insti­
tuciones y conducta la conservación de una categoría de que
no duda considerarse digna, desp.s de habérselo dicho como
mediadora la Nación que tiene más derecho a juzgar y ser
78 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

oída, en lo concerniente a la división de esta parte del mundo.Jr


i ‘El Gobierno Superior de esta República se lisongea más
y con igual confianza que si los sucesos lo reclamasen, el Ga­
binete de S. M. B. no perdería de vista los grandes motivos
de interés común a toda la América que le indujeron a pro­
poner la creación de un Estado Soberano entre las posesio­
nes de la Rep.a Argentina y el Imperio del Brasil, ni tendría
por indiferente la ruina de este monumento q.e puede ser
uno de los muchos que por todas partes acreditan el Poder y
la Gloria de que la Providencia se ha dignado colmarla en
nuestro siglo.” (10)
Esta iniciativa de la Cancillería de Montevideo no tuvo
ulterioridades. El gobierno inglés había actuado en las nego­
ciaciones que precedieron a la firma de la paz de 1828 sim­
plemente como mediador. Su misión terminó con la firma del
convenio, sin constituirse en garantía del cumplimiento del
mismo, según ya lo hemos visto y lo ratificó en 1832 el Mi­
nistro Británico en Río de Janeiro Mr. Fox al expresar a San­
tiago Vázquez 4‘que el gobierno de S. M. B. había obrado co­
mo mediador y no como garante de la dicha Convención.”

IV

Durante la presidencia de Rivera hubo también algunos


aspectos que resultaron, o pudieron resultar fructíferos. Por
ejemplo, las iniciativas del Ministro Lucas Obes para fomen­
tar la inmigración. Se dictaron varios decretos propiciatorios;
y algunos particulares presentaron planes de contratación de­
inmigrantes europeos, entre ellos Jorge Tornsquinst y Sa­
muel Lafone. El primero para traer inmigración alemana; el
segundo inmigración de Canarias, Cabo Verde y Provincias
Vascongadas.
En 1834 decretó la fundación, en las faldas del Cerro, de
una villa destinada a ser un centro de inmigración; fué pos­
teriormente designada con el nombre de Cosmópolis.
Otras iniciativas interesantes se refieren al aspecto cul­
tural y serán objeto de un capítulo aparte.
En el aspecto económico y financiero, la gestión presi­
dencial de Rivera suscitó en la época serias críticas. Aparte
HISTORIA DE LA RfPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 79

de las exigencias de la guerra, las características de prodi­


galidad del caudillo se reflejaron exactamente en las finan­
zas nacionales. A la falta de contralor, al desequilibrio entre
ingresos y egresos, se añadía el desacierto de recurrir a me­
dios completamente anti-científicos para corregir el déficit.
Uno de ellos fue la disposición referente a las tierras pú­
blicas. La ley de 17 de marzo de 1831 autorizaba al Poder
Ejecutivo para vender las tierras de propios del Cabildo de
Montevideo, las tierras del ejido y los edificios y terrenos
públicos dentro del Departamento de la Capital; la venta
estaba destinada al pago de la deuda flotante. Esta ley pro­
vocó resistencia dentro del Senado. El legislador Barreiro ob­
jetó que esas tierras eran propias de la ciudad, de origen
realengo y debían ser respetadas; además, que ellas estaban
ya afectadas a las deudas de 1823, contraídas por el Cabil­
do para libertar al país; y también como todas las de pro­
piedad pública, estaban afectadas al empréstito contraído por
la República Argentina para los gastos de la guerra con el
Brasil. Se le contestó que los propios eran de la nación; quo
a las ciudades se les adjudicaban las rentas, no las propie­
dades. En cuanto a las deudas de 1823, que la ley propuesta
salvaba el derecho de los acreedores; y que, respecto a la deuda
de las Provincias Unidas, ella no podía tenerse en cuenta,,
porque era deber más riguroso pagar primero los créditos
contraídos por la República que los contraídos antes de su
existencia política.
La ley también provocó resistencias en la Junta E. Admi­
nistrativa de Montevideo. Algunos miembros propusieron que
se elevase una reclamación ante el Poder Legislativo a fin de
impedir la sanción de la ley. Se invocaron en su seno los viejos
títulos y derechos que las leyes españolas concedían a las muni­
cipalidades sobre los propios, que habían sido defendidos aún
en la época de la dominación portuguesa por el Síndico pro­
curador contra los intentos del Barón de la Laguna. Además
se dijo que con esa venta se privaba a las Juntas de los re­
cursos que ella necesitaba para atender a sus obligaciones
constitucionales, que eran 1 ‘promover las ventajas del De­
partamento en todas sus ramas”. La reclamación no se lie-
80 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

vó a cabo porque la moción no contó con el apoyo de la ma­


yoría en la corporación municipal.
La ley fué sancionada; y prácticamente fué una dilapi­
dación inútil porque con los recursos que ella produjo, ape­
nas se pudo cubrir una pequeña parte de la deuda.
Posteriormente —el 34 de mayo de 1833— se dictó una
ley que mantenía el régimen enfitéutico para las tierras de
pastoreo, pero reducía el plazo de arrendamiento a 5 años,
pagando un 20 % anual de su valor avaluado. Terminados los
5 años el gobierno daría cuenta a la Asamblea para que otor­
gase la continuación del contrato, la venta, preferentemente
en favor de los enfitéutas. El precio sería fijado por un juri
compuesto de 5 miembros: 2 designados por el gobierno; 2
por el interesado; y el 59 por ambos reunidos.
Por decreto de agosto 3 de 1833 se dispuso que serían
distribuidas en enfiteusis tierras de propiedad pública, bal­
díos o poseídos por menos de 20 años.
Las poseídas, de 20 a 40 años podían denunciarse para
ser obtenidas por moderada composición. La denuncia tenía
un plazo máximo de G meses.
Otro problema de gravedad a que tuvo que hacer fren­
te nuestro país fué el monetario. El cobre brasileño y el de
Buenos Aires, particularmente el primero, muy depreciados,
perjudicaban enormemente todas las transacciones. (11)
Para retirarlo de la circulación se sancionó la ley de 26
de enero de 1831. A los 30 días las oficinas públicas no admi­
tirían moneda de cobre extranjero, ni pagarían con ella; los
particulares no estarían obligados a recibirla. Se autorizaba
al gobierno para establecer una sociedad de capitalistas con
el objeto de recoger y sacar de la circulación la moneda de
cobre extranjera. La sociedad estaría obligada a comprar en
el término de 15 días todo el cobre en décimos de Buenos Aires
que se le presentase; y el del Brasil, en 30 días.
Otra medida tendiente a vigorizar nuestro sistema mo-_
nefario fué la de diciembre de 1833, que prohibió la introduc­
ción de papel moneda de Buenos Aires por los puertos y cos­
tas del Uruguay.
* La Comisión de Capitalistas a que hacía referencia la
ley de 1831, actuó tan bien, que desde el 15 de abril de 1831
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 81

en que empezó las operaciones, hasta el 31 de agosto de 183-1


en que quedaron finalizadas, había retirado de la circulación
$ 640.722.

El 1? de marzo de 1835 fué electo presidente de la Re­


pública el Brigadier General don Manuel Oribe; la elección
se llevó a cabo por unanimidad de votos. Esta circunstancia
hacía pensar, que, verdaderamente Oribe tenía influjo pro­
pio. No es pues, verosímil la versión según la cual haya de­
bido su elección presidencial a la influencia de Rivera. Al
tener conocimiento de la protesta de Oribe, formulada en oc­
tubre de 1838 después de su renuncia, expresó Rivera en un
Manifiesto que firmó con sus Ministros: í‘Don Manuel Ori­
be salió entonces a la silla de que yo descendía. No es de
aquí poner en duda la legalidad de esa. elección, pero la Re­
pública entera tiene el íntimo convencimiento de que la de­
bió exclusivamente a mi influjo: éste fué el más grave error,
a lo menos el más funesto de mi carrera política”.
La versión fué repetida por Andrés Lamas: “un error
generoso, pero funestísimo del General Rivera, error que nun­
ca lamentará bastante nuestro país, le condujo a presentar a
Manuel Oribe, como candidato a aquel elevado puesto.” Coin­
cide también en estas afirmaciones el General Antonio Díaz.
Sostiene este historiador que estando en campaña Rivera con­
tra los revolucionarios lavaJlejistas, Santiago Vázquez con­
siguió la adhesión de Oribe al gobierno con la perspectiva de
la próxima presidencia.
Esta versión es infundada. Por su parte, el historiador
Gilberto García Selgas ha sostenido: l.9) Que Manuel Oribe
no tenía ningún compromiso con la revolución lavallejista de
1832 y por lo tanto no pudo existir la base que el Gral. Díaz
atribuye a la gestión del Ministro Vázquez.
29.) Que en 1835 Rivera no tenía influencia como para
decidir la elección presidencial en el Cuerpo Legislativo.
La carta a que alude Antonio Díaz, de Santiago Vázquez
a Fructuoso Rivera, es de fecha 19 de julio de 1832; según
ella, la conferencia de las “promesas” había tenido lugar el
7
82 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

día anterior, es decir, el 18 de julio. Y bien, aparte de que


en aquel momento el ministro Vázquez no tenía influencia
como para hacer semejantes promesas, hacía ya seis días que
Manuel Oribe actuaba como militar dependiente del gobierno
legal.
Además Vázquez era candidato a la Presidencia en 1.832
y su candidatura persistió en 1833, lo que no se explicaría sí
él hubiera ofrecido la presidencia a Oribe. Otro hecho sig­
nificativo menciona el citado historiador: cuando Oribe fué
designado presidente, Lavalleja so consideró completamente
satisfecho. Esto no habría ocurrido si Oribe so hubiera com­
portado como un traidor frente a Lavalleja, en ocasión do Ji
revolución de 1832. (12)
También es exacto que la influencia de Rivera en las Cá
maras no era muy grande. Desdo mediados do 1834 se hizo
sentir una gran oposición ostensiblemente dirigida contra el
ministro de Hacienda, Lucas Obes, pero que en realidad se
hacía también contra Rivera.
Terminado el período legal de éste no cesó la interven­
ción legislativa en la administración financiera, causándola
serias preocupaciones al ministro del ramo, Lucas Obes, que
seguía siéndolo de Anaya. Y la Comisión Permanente, al
informar a la legislativa el 15 de febrero de 1835 después
de referirse al desacierto de la administración anterior,’la
exhorta “a que abra una nueva era.”
La elección de Oribe, en el espíritu de los votantes, en
el ánimo de la opinión no sólo fuá libre de influencia de Ri­
vera, sino que se consideró como una reacción contra las
prácticas administrativas de éste.
El Cónsul Hood en informe elevado al duque de We-
llington el 22 de enero de 1835 se refiere a las dificultades
entre la Comisión Permanente y Obes, ministro de Hacien­
da, de la dimisión de éste, el l.9 de noviembre y de su sus­
titución por José María Reyes. Habla de los despilfarro? y
de la inconducta de Rivera, y añade.. . ‘‘y como el próximo
presidente será electo el l.9 de marzo, de donde podrá sur­
gir un nuevo orden de cosas, se cree que el señor Reyes con­
tinuará desempeñando estos varios cargos hasta que el nue­
vo gobierno se haya constituido”... Y una vez producida la
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 83

elección de Oribe, expresa en oficio de 12 de marzo de 1835


“...fué electo por unanimidad el brigadier General 1). Ma­
nuel Oribe, no habiendo otro candidato, ni voz opuesta a sil
accesión al poder.” (13)
Rivera tenía indudable prestigio, pero en la eaiqpaña,
que era su ambiente. La ciudad experimentaba la necesidad
de un espíritu de orden. Le tocó sin duda a Rivera el mérito
de haberse conformado con aquella solución y de haber deja­
do el poder sin resistencia al sucesor legítimo a quien el Par­
lamento honró con su confianza.
Pero es del caso señalar (pie ese abandono del poder no
era absoluto; configuraba un hecho más aparento que real.
Rivera aspiraba a seguir gravitando en el gobierno del país,
no sólo con el peso de su prestigio sino mediante las facili-
dades (pie pudieran acordarle el desempeño de un cargo tan
importante como ora la Comandancia General de la Campa­
ña creada en 1834, para (‘1 (pie fué designado al abandonar el
sillón presidencial. La Comandancia de la Campaña le atraía
más (pie ninguna otra función. Ya la había desempeñado
durante los gobiernos provisorios de Rondeau y Lavalleja has­
ta que asumió la Presidencia de la República en noviembre
de 1830. Poco antes de terminar el período constitucional
de su gobierno, el Poder Ejecutivo se dirigió al parlamento
el 14 de mayo de 1834, expresando las razones que le asis­
tían para proponer la creación de una Comandancia Gene­
ral de la Campaña, (pie debía establecerse en el centro del
territorio de Ja República, sin (pie el Presidente de la misma
tuviese que abandonar la capital para llenar por sí tales co­
metidos. El 6 de junio de 1834 la Cámara de Represen­
tantes contestó que por el artículo 79 de la Constitución el
Poder Ejecutivo se hallaba encargado de la conservación del
orden interior y de la seguridad exterior y que por lo tanto
no necesitaba autorización legislativa para “poner la fuerza,
armada de la campaña al cargo del jefe que crea más digno
y a propósito a llenar los objetos que indica la citada comu­
nicación.’’
En virtud de tales antecedentes, tres días después de aban­
donar Rivera la Presidencia, Anaya y Oribe suscribieron el
decreto por el que se nombraba a aquél Comandante General
84 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

de la Campaña con amplísimas facultades. Frente a la auto­


ridad del Presidente Constitucional de la República, limitan­
do de hecho sus funciones y las de sus delegados en los depar­
tamentos, aparecería en breve la autoridad del Comandante
General y la de los comandantes militares, situación ésta que
configuraría en la realidad la existencia de dos gobiernos in­
conciliables dentro del orden legal y menos aún desde el pun­
to de vista de las características de los personajes llamados
a ejercer esas dos altas funciones: Rivera y Oribe.
Manuel Oribe era natural de Montevideo, pertenecía a
una distinguida familia colonial. Fueron sus padres el Co­
ronel D. Francisco Oribe y Doña Francisca Viana. Oribe se
educó en Montevideo. Tomó parte en la batalla del Cerrito
y fué nombrado Alférez 2? del Regimiento de Artillería.
JTres años después había ascendido a capitán. Cuando Arti­
gas se retiró del sitio. Oribe se mantuvo al lado de Rondeau
y Alvear y entró con ellos a Montevideo. Fué nombrado ayu­
dante del gobernador Soler. Se incorporó luego a las tropas
orientales cuando entraron en Montevideo. Acompañó a Ar­
tigas en las primeras campañas contra de Portugal. En 1817
se trasladó a Buenos Aires. Esta actitud de Oribe ha sido
duramente juzgada. Si bien no fué una solución heroica, no
fué tampoco un hecho condenable, y menos aún, una trai­
ción. No pertenecía a todos los hombres el realizar aquello
que sólo el temple excepcional de Artigas podía realizar. La
resistencia a la invasión portuguesa, difícil desde un princi­
pio, parecía en 1817, una locura infructuosa.
Además no hay que olvidar que el desenfreno revolucio­
nario —que en la perspectiva del tiempo nos parece teñido
de milagrosos tonos— a los contemporáneos, sobre todo a los
espíritus de orden y de disciplina, debía aparecerles como un
caos inútil y peligroso.
Otorgués, destituido por Artigas del cargo de goberna­
dor de Montevideo, el 29 de julio de .1815 fué nombrado co­
mandante en jefe del ejército. Los oficiales que habían resis­
tido análogo nombramiento de Rivera, tenían que experimen­
tar una sensación de disgusto ante este jefe inculto y desor­
ganizado cuyos desmanes no hacían olvidar su valor y su pa­
triotismo. Oribe abandonó a Artigas, pero no a la causa re­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 85

volucionaria. Su jefe Bauza ofreció al Director Pueyrredóu


sus servicios. Pueyrredóu le indicó que pasase a Buenos Ai­
res por Montevideo, con autorización de Lecor.
Oribe siguió a Bauza; y ambos, con tropas y armamen­
tos, se fueron a Buenos Aires, después de rechazar los ofre­
cimientos del jefe portugués. Oribe permaneció en Buenos
Aires hasta 1821, tomando parte en la guerra civil de las Pro­
vincias Unidas. En 1821 volvió a la patria, donde secundó*
la propaganda de los Caballeros Orientales, obteniendo del
Cabildo de Montevideo el grado de Teniente Coronel.
Abandonó Montevideo cuando ésta fué ocupada por los
brasileños en 1824 y acompañó con extraordinario entusias­
mo la idea de la expedición libertadora de Lavalleja. Fué el
segundo jefe de los Treinta y Tres Orientales. Tomó parte
en la batalla de Sarandí; sitió a Montevideo, alcanzó el triun­
fo del Cerro en 1826, peleó con bravura en Ituzaingó; tomó
parte en el combate de Camacuá. (14)
La presidencia de Oribe se señaló inmediatamente por
una reacción contra las prácticas de su antecesor. Ya -hemos-
visto una, cumplida en el orden internacional. Otras, habrían
de ser cumplidas en el orden interno.
Oribe era el amigo del orden. Quizás por debilidad de­
temperamento, experimentaba la necesidad de aferrarse cie­
gamente al rigorismo de las leyes, a la firmeza de la autori­
dad, al cumplimiento fiel del precepto escrito. Era de una
gran honradez y tenía un sincero patriotismo. A su gobiérne­
se vincularon hombres de diversas fracciones políticas: Giró,
Blanco, Barreiro, Suárez, Pereira y Llambí.
Rivera, según ya expresamos, ejercía el cargo de coman­
dante general de campaña, cargo que se avenía con su ca­
rácter quizás más que el de Presidente de la República. Pero-
pronto él y sus afectos comenzaron a chocar con la aspiración
legítima de Oribe de imponer sus facultades constitucionales..
La oposición hizo sentir su justa protesta cuando el gobier­
no ordenó la clausura de 1 ‘El Moderador’’, que desde Monte­
video combatía la política de Rosas. Pero lo que exacerbó*
más a Rivera fué el decreto de 9 de enero de 1836 que supri­
mió la Comandancia Gral. de Campaña, medida por la cual
se quiso poner término a una situación que en la realidad con­
86 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

figuraba la existencia de dos gobiernos y a los frecuentes con­


flictos derivados de tal estado de cosas. Los incidentes y cho­
ques producidos en las elecciones de Alcaldes Ordinarios ce­
lebradas en todo el país el 1? do enero de 1836, entre los je­
fes políticos que representaban al Poder Ejecutivo y los je­
fes militares subordinados al Comandante de la Campaña,
provocaron esta crisis a raíz do la cual Oribe quizo unificar
el poder y consagrar ol principio de la autoridad constitucio­
nal. intento prematuro que chocaba con un factor imponde­
rable: la influencia personal del caudillo, entonces más su-
gestionadora que el prestigio de toda investidura legal.
En marzo de 1836 ol representante Ramón Massini pre­
sentó un proyecto de reforma constitucional que fue — since­
ramente o no -— encarado por la oposición como un intento
de consolidación absolutista.
Otro motivo de desacuerdo profundo iba a tener Rivera
con Oribe: el proceso financiero del último año de su admi­
nistración por la Comisión de Cuentas de] Cuerpo Legislati­
vo. Los diarios adictos al Gobierno publicaban el informe de
la Comisión, (pie era verdaderamente abrumador.
En julio de 1836 Rivera se alzó en armas. No estaba so­
lo; lo acompañaban los emigrados argentinos, particularmen­
te Lavalle. La revolución, iniciada el 18 de julio estalló si­
multáneamente en los departamentos de Paysandú, Tacuarem­
bó, Cerro Largo, Soriano, Durazno, Colonia y San José. El
19 de setiembre de 1836 fue vencida en Carpintería y puedo
decirse que desde este momento, la revolución perdía fuerzas.
En octubre estaba anulada.
La revolución de Rivera no era un movimiento aislado.
Aparte de la vinculación con los emigrados argentinos, esta­
ba la complicación creada por la revolución de los farrapos,
estallada en 1835, a la cual se incorporaron los vencidos orien­
tales.
El movimiento revolucionario de 1836 precipitó la defini­
ción de los partidos políticos cuyos rasgos se venían perfilan­
do desde las guerras de la independencia. La fracción agru­
pada en torno a Rivera durante el gobierno de éste, que ha­
bía contado en un principio con la adhesión de los elementos
abrasilerados, resurgía en 1836 como una fuerza revoluciona
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 87

ría ligada a factures políticos externos: los unitarios y los fa-


rrapos. En tanto que el lavallejismo, vencido en sus intentos re­
volucionarios, se bahía identificado con el gobierno de Oribe
desde un principio, el que contaba, además, con el apoyo de los
llamados “orientales unitarios” ya unidos al lavallejismo des­
de el gobierno de Rondeau. El gobierno de Oribe trató de dar
homogeneidad, carácter nacional y legalista a las fuerzas po­
líticas que lo apoyaban decretando el 10 de agosto de 1836 el
uso obligatorio de la divisa blanca con la inscripción “Defen­
sor de las leyes.” Con este título, con el de “Amigos del Or­
den" o de “Sostenedores de la legalidad", se llamaron a sí
mismos en un principio los que acompañaron al gobierno:
Blancos o Blanquillos les comenzó a decir el partido de la revo­
lución dándole más importancia al color de la divisa que a la
leyenda en ella inscripta — “El partido contrario — dice An­
drés Lamas — adoptó do consiguiente, otra divisa para dis­
tinguirse de sus enemigos, singularmente en las funciones dq
guerra. Su primer color fué el celeste, tomado de la escara­
pela nacional, pero este color débilísimo en los tejidos de que
podían hacerse las divisas, no resistía a la acción atmosfé­
rica: de ahí vino la necesidad de cambiarlo, y se cambió na­
turalmente por el colorado, de mayor firmeza y que es el más
común de las telas que se emplean en la campaña para forrar
los ponchos, para hacer los chiripas, etc. De ahí, pues, se lla­
mó colorado el partido que combatía a Oribe”.
En octubre de 1837 volvió a invadir Rivera; después de
algunas acciones de suerte diversa, se libró la batalla del Pal­
mar, el 15 de junio de 1838, entre las fuerzas al mando del
general Ignacio Oribe y las del General Rivera. Filé, para
éste, una victoria decisiva.
Oribe, sólo podía contar con la capital y con Paysandú,
-defendida por Lavalleja y Garzón. Sin embargo, estaba dis­
puesto a resistir. La situación, como lo veremos inmediata­
mente, era muy compleja, ya (pie actuaban una serie de facto­
res internacionales.
La Asamblea General resolvió abrir negociaciones con el.
jefe rebelde, designándose al efecto una comisión integrada
por Joaquín Suárez y Carlos G. Villademoros. Ante las exi­
gencias terminantes de Rivera, que quería la renuncia incoa-
88 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

dicional del presidente, la comisión regresó a la capital. El


14 de setiembre la Asamblea decidió continuar la guerra. Pe­
ro surgió una nueva complicación: el 11 de octubre de 1838
la escuadra francesa se apoderó de Martín García.
Bloqueado Buenos Aires, Oribe quedaba completamente
aislado. El 17 de febrero de 1838, antes de que estuviese do­
minado por el desaliento, habían dicho de él basándose en un
informe dirigido a su gobierno: “Decididamente Oribe es
solo un junco pintado de hierro.’’ El 18 de octubre Oribe de­
signó cinco comisionados para negociar la paz: Ignacio Oribe,
Julián Alvarez, Francisco J. Muñoz, Juan F. Giró y Alejandro
Chucarro. Por su parte Rivera designó a Santiago Vázquez,
Gral. Enrique Martínez, Gral. Anaeleto Medina, Andrés La­
mas y Joaquín Suárez. El 21 de octubre se firmó en el Mi-
guelete la convención por la cual Oribe resignaría de inmedia­
to su autoridad.
La Asamblea General fué convocada extraordinariamen­
te para el 23 de octubre. El 24 de octubre Oribe resignó ante
ella, el mando. Al abandonar el gobierno Oribe suscribió una
enérgica protesta responsabilizando a los franceses de haber
influido en su renuncia, impuesta por la fuerza de los hechos.
Durante muchos años se ha sostenido que la referida pro­
testa fué redactada por Oribe en Buenos Aires, a instancias
de Rosas. Hoy podemos afirmar que dicho documento fué de­
jado por Oribe en el fuerte de Gobierno al abandonar el car­
go. Allí lo encontró al entrar en Montevideo D. Santiago Váz­
quez, según se deduce del texto de una carta dirigida a Ga­
briel Pereira el 10 de noviembre de 1838: “Hoy pasará a Vd.
Lorenzo J. Pérez un papel que con el carácter de protesta de?
Oribe hallé en secretaría’’, etc. (15)

VI
La política internacional de Oribe se desvinculó de in­
observada anteriormente por Rivera; y tiene carácter com­
pletamente distinto.
Después de la muerte de Fernando VII, ocurrida en 1833,
se notó una tendencia al acercamiento entre España y los paí­
ses americanos. Ya desde 1833 Rivera Indarte había publica­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 89

do en ‘‘El Investigador*’ artículos referentes al reconoci­


miento de la independencia; en 6 do enero de 1834 se dictó
un decreto por el cual se admitirían en la República todos los
barcos que tuvieran bandera española. Aparte de estos ante­
cedentes nacionales, debemos recordar que otras naciones
americanas habían encaminado gestiones en favor de ese
acercamiento (Chile, Venezuela, Méjico). Méjico había lle­
gado a obtener en 1834 el reconocimiento de la independen­
cia.
El gobierno de Oribe resolvió enviar entonces un comi­
sionado especial. Juan Francisco Giró fué designado plenipo­
tenciario de la República ante la Corte de Madrid, en 17 de
julio de 1835. (16)
En las instrucciones de la misma fecha, se le prescribía,
que no debía admitir proposición alguna que no tuviera por
base el reconocimiento de la independencia del estado; po­
dría sin embargo admitir un reconocimiento implícito, por
ejemplo un tratado de comercio, pero en el caso de que los de­
más ministros americanos lo acordasen en igual forma. No
debería aceptar convenios sobre base de indemnización; y en
el caso de que el ministro español pretendiera que la Repú­
blica pagase la deuda que dejó pendiente aquel gobierno, en­
tonces y siempre procediendo de acuerdo con lo resuelto por
las demás naciones americanas, procuraría que la deuda fue­
se clasificada y lo menos gravosa posible.
Posteriormente, cambiadas las circunstancias internacio­
nales, se modificó el carácter de Giró,’ designándolo comisario
ad-hoc cerca del Gobierno de S. M. C.
También fué designado Agente Confidencial ante el Go­
bierno de Londres donde debía reanudar las infructuosas ges­
tiones realizadas en Montevideo en 1834 y 1835 por el Agente
inglés Mr. Ilamilton para celebrar un tratado de Comercio
con el Uruguay. Estas gestiones de Mr. Ilamilton iniciadas
en diciembre do .1834 durante el gobierno interino de Ana­
ya, cuando Lucas Obes se hallaba aún al frente del Mi­
nisterio de Relaciones Exteriores, fueron reanudadas con
toda formalidad en junio de 1835 ya durante la presidencia
de Oribe, con el Ministro Francisco Llambí. Hamilton pro­
puso entonces al gobierno de la República un proyecto de
90 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Tratado de amistad, comercio y navegación calcado sobre el


modelo constituido por los ya firmadlos con la República Ar­
gentina en 1825 y más tarde con Colombia, México y Venezue­
la. .Discrepancias fundamentales entre los intereses naciona­
les y ciertos artículos del proyecto de tratado, como ser pri­
vilegios a los productos ingleses, derechos de buques, excep­
ciones a favor de les súbditos de S. M. B. —- cuyo texto el
comisionado no se consideraba autorizado a modificar— deter­
minaron el fracaso de estas negociaciones. El plenipotencia­
rio de S. M. B. había aducido, como antecedente en que fun­
dar los privilegios solicitados, el hecho de haber sido Ingla­
terra la potencia mediadora en la paz de 1828, por lo que “se
creía con derecho a que ninguna fuese más favorecida que
ella ’
El artículo 13 del proyecto de tratado, se refería a la li­
bertad con que los súbditos ingleses podrían profesar en la
República el culto religioso de su país de origen, lo cual parecía
chocar con el espíritu de la disposición constitucional. Se acor­
dó en principio, en las modificaciones acordadas por los ne­
gociadores, que los súbditos de S. M. B. entrarían en posesión
de ese derecho cuando una ley de la nación estableciese la li­
bertad de cultos. Pero como antes expresamos las negociacio­
nes fracasaron por cuanto el gobierno de Oribe, eu acuerdo de
ministros celebrado el 22 de enero de 1835, resolvió mantener
sus puntos de vista. (17)Giró debía imponer al gobierno inglés
de estas infructuosas gestiones y disipar cualquier impresión
desfavorable acerca del país que pudiera haberse traducido de
los informes de Mr. Hamilton en los que, al parecer, habían
formulado opiniones poco ventajosas al crédito del país y ca­
pacidad económica del mismo. Pero el motivo fundamental
que daba origen, a si, misión en Londres era la negociación de
un empréstito de tres millones de pesos.
Giró inició sus gestiones en Londres. Allí se vio obliga­
do a desvanecer las impresiones desfavorables al país pro­
paladas por el cónsul Hamilton. Hizo publicar un manifiesto
que contenía una monografía sobre la República en la que se
destacaba su solvencia económica. También en Londres entró
en comunicaciones con diversos representantes de naciones
americanas.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 91

En España las gestiones fueron más difíciles. España


había pactado con Méjico el reconocimiento de independen­
cia sobre la base de una gran indemnización, lo cual era muy
explicable, si se tienen en cuenta las grandes inversiones que
había hecho el gobierno español en aquel país (obras públi­
cas, monumentos, construcciones, etc.).
En realidad, la gestión de (Jiró resultó infructífera. Es­
taban bien encaminadas las negociaciones; poro llegó a Eu­
ropa la noticia de la revolución do Rivera; en talos condicio­
nes el crédito del país estaba comprometido do modo que no
se podían hacer gestiones políticas ni financieras.
Según informe de Hood a Pahnerston de 16 de diciem­
bre de 1837 la situación del país era muy crítica. “Todas las
ramas do la floreciente industria del comercio, - dice— que
habían alcanzado un extraordinario desenvolvimiento, arrai­
go y desarrollo de estos años, siento decirlo, están ahora com­
pletamente paralizadas por esta inhumana y bárbara guerra
-civil, (pie es llevada y sostenida sin otro propósito que pre­
miar la miserable ambición y egoísmo do un hombre, Don
Frutos Rivera”.. . (18)
Más importantes fueron aún las negociaciones realiza­
das ante el gobierno brasileño. En esto aspecto el gobierno de
Oribe mostró un desinterés patriótico extraordinario, sacri­
ficando su conveniencia personal, a los grandes y permanen­
tes intereses del país.
El 30 de junio de 1837 Carlos Villademoros fue desig­
nado Encargado de Negocios ante la Regencia del Imperio.
El 12 de julio fué acreditado con el carácter de Plenipoten­
ciario para intervenir en las negociaciones del tratado defini­
tivo de Paz que se proyectaba en aquel momento, y en el cual,
el estado oriental debía tener representación, según era de
derecho y según lo había reconocido el gobierno brasileño.
En las instrucciones dadas a Villademoros se le prevenía
deja actitud del gobierno argentino, que al negarse a dar en­
trada al representante oriental en el Tratado Definitivo de
Paz y al expresar peligrosos conceptos en el manifiesto de de­
claración de guerra a Santa Cruz, encubría “la aspiración tan­
tas veces ostentada de mantener un derecho sospechoso a los
destinos futuros de la República’’.
92 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

En cuanto al gobierno brasileño, debía manifestar el


agradecimiento con que había recibido el gobierno oriental su
aquiescencia a la intervención en el tratado definitivo. Pero,
en lo referente al tratado de alianza propuesto por el Brasil,
liaría sentir que previo a todo arreglo debía hacerse el de los
límites; y que la base invariable que el estado oriental esta
blecía como condición sine-qua-non, de cualquier tratado eon
el Imperio del Brasil respecto de la restitución de los anti­
guos dominios del estado, “deben reputarse desde los marcos
de la barra del Chuy, costa oriental del Miní hasta la con­
fluencia del Yaguarón eon él, el curso de este Río hasta to­
car su origen en las alturas de la Cuchilla Grande, inmedia­
tas al antiguo Fuerte Español de Sta. Tecla, de las cuales se
tomarán las fuentes de Sta. María o Ibicuy, hasta su con­
fluencia en el Uruguay, dejando al Brasil el pleno derecho
sobre las tierras antes indicadas neutrales entre las aguas
del Piratiiú y Yaguarón en cambio de las situadas entre el
Tain y Chuy/’
Se le recomendaba al enviado que velase por las esti­
pulaciones relativas a la libre navegación del Plata y sus
afluentes; la República poseía infinitos afluentes, entre ellos
el Uruguay, y sus aguas caerían bajo el dominio de los pode­
res contratantes y también del Pabellón británico, en virtud
de estipulaciones especiales.
Posteriores a estas instrucciones de 13 de julio de 1837,
se le trasmitieron otras, el 9 de agosto de 1837. Se le orde­
naba que, al negociar los límites, cuidase que la navegación
de la laguna Miní y canales que la conducen hasta los puer­
tos del Río Grande y Puerto Alegre, fueran enteramente li­
bres para los buques nacionales. Que el tratado proyectad^
sobre, extradición de criminales y esclavos no podía llevar­
se a efecto sino después del tratado de límites y estando
prohibido el tráfico e introducción de esclavos en la Repú­
blica, y siendo tan reducido el número de éstos, la Repúbli­
ca sólo podría entrar en arreglos sobre extradición de crimi­
nales, mediante la justa compensación de que Brasil consin­
tiese en la total restitución de límites. Que éstos debían tra­
zarse sobre el Ibicuv y no sobre el Santa María como decían
las instrucciones. Finalmente se le preveía que eran infunda-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 93

das las versiones, ya citadas, según las cuales el Gobierno ar­


gentino se resistía a la entrada del Uruguay en el Tratado
Definitivo de Paz.
La negociación de Villademoros fracasó; puede decirse
que el carácter intransigente y patriótico de Villademoros,
perfectamente de acuerdo con su gobierno, contribuyó a
ese fracaso. Brasil estaba conforme con hacer una alianza.
De ella habría podido conseguir apoyo para luchar contra los
farrapos; y el gobierno de Oribe, su estabilidad, comprome­
tida por la devolución de Rivera. Pero el gobierno oriental
prefirió supeditar su interés accidental al permanente do la
patria; las negociaciones se rompieron. (19) Posteriormente
el gobierno de Oribe designó al coronel de ingenieros José
María Reyes para negociar cerca de la Regerencia del Bra- / /)
sil, el 28 de junio de 1838. El 1? de junio se le dieron las ins- yj
tracciones respectivas.
Se le otorgaba pleno poder para intervenir en la nego­
ciación relativa al Tratado Definitivo de Paz y para negociar
y concluir entre la República y el Imperio del Brasil conven­
ciones especiales de alianza, límites y extradición de crimi­
nales; pero siempre ‘‘sin arrojar la presunción de que la ne­
cesidad o la debilidad del poder de la República o el temor
de atraerse el disgusto del Brasil en estas circunstancias le
inducen a buscar su alianza..
Es decir, que el gobierno oriental persistió en su actitud
de supeditar todo a la consolidación internacional del país y
a la fijación de sus límites; como el Brasil no tenía interés
en ninguno de estos dos puntos, las negociaciones volvieron
a frustrarse.
El gobierno de Oribe se había mantenido estrictamente
neutral en la contienda del Río Grande, como había tratado
de mantenerse neutral frente al conflicto de las Provincias
Unidas.
■Sobre la neutralidad de Oribe durante la guerra de los
farrapos hay una nota del Ministro Llambí al representante
Hood, que éste comunicó a su gobierno. La nota es de 26 de
diciembre de 1836, contestando las manifestaciones de des­
confianza formuladas por la Corte de Río de Janeiro.
El gobierno brasileño se había quejado de que las tro­
94 HISTORIA DE I.A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

pas rebeldes pasaban del territorio brasileño al oriental y


viceversa a pesar de que el Gral, Servando Gómez estaba
en la frontera. Llambí en la contestación que dió al Brasil
(y que, según dijimos, hizo conocer a Hood), manifestó que
la celeridad con que se efectuó la operación había impedido
que Gómez actuara. Por otra parte, mal se le podía reprochar
a éste que dejara de hacer algo que ni las fuerzas mismas de
San Pedro habían hecho. Hood, al comunicarle el texto de la
nota anterior a Uamilton (que se había hecho eco de las ob­
servaciones brasileñas) añade un argumento muy digno de
tenerse en cuenta. Es absurdo —dice—■ suponer que si una
revolución o guerra civil estalla en un estado vecino, esta
República tenga que levantar un ejército para defender en
toda su extensión 300 millas de frontera territorial, en un te­
rritorio casi deshabitado. (20)
Hubo un momento, sin embargo, en que el general orien­
tal Manuel Britos recibió la orden de tomar a su servicio re­
beldes riograndenses. Pero Hood que comunicó este hecho a
su gobierno, lamentándolo y disculpándolo por la conducta
anterior del Brasil, que había enrolado antes a los riveristas
rebeldes, en nota posterior comunicó que el gobierno oriental
había desistido del propósito de enrolar a los revoluciona­
rios riograndenses.
La admisión de Rivera al servicio del Brasil fué negada
por las autoridades. Hood, deseoso de dar un testimonio fide­
digno a sus palabras, hizo una declaración concebida en es­
tos términos: “Que es de pública notoriedad, y en mi enten­
der, fuera de duda o negación que la mayor parte de los
adictos al general Rivera estuvieron, y en lo íntimo de mi
convicción creo que todavía lo están, al servicio militar y ac­
tual paga del imperial gobierno del Brasil, y que el Gral. Ri­
vera en persona, aunque no ocupa rango ni comisión al ser­
vicio brasileño, continuó con ellos y acompañó y dirigió lo&
movimientos de dichos adictos, aunque ellos estaban, nomi­
nalmente, bajo las órdenes de oficiales brasileños.” Hood
solicitó la firma a todos los cónsules extranjeros suficiente­
mente informados, para ratificar la declaración anterior. Fir­
maron: B. Vicotes d'armillón (cónsul de Cerdeña); E. Ba-
radere, (de Francia); Servando de Souza Leite (de Portu­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 95

gal); Jno. Patrick (de E. U.) George P. E. Toruquist (de


Hamburgo).
Limpo de Abren se convenció sin embargo de la necesi­
dad de llegar a un entendimiento entre los dos gobiernos y
así se le comunicó a Ilamilton en nota confidencial.
Y después el Gobierno Imperial tomó medidas a fin de
impedir que se diera auxilio en Pío Grande a Rivera. Fue
una reacción tardía del gobierno brasileño.
Rivera entre tanto, con mayor sentido de la realidad
política, había buscado la alianza de los revolucionarios rio-
grandenses, celebrando con (dios dos tratados. El más im­
portante fue el ajustado con la República de Piratiní, sus­
crito en Cangué, el 21 de agosto de 1838, cuyos artículos adi­
cionales establecen lo siguiente:
“Arto. 1.") El General en Jefe Defensor de la Consti­
tución se obliga a hacerse elegir y proclamar por el Pueblo
Oriental en el más corto espacio de tiempo posible Presiden­
te de la misma República empleando para lograrlo toda su
influencia y aquellos medios (pie pueda emplear todo indivi­
duo para merecer la confianza y el voto nacional.”
“Arto. 2.“) El Gral. en Jefe Defensor de la Constitu­
ción, confiando en la eficacia de estos medios se obliga por
sí, para el Pueblo y el Ejército que representa no descender
jamás de la silla de la Presidencia en el término marcado por
la Ley, sin pasar inmediatamente a ocupar el lugar de Co­
mandante Gral. de la Campaña de la República Oriental con
las atribuciones hasta aquí legalmente conferidas a este em­
pleo, y nunca menos, a fin de que pueda suceder a su turno
a su propio sucesor en la silla de la Presidencia, cuando éste
descienda de ella; y así sucesivamente pasará de Presidente
a Comandante Gral. de Campaña a Presidente, por todo el
tiempo que durase la actual guerra de Independencia glorio­
samente sustentada por el Pueblo Río Grandense”.
Por su parte, también se unieron a Rivera los franceses,
en conflicto con Rosas, a quienes Oribe había negado el permi­
so para vender presas en Montevideo. Frente a esta triple
presión —configurada por el movimiento revolucionario de
Rivera, y la alianza de éste con farrapos y franceses— Ori­
be estrechó sus vínculos con el gobierno de Rosas. De esta
96 HISTORIA DE I,A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

manera iba a ampliarse una lucha que, en sus orígenes, ha­


bía sido exclusivamente de orientales y que estaba llamada a
abarcar lodo el escenario geográfico del Río de la Plata y
a involucrar a todas las tendencias políticas del mismo.
Entre tanto la misión confiada a José María Reyes ante
el gobierno de Río de Janeiro no sólo había fracasado como
expresarnos, en lo que respecta a las cuestiones fundamenta­
les que le dieron origen, sino que, a raíz de haber expresado
Reyes la posibilidad de que el gobierno de Oribe obtuviera
auxilios del de Buenos Aires, la cancillería brasileña le de­
claró que “ el Imperio del Brasil estaba decididamente re­
suelto a emplear contra el Estado Oriental todas las medidas
coercitivas que se encontraren en la esfera de su poder para
hacer (pie se respetaran las estipulaciones de la Convención
Preliminar de 1828, toda vez que las Provincias Argentinas
intervinieran de cualquier modo en los negocios domésticos del
mismo país sin que procedieran formales ajustes sanciona­
dos con la intervención del Gobierno de S. M. ” (21)
’ En el concepto arbitrario del ministro brasileño la Re­
pública Oriental se hallaba en el caso de la Confederación del
Rihin y pueblos de Suiza y como éstos, no podría celebrar
tratados sin que mediara la intervención simultánea de los
dos países que habían reconocido su independencia en 1828.

VII

Durante el gobierno de Oribe, cuyo desarrollo hemos es­


tudiado desde el punto de vista político y diplomático, se
realizaron esfuerzos muy serios para alcanzar la organiza­
ción administrativa del país, particularmente en favor de la
estabilización de las finanzas.
En el informe sobre el estado de la hacienda pública
elevado al parlamento el 2 de abril de 1835, por el presiden­
te Oribe y su ministro de Hacienda D. Juan María Pérez,
se decía: “Los cofres del Erario Nacional se encuentran to­
talmente exhaustos: las rentas y los arbitrios que debían
abastecerlos de caudales, han sido consumidos de antemauo
o están empeñados para el reembolso de anticipaciones que
también han sido ya invertidos; el crédito se ha extinguido
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 97

por una consecuencia forzosa de la falta de cumplimiento


de los compromisos contraídos en los momentos de conflicto;
y una deuda de 2.200.000 y más pesos abruma con su enor­
me peso al tesoro publico.’' El ministro Pérez encaró la solu­
ción de aquella crisis financiera con toda energía subordi­
nando la administración a un severo plan de economías, dis­
ciplina y fiscalización.
Como primera medida el gobierno propuso a las cáma­
ras y éstas aceptaron, la emisión de bonos del tesoro. La ley
de 30 de abril de 1835 autorizó al Ejecutivo para emitir pó­
lizas dentro de la cantidad de setecientos mil pesos con espe­
cial hipoteca de determinados impuestos.
Ya liemos hecho referencia a los intentos para celebrar
un empréstito con el que se proyectaba pagar el capital e
intereses de la deuda del- Estado, que la ley de 17 de junio
de 1835 —por la cual se autorizaba la contratación del em­
préstito— fijó en la suma de tres millones de pesos.
El comercio, la industria, todas las propiedades raíces
y los empleados civiles y militares fueron gravados con un
impuesto, cuyo pago se liaría efectivo una sola vez y con ca­
rácter restituible, según lo estableció la ley de junio 26 de
1835, por la cual se creó una patente extraordinaria y se dis­
puso el descuento de un día de sueldo por seis meses, a to­
das las asignaciones o pensiones mayores de quinientos pe­
sos anuales. El producto de las patentes extraordinarias y
do los descuentos se aplicaría con preferencia al pago del
interés de las pólizas, cuya emisión se había autorizado por
la ley de 3 de abril de 1835.
La emisión de bonos de tesoro, el régimen de descuen­
tos y de patentes extraordinarias a que nos referimos, fue­
ron complementadas por la ley de reforma militar a raíz de
cuya aplicación se redujo a la mitad el número de oficiales, en­
tonces excesivo para la capacidad del país. Los jefes y ofi­
ciales que hubieran servido en la guerra de la independencia
y se acogieran al retiro, recibirían por una sola vez la can­
tidad correspondiente a veinte años de sueldos como retira­
dos. Con el objeto de organizar la deuda pública, por la ley
de 3 de junio de 1835, se creó el gran libro de deuda y ren-.
tas públicas. Todo capital y toda renta asentados en el gran
.8
98 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

libro quedaban garantizados por todas las rentas que en el


día poseyera la República y poseyere en adelante y por todas
las propiedades muebles o inmuebles. La misma ley creaba
la Caja de Amortización cuyos fondos se determinaban,
integrada por un Senador, dos Representantes, por el Minis­
tro de Hacienda en calidad de inspector, por dos propietarios,
dos comerciantes y dos hacendados. La administración de la
caja debía percibir de Tesorería las cantidades destinadas al
pago de las rentas y formar el capital amortizante.
La aplicación de estas medidas dió óptimos resultados.
El cónsul de Francia en Montevideo M. Baradére en un in­
forme elevado a su gobierno correspondiente al año 1835, se
refiere a la aplicación de las leyes de emisión de bonos, pa­
tentes extraordinarias y reforma militar ya comentadas, y
expresa: “Con el apoyo de esas tres leyes, concienzuda­
mente cumplidas, pero sobre todo, con principios de orden y
de economía, totalmente desconocidos hasta entonces, la Ad­
ministración actual ha conseguido restablecer la confianza,
llamar el crédito, hacer frente, al mismo tiempo, a los gas­
tos del día y a los pasados y presentar, todavía, en menos de
un año, es decir, después de) 1? de Marzo de 1835, hasta el
mes de Diciembre siguiente, una economía real de alrededor
de quinientos mil pesos, aplicados a la amortización de igual
suma de la deuda exigióle.” (2’2) D. Juan María Pérez, a
quien correspondía el mérito de esa obra, escribía por su
parte a Giró el 19 de julio de 1835: “Nuestras rentas ordi­
narias están enteramente libres. Hoy después de haber lle­
nado los gastos del presupuesto y haber atendido a diferen­
tes obras de importancia, reparos, aprestos militares, com­
posición de caminos y con esto hemos arribado a demostrar
que nuestras rentas nos bastan.”
Por el Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores se
adoptaron igualmente importantes medidas en favor de la
Administración. El 4 de setiembre de 1835 se dictó el primer
Reglamento Consular que tuvo el país; el 15 de enero de
1836 fué creada la Junta de Higiene Pública; se dictó el Re­
glamento General de Policía Sanitaria. Asimismo se adopta­
ron enérgicas medidas para impedir el tráfico de esclavos
que se había realizado durante el gobierno anterior siguiendo
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 99

viejas prácticas no obstante lo establecido por el artículo 131


de la Constitución de la República que prohibía aquel comer­
cio. Fueron declaradas nulas las patentes de los buques ocu­
pados en esa actividad a la que prosiguieron dedicados al­
gunos capitalistas que actuaban clandestinamente, en cuya
virtud se declaró, por ley de 16 de junio de 1837, que los
negros introducidos en la República desde aquella fecha eran
libres de hecho y de derecho, debiendo ser puestos en tutela
por la autoridad pública, hasta cumplir su mayor edad.
Con respecto al ejército, además de la reforma militar
tan necesaria, debemos recordar la ley de 1? de junio de 1835
poi* la cual se creó la Guardia Nacional destinada a suplir la
falta del ejército de línea para la defensa y seguridad del Es­
tado, en la cual debían alistarse todos los ciudadanos no ex­
ceptuados por motivos que la propia ley expresaba, entre los
17 y 50 años.
Todas estas medidas acusan el visible propósito de en­
cauzar la administración del país dentro de normas orgá­
nicas, proceso éste que fué bruscamente detenido y malo­
grado en sus resultados al producirse la revolución de 1836.
En 1872 al hacer la condena de este movimiento escribía el
Dr. Juan Carlos Gómez: “El caudillaje enciende la guerra
civil en 1836, bajo un gobierno que respetaba la ley, que ad­
ministraba con escrupulosidad los dineros públicos, que nin­
gún derecho atacaba, que fomentaba la educación popular, tri­
butaba consideración a los talentos y a las luces y hacía alarde
de modestia republicana y de cultura de procederes.” (23)
Por su parte Andrés Lamas, adicto en su juventud co­
mo Gómez, al gobierno del Gral. Manuel Oribe, de quien fue­
ran luego enconados adversarios, escribió a Pacheco y Obes
el 16 de noviembre de 1852: “no vió V., no tocó V., como
toqué yó con el alma despedazada, todo lo que habíamos per­
dido en la sustitución de la administración de Oribe?’’ (24>
NOTAS CORRESPONDIENTES AL CAPITULO IV

(1) Carta de Fructuoso Rivera a Julián de Gregorio Espinosa de se­


tiembre 19 de 1826 publicada por Espinosa en Buenos Aires en un folle­
to el 23 del referido mes y año. Hemos visto el original de este interesante
documento en el Archivo de la Nación, en Buenos Aires entre los papeles de-
Espinosa que allí se conservan.
(2) Informes del Cónsul Raymond Baradére dados a conocer por Luis
Alberto de Herrera en “Los Orígenes de la Guerra Grande", Tomo IT, págs..
5 a 41, Montevideo, 1941.
(3) Acerca de las ideas del Dr. Lucas Obes en materia económica se
puede consultar, “El Estandarte Nacional” de 16 de setiembre de 1835 y
un fragmento de las “Memorias” de D. Pedro Bustamante publicadas por
Raúl Montero Bustamante en la “Revista 'Nacional”, pág. 268 y sigtes.-
del núm. 47, Montevideo, 1941.
(4) Carta de Eugenio Garzón al Gral. Miller publicada por Juan E.
Pivel Devoto en su “Historia de los Partidos Políticos en el Uruguay”,
Tomo I, pág. 103 y 104, Montevideo, 1942.
(5) Sobre las alternativas de la lucha en Montevideo en 1832 ver el
conjunto de hojas sueltas de la época relativas al motín de junio. (Bib.
Nal. de Montevideo).
(6) Rivera a Pereira, “Correspondencia Confidencial de Gabriel A.
Pereira” tomo I, pág. 244, Montevideo, 1895.
(7) “Archivo Histórico Diplomático del Uruguay” publicado por el Mi­
nisterio de R. Exteriores, Tomo I. pág. 29, Montevideo, 1939.
(8) Juan E. Pivel Devoto, “La misión de Francisco J. Muñoz a Bo-*
livia”, pág. 31, Montevideo, 1933.
(9) Documento original existente en el archivo del Ministerio de Rela­
ciones Exteriores, caja 1725 del Archivo Gral. de la Nación, Montevideo.
No lo conocíamos en 1933 cuando publicamos “La Misión de Francisco
Joaquín Muñoz a Bolivia”. Tuvimos conocimiento del mismo en 1934 cuan­
do realizamos la clasificación de la papelería citada.
(10) El documento fué publicado en la época en “El Universal”. En
la obra antes citada sobre la misión de Muñoz a Bolivia, se le reproduce
integro en el “Apéndice", págs. 80-8*4.
(11) Ver el folleto de la. época “Observaciones contra el proyecto de ley
presentado por el gobierno a las Cámaras sobre la moneda, de cobro”, Mon­
tevideo, 1830.
(12) Gilberto García Belgas “La elección presidencial de don Ma­
nuel Oribe”, Montevideo, 1935.
(13) Luis A. de Herrera, obra citada, tomo II.
(14) José P. Pintos, “El Brigadier General don Manuel Oribe”, Mon^
levideo, 1859; Bibiano Torres Saldaña. “Rasgos Biográficos de don Ma­
nuel Oribe”; Felipe Barreiro, “Oribe en la Cruzada de los Treinta y
Tres”, Montevideo, 1935. En el Museo Histórico Nacional hemos podido
consultar los despachos militares del 'General Oribe.
(15) Documento publicado» en la “Correspondencia Confidencial y
Política de Grabiel A. Pereira”, Tomo I, y reproducido en facsímil por-
el doctor de Herrera en su antes citada obra Tomo I, página 327, Mon­
tevideo, 1941.
(16) “Archivo Diplomático del Uruguay”, citado, tomo I, página 61-
y siguientes. En el Archivo General de la Nación hemos consultado Ios-
documentos relativos a la misión Giró que existen en las cajas del Mi­
nisterio de Relaciones Exteriores. Montevideo.
(17) “Contribución documental sobre nuestras relaciones diplomáticas y
102 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

■comerciales con la Gran Bretaña”, publicada y anotada por Juan E. Pivel


Devoto, Montevideo, 1933.
(18) Luis A. de Herrera, Tomo II, obra citada.
(19) Mario Falcao E-spalter, “La Misión Villademoros”, en la Revis­
ta del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay”, Tomo III, N.9 2,
Montevideo, 1924.
(20) Nota de ITood a Ilamilton de enero 26 de 1837 reproducida en
Herrera, obra citada, Tomo II, páginas 138-139.
(21) Juan E. Pivel Devoto, “Historia de los Partidos Políticos”, Tomo
I, páginas 118-119, Montevideo, 1942.
(22) Informe- do Bañadero publicado por el doctor Luis A. de Herrera
en “Orígenes de la Guerra Grande”, Tomo II, página 9, Montevideo, 1941.
(23) Carta de Juan Carlos Gómez a Julio Herrera y Obes, en “La
Democracia”, Montevideo, diciembre 21 de 1872.
(24) “Andrés Lamas a sus compatriotas”, página 107. Río de Ja-
CAPITULO V
La Guerra Grande.
(1839 - 1851)

Aceptada la renuncia de Oribe, asumió el poder don Ga­


briel Antonio Pereira en calidad de Presidente del Senado.
Pocos días después Rivera entró en la Plaza y tomó posesión
del mando dirigiendo al país una Declaración por la cual sus­
pendió momentáneamente el ejercicio de los Poderes Consti­
tucionales en cuya virtud fueron disueltas las Cámaras y
cesó O. Gabriel Pereira en el ejercicio del Ejecutivo, función
que asumió Rivera con la suma del poder público.
El 23 de diciembre se efectuaron elecciones para for­
mar una nueva Asamblea Legislativa; pocos días después
—el 31 del mismo mes— suscribió Rivera —bajo la influen­
cia de sus aliados unitarios y agentes consulares de Francia—
un tratado de alianza ofensiva y defensiva con la Provincia
de Corrientes y el 13 de enero de 1839, delegó el mando en
D. Gabriel Pereira para trasladarse a Durazno. El 10 de
febrero de 1839 fué declarada la guerra a Rosas, solución
admitida por Rivera como impuesta por la gravitación de los
hechos cuyo desarrollo presidían las fuerzas aliadas que se­
cundaron la revolución que lo había llevado al poder.
El 28 de febrero de 1839 se inauguró el nuevo período le­
gislativo y el l.° de marzo Rivera fué electo por la Asam­
blea General, Presidente Constitucional.
¿Cuál era su plan en este momento? En política interna,
estabilizar el gobierno. Y en política externa, liberarse de la
influencia de los aliados que lo habían impulsado a una gue­
rra internacional. Poco después de su entrada en Montevi­
deo había denunciado el tratado con los farrapos iniciando
una política de aproximación con el gobierno imperial para
104 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

la cual fué comisionado a Río de Janeiro Santiago Vázquez;


en Abril de 1839, no obstante la declaración de guerra ya

Hacienda Ü. Francisco Joaquín Muñoz para que negociara


la paz con Rosas, quien seguía reconociendo a Oribe como
Presidente legal de la República, lo cual significó obstácu­
lo insalvable para toda negociación. Esta actitud de Rivera,
que traduce su firme propósito de realizar una política de
contornos netamente locales, sin las complicaciones externas
que le creaban el partido unitario y los agentes franceses, le
valió la crítica acerba de éstos últimos y de los orientales
de Montevideo impulsados hacia una política que’ unlversa­
lizaba todos los problemas.
De acuerdo con la declaración de guerra antes referida
las operaciones debían comenzar en territorio argentino, en
donde actuarían, conjuntamente las fuerzas orientales al
mando de Rivera y las correntinas al mando de Berón de As-
irada. El ejército correntino fué destrozado por el ejército
rosista de Ecbagüe en la batalla de Pago Largo. La guerra
parecía extenderse al territorio oriental. Se iniciaba formal­
mente la “Guerra Grande”. Rivera emprendió la marcha ha­
cia el Uruguay, para detener la invasión de Echagüe, mien­
tras La valle organizaba en Montevideo la expedición contra
Rosas. En Julio de 1839 Echagüe atravesó el río Uruguay
cerca de Salto. Contaba entre sus filas a los generales Justo
José de Urquiza, Juan Antonio Lavalleja, Servando Gómez,
Eugenio Garzón, y al coronel Manuel Lavalleja. Las fuerzas
atravesaron la República hasta el río Santa Lucía. Hubo di­
versos encuentros entre el ejército del gobierno y los in­
vasores, hasta que el choque decisivo tuvo lugar en Cagan-
cha, el 29 de diciembre de 1839, donde Rivera derrotó a
Echagüe.
Entre tanto, en Julio de 1839 Lavalle, contrariando ór­
denes expresas de Rivera, embarcaba en Montevideo su ex­
pedición contra Rosas, y se organizaba la lucha en el sur.
La guerra seguía en territorio argentino. A fines de 1841.
el general Paz obtuvo la victoria de Caa-Guazú contra el ejér­
cito de Echagüe, que quedó aniquilado. Las fuerzas de Rive­
ra siguieron actuando en Entre Ríos. La guerra contra Rosas
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 105

iba tomando mayor amplitud; la provincia de Santa Fé se


adhirió a ella y el 12 de diciembre de 1842 se formó la liga
que agrupó al fin a tres provincias Entre Ríos, Santa Fé y
Corrientes y el Estado Oriental.
Pero no hubo mucho acuerdo entre los jefes de la liga,
Ferré y Paz se retiraron. Puede decirse que Rivera quedó al
frente de la coalición. Obtuvo algunas victorias sobre Jas fuer­
zas de Urquiza; pero al fin la batalla decisiva se libró entre
Oribe y Rivera, en Arroyo Grande, el 6 de diciembre de
1842. La derrota de Rivera fue absoluta; en ella —puede de­
cirse— perdió todo su ejército.
La victoria abrió a Oribe el camino hacia Montevideo,
a la que puso sitio desde el 16 de febrero de 1843.
La guerra grande iba a circunscribirse ahora por espacio
de nueve años al territorio de la República, concretándose
aparentemente en la lucha entre la ciudad de Montevideo y
las fuerzas que lo pusieron cerco; en un duelo entre el par­
tido de Rivera y el partido de Oribe. Los jefes rivales que
chocaron en 1836 habían vuelto a encontrarse en la bata­
lla de Arroyo Grande al frente de los ejércitos aliados que
comandaban, circunstancia que puede contribuir a que la
guerra grande revista para algunos el carácter de un pleito
entre dos partidos personificados en sus caudillos fundadores.
Pero sin perjuicio de reconocer que la guerra tuvo su origen
lejano en la revolución de 1836, surge del estudio de la época
realizado al margen de todo planteamiento simplista, que a
aquella causa originaria se sumaron luego una serie de fac­
tores diversos, que dieron a la guerra un carácter internacio­
nal. Lo propiamente oriental que tuvo la guerra en sus co­
mienzos fue luego superado y aún desvirtuado por la gra­
vitación que ejercieron otros problemas rioplatenses con
los cuales se compenetraron nuestros partidos.
La guerra grande se nos presenta así como un gran dra­
ma íntimamente ligado a la configuración de las naciona­
lidades de la cuenca del Río de la Plata, drama en cuyo*
planteamiento y desarrollo se discutirían las fronteras de
esos países, la navegación de sus ríos, la defensa de las so­
beranías aún no prestigiadas y amenazadas por la política
de Jos Estados europeos que anhelaban abrir rutas a su co­
106 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

mercio; drama durante cuyo desarrollo la discusión en torno a


esos problemas rioplatenses se confundió con los factores deri­
vados del proceso de organización interna de la República que
la revolución de 1836 bahía venido a interrumpir brusca­
mente.
Debemos, pues, encarar el estudio de la guerra grande
no sólo en función de antecedentes exclusivamente locales, sino
abarcando también la situación de los demás países ameri­
canos que directa o indirectamente intervinieron en su des­
arrollo.
La vida de nuestro país —por circunstancias especiales—
estuvo siempre muy vinculada a la de sus vecinos; pero nun­
ca como en este período, de su historia.
De ahí la imposibilidad de enfocar a ésta desde un sec­
tor limitado. Es menester proyectar el problema nacional
sobre el amplio panorama americano en que repercutieron
sus influencias.
En el primer período de la guerra grande que hemos
esquematizado, comprendido entre los años 1839 -1842, se anu­
daron todos los intereses internacionales que habrían de es­
tallar en la vasta conflagración cuyo desarrollo estudiaremos
en este capítulo.

II

Panorama de países americanos, particularmente de la cuenca


del Plata.

Confederación Argentina

Caído Rivadavia, rechazada la Constitución de 1826, vol­


vió a fragmentarse la unidad del país. Sin embargo, desdo
1827 se intensificó el movimiento tendiente a la formación
de pactos que asegurasen la unidad nacional. Se reanudó así
la fecunda política de pactos interprovinciales, comenzados
en 1820, que en esta segunda etapa, al culminar en el pacto
fundamental de 4 de enero de 1831, habrían de fundar la es­
tructura de la confederación.
En 1827 fué Dorrego quien, al frente del gobierno de
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 107

Buenos Aires se propuso dar impulso a esa política, desti­


nada también a terminar el conflicto internacional con el Bra­
sil. En setiembre do 1827 Córdoba, que aspiraba a una in­
fluencia preponderante, colaboró en el movimiento pactista.
Se llegó entonces, por obra del gobernador Bustos, al trata­
do de 21 de setiembre de 1827, en que se resolvió la reunión
de una convención en Santa Fe o San Lorenzo, con fines
confederativos.
En este mismo año de 1827, se firmaron otros pactos ten­
dientes a la reunión de la Convención Nacional. Pero esta
convención fracasó por la revolución unitaria de Buenos Ai­
res, dirigida por Lavalle, (1? de diciembre de 1828), que
terminó con el gobierno y con la vida de Dorrego. El triun­
fo unitario en Buenos Aires fué breve, pues el 6 de diciem­
bre de 1829 subía Rosas al gobierno. Pero en Córdoba la si­
tuación había tomado un cariz anti-federal; Bustos, despoja­
do del poder, fue sustituido por el Gral. José María Paz, que
arrastró a Tucumán y a Salta a la guerra unitaria, frente
a los principios federales representados por Quiroga. Paz
realizó una activa política unitaria en el interior del país que
culminó con el tratado de 31 de agosto de 1830, entre 9 pro­
vincias interiores: Mendoza, San Luis, San Juan, Salta, Tu­
cumán, Santiago del Estero, Córdoba, Catamarón, La Rioja.
Estableció un Supremo Poder Militar provisorio entre las
provincias contratantes, encargado no sólo de dirigir la gue­
rra, sino de sostener el sistema representativo que existía
en las nueve provincias. Para él fué designado Paz, en virtud
del mismo convenio. Paz quiso atraer a su política a Santa
Fé, Entre Ríos y Corrientes; pero ellas estaban bajo órbita
federal. Y el 4 de enero de 1831 Buenos Aires, Santa Fe y
Entre Ríos firmaron otro pacto importantísimo, que marcó
una fecha jalón en las etapas de la unidad nacional. Estable­
cía este pacto una unión federal, encaminada a una acción
militar conjunta. Pero lo extraordinario del pacto de 1831 es
que instituyó una Comisión Representativa, compuesta de
un diputado por cada una de las tres provincias signatarias.
Entre sus atribuciones figuraba la de invitar a las de- ’
más provincias de la República, cuando estuviesen en plena
libertad y tranquilidad, a reunirse en federación con Jas li­
108 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

torales; y a que por medio de un congreso general federa­


tivo se arreglase la administración general del país bajo el
sistema federal, su comercio interior y exterior, su navega­
ción el cobro y distribución de las rentas generales y el pago
de la deuda de la República.
Los sucesos militares se dicidieron en favor de la causa
federalista; en consecuencia, el pacto de 1831 estaba desti­
nado a una gran proyección nacional. A la liga litoral se fue­
ron adhiriendo Mendoza, Corrientes, Córdoba, Santiago del
Estero, La Rioja, San Juan, Tucumán, Salta. Catamarca y
San Luis.
Mientras tanto Rosas había llegado por segunda vez al
gobierno de Buenos Aires, ahora con la suma del poder
público. No es del caso entrar a considerar los aspectos in­
ternos de la tiranía de Rosas y el problema internacional
que provocaron las intervenciones extranjeras, que estudiare­
mos en otro lugar. Las pretensiones de Rosas de dirigir las rela­
ciones internacionales, su política restrictiva en materia co­
mercial y de comunicaciones marítimas, ocasionaron varias
reacciones. La lucha contra la tiranía originó vicisitudes ai
pacto de 4 de enero de 1831. Hubo, por lo tanto, defeccio­
nes; y de ellas la más importante fué la de Corrientes. El
31 de Diciembre de 1838 se firmó un tratado de alianza ofen­
siva y defensiva entre la República Oriental, —en la que ya
predominaba la autoridad de Rivera— y la provincia de Co­
rrientes, contra Rosas y su gobierno (en ningún caso contra
la Confederación Argentina o sus provincias). Se le introdu­
jeron modificaciones sobre la forma de distribución del ejér­
cito, el 2 de febrero de 1839.
Este pacto, hecho por Berón de Astrada, Gobernador de
Corrientes fué anulado, junto con los demás actos del ex-go-
bernador, por la Cámara Legislativa de Corrientes, el 10 de
abril de 1839. Sin embargo, el 27 de agosto de 1840 se resta­
bleció el tratado de 31 do diciembre de 1838 con algunas adi­
ciones.
La provincia de Corrientes se vinculó también con el Pa­
raguay. El 31 de julio de 1841 firmó un tratado de amistad,
comercio y navegación con aquella república y en la misma
fecha, un tratado provisorio de límites. El 23 de noviembre
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 109

de 1841 la provincia de Corrientes dictó una-ley por la cual


se abrían los puertos a toda bandera extranjera. Dicen los
considerandos de la ley. ‘‘1?) Que en el Estado de la más ab­
soluta inconstitución en que se halla la República, cada uno
de los estados que la componen, tienen una existencia políti­
ca, propia c independiente, en virtud de lo que puede por si re­
solver cuanto le encierra. 2?) Que los estados litorales de la
República ninguna intervención pueden tener en la navega­
ción del Paraná que se haga para puertos de esta Provincia;
porque a estos solo tiene derecho un poder nacional que hoy
no existe....”
La provincia de Corrientes fué así un centro de reacción
contra Rosas. El 14 de octubre de 1842 se celebró en Paysan-
dú una reunión entre el Presidente del Estado Oriental, Fruc­
tuoso Rivera y los gobernadores de Corrientes, Entre Ríos
y Santa Fe para discutir el plan de lucha contra Rosas. Du­
rante la reunión, el gobernador Paz llamó la atención de los
demás asistentes sobre el modo cómo se consideraban las en­
tidades argentinas que figuraban en la conferencia; si forma­
ban un todo argentino o si cada una de las fracciones de la
Revolución trataba por sí. Al fin se resolvió que en el con­
venio aparecieran sólo dos entidades; el Estado Oriental y
la Revolución Argentina. De esa reunión salió un protocolo
por el cual se estableció el poder central de la Revolución
Argentina en el Gobierno de Corrientes, que se expediría
con dos ministros. “Este poder —convinieron— no podrá
consentir en cosa alguna que directa o indirectamente influya
contra la integridad del territorio argentino’’. El 11 de no­
viembre de 1845 Paraguay y Corrientes celebraron un trata­
do de alianza ofensiva y defensiva contra Rosas. “A fin de
obtener garantías completas y valiosas a bien de las altas
partes contratantes”. “Tales garantías deben asegurar, por
lo que respecta a la República del Paraguay, el reconoci­
miento público y absoluto de su Independencia y Soberanía
nacional, como estado enteramente separado y distinto de la
República Argentina de la integridad de su territorio, y del
derecho y comunidad de la navegación libre por los ríos Pa­
raná y Plata; y por lo que respecta al Estado de Corrientes
deben asegurar la observancia y exacto cumplimiento de los
110 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

derechos políticos e individuales que tienen las Provincias


del Río de la Plata como estados independientes que son, aun
cuando unidos con vínculos de federación o alianza” (art.
3.9.).
Así, pues, vemos como el pacto de 4 de enero experimen­
tó variaciones. Según hemos dicho, en el transcurso de la lu­
cha anti-rosista, se habló de la creación de un estado del lito­
ral, al que a veces se pensó en vincular al estado oriental.
La lucha entre la confederación y Corrientes tuvo un
episodio importante, el tratado de Alcaraz, celebrado a raíz
de la prisión de Juan Madariaga. Los hermanos Madariaga
entraron en franco entendimiento con Urquiza y éste fué el
punto inicial del tratado mencionado. El 15 de agosto de
1846 quedó concertado el tratado por el que Corrientes se
vinculaba nuevamente al pacto de 4 de enero de 1831, y se
autorizaba al gobierno de Buenos Aires para dirigir las rela­
ciones exteriores. En un tratado secreto, que se consideraba
adicional del público, Corrientes introducía modificaciones
al pacto de 4 de enero do 1831, al que se adhería de nuevo. Las
fundamentales eran: a) las obligaciones, del artículo 2.° no se
aplicarían al gobernador oriental.-ni a los gobiernos de Ingla­
terra y Francia; b) quedaban en vigencia los tratados entre
Corrientes y Paraguay hasta la reunión de la Comisión Re­
presentativa. (El art. 2.9 del pacto se refería a la obligación
de resistir cualquier invasión extranjera). El tratado así am­
pliado significaba una violación del pacto, no sólo por las ex­
cepciones al artículo 2.9 sino porque obligaba a reconocer, im­
plícitamente, la independencia del Paraguay, sin que mediara,
una resolución formal adoptada en el Congreso de todas las
Provincias Argentinas; lo cual violaba el art. 15 del pacto de
1831. Urquiza, presionado por Rosas no ratificó el tratado.
Rosas propuso uno sustitutivo, que Corrientes no quiso acep­
tar. Vino luego la guerra en que Urquiza venció al ejército
correntín o en Vences. Ya durante el transcurso de las nego­
ciaciones Urquiza se había mostrado excesivamente compla­
ciente con los Madariaga. La actitud de Rosas restableció en
su vigor el pacto de 1831.
En 1851 tuvo lugar el pronunciamiento de Urquiza, vin­
culado al Brasil y al Uruguay. Después de Caseros, se celebró
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 111

la conferencia de Palermo, entre las cuatro provincias lito­


rales, a fin de poner en función el pacto de 4 de enero de
1831 y constituir la Comisión Representativa. Urquiza, Go­
bernador de Entre Ríos, fué encargado de las Relaciones Ex­
teriores, con la obligación de sostener la independencia na­
cional. Luego se invitó a los gobernadores a una reunión en
San Nicolás de los Arroyos y así surgió el acuerdo de San
Nicolás, que permitió la convocatoria e instalación del Con­
greso Nacional Constituyente.
El ratificaba el Pacto de 4 de enero de 1831. Trece pro­
vincias entraron en el camino de la organización bajo la égi­
da del pacto.
No es del caso considerar en este momento los con­
flictos con la Provincia de Buenos Aires. Lo que nos in­
teresa es hacer notar, cómo, en esta crisis de organización,
la lucha interna, en que el sentimiento de nacionalidad pare­
cía oscurecerse, tenía que repercutir forzosamente en nues­
tra formación política, añadiéndole nuevas vicisitudes. He­
mos hablado de la creación de un estado del litoral, al cual se
trató de vincular el Estado Oriental; proyecto que los unita­
rios apoyaron, que algún oriental aceptó y que los intervento­
res europeos y el Paraguay propiciaron. Sin embargo, el orien­
talismo nacional y el integralismo argentino prevalecieron.
No es de extrañar que, al terminar la Guerra Grande,
el nacionalismo de ambas márgenes del Plata haya lanzado
un suspiro de alivio.

Imperio del Brasil

Entre 1830 y 1841 el Imperio pasó por una verdadera


crisis interna. Dominado por la reacción nacional, que le era
adversa, abandonado por el ejército, el Emperador Don Pe­
dro I había hecho voluntaria abdicación el 7 de abril de 1831.
Ahora bien, basta echar una ojeada sobre el mapa del Bra­
sil y recordar además la forma en que se había realizado la
colonización, para comprender la gravedad que encerraba
el problema de su organización política. Los historiadores
brasileños han observado con mucho acierto la profunda fun­
ción histórica de la monarquía. “El rey es la pieza maestra
112 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

de todo el mecanismo del gobierno nacional, constituido por


los estadistas imperiales”. En todas las revoluciones civiles,
observa el mismo autor, por encima de las luchas surge siem­
pre el principio de lealtad a la persona del rey”. “Los rebel­
des se apresuraron a declarar invariablemente que su pro­
testa, sil reacción, su rebeldía, no son contra la monarquía,
sino contra el gobierno, contra el partido, contra la ley; el go­
bierno, porque es arbitrario el partido, porque es intolerante;
la ley porque es opresiva; pero nunca contra el Rey. Este re­
cibe siempre de todos los insurgentes las declaraciones más
respetuosas de perfecta lealtad.”
“En el norte fracasan precisamente por eso las revolu­
ciones republicanas. En el extremo sur. la revolución de 1835
no tiene, al principio carácter republicano alguno. En el cen­
tro-la de 1842 se hace con el pretexto de librar a la persona
del Roy de las influencias (pie lo rodean, — sofisma que di­
simula el espíritu de reverencia a la realeza, aun entre quie­
nes contra ella se rebelan”. (1.)
Así, pues, la abdicación de don Pedro I tenía que sumer­
gir al país en una crisis violenta. En Para, en Pernambuco,
hasta en Matto Grosso, se hacía sentir la anarquía. Los sena­
dores y diputados escogieron una regencia interina; luego la
Regencia Permanente. Trina (Francisco de Lima e Silva, Cos­
ta Carvalho, Braulio Muniz). El Período de la Regencia fue
la época de más intensa exacerbación del espíritu provincial.
El 12 de agosto de 1834 se reformó la constitución de
1824 con el .teta Adicional. Los regentes fueron reducidos a
uno solo; y el espíritu local se satisfizo con la creación de
asambleas provinciales.
Las elecciones de 1835 entregaron la segunda Regencia
al hombre de mayor energía de su tiempo, al senador Diego
Antonio Feijó. Pero ya el 10 de setiembre de 1835 estalló la
Revolución en Río Grande del Sur dirigida por Beatos Gon-
§alves, el gran caudillo. En Octubre de 1836, en la batalla de
Fanfa, los rebeldes fueron vencidos y Beatos hecho prisio­
nero. Pero sus camaradas proclamaron la República en Pi-
ratiní y como presidente, a Beatos Gon^alves. Este se fugó y
volvió a Río Grande, cuya revolución contó además con el apo­
yo de Beatos Manuel Riveiro, hasta eatoaces de parte del go­
bierno. La guerra tuvo alternativas diversas; hasta que al fin
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 113

después de 10 años de lucha, los rebeldes fueron sometidos.


En este mismo año de 1835 estalló una sublevación de ne­
gros en Bahía, donde las revueltas negreras eran numerosas
por la gran acumulación de africanos.
En 1840, el partido liberal pidió la declaración de la ma­
yoría de edad del emperador, D. Pedro II, que sólo contaba
15 años. También en este año de 1840 culminó el movimiento
conservador con la interpretación de la ley adicional. Se res­
tringía la competencia de las asambleas provinciales, de mo­
do que el gobierno central podía intervenir en los menores
detalles de la economía local. Posteriormente se establecie­
ron nuevas disposiciones que tendían a implantar la unifi­
cación y la legalidad. Por ejemplo, uno de los instrumentos de
subordinación de las provincias al poder nacional fueron los
presidentes provinciales, nombrados por el Emperador. Los
estadistas del Imperio rechazaron todas las tentativas de re­
forma que trataban de dar a las provincias el derecho a ele­
gir sus presidentes. Otro órgano de centralización fué la jefa­
tura de policía también provista por el Emperador con atribu­
ciones de índole judicial, hasta 1870. La justicia local depen­
día del poder central. El desarrollo de las instituciones mili­
tares, la formación de) Ejército Nacional, la subordinación de
la Guardia Nacional, fueron otros tantos factores de centra­
lización.
Así se fué cumpliendo este proceso de unidad nacional,
aunque con lentitud y esfuerzo. Todavía después de la decla­
ración de mayoría, hubo numerosas revueltas entre 1840 y
1849 en San Pablo, en Minas, la Praieira de Pernambuco, etc.
(esta última inspirada en un exacerbado nacionalismo, que
llegaba a pedir hasta la expulsión de los portugueses).
Así, pues, recién a mediados del siglo encontramos un
Brasil pacificado en vías de centralización. La política exte­
rior fué dominada en gran parte, por este deseo de consoU-
dar las fronteras, amenazadas por la incertidumbre de la
gran dislocación geográfica. Esa orientación había de reper­
cutir desfavorablemente en nuestro país, que hubo de mante­
nerse a la defensiva, frente a la famosa política de las u fron­
teras naturales’’.
9
114 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Paraguay

La vida política del Paraguay fué mucho menos azarosa.


Realizada la revolución, constituida la primera Junta de
Gobierno, el doctor Gaspar Rodríguez de Francia empezó a
trabajar para desvincular a la provincia de la causa de Bue­
nos Aires. Fruto de esa política fué la nota de 20 de julio de
1811 en que la Junta Paraguaya expuso a la de Buenos Aires
su voluntad de unirse a las confederadas por amistad, buena
armonía, comercio y correspondencia, pero bajo estas bases
fundamentales: 1?) Que mientras no se reuniese el congreso
general, la provincia se gobernaría por sí misma sin que la
Junta de Buenos Aires pudiera ejercer jurisdicción sobre su
gobierno; 2?) Que ningún reglamento o constitución san­
cionada en el congreso general podía obligar a la provincia
hasta su ratificación por una junta plena y general de sus ha­
bitantes. Fueron éstos los preliminares del tratado de 12 de
octubre de 1811, que no hizo sino ratificar los aspectos esen­
ciales de aquella nota. Poco a poco, Paraguay fué completan­
do aquella primera separación, defendiéndose de Buenos Ai­
res como antes se había defendido de los portugueses. En
vano el Triunvirato envió en 1812 a Nicolás Herrera para per­
suadirlo a la anexión, o por lo menos, a la renovación del tra­
tado de 12 de octubre. Jamás Herrera fué reconocido como en­
viado del Supremo Poder Ejecutivo de las Provincias del Río
de la Plata, sino como un diputado de Buenos Aires. (2)
Dueño absoluto del poder, Francia mantuvo una cons­
tante política de no intervención en los asuntos de otros paí­
ses, particularmente en los platenses. Era según su criterio
— la defensa del nacionalismo—.
Cónsul primero, dictador Supremo después, no hizo sino
consolidar esa política de aislamiento en el exterior, y de ab­
solutismo en el interior.
No accedió a los requerimientos del director Alvear, y
no quiso que Paraguay concurriera al Congreso de Tucumán,
ya que, como república independiente, -estaría en evidente in­
ferioridad en un Congreso de las Provincias de otro gobierno.
Defendió también su aislamiento frenté a la Corte de
Río de Janeiro, a quien quería hacer comprender que Para­
guay era una república perfectamente independiente.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 115

En 1821 el gobernador de Buenos Aires, Martín Rodrí­


guez, le envió una nota proponiéndole amistad y prometién­
dole la libertad del comercio garantizada por la escuadra de
Buenos Aires. No fué contestada.
En 1823, el aislamiento del Paraguay era absoluto. Ab­
soluto era también el régimen interior. No había ninguna
fuerza social capaz de contrarrestar la voluntad del Supremo.
No había iglesia, no había partidos, no había prensa. Las
reuniones públicas estaban prohibidas, incluso las religiosas.
No se recibían periódicos del exterior. La comunicación pos­
tal al principio estuvo sometida a rigurosa censura; luego,
suprimida completamente. Para entrar o salir del país, era
necesario permiso especial del Dictador.
Estalló entonces la contienda entre las Provincias Uni­
das y el Brasil, por la Cisplatina. Ambos Gobiernos requi­
rieron la alianza del Paraguay. La Argentina envió a Juan
García del Cossío; Brasil, a Manuel Antonio Correa da Cá­
mara. (3)
Rivadavia envió al comisionado con el propósito osten­
sible de que Paraguay ratificace la Convención Preliminar
firmada entre el gobierno de Buenos Aires y el Rey de Es­
paña y además para reanudar relaciones diplomáticas y co­
merciales. Se le decía al gobierno paraguayo que es necesario
que otorgase también su representación al comisionado que las
Provincias Unidas enviarían a España — que conjuntamente^
con los representantes de Chile, Perú2 Venezuela y Méjico, de­
bían ajustar el tratado definitivo de paz y amistad.
Es decir, pues, que al no reconocérsele el derecho a nom­
brar un representante propio, se le desconocía al Paraguay
su calidad de república independiente. Francia no contestó
las notas de García del Cossío.
Más éxito tuvo Correa da Cámara, aunque en rigor, no
hubo sino promesas. De parte del Paraguay: cooperación
amistosa y libre de comercio. De parte del Imperio: resarcimien­
to de daños en el noste, demarcación de límites, nombra­
miento de un plenipotenciario y reconocimiento implícito de
la independencia paraguaya.
Pero Francia consideró que el Imperio no había cumpli­
do sus promesas y la segunda misión de Correa da Cámara
116 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

fracasó completamente. Tampoco quiso acceder al pedido de


Ferré, que lo habría hecho intervenir, acaudillando 10 pro­
vincias, en los asuntos interiores argentinos.
El 20 de setiembre de 1840 falleció Francia, dejando
bien consolidada la independencia paraguaya. (4)
Vino una administración provisoria y en marzo de 1841
se reunió un Congreso Nacional que creó el Supremo Gobier­
no Consular; Carlos A. López fué el primer cónsul.
El 5 de noviembre de 1842 se reunió un Congreso Ex­
traordinario que declaró solemnemente la independencia pa­
raguaya. Desde entonces, la política paraguaya perdió su
primitivo aislamiento. La necesidad de conseguir su recono­
cimiento y la libertad fluvial, indispensable para su vida eco­
nómica, determinaron una política de intervenciones en los
problemas del Río de la Plata de que hablaremos en otro
lugar.

Chele

Vamos ahora a analizar la situación de Chile, que tam­


bién se vinculó en cierto modo con los asuntos plateases. El
período que estamos estudiando fué para Chile, “el régimen
de autoridad”, como lo denominaron algunos historiado­
res. (5)
Luego de la revolución, Chile había conocido las pertur­
baciones inherentes a la difícil etapa que le tocaba vivir.
Después de Bernardo O'Higgins, obligado a resignar el
mando en 1823, subió a la presidencia Ramón Freire, que
también se había destacado en las guerras de la independen­
cia. No pudo tampoco llenar el término de su mandato, pues
la oposición violenta que se le hacía lo impulsó a renunciar.
•Siguió a esto un período de cinco años de anarquía. En
1828, triunfante el partido liberal, con predominio en el Con­
greso, hizo sancionar una constitución que respondía a su
ideología y fué promulgada el S de agosto de aquel año. Es­
ta constitución tiene interés para nosotros porque fué una
de las fuentes en que se inspiraron los constituyentes de
1830.
Consagraba la más amplias garantías y libertades indi­
viduales. Establecía la igualdad social, aboliendo mayorazgos
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 11T

y vinculaciones que impidiesen la libre enajenación de los


fundos (problema muy importante en Chile). Establecía la
clásica separación de poderes con un legislativo bicameral, un
ejecutivo con un presidente, un poder judicial de varios cuer­
pos, jerarquizados bajo la corte suprema.
El régimen local ofrecía en cambio variantes fundamen­
tales con relación a nuestra constitución del año 1830. Las
provincias tendrían intendentes y asambleas autónomas; ha­
bría además, municipalidades de elección popular. Era una
reacción contra el federalismo, pero no absoluta. Establecía
como religión del estado a la católica y prohibía el ejercicio
público de cualquier otra; pero disponía que nadie sería mo­
lestado por sus opiniones privadas, con lo cual se establecía
una justa tolerancia.
Hace observar Galdames que la aristocracia y el clero, he­
ridos una, en sus bienes mayorazgos y el otro en esa toleran­
cia, iban a ser hostiles a la constitución. Tenía, además, de­
fectos; el mecanismo del Poder Ejecutivo, desde que casi im­
ponía un régimen en que el Presidente y el Vice tenían que
sei* pertenecientes a partidos opuestos, lo cual significaba el
acecho constante de la oposición en el poder; exceso de auto­
nomía local, etc. En una palabra, los liberales de la época,
“lanzados en la senda de la perfección, olvidaban bien pronto
la prudencia y cautela que ellos mismos se habían impuesto”.
El partido conservador no se conformó con el triunfo
del liberalismo. Vino la guerra civil en que el liberalismo
quedó vencido. El triunfo del partido conservador signifi­
có el triunfo personal de Diego Portales, su dirigente, cu­
ya influencia fué preponderante, hasta su muerte, acaeci­
da violentamente en 1837. En efecto: después de la vic­
toria de Lircay, que significó el triunfo del conservado-
rismo, llegó a la presidencia José Tomás ' Oval le» y al
Ministerio del Interior, Diego Portales. Este organizó la
administración pública, con mano recta; tenía una gran
dedicación a sus funciones y una absoluta honradez; mas-
también exigencias de las que no estaba ausente, la du­
reza. Después de Ovalle, pudo ser electo presidente, pero*
prefirió el nombramiento del general Joaquín Prieto. Du­
rante un tiempo permaneció retirado de la vida pública, ocu­
118 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

pado de la gestión de sus intereses privados; pero el Presi­


dente Prieto que lo necesitaba, lo llamó al poder y Portales
volvió a imprimirle a los negocios del estado la misma ener­
gía y la severidad de antes.
Bajo su inspiración se declaró la guerra al general San­
ta Cruz, jefe de la confederación Peruano - Boliviana. Pero
el absolutismo de Portales le había acarreado enemigos; en
la madrugada del 6 de junio de 1837, mientras realizaba la
inspección del ejército destinado a la guerra, pereció víctima
de un atentado político. No pudo ver, pues, el triunfo de Jas
armas chilenas en Perú, que provocó la caída de Santa Cruz
y la disolución de la confederación Peruano - Boliviana.
No obstante el espíritu de Portales persistió en el perío­
do posterior hasta 1861.
Había sido un verdadero dictador, dominado por la razón
de estado; pero indudablemente había regularizado la admi­
nistración pública y traído el orden y la paz interior. Como
dice Galdames “creó el ambiente indispensable para la orga­
nización del Estado”.
Este régimen oligárquico — que Portales representa tam­
bién — tuvo como armazón jurídica la constitución de 1833.
La fuente principal en que se inspiraron los constituyentes
de 1831 fué el proyecto de Mariano Egaña, de tendencias con­
servadoras, casi oligárquicas, nutrido de Chateaubriand, Bo-
nald, Constant, de Maistre.
El carácter de la nueva constitución y sus diferencias con
la de 1828, se reflejan en los siguientes hechos: l.9) Adopción
del sufragio censitario, con exigencias de un mínimo econó­
mico; 2.9) Establecimiento práctico del régimen de vincula­
ciones; 3?) Mayor fortaleza del poder ejecutivo; 4.9) Cerce­
namiento de las autonomías locales.
En sus disposiciones generales, sin embargo, la consti­
tución sancionaba algunos principios de importancia: señala­
ba un rumbo social a las funciones del estado. Por ejemplo
los artículos referentes a la educación pública. Sentaba tam­
bién el principio del servicio militar obligatorio; y reiteraba
el precepto de que la fuerza armada debía ser esencialmente
obediente y que ningún cuerpo armado puede deliberar.
Era una constitución destinada a restablecer el orden.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 119

Tuvo una vigencia total de 90 años; y sus primeros 38 años


se deslizaron sin ninguna reforma.
Así, pues, Chile había encontrado un camino de rigidez
constitucional que contrastaba con la tumultuosa y, a pesar de
todo, fecunda anarquía de sus vecinos continentales.

Bolivia

La organización de Bolivia era un problema complejo.


Ante todo, por la complejidad racial.
Una pequeña minoría blanca, el mestizo o cholo; y la
gran masa indígena, en lugar de un anhelo de solidari­
dad, mostraban, por el contrario, una tendencia creciente a la
separación, a la sujección de una a la otra, la indígena a la
mestiza, la mestiza a la blanca; todo ello agravado por la po­
sición geográfica, cerrada dentro del territorio, que excedía
la posibilidad de renovación étnica merced al contacto con
gentes de otra raza. “Falta de ideas propias en el elemento
dirigente, ignorancia supina en la masa, barbarie y salvajis­
mo en los indios, extensión desmesurada de territorio, ca­
rencia casi completa de grandes y fáciles vías de comunica­
ción, suma pobreza económica y mil obstáculos, en fin, étni­
cos sociales, geográficos telúricos, se oponían desde un co­
mienzo a poder constituir de pronto una nueva nacionalidad
que ingresase de inmediato a la práctica regular de las ins­
tituciones republicanas ignoradas por la masa viva de la na­
ción, a la ingerencia acertada y metódica en los negocios pú­
blicos, a la percepción cabal de las rentas que le permitiesen
llenar los deberes de la simple administración.” (6)
Libertada por las tropas de Bolívar, separada definiti­
vamente de Perú y de las Provincias Unidas por resolución
soberana de 24 de junio de 1825 entró a la vida independiente
bajo la dirección política de Sucre, designado presidente pro­
visorio en reemplazo del Libertador en 1826.
Grandes e inútiles esfuerzos hizo Sucre para consolidar
la vida política. Se hallaba privado de colaboradores inteli­
gentes; algunos, hasta carecían de escrupulosidad. “Nuestros
edificios políticos están construidos sobre arena; por más
solidez que pongamos en las paredes, por más adornos que
120 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

les hagan no salvaremos el mal de sus bases. Es Ja mayor des­


gracia conocerlo y no poderlo remediar”. Durante su gobier­
no estalló una revolución interna con intervención del Perú,
en que este vencedor, impuso a Bolivia condiciones depri­
mentes para la soberanía boliviana.
Alejado Sucre de Bolivia, el Congreso eligió a Santa
Cruz como presidente provisorio. Recién pudo entrar al po­
der después de una serie de vicisitudes.
Tuvo acertadas disposiciones en cuanto al progreso ma­
terial del país. Se preocupó de las comunicaciones; dispuso
que se declara a Cobija puerto franco y creó en el litoral de
Atacama un puerto nuevo, separado de la parte viva de la na­
ción por un gran desierto. Dispuso el examen de las refor­
mas en la legislación y fué gran regularizador de los servi­
cios públicos.
Cuando pudo consolidar sus posiciones en el gobierno,
contando con un fuerte ejército, creyó que había llegado el
momento de constituir una poderosa confederación. Ya he­
mos hablado de la aquiescencia que encontró en él el proyecto
de Obes, ministro oriental del general Rivera. Pero aspi­
raba a algo más concreto con respecto a los límites de su país.
Intervino en los asuntos interiores peruanos y victorioso mi­
litarmente, consiguió que la Asamblea peruana de Licuaní de­
clarase libre el estado sud-peruano compuesto de los departa^
mentos de Puno, Cuzco, Arequipa y Ayacucho y con la obli­
gación de entrar en un acuerdo confederativo con el otro es­
tado peruano del norte y con Bolivia, bajo la suprema autori­
dad del mariscal Santa Cruz. La Asamblea del norte del Pe­
rú, reunida en Huaraz, decretó poco después la creación del
estado nor-peruano, confirió a Santa Cruz el gobierno vita­
licio de la Confederación con el título de Sumo Protector y lo
concedió el derecho dinástico de elegir nuevo sucesor. Enton­
ces, por decreto de 28 de octubre de 1836, declaró Santa Cruz
establecida la Confederación Perú-Bolivia; sus bases debían
ser determinadas en un Congreso que se reuniría en Tacna en
Enero de 1837. El congreso inauguró sus sesiones en Marzo
l.9 de 1837 y ratificó la obra de Santa Cruz.
La Confederación peruana - boliviana perturbaba el equi­
librio del Pacífico y trajo incluso conmoción en- el Río de
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 121

la Plata. Es indudable que en Bolivia había unitarios ar­


gentinos emigrados que, como los radicados en Chile y en Mon­
tevideo, aunque en menor número que éstos, trataban de for­
mar núcleos de resistencia a Rosas.
Rosas exageró la intervención de Santa Cruz en las
guerras internas de las Provincias, como exageró al atri­
buirle al plan Obes propósitos de desquiciamientos de la
confederación. Pero no hay que olvidar la situación interna
de caos de esta y la forma en que Rosas usaba el arma de la
supuesta connivencia de los gobernadores del norte con Bo-
livia, para derrocarlos y armar el frente federal a su gusto.
Hasta 1835, Rosas no se preocupó del problema boliviano,
pero en 1836, cuando contó con la adhesión de las provincias
de Salta y Jujuy, empezó a encarar de una manera agresiva
la actitud de Santa Cruz.
En Chile, Diego Portales obraba de la misma manera.
La confederación, según el omnipotente ministro, era una as­
fixia para su patria.
En vano Santa Cruz, inició gestiones amistosas para de­
tener el conflicto que lo amenazaba. La guerra ya estaba de­
cretada y Rosas quería sacar de ella el mayor provecho po­
sible. Se pensó en la posibilidad de un acuerdo con Chile pa­
ra la acción conjunta, pero la Confederación ponía condicio­
nes que Chile estimó como de fuera de la cuestión, por ejem­
plo fijación de límites y reclamación de Tarija por parte de
la Argentina.
El 19 de mayo de 1837 Rosas dalja a publicidad el ma­
nifiesto declarando la guerra a Santa Cruz. Pero el peso ma­
yor de la guerra fué llevado por Chile. La victoria de los
ejércitos chilenos en Yungay fué decisiva. (Enero 20 de 1839).
Abandonado por la opinión con la defección de sus aliados
peruanos, Santa Cruz tuvo que resignar el poder, y alejarse
de la patria.
Su caída no estableció la tranquilidad en Bolivia; pero
la confederación peruano-boliviana quedó disuelta y los pro­
blemas bolivianos encerrados en su territorio. La historia de
este país queda ahora completamente desligada de la píntense
y no interesa a los fines de nuestro estudio sobre la guerra
grande.
122 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

III
La organización de la defensa de Montevideo.— La lucha en el mar.

El 16 de febrero de 1843 las fuerzas de Oribe estaban


frente a Montevideo. -Se hace ascender hasta 7.000 hombres,
el contingente militar que lo acompañaba. Sin embargo la
ciudad estaba pronta para resistirlo.
El general Paz fué nombrado jefe del ejército de reser­
va y el 1? de febrero de 1843, general de las armas de la ca­
pital y de su Departamento. Se calcula en 8.000 el número de
combatientes con que llegó a contar el ejército organizado por
Paz. Según Andrés Lamas, a los cuatro meses de iniciado el
sitio el ejército de Montevideo tenía un efectivo de 5.000
hombres, distribuidos en esta forma: 800 guardias naciona­
les, 500 emigrados argentinos, 100 vecinos españoles, 1.400
negros libertos, 2.500 franceses y vascos, 500 italianos. (7)
Desde noviembre de 1842 se habían tomado en Montevi­
deo las precauciones necesarias para hacer frente al ejérci­
to invasor.
Se dictó una ley de liberación de esclavos, destinada a
reunir hombres para los cuerpos de línea. Se suspendieron
todas las obras públicas. Se creó y organizó el “Ejército de
Reserva”, de las tres armas, en el departamento de la «Capi­
tal a las órdenes de Paz. El 15 de diciembre se organizó el
servicio que debía cubrir las fuerzas de la guarnición. Paz
empezó también la preparación de la tropa y organizó una
academia para jefes y oficiales. El 24 de diciembre se creó
un escuadrón de caballería de línea, cuyo mando se confió al
coronel Faustino Velazco. Comenzó la transformación del ar­
mamento. El 8 de enero quedaron sujetos al Código Mi­
litar todos los cuerpos de la guarnición, mientras estuviera
declarada en Asamblea la República. Se derogó un decreto de
1840 que eximía del servicio militar a los colonos canarios
contratados. Se creó la “Escolta del Gobierno”, cuerpo de
caballería bajo las órdenes inmediatas de éste. El 3 de fe­
brero fué nombrado Ministro de la Guerra el Coronel Mel­
chor Pacheco y Obes. El general José María Paz fué desig­
nado comandante de armas de la capital y su departamento.

í
II
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 123

Para comandar la Guardia Nacional el ciudadano D. Lorenzo


Batlle. Se decretó la formación del Estado Mayor, designán­
dose como jefe al Coronel Manuel Correa.
Pero además de éstas y otras medidas secundarias, se
dió comienzo el 6 de enero de 1843 a la construcción de las
obras de fortificación. Paz contó con la colaboración del ma­
yor de ingenieros José María Echeandía, hombre de muchos
conocimientos profesionales. También colaboraron el capitán
de la legión francesa, Juan Pedro Cardeillac, ingeniero, ar­
quitecto y agrimensor y José Toribio, maestro mayor de ala­
rifes. Las obras comenzaron en medio de la mayor inquietud
de la población exteriorizada particularmente en “El Na-
cionar\ Faltaba el ladrillo, la madera, hasta llegó a faltar el
agua; faltaban además recursos para indemnizar las requisi­
ciones y hasta para pagar a los obreros. La actividad incesan­
te de Melchor Pacheco y Obes, Ministro de la Guerra y de
Andrés Lamas, Jefe Político y de Policía, suplía todas las de­
ficiencias.
• • De la época colonial subsistían obras de fortificación,
aunque en mal estado, tales como el fuerte de San José, la
Fortaleza del Cerro, las Bóvedas, los Cubos del Norte y del
Sur, la batería del cuartel de Dragones, parle de la antigua
cindadela (convertida en mercado público desde 1835) y el
Fuerte, asiento de la casa de Gobierno. Estas obras de forti­
ficaciones no servían ya a los fines de la defensa de Montevi­
deo, pues no sólo estaban en mal estado, sino que dejaban,
muy atrás al crecimiento de la ciudad. Sin embargo, alguna
utilidad podrían prestar. Se reparó el fuerte de San José; se
arregló y fortificó la fortaleza del Cerro; se aumentó su guar­
nición y armamento; se levantó una batería en, el Cubo del
Sur y otra en el Cuartel de Dragones.
Se fortificó la Isla de Ratas y se levantaron otras ba­
terías en distintos puntos de la ciudad a orillas del Río de la
Plata. Se hicieron dos líneas de fortificaciones; una línea
interna y otra externa. La primera línea fué una verdadera
fortificación de posición. Se construyó un atrincheramiento
completo, con un foso natural y una muralla de manipostería,
que formaba el parapeto.
Sus ocupantes tiraban por troneras. Exteriormente al
124 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

foso Jas troneras se unían al terreno natural por un térra-


píen. Había también defensas accesorias delante del foso.
La línea interior se dividía en tres secciones: la del cen­
tro, trozo comprendido entre 18 de Julio y San José; sección
izquierda: desde el centro basta la bahía a la altura de la pla­
ya de la Aguada; sección derecha: del centro hasta la playa.
Santa Bárbara, en el Río de la Plata.
Esta línea estaba casi terminada cuando llegó el ejército
de Oribe. Pero fuera de la línea de fortificación, actuaban
fuerzas avanzadas, que hacían guerra de guerrillas. Así se
iban conquistando posiciones, al mismo tiempo que se aleja­
ba al enemigo de las fortificaciones.
Se hizo entonces una segunda línea, cuyas obras fueron
unidas por parapetos. Esta línea iba desde donde hoy está si­
tuado el Palacio Legislativo hasta por donde corre la calle 21
de Setiembre; desde ahí, un arroyo, vigilado por la batería
“Mayor Carro’’, servía de obstáculo natural. Desde la Bate­
ría Coronel Sosa se prolongaba el parapeto en dirección Oes­
te hacia la Bahía. (8). Las líneas de fortificaciones recién se
terminaron en 1847. La plaza contó además con un suficiente
material bélico de cañones, balas y metrallas. Las estaciones
navales francesa e inglesa prestaron apoyo en hombres y ar­
mas.
El ejército sitiador no podía, pues, tomar la plaza, con
la facilidad con que lo habría hecho si la hubiera encontrado
abierta.
Pero no tenía material bélico, ni técnicos como para rea­
lizarlo. El coronel de ingenieros, José María Reyes no poseía
versación especial en obras de fortificación militar; y Oribe
no contaba con ningún otro oficial competente. Este solo he­
cho no bastaría para explicar la resistencia de Montevideo.
Indudablemente, otro factor contribuyó de una manera de­
cisiva : la libertad del mar. La situación de Montevideo, mala
después de Arroyo Grande, que trajo la invasión de Oribe,
empeoró considerablemente después de India Muerta, en que
el ejército oriental de operaciones pudo considerarse desapa­
recido. (Marzo 27 de 1845).
En Montevideo quedaba además, por resolver el proble­
ma de las subsistencias. Al iniciarse el sitio contaba con
31.186 habitantes. El gobierno de la Defensa tenía que aten-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 125

der a las necesidades de esa población, a la provisión de tro­


pa de operaciones y a las guarniciones de Martín García,
Maldonado, Colonia, Paysandú, Salto, etc. Para hacer fren­
te a la situación, contaba el gobierno con rentas de aduana
y recursos ordinarios y extraordinarios establecidos o crea­
dos durante la guerra ;v fundamentalmente, las rentas adua­
neras.
De ahí la necesidad de mantener activo y próspero el
comercio; de ahí los esfuerzos incesantes del gobierno para
que las naciones europeas mantuvieran el bloqueo de Buenos_ ¿v
Aires. No todos los beneficios producidos por la Aduana iban
a parar, sin embargo, al erario público; sería más exacto de­
cir que iba a él sólo la ínfima porción, pues en 1843 se cons­
tituyó una Sociedad Compradora de Derechos de Aduana.
La ley de 15 de julio de 1843 autorizó al gobierno a enajenar
la mitad de las rentas de aduana correspondiente a 1844. Su­
cesivamente, y por adelantado, se iban enajenando las rentas
aduaneras que mermaron hasta que la intervención franco
inglesa, al decretar el bloqueo de Buenos Aires, concentró en
Montevideo el movimiento comercial del Plata. Tuvo ésta ade­
más otros recursos, ordinarios y extraordinarios: patentes, pa­
pel sellado, alcabala (que también se enajenaron); empréstitos
voluntarios; estanco de pan; impuestos a puertas y ventanas;
venta de propiedades (una ley de 21 de octubre de 1843 au­
torizó al Ejecutivo para empeñar, hipotecar y vender cual­
quier propiedad pública existente en el territorio de la Re­
pública, sin restricción ni limitación alguna).
Por tierra, el problema militar de la Defensa no podía re­
solverse. El aspecto esencial de la lucha, bélica y económica­
mente considerado, estaba en el mar. (9)
Desde el primer bloqueo de Buenos Aires, se había com­
prendido la enorme importancia de la lucha marítima. En fe­
brero de 1841 Brown fué nombrado Comandante en jefe de la
escuadra de la Confederación. En marzo, la escuadra argen­
tina quedó bien organizada.
Lo mismo hizo el gobierno de Montevideo, que consiguió
organizar dos flotillas nacionales: la de Fourmantin en el
Uruguay y la de Coe en el Plata. Después de algunas escara­
muzas, se produjo el primer encuentro, en la rada de Montevi­
126 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

deo, el 24 y 25 de mayo de 1841. No hubo ventajas materia­


les para ninguna de las dos partes. El segundo encuentro tu­
vo lugar el 3 de agosto de 1841, a cinco millas de Montevi­
deo. En realidad dejó a la República el pleno dominio de los
ríos. El 9 de diciembre, ocurrió el último choque impor­
tante entre las dos escuadras; Brown se atribuyó la victoria,
pero en verdad no pudo lograr una presa. Rosas compren­
dió la necesidad de acrecentar los recursos marítimos; en
cambio el gobierno oriental vendió la “Sarandí” y la “25 de
Mayo”; sólo conservó los bergantines “Pereira” y “Cons­
titución”.
M ás tarde, formada ya la liga cuadrilátera, se hizo nece­
saria una escuadrilla para darle unidad bélica efectiva y pre­
venir una invasión del Uruguay. La organización se confió a
José Garibaldi. Debía navegar por el Uruguay hasta Co­
rrientes pasando por Martín García.
Este pasaje se hizo bien, a pesar de las dificultades; pe­
ro el 15 de agosto de 1842, en Costa Brava detenido por
Brown, Garibaldi no pudo resistir. Hizo antes volar todos los
barcos; y Brown no le pudo llevar a Rosas más que el “Juan
Esteban”, un maltrecho pailebot mercante.
Rosas, dueño ahora de los ríos, ordenó a Brown que des­
de el I.9 de abril de 1843 formalizase el bloqueo de Monte­
video. La situación podría haber sido angustiosa para la ciu­
dad sitiada, pero el comodoro. T. Bernet Purvis, jefe de la es­
tación naval inglesa, la desconoció y con él las demás estacio­
nes navales extranjeras. El puerto de Montevideo adquirió así
un extraordinario movimiento marítimo. La escuadrilla orien­
tal, nuevamente organizada, tuvo varios encuentros con la ro-
sista. Pero la intervención franco-inglesa no sólo salvó, sina
que aseguró la prosperidad de Montevideo. Se hizo el bloqueo
sobre puertos de la República ocupados por fuerzas argeli­
nas. Después se extendió a los puertos y costas *(le la Pro­
vincia de Buenos Aires.
El 27 de agosto de 1845, Rosas cerró a la navegación ex­
tranjera los ríos interiores autorizando el corso contra ella.
La flotilla dirigida por Garibaldi, hizo una expedición fluvial
por el Uruguay, que puso el litoral en manos del ejército de
la República. Las partidas sueltas, inconexas a raíz de la de­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 127

rrota de India Muerta, vuelven a encontrarse el 8 de febre­


ro de 1846 en la batalla de San Antonio, librada victoriosa­
mente por Garibaldi al ser atacado por el Gral. Servando
Gómez.
Mientras tanto, la escuadra franco-inglesa realizaba la
apertura del Paraná, después del combate de la Vuelta de
Obligado. Más de 100 naves mercantes remontaron el Uru­ x
guay y Paraná. Paraguay, Santa Fé y Corrientes, pudieron
comerciar sin trabas; a las provincias llegaron productos eu­
ropeos que estaban acumulados en la ciudad de Montevideo;
ésta recibió de aquéllas, productos agro-pecuarios.
Se explica, pues, la insistencia con que Montevideo que­
ría mantener el bloqueo de las costas argentinas. Por eso re­
chazó, según veremos, el armisticio propuesto por Walewski -
Howden, que le cerraba el mar; y como consecuencia, sufrió
en 1847 el levantamiento del bloqueo por parte de Inglaterra,
al que debía seguirse el levantamiento por parte de Francia
en 1848.
La convención de subsidios que sustituyó a las ventajas
económicas de ese bloqueo, no era suficiente para remediar
la angustia de la Plaza. Ella se sostuvo no obstante, porque
se preveía como algo inminente, la colaboración de los facto­
res americanos.

IV

Las instituciones durante la guerra grande.— Fisonomía de la época.

En la primera parte de este capítulo dijimos que el 23 de


diciembre de 1838 se habían efectuado en la República las
elecciones para designar a los representantes que habrían de
llenar el último período de la tercera legislatura. Los electo­
res debían manifestar en esa oportunidad si les otorgaban a
los electos las facultades especiales para revisar la Constitu­
ción de acuerdo con el procedimiento establecido en el artícu­
lo 157 de la misma. Expresamos también que el 10 de Fe­
brero de 1839, Rivera suscribió un manifiesto justificativo
de las razones que hacían necesaria la guerra a Rosas. Pocos
128 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

días después desde Durazno, publicó otro manifiesto y una


proclama redactados por Juan Bautista Alberdi.
Se hablaba allí de la necesidad de reformar la constitución.
Señalaba además el error funesto en que habían incurrido los
pueblos hispano-americanos al debilitar el Poder Ejecutivo,
reduciendo la esfera de su acción, extendiendo ilimitadamen­
te las atribuciones del Poder Legislativo y prodigando el nú­
mero de corporaciones populares. “Ningún error, sin embar­
go, puede ser más pernicioso: el Poder Ejecutivo, encargado
por la naturaleza de nuestros gobiernos de la Administración
inmediata de los negocios públicos, de la seguridad interior
y defensa exterior del Estado, necesita una acción vigorosa
y concentrada, singularmente en países donde el hábito de la
desobediencia, ha llegado a confundirse con el espíritu de Li­
bertad y donde la aptitud para la Administración no es co­
mún : necesita una influencia superior, capaz de subordinar
todas las influencias parciales, de disciplinar y poner a raya
las aspiraciones que ellas fomenten: un poder que esté en ar­
monía con la misión que es llamado a desempeñar, y una ex­
tensión de facultades bastante para imprimir un movimiento
regular a la'máquina administrativa en estos países, nuevos
en la carrera de la Libertad”... (10)
En Noviembre de 1840 se pensaba realizar elecciones
para reunir las Cámaras; pero la firma de la Convención
Mackau-Arana trajo una crisis que impidió esas elecciones,
de modo que los electos en 1839 para completar el tercer pe­
ríodo de la tercera Legislatura continuaron ejerciendo el po­
der de hecho. En 1841 volvió a surgir la idea de convocar una
doble asamblea pero no encontró ambiente. En Octubre de
ese año resolvió Rivera salir a campaña y como el Presi­
dente del Senado D. Luis E. Pérez había muerto y el vice.
se negó a ocupar la Presidencia provisoria, se resolvió, por
decreto de 8 de octubre de 1841, que el Poder Ejecutivo resi­
diría en el Consejo de Ministros, ihasta el 26 de octubre en
* que se encargó de él a Joaquín Suárez, ahora presidente del
Senado.
Los comicios para elegir la quinta Legislatura se reali­
zaron recién el 27 de noviembre de 1842. El 1? de marzo de
1843, Joaquín Suárez en su calidad de Presidente del Senado,
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 129

sucedió a Rivera en el ejercicio del Poder Ejecutivo en el que


habría de continuar hasta 1851. Al terminarse el -mandato
de la quinta Legislatura, el senador Barreiro presentó un
proyecto tendiente a prorrogar su mandato, que contó con la
adhesión del Parlamento y de la Sociedad Nacional. Pero el
Poder Ejecutivo adoptó otra medida. El 14 de febrero de
1846 declaró disuelta la quinta legislatura y constituyó una
Asamblea de Notables, integrada por algunos de los legisla­
dores cesantes, Ministros, Miembros del Poder Judicia1, Je­
fes Militares y funcionarios administrativos, encargada de
velar por la observancia de las garantías individuales y el
■cumplimiento de la Constitución. También creó un Consejo de
Estado, de carácter consultivo, cuya primera sesión tuvo lu­
gar el 14 de febrero de 1846, bajo la presidencia de D. Alejan­
dro Chucarro.
Pero al producirse la revolución de abril de 1846, los mi­
nistros Magariños y Costa suscribieron un decreto por el
cual se prorrogaba en la práctica el mandato de la quinta
Legislatura, en virtud de que presumiblemente, contaba con
la confianza de la nación. Se incorporó también a la Asam­
blea un conjunto de ciudadanos adictos a Rivera y éste mis­
mo, Enrique Martínez, José Luis Bustamante, Estanislao
Vega, Pedro Va reí a. La creación del Consejo de Estado, or­
ganismo que se había opuesto tenazmente al regreso de Rive­
ra, quedó momentáneamente sin efecto. En general la Asam­
blea de Notables mostró un espíritu muy libre y una verda­
dera independencia cívica frente al gobierno, sobre todo des­
pués que de éste desapareció, ya definitivamente, el Gral. Ri­
vera. Dos aspectos interesantes merecen recordarse de la
Asamblea; su defensa de las garantías individuales y su ac­
titud frente al problema de las intervenciones europeas. En
cuanto a la defensa de las garantías individuales, el caso más
resonante se presentó cuando el gobierno le dio cuenta del
destierro de Rivera. En Agosto de 1846 la Asamblea, domi­
nada por el prestigio de Rivera, había votado a éste el título
de Gran Mariscal y una espada de honor. En Diciembre de
1847, ya en el declive del caudillo, entró a considerar las me­
didas de excepción dictadas contra éste por el gobierno. La Co­
misión especial aprobó la conducta del Poder Ejecutivo. Pero
10
130 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Rivera tuvo defensores en la Asamblea. Estanislao Vega dijo


que el artículo 81 autorizaba al Poder Ejecutivo a tomar medi­
das prontas de seguridad, dando cuenta inmediata a la Asam­
blea, y estando a su resolución. Pero en este caso, no se veía
para qué se sometía a la consideración de la Asamblea un hecho
ya plenamente consumado. Además, dijo, Rivera era miembro
de la Asamblea y tenía derecho a sus inmunidades. Magari-
ños fué partidario de que se dejara la discusión sin resolver
el fondo del asunto, que se podía confiar al juicio — necesa­
riamente más calmo y sereno — de la asamblea inmediata. Es
verdad, dijo, que Rivera —- obligado como militar a deberes
de subordinación — no debía negociar con el enemigo. Pero
la Asamblea no podía condenarlo sin haberlo oído. No era un
criminal convicto; si había cometido faltas, había dado tam­
bién días de gloria a la nación. Además no se le podía tocar
sin suscitar inconvenientes. En treinta años había sido la
figura principal, añadió.
Todos los orientales pertenecieron a su administración,
por convicción, por interés, por grado o por fuerza. En sus
desaciertos había, pues, culpas colectivas.
César Díaz, en cambio, tuvo en la Asamblea duras frases
de condenación para el caudillo, a quien llegó a llamar parri­
cida. Traidor tres veces dijo; la primera vez en Arroyo Gran­
de, al sacrificar el ejército oriental inútilmente. La segunda
vez, cuando no quiso combinarse con la capital para anona­
dar a Oribe. La tercera traición la consumó en India Muerta,
haciendo matar a la mitad de su gente. Además había promo­
vido un motín en Montevideo, un desastre en Paysandú y
Mercedes y nuevos atentados en Maldonado. A pesar de las
discrepancias, la Asamblea, al fin aprobó las medidas. (11)
Otro incidente se produjo en Febrero de 1848 al conside­
rar un proyecto del Poder Ejecutivo por el cual se declaraba
delito de alta traición, los ataques contra la seguridad inte­
rior o exterior.
Se consideraba también conspiración todo delito de asona­
da que tuviera por objeto el derrocamiento de las autoridades-
o la oposición a sus mandatos. El conocimiento de esas causas
se reservaba al Tribunal Militar. El Dr. Estanislao Vega com­
batió también enérgicamente el proyecto. Dijo que había una
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 131

constitución y que mientras se respetase, no se podía conside­


rar como un delito los actos de oposición al gobierno. Sostuvo
que el proyecto era alarmante, impolítico e inmoral. El mi­
nistro de gobierno manifestó que la iniciativa se había produ­
cido a raíz del intento para entregar la fortaleza del Cerro, sur­
giendo la duda de si esas causas correspondían a la jurisdic­
ción ordinaria, o a la militar. A los reos se les había llevado
al Juzgado del Crimen, donde eran juzgados por las formas di­
latadísimas del juicio penal ordinario. El Poder Ejecutivo
—dijo— no aspiraba a constituir un Tribunal Revolucionario,
pero quería que como en toda plaza sitiada o de guerra, los de­
litos que afectasen a su defensa y seguridad fueran delitos mi­
litares, castigados de acuerdo con las ordenanzas del ejército.
Deseaba, en una palabra, la tramitación rápida de los juicios.
La Asamblea —dijo el ministro— tenía plenas facultades para
hacerlo, puesto que se trataba de una simple clasificación de
delitos. D. José Luis Bustamante también defendió el proyec­
to. Dijo que, según las ordenanzas militares, la situación de
Montevideo era la de un castillo cercado, dentro del cual no po­
dían regir más trámites que los ordinarios. Al fin el proyecto
quedó sancionado. (12)
En abril de 1848 se habló de declarar la capital en estado
de sitio suspendiendo la seguridad individual. El Dr. Esta­
nislao Vega se opuso a que se aumentasen las atribuciones del
Poder Ejecutivo. Declarar a la ciudad en estado de Asamblea
y suspender Ja seguridad individual —era— dijo, quitarle a la
guerra de la Defensa aquello que hacía, de ella una lucha de
principios contra el poder absoluto.
Otros incidentes como éste se produjeron, llevando en ge­
neral la Asamblea una digna actitud de defensa de todas las
garantías. Actitud crítica y digna fué también la que asumió
frente a las intervenciones europeas. Uno de los más escépti­
cos al respecto fué el Gral. Enrique Martínez.
Dijo que ellas nada habían hecho ni procurado hacer por
el bien de la Defensa. La única época buena había sido la de
la misión Gore Ousseley-Deffaudis; y tal vez las considera­
ciones que tuvieron con el gobierno de la Defensa fueron de­
bidas al desaire que les había hecho Rosas.
En otra oportunidad, en abril de 1848, al dar cuenta el
132 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

gobierno de la misión Gore-Gros dijo Bustamante que la paz


era una necesidad imperiosa, pero que para hacerla no era del
casó abandonar los principios bajo los cuales se había comba­
tido. La Defensa —dijo— no es una vulgar guerra de intere­
ses. Es la lucha entre los principios del progreso y el sistema
del fierro. No busquemos la paz que nos traiga nuevamente
la guerra con doble ferocidad; hagamos la guerra que nos
da la paz sólidamente.
Si confiamos en nuestros propios esfuerzos y el destino
nos prepara la gloria de caer solos —dijo— mayor será nues­
tro renombre y más envidiable nuestra suerte.
En realidad el gobierno vio entorpecida su acción por la
Asamblea de Notables. Ya desde el G de junio de 1849 el Po­
der Ejecutivo había presentado un proyecto para que la
Asamblea suspendiera sus sesiones, hasta que llegara el mo­
mento de resolver sobre los tratados de paz.
Este proyecto causó una gran indignación en la Asam­
blea ; filé desechado sin pasar a comisión. Las sesiones conti­
nuaron, produciéndose nuevos incidentes con el Poder Ejecu­
tivo. Al fin, el 7 de noviembre de 1851 se le anunció solemne­
mente a la Asamblea que la guerra había terminado y se ha­
bía expedido el decreto convocando a* comicios para la sexta
Legislatura. El gobierno temió la resistencia que la Asam­
blea pudiera hacer a los tratados suscritos por Andrés La­
mas con el Brasil; el 13 de diciembre apareció el decreto or­
denando su disolución.
La historia institucional de este período no puede estu­
diarse exclusivamente en función de Montevideo, circunscri­
biéndose la vida del país tan sólo a las incidencias ocurridas
■dentro de los límites de la ciudad sitiada.
En el resto del territorio de la República ejerció juris­
dicción el gobierno del Cerrito cuyas directivas expondremos
a continuación.
Al comenzar la guerra de 1843, el General Manuel Oribe
gobernaba la campaña con el título de Presidente legal de la
República. Se hallaba revestido, además, del carácter de Jefe
del Ejército de Vanguardia de la Confederación Argentina,
por haber sido puestas bajo sus órdenes fuerzas de ese país,
que actuaban aliadas a las orientales.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 133

En Junio de 1845, se dieron los primeros pasos para en­


cauzar el gobierno dentro do normas orgánicas. Tal empresa
ofrecía grandes dificultades en un medio desolado por la gue­
rra donde todo debía ser improvisado, y en el cual todo ha­
bía salido de cauce a raíz de la permanente convulsión pade­
cida por el país. Se propuso el jefe del ejército sitiador reunir
en el Cerrito las Cámaras de Representantes y Senadores de­
rrocadas en Noviembre de 1838.
Aquellos legisladores que se hallasen impedidos de con­
currir serían sustituidos por los suplentes; para llenar las
vacantes se convocó a elecciones el 27 desunió do 1845, rea­
lizándose los comicios en Durazno, San José, Colonia, para
proveer los cargos de Senador. (13). El 11 de agosto de 1845
se reinstaló en el campo sitiador la Asamblea General entre
cuyos integrantes se encontraban Juan F. Giró, Carlos Ana­
ya, Antonino Domingo Costa, Basilio Pereira de la Luz, Luis
B. Cavia, Tomás Diago, — que habían sido constituyentes de
1830, Bernardo P. Berro, Doroteo García, Avelino Lerena,
Miguel A. Berro, etc.
El Dr. Carlos G. Villademoros, que ejercía todos los mi­
nisterios, presentó a la Asamblea en nombre del Poder Eje­
cutivo un minucioso informe en el que hacía consideraciones
sobre la situación interna y condenaba duramente la in­
tervención de las potencias europeas. Las cámaras del Ce­
rrito reconocieron como excepcional el tiempo transcurrido
desde el descenso del Presidente Oribe en 1838 hasta que
se le declaró en el ejercicio de la Presidencia, expresándose que
donde quiera que se hallase reunida la tercera legislatura
constitucional y los otros poderes de la República, estaba re­
presentada la Nación Oriental y su legítimo gobierno; y apro­
baron la entrada al territorio de la República de las tropas
aliadas de la Confederación Argentina, las que abandonarían
el país al término de la guerra.
A pesar de la instalación de la Asamblea, el General Ma ­
nuel Oribe, por así exigirlo las circunstancias, continuó ejer­
ciendo el gobierno de hecho. Los Ministerios de Relaciones Ex­
teriores, Gobierno, Guerra y Hacienda fueron confiados a Car­
los G. Villademoros, Bernardo P. Berro y General Antonio»
Díaz, respectivamente. La administración de Justicia fué tam-
134 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

bien organizada en el campo sitiador mediante el decreto de 1’2


de mayo de 1845 por el que se estableció el Tribunal de Apela­
ciones del Estado. En el orden interno las medidas del Go­
bierno del Cerrito se orientaron fundamentalmente, a estable­
cer el principio de la autoridad y a defender la campaña y
sus intereses de la penetración brasileña.
Para su mejor gobierno el territorio de la República fue
dividido en dos grandes regiones militares, Norte y Sur del
Río Negro, a cargo de los Generales Servando Gómez e Igna­
cio Oribe. El gobierno de los departamentos fué confiado a los
Comandantes Militares a los cuales se les impartían directi­
vas desde el Cerrito por circulares en las que se advierte que
los propósitos fundamentales del gobierno eran: el orden, el
principio de autoridad, la protección al culto y a la enseñan­
za primaria, la vigilancia y expulsión de los extranjeros a
quienes en algún caso se llegó a concentrar en Durazno. (14)
El 28 de julio de 1845 el gobierno del Cerrito dictó un de­
creto por el cual se declaraban propiedad del Estado los bie­
nes embargados a los enemigos. Tal determinación era una
réplica a los decretos dictados por el gobierno de Montevideo
el 13 de febrero y el 7 de marzo de 1843 por los cuales fue­
ron puestos bajo la administración del Estado todas las ren­
tas, alquileres de fincas y bienes raíces pertenecientes a ciu­
dadanos que se bailasen junto a Oribe.
Al finalizar la guerra las propiedades confiscadas por el
gobierno del Cerrito fueron devueltas a sus propietarios. Des­
de el punto de vista administrativo cabe señalar el decreto de
23 de enero de 1845 por el cual se declaró en vigencia la ley de
aduanas de 13 de junio de 1837, con la prohibición de extraer
ganados del territorio de la República y de comerciar con los
puertos enemigos. Fueron habilitados —el 14 de agosto de
1845,— el puerto del Yaguarón, la barra del Cebolla tí en la
Laguna Merim, y el puerto seco de Tacuarembó. El puerto
del Buceo, reemplazaba al de Montevideo. La aduana allí es­
tablecida y la de Nueva Palmira constituían la principal
fuente de recursos del gobierno.
La política exterior del gobierno del Cerrito se desarro­
lló en armonía con la de Rosas concretada en el sistema de
acérrima defensa del sistema americano contra todo intento
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 135

de influencia o penetración europea. La prédica del “Defen­


sor de la Independencia Americana”) editado en el Cerrito,
traduce con fidelidad esa tendencia, cuya manifestación más
elocuente encontramos en la respuesta dada por conducto del
ministro Villademoros, el 5 de febrero de 1847, a la consulta
que se le formuló ante el peligro de una anunciada expedición
española contra las costas de América. Dijo el Gobierno del
Cerrito en esa oportunidad que “miraría como injuria y ofen­
sa propia la que en este caso se infiriese a cualquiera de las
Repúblicas de Sud América”. (15)

La guerra grande, según ya lo dijimos, repetidas veces,


no fué un pleito local, sino una lucha en que diversos sectores
extranjeros se hicieron frente, apoyados en núcleos nacionales.
Dentro, pues, de la Defensa, no era posible pensar en un con­
junto homogéneo. Pero la heterogeneidad no se manifestaba so­
lamente en ese aspecto: había discrepancias internas entre los
orientales mismos, que no podían salvarse porque respondían
a diferencias arraigadas de temperamento y formación espiri­
tual. No era posible el entendimiento de Rivera, Santiago
Vázquez, Andrés Lamas, Melchor Pacheco y Obes, Manuel
Herrera y Obes y los emigrados unitarios, Florencio Varela,
Juan B. Alberdi, Miguel Cañé, Esteban Echeverría, Valentín
Alsina, José M. Paz, etc.
La figura discordante en estos momentos fué esencial­
mente, Rivera. Ya no era. el atrevido guerrillero de otros tiem­
pos. Su técnica militar, demasiado primitiva, no se avenía
con el nuevo tipo de guerra en que la intuición gaucha debía
ponerse al servicio de un razonable mínimum de estrategia.
Pero este declinar de sus éxitos guerreros no significaba de
ningún modo el descenso de su prestigioso nombre de caudi­
llo entre las masas. Nadie como él sabía arrastrarlas^ condu­
cirlas a la guerra, hacer revoluciones en un día. Rivera —
sentía, y los que lo acompañaban lo sentían con él—, que la
patria estaba donde estaba su caballo y su poncho. De ahí
136 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

su vocación absoluta de mando, de su sentido patrimonialista


de la política. Pudo haber dicho como Luis XIV y con mayor
razón que él: “El Estado soy yo.” Pedirle a Rivera subordi­
nación militar, respeto estricto a las fórmulas constituciona­
les, ‘sentido de las limitaciones jurídicas, era exigirle que des­
hiciera todos aquellos conceptos que habían engendrado en el
galope tendido del caballo, la inmensa perspectiva de la cam­
pana absorta ante sus correrías, la adhesión incondicional del
elemento campesino.
Se explica pues que este hombre se sintiera incómodo
frente a aquel extraordinario cenáculo que la guerra agrupó
dentro de Montevideo. El choque ya comenzó en 1838. Los
orientales más distinguidos, unidos por una gran afinidad
con el unitarismo, querían apresurar la declaración de gue­
rra a Rosas. Rivera resistió cuanto pudo y trató de enten­
derse directamente con el dictador argentino. Pero fué inútil
esta tentativa, pues Rosas se desentendió de las gestiones de
Rivera, de quien desconfiaba, y Rivera, declaró al fin la gue­
rra, no sin antes haber tratado de impedir por todos los me­
dios la salida de la expedición de Lavalle, lo que le acarreó
la aversión de los unitarios y aún de los orientales. Los de­
sastres de Arroyo Grande y de India Muerta disminuyeron el
prestigio militar de Rivera. Pareció que su figura quedaba
moral y materialmente eclipsada. Rivera después de esa útlti-
ma batalla, ganó el Brasil y acabó por refugiarse en Río de
Janeiro.
El grupo intelectual de la Defensa quería mantenerlo
alejado del país y hasta se pensó en una misión al Paraguay,
cosa a que el caudillo se negó. En Montevideo se resolvió en­
tonces formar una asociación que diera fortaleza al gobierno
para la doble lucha contra el caudillismo y contra Rosas. El 11
de febrero de 1846 se fundó la Asociación Nacional, integrada
por todos los opositores a Rivera: Santiago Vázquez, Melchor
Pacheco y Obes, Andrés Lamas, Manuel Herrera y Obes, Jo­
sé de Béjar, Francisco J. Muñoz, Juan A. Gelly, Fermín Fe-
rreyra, José M. Muñoz, Adolfo Rodríguez, numerosos jefes y
oficiales del ejército, etc. La directiva inicial fué integrada
por Santiago Vázquez, Andrés Lamas y Bartolomé Mitre.
Pero el l.° de abril de 1846 Rivera desembarcó en Mon­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 137

tevideo, promovió una revolución y se adueñó inmediatamen­


te del gobierno. El núcleo de sus adversarios quedó momen­
táneamente disuelto: la legión argentina se embarcó para Co­
rrientes, la Asociación Nacional no volvió ya a reunirse y uLa
Nueva Era”, órgano oficial, dejó de aparecer. No obstante la.
oposición de los intelectuales habría de persistir.
Después de la serie de campañas por el interior del país,
de que hemos hecho mención. Rivera volvió a Maldonado y des­
de allí inició gestiones de acercamiento con Oribe. No era por
lo demás el único oriental que deseaba la paz con Oribe. Dentro
de Montevideo se habían hecho ya innumerables intentos pa­
ra lograr un entendimiento directo entre los orientales. Ei
gobierno de la Defensa aprovechó esta oportunidad para des­
hacerse de él, desterrándolo al Brasil .
Posteriormente Manuel Herrera y Obes, explicó las ra­
zones del destierro, haciendo el proceso de la vida pública de
Rivera en los años inmediatamente anteriores. La política de
Rivera, dijo Herrera y Obes, había sido siempre absoluta x
de terribles resultados. Le había quitado a la República sus
mejores aliados. Hostilizó y contrarió las revoluciones argen­
tinas. Perturbó a Lavalle hasta Sauce Grande, y a Paz antes
y después de Caa-Guazú. Alejó las simpatías de Francia y
contribuyó a la Convención Mackau. Dió la batalla de Arroyo
Grande contra las órdenes del gobierno, que esperaba el re­
sultado de las negociaciones en Europa. Tomó falsamente el
nombre del Gobierno y celebró un tratado ofensivo y defen­
sivo con los revolucionarios de Río Grande contra el Empe­
rador. Sabiendo los compromisos que el gobierno de Monte­
video tenía con Entre Ríos, se lanzó sobre Pavsandú y la
destruyó. El 1? de abril de 184G volvió a figurar en la vida
pública. Nada había aprendido en la desgracia y sus actos do
gobernante fueron escandalosos nuevamente, violando las
disposiciones constitucionales, y pidiendo otro ejército, des­
pués de haber perdido tres. Intentó negociaciones con Oribe,
pero sin permiso y aún sin notificación oficial del gobierno.
El gobierno —continúa Manuel Herrera y Obes— se vio
obligado a tomar contra él, las medidas que las circunstan­
cias permitían. Someterlo a juicio era imposible. Habiendo
llegado a ser un poder en la República, ¿dónde estarían los
138 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

jueces que no fueran partidarios del caudillo o defensores de


la autoridad ilegítima? El caudillo perseguido por los docto­
res, invocó garantías constitucionales. Pero se olvidó de lo
que hizo con Luis Lamas en 1839, Inspector General de Po­
licía, a quien desterró. Con César Díaz, Tajes, Lezica, a quie­
nes desterró también a pesar de la oposición del gobierno, ter­
mina diciendo Herrera y Obes.
La Defensa presentaba, dentro de sus muros, la vivaci­
dad heterogénea de hombres no siempre bien avenidos pero
animados de un ideal común. Con los orientales alternaron
franceses, argentinos, ingleses, vascos, italianos. Dentro del
abigarrado cuadro de la ciudad sitiada los orientales fueron
la minoría. De la Defensa de Montevideo puede decirse Jo
que de Leipzig: la campaña de las naciones. Allí se destaca­
ron Florencio Varela, el unitario romántico, cuyos artículos
sobre temas económicos, políticos, internacionales, ponen una
nota de sesuda erudición en la polémica de la guerra; Juan
Bautista Alberdi, el realista del derecho, que casi había justi­
ficado la dictadura de Rosas, y era partidario de gobiernos
sensatos, fuertes, propiciadores del bienestar económico; que
negaba en consecuencia la posibilidad de hacer milagros,
aconsejando buscar siempre el camino no fatal, pero ineludi­
ble de los antecedentes históricos; Julián Segundo de Agüero,
Valentín Alsina, Santiago Vázquez, que respondían al ideal
abstracto del viejo rivadavianismo; Miguel Cañé, Esteban
Echeverría, Juan María Gutiérrez, la guardia joven de la in­
telectualidad argentina, que anhelaban, como magníficamente
lo expresó Echeverría, no el retorno al antiguo ideal unita­
rio, tan responsable por su política vacía de los males de la
patria, como el federalismo poi’ su torpe desborde, sino la fór­
mula de superación del pasado, animada de un fervoroso im­
pulso de progreso, pero sobre la base de una realidad nacional
ineludible. Andrés Lamas, periodista de vuelo Jefe Político
primero, Ministro de Hacienda después, representante diplo­
mático en el Brasil luego, enamorado de la causa que defen­
día a pesar de los dolores y desazones que ella le trajo, cam­
peón de la ingerencia brasileña; Manuel Herrera y Obes, ya
estadista de relieve no obstante su juventud, iniciador tenaz
de la política americanista, cuyo genio equilibrado y sereno,
apegado a la grandeza del derecho chocó profundamente con
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 139

la tumultuosidad orgánica del elemento caudillesco; Melchor


Pacheco y Obes de alma apasionada, arbitraria a veces —- que
hizo posible la defensa, convirtiendo el Ministerio de la Gue­
rra, que desempeñó un tiempo, en un instrumento terrible de
requisiciones humanas y materiales; Garibaldi, el Jefe de la
legión italiana, comandante de las fuerzas navales de la De­
fensa, prolongador en el Plata de la inquietud revolucionaria
de la joven Italia; Venancio Flores, el caudillo inquieto, parti­
dario do amplias soluciones entre orientales; José L. Busta­
mante, Enrique Martínez, Estanislao Vega, que respondían a
Rivera en lucha contra la orientación política del gobierno. „
En el Cerrito se ha señalado también la existencia de
orientaciones políticas opuestas que dieron lugar a luchas, si
bien éstas no adquirieron el carácter de las que agitaron el
escenario de la defensa.
Frente al general Oribe y a su ministro Carlos G. Villa-
demoros, que personificaban la política de férrea sujeción a
la autoridad de tipo español, se constituyó un grupo integra­
do por personas que por su formación y temperamento se
hallaban muy cerca del unitarismo. Militaban en él D. Juan
F. Giró, rivadaviano de 1827, Bernardo P. Berro, principista
y puritano, Dr. Francisco Solano Antuña, Dr. Eduardo Ace-
vedo, hombre de derecho doctorado en Buenos Aires, que aun
-cuando colaboraron en el gobierno del Cerrito hasta 1851 en
el desempeño de distintas funciones, no compartieron to­
talmente sus directivas, en el orden interno ni la norma
que aquél se había trazado en el sentido de persistir en su
alianza con Rosas.
Mantenida más allá de las conveniencias nacionales, esa
alianza representó en el Cerrito el papel que dentro de la pla­
za sitiada les cupo a las legiones e intervenciones europeas,
para quitar a la lucha su sentido local y prolongarla indefi­
nidamente.
La presencia de las tropas auxiliares argentinas en el
campo sitiador, ha sido señalada como uno de los factores más
importantes ajenos a los intereses y a las voluntades neta­
mente orientales. Pero es de hacer notar que esas fuerzas no
intervinieron en las cuestiones políticas puramente orientales
como lo hicieron dentro de la plaza sitiada en más de una opor­
140 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

tunidad las legiones extranjeras que en realidad respaldaban


intereses de sus respectivos países.
El l)r. Eduardo Acevedo, que redactó en el Cerrito “El
Defensor de la Independencia Americana”, nos ha dejado al
respecto una impresión interesante consignada en carta di­
rigida en la época al I)r. Cándido Juanicó que se hallaba den­
tro de Montevideo. ‘‘Cuando llegue el caso de q. e. v. se en­
cuentre en medio de nosotros se felicitará de su decisión”.
“Verá V. q.e no hai mas aqui, q.e Orientales q.e desean la
Paz y el Orden Constitucional en la República; y q.e los Ar­
gentinos nuestros auxiliares, p.a nada absolutain.te intervienen
en los negocios del Estado. Comprendo facilm.te q.e para los
q.e hemos visto el carácter déla emigración Argentina en
Montevideo, es natural, juzgar por ellos, de la conducta de
estos; y por eso es q.e digo q.e solo viéndolos se puede com­
prender hasta donde llevan su «moderación, y el conocimiento
de su posición de meros auxiliares. Ni una opinión siquiera
se oye jamás verter a gefes ni oficiales con relación a nues­
tros negocios”.' (16)
Las fuerzas argentinas que actuaron en el territorio
oriental, mientras Urquiza operó en él, ascendían a 7.000 hom­
bres, número reducido luego a 4.800. El ejército oriental a
las órdenes del Gral. Oribe llegó a contar con 5.700 hombres
en actividad frente a Montevideo y 11.100 ew la reserva al
norte y sur del Río Negro bajo el comando de los Grates. Ser­
vando Gómez e Ignacio Oribe.
Según cálculo publicado en Montevideo en “Le Courier
de la Plata” el 1." de agosto de 1848, los defensores de la
ciudad llegaron a 2.810 hombres, de los cuales sólo eran orien­
tales 630; 1000 franceses; 400 italianos; 560 negros y 220 ex­
tranjeros de otras nacionalidades.
En cuanto a las intervenciones europeas significaron en
un momento determinado la presencia en el Río de la Pla­
ta de 50 buques, 600 cañones y 6.000 hombres.
$

Esta guerra, erróneamente considerada como una lucha


entre la civilización y la barbarie, no engendró odios entre los
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 141

orientales del Cerrito y la Defensa quienes en más do una opor­


tunidad intentaron llegar a un acercamiento directo sin me­
diación extranjera. La incomunicación entre ambos campos
no fué absoluta como podría creerse. Figuras militantes en
uno y otro bando mantuvieron vinculaciones durante la gue­
rra en busca de una solución netamente oriental. Dentro y
fuera de la plaza se realizó una intensa propaganda en tal
sentido, desbordada por la influencia de los intereses extran­
jeros, en particular por los accionistas de la Sociedad Com­
pradora de Rentas de Aduana, a quienes el término del con­
flicto perjudicaría irremediablemente. Las treguas se produ­
jeron con liaría frecuencia. El 27 de marzo de 1848, Manuel
Herrera y Obes escribió a Andrés Lamas: “Hacía 384 días
que no se oía un tiro”. “En Agosto'de 1851, ya en las pos­
trimerías del sitio, el Presidente Suárez resolvió reanudar las
hostilidades que habían estado suspendidas durante mas de
dos años seguidos”, escribe el Dr. Eduardo Acevedo. En
oportunidad de producirse una de esas treguas, con motivo
de las negociaciones diplomáticas realizadas por los inter­
ventores europeos en 1845, el francés Benjamín Poucel pre­
senció escenas de confraternidad entre sitiados y sitiadores,
cuyos detalles consignó en la siguiente página que traduci­
mos de su obra intitulada “Les Otages de Durazno”, publi­
cada en París en 1864.
“Apenas hacía media hora que habíamos llegado a nues­
tro destino, —dice Poucel—■ cuando vimos descender de la co­
lina sobre la cual estaba situado el campo de Oribe, una larga
cabalgata compuesta principalmente de señoras, en tanto que
una hilera de vehículos salía de la ciudad y se dirigía rápida­
mente hacia el punto que ocupábamos. Nuestra partida de la
ciudad y nuestra llegada cerca del campamento habían sus­
citado grande emoción en los dos campos. Los Jefes, de
ambos bandos, no pudiendo resistir a la impaciencia y a las
solicitaciones de las mujeres, habían sido obligados a adelan-
tai' un día el comienzo del armisticio.
Trazar el cuadro que presentaron en este momento los
alrededores del puente que servía comúnmente de límite
a los dos territorios hostiles, es cosa casi imposible. Hay
que imaginarse una multitud compacta de hombres y so­
142 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

bre todo de mujeres y niños corriendo al encuentro unos de


otros; llamándose a grandes gritos en cuanto se veían, con­
fundiéndose, abrazándose, llorando, riendo, gritando; se ha­
bría dicho un tropel de gentes con la cabeza perdida, tan
grande era la alegría de volverse a ver, por ambas partes.
Sin embargo, la calma se restableció poco a poco, se
formaron grupos y las conversaciones íntimas comenzaron a
prolongarse hasta la noche en que la separación se imponía,
no sin pena, diciéndose “hasta mañana.”
Transcurrieron cinco días más o menos de la misma ma­
nera. Una cosa digna de notarse, en mi opinión es que du­
rante los cinco días que duró la convivencia de estas dos pobla­
ciones que desde hacía tanto tiempo se consideraban como ene­
migas, no hubo que deplorar ningún incidente enojoso, ni
una discusión, ni una riña entre los soldados que fraterniza­
ban entre sí franca y cordialmente, aún los legionarios ex­
tranjeros, objeto de tanto odio por parte de los sitiadores,
porque eran el brazo fuerte de los sitiados. Al tercer día, la
mayoría de los oficiales de Oribe que tenían parte de su fa­
milia en Montevideo se dirigieron allí sin armas, a consecuen­
cia de un acuerdo previo, para pasar el día y fueron frater­
nalmente acogidos.
Al día siguiente el mismo Oribe vino con todo su estado
mayor sin armas, hasta una casa conocida bajo el nombre de
las figuritas situada a más de 600 ms., de la ciudad, y todo el
día la multitud de adentro y de afuera se agrupó alrededor
de él. El admitió a todo el mundo y estuvo de un humor en­
cantador y con la mayor afabilidad. Parecía decir a todos:
“Helo aquí, este terrible corta-cabezas; miradlo bien, no es­
tán malo como se le ha sospechado”.
Estas manifestaciones recogidas por Poucel en las pági­
nas de su mencionado libro, se hallan confirmadas por nume­
rosos testimonios de la época. Citaremos uno de ellos. En la
“Conversación de dos Guardias Nacionales de Caballería de
Estramuros ”, manuscrito inédito fechado en la línea sitia­
dora el 7 de setiembre de 1846 se comentan los actos de con­
fraternidad entre sitiados y sitiadores en estos términos:
“¿No reparaste como se quedaban los gringos embobados
cuando se abrasaban nuestros Jefes y Oficiales con otros igua­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 143

les, y q.e hacia pocos dias se hacían la guerra, y lo mismo;


toda la tropa vecinos y familias? si somos asi por calidad:
hoy nos trenzamos á bala ó a lanza á matarnos, y mañana so­
mos compañeros, olvidando todo rencor como mas amigo; si
somos una misma familia: ahora si se combencerán nuestros
paisanos no deben pelear mas contra Orientales, sino es que
quieran nos concluyamos todos que eso será lo que desean
los Estrangeros; hamos es preciso no seamos p.r más tiempo.
Sonsos, pues bastante lo fuimos”...
Otro viajero francés, X Marmier, que visitó Montevideo
en los últimos tiempos del sitio, nos ha dejado la impresión
de la ciudad después que el levantamiento del bloqueo de Bue­
nos Aires, hubo sumido en gran decadencia su actividad eco­
nómica.
“Si como ya lo he dicho —expresa Marmier— Monte­
video presenta al que lo observa desde la rada un cuadro pin­
toresco y atrayente; si al vincularse con los habitantes éstos
por su carácter hospitalario ocultan sus penosas preocupacio­
nes para mostrar al extranjero una riente y afectuosa fiso­
nomía ; basta recorrer algunos barrios, entrar en relaciones
más íntimas con algunas familias para reconocer todo lo que
ha sufrido esta desdichada ciudad e inquietarse por todo loi
que le queda quizás, por sufrir.”
Luego continúa: “A cada paso se reconocen los efectos
funestos de la guerra. La decadencia del comercio, la quiebra,
que es su lógica consecuencia, brotan de un lado y de otro, en
la portada de las tiendas antes florecientes y ahora cerradas,
en el umbral de los talleres silenciosos, en las alas incomple­
tas que un comerciante comenzaba con una feliz esperanza y
que no ha podido terminar. Se diría una de esas ciudades sor­
prendidas por un temblor de tierra, o por la erupción de un
volcán. En la conmoción del suelo, en la inmersión de la lava,
algunas fortunas permanecen en pie; las otras han quedado
aniquiladas.’’
“Si se sale de la ciudad por la puerta del mercado, el pen­
samiento es conmovido por un espectáculo más penoso aún.
En 1840, la población siempre creciente de Montevideo se aho­
gaba en la cota de mallas del antiguo recinto español. Fué
necesario abrir las fortificaciones para procurar un pasaje a
esas olas de emigrantes que sin cesar llegaban de Europa.
144 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

I)el canal demasiado lleno en que habían quedado contenidos


durante mucho tiempo, se esparcieron fuera de extramuros
como por una exclusa. Pronto se vio elevarse en la campaña
una cantidad de fábricas y tiendas. Una larga y ancha calle
se unió a la que tocaba la brecha de la fortificación. Era una
ciudad nueva, una ciudad activa e industriosa que se unía
a la ciudad primitiva como los barrios de París a la estrecha
Ciudad de la Edad Media.”
“De este barrio trazado en línea recta y metódicamen­
te construido, la población se dispersó de un lado y otro en
los flancos de la colina de la que Montevideo cubre la ex­
tremidad, en la orilla oriental y occidental del río y en las lla­
nuras de la Aguada. Allí cercos de aloes rodeaban en sus
puntas dentelladas huertos de árboles frutales; allí cada mo­
rada campestre tenía como un cottage inglés, su verjel y
su jardín; cada rica quinta era como una casa de Damasco,
velada por verdes ramas, perfumada por el olor de las flores
y los naranjos. Entonces la capital de la Banda Oriental ¡no
tenía el mágico aspecto descripto por los versos melodiosos
por Domínguez?: “Ahí estás Montevideo, extendida sobre
el río. Como virgen que en estío. Se ve en el lago nadar. La
Matriz es tu cabeza. Es la Aguada tu guiralda. Techos blancos
son tu espalda. Y tu cintura la mar.’’'
“En poco tiempo, el movimiento vital de la nueva ciu­
dad quedó paralizado, quebrada hasta en sus raíces la pros­
peridad de la colonia agrícola y revestido con un velo de lu­
to el esplendor de la naturaleza que la rodeaba.”

La navegación de los ríos.

El problema de la navegación de los ríos, fué uno de los


aspectos esenciales, según ya hemos visto de la Guerra Gran­
de.
Este problema sin embargo, no podía tener una única so­
lución, desde que él se refiere a dos aspectos que de­
bieron disociarse: la posición de la Confederación Argenti­
na frente a Europa y en general, los países extranjeros; y la
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 145

•posición de Buenos Aires frente a las demás provincias y


países americanos de la cuenca del Plata.
Frente a los países europeos, Rosas, como encargado de
las relaciones exteriores, tenía perfecto derecho para aplicar a
los ríos interiores, o a los comunes con aquiescencia de los
colindantes, el régimen de exclusión, hasta que no se arregla­
ra el régimen por vía convencional. La aplicación de los prin­
cipios contenidos en el Tratado de Viena, es decir, la libre
navegación de los ríos, sería un principio benéfico y de­
seable; pero no podía ser impuesto, desde que no forma par­
te del derecho internacional natural, sino del derecho inter­
nacional convencional.
En cambio, el problema local de los ríos era completamen­
te distinto. Rosas no podía, de ninguna manera, pretender
el encierro del Paraguay, cerrándolo al tráfico europeo, aun
en el supuesto caso de que así conviniera a los intereses ge­
nerales de la confederación. Y aún frente a las provincias in­
teriores, tampoco tenía Buenos Aires el derecho a imponerles
el pesado tributo de su monopolio portuario y de su discre-
cionalidad internacional.
En artículos aparecidos en “El Comercio del Plata”,
desde enero de 1846 hasta octubre de 1847, Florencio Vare-
la expresó con gran claridad la posición que podríamos lla­
mar unitaria, al respecto.
Va reía reconoce, desde luego, que ni Francia, ni Ingla­
terra, ni ninguna nación del mundo tiene derecho a abrirse
camino forzadamente por el Paraná. Reconoce y justifica
— sin embargo — y en esto no tiene razón, la entrada vio­
lenta de Francia e Inglaterra al río; pero dice que esto fué
después que se hallaron en guerra contra Rosas y la guerra
supone el desconocimiento de todos los derechos; aparte de
que los propósitos de las naciones interventoras fueron dete­
ner Jos abusos que Rosas cometía.
Más jurídico y más justo es Florencio Varela cuando en­
tra a tratar el problema interno de los ríos. Entre Ríos, San­
ta Fe y Corrientes, no tenían las mismas ideas que Buenos
Aires con respecto al cierre del río. Para Entre Ríos el pro­
blema era aún más grave, porque dominaba las bocas del
río, como Buenos Aires. Esta posee la margen derecha del

11
146 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Paraná, desde su boca hasta el arroyo del Medio, un poco al


sur del 33 Austral y Entre Ríos la otra margen, antes del
30 y 1/2, de modo que tiene doble extensión de costa sobre ti
Paraná. Si Entre Ríos quiere abrir los ríos, Buenos Aires
podrá negar sus puertos; pero no impedir que la legislación
haga en Entre Ríos lo que le parezca en su margen. Además
— añade Varela— Bolivia y Paraguay apoyarán inmediata­
mente esa política de libertad comercial que les asegura li­
bre camino a sus productos.
La República Argentina, según Varela, tenía compro­
misos con los ríos. En el artículo adicional de la Convención
preliminar de Paz de 1828 se comprometió a permitir la li­
bre navegación del Paraná a los súbditos brasileños. Y to­
davía, por el Tratado de 1825, Argentina y Gran Bretaña
acordaron: “Los habitantes de los dos países gozarán res­
pectivamente la franquicia de llegar segura y libremente,con
sus buques y cargas a todos aquellos parajes, puertos y ríos
en los dichos territorios adonde sea, o pueda ser permitido
a otros extranjeros llegar, entrar en los mismos y residir en
cualquier parte de los dichos territorios respectivamente”.
Cuando se concierte el Tratado Definitivo de Paz, pues, con­
tinúa, habrá que dar entrada al Brasil y por tanto a Ingla­
terra. Además, Varela niega la existencia de la Confedera­
ción como nación. Cada provincia conserva su soberanía, pue­
de abrir puertos al pabellón extranjero, sin perjuicio de que
las demás quieran dejarlos cerrados. ¡Puede Buenos Aires
abrogarse un derecho preferencia!?
Es verdad que posee las bocas del Río, pero no sola si­
no en conjunción con Entre Ríos. Y, además, en Derecho In­
ternacional se admite la servidumbre de derecho público qu<*
imponen los ríos cuando atraviesan o separan varios estados-
En estos artículos, Florencio Varela habla de las venta­
jas generales que atraería a las provincias de la Confedera­
ción, incluso a la misma Buenos Aires, la libre apertura dei
río a las comunicaciones comerciales. Trata especialmente
del problema del litoral.
En este aspecto, Varela se muestra muy convincente.
Habla de la absurda e injusta política de Rosas tendiente a
cerrar el litoral argentino íntegro para aniquilar el comer­
cio de Montevideo, resistida por Urquiza. El comercio de las
HISTORIA DE LA REPUBLICA OR4ENTAL DEL URUGUAY 147

provincias aniquilado por el bloqueo, trató de reanimarse bus­


cando el de Montevideo, por medio del puerto de Rosario, do
Santa Fe. Rosas queriendo cortar el comercio do Rosario,
dirigió un ultimátum a Urquiza, que este no pudo cumplir
sin atentar contra los derechos fundamentales del litoral. Es
mucho más conveniente el comercio con Montevideo, donde
las operaciones no tienen por que hacerse clandestinamente,
ni hay necesidad de pagar fletes de carretas para el inte­
rior, (fuera de que los efectos introducidos en Buenos Ai­
res pagan el 18 %). Aparte del derecho, pues ningún tratado
obliga a una provincia argentina a servirse en Buenos Aires,
más bien (píe en Santa Fe o de Entre Ríos, y estas tienen
tanto derecho como Buenos Aires a comerciar con Montevi­
deo.
El tratado cuadrilátero, suscrito el 25 de enero de 1.822
entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y
Corrientes, sanciona la libertad del comercio marítimo, entre
las provincias contratantes “en todas sus direcciones y des­
tinos” y la habilitación legal de sus puertos para el comercio.
Y el tratado de 1831 ratifica los anteriores celebrados entre
los mismos gobiernos.
Veamos ahora la argumentación de Rosas. Los derechos
de la Confederación sobre los ríos se mezclaban con el pro­
blema paraguayo. Procuraremos discriminar bien ambas cues­
tiones.
La argumentación rosista fue expuesta en “La Gaceta
Mercantil’’ de Abril de 1847.
Dice que los derechos del gobierno argentino al territo­
rio de la Provincia del Paraguay y al dominio exclusivo del
Paraná y sus afluentes, han sido establecidos en los diversos
tratados sancionados por la República. El 2 de febrero de
1825 se celebró el tratado con la Gran Bretaña en que se rc-
p conoció la soberanía e independencia de toda la confedera­
ción y con derecho eminente a cerrar al pabellón británico
y demás extranjeros la navegación de los ríos interiores.
El 17 de Junio de 1845, Lord Aberdeeri declaró que ellos
estaban obligados a respetar los derechos de las naciones in­
dependientes. “Buenos Aires posee la soberanía en ambas
márgenes del río, e impide que todo poder extranjero se in­
148 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

terne al interior de ese río del mismo modo que nosotros te­
nemos el derecho de prohibir la navegación, del San Lorenzo
a todo poder extranjero.” En la convención de 29 de octu­
bre de 1840, entre la Confederación y Francia, el gobierno ar­
gentino sostuvo lo mismo y además estipuló en el artículo 6.9:
“Si el gobierno de la confederación argentina acordase a los
ciudadanos o naturales de algunos o de todos los estados sud­
americanos especiales goces civiles o políticos más extensos
que los que disfrutan actualmente los súbditos de todas y
cada una de las naciones amigas y neutrales, aún las más fa­
vorecidas, tales goces no podrán ser extensivos a los ciuda­
danos franceses residentes en el territorio de la confedera­
ción Argentina, ni reclamarse por ellos”. En los convenios
interprovinciales se ha establecido el privativo derecho de la
confederación a la navegación del Paraná y sus afluentes (con­
vención 23 de febrero de 1820 entre Buenos Aires, Santa
Fe y Entre Píos; convención 19 d^ octubre de 1829 entre
Buenos Aires y Santa Fe; tratado de 4 de enero de 1831).
El diario rosista recuerda otros antecedentes nacionales. El
23 de noviembre de 1816 el gobierno argentino dictó un de­
creto confirmatorio de las leyes españolas con tendencias
restrictivas en materia de navegación y cabotaje.
Artículos subsiguientes se refieren al problema de la in­
dependencia paraguaya. Y al refutar las pretensiones del Pa­
raguay y su capacidad política para constituirse en Estado,
dice que aunque reconociera la existencia política paraguaya,
“no puede en ningún modo, en ningún caso alterar respecto
a la navegación del Paraná un orden tradicional y estableci­
do definitivamente y fundamentalmente por todas las provin­
cias de la República y por sus gobiernos; un orden derivado
del régimen español, consagrado por los tratados que la con­
federación ha estipulado y exigido indispensablemente -por la
seguridad y conveniencia nacional.”
¿ Qué haría Paraguay con su independencia, privado de su
único canal desahogable? Si se consiente en su independencia,
la intervención Anglo -Francesa querrá conseguir ventajas,
perturbando la suerte de la Confederación Argentina. Si se
une a la Confederación tendrá francos los mercados argenti­
nos y la libertad de navegación de los ríos interiores.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 149

En una palabra, como dice el autor Glande de la Poepe,


la base legal de la política Anglo - Francesa está en el prin ­
cipio general adoptado por el Congreso de Viena para todos
los ríos que separan o atraviesan dos o más estados; esa na­
vegación, desde el punto en que se hacen navegables hasta su
desembocadura, será enteramente libre y no podrá ser prohi­
bida a nadie, conformándose a los reglamentos de policía que
serán concebidos de una manera uniforme para todos y tan
favorables como sea posible al comercio de todas las naciones.
Sin embargo, no fue este el principio que América adop­
tó: En el tratado Southern-Arana celebrado el 24 de no­
viembre de 1849 entre Inglaterra y la Confederación Argen­
tina, se aceptó el de que Paraná era río interior, sujeto es-
elusivamente al régimen interno de la Confederación y el Uru­
guay río de condominio, sujeto al acuerdo entre aquélla y la.
República Oriental del Uruguay.
El principio idéntico formaba la base del tratado Lepre-
dour-Arana entre Francia y la República Argentina.
Y bueno es hacer notar que Brasil que al fin participó
de las razones generales que impulsaron a la guerra anti-ro-
sista en nombre de la civilización, no aplicó, en los ríos sujetos
al tratado de Viena el régimen de libertad que la intervención
Anglo - Francesa preconizó en el Plata. El Amazonas recién
fué abierto en 1866.

VI

El Problema Paraguayo

Se ha discutido mucho sobre la intenciones de Rosas con


respecto a los países vecinos, particularmente Paraguay y la
República Oriental del Uruguay. Sus intervenciones en Boli­
via, en Uruguay, su política anti-paraguaya, ¿respondían real­
mente al propósito de reconstruir la unidad virreynal?
Si con relación a nuestro país el problema puede ser de
dudosa solución, no ocurre lo mismo con el Paraguay. Rosas
desconoció abiertamente la independencia paraguaya, en hv
teoría y en los hechos.
Prácticamente el Paraguay había llevado una existencia;
política independiente, que en cierto modo había quedado san-
150 HISTORIA DE LA REPÚDLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

clonada por el tratado de 12 de octubre do 1811. La política


del dictador Francia se había encaminado fundamentalmente
a estabilizar la situación del Paraguay, preservándolo de ¡a
anarquía argentina. En 1827 Brasil había querido hacerlo in­
tervenir en la guerra de la Cisplatina, invadiendo Corrien­
tes; pero no logró hacer salir a Francia de su posición do
aislamiento que ya estudiamos. Muerto Francia los cónsules
declararon solemnemente la indepedencia paraguaya el 25 de
noviembre de 1842; y se la comunicaron a llosas, pidiéndole
su reconocimiento. El 26 de abril de 1843, llosas contestaba
que no podía hacer ese reconocimiento por causa de las cir­
cunstancias; pero que nunca perturbaría la tranquilidad del
pueblo paraguayo. El 30 de agosto de 1843 los cónsules pro­
testaron contra la negativa do Rosas.
El 14 de marzo de 1844 fué electo Presidente Carlos A.
López; y el 27 de marzo. Rosas contestó la protesta anterior,
renovando su negativa pero afirmando disposiciones pacifi­
cas y manifestándose dispuesto a dejar navegar los barcos
por el Paraná hacia el Paraguay con reservas para los casos
de necesidad, impuestos por la hostilidad de los unitarios de
Corrientes contra el Gobierno de Buenos Aires.
Pero el 2 de diciembre de 1844, López firmó convenio con
Madariaga, gobernador de Corrientes. Se llegaba a reglamen­
tar el derecho de visita y el apresamiento de embarcaciones
enemigas. Era un verdadero acto de soberanía internacional,
para ambas partes. Entonces Rosas emprendió el bloqueo del
Paraguay. El 8 de enero de 184.) lanzó un decreto prohibien­
do a todo buque zarpar de Buenos Aires o de cualquier puerto
de la Confederación con destino al Paraguay y Corrientes, o
recíprocamente. El 17 de enero de 1845 prohibió el comercio
paraguayo por la vía del río Uruguay, a través de Misiones.
El 16 do abril de 1845 se prohibió la introducción de artícu­
los paraguayos por agua o por tierra al territorio de la Con­
federación.
¿Qué argumentos legales esgrimía Rosas para desconocer
la independencia paraguaya? líelos aquí, tales como fueron
expuestos en la época por “La Gaceta Mercantil". La pro­
vincia del Paraguay —se decía— es parte integrante del vi­
rreinato de Buenos Aires. El 25 de mayo de 1810 se declaró
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 151

subsistente el vínculo entre los pueblos del virreinato. Lo mis­


mo ocurrió en toda América; cuando hubo separación fué por
consentimiento de todo el cuerpo político, como en Guatemala;
por cesión adecuada, como las de la provincias argentinas de
Potosí, Chucpúsaca, Cochabamba y la Paz incorporadas a Bo-
livia; la división de Colombia fué también sancionada por to­
do el cuerpo político. Así en el derecho publico americano se
declara indisoluble cualquier parte de un cuerpo político for­
mado y se admite la resistencia, cuando se pretende disol­
verlos por actos arbitrarios. Las segregaciones sediciosas lia­
rían imposible (d orden y la independencia. Tampoco reconoce
otra base de orden público de Europa. Esto hace ilegítima, a
su criterio, la pretensión paraguaya. Pero además la provin­
cia del Paraguay colaboró en el pacto preexistente de la na­
cionalidad. Cuando en 1810 y 1811 Velasco intentó oponerse
al acto del 25 do mayo de 1810 (pie suponía la unión de las
provincias, fué expulsado y los paraguayos le reprocharon su
empeño en mantener la total división de la provincia.
El 17 de junio de 1811 se instaló la Junta Provincial del
Paraguay, que el 20 de julio declaró existente la unión nacio­
nal con las demás provincias. En manifestación dirigida al
gobierno porteño expresó: uLa voluntad decidida de la Pro­
vincia del Paraguay es unirse con esa ciudad y demás con­
federadas, no sólo para conservar’ una recíproca amistad, bue­
na armonía, comercio y correspondencia, sino también para
formar una sociedad fundada en principios de justicia, de
■equidad y de igualdad.’’ El 12 de octubre de 1811 Paraguay
confirmó esa unión. El tratado suscrito en esa fecha expresa
en el preámbulo (pie su objeto es la unión y común felicidad
(de ambas provincias y demás confederadas.
El artículo 4.,? sujeta a la decisión del Congreso de to­
das las provincias, la demarcación de límites entre Paraguay
y Corrientes, y el artículo 5." establece la unión federativa y
alianza indisoluble con las demás provincias bajo la base de
la independencia provincial.
El gobierno de la confederación al negarse a sancionar la
separación paraguaya, no pretende negarle el derecho a go­
bernarse en su régimen interior y municipal con entera so­
beranía. La legislación argentina siempre lo comprendió así.
152 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

La ley de aduana le dió privilegios de la misma nacionalidad^


La ley de 1816 sobre cabotage procedió en igual forma. En
1824 Juan García del Cossío, comisionado del gobierno ar­
gentino, invitó reiteradamente al gobierno paraguayo a la re­
unión del Congreso General.
Además, —y como último argumento— se añade que Pa­
raguay no tiene autonomía geográfica ni capacidad política
para constituirse.
Ante esta actitud del gobierno de Buenos Aires, Para­
guay manifestó una tendencia de acercamiento a Corrientes-
y a Brasil, aunque éste fué quien inició aquellas gestiones. Ya
en Agosto 17 do 1844 había llegado a la Asunción Pimenta
Bueno que en Octubre elaboró un proyecto de tratado con el
Paraguay. Brasil se comprometía a interponer su influencia
para que los demás países reconocieran su independencia; se
garantizaba la libre navegación para ambas partes del Para­
ná y Praguay, en toda la extensión de los dos Estados. Ade­
más ambas partes se comprometían a trabajar para conse­
guir la navegación del Paraná hasta el Plata. Este tratado na
fué ratificado por el Imperio. El 11 de noviembre de 184-7
López firmó con Corrientes un tratado de alianza ofensiva y
defensiva. En el curso de las negociaciones López, bajo pre­
sión de Pimenta Bueno, propuso que Entre Ríos y Corrien­
tes se independizaran. Las fuerzas paraguayas penetraron en
Corrientes; pero ésta Provincia fué derrotada en Vences y
quedó sometida.
López orientó su política hacia el Brasil y envió en mi­
sión especial a Juan Andrés Gelly para pedir protección con­
tra Rosas y arreglo de la cuestión de límites. En 1847, a pro­
puesta imperial, Gelly hizo dos proyectos; uno de límites y
otro de alianza ofensiva y defensiva.
Pero Brasil nunca arregló definitivamente la cuestión pa­
raguaya. En la práctica, la misión de Gelly fracasó. López
buscó entonces un acercamiento con Rosas, proponiéndole la
renovación del tratado del 12 de octubre de 1811 y la poster­
gación del reconocimiento de la independencia paraguaya y
de la cuestión de los límites hasta la reunión del Congreso
General de la Confederación Argentina. Este intento de acer­
camiento no tuvo éxito.
El 25 de diciembre de 1850 se firmó un tratado de alian­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 153

za entre Paraguay y Brasil que los obligaba a prestarse mu­


tuo auxilio en caso de ataque por parte de la Confederación
Argentina. Pero cuando vino el pronunciamiento contra Ro­
sas en 1851, Paraguay no intervino en la Guerra del
Plata. Y es de hacer notar que si en la mente de Rosas
estaba la idea de incorporación paraguaya, Urquiza no le
iba a la zaga. En 22 de Julio de 1851, en momentos en que
se estaba dando los toques finales a la alianza anti-rosista,
Lamas escribió a Herrera y Obes para que persuadiese a Ur­
quiza de que no había alianza posible con el Brasil si se ata­
caba la independencia del Paraguay.
Urquiza —dice— iría en favor de sus intereses si reco­
nociera francamente la independencia del Paraguay. Este he­
cho es nacional en el Brasil. Para discutirlo, Urquiza tendría
que hacer suyos los argumentos de Rosas; y en ese caso, ¿no
se podría discutir la soberanía de Entre Ríos ejercida no sólo
ahora sino desde 1831, cuando no ha dejado ni querido dejar
de pertenecer a la República Argentina?
La cuestión paraguaya es como nuestra cuestión de lími­
tes —añade el ministro oriental— que en esto tenía una po­
sición muy especial. Ninguno de nosotros necesitaría territo­
rios, sostenía Lamas. Necesitamos paz, orden, comercio, pobla­
ción e industria. Tengamos nacionalidades robustas que así
dejaremos a las generaciones futuras el elemento real de las
adquisiciones territoriales: la fuerza. La recuperación del Pa­
raguay lo mismo que la recuperación de límites del pacto de
1777 es una cuestión de fuerza, netamente de fuerza. Además,
¿qué ganaría Urquiza con reincorporarse. Paraguay a la Ar­
gentina? Aumentar el territorio es aumentar la dificultad de
la organización, concluye Lamas.
El Paraguay adhirió al convenio de alianza de 29 de ma­
yo de 1851 con las modificaciones admitidas por Urquiza. Por
ellas los gobiernos de Entre Ríos y Corrientes se obligaban a
obtener del gobierno de la Confederación el reconocimiento
de la independencia paraguaya. (17)
VII
Las intervenciones Europeas

Al entrar Rosas en desacuerdo con Francia por diversas


cuestiones, los franceses establecieron el bloqueo al litoral
154 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

argentino (Marzo 28 de 1838). El motivo principal del


conflicto radicó en la exigencia de Francia de que no se apli­
case a los súbditos franceses la obligación del servicio militar.
Al coincidir los intereses de los opositores unitarios con el
de Francia, se produjo entre ambos una alianza de hecho, a la
que se sumó la de los colorados de la República Oriental del
Uruguay, opositores al presidente legal Manuel Oribe.
El choque de Francia con la Confederación Argentina no
fue una nota aislada : formó partí» de todo un inquieto progra­
ma internacional de la Monarquía de julio. Un artículo de la
“Revue de deux mondes”, decía: “Mientras las posibilida­
des de guerra permanecen distantes es cada vez más indispen­
sable dar aliciente al carácter nacional. No se puede preten­
der centralizar toda la actividad dentro del país, no porque
no debiera encontrar allí empleo útil, sino más bien porque
los resultados no serían tales como para estimular suficiente­
mente la imaginación... Es necesario considerar cómo satisfa­
cer esa imaginación, que ha permitido a Francia hacer tan­
tas cosas grandes en el mundo. El orden y la economía en las
funciones del estado, las leyes honestas y sabias son induda­
blemente buenas y necesarias, pero con ellas no se apasiona
al pueblo, no se toca el corazón de las grandes masas de la
población, no se excita su imaginación” (Julio 1838).
La alianza unitario - francesa - oriental se hizo más es­
trecha desde que Lavalle organizó en 1839 la expedición en la
isla de Martín García, abriendo comunicaciones con Corrien­
tes. En el discurso pronunciado el 27 de abril de 1840 por
Tliiers en la Cámara de Diputados, se reconoce como aliados
de Francia a los ciudadanos argentinos. Estos creyeron ne­
cesario sin embargo, regularizar la alianza y fue así como se
llegó al Protocolo de 22 de junio de 1840. Por un lado Bu­
che! Martigny y por otro lado, los miembros de la Comisión
Argentina establecidos en Montevideo por delegación de La-
valle (Julián S. de Agüero, Juan José Cernadas, Gregorio
Gómez, Ireneo Pórtela, Valentín Ahina y Florencio Varo-
la) eoneuerdan en declarar que desaparecida la autoridad del
gobernador de Buenos Aires, cesa la desinteligencia entre
ésta y Francia. Entonces Francia levantará el bloqueo y el
nuevo gobierno argentino decretará que los ciudadanos fran-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 155

•ceses establecidos en su territorio serán tratados en sus per­


sonas y en sus bienes como los de la Nación más favorecida,
reconociendo la justicia do la indemnización podida. La Co­
misión Argentina empleará sus esfuerzos para (pie el nuevo
gobierno de Buenos Aires concluya con Francia una conven­
ción de amistad, comercio y navegación, en los mismos tér­
minos (pie la del 8 de abril de 183(5 entre Francia y el Uru­
guay.
Parecía en aquel momento que las intenciones de Fran­
cia eran llevar adelante la guerra. Sin embargo, el Almirante
Machan recibió orden de negociar y fué así como se llegó a
la Convención suscrita con Felipe Arana el 29 de octubre,
de 1840.
En dicha Convención se establecía: l.9) El gobierno de
Buenos Aires reconocería las indemnizaciones debidas a los
franceses (pie habían sufrido perjuicios; su monto debía arre­
glarse por vía arbitral. 2.9) Se levantaría el bloqueo, se devol­
vería Martín García y los barcos capturados. 3.9) Se pactaba
amnistía (aunque con grandes reservas) para los opositores
«pie abandonasen Jas actividades hostiles, haciéndose la distin­
ción entre los proscriptos y los (pie se hallasen en territorio de
la confederación. 4.9) Quedaba entendido (pie el Gobierno de
Buenos Aires seguiría considerando en estado de perfecta y ab­
soluta independencia a la República Oriental del Uruguay, en
los mismos términos que estipuló en la Convención Preliminar
de Paz ajustada el 27 de agosto de 1828 con el Imperio del Bra­
sil, sin perjuicio de sus derechos naturales, toda vez que lo
reclamasen la justicia, el honor y la seguridad de la Confede­
ración Argentina. 5.9) Los franceses en la Argentina y los ar­
gentinos en Francia, serían considerados como súbditos do
las naciones más favorecidas. 6.9) Pero si la Confederación
Argentina acordase a los súbditos sud-americanos especiales
goces civiles o políticos, no serían extensibles a ciudadanos
franceses. 7.9) Estipulaciones generales sobre ratificación.
En vísperas de la conclusión de este tratado, la Comisión Ar­
gentina elevó un memorial a Alachan, el 16 de octubre de 1840.
Se hace en él la historia de las relaciones entre Francia y
los unitarios. Le Blanc condujo en 1839 las tropas de Lava-
lie a Martín García y puso la isla a su disposición. Los bu­
156 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ques franceses transportaron esa expedición a Entre Ríos


subieron el Uruguay protegiendo al ejército y cuando éste inva­
dió a Entre Ríos, una división naval francesa ocupó el Paraná
manteniendo las comunicaciones con Montevideo. Los agentes
franceses dieron armas, dinero y municiones. Pero si Francia
dió su apoyo material, —continúa diciendo el documento quo
extractamos— argentinos y orientales dieron su sangre; y sir­
viendo a la causa del honor y de la civilización redujeron a Ro­
sas a una obligada defensiva. Si Francia tiene hoy ventajas
que antes no tuvo, debe hacer partícipes de esas ventajas a sus­
aliados. Estos son los principales argumentos del memoria!.
Firmada ya la Convención Mackau - Arana, la Comisión
Argentina y particularmente Florencio Varela, hicieron sen­
tir su solemne protesta. (18)
Cuando Rosas invadió el territorio oriental —dice Varela
en su protesta— Rivera solicitó auxilio a sus aliados. En Se­
tiembre de 1839 desembarcaron 500 marinos franceses que
guarnecieron la plaza, hecho que recibió la explícita aproba­
ción del gobierno francés. También se encargó al almirante
Le Blanc la defensa de Montevideo. El Gobierno de la Re­
pública, le puso a su disposición el bergantín “Pereira que
enarboló provisionalmente el pabellón francés; y formó par­
te de la escuadra hasta después de celebrada la paz. Todavía
hay que añadir un subsidio de 100.000 pesos fuertes dados
por los agentes de Francia al presidente oriental.
Todos estos hechos configuraban —pues— una verda­
dera alianza entre la República Oriental y Francia.
Más tarde, con posterioridad a la primera alianza, (pro­
sigue Varela) desvanecidas las primeras resistencias, también
hubo un entendimiento con los emigrados unitarios, Lavalle
al frente, y los franceses. Con el apoyo de éstos los unitarios-
organizaron sus fuerzas en Martín García. El 2 de setiembre
de 1839, toda la fuerza argentina que contaba apenas 500
hombres se embarcó en buques de la escuadra francesa y to­
mó tierra en la costa entrerriana.
Lavalle promovió el levantamiento del pueblo correntino
y su gobierno lo nombró general en jefe del ejército destina­
do a luchar contra Rosas. La alianza de los franceses con
Lavalle se estrechó aún más a raíz de estos hechos. A pedí-
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 157

<lo de éste, aquéllos ocuparon el Paraná. Entre tanto, los


agentes de Francia en Montevideo cultivaban relaciones con
una comisión de cinco miembros, que recibió el nombre de Co­
misión Argentina. Y como constancia de estas vinculaciones,
se firmó el protocolo de 22 de junio de 1840, ya mencionado,
entre Buchet-Martigny y los miembros de la Comisión Ar­
gentina.
Así, pues, para nosotros, — sostenía, Várela— el tratado
de 29 de octubre no es sino un acto personal del agente que
lo firmó.
La duración natural y legal de la alianza, debía ser, pues,
la suficiente para que todos sus integrantes alcanzasen los
fines que se habían propuesto.
El negociador francés se negó a reconocer la alianza. Tu­
vo el atrevimiento de decir al comisionado del gobierno orien­
tal que “la Francia no ha reconocido como ¿diados suyos ni
a la República Oriental, ni a las tropas que están a las ór­
denes del general Lavalle; que ha visto sólo en ellas auxi­
liares que la casualidad le había proporcionado; que lo demás
han sido actos personales de sus agentes.”
Aparte del desdoro personal que significaba la confesión
de un entendimiento con un hombre como Rosas, que es la
negación de un gobernante, —dice Várela— queda el proble­
ma jurídico. Mackau habría podido tratar con Rosas si este
se hubiera presentado como gobernador do Buenos Aires. Pe­
ro el tratado de 29 de octubre se celebró, en su concepto, con
el gobernador de Buenos Aires, encargado de las relacio­
nes exteriores de lá Confederación Argentina. Ahora bien; el
gobierno de Francia debe saber que ese tratado no obliga más
que a la Provincia de Buenos Aires. Rosas no sólo no tiene
la delegación de las provincias para asuntos internacionales,
sino que le fué retirada por las mismas provincias que se
la habían conferido. Tal hizo Tucumán, Salta, La Rioja, Jujuy.
En cuanto a Corrientes, sabido es que fué la primera eu
pronunciarse.
Además —comenta finalmente Va reía-— Francia obtiene
con este tratado ventajas escasas; y las obtenidas, las debe a
sus aliados.
Francia tenía, sin embargo, razones de orden internado-
158 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

nal que la empujaban a una transacción pacífica. Los asun­


tos de Oriente complicaban de una manera grave la atención
política europea y ella tenía necesidad de evitarse perturba­
ciones de otro orden.
Sin embargo, el gobierno de la Defensa prosiguió labo­
riosamente sus gestiones en favor de la intervención euro­
pea. Hasta 1845 no habría de obtener nada en este sentido;
pero el 16 de diciembre do 1842 el cónsul inglés Mandevillc,
presentó una nota colectiva en nombre de Francia e Ingla­
terra por la cual pedía la cesación de hostilidades entre las
fuerzas argentinas y la República Oriental. A pesar de las
exigencias de rápida contestación que llevaba la nota, no fué
considerada por el gobierno argentino.
En 1843 el gobierno de la Defensa adoptó una resolu­
ción que le pareció más conveniente; envió un agente espe­
cial a fin de provocar la intervención. Fue la misión encomen­
dada a Florencio Varela. Designado comisario ad-hoc en ca­
rácter privado, debía trasladarse a Inglaterra, entendiéndose
con José Ellauri que se hallaba en Europa desde 1839 o con
el Cónsul para que lo presentasen al Ministro de Relaciones
Exteriores. “El principal objeto de la misión confiada al Se­
ñor Varela ■—dice el artículo cuarto de las instrucciones—
era el solicitar (pie la Inglaterra adopte de concierto con la
Francia o por sí sola, medidas capaces de terminar entera­
mente la guerra, lo más pronto posible, y de asegurar para
en adelante la duración de la paz: bien sea interviniendo con
armas en la lucha; bien por otros cualesquiera medios, legí­
timos y honrosos, cuidando atentamente de que en nada se
menoscabe la absoluta independencia de la República ni se
comprometa su amistad con otras naciones.” Varela tendría
que hacer notar las ventajas de la posesión de Montevideo, la
bondad de su puerto, la extensión de costas, la feracidad del
suelo, la diferencia entre la prosperidad de Montevideo y hi
ruina de Buenos Aires y de pueblos donde prosperaba el siste­
ma de Rosas. Debía hacer comprender, además, la influencia
del ejército de Rosas en el Uruguay sobre su comercio y su pros­
peridad. Debía llamar la atención sobre la libre navegación de
los ríos afluentes del Plata, expresando (pie el gobierno orien­
tal tenía al respecto la idea de libertad para todo los pabe­
llones, sin más restricción que las leyes de aduana y los re­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 159

glamentos de policía. En el caso de que Inglaterra quisiera


la entrada de Francia en la intervención, Varela lo debía co­
municar a Ellauri. Otros propósitos —aunque menos impor­
tantes— debía tener la misión Varela: Pedir la retirada del
Vice Cónsul Hood, sospechoso por su amistad con Oribe;
hacer comprender la influencia nefasta de Mandeville para
los intereses políticos de Montevideo; y, si era posible, nego­
ciar un empréstito en Londres con garantía de rentas gene­
rales o de otro modo. (19)
La misión de Florencio Varela fracasó. Por lo menos, no
tuvo el éxito que podía esperarse de ella, de inmediato. Mejores
resultados obtuvo otra misión brasileña destinada a lograr la
mediación europea. El marqués de Abranles partió para Euro­
pa en Agosto de 1844. Según Tomás Guido, ministro argentino
en Pío de Janeiro, los ingleses habían sugerido esta misión.
Brasil negó, por su parte, haber pedido la intervención. Poco
tiempo antes se bahía producido un intento de acercamiento
entre Posas y el Brasil, para dominar la revolución republi­
cana de Río Grande y extinguir la influencia de Rivera en
la República Oriental. El 5 de febrero de 1843, la legación ar­
gentina presentó este proyecto; Deseando los dos gobiernos
restablecer la paz en la República Oriental del Uruguay y
en Río Grande y convencidos de que el gobierno de Rivera
es incompatible con la paz de su país, la seguridad del Im­
perio y países limítrofes, llegando a poner en peligro la exis­
tencia política de la misma república que por el artículo 3.9
de la Convención Preliminar ambos estados se comprometen
a defender. I.9) Los contratantes declaran la existencia del
caudillo. Rivera en territorio oriental incompatible, con la
autoridad o sin ella, con la tranquilidad de su país y con
la seguridad de la Confederación Argentina y del Imperio;
2.9) Ambas partes se comprometen a promover la expulsión
y el desarme de todas sus fuerzas y no admitirlas en sus terri­
torios; 3.9) Brasil bloquearía todos los puertos del territo­
rio oriental; 4.9) Las tropas brasileñas que entrasen en te­
rritorio oriental irían bajo el mando de Oribe.
Brasil era partidario de celebrar el tratado definitivo
que debía contener además los límites con nuestro país y es­
tipulaciones comerciales y de navegación. Sin embargo el 24
de marzo de 1843 se concertó el tratado de alianza, con al­
gunas modificaciones al proyecto argentino. El 27 de marzo
160 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

el tratado fué ratificado por el Imperio, pero Rosas no le


prestó su aprobación definitiva, una vez que los resultados
de la batalla de Arroyo Grande —invasión de Oribe al Es­
tado Oriental, sitio de Montevideo— anularon la influencia
de Rivera sin necesidad de la intervención del Brasil. La
alianza de Rosas eon Oribe, en momentos en que éste se de­
cidía a restaurar su gobierno frente a Montevideo, impedía
a aquél ratificar un tratado en cuyo artículo XII los contra­
tantes se mostraban dispuestos a fijar los límites de la Re­
pública sin intervención de sus autoridades.
Desvanecidas las perspectivas de un entendimiento con
Rosas, la diplomacia brasileña tomó otro camino.
En las instrucciones al marqués de Abran tes se le decía
que debía de averiguar cuáles eran las vistas de los gabine­
tes de Londres y de París, relativamente a las repúblicas
del Río de la Plata y Paraguay; es decir, cómo interpretaba
Inglaterra la mediación de 1828 y Francia la convención
Mackau; insistiendo en que los agentes de esas naciones en
Río recibieran instrucciones para tratar con el gobierno Im­
perial al respecto. Debía además averiguar en qué concor­
daban ambos gabinetes y cuáles eran las ventajas e incon­
venientes que de ellos podía esperar el gobierno Imperial.
Se le expresaba, además, que el Imperio no desconocería
la independencia plena y absoluta de la República Oriental
estipulada con mediación inglesa en la Convención Prelimi­
nar de Paz y también en la Convención franco - argentina de
1840. Se hacía en las instrucciones una falseada interpretación
de nuestra historia, desde el punto de vista brasileño.
La Banda Oriental, decía., devastada por Artigas y
ocupada por tropas portuguesas, se había unido al territorio
del Imperio por la Convención negociada entre las autorida­
des de Montevideo y el general Lecor.
La constitución brasileña de 1824 había considerado a la
Cisplatina como una provincia del Imperio. Pero las aspira­
ciones territoriales de Buenos Aires y la ambición personal de
varios jefes orientales produjeron el alzamiento de Lavalleja
y trajeron la guerra con las Provincias Unidas terminada
con la Convención de 1828. Si el Imperio consintió en la se­
paración de la Cisplatina, —decíase— fué para que se cons­
tituyese en estado libre, de modo que jamás formase parte
de un estado cualquiera.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 161

Así fué considerado, no sólo por el Imperio y la Confe­


deración Argentina, sino también por Gran Bretaña, media-
diora de la Convención y por Francia, firmante de la Con­
vención Mackau.
Pero los hechos posteriores probaban la ambición de Ro­
sas sobre la Provincia Oriental: el apoyo prestado a Oribe,
su empleo como general al servicio de Rosas, la invasión del
Uruguay, el sitio y bloqueo de Montevideo, etc.
Además, eran también evidentes sus miras ambiciosas
sobre el Paraguay. Pero Brasil experimentaba daños mate­
riales y morales, por las escenas (pie calificaba de anárquicas
y bárbaras. Creía necesario asegurar la independencia del
Uruguay y Paraguay y que para ello se debía contener al
gobierno de Buenos Aires en los límites proscriptos por el
derecho de gentes. Esperaba, en consecuencia, que el gobierno
británico se dignase comunicarle su pensamiento sobre la cues­
tión del Plata.
En realidad la misión Abranles trajo la intervención eu­
ropea. Así llegaron al Río de la Plata en abril de 1845 M.
-Guillermo Gore Ouseley y el Barón Deffaudis, representan­
tes diplomáticos de Inglaterra y Francia, respectivamente.
En las instrucciones expedidas a Gore Ousseley se le es­
pecificaba que lo primero que debía conseguir era el cese de
las hostilidades entre Rosas y la República Oriental, puesto
■que la guerra se hacía contra un estado cuya independencia
la Gran Bretaña estaba virtualmente obligada a sostener; y
su objeto (el de la guerra) era poner al gobierno de Monte­
video fíen otras manos que la de aquellas a quienes las con­
fió ol consentimiento del es-tado.’’
Según las instrucciones la intervención se justificaba por
la larga duración de la guerra, las justas pretensiones de Mon­
tevideo a que se mantuviera su gobierno; los daños de los in­
tereses europeos y los hechos bárbaros que sellaban su carác­
ter. Para que la independencia fuera un hecho, se trataría de
que Oribe se alejase de Montevideo, y que salieran de és­
ta los individuos que pudieran inspirar temor a Buenos Ai­
res, incluso Rivera. Si para este arreglo fuesen necesarias se­
guridades a las personas y propiedades de los individuos a
quienes afectase, se podía ofrecer con precauciones la inter­
vención del gobierno de S. M.
12
162 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

El arreglo de estas cuestiones entre las dos república


no sería acompañado por ninguna concesión territorial ni por
cualquier otra ventaja separada para las partes interesadas
en la mediación. Otro punto que podía interesar, aunque- no
de manera esencial, era la apertura del Río de la Plata.
Era preferible ir a las soluciones amistosas; las medidas
coercitivas sólo podrían ser tomadas con el acuerdo de Fran­
cia. Si Rosas trataba de ganar tiempo, se fijaría un plazo;
vencido éste se obtendría por la fuerza el levantamiento del
bloqueo y el retiro de las tropas argentinas. También se po­
dría bloquear el Buceo. Si todos los medios fallaban, se podría
proponer al colega francés el bloqueo de Buenos Aires. Tale-,
en síntesis, los puntos contenidos en las instrucciones dadas a
Gore - Ouseley.
Las instrucciones a Deffaudis (marzo 22 de 1845)
redactadas por Guizot, ordenaban al enviado detenerse en
Río de Janeiro y luego actuar en conjunción con el enviad» >
inglés. La intervención se hacía por el interés de la civiliza­
ción y de los nacionales franceses. Si no había arreglo amis­
toso, se podía recurrir a la fuerza con un bloqueo efectivo
en cualquiera de las márgenes del Plata. Pero en materia de
desembarco sólo podrían ocupar Martín García o algún pun­
to similar.
Ni Francia ni Inglaterra podrían obtener concesión de
territorio o ventajas separadas. Se trataría también de con­
seguir la libre navegación de los afluentes del Plata.
En realidad, a pesar de la concordancia de las instruccio­
nes extractadas, no había un entendimiento absoluto entre
Francia e Inglaterra. Tomás Guido, ministro de la Confede­
ración Argentina en Río de Janeiro, comunicó sus observa­
ciones sobre esa desinteligencia al gobierno de Buenos -Ai­
res. Gore \9useley inició las gestiones. El 10 de mayo de 1845
hizo propuestas, solicitando el retiro de tropas argentinas y
el levantamiento del bloqueo.
El gobierno argentino declaró que las divisiones se re­
tirarían de Montevideo y se levantaría el bloqueo cuando es­
tuviera pacificado el territorio oriental; y que todo arreglo
sobre tal pacificación era de competencia de Oribe.
Cuando llegó Deffaudis, ambos enviados entraron a ac­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 163

tuar en conjunto. Presentaron una nota exigiendo el retiro


de las tropas y de la escuadra argentina, basándose en que:
1?) la intervención en favor de Oribe violaba la indepen­
dencia consagrada en la Convención do 1828 y en la Conven­
ción Mackau - Arana; 2.9) las crueldades de la guerra; 3.')
los perjuicios ocasionados al comercio inglés y francés.
El Ministro de Relaciones Exteriores argentino I). Feli­
pe Arana manifestó que so conservaría la independencia de
la República Oriental, pero que el gobierno argentino exigía
el levantamiento del bloqueo.
La misión quedó concluida sin ulteriores resultados. Se les
dieron a los ministros los pasaportes y ellos regresaron a
Montevideo decidiendo la entrada do las fuerzas navales de
Francia o Inglaterra en contra de la confederación. Sin em­
bargo, el Barón de Mareuil, Encargado de Negocios de Fran­
cia, antes de retirarse de Buenos Aires, pidió bases de paz-
ai gobierno argentino. Este presentó un memorándum con las
siguientes bases: L9) Oribe concurriría a la negociación y
resolvería sobro cesación de hostilidades; 2?) Restablecido el
gobierno legal en Montevideo, se retirarían las fuerzas in­
glesas y francesas de todos los puntos del territorio y se re­
levarían las divisiones auxiliares argentinas; 3.9) Se devol­
verían los buques apresados, la isla de Martín García, y se
haría un saludo al pabellón argentino; 4.9) Se levantaría el
bloqueo de las costas argentinas; 5.9) Se retirarían del Pa­
raná y Uruguay todos los buques ingleses y franceses, en con­
secuencia del perfecto derecho del gobierno argentino para
disponer la navegación de esos ríos; 6.9j Los ministros fran­
cés e inglés declararían que el desconocimiento del bloqueo a
Montevideo no podía invocarse como legítimo ejemplo; 7.9) La
Convención a celebrarse no afectaría los derechos de la Argen­
tina relativos a la República Oriental por la convención de
1828; ni por ella daría la confederación derecho a Francia e In­
glaterra paraJintervenir en el Río de la Plata; 8.°) Las repara­
ciones por perjuicios a la Confederación Argentina se harían
por vía arbitral; 9.9) Las reparaciones por los daños al gobier­
no legal de la República Oriental serían de competencia de es­
te; 10.9) El arreglo de la República Oriental sería de compe­
tencia de su gobierno legal, sin ninguna ingerencia de fuerzas-
164 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

extrañas; 11-) No habría conferencia alguna sin que los mi­


nistros europeos y Oribe acordasen estas ¡bases.
Estas proposiciones no fueron admitidas por los repre­
sentantes de Francia e Inglaterra. Después del rechazo de las
bases transmitidas por Mareuil, la intervención extranjera
tomó otras proyecciones. Ouseley estaba convencido de que
el bloqueo de Buenos Aires era una medida contraria a los
intereses británicos y que no perjudicaba a Rosas como era
necesario. Era partidario, en consecuencia, de una acción mi­
litar eficaz, que se dirigiría al Paraná, apoyándose en el lito­
ral y en el Paraguay, cuya independencia debía reconocerse
inmediatamente. Partía de la base de creación de un estado
independiente en el litoral argentino. Escribía a su gobierno:
“El reconocimiento del Paraguay conjuntamente con el posi­
ble reconocimiento de Corrientes y Entre Ríos y su erección
en estados independientes, aseguraría la navegación del Pa­
raná y del Paraguay. Podría así evitarse la dificultad de in­
sistir sobre la libre navegación que nosotros hemos recha­
zado en el caso del Río San Lorenzo”. (20)
La alianza fué concluida en la Asunción el 11 de noviem­
bre de 1845.
La expedición al Paraná comenzó el 17 de noviembre.
Las naves interventoras forzaron el paso del río en Ja vuelta
de Obligado y dieron paso libre a los navios mercantes que
los acompañaban. Pero la situación era mala. Madariaga se
mostraba bien dispuesto para con los interventores, pero el
pueblo les era hostil. Paz estaba amenazado por las fuerzas
de Urquiza. La única esperanza de solución radicaba en la
actitud que pudiera asumir el gobierno paraguayo.
Ouseley envió entonces al capitán Hotham quien llegó a
la Asunción en Enero de 1846 y propuso a López la celebra­
ción de un tratado de cooperación. Se hacía sentir en Para­
guay en aquel momento la presión del Brasil y de Estados
Unidos. Al fin López propuso una serie de requisitos que de­
bían ser considerados como previos a la celebración del tra­
tado. Eran los siguientes: 1?) Reconocimiento de la inde­
pendencia del Paraguay; 2.Q) Libre navegación de los ríos
Paraná y Paraguay para todas las naciones; 3?) Gran Bre­
taña, al lograr la libertad e independencia de la Banda Orien­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 165

tal de la dominación de Rosas, debía incluir al Paraguay. Pe­


ro Hotham no tenía facultades para aceptar esas condiciones;
y aunque López envió dos representantes a Montevideo, los
interventores entraron en desconfianza a su respecto y no se
llegó a ningún convenio. Paz no pudo hacer frente al avance
federal y tuvo que refugiarse en el Paraguay.
Sin apoyo paraguayo, la expedición al Paraná pudo con­
siderarse como un fracaso. No se consiguieron ni siquiera las
ventajas comerciales que de ella se esperaban. Y en cambio,,
se había producido una exacerbación del sentimiento nacio­
nal argentino. Indudablemente la intervención estadouniden­
se había cooperado para hacer entrar a López en desconfian­
za frente a los interventores europeos. Edward Hopkins r
agente comercial designado por Polk para visitar el Paraguay,,
trabajó mucho en el ánimo de López para disuadirlo de ac­
ceder a los requerimientos de los interventores. López no se
decidió a repudiar la alianza con Corrientes; pero aceptaba
negociar con Rosas sobre la base de la independencia del Pa­
raguay y la garantía de los Estados Unidos a un tratado de­
limites y otro de navegación. En esa obra de alejamiento de
las fuerzas interventoras, Hopkins actuó en el mismo senti­
do que el representante brasileño. Pero Rosas no quiso reco­
nocer a Hopkins dada su carencia de credenciales diplomáti­
cas. El 16 de marzo hizo conocer las bases de paz sóbre­
las que podía tratar con el Paraguay: reconocimiento de su
integridad territorial, autonomía en los asuntos internos y lí­
bre navegación de los ríos sobre la base do igualdad con los
demás miembros de la Confederación Argentina. Los lími­
tes de su territorio debían ser fijados más adelante. Hopkins
se retiró dejando a Rosas una carta insolente. La política de
Estados Unidos perdió entonces todo prestigio. También fraca­
só el esfuerzo de Brent para llevar a cabo la mediación entre la
Asunción y Buenos Aires. El gobierno do Estados Unidos, pos­
teriormente, hizo declaraciones en el sentido de que no pon­
dría obstáculos a la intervención europea. Y desautorizó :t
Brent. La violación de la doctrina Monroe, que suponía la in­
tervención, fué deliberadamente tolerada por el gobierno de*
Polk, como puede comprobarse por el extracto de las instruc­
ciones dadas el 30 de marzo de 1846 a Mr. Harris, nuevo encar­
166 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

gado do negocios de Estados l nidos en Buenos Aires.


“El último mensaje anual del Presidente al Congreso ha
expuesto en forma tan clara la gran Doctrina Americana de
oposición a la intervención de los gobiernos europeos en los
asuntos internos de las naciones de este continente, que parece
innecesario avregar una palabra mas a este respecto. Es evi­
dente para el mundo eidero que la Gran Bretaña y Francia
han violado este principio en forma flagrante con su interven­
ción armada en el Plata. Si bien las circunstancias reinantes
impiden a los Estados Uñidos tomar parte en la guerra ac­
tual el Presidente, sin embargo, desea que toda la influencia
moral de esta república sea puesta a favor de la parte agra­
viada. Deseamos cordialmento que la República Argentina ten­
ga éxito en su lucha contra la intervención extranjera. Es
por estas razones que aunque el gobierno de los Estados Uni ­
dos nunca autorizase a sit antecesor Mr. Brent a ofrecer fu
mediación en los asuntos do tiran Bretaña y Francia con la
República Argentina, ello no ha sido desaprobado pública-
mente. Ud. sin embargo, no debería seguir su ejemplo sin
instrucciones expresas... ”
“Será de su deber vigilar atentamente los pasos de esas
dos potencias en osa región y en caso de que cualquiera de
«•lias, en violación de la (antes mencionada) declaración, inten­
tare adquirir territorios Vd. deberá hacerlo saber de inmediato
al gobierno... Todas las naciones del Continente deberían
abrigar el propósito de resistir la intervención europea y man­
tener la libertad e independencia de sus respectivos gobiernos.
El gobierno y el pueblo do la República Argentina con su con­
ducta han revolado a todo el mundo que comprende la im­
portancia ilo afirmar esos principios y que tienen el valor do
sostenerlos contra dos de las mayores potencias de Europa.
Deberá, por consiguiente, esforzarse de continuo, tanto en pú­
blico como en privado, en expresar a ese gobierno y al pueblo
cuán profundamente nos interesamos por su éxito y cuán de­
seosos estamos de mantener con ellos las relaciones más
amistosas.’’’ (21)
En el Senado do los Estados Unidos de América, hubo
intentos para hacer una declaración en contra de la interven­
ción. Calhoun, único sobreviviente del Gabinete Monroe de
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 167

1833, se manifestó en contra de cualquier declaración de ín­


dole general. Dijo que había que considerar cada caso en par­
ticular. “¿NTo sería mejor esperar que se produzca la emergen­
cia en la que tengamos suficiente interés como para intervenir
y el poder necesario para hacer eficaz nuestra intervención? ’
El proyecto de declaración no tuvo andamiento y Estados
Unidos observó luego una absoluta neutralidad. -
Por otra parte, la expedición al Paraná provocó casi pá­
nico en el gobierno inglés. Aberdeen, sin consultar a Guizot,
ordenó a Ouseley el retiro incondicional de la escuadra bajo
las órdenes do Hotham. Francia tuvo que conformarse con la
actitud de Inglaterra, que se justificaba diciendo que no po­
día aprobar la expedición porque ella constituía un acto de
agresión contra un estado con el cual Gran Bretaña no esta­
ba en guerra. Fué necesario pensar en nuevas gestiones de
paz.
Dada la enemistad personal que existía entre los comi­
sionados, Gore, Ouseley y Deffaudis, Alberdeen llegó al con­
vencimiento de que era necesario confiar a otro enviado la ter­
minación de las negociaciones. La misión fué confiada a Mr.
Tomás Samuel Hood, que era hombre sagaz y tenía grandes
vinculaciones en Buenos Aires. Ouseley y Deffaudis debían
■concluir en forma oficial la paz que él concertase.
El gobierno francés aceptó la solución. G.uizot y Aberdeen
firmaron el 5 de mayo de 1846 un memorándum, con bases
semejantes a las del tratado Mareuil. Los extranjeros resi­
dentes en Montevideo serían desarmados y simultáneamente
se retirarían del Uruguay las fuerzas argentinas. Las fuerzas
europeas levantarían a continuación el bloqueo de Buenos Ai­
res, evacuarían Martín García y devolverían las naves apre­
sadas. Se reconocería a la confederación el dominio exclusivo
del Paraná y la aplicación, a Gran Bretaña y a Francia, en ca­
sos similares, de los principios en que se basaba el desconoci­
miento de los derechos de beligerancia de Buenos Aires. Ori­
be debía comprometerse a aceptar los resultados de una elec­
ción presidencial libre. En el caso de que el gobierno de Mon­
tevideo no desarmase a los extranjeros después que Rosas y
< )ribe hubiesen aceptado los términos propuestos, se pondría
fin a toda intervención europea.
168' HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Después se le añadieron a Hood instrucciones escritas qua


significaban dos modificaciones importantes al memorándum
del 5 de mayo. En primer lugar, se declaraba suficiente la
aceptación, en principio, de Rosas y Oribe. Además el bloquea
podía ser levantado inmediatamente que la propuesta hubie­
se sido aceptada por Rosas y Oribe y se hubiera declarado el
armisticio.
Oribe y Rosas dieron una inmediata aceptación en prin­
cipio. Se convino entonces en levantar el bloqueo y en resti­
tuir las naves argentinas tan pronto como se declarase el ar­
misticio. Pero se hizo otra modificación al memorandun del
5 de mayo: la aceptación de Oribe al tratado quedaría exte­
riorizada con la firma de Villademoros, Ministro de Relacio­
nes Exteriores de la República Oriental. Hood presentó las
instrucciones y los tratados negociados, a los comisionados dé
Montevideo. Deffaudis manifestó que él sólo estaba obligada
a tener en cuenta el memorandun del 5 de Mayo, pero no las
instrucciones separadas, firmadas por Aberdeen.
No aceptaba —en consecuencia— ni la fecha de levanta­
miento del bloqueo, ni la aprobación del tratado por el pre­
tendido ministro de Relaciones Exteriores de Oribe. Todavía
Magariños añadió una nueva complicación cuando manifestó
que aceptaba la propuesta de Hood, con la reserva de que las
fuerzas uruguayas no serían obligadas a evacuar Martín Gar­
cía simultáneamente con las fuerzas europeas.
Ouseley no quiso romper con Deffaudis, como Hood se lo*
exigía. Por su parte Rosas se negó a aceptar modificaciones.
Manifestó que jamás aceptaría un armisticio que dejase due­
ño de la situación a la escuadra europea. Las negociaciones
se rompieron.
El gobierno inglés, no obstante, persistió en los propósi­
tos intervencionistas, aunque las propuestas tuvieron algún
cambio.
Palmerston había sido partidario de modificar las bases
Hood. En su opinión, consideraba preferible que se presentase
a Oribe como aspirante a la presidencia, reivindicando sus de­
rechos a ella, en Jugar de llamarlo presidente del Uruguay.
Además creía también preferible no reconocer el dominio ab­
soluto de Buenos Aires sobre el río Paraná, “en vista de que
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 169

una nueva alineación de las provincias argentinas podría en


el futuro privar al gobierno de la Confederación de la margen
izquierda de dicho río.” En su opinión el tratado debía reco­
nocer el dominio de los ríos interiores basado en los princi­
pios generales del derecho internacional. En compensación, los
gobiernos europeos aceptarían que las fuerzas aliadas asumie­
sen la responsabilidad de desarmar a los extranjeros de Mon­
tevideo y autorizarían el levantamiento del bloqueo al momen­
to de iniciarse el armisticio. Accederían también a restituir
Martín García a Buenos Aires, en lugar de limitarse a evacuar­
la, como deseaba Montevideo.
Esta posición dió origen a la misión de Lord Howden y
del Conde Colonna Walewski, representantes de Inglaterra y
de Francia.
El 8 de mayo de 1847 llegó el conde Walewski y el 10
Lord Howden; el 11 dieron comienzo a su misión. Manifesta­
ron que enviarían al gobierno proyectos de convención de
acuerdo con las bases Hood.
Pero el gobierno argentino no creía en la conformidad de
esas bases con las de Hood. Acompañó el proyecto de con­
vención presentado por él, (por el gobierno argentino), con
un memorándum explicativo, donde hace la historia de aque­
llas bases. Dice que los gobiernos de Inglaterra y de Francia
convinieron el 5 de mayo de 1846, en 9 proposiciones de paci­
ficación que presentó Hood, en nombre de aquellos gobiernos,
al argentino y a Oribe. El 28 de julio de 1846, el gobierno ar­
gentino adhirió a esas bases, con estas restricciones.
A la 1.a: siempre que estuviera conforme con ella su alia­
do, el Presidente del Uruguay, Gral. D. Manuel Oribe.
A la 2.a y 3.”: en la misma forma.
la 4.’: siempre que el bloqueo cesase al tiempo de ce­
sación de hostilidades.
A la 5/: con una explanación de los derechos perfectos
que tiene la República sobre el Paraná, y de los que tiene en
el Río Uruguay, en unión con la República Oriental.
A la 6.a: aceptada, reservándose su derecho para discutirlo
oportunamente con los gobiernos de Gran Bretaña y Fran­
cia en la parte relativa a la aplicación del principio.
A la 7.°: era para resolución del Gral. Oribe.
170 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

A la H.’; el gobierno argentino estaba fuera del caso.


A la 9.': aceptada la primera parte, (pie le concernía; re­
servada la segunda para Oribe.
En cuanto al Gral. Oribe, sigue diciendo el memorándum
argentino, accedió a las proposiciones de pacificación, en no­
ta dirigida por el I)r. Carlos G. Villadcmoros a Hood, el 11
de agosto de 1846.
Así, pues, las negociaciones Hood establecieron la nece­
saria y propia división de Ja negociación, en cuanto esta com­
prende derechos e intereses de dos Estados. Las proposiciones
actuales no lo dan parte en las negociaciones do paz, no lo in­
cluyen como parte contratante.
El gobierno argentino quiere: 1?) que en el punto relati­
vo a la navegación se distinga lo que pertenece a la Confe­
deración do lo que correspondo al Estado Oriental; 2?) tam­
bién (pie no sea parte contratante el gobierno de Montevideo.
Los interventores manifestaron no estar de acuerdo con
estas afirmaciones del gobierno argentino. Se siguieron cam­
bios de notas y conversaciones, en las cuales los puntos prin­
cipales que se entraron a discutir fueron: el relativo a la ca­
lidad de Oribe y el problema de los ríos.
En síntesis, el desarrollo de esta misión, puede concre­
tarse en la siguiente forma;

Convención propuesta por Lord Howden

Lord Howden, por el Reino Unido.


El Conde Walewski, a nombre del gobierno de Francia.
Por la Ira. parte
A nombre do Rosas
A nombro de Oribe, titulándose Presidente do la Repú­
blica Oriental del Uruguay.
Por la 2da. parte
A nombre de Joaquín Suárez, Presidente provisorio de
la República Oriental del Uruguay.
Por la 3ra. parte.
Han convenido en los siguientes artículos, para terminar
las hostilidades y confirmar a la República Oriental en el go­
ce de su independencia: 1.*’) Filmada la Convención, habrá
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 171

cesación inmediata de hostilidades y cesación de bloqueo; 2?)


Serán desarmados inmediatamente la legión extranjera de
Montevideo y demás extranjeros; el desarme lo ejecutarían
los comandantes de las fuerzas navales de Inglaterra y de
Francia; 3?) Posas y Oribe se comprometen a retirar todas
las tropas a órdenes de Oribe que están en la República Orien­
tal; 4?) Se devolverán al gobierno argentino buques, la isla
de Martín García, cañones y banderas capturadas; 5.") So ad­
mite sor los ríos Paraná y Uruguay aguas interiores, cuya
navegación se halla sujeta a los derechos territoriales que, se­
gún la ley general de las naciones, son aplicables a las aguas
interiores; 6.9) Queda libremente reconocido y admitido, que
la República Argentina y la República Oriental del Uruguay,
se hallan respectivamente en el incuestionable goce y ejerci­
cio de todo derecho, ya de paz o de guerra, poseído por cuales­
quiera nación independiente. Y si el curso de los sucesos en
la República Oriental ha hecho necesario a las potencias alia­
das interrumpir por algún tiempo el ejercicio de los dere­
chos beligerantes de la República Argentina, se admite de un
modo solemne, que los principios sobre los que las dos poten­
cias lian obrado, habían, bajo iguales circunstancias, sido apli­
cables ya a la Gran Bretaña o a la Francia; 7?) Ejecutado el
desarme, y después de la evacuación de las tropas argentinas,
tendrá lugar una nueva elección para nombrar Presidente de
la República Oriental del Uruguay, de acuerdo con la Cons­
titución, que se hará libremente y sin coacción; el General Ori­
be declara por la presente, que se conformará a ella; 8?) Los
gobiernos de Buenos Aires y Montevideo, declararán amnis­
tía completa.
En el texto francés se consignaba una variante respecto
del carácter de que se hallaba investido Oribe. Ella decía:
“Au nom du general Oribe se qualifiant Presiden! do la Re­
publique O. del l’Uruguay.

Propuesta Argentina

El Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y encarga­


do de negocios de la Conferencia; el Rey de los franceses; la
Reina de la Gran Bretaña, para hacer la paz, en conformidad
172 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

con las bases Hood y las modificaciones propuestas por el


gobierno argentino y el Excelentísimo Presidente Gral, Ma­
nuel Oribe, convienen: l.9) El gobierno de la Confederación
adhiere a una suspensión de hostilidades entre las fuerza*
orientales de Montevideo y las de la campaña, luego que haya
sido firmada y ratificada por su aliado, el Presidente Ori­
be, la convención respectiva; 2.9) Establecido el armisti­
cio, los plenipotenciarios reclamarán del Gobierno de Monte­
video, el inmediato desarme de la legión extranjera y de to­
dos los que estén en armas; 3.9) Simultáneamente con la eje­
cución del desarme, el gobierno argentino hará sean retira­
das todas las tropas argentinas del territorio oriental, cuan­
do su aliado el Presidente Oribe, haya firmado y ratificado la
convención respectiva, por la que convenga en su retiro; 4.9)
Cesará el bloqueo de Buenos Aires simultáneamente con la ce­
sación de hostilidades e inmediatamente después que hayan si­
do desarmados los extranjeros y retiradas las tropas argen­
tinas, habrá devolución de Martín García, recíproca de bar­
cos mercantes, cañones y banderas y el pabellón argentino
saludado con 21 cañonazos; 5.9) Se admite ser la navegación
del río Paraná una navegación interior de la Confederación
Argentina y sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo-
mismo que la del río Uruguay en común con el Estado Orien­
tal; 6.9) Habiendo hecho toda declaración los gobiernos de In­
glaterra y Francia, el gobierno Argentino se reserva su de­
recho, en cuanto a esta declaración, para discutirlo oportuna­
mente con estos gobiernos, en lo relativo a la aplicación del
principio; 7,9) Si el gobierno de Montevideo rehúsa o retar­
da la ejecución del desarme, los plenipotenciarios declararán
terminada su intervención.; 8.9) La convención será ratifica­
da por el gobierno de la Confederación y las ratificaciones
serán canjeadas en París y Londres, en ocho meses o antes si
se pudiera.
Los ministros contestaron el memorándum de Arana y el
texto de la convención presentada. La observación fundamen­
tal que hacían era referente a la discrecionalidad con que se
daba entrada, a Oribe.
1 ‘Si el gobierno argentino no cree poder empeñarse sin
el consentimiento de S. E. el General Oribe, nada le impide
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 173

consultar a dicho general, antes de toda discusión ulterior;


pero los plenipotenciarios no vacilan en declarar por su parte,
que no podrían en ningún caso poner su firma, a una conven­
ción definitiva, cuyas principales cláusulas hubiesen sido su­
bordinadas a la voluntad de un tercero, extraño a dicha con­
vención.”
La discusión del proyecto continuó. Un aspecto esencial
fue el carácter de Oribe a quien los interventores no querían
considerar como presidente legal. Para salvar esta posición y
la de su gobierno, Arana redactó así la fórmula: “la denomi­
nación y título que se da en las copias para los gobiernos bri­
tánico y francés, no altera en manera alguna la posición res­
pectiva de los tres gobiernos en cuanto al general Oribe, a
quien el gobierno argentino reconoce con el carácter de Pre­
sidente de la República Oriental del Uruguay, y los gobiernos
de Gran Bretaña y Francia en el de General Oribe.’’ En cuan­
to a los ríos, Arana sostuvo la fórmula ya mencionada; los
ministros insistieron en la suya.
Las negociaciones se rompieron. Sin embargo, Lord IIow-
den propuso un armisticio a Oribe, bajo estas bases: 1?) el
armisticio duraría seis meses; 2?) los beligerantes manten­
drían sus posiciones; 3.9) se facilitarán a Montevideo 1.500
cabezas de ganado a $ 4.00 cada una; 4.Q) Se levantaría el blo­
queo en ambas márgenes del Plata por las fuerzas de Gran
Bretaña y Francia.
El gobierno de Montevideo y el Consejo de Estado a quie­
nes fueron remitidas estas bases, las declararon inadmisibles.
Consideraron muy poco equitativo un armisticio que abría el
mar a Oribe, pero no la campaña a Montevideo. El levanta­
miento del bloqueo haría pasar todo el comercio al Buceo, ale­
gaban ; una cesación de hostilidades entre una ciudad sitiada
y un ejército sitiador no es real, sino cuando el ejército sitia­
dor suspende todos los efectos del sitio. Xo cesan las hosti­
lidades porque no se tiren cañonazos. La más grande, la
más peligrosa hostilidad es impedir toda comunicación con Ja
ciudad que se sitie. La carne introducida había que pagársela
a los sitiadores; y ¿con qué recursos? No es carne lo que más
falta en Montevideo, expresaba en síntesis, su gobierno.
Lord Howden decidió levantar el bloqueo mantenido por
174 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

la escuadra inglesa y envió a Tilomas Berberí la nota de 1"r


de julio en la cual decía: “('orno considero en primer lugar,
que los orientales de Montevideo no son en estos momentos
ajenies libres, sino enteramente dominados por una guarni­
ción extranjera; en segundo lugar, que este bloqueo, habien­
do perdido enteramente su carácter original de una medida
coercitiva contra el general Rosas, ha venido a ser exclusiva­
mente un modo de proveer con dinero, parte al gobierno de
Montevideo y parte a ciertos individuos extranjeros, en de­
trimento continuo del extenso y valioso comercio de la Ingla­
terra en estas aguas, os ruego, señor, por la presente, levan­
téis el bloqueo en ambos lados del Río de la Piala y toméis
las medidas necesarias para hacer cesar toda intervención
ulterior en estas aguas?’
El 18 de julio de 1847 Lord Howden recibía un comunica­
do del gobierno de Montevideo lamentando el retiro de la
intervención.
“El Gobierno —decía— esperaba con confianza y resig­
nación las determinaciones que se tomasen en común con el
plenipotenciario del rey do los franceses. Estaba por otra
parte decidido a aceptar esas determinaciones (que no po­
dían ser sino justas o equitativas) como una ley suprema a la
cual todo se hacía un deber el someterse sin hesitación?’
Además de asumir la actitud antes consignada por la que
se levantó el bloqueo, Lord Howden intervino en combina­
ciones para asegurar la entrada de Oribe en Montevideo. Eu
julio 20 de 1847 explicaba a Palmerston que osa solución
“destruiría para siempre la ambición e intriga francesas y
daría a Inglaterra la influencia legítima que le corresponde-
por ser la potencia comercial más importante en estas aguas?
Pocos días después aconsejaba en secreto a Oribe que aceptase
estas condiciones: 1,?) Amnistía para todos los que depusie­
ran las armas; 2?) restitución o indemnización por los bienes
confiscados; 3?) repatriación de las fuerzas argentinas si­
multáneamente con la entrada de Oribe en la capital; 4?) pre­
parativos inmediatos para una elección constitucional libre.
Estas condiciones fueron transmitidas al gobierno de Monte­
video por el cónsul M. Tomás Hood, porque Howden no se ani­
mó a desembarcar. El 19 de julio, Gabriel A. Pereira, ministro
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 175

de Relaciones de Montevideo, se entrevistó con Howden a


bordo de un barco británico. Pereira dijo que con excepción
de Suárez su gobierno estaba dispuesto a aceptar el ofreci­
miento de Oribe. Pero quería el apoyo británico.
Howden informó a su gobierno que había contestado: ‘‘En
cuanto concierne a mi apoyo moral para garantizar medidas
justas y elementos por parte del general Oribe y a mi apoyo
material para poner tanto las naves de S. M. como sus tri­
pulaciones a disposición de las autoridades legales con el fin
de impedir tumultos, o reprimir los atentados a la vida y
el pillaje, les he prometido sus reservas.’’
Pero las maniobras secretas de los británicos fueron des­
cubiertas por los franceses que no las toleraron más. La opo­
sición de éstos desbarató el plan de Howden.
Durante todo el tiempo que duró la intervención Walews-
ki-Howden incluso en su desembarco, pudo notarse la dis­
crepancia interna entre los negociadores. Howden se mostró
indudablemente mucho más conciliador que su compañero Wa­
lewski. A pesar de que Guizot insistía en la Cámara, para
hacerle comprender la concordancia entre ambos negociadores,
la oposición censuraba el desacuerdo. Dijo el diputado Lacró­
se... “el levantamiento de un bloqueo que cuesta tres mi­
llones por año, sería para el país una noticia muy buena. . . ”
Palmerston aprobó el levantamiento del bloqueo, realiza­
do por Howden; y así lo hizo notificar al gobierno francés,
que había solicitado explicaciones.
Poco después, enviaba a Normanbv (embajador inglés
en Francia), una nota en la que expresaba lo siguiente: “He
sostenido una larga conversación con Broglie sobre los asun­
tos del Río de la Plata y le he concedido como favor lo que
tenía el derecho de exigirle a saber, que Inglaterra y Fran­
cia debían terminar de común acuerdo el mal negocio que jun­
tas iniciaron. De nada valdría dejar a Francia que solucio­
nara por sí sola esta cuestión; en tal caso ocuparía a Monte­
video... El bloqueo... es piratería; equivale a detener bu­
ques neutrales en alta mar y hacerlos pagar mediante extor­
sión. Estoy muy satisfecho de haber abandonado tal sistema
y si los franceses no se apresuran también a abandonarlo se-
pondrán en conflicto con otros países”.
176 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

“En cuanto a la garantía de la independencia de Monte­


video, seguimos obligados a ella conjuntamente con Francia...
Mi opinión es que el único peligro para Montevideo proviene
de su guarnición extranjera y que para su mayor segundad
convendría permitir a Oribe entrar en posesión pacífica de
la Capital”. (22)
El proceder de Howden fué aprobado en todos su deta­
lles por ’Palmerston.
Otra nueva intervención diplomática debía producirse en
1848. A mediados de marzo de ese año llegaron al Río de Ja
Plata los negociadores representantes de Francia e Inglate­
rra, Barón Oros y Roberto Clore, respectivamente. Iniciaron
la negociación ante Oribe y el Gobierno de Montevideo. Oribe
aceptó las bases siguientes: el gobierno de Montevideo re­
conocería su autoridad; Oribe concedería una amnistía; los
emigrados argentinos que comprometieran las relaciones con
Buenos Aires serían trasladados; los extranjeros entregarían
las armas a la autoridad legal; las fuerzas argentinas se re­
tirarían simultáneamente al desarme.
Además Oribe declaraba que la convención se refería a la
pacificación del Estado Oriental “ y en nada afectaba intere­
ses de otro orden, vitales para la República, como son los que
le ligan con la Confederación Argentina por emergencias no­
torias de la lucha que se pretende hacer cesar.”
El 12 de mayo el gobierno de Montevideo comunicó a los
plenipotenciarios que no podía aceptar las bases, de Oribe sin
violar los compromisos contraídos. Por su parte, Rosas desa­
probó las bases presentadas por Oribe a Gore y Gros. La no­
ta de Arana señala cómo los gobiernos francés e inglés se ha­
cen pasar por mediadores cuando en las bases Hood se han
reconocido como beligerantes; y que darle el carácter de me­
diadores es reconocer el derecho de la intervención europea.
Había que exigirles las bases Hood con modificaciones, o nin­
gún arreglo. Oribe rompió las negociaciones. El gobierno de
Montevideo, enterado de la ruptura, pidió a los interventores
la prosecución del bloqueo. Los plenipotenciarios no hicieron
lugar a la demanda y la plaza sitiada quedó en estado deses­
perante.
A fines de 1848 llegó Mr. Enrique Southern representan-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 177

*te del gobierno inglés, para iniciar gestiones ante el gobierno


ule Buenos Aires. El 24 ele noviembre de 1849 se firmó la
Convención Arana-Southern en la que se establece: l.9) que
habiendo Inglaterra levantado el bloqueo el 15 de julio de
1847, se obligaba a entregar buques de guerra, la isla de Mar­
tín García y a saludar el pabellón argentino; 2.9) habría re­
cíproca entrega de buques mercantes; 3.9) las tropas argenti­
nas se retirarían cuando el gobierno francés desarmase la le­
gión extranjera y a todos los demás extranjeros; evacuase te­
rritorios de ambas márgenes del Plata e hiciera tratados de paz.
El gobierno de S. M. tratará de conseguir ambos objetos del
gobierno francés; 4.9) El gobierno de S. M. reconoce ser la
navegación del río Paraná una navegación interior de la Con­
federación Argentina, y sujeta a sus leyes y reglamentos; lo
mismo que la del Uruguay en común con el Estado Oriental;
’5.9) habiendo declarado el gobierno de S. M. quedar libremen­
te reconocido y admitido que la República Argentina se ha­
lla en el goce y ejercicio incuestionable de todo derecho, sea
de paz, o de guerra, poseído por cualquiera nación independien­
te, y que si el curso de los sucesos en la República Oriental
ha hecho necesario que las potencias aliadas interrumpan
por cierto tiempo el ejercicio de los derechos beligerantes de
la República Argentina, queda plenamente admitido que Jos
principios bajo los cuales han obrado en iguales circunstan­
cias habrían sido aplicables, ya a la Gran Bretaña, ya a Fran­
cia; queda convenido que el gobierno argentino en cuanto a
esa declaración, reserva su derecho para discutirlo oportuna­
mente con el de la Gran Bretaña en la parte relativa a la
aplicación; 6), 7), 8). La convención se concluiría con el ave­
nimiento de Oribe, Presidente de la República Oriental del
Uruguay.
Entre tanto, el Almirante francés Le Predour había con­
cluido tratados similares con Rosas, que Montevideo quiso de­
tener con la misión de Melchor Pacheco y Obes. En Francia
hubo con tal motivo una gran agitación parlamentaria. Roulier
Ministro de Justicia, leyó un informe del contralmirante Le
Predour de Junio de 1849; 11 Montevideo, no tiene ningún me­
dio de resistencia; y sin el temor que los extranjeros ejercen
¿sobre sus habitantes, desde hace mucho tiempo éstos habrían
13
178 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

abierto las puertas de la ciudad y llamado a Oribe.*’ En apcp


yo del tratado Le Predour citó una carta de San Martín y una
petición de 10.000 franceses que prosperaban en Buenos Ai­
res —donde se radicaran después del levantamiento del blo­
queo de Montevideo— al amparo de las más amplias garan­
tías, pedían la ratificación del tratado Le Predour. Este en­
contró en cambio otras resistencias y entre ellas, la de Thiers,
Dijo éste que Francia estaba obligada a sostener la indepen­
dencia oriental y que la navegación del Paraná debía ser li­
bre y sujeta al tratado de Viena. Rouher contestó que Rosas
no cerraba el Paraná y que había reconocido a Francia como
la nación más favorecida. Pero lo declaraba río interior y
no se le podía obligar a aceptar el tratado de Viena, que no
había suscrito.
El 31 de agosto de 1850 Le Predour firmó el convenio
con Arana. Los principios generales son Jos mismos de la
Convención Southern-Arana ya extractada. (23)
Así, pues, las intervenciones europeas, no sólo no habían
ayudado a la causa de la Defensa de Montevideo, sino que ha­
bían terminado con el triunfo de las ideas de Rosas. La his­
toria interna de la Defensa muestra la lucha permanente de
sus hombres para salvar la dignidad y el decoro nacional,
insultado por las ayudas extranjeras. Es particularmente sig­
nificativa la correspondencia del inteligente canciller Dr. Ma­
nuel Herrera y Obes con el Ministro Oriental en Río de Ja­
neiro Dr. Andrés Lamas. Ya en 1847 como lo veremos en es­
te mismo capítulo, el gobierno de la Defensa había hecho un
acuerdo reservado, especificando Ja necesidad de separarse,
de la intervención europea, buscando la solución Americana.
Sin embargo, Europa tenía una influencia demasiado mágica
sobre los hombres de la Defensa. Herrera y Obes esperaba
una acción conjunta de Francia y Brasil. Las esperanzas se
acrecentaron después que se tuvo noticia de la revolución de-
1848, cuyas generosas aspiraciones, concretadas en el mag­
nífico manifiesto de Lamartine, tuvieron ecos hondísimos en
toda Europa y en América, particularmente en nuestro país.
El l.9 de marzo de 1848 Jlhon Le Long escribe a He­
rrera: “¡Que los habitantes de Montevideo tomen coraje! ¡La
hora de la libertad está cerca!’’ El 3 de marzo también es­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 179

cribe Ellauri, dando esperanzas. Herrera veía bien que cu


aquella fecha se estaba operando una revolución social y que
Europa debía tener interés en crearse condiciones de segu­
ridad en América para enviarle su exceso de población. Pe­
ro pronto se advirtió que la segunda República no estaba en
condiciones de prestar ayuda a Montevideo.
A través de esta correspondencia mantenida pox* Herrera
y Obes es asombroso notar la humillación que experimenta­
ban los hombros do la Defensa, al aceptar el subsidio acor­
dado por ol gobierno francés en compensación del leventa-
miento del bloqueo. • El 26 de junio, Herrera y Obes, pin­
tándole esta triste situación a Lamas, escribe sobre Le Pro-
dour en términos muy poco halagadores:
“Es lo más miserable que Vd. pueda imaginar, como
hombre de cabeza y de acción.” Habla también en muy ma­
los términos de Devoize. “La lucha con Oribe nos hace mil
veces menos mal que la polémica con estos hombres, que se
llaman nuestros protectores, que hacen un bloqueo y ofrecen
dar un subsidio de guerra, con el objeto de mantener y ase­
gurar la defensa de esta plaza y que sin embargo la hostili­
zan de todos modos. ¡Cuánto triunfo para Rosas!” Tampoco
creía Herrera y Obes en la solidaridad franco-inglesa. “Se
une para hacer daño recíproco y hacernos víctimas de su
miseria.” (Carta a Andrés Lamas, 11 de Setiembre de 1848
(24)
El 21 de Enero de 1849, expresa Herrera y Obes en otra
comunicación a Ellauri: “Confiados como lo liemos sido siem­
pre por desgracia, depositamos en la República Francesa,
esperanzas, que hoy aparecen burladas y eso tu sabes la im­
presión que siempre causa. Cuando el gobierno de la monar­
quía no esperábamos sino perfidias y es así que ellas no nos
pillaban de nuevo; pero vino la república, vinieron sus pom­
posas promesas, sus seguridades, y tuvimos la tontería de
creerlas. Hoy estamos pagando esta candidez. La misión di­
plomática que tiene lugar en este momento, (Le Predour), es­
tán pérfida, tan insultante, como las otras.” (25)
El 10 de mayo Herrera y Obes escribía a Lamas dándole
cuenta de la nota que Palmerston había pasado a O’Brien an­
te del pedido de éste de intervención: ‘1 Tengo que observar a
180 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

IJd. en contestación que los partidos que parecen dirigir aho­


ra los negocios de Montevideo, son un puñado de extranje­
ros aventureros que tienen la posesión militar de la ciudad y
dominan al gobierno nominal de la misma, y que más allá de
los muros de esa ciudad singular, las personas que se lla­
man así mismas del gobierno del Uruguay no tienen una pul­
gada de tierra bajo su mando”...
Herrera y Obes comunica a Ellauri nuevas humillacio­
nes impuestas por Devoize, en carta de 19 de abril de 1850,
en la que decía: “Oh! no necesito decir lo que haremos, ha­
biendo llegado al punto que hemos llegado de desengaño y has­
tío de todo lo que viene de esos gobiernos, que se llaman
grandes y civilizados, y que, sin embargo son la última expre­
sión de la mezquindad, <lel egoísmo personal, de la debilidad
y de la desmoralización más refinada. Altivos e insolentes
con los débiles; rastreros, bajo y serviles con los fuertes,
;qué nos prometen? Ah ¡Rosas! por todo lo que nos hace pa­
sar!!!’’ (26)
Por lo demás esta opinión sobre los europeos, no era só­
lo de Manuel Herrera y Obes. Se recordará la severidad de
Florencio-Vareta para juzgar la conducta de Francia a raíz
de la convención Machan. “Maldicen estos países porque no
se han tomado el trabajo de estudiar los elementos de su vi­
da social; los calumnian porque los han ofendido o porque
no han podido explotarlos a su voluntad... Chateaubriand,
Jefe del gabinete francés soñaba en 1823 el restablecimiento
de la casa de Borbóu en América, dividida en monarquías
borbónicas. La Inglaterra que reconoció en esa misma época
nuestra independencia, por miras puramente europeas y hos­
tiles a la Francia, resultado de las conferencias de Verona y
de la guerra de España, so puso siempre, siempre en Amé­
rica de parte de los gobiernos dictatoriales...”.
Otra opinión concordante encontramos en carta dirigi­
da a Félix Frías, el 24 de Noviembre do 1845, por Valentín
Alsina, desengañado de las intervenciones. “Los gobiernos
d< Europa, —dice - o no quieren creer lo que se les dice, y
no conocen por ello a Rosas ni a estos países, o se extravían
por la conciencia de su propio poder y grandeza, o son tan
imprevisores como cualquiera de estos pobres gobiernos, a
¡quienes ellos tienen tan en menos.” ‘‘Contrariamente a las
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 181

leyes físicas, vemos a los europeos tanto más grande cuanto1


mayor es la distancia. Si llegásemos a hombrearnos con aque­
llos profundos estadistas, quizás hallaríamos con asombro
que son de nuestra misma estatura.” (27)
Hasta Andrés Lamas pudo ser contado entre los desen­
gañados. Refiere el Gral. Jossé María Paz que en 1851, en
Río de Janeiro le habló enérgicamente de la necesidad de
que los estados americanos se ligasen por tratados para opo­
nerse a la preponderancia despótica de los gobiernos euro­
peos. Y añade Paz; ‘‘No deja de ser curioso oir declamar
contra la intervención y bloqueo europeo, al representante
del gobierno de Montevideo, que. tanto se lia arrastrado en
solicitud de esa intervención y de ese bloqueo europeo”. (28}

VIH

Política internacional del gobierno de la Defensa con los países


americanos. El desenlace de la Guerra Grande.

El problema de la Defensa no habría de ser resuelto


por las intervenciones europeas; el desenlace final fué provo­
cado por el Imperio del Brasil y las provincias argentinas,
sublevadas contra la política de absorción económica de Bue­
nos Aires.
x El 10 de setiembre de 1847 el Gobierno de Montevideo
celebró un acuerdo reservado, resolviendo separarse de la in­
tervención europea, y buscar la alianza de los estados limí­
trofes, ya que la intervención europea contrariaba los obje­
tos de la guerra, es decir, la defensa de los inalienables de­
rechos de la soberanía. Sin perjuicio de abandonar los inten­
tos de aproximación con los países europeos, los dirigentes
de la Defensa se lanzaban, pues, en busca de otro camino que
les diera la solución del problema. (29). Esta política ame­
ricanista tiene antecedentes, sin embargo. El 28 de junio ele
1846 ya el Ministerio de la Defensa — siendo canciller D.
Francisco Magariños — había resuelto vincular su acción di­
plomática a los países americanos. Con tal fin se nombraron
comisarios con carácter privado ante los gobiernos de Pa­
raguay, Corrientes, Bolivia y Venezuela. (30)
■Melchor Pacheco y Obes, fué designado para ir a Chile
182 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

■en carácter privado. En las instrucciones respectivas se ha­


cía referencia al viejo pleito colonial hispano-portugués so­
bre límites, hasta llegar al tratado de 1777. En el statu-quo
del tiempo de la emancipación había dos cosas: el hecho y
el derecho. El derecho era la demarcación de 1777; el hecho,
la ocupación del territorio hasta las márgenes septentriona­
les del Yaguarón hacia la Laguna Merim y del Cuareim hacia
el Uruguay. Las instrucciones dicen que los estados de Amé­
rica interesados en mantener el statu-quo, deben formar una
liga para, arreglar colectivamente los límites con el Brasil.
A Bolivia y Venezuela (a donde también fue comisionado
Pacheco y Obes) se les invitaba en consecuencia a firmar una
convención que tuviera como bases principales, las siguien­
tes: l.9) Sostén mutuo de gobiernos legales, con arreglo a la
•constitución que cada país creyese conveniente; 2.9) Consa­
gración del tratado de 1777; 3.9) Compromiso, por parte de
cada país signatario de no entrar en arreglos separadamen­
te con el Brasil, con respecto a los límites; 4.9) Hacer nego­
ciable y libre la concurrencia del comercio para los ríos que
bañan las costas de los estados ribereños, con reserva de la
policía interna.
Como Pacheco y Obes no pudo ir a Chile por su estado
de salud, la comunicación al gobierno de Bolivia fué enco­
mendada al Gral. Wenceslao Paunero, encargado de nego­
cios de la República en este último país.
El 22 de agosto de 1846 se dieron instrucciones seme­
jantes a José María Vidal, capitán castrense del ejército de
la República, para conseguir una convención con Paraguay,
Corrientes y si fuera posible, con Entre Ríos, sobre las ba­
ses fundamentales ya estudiadas.
En Corrientes debía hacer comprender la necesidad de
ana paz provechosa a los países que están dentro del Para­
ná y Uruguay, cuyos puertos merecen consideración no sólo
para el comercio europeo, sino en relación a los intereses lo­
cales. En diciembre do 1846, viendo que Vidal demoraba se
lo di ó orden de que dejara las gestiones en Entre Ríos y
Corrientes y fuera directamente a la Asunción.
Entro tanto, el gobierno de la Defensa trataba de vin­
cularse con el litoral para conseguir la unión de Madariaga
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 183

y Urquiza. Hubo al efecto negociaciones entre Benito Cliain y


Eulogio Redruello, comisionado de Urquiza. Según la versión
<le Baldías, Chain no sólo sugirió la sublevación de Entre
Ríos, sino también la separación de Entre Ríos de la Confe­
deración, formando un estado independiente, que sería reco­
nocido por los ministros extranjeros. Urquiza no se decidió,
y aún envió a Rosas las negociaciones, en nota de abril 13
de 1846.
La aproximación al litoral no debía producir todavía sus
frutos. La clave de la futura política de la Defensa de Mon­
tevideo estaría en la vinculación con el Brasil.
También la intervención brasileña había sido solicitada
desde los comienzos de la Guerra Grande.
En 1843, el gobierno brasileño designó como ministro
residente en Montevideo a Joao Lins Vieira Cansanqao do
■Sinimbú. Sus informes al gabinete Imperial sobre el estado
de la plaza son muy interesantes. Desde el primer momento
comunicó a su gobierno que la plaza estaba defendida por
extranjeros (agosto 18 de 1843); según sus cálculos la fuer­
za no pasaba de 3.000 hombres, de los cuales 500 eran ne­
gros libertos, 1.500 franceses, 400 italianos y los demás ar­
gentinos, españoles, ingleses, no llegando tal vez a 100 el nú­
mero de los orientales. También hablaba de los extranjeros
.que se encontraban en el ejército de Oribe.
El Ministro Santiago Vázquez significó a Sinimbú la con­
veniencia de una unión entre Uruguay y Brasil, pero que de­
bía hacerse de acuerdo con Rivera; toda promesa que no con­
tara con su apoyo sería ilusoria.
Sinimbú comprendía bien las razones de esta aquiesen-
cia; dice a su gobierno, “Fructo é o primeiro é talvez mesmo
o único homen, que ueste Paiz goza de urna infuencia pro-
pria.” Vázquez dijo al ministro brasileño que Brasil parecía
inclinarse del lado de Rosas; Sinimbú le contestó que bien sa­
bía cuánto había apoyado Brasil a Rivera en circunstancias
en que éste había disputado el poder a Oribe. Se habló de la
intervención inglesa: el ministro brasileño, “para no mos­
trarse muy interesado”, dijo que ella le agradaba, puesto que
traería la pacificación del país. Vázquez manifestó entonces,
que no se le liarían a Inglaterra sino concesiones mercantiles.
Una comunicación muy interesante es la del 9 de setiem­
184 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

bre de 1843. Dice Sinimbú a su gobierno que la guerra no e#


de carácter civil. El ejército de Oribe, sus elementos, su.*
recursos, son todos extranjeros. (Ya hemos visto sus consi­
deraciones sobre la defensa de la plaza). El pretexto que in­
voca (los 4 meses), es completamente inconsistente. La guerra
actual —dice Sinimbú— es una guerra de la Confederación Ar^
gentina contra el Estado Oriental. El mismo Oribe se llama
general del ejército confederado; y luego basta ver el apoyo
prestado por Brown. Entra después en consideraciones sobre la
política del Estado Oriental, al que hace una serie de injustas
inculpaciones. Dice que debió haberse mantenido neutral, dedi­
cándose exclusivamente a consolidar sus instituciones. “Novo,
fraco e pequeño”, debió haber cultivado relaciones de buena
vecindad. Nada de esto hizo, continúa Sinimbú; a Rosas le fuá
funesto el apoyo dado por el Uruguay a los franceses, a La-
valle, a los desórdenes de Corrientes y Entre Ríos. La revo­
lución del Río Grande fué ayudada por el gobierno oriental
y según Sinimbú el mismo Oribe hizo insinuaciones a Bentos-
Goncalves para que declarara “la independencia de la Repú­
blica de Piratíní. Tampoco Rivera tuvo, a su juicio, mejor
comportamiento en ese sentido. Por otra parte, Sinimbú te­
mía las intenciones de Rosas, que si no eran de anexión sobre*
la República Oriental, eran al menos de prepotencia exclu­
siva. Si Brasil permitía que Rosas dominase, había perdida
la única ventaja acordada por la Convención Preliminar de
Paz, y la República Oriental no podría desempeñar el buen
efecto de cuerpo elástico entre dos poderosos. Además había
que temer la influencia de Rosas en el Paraguay; y entonces^
dice Sinimbú, tendríamos el problema de Matto Grosso.
Sinimbú previene al Gobierno brasileño contra Oribe, se­
gún él siempre rencoroso con los brasileños, republicano exal­
tado. Rivera, en su opinión había sido ingrato, “más esta ra­
posa velha —agrega— nao nutre contra os brasileiros, neni
rencor, nem odio.”
Así, pues, Sinimbú fué el gran campeón de la intervención
brasileña en los comienzos del conflicto. Para el Uruguay —di­
ce— Brasil era la única tabla de salvación; interviniendo éste1
conseguiría: l.9) ejercer influencia política en la República
Oriental ; 2.9) oponer una barrera a la ambición de la Confede­
ración Argentina; 3.9) fijar.de una manera decisiva y perentoria
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 185

los límites del Imperio; 4?) Garantizar la libre navegación del


Río de la Plata y sus afluentes de la República; 5.-) Conseguir
la gratitud de este país y su reconocimiento. Brasil tenía tan­
to derecho a sostener a Rivera, como Rosas a Oribe “Debaixo
do título de Oribe ocultase a preteneao de Rozas ao Estado
Oriental; debaixo de do gobierno actual debe taobem occultarse
a pretengao do Brasil.’’ Tarde o temprano —-a su juicio—
Brasil y Argentina tendrían que luchar; y después del triun­
fo de Oribe, Brasil estaría en condiciones muy desventajosas.
Además sería un excelente medio para dominar la revolu­
ción de Río Grande (4 levantar en ella el estandarte de una
causa nacional contra una potencia extranjera.
Las comunicaciones posteriores de Sinimbú insisten so­
bre la necesidad de ir a la intervención, halagando al gobierno
brasileño con la idea de que el gobierno oriental no hacía cues­
tión de límites. Es tiempo de sacar ventajas de este país —di­
ce Sinimbú— Nadie podría acusar al Brasil de ha berlo violen­
tado. Yo garanto el Río Arapey y la libre navegación del Uru­
guay, afirma. Hay notas de Sinimbú al gobierno imperial (pie-
ofenden el honor nacional. Son las relativas a los petitorios
de recursos del ministro oriental, Santiago Vázquez, y a la
presión sobre el ministro brasileño para que el gobierno de su
país no reconociera el bloqueo de la costa uruguaya, decre­
tado por Rosas.
El gobierno del Brasil, sin embargó, no quiso intervenir y
Sinimbú recibió orden de reconocer el bloqueo.
Las esperanzas de los hombres de la Defensa quedaron
defraudadas. Y las correspondencias de Sinimbú —como la
de todos los extranjeros observadores de la época— deja una.
gran impresión de amargura. Ellas nos revelan cómo aque­
llos hombres, algunos sin embargo con intenciones patrióti­
cas y aún con elevados ideales, contribuían a agravar los te­
rribles problemas de un país “novo, fraco e pequeño”, obli­
gado a hacer respetar su soberanía en condiciones bien pre­
carias. (31)
Brasil pudo haber llegado a un entendimiento con Rosas.
Ya hemos hablado del tratado de .1843, no ratificado por ésto.
Vino entonces la misión a Europa del vizconde de Abrantes,.
que tenía por fin solicitar la intervención anglo-francesa. Sin
186 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

embargo, los países europeos prefirieron actuar solos y Bra­


sil quedó por el momento ajeno a la contienda.
En 1845 el gobierno nacional resolvió arreglar la cuestión
de límites confiando a Francisco de Borja Magariños una mi­
sión diplomática en Río de Janeiro, Esta misión fué provoca­
da por la propuesta que en diciembre de 1844 hizo el ministro
de Negocios Extranjeros del Brasil al gobierno de Buenos Ai­
res, en el sentido de ir a la firma del tratado definitivo de
paz. En febrero de 1845 se le dieron instrucciones a Fran­
cisco de Borja Magariños con el propósito ya enunciado.
Las instrucciones iban acompañadas de un Memorándum
redactado por Florencio Varela. En aquéllas se le decía que
el mínimo de pretensiones do la República era el límite de he­
cho de 1810 sobre el Chuy y el Cuareim, es decir, el artículo se­
gundo de las Bases de incorporación acordadas en 1821 por el
Congreso Cisplatino.
Las aguas de la Laguna Merim, el Yaguarón y el Cuareim,
serían de dominio y uso común. En compensación a los límites
de 1777 se señalaba el mínimun de un millón de pesos, de los
cuales se trataría de obtener por adelantado $ 200.000; en el
caso de no ratificación del tratado, se consideraría emprésti­
to reembolsable. En una palabra, el gobierno pretendía que se
sancionase el hecho y se acordasen compensaciones por el de­
recho. (32)
En el memorándum redactado por Florencio Varela se ha­
ce historia documentada y seria sobre la cuestión de límites.
Reivindica Varela como límites de derecho, los invocados en
.el tratado San Ildefonso. Expone todos los argumentos que vi­
ciaban de nulidad el famoso tratado de límites de 1819, por
razones fundamentales: 1?) porque en 1819 el Cabildo de
Montevideo no era Cabildo gobernador y no tenía más repre­
sentación que la ciudad; 2?) porque la demarcación de 1819,
lejos de ser un tratado de límites, no era más que la ejecución
de instrucciones que traía Lecor para trazar el límite entre
dos capitanías portuguesas; 3.9) Además un tratado necesita
partes contratantes soberanas. Y ¿qué parte contratantes son
un estado soberano y un cabildo sometido?; 4?) Aún cuando
este acto hubiera sido válido, habría quedado derogado por
actos posteriores que el niismo gobierno portugués reconoció.
El Congreso Cisplatino no ignoraba las negociaciones de 1819;
en él figuraban dos capitulares de 1819: Duran y Bianchi. Sin
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 187

embargo, en las bases de incorporación se estableció al lí­


mite del Cuareim, con la reserva de los derechos legales con­
feridos por el tratado San Ildefonso. Lecor aceptó esta in-
•corporación; y José Bonifacio de Andrada al señalar a Lo­
co r las condiciones cuyo cambio sería deseable, no mencionó
para nada la segunda base, en la que estaba contenida la de­
marcación. El Gobierno Imperial, heredero de Portugal, acep­
tó la incorporación en la forma establecida por el Acta
de 1821.
La misión de Magariños no tuvo éxito; en ese mismo año
se produjo la intervención Gore Oussely-Deffaudis y Brasil
viendo que los países europeos lo dejaban de lado, prefirió
prescindir de las cuestiones platenses.
Pero el 9 de noviembre de 1847 fué designado Andrés
Lamas para el cargo de Ministro de la República en la corte
de Río de Janeiro.
La actuación de Andrés Lamas habría de sor decisiva en
los asuntos orientales. Sus instrucciones, redactadas en No­
viembre de 1847, le prescribían el convencer al Brasil que su
interés le exigía alejar de sus fronteras las armas y la in­
fluencia argentina. Debía Lamas, pues, procurar la interven­
ción del Brasil. En cuanto a los límites, debía estar a las ins­
trucciones dadas a Magariños, sobre la base ya mencionada de
la memoria de Varela. El gobierno oriental no estaba dis­
puesto a hacer ninguna concesión territorial; pero se com­
prometía a no formar ninguna coalición con los otros estados
que como él, derivan sus derechos de los límites de 1777.
Los límites serían tratados directamente entre Uruguay y Bra­
sil; y, en caso de discordia, recurrirían al arbitraje de un ter­
cero.
En cuanto a alianza ofensiva y defensiva, tendría que
guiarse por las instrucciones dadas a Magariños, En materia
comercial, se podía aceptar la iniciativa expuesta por el im­
perio en Octubre de 1847.
Sobre la navegación del Río Uruguay, debía manifestar
que sin apoyo, brasileño, Ja República no podría resistir el ar­
tículo propuesto por Rosas en las negociaciones Hood y How-
den-Walewski.
Sería, pues, Andrés Lamas el hombre encargado de traer
188 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

al río de la Plata ,al imperio del Brasil. En 19 de marzo dtr


1847 Juan A. Gelly, escribía a Florencio Várela, que la inter­
vención del Brasil parecía probable; en ese caso, dice Gelly,
no sólo se resolvería la cuestión del Uruguay sino también
las del Brasil, la del Paraguay, la navegación de los ríos, etc.
Hay aquí —dice— un círculo poderoso, que empuja a la
guerra contra Rosas. Señala la mezquindad de sus preten­
siones; por ejemplo, en materia de límites, se quiere imponer
el tratado de 1819, llevándolo hasta el Arapey. ‘‘Todo esto es
malo, —decía Gelly— pero no tan malo como dejar el país ba­
jo la férula de Rosas y yo veo a los actuales interventores muy
dispuestos a todo, si el Brasil no concurre.”
El Imperio del Brasil y la Confederación Argentina no
iban a tardar en luchar. La guerra, inminente, sólo esperaba
una oportunidad para producirse. Desde 1843, fecha en que hu­
bo de llevarse a cabo el tratado no ratificado por Rosas, la lu­
cha diplomática fué incesante. La cancillería argentina repro­
chaba a Brasil la misión de Atorantes; por su parte, los bra­
sileños acusaban a Rosas de querer reconstituir la unidad del
virreynato. Se ve esto muy claramente en el cambio de notas
entre los ministros de Brasil y Argentina, respectivamente-
Cayrú y Guido, de Abril de 1847. “El gobierno imperial nada
tiene que temer de la influencia de la intervención europea en
la presente lucha del Río de la Plata. Dice Cayrú: Xo hay go­
bierno en <el antiguo mundo que se arroje a venir al Río de la
Plata para avasallar a sus habitantes. La fuerza podrá com­
primirlos por algún tiempo, pero su valor y patriotismo es­
carmentaría pronto a aquel que tal atentado cometiese. Más
fácil es que estados coterráneos y vecinos intenten debilitar
y aún absorber alguna nacionalidad desprevenida: este recelo
manifestó el señor gobernador Rosas cuando llevó la guerra
a Bolivia para evitar, según aseguró, el rompimiento del equi­
librio de los Estados .Americanos.”
“Pero es patento la analogía entre las ocurrencias del Pe­
rú y Bolivia, y las de la Confederación Argentina y el Uru­
guay. También aquí la rebelión se levantó contra la legítima
autoridad del presidente D. Manuel Oribe; también este recu­
rrió al gobierno de Buenos Aires para que le auxiliase contra
1a. revolución; también un ejército de la confederación, des­
pués de señaladas victorias ocupa casi el territorio orien-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 189

tal” . . .“El señor Ministro de la Confederación —agrega Cay


rú— convendrá en que al Gobierno Imperial interesa y corres­
ponde intervenir para que, reparados los daños causados, ten­
ga esa lucha lamentable un próximo término’’. .. “El Gobier­
no Imperial está convencido de que sus más esenciales intere­
ses exigen que no continué en osa eventualidad inactiva, que
lo buce mero espectador de la guerra del Plata”... La nota
de Cayrú un verdadero memorial— hace consideraciones so­
bre la independencia paraguaya, ilegítimamente discutida por
Rosas y formula una serie de reclamaciones contra la Confe­
deración, entro las cuales figuran el cierre de los ríos espe­
cialmente el Paraná a la provincia de Matto-Grosso, y la ne­
gativa a ratificar el tratado de 1843 por el cual, según Cayrú,
se habría pacificado el Estado Oriental antes de la interven-
■ción anglo-franccsa. (33)
Tal era el estado do las relaciones argentino-brasileñas
poco antes de ser nombrado Lamas representante diplomáti­
co en Río de Janeiro. Cuando Andrés Lamas llegó a dicha ciu­
dad, en enero de 1848, era opinión general que no se le recibi­
ría. Estaba aún en el Ministerio Saturnino, “el hombre de Ro­
sas”; luego cayó y fué sustituido por Pimenta Bueno, “el hom­
bre del Paraguay.’’ La gestión de Lamas encontró naturalmen­
te serios obstáculos. No era el menor, por cierto, la influencia
y vinculaciones que conservaba aún en la corte el Gral. D. To­
más Guido, Ministro de la Confederación. Dos poblemas fun­
damentales debía resolver, que podían solucionarse juntos:
los recursos financieros y la intervención armada contra el go­
bierno de Rosas. Su laboriosa gestión se desarrolló entre las
insistencias apremiantes del canciller de la defensa, Dr. Ma­
nuel Herrera y Obes, que urgía la intervención y el socorro.
Abundan en su correspondencia con Lamas las quejas contra
los agentes extranjeros que no se manifestaban claros ni enér­
gicos, que regateaban los subsidios; contra los legionarios que
se mostraban harto exigentes; contra Rivera, que aún cuando
desterrado en Río de Janeiro, era la pesadilla del canciller;
contra Melchor Pacheco y Obes, tenaz opositor al gobierno y
por momentos partidario de un entendimiento directo con
<)ribe, apoyado por Tajes, Batlle y Díaz.
Paralelamente a las gestiones de Lamas en Río de Ja­
neiro, Herrera y Obes realizó por intermedio de D. Benito
190 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Chain, agente de) gobierno de la defensa ante Urquiza, su po­


lítica en el sentido de aproximar a éste a la causa de Moiu
tevideo, y conducirlo a formular el pronunciamiento contra
Rosas.
Herrera y Obes había trabajado desde 1847 la opinión
del litoral y estaba convencido de que tarde o temprano no
podía aceptar la tiranía económica de Buenos Aires. El 19 de
marzo de 1851, en un memorándum dirigido a Urquiza, He­
rrera y Obes hizo inteligentemente el proceso de la política
de Rosas.
Dice que éste se había propuesto desde el primer momen­
to hacer desandar a estos pueblos de la larguísima carrera que
habían hecho desde 1810 y volverlos a lo que antes habían si­
do, menos la sumisión a España: todo un programa de ideas
reaccionarias y proyectos liberticidas.
Su primer gran obstáculo fué nuestro país —dice Herre­
ra y Obes— con instituciones y principios radicalmente opues­
tos a sus aspiraciones. Rosas negó sus derechos de represen­
tación diplomática; fomentó sus revoluciones de 1832 a 18.34;
el desconocimiento del gobierno soberano y el patrocinio da­
do a Oribe —agrega— fueron sus últimas hazañas.
Contra él se preparaba una gran coalición: Francia, Bra­
sil, Paraguay y Montevideo. ¿Qué interés nacional tiene Argen­
tina en esta guerra ? —continúa Herrera y Obes— Las provin­
cias tienen la fuerza y el derecho. No deben desaprovechar
la oportunidad de sacudir una solidaridad sangrienta con
que el gobierno de Buenos Aires quiere ligarlos a una polí­
tica puramente personal. La defensa de Montevideo no es
un hecho aislado, de interés local. Con los derechos de los
pueblos pasa como con los derechos de los individuos; con
atacar los de uno, se ofende el resto; y el que queda indiferen­
te al ataque no tiene derecho a quejarse cuando le toca el
turno. Independencia y libertades soberanas no son bienes
transitorios ni peculiares a un solo estado.
Además Montevideo no defiende su presente; quiere ga­
rantir un orden de cosas que asegure el desarrollo progresi­
vo de su elementos de prosperidad, sobre la base de la esta­
bilidad y la paz. ¿No es esto —decía Herrera y Obes al fi­
nalizar el Memorándum— un interés común de los pueblos?
(34)
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 191

Estos argumentos hábilmente explotados ante Urquiza


y las empeñosas gestiones de Lamas en Río de Janeiro, cul­
minaron en el convenio do 29 de mayo de 1851, suscrito en
Montevideo por Manuel Herrera y Obes, Rodrigo de Souza
da Silva Pontos y Antonio Cuyas y <Samper, representantes,
del gobierno de la República Oriental, del Imperio del Brasil
y del Estado Libre de Entre Ríos, en virtud del cual dichas
partes se unían en alianza ofensiva y defensiva para man­
tener la indepedeneia y pacificar el territorio de la República;
haciendo salir del mismo al Gral. D. Manuel Oribe “y las fuer­
zas argentinas que manda, y cooperando para que restituidas
las cosas a su estado normal, se proceda a la elección libre del
Presidente de la República, según la Constitución del Estado
Oriental.” (35). En el artículo 15 del convenio se establecía
que si el gobierno de Buenos Aires declarara la guerra a los
aliados individual o colectivamente, la alianza estipulada se
tornaría común contra el expresado gobierno. Así ocurrió en
efecto, una vez que quedó definida la lucha entre Rosas y Ur­
quiza, iniciada ya desde el 5 de abril de 1851 cuando este
dirigió su circular a los gobernadores pronunciándose contra
el tirano.
Por el convenio del 29 de mayo el gobierno de la Defen­
sa obtenía al fin la alianza que le permitiría vencer a Oribe
y colaborar en la caída de Rosas, pero es indudable que en
virtud de sus cláusulas Urquiza y el Imperio del Brasil ven­
drían a convertirse en árbitros de nuestros destinos. La deci­
sión del Brasil en el sentido de intervenir en los negocios del
Plata de manera definida, se producía cuando el escenario
había quedado despejado, una vez que las potencias europeas
se habían retirado y en circunstancias en que la influencia
del Imperio podía ejercerse libremente y sin interferencias. La
diplomacia brasileña obtuvo grandes ventajas de aquella si­
tuación excepcional que le creara el gobierno de Montevideo
al llamarle a decidir en el pleito del Río de la Plata, en cuyo
escenario recuperó la preponderancia que había perdido des­
pués de 1843.
Entre los beneficios más importantes que la alianza re­
portó al Imperio, están los famosos tratados del 12 de octu­
bre de 1851, suscritos por Andrés Lamas en representación
192 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

de la República con José Paulino Soarez de Souza, con los


-cuales se cierra la historia diplomática de la Defensa.
Antes de entrar al estudio directo de su texto, diremos
(pie ellos fueron considerados por Andrés Lamas como un
triunfo personal de su política. Los defendió con calor, aún el
de límites, (pie consideró “ventajosísimo.” Por otra parte, se­
gún decía, renunciar a los tratados, era renunciar al Brasil;
el Emperador no estaba dispuesto a dejar introducir en ellos
la más mínima modificación. Herrera y Obes hizo observa­
ciones a los tratados; algunas a nombre de Urqniza. Pedía,
por ejemplo que no tuviera carácter retroactivo la cláusula
relativa a la extra dicción.
También había que modificar lo referente a la navegación
exclusiva de la Laguna Merín y a la facultad de construir for­
talezas en el Cebollatí y el Tacnarí. No se concibe, decía He­
rrera y Obes, la exclusión do una zona en la cual el país te­
nía tantas costas y cuyo caudal de aguas era formado en gran
parte por las vertientes de nuestros terrenos. En cuanto a las
fortalezas, nos quitarían la navegación do osos ríos en caso de
guerra, lo cual es un peso duro. Dijo lo mismo de la isla fren­
te al Guareim, que sólo debía- cederse para construcciones pa­
cíficas; por eso estimaba que debía estipularse su neutralidad
lo mismo que Martín García.
A pesar de esas observaciones. Herrera y Obes expresa­
ba a Lamas que los tratados iban a ser recibidos con entusias­
mo. Posteriormente, habla sin embargo de la mala acogida
que había tenido el que determinaba los límites.
Lamas consiguió algunos cambios en los tratados pero
manifestó que Brasil se oponía a que se remitieran a la pró­
xima asamblea legislativa considerando que el gobierno de la
Defensa tenía bastante legalidad como para aceptarlos por sí.
Los tratados fueron ratificados por el gobierno de la De­
fensa, en efecto, poro tuvo antes que echar abajo la Asamblea
de Notables, según lo expresamos al ocuparnos de la historia
de este organismo. Veremos luego la actitud do la Asamblea
de 1852 con relación a ellos.
Analicemos ahora, a grandes rasgos, los caracteres esen­
ciales de los tratados do 12 de octubre de 1851, firmados en­
tre el Imperio del Brasil y la República Oriental.
Tratado de alianza. Los dos estados hacen una alianza
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 193

perpetua, para defender sus respectivas independencias, ga­


rantizándose mutuamente la integridad territorial. Además,
para fortificar la nacionalidad oriental por medio de la paz
interna y de los hábitos constitucionales, el Brasil prometo
apoyo al gobierno legal inmediato pudiéndose prolongar por
■otros cuatro años, mediante manifestación expresa del go­
bierno oriental. El auxilio debería prestarse por mar y tierra
y su única finalidad sería el restablecimiento del orden cons­
titucional.
Tratado de liantes. Se establece la Línea divisoria nor-
te por el Cuareim, reconociendo (pie el Brasil está en po­
sesión exclusiva de la navegación de la Laguna Meriin y del
Río Yaguarón y que debe permanecer en ellas en virtud de la
base adoptada del uti possidetis, la República Oriental cede
al Brasil en toda soberanía 1 2 legua en la margen del Ce­
bolla! í y 1 2 en la del Tacuarí, podiendo el Brasil levantar
allí obras y fortificaciones.
Tratado de prestación de socorros. Brasil se compromete
a dar un subsidio mensual de 60.000 patacones. La República
hace una declaración de deudas por valor de $ 280.751, que
entrarían a devengar interés a partir del l.“ de noviembre in­
mediato; deuda que afectaba todas las rentas y especial­
mente los derechos de Aduana. El gobierno oriental se com­
prometía, además, a entrar en inmediata liquidación de deuda.
Tratado de comercio y navegación. Se declara común la
navegación del Uruguay y sus afluentes.Se trataría de que
también lo fueran libremente navegables el Paraná y el Pa­
raguay. Se reconoce la conveniencia do la neutralidad de Mar­
tín García. Se mantiene por 10 años la exención de derecho de
consumo que tienen la carne salada y demás productos gana­
deros, importados en Río Grande por la frontera. Como com­
pensación el Estado Oriental debe abolir el que cobra por la
exportación del ganado en pie para aquella provincia.
Tratado de extradición. Se pacta la extradición por deli­
tos comunes o comunes, conexos con políticos. También se
devolverían los esclavos brasileños refugiados en territorio
oriental. Además, las partes contratantes se obligan a no ad­
mitir desertores y a entregarlos recíprocamente.
Estos tratados, como se ve, contienen graves fallas. En

14
194 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

materia de límites consagraba la renuncia de los derechos le­


gítimos, emanados del tratado de San Ildefonso y la facultad
de levantar fortalezas en nuestro territorio, era una mons­
truosa alienación de soberanía. El de alianza, sancionaba el
principio de la intervención, con lo cual disminuíamos nuestras
facultades de estado soberano. El de extradición, obligaba a
cooperar a los súbditos orientales en el mantenimiento de la
esclavitud, una institución reprobada por el derecho nacional.
El de préstamos y subsidios, nos obligaba al reconocimiento de
una deuda pesada, a la cual afectábamos nuestras principales
fuentes tributarias.
El de comercio, permitía la prosperidad de los saladeros
brasileños, en continua competencia con los orientales, al pro­
veerlos de ganado en pie, libre de derecho, engordado gratui­
tamente en los campos de la República.
Así, la Defensa de Montevideo, para salvar los que creí:;
intereses de la civilización, introdujo al Imperio como árbitro
de nuestras discordias, mutiló los derechos territoriales de la
República y privó a ésta de fuentes de prosperidad natural.
Sin embargo, lo repetimos, Andrés Lamas los consideró
•un verdadero triunfo diplomático. Y el canciller de la Defensa,
Manuel Herrera y Obes, habría de hacer en 1867, su defen­
sa en términos muy pocos felices.
“El tratado de 29 de mayo de 1851 en el que se formu­
ló' la alianza entre la República, el Imperio del Brasil, entre
Ríos y Corrientes, dice Herrera y Obes, tuvo, pues, lugar bajo
la más poderosa y terrible presión moral y material para Mon­
tevideo. ”
‘1 Al peligro del abandono de la Francia, esperado todos
los días, se unían: el cansancio general producido por más de
ocho años de lucha incesante, las decepciones de todo género,
las penurias y sufrimientos de la miseria, los odios y pasio­
nes ardientes de las discordias internas, la carencia de recur­
sos, las intrigas y maquinaciones del enemigo dentro de la
plaza, auxiliado poderosamente por la disposición de los es­
píritus y las privaciones que aflijían a la población; los tra­
bajos activísimos de Rosas en París, Londres y Río de Ja­
neiro, donde tenía agentes hábiles y experimentados que le
servían con celo y abundancia de medios; las notorias hostili­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 195

dades de los agentes franceses, quienes con el designio maní-


fiesto de precipitar la caída de la plaza ahorrando a su go­
bierno el trabajo y la vergüenza del abandono de Montevideo,
suscitaban a su Gobierno y a todo momento cuestiones y di­
ficultades graves, porque afectaban directa e inmediatamente
a su existencia; los repetidos negocios del almirante Le Pre-
dour, sobre la base del retiro de la intervención de la Francia,
y especialmente el de 1850 aprobado ya por la Comisión infor­
mante del Cuerpo Legislativo y señalado en la orden del día
para la discusión del informe, cuando llegó a París la noticia
de la actitud asumida por el Imperio del Brasil y los pronun­
ciamientos de Entre Píos y Corrientes con el general Urquiza
a la cabeza; finalmente los activos y tenaces trabajos de Mr.
Hudson, ministro inglés en Río de Janeiro, para separar al
Brasil de la alianza, ofreciendo a nombre de Rosas y bajo la
garantía de la Inglaterra y la Francia, dar plena satisfacción
a las reclamaciones brasileñas, origen de aquella actitud.”
(36) Tal era la situación del gobierno de Montevideo en 1851,
cuando negoció en nombre de la República la alianza con Ur­
quiza y con el Imperio del Brasil.
Las consecuencias de ésta desde el punto de vista militar,
fueron inmediatas. El ejército a las órdenes del Gral. Eugenio
Garzón penetró en el territorio de la República en dirección
hacia Montevideo, en cuyas proximidades se hallaba acam­
pado Oribe con fuerzas que aún ascendían a 8.500 hombres.,
Urquiza, que en virtud del estado de salud del General
Garzón, era quien en realidad dirigía las operaciones, formu­
ló de acuerdo con éste un pliego de condiciones al Gral. Ori­
be con el fin de evitar una batalla. El 7 de octubre de 1851,
Urquiza concertó con el Teniente Coronel Lucas Moreno las
bases de paz que pondrían fin a la contienda.
El gobierno de Montevideo rechazó esas bases. Tenía
cláusulas que consideraba incompatibles con los sacrificios
hechos por los defensores de la plaza.-
Tales eran las que reconocían, que la resistencia a Jas in­
tervenciones europeas había, sido sostenida para defender la
independencia de la República; la que consideraba como hechos
a la nación, los servicios militares y civiles de los ciudadanos
que habían acompañado a Oribe; la que declaraba legales los
196 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

netos gubernativos y judiciales ejercidos por el gobierno del


Cerrito conforme a las leyes del país, etc. Herrera y Obes con­
sideró que estas cláusulas envolvían una completa justifica­
ción do Oribe. Entonces salió de Montevideo y fué a reunirse
con Frquiza, con quien sostuvo ‘‘una conferencia tempestuo­
sa.’’ Urquiza accedió a las modificaciones, desapareciendo las
concesiones otorgadas a Oribe, excepto la que atribuía a la
ludia, contra la intervención europea el carácter de una gue­
rra do la independencia nacional, que filó mantenida en estos
términos: “Se reconoce que la resistencia que lian hecho los
militares y ciudadanos a la intervención anglo-francesa lia si­
do en la creencia do que con ello defendían la independencia
de la República.”
Por las restantes cláusulas del pacto, convenido el 7 de
octubre, aprobado en principio por el gobierno de Montevi­
deo el 8 y aceptado en definitiva el día 10, después de intro­
ducirse en él las modificaciones exigidas por Herrera y Obes,
se establecía que todos los orientales, cualesquiera que hubie­
ran sido sus opiniones, tendrían iguales derechos. Se reconocía
como deuda nacional la que hubiese contraído el gobierno de
Oribe. Oportunamente y de acuerdo a lo establecido en la
Constitución, se efectuarían elecciones en el territorio de la
República y se declaraba, finalmente, que “entre todas las
diferentes opiniones en que han estado divididos los Orienta­
les, no habrá re ácidos ni vencedoves; pues todos deben reunir­
se bajo el estandarte nacional, para el bien de ta patria y pa­
ra defender sus leyes e independencia.’'
Hacía ya tiempo que la voluntad de los orientales, se ha­
bía pronunciado en favor de una solución de este carácter. Eu
1855 escribía Andrés Lamas: “Alía os esa fórmula de la pa­
cificación do 8 de octubre de 1851. “Ni vencidos, ni vencedo­
res.” Reclamaba para sí la paternidad de la fórmula, por­
que el 12 de Abril de 1851. había escrito al Ministro Soarez
do Souza: “Podemos combatir, pero debemos abrazarnos; po­
demos combatir, pero, para que haya Patria para todos, es
necesario, indispensablemente, que no haya Orientales ven­
cidos, Orientales vencedores.” La campaña periodística rea­
lizada en Montevideo en 1847 desde las columnas de “El
Conciliador”; los intentos de Flores, Savago, Rivera y otros
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 197

ciudadanos en igual sentido: la propaganda que el 1." de ene­


ro de 1851 inició “El Porvenir” en favor de una paz “sin
derrota ni victoria para ninguno de los partidos”, demues­
tran que las ideas de Lamas tenían numerosos precedentes y
confirman, además, que durante toda la guerra existió entre los
orientales el firme propósito do llegar a una solución nacio­
nal, que encontró su fórmula en el pacto del 8 de octubre de
1851, punto de partida de la ‘‘política de fusión.”
Resueltas según ya hemos visto las disputas internacio­
nales de los países del Río de la Plata con las potencias eu­
ropeas, que tanto influyeron en el desarrollo de la Guerra Gran­
de; liquidado el pleito oriental con la intervención de Urqui­
za, restaba tan sólo para clausurar este proceso histórico,
<(ue llegase a su término el gobierno de Rosas.
Este fue vencido en Caseros por el ejército aliado a las
órdenes de Urquiza, el 3 de febrero de 1852.

IX

Interpretación de la Guerra Grande.

Después de la exposición realizada acerca de los distintos


aspectos de la Guerra Grande; luego de haber examinado la
complejidad de los factores que originaron este proceso his­
tórico, podemos concretar nuestra interpretación, ya enuncia­
da en el desarrollo del presente capítulo.
La Guerra Grande no fué una lucha entre la civilización
y la barbarie, ni una guerra a muerte entre orientales a quie-
nos el odio nunca llegó a dominar. Xo es admisible ose con­
cepto esquemático que las propias exigencias de la guerra
impusieron; pero que, a un siglo de distancia, resulta históri­
camente inexacto y tremendamente injusto para la mitad del
pueblo oriental.
Los hombres de Montevideo creyeron que no defendían
simplemente una causa militar, una suma de intereses y de
fuerzas, sino que representaban el progreso, la razón, la ci­
vilización, en una palabra, ante las formas regresivas del es­
píritu rosista.
Los hombres del Cerril o sintieron también muy sincera­
198 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

mente que ellos representaban la orientalidad y el america-


• nismo, perdidos en el ambiente cosmopolita de Montevideo.
Ni el Cerrito fué la barbarie brutal, ni Montevideo un
ideal absolutamente extranjero.
Digamos de una vez que la Guerra Grande fué un con­
flicto que tuvo su origen en el pleito suscitado en 1836, entro
los grandes caudillos orientales, al que la interferencia de
factores diversos y ajenos a nuestra propia realidad, torna­
ron cada vez más complejo, al extremo de reducir a segundo
plano ol problema y los intereses nacionales.
Durante el desarrollo de ese proceso, cada uno de los ban­
dos en lucha se nos presenta a la distancia —despojados, por
la crítica histórica, do falsos atributos— con rasgos que per­
miten asignarles un contenido ideológico. La Defensa de Mon­
tevideo fué, en la intención do'algunos de sus hombres sin­
ceros, un baluarte de los principios liberales y de las fórmu­
las abstractas de gobierno republicano, pero no os menos cier­
to que la invocación de osos ideales, sirvió de pretexto para
satisfacer móviles inferiores do comerciantes poderosos, ávi­
dos do riqueza. Que la adhesión absoluta a todo lo europeo
contribuyó a desfibrar la conciencia nacional, así como las in­
tervenciones extranjeras y sus secuelas y los tratados de
1851 limitaron la soberanía de la República. El sentido ideo­
lógico de la política de la Defensa —liberal, anticaudillista,
republicano— fué desvirtuado al convertir en sus aliados a
Justo José de Urquiza, encarnación del caudillismo y a Don
Pedro JI, soberano absoluto y esclavista.
El Cerrito fué sin duda el refugio de la familia oriental;
el baluarte de la autoridad y del orden, que dió garantías a la
campaña disputada a la penetración brasileña, y cuya adhe­
sión a la causa americana, sostenida sin desmayos, le ganó a
sus soldados el título de defensores de la independencia del
país, comprometida, sin querer, por los liberales de Monte­
video. Pero no es menos cierto que el carácter que Oribe dió
a su alianza con Rosas, llevada a extremos tan radicales, sig­
nificó una adhesión incompatible con la soberanía nacional.
Desbrozado el camino que hizo posible el encuentro de
los dos bandos orientales, cuya acción había sido durante
tantos años desbordada por fuerzas externas, se produjo el
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 199

pacto de 1851, cuyos antecedentes y contenido destruyen la po­


sibilidad de creer en un antagonismo tan profundo en materia
ideológica, tal como se interpreta en la versión corriente. “Si
la Guerra Grande hubiese revestido el carácter de una lucha a
muerte, de tendencias tan antagónicas como se ha sostenido,
el abrazo de 1851, sin que ninguno de los dos partidos abdi­
cara de sus ideas, habría sido una gran falsedad o una gran
traición. Seguros estamos, sin embargo, de que fué una explo­
sión del sentimiento nacional, humillado durante tantos años,
que anhelaba encauzar los destinos del país. El orientalismo
resurgió en 1851 con el abrazo de los partidos, despojado cada
uno de ellos de todos los elementos que los habían desnatura­
lizado, ya por la tentación de una alianza que aseguró la vic­
toria de 1838, o por el falso espejismo de servir a los idea­
les universalistas, o por la obcecada consecuencia profe­
sada a una amistad. Los partidos de 1836 volvían a re­
conocerse, ahora que se hallaban libres de compromisos, para
identificarse con la nación. Fracasados luego en su noble in­
tento, cada uno buscaría su cauce originario, para definir su
programa y jugar su destino de combate.’’ (37)
NOTAS CORRESPONDIENTES AL CAPITULO V

(1) Oliveira \ ianna, “Evolurao do Poyo Brasileiro”, segunda edición


San Pablo, 1933.
(2) Julio C. Chaves “Historia de las Relaciones entre Buenos Aires y el
Paraguay”, Buenos Aires, 1938. •
(3) “Annaes do hamarafy”, volunte 111, Rio de Janeiro, 1938.
(4) Julio C. Chaves, “El Supremo Dictador’’, Buenos Aires, 1942.
(5) Luis G a Ida mes, “La evolución Constitucional de Chile” (1810-1825).
Santiago de Chile, 1925.
(6) Aleides Arguedas, *‘La fundación <le la República”, La Paz, 1920;
Aleides Arguedas, “Historia General de Bolivia”, La Paz, 1932.
(7) Andrés Lamas, “Apuntes Estadísticos” publicados por el Sr. Hora­
cio Arredondo en la “Revista del Instituto Histórico y Geográfco del Uru­
guay", lomo VI N.'-‘ 1, Montevideo, 1928.
(8) Mariano Cortés Arteaga, “La organización defensiva del sitio de
Montevideo”, en “Revista del Instituto Histórico v Geográfico del I ruguay",
tomo VIH, Montevideo, 1932.
(9) Homero Martínez Montero, “El triunfo del Mar". Montevideo, 1937,
Sctembrino E. Pereda, “Gnribaldi en el Uruguay”. Tomo 11. Montevideo, 1915.
(10) Juan E. Pivel Devoto. “Historia de los Partidos Políticos en el
Uruguay" tomo I, página 130, Montevideo, 1942.
(11) “Actas de la Honorable Asamblea de Xotables", Montevideo, 1897.
(12) “Actas de la Honorable Asamblea”, antes Pitada.
(13) Ariosto D. González, “Un Campo de concentración en Durazno.
1845”. “Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay”. Tomo
XVI. 1941-32 páginas 281 v siguientes
(14) Artículo antes citado.
(15) Alberto UUou, “Congresos Americanos de Lima", Tomo 1 pág. 48,
Lima, 1938.
(16) Julio Lcreua Juanicó. "Crónica ule un hogar montevideano du­
rante los tiempos <le la Colonia y de la Patria Vieja", págs. 344, 45.
Montevideo, 937.
(17) Herrera y Obes “Correspondencia Diplomática”, rilada. Tomo
IV, Buenos Aires, 1919, pág. 12; P. H. Box, “Los Orígenes de la guerra
del Paraguay”. Asunción 1926: Carlos A. López, “La. emancipación pa­
raguaya” prólogo de J. Natalicio González; “El Paraguayo Independiente ;
tomo I, tercera edición (1845-1852), Asunción, 1930.
(18) Adolfo Saldías, “Historia de la Confederación Argentina", tomo
111, pág. 209 y siglos., Buenos Aires, 1892; Florencio Varóla, “Sobre la.
Convención de 29 de Octubre de 1840". Montevideo, 1849; José Rivera In­
darte. "Epítome de la cuestión Francesa”, etc, Montevideo, 1840.
(19) Mateo J. Magariños de Mello, “La Misión de Florencio Varóla a
Londres” (1843-1844) en “Revista Histórica", tomo Xl\, págs. 1 a 281,
Montevideo, 1943.
(20) Octubre 27, 30 v 31 de 1845 citado por John F. Cady, “La inter­
vención extranjera en el Río de la Plata" 1838-1850, Buenos Aires, 1943.
(21) John F. Cady, obra citada, pág. 205.
(22) Oficio de PalmersTon a Xormaniby, Setiembre 16 de 1847; John
]•'. Cady, obra citada, pág. 246.
(23) Andrés Lamas y Manuel Herrera, y Obes, “Correspondencia Di­
plomática”, tomo I y II, Montevideo, Buenos Aires, 1901-1908; Gregorio F.
Rodríguez, “Contribución Histórica y Documental”, Buenos Aires, 1921;
M. Alfred Brossard, "Con-ídem-ions Hisloriques et Politiquea sur les Répn-
202 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

bliques de la Plata.’*, París, 1850; “El Archivo Americano, espíritu de la


prensa del Mundo”, Buenos Aires, 1848.
(24) Manuel Herrera y Obe?, “Correspondencia Diplomática”, tomo T,
Montevideo, 1901.
(25) Manuel Herrera y Obe< ^Correspondencia Diplomática” citada,
tomo II.
(26) Manuel Herrera y Obes, “'Correspondencia Diplomática’’ citada,
tomo II.
(27) Gregorio F. Rodríguez, “Contribución documental”, citada.
(28) Juan ¡B. Teran, “José M. Paz”, pág. 294, Buenos Aires, 19.36.
(29) “Archivo Histórico Diploml'vtico del Uruguay”, tomo TI págs. 83-
84, Montevideo, 1940.
(30) “Archivo Histórico Diplomático”, antes citado.
(31) Documentos relativos a la misión Sinimbu, en el Archivo de Ita-
maraty, Río de Janeiro.
(32) Alateo Magariños Cervantes, “Conversaciones Familiares sobre
Historia”, Montevideo, 1883.
(33) “Archivo Histórico Diplomático del Uruguay” ya citado, tomo IT.
págs. 145-164.
(34) Isdoro de Alaría, “Anales de la Defensa de Montevideo”, tomo
IV, página 195 y siguientes, Montevideo, 1887.
(35) Mario Fal<;ao Espalter, “Colección de Tratados y Actos interna­
cionales”, etc. tomo I, Montevideo, 1922.
(36) Manuel Herrera y Obes, “Pactos de 1851’’ en “Revista Histórica”,
tomo III, páginas 834-871, Monievdieo, 1911.
(37) Juan E. Pivel Devoto, “Historia de los Partidos Políticos en el
Urrgnav”, tomo T, pág. 193, Montevideo, 1942.
CAPITULO VI
Perspectiva general del país hacia mediados del siglo.

Las Letras.

Hacia mediados del siglo, el Uruguay —más acertada­


mente, Montevideo— vio una espléndida floración literaria. Era
en los momentos en que toda América se sentía contagiada
por la gran conmoción que sacudió a Europa a partir de 1848
y que la impulsó en el camino de las aspiraciones sociales y
políticas más generosas. Asistimos a una gran renovación li­
teraria en América, que quizás, debiéramos llamar nacimiento»
pues es el momento en que empiezan a definirse las nuevas na­
cionalidades en el aspecto intelectual-» así como se estaban de­
finiendo en el aspecto político. Pero Montevideo contó con
circunstancias excepcionales que cooperaron en su brillo polí­
tico.
Como consecuencia de la tiranía rosista, recibió en su se­
no la inmigración argentina, en la cual figuraban los más altos
valores de la intelectualidad. Además, la misma energía ne­
cesaria para la ludia, el fervor con que se hacía la resisten­
cia a Rosas, y que sus corifeos consideraban como una ver­
dadera defensa de la civilización, exaltó los sentimientos pa­
trióticos, provocó apostrofes contra el tirano, engendró, —en
una palabra— el numen heroico. La pluma fué, como la espa­
da, un instrumento de combate. Y los sufrimientos de la tira­
nía fueron un motivo de exaltación poética, muy apto para
desenvolver las fuerzas de aquel arte cuyas bases estéticas eran
la impetuosa reacción del yo contra el frío academismo cla-
sicista.
Antes de entrar al estudio de los valores de esta época,
debemos mencionar —no obstante— los antecedentes litera­
rios del país.
No tenían, a la verdad, larga data, pues habíamos nacido
204 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

a la vida independíente sin tradición estética. Esta carencia,


no puede tener una íntegra y lógica explicación. Es verdad que
nuestra existencia estructurada tenía liaría juventud. Nues­
tro primer centro poblado no tenía un siglo do vida cuando
estalló la Revolución. Dos siglos contaba la ciudad de los Ton­
yes cuando nació Montevideo: y la pobreza de su vida, y la cam­
pechana modestia de sus moradores, a posar del pomposo título
do l’ijosdalgo <lc solar conocido, impidieron seguramente el vue­
lo de la idea (pie podía servir de motivo para una creación li­
teraria. Por otra parte el tipo nacional, el gaucho, recién
había cuajado en sil total fisonomía al finalizar el siglo XVIII.
No obstante estos factores adversos, los caminos de creación
artística no estaban vedados. Las sugestiones del ambiente
oran grandes y ennoblecedoras. Aquella ciudad edificada
sobre el mar, presa de terribles vendavales, amurallada como
si todo el honor español dependiese de la energía de sus
fortificaciones; aquel incesante batallar de la población contr i
el malón indio, contra el yaguareté cebado, ;no habrían podido
servir de estímulo, acaso, para la floración de una poesía épi­
ca, espontánea, ruda en la forma, fuerte y áspera por la tonali­
dad casi heroica que entonces revestía la vida? Esa creación
no se produjo. Tuvimos que esperar los albores del siglo XIX
para que comenzaran a nacer nuevas manifestaciones litera­
rias. Un acontecimiento tan excepcional, tan conmovedor co­
mo el de las invasiones inglesas, no podía dejar de impre­
sionar a los buenos lugareños que no habían sentido el or­
gullo do sus cotidianas luchas, pero (pie quedaron en cambio,
hondamente conmovidos por aquella gloriosa jornada de la
Reconquista, que le había valido a Montevideo sus gloriosos
trofeos y premios augustos.
Dos aspectos interesantes cabe señalar en nuestros co­
mienzos literarios: la literatura culta y la gauchesca: ambas
figuran en PEI Parnaso Oriental’’, antología recogida por
Luciano Lira (míre 1835 y 1.837. Aparecen aquí, junto con
composiciones de autores uruguayos, otras de argentinos y
también de españoles (pie, por sus tendencias liberales, te­
nían afinidad con el movimiento revolucionario.
Debemos mencionar, dentro de la poesía culta, los ensa­
yos de José Prego de Oliver, Juan Francisco Martínez, Car­
los Cr. Villademoros y Francisco Acuña de Figueroa.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 205

José Prego do Oliver -—catalán—- nacido hacia 1762


(pues en los padrones de 1812 figura con 50 años de edad) fué
administrador de la Real Aduana y tenía cierta notoriedad
social. Había colaborado en “El Telégrafo ]\lorcantil” y en
el “Correo del Comercio’’, publicado por Belgrano en 1810.
Su obra mayor fué los “Cantos a las acciones de guerra con­
tra los ingleses en las Provincias del Río de la Plata en los
años ÍSOO y 18(17’’, publicados en 1808 por la prensa de los
Expósitos y luego incluidos —en forma fragmentaria-— en el
“Parnaso Oriental’', Una de estas composiciones es una oda
“A Montevideo tomada por asalto por los ingleses’’ y tiene
valor descriptivo y aún cierta fuerza, dentro del tono exa­
gerado y rotórico (pie era característico de la literatura es­
pañola de la época.

La Guerra... la atroz guerra... el trueno, el rayo


El polvo, (‘I humo denso, todo, todo,
Su venida fatal al pueblo anuncia.
Desdo el mar las naves, y por tierra
Las lucos enemigas do tremendo
Cañón asestan contra ol débil muro,
y aún tiempo mismo bocas cien de bronce
El fuego arrojan con horrendo estruendo
Zumbando globos por el aire vago
Las calles cruzan, templos desmoronan
Edificios derrocan, y no hay nada,
Que a su choque oponga fuerza

Juan Francisco Martínez, sacerdote montevideano, fué


poeta lírico, épico y dramático. Su obra principal fué uLa
lealtad más acendrada y Buenos Aires vengada ’, represen­
tada en la Casa de Comedias varios años antes de ser re­
cogida en las páginas de el Parnaso. Es una obra llena de
artificios, como todas las obras del decadentismo español.
Otro nombro (pie aparece en el Parnaso es el de Carlos
Villademoros con su obra “Los Treinta y Tres”en que se des­
envuelve la acción de la hazaña do 1825 desde la costa del río
hasta el pueblo San Salvador. La obra termina con el com­
206 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

premiso solemne de salvar la patria. No es tampoco una


obra de mayor inspiración.
En realidad, la figura más destacada, casi la única de
valor literario de este período, es la de Acuña de Figueroa.
Más que un poeta, Acuña de Figueroa, fué un ágil versifi­
cador diestro y fácil de ingenio que, en su larga existencia,
realizó una obra también abundantísima. Nació en Montevi­
deo, el 3 de setiembre de 1751; hizo estudios primeros en
Montevideo, y los perfeccionó en Buenos Aires, en 1807, bajo
la dirección del Prbo. Juan Domingo Achega, adquiriendo
una mediana cultura literaria. Desempeñó cargos en la ad­
ministración de Montevideo, y no tomó parte en la Revolu­
ción, cuyo profundo significado no vió o no quiso compren­
der.
Pero hizo una obra sumamente animada, el “Diario His­
tórico del Sitio de Montevideo” en los años 1812 a 1814, en
versos de variados metros, con la descripción minuciosa y
animada de todos los acontecimientos del sitio, alternando
algunos episodios jocosos con la narración casi trágica del
hecho. Literariamente la obra tiene indudables imperfeccio­
nes, pero evoca un período prolongado y decisivo de nuestra
existencia nacional.
Caída la ciudad en poder de las tropas de Buenos Aires.
Acuña de Figueroa emigró para Río de Janeiro, huyendo sin
duda, de las persecuciones de Otorgues. Volvió cuando la ciu-
dad fué dominada por los portugueses y ya no se apartó ’de
ella. No tuvo participación en las luchas políticas, aunque des­
empeñó cargos administrativos; y prodigó su musa, reveren­
te siempre con los poderosos, hasta su muerte, ocurrida en
1862. Aparte de la ya mencionada obra, escribió un poema épi­
co-burlesco, “La Malambrunada”, en que satiriza a las viejas
pretenciosas que aspiran a rivalizar con las ninfas jóvenes
y graciosas. Para algunos críticos teatrales esta creación épi­
co-bufa es digna de las mejores obras clásicas del género.
Ella plantea la lucha de lo. caduco contra lo nuevo, del pa­
sado contra el porvenir; y en último término, del mal contra
el bien, ¿4 eterno dualismo cuyo conflicto es el drama eterno
de la humanidad.
A Acuña de Figueroa correspondió también el alto honor
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 207

de que se declarara una composición suya como el Himno


Nacional, por decreto gubernativo de 8 de julio de 1833, con­
firmado por otro de 12 de julio de 1845, con motivo de haber
introducido el autor modificaciones en el texto. Es una obra
que carece de gran significación literaria. Sólo el fervor
patriótico de los oyentes puede añadirle algo de lo que el
poeta no puso, o no pudo poner porque había permanecido
indiferente al proceso de la formación de la nacionalidad.
Hemos dicho ya que la vida de Acuña de Figueroa fué
larga. Sobrevivió —con mucho— ál clasicismo imperante. Y
cuando llegó la conmoción romántica, él estaba demasiado
viejo para cambiar el tono de su canto. Así participó en el
Certamen Literario de 1841 en que se conmemoraba el ani­
versario de mayo; pero en medio de las voces cálidas de la
nueva estética, la frialdad retórica de Acuña de Figueroa re­
sonaba como un acento caduco.
Hacia 1850, ya era en' efecto, “un amable poeta del buen
tiempo pasado”. Así lo calificó Xavier Marmier, viajero fran­
cés que liego a Montevideo en junio de 1848: “Junto a los
moradores románticos hay en Montevideo un amable poeta
del buen tiempo pasado: Figueroa.
Este no ha querido abandonar las regiones mitológicas
que aprendió a. venerar -en los bancos del colegio. Canta a
Febo y a la Aurora de rosados dedos como sus maestros
del siglo XVIII. Cabalga en su Pegaso y trepa alegremente
al Parnaso, deteniéndose a. beber a la vera del camino en la
fuente Castalia. Todas las reglas de las antiguas escuelas le
son queridas y todos sus caprichos le sonríen.
Un Dios le ha prodigado dulces ocios y los consume en
los grupos del enigma, de la charada y del madrigal. Realiza
las violentas proezas del anagrama y del acróstico como aque­
llos hábiles versificadores cuyas composiciones más excén­
tricas ha coleccionado el erudito Peignot. Plasma como Pa-
nerd, (poeta del antiguo régimen) la canción para beber, ta­
llada en forma de botella. Pasa con ágil facilidad de lo gra­
ve a lo dulce, de lo entretenido a lo severo. Aguza el epigra­
ma cáustico como Marot en su juventud galante y como el
Marot de la madurez traduce devotamente los salmos. No
traduce sólo himnos bíblicos; los compone también regiona­
208 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

les con religioso espíritu. Porque, si su imaginación se com­


place vagando entro las paganas tradiciones, su corazón per­
tenece a la pura doctrina evangélica. Como el autor de los
“Lusíadas ’ mezcla en la odisea de su vida las fábulas fie Olim­
po a las austeras creencias del cristianismo. Luego de cele­
brar al Amor y a las Gracias con ritmo anacreóntico deja
esas estrofas profanas para escribir con sincero recogimien­
to una paráfrasis del Pater, una epístola a su cura o unas
letanías a la Virgen. Tal aparece en sus obras, tal es en
las diversas fases de su carácter: afable y jovial, espiritual o
tierno, lleno de indulgencias para los otros y de desconfian­
za para sí mismo. Es un plaéer leer en sus versos; es grato
conocerlo.” (1)
Tóennos hablar ahora de la que se ha denominado poesía
f/aiichcscd, y <|U(‘ según dijimos, fué también recogida en el
Parnaso Oriental.
El primer poeta que se destacó en tal sentido fué Barto­
lomé Hidalgo. En realidad él fué un poeta culto e hizo tam­
bién poesía culta: pero su mérito principal fué el haber re­
cogido la poesía payadoresca y haberla hecho entrar en el
campo literario. .Hidalgo nació en Montevideo el 24 de agosto
de 1788 y recibió una regular educación; y luego fué emplea­
do de la administración de aduana, donde trabó relaciones
con Acuña de Figueroa y Prego de Oliver.
Hidalgo compuso cielitos, la más primitiva forma de
poesía payadorescá, y la más propia del ambiente gaucho;
procedo directamente de la copla y el romance español, pri­
mando en él el carácter narrativo y el tono burlesco. Son
series de cuartetas octosilábicas asonantadas y seguidas. Se
conservan siete cielitos de Hidalgo; unos escritos en Monte­
video y otros en Buenos Aires, compuestos todos con motivo
de acontecimientos patrióticos. Más color y lenguaje más vi­
vo tienen aún sus Diálogos, escritos en el metro y asonancia
del romance español. Es una poesía de carácter objetivo, rea­
lista, muchas veces de tono burlesco. Carece de la emotividad
lírica (pie nunca tuvo la poesía gauchesca de sabor netamen­
te piálense. €íLos cielitos y diálogos de Hidalgo ha escrito
Alberto Zum Felde, reflejan, además de ese genuino carác­
ter payadoresco, lo (pie puede llamarse la “edad de oro”
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY £09

del gaucliismo, es decir, aquel tiempo en que, guerreando en


las montoneras, cantando y payando en las pulperías, tra­
bajando en las domas y en las yerras, el gaucho era el dueño
magnífico de los campos sin alambrados ni tranqueras, que
él recorría al galope libre de sus redomones. Una abundan­
cia feliz y una familiaridad patriarcal reinaba en las gran­
des estancias; no había más penurias que las heroicas de la
guerra y en la guerra y en la paz, el caudillo, su jefe natural,
su hechura, señoreaba en las comarcas con entera campe-
chama. El caudillo era la égida política y social del gaucho,
la encarnación de sus fueros naturales, frente a la civiliza­
ción legalista que avanzaba do las ciudades. Cuando acabó la
época de los caudillos empezó la decadencia y la penuria
del gaucho, encerrado entre Jos alambrados de la propiedad
estricta y de los códigos, llevado en ruina a la farsa política
de las “votaciones’’, perseguido por la autoridad arbitra­
ria y abusiva del Comisario y del juez, reducido a la miseria
y a la servidumbre, hecho “milico” a latigazos en los cuar­
teles, como en el Uruguay, o enviado a morir en los fortines
de la frontera, como en la Argentina.”
La generación romántica supo valorar debidamente el
encanto que encierra la poesía de Hidalgo. Sarmiento en sus
impresiones de viaje sobre Montevideo expresa: “¿Como ha­
blar de Ascasubi, sin saludar la memoria del montevideano
creador del género gauchi-político, que a haber escrito un li­
bro en lugar de algunas páginas como lo hizo habría dejado
un monumento a la literatura semibárbara de la Pampa?” (2)
Otro representante de la poesía gauchesca fué Hilario
Ascasubi, discípulo y continuador de Hidalgo, argentino ra­
dicado desde 1839 en Montevideo donde permaneció hasta
1851. En 1872 fueron publicadas en Paris 65 composiciones
suyas, todas de ambiente gauchesco, vinculadas a sucesos po­
líticos y militares del Pío de la Plata, en particular a los ocu­
rridos durante la Guerra Grande en el Estado Oriental, don­
de esas composiciones fueron originalmente publicadas ya en
folletos o en las columnas de la prensa, desde que muchas de
ellas tenían un marcado tono de militancia política. Son por
lo general diálogos entre hombres de campo, cartas, coplas en
que se narran y comentan sucesos del momento, de carácter
15
210 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

político militar o diplomático. En 1872 su autor las publicó


en París bajo el título ‘‘Paulino Lucero ó los Gauchos <11
Río de la Plata cantando y combatiendo contra los tiranos
do las Repúblicas Argentina y Oriental del Uruguay. 1839 a
1851”. Con Ascasubi entramos al gaucho de las guerras ci­
viles.
Algunos críticos consideran aún a Ascasubi más gaucha
que Hidalgo.
Vamos a tratar ahora la que liemos llamado genera­
ción de la Guerra Grande, aunque tengamos que comprender
dentro de ella a argentinos y a orientales, y a hombres de
distintas edades. Circuló entonces con fervor inusitado la ten­
dencia romántica. Pero antes de hablar de Ja obra particu­
lar de aquellos hombres, conviene que nos detengamos en
una iniciativa interesantísima: la publicación de “El Inicia­
dor”, editado bajo la dirección de Andrés Lamas y de Mi­
guel Cañé.
Antes que “El Iniciador”, habían aparecido, desde lue­
go, otros periódicos, en los que colaboraron también argen­
tinos. Entre éstos, hay que mencionar “El arriero argentino”,
de 1830 redactado por Hilario Ascasubi, en que se atribu­
ye intervención a Juan Cruz y Florencio Varela. En 1833
apareció “El Investigador” cuyo fundador y redactor fué
José Rivera Indarte. En 1835 apareció “El Moderador”, en
que colaboraron Julián Segundo de Agüero, Valentín Alsi-
na y Francisco Pico. En 1836 se publicó “El Defensor de
las Leyesdirigido por Pedro Feliciano Cavia, y en el que
escribieron varios redactores de origen uruguayo. “El Na­
cional”, dirigido en 1836 por Andrés Lamas, contó también
con colaboración argentina.
Parecería extraño que comenzáramos con “El Inicia­
dor’’ el estudio de una época cultural. Pero en los países ame­
ricanos, particularmente en el nuestro, la prensa ha desem­
peñado un papel de transmisora —no siempre fiel ni siem­
pre escogida—, pero enérgica, del pensamiento.
Puede aplicarse aquí el juicio de Rodó; “Suele decirse
que la labor del periodista es efímera. Esto no es verdad
más que a medias. Es efímera la forma, la exterioridad, la
envoltura; la página que se escribe un día y que, salvo al­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 211

gún caso singular, lia muerto y se lia disipado al día siguien­


te; pero la influencia y la sugestión que quedan de esos es­
fuerzos aparentemente perdidos y olvidados, constituyen una
acción persistente y eficaz como ninguna, que convence, que
apasiona, que destruye, que reedifica; que forma, en una pa­
labra la conciencia de los pueblos. Así, es efímera la semilla
de las plantas; es efímero ese cuerpo leve y enjuto en que es­
tá depositada la simiente fecunda; pero si dura poco, débese
a que la disolución do sus tejidos es condición necesaria para
(pie el germen que contiene muerda la tierra y de de sí la plan­
ta que lia de formarse luego con la flor delicada y el fruto
sustancioso.
No se expresaría una ilusión de ideólogos, sino una po­
sitiva e incontestable realidad, si se dijera que, habiendo de
elegirse entre tener un absoluto dominio sobre la propagan­
da difundida y prestigiosa, o tenerle sobre los instrumentos
transitorios de la fuerza material, insensato sería quien op­
tase por este poder falaz y precario, y no por aquella do­
minación lenta y segura, que, en definitiva es infaliblemen­
te el triunfo, y el triunfo asentado sobre los más hondos
fundamentos.”
“El Iniciador” apareció el 15 de octubre de 1838. Fue­
ron sus dirigentes el uruguayo Andrés Lamas y el argentino
Miguel Cañé, llegado a Montevideo en 1838. El prospecto de
“El Iniciador” fué obra del primero. Su propósito, exterio­
rizado en ese preámbulo era conquistar la libertad intelectual,
como ya se había conquistado la libertad política. “Dos ca­
denas, nos ligaban a España; una material visible, ominosa^
otra no menos ominosa, no menos pesada, pero invisible, in­
corpórea, que como aquellos gases incomprensibles que por
su sutileza lo penetran todo, está en nuestra legislación, en
nuestras letras, en nuestras costumbres, en nuestros hábitos,
y todo lo ata, y a todo le imprime el sello de la esclavitud, y
desmiente nuestra emancipación absoluta. Aquellas, pudimos
y supimos hacerla pedazos; ésta es preciso que desaparezca
también si nuestra personalidad nacional ha de ser una rea­
lidad; aquella fué la misión gloriosa de nuestros padres, és­
ta es la nuestra.” “Hay nada menos que conquistar la in­
dependencia inteligente de la nación, su independencia civil,
212 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

literaria, artística, industrial; porque las leyes, la sociedad,


la literatura, las artes, la industria deben llevar, como nues­
tra bandera, los colores nacionales, y ser, como ella, el tes­
timonio de nuestra independencia y nacionalidad.”
Por “El Iniciador’’ se propagaban las ideas de Hugo,
Manzoni, Lamartine, Espronceda, Lammenais, Cousin, Saint
Simón, Lcrminier.
4 Entre los redactores del periódico, además de Lama2,
descollaron Cañé y Alberdi. Otros colaboradores fueron: Bar­
tolomé Mitre, Félix Frías, Santiago Viola, Florencio y Juan
Cruz Varela, Carlos Tejedor y Miguel Trigoyen. Enviaron
artículos desde Buenos Aires Juan María Gutiérrez. Es­
teban Echeverría, Luis Méndez y Rafael Corvalán. Fué tam­
bién auxiliar de Cañé en la redacción, Juan Bautista Cúneo,
un mazziniano emigrado.
Las colaboraciones de Andrés Lamas fueron relativamen­
te escasas; aparte del ya mencionado prólogo, se encuentra
un diálogo; “¿Quiénes escriben en El Iniciador’ ? y algunas
otras de interés secundario.
Alucho más asidua fué la colaboración de Cañé. Cañé no
sintió como los de su generación, la atracción de Francia;
él experimentó una inclinación poderosa hacia Italia, que se
acrecentó cuando pudo conocer su maravillosa civilización.
Suyo es el artículo aparecido ol L9 de marzo de 1838, sobre
Alejandro Manzoni, en que se hacen reflexiones sobre la
decadencia de Italia, dueña en otro tiempo de la “alta y
profunda capacidad inteligente que también la hizo digna
de llamarse la señora del mundo.’’ Otro artículo de Cañé so­
bre la “Literatura”, señala en términos muy exactos la gran
batalla del clasicismo y el romantismo. “Se ventilaban gran­
des intereses sociales en esta lucha: la insurrección románti­
ca invocaba los nombres de la patria, religión, libertad; los
clásicos, los de obediencia, respeto, autoridad.” En el polvo
de la batalla sin embargo, el arte quedó con las facciones al­
teradas. Pero superando la etapa de esta lucha, hay que ir
a otro género de poesía: “Del muerto clasicismo y del nuevo
espíritu vencedor, se -ha alzado una nueva categoría intelec­
tual, más vasta, más social, nacida en nuestros días, que tra­
baja por ellos.”
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 213

A sus ojos, la literatura no es sino una faz de la inteli­


gencia humana, uno de los atributos de nuestra vida, de nues­
tro estado y condición. Resume la personalidad, sin dejar de
ser objeto, como dicen los alemanes; refleja el progreso indi­
vidual, sin contrariar la ley del progreso humano, pero siem­
pre bajo la doble ley del tiempo y del espacio... “Fecunda
es sin duda la idea de hacer de la literatura un elemento vi­
tal; no considerarla ya ni como sujeta a los gustos y nece­
sidad de un mundo muerto, ni como el eco de la individualidad
del escritor.’’ Luego entra a tratar del nacionalismo literario
americano. “Nosotros —dice— concebimos que la literatura
en una nación joven es uno de los más eficaces elementos de
que pueda valerse la educación pública. Sin duda que no en­
tendemos por esta palabra, lo mismo que con ella significa­
ban los antiguos; ni tampoco lo que en los tiempos de la in­
surrección romántica, se quiso expresar por medio de ella.
Para nosotros su definición debe ser más social, más útil, más
del caso, será el retrato de la individualidad nacional.”
Al final aclara el significado de estos términos: “Des­
arrollo propio, carácter nacional, tendencias nacionales, pero
siempre bajo la doble armonía de nuestro ser con el espíritu
civilizante de los tiempos”...
Se atribuye también a Cañé un estudio de la personalidad
y obra de Mariano José de Larra, que, según Rodó, “cons­
tituye un juicio definitivo y perfecto.”
Alberdi fué otro gran colaborador de “El Iniciador”. Es­
cribió cuadros de costumbres y ensayos de crítica. Asimismo
colaboró —desde Buenos Aires— Juan María Gutiérrez, quien
hizo especialmente una semblanza de Silvio Pellico y un es­
tudio de Meléndez Valdés.
Las colaboraciones de Juan Cruz y Florencio Varela,
Luis Méndez y Santiago Viola, están constituidas por poesías.
También escribió poesías (y además sus primeros artículos
de prensa) Bartolomé Mitre.
El último número de “El Iniciador” (de fecha enero
l.9 de 1839) reprodujo la “Profesión de Fe” o “Creencia”
redactada por Echeverría que habría de llamarse después
“Dogma de Mayo.” (3)
Su primer título fué: “Código o Declaración de los prin-
214 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ripios que constituyen Ja ciencia social de la República Ar­


gentina.”
Fué la obra de la Asociación secreta que se estableció en
Buenos Aires a raíz de la disolución del Salón Literario. Ca­
si enteramente redactada por Echeverría, representa el pro­
grama de la generación de 1837. Revela indudablemente, cier­
tas influencias sainsimonianas, aunque otros hayan opinado
que la influencia mayor es de Herder, conocido a través de
Quinet y de Vico. Desde el punto de vista argentino, era una
superación de la etapa de lucha entre unitarismo y federa­
lismo.
Y así vemos cómo “El Iniciador” prolonga, en Montevi­
deo, la conmoción de la generación de 1837, fundadora de
“La Moda” y del “Salón Literario”, de Marcos Sastre, am­
bos clausurados por orden de Rosas, que no se llamaba a
engaño sobre el peligro que representaban esas inquietudes
dentro de su régimen despótico.
Digamos ahora algunas palabras sobre las figuras que
aparecen en Montevideo en este período.
Si quisiéramos definir en pocas palabras la característica
general de la época, desde el punto de vista literario, di­
ríamos que fué la generación romántica. Xo obstante, esto
no es más que una definición externa. Sabida es la fecunda
complejidad del romanticismo, que encierra en su seno a la
vez los elementos de una profunda reivindicación individual
y sin embargo, el anhelo de restaurar la tradición y la
religión, que son fuerzas de cohesión colectiva: (pie pa­
rece tender a la máxima liberación individual y sin embargo
aspiró en muchas ocasiones al fortalecimiento de la auto­
ridad. Ahora bien, de esos elementos dispares, el Río de la
Plata recogió también la contradictoria fisonomía. La ge­
neración nueva sintió la necesidad de emancipación de la
tradición retórica española para hacer sitio a un arte más
espontáneo, más subjetivo, más personal.
Esta fué la revolución efectiva que consumó. Sintió tam­
bién la necesidad de ir a una literatura propia, que reflejara
las condiciones del ambiente, y se adaptara a él. Y finalmente,
la necesidad de una poesía social, capaz de levantar el es­
píritu nuevo de las nacientes colectividades políticas. Este
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 215

ambicioso programa no fué realizado totalmente. Críticos


severos lian dicho que no fué realizado en nada. Esta
crítica es exagerada; sobre todo no tiene en cuenta las posi­
bilidades del medio en que aquellos hombres actuaron. Era
imposible resistir al atractivo maravilloso de la civilización
europea. Para hacerlo habrían necesitado apoyarse en una
base de que carecían; en una tradición. Pero ¿qué tradición
podía invocar el romanticismo piálense? La colonia no ha­
bía tenido acentos propios, y además era artificiosa y estéril.
Uno de los objetos del romanticisco era, precisamente, des­
truirla. Y la tradición local,la indígena, no existía ni litera­
ria, ni emocionalmente considerada. Nuestra formación so­
ciológica se había hecho precisamente en torno a la depura­
ción de ella, de modo que el indio era un ser totalmente ex­
traño a la formación nacional.
Otra circunstancia debía limitar aún el mundo intelec­
tual de esta generación, y desorientarla, en cierto sentido, de
los propósitos nacionalistas que ella tenía. La lucha contra
Posas que fué su anhelo político fundamental, se magnificó
en su cerebro y asumió los caracteres —que tantas veces he­
mos mencionado— de una lucha entre libertad y despotismo,
entre civilización y barbarie. Ahora bien, ¿cuál era el lema
de Rosas? Precisamente, el americanismo. Entonces en de­
fensa de la civilización, la generación de la Guerra Grande
se hizo—en el fondo ya lo era, aunque no lo confesara—,
esencialmente universalista, amplia, humanitaria, pretendien­
do cobijar bajo su bandera los intereses y derechos inmutables
de la civilización. Rosas le dio la oportunidad de armonizar
con la tonalidad sub-consciente de su ser. No fué por una ca­
sualidad de circunstancias, no fué sólo por necesidad que
Montevideo sitiada recurrió al apoyo de Inglaterra y de Fran
cía; fué por afinidad lógica de pensamiento. Y cuando vio
cuánto importaba de humillante esa intervención, todavía su
escepticismo seguía ahogado por el prestigio maravilloso de
la civilización europea. A pesar de estas salvedades, no hay
duda que el programa realizado respondió poco al que se
había proyectado. Faltó casi totalmente, un elemento externo
que pudo haber aparecido, a pesar de las circunstancias an­
teriormente mencionadas. El color local, la naturaleza, el am­
biente.
216 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

La lucha entre el clasicismo y el romanticismo tuvo su


concreción simbólica en el famoso certamen poético de 1841,
celebrado en conmemoración de las fiestas mayas.
El 6 de mayo de 1841, apareció un decreto por el cual se
premiaría al “individuo que presentase la mejor composición
poética en celebración de la Revolución de Mayo, de los obs­
táculos que tuvo que vencer y de los beneficios que ha pro­
ducido al continente Sud-Americano.” El premio debía con­
sistir en una medalla de oro, con doble inscripción. Para el
Jurado fueron nombrados, Francisco Araucho, Manuel He­
rrera y Obes, Florencio Varela, Juan A. Gelly y Cándido
Juanicó.
Los aspirantes tuvieron 14 días para preparar sus obras,
que no debían ser firmadas. El 21 la policía puso en manos
de la Comisión Clasificadora once piezas recogidas en el bu­
zón del Correo. A las 5 de la mañana del día 25 debía apa­
recer en la puerta del teatro el cartel con el nombre de las
composiciones premiadas. Por la tarde, en la Casa de la
Comedia, al leerse las composiciones se haría público el nom­
bre del autor. Así, ocurrió, a pesar de que esa misma ma­
ñana la escuadrilla de Brown había cañoneado al Bergan­
tín Montevideo, frente a la playa Ramírez. La Comisión ya
había fijado un criterio para discernir el premio; “Ha
creído que aquel merecería más, en este punto, que mejor
hubiese comprendido las modificaciones, los decisivos cam­
bios que la literatura recibe de la variación y progresos de
las costumbres, de las creencias, de los elementos todos que
constituyen la vida de los pueblos”.
Juan María Gutiérrez obtuvo el primer premio; Luis Do­
mínguez, el accésit ; una distinción, José Mármol. También
fué distinguido, en último lugar, Francisco Acuña de Figue­
roa cuya composición fué escasamente aplaudida.
Hemos visto ya el criterio de la Comisión. En consecuen­
cia al fundar el fallo, dice: “Ha preferido, por consiguiente,
aquellas composiciones que lian mirado la revolución de Mayo
por el lado de su intención moral, política, civilizadora, sobre
las que no han tenido en vista sino la parte de sus glorias
militares; las que aparecen revestidas de las formas nuevas
del arte, a las que no han acertado todavía a desnudarse de
la coraza y de la lanza que vistió la musa de 1810.” (4)
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 217

Daremos ahora alguna noticia más concreta sobre las


principales figuras que durante este período actuaron en núes
tro medio.
Juan Bautista Alberdi, tucumano de nacimiento, incapaz
de soportar por más tiempo la tiranía, se ausentó de Buenos
Aires y en noviembre de 1838 enítró a formar parte de la
redacción de “El Nacional”, de Montevideo.
Ya liemos hablado de su colaboración en “El Iniciador”.
El 23 de mayo de 1840 le fué otorgado el título de abogado en
la Academia de Jurisprudencia. Tomó participación activa en
política; fué él también quien — según vimos — redactó el
Manifiesto de Rivera de marzo de 1839. La estada de Alber­
di en Montevideo fué breve; el 6 de abril de 1843 emprendió
viaje a Europa. Cuando regresó, fué a Chile, donde tuvo una
actuación muy destacada.
De todos los hombres de su generación, Alberdi fué qui­
zás el que tuvo un sentido más realista de los hechos y de los
medios a aplicar. Al hablar del Manifiesto de Rivera, hemos
explicado ya cómo, dejando de lado todas las declamaciones
teóricas y las aspiraciones ampulosas de libertad, él concre­
taba la necesidad de establecer un ejecutivo dotado de forta­
leza. Alberdi recogió del romanticismo el sentido histórico de
la vida, y, particularmente, el sentido histórico del derecho de
Savigny, conocido quizás indirectamente. Esta posición se ve
particularmente en el “Fragmento Preliminar al estudio del
derecho”, que provocó en Lamas la respuesta que comentare­
mos y que, en general, originó una gran inquietud.
Habla allí de la influencia que ejerció en su persona la
lectura de Lerminier, (discípulo de Savigny). Desde enton­
ces “concebí el derecho como un fenómeno vivo que era me­
nester estudiar en la economía orgánica del estado. De esita
manera la ciencia del derecho como la física debía volverse
experimental”...
“Una nación, no es una nación, sino por la conciencia per­
fecta y reflexiva de los elementos que la constituyen. Recién
entonces es civilizada; antes había sido instituida, espontá­
nea; marchaba sin conocerse sin saber a donde, cómo, ni por
qué. Un pueblo es civilizado únicamente cuando se basta a sí
mismo, cuando posee la teoría y la fórmula de su vida, la ley
218 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

de su desarrollo”. .. “Es pues, ya tiempo de comenzar la con­


quista de una conciencia nacional, por la aplicación de nues­
tra razón naciente, a todas las faces de nuestra vida nacio­
nal”.
“Nuestros padres nos dieron una independencia material:
a nosotros nos toca la conquista del genio americano. Dos ca­
denas nos ataban a la Europa: una, material, que terminó y
otra inteligente que vive aún. Nuestros padres rompieron la
una por la espada; nosotros romperemos la otra por el pen­
samiento”.
“La soberanía, pues, pertenece a la inteligencia. El pue­
blo es soberano, cuando es inteligente”. “Róstanos pues una
grande mitad de nuestra emancipación, pero la mitad lenta,
inmensa, costosa; la emancipación que viene del desarrollo
inteligente. No nos alucinemos, no la consumaremos nosotros.
Debemos sembrar para nuestros nietos”...
Estos fragmentos son ya claramente significativos. Más
lo es el que sigue, que le valió grandes y amargas censuras al
autor; “La crítica, pues, no debe confundir todo movimiento
reaccionario, con el movimiento retrógrado. La reacción, que­
da dicho, es una ley tan esencial al desenvolvimiento del mun­
do moral, como el descubrimiento del mundo físico.”
“La acción progresiva del siglo XVIII se habría vuelto
funesta, sino hubiese sido templada por la reacción moderada
del siglo XIX.”
“No llamemos pues retrógrado a todo lo reaccionario
que hoy vemos practicarse entre nosotros, sobre la impulsa­
ción necesariamente extremada de nuestra revolución patrió­
tica”. . . “¿En que consisten los excesos del siglo pasado? En
haber comprendido el pensamiento puro, la idea primitiva df-1
cristianismo, y el sentimiento religioso bajo los ataques con­
tra la forma católica. En haber proclamado el dogma de la
voluntad pura del pueblo, sin restricción ni límites.”
“En haber difundido la doctrina del materialismo puro
de la naturaleza humana. Una reacción, nivelatriz, de que sa­
liese el equilibrio moral de la sociedad, es lo que ha ocupado
a la Europa desde el principio de nuestro siglo, y de lo que
algún día debíamos ocuparnos nosotros que la necesitamos co­
mo la Europa porque se ha de saber que es en Sud-Amórica,
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 219

donde las ideas extremadas del siglo XVIII lian tenido y


continúan teniendo una realización más completa. Todavía
una gran parte de nuestra juventud tiene a menos creer en
las verdades del Evangelio. Todavía se devoran los libros
de Helvecio y Holbach. Todavía se aprende política por el
Contrato Social. ¿Que otra cosa es esto que haberse estan­
cado en el siglo pasado?, y es raro que se obstinen en per­
manecer parados, los (pie hacen alarde de ser hombres de mo­
vimiento y de progreso. Si queremos, pues, ser de nuestro
siglo, si realmente aspiramos a ser progresivos, principiemos
por abdicar las preocupaciones anti-religiosas de Voltaire,
bien desacreditadas en el día; las preocupaciones anti-polí-
ticas de Rousseau, justamente batidas por espíritus no me­
nos amigos de la libertad de los cuales el menor es Benja­
mín Constant; las preocupaciones anti-filosóficas de Helvecio;
sin olvidar por otra parte los grandes hechos de que el si­
glo es deudor a estos ilustres genios; nuestro siglo, acepta,
no hay duda, la tradición del pasado, pero la tradición de
sus verdades, no de sus excesos. Nuestro siglo acepta la ma­
terialidad del ¡hombre, pero también profesa su espirituali­
dad, dualismo misterioso que ofrece sin cesar nuestra natu­
raleza. Cree que la voluntad del pueblo complementa la ley,
pero que, no ella, sino la razón, la constituye. No niega los
extravíos del cristianismo pero tampoco niega su divinidad
e indestructibilidad.”
“Sin duda que estas creencias dan a nuestro siglo un
cierto espíritu, edificación y sociabilidad, cuya influencia be­
néfica llenará de fertilidad nuestro suelo, el día,que habrá
penetrado en él.”
...“El Sr. Rosas, considerado filosóficamente, no es un
déspota que duerme sobre bayonetas mercenarias. Es un
representante que descansa sobre la buena fe, sobre el co­
razón del pueblo. Y por pueblo no entendemos aquí, la
clase pensadora, Ja clase propietaria únicamente, sino tam­
bién la universalidad, la mayoría, la multitud, la plebe”...
...“Y séanos permitido creer también en nombre de
la filosofía que nuestra patria, tal cual boy existe, está lia-
jo este aspecto, más avanzada que los otros estados meri­
dionales. Bolivia está ufana con sus códigos, su fuerza, su
220 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

industria, sus instituciones. Pues Bolivia está muy atrás do


nosotros, porque es estar muy atrás vivir en una condición
ficticia, afectada”. ..
‘‘Así, pues, los que piensan que la situación presente do
nuestra patria es fenomenal, episódica, excepcional, no lian
reflexionado con madurez sobre lo que piensan. La historia
de los pueblos se desarrolla con una lógica admirable. Hay,
no obstante, posiciones causales, que son siempre efímeras;
pero tal no es la nuestra; nuestra situación, a nuestro ver,
es normal, dialéctica, lógica”.
‘‘Se veía venir, era inevitable, debía llegar más o menos
tarde, pues no era más que la consecuencia de promesas que
habían sido establecidas de antemano”... (5)
Estos fragmentos, pues, sirven para hacernos compren­
der lo esencial de las ideas de Alberdi, ya enunciadas en 1837
en el mencionado fragmento, y posteriormente sustentadas
en Montevideo, en varias ocasiones. Era, en síntesis, un pen­
sador que desdeñaba las verdades geométricas del siglo de
las luces, aunque sin desconocer la fuerza y la magnitud de
sus aportes; y que acompañaba a la reacción del siglo XIX,
en sus exigencias de reintegración histórica y de adaptación
de los fenómenos de la política y del derecho, a las condicio­
nes de tiempo y <\e modalidad peculiares de los pueblos. Es­
te criterio realista habría de servir luego de fundamento a
su famoso libro ‘‘Las Bases”, donde expondría los prin­
cipios sobre los cuales debía organizarse la Confederación
Argentina.
Examinemos ahora otra personalidad, que tiene para nos­
otros una mayor significación, no sólo por ser oriental, sino
porque tuvo una actuación destacada en la vida pública. Nos
referimos a Andrés Lamas.
En realidad Andrés Lamas debe figurar en nuestra his­
toria no como historiador ni como hombre de letras, sino
como político, pues eso fué, preponderantemente: un hom­
bre público.
Nació en Montevideo el 10 de noviembre de 1S17, for­
mando parte de una familia de destacada, posición social. Su
padre Luis Lamas, fué constituyente en 1830 y desempeñó
puestos importantes durante las administraciones de Rivera.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 221

Su tío paterno, el renombrado Fray José Benito Lamas, in­


fluyó mucho en su educación. Era también pariente político
de Santiago Vázquez. Se educó en Montevideo, recibiendo la
formación propia de los jóvenes de su tiempo. A los 17 años,
siendo Lucas Obes Ministro de Relaciones Exteriores, lo lle­
vó a su Ministerio como primer oficial. Durante la presiden­
cia de Oribe, Lamas fué en los comienzos un formidable pro­
pagandista de su plan nacionalizado?.
Comenzó a escribir como periodista en “El Estandarte
Nacional” elogiando la política del primer magistrado. Más
tarde Lamas fundó un diario: “El Sastre”, del cual salie­
ron pocos números; pasó luego al “El Nacional”. Sus pri­
meros artículos en dicho diario fueron favorables a la polí­
tica de Oribe, pero a medida que Oribe se fué vinculando a
Rosas, “El Nacional” fué adquiriendo un tono creciente de
oposición. Lamas filé desterrado en 1836. Vuelto a Monte­
video, publicó, en folleto, su “Impugnación al Fragmento
Preliminar al Estudio del Derecho.”
...“En nuestras Repúblicas —dice Lamas en su répli­
ca— la existencia de un Poder absoluto es, sin remedio, even­
tual y efímera; que no hemos roto la cadena que nos ligaba
al León de Castilla, para recibir la covunta de un hombre
que poniendo su planta criminal sobre el seno despedazado
de la patria, se eleva sobre ella y nos dé el sosiego de los es­
clavos ; que esa no es la paz que deseamos; que vale más li­
bertad peligrosa que apacible esclavitud; que el remedio de
la anarquía no puede ser dictadura, porque para el cuerpo
político lo mismo que para el físico, la muerte no es remedio
de mal alguno, sino el último resultado de todos ellos; que
la democracia es una necesidad americana, y necesidad del
momento, porque entre nosotros todo está dispuesto para el
gobierno democrático, para el gobierno de los principios po­
pulares. En América no hay Toris, no hay ultras, no hay
aristocracia nobiliaria y clerical; las tradiciones históricas
nos favorecen; la sangre de una generación ha caído sobre
nuestras cabezas como un bautismo de libertad; desde la cu­
na, la igualdad fué la deidad de nuestro culto. Las masas,
sino adelantadas en civilización, lo están bastante en la es­
cuela Republicana.”...
222 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Y hablando de las necesidades de los pueblos America­


nos dice: "Libertad y Constitución, y no Dictadura; orden
y paz, pero no la quietud de los Esclavos; garantías para
todos, y no sangre, proscripciones y anatemas sin fin-. '
Acompañó luego a Rivera en su revolución contra el go­
bierno de Oribe, estuvo con él en la Batalla del Palmar; des­
pués hizo del caudillo una loa, en que lo llamaba “el ángel
del Palmar.”
Junto con Cano fundó ‘‘El Iniciador” cuyo programa
inicial fue su obra personal. Su programa nacionalista lo
exteriorizó en múltiples formas. Hasta pensó en la forma­
ción de un Teatro Nacional.
Vinculado a los unitarios, trabajó activamente, para qim
Rivera declarara la guerra a Rosas. En 1839 fué nombrado
provisoriamente Ministro de Relaciones Exteriores; sólo te­
nía entonces, 22 años. Su puesto efectivo era de auditor y
asesor del ejército. Como todo el grupo intelectual de Mon­
tevideo se fué distanciando paulatinamente de Rivera, cuan­
do vió que éste no apoyaba a Lavalle, de quien era decidido
partidario y admirador. Al fin presentó renuncia de su car­
go de auditor.
Retirado por un tiempo de la política, se dedicó a la li­
teratura. A este época corresponde el “Prólogo a las Poe­
sías de Adolfo Berro”, cuya edición dirigió en 1842. Siguió
también sus estudios de derecho y continuó su labor de pe­
riodista.
El prólogo a las Poesías de Berro puede considerarse
como el primer ensayo de crítica literaria en el cual Lamas
expuso ideas que reflejan la inquietud de aquella hora.
Después de dedicar páginas sentidas al recuerdo de la-
interesante figura desaparecida, entra Lamas a tratar de lle­
no el problema de la literatura nacional. • Existe? ¿Ha po­
dido existir? se pregunta.
La respuesta es negativa. “Hemos tenido si —dice—
ensayos literarios, más o menos felices, como hemos tenido
ensayos políticos; pero dominando en unos y en otros, cq-
mo ora natural que sucediera, las tintas del elemento extran­
jero, preponderante en nuestra condición política: el de la
conquista primero; el de las ideas que adoptamos, particu-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 223

lamiente las exaltadas por la revolución francesa, después.”


Este hecho se explica fácilmente; como colonos, no tuvimos
vida propia. Y luego, al estallar la revolución, desquiciados
los arrimos de la antigua sociedad, entramos en el caos, y el
caos no tiene expresión. No era para menos: “La revolución
nos había colocado sobre un plano inclinado, y el impulso fué
tan vigoroso, que pasamos, de un salto, en política, de Saavc-
dra a Rousseau; en filosofía del enmarañado laberinto de la
teología escolástica, el materialismo de Destut de Tracy; de
las religiosas meditaciones de Fray Luis de Granada, a los
arranques ateos y al análisis enciclopédico de Voltaire y
de Holbaeh. Ya no fué entonces, cuestión política solamente:
entraron en choque violentísimo todos los elementos socia­
les, y como la fuerza material es importante para suprimir
hábitos y creencias tradicionales, cumplió la revolución po­
lítica en Avacucho dejando la social en su aurora. Los san­
grientos crespúsculos de la guerra civil son una consecuencia
lógica de estos antecedentes.” (6)
Hemos dicho ya que entre nosotros la literatura colonial
no existe. Tampoco poesía indígena, porque no somos un
pueblo original ni primitivo. Hemos quedado, pues, —expre­
sa Lamas— ligados a Europa, y muy tempranamente lle­
garon hasta nosotros los ecos de la lucha emprendida entre
clásicos y románticos. Recién acababa Víctor Hugo de dar
a escena su primer drama Hernani —agrega— y ya publi­
caba Echeverría sus “Consuelos.” Este libro abrió una nue­
va época y llegó muy oportunamente. Es absolutamente ne­
cesario que prescindamos de la poesía pueril, mero objeto
de pasatiempo y solaz para ir a la poesía de verdad y de sen­
timiento, instrumento de mejora social. A los “Consuelos”
siguieron las “Rimas”, que tienen colorido local, y reunen
así una de las condiciones que debe asumir la poesía ameri-,
cana. “El género descriptivo debe adquirir en América una
instancia llena de energía y novedad, si lo realza y anima
el pensamiento social, la idea civilizadora, que hay que pedir
a todas las obras de talento”. ✓
Después de Echeverría, muchos ensayos aparecieron; en­
tre ellos los de Adolfo Berro. “Berro, no dió un sólo lamento,
se asoció a un programa. Moralización de la familia, cuyos
vínculos desata sacrilegamente la guerra civil. Enseñanza po­
224 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

pular. Asociación do todos, para hacer lo que a todos convie-


ne, y puso mano a la obra con sano corazón c indisputable
talento.” Si no pudo llevar adelante* sus planes, porque la
muerte lo arrebató en plena juventud, tiene un primor ran­
go entre los poetas americanos, porque es de lo que mejor
han comprendido la misión eminentemente social do la poesía.
Debemos además, hacer literatura que se adapte a nues­
tro estado social —agrega Lamas—. La literatura francesa
tiene grandes ingenios y muchos atractivos; poro su imita­
ción tiene para los americanos visibles riesgos. Es una litera­
tura escéptica y descreída que cuestiona o vacila cuando se
le pregunta por Dios, o por las leyes que rigen al hombre
y al universo. La irreligión en la humanidad origina la anar­
quía en las ideas, el desorden en los sentimientos y el caos
en la literatura; debemos huir de ella. Berro la comprendió
bien y su espíritu trascendental alzó vuelo hacia la causa pri­
mera.
Tampoco debemos añadir combustible a la hoguera en
que arden nuestros pueblos. ¿Qué pasaría si tratáramos de
realizar los sistemas de Owen. Saint-Simón o Fourier?
Son el resultado —dice Lamas— de los males de una so­
ciabilidad gastada, ininteligible, por lo tanto, para los pue­
blos que sólo necesitan asentar el pie para crecer y desenvol­
verse.
Al iniciarse la Defensa de Montevideo en 1843, Lamas
se consagró a ella con entusiasmo extraordinario. Fué Jefe
Político de Montevideo primero y Ministro de Hacienda des­
pués. A él y a Pacheco y Obes se debió la organización de la
Defensa , según ya lo hemos expresado. No "hubo recursos al
que ambos no acudieran: impuestos, confiscaciones, contri­
buciones forzosas, requisa de alhajas, tachos de cobre, etc.,
Sabía bien que eso lo exponía a la murmuración, a la calum­
nia, y que lo malquistaba con la población, ya agobiada por
las penurias del sitio. Pero él lo sufría todo, en homenaje
al ideal que defendía. “Yo amaba con delirio esa defensa.”
escribiría años después.
En 1843, aparte de su actividad como Jefe Político, La­
mas era Director de “El Nacional.” Además planeaba la or­
ganización del “Instituto Histórico y Geográfico”, se ocu­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 225

paba con Mitre de recoger las memorias de los actores de la


Independencia y hasta concretó el plan de la nomenclatura
de la ciudad de Montevideo, —recogiendo una idea que esta­
ba en el ambiente desde 1836— basado en consideraciones
históricas.
En 1844, Lamas fué al Ministerio de Hacienda, que en­
contró en estado depora ble. Ya estaban enajenadas las ren­
tas de aduana de 1845 y el papel sellado de 1846. Naturalmen­
te, los expedientes a (pie tuvo (pie recurrir fueron malos y
le dieron una terrible reputación. Su acusador fué, en tal
circunstancia, Venancio Flores, quien el 14 de setiembre de
1844 llegó a escribirle una carta diciéndole que sólo por pu­
ro patriotismo se le había sufrido hasta entonces. Lamas re­
nunció y se retiró a la vida privada, conservando su puesto
de juez de lo civil. Entonces comenzó a publicar en forma de
folletín artículos contra Rosas, que reunidos en un libro en
1849, formaron “Las agresiones de Rosas a la República
Oriental”; en 1854, en carta al Gral. Antonio Díaz, les ha­
bría de calificar de “polémica política”.
Después, en 1847, filé designado Ministro en Río de Ja­
neiro, en donde negoció los famosos tratados de 1851, que
ya hemos estudiado.
Retirado más tarde a Buenos Aires por vicisitudes de
la política, hizo obras fragmentarias e incompletas.
(•orno escritor sus páginas mejores son: El programa del
Iniciador, El prólogo a las poesías de Adolfo Berro y las Agre­
siones de Rosas.
En cuanto a las Agresiones, no es propiamente un libro
de historia. En lo que se refiere a la parte de la política de
Rosas y Oribe, Lamas tenía un apasionamiento —que eJ mismo
reconoció— incompatible con la apreciación justa de los he­
chos. Su valor histórico y sociológico radica en la interpre­
tación de la tiranía.
En carta dirigida al Gral. Enrique Martínez el 6 de agos­
to de 1845, mientras se publicaban sus artículos en “El Na­
cional”, Lamas escribía: “Mi escrito no es rigurosamente
histórico, desde que, como se ve, está destinado a servir los
intereses actuales del país, inculpando las administraciones de
Rosas y defendiendo con ahinco todas las del Sor. Gral. Ri­

16
226 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

vera ; y como todo escrito polémico, destinado a la prensa


diaria, no es extraño que adolezca de muchas inexactitudes.
Cuando se escriba verdaderamente la historia que pronuncia
fallos durables, el que lo haga mirará mis apuntes como un
papel de los que no se deben tomar por guía absoluta, y exa­
minará los hechos con detenimiento
Otra interesante figura de la expatriación argentina fué
Esteban Echeverría. El fué quien importó al Plata la co­
rriente romántica y quien primero trató de darle vida in­
filtrándola en sus propias obras. Al comentarse los proble­
mas generales, hemos hablado ya del pensamiento de Eche­
verría, con respecto a los asuntos políticos. Nos limitaremos,
pues, a hablar ahora de él con relación a los temas literarios,
por más que éstos sean inseparables de aquéllos. Por otra
parte, desde el punto de vista literario, su generación le atri­
buyó a Echeverría valores más altos que los que le concede
la crítica actual. Sus principales obras son consideradas hoy
sin nervio poético, ni originalidad auténtica de inspiración,
sin color local, por más que tengan aspectos delicados y ter­
nura expresiva. En cambio, su mérito principal radica en
sus nobles intenciones de renovación literaria y política; eu
su ecuanimidad y grandeza de miras frente a la patria; en
su alta visión de argentino, en una palabra.
Residente en Montevideo desde 1840 a 1851 (fecha de su
muerte) no participó activamente en la política ni en las ac­
tividades periodísticas con fines políticos. En cambio prestó
su colaboración a obras de cultura. Así, por ejemplo formó
parte de la comisión eneargada de confeccionar el plan de
estudios y el reglamento para la Universidad d.e la Repúbli­
ca, con Lorenzo A. Fernández, Luis J. de la Peña, Fermín
Ferreira, Alejo Villegas, José G. Palomeque. Esta comisión
se expidió el 28 de setiembre de 1849 y el 2 de octubre del
mismo año, el plan fué aprobado por el gobierno.
La obra principal a que se dedicó Echeverría fué el es­
tímulo de la literatura. Hemos hablado ya del Manifiesto
publicado en “El Iniciador” que fué llamado más tarde “Dog­
ma de Mayo.” En 1846 “El Nacional” publicó un intere­
sante artículo suyo, titulado “Ojeada retrospectiva sobre el
movimiento intelectual en el Plata desde el año 37”, cuyo con­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 227

tenido examinaremos. Refiere los motivos que lo impulsaron


en mayo de 1837, a fundar una Asociación de jóvenes para
trabajar por el bienestar de la patria. “La sociedad argen­
tina entonces estaba dividida'en dos facciones irreconciliables-
por sus odios, como por sus tendencias, que se habían por
largo tiempo despedazado en los campos de batalla: la fac­
ción federal vencedora, que se apoyaba en las masas popula­
res y era la expresión genuina de sus intentos semi-bárbaros,
y la facción unitaria, minoría vencida, con buenas tendencias,,
pero sin bases locales de criterio socialista, y algo antipática
por sus arranques soberbios do exclusivismo y supremacía ’ \
No pueden definirse mejor estas tendencias. Luego explica la
situación de incertidumbre en que debía sentirse lógicamente
la nueva generación, juzgada con desprecio por los unitarios
de Montevideo, (pie la consideraban frívola, y por los federa­
les de Buenos Aires, porque la veían vestir frac y ojear libros.
Las dos facciones rechazaban a la generación nueva; ella tam­
poco podía pertenecerles.
Los federales, satisfechos con el poder, habían llegado
al colmo de sus ambiciones. Los unitarios en el destierro, fra­
guando intrigas obscuras, se alimentaban con las esperanzas
de una restauración imposible. Para guiar a la juventud, era
menester unirla, dice Echeverría.
El 23 de junio de 1837 se reunió un núcleo de jó­
venes convocados por Echeverría, Juan Bautista Alberdi y
Juan María Gutiérrez. Las reuniones siguieron y al fin que­
dó decidido la fundación de una Asociación, que fué instalada
el 9 de julio.
Hubo discrepancias sobre ciertos puntos. Algunos opina­
ban que no se debía hablar de religión. Pero eso era impo­
sible. La fuerza de la religión es un hecho incontestable y era
necesario, por medio de las creencias, atraer ánimos a la con­
ciencia y a la libertad. Era necesario regenerar las masas y
para eso era menester recurrir al cristianismo; pero un cris­
tianismo rehabilitado, con una sociedad religiosa indepen­
diente, con una iglesia separada del estado, con un clero apar­
tado de toda cuestión política.
También se discutió el sufragio. Alguien proponía el su­
fragio universal, invocando el ejemplo de Estados Unidos.
228 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Pero esto era imposible “Lo diremos francamente. El vicio


radical del sistema unitario, el que minó por el cimiento su
edificio social, fué esa ley de elecciones; el sufragio univer­
sal.” Lo que ocurrió fué una. farsa. Una tercera parte debe
presumirse que sabía lo que hacía; pero una tercera no lo sa­
bía; y la otra tercera ni votaba. En esto era necesario ir
por partes. No habiendo fórmulas concretas, se llegó a ésta,
que resume la posición lícita; “Todo para el pueblo y por la
razón del pueblo”.
Al fin fué sancionado el dogma, que en síntesis consagra­
ba la aspiración hacia una democracia perfectible, evolucio­
nada, evitando el error de unitarios y federales: “los unita­
rios sacándola de quicio y malgastando su energía en el vacío;
los federales, sofocándola bajo el peso de un despotismo bru­
tal; y unos y otros apelando a la guerra”.
El programa no pudo publicarse en Buenos Aires; lo re­
cogió “El Iniciador” de Montevideo.
Entre tanto, también la literatura había tratado de evo­
lucionar por senda no trillada; en “La Moda” de Buenos
Aires y luego mi “El Iniciador”. Indudablemente, la in­
novación política y literaria estaban a un tiempo en la ca­
beza de la juventud argentina. Ninguna de ambas encontró
buena acogida. La juventud en Buenos Aires, rechazada por
el despotismo bárbaro, encontraba en Montevideo, (asilo de
los proscriptos por Rosas) la reacción inofensiva es cierto,
pero no menos intransigente del exclusivismo sectario. A las
discrepancias generales se añadieron otras más concretas;
cuando vino el bloqueo de Buenos Aires por Francia, los
unitarios de Montevideo dieron la razón a Rosas, consideran­
do el bloqueo como un agravio a hi soberanía nacional. Juan
■Cruz Varela llegó a decir:

Ah! Si tu tirano supiere siquiera


Reprimir el vuelo de audacia extranjera
Y vengar insultos que no vengará!

Pero los jóvenes redactores de “El Nacional ' opinaron


de otra manera. Sus ideas influyeron en los demás emigra­
dos argentinos; y el 3 de julio de 1839 Lavalle se embarcó pa­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 229

ra Martín García en buques franceses. Hace después Echeve­


rría una mención de los nombres más representativos de la li­
teratura argentina.
En un post-seriptum, Echeverría combate la aspiración
de Alcalá Galiano que pretendía que la literatura americana,
se ciñera nuevamente al modelo español. Las únicas notabili­
dades verdaderamente progresistas que hay en España, dice
Echeverría, son Larra y Espronceda. “Si el señor Galiano es­
tuviera bien informado sobre las cosas americanas, no igno­
raría que el movimiento de emancipación del clasicismo y la
propaganda de las doctrinas sociales del progreso se empezó
en América antes que en España; y que en el Plata, por ejem­
plo, ese movimiento ha. estado casi paralizado desde el año
37 por circunstancias especiales y por úna guerra desastrosa
en que están precisamente empeñadas las tradiciones colonia­
les y las ideas progresivas ’
Oitras figuras debemos mencionar: entre la primera gene­
ración unitaria, a Florencio Vare)a, periodista literato, envia­
do especial del gobierno oriental para decidir la intervención
europea; fué fundador y redactor durante varios años, del
“Comercio del Plata’’. Sobre todo, fué un publicista. Fue
también poeta, aunque de floja inspiración.
Y en la segunda generación a Juan María Gutiérrez-
fundador de la Asociación de Mayo. Proscripto en Montevi­
deo, viajó luego a Europa, residió en Chile, visitó el Perú v
volvió a su patria después de doce años de ausencia. Según
Menéndez Pelayo tenía “una gran aptitud para comprender
y sentir la belleza; y un estilo vigoroso y ameno”.
Como crítico, sólo le aventajaba Andrés Bello. Menéndez
Pelayo le reprochaba a Gutiérrez varios defectos y entre"
ellos, su furor anti-español. El reproche es perfectamente
justo. Véase sino el discurso pronunciado en la inauguración
del Salón Literario, del 23 de junio de 1837, titulado: “Fiso­
nomía del saber, español; cual debe ser entre nosotros”.
Habla de los grandes valores del mundo, y no encuentra
un solo nombre español. Niega incluso los valores literarios;
y considera pura imaginación los entusiasmos hispánicos de
Schlegel.
“El genio y la imaginación española pueden compararse
a un extendido lago, monótono y sin profundizar”... Y aña­
230 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

de esta frase verdaderamente de hereje”. “Nula, pues, la


ciencia la literatura española, debemos nosotros divorciarnos
completamente con ellas, y emanciparnos a este respecto de
las tradiciones peninsulares, como supimos hacerlo en políti­
ca, cuando nos proclamamos libres. Quedamos aún ligados por
el vínculo fuerte y estrecho del idioma: pero éste debe aflo­
jarse de día en día ,a medida que vayamos entrando en el
movimiento intelectual de los pueblos adelantados de la Eu­
ropa. Para esto es necesario que nos familiaricemos con los
idiomas extranjeros, y hagamos constante estudio de aclima­
tar al nuestro cuanto en aquello se produzca de bueno, inte­
resante y bello’’. (7)
En su volumen do poesías, Gutiérrez distribuyó sus obras
en “Composiciones cívicas”. “Composiciones nacionales” y
“Composiciones Varias5’; las primeras inspiradas en temas
de historia argentina, la segunda en temas americanos; la
tercera, (fn episodios de la vida íntima del autor.
Dice Rodó en su magistral estudio “Juan María Gutié­
rrez y su época’.’ que en este período de grandes ideales, el
magisterio intelectual fué compartido por dos personalidades
dirigentes, orientadas hacia ideales distintos; Florencio A ti­
rela, heredero del blasón intelectual de la gran época unita­
ria, severa autoridad del clasicismo; y Esteban Echeverría,
predicador de la libertad romántica, que junto con la renova ­
ción de las ideas do nacionalidad y gobierno, predicaba una
nueva y emancipada poesía. Añade Rodó que Juan María Gu­
tiérrez representa el término do transición. La cultura clasi­
ca y las afinidades de su espíritu lo vincularon a la antigua,
literatura: por otra parte, fué especial colaborador en los pro­
pósitos de libertad y de verdad que despertaba el impulso re­
volucionario.
Tenía la serenidad superior que parece el secreto de las
civilizaciones modernas. Era una naturaleza de crítico, en
cuanto esa palabra expresa una idea de simpatía y no de re­
sistencia. Por eso.—dice— hay en la mayor parte de sus jui­
cios una seguridad que ha respetado el tiempo, y por eso tam­
bién su inteligencia nos sigue suministrando el cuadro litera­
rio de su época porque él mismo lo consideró con esa visión
amplia y serena que anticipara la mirada de la posteridad, so­
bre las pasiones de los contemporáneos* (8)
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 23 L

II
La Pintura

Este período no acusa aún al artista nacional, pero hay


extranjeros que se destacan.
Así Art-hur Onslow que permaneció entre nosotros du­
rante el período 1830-1831 dejándonos el magnífico retrato
de Santiago Vázquez, Juan S. O’Doghertv que realizaba her­
mosas miniaturas y se dedicaba a la pirotecnia, entonces muy
gustada en las fiestas; Gaetano Gallino, italiano liberal, emi­
grado por sus ideas al Río de la Plata. Se radicó en Monte­
video en 1836 y permaneció hasta 1846, aproximadamente.
Fué el retratista por excelencia de toda la sociedad burguesa
de Montevideo. En su obra no reflejó el medio ni sus tipos ca­
racterísticos. Han llegado hasta nosotros por lo menos cien
retratos suyos de notable ejecución. Los mejores son: el de
Francisco Llambí, el de Manuel Herrera y Obes; y el de Juan
M. Pérez, su esposa Paula Fuentes y sus hijos. Amadeo Gras,
que durante sus permanencias en el país, 1833-34 y 1846 eje­
cutó numerosos retratos; también ensayó en el Cerrito el da­
guerrotipo.
Pero indudablemente, la figura de mayor significación en
este momento es la de D. Juan Manuel Besnes e Irigoyen, espa­
ñol, nacido en San Sebastián el 12 de julio de 1788 y fallecido
en Montevideo el 1 de agosto de 1865. Llegado a Montevideo
el 21 de mayo de 180$), entró como escribiente del gobernador
¿Elfo. Después fué maestro de escuela y enseñó en la escuela
lancasteriana de Larrañaga. Ocupó altos cargos en la ense­
ñanza; fué Director de escuelas primarias; Director de la Es­
cuela. Normal; Miembro del Consejo Universitario; Miem­
bro del Instituto de Instrucción Pública, etc. También formó
parte de la Asamblea de Notables en 1850. (9)
Era un paciente calígrafo. Sus obras de ornamentación
—como la musa festiva de Acuña de Figueroa eran el com­
plemento obligado de toda fiesta colonial— y aún de los años
primeros de la patria. En ese género sus mejores obras fue­
ron los cuadros de grandes dimensiones en que el autor des­
arrolló 259 modelos de letras distintas, matizadas con esce-
232 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ñas curiosas e ilustradas con un magnífico auto-retrato «i


pluma.
Pintó además numerosas acuarelas, entre las que se des­
tacan las escenas del Viaje al Durazno realizado en 1839 y
las Escenas del Sitio de Montevideo.
Entre sus obras de mayor significación deben mencionar­
se; el retrato al óleo de I). Juan P. González Vallejo; el pasaje
del fbicuy por los soldados de Rivera en 1828, de un primitivis­
mo encantador y la escena del regreso del Gral. Rivera a
Montevideo en 1846.
Complementan la labor artística de este período las mo­
destas producciones litográficas que adquirieron cierto des­
arrollo durante la Guerra Grande con los trabajos de Anto­
nio Sometiera y Ramón Irigoyen.

III

Las Ciencias

Nuestro medio intelectual y científico era pobre. Dentro


de él no podía formarse —indudablemente— una alta capa­
cidad. Larrañaga había sido un milagro, una excepción en el
ambiente colonial. Ciego desde 1825 había fallecido en sn
quinta rodeado de la veneración de todos los orientales el
16 de febrero de 1848.
La influencia de su labor científica fué muy limitada sí
se tiene en cuenta que su obra inédita hasta 1922, era tan
sólo conocida fragmentariamente por sus más allegados. Los
contemporáneos de Larrañaga no pudieron apreciar la sig­
nificación de los estudios realizados por el sabio oriental pu­
blicados cuando casi revestían .tan sólo un interés histórico.
Decimos que el medio no permitía la formación de valo­
res. Los que podían surgir debían ser formados en el extran­
jero. Entre ellos, y en el período que nos ocupa, descuella
una verdadera capacidad científica: la de Teodoro Miguel Vi-
lardebó, a través de cuya vida podemos estudiar la cultura
científica y el ambiente de la época.
Nació en Montevideo el 9 de noviembre de 1803; de pa­
dre catalán y madre montevideana, (a la que perdió siendo
muy niño, de 10 años).
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 233

En 1835 su padre se ausentó para-Río de Janeiro. Desde


allí lo envió a continuar sus estudios a España, bajo la cus­
todia de su pariente y amigo, Luis Boadas. Llegó a Barcelo­
na el 8 de junio y cursó estudios secundarios en la Escuela
del Obispo, una de las más acreditadas de la Provincia. Lue­
go siguió la carrera de ingeniero en la Academia de la Lon­
ja; sentía gran pasión por las matemáticas’; pero cambió
de parecer y se inscribió en la Escuela dé Cirugía. Tenía
gran contracción por el estudio, a pesar de la caótica situa­
ción por la que atravesaba España eon motivo de la lucha
entre apostólicos y constitucionales. (1822-23).
En aquellas terribles conmociones hizo práctica de estu­
diante. Su padre le permitió que pasara a continuar sus es­
tudios en París; allí fué, llevando una existencia recogida,
con preferente atención a los estudios de cirugía. Para la te­
sis de doctorado eligió un tema de cirugía: ‘‘Medios que opo­
ne la cirugía a las hemorragias arteriales traumáticas pri­
mitivas.” Su trabajo fué premiado con esta nota: tres satis-
fa-it. El padre quiso hacerlo regresar, pero él deseaba conti­
nuar perfeccionando sus estudios. En vista de la reglamenta­
ción adoptada durante el gobierno de Lavalleja (julio 30-
1830) que exigía títulos de ambas facultades para, ejercer, vol­
vió a doctorarse en cirugía en Barcelona. Presentó su tesis
sobre “Operación de aneurisma según método de Brasord”.
(25 de julio de 1831). Parece que esta tesis tuvo gran reper­
cusión en el medio científico. Su autor es citado, cada vez que
se diabla del tema.
Después, con una comisión *de médicos españoles, fué a
Viena a estudiar la epidemia de cólera.
Llegó a Montevideo el 3 de agosto de .1833, luego de
19 años de ausencia. Fué recibido con gran agasajo; su nom­
bre ya tenía notoriedad, porque Juan F. Giró había hecho
circular su tesis. Sin embargo, su llegada -había provocado
celos. Obtenida su reválida, publicó en “El Universal” la re­
lación del Congreso de Viena al que había, asistido; antes de
la reválida, fué designado miembro de la Junta de Higiene.
La situación era mala (guerra civil contra el gobierno de Ri­
vera) y la situación profesional también, por la supresión del
Tribunal del Protomedicato, filtro natural en los tiempos de
234 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

la colonia, con lo que se había abandonado el contralor de los


médicos que llegaban al país. Los nativos, capitaneados por
el Dr. Fermín Ferreira y los extranjeros, capitaneados por el
Dr. José Pedro de Oliveira, cirujano portugués que había
llegado con Lecor en 1817, luchaban en el ambiente médico.
Vilardebó fué designado para integrar el Consejo de Higiene,
cuya función principal era vigilar los títulos profesionales.
Al fin este Consejo fué disuelto, aunque Vilardebó fué de­
signado con Fermín Ferreira para confeccionar las Tablas
Meteorológicas del país.
Vilardebó volvió a publicar la tesis que había hecho en
París, añadiendo otros casos. Con motivo de la epidemia de
escarlatina de 1836, se creó una Junta de Higiene que se in­
tegró con Vilardebó. Las disposiciones tomadas por la Junta
para combatir la epidemia fueron discutidas por Oliveira. Pe­
ro Vilardebó refutó pública y victoriosamente su réplica, has­
ta tal punto que la fama de Oliveira quedó enterrada y con­
sagrado el triunfo de los nuevos médicos criollos.
Otros asuntos preocuparon a Vilardebó; en una de las
sesiones el jefe de Policía Juan Benito Blanco llama la aten­
ción sobre la difusión de las enfermedades venéreas. Vilardebó
propuso una serie de medidas que parecían por entonces ex­
cesivas y nadie quiso compartir la responsabilidad de llevar­
las a la práctica.
Más tarde hizo el proyecto de reglamentación de sani­
dad para las embarcaciones que llegaban del extranjero; la
Junta le prestó aprobación y la elevó al Poder Ejecutivo. En­
tretanto D. Carlos Anaya lo designó para integrar la Comi­
sión del Cementerio, encargada de la administración de éste
y de mejorar sus condiciones (agosto 28 de 1837) y unos días
después, miembro de la Comisión do Biblioteca y Museo Pú­
blico, facultándolo para la erección de un Museo de Historia
Natural. El 4 de abril de 1838 Vilardebó elevó a la Comisión
administradora del Cementerio un notable informe con suge­
rencias que lo revelan como nuestro primer higienista. Con
motivo de la aparición de unos restos fósiles, hizo un viaje al
Arroyo Pedernal, a Canelones, con Arsenio Isabelie canciller
del Consulado de Francia. Trajeron para Montevideo fósiles
que fueron a enriquecer el nuevo Museo.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 235

Es indudable que Larrañaga ejerció una influencia bené­


fica sobre él; también fué útil el contacto con Arsenio Isabe-
lle, aunque en menor grado.
El 19 de junio de 1839 se puso el cúmplase al "Reglamen­
to presentado por la Junta de Sanidad.
Entonces empezó a funcionar la nueva Junta. Vilardebó
trabajó por la reglamentación de la nueva profesión, que hi­
zo en forma severa; pero la lucha contra comadronas, enfer­
meros y aficionados que ejercían ilegalmente la medicina era
ímproba y llevó varios años.
No obstante osas múltiples actividades, no descuidó sus
estudios de ciencias naturales. En Paysandú descubrió unos
huesos de cetáceos fósiles que envió a Alcides D'Orbigny. Tam­
bién se interesó por la daguerrotipia, que se ensayó on Monte­
video-en aquellos días. Sin embargo, en los primeros meses de
1841, Vilardebó renunció a Ja Junta y so dedicó con afán a
otras tareas. (10)
En aquella época la cultura montevideana había mejorado.
Entre 1837 y 1842 llegaron al Uruguay 12.590 españoles y
11 .995 italianos.
Había entre ellos, valores serios. Víctor Martín de Mou-
ssv, geográfo que se detuvo diez años en Montevideo, donde
realizó interesantes observaciones meteorológicas; Pedro Va-
vasseur, distinguido cirujano, que llegó para fundar una ca­
baña de carneros merinos; Adolfo Brunel, cirujano de la ma­
rina de guerra, biógrafo de Bompland; Arsenio Isabelle, na­
turalista; J. P. Carrete, médico; Bompland mismo hizo visi­
tas frecuentes. Entre los italianos el Dr. Luis Nascimbene,
doctor en filosofía y matemáiticas, autor de una obra inédita
hasta el presente sobre la Historia de la América Meridional;
Bartolomé Odieini, literato, poeta, buen médico; Domingo Pa-
rodi, químico farmacéutico.
También entre la inmigración argentina, figuraban hom­
bres de ciencia. Entre los médicos, Ireneo Pórtela, Juan José
Montes de Oca, Juan Antonio Fernández, Cosme Argerieh
profesores de la escuela de Medicina porteña; Hilario Almey-
da, Patricio Ramos, Victoriano Sánchez, Manuel Salvadores,
Juan Gualberto Tigimbrú (brasileño republicano éste último,
que había acompañado al ejército oriental en su lucha contra
236 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

el Imperio en 1826) y Daniel Torres, médico, habían prestado


servicios en las guerras de nuestra independencia. La ciu­
dad los acogía fraternalmente; no les exigía reconocimiento
de grados, ni examen de reválida ni carta de ciudadanía. Al­
gunos ejercieron, cargos de responsabilidad.
Vilardebó, desengañado de los cargos oficiales y de la
rivalidad de sus colegas, se dedicó con entusiasmo al estudio
de Ja historia y de las ciencias naturales. Una de sus primeras
iniciativas fué la confección de la Carta Geográfica de la R<>-
pública; también colaboró en 1843 en la fundación del Instituto
Histórico cuya secretaría desempeñó y se preocupó por los
estudios indígenas,
Posiblemente, a esta misma época pertenece su colección
botánica, que ofreció en venta al gobierno. Después del sitio
de 1843, Vilardebó colaboró en la defensa de Ja ciudad; prestó
sus servicios en el Hospital de Caridad y fué Miembro de la
Comisión de Subsistencia; también debía asistir en el Hos­
pital Militar. Prestó una gran colaboración a la “Sociedad
Filantrópica de Damas Orientales.”
Su padre, para librarse de las exacciones abandonó Mon­
tevideo clandestinamente; él también solicitó un pasaporte pit­
ra alejarse de la ciudad sitiada.
Le fué dado, pero en condiciones severas. Se trasladó a
Río de Janeiro. Allí siguió en su# aficiones históricas: fué
admitido al Instituto Histórico y Geográfico en abril de 1845.
Hizo estudios sobre fósiles; y para la tesis de reválida, pre­
sentó un estudio sobre el escorbuito en Montevideo, de 1842, el
más completo de sus trabajos; culmina en él su obra de hi­
gienista. Después se fué a París, donde llevó una extraordi­
naria vida de estudios. Asiste a clases de operaciones, de
farmacología, de botánica, de urología, de enfermedades cu­
táneas, de química orgánica, va a clases de astronomía de Ara-
go o de Verrier; concurre al Museo Dupuytren o a la Biblio­
teca Real; realiza operaciones en la Morgue. Y a pesar de
eso, no descuida la historia. Entre 1847 y 1853 siguió cursos
de Elie de Beaumont sobre geología, de D’Orbigny sobre te­
rrenos y rocas, los de Botánica, de Brogniard, los de Jussien,
sobre organigrafía y fisiología vegetales; los de Mildne Ed-
wards sobre el desarrollo de animales y entomología; los de
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 237

invertebrados, aves y mamíferos de L. de Saint-Hilaire; los


de paleontología de Bayle, los de Duverny de esqueletología;
los de Flonreus, sobre paleontología. En medicina el curso
<le Partos de Fagot, el de Lamaire sobre enfermedades del pe-
■eho, el de Mayer sobre fracturas, los de Andral sobre pato­
logía interna, etc.
Al fin llegó a Montevideo el 18 de setiembre de 1853.
Aquí se vinculó nuevamente, aunque no en forma muy acti­
va, a la Sociedad de Medicina. Pero apareció el cólera, a fi­
nes de 1855. empezó en el Yaguarón de un modo intenso;
de allí pasó a Artigas. Vilardebó cooperó activamente en la
defensa de la ciudad y no pudo evitarse el contagio en Mon­
tevideo.
Después volvió otro azote, la fiebre amarilla (verano de
1856). Entre febrero y junio hizo 1.000 víctimas (sobre 25.000
habitantes).
Vilardebó atendió a todos sus pacientes hasta el 24 de
marzo; después se enfermó y en la madrugada del 29 murió.
Juan María Gutiérrez hizo su semblanza necrológica en Bue­
nos Aires.

IV
La Imprenta

La primera imprenta que funcionó en el actual territorio


de la República fué introducida en Montevideo en 1807, a
raíz de la ocupación de la plaza por las fuerzas inglesas, im­
prenta en la cual se estampó un periódico semanal, 1 ‘La Es­
trella del Sur”. Su historia fué muy breve y poco influyó en
el desenvolvimiento de la cultura de la época. “No tuvo
arraigo en la colonia” —dice con acierto el historiador Dardo
Estrada. —“Llegó por causas accidentales y necesidades aje­
nas de índole transitoria que desaparecieron con ella”.
Los acontecimientos ocurridos en el Río de la Plata en
1810, determinaron a la Princesa Carlota Joaquina de Bor-
bón, hermana de Fernando VII Rey de España entonces cau­
tivo y esposa de Juan, Regente de Portugal, a enviar desde
Río de Janeiro una imprenta a la ciudad de Montevideo. Un
móvil político inspiró esa actitud: el propósito de que el go­
238 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

bierno realista de Montevideo contase con un elemento de


propaganda capaz de anular la prédica revolucionaria del mo­
vimiento de Mayo. La referida imprenta llegó a Montevideo
en setiembre de 1810 y de inmediato dispuso el Cabildo de la
ciudad que “se pusiese la prensa en ejercicio para publicar
las noticias importantes en un periódico semanal” que fué
“La Gaceta de Montevideo’', cuya publicación cesó en 1814.
A esta imprenta, denominada oficialmente “Imprenta de la
Ciudad de Montevideo, se Je llamó en la época “la imprenta
de la Carlota’’, (blando las fuerzas argentinas evacuaron la
ciudad en 1815, llevaron consigo la imprenta a Buenos
Aires. Los insistentes pedidos de Artigas determinaron su
devolución y por ella se publicó, en octubre de 1815, el pros
pecto del “Periódico Oriental ’, frustrado intento «le activi­
dad periodística de la época. Años más tarde, durante la do­
minación luso-brasileña, Ja imprenta se denominó “Tipografía
del Estado’’; fué utilizada ya oficialmente por las autorida­
des de Montevideo o arrendada a particulares, quienes hacían
sus propuestas en remates públicos. En esta época poco que­
daba de la imprenta primitiva llegada a Montevideo en 1810,
que era , una prensa de 30 por 40, cuyo tipo usado se había
ido perdiendo paulatinamente.
En 1817, cuando el establecimiento gráfico del Cabildo
se hallaba en decadencia, el General chileno don José Mi­
guel Carrera, trajo a Montevideo una imprenta que funcionó
en esta ciudad hasta el año 1819 bajo el título de “Imprenta
Federal’’ de AVilliam P. Griswold y John Sharpe, que no
eran sino nombres supuestos, por la cual se editaron hojas
de propaganda dirigidas por aquel General contra el gobierno
de Pueyrredón y contra el General San Martín. Parte del
material de la llamada “Imprenta de Carrera” fué adquirido
por don Francisco de Paula Pérez, quien se instaló con la
llamada “Imprenta de Pérez”, cuyo propietario gestionó
poco después (1823) la dirección de la Imprenta del Cabildo,
con frecuencia inactiva a falta de quien supiera manejarla.
Por esta misma época los hermanos Rosento y Valentín
Ayllon, naturales del Alto Perú, trabajaron en Montevideo
con un establecimiento denominado “Imprenta de los Ayllo-
nes”, por el cual se publicaron hojas sueltas y algunos pe­
riódicos revolucionarios aparecidos en 1823. Las impresiones
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 239

realizadas por los Avilónos se distinguen por su pulcritud;


disponían de buenos tipos en cuya fundición se mostraron
hábiles artesanos. En 1822 había sido traída de Buenos Ai­
res otra pequeña imprenta cuyos trabajos se hallan caracte­
rizados con la indicación de “Imprenta de Torres ’.
.Hacia 1824 se estableció en Montevideo, con imprenta pro­
cedente también de Buenos Aires, don José María Arzac. En
esta época eran tres la imprentas que funcionaban en Mon­
tevideo : la del Estado a cargo del maestro compositor don
Pedro Ascencio de Souza, la que, en mérito a las pérdidas
que originaba, fué puesta en arriendo en 1824 y adquirida
finalmente por la Hermandad de Caridad; la de Arzac y la
Imprenta de la Caridad, fundada en Montevideo en 1822 por
la referida Hermandad, imprenta ésta que adquiere gran im­
portancia después de 1824, en que incorporó a su material los
útiles de la Imprenta del Estado. La Imprenta del Estado,
traída por los portugueses y comprada en Inglaterra, se ha­
bía formado también con elementos de la imprenta de la Car­
lota que fué propiedad del Cabildo, los que le habían sido
agregados. La Imprenta de la Caridad reunió, pues, mate­
riales procedentes de las distintas imprentas que antes ha­
bían funcionado en Montevideo. Esto explica su variedad y
riqueza de tipos así como de viñetas y adornos, según puede
apreciarse en el folleto publicado en 1838, bajo el título de
“Muestras de caracteres de letras, jeroglíficos y guarnicio­
nes que existen en la Imprenta de la Caridad”, que fué por
espacio de más de veinte años el establecimiento gráfico más
importante que existió en el país, del cual salieron impresos
hasta el año 1855.
Hasta 182*6 no había funcionado imprenta alguna en el
interior de la Provincia Oriental. En aquel año el gobierno
de Buenos Aires puso a disposición de D. Pedro Trápani una
imprenta y un oficial director de ella para que fuese utili­
zada por el Ejército Republicano. Fué ésta la primera im­
prenta volante utilizada en las campañas de la independencia
para la publicación de proclamas, bandos, boletines y demás
documentos dados en hojas sueltas. La “Imprenta del Ejér­
cito Republicano” siguió las marchas del mismo; se halló su-
sucesivamente a cargo de D. José de la Puente y del famoso
Padre José Antonio Caldas. Cuando el ejército acampó en
240 HISTORIA DE I.A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Cerro Largo en 1827, la imprenta fué instalada allí bajo la


dirección de I). Lázaro Aliñada. Con la paz de octubre do
1828, terminó la misión de la Imprenta del Ejército; consti­
tuido el país fué trasladada a Montevideo, donde funcionó
bajo (‘1 nombre de “Imprenta de la Libertad”.
En esta misma época se instaló en la Provincia Oriental
bajo la dependencia de su gobierno, por lo tanto con carác­
ter oficia!, una imprenta adquirida en Buenos Aires e insta­
lada en Canelones en setiembre de 1826. El inventario de
dicho establecimiento deja la impresión de que se trataba de
una imprenta bien provista, lo cual por otra parte se refleja
en las hojas sueltas salidas de sus prensas entre los años
1826 y 1829; el “Registro Oficial” y los periódicos que se
editaron entonces, como “El Eco Oriental”, “La Gaceta do
la Provincia Oriental”, la “Miscelánea Oriental” y “El
Guarda de sus Derechos”.
La “Imprenta de la Provincia” a que nos referimos es­
tuvo instalada en Canelones, Durazno, San José y Canelones
nuevamente, donde en 1829 se le convirtió en “Imprenta del
Estado”. Pasó en agosto do 1829 a ser propiedad particular
con el nombre de “Imprenta Republicana”. Poco después se
le incorporó un nuevo aporte de tipos con los cuales se com­
pletó la “Imprenta del Universal”, donde so imprimió hasta
1838, el conocido periódico del mismo nombre.
Hacia 1836 corresponde mencionar a la “Imprenta Orien­
tal” que se hallaba a cargo de D. Luciano Lira, por la que
se publicó el tomo tercero de “El Parnaso Oriental” y la
“Imprenta de los Amigos”.
En 1840 y 1841 D. Pedro P. Olave, bibliófilo y hombre de
prensa, trabajaba en la “Imprenta Constitucional”, de cuyas
producciones debe destacarse el volumen intitulado “Certa­
men Poético” publicado en 1841. Después de 1839 adquiere
una importancia que conserva por espacio de muchos años,
la imprenta de “El Nacional” por la que se publicaron, ade­
más del periódico del mismo nombre, numerosos folletos y do­
cumentos oficiales durante el período de la Guerra Grande. En
el ambiente de la plaza sitiada compartió esta importancia
con la “Imprenta del Comercio del Plata”, cuyas actividades
FUS!ORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 241

:se iniciaron en 1845, en momentos en que declinaba la “Im­


prenta de la Caridad”. Dentro de la plaza de Montevideo
funcionan por entonces, entre 1845 y 1851, la “Imprenta del
18 de .Julio”, la “Imprenta Hispano Americana”, la “Impren­
ta Oriental", la “Imprenta Francaise” y la “Imprenta Uru-
guayana”. Los trabajos de mejor calidad de esta época son
ssin duda los realizados por las prensas de la “Imprenta del
Comercio del Plata”, muchos de los cuales merecieron la
«especial atención y cuidado del mismo Florencio Varela y
Nepomuceno Madero, sus propietarios.
Arsene Isabelie recuerda la impresión que causó en Fu-
ropa el cuaderno “Notas comerciales sobre Montevideo’’ del
«que era autor. Alude a sus corresponsales en Francia y dice:
“algunos confesaron que no creían que en Montevideo se pu­
diese hacer un trabajo tipográfico tan perfecto”.
En el campo sitiador desde 1845, estuvieron en actividad
las prensas de la “Imprenta del Ejército” y la “Imprenta
♦Oriental”. Por la primera se publicó, además de “El Defen­
sor de la Independencia Americana”, la obra de Pérez Cas­
tellano con sus observaciones sobre agricultura, el diario
llevado por Javier de Mana del viaje de las corbetas “Des-
•cu-bierta” y “Atrevida” y numerosas hojas sueltas con docu­
mentos oficiales.
Después de 1851 se inicia un movimiento en el sentido
de difundir la imprenta en el interior de la República. En
1855 se publicó en la villa de Artigas (hoy Río Branco), de­
partamento de Cerro Largo, un periódico denominado “El
Fanal” por una imprenta allí instalada. Poco después Der-
midio De María publicaba en Mercedes “El Río Negro”; en
1859 se editaba en Salto “El Salterio” y en 1863 se iniciaba
la actividad de Ja imprenta en Paysandú con la publicación
de “El Progresista”, al tiempo que ambos instrumentos de
•difusión de la cultura 7—la imprenta y el periodismo— adqui­
rían en todo el país un general y amplio desarrollo, del que
.constituye acontecimiento fundamental en la historia de las
artes gráficas, la inauguración de la prensa mecánica a vapor
de “El Siglo” que tuvo lugar el 3 de mayo de 1863.
Dicha prensa era capaz de tirar 2.400 ejemplares por
llora. Su inauguración señala el momento en que la imprenta

17
242 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

alcanzaba en el país un vasto desenvolvimiento después de


salvada la etapa inicial de los orígenes, que hemos sintet^
zado. (11)

V
Centros de cultura

La Universidad

Consideraremos ahora la formación de los más impor


tantea centros de cultura. Ante todo, veamos la fundación
de la Universidad que fué en realidad un proceso, y no crea­
ción de un solo acto. El 11 de junio de 1833 se dictó una ley
por la cual se erigían siete cátedras; Latinidad, Filosofía, Ju­
risprudencia, Medicina, Ciencias Sagradas, Matemáticas, Eco­
nomía Política. Se autorizaba al presidente para proveer esos
empleos con sujetos de idoneidad, y también para que pro­
cediera a erigir la Universidad cuando estuviesen en ejercicio
la mayoría de las cátedras referidas.
En realidad, de estas cátedras, la de latinidad había sido
ya sancionada por la Asamblea Constituyente y Legislativa,
durante el gobierno de Lavalleja, que promulgó aquella ley.
Posteriormente durante la Presidencia de Rivera, se creó la
de Filosofía.
Durante su primer año de presidencia. Oribe se preocu­
pó de la cultura. El 18 de diciembre de 1835 dictó un decreto
designando una Comisión que debía preparar un reglamento
para las tres cátedras de Matemáticas, Derecho Civil y Teo­
logía Moral y Dogmática, que pensaba erigir inmediatamente.
La Comisión estaba integrada por Joaquín Campana, Flo­
rentino Castellanos y Cristóbal Echeverriarza (posteriormen­
te el Dr. Pedro Sometiera fué designado en sustitución del
Dr. Campana). Presentó un Reglamento que el gobierno apro­
bó interinamente el 22 de febrero de 1836. La Asamblea re­
cién le dio su aprobación definitiva el 7 de junio de 1837; po­
ro ya el 6 de marzo de 1836 entraron las tres cátedras en ejer
cicio. (12)
Llenadas las exigencias de la ley de 11 de junio de
1833, pues se encontraban en ejercicio cinco cátedras que-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 243

ella establecía, y en uso de las facultades concedidas por la


misma ley, el 27 de mayo de 1838, el presidente Oribe dictó
un decreto de erección de la Universidad. En él se expresa:
Queda instituida y erigida la Casa de Estudios Generales es­
tablecida en esta Capital con el carácter de Universidad Ma­
yor de la República y con el goce de fuero y jurisdicción aca­
démica que por este título le compete. Se establece que la com­
posición y organización de la Universidad se reglamentarían,
en un proyecto de ley que debía someterse a las Cámaras.
Otro establecimiento de ilustración de este período fué el
Instituto de Instrucción Pública, creado por decreto de 13 de
setiembre de 1847. encargado de promover, difundir, unifor­
mar, sistematizar y metodizar l¿i educación pública, y con es­
pecialidad la enseñanza primaria.
En 1848 el Instituto presentó al gobierno un proyecto de
constitución provisoria, que fué aprobado por aquél en fecha
13 de marzo de 1848. El Instituto de Instrucción Pública, se­
gún esa constitución, tendría dos objetos; uno permanente y
otro transitorio. El permanente, la mejora y dirección de la en­
señanza primaria ; el transitorio, la inspección de las enseñan­
zas secundarias y científicas establecidas por la ley de 8 de
junio de 1833, hasta que se erigiese la Universidad mandada
crear por dicha ley.
Finalmente, el 15 de julio de 1849. el P. Ejecutivo dictó
un decreto por el cual se acordaba que: en virtud de lo dispues­
to en la ley de 8 de junio de 1833 y del decreto de 27 de ma­
yo de 1838, se disponía la instalación e inauguración solemne,
de la Universidad para el 18 de julio del mismo año. Según
el mismo decreto, la dirección y administración estarían a
cargo de un Rector, un Vice y un Consejo Universitario. El
Instituto de Instrucción Pública formaría parte del cuerpo
universitario; y sus miembros fundadores, junto con los cate­
dráticos de la Universidad, formarían el Consejo Universita
rio, presidido por el Rector.
Se nombraba primer Rector al presbítero Lorenzo A.
Fernández y como vice, al Dr. Enrique Muñoz. En cumpli­
miento del decreto, el 18 de julio de 1849 tuvo lugar la ins­
talación de la Universidad. “Señores: —dijo entonces Joa­
quín Suárez— la Universidad Mayor de la República queda
-244 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Instalada. Este acto decretado a más de 11 años tiene lugar


en los más críticos y solemnes momentos de la República.
La Providencia ha querido reservarme ese honor y esa sa­
tisfacción. Ella es una de las más gratas a mi corazón/’
“La posteridad sin duda colocará ese acto entre los más
preciosos monumentos del sitio de Montevideo.”
“Quiera el Todopoderoso colmar mis más fervientes vo­
tos haciendo que mis esfuerzos contribuyan a que la Repú­
blica asegure y consolide sus libertades y su existencia en
el saber y la virtud.”
El 23 de julio de 1849 se dictó un decreto creando la Cá­
tedra del Derecho de Gentes y la de Derecho Canónigo. Para
la primera fué designado el Dr. Florentino Castellanos; pa­
ra la segunda, el Dr. Alejo Villegas.
El Consejo Universitario presentó un proyecto de Re­
glamento que fué aprobado el 2 de octubre de 1849. Veamos
las líneas esenciales de este Plan de Estudios y Reglamento
para la Universidad de la República.
La Universidad de la República abrazaba toda la ense­
ñanza pública y se dividía en Enseñanza Primaria, Enseñan­
za Secundaria y Enseñanza Científica y Profesional.
1.9) La enseñanza primaria debía estar dirigida por el
Instituto de Instrucción Pública que tendría la dirección de
las escuelas primarias y de la Escuela Nacional, creada por
decreto de 16 do julio de 1849; se suprimían, además, todas
las atribuciones transitorias que tenía como cuerpo supleto­
rio do la Universidad.
2.9) La enseñanza Secundaria comprendía Idioma Latino,
Francés, Inglés, Estudios comerciales, Físico-Matemáticas,
Filosofía, Retórica, Historia Nacional y principios de la Cons­
titución de la República.
3.°) La enseñanza científica y profesional comprendía va­
rias ramas: Facultad de Ciencias Naturales —Facultad de
Medicina, Cirugía y Farmacia, Facultad de Teología, Facultad
de Jurisprudencia.
La ley establecía, además, el orden y graduación de los
estudios. La Universidad podía conferir grados de Bachiller
en ciencias y letras y licenciado y Doctor en las facultades de
Medicina, Cirugía, Derecho y Teología. (13)
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY, 245

Otro establecimiento cultural de este período es la Aca-


domia Teórico-Práctica de Jurisprudencia.
La ley de 11 de junio de 1838, disponía que el Poder Eje­
cutivo establecería la Academia Teórico-Práctica do Juris­
prudencia.
No pudo instalarse durante el Gobierno de Oribe, como
consecuencia de los sucesos políticos. Funcionó durante el se­
gundo gobierno de Rivera; se inauguró solemnemente el 25 de
mayo de 1839. Años más tarde, durante la Guerra Grande, se
erigió otra Academia de Jurisprudencia en el campo sitiador.
(14)
Fué instalada el 4 de marzo de 1850 siendo su director
Francisco Solano Antuña. Se conservaron su libro de actas y
su reglamento fechado en el pueblo Restauración. Decía el ar­
tículo 17 del reglamento:
“Mientras se organiza en el Estado la Universidad que
está decretada, se admitirán en la Academia todos los jóvenes
que concluyan aquí sus cursos de Derecho, con la sola cons­
tancia de haberlo verificado; y serán recibidos de abogados por
la Cámara, concluida su práctica, bajo las pruebas y exáme­
nes de ley, con cargo de recibir sus grados, al establecimien­
to de la Universidad”. Se ve, pues, que Oribe desconocía la.
Universidad de 1849.
Esta Academia de Jurisprudencia no fué una corpora­
ción docente sino una especie de Colegio de Abogados y de­
práctica forense; se estudiaba en ella teoría de derecho y se
hacía la práctica en expedientes figurados. Se estudiaba el
Código Alfonsinó, las leyes patrias, las Ordenanzas de Bilbao,
el Consulado de Mar. Se hacían disertaciones; y algunas ver­
saban también sobre Derecho Internacional Público y Priva­
do en que se invocaban la autoridad de Vattel, Pufendorf, Gro-
cio, Selden.
Veamos ahora más concretamente la instrucción prima­
ria. Lánguida en la época colonial y aún durante la Patria
Vieja, empezó a tomar impulso durante la dominación por­
tuguesa. Larrañaga promovió la fundación de la Sociedad
Lancasteriana, que quedó constituida el 3 de noviembre de
1821, bajo la presidencia del Barón de la Laguna y vice -
presidente Juan J. Duran. En consecuencia se fundó una
246 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

escuela lancasteriana, bajo la dirección de José Catalá y


Codina. Estaba constituida sobre la base de la enseñanza mu­
tua y prohibía los castigos corporales y afrentosos. Era gra­
tuita para niños pobres y en ella se enseñaba doctrina cató­
lica, por influencia de Larrañaga, que en esto no podía es­
tar de acuerdo con el cuáquero Lancaster.
Fueron discípulos de esta escuela entre otros, Isidoro de
María, Cándido Juanicó y Andrés Lamas.
Vino la revolución de los Patrias en 1825 y entre sus
planes de organización figuró el impulso de la instrucción pri­
maria.
El 9 de febrero de 1826 la Sala de Representantes pro­
mulgó una ley que disponía el establecimiento de escuelas de
primeras letras en todos los pueblos de la provincia, que se
sujetarían al sistema mutuo. La lev no tenía ningún plan pe­
dagógico; pero tendía a llenar la necesidad esencial de es­
cuelas.
Simultáneamente, la cofradía de San José y Caridad dis­
puso que se fundasen en el edificio dél Hospital de Montevi­
deo, dos escuelas primarias para enseñanza de niños y niñas
expósitas y huérfanos. Su director fué Juan Manuel Besnes e
Irigoyen que las atendió solícitamente hasta que fué nombra­
do Director de la Escuela Normal del Estado.
En 1827 el gobierno de Joaquín Suárez dictó el decreto
creando escuelas de primeras letras en cada uno de los pue­
blos de campaña cabeza de departamento o que contaban con
un vecindario regular como San Carlos, Rocha. Soriano y San­
ta Lucía.
Establecía el método lancasteriano y la gratuidad, aun­
que no la obligatoriedad de la enseñanza. Se creaban también
rentas no sólo para las escuelas oficiales, sino también
para las escuelas privadas. Se creó una Escuela Normal, des­
tinada a formar maestros.
Su primer director fué José Francisco Vergara; reem­
plazado en 1829 por Manuel Besnes e Irigoyen, y en 1832 por
Juan Manuel de la Sota.
Funcionaban escuelas en ciertas ciudades del interior, así
como algunas escuelas rurales, aunque con carácter particu­
lar o influencia limitada. Entre 1830 y 1831 concurrían a las
escuelas públicas un total de 1.600 alumnos.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL. DEL URUGUAY 247

En la época de Rivera se dictaron algunas disposiciones


favorables a la enseñanza. El decreto del 2 de setiembre do
1831 dispuso la creación de escuelas en Salto, Víboras, Va­
cas, San Salvador y Piedras. También se dictaron disposicio­
nes para crear escuelas en suburbios de Montevideo; Cordón,
Aguada, Aldea y Derrito. Se fundaron bibliotecas circulan­
tes.
Durante el gobierno de Oribe se prosiguió esta política en
favor de la enseñanza. El 24 de marzo de 1835 se dictó un
decreto por el cual las Juntas E. Administrativas debían nom­
brar comisiones vecinales encargadas de velar por cada es­
cuela a las que debían proveer de Titiles y de todo lo necesario
para el funcionamiento de las mismas. El gobierno prestó
también su apoyo al proyecto formulado entonces por el Dr.
Joaquín Requena en virtud del cual debía crearse una Escuela
en todo lugar donde hubiese un núcleo de 25 o 50 niños.
El l.9 de agosto de 1836 se abrió el Colegio de los P. P. Es­
colapios, que no mereció todo el apoyo de la opinión. Sin em­
bargo, el 30 de marzo de 1837 se le autorizó para que am­
pliase su radio de acción fundando una clase de filosofía con
lógica y metafísica, aritmética, álgebra y geometría, ética y
sinopsis histórica de los conocimientos filosóficos, estudios
.que se considerarían como oficiales.
En la guerra civil de 1836 a 1838 sufrieron mucho las es­
cuelas del interior; no así, las de Montevideo. También au­
mentaron en número las escuelas privadas durante la admi­
nistración de Oribe. En su segunda presidencia, Rivera
designó a D. Alejandro Chucarro como director general de
escuelas. Se le encargó que compulsase el estado general de la
.enseñanza, sus deficiencias y las reformas que se imponían.
Chucarro llenó su cometido e hizo un plan que no pudo
cumplirse por el estado de guerra en que se encontraba el
-país.
Durante la guerra grande se crearon las escuelas de Ni­
ños emigrados y la Escuela del Ejército. En el campo si­
tiador actuó en el Magisterio José María Cordero y fundaron
escuelas Ramón Massini, director del 11 Colegio Uruguay”; Ca­
yetano Rivas, Lázaro Gadea, y Mariano Pereira, que dirigió
“Colegio Oriental”, Oribe creó una Comisión de Instrue-
248 HISTORIA DE JA RJ-PÚBT.ICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ción Pública, para inspeccionar escuelas públicas y privadas


que realizó una eficiente labor según se deduce de los cuadro?
que debían llevar los maestros con mención de los alumnos y
referencias personales de los mismos, demostrativos de que
se tenía un claro concepto de la función social que debía cum­
plir la escuela.
La integraban Juan F. Giró, Eduardo Acevedo y Jo<»?
Alaría Reyes.
En materia de instrucción primaría llenó un rol impor­
tante el Instituto de Instrucción Pública, cuya creación ya he­
mos referido.
Estaba integrado por Francisco A rancho, Andrés La­
mas, Florencio Castellanos, Luis J. de la Peña, Fermín Fe-
rreira; Enrique Muñoz, Cándido Juanicó, José María Muñozr
Esteban Echeverría y Manuel Besnes e Irigoyen. Seis meses
después de su creación se reglamentaron provisoriamente sus­
funciones. Al crearse la Universidad, el Instituto vino a ser
un simple agregado a esa corporación, ya que toda la ense­
ñanza quedaba bajo el patrocinio de la Universidad. A posar
de eso, el Instituto desempeñó un gran papel en lo que se re­
fiere a enseñanza primaria; sistematizó y metodizó la ense­
ñanza; indicó textos; exigió experiencia a los preceptores;
normalizó la vida escolar en sus relaciones con el estado. Se­
ñala —dice Araújo— una segunda faz en la evolución de la
escuela uruguaya.

La Biblioteca

El 26 de marzo de 1816 se realizó en el Fuerte la aper­


tura solemne de la Biblioteca Pública. Tenía más de 5.000
volúmenes, entre los que estaban los donados por Juan M.
Pérez Castellano, los de José Raymundo Guerra, y los de Ihi-
maso A. Larrañaga. Pérez Castellano había también legado-
su casa. El Gobierno había hecho reunir a la Biblioteca toda
la del Convento de San Francisco, que consistía en la Bilbiiu
de Duhamel, una copiosa colección de Santos Padres y al­
gunas otras obras. También se tuvieron en cuenta los libros
del Padre Ortiz.
Cuando entraron los portugueses en Montevideo, en 1817,
para alojar al general Sebastián Pinto de Araújo Correa, lo--
HISTORIA DI-, LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 249

libros fueron hacinados en una pieza baja del Fuerte, donde


sufrieron bastantes quebrantos. El Cabildo resolvió entonces
que los libros fueran custodiados en la casa del Dr. Pérez
Castellano, por su al bucea 1). José Raynnmdo Guerra. Ha­
biendo éste opuesto algunas dificultades, los libros fueron
depositados en casa de D. Pedro Berro y 1). Dámaso Larra-
naga; hasta que en 1819 Lecor mandó restablecer la Biblio­
teca. Pero Francisco de Paula Maggesi, Presidente de la Cis-
platina en 1826, destinó para las sesiones de la Junta de Ha­
cienda la Sala de la Biblioteca. Ramón Massini hizo varias
gestiones para conseguir el restablecimiento. El 8 de mayo de
1830 la Asamblea Constituyente ordenó el restablecimiento de
la Biblioteca Pública.
El 14 de noviembre de 1833 el gobierno nombró una co­
misión compuesta do José Raimundo Guerra, Ramón Massi-
ni, Juan F. Giró, Francisco Magariños y Javier García de
Zúñiga para procurar el establecimiento de la Biblioteca.
Posteriormente José Raimundo Guerra, (pie se negaba a con­
currir, fué sustituido por Antonino D. Costa.
Todavía se. prolongó unos años el proceso de restableci­
miento.
So designó otra comisión que dió principio a sus tareas
en 4 de^etiembre de 1837; estaba presidida por Teodoro Vi­
lardebó y era su secretario Ramón Massini que sentía ver­
dadera pasión por lodo cuanto se relacionara con la difu­
sión de la cultura. Por petición de esta Comisión, fué luego
incorporada a ella D. Dámaso Antonio Larrañaga; éste acep­
tó el cargo y donó al Museo sus colecciones minerales, zooló­
gicas y todos sus herbarios con sus respectivos catálogos.
También hizo donaciones al Museo el Dr. Vilardebó.
La Biblioteca Pública fué al fin restablecida, junto con
el Museo de Historia Natural, el 18 de julio de 1838. Su acervo
bibliográfico se integró con el aporte de libros donados por
particulares, cuyas listas se publicaron para constancia en los
diarios de la época.
Desde luego era muy modesta, carecía además de los re­
cursos necesarios para seguir progresando. El 3 de junio do
3841, su director Francisco Acuña de Figueroa, pidió al go­
bierno que se dictase un decreto por el cual los editores do
periódicos, folletos y demás obras que se publicaran en la ca­
250 HISTORIA DE I A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

pital, remitiesen un ejemplar gratis a la Biblioteca Nacional.


El 30 de enero de 1850, la Biblioteca tenía 5.483 volúmenes in­
cluidos los folletos,distribuidos así: Bellas Letras (1344); Le­
gislación y Política (679) ; Ciencias sagradas (582); Ciencias
naturales (653); Misceláneas (749); Historia y viajes (1037).
(15).

El teatro

Puede decirse que el teatro fué la más alta expresión de


cultura de la época colonial. Tarde aparecieron las otras; la
imprenta, el periodismo, la alta enseñanza.
En cambio, desde 1793 Montevideo contó con su Casa de
Comedias. Con relación al resto de América, ésto era, no obs­
tante, un considerable retraso. Desde hacía más de dos si­
glos Méjico tenía la suya; en 1600 había empezado a funcio­
nar el “Corral de Santo Domingo”, de Lima, en 1616, “El
Coliseo de Comedias”, de Potosí.
La Casa de Comedias de Montevideo, fué construida por
Manuel Cipriano de Meló y Mencía, animado por D. Antonio
Olaguer y Feliú y D. Antonio de Córdoba, Gobernador y Co­
mandante del Río de la Plata, quienes lo impusieron “a que
hiciese dicha casa de Comedia, en un Corral alquilado, para
divertir los ánimos de los habitantes de este Pueblo que po­
drían padecer alguna prueba en su fidelidad, con motivo de
la libertad, que había adoptado la República Francesa.” (16)
La actividad de la Casa de Comedias —en cuanto a ca­
lidad— fué bastante lucida. Se conserva en el Archivo Nacio­
nal el libro de la Casa de Comedias, en el que consta el nú­
mero de piezas representadas, entre las cuales figuraba el
repertorio clásico español y del movimiento neo-clásico. Más
farde subió a escena la obra de carácter local.
Hasta que en ella repercutió el movimiento romántico;
entonces se representaron las obras que respondían a las nue­
vas corrientes estéticas. La vida de la Casa de la Comedia
no sostuvo siempre la misma intensidad. Hemos visto que su
iniciación se llevó a cabo con cierto brío. La lucha por la in­
dependencia la sumió en una gran languidez.
En los días de la Cisplatina resurgió; hacía entonces fu­
ror La Petronila. Hacia 1830 volvió a tomar un nuevo impul­
so.
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 251

Desde 1822 actuaron en ella Santiago Massoni, celebre


violinista italiano; y Esteban Massini, compositor e instru­
mentista. El año 1830 fue de una gran actividad musical. Ese
nño se pusieron en escena 19 óperas y se oyeron 9 conciertos
vocales e instrumentales. La primera ópera representada fue
‘‘El engaño feliz”, de Rossini. Poco tiempo después el extra­
ordinario actor Juan Aurelio Casacu’berta recién llegado de
Río de Janeiro, llevó a escena, el “Otelo” de Shakespeare.
El éxito de esta representación incitó a los cantantes. Y
como había llegado entonces el gran cantante catalán Pablo
•Rosquellas, montaron el “Otelo” de Rossini. Así, pues, ha­
cia 1830 decayó un género que desde fines del siglo XVII1
hasta los primeros del siglo XIX había sido la base de las
representaciones musicales de la Casa de Comedias, es decir,
la tonadilla escénica, do origen español.
Esta tonadilla era algo así como un esbozo de ópera, con
su acción escénica, obertura e introducción, dúos, coros, bai­
lables.
Fué la ópera española del siglo XVII1. Hacia 1830 to­
davía se cantaban en Montevideo; pero ya el género, comple­
tamente decaído en España, tampoco satisfacía en Montevi­
deo. En un artículo de “El Universal” de 1." de agosto de
1831, aparece una violenta crítica a los tonadilleros.
También la danza tuvo manifestaciones en este período.
José y Juana Cañete deleitaron al Montevideo de 1830, bai­
lando el padeehú (pas de deux); fandangos y fandanguillos,
cachuchas y boleros. Otra danza que se bailaba propia para
solistas y parejas era el minué montonero, de origen euro­
peo que podía bailarse de acuerdo con 3 figuraciones, de ori­
gen europeo también; el minué de corte, el minué figurado y
el minué liso.
Debemos recordar también como gran manifestación lo­
cal de 1830, la canción patriótica en que se conmemoraban
fechas nacionales, generalmente una extensión del movimien­
to moderado de una marcha.
La primera conocida es la de Bartolomé Hidalgo, com­
puesta a fines de octubre de 1811 con motivo del Exodo del
Pueblo Oriental. Luego el género se siguió cultivando, aún en
.plena dominación lusitana, y fué la Petronila Serrano la en­
252 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

cargada de su ejecución con tanto acierto que llegaba a pro­


vocar el petitorio del “bis” del público.
Las representaciones teatrales se suspendían en Cua­
resma.
Esta costumbre, respetada durante la época colonial, sub­
sistió durante el período de la patria libro, hasta bien entra­
do el siglo.
El 12 de febrero de 1836, el Vicario Apostólico Dámaso
A. Larra naga dirigió un petitorio al jefe político exhortán­
dolo a (pie diera cumplimiento a la prohibición de represen­
taciones teatrales durante el período de cuaresma Aun cuando
se tratase de piezas relativas a temas sagrados. Recordaba
que aún los autos sacramentales habían sido prohibidos por
la religión y por Real Cédula de 11 de junio de 1765. Añadía
que durante este sacrosanto período, hasta se cerraban las Ve
laciones. (17)

El Instituto Histórico y Geográfico

Teodoro M. Vilardebó y Andrés Lamas fueron quienes


sugirieron en 1843 al Ministro de Gobierno, D. Santiago Váz­
quez la creación del Instituto Histórico y la publicación de
una serie de documentos.
El 23 de mayo de 1843, Andrés Lamas, Jefe Político de
Montevideo presentó su programa. El Instituto estaría desti­
nado a desentrañar el misterio de la naturaleza física y de
la historia; promover el gusto por los estudios históricos;
valorar las condiciones geográficas del país; formar depó­
sitos de libros, mapas, documentos; abrir cátedras; estudiar
costumbres guaraníes y resucitar su lengua.
El 25 de mayo el Ministerio de Gobierno expidió el de­
creto aprobatorio y se nombraron sus socios fundadores; Mel­
chor Pacheco y (Ibes, Andrés Lamas, Teodoro Miguel Vi­
lardebó, Manuel Herrera y Obes,Cándido Juanicó, Florencio
Várela, Fermín Ferreira. José Rivera Tildarte.
Según las bases se establece una Asociación de hombres
de letras, bajo la denominación de Instituto Histórico y Geo­
gráfico Nacional, con el cometido de estudiar la historia, la
geografía y la estadística.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 253

Tendría socios fundadores: los ocho primeros los nom­


brará el gobierno y los restantes, también el gobierno a
propuesta de los primeros. Después estarían los socios de
número, los corresponsales nombrados por el Instituto. El
archivo general se coloca bajo la dirección del instituto y ten­
drá la ins)K‘cción de la Comisión Topográfica.
Vn artículo de “El Nacional” (mayo 25 de 1843) expre­
sa al respecto: “El Instituto Histórico y Geográfico es el pri­
mer gran paso por la independencia científica y literaria de
los problemas del Río de la Plata y un nuevo vínculo de dulce
fraternidad.” (18)
El 25 de mayo de 1844, fueron leídos en la sesión del
Instituto Histórico, los Cantos a Mayo. Intervinieron, Fran­
cisco Acuña de Figueroa, José Rivera Tildarte, Luis Domín­
guez, Bartolomé Mitre, Esteban Echeverría, José María Can­
illo, Alejandro Magariños Cervantes.
El Instituto Histórico de 1843 no fué más allá de la in­
tención de sus fundadores. Celebró dos reuniones privadas
en 1843 y una sesión pública en 1844. Dispersos sus integran­
tes poco después quedó de hecho disuelto sin dar principio al
programa que se trazara. (19)

VI

Población, Progreso Material y Fisonomía del País

Analizaremos ahora, a grandes rasgos los aspectos de­


mográficos del país, así como su desarrollo civilizador, en el
orden material.
Para ellos nos serviremos fundamentalmente de los
“Apuntes Estadísticos de Andrés Lamas.”
Población. — Según el censo de 1835, la población total
del país, ascendía a 128.371 habitantes. Do ellos: 3.500 afri­
canos, la casi totalidad esclavos; 580 indios; 800 mulatos y el
resto de raza blanca. Entran aquí: 25.000 europeos; 4.000
brasileños, 3.300 de estados hispano - americanos; resto de
nacionalidades. Después de 1835, la población europea au­
mentó mucho. Desde 1835 hasta 1842 entraron en efecto, en
el país, 48.118 extranjeros, siendo los más numerosos los
264 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

franceses (17.536); italianos (11.995); canarios (8.200); es­


pañoles (4.305); africanos (4.540). Sólo salieron 1.900 fran­
ceses; 800 italianos y 500 españoles.
En 1843, según el padrón levantado por el propio An­
drés Lamas, Montevideo tenía: 31.189 habitantes, de los cua­
les 11.431 nacionales y 19.758 extranjeros, prevaleciendo en­
tre éstos últimos: franceses (5.324); italianos (4.205); espa­
ñoles (3.406); argentinos (2.553); africanos (1.344).
Estudiando el cruce de nacionalidades, tenemos a gran­
des rasgos, los siguientes datos. Entre 1830 y 1839 se reali
zaron en el Depto. de Montevideo 1.465 matrimonios entre
blancos, 703 entre sudamericanos puros; 149, entre sudame­
ricanos y europeos, excluidos los españoles; 61, sudamerica­
nos con canarios. Se ve, pues, que la mezcla fundamental se
hacía entre hispanoamericanos, españoles y canarios, con lo
cual se dejaba intacto el núcleo de la población nacional; mien­
tras que la fusión del elemento europeo no español, con el
hispano-americano, era aún muy débil.
Económicamente, la ciudad había prosperado. En 1842
habían 1740 establecimientos mercantiles o industriales en el
Depto. de Montevideo, do los cuales las casas mayores corres­
pondían a puestos y pulperías (488); tiendas de tejidos (249);
almacenes al’menudo (140); almacenes por mayor (102); bo­
degones (100) confiterías (70); Carpinterías (.60); sastre­
rías y roperías (70); tiendas de zapatos(40); saladeros (37).
Sólo había una librería. En este mismo año, para el departa­
mento de Montevideo las patentes de giro llegaron a $ 98.458.
Veamos ahora algunas cifras relativas al comercio:
En 1842 se exportó por valor de $ 7.301.762.3. Los pro
ductos fundamentales exportados, fueron: cueros salados,
552.22; 588.832 cueros secos.
Más o menos este valor es igual para 1840. 1841 y 1842.
En 1829 era solamente de 312.613 vacunos. Carne, en
1842, 367.715 quintales. En 1829 era de 35.732 quintales. En
.1840, la cifra máxima había llegado a 673.362 quintales.
Grasa, en 1842: 118.965 a. En 1829 no se había ex­
portado nada; en 1840, cifra máxima, 259.284 a. Se explica
este aumento porque se habían introducido mejoras en el
beneficio. En 1835 ya había en el Departamento de Mon­
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 265

tevideo tres máquinas a vapor para extraer grasa. Luego se


generalizaron y en los años siguientes las tenían los estable­
cimientos medianos.
Lanas, en 1842: 92.068. En el año 1829 y 1830 no
se exportaba lana. Después empezó en aumento, hasta 1842.
Se explica este aumento por el cruzamiento de carneros na­
cionales con carneros merinos del norte de Europa introdu­
cidos en el país.
Si examinamos el intercambio de 1842, vemos que nues­
tro principal comprador era Inglaterra, con $ 2.357.565-4;
Francia con $ 1.224.871; Brasil con $ 921.983-4; España con
$ 780.344; Habana, con $ 616.887. Importación año 1842:
$ 9.234.696. En 1839, esta suma había llegado al máximo
de $11.799.320.
En un informe del Cónsul de Francia en Montevideo, M.
Raymond Baradére correspondiente al año 1834 se traza un
cuadro general del país. En Jo que se refiere al progreso ma­
terial señala la decadencia de la industria agrícola compa­
rada con la época colonial, especialmente el descuido del cul­
tivo del trigo, cuyo precio no podía hacer competencia a las
harinas norteamericanas. Los labradores no cuidan de mejo­
rar la simiente —dice Baradére— echan el grano y aran; lo
demás lo hace la naturaleza. Advierte además la imprevisión
en el uso y corte de los montes. (20)

La vida refluía a Montevideo; a mediados del siglo, la


fisonomía de la ciudad había cambiado. El 25 de enero de
1827 el Gobernador D. Joaquín Suárez dictó en Canelones un
decreto que fué en realidad el primer reglamento de cons­
trucciones. Se establecía la alineación y nivel de los nuevos
edificios; se exigía permiso para construir y se imponían
multas o prisión en caso de incumplimiento de las disposicio­
nes preceptivas. En noviembre de 1832 se amplió dicho re­
glamento en un Decreto de Policía firmado por D. Luis La­
mas.
El 25 de agosto de 1829 la Asamblea dictó un decreto or-
256 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

(leñando Ja demolición a la mayor brevedad, de la fortifica­


ción de la parte de tierra de la Plaza de Montevideo. El 24
de setiembre del mismo año se dió comienzo a Jos trabajos
de demolición, por el Portón de San Pedro. Decía “El Uni­
versal” de 25 de setiembre de 1829. “Al fin desaparecerá ese
monumento que sólo ofrecía a la imaginación recuerdos omi­
nosos y que siendo una especie de dique que tenía como en
represa el progreso de la población de Montevideo señala-
. ba al mismo tiempo una corta línea de división moral entre
sus habitantes y los de campaña. Tan inútiles en su objeto
militar con relación a los recursos del país, como peligrosas
por el apoyo que ofrecían a un invasor más poderoso y due­
ño de las aguas, las murallas de Montevideo, más bien ser­
vían para base de las operaciones de un conquistador que
para refugio de nuestra independencia, y lejos de ser un obs­
táculo a la ambición extranjera su existencia servía de ten­
tación, y la historia de las desgracias que ellos ocasionaron
al país, debían ser más vehemente estímulo’’. ..
Entonces a partir del L9 de mayo de 1836, se suprimió
la antigua denominación de “Ciudad’’ y “Extramuros.”
Al mismo tiempo que se iniciaba la demolición de las
murallas se establecía un organismo técnico, para el arreglo
y garantía de propiedades territoriales, denuncia de tierras,
trazado de la carta geográfica del país. Se creó entonces la
Comisión Topográfica el 3 de diciembre de 1831. La integra­
ban José Alaría Reyes, ingeniero militar y geógrafo, los agri­
mensores José Alaría Manso y Enrique Jones.
Entre tanto, el 26 de octubre de 1829 el general Fluc­
tuoso Rivera, había ordenado que el Sargento Mayor de Ar­
tillería José Alaría Reyes delinease la nueva población que
debía establecerse en el Campo de Alarte, en el terreno co­
nocido por el do Propios. Reyes inició de inmediato el trazado
de la ciudad.
El campo de Alarte ocupaba todo el espacio de Oeste a
Este comprendido entre las fortificaciones y la línea que di­
vidía los propios del ejido (más o menos la actual calle Eji­
do) ; y de Sur a Norte entre el Río de la Plata y la Bahía.
Dentro de ese perímetro fué delineada la nueva ciudad. Reyes
dividió el trazado en dos partes; la primera desde las mura-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 257

lias hasta la actual calle Florida; la segunda, desde esta ca­


lle, hasta la linca del ejido. En la primera parte, las calles
eran estrechas, a excepción de la actual 18 de Julio y lá ac­
tual Uruguay. Esta parte servía de enlace en la ciudad vieja.
En* el espacio ocupado por la segunda parte se trazaron
136 manzanas casi todas cuadradas, y las dos plazas poligo­
nales: Plaza Independencia y Plaza Cagancha.
Este trazado fué hecho sin previos estudios urbanísticos.
Sin embargo Reyes había recibido una advertencia pública
del licenciado de Medicina I>. Francisco Gacía Salazar y
Morales, español liberal emigrado en Montevideo desde 1828.
En “El Universal” de 13 de noviembre de 1829, apareció
una carta suya, indicando ideas fundamentales para el tra­
zado de la ciudad nueva. Tenía García Salazar ideas muy in­
teresantes que le habrían dado a la ciudad de Montevideo
un aspecto distinto. Separaba completamente la ciudad Vie­
ja de la Nueva y en ol espacio comprendido entre ambas, po­
nía jardines de mar a mar. Una gran avenida servía de unión
con la Ciudad Nueva. Esta debía tener un trazado especial :
en el centro, una gran plaza, que servía de centro cívico de
1a Ciudad (más o menos donde está hoy la plaza Libertad).
Desde esta plaza saldrían en forma radial las avenidas prin­
cipales para la campaña y el puerto. Aunque este trazado hu­
biera tenido dificultades, es indudable que estaba inteligente­
mente inspirado y (pie le habría dado a la ciudad una pers­
pectiva y una organización maravillosa. (21)
Entre 1836 y 1837 Montevideo experimentó un extraor­
dinario resurgimiento urbanístico debido principalmente al ar­
quitecto Carlos Zucchi. Llegó a Montevideo el 24 de agosto de
1836 y fué nombrado inmediatamente miembro de la Comisión
Topográfica. Italiano de nacimiento, había venido a Buenos
Aires en la época de Rivadavia, ocupando desde 1828 hasta
1835 el cargo de Ingeniero Arquitecto de la Provincia de
Buenos Aires. Con su llegada a Montevideo, la Comisión To­
pográfica entró en nuevas actividades. Zucchi empezó a tra­
bajar para reformar el trazado de Reyes con respecto al Mer­
cado y a sus inmediaciones, actual Plaza Independencia. La
^Comisión Topográfica ya había entrado a estudiar el pro­
blema de la plaza y habíja considerado suficiente el espacio
18
258 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

concedido por el proyecto de Garmendia. Pero Zucchi acon­


sejó al Ministro Llambí y se consiguió dar a la plaza unn
amplitud mucho mayor. El 3 de febrero de 1837 Ja Comisión
Topográfica ideó dos soluciones para la forma externa de lo*
edificios que debían revestir los lados de la plaza. El 1? era
con pilares y arcos de medio punto, con una galería para pa­
saje y estacionamiento de peatones. El segundo proyecto era
con columnas dórico-romano, con dinteles y cornisamiento
completo; y el mismo pasaje. Los propietarios de los terre­
nos adyacentes, con quienes debía celebrarse el convenio res­
pectivo, aceptaron el proyecto primero.
■Como no se fijó un plazo para la terminación de las obras,
éstas se prolongaron. Los proyectos de Zucchi fueron pertur
hados por la muerte del Ministro Llambí, gran protector de
aquél. Zucchi trabajó mucho, no obstante, para llevar adelan
te su plan y tuvo bastantes disgustos con los propietarios. Las
obras recién se llevaron a cabo en 1860, con un nuevo plano*
del arquitecto Poncini. La única parte del proyecto de Zu
cchi que quedó en pie (aparte de la amplitud de la plaza)
fueron los arcos de la Pasiva, semejantes a los de Ja Galería
(Rué de Rivoli).
Otras mejoras se realizaron, con respecto al trazado
primitivo de Reyes: regula rización de la actual plaza Li­
bertad; ajuste de manzanas entre la Nueva y Ja Vieja Ciu­
dad; y delineación de nuevas manzanas que aumentaron el
patrimonio del estado.
El 24 de julio de 1837 la Comisión Topográfica presentó
una Memoria proponiendo reformas en los edificios públicos,
con arreglo a planes de Zucchi. Se estudiaba la ubicación del
nuevo mercado, no en la ciudadela, pues allí debía continuar­
se la Plaza; la construcción de la Sala de Senadores y Ro*
presentantes; el teatro; el ensanche y regularización de la ca­
lle Sarandí; las cárceles; la Universidad; la conclusión de 1a
antigua casa del Cabildo; la Aduana y el Muelle; el Hospi
tal; Ja Casa Consular; el Cementerio. Pertenece a Zucchi,
(aunque haya sido realizado por Garmendia) el plano del
Teatro Solís.
También hizo gran número de trabajos de agrimensura
y relevamiento de edificios. Pero la hostilidad de los inte-
HISTORIA Dl: LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 250

réses privados lo obligó a renunciar a su cargo; y embarcó pa­


ra Río de Janeiro en setiembre de 1842. (22).
La ciudad fué prosperando; a medida que crecía el nú­
mero de habitantes, crecía también la edificación.- Tenía 9.000
habitantes en 1829 y en 1843, 31.189.
No sólo aumentó el número de los edificios, sino también
se señala una mejora en su aspecto. Aumenta la altura de los
edificios; se aumentan los pisos; disminuye el excesivo es­
pesor de las paredes; aparecen los miradores.
Arsenio Isabelle, funcionario del Consulado francés que
vivió en Montevideo durante este período, nos ha dejado una
interesante descripción de la ciudad en su libro de viajes:
...“Por la tarde, bajé a tierra con el capitán; a medida que
me aproximaba y distinguía mejor la forma de anfiteatro de
la ciudad, la de las casas y edificios, al mismo tiempo que me
parecían menos áridos los campos, parecía transportado a Si­
ria o a Palestina; no reconocía más la América. En efecto, la
forma cuadrada de las casas, terminadas ejt terrazas (azotea),
la mayor parte solo de una planta, su deslumbradora blancu­
ra, el exotismo de las torres de la Iglesia Matriz, catedral
cuyos pequeños domos están recubiertos de loza pintada y bar­
nizada. las fortificaciones sobre cuyos parapetos se notaban
soldados africanos, mezclados con criollos-mestizos, de tinte
aceitunado, todo esto se prestaba fácilmente a ilusiones; no
faltaban sino cedros de cimas impetuosas, palmeras y gra­
nados, para representarme una ciudad de los alrededores del
Líbano o del Jordán... ”
“...El plano de la ciudad —agrega luego— es muy re­
gular, dividido en cuadras; las calles bien alineadas, provis­
tas de aceras, se cortan en ángulos rectos; desgraciadamente
ne están pavimentadas, lo que las hace tan desagradables en
tiempo de lluvia como en épocas de sequía: nubes de polvo
ensucian todo en el interior de las casas, o los charcos los
que afectan el olfato, principalmente en las partes bajas de
la ciudad.
.Todas las casas están construidas de ladrillo, y la ma­
yor parte son muy bajas, como ya he dicho; pero se constru­
yen muchas de varios pisos que rivalizan con la más gracio­
sas de Europa, pero el techo es siempre de terraza, porque
260 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTA!. DEL URUGUAY

esta forma da más frescura a las casas; ofrece además la ven­


taja de dejar respirar un aire más puro después de una jor­
nada canicular, permitiendo a toda familia mantenerse por
encima de las cálidas emanaciones del suelo recalentado; y
además es una fortaleza en que el patriotismo y el valor de las
mujeres lian ayudado a menudo a los hombres a librarse del
yugo extranjero o de la invasión de los bárbaros. Los ingleses
deben recordar aún lo que vale una azotea para la defensa
del hogar doméstico. . . " (23)
Esta descripción de la ciudad que hace Isabelle la com­
plementa el capítulo del “Voy age autour dn Monde” de la
corbeta “La Bonito” que en su derrotero llegó a Montevideo
en 1836. Luego de referirse a la fisonomía general de la ciu­
dad, describe el carácter y costumbres de sus habitantes. La
escena del matadero es la que más impresiona la retina del
visitante.
“Es en el campo —dice— a más de una legua de la ciu­
dad donde está etositio llamado El Matadero. Los novillos
destinados a la matanza quedan acondicionados en vastos re­
cintos llamados corrales, contiguos el uno del otro y perte­
necientes a diversos propietarios. Ahí fué donde nuestros via­
jeros fueron testigos de esas escenas en las cuales se desen­
vuelve la energía salvaje del Gaucho.”
“A la entrada de cada corral, Gauchos jinetes sobre vi­
gorosos caballos, disponían, sobre el brazo izquierdo las nu­
merosas vueltas de esas largas correas llamadas lazos, que fi­
jados por un extremo al arzón de la silla, terminaban por el
otro en un nudo corredizo que el jinete guardaba en su ma­
no derecha. A su lado, brillaba la hoja desnuda de un puna-
lito medio oculto por las puntas del poncho flotante sobro
sus espaldas y por los amplios pliegues de su faja colora­
da.”
“Más lejos otros Gauchos a pie se mantenían en la lla­
nura, a la espera de una señal para intervenir; los unos ar­
mados de una larga y ancha cuchilla; otros, a los cuales se
da nombre de matadores, sin otra cosa en la mano que un pu-
ñalito agudo y filoso, del cual se sirven con una destreza in­
creíble.”
“Los oficiales de la Bonito, situados en forma de ver có­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTA!. DEL URUGUAY 261

modamente los distintos actos del drama sangriento que se


preparaba, no podían despegar lo^ ojos de esas caras tostadas
por el sol y animadas en ese momento de un indecible orgu­
llo; ya que el Gaucho es verdaderamente hermoso, cuando, al­
ta la cabeza, inmóvil sobre su corcel medio salvaje (que se
diría forma cuerpo con él, tan estrechamente vinculados es­
tán el uno con el otro), preludia a sus ejercicios favoritos/'
‘‘De golpe se abre la barrera que cierra la entrada del
primer recinto; un jinete entra solo al corral; durante algu­
nos momentos pasea a su alrededor, sobre la tropa que lo rodea
una mirada que se diría fascina a esos animales indomados^
busca su presa. Su vista se detiene al fin sobre la víctima
elegida: es el novillo más hermoso del grupo. De improviso,
agitado sobre la cabeza del Gaucho, el lazo silba revolvién­
dose, y pronto como el relámpago, va a abatirse sobre la
frente del animal cuyas astas curvadas anuda. En vano este-
querría soltarse; el Gaucho, llevado por caballo, sale al galo­
pe del corral, arrastrando a su cautivo a la llanura donde lo-
espera la muerte. Ella está ahí segura e inevitable.”
“Ya dos Gauchos a pie se lanzan tras él; uno es el nía-'
tador. El otro armado de su ancha cuchilla, ataca primero al
animal; lo alcanza y con mano vigorosa golpea sobre las pa­
tas traseras, cuyos garrones se doblan cortados al mismo tiem­
po por el mismo golpe. El novillo enfurecido por el dolor, se
debate y salta con rabia; sus largos mugidos aterrorizan el
llano; hace esfuerzos desesperados para romper el nudo fa­
tal que lo arrastra siempre y lo fuerza a correr sobre sus
patas mutiladas. Es el instante que el matador esperaba, la
furia de la bestia lo anima; se estremece, se lanza, y cae rá­
pido como el rayo, sobre el pescuezo de su víctima que sus
rodillas estrechan.”
“Pobre de él, si se soltara en ese momento decisivo, pe­
ro él lo ha previsto todo. Prendido a las astas del novillo a
pesar de sus botes, espía, sin miedo, el instante favorable, eli­
ge el' sitio donde clavar el arma mortífera. Bien pronto, gol­
peado por una mano segura en la nuca, el novillo cae rígida­
mente, muerto, bajo el matador triunfante.”
“Este lo abandona de inmediato, luego de haberle inferi­
do en el pescuezo una herida de donde la sangre mana aban-
2G2 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

dantemente. Entonces se adelantan los encargados, se descuar­


tiza el animal; y mientras ejecutan en el sitio esa misma ope­
ración poco agradable a la vista, víctimas nuevas arrastradas
al llano, vienen a sufrir la misma suerte.”
‘‘En menos de una hora, más de cien novillos sembraban
ose campo de carnicería. Nuestros viajeros, al volver a la ciu­
dad, se preguntaban que no se podría esperar eu un combate
de hombres tan intrépidos como los Gauchos que acababan de
ver.”
El .cronista relata luego una visita realizada al saladero
de Ramírez.
*44Allí también se matan novillos, para prepararlos luego.
Pero el medio empleado no tiene ya nada de comparable con
la maniobra audaz de los gauchos de la llanura. La industria
se ha perfeccionado; el hombre no reune ya solamente a su des­
treza y a su valor. Se encuentran todavía el lazo y el puñal;
pero el uno y el otro empleados sin peligro; he aquí como se
disponen las cosas”;
‘‘Los novillos están encerrados en un recinto de paredes
a cuya extremidad se encuentra una cabria de engranajes; y
delante de esa cabria, una pieza de madera que forma el tajo
sobre el animal que debe ser abatido. Por la parte superior co­
rre un balcón que domina el encierre donde están los novi­
llos.”
“El hombre que debe arrojar el lazo se coloca sobre eso
halcón.” “Cuando se ha cogido un novillo, dos negros hacien­
do maniobrar la cabria sobre la cual se arrolla, arrastran el
animal a la fuerza hasta sobre el tajo, donde mantiene inmó­
vil su cabeza.”
“Ahí un tercer negro hunde el puñal que lo mata de no
golpe. Cerca del recinto de que acabo de hablar, hay un ga^
pon donde numerosos operarios, todos negros están ocupados
en cortar y preparar la carne. Es ahí donde se llevan vez por
vez los novillos muertos en el recinto inmediato.”
‘En el Saladeco de M. Ramírez, se matan y preparan pa­
ra la exportación setenta novillos por día.”*
En otro capítulo en que se hace una “Mirada de conjunto
sobre la República del Uruguay ”, luego de referirse a los
progresos de la ciudad que han recorrido y al espíritu de sus
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 263

habitantes, so preguntan los viajeros: “¿Qué le falta a Mon­


tevideo para desarrollarse y engrandecerse?” “Acaso —
anota a continuación— nada más que la certidumbre de gozar
largo tiempo de la calma que prevalecía entonces”. (24)
La paz era tesoro difícil de guardar. La guerra de la in­
dependencia había abierto el camino a las ambiciones desata­
das. La anarquía parecía ser entonces su consecuencia inevi­
table favorecida .por las propias condiciones naturales del me­
dio. A este respecto, Baradére, en su ya citado informo de
1834, señala la abundancia del caballo, como un estimulante de
las guerras en el Uruguay. Dice al respecto:
“No hay quien no reconozca como una verdad, demostrada
por la experiencia, que esta grande abundancia de caballos,
es una de las más poderosas causas de los desórdenes políti­
cos tan frecuentes en estos países-, como que da alas masas
que se insurreccionan una extraordinaria movilidad que las po­
ne fuera de los alcances de la autoridad y les facilita los me­
dios de poner en conflicto las Ciudades, facilitándoles los ví­
veres y los caballos en que pudieran perseguir a los rebel­
des.” (25)
Otro viajero -perspicaz y científico nos ha dejado la fi­
sonomía de la época, particularmente de la campaña, hacia
1832. Nos referimos a Carlos Darwin quien en su “Viaje de
un naturalista alrededor del mundo”, dice:
“Al día siguiente llegamos al pueblecillo de las Minas.
Algunos cerros más, pero en resumen, el país conserva el mis­
mo aspecto; sin embargo un habitante de las Pampas vería
de seguro en él una región alpestre. La comarca está tan po­
co habitada, que apenas encontramos una sola persona du­
rante un día entero de viaje. El pueblo de las Minas aún es
menos importante que Maldonado; ésta es una pequeña lla­
nura rodeada de cerrillos pedregosos muy bajos. Tiene la for­
ma simétrica de costumbre, y no deja de presentar un as­
pecto bastante bonito con su iglesia pintada de blanco y si­
tuada en el centro mismo del pueblo. Las casas de los arra­
bales se elevan en el llano como otros tantos seres aislados,
sin jardines, sin patios de ninguna especie. Pasamos la no-
«che en una pulpería o taberna. Gran número de gauchos acu­
cien allí por la noche a beber y a fumar. Su aspecto es muy
264 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

chocante: suelen ser fornidos y guapos, pero llevan impre­


sos en la cara todos los signos del orgullo y de la vida reía
jada; muchos de ellos gastan bigote y cabellos muy largos,
ensortijados por la espalda. Sus vestidos, de colores chillo­
nes; sus grandísimas espuelas resonantes en los talones; sus
cuchillos, llevados en el cinto a modo de dagas (de los cuales
hacen tan frecuente uso), les dan un aspecto muy diferente
de lo que pudiera hacer suponer su nombre de gauchos o sim­
ples campesinos. Son en extremo corteses; nunca beben sin pe­
diros que probéis su bebida; pero mientras os hacen un sa­
bido gracioso, puede decirse que están dispuestos a asesina­
ros si se presenta ocasión’’...
En otro pasaje de su diario anota: ../‘Llegamos por
la tarde a casa de D. Juan Fuentes, rico propietario territo­
rial, pero que no conoce personalmente a ninguno de mis
acompañantes. Cuando un forastero se acerca a una casar
hay que guardar algunas ceremonias de etiqueta. Se pone al
paso el caballo, se recita un Ave María, y no es cortés eí
echar pie a tierra antes de que algitíeu salga de la casa y os
diga que os apeéis; la respuesta estereotipada del propieta­
rio es: <S'in pecado concebida. Se entra en la casa entonces^
y se habla/de generalidades durante algunos minutos; luego
se pide hospitalidad para aquella noche, lo cual se concede
siempre, por supuesto. El forastero come con la familia y
le dan un aposento, donde hace la cama con las mantas de su
recado (ó silla de las pampas).
“Es curioso advertir como las mismas circunstancias'
producen costumbres casi análogas. En ol Cabo do Buena Es
peranza se practican generalmente la misma hospitalidad y
casi la misma etiqueta. Al punto se advierte la diferencia de
carácter entre el español y el holandés, en que el primero
nunca hace ni una sola pregunta a su huésped fuera de lo*
que exigen las reglas más severas de la cortesía, al paso que
el bueno del holandés le pregunta de dónde viene, a dónde
va, qué hace y hasta cuántos hermanos, hermanas ó hijos
tiene”.
“Poco tiempo después de nuestra llegada á casa de L).
Juan se echa hacia ella uno de los grandes rebaños de reses
vacunas y se elijen tres animales para las necesidades de la»
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 265

gente. Esas reses casi salvajes son muy ágiles; como conocen
muy bien el lazo fatal» obligan a los caballos á una larga y
ruda cacería antes de dejarse coger”.
“Después de haber sido testigo de Ja grosera riqueza
indicada por un número tan grande de hombres, vacas y ca­
ballos, casi es un espectáculo el mirar Ja miserable casuclia
de D. Juan. El piso se compone sencillamente de barro endu­
recido y las ventanas no tienen vidrieras; los muebles de la
sala consisten en algunas sillas muy ordinarias, algunos ta­
buretes y dos mesas. Aunque hay muchos forasteros la co­
mida sólo se compone de dos platos (inmensos en verdad)
conteniendo el uno vaca asada, el otro vaca cocida y algunos
trozos de calabaza; no se sirve ninguna otra hortaliza y ni
siquiera- un pedazo de pan. Una jarra grande de barro coci­
da, llena de agua, sirve de vaso á toda la compañía’'.
“Y sin embargo este hombro es dueño de varías millas
cuadradas de terreno, cuya casi totalidad puede producir
trigo y con un poco de cuidado todas las legumbres usuales.
Se pasa la velada en fumar y se improvisa un pequeño con­
cierto vocal con acompañamiento de guitarra. Las señoritas,
sentadas todas ¡untas en un rincón de la sala, no comen con
los hombres’’.
Describiendo su viaje por la región sud oeste del país,
expresa Danvin: ” Después de atravesar el profundo y rá­
pido Rosario y el pueblecillo de Colla, llegamos al medio
día á Colonia del Sacramento. En resumen: He recorrido 20
leguas a través de un país cubierto de árboles magníficos,
pero con muy pocos habitantes ni ganado. Me invitan á pa­
sar la noche en Colonia e ir a visitar al día siguiente una
estancia donde hay algunas rocas calizas. La. ciudad está edi­
ficada como Montevideo, encima de un promontorio pedrego­
so; es plaza fuerte, pero la ciudad y las fortificaciones lian
sufrido mucho durante la guerra con el Brasil. Esta ciudad
es muy antigua; y la irregularidad de las calles, así como
los bosquecillos de naranjos y do albérchigos que la rodean
le dan un aspecto muy bonito. La Iglesia es una ruina muy
curiosa; transformada en polvorín cayó sobre ella un rayo
durante una de las tempestades tan frecuentes en el Río de
la Plata. La explosión destruyó dos tercios del edificio; la.
266 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

otra purte que sigue en pie es un curioso ejemplo de lo que


puede la fuerza reunida de la pólvora y la electricidad. Por
la noche me paseo por las medio ruinosas murallas de esta
ciudad, que representó un papel tan grande en la guerra
con Brasil. Esa guerra tuvo deplorables consecuencias para
este país, no tanto en sus efectos inmediatos como por haber
sido origen de la creación de una multitud de generales y
otros oficiales de todas graduaciones. Hay más generales
(aunque sin sueldo) en las Provincias Unidas do la Plata
que en el Peino Unido de la Gran Bretaña. Estos señores
han aprendido á amar el poder. Por eso hay siempre mu­
chos aficionados a promover transtornos y a derribar un
gobierno que hasta ahora no se funda en base muy sólida.
Sin embargo aquí y en otras localidades he notado que em­
pieza a tomarse con vivo interés la próxima elección presi­
dencial; eso es bu en síntoma para la prosperidad de este pe­
queño país”.
“Los electores no exigen á sus representantes una edu­
cación esmerada. He oído a algunas personas discutir las
cualidades de los diputados por Colonia, y decían que “aun­
que no son comerciantes, todos ellos saben firmar”. Creían
que no es preciso pedirles más”. (26)
Todos los viajeros y cronistas coinciden en admitir la
generosidad y nobleza de los habitantes del país, sus moda­
les afables, su poca inclinación al trabajo; así como en el
absoluto desinterés que les caracteriza. Baradére anota con
asombro que los matrimonios se realizaban sin establecer dote,
sin preocupación económica alguna.
NOTAS CORRESPONDIENTES AL CAPITULO VI

(1) Alberto Zum Felde, “Proceso intelectual del Uruguay’’, Tomo 1.


Montevideo 1930. Gustavo Gallinal, “El Primer Parnaso Oriental” en His­
toria Sintética de la Literatura Uruguaya, Plan del señor Carlos Revles,
tomo I, Montevideo, 193.1. Acuña de Figueroa, “Mosaico Poético”, Montevi­
deo, 1857; “El Parnaso Oriental”, Montevideo 1835-37; Acuña de Figueroa;
“Nuevo Mosaico Poético”, prólogo del doctor Gustavo Gallinal, Montevi­
deo. 1944.
(2) Domingo F. Sarmiento, “Viajes”, tomo I. página 85, Santiago de
Chile. 1849.
(3) “El Iniciador”. Reproducción facsimilar hedía por la Academia de
la Historia Argentina, Buenos Aires, 1941; Manuel Mujica Láinez, “Miguel
Cañé (padre)”. Buenos Aires, 1941: Martín García Mcrou, “Juan Bautista
Alberdi”. Buenos Aires, 1890.
(4) “Certamen Poético”* Montevideo 25 de Mavo d<* 1841. Montevideo
1841.
(5) .luán Bautista. Alberdi. “Fragmento Preliminar al estudio del De­
recho”, Reedición Facsimilar, Noticia Preliminar do Jorge Cabral Teso,
Buenos Aires. 1942.
(6) Andrés Lamas “Escritos Selectos”, Tomo' T, Montevideo 1922.
(7) “Antecedentes de la Asociación de Mayo”, 1837-1937. Homenaje
del Honorable Consejo Deliberante. en el Cincuentenario de su fundación.
Buenos Aires 1937, ¡
(8) José E. Rodó, “El Mirador de Próspero”, Barcelona, Segunda
Edición, página 321 y siguientes. 1921.
(9) Carpetas del Museo Histórico Nacional; José M. Fernández Salda-
ña, “Pintores y Escultores Uruguayos”, Montevideo 1916; “El Dibujante Juan
'Manuel Besnes o Irigoyen’’, Montevideo, 1919; Horacio Arredondo, “Juan
M. Besnes e Irigoyen”, en “Revista de la Sociedad de Amigos de la Arqueo­
logía”. tomo III. Montevideo, 1930. Mano César Gras, “Amadeo Gras, Pin­
tor y Músico, su vida v su obra”, Buenos Aires, 1942.
(10) Rafael Sc-hiaffino, “Vida y obra de Teodoro M. Vilardebó”, Mon­
tevideo. 1940.
(11) Dardo Estrada “Historia y Bibliografía de la Imprenta en Mon­
tevideo”. Montevideo, 1912; Guillermo Furlong, Enrique Arana, “La im­
pronta de la Caridad”. Montevideo, 1933; Horacio Arredondo, “Bibliografía
'Uruguaya. Contribución”. Montevideo, 1929.
(12) “Código de la Universidad Mayor de la República”, Montevideo,
1849.
(13) Código antes citado.
(14) Código, antes citado; Julio Lerena Juanícó, “Crónica de un ho­
gar Montevideano”, ote. Montevideo, 1938; Aquiles B. Oribe, “Fundación de
la Universidad y de la Academia de Jurisprudencia”, Montevideo, 1936.
(15) Podro Mascará y Sosa, “La Biblioteca Nacional”, “Anales del Ate­
neo del Uruguay”, número 9; Alberto Dutrenit, “Reconstrucción Histórica;
La Fundación de la Biblioteca Nacional”, “Revista Histórica”, tomo VIII, 445
y páginas siguientes: Mariano Ferreira, “■Biblioteca Nacional. — Reseña His­
tórica”, etc. en “Revista Histórica”, tomo VIH, página 793, 814 y IX, 153-
69, 530-59; Arturo Sea roño, “La Biblioteca Nacional de Montevideo”. Mon­
tevideo, 1916.
(16) Lauro Ayestarán, “Crónica de una temporada musical en el Mon­
tevideo de 1830”, Montevideo, 1943.
268 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

(17) Oficio de Larrañaga al Ministro de Gobierno, Archivo General de


la Nación, Caja N." 881, Montevideo
(.18) Juan E. Pivel Devoto, *‘EI Instituto Histórico vz’Geográfico de
3843”. Montevideo, 1937.
(19) Obra antes citada.
(20) Informe original del Cónsul líaymond Baradére, 1834. Biblioteca
Pablo Blanco Acevcdo, Colección de Manusci itos, libro N.,? 57, Museo His­
tórico Nacional, Montevideo.
(21) Carlos Pérez Montero, “La Calle 18 de Julio’’’ (1719-1875), Mon­
tevideo, 1942.
(22) Carlos Pérez Montero, "El Arquitecto Carlos Zucehi en Monte­
video’’, en “Anales de la Facultad de Arquitectura’’, Entrega Ny 1, Mon­
tevideo. 1938.
(23) Arsene Isabelie, “Voyage ¡i Buenos Ayrcs et a Porto Alegre.
Havre. Imprimieree de J. Morlenti, Place de la Comedie, 1835, Pág. 924
y siguientes.
(24) “Voyage aulour du Monde e.xecutez pendent les annes 1836 et
1837 sur la Corvette La Bonito’’ etc. París, 1844.
(25) Informe del Cónsul K. Baradére antes mencionado.
(26) C. Darwin, “Viaje de un naturalista alrededor del Mundo”; TrjuU
de Constantino Piquer. Tomo I, páginas 5] y siguientes y página 147.
CAPITULO Vil

Intentos de consolidación nacional


(1852-1875)

En noviembre de 1851. se realizaron las elecciones de


representantes. Se notaba en el país una gran reacción na­
cionalista, fácilmente explicable si se tiene en cuenta que
durante varios años habían pesado sobre él las influencias ex­
tranjeras, no siempre compatibles con la dignidad nacional.
También pudo notarse un movimiento de acercamiento
entre los grandes partidos representados por sus altas inte­
lectualidades, con exclusión del elemento caudillesco. Hubo
una lista do fusión que se formó por los esfuerzos de Manuel
Herrera y Obes, ministro de Gobierno de la Defensa, el ge­
neral Garzón que había servido con Urquiza y Eduardo Ace-
vedo, ex director de “El Defensor de la Independencia Ame­
ricana ”, y miembro del grupo principista del Cerrito.
El 15 de febrero de 1852 quedó instalada la Asamblea
General. Entre sus miembros se encontraban Cándido Juani-
có, Ambrosio Velazco, Francisco Solano Antuña, Jaime Es-
trázulas, José María Muñoz, Pedro Bustamante, Eduardo
Acevedo, Francisco Hordeñana, Bernardo P. Borro, Juan Mi­
guel Martínez, José B. Lamas.
El partido colorado estaba en minoría en esa Asamblea
y muerto el general Eugenio Garzón, que habría unificado
todas las voluntades, el problema presidencial volvió a di­
vidirlas. Estaba la candidatura do Manuel Herrera y Obes,
una de das más vigorosas personalidades con que haya con­
tado el país, de grande y equilibrada inteligencia y de fino
sentido político. Poro el sector blanco y algunos legisladores
colorados hicieron prevalecer la candidatura de Juan Fran­
cisco Giró.
Quizás Giró no fuera el hombre capaz de hacer frente
al grave momento por el que atravesaba el país pero lo ani-
270 HISTORIA DE I.A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ruaban honestas intenciones. Nacido el 3 de julio de 1791,


de padres acaudalados, pudo adquirir una regular instruc­
ción. Después de sus primeros estudios en Montevideo, ingre­
só en el Real Colegio de San Carlos de Buenos Aires y allí
permaneció hasta 1807.
Hizo viajes a Río de Janeiro y a España; más tarde,
fue a estudiar a Estados Unidos, en donde residió tres años.
Volvió a su ciudad natal en 1815. Muertos sus padres, tenía
una regular fortuna y una educación apreciable. El drama de
la revolución oriental no lo había alcanzado.
Sin embargo fué designado miembro del Cabildo y for­
mó parte de la diputación que en 181 (i solicitó el apoyo de
Pueyrredón, frente a la invasión portuguesa. Ante la fuerza
desproporcionada de Portugal aceptó los hechos consuma­
dos y colaboró por varios años en la administración portu­
guesa.
Pero al producirse la independencia del Brasil, pense­
que había llegado el momento de conseguir también la inde­
pendencia oriental. Participó de la revolución de 1823. Fun­
dó y dirigió ‘‘El Pampero” y colaboró en “La Aurora” y
“El Aguacero”. Formó parte, en calidad de síndico procura­
dor, ‘del Cabildo que hizo el pronunciamiento del 29 de oc­
tubre de 1823, en virtud del cual se declaraba “nulo, arbi­
trario y criminal”, el acto de incorporación a la corona por­
tuguesa. Fracasada la revolución de 1823, Giró se retiró a
la vida privada. Al estallar el movimiento de Lavalleja de
1825, como era sospechoso a las autoridades de Montevideo,
fué reducido a prisión y colocado en el bergantín «le gue­
rra n Piruja”; en octubre fué puesto en libertad y pudo
trasladarse a Buenos Aires. Desde allí ofreció sus servicios
a Lavalleja, ya vencedor en Sarandí. La Sala de Represen­
tantes lo designó diputado de la provincia ante el Soberano
Congreso de las Provincias Unidas, cargo que no pudo des­
empeñar por razones de salud. Rivadavia lo proclamó se­
cretario político y militar del ejército que operaba en la Pro­
vincia Oriental al mando de Martín Rodríguez. (6 de marzo
de 1826). Poco después (31 de julio de 1826) Joaquín Suá-
rez lo designó Secretario de Gobierno. Trabajó entonces in­
tensamente por el progreso institucional de Ja Provincia
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 271

Oriental. Se inspiraba en el programa civilizador de Riva-


davia, de quien era admirador y amigo. Todo era, en él,
fervor por el siglo XVIII; no le habían alcanzado sino los
atisbos de la rectificación historicista del siglo XIX. Fueron
■sus libros favoritos “La Economía Política”, de Destut de
Tracy, “La Ley agraria” de Jovellanos, el “Curso de Políti­
ca Constitucional”, de Benjamín Constan!, el “Diccionario Fi­
losófico”, de Voltaire, “El contrato social”, de Rousseau.
Quince meses duró su ministerio, que fueron de extraordina­
ria labor, no siempre proficua, es verdad, no siempre adap­
tada a las necesidades y a la exigüedad de recursos de la pro­
vincia pero siempre bien inspirada. Cuando se produjo la dic­
tadura de Lavalleja, en octubre de 1827, Giró cayó del Go­
bierno. Poco después formó parte de la Asamblea General
Constituyente y Legislativa del Estado, hasta que Rondeau
le confió el cargo de Ministro de Gobierno y Relaciones Ex­
teriores; más tarde lo fué, en las mismas carteras, del Gral.
Lavalleja.
Durante la presidencia de Rivera, se manifestó como opo­
sitor. Fundó y dirigió “El Recopilador”; pero no tomó parte
activa en las luchas civiles.
En el gobierno de Oribe fué designado, según ya vimos,
para gestionar en España el reconocimiento de la indepen­
dencia y en Londres, un empréstito. A pesar de sus empe­
ños, las circunstancias políticas del país hicieron fracasar
su misión. Caído Oribe, Giró permaneció en Montevideo; lue­
go, en abril de 1844, pasó al campo sitiador. Integró la Cá­
mara de Senadores, pero por poco tiempo. Consagró sus prin­
cipales energías a la educación. Formó parte con Eduardo
Acevedo y José María Reyes, de la Comisión de Instrucción
Pública que en 27 de junio de 1850 propuso un notable “Pro­
yecto de Reglamento General de Instrucción Pública del Es
fado”, en el que, como principios fundamentales, 6e consa­
graban: instrucción obligatoria y gratuita, instrucción feme­
nina, uniformidad de textos, formación de escuelas para adul­
tos, creación de institutos normales y creación de facultades
de estudios superiores. (1)
Como se ve, no son antecedentes heroicos; pero sí hono­
rables y dignos. No había participado del tumulto extraor-
272 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

diñarlo de Ja Patria Vieja. En la revolución de los patrias,


sólo había prestado la colaboración mesurada de un hombre
de derecho, de orden, de organización; filó el institucionalista.
Su posición ideológica no le había acarreado penurias per­
sonales ni riesgos de muerte. Pero le había hecho al país bue­
nos servicios y, en la hora de la organización, sabía y po­
día ser un elemento de primer orden.
¿ Era, sin embargo, ol hombre que las circunstancias re­
querían en 1852?
Los momentos eran particularmente difíciles. Económi­
camente, os posible imaginar lo que sería un país cuya situa­
ción había sido anormal, de incomunicación interna, durante
nueve años (incomunicación material y moral), en que, a fal­
ta de creación de valores auténticos se había desenvuelto una
riqueza ficticia, basada en la especulación y el agiotismo. Ade­
más, por encima de los hechos consumados, asomaba el pasa­
do. ¿Podían, debían legitimarse todos los actos del gobierno
•de la Defensa? Especialmente, ¿debían aceptarse como he­
chos definitivos los tratados de 1851, que envolvían una gra­
ve lesión para el país?
A pesar de todo, Giró se empeñó en una política de pa­
cificación. La integración de su ministerio fué un acto de con­
cordia. César Díaz, de fuerte filiación colorada, fué Ministro
de Guerra; Florentino Castellanos, sin color político, Minis­
tro de Gobierno. Venancio Flores, colorado también, Jefe de
Policía de Montevideo. Los jefes militares colorados fueron
mantenidos en sus puestos
Uno de los problemas más candentes que habría de dis­
cutirse durante la presidencia de Giró sería el de la ratifica­
ción de los tratados de 1851. Esta ya se había realizado, pero
la había hecho el gobierno de facto de Suárez y con presein-
dencia de la Asamblea de Notables.
El gobierno de Giró consideró que era necesario ir al trá­
mite de la ratificación legislativa. A principios de marzo de
1852, el ministro brasileño Carneiro Leao, envió una nota exi­
giendo el nombramiento de un comisario para delinear la
frontera, conjuntamente con un comisario brasileño. El Dr.
Florentino Castellanos contestó que no se podían llevar a eje­
cución sino las leyes que se conformaban con la constitución.
HISTORIA PE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 273

La cancillería brasileña recibió instrucciones para obtener el


apoyo de Urquiza, quien manifestó al principio una actitud
vacilante. La cancillería de la provincia de Buenos Aires, en
cambio, se mostraba nuís dispuesta a apoyar los intereses
de la República Oriental.
Pero al fin; Urquiza, considerando erróneamente los tra­
tados como hechos consumados, se inclinó por su mantenimien­
to, con algunas restricciones. Confió a Luis José de la Peña
una misión especial ante el gobierno oriental y el gobierno
'brasileño. Peña presentó una fórmula que fué aceptada; el go­
bierno oriental presentaría los tratados como hechos consu­
mados y con concurrencia argentina, se suscribiría un pliego
de modificaciones, mediante el cual el Imperio desistiría de
la cesión de una media legua en las márgenes del Cebolla tí y
otra media legua en las márgenes del Tacuarí, pactados por
Lamas, y se alteraría la línea del Chuy para otorgar al Uru­
guay alguna ventaja territorial.
•Sin embargo, Giró trató de modificar la actitud de Ur­
quiza y envió ante él a una comisión integrada por Berro y
Ven an c i o F1 o res.
Esta misión no tuvo éxito; y el gobierno oriental debió
conformarse coir la aceptación de los tratados, con las modi­
ficaciones a que ya heñios aludido y que consistían esencial­
mente en la alteración de la línea del Chuy, haciéndola correr
desde la desembocadura de dicho arroyo por.el punto.de San
Miguel hasta encontrar la Laguna Merim y la boca del Ya­
gua ron y en la anulación de la cláusula por la cual se ce­
dían al Brasil dos medias leguas en las márgenes del Ce-
bollatí y Tacuarí. El nuevo convenio fué pasado para su apro­
bación al Cuerpo Legislativo. En la Cámara de Senadores el
tratado fué aprobado sin reservas. En la Cámara de Dipu­
tados —en cambio— la Comisión Especial propuso una fór­
mula de aceptación, que dejaba a salvo las discrepancias de
‘la nación; “con la esperanza de ulteriores modificaciones que
pongan de acuerdo las estipulaciones de los tratados de 1851
•con los verdaderos intereses de la República”. El Dr. Eduar­
do Acevedo fué el principal sostenedor de la fórmula que la
minoría legislativa impugnó, con José María Muñoz a la ca­
beza, pidiendo la aceptación pura y simple de los tratados.
19
274 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DLL URUGUAY

La reserva quedó incorporada a la ley de ratificación del con


venio, sancionada en julio de 1852.
Todo esto nos indica un hecho ya señalado; el pasado n<r
podía ser totalmente borrado. La lucha había dejado huellas
que la buena voluntad de los hombres no podía borrar ente­
ramente, por más que la lógica y la conveniencia así lo acon­
sejaren.
En marzo de 1852, Cándido Juanicó presentó a la Cáma­
ra de Representantes de que formaba parte, un proyecto de­
ley que reabría la discusión de los actos realizados durante la
guerra.
“Considerando que la República vuelve al ejercicio de­
sús derechos como estado soberano e independiente, después
de un dilatado período de dominación extranjera; que ha es
tado sin representación legítima desde el 4 de noviembre du
1838 en que fueron disueltas las cámaras por una revolución
apoyada por tropas francesas; y que la guerra posterior tra­
jo la dominación de fuerzas extranjeras, argentinas, inglesas-
y francesas;
“Considerando que las autoridades lo han sido de hecho*
y sujetas a fuerzas extranjeras; y que además ellas han le­
sionado intereses vitales de la nación y derechos de particu
lares.
“Considerando que la República no puede considerar vá­
lidos actos que lesionan 6us condiciones fundamentales de exis­
tencia; pero que tampoco pueden anularse todos los actos;
“Considerando que es necesario deslindar actos adminis­
trativos, legislativos, judiciales y diplomáticos o internaciona
les;
I) Se declaran ilegítimos como dependientes de poderes
extranjeros, los diversos gobiernos y autoridades de hecho
que dentro y fuera de la capital han regido al país desde el
11 de noviembre de 1838 hasta la reunión de las actuales cá­
maras.
II) La república desconoce y rechaza los actos en que se
haya atentado a principios generales de justicia, a intereses
esenciales del estado, o a disposiciones de leyes vigentes.
III) Tendrán validez: a) los actos administrativos de di­
chos gobiernos cumplidos sin infracción a las leyes, b) los ac-
HISTORIA DI:' LA REPUBIJCA ORIENTAL DEL URUGUAY 276

tos judiciales en que las partes se hayan sometido a Jos tri­


bunales, salvo los recursos que aún correspondan.
IV) Subsisten, sin embargo de cualquier vicio legal, los
contratos sobre enajenación de rentas cumplidas y fenecidas.
Quedan sin efecto los que se hallen pendientes.
V) Los actos de naturaleza legislativa serán revisados por
las Cámaras, que revalidarán los que no se opongan a la cons
titución ni a los intereses del estado. La revalidación tendrá
efecto retroactivo.
VI) Los tratados con potencias extranjeras serán sometí
dos a la aprobación del Cuerpo Legislativo con arreglo a la
constitución.
El gobierno queda autorizado para abrir negociaciones so­
bre ellos, con el objeto de modificarlos, si así lo juzgare conve­
niente”. (2)
Este inútil legitimisnio - que a nada habría conducido -
no prosperó; pero sirve para demostrar la posición espiritual
de muchas opiniones sinceras, que no se conformaban con que
el país fuera apresado definitivamente en el gravoso engrana­
je internacional a que lo habían empujado las circunstancias.
En marzo de 1853, se produjo otro incidente relacionado
con la legitimación de los hechos pasados.'
En febrero de 1852, dos días antes de la apertura de las
sesiones ordinarias de la Asamblea, don Joaquín Suárez de­
cretó honores a los jefes, oficiales y soldados que habían ac­
tuado en Caseros; a César Díaz, entonces coronel, le otorgó el
grado de general; y a cada uno de los subalternos, una me­
dalla conmemorativa. La división oriental regresó a Montevi­
deo en los comienzos de la administración de Giró y fué ob
jeto de grandes agasajos, incluso por parte de miembros del
Partido Blanco. El propio Presidente Giró entregó las me­
dallas.
Pero al finalizar el período ordinario se presentaron a la
Asamblea el General Anacleto Medina y los Coroneles Wen­
ceslao Paunero y Ramón de Cáceres, solicitando también el
otorgamiento de la medalla.
En marzo 1853 el Parlamento entró en grandes debates.
Unos consideraban que el decreto de Suárez era válido; otros
sostenían que requería aprobación legislativa. Se decidió esto
276 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DFL URUGUAY

último y en consecuencia se dictó una ley que aprobaba los


honores concedidos por el gobierno de Suárez. La minoría
manifestó que —con ese criterio— al dar cumplimiento por sí
al decreto de Suárez sin recabar la autorización legislativa, se
había violado la constitución. Juan C. Gómez - diputado en­
tonces— presentó una moción para que se planteara el proble­
ma de si Giró había o no violado la constitución. Prácticamente
no se llegó a nada. Pero todos estos hechos nos demuestran las
dificultades internas que hubo que vencer para incorporar al
país al cauco jurídico, largamente interrumpido por la gue­
rra.
La fusión, que parecía un ideal realizable después del 8
■de octubre de 1851, se alejaba cada vez más del escenario po­
lítico.
En noviembre de 1852 se había constituido la “Sociedad
de Amigos del País’’. Pareció en sus comienzos —y así lo
creyeron algunos de sus simpatizantes- una asociación na­
cional, sin bandería política. A la primera reunión que se rea­
lizó para constituirla, concurrieron integrantes del Partido
Blanco, como Eduardo Acevedo, Carlos Juanicó, Joaquín Re­
quena, Jaime Estrazúlas, Carlos Anaya, Francisco Solano
Antuña, Juan José de Herrera. El programa político, expues­
to en noviembre de 1852, decía: “En lo presente y para lo fu­
turo, queremos a todo trance: El imperio de la ley; la rea­
lidad de la Constitución; el mantenimiento de la paz; la con­
solidación del orden.; la obediencia de la autoridad; el sostén
del gobierno constitucional de la República; la sucesión cons­
titucional de los Presidentes; la moralidad en el Gobierno, la
pureza de la administración; el afianzamiento del crédito
público; la pronta acción de la justicia; el progreso de la Re­
pública por todos los medios que conduzcan a mayor civiliza­
ción y prosperidad... ’'
Pero fue ésta una asociación colorada y así lo compren­
dieron los blancos que en un primer momento se 'habían acer­
cado a ella.
...“No olía a fusión nuestro programa y “La Sociedad
de Amigos del País’’ en su primera reunión en los salones do
la “Universidad” quedó convertida en partido colorado’’,
manifestó años después Juan C-arlos Gómez en su polémica
ccon Mateo Magariños. (3)
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 277

El ambiente político no era, pues, de concordia. Sin em­


bargo, Giró se empeñó en hacer obra constructiva.
Y deseando conocer las necesidades de su país, decidió em­
prender un viaje a la campaña. En octubre de 1852 comenzó la
gira, acompañado del Dr. Florentino Castellanos, dos oficia­
les del ministerio (entre ellos Antonio de las Carreras), el
capitán Martín Aldecoa y como edecanes, el coronel Magari­
ños y el comandante Zermeño. Lavalleja y Medina estaban
también entre los expedicionarios. De la Unión la comitiva si­
guió a Pando y de ahí a Maldonado; después a San Carlos,
Minas, Meló, Tacuarembó, Salto, Paysandií, Colonia, Merce­
des, Durazno, San José, Santa Lucía y Canelones. Regresó a
la capital el 7 de enero de 1853.
El tren del viaje había sido muy modesto. El presidente'
se ingenió pata escuchar las opiniones de los vecinos más-
respetables y llegó a presidir reuniones de las Juntas E. Ad­
ministrativas a fin de conocer sus aspiraciones. (4)
Durante el viaje, fué acompañado también Giró por uu
ingeniero francés, E. Penot; requerido por el Presidente para
que diera su opinión, presentó un informe con conclusiones-
muy importantes.
Vamos a extractar algunos de los datos y resultados que
consigna. Según sus cálculos, el plantel de ganado existente
en el país, había bajado de 15 malones, en 1843, a 8 millones-
en 1853. La renta por consiguiente, había sufrido un descenso1
de 40 millones a 4 millones, sin contar las 6.000 leguas cua~
dradas privadas de ganado. Mientras las fuentes de recursos
habían disminuido en 9 10, las necesidades del gobierno au­
mentaban, lo que iba a-traer necesariamente un gran desequi­
librio.
Como todos los viajeros (pie lian recorrido nuestra cam­
paña se asombraba de que sólo se pensase en la ganadería,
cuando podrían haberse dedicado energías a las tareas agrí­
colas.
Hace entonces el siguiente cálculo:
Una legua cuadrada de terreno recibe por término medio'
2.000 cabezas de ganado, lo cual da 2600 patacones de renta
para el estanciero. Sobre la base de una estancia por cada
legua cuadrada, se pueden calcular 10 personas en ella, con­
tando la familia del estanciero.
278 HISTORIA DF. I.A REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Así, pues, 10 personas por una rehta de 2.600 patacones.


Una legua cuadrada con 3.600 metros puede, en cambio, reci
bir 120 familias de agricultores que, a 5 personas por faro i
lia, dan 600 personas; sin contar con las otras industrias que
vienen indispensablemente a agruparse alrededor del agri­
cultor para formar pueblos. Por lo menos, pues, habrá 1,000
habitantes por legua cuadrada. Cada cuadra cultivada puede
producir 10 fanegas do trigo do la mejor calidad, que a 4 pa
tacones cada una, dan una renta de 40 patacones, poi’ cuadra.
Descontando gastos de cultivo no explotado, gastos gen eral ó.-;,
quedaría una renta neta de 72.000 patacones por legua cua­
drada, para la producción agrícola; mientras que no es más
que de 2.000 patacones para la cría de ganado.
Además de las ventajas económicas, continúa Penot, se
conseguirían las ventajas sociales y políticas que trae apare­
jada la población agrícola, más positiva, más amiga del or­
den, colaboradora de toda obra de organización. Se extiende
el autor sobre la influencia que en la inestabilidad política ha
tenido la formación del gauchaje, orientando hacia el movi­
miento, la agitación, el placer de la lucha... “pero aproxi­
mad a este hombre que vive de nada y que de nada se sus­
tenta, aproximadle al bienestar social, dejadle penetrar nocio­
nes del bien y del mal y vacilará en saquear los campos peno­
samente sembrados por el colono; y como él tiene corazón,
como tiene el sentimiento nacional altamente desarrollado,
decidle, demostradle que turbando el orden publico empo­
brece su país, disminuye su importancia nacional, y se trans­
forma en el amigo, en el s ostén de la tranquilidad pú­
blica”. . .
Desde luego, el autor del informe reconoce que no todo
el suelo es apto para el cultivo de cereales. Lo son particu­
larmente —dice— los Departamentos de Montevideo, Canelo
lies, San José, Colonia, Durazno y Mercedes. El suelo no es el
primitivo recubierto con subsuelo margoso; la roca no asoma
para nada a la superficie—, lo que permito el cultivo de
plantas forrajeras y cereales.
Otras zonas como Maldonado, Minas, Cerro Largo, Salto
y Paysandú tienen en su mayor parte un suelo compuesto de
tierra quemada, de base silicosa sobre roca y más parece
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 279

.-apto para la cría de ganado. Estima que la viña podría ser


•cultivada sobre las cuchillas pedregosas que se remontan por
el camino que va de Cerro Largo a Tacuarembó, así como en
los alrededores de Mercedes y Paysandú. Los árboles fru­
tales podrían crecer en toda la extensión del Estado.
Como remedios, propone en forma inmediata, un emprés­
tito. Además, apertura de vías de comunicación; estabilización
de derechos; mejoramiento de la justicia, simplificando sus
formas y aligerando sus trámites sobre todo en lo referente a
las deudas hipotecarias. (5)
Con respecto a este último punto, que revestía suma im­
portancia, está la valiosa opinión concordante del Dr. Eduar­
do Ace vedo, quien poco antes, en “La Constitución’’ había
hablado de la necesidad de establecer un régimen hipotecario
con garantías y de aligerar los trámites del juicio ejecutivo.
Hacía notar el Dr. Acevedo que mientras un comerciante
•conseguía dinero al 9 ó 10 % do interés, un propietario
tenía que pagar de 18 a 24 %. Y se explicaba esto hecho
porque la existencia de hipotecas tácitas, la falta de publici­
dad de las convencionales y las trabas del juicio ejecutivo,
dejaban sin garantía ninguna a! acreedor.
Proponía un régimen de publicidad de gravámenes y el
aligeramiento del juicio hipotecario; la creación de un Ban­
co Nacional para ayuda de la industria, el comercio y la pro­
piedad; el impulso a las obras públicas; la emisión de mone­
da de plata y cobre para las transacciones de escaso volumen.
Entretanto, el ambiente político, ya agitado en 1852, se
había acalorado aún más en 1853, en que se produjeron va­
rias crisis ministeriales. Se anunció una revolución para el
18 de julio. Manuel Herrera y Obes acudió ante el ministro
brasileño, Silva Paranbos, solicitando su mediación a fin de
•que el Presidente Giró integrase su gabinete con dos minis­
tros colorados. Silva Paranbos realizó una reunión para co­
nocer la opinión de los hombres más representativos del
Partido Colorado. El 17 de julio asistieron a esa reunión
.Juan M. Martínez, José María Muñoz, Juan Carlos Gómez,
Francisco Hordeñana, Manuel Herrera y Obes, Venancio Flo­
res y Melchor Pacheco. Silva Paranbos los informó que habían
fracasado ante Giró las gestiones para obtener los dos mi-
280 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Misterios colorados; pero que seguiría trabajando por la pa­


cificación. Se le preguntó a Melchor Pacheco y Obes, si eran
exactos los rumores de revolución que se propagaban. El
general Pacheco aseguró que al día siguiente no tendría Ju
gar ningún movimiento; pero ante su advertencia de que Li
Guardia Nacional iba a formar municionada el 18 de juliof
se acordó en la reunión pedir al presidente que impidiese ta
formación de aquélla para evitar la posibilidad de uní'cho­
que con los cuerpos de línea comandados por jefes colorados.
Silva Paranhos se comprometió a hacer ante Giró este peti­
torio. Al día siguiente no obstante, la Guardia Nacional apa­
reció formada aunque sin municiones y sin que se pudiera
advertir claramente cómo, se produjo un choque entre la
Guardia Nacional y el segundo Batallón de línea, formado*
en la calle Sarandí, frente a la plaza Constitución, con moti­
vo de celebrarse ese día el aniversario de la jura del código
de 1830.
Los soldados negros del expresado batallón de línea, co­
mandado por el Coronel León Palleja, dispersaron a los in­
tegrantes de la Guardia Nacional. Melchor Pacheco y Ohe-
se puso a disposición de las autoridades y restableció el or­
den en pocas horas. (6)
El motín del 18 de julio hizo perder la estabilidad al go­
bierno de Giró. Este se mostró inclinado a renunciar; pero
en un principio fué apoyado no sólo por Pacheco y Obe*
sino también por otras personalidades del Partido Colorado,
temerosas de que caído Giró, el Gral. Manuel Oribe fuese de­
nuevo llamado a presidir los acontecimientos.
Después del motín del 18 de julio, pudo verse que los
partidos estaban en pie, a pesar de los intentos do fusión.
El Partido Colorado no estaba unificado, sin embargo. Den­
tro de él una fracción principista había formado un partido
nuevo, que se denominó Conservo-flor. Tuvo un periódico.
“El Orden’’, cuyo fundador fué Juan C. Gómez. Pedia
la tolerancia política, pero no la fusión. Preconizaba el cui­
dado de los intereses morales y sociales; la política am­
plia frente a los extranjeros; el robustecimiento del Poder
Ejecutivo, aunque no excesivo; condenaba al etatismo exage­
rado: “Dejemos la libertad en toda su acción, porque si de
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 281

ella nacen algunos abusos, inherentes a la libertad misma, se-


reportan en compensación inmensos beneficios. ¡Basta de re­
glamentos! Compre, venda, vaya, venga todo el que quiera,
sin que la autoridad se entrometa en sus transacciones y
actos mientras no perturben el orden ni ofendan la moral
pública”. (7)

II
Después del motín se produjeron modificaciones en Ios-
ministerios; pero la revolución seguía su camino. El presi­
dente Giró veía que no podía dominar la opinión. Se asiló
en la Legación de Francia, el 24 de setiembre de 1853. El
General Flores, dueño de la situación, so dirigió a la Comi­
sión Permanente y promovió el establecimiento de un Triun­
virato integrado por él mismo y los generales Rivera y La­
va lieja.
Las cámaras quedaron disueltas y se constituyó el Mi­
nisterio del Gobierno Provisorio, con- Juan Carlos Gómez,
Santiago Sayago y Lorenzo Batlle. Producida la muerte de
Lavalleja y de Rivera en octubre 22 de 1853 y enero 13 de
1854, Flores quedó solo en el gobierno amenazado por los
partidarios de la autoridad depuesta. Salió a campaña don­
de impuso su influencia en breve plazo. Mientras estuvo au­
sente, delegó sus funciones en el general Cesar Díaz. D. Ber­
nardo Berro intentó entonces lo que se llamó É<la reacción
de noviembre”. Pero fué sofocada; y César Díaz dictó con­
tra él un decreto por el cual se autorizaba a quien llegase
a prender a Berro, a pasarlo por las armas, sin más for­
malidades que la justificación de la identidad de su persona.
Desde su instalación, el Gobierno Provisorio había d?-
clarado que apelaría al país mediante la convocatoria de una
doble asamblea con facultades de reforma constitucional.
El general Flores consultó a Manuel Herrera y Obes
sobre la ^convocatoria de esta doble asamblea. Herrera fué
contrario y fundamentó su oposición en una serie de valiosos
argumentos. Veamos los principales. El Poder Ejecutivo —
dice— fué derrocado por una revolución partidaria apoyada
sobre la fuerza armada; esa misma revolución hizo desapa­
recer el Cuerpo Legislativo, después de haber destrozado al
282- HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTA!. DEL URUGUAY

Poder Judicial, cuyos miembros fueron depuestos. ¿Qué que­


da entonces de los poderes públicos? Si queremos hacer des­
aparecer el período revolucionario, hay que ir a la convocato­
ria de las cámaras actuales; y así se reanudará la tradición
legal, interrumpida en setiembre.
Tenemos un antecedente bien serio al respecto. Cuando
en 1836 triunfó la revolución contra el gobierno constitucio­
nal de Oribe, se disolvieron las cámaras y las inmediatas fue­
ron encargadas de elegir el nuevo magistrado. Pero ese hecho
— dice Manuel Herrera — trajo el pendón de la presidencia
legal y el pretexto para que se hiciera una guerra civil e
internacional.
La reunión de una doblo asamblea para la reforma de la
constitución es una resolución arbitraria y revolucionaria; —
dice— ya que esa doble asamblea sólo puede tener lugar cuan­
do se intente cambiar la forma de gobierno. Además, y aquí
•entramos en la zona medular de esta memoria, lo que interesa
no es la transformación de la constitución. La anarquía, los
desórdenes, los atrasos de las naciones americanas, ¿se de­
ben acaso a la falta de instituciones políticas? “No: no son
las instituciones políticas la primera necesidad de un país
nuevo, despoblado, ignorante al último grado, sin costum­
bres, sin creencias, sin capitales: en una palabra, en las con­
diciones del nuestro, que son las de todos los Estados de
nuestro continente, con rara excepción. Todo lo contrario;
y de ahí, sus desgracias. Por haber invertido el orden na­
tural, por haber empezado por donde debió acabarse; por
haber persistido en el error, muy disculpable de nuestros pa­
dres : por el empeño de tener, antes de todo constituciones
escritas, fabricadas en una o dos noches de vigilia sin cono­
cimiento de la fisonomía característica de los Pueblos para
quienes se daban: constituciones que eran el fruto del orgu­
llo y la vanidad propia de las civilizaciones postizas, os
que los Estados de la América Española se encuentran en la
miserable condición en que viven y que los tienen votados a
la risa y al sarcasmo de los pueblos verdaderamente civili­
zados”. (8)
Continuamos exponiendo los otros argumentos de Ma­
nuel Herrera. Países, como el nuestro — dice — lo que re­
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 283

quieren son buenas leyes administrativas y económicas que


favorezcan la riqueza y el crédito y nos traigan el orden.
“El mal de nuestra constitución actual está en que no se
cumple; en que es una mentira en la práctica; en que ella
es impotente para luchar con nuestras tendencias indomables
a la desorganización; en que nadie la acepta sino para co­
bijar sus malas pasiones; en que los hábitos de nuestra tra­
dición revolucionaria son más fuertes que los más sanos pre­
ceptos de orden y disciplina; en que las preocupaciones y
las pasiones selváticas, hacen la baso de nuestras costum­
bres; en una palabra, en que no estamos preparados para
la existencia política que nos hemos dado: en que no quere­
mos o no sabemos comprender esa verdad’
Una asamblea salida de las urnas se consideraría la úni­
ca expresión de soberanía y querría hacer de todo; dictadu­
ra, suma del poder público. Basta recordar —dice Manuel
Herrera— lo ocurrido en la Asamblea de Notables que antes
de) año de instalada se había atribuido toda clase de fa­
cultades, incluso la de conspirar contra el poder que la había
oreado. Una asamblea constituyente supondría la continua­
ción del Gobierno Provisorio, con todo el mal que supone un
régimen provisorio. Y concluye esta memoria afirmando que
sólo había existido un momento oportuno para la reunión
de la Asamblea Constituyente: en 1851, cuando después de
tan largos años de guerra los ánimos se hallaban calmados y
nadie le habría atribuido tendencias y objetos bastardos.
A pesar do esta discrepancia tan bien fundamentada,
la idea de la doble Asamblea prosperó. Ella contó con el
apoyo de hombres como Andrés Lamas, que seguía desde
Río de Janeiro las fluctuaciones do la política oriental.
Las elecciones tuvieron lugar el 5 de febrero de 1854. 1
el 12 de marzo inmediato se realizó la apertura de la Gran
Asamblea, bajo la presidencia do Luis Lamas.
Mateo Magariños Cervantes hizo presente en esa reu­
nión los tros puntos que debía resolver la Asamblea: 1)
juicio de los actos del gobierno provisorio; 2) elección de
presidente; 3) reforma do la constitución. En cuanto a hi
segunda, ó! era de opinión que la elección de presidente de­
bía hacerse en la forma prevista por la Constitución en ca­
284 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

so de fallecimiento del titular del Poder Ejecutivo íart.- 77) r


es decir, debía completarse el período y elegirse presidente
por dos años.
José María Muñoz era en cambio partidario de que con­
tinuase ejerciendo el cargo el presidente del Senado —D.
Luis Lamas— hasta que convocados los comicios, so instaló­
se la asamblea ordinaria encargada do la elección presiden­
cial.
Al fin Flores fué nombrado presidente por el período
complementario de la presidencia de Giró, hasta marzo de
1856 y la misma asamblea declaró su carácter complemen­
tario, convirtiéndose en simple prolongación do la legislatu­
ra disuelta en 1853, debiendo llamarse de nuevo a comicios
generales en noviembre de 1854. Declaró también que el in­
terés nacional exigía la reforma de la constitución.
En el desarrollo de todos estos sucesos el imperio había
ejercido una poderosa influencia. En enero de 1854 habíiv
llegado a Montevideo I). José María de Ama ral, represen­
tante diplomático del Brasil, con instrucciones según las cua­
les debía apoyar a los conservadores y a la candidatura do
D. José María Muñoz para Presidente de la República. Pe­
ro como los conservadores no simpatizaban con la política
de intervención brasileña y carecían de arraigo en la opi­
nión y la influencia de Flores era muy grande, el represen­
tante brasileño resolvió prestar su adhesión al caudillo. (9)
Poco después de electo presidente. Flores solicitó la in­
tervención brasileña, amparándose en el tratado de alianza,
de 12 de octubre de 1851, con el objeto do estabilizar su au­
toridad combatida por los elementos principistas, enemi­
gos del caudillismo. En consecuencia, una división de 4.000’
hombres del ejército brasileño entró al país para apoyar al
gobierno de Flores. Según veremos la intervención del Bra­
sil había sido solicitada en realidad, por todas las fracciones
políticas, desde luego, cada una en su exclusivo provecho.
Puede decirse que sólo hubo un opositor a la política-
brasileña : Juan Carlos Gómez, cuyos artículos en contra do
la intervención no encontraban acogida en los diarios.
Vinieron luego los comicios de noviembre de 1854 y las
dos fracciones en que se dividía el partido colorado se unie­
ron, confeccionando listas comunes.
HISTORIA DE LA REPl’iBUCA ORIENTAL DEL URUGUAY 285

Pero este acuerdo se debió al temor de que ganara el


partido blanco, más que a un verdadero entendimiento Ínter
no del partido colorado.
En realidad, los conservadores estaban mucho más apar­
tados del florismo, que del partido blanco, dirigido entonces
por los prineipistas del Corrito: Berro, Acevedo, Giró, An­
ta ña.
Los conservadores’ concurrieron a los comicios con muy
■escaso entusiasmo; pues lo repetimos, no sentían la menor
atracción por' la fusión partidaria y se hallaban espiritual­
mente Jejos del elemento eaudillista.
Poco tiempo después, en julio de 1855, llegó a Monte­
video un manifiesto de Andrés Lamas que ausente del país
-desde hacía ocho años, creía haber encontrado la fórmula
de la salvación nacional.
Este famoso manifiesto do “Andrés Lamas a sus com­
patriotas’’ circuló con profusión en el país y fué entusiasta­
mente acogido. Era, en síntesis, un alegato contra el cau­
dillismo y las divisas tradicionales; preconizaba la forma­
ción de un partido nuevo. Y consideraba como elemento ne­
cesario para la marcha segura del país, la alianza brasile­
ña, digna y benéficamente entendida.
“Rompo publica y solemnemente esa divisa colorada, que
hace muchos años que no ós la mía, que no volverá a ser la
mía jamás’’, dice— “no tomo, no, la divisa blanca, que no
fué Ja mía, que no será la mía jamás”, “¿Qué es lo que
•divide hoy a un blanco de un colorado? dice Lamas-— Lo pre­
gunto al más apasionado, y el más apasionado no podrá mos­
trarme una sola idea social, una sola idea moral, un solo
pensamiento de gobierno eon esa división”.
El programa de Lamas suponía, en síntesis, lo siguien­
te; A) Cumplimiento exacto de la constitución, especialmen­
te en los artículos 2 y 3: “El Estado Oriental del Uruguay
es y será siempre libre o independiente de todo poder ex­
tranjero”. “Jamás será el patrimonio de persona ni de fa­
milia alguna”. B) Apoyo Brasileño. C) Reorganización de
la administración pública y de la hacienda en particular. I))’
Creación de fuentes de trabajo. E) Reforma militar. F) Fo­
mento de la población. G) Colonización. H) Progreso indus­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

trial. I) Mejora de la instrucción pública. J) Reforma del


Poder .Judicial.
Dijimos ya que el manifiesto encontró favorable aco­
gida en Montevideo, donde el ambiente político estaba muy
agitado. Desde luego, ese cordial recibimiento le fué tribu­
tado por el (demento intelectual. Algunos hicieron —no obs­
tante— salvedades. Por ejemplo Bernardo P. Berro, que
adhirió con entusiasmo a las ideas dé Lamas, no quería la
alianza brasileña.
Entre los floristas, en cambio, esas ideas provocaron
una lógica resistencia, si se tiene presento que Lamas en su
manifiesto, llamaba a los caudillos “buitres” y “vándalos”.
* La “Sociedad de Amigos del País” que fundaron en
aquel momento, publicó un manifiesto que era una réplica al
de Lamas.
La oposición al gobierno de Flores era cada vez mayor
y al fin se tradujo en hechos. El 10 de agosto de 1855 se
dictó un decreto restrictivo de la libertad de imprenta, que
provocó una reacción dirigida por José María Muñoz. El
ambiente entró en una gran agitación en los días subsiguien­
tes. El 28 de agosto de 1855 José María Muñoz y Lorenzo
Batlle se apoderaron del Fuerte. Flores salió a la campa
ña; y entre tanto, en el Fuerte se hizo una reunión en la
que se acordó el nombramiento de D. Luis Lamas, como go­
bernador provisorio. Así tomó el poder el elemento doc­
toral apoyado por el Brasil; y acordaron —el mismo día
29 de agosto— llevar a la práctica el programa de Andrés
Lamas, fundando el Partido Nacional. (10)
Publicaron con tal fin un manifiesto que luce las fir­
mas de Manuel Herrera y Obes, Francisco Ilordeñana, En­
rique Muñoz, Luis Lamas, Fermín Ferreira (colorado^); Jo­
sé Brito del Pino, Cándido Juanicó, Leandro Gómez, Luis de
Herrera, Ambrosio Velazco, Enrique de Arrascaeta, Pedro
Fuentes (blancos).
Entre agosto y octubre se realizaron los trabajos pre­
paratorios del partido; y el 4 de octubre de 1855 quedó cons­
tituida la “Unión Liberal”, bajo la presidencia de Luis La
mas. Su programa tiene diez y seis artículos que revelan
la adhesión a las ideas de Andrés Lamas, expuestas en el
ya mencionado manifiesto.
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 287

Artículo 1?) Reunir en el supremo interés de la patria


a todos los orientales, trabajando en la extinción de los odios
y prevenciones de partido, y renunciando al efecto, no sólo a
toda recriminación sobre el pasado que feneció en 1851, sino
aún al derecho de defenderse por la prensa sobre opiniones
o actos políticos de aquel pasado.
Artículo 2?) Profesar y hacer práctico el principio de
la tolerancia política.
Artículo 3?) Promover y sostener como punto de arran­
que de sús trabajos la existencia de gobiernos regulares que,
emanando de la voluntad nacional, libre y legítimamente ex­
presada, hagan práctica y efectiva la ley fundamental del
Estado.
Artículo 4?) Hacer del principio de autoridad, por la ley
dentro de la ley, un punto cardinal de sus creencias políti­
cas y norma de sus actos.
Artículo 5.°) Desconocer la posibilidad legal de faculta­
des extraordinarias en los poderes públicos y rechazar to­
da interpretación oficial o privada tendiente a eludir o fal­
sear el espíritu de la Constitución del Estado.
Artículo 6?) Propender a la defensa de las garantías
individuales consignadas en la Constitución de la Repúbli­
ca, sea quien fuera el individuo agredido, su clase, posición
social u opiniones políticas.
Artículo 7?) Proclamar y sostener, para las elecciones
populares así directas como indirectas, la más completa li­
bertad y el estricto cumplimiento de la ley.
Artículo 8?) Exigir la mejora y moralidad de la admi­
nistración pública en todos los ramos, pugnando porque
fuera siempre efectiva la responsabilidad legal de todos los
empleados, y, particularmente, la de los altos funcionarios.
Artículo 9?) Insistir en la reforma financiera sobre la
base de la economía, del equilibrio de los ingresos con los
egresos y su recaudación e inversión conforme a las leyes.
Artículo 10?) Propender al más práctico desarrollo del
régimen municipal.
Artículo 11?) Promover y fomentar el adelanto de la
288 HISTORIA DE LA REPUBLIC/\ ORIENTAL DEL URUGUAY

educación general del pueblo, especialmente la enseñanza pri­


maria y religiosa.
Artículo 12?) Dedicar una especial atención a los inte­
reses económicos y comerciales y promover en todo sentido
la mejora general del país.
Artículo 13?) Atraer al elemento extranjero, procurando
identificar sus intereses con los del país.
Artículo 14?) Sostener como principio, que las relacio
nos de la República con las demás naciones y particularmen­
te con los vecinos, deben reposar en la inteligencia cordial
con todas, en el mutuo respeto y en la efectiva reciprocidad
-de conveniencias económicas, materiales y comerciales.
Artículo 15?) Desconocer en las asociaciones privadas
el derecho de ligar a sus miembros a una determinada con­
ducta oficial.
Artículo 16?) Emplear, como medios para conseguir los
fines de la asociación, la libertad de la prensa, en los lími­
tes de lo lícito y conveniente, la discusión en la tribuna,
el derecho de petición, etc. Entre tanto Flores exigía inútil­
mente a Amara! el apoyo del Brasil para el restablecimien­
to de su autoridad. Entonces el caudillo se adelantó a los
acontecimientos y presentó renuncia de sai cargo. Debía su-
cederlc el presidente del Senado, Manuel Basilio Bustaman-
te, cuya ascensión al poder significaba, en realidad, la conti­
nuación del florismo. Dos conservadores no tuvieron más
remedio que aceptar esa situación. (11)
Poco tiempo después, frente a la alianza de los doctores,
tuvo lugar la de los caudillos, Flores y Oribe (éste último
recién llegado al país, del que se hallaba ausente desde 1853),
celebraron el Pacto de la Unión, de 11 de noviembre de 1855.
Publicaron un manifiesto, en el cual renunciaban a su futu­
ra candidatura presidencial; y un programa en el que tam­
bién se notaba la influencia de la prédica institucional reali­
zada por los elementos intelectuales. El texto del Progra­
ma, dice: “La desgraciada situación en que se halla la Re­
pública proviene de la discordia que incesantemente la ha
conmovido desde los primeros días de nuestra existencia po­
lítica. La desunión ha sido y es la causa permanente de nues­
tros males, y es preciso que ella cese, antes do que nuevas
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 289

«convulsiones completen la ruina del Estado» extinguiéndose


nuestra vacilante nacionalidad’’.
“Mientras existan en el País los partidos que lo dividen,
el fuego de la discordia se conservará oculto en su seno,
pronto a inflamarse con el menor soplo que lo agite. El or­
ilen público estará siempre amenazado y expuesta la Repú­
blica al terrible flagelo de la guerra civil, que ya no puede
sufrir, sin riesgo de su disolución para caer bajo el yugo ex­
tranjero”.
“En esta inteligencia, persuadidos de que una de las
causas (pie más contribuye a agravar la situación del país
procede de las miras e intereses encontrados de esos parti­
dos, en los momentos mismos en que convendría uniformar la
«opinión pública acerca de la persona que debe ser llamada
a presidir los destinos de la nación, desde el l.9 de marzo
próximo; los brigadieres generales D. Manuel Oribe y D.
Venancio Flores, deseosos de evitar a sus conciudadanos to­
do motivo de desinteligencia por la suposición de aspiracio­
nes o pretensiones personales, de que se hallan exentos, de­
claran por su parte de la manera más solemne, que renun­
cian a la candidatura de la presidencia del Estado. En es­
te concepto invitan a todos sus compatriotas a unirse, en el
supremo interés de la Patria, para formar un solo partido,
•de la familia oriental, adhiriendo al siguiente:'

Programa

Artículo l.9) Trabajar en la extinción de los odios que


hayan dejado nuestras pasadas disensiones, sepultando en
perpetuo olvido los actos ejercidos bajo su funesta influencia.
Art. 2.9) Observar con fidelidad la constitución del Es­
tado.
Art. 3.9) Obedece!’ y respetar al Gobierno que la nación
eligiere por medio de sus legítimos representantes.
Art. 4?) Sostener la independencia e integridad de la
República consagrando a su defensa hasta el último momen­
to de la existencia.
Art. 5.9) Trabajar en el fomento y adelanto de la edu­
cación del pueblo, y en las mejoras materiales del país.
20
290 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Art. 6?) Sostener, por medio de la prensa, la causa de


los principios y de las luces, discutiendo las materias de in­
terés general; y propender a la marcha progresiva del es­
píritu público, para radicar en el pueblo la adhesión al or­
den y a las instituciones, a fin de extirpar por este medio
el germen de la anarquía y el sistema de caudillaje”.
11 Villa de la Unión, 11 de noviembre de 1855. Venan­
cio Flores, brigadier general. Manuel Oribe, brigadier gene­
ral”. Siguen numerosas firmas. (12)
Los conservadores no se conformaron con el gobierno de
Bustamante que según dijimos, señaló la continuación del
florismo. José María Muñoz encabezó la segunda revolución
que dió por resultado nuevamente la toma del Fuerte, el
25 de noviembre de 1855. En el Cabildo se sostuvo Busta­
mante apoyado por Flores y Oribe. Se combatió durante al­
gunos días. Al fin Muñoz abandonó la lucha y se retiró a
Buenos Aires.
La “Unión Liberal” —muchos de cuyos componentes no
aprobaron los actos de Muñoz,— quedó entonces desintegra­
da. Y se constituyeron nuevamente los partidos tradiciona­
les, aunque dentro de ellos se hicieran sentir discrepancia#
ideológicas y psicológicas. (13)

III
Veamos ahora cuál había sido la actitud del Brasil du­
rante este proceso. Se recordará que en virtud del tratado de
alianza de 12 de octubre de 1851, Brasil se había comprome­
tido a defender el orden legal del país. El 17 de julio de 1853.
D. Bernardo Berro, Ministro de Relaciones Exteriores, se di­
rigió al ministro residente del Brasil José María da Silva
Paranhos, expresándole que el Uruguay se había visto obli­
gado a pedir auxilio a las fuerzas de Inglaterra y Francia pa­
ra cortar los desórdenes que amenazaban a la capital. Hacía
’ i' •
presente, además, que había llegado al caso previsto en los
artículos 6? y 7.9 del ya mencionado tratado de alianza. Los
auxilios brasileños no fueron prestados; y la nota del gobier­
no oriental recién fué contestada el 21 de julio. El Ministro
lamentaba los desórdenes del día 18; hablaba de los esfuerzo?
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 291

realizados por él para evitarlos; y expresaba también que na


siempre convenía reprimir por la intimidación o por la fuerza
armada un movimiento. Añadía que él, desde el primer mo­
mento, había comprendido que, aún teniendo a su disposición
todas las fuerzas navales de Montevideo, el gobierno no ha­
bría podido sofocar una revolución que desde el primer mo­
mento, se había presentado como algo invencible.
El 21 de setiembre de 1853, el gobierno comunicó al mi­
nistro brasileño que no estaba en condiciones de responder
por la seguridad de las personas y de las propiedades; y que
era necesario que los agentes extranjeros con la fuerza ar­
mada de que pudiesen disponer, se encargasen de la protec­
ción de la ciudad. El 24 de setiembre tuvo que comunicar el
ministro Berro que el presidente había suspendido el ejerci­
cio de su autoridad en la capital, mirando por su seguridad
personal. El 25 de setiembre el mismo presidente Giró comu­
nicó la rebelión de Flores y su asilo en la Legación de Fraa-
cia¿ exigiendo la protección que estaba obligado a prestar el
Imperio del Brasil por el tratado de 1851; y manifestando tam­
bién que en caso de buena voluntad el ministro podía disponer
de medios para auxiliar al gobierno, aunque fuera, solicitán­
dolos de los agentes extranjeros.
La contestación del ministro brasileño del mismo día 25
de setiembre, fué una larga explicación de todos Jos gran­
des esfuerzos realizados por su parte para mantener la con­
cordia entre los orientales. Además expresó que los hechos
ocurridos el 18 de julio y subsiguientes se debían a la ac­
titud del gobierno, que se había negado a cumplir los con­
sejos del ministro brasileño. El Presidente se había compro­
metido a una serie de medidas: alejamiento de Oribe del
país, suspensión del jefe político del Salto, contra el cual
había reclamado la legación francesa; y aprobación de los
actos practicados en campaña por Flores como ministro de la
guerra.
Pero la salida de Oribe —dice el representante brasileño—
fué dudosa; no se publicó la suspensión del jefe político del
Salto; y no fueron expresamente confirmados los actos del mi­
nistro de la guerra. La nota sigue expresando las tentativas
posteriores del ministro para conjurar la crisis, interrumpidas
292 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

por la sorpresiva noticia de que el presidente oriental se ha­


bía refugiado en la Legación de Francia.
Añade textualmente: “No se lia querido entender la alian­
za conforme a su espíritu y a sus condiciones expresas. Mu­
chos lian entendido que la alianza del Imperio con la Repúbli­
ca. sólo trae importantes derechos para ésta, y graves obliga­
ciones para aquél. Muchos han entendido que la alianza es­
tipulada el 12 de octubre de 1851 significaba que el Imperio
se constituyese en un capitalista siempre pronto para prestar
generosamente sus capitales a la República y en un instru­
mento pasivo de su autoridad constitucional.”
Siguieron a éstas, otras notas que recibieron al fin una
digna contestación de Juan F. Giró el 1.* de marzo de 1854, en
oficio enviado desde Buenos Aires, que respondía a una
nota anterior del ministro brasileño, de fecha 30 de enero
de 1854, en que se decía lo siguiente: “...El gobierno im­
perial, por lo tanto, inducido por tan graves consideraciones,
reconociendo que la obligación contenida en los artículos 5.”
y 6? del tratado de alianza no fué estipulada para destruir la
independencia del país y subyugarlo; y viendo que ésto sería
lo que acontecería si el gobierno imperial se propusiese im­
poner a la República por medio del las armas un gobierno
que ella repelía, resolvió entenderse con el gobierno proviso­
rio que se halla establecido en la capital, y declarar a A . Exa.
que, en vista de la nueva atención del país, no se juzga mas
en el deber de prestar a V. Exa. el auxilio a que se refieren
los citados artículos del tratado de alianza.”
“El gobierno imperial lamenta que V. Exa., después de
la triste experiencia de los últimos acontecimientos de este
país, desconociera el derecho que no podía dejar de competir
al mismo gobierno imperial de ser prevenido, oído y atendi­
do, como aliado y amigo, sobre las eventualidades previstas
en el tratado de alianza, antes de ser llamado a obrar activa­
mente para sustentar la autoridad legal de la República, o
defender su independencia y soberanía." (14)
Esta nota lleva la firma de José María de Amaral, que
como ya expresamos había sustituido a Silva Paranhos desde
enero de 1854. Su contenido no deja el menor lugar a dudas
sobre el alcance que el Imperio quería dar al tratado de alian­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 293

za, convirtiéndolo en un verdadero medio de imponer su pro­


tectorado, con un total desconocimiento de nuestra soberanía.
La nota —contestación de Giró, ya mencionada— fué una
defensa digna de los derechos del país. Brasil —dice— esta­
ba obligado, en virtud del tratado de alianza, a sostener el
gobierno legal de la República por los cuatro años de su du­
ración, en el caso de cualquier movimiento armado contra su
existencia o autoridad, y en el de deposición del presidente
por medios inconstitucionales, cualquiera que fuese el pre­
texto de los sublevados. El artículo 7? expresaba lo siguiente:
“El gobierno imperial no podría bajo ningún pretexto, re­
husar su auxilio, en cualquiera de los casos del artículo an­
terior.” Esta obligación —-dice la nota de Giró— era una
compensación por las ventajas de otro género que le daban al
Brasil los tratados de 1851.
El gobierno constitucional que el Imperio se había obliga­
do a apoyar, —agrega Giró— vióse amenazado en su existen­
cia y autoridad por el movimiento armado del 18 de julio y
fué derribado por medios inconstitucionales el 25 de setiem­
bre; y durante todo el período de crisis, que duró de julio a
diciembre, el Brasil permaneció inactivo, sin prestarle él me­
nor socorro al gobierno legítimo, a pesar de los insistentes
pedidos de éste. Y después de asumir la posición expectante
de un neutro, acabó por reconocer el derecho de la fuerza, a
pesar de sus solemnes compromisos. El Imperio acusa aJ go­
bierno oriental de no haber escuchado sus consejos; pero
‘‘todo gobierno independiente tiene derecho a aceptar o a
rechazar, según lo juzgue justo, los consejos que quieran darle
sus aliados o amigos, porque si no tuviese ese derecho no se­
ría independiente y el cumplimiento de sus pactos y la con­
servación de sus relaciones dependería exclusivamente de la
voluntad de una de las partes”. (15) Ninguna excusa puede
alegar el gobierno imperial, continúa Giró. No puede decir’
que el país hubiera aceptado la nueva situación, porque los
hechos demostraron que le fué impuesta por la fuerza. No
puede decir que consideró ineficaces los esfuerzos que ha­
bría podido prestar, porque Brasil no se comprometió a
defender el gobierno constitucional sólo cuando fuera fuerte
o afortunado. No puede tampoco alegar el abandono de sa
294 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

puesto de presidente, realizado por Giró porque en su per­


sona no se agotaba el sistema constitucional; y su falta no
dejaba acéfalo el gobierno ;la constitución preveía el medio
de suplirlo.

IV

El 1? de marzo de 1856 D. Gabriel Antonio Pereira fué


electo presidente de la República. Su elección significó el
triunfo de la liga caudillista frente a la candidatura procla­
mada por los conservadores: la de César Díaz, prestigiada
desde Buenos Aires por Juan C. Gómez. En efecto, la ascen­
sión de Pereira había sido la obra de Manuel Oribe y Venan­
cio Flores, firmantes del Pacto de la Unión.
Los apuntes redactados por Pereira y la correspondencia
entre éste y aquellos caudillos, lo demuestran claramente.
El programa del candidato triunfante fué redactado por
Alejandro Magariños Cervantes. Explica en él su posición
frente al problema de la presidencia... “no he dado el me­
nor paso para optar a la Presidencia de la República. Mi can­
didatura ha sido iniciada por hombres que antes de este su­
ceso tenía derecho a considerar, más bien como adversarios
políticos que como amigos...” “Téngase entendido no obs­
tante, que ni aún hipotéticamente he aceptado compromisos
que hiciesen nula mi autoridad, una vez instalada en el po­
der.” Luego, entrando a considerar directamente el progra­
ma, dice aquella frase justa —ya célebre— que evidentemen­
te tuvo sinceras intenciones de cumplir: “Mande quien man­
de ,1a mitad del pueblo oriental no puede ni debe conservar
en eterna tutela a la otra mitad.”
Su primer ministerio reveló ya la amplitud de su polí­
tica; José Ellauri, para Gobierno y Relaciones Exteriores;
Doroteo García, para Hacienda; Carlos San Vicente, para
Guerra y Marina.
Un tiempo después ,y a consecuencia de un incidente
ocurrido en el Cabildo, motivado por la agresión al diputado
conservador D. Fernando Torres, presentó renuncia de su
cargo el ministro José Ellauri. Fué sustituido el 20 de mar­
zo de 1S56 por el Dr. Joaquín Requena, una de las figuras
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 295

más destacadas en el ambiente intelectual de la época y es­


pecialmente; una gran capacidad jurídica.
Su obra en el ministerio revistió una verdadera trancen-
dencia y en él se dictaron leyes y decretos de gran interés.
Anotaremos los más importantes: ley de 15 de marzo de 1856,
sobre recursos de apelación, segunda apelación, revisión y
nulidad o injusticia notoria; sobre juicio Ejecutivo; y sobre
formas generales de procedimiento. Esta ley prefiguraba el
futuro código de Procedimiento Civil; era una extenso con­
junto de normas (84 artículos) en que se llenaban los gran­
des vacíos de la legislación procesal, basta entonces domina­
da por la complejidad de la legislación hispana; decreto so­
bre denuncia de tierras públicas de 5 de setiembre de 1856;
ley de 8 de abril de 1857 sobre impuestos sucesorios, que com­
pletaba la anterior de 16 de junio de 1837, derogando o modi­
ficando algunos de sus artículos, poco convenientes; decreto
de agosto 14 de 1857 sobre creación de cargos de procura­
dores fiscales y procedimientos en materia sucesoria; ley de
7 de’julio de 1857, sobre creación de Juzgados Letrados, dos
para causas civiles, y dos para causas criminales, y creación
de Fiscales de Estado.
Muy interesante fué también la actuación del Dr. Re­
quena en cuanto se refiere a los problemas internacionales,
particularmente con el Brasil, en materia de comercio, nave­
gación y tratamiento de la población brasileña. De ella nos
ocupamos al tratar la gestión internacional del gobierno de
Pereira.
El presidente se había propuesto un programa de con­
cordia, hacia el cual lo llevaron no solamente el convencimien
to de que el país necesitaba la política fusionista que le depa­
rase la paz, sino también sus propios antecedentes persona­
jes. Tenía una larga actuación en la vida pública, pues
había militado con Artigas en los albores de la formación na­
cional; había participado de la revolución de 1823, formando
luego paide de la Asamblea de la Florida y de la Constitu­
yente de 1830, y ocupado desde entonces puestos de jerar­
quía. No tenía color político définido, aunque había actuado
como un hombre moderado durante la Guerra Grande, defen­
diendo la causa de la plaza sitiada. No había salido de la
296 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

existencia feliz y cómoda de su vida privada, sino a requeri­


miento de hombres de arraigo y representativos de sectores
opuestos de la opinión y para realizar la unión de los orien­
tales.
Sin embargo, desde el primer momento se hizo sentir
contra él la oposición de Jos conservadores. Como lo expresó»
Pereira en su mensaje a la Asamblea General, en la noche del
26 de marzo de 1856 y aún en noches anteriores, se habían
celebrado reuniones en casa del general César Díaz, de ochen­
ta a cien individuos, por lo que el gobierno, considerando
que se había producido el caso de conmoción interior, previs­
to por la constitución, adoptó medidas de seguridad. Esta-?
fueron aprobadas por la Asamblea; y el General Oribe, con
fuerzas que había podido reunir, apoyó también al gobierno.
En abril de 1856 los generales Oribe y Flores volvieron
a hacer manifestaciones de solidaridad política que signifi­
caban la ratificación del Pacto de la Unión y de la política de
comprensión que había llevado a Pereira a la presidencia.
A pesar de todo esto, el ambiente era de intranquilidad.
El presidente quiso llevar adelante una política firme, na­
cional, no dando participación a ninguna bandería, a ningún
color político. Aunque debía su ascensión a los generales Flo­
res y Oribe, que continuaban prestándole apoyo, Pereira sin­
tió que eran -elementos demasiado influyentes y que su pres­
tigio podía entorpecer la marcha de su autoridad de gober­
nante sin partido. Flores, (pie sentía el vacío provocado des­
de el gobierno, se alejó del país en julio de 1856. Unos me­
ses después el gobierno notificó a Oribe que lo responsabili­
zaba por los desórdenes que pudieran promover los partidarios-
escudados en su nombre. (16)
Pereira, libre de estos dos poderosos factores de arras­
tre de opinión, quiso buscar apoyo en una fuerza nueva, re­
sultado de la fusión partidista que él deseaba imponer a to­
da costa.
Esta política de fusión recibió adhesiones, entre los miem­
bros de ambos partidos. Bernardo P. Berro, Luis de Herrera,
Mateo Magariños y José G. Palomeque (estos dos últimos
dirigían “La Opinión Nacional’’, que glorificaba la Defensa,
sin perjuicio de propiciar la concordia partidista). También*
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 297

Andrés Lamas apoyaba desde Río de Janeiro la política de


fusión.
Esta tuvo en cambio, un ardiente opositor en Juan Carlos
Gómez que desde la dirección de “El Nacional’’, hizo en 1857
una campaña violentísima contra el gobierno y la política de
fusión. En 1856 había permanecido en Buenos Aires, incor­
porado a la redacción de “La Tribuna’’, y durante su ac­
tuación política había hecho manifestaciones favorables a
una nueva incorporación de la República Oriental a la Repú­
blica Argentina, o por lo menos a la Provincia de Buenos Ai­
res, en aquel momento separada de la Confederación Argen­
tina.
La campaña de 1857, dijimos fué violentísima, en contra
de la fusión, que consideraba como “la negación de la sobe­
ranía del pueblo.” En esta ocasión, Juan C. Gómez pugnaba
por el restablecimiento del coloradismo, del partido de la
Defensa, que consideraba como un solo block. Desde luego,
no faltaba la nota contradictoria en sus artículos; pues mien­
tras zahería al partido contrario, a cuya prensa llamaba des­
pectivamente “los diarios de Oribe”, no dejaba de expresar
su mal recuerdo a la política brasileña, a los tratados de 1851,
que habían sido el resultado inevitable de las gestiones de la
Defensa. Véase, sino, el artículo “25 de agosto, la Repúbli­
ca y el Brasil”, de 25 de agosto de 1857, en que hace el pro­
ceso de la política brasileña. “Rosas —dice— trajo la agre­
sión a nuestra independencia, y el Brasil, en vez de interpo­
nerse en cumplimiento del tratado de 1828, hizo en 1843 un
pacto con Rosas, que la amenazaba. Sus escuadras estuvieron
favoreciendo a Rosas durante el asedio de Montevideo”.
“Sólo cuando Rosas retiró su ministro de Río de Janeiro,
cuando se aprestaba a llevar la guerra al Brasil, cuando la
amenaza pendía ya sobre su cabeza, cuando necesitaba urgen­
temente de nuestra alianza, se acordó el Brasil de que exis­
tían unos tratados de 1828, por los cuales debía su garantía
a nuestra independencia.”
“¿Y esa garantía estipulada, obligatoria, la prestó, por
ventura, lisa y llanamente, como la debía por los tratados?
No, puso a ella condiciones, cesiones de territorio, desventa­
jas comerciales, los enormes sacrificios impuestos por los tra­
298 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

tados de 1851, en que se echaban de paso las bases de nuevas


convulsiones y desquicios”.
“En efecto, esos tratados son una violación abierta de las
obligaciones (v derechos recíprocos estipulados en 1828, y
nuestra soberanía fué reatada por ellos con nuevas ligaduras,
metiendo el Brasil las manos en nuestra legislación, en nues­
tra administración, en lo más íntimo de nuestra vida domés­
tica. Todos conocen la acción que esos tratados han permi­
tido al Brasil ejercer en nuestros sucesos desde 1851 y cómo
la ha ejercido. ¿A qué demostrar lo que ya es notorio?” (17)
En este mismo año de 1857 tuvo lugar la revolución de
los conservadores, cuyo epílogo fué el episodio de Quin­
teros.
El 1.- de noviembre de 1857 debía realizarse una reunión
en el Teatro de San Felipe; el Presidente Pereira resolvió
prohibir no sólo esa reunión, sino “Toda otra en que se le­
vantase la bandera de cualquiera de los antiguos partidos.7’
Y pocas horas después fueron aprehendidos y desterrados a
Buenos Aires, Juan C. Gómez, redactor, como ya dijimos, de
“El Nacional”, Vicente Garzón e Isaac de Tezanos, redactores
de “El Sol Oriental” y varios jefes y oficiales. Los conser­
vadores, que habían proclamado la abstención electoral para
los comicios de noviembre, organizaron desde Buenos, Aires
un movimiento revolucionario contra Pereira.
En diciembre hubo una tentativa de sublevación en el
escuadrón de Artillería, que dió lugar al arresto y destierro
del general César Díaz> de varios jefes y oficiales y de los
propietarios y redactores de “El Comercio del Plata.” Pocas
horas después tenía lugar el alzamiento del coronel Brígida
Silveira, Jefe Político de Minas, que se presentó inmedia­
tamente delante de Montevideo, para recibir una expedición
que debía salir de Buenos Aires y facilitar una conspira­
ción que estallaría dentro de Montevideo. Esta fué descu­
bierta a tiempo; pero la expedición revolucionaria llegó al
puerto de Montevideo, el 6 de enero de 1858 bajo el mando
del general César Díaz. Los revolucionarios no llegaban a
un centenar. Además del jefe, venían Eugenio Abella y Juan
C. Vázquez, (comandantes), Felipe Arroyo, Esteban Sacare-
11o y José M. Cabot (sargentos mayores) Juan Manuel de la
Sierra y Manuel Pagóla (capitanes).
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 299

En el Cerro, ¿onde desembarcaron, se encontraban Jos


coroneles Silveira, Caballero, Pollo con un millar de horn­
ees. El Gral. Díaz intentó tomar Montevideo, sin c-onse*
guirlo. Entonces se retiró al interior del país, en donde le es­
peraba un desastre seguro.
En Cagancba. chocaron las fuerzas gubernistas de Lu­
cas Moreno con los revolucionarios; a pesar de que éstos ven­
cieron, se vieron obligados a retroceder, porque se aproxima­
ba el fuerte ejército del gobierno al mando del general Ana-
cleto Medina.
El general Díaz, con 650 hombres, marchó al interior.
En el paso de Quinteros fué alcanzado por el ejército de
Medina y se vio obligado a rendirse, el 28 de enero de 1858.
Cuatro días después, por orden del gobierno, fueron fusila­
dos en el mismo campo de batalla, los generales César Díaz
y Manuel Freire, los coroneles Francisco Tajes, Eugenio Abe­
lla e Isidro Caballero; y algunos otros jefes y oficiales. Los
fusilamientos continuaron en el curso de la marcba del ejér­
cito gubernista hacia Montevideo.
Posiblemente, ningún episodio de nuestras guerras civi­
les haya despertado mayor conmoción que este suceso de
Quinteros.
No sólo se le reprocha al presidente el haber cometido un
acto de crueldad, sino, además, el haber violado una capitula­
ción. Se dice, en efecto, que el general Medina había, garan­
tizado en ella la vida de los oficiales y soldados revoluciona­
rios. Se citan al respecto cartas de Cesar Díaz a su hermana
y a su esposa en que se habla de la capitulación (29 de enero)
y otra de Eugenio Abella a su esposa. El general Enrique
Martínez, padre político del general César Díaz, asilado en la
legación de Estados Unidos, trató de salvar la vida de los
prisioneros, dirigiendo al Cuerpo Diplomático una circular
fechada en 2 de febrero, en que decía: “Ayer vino a mis ma­
nos la carta que he depositado en las de S. E. el señor Encar­
gado de Negocios de su Magostad Británica, en que el gene­
ral Díaz, participa a mi familia que se ha entregado a las
fuerzas del gobierno bajo la fé de una capitulación en que se
permitirá a los vencidos el poder pasar libremente al territo­
rio vecino del Imperio del Brasil, otorgándoles el respectivo
300 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

pasaporte”. El Ministro de Relaciones Exteriores, D. Anto­


nio de las (Jarreras, dirigió a la vez una nota a las cancille­
rías extranjeras, notificándoles que el sometimiento de los
rebeldes había sido absoluto, y que, por otra parto, el general
Medina no tenía facultad ninguna para otorgar capitula­
ción.
El 28 de enero y el 2 de febrero, el Gral. Medina elevó
al gobierno los parces en que detallaba los acontecimientos;
en ellos se hablaba del sometimiento incondicional do los
vencidos.
El 30 de enero ya había expedido el gobierno un de­
creto por el que declaraba reos de lesa patria a los jefes y
oficiales que se hubieran hallado en la revolución, disponien­
do se ordenara al jefe del ejército que hiciera pasar por las
armas a los jefes que aprehendiese hasta el grado de coronel
inclusive; y que quintase de teniente coronel hasta alférez,
para sufrir la última pena.
El 1.'-’ de febrero, llegó el primer parte del general Me­
dina, entonces se le notificó (pie el gobierno dejaba subsis­
tente el decreto del 30 de enero en lo que concernía a los
jefes; y sin efecto, lo relativo a la quinta de comandan­
te a alférez inclusive, sin perjuicio del castigo que el gobier­
no creyera aplicarles.
Numerosas gestiones se hicieron en Montevideo para
salvar la vida de los prisioneros; como comenzó a circular ia
versión de la capitulación, (pie el gobierno no conoció por in­
termedio del general Medina, Pereira dirigió a éste una nota
en que expresaba “(pie atentas las circunstancias (pie se decía
habían mediado en la rendición de los rebeldes (pie recién el
gobierno conocía, se le ordenaba la suspensión de la ejecu­
ción ’ ’.
De la misma focha de esta orden, fué una nota del minis­
tro de la Guerra, Andrés Gómez, en la (pie se expresaba que
“a pesar de las órdenes posteriores al acuerdo (pie so le re­
mitió debía proceder a la ejecución de los rebeldes que com­
prende el acuerdo del Gobierno do 30 del ppdo., que por se­
gunda vez se le adjunta a V. S. proviniéndole a V. S. que
deben ser inmediatamente fusilados cualesquiera que hayan
sido las condiciones en que cayeron en su poder”. No es po­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 301

sible saber si esta nota del Ministro de la Guerra era un re­


sultado de una nueva determinación del gobierno o una rac-
•dida personal del ministro, desconocida hasta por el propio
presidente y por de las Carreras.
De todas maneras si no hubo participación del Ministro
<le las Carreras en la orden de fusilamiento, la verdad es que
éste afrontó la responsabilidad del hecho, no sólo en segui­
da, sino varios años después de ocurrido. Andrés Lamas,
desde Río do Janeiro, manifestó a de las Carreras su des­
conformidad frente a lo (pie él llamaba “una reacción de par­
tido’’. El Ministro contestó: “Por Dios! Sor Lamas. ¿Qué es
lo (pie Vd. llama reacción? Juzga Vd. por un acto, cuyos mo­
tivos Vd. no puede conocer, toda una administración. Eso es
proceder con falta de lógica, perdóneme esta libertad. Hay
reacción, si Sor., hay reacción pero no reacción de bandos. Es
la reacción de los principias, la reacción de la moral contra
la inmoralidad ,de la .justicia contra la iniquidad, del orden
y las garantías contra la anarquía y la arbitrariedad. Y en
osa reacción del programa de Vd. he do estar el primero el
más decidido, el más valiente”. (18)
Más adelante, añade: “La candidatura del Sor. Pereira
no tenía mis simpatías; porque no conociendo al hombre mi­
raba sólo el origen do aquella elección. Pero presentó su pro­
grama y lo aplaudí, comenzó la administración y comprendí
que el nuevo Presidente era el hombre qtre reunía las condi­
ciones requeridas para comenzar la obra tantas veces malo­
grada de la reorganización de nuestro país en las únicas ba­
ses de la moral, di* la justicia y de la ley...”
Se ha insistido en la existencia de una capitulación entre
los revolucionarios y el Gral. Anacleto Medina.
Por su parte el Dr. Antonio de las Carreras en 1858 y
posteriormente en varias ocasiones, negó que tal capitulación
hubiese existido, manifestando, en la carta dirigida a Andrés
Lamas antes citada, que “la capitulación como el pasaporto
había sido una farsa infame del pérfido y corrompido Enri­
que Martínez que para salvar a su sobrino y yerno [César
Díaz] no tuvo inconveniente en hacer de falsificador y tratar
de sorprender la buena fe del Sor. Thornton, Encargado de
Negocios de S. M. B. con otra copia del pasaporte, cuyo ori­
ginal, negado por el Gral. Medina nadie ha visto”.
302 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

La ejecución de Quinteros habría de traer con el tiemp<>


una reacción siempre renovada. El partido colorado la ins­
cribió en su historia como un agravio sangriento. Sin em­
bargo, y descontando la severidad del castigo, puede afir­
marse que no fue un ataque del Partido Blanco al Colorado.
Juan José de Herrera escribía a Andrés Lamas el 23 de­
marzo de 1858: 4‘Ni el Partido Blanco ha sido el ejecutor de
Quinteros, ni el Partido Colorado ha sido el ejecutado’’. “Los
ejecutores de la justicia de Quinteros hemos sido nosotros
los que no somos ni blancos ni colorados —tan sólo nosotros,
los que cerramos la puerta el l.9 de noviembre a los que de­
corados con un trapo colorado pretendieron sacar del san­
griento osario de la lucha fratricida, al esqueleto odioso de la
guerra civil.”

Un aspecto interesante del gobierno de Pereira fue, sin


duda, su política exterior.
En 1857 Andrés Lamas, representante diplomático de
nuestro país en Brasil, firmó en Río dos tratados; uno de
comercio y otro de permuta de territorios. El primero mo­
dificaba las estipulaciones gravosas para la República esta­
blecidas en el Tratado de Comercio de 1851; por el segundo,
la República cedía al Brasil una superficie bastante para re­
gularizar el ejido de la villa de Santa Ana do Livramento, a
cambio de una superficie igual que cedía Brasil en otro pun­
to de la frontera. La modificación del convenio comercial era
ya una imposición de las circunstancias.
El tratado de comercio de 1851 necesitaba, evidentemen­
te, una revisión. Se recordará que, en virtud de sus estipu­
laciones, Brasil se comprometía a mantener por 10 años la
exención de derechos de consumo de que entonces gozaba la
carne seca y los demás productos del ganado importados por
la frontera terrestre de la provincia de Río Grande, de ori­
gen oriental, que seguirían equiparados a los productos si­
milares de la provincia. Como compensación la República
Oriental se comprometía a abolir, por diez años también, los
derechos de exportación que imponía sobre el ganado en pie.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 303

Cuando se firmó el convenio, el impuesto que pagaban las


carnes extranjeras era de 25 %. Posteriormente, como se se­
guía cobrando una cantidad fija por cada tonelada de car­
ne y el valor de ésta aumentó, prácticamente el impuesto
descendió, llegando al 11 % y en algunos meses de 1854 y
1855 pudo considerarse que no subía del 814 %.
También se habían alterado las franquicias de tránsito
de que gozaban los productos del ganado oriental y que con­
sistían, principalmente, en la libertad de dirigirse directamen­
te y sin trasbordos del punto del territorio oriental en que
eran beneficiados al de la provincia que más le convenía. En
tales condiciones la República Oriental no podía mantener
las concesiones hechas al Imperio, puesto que no recibía la
compensación que había servido de causa al tratado. La lega­
ción oriental hizo reiteradas reclamaciones; y fué en estas
circunstancias que nuestro representante diplomático, Andrés
Lamas, debió hacer el proceso del tratado comercial de 1851,
que él mismo había firmado.
En nota enviada a José María da Silva. Paranhos, Mi­
nistro de Negocios Extranjeros del Imperio, de 14 de octu­
bre de 1856, explicaba todas las desventajas que había ex­
perimentado la República Oriental con aquel convenio. Una
extensa zona del territorio oriental, decía, estaba convertida
exclusivamente en criadero de ganado, de materia prima, pa­
ra alimentar los saladeros de Río Grande. Los estancieros
brasileños habían conseguido crearse condiciones tan venta­
josas que ni aun pagaban un impuesto municipal que se co­
braba en todo el territorio de nuestro país, a los ganados que
saliesen del terreno en que estaban, con destino a cualquier
otra parte del país. No sólo la propiedad territorial, sino
aún la soberanía, d dominio eminente del país, eran un tí­
tulo vano en la frontera del norte. ¿Y cuáles eran las com­
pensaciones que el tratado daba a la República? Basta ver
¡as cifras estadísticas que el mismo Andrés Lamas expone en
la nota mencionada. La carne seca, es decir, el charque, de
producción oriental, introducida en Río Grande, había sido
de @ 618.926, en la época anterior al tratado. Luego fué
descendiendo en la proporción siguiente: 1851-52 @ 256.076;
1852-53 @ 231.030; 1853-54 @ 212.545; en 1854-55 había,
caído a @ 126.002. En una palabra, dice Andrés Lamas:
304 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

“El hecho de que los Río-grandenses lleven a engordar ó á


criar sus ganados en ese territorio para después beneficiarlos
en su Provincia, contribuye, no a enriquecer, sino á empobre­
cer el país, pues le priva de utilizar para su propia industria
una importante fracción de su territorio. No le trae aumen­
to ó creación de ninguna otra industria; al contrario, escluye
toda otra industria. No le trae aumento de población ni me­
jora social en la población existente; al contrario, escluye
el aumento de población y la mejora de la existente, con­
servando adscripta al pastoreo en las condiciones infantiles,
primitivas, en que allí existe, una grande extensión de te­
rritorio. No trayéndole, ni aumento de población, ni au­
mento de riqueza ni mejora de sociabilidad, no le trae, por
consecuencia, aumento de bienestar, ni de fuerza, ni de segu­
ridad. De sus fronteras, —débiles por la ocupación del pas­
toreo actual que no es más (pie la conservasión del casi de­
sierto,— van siendo excluidos y quedarán excluidos si la
situación no muda, todos los elementos de fuerza y de de­
fensa nacional, — la población, — la industria, — el culto de
las tradiciones, — el espíritu de la sociabilidad y de las ins­
tituciones, — el mismo idioma de la nación”.
Convenía, pues, a nuestros intereses, una pronta modi­
ficación del tratado. Se llegó entonces al ya mencionado de
1857 que fué firmado por Andrés Lamas, en representa­
ción de la República Oriental. Mantenía con respecto al
Brasil las franquicias consagradas en el convenio similar de
1851 ; y aun añadía la reducción progresiva de los derechos
(pie pagaban en nuestra Aduana los productos naturales y
agrícolas brasileños. Este beneficio correspondía también a
los productos uruguayos introducidos en puertos brasileños,
pero era inexistente en la práctica, porque Uruguay no expor­
taba esa clase de productos. Mayores ventajas recibía eu
cambio la República en virtud del artículo 4.'-’ del tratado que
eximía de derechos de consumo, por parte del Brasil, equipa­
rándolos a los nacionales, al charque y a los demás produc­
tos del ganado de origen oriental que se introdujeran en el
Brasil no sólo por la frontera terrestre, sino por mar, desde
los puertos habilitados de la República.
Además, en virtud del artículo 13 quedaba reconocida
en principio la mútua conveniencia para el comercio de abrir
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 306

la navegación de la laguna Merini y del Yaguarón a la ban­


dera de la República Oriental, por concesión del Imperio; y
•entretanto que no se llevase a cabo Ja estipulación definitiva,
el Emperador se comprometía a dar todas las facilidades po­
sibles al comercio que se hiciese por aquellas vías. (19)
El tratado de permuta no fue ratificado; el de Comer­
cio fué confirmado por ambos gobiernos en julio y octubre de
1858, respectivamente.
Mayor importancia tuvo el intento de neutralización con­
signado en el tratado del 2 de enero de 1859, suscrito entre la
'República, el Imperio y la Confederación Argentina.
He aquí sus antecedentes.
A fines de 1856, Brasil y Argentina concertaron un tra­
bado de amistad, comercio y navegación en el que figuraban
■dos cláusulas que significaban el desconocimiento de la sobe­
ranía oriental. Una de ellas ratificaba la Convención Preli­
minar de Paz de 1828 y la otra especificaba: “Se considera­
rá atacada la independencia e integridad del Estado Orien-
4al en los casos que ulteriormente se acordaren en concurren­
cia con su gobierno y desde luego y terminantemente en el
caso de conquista declarada y cuando alguna nación extran­
jera pretendiese mudar la forma do gobierno o designar o
imponer la persona o personas que hayan de gobernarlo”.
El gobierno oriental se creyó obligado a protestar. Sus
justas razones aparecen claramente consignadas en el Men­
saje presidencial de 15 de febrero de 1857, dirigido a la Asam­
blea General, en el que, luego de hacer referencia al mencio­
nado tratado añade: “Esta estipulación por favorable que
parezca para la República, debía establecerse con acuerdo
suyo. La Independencia del Estado Oriental os perfecta y
absoluta: la misma Convención Preliminar de Paz que se in­
voca en el Tratado, lo declara así; luego ninguna otra nación,
ninguna otra potencia ni aún las signatarias de aquella Con­
vención, pueden hacer estipulaciones que afecten al Estado
Oriental y le obliguen de cualquier modo, sin su concurso if
libre consentimiento. Siendo pues una condición esencial de
nuestra existencia entre las naciones, la conservación de
nuestra Independencia y de nuestra Soberanía sin menoscabo

21
307 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

alguno, y decidido el P. E. a mantenerla así, ordenó a la.*


Legaciones de la República en el Río Janeiro y en el Paraná,
pidieran las necesarias explicaciones. Así se lia practicado y
el P. E. confía en que la solución de este asunto ha de satis­
facer ampliamente a la República”. Añadía, además:
“Siendo prácticamente ineficaces para afianzar la paz y
radicar los hábitos constitucionales, los medios estipulados en
el Tratado de Alianza con el Brasil, inclinado el Presidente de
la República a apoyarse únicamente en la opinión nacional y
persuadido de que no pueden producir resultados de una ven­
taja permanente, sino los medios que se basen con especiali­
dad en la razón y en el bu en sentido del pueblo, fortificando
sus buenos hábitos y el uso legítimo de sus libertades, se re­
solvió a emplear los solos elementos que ofrece el país, sin
influencias extrañas, para restablecer el principio de autori­
dad y consolidar el orden.”
Andrés Lamas hizo gestiones en el Brasil y consiguió que
en setiembre de 1857 se firmase un protocolo en que el Bra­
sil declaraba que el tratado de 1856 no menoscababa la abso­
luta y perfecta independencia oriental y que se entraría en
negociaciones para concluir el tratado definitivo de paz, con
intervención de las potencias interesadas. En igual forma se
manifestó la cancillería argentina.
Las gestiones ulteriores de Andrés Lamas dieron al fin
por resultado el tratado celebrado con la República por el
Imperio del Brasil y la Confederación Argentina, el 2 de
enero de 1859, en cumplimiento de la Convención Preliminar
de Paz de 27 de agosto de 1828.
He aquí sus artículos esenciales:
l9) Las partes contratantes declaraban que la Conven­
ción de 1828 había consignado la independencia de la Repú­
blica de acuerdo con la voluntad manifestada por el Pueblo
Oriental.
29) Los derechos inherentes a su calidad de tal no po­
drían tener más limitaciones que las siguientes: a) La Repú­
blica no podría incorporarse, refundirse o confederarse con el
Imperio del Brasil, la Confederación Argentina o con cual­
quiera otra nación, ni colocarse bajo soberanía o protectorado
de ninguna, b) La misma República no podría disminuir, ba­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 308

jo ninguna forma el territorio que le pertenecía. El Imperio


del Brasil y la Confederación Argentina accedían a que Fran­
cia, Inglaterra o cualquier otra potencia diesen también su
garantía.
y 5°) El Imperio del Brasil y la Confederación Argen­
tina se declaraban obligados a defender la independencia y
la integridad de la República Oriental del Uruguay. Se fija­
ban los casos en que se consideraba atacada la independencia
de ésta: a) Caso de conquista, b) Cambio forzado de forma de
su gobierno, c) Designación forzada de gobernantes. Se fijaban
los casos en que se consideraba atacada su integridad: a) Ocu­
pación de territorio, b) Separación de una porción de su te­
rritorio para creación de gobiernos independientes.
89 y 99) La República Oriental quedaba declarada y ga­
rantida como estado absoluta y perfectamente neutro entre el
Imperio del Brasil y la Confederación Argentina. Su neutrali­
dad consistía en que ella no podría contraer alianza política
con el Brasil, la Argentina o cualquier otro estado, contra al­
guna de las potencias signatarias del tratado; haría observar
a sus habitantes la más estricta neutralidad en una lucha posi­
ble entre la Confederación Argentina y el Imperio. En caso de
guerra entre estas Potencias, ellas considerarían cerrado el
territorio de la República neutra a sus fuerzas beligerantes y
a las de sus aliados y auxiliares.
En nota de 7 de enero de 1859, Andrés Lamas hizo I:t
defensa del Tratado:
“Definiéndolo, (se refiere al pacto de 1828) el Brasil y
la Confederación Argentina lian hecho hidalgamente la repa­
ración de un vacío dolorosísimo para todos los Orientales, que
encerraba la citada Convención de 1828. En ella se estipula­
ba por la sola voluntad y el interés de las Altas Partes Con­
tratantes la Independencia de la entonces Provincia Orien­
tal.
No aparecía en el acta de nuestra nacionalidad una sola
palabra que se refiriese a nuestra propia voluntad.
Tal omisión, a más de dolorosísima, era peligrosa.
Los documentos oficiales, los actos diplomáticos permi
tían sostener esa omisión; pero toda nuestra historia protes­
taba contra ella.
309 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY
íhif ...
Y protestaba muy elocuentemente la historia especial de
la guerra de 1825 a 1828, a que la dicha Convención ponía
término.
Treinta y Tres orientales, de imperecedera memoria, la
iniciaron el 19 de abril de 1825 por el acto sin igual en los
fastos americanos; — nuestros representantes reunidos en la
Florida, la promulga ron, rodeados de las bayonetas extranje­
ras, en el acta de 25 de agosto de aquel año — y nuestros con­
ciudadanos, solos, venciendo en Haedo y en Sarandí, decidie­
ron la libertad de todo el territorio de su patria, con la única
excepción de las plazas fortificadas del litoral.
Esos hechos, cuya heroicidad es parte de la gloria de los
valientes soldados contra quienes combatían los orientales,
ese alzamiento unánime de todo un pueblo que inicia, que de­
libera, que obra, que vence por sí solo, revela v constituye él
solo, una nacionalidad, es la voluntad y es el derecho.
El Brasil y la Confederación Argentina levantándose so­
bre los actos oficiales y diplomáticos, hijos de las circunstan­
cias, acaban con inmenso honor suyo, de declarar que reco­
nociéndonos nación' libre e independíentele! obraron de acuer­
do con la voluntad manifestada por el pueblo Oriental del
Uruguay.
La justicia queda hecha; el peligro queda desvanecido.
Además de este gran acto —agrega Lamas en la nota
que extractamos— el tratado define nuestra posición interna­
cional y no tendrá más limitaciones que las que él expresa­
mente consigna y que, son: prohibición de incorporarse, re­
fundirse o federarse al Brasil o a la Confederación o a cual­
quiera parte del territorio de esos Estados o a cualquiera na­
ción; colocarse bajo protectorado de ninguna de ellas; dismi­
nuir el territorio bajo pretexto alguno. El país puede solici­
tar que Francia e Inglaterra o cualquier otro país fortifiquen
esas garantías. Por parte de Francia y de Inglaterra la ga­
rantía es casi un acto de forma porque esas potencias, una
como mediadora en la Convención de 1828, la otra en virtud
del artículo 4.° de la Convención de 29 de octubre de 1840, se
han declarado con títulos a exigir el respeto de la independen­
cia de la República y han obrado como verdaderos garantes
i de ella.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 310
Ahora esa posición puede regularizarse y afirmarse, ex­
tendiéndose a la integridad territorial.
.La integridad está bien definida. Se considera atacada
por la ocupación de nación extraña cualquiera que sea el tí­
tulo que se invoque. El art. 7.“, de acuerdo con el tratado de
París, establece que en caso de desinteligencia, se recurrirá
a los buenos oficios de una nación amiga. Lamas quería el
arbitraje forzoso. Pero no se consiguió. ‘‘Se concibe que
ninguna potencia se resignaría a limitar el derecho de ha­
cer la guerra, que es partí? de su propia soberanía, sin que
las otras, ó al menos algunas de las otras, lucieran igual li­
mitación, porque eso la colocaría en una posición secunda­
ria.” (20)
El país podía declararse neutral por sí; poro este acto
sin la garantía y asentimiento de sus vecinos no lo resguar­
daba de ninguna violación, según el criterio de Lamas. La
neutralidad estaba en el fondo del pensamiento fundamen­
tal de la Convención de 1828; esta Convención —sostenía La­
mas— no es más que el cumplimiento de aquélla.
Para aceptar la neutralidad el Brasil tenía que desli­
garnos, y así lo hizo, de la obligación perpetua que nos vincu­
laba a él por el art. 4.9 del tratado de 1851. La neutralidad
es más definida que la de Suiza o de Bélgica.
No podemos hacer tratados —decía nuestro ministro—
sino para mantener y defender la neutralidad absoluta y per­
petua de la República. Brasil y la Confederación Argentina
—termina Lamas— han acabado de hacer un acto de ‘‘liante
et rare sagesse”, según la expresión usada alguna vez por
Guizot.
En comunicación posterior, elevada al gobierno de la Re­
pública con fecha diciembre 16 de 1859, Andrés Lamas volvía
a insistir sobre la conveniencia de las estipulaciones de neu­
tralización.
...“Lo que es innegable como la luz meridiana —dice—
es que nuestra neutralización, una vez establecida y garan­
tida, deja sin objeto la lucha de influencia, hoy forzosa, en­
tre nuestros vecinos y (pie, bajo ese aspecto es favorable a la
independencia y a la tranquilidad del país.”
”Favorable a la independencia porque, si bien nos li­
311 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

mita el derecho teórico de hacer la guerra bajo la bandera


de alguno de nuestros vecinos o de servirles de campo de
batalla, destruye la necesidad en que ellos se encuentran de
entrometerse en nuestra vida doméstica y de perturbarnos
para coartar en su provecho la libertad de nuestra política.
“Favorable a Ja tranquilidad del país porque, como nues­
tra historia lo demuestra, sin desmentirse nunca, las pertur­
baciones domésticas puramente Orientales (que son poquí­
simas) ni han sido durables ni lian sido destructoras; y por­
que principiando a predominar ya los intereses pacíficos,
basta favorecer el crecimiento de los brazos y de los capita­
les extranjeros para «pie aquellos intereses ya existentes pre­
dominen de tal manera en poco tiempo, que aboguen, si pue­
de expresarse así, los elementos anárquicos que aún exis­
ten en el país, y que, en este momento, ni siquiera tienen, por
un favor especial de la Providencia, ningún caudillo que los
concentre y los dirija; y no lo tendrán ya si una nueva gue­
rra no viene próximamente a crearlo.’’
Expresa más adelante:
“...sólo podemos elegir —o vivir atados a los potros
de nuestros vecinos que nos tiran en direcciones opuestas y
no nos dejan ni quietud ni libertad— o limitar el derecho,
en nuestro caso funesto para nosotros, de entrometernos en
las querellas de nuestros vecinos, encerrarnos en nuestro in­
terior para cuidar solo y exclusivamente de nuestro bien­
estar, ésto es, neutralizarnos para la política y para las gue­
rras de nuestros colindantes. ”
Habla también Lamas en esta nota de las cuestiones in­
ternacionales pendientes que podrían solucionarse con el tra­
tado de neutralización. Por ejemplo, con la Confederación Ar­
gentina, la cuestión de Martín García y tal vez, cuestiones de
comercio si se restablecían los derechos diferenciales. Más
importantes eran todavía las cuestiones con el Brasil: proble­
mas de fronteras y de navegación fluvial; cuestiones de prin­
cipio, como el punto relativo a los hombres de color, “cuya
extradición —confiesa Lamas— tuvimos que pactar malgré
nous”, que había sido convertido por los riograndenses en una
verdadera piratería; y otra cuestión, “un hecho gravísimo
que con el andar del tiempo puede convertirse en un ciernen-
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL 1>EL URUGUAY 312

to absorvente de nuestra nacionalidad, y que, de faeto, tien­


de ya a una nueva mutilación de nuestro territorio —ese he­
cho la ocupación del territorio al norte del Río Negro por
la población Brasilera, ocupación paciente, perseverante, que
nada interrumpe, que nada desalienta, ni las devastaciones de
la guerra, ni los puñales del crimen que ella misma provoca,
ha excluido en gran parte en toda esa rica y exteúsa porción
del territorio Oriental, y en algunos pedazos de ese territo­
rio ha excluido ya totalmente todos los elementos que consti­
tuyen la nacionalidad efectiva —la propiedad privada nacio­
nal— la población nacional y el idioma, las costumbres, las
tradiciones nacionales. Por ese medio ya no nos va quedan­
do sino la alta jurisdición, el dominio eminente de la Nación
y este mismo dominio eminente encontraría ya, actualmente
dificultades para sus más incontestables aplicaciones; pues
que la población Brasilera resistirá como sucedió respecto al
derecho municipal, la resistencia de esa población será apo­
yada por la provincia de Río Grande y el gobierno Imperial
mal gré, bon gré, no puede ser indiferente a la opinión de
aquella Provincia, y si no la sigue abiertamente o desde lue­
go, acaba siempre por contemporizar con ella y por tratar
de satisfacerla.”
Concretando este aspecto, habla Lamas de las dificul­
tades que habría para efectuar la mensura da tierras ocu­
padas por brasileros, a fin de deslindar y reivindicar las
porciones de propiedad pública que ocupan. Lo mismo suce­
dería —dice— si se tratase de la expropiación de tierras de
propiedad privada brasilera a título de utilidad pública— pa­
ra la fundación de colonias agrícolas en la frontera. Y otro
tanto con las cuestiones de ciudadanía, cargas de ciudadanía,
•etcétera, es decir^ con la generalidad do las medidas que pu­
diesen afectar a la población brasilera.
Esta situación, mala y peligrosa, limita de hecho, el am­
plio ejercicio de nuestra soberanía nacional.
No quedan —dice Lamas— más que dos recursos: la gue­
rra o la diplomacia. El primero era, en su concepto, una ver­
dadera locura; sólo quedaba el segundo, que ya había produ­
cido dos grandes frutos: el tratado de comercio de 1857 v
<el tratado definitivo de 1859.
313 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Desgraciadamente, este esfuerzo carecía del apoyo na­


cional. A cada ambición que el Brasil abjuraba, respondía
en la República la manifestación del odio aí Brasil, el oda/
encallecido, que no razona, que no ve, que no oye, que no
quiere1 oir, odio intransigente o inagotable. La República,
-—dice Lamas— habría podido fundar una buena política de
vecindad con el Brasil, tratando de atraérsele como aliado^
fracasada la actitud de permanente suspicacia de un patrio­
tismo vocinglero, era ya menester tomar otro rumbo, orien­
tando la búsqueda de garantías entre los países europeo?,-
pero sin prescindir del Brasil, parte en la Convención de 1.823
y co-cotj tratante de la alianza perpetua de 1851: de modo qu<r
—según su criterio— era menester sujetar las negociaeione-Y
europeas a las relaciones con el Brasil, que debían tratar d».r
llevarse de la manera más cordial posible. Se deberían conser­
var las ventajas del tratado de comercio; y Ja seguridad de
que Brasil no impusiera a la República exigencias pecunia­
rias que ella no estaba en estado de satisfacer.
Durante la negociación europea —continúa Lamas-- las
cuestiones con el Brasil debían quedar en calma; y el Gobier­
no de la República no debía hablar de ellas a los europeos,
sino después de haber obtenido las garantías de su indepen­
dencia, integridad y neutralidad. Y entonces, en los pun­
tos litigiosos existentes entre el Brasil y la República, el ar­
bitraje de Francia e Inglaterra podría serle eminentemente-
favorable a aquélla. Fra menester conjurar el peligro de la
ocupación brasileña (de que ya se ha hecho mención) con la
introducción de otra clase de ocupación en esa zona, Pero aquí
—dice Lamas— c$ menester harér antes giie legislar, es de­
cir, ir estudiando y preparando la legislación de expropiación
y los medios de hacerla efectiva; ir adquiriendo calladamen­
te las tierras que se pueden adquirir, teniendo en cuenta las
condiciones esenciales de la prosperidad de todo núcleo co­
lonial, y entre ellas, la facilidad y economía de transporte a
los mercados nacionales. Y entonces, ante la plena sepuridaa
de poseer la.s colonias, establecer recién los colonos. (21)
La opinión pública de todo el país, exteriorizada en re­
presentaciones elevadas al gobierno, se pronunció en favor-
de la aprobación del tratado de neutralización que era revi-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 314

bido con la esperanza de que previniese a la República de nue­


vas complicaciones y en la creencia de que evitaría también
toda nueva guerra civil.
Al discutirse en nuestro Parlamento este tratado de neu­
tralización, el doctor Cándido Juanicó presentó un proyecto
complementario, por el cual se autorizaba al Poder Ejecuti­
vo para llevar adelante con Francia, Inglaterra, España y
Estados Unidos la negociación ya iniciada en ese sentido
con (4 Brasil y la Argentina.
El proyecto de neutralización fué sancionado en la Cá­
mara de Representantes. Y también aceptado por la ma­
yoría de la Comisión informante de la Cámara de Senadores;
pero como se terminaban las sesiones ordinarias del Cuerpo
Legislativo, quedó paralizado su trámite constitucional.
Así, pues, fueron encarpetados los intentos de neutrali­
zación (pie luego, ya durante la presidencia de Berro, ha­
brían de ser rechazados. Interesa conocer la opinión de Am­
brosio Velazco, el único miembro de la Comisión del Senado,
que impugnó el proyecto. Consideraba Velazco que atacaba la
soberanía e independencia del estado-oriental; en lugar de
afirmar una nacionalidad perfecta y absoluta, la convertía en
una nacionalidad anómala, mediatizada o xHÍ-/jciieris.
Para que la República fuera neutral en las cuestiones
internas o internacionales de sus vecinos, no se necesitaba
—observaba justamente Velazco— (pie ella hiciera el sacri­
ficio de su perfecta y absoluta soberanía.
La independencia de una nación, continuaba el informo,
no puede reconocerse a medias o bajo limitaciones o condi­
ciones; así lo ha afirmado siempre la República y no es
justo hacer derivar de la Convención de 1828 un pupilaje per­
petuo. En la nota explicativa decía Andrés Lamas: “que la
República podía, por derecho de gentes, declararse neutral ?
pero “este acto, sin el asentimiento, sin la aceptación y la
garantía de sus vecinos, no la resguardaría de las violaciones
de su neutralidad por parte de estos y le enagen arfa su apo­
yo y su alianza.” Y bien, agregaba acertadamente Velazco:
“La Asamblea General tiene el más profundo convencimien­
to de que la República Oriental no aceptará nunca esta doc­
trina de su Plenipotenciario, (pie pretende consignar como»
315 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

un principio de derecho internacional, la incalificable pro­


posición de que la República no puede ejercer uno de los de­
rechos inherentes a la soberanía de una nación libre e inde­
pendiente, sin tener que pedir antes la venia y esperar el
asentimiento de los estados vecinos, a quienes el Plenipoten­
ciario considera ya como los tutores necesarios de la Repú­
blica, y ésto, aún antes de haber aceptado ésta el presente
tratado.”
Otros argumentos hacía Velazco al detalle del articula­
do; pero los argumentos esenciales de fondo son los que he­
mos mencionado. (22)
En síntesis, hemos visto cuál fué el propósito de go­
bernante del presidente Pereira: sostener el principio de au­
toridad en el interior, mediante una política nacional, al mar­
gen de toda bandería partidista. En el exterior, neutralidad
y fijación definitiva del status internacional del país, aunque
fuera con algún desmedro de su soberanía para preservarlo
hasta de sus posibles ingerencias en asuntos que no le con­
cernían.
Las circunstancias, la incomprensión de sus opositores
y hasta su inútil severidad, malograron este programa. Muy
pronto el país iba a verse envuelto en las crisis internas y ex­
ternas de los estados vecinos; y la violenta reacción contra
el honrado gobernante que sucedió a Pereira, traía como le­
ma la venganza de Quinteros, convertido ya en un agravio
escrito para siempre en el programa de reivindicaciones del
Partido Colorado.

VI

Sería imposible comprender las complicaciones de nues­


tra política interna y su proyección internacional, sin estu­
diar el proceso de la unidad argentina, trabajosamente des­
envuelta desde mediados del siglo.
Después de la batalla de Caseros, Buenos Aires recibió
alborozada al general Urquiza, su libertador, que al día si­
guiente de la victoria, manifestó que dejaría al pueblo en
completa libertad para disponer de su destino. Fué espec­
tacular la recepción que la ciudad hizo al vencedor. “El
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 316

pueblo de Buenos Aires era verdaderamente sublime en aquel


día para siempre memorable.” (23)
Mientras Vicente López, encargado por Urqui2a de la
provincia de Buenos Aires, constituía su gobierno, seguían
los trabajos para la organización nacional. En una reunión
celebrada en Palermo, con asistencia de los representantes do
Santa Fe, Manuel Leiva, de Corrientes, Coronel Virasoro y
le Buenos Aires, López, se resolvió que Urquiza dirigiría la.*
relaciones exteriores xde la República, hasta la reunión del
Congreso Nacional.
Efectuadas las elecciones de representantes en Buenos
Aires, eligieron a Vicente López como Gobernador de la
Provincia, confirmando así el cargo que tenía hasta ese mo­
mento por representación de Urquiza.
Esto tuvo lugar el 13 de mayo y el 31 del mismo fue
suscrito un acuerdo en la ciudad de San Nicolás por diez
gobernadores en representación de once provincias, pues Ur­
quiza ejercía la representación de Entre Ríos y Catamarca.
El Gobierno de Buenos Aires sometió a consideración de la
Legislatura el acuerdo original y un proyecto por el cual se au­
torizaba al Poder Ejecutivo para poner en vigencia como Ley
de la Provincia^ la Convención de San Nicolás..
Fueron tumultuosas las sesiones en que la Legislatura
discutió el proyecto y particularmente memorable la de 22 de
junio, descripta en forma magistral por el historiador argen­
tino Abel Chaneton que ha consagrado admirables páginas al
tema de la unidad argentina.
La réplica fundamental al acuerdo fué hecha por Vélez
Sarsfield, el futuro gran codificador; su defensa, por Vicente
F. López, el Ministro de Instrucción Pública. Las sesiones
de la Legislatura no se continuaron. El gobernador López pre­
sentó la renuncia de su cargo, aunque luego volvió, con el nom­
bramiento hecho por Urquiza. En realidad éste ejerció la dic­
tadura sobre la ciudad desconforme e. inquieta durante tres
meses. El 11 de setiembre, Buenos Aires se levantó contra el
dictador, instalando la Legislatura disuelta eí 24 de junio.
u Jamás un hombre de estado se mostró menos a la al­
tura de su misión que Urquiza en aquellos momentos. Pero
Urquiza no era todavía un hombre de estado. Había salido
317 HISTORIA DE T.A REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

de Entre Ríos caudillo de corte y procedimientos resistas y


oo podía lograrse en una tarde —aunque esa tarde fuera la
do ( aseros— la metamorfosis del autócrata do provincia en
(»] estadista procer de la organización nacional. Pero el pue­
blo no entendía de esas sutilezas. Y la verdad es que, de Ca­
seros a setiembre, Irquiza hizo todo lo necesario —y mi
poco más— para alarmar y desconcertar al pueblo de Bue­
nos Aires...” “La verdad es que sus quince años de caci­
cazgo entrerriano no eran la mejor escuela para permitir a
Urquiza una apreciación exacta de las circunstancias. El Li­
bertador se encontró desorientado ante el juego normal de las
instituciones en cuyo goce él mismo había establecido a Bue­
nos Aires.El hombro que había sido durante tres lustros due­
ño de vidas y haciendas y que había ejercido sin control fun­
ciones ejecutivas, legislativas y judiciales, cuando no ora má<
(pie gobernador de su provincia, no podría admitir que ahora
convertido por el justo título de la victoria de Caseros en
árbitro de los destinos nacionales, se le discutieran «le igual a
igual sus opiniones y sus actos. El espectáculo democrático de
Buenos Aires designando en elecciones populares sus represen­
tantes y dándose sus propias autoridades, tenía <pie parecer! e
demagógico y anárquico al caudillo que en aquellos mismos
días, hacía y deshacía, según el humor con que se levantara,
los diputados (pie debían representar a Entre Ríos en el Con-
greso (le n e ra 1. ” (24)
La noticia del estallido de la revolución del 11 de setiem­
bre sorprendió a Urquiza en Santa Fe. En un primer momen­
to pensó en volver a Buenos Aires, para castigarla; después
llegó a un acuerdo con la ciudad rebelde y volvio a retirarse a
Santa Fe.
Las buenas relaciones —sin embargo— no iban a durar
mucho tiempo. Desde Santa Fe, l rquiza empezó la guerra
económica con Buenos Aires, equiparando esta provincia a las
naciones extranjeras, en el tratamiento aduanero. Por otra
parte, el espíritu localista porteño empezó también a ensan­
char el campo de sus aspiraciones. Uno de los primeros ac­
tos del gobierno de Buenos Aires fué invadir Entre Ríos y
despachar al Gral. Paz en misión de franca propaganda re­
volucionaria al interior.
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 318

Los gobernadores de provincia comenzaron a mirar con


desconfianza este programa. El prestigio de Urquiza quedo
restablecido y pudo apresurar la instalación del Congreso,
mientras Rueños Aires se organizaba bajo el gobierno de AF-
sina.
Siguieron a éste nuevos desordenes, algunos dentro de
Rueños Aires. El 5 de marzo de 1853, se llegó sin embargo, a
un convenio entro la Confederación y Rueños Aires, por el cual
ésta debía incorporarse inmediatamente a la nación., Fué
obra de Vélez Sársfield, que Urquiza no ratificó, sin razón
ninguna para esa negativa, y sin consultar para nada al con­
greso de la confederación.
Las hostilidades se reabrieron. El Congreso de Santa Fe,
había sancionado el l.v de mayo la Constitución do la Con­
federación; y un tiempo después, Rueños Aires, en plena se­
cesión, promulgó una Constitución cuyo primor artículo de­
cía: “Buenos Aires es un Estado con el libre ejercicio de su
soberanía interior, mientras no la delegue en un gobierno Fe­
deral”. Entre tanto, en marzo de 1854, el Congreso Constitu­
yente de la Confederación había clausurado sus sesiones, des­
pués de tomar juramento al presidente y vice de la República,
capitán general Jnstq José de Urquiza y Salvador María del
Carril, dejando instalada en la Ciudad de Paraná, la capi­
tal provisoria de la Confederación Argentina. Frente a fren­
te, Buenos Aires y la Confederación trataron de llegar a arre­
glos. El 20 de diciembre de 1854 y el 8 de enero de 1855 se fir­
maron convenios que importaban un desagravio a Buenos Ai­
res y contenían promesas recíprocas de buena voluntad y pro­
pósitos pacíficos.
Esos pactos fueron denunciados muy pronto por la con­
federación. La lucha contra Buenos Aires no se hacía sola­
mente desde Santa Fe. También se armaban expedicio­
nes en Montevideo (pie cesaron después de la ejecución de
Villamayor: una expedición, embarcada en Montevideo y ca­
pitaneada por Jerónimo Costa, con unos doscientos mercena­
rios, fué alcanzada en Villamayor y aniquilada; y los jefes
que no murieron en la acción, de capitán para arriba, fueron
fusilados.
La guerra económica seguía, aunque la ley de derechos
319 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTA!. DEL URUGUAY

diferenciales votada por el Congreso de la Confederación pa­


ra arruinar a Buenos Aires, perjudicó mucho más a la propia
confederación.
La guerra era algo inevitable. “El estudio de ese perío­
do, en el que aparece tanta cosa turbia o contradictoria, no es
muy halagador para el sentimiento de nuestro amor propio
nacional. Resulta a primera vista inexplicable que deseando
todos (según afirmaban) la unión, no se encontrara el medio
de realizarla. Si seguimos creyendo que los proceres de esa
hora son entelequias movidas por el puro afán del bien pú­
blico, no podremos nunca acertar con la clave do los sucosos.
Si hacemos de Urquiza un paladín y de Alsina un asceta po­
lítico, ¿a quién incumbe la responsabilidad de tanto hecho la­
mentable, y de tanta sangre derramada en vano? Esa per­
sistencia en el mal hábito de inmiscuir a los países extranje­
ros en nuestras contiendas internas; esa alianza más o menos
explícita con el indio, contra el compatriota disidente; esos
proyectos, más o menos sinceros de desmembrar la naciona­
lidad en unas cuantas republiquetas; esos tratados de paz
que, firmados no se ratifican, y ratificados son rotos ense­
guida, se compadecen mal con los prohombres sin reproche a
que nos tienen acostumbrados los ditirambos al uso”.
“Salvado ya para siempre el riesgo de una desmembra­
ción efectiva del territorio, en la que muchos pensaron como
recurso desesperado, pero que nadie deseó de veras, yo creo
que fué una felicidad la secesión de Buenos Aires”.
“Esos nueve años de distanciamiento crearon, por lógi­
ca reacción, el anhelo ferviente de la unidad nacional. La idea
se hizo sentimiento y arraigó en las masas. Las provincias-
aprendieron que sin Buenos Aires, eran incapaces, económi­
camente al menos, de bastarse a sí mismas; Buenos Aires,
por su parte, advirtió que sin el resto del país como pedes­
tal, resultaba casi caricaturesca la pretensión de ampararse
a sujeto de derecho internacional. La amenaza de la guerra
civil y el temor de una segregación definitiva de la provincia
disidente, fortalecieron en el interior el sentimiento, tantas
veces claudicante, de la integridad territorial, congregando
en torno a la figura señera de Urquiza, las trece provincias
confederadas. Buenos Aires, durante ese período se engran­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 320

deció lo bastante para equilibrar, frente al resto del país, la


* balanza política.
“Y ese equilibrio era indispensable para que la unidad
resultara de una transacción y no de una imposición, que la
hubiera hecho efímera.
“La unidad política del país es el fruto de la acción de
Urquiza y de la reacción de Buenos Aires. En aquellos mo­
mentos, sólo el primero podía realizarla. Pero habría sido un
peligro para el régimen republicano de gobierno, que lo hi­
ciera conservando los hábitos adquiridos en el arregosto de
un poder sin control”. (25)
Los gobiernos de Paraná y Buenos Aires iban preparan­
do la guerra. Urquiza buscó aliados, desde mediados de 1858,
en Brasil, Uruguay y Paraguay, sin conseguir nada efectivo.
En 23 de octubre de 1858 Jos 6.000 soldados de Buenos Ai­
res, milicianos casi todos, al mando de Mitre, fueron derrota­
dos por el ejército federal de 15.000 hombres comandados
por el Gral. Urquiza, en los campos de Cepeda. El 3 de no­
viembre aparecieron en las proximidades de Palermo las pri­
meras avanzadas federales.
-Sin embargo, y después de numerosas incidencias, el 11
de noviembre se firmó la paz.
Mitre fué electo gobernador y prestó sincera colabora­
ción al gobierno federal para llegar a la organización defini­
tiva del país.
En cumplimiento del pacto, se reunió en enero de 1860 la
Convención encargada del examen de la constitución; las en­
miendas que ella sancionó significaron un evidente progreso.
La guerra civil debía estallar de nuevo, sin embargo, a
pesar de la buena voluntad de Santiago Derqui, (presiden­
te de la Confederación) y de Mitre. Los ejércitos de éste y
de Urquiza volvieron a encontrarse en Pavón (17 de setiem­
bre de 1861); las armas de Buenos Aires obtuvieron un triun­
fo decisivo sobre los de la confederación. Una después de otra,
las provincias fueron invistiendo al vencedor con las faculta­
des de “Encargado del Poder Ejecutivo Nacional”. El 25 de
mayo de 1862 inauguraba en tal carácter el primer Congreso
Nacional para organizar el país. El 8 de octubre el municipio
321 HISTORIA DE I.A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

de Buenos Aires, fue designada como capital de la Repúbli­


ca; y Mitre proclamado presidente de la misma. La unidad
nacional quedaba realizada.

vi r
El 1." de marzo de 1860 fué electo D- Bernardo P. Be­
rro para ocupar la presidencia de la República. Sus aspira­
ciones políticas eran de una extraordinaria honradez. Creía
firmemente en la necesidad do educar al pueblo para la vida
democrática. Creía en la necesidad de extirpar el caudillis­
mo. Creía finalmente en la necesidad de hacer desaparecer los
partidos permanentes, (pie según su criterio, carecían de sen­
tido lógico y no respondían a exigencias invencibles.
La gestión de Berro se caracterizó por una gran inesta­
bilidad ministerial. Su primer ministerio estaba formado por
el Dr. Eduardo Acevedo, Diego Lamas y Tomás Villalba.
Caído este ministerio, fueron llamados el 20 de junio de 1861
a desempeñar las carteras de Gobierno y Relaciones Exterio­
res, Hacienda y Guerra y Marina, respectivamente, el Dr. En­
rique de Arrascaeta, D. Antonio Pérez y el Coronel Pantaleón
Pérez.
Fué también de breve duración. Lo siguió el integrado
por Juan P. Caravia y el Dr. Jaime Est razólas, alejados pron­
to y convertidos en opositores al presidente. Pero entre estos
ministerios, el de actuación mas valiosa fue el primero. Los
tres integrantes se destacaron; muy especialmente, el Dr. Ace­
vedo. No era una figura improvisada en nuestro ambiente.
Emigrado a Buenos Aires a raíz de los sucesos de 1853. ha­
bía participado en la confección del Código dé Comercio de
la República Argentina, que luego fué adoptado en nuestro
país, con algunas modificaciones.
Su gestión en el Ministerio de Gobierno y Relaciones Ex­
teriores estuvo llena de aciertos.
La política exterior del país ofrecía entonces numero­
sas dificultades. Había una serio de reclamaciones pendientes
y principalmente de parte do Brasil.
El gobierno imperial las hacía por lesiones de dere­
cho, infligidos, según él, a súbditos brasileños. En me-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 322

tnoria presentada el 20 de marzo de .1861, expresaba el Dr.


Aeevedo: “La legación brasilera acreditada cerca del Gobier­
no de la República ha parecido pretender que sus nacionales
•estén exentos de Jas eventualidades a que están sujetos en
•cualquier país nuevo, todos los hombres que viven aislados
de la vecindad, y sin más garantía a veces, que la que pueden
ellos mismos prestarse.”
“La autoridad en tales casos no sólo es impotente para
impedir ciertos delitos, sino que encuentra dificultades hasta
para castigarlos debidamente, atentas las imperfecciones natu-
ralísimas de toda sociedad nueva que recién se está organi­
zando. ' *
“Si hay algo que admire a los extranjeros imparciales
residentes en la República es que, contándose con medios tan
imperfectos de represión de los delitos, sean tan pocos los que
•se cometan. Las publicaciones estadísticas darán —no lo du­
déis— la comprobación de esta verdad.”
/“Entre tanto, el Brasil que no lia tenido por fortuna, las
■cansas de atraso que nosotros, el Brasil que goza de muchos
años atrás, de una paz inalterable, no está a ese respecto mas
adelantado que la República.
“Nuestro ex-Ministro Plenipotenciario en la corte del
Brasil se lamentaba de que en doce años de permanencia en
aquella Legación no había logrado el castigo de un solo crimen
de los muchos de que habían sido víctimas en aquella época,
los ciudadanos Orientales residentes en el Brasil.'.J’
No hay que creer (pie fuera solamente Brasil el que se­
guía la vía de las reclamaciones diplomáticas por perjuicios
inflingidos a sus súbditos. El <5 de mayo de 1860 (y esto va de
ejemplo), los encargados de negocios de Portugal, Francia, Es­
paña, Gran Bretaña y Brasil presentaron una nota quejándo­
se de que muchos de sus nacionales, establecidos en la mar­
gen izquierda del Solís Grande, eran amenazados de desalojo
a consecuencia de reclamaciones hechas por Francisco de la
Serna, apoyado por autoridades judiciales subalternas. Muy
dignamente, el Dr. Aeevedo contestó en nota do 13 de mayo, lo
siguiente:
“Estableciendo la Constitución de la República la división
e independencia de los poderes públicos ha inhabilitado al Po­
323 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

der Ejecutivo para invadir las atribuciones del Poder Judi­


cial, de manera que aún queriéndolo el Gobierno de la Repú­
blica, lo que no puede querer, no le sería permitido ceder a
las sugestiones de sus Señorías en punto a la adopción de me­
didas para la protección de los derechos y propiedades de los
exponentes.
Las leyes vigentes determinan los recursos que pueden
deducirse por los particulares en defensa de sus derechos an­
te los Tribunales competentes, y en este concepto, no admite
en manera alguna que los agentes diplomáticos acreditados
cerca de la República, apoyen el extravío de sus nacionales
respectivos que, en vez de hacer uso de sus acciones ante aque­
llos Tribunales, prefieren el camino de las reclamaciones di­
plomáticas.
“Si bien es cierto que el expediente adoptado en el pre­
sente caso es tan fácil como ineficaz para sus propios intere­
ses no es menos incuestionable la doctrina del derecho inter­
nacional que enseña que la intervención diplomática sólo pue­
de tener cabida cuando se han agotado los medios ordinarios
y denegado justicia por la autoridad a quien incumbe admi­
nistrarla.”
El Uruguay, por otra parte, debía hacer frente a una seriar
de conflictos provocados por las garantías acordadas a siíb
diversas deudas. El 18 de agosto de 1860, la legación brasi­
leña presentó una nota solicitando aclaraciones al respecto.
En la nota se decía que, en virtud del tratado de 12 de octu­
bre de 1851 celebrado entre el Imperio y la República, ha­
bían sido hipotecadas al pago de los empréstitos brasileros to
das las rentas del Estado, todas las contribuciones directas,
principalmente los derechos de aduana, estipulándose que lue­
go que la repartición estuviese desembarazada de los empe­
ños anteriores, el Gobierno Oriental haría frente al mencicr-
nado compromiso. El 9 de setiembre de 1857, continuaba la
nota, la Legación de su Magostad Imperial había tratado dé
conseguir informes pero sin obtener contestación, En esta
ocasión reiteraba el petitorio. El Dr. Aeevedo contestó que
el tratado de préstamo establecía en forma bien clara que la
obligación de garantía aduanera empezaba a regir para la
I República cuando ella estuviera desembarazada de empeños
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 324

anteriores, caso que no había ocurrido todavía. Y a pesar de


que el Gobierno no necesitaba presentar pruebas de ello, con­
tinúa el Dr. Acevedo, sin embargo, condescendía a entrar en
explicaciones que podían resultar además útiles, para inducir
al Imperio a nuevos ajustes. He aquí los antecedentes.
Apenas promulgado el tratado del 12 de octubre de 1851
ya la Legación Francesa había protestado contra la preferen­
cia absoluta dada a la deuda brasilera, pidiéndola para el sub­
sidio francés.
Y no sin razón, pues la Convención del 12 de junio do
1848 establecía que quedaban afectadas al pago del subsidio
anglo-francés las rentas de aduana desde 1852 en adelante.
Sin embargo, continúa la nota, el Uruguay trata de llegar al
arreglo y consolidación de su deuda.
‘‘El Brasil, pues, que ha trillado esa misma senda como
todas las demás Naciones, que, a pesar de su poder y de sus
vastos recursos, tiene todavía aplazado indefinidamente el pa­
go de una deuda anterior a 1827 y una gran parte de su
deuda interna, sabe por experiencia propia cuán difíciles y
morosas, son naturalmente estas operaciones, y debe sorpren­
derse más bien de que haya sido acometida por un Go­
bierno que sólo cuenta seis meses de existencia en lo cual
tienen seguramente la más positiva garantía del interés que le
inspiran al Gobierno sus acreedores legítimos.” (26)
Interesante fué también la actuación del Ministro de la
Guerra, D. Diego Lamas. Dos fundamentales iniciativas pro­
ponía en la Memoria de 1861: la promulgación de un Código
Militar y la reforma del ejército. Lo primero porque las orde­
nanzas militares españolas, hasta entonces vigentes, discor­
daban a menudo con las leyes patrias. En cuanto al ejército,
decía que hasta ese momento, estaba constituido por tres cla­
ses de individuos: 1?) los hombres de color, que por una ley
habían sido librados de la esclavitud; 2?) Los vagos y mal en­
tretenidos ; 3?) Los criminales destinados al servicio de las
armas. Afirmaba el ministro que no era posible continuar
confiando la independencia y el orden a hombres que habían
contribuido a alterarlo y a pobre gente de color, muchos de
los cuales habían servido de soldados desde los primeros días.
de la independencia.
325 HISTORIA DE I.A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Proponía entonces el sistema de conscripción; nadie me­


jores que los ciudadanos para defender sus derechos, hacer res­
petar las libertades públicas y conservar las instituciones. (27)
Fué también muy importante la gestión del Ministro de
Hacienda, D. Tomás Villalba.
Con fecha 3 de mayo de 1860 se delebró entre el Ministro
de Hacienda y I). Juan Peñalva un acuerdo que importaba
el rescate del 10 por ciento de la renta de aduana, comprome­
tida por un contrato de 21 de abril de 1856 y la ley de presu­
puesto, a la amortización de una serie de créditos contra el
Estado, entre los que figuraba el empréstito de l.9 de agos­
to de 1853.
Se preocupó Villalba del arreglo de la deuda hipotecaria,
estableciendo, en un proyecto, el nombramiento de una comi­
sión especial para comprobar y clasificar todos los créditos
contra el Estado y todos los documentos de crédito anteriores
al año 1852, que se considerasen amparados por la ley de 16
de julio de 1853. El proyecto filé sancionado y en julio de
1860 se instaló la comisión, integrada por Javier Alvarez, Be­
nito Baena, Juan Ramón Gómez, Dr. Gregorio Pérez Gomar
y Juan Peñalva.
Clasificó los créditos contra el Estado, amparando por
valor de más de un millón y medio de pesos, y excluyendo más
de un millón.
Otro proyecto del Ministro de Hacienda fué el relativo
a la ley de Aduana, que innovaba en las ya arcaicas disposi­
ciones que regían desde 1830. El proyecto sancionado el l.°
de abril de 1861, introdujo en nuestra legislación aduanera el
espíritu liberal que por entonces se manifestaba en los países
más adelantados, con Inglaterra a la cabeza. (28)
A otra grave situación internacional debían hacer frente
las cámaras. Inglaterra y Francia, no conformes con el re­
conocimiento de deuda por perjuicios de guerra ocasionados
a sus nacionales, exigían el pago de los intereses correspon­
dientes. La injusticia de la reclamación se evidencia si se tiene
en cuenta que el reconocimiento de esa obligación lo había
hecho espontáneamente la República por leyes de 25 de julio
-de 1853 y 16 de julio de 1855. Decía entonces la Asamblea
'General, al contestar la nota del Poder Ejecutivo en que se le
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 326.

instruía de esas gestiones: “Si la República, por un acto es­


pontáneo de que no podrán citarse dos ejemplares en la his­
toria de las naciones, ha dictado leyes reconociendo la obliga­
ción de indemnizar perjuicios sufridos por casos fortuitos, co­
mo son los de una larga guerra, la espontaneidad de esa con­
cesión, que hasta ha podido calificarse de imprevisora, no se­
rá nunca justo convertirla en más onerosa de lo que lo es ya
en sí misma para la nación que la lia concedido tan generosa­
mente. ” (Nota de 11 de julio de 1860).
Finalmente, se llegó a la Convención de 28 de junio de
1862 por la cual se afectaba al pago de la deuda franco-ingle­
sa, el monto de la renta de papel sellado.
Otras mejoras de importancia se debieron a la gestión de
Villalba: un reglamento aduanero; la reforma monetaria que
estableció el peso fuerte de plata; la implantación del sistema
métrico decimal; el nacimiento de varias instituciones de cré­
dito.
Los ministerios que siguieron no revistieron la significa­
ción del gran ministerio Acevedo. Pero la personalidad del
Presidente Berro era suficiente para imprimirle un rumbo bien
definido a la política nacional.

VIII

Grandes y puras eran sus ideas en materia de gobierno.


Hemos dicho ya que no quería política partidista. Tampoco
pensaba tolerar a los caudillos. Los Jefes Políticos designados
por él no eran caudillos, sino personajes de significación inte­
lectual, algunos de considerable volumen político. El 24 de
abril de 1860 dictó un decreto por el que se separaban las je­
faturas de las comandancias.
El 16 de julio de 1860, para impedir el renacimiento de las
divisas dictó un famoso decreto que disponía: . . .“un hombre
que saliera a la calle pública llevando la bandera blanca o la
bandera colorada y evocando los viejos odios y rencores, se­
ría considerado como un perturbador del sosiego público, pues­
to inmediatamente en prisión y sometido a los jueces com­
petentes. El hecho de que esa excitación a la anarquía se ha­
ga poi’ la prensa lejos de debilitar la gravedad del delito, lev
327 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

aumenta.” Estas ideas de Berro, al llegar al gobierno, no eran


nuevas. Aún en Jos momentos en que se mostró dispuesto a una
política partidista, su actitud más bien era una transacción
frente a los hechos, que un convencimiento profundo. Véase
lo que decía al respecto: “El partido blanco y el partido co­
lorado no están separados por ideas ni por clase o condición.
Igual es su composición, e iguales también sus principios po­
líticos. Su división es toda personal, o corresponde sólo a las
personas de que se compone. No pugnan por establecer doctri­
nas o sistemas contrarios, sino por adquirir cierta posición
para dominar, o para evitar que otras la adquieran, para no
ser dominados.
La cuestión es referente a los hechos, a su diversa apre­
ciación. Proclaman los mismos principios, y se separan en su
aplicación a esos hechos.
“Hay algo de parecido en nuestros partidos, tales como
lo van poniendo los sucesos, a aquellos que destrozaron a las
antiguas repúblicas de Italia en los días de su decadencia. Al
último no se peleaba ya por nada que interesase a la patria, si-
na a las familias coaligadas, que buscaban en el poder, ya la
satisfacción de sus odios, de su vanidad o de su codicia, ya un
medio de librarse de las vejaciones de sus antagonistas.”
Al transar sin embargo con la reorganización del Partido
Blanco, pedía la adopción de la bandera de octubre de 1851:
“Ella declara, la necesidad, y hace la prohibición de que no
haya vencedores ni vencidos que ninguno de los partidos ten­
ga privilegios sobre el otro, que ninguno de ellos quede glo­
rificado y con toda la honra y el otro condenado y con todo
el deshonor. Ella prescribe el sometimiento al orden consti­
tucional y busca la unión de todos y su igualdad bajo el do­
minio de la ley.” (29)
Sin embargo el ambiente era propicio a una restauración
partidista.
El nuevo órgano del Partido Colorado fué “El Pueblo”,
fundado por Mateo, Alejandro y Luis Magariños Cervantes.
Proclamaba, desde luego, la necesidad de los partidos. Decía
un artículo de 15 de julio de 1860:. . .“Hablamos de los par­
tidos por que ellos existen más que nunca exaltados y exis­
tirán a despecho de la voluntad de D. Gabriel A. Pereira u
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 328

otra voluntad más prestigiosa. Y porque existen los partidos,


es que todos debemos encaminar las cosas de manera que por
las vías legales se consiga una administración regular que,
sin decretar su extinción, les haga perder su carácter sangui­
nario, utilizando indistintamente a los orientales según sus
méritos y talentos.” (30)
Berro quería, con la extinción de los partidos, una polí­
tica de honda pacificación. *
Fué con ese intento que el 30 de marzo de 1860 dictó un
decreto por el. cual se expresaba que 4‘habiendo cesado los
motivos que hicieron necesario el alejamiento de ciertos in­
dividuos, se declara que quedan sin efecto las medidas guber­
nativas que ordenaron su estrañamiento.” Al mismo tiempo
dirigía a la Asamblea General un proyecto de amnistía para
todos los individuos que hubiesen tomado parte en los movi­
mientos subversivos de los años anteriores; sus^ex-jefes, sino
deseaban permanecer en la capital, debían fijar su residen­
cia en el departamento que el Poder Ejecutivo les señalase.
Las medidas de pacificación propuestas por el Poder Ejecu­
tivo encontraron resistencia dentro del Parlamento, en la Cá­
mara de Diputados. Se dijo allí que el Poder Ejecutivo había
tomado las resoluciones de extrañamiento de acuerdo con el
Poder Legislativo; y que no podía derogarlas por sí mismo.
El Poder Ejecutivo contestó que esas medidas, una excep­
ción dentro del orden legal, debían adoptarse de acuerdo con
el Poder Legislativo; no así su derogación que era en suma,
un retorno al orden constitucional. El debate sobre la ley de
amnistía fué largo y apasionado, y llenó varios peinodos parla­
mentarios. Esto se vio especialmente en mayo de 1861, al re­
novarse la discusión.
El Poder Ejecutivo quería una amnistía amplia, rehabili­
tando en sus derechos y grados a todos los ciudadanos ci­
viles y militares; la oposición de la Cámara sólo quería una
amnistía simple, sin rehabilitación de derechos. Los que
aspiraran a esto último, debían solicitar la habilitación
del mismo modo que lo haría cualquier oriental que desease
volver al goce de la ciudadanía. En momentos en que se pro­
ducía la discusión, I). Antonio de las Carreras, que quiso de­
fender la actitud asumida por el gobierno de Pereira en 1858,
329 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

cuya responsabilidad él había compartido plenamente, mani­


festó: “Si hoy se entra en rasgos de generosidad, generosi­
dad que no puede admitirse políticamente, porque la política
no admite sino conveniencias públicas y no las ideas dicta­
das por los impulsos del corazón; si hoy se quiere dar ensan­
che a ese sentimiento y atenuar algún tanto la justicia de esos
actos, no se hace más que introducir un principio de desna­
turalización, un principio de desaliento en los hombres que se*
sacrificaron por las instituciones, y por otra parte, un prin­
cipio de aliento para los hombres que se lanzaron a la revo­
lución buscando la fortuna contando que con tres o cuatro
años de inmigración volverían a la patria y recuperarían to­
dos los derechos perdidos'1.
Los debates sobre la amnistía coincidieron con la crisis-
política que trajo aparejado el alejamiento del ministerio
Acevedo. Ingresaron a él elementos opositores: Enrique de*
Arrascaeta, Antonio Pérez y Pantaleón Pérez.
La Asamblea votó al fin la ley de amnistía, en la fórma­
menos amplia que ya. comentamos, concediéndola a Jos ciuda­
danos que hubiesen tomado parte en las conmociones políti­
cas anteriores.
Posteriormente, el Poder Ejecutivo, en acuerdo de 29 de­
setiembre de 186*2 decretó la reincorporación al estado mayor
pasivo de los jefes y oficiales del ejército dados de baja por
causas políticas en 1857 y 1858 por el solo hecho de solici­
tarlo del gobierno; y el Poder Ejecutivo pediría autorización
para liquidarles los haberes atrasados, anteriores a la baja.
Vemos, pues, hasta qué punto exteriorizaba Berro sus
anhelos de una política verdaderamente nacional. Sin ombar-
do, ella no fué comprendida ni compartida. Los bandos re­
surgieron a pesar de sus intentos prohibitivos. El partid*?
colorado le hizo oposición. En 1863 apareció “El Siglo”, fun­
dado por José Pedro Ramírez. Su primera prédica fué diri­
gida contra el caudillismo.
Más tarde, ya producida la revolución de Plores y sit
invasión al país, los liberales colorados exteriorizaron su dis­
crepancia. Así lo habría de manifestar públicamente José-
Pedro Ramírez en 1864 y 1865.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 330

Sin embargo, y a pesar de esta prédica, el elemento li­


beral se vinculó al fin al caudillo.
Por otra parte, Berro tampoco contó con ol apoyo de to­
do el Partido Blanco a cuya reconstrucción se había opuesto
igualmente. Sólo el sector denominado “Vieentinos” acom­
pañó al presidente. Los ‘‘Amapolas” más moderados y que
transigieron con el caudillismo, le manifestaron una creciente
oposición.
El conflicto, latente al principio, se manifestó en toda su
violencia al finalizar casi la gestión de Berro. En noviembre
de 1863, hallándose vacantes las senaturías de Montevideo y
Soriano, una fracción del Senado, los “amapolas”, se opuso
al ingreso de los suplentes respectivos, Joaquín Errázquin y
Vicente Nubel. Al primero por ser pariente <1(4 senador Ma­
nuel Errázquin; al segundo, por ser socio de los anteriores.
4 41 verdadera causa residía en el deseo de impedir la in­
corporación de dos elementos afectos a Berro. Los senadores
vieentinos dejaron de concurrir a las sesiones y fueron de­
clarados cesantes. Berro decretó la clausura de las sesiones
extraordinarias de la Asamblea; y ante la sublevación do
Bernardino Olid, el caudillo blanco cuyos impulsos Berro ha­
bía tratado de contener siempre, lo destituyó, sometiéndolo a
un consejo de guerra; y desterró a los senadores Estrázulas,
Caravía y Vázquez y a otros ciudadanos, entre ellos a D. Am­
brosio Velasco.
Berro contuvo la revolución de los Amapolas. El coro­
nel Olid, en lucha con las fuerzas legales, recibió una herida
mortal. Errázquin y Nubel se incorporaron al Senado, y el
cuerpo contó así con el quorum necesario y pudo elegir su
presidente. Lo fué don Atanasio Aguirre y a él entregó el
poder T). Bernardo Berro el l.9 de marzo de 1864.
Todavía nos queda por añadir un líltimo conflicto pro­
vocado durante el gobierno de Berro. Nos referimos al que
tuvo con la Iglesia, en defensa de los derechos del Patronato.
En 1861, ya se habían producido desavenencias. En abril de
ese año había fallecido en la ciudad de San José el alemán
Enrique Jacobsen y el cura Madruga se había negado a darle
sepultura en el cementerio local, por tratarse de un protes­
tante masón. Al fin, y después de algunos incidentes, fué eu-
331 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

terrado en el Cementerio Central de Montevideo, sin permi­


so de la autoridad eclesiástica. El gobierno entonces dictó el
decreto por el cual se secularizaban los cementerios, desvincu­
lándolos de la autoridad eclesiástica y sujetándolos a la au­
toridad municipal.
Unos meses después ocurrió otro hecho más grave. La
Vicaría destituyó al cura de la Matriz, Juan P. Brid, que era
también senador de la República y lo sustituyó por D. Ino­
cencio Yeregui. Producido el hecho, lo notificó al gobierno.
Este manifestó que en ejercicio de sus derechos de patro­
nato, le correspondía intervención en el nombramiento y
en la destitución de sacerdotes. Siguióse de aquí un con­
flicto y como el Vicario Mons. D. Jacinto Vera no quiso aca­
tar la reposición dél cura Brid, el gobierno dictó en octubre
un decreto por el cual dejaba sin efecto el pase conferido en
1859 al breve pontificio relativo al nombramiento del Vicario
Vera. Este continuó sin embargo, ejerciendo jurisdicción ecle­
siástica en toda la República. El gobierno recabó la opinión
de Manuel Herrera y Obes, Florentino Castellanos, Jaime
Estrázulas, Cándido Juanicó, Vicente Fidel López, Antonio
de las Carreras, Joaquín Requena y Tristán Narvaja. Los
seis primeros contestaron que los actos de Vera y sus dele­
gados eran actos de rebeldía y que los antecedentes del con­
flicto debían ser pasados al Tribunal. Tristán Narvaja y
Joaquín Requena sólo manifestaron esto último. El Tribu­
nal opinó que el territorio nacional estaba en sede va­
cante y que correspondía proveerla al Poder Ejecutivo.
El 7 de octubre de 1862, después de inútiles tentativas de
conciliación, el gobierno dictó un decreto declarando acéfala
la Iglesia Nacional desde octubre de 1861; ordenando el des­
tierro de los presbíteros Vera y Conde, y nombrando gober­
nador eclesiástico provisorio al presbítero Juan D. Fer­
nández.
El decreto fué cumplido en todas sus partes.
Como no podía menos que ocurrir, el conflicto tuvo enor­
me repercusión. Fué uno de los pretextos invocados por la in­
vasión de Flores y provocó el alejamiento de elementos del
Partido Blanco, que hasta entonces eran afectos al presidente
Berro.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 332

En el mes de diciembre de 1862 se llegó por fin a un arre­


glo. El vicario Vera delegaba todas sus facultades en un vi­
vario o gobernador eclesiástico del agrado del gobierno orien­
tal, quedando revocadas todas las delegaciones y disposicio­
nes anteriores. El vicario así designado encargaría el curato
de la Matriz a un eclesiástico idóneo.
El arreglo se entendía válido hasta que Su Santidad, su­
plicado por el Gobierno Oriental, proveyese lo conveniente.
Fué entonces designado el presbítero Pablo María Par­
do, que levantó el entredicho contra La Matriz y rehabilitó a
los presbíteros Fernández y Brid.
Más tarde fué levantado el decreto de proscripción con­
tra Vera, y reintegrado a sus funciones de Vicario.
Para conseguir el arreglo ya señalado de diciembre de
1862, el gobierno Oriental había enviado en misión especial a
D. Florentino Castellanos, ante Monseñor Marini, Internun­
cio Apostólico, residente en Paraná.
Las instrucciones que se le impartieron a Castellanos en
octubre de 1862 revelan los propósitos claros del gobierno
oriental de defender bien sus derechos legítimos de Patro­
nato. Decía el artículo 5.° de las mismas: “Sabe Vd. perfecta­
mente, que aparte lo que existe de legislación antigua, que
heredamos de la Metrópoli, y aparte todo lo que‘existía como
Delegaciones, Regalías o Concesiones hechas por la Sede Ro­
mana a los Reyes de España para la América como Sobera­
no de la América, constituyéndolos verdaderos Vicarios Apos­
tólicos con facultad de proveer para el gobierno y Adminis­
tración de las Iglesias, tanto en lo temporal como en lo espi­
ritual, con excepción únicamente de lo que era de orden y de
Derecho Divino, por más que ésto sea- rechazado hoy después
de la Emancipación Americana por los Ultra-Montanos, ven la
cual se desconocen los principios del Derecho Público, y se
hace ultraje a la Soberanía de estas Repúblicas, nosotros te­
nemos una serie de actos constitucionales, legislativos, gu­
bernativos, mixtos y judiciales, que hacen incontestable nues­
tro Soberano, Supremo y Omnímodo Derecho de Patronato’'.
‘‘Tales son, por ejemplo, las disposiciones constitucio­
nales de los artículos 81 y 109 de nuestra Ley Fundamental,
determinación del último de acabar para siempre con los
333 HISTORIA DE I.A REPÚBLICA ORIENTAI. DEL URUGUAY

recursos a Roma, en las causas eclesiásticas. La ley que creó


en consecuencia los Tribunales Eclesiásticos, desde primera a
última instancia en la República, el Derecho gubernativo, mix­
to, mi lo cual tomando parte con el Poder Ejecutivo por de
legación legislativa, el primer Vicario, Apostólico, señor La­
rra naga, de grata memoria, reglamentó la organización de
esos Tribunales, la serie considerable de actos de los Supe­
riores Tribunales Civiles por recursos de fuerza, ejercido el
último de ellos por el mismo presbítero D. Jacinto A era cuan­
do aún era Vicario Apostólico, en ejercicio, con motivo do cau­
sa criminal que lo promovió un Castro Veiga; los actos todos
de presentación o nombramientos de Prelados para la Tgle
sia Oriental hechos por nuestros Gobiernos; la aceptación
por la Curia Romana y el reconocimiento de eso Derecho do
Presentación desde el año de 1830 hasta nuestros días, sin
exceptuar el último caso del Presbítero Vera, mencionado ex­
presamente en (d Breve de Institución por el mismo señor In­
ternuncio actual; el juramento expreso y explícito prestado-
por todos los Vicarios Apostólicos, siendo el último y más
notable aquel a que el mismo Presbítero Vera se sometió vo­
luntariamente, reconociendo y acatando el Supremo Dere­
cho de Patronato tal como existe definido por las antiguas
leyes de Indias, sin reserva ni salvedad alguna, que tampoco
habría sido admitida; el conocimiento constante que de todos
estos actos ha tenido la Corte Romana y su silencio hasta
hoy pues hasta son del dominio público y pasaron a la histo­
ria sin haberlos reclamado, ni pretendido siquiera que se omi­
tiesen o modificasen en cualquiera de los diversos casos en
que ha habido que nombrar prelados para la Iglesia Orien­
tal y en los cuales debían reproducirse, como realmente se
han reproducido las presentaciones, los juramentos, etc., el
respeto por los actos jurisdiccionales.de nuestros Tribunales
Eclesiásticos, tales como los quisimos constituir; el reconoci­
miento de las calidades civiles o políticas, como es la ciuda­
danía, impuestos como conditio sitie qua non, por nuestra le­
gislación para la Prelasía y Dignidades do nuestra Iglesia;
el reconocimiento constante del Derecho de Intervención mix­
ta en el nombramiento y en la remoción, etc.” (31)
Y en la adición a. las instrucciones, se indicaba al envia­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 334

do el riesgo que corría la Iglesia, en caso de mostrarse in­


transigente, de que se dejase de lado a la Religión Católica
como religión del Estado, anulando la protección oficial al
Culto. Que además el Delegado Apostólico no debía olvidar
que en el Cuerpo Legislativo había ya un proyecto de Código
Civil por el cual se instituía al matrimonio como un simple
contrato; y otro proyecto por el que se daba validez a los
matrimonios en cuanto a los efectos civiles, con prescinden-
cia de la religión o del rito bajo el cual habían sido celebra­
dos.
Es de hacer notar, además, que en el curso de las nego­
ciaciones actuó de mediador el Gobierno Argentino y que va­
rias personalidades de ese país, entre ellas Dalmacio Vélez
Sarsfield, consideraron perfectamente legítimas las preten­
siones del Gobierno Oriental.
En el Uruguay, la actitud del Presidente Berro mereció
una observación de parte del Fiscal l)r. Alejandro Magari­
ños Cervantes, el cual, de acuerdo en todo el procedimiento
observado por el gobierno indicaba sin embargo que éste, an­
tes de anular el exequátur concedido al Breve Papal que de­
signaba a Vera como Vicario, debía haber oído la opinión del
Tribunal, quien, en ausencia de la AltiwCorte de Justicia, tenía
tales facultades por el Art. 97 de la Constitución”. .. “Abrir
dictamen al Poder Ejecutivo sobre la admisión o retención do
Bulas o Breves Pontificios. .. ” (32)
En este incidente, que tanto contribuyó a enajenarle la
simpatía popular, D. Bernardo P. Berro no procedió inspi­
rado por ninguna prevención contra la Iglesia. Lo animó tan
sólo el honrado propósito de defender los derechos del Es­
tado que juzgaba desconocidos. Nada nos habla de la rectitud
de sus intenciones como la siguiente carta dirigida a Monse­
ñor Vera durante el conflicto:

“S.or Vic.o Apeo. D. Jacinto Vera.


S.or de toda mi estim.on y respeto

Agradezco mucho la manifestación que me hace V. Illma.


en su confidencial de ayer.
No siendo regular que en asunto que esté interesado el
335 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Gobierno sea yo solo y privadamente quien entienda, no puedo


contestar á V. Illma otra cosa .sino que el Gobierno no ha pre­
tendido ni pretende despojar á V. Illma. de su dignidad y po­
deres, por la razón de que ha sido Su Santidad quien los lia
conferido; y que lo que ha hecho, y sostendrá á todo trance,
es retirar a V. Illma. la venia otorgada para egercer esos
poderes en lo que dicen relación á la gobernación y jurisdic­
ción eclesiástica en la República. V. Illma podrá sacar fácil­
mente las conclusiones de esta declaración.
Dios sabe si hay en mi o ha habido algún mal designio.
El nos juzgue á todos por el bien y por el mal que hagamo?
á la religión y a la patria!
De V. Illma. muy afecto S. S. y Am.o.

Despacho Q- B. S. M.
Sept.re 9 Bern.do P. Berro'" (32)

862

IX

A pesar de su política amplia y tolerante, Berro no pudo


impedir la revolución del caudillo Venancio Flores, que enar­
bolaba la bandera de Quinteros y los derechos agraviados de
la Iglesia.
El 16 de abril de 1863 salía de Buenos Aires D. Venan­
cio Flores, acompañado del Coronel D. Francisco Caraballo.
en el vapor “Caaguazú” de la armada argentina, puesto a
su disposición por el Ministro de Guerra y Marina, D. Juan
Andrés Gelly y Obes. El 19 de Abril desembarcaba en el Rin­
cón de las Gallinas. El pequeño grupo revolucionario marchó
hacia el norte, atravesando el antiguo departamento de Pay-
sandú.
En el paso de la Laguna, en el Arapey, debía efectuarse
la concentración de las partidas revolucionarias esperadas de
Corrientes y Río Grande y de Salto, Paysandú y Tacuarem­
bó. Entre los aportes recibidos en Paso de la Laguna figura­
ban Fausto Aguilar, José Gregorio Suárez, Nicasio Borges,
Fructuoso Gómez, Atanasildo y Felipe Saldaña.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 336

Posteriormente siguieron las incorporaciones y los pa­


sajes de extranjeros por la frontera, particularmente brasi­
leños.
Después de varios movimientos las fuerzas de Flores
atravesaron el Río Negro y vencieron en la acción de Coquim­
bo, a las fuerzas gubernistas al mando de Olid. Fué en esa
acción que Fausto Aguilar entusiasmó a sus hombres con
la famosa frase: ‘‘Muchachos, saqúense los ponchos, que en el
otro mundo no hace frío”.
A pesar de que Flores, en aquellos momentos perdía ar­
mamento, municiones y vestuario procedentes de Buenos Ai­
res, que cayeron en poder de las tropas gubernistas, la. noti­
cia de la victoria de Coquimbo provocó alarma en la opinión.
Hubo cambios militares y D. Luis de Herrera fué designado
Ministro de Guerra.
Flores con tres mil hombres apenas, ejercitaba una asom­
brosa movilidad, realizando una serie de correrías y mante­
niendo en jaque al ejército legal, que contaba con más de
10.000 hombres.
Poco más tarde, el ejército gubernista sufría un contras­
te en Las Cañas y aunque una división florista al mando de
Manduca Carabajal fué dominada en el Paso del Rey, el apo­
yo que recibían los revolucionarios de Buenos Aires, eviden­
ciado en la expedición dirigida por Atanasildo Saldaba, que
desembarcó en Fray Bentos, hacían pensar al gobierno en la
posibilidad de una guerra prolongada.
. A fines de 1863 pareció, sin embargo, que el sur del Río
Negro quedaba libre de fuerzas revolucionarias. En enero de
1864 Flores intentó tomar Pavsandú, sin conseguirlo. Poco
después, y con sus grandes caballadas, marchó sobre la. ca­
pital; pero luego de cinco días de permanencia en los alrede­
dores de Montevideo, volvió nuevamente a la campaña evi­
tando el encuentro deJ ejército al mando de Servando Gómez.
Así pues, la lucha no se definió durante la presidencia
de Berro. Pero Flores mantenía en una gran inquietud a la
opinión del país.
Veremos a continuación la política internacional del Go­
bierno de Berro.
Examinados los problemas que emanaban de nuestras
337 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

relaciones con la Confederación Argentina y ron Brasil, es­


tudiaremos los intentos del gobierno oriental para atraerse
la alianza paraguaya, a fin de conseguir el equilibrio políti­
co del Plata.

El gobierno de Berro coincidía con el período más álgi­


do en las ludias internas de la confederación argentina a que
ya nos liemos referido. Pero el presidente oriental estaba de­
cidido a mantener la más estricta neutralidad en la contien­
da. Esa actitud lo llevó incluso a desprenderse del gran mi­
nisterio Acevedo, cuyas miras no eran ni concordes entre sí,
ni concordes con las del presidente. Diego Lamas y Tomás
Villalba querían que el Uruguay se inclinase a favor de la
confederación. Eduardo Acevedo, vinculado a Buenos Aires,
manifestó preferencias por ésta.
El 3 de junio de 1861 cesó el Ministerio Acevedo. A prin­
cipios de julio el gobierno de Mitre mandaba sus misiones
confidenciales a Brasil, Paraguay y Uruguay para neutrali­
zar la diplomacia de la confederación. Al Brasil fué José
Mármol; al Paraguay, el Dr. Lorenzo Torres; al Uruguay vi­
no el Dr. Francisco Pico. El Dr. Pico pidió la neutralidad al
presidente Berro y la obtuvo en la más amplia y sincera
forma.
A fines de julio de 1861 llegó a conocimiento del gobier­
no oriental que algunas balleneras armadas de la provincia
de Buenos Aires habían registrado embarcaciones mercantes
de pabellón oriental que navegaban en la costa de Colonia. El
nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Enrique de
Arrascaeta, comisionó a nuestro cónsul en Buenos Aires D.

pondiente. Mitre aseguró en tal oportunidad que propende­


ría a que no se turbase la paz de la República Oriental. Dijo,
entre otras cosas, “la nueva política iniciada por el Si*. Pre­
sidente Berro y la estricta neutralidad que con tanta lealtad
ha guardado ponen al gobierno oriental una corona que sus
mismos enemigos políticos no podrán marchitar; que esa po­
lítica, a la vez que lo rodea de un prestigio que le atraerá una
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 338

¡inmensa mayoría entre sus compatriotas, le hace digno del


aprecio de todos los gobiernos cultos”. (33)
Sin embargo, y ante la amenaza de los emigrados orien­
tales cuyos propósitos de revolución eran ostensibles, el go­
bierno oriental mandó en misión especial a Octavio Lapido,
para tomar informes del gobierno de Mitre sobre sus pro­
pósitos con relación a aquellos emigrados.
Pero el gobierno argentino se limitó a hacer declara­
ciones de neutralidad, exigiendo pruebas concretas de los
trabajos revolucionarios de Flores; y manifestando, además,
que los planes de éste no tenían base ni contaban con nin­
gún apoyo en la Argentina. Sin embargo, el 8 de marzo, el
general Flores había pedido su baja del ejército argentino y
■el 19 de abril se lanzaba a la revolución.
El 28 de abril de 1863 el gobierno oriental mandó a An­
drés Lamas en calidad de agente confidencial ante el gobier­
no de Buenos Aires. El objeto de su nombramiento, según
instrucciones conferidas por Juan José de Herrera, era, ade­
más del general de conservar relaciones entre ambos gobier­
nos: 1) comprobar la complicidad, por lo menos pasiva, de las
autoridades de Buenos Aires y Corrientes en la invasión de
Flores. 2) obtener la seguridad de que, en adelante, la revo­
lución no recibiría socorros ni en hombres ni en armas.
Lamas dio cumplimiento a su misión. Pero el gobierno
argentino no sólo declinó responsabilidades; el ministro Ru­
fino de Elizalde llegó a manifestar al enviado oriental: “El
general D. Venancio Flores, saliendo ocultamente de esta
ciudad en una ballenera con dos o tres hombres que única­
mente le acompañaron, es un hecho evidente y notorio, que el
Sr. Lamas no puede ignorar. Y ¿no le ha dicho al señor agen­
te confidencial este hecho elocuente más que cuanto razona­
miento ha podido formarse sobre este suceso?”
“El general Flores había prestado a la República los
servicios más distinguidos, que lo colocaban en la altura del
más notable de sus conciudadanos, y saliendo como ha salido
■del país, lia revelado que ha llevado su delicadeza hasta el
extremo de no echar sobre la República Ja más mínima res­
ponsabilidad de sus actos”.
“El general Flores no necesitaba salir del país oculta­
os
339 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

mente. El, más que nadie, podía salir, no sólo libremente, si­
no rodeado de las consideraciones que la República le debía
y que el gobierno se habría honrado en tributarle. Si el Gral.
Flores, al salir de este país, tenía la intención de ir a la Re­
pública Oriental, no le tocaba en ese caso al gobierno inda­
garlo ni impedirlo”. (34)
Poco después ocurrió un grave incidente que estuvo a
punto de quebrar las relaciones ya alteradas de ambos paí­
ses. El 31 de mayo de 1863, el comandante del barco de gue­
rra uruguayo “Villa del Salto” se apoderó de un contra­
bando de guerra del vapor mercante argentino “Salto”, en
el puerto de este nombre. Con la protesta de los conducto­
res de pertrechos, el comandante Erausquin procedió a la de­
tención del vapor contrabandista.
El gobierno argentino protestó en forma muy violenta.
El gobierno oriental contestó que mientras instruía el suma­
rio, estaba dispuesto a aceptar el arbitraje de un represen­
tante de cualquier nación amiga. El 18 de junio Elizalde en­
vió a D. Andrés Lamas una verdadera nota-ultimátum, en
que pedía: 1) condenación pública del gobierno oriental. 2)
destitución y sometimiento a juicio del comandante oriental
que había realizado la presa. 3) entrega de lo-s pertrechos do
guerra decomisados. 4) Saludo al pabellón argentino con una
salva de 21 cañonazos por el vapor oriental “Villa del Sal­
to”. 5) libertad de las personas detenidas, devolución de las
cosas que se le habían sacado e indemnización por los daños
sufridos. Lamas contestó estas exigencias, proponiendo ade­
más el arbitraje, a elección del gobierno argentino, de Gran
Bretaña, Francia, Brasil, España, Italia, Portugal o Bélgica.
El gobierno oriental designó —entre tanto— una comi­
sión de jurisconsultos para asesorar al ministerio, integrada
por los Dres. Eduardo Aeevedo, Joaquín Requena, Florenti­
no Castellanos, Antonio Rodríguez, Vicente F. López, Ma­
nuel Herrera y Obes y Jaime Estrázulas. Algunos de éstos-
eran opositores al gobierno; y había, además, un argentino,
Vicente Fidel López. El informe de la comisión fué favora­
ble al gobierno uruguayo.
Para agravar la situación, el 21 de junio, un barco de
guerra argentino apresó al barco de guerra nacional “GraL
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 340

Artigas'" en jurisdicción oriental. El 23 de junio el Gobierno1


Oriental declaró interrumpidas las relaciones con la Argen­
tina ; y la opinión pública oriental entró en gran eferves­
cencia.
Al fin, las dificultades quedaron zanjadas en un proto­
colo firmado el 29 de junio y confirmado por notas de 6 y 10
de julio, respectivamente, de los Dres. Lamas y Elizalde. Ha­
biendo ya decretado el gobierno oriental la libertad de los de­
tenidos en el Salto y la devolución de objetos de su perte­
nencia, el gobierno argentino exigía la destitución — prece­
dida de juicio ante nuestros tribunales — del comandante
Erausquin y el saludo al pabellón argentino. A ello accedió el
gobierno oriental.
Más tarde Andrés Lamas quiso negociar con la Repúbli­
ca Argentina una paz más sólida. Contó con la aprobación de
un nuevo ministerio, integrado por Federico Nin Reyes, Juan
José de Herrera, Juan I. Blanco y Pantaleón Pérez. El 20 de
octubre de 1863, Lamas firmó con Elizalde el proyecto de un
nuevo protocolo que establecía las bases de una política de­
concordia entre ambas naciones y determinaba que en caso
de desacuerdo sobre las medidas a. tomarse, se aceptaría el
arbitraje del Emperador del Brasil.
Entre tanto, Octavio Lapido, que se encontraba en el
Paraguay cumpliendo una misión especial del gobierno orien­
tal, se había comprometido con el presidente paraguayo a
darle, en los acuerdos internacionales, “la parte más honro-»
sa y espectable en relación a todos los demás gobiernos”. En
consecue^pia, el gobierno oriental modificó el proyecto de pro­
tocolo, estableciendo además el arbitraje del presidente pa- ■
raguavo.
Lamas impugnó esta ampliación. Dijo que la designación
del Brasil se debía a que éste era una nación limítrofe de las
que disputaban; y que no importaba desconsideración ningu­
na dejar de lado al Paraguay, a quien se había hecho la an­
terior promesa con posterioridad a la firma del ya mencio­
nado protocolo argentino-uruguayo. Herrera le contestó que
también al Paraguay le interésaban los principios de la polí­
tica platense. “El Paraguay tiene en ello interés de existen­
cia. No lo tiene el Brasil—; y es ya tiempo de fundar la po^
341 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

lítica en esta región del Plata sobre intereses intachablemen­


te legítimos y que no estén expuestos a ceder el paso a com­
binaciones de política de influencias ambiciosas y accidenta­
les, que en último resultado no buscan sino el buen éxito para
los extraños”.
El gobierno argentino resistió la entrada del gobierno
paraguayo en el arbitraje. Por su parte, también el Brasil
miró con profundo desagrado este pie de igualdad que el go­
bierno oriental quería poner entre Francisco Solano López y
D. Pedro II.

XI

Veamos ahora el problema brasileño. Ya hemos referido,


al tratar el Ministerio Acevedo, las reclamaciones por viola­
ciones de derecho hechas, según el gobierno Imperial, a súb­
ditos brasileños.
Pero Brasil alegaba otros motivos de desconformidad.
Uno, la desestimación de su pedido para el arreglo de
los perjuicios de guerra por medio de una comisión mixta.
El 8 de mayo de 1858, durante la administración Pereira,
Antonio de las Carreras, entonces Ministro de Relaciones Ex­
teriores y Joaquín Tomás de Amaral, encargado de negocios
del Brasil, ■habían convenido en que las reclamaciones por per­
juicios de guerra serían resueltas por una comisión mixta,
cuyo fallo se comprometía a acatar el gobierno de la Repú­
blica. Pero luego, la comisión de legislación del Senado, inte­
grada por Ambrosio Velazco y Narciso del Castillo^ opinó en
contra de aquel proyecto de acuerdo internacional, alegando
que la ley de 16 de julio de 1855 no podía ser invocada como
antecedente por Brasil, porque ella era limitada y condicional,
y posterior al tratado respectivo, firmado con el gobierno del
Imperio. El senado aceptó las ideas de su comisión; y en con­
secuencia, fué rechazado el proyecto de Comisión Mixta. El
ministro brasileño, al recibir comunicación de esta negativa,
protestó vivamente (14 de julio do 1860). El gobierno orien­
tal se limitó a acusar recibo de esa comunicación.
Otros dos convenios con Brasil prolongaron su secuela
«durante la administración de Berro; el tratado de permuta
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 342

de territorios y el de neutralización a los que ya nos referí-'


inos oportunamente.
Veamos el de permuta: en 1858 el Senado no lo había
aceptado; el gobierno de Pereira lo había recomendado al
Cuerpo Legislativo en notas de 12 de marzo y 15 de junio de
1859. Se iba^a dar lectura del tratado y de las notas en sesión
de 30 de marzo de 1860, cuando se recibió una comunicación
del presidente Berro, pidiendo el aplazamiento del asunto pa­
ra considerarlo mejor. El 17 de octubre de 1860 el Poder Eje­
cutivo pidió el retiro del tratado de permuta, para introducir
en él modificaciones que lo hicieran aceptable. Un año des­
pués la Comisión del Senado accedió al retiro simple del tra­
tado; el Senado aprobó su decisión quedando así desechada
aquella negociación diplomática.
En cuanto al tratado de neutralización, fué rechazado por
el Senado, el 2 de abril de 1860, que hizo suyas las razones
expuestas por Ambrosio Velazco el 7 de abril de 1859, como
miembro disidente de la Comisión de Legislación.
Otro motivo de discrepancia fué alegado por el Gobierno
Imperial. En nota de 2 de julio de 1862, la Legación Impe­
rial impugnó la convención oriental-franco-inglesa por la
afectación del producto del papel sellado. Sostenía que en
virtud del convenio de 18512 la República había hipotecado a
la deuda brasileña, no sólo las rentas de aduana, sino aun las
contribuciones directas e indirectas.
El ministro de Relaciones Exteriores de entonces, An­
tonio M. Pérez prometió conciliar los derechos legítimos del
Brasil con los compromisos contraídos por la República. Y el
9 de octubre Andrés Lamas explicó al canciller imperial Mar­
qués de Abranles quo cuando los gobiernos de Francia e In­
glaterra, en febrero 22 de ese año, habían exigido la garan­
tía de las rentas de aduana, sabiendo que estas rentas esta­
ban afectadas al pago de la deuda brasilera, habría corres­
pondido que el Brasil protestase ante aquellos gobiernos, an­
tes de hacerlo contra el gobierno uruguayo. Al fin el Mar­
qués de librantes se satisfizo con las explicaciones del Dr. La­
mas, conformándose con la renta que quedase libre, una vez
cumplido el acuerdo con Francia e Inglaterra. Pero esa con­
vención anglo-francesa contribuyó a enfriar las relaciones,
ya bien tirantes — con el gobierno brasileño
343 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Por su parte, el gobierno imperial consideró nulo el tra­


tado de comercio de 1857, a partir del l.9 de enero de 1862.
Ese tratado era favorable a los intereses orientales; por lo
menos, no tan desfavorable como el de 1851.

XII

El 25 de febrero de 1862 le fueron dadas a Juan José de


Herrera las instrucciones para la misión diplomática que de­
bería desempeñar en el Paraguay, firmadas por el ministro
Dr. Enrique de Arrascaeta. Se le prevenía a Herrera que de­
bía llamar la atención del gobierno paraguayo sobre el peligro
común que amenazaba a América, debido al estado revolucio­
nario en que se encontraba y del que no acertaba a salir. De­
bía hacer presente la anexión de Santo Domingo y la expedi­
ción europea a México y las tentativas de absorción de al­
gunos estados americanos, reveladas particularmente en la
misión de Buenaventura Seoane, ministro del Perú, ante la
Confederación Argentina, enviada para promover el reparto
de Bolivia entre ambas repúblicas. También se le prevenía a
Herrera que debía tratar de intensificar las relaciones co­
merciales entre el Uruguay y el Paraguay. Herrera, que se
había iniciado en la carrera diplomática como Secretario de
la Legación en Río de Janeiro, junto al Dr. Andrés Lamas,
llegó a la Asunción en marzo de 1862 y tuvo varias entrevis­
tas con el presidente Carlos Antonio López. De la correspon­
dencia del diplomático uruguayo no se desprende que la im­
presión personal haya sido muy agradable. “Puedo asegurar,
por el lenguaje que usó S. E. como por la expresión de su as­
tuta y poco atrayente fisonomía que el presidente López qui­
so muy de propósito, impresionarme fuerte, para lo cual se
complacía en exagerar y vulgarizar su lenguaje, lenguaje que
como me lo demostró antes y después de tocar el tópico Bra­
sil y Buenos Aires, sabe encerrar dentro de la cortesía y ci­
vilidad” (comunicación de 16 de marzo de 1862). (35) En las
diversas entrevistas, López se manifestó discorde coy el presi­
dente Berro por haber éste transado con la formación de la
comisión mixta para el arreglo de la deuda anglo-francesa
y también por los términos del último mensaje presidencial
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 344

de Berro, en que expresaba confianza en las intenciones de


Mitre. Recomendó en cambio, que se tuviera gran descon­
fianza con éste y con los argentinos, a quienes llamaba anar­
quistas; que mientras les conviniera entretener con prome­
sas falaces a los orientales así lo liarían, pero que más tarde
o más temprano, Flores invadiría el estado Oriental.
Dijo López que el Paraguay tenía el peligro en sus fro.u-
teras; de un lado “a los más incorregibles anarquistas, y de
otro a los macacos, siempre aleves y llenos de doblez”. Ase­
guró sin embargo, que su patria estaba bien preparada para
recibirlos a ambos, aunque vinieran unidos. También demos­
tró desconfianza frente a Europa; aunque considerando que
los atentados europeos no se habrían producido si no hubie­
sen hallado complicidad en América. “¿Cree Vd., por ejem­
plo, que la Europa encontraría su cómoda posición en estos
países, si, atentando contra el Paraguay, viera ella, desde la
entrada de sus navios a la entrada del Río de la Plata, que no
era sólo al Paraguay a quien iban a ofender, sino a todo este
continente? ¿Cree Vd. que, sin puertos en el Plata y en el Pa­
raná, sin auxilios sacados de sus costas, los europeos no me­
ditarían antes de lanzarse a aventuradas expediciones que
tuvieran que operar a tres mil leguas de distancia, rodeados
de elementos, sino activamente, a lo menos indirectamente
hostiles?”. (Comunicación de 4 de abril). (36)
Las ideas internacionales del presidente paraguayo pa­
recían estar orientadas en el mismo sentido que las del go­
bierno oriental. Asimismo parecía que López estaba dispues­
to a acceder a los deseos de un mayor intercambio comercial
entre ambos países. Así, aunque la misión de Herrera no dio
resultado, se tuvo la impresión de que el acercamiento al Pa­
raguay era un hecho factible y realizable en breve término.
El 3 de marzo de 1863, Juan J. de Herrera, ya ministro de
Relaciones Exteriores, impartía a Don Octavio Lapido las
instrucciones para la misión que debía éste desempeñar en el
Paraguay. La nota del canciller uruguayo es una pieza di­
plomática. que evidencia la inteligencia equilibrada del autor.
Se le señalan al enviado dos aspectos-en la misión que
debía desempeñar: el político y el económico. Desde luego,
mucho más importante el primero que el segundo. Veamos
345 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

pues, el problema de las relaciones políticas entre el Para­


guay y Uruguay. Herrera, en esta nota, preconiza la nece­
sidad de una política de equilibrio, a fin de remediar l¿i
debilidad de ambas naciones. “El sistema del equilibrio ha
sido y es una de las más fuertes garantías del derecho de gen­
tes. Este sistema, creándole a la ley internacional una san­
ción positiva que no tiene, expone a la nación que quisiera,
respecto de otra, separarse de la ley general, a la oposición
de todos los Estados interesados en impedir que un engran­
decimiento desmedido ahogue la justicia internacional”.
“E1 sistema del equilibrio conserva la paz porque inspi­
ra el temor a la guerra”... Para fundamentar esta política
Herrera recuerda la historia común, las vicisitudes análoga?
de ambos pueblos desde los primeros momentos de su vida in­
dependiente. En cuanto al Paraguay, se refiere a la insensa­
ta hostilidad hecha por la República Argentina hacia su per­
sonalidad soberana, y al reconocimiento forzado que había
hecho de su independencia, derogándolo diariamente con ac­
tos de hostilidad y perturbando siempre con la cuestión de­
limites. En cuanto a Brasil, recuerda su política anti-para-
guava, sigilosa, menos franca, menos osada, pero no menos
peligrosa. La Argentina dueña única del Paraná, desde la
confluencia del Paraguay hasta el Río de la Plata; Brasil
dueño del alto Paraná y del alto Paraguay, formaban al Pa­
raguay, decía el ministro Herrera, un círculo hostil y po­
deroso.
Los mismos problemas del porvenir y del pasado eran
los de la República Oriental. Habla de los esfuerzos indepen­
dientes del país sacrificados a veces por las circunstancias.-
Y cuando al fin los vió realizados, continúa, no pudo sus­
traerse al inmediato contacto con los sucesos y ambiciones
vecinas; “sus desgracias todas —dice— han nacido, y se han
agrandado, hasta extenuarla, de la política que, a su respec­
to han seguido la República Argentina y el Imperio del Bra­
sil, con no poca complicidad, fuerza es también confesarlo, de­
caudillos hombres públicos y fracciones orientales, en común
sus ambiciones con las de sus vecinos.”
“Así, pues, ambos países, pequeños o débiles deberán
llegar a un acuerdo y concurso recíproco, siquiera sea en lo
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 346
trascendental de la política a seguir, política que debía tender
al establecimiento protector para todos, en esta agitada parte
de Sud-América y de una discreta defensiva común, a cuyo
abrigo puedan nuestros pueblos entregarse a definitiva or­
ganización sobre base de confraternidad y de repudio de to­
do espíritu de absorción del uno para ol otro”.
“Es, en verdad, —se expresa más adelante en las Ins-
truciones— una política a orear no obstante que no es una
novedad esa o parecida fórmula, ni lo es su enunciación; de-
ficientísimos, como son, nuestros propios archivos nacionales,
ellos nos revelan, —desde Artigas, que pugnara por análogas
miras, hasta estadistas orientales, más modernos (1844 a
1851)— que la idea que hoy patrocina nuestra diplomacia ha
dominado, alguna vez la mente de nuestros mandatarios de
época diversas.”
/En caso de ataque de la independencia, integridad o so­
beranía del Paraguay, la República Oriental vería en él un
ataque a su propia soberanía y no vacilaría en ponerse de
acuerdo con ella para resistirlo.
Deseaba saber si —en un caso semejante— Paraguay ha­
ría lo mismo. Es menester tener presente sobre todo, los pe­
ligros que emanan de las Provincias Argentinas, sigue He­
rrera, desmembradas, desmoralizadas, bajo la dirección de sus
políticos centralistas y absorbentes y además, los propósi­
tos del gobierno de Buenos Aires, que no^creyó siquiera ne­
cesario tener velados, declarando a la faz del mundo que el
fin de la política argentina era “la reconstrucción de su an­
tiguo poder por la reincorporación de los territorios insensa­
tamente desprendidos formando hoy nacionalidades indenpen-
dientes”.
En cuanto a las relaciones económicas pedía un mayor
estrechamiento cosa enteramente factible, a pesar de las di­
ferencias de organización económica que separaban ambos
pueblos: el Uruguay, absolutamente liberal en cuanto a los
problemas de trabajo y de vida económica; el Paraguay, país
de tutelaje oficial. La República ofrecía al Paraguay su co­
laboración en la libre navegación de los afluentes del plata y
del Plata mismo, cosas de interés vital para aquél.
Las instrucciones señalaban también el peligro de que
347 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Martín García quedase librada al arbitrio exclusivo de la


Confederación Argentina. Había ya Convenciones al respec­
to; con el Brasil, Uruguay tenía pactos de neutralización de
la isla; en el mismo sentido existían pactos europeos con la
Confederación Argentina, celebrados después de la caída de
Rosas; y en el tratado de marzo de 1856, entre el imperio y
la Argentina, se consignaban disposiciones al respecto. Con­
venía que Paraguay también colaborara en esta obra, intro­
duciendo en el derecho público paraguayo disposiciones rela­
tivas a la neutralización de la Isla Martín García. (37)
En notas posteriores se fué fijando el propósito de la
cancillería oriental. Esta quería llegar con el Paraguay a un
tratado de amistad, comercio y navegación, en que se estable­
ciesen puntos esenciales en la vida de ambos países. Debían
ser ellos: l.9) Garantía recíproca de la independencia e inte­
gridad territorial de ambos países. 2.9) Xeutralización de la
Isla Martín García. 3.9) Principios de la nacionalidad de los
hijos de extranjeros, que debían adquirir la nacionalidad del
país en que naciesen. 4.9) Fijación de relaciones comerciales.
En cuanto al primer punto, señalaba Herrera en comunica­
ción de 31 de agosto de 1863, que él revestía la mayor impor­
tancia. Y, sin perjuicio de estipular que la cooperación a pres­
tarse por ambos países tenía que ser determinada y regula­
da por estipulaciones especiales, debía hacerse mención de la
naturaleza de esawcooperación moral y material, por medios
marítimos y terrestres. Además debía proponerse que for­
masen parte del tratado los artículos 3.9, 7.9 y 9.9 del tratado
que la República había firmado con la Argentina y el Brasil
■en 1859. Se debía señalar muy claramente, cuándo se conside­
raría atacada la independencia y cuándo se consideraría ata­
cada la integridad de cada estado.
El gobierno de Montevideo consideraba que la lucha pre­
parada, contra el estado Oriental desde Buenos Aires, tenía
por objeto herir la independencia nacional; pero estaba de­
cidido a la guerra, sin vacilaciones. Además, decía Herrera en
comunicación reservadísima de 31 de agosto de 1863: “tiene
en su apoyo inmediatamente la opinión de la diplomacia eu­
ropea, que se traducirá en hechos de cooperación práctica en
cuanto se caracterice como internacional la contienda. Muy
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 348

•especialmente el Brasil si mantiene fidelidad a los tratados,


se verá en el caso de tomar una parte activa.”
Se esperaba, también la segregación de los territorios si­
tuados al Este del Paraná, a fin de preservarlos del contacto
<le la demagogia argentina.
El gobierno oriental urgía al gobierno paraguayo para
que se pronunciara enérgicamente; para que, al presentar sus
protestas al gobierno argentino con la copia de las reclama­
ciones uruguayas, lo hiciera enviando simultáneamente su es­
cuadra para tomar posesión de la isla Martín García. Para­
guay no respondió a esta espectativa. Envió la copia del des­
pacho oriental y una reclamación sin ulterioridad. En cuanto
a su posición en el conflicto, la única actitud que tomó fué
dirigir una nota a los miembros del Cuerpo Diplomático ex­
tranjero radicados en el Paraguay, en que manifestaba que el
gobierno del Paraguay consideraba la independencia perfec­
ta y absoluta del Estado Oriental como una condición del
equilibrio político de estos países. Que aunque la invasión de
Flores llamó desde el principio su atención, no había tenido
noticia oficial de los sucesos del Estado Oriental, sino hasta
recibir las noticias de la legación uruguaya. Que emplearía
todos sus esfuerzos para poner fin a la situación creada por
esa invasión y para restablecer la paz y la tranquilidad en el
Plata.
Hubo otras misiones de acercamiento hacia el Paraguay;
pero pertenecen al período de Aguirre, que sucedió a Berro
en la presidencia. Por lo demás, toda esta diplomacia fué un
trabajo inútil, que no trajo el apoyo del Paraguay y sirvió
^en cambio de pretexto a las intervenciones argentino-brasi­
leñas. (38)

XIII

Berro finalizó el término de su gestión en circunstancias


dolorosas para la vida del país, en que se repetían, una vez
más, las agresiones extranjeras, servidas por las pasiones lo­
cales.
Había cometido errores, sin duda. Su visión excesiva­
mente ingenua de las cosas lo impulsó a creer en la eficacia
349 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

absoluta de la ley para corregir los males de los hombres. Su


decreto sobre la extinción de las divisas es el mejor ejemplo
de esa política sincera pero desprovista de sentido real. In-
ternacionalmente fué también poco feliz: Su intento de acer­
camiento al Paraguay, sólo tenía en su apoyo la lógica abs­
tracta, no los antecedentes históricos ni la confirmación de
los hechos inmediatos.
Pero no fueron sus errores los que le aportaron la mayor
oposición. Berro cometió la falta peor que pueda ejecutar
un político en momentos difíciles: acumuló pretextos en con­
tra suyo.
Quedan en pie —a pesar de todo— los grandes méritos
de su gestión de gobernante: la creencia profunda en las ins­
tituciones: la aspiración a la educación cívica del pueblo, por
la enseñanza teórica y la práctica del self-gouvernement; los
intentos de liquidar los viejos rencores partidarios mediante
la amplia reintegración en todos sus derechos, a todos los
orientales; la gallarda defensa de los derechos soberanos del
país, en materia internacional, tratando de eliminar las in­
justas pretensiones de un estatuto especial para los extranje­
ros; la afirmación de la independencia jurisdiccional de nues­
tros Tribunales; el mantenimiento celoso de las regalías y de­
rechos estaduales frente a la Iglesia; la orientación de la po­
lítica externa hacia la “nacionalización de nuestros destinos’*;
en una palabra; la salida efectiva del vasallaje colonial, y la
afirmación del Estado como entidad libre y soberana en el in­
terior y en el exterior. Programa arduo y desde luego, prema­
turo. Como lo dijera Cansabao de Sinimbú unos años antes,
el país era aún “novo, fraco y pequeño”, y sus hombres se
movían en los círculos estrechos de intereses que obstaculizan
la visión de una política de porvenir. Berro agravó esa falta
de comprensión de sus ciudadanos con su temperamento per­
sonal : no era político y la línea de su conducta, como la de to­
dos los idealistas, era una incorruptible línea recta que no
sabía adaptarse a las circunstancias.

XIV

El l.9 de marzo de 1864 se hizo cargo del Gobierno D.


Atanasio Aguirre, en calidad de presidente del Senado.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 35Q

Desde luego, la gestión del presidente interino sólo podía


encaminarse a la solución del problema revolucionario. Ex­
plicamos que la lucha no había quedado definida en mo­
mentos en que Berro abandonaba el poder. Pero ya desde me­
diados de 1864 las operaciones militares comenzaron a reves­
tir una inusitada violencia. La ayuda brasileña, hasta enton­
ces subrepticia, se hizo francamente ostensible. Antes hubo
una gestión diplomática que se confió al Consejero Saraiva.
Las instrucciones que se le habían dado eran muy terminan­
tes. Frente a los crímenes y abusos (pie, según se decía, ha­
bían sido cometidos en la República Oriental contra la vida y
la propiedad de los súbditos brasileños, debía exigir del go­
bierno oriental: 15) El castigo inmediato de los criminales,
hasta entonces impunes. 25) La destitución y responsabili-
zación de los agentes de policía que habían abusado de su au­
toridad; 35) La indemnización por las propiedades arrebata­
das a los súbditos brasileños; 45) La libertad de los súbditos
brasileños obligados al servicio militar.
He aquí el juicio de un historiador brasileño sobre esta
misión: “Sería imposible investigar si eran o no fundadas
nuestras quejas. Los residentes brasileños del Uruguay de­
bían, correr la suerte de los propios orientales o abstenerse
de tomar partido entre las fracciones que siempre asolaban
la campaña. El gobierno brasileño tenía que tener en cuenta
el desgobierno tradicional en la República. El Estado Orien­
tal sólo podía gozar de orden, paz, tranquilidad, si Brasil y
la República Argentina se unían para apoyar por muchos
años el gobierno de la gente mejor de aquel país’’.
“Desde que no quería o no podía hacer eso, perdía el de­
recho a responsabilizar al gobierno oriental, cualquiera que
fuese, por procedimientos casi siempre resultantes del esta­
do de anarquía de las fronteras. No es preciso entrar en el
examen de cada reclamación o cada queja para decir que fue
un error haber cedido el Ministerio de 15 de enero de 1864
al primer impulso, haberse dejado aturdir por el alarido de
los partidarios de Flores, exigiendo la intervención inmedia­
ta en Montevideo. Se debió a la prudencia de Saraiva, como
interventor el que el país no se haya visto envuelto de inme­
diato en una guerra con Montevideo; con otros, como se
351 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

desprenderá de la marcha de los acontecimientos, la misión


habría comenzado por la ocupación del territorio uruguayo,
habría continuado con el bombardeo de Montevideo y acabado
tai vez por la guerra contra todo el Río de la Plata.” (39)
Saraiva, que se jactó treinta años más tarde de-no ha­
ber seguido al pie de la letra las instrucciones, prefiriendo
una política más conciliadora, presentó en el mismo mes de
marzo su petitorio, acompañado con una relación de los re­
clamos iniciados por la Legación del Brasil con anterioridad.
La contestación del Ministro de Relaciones Exteriores
Dr. Juan José de Herrera fué tan certera como enérgica, dis­
cutiendo punto por punto las reclamaciones de Saraiva, quien
en su nota, por otra parte hacía un reconocimiento bien ex­
plícito del apoyo que Flores recibía del Brasil, y la existencia
de numerosos brasileños alzados en armas a causa —decía—•
del estado de inseguridad jurídica en que vivían. Herrera opo­
nía a las reclamaciones brasileñas las reclamaciones del go­
bierno oriental que nunca habían recibido satisfacción ade­
cuada. En cuanto a los brasileños residentes —decía Herre­
ra— gozaban en la República las mismas garantías que los
nacionales, y si sufrían atropellos, eran aislados, como Jo-
habrían sufrido en cualquier parte del mundo. Las cifras
mismas eran claras; 63 reclamos diplomáticos en 12 añosr
continúa Herrera, en una población brasileña de 40.000 al­
mas, eran bien poca cosa; y había además un dato elocuente;.
los campos de la zona fronteriza próximos a la frontera, po­
blados de brasileños, se cotizaban a más alto precio que los
de Río Grande. En cuanto a los brasileños alzados en armas,
no eran brasileños avecinados en territorio uruguayo, sino
hombres reclutados por el Gral. Canavarro para las 4‘cali­
fornia s.” (40)
En consecuencia de tales argumentos, el gobierno orien­
tal rechazaba las exigencias de la legación brasileña.
Saraiva esperó un tiempo; hizo un viaje a Buenos Ai­
res, se ocupó de las gestiones de paz que luego comentare­
mos y al fin, el 4 de agosto de 1864, presentó un ultimátum
al gobierno oriental. El gobierno de Aguirre resolvió devol­
ver la nota, como inaceptable en el fondo y en la forma; Sa­
raiva manifestó que se impartirían órdenes al almirante

HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 352

Tamandaré y a las tropas de la frontera para que tomasen'


a su cargo la protección de los brasileños.
Ya dijimos que Jas operaciones militares so habían in­
tensificado. En agosto de 1864 cayó Florida en poder de los
revolucionarios; poco después corrían igual suerte Duraz­
no y Porongos. Salto y Paysandú, las únicas plazas que de­
fendió realmente el gobierno, fueron las últimas en ser ata­
cadas.
Después de la toma de Mercedes, Flores se animó a ha­
cer esas operaciones; desde octubre, contaba con el apoyo,
ya sin ambajes, del almirante Tamandaré. En noviembre, es­
tableció el bloqueo general del río Uruguay. En ese mismo
mes Flores volvió a sitiar Paysandú, auxiliado teta vez por
una fuerte división brasileña al mando del general Souza
Netto. Se realizó entonces el primer bombardeo de la plaza.
Frente a este hecho, Aguirre dictó un decreto refrendado
por los ministros Antonio de las Carreras, Silvestre Sienra,
Andrés A. Gómez y doctor Eustaquio Tomé, en que se de­
claraban: “Rotos, nulos y cancelados los tratados del 12 de
octubre dé 1851 y sus modificaciones del 15 de mayo de 1852
arrancados violentamente a la República por el imperio del
Brasil”.
Y a mediados de diciembre fueron quemados pública­
mente los tratados de octubre de 1851.
Poco después cayó Salto y sé volvió a poner sitio a Pay­
sandú. Fué extraordinaria la hazaña realizada por el heroi­
co defensor de la ciudad Leandro Gómez, que prolongó la de­
fensa desde el 2 de diciembre de 1864 hasta el 2 de enero de
1865, en que la plaza cayó por cansancio y agotamiento de
municiones. A la rendición de la plaza siguió el fusilamiento
de los jefes, entre ellos y en primer término, el de Leandro
Gómez, cuyo cadáver, según un testimonio de la época, fue
mutilado. (41)
Entre tanto, se habían llevado a cabo varias tentativas
de pacificación. Algunas, realizadas bajo el gobierno de Bo­
rro, no habían tenido mayor trascendencia..
En junio de 1864 iniciaron la mediación Rufino de Eli-
zalde, Ministro de Relaciones Exteriores de la República Ar­
gentina, el representante de Inglaterra en Buenos Aires D.
353 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Eduardo Thorton y José A. Saraiva, que ya había inter­


puesto sus reclamaciones. El 10 de junio de 1864 el Presiden­
te Aguirre presentó sus bases: amnistía completa para los
que depusieran las armas; plenitud de derechos civiles y po­
líticos para todos los ciudadanos; comicios para la elección
de miembros del Poder Legislativo.
Andrés Lamas y Florentino Castellanos fueron desig­
nados para acompañar a los mediadores en la conferencia
(pie éstos iban a celebrar con Venancio Flores. El 18 de ju­
nio de 1864, Flores concretó en esta forma sus pretensiones:
desarme de fuerzas; plenitud de derechos civiles para todos
los orientales; reconocimiento de grados conferidos por Flo­
res; reconocimiento — como deuda nacional — de los gastos
contraídos por la revolución. Lamas y Castellanos aceptaron
estas bases ad referendum. Poco después el caudillo exigió la
formación de un nuevo ministerio. Aguirre no aceptó el cam­
bio; luego se avino a él, pero no aceptó los nombres que que­
rían imponerle como ministros y (pie estaban destinados a sa­
tisfacer al Brasil.
Clises Barbolani, ministro italiano en nuestro país que
intervino después como mediado]', consiguió que Aguirre de­
clarase que, libre la República de presión extranjera, confia­
ría los ministerios de Gobierno y R. Exteriores a 1). Flo­
rentino Castellanos; y los de Hacienda y Guerra, a 1). Tomás
Villalba. Pero ya Flores había cambiado de opinión y sus
pretensiones consistían en lo siguiente: 1) Gobierno provi­
sorio compuesto por Aguirre y por él mismo. 2) Ministerio
mixto; 3) Desarme general y armisticio después de firmadas
las bases det convenio. Sin embargo Flores, mediando la in­
tervención de Barbolani, transaba ron que continuase Agui­
rre hasta el L9 de marzo de 1865, pero si se le designaba a él
ministro universal.
El gobierno rechazó estas últimas pretensiones porque
Flores no reconocía, como acto previo, la autoridad del pre­
sidente de la República. Además, porque el nombramiento de
Flores había de significar “un fatal dualismo en el gobierno
del país”. Esta negativa del gobierno tuvo lugar el 31 de agos­
to de 1864; unos días antes, el 3 del mismo mes, había tenido
lugar el rechazo del ultimátum de Saraiva, que ya hemos men-
HK1ORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 354

clonado. Y el 22, Elizalde y Saraiva habían firmado un pro­


tocolo por el cual, al fin de cuentas, Brasil conseguía libertad
de acción para intervenir en los asuntos internos de la Repú­
blica Oriental.
La entrada del ejército brasileño en territorio oriental,
el bombardeo de Paysandú por la escuadra de Tamandaré, tra­
jeron una gran excitación en Montevideo, que se agravó al
saberse la heroica resistencia de Leandro Gómez y su injusti­
ficable ejecución. Había en Montevideo quienes deseaban la
resistencia hasta el fin; pero al terminarse el mandato de
Aguirre fué electo presidente del Senado don Tomás Villal-
ba, de tendencias moderadas. Manuel Herrera y Obes sirvió
de mediador en la paz que se firmó el 20 de febrero de 1865,
suscrita por él, por Flores y por José M. de Silva Paranhos,
ministro del Brasil. Era una pacificación basada en el triun­
fo completo de Flores, erigido ya en Gobernador Provisorio
por influencia brasileña. (42)

XV

Antes de entrar a tratar el gobierno de Flores, interesa


■sin embargo detenerse en el aspecto internacional del gobierno
de Aguirre. Fueron orientadas en dos sentidos sus gestiones
en el exterior: al acercamiento a las naciones europeas, para
conseguir las garantías de la independencia oriental por va­
rias potencias y a la prosecución de la política de Berro¿ en­
caminada, como ya vimos, a un acercamiento con Paraguay.
Analicemos la misión a Europa. En 10 de enero de 1865
le fueron dadas las instrucciones respectivas al Dr. Cándido
Juanicó. El objeto primordial de la misión que se le confiaba
era buscar un acuerdo entre los gobiernos de España, Fran­
cia, Italia e Inglaterra para garantir la independencia nacio­
nal y la estabilidad de los gobiernos legales- por un período de
25 años. 1 ‘Una vez comprometidas las mencionadas potencias
a garantir la independencia de la República y la estabilidad'
de los gobiernos regulares o legales, el hecho sólo, desde que
.se hiciese público bastaría, por sí a asegurar el objeto, por­
que quedaría puesta a raya la ambición del Brasil y Buenos
Aires y burladas las esperanzas que siempre alimentaron de

2A
355 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

dominar directa o indirectamente sobre osle país, auxilián­


dolo o influyendo sobre los Gobiernos que se suceden en -u
vida independiente. \To habría necesidad, pues de aumento
de fuerza, bastando las estaciones navales ordinarias, para
el respeto de la independencia y de las autoridades, la paz y
el orden interno”.
“La influencia moral que el compromiso produciría, se­
ría suficiente medio para alcanzar el objeto deseado, porque
siendo efectivo el respeto de los gobiernos vecinos, respeto
impuesto por las inutilidad de las conmociones, el orden se
mantendría desde que, como es sabido, las conmociones tie­
nen su arma primordial y casi exclusiva en la incitación del
Brasil o Buenos Aires”.
Los párrafos transcriptos de las instrucciones prueban
hasta qué punto eran injustas las acusaciones formuladas
entonces en el diario “El Siglo” contra el gobierno de Agui-
rre, atribuyéndole la intención de establecer en el Uruguay un
protectorado europeo. El 5 de mayo de 1865, el diario “La
Reforma Pacífica” publicaba una carta del ex-ministro de
Relaciones Exteriores del gobierno de Aguirre, en que se
decía con acierto lo siguiente:... “En primer lugar, el go­
bierno oriental buscaba la garantía conjunta, no la de una
nación sola, que es donde podía haber peligro de que esa ga­
rantía se convirtiese, después, en protectorado”.
“El Gobierno Oriental no deseaba otra cosa que la ga­
rantía para la independencia y aquella que pondría a raya,
las maquinaciones de los gobiernos vecinos que se uniesen a
las rebeliones y a los motines para derrocar a las autorida­
des legales y sustituirlas por aquellas que les estuviesen so­
metidas".
“Tero, para acabar de demostrar que que no ha habido tal
pedido de protectorado, hacemos notar que esa garantía se
pedía gratuitamente, sin compromiso alguno para la Repú­
blica, sólo con el laudable propósito de garantir los intereses
extranjeros contra las invasiones y las revueltas que prote­
gen en nuestro país Jos vecinos.
“Finalmente, si “El Siglo” sostiene que las instruccio­
nes del Dr. Juanicó implican el pedido de un protectorado,
protectorado sería también, la Convención del año 28 y, más
protectorado aún el celebrado en 1851 con el Brasil”.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL. URUGUAY 356

El Dr. Juanicó partió para la misión que so lo encomen­


daba. A su paso por Río de Janeiro fué recibido con agresi­
vidad por la prensa. (43)
El 13 de marzo de 1865, comenzó su tarea diplomática
en París. Mantuvo conferencias con el Ministro de Negocios
Extranjeros, Drouyn de Lhuys y con el Emperador Napo­
león III. También pudo entrevistarse con la Emperatriz, cu­
yo corazón español procuró interesar en beneficio de un país
de tradición hispánica.
El Dr. Juanicó mostró las ventajas que para el comercio
europeo, especialmente para el francés, podía representar la
independencia absoluta de un país do legislación tan amplia
con los extranjeros, como el Uruguay. Señaló las diferencias
que en tal sentido, tenía con Brasil y con la República Argen­
tina. Estos últimos estaban tradicionalmente empeñados en
una política restrictiva, de cierre de ríos y tarifas elevadas;
tan arraigada estaba esa actitud, que ella iba a imponerse
siempre, cualquiera que fuese el partido imperante, sacuarc-
mas o lucías, unitarios o federados. Que en cambio, en el Uru­
guay, dominasen blancos o colorados, el espíritu era liberal,
y no habría de cambiar nunca. Lo probaba la amjplitud de su
legislación; la ley de 1854, relativa a la apertura de sus ríos
a todas las banderas; las disposiciones protectoras de la in­
migración; el reconocimiento de la deuda mixta. Todo es­
te espíritu cambiaría desde luego, si Brasil conseguía exten­
der su influencia en forma decisiva, anulando prácticamente
la independencia oriental.
A pesar de la acogida cordial que recibió Juanicó, pudo
ver que era inútil toda esperanza de ayuda inmediata. Así lo
comunicó al gobierno oriental. En Francia, después de lo ocu­
rrido en Méjico y en Cochinchina, nadie era partidario de
intervenciones lejanas. Por otra parte existía el recelo bien
fundado de que fuese ya tardía, frente a los hechos poco me­
nos que consumados. Se sabía, además, que Inglaterra adop­
taría una actitud de prescindencia y que Italia la imitaría.
El Dr. Juanicó se trasladó a Londres. Allí expuso a
Lord Rusell, Secretario de Negocios Extranjeros, los mismos
argumentos esgrimidos en "Francia. Añadió, además, que el
predominio brasileño en el Uruguay habría de significar el
357 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

-establecimiento en nuestro país del régimen de esclavitud.


Así Jo probaban los antecedentes de la política brasileña en
el Uruguay: el tratado de extradición de 1851 y los pseudo
contratos de locación de servicios por tiempo indeterminado
realizados por los estancieros brasileños en nuestro país, con
esclavos subrepticiamente introducidos.
La gestión del Dr. Juanicó fué inútil. Pocos días después
de su partida, el triunfo de la revolución de Flores era un
hecho; y el gobierno Provisorio ejercido por el caldillo ven­
cedor, la dejó sin efecto, como era lógico.
Veamos ahora las relaciones diplomáticas con el Para­
guay, durante el gobierno de Aguirre. Posteriormente a las
misiones que ya estudiamos de la época de Berro, le fueron
encomendadas gestiones de acercamiento al Dr. José Vázquez
Sagastume, Ministro residente ante el gobierno paraguayo. Al
consignarle instrucciones en l.9 de mayo de 1864, Juan J. de
Herrera-decía al nuevo ministro que siempre que habían ocu­
rrido en el país circunstancias como la creada por la invasión
de Flores, había sido regla invariable de los gobiernos orien­
tales echarse en brazos de los poderes rivales que se dispu­
taban la influencia en territorio oriental sin condiciones, o
en condiciones oprobiosas, como las consignadas en los tra­
tados de 1851. Pero que el Gobierno de Berro había inicia­
do una política verdaderamente nacional; y rompiendo con
la tradición que tenía ligado el gobierno oriental a las conve­
niencias o veleidades de los vecinos, había preferido dirigir­
se a la República del Paraguay, que tenía intereses idénticos
a los orientales.
En consecuencia, el ministro residente en el Paraguay
debía solicitar del gobierno de ese país enérgicas gestiones
frente al gobierno del Brasil, y auxilio en hombres y en bu­
ques de guerra.
En julio de 1864 fué todavía enviado D. Antonio de las
Carreras en misión privada y confidencial ante el presidente
paraguayo, para solicitar: auxilio pecuniario, auxilio diplo­
mático y auxilio de fuerzas navales y terrestres.
En'agosto de 1864 de las Carreras presentó un memorán­
dum al gobierno paraguayo en que le pintaba el peligro co­
mún creado al Paraguay y al Uruguay por el entendimiento
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 358

entre el Brasil y la Confederación y señalaba la posibilidad


y la necesidad de formar una liga con Uruguay y el litoral.
Por su parte, A ázquez Sagastume en diciembre de 1864 'se di­
rigió a Urquiza solicitando su cooperación para Ja gran liga
que se proyectaba y también a Derqui, para conocer la ac­
titud que asumiría frente a la conflagración que ya estaba en
sus comienzos.
Todas estas gestiones fracasaron. El gobierno oriental
cayó sin el apoyo paraguayo. Paraguay tuvo que afrontar
solo la lucha y en condiciones tales que, según veremos, aun
teniendo la razón de su parte, desde el punto de vista formal
del derecho, fué considerado justamente como el agresor. (44)

XVI

Triunfante la revolución de Flores, el caudillo quedó en


el gobierno en calidad de “Gobernador Provisorio”. En reali­
dad no pudo hacerse cargo de sus funciones, ya que debía cum­
plir los compromisos contraídos con Argentina y Brasil, en
virtud del Trabado de la Triple Alianza celebrado el l.9 de ma­
yo de 1865 al que luego nos referiremos. Recién llegó a Mon­
tevideo en octubre de 1866, una vez cumplida su participa­
ción en la guerra.
La normalización institucional del país fué, pues, poster­
gada. Sin embargo, ella era reclamada por los jóvenes libe­
rales del partido colorado, que recién se incorporaban a la
palestra política: Julio Herrera y Obes, Carlos María y Jo­
sé Pedro Ramírez, José Pedro Varela, Fermín Ferreira y
Artigas. (45)
Flores no satisfizo de inmediato estos anhelos del nú­
cleo principista ; la gran masa del partido lo acompañaba. El
4 de noviembre de 1866 anunció su propósito de postergar los
comicios. Al realizarse las elecciones de Alcalde Ordinario,
en febrero de 1867, se vió bien claramente la pugna entre li­
berales y floristas. La división se fué ahondando y culminó
en las elecciones generales, realizadas recién en 27 de no­
viembre de 4867, con el triunfo absoluto del partido colorado
popular — aunque — desde luego, con intervención oficial.
Además de esta lucha interna del partido colorado, se
359 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

esgrimía contra el gobierno la oposición latente, subterránea,


pero poderosa, del partido blanco. Eliminado del poder, se ha­
llaba debilitado por las luchas internas producidas entre Vi-
centinos y Amapolas, en la época de Berro. Pero no demoró
mucho sus intentos de reorganización, llevados a cabo por un
núcleo de civiles y militares: Carlos Juanicó, Jaime Illa y Via-
mont, Gral. Lucas Moreno, Coronel Juan E. Lenguas y Juan
P. Caravia, además de I). Bernardo Berro, que era partidario
de la revolución.
A pesar de su triunfo electoral, a pesar de la insistencia
de algunos de sus amigos que querían retenerlo en el poder,
Flores pensaba en retirarse de la vida pública, dejando co­
mo sucesor a D. Pedro Varela. No todos sus parciales esta­
ban sin embargo, concordes con la prórroga del mandato de
Flores. Y desde luego, lo resistían algunos caudillos, presti­
giosos de su grupo, quizás con ambición de sucederlo.
Flores tenía pues, frente a sí no sólo la oposición revolu­
cionaria de los blancos, sino la del principismo liberal colo­
rado y la de los propios caudillos floristas, entre ellos Gre­
gorio Suárez.
• El 15 de febrero de 1868, fecha de instalación de la Asam­
blea Legislativa, debió estallar la revolución de Berro, que
tenía por objeto impedir la legalización de aquel orden de
cosas con el restablecimiento del gobierno constitucional. El
intento se malogró, e instalada la Asamblea, Flores delegó el
gobierno en el Presidente de la misma D. Pedro Varela, des­
pués de haber ejercido la dictadura por espacio de tres años.
La revolución blanca estalló cuatro días "después, el 19
de febrero, que ha quedado grabado en los anales <lel país co­
mo uno. de los días más trágicos. La atmósfera era revolucio­
naria y la revolución que podía venir de varios sectores, era
esperada como algo inminente. En medio del calor de un ar­
diente día de febrero, corrió por toda la ciudad, ya estreme­
cida ante el amago revolucionario, la versión de que el agua
estaba envenenada.
Los blancos se apoderaron del Fuerte, que tuvieron luego
que abandonar, y como no pudieron dominar la ciudad, Berro
se dirigió al Cubo del Sur, al parecer con el propósito de em­
barcarse en una lancha y seguir desde allí a una fragata es­
pañola. No encontró la lancha y regresó a la ciudad donde lo
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 360

aprehendieron y lo condujeron al Cabildo. Entro tanto, Flo­


res, al tenor noticia de los sucesos so dirigía al Cabildo cuan­
do fué detenido en la calle Rincón por unos enmascarados, que
lo apuñalearon. Al entrar al Cabildo Berro, que ignoraba la
muerte de Flores, fué puesto en presencia del cadáver de éste.
Conducido luego a un calabozo fué herido mortalmente por
un exaltado. Su cadáver fué llevado por las calles desiertas
de Montevideo camino al cementerio en un carro descubierto,
por un fanático que a gritos anunciaba era aquel el cuerpo del
salvaje D. Bernardo Berro.

XVII

Antes de entrar al estudio de los acontecimientos de


nuestro país es menester detenerse en el origen de un san­
griento conflicto internacional del que participó la República
en virtud de ese entrecruzamiento de partidos que, tantas ve­
ces ya, nos había resultado funesto.
Nos referimos a la guerra del Paraguay.
Los antecedentes que la explican son: cuestiones de lími­
tes y navegación entre Paraguay y Brasil; y cuestiones de
límites entre Paraguay y la Argentina, que analizaremos por
su orden.
Veamos el problema de Misiones. Dejando de lado la gran
complejidad del mismo en la época colonial, diremos que en sus
postrimerías, se dictó una Real Orden y en consecuencia, el 24
de marzo de 1806 el virrey de Buenos Aires, marqués de So­
bremonte, escribió a Bernardo Velazco, gobernador del Para­
guay, para informarle que por orden de su Majestad se le ha­
bía nombrado “Gobernador Militar y Político e Intendente de
la Provincia del Paraguay con agregación de los treinta pue­
blos de las Misiones de Indios Guaraníes y Tapes del Uru­
guay y Paraná”. El gobernador Velazco asumió su cargo en
Asunción el 5 de mayo de 1806. Así se operó la fusión, bajo
una sola autoridad, de los 30 pueblos de Misiones, repartidos
hasta entonces en dos jurisdicciones: la del Paraguay y la
del Plata. De modo que, a estar al uti - possidetis de 1810, le
pertenecía al Paraguay, de pleno derecho, la totalidad del
361 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

territorio de Misiones. El 12 de octubre de 1811, fué fir­


mado un tratado entre Buenos Aires y Paraguay. En él se-
establecía que los límites de la Provincia del Paraguay, de­
bían permanecer como estaban hasta ese momento. Y tanto
Francia, como Carlos A. López mantuvieron la ocupación
efectiva de Misiones. Sin embargo, en el tratado celebrado
el 31 de julio de 1841 entre Paraguay y Corrientes, se nota
la voluntad de López de volver a la primitiva partición de !os
treinta pueblos, limitándose a los trece que Paraguay había
administrado hasta 1803. Corrientes, que era una simple pro­
vincia de la confederación, no tenía derecho a pactar sobre
límites.
El 15 de julio de 1852 el Gral. Urquiza, como jefe de
la Confederación Argentina, celebró con Paraguay un tra­
tado de confederación y límites. Se establecía que el río Pa­
raná era el límite entre ambos, desde las posiciones brasi­
leñas hasta la Isla del Atajo, que queda en la confluencia
de los ríos Paraguay y Paraná. Se abandonaba la reclama­
ción paraguaya sobre Misiones; pero el tratado fué desapro­
bado por el Congreso de la Confederación, debido a las cláu­
sulas relativas a la frontera del Chaco, la otra cuestión pen­
diente con la Argentina.
El tratado reconocía la soberanía del Paraguay sobre el
Gran Chaco arriba del Río Bermejo. Y el artículo 6.-, que
provocó la ruptura de las negociaciones, decía: “La orilla te­
rrestre desde la desembocadura del Bermejo hasta el río de
Atajo, es territorio neutral, en la latitud de una legua, de
conformidad que las altas partes contratantes no podrán ha­
cer allí acantonamientos militares, ni guardias policiales ni
aun con el intento de observar a los bárbaros que habitan esa
costa”. Paraguay sacrificaba zonas en el rico territorio de
Misiones por desconfianza hacia el Brasil. Derqui, plenipo­
tenciario argentino, manifestó que la cláusula fué exigida
por el Paraguay como necesaria a la seguridad de la Repú­
blica. En efecto, el territorio neutralizado dominaba el lugar
de la margen izquierda que más tarde ocuparía la famosa
fortaleza de Humaitá. Parece ser que entonces, la Confede­
ración, al rechazar este tratado, se reservaba el derecho de
reclamar las fronteras del Pilcomayo.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 362

Carlos A. López lo ratificó inmediatamente; la Confe­


deración recién manifestó su rotunda negativa tres años des­
pués. Todavía había otra complicación más: en agosto de
1852, al conocer el texto del tratado, el encargado de nego­
cios boliviano, Juan de la Cruz Benavente, protestó contra
el artículo 4.9t que al reconocer la plena soberanía del Para­
guay sobre el río de su nombre de ‘‘costa a costa”, lesionaba
los derechos bolivianos a la región del Chaco. También pro­
testó Brasil no sólo contra el tratado, sino aun contra las
alegaciones de Solivia.
Las negociaciones con la Argentina se reanudaron y en
23 de Julio de 1856 se firmó un tratado de amistad, comer­
cio y navegación; en él se aplazaba el arreglo de límites.
Hubo nuevos acercamientos entre ambos países, es de­
cir, entre Paraguay y la Confederación, provocados en gran
parte por la crisis en las relaciones entre éstas y Buenos
Aires. El 12 de abril de 1859 llegó a la Asunción Luis José
de la Peña, canciller de la Confederación, como Enviado Ex­
traordinario y Ministro Plenipotenciario. El informe de su
misión se mantuvo en secreto. (46) Urquiza quería que Para­
guay participase en la guerra de la Confederación contra Bue­
nos Aires; López exigía el arreglo previo de los límites. El
asunto no se solucionó y Paraguay perdió la oportunidad de
aprovechar los sentimientos amistosos de Urquiza, que le ha­
brían resultado muy valiosos en la contienda internacional
de la Triple Alianza. Veamos ahora la cuestión de límites pa­
raguayo - brasileña.
Entre Brasil y Paraguay existía el problema de límites
común a todos Jos países americanos con el Imperio, excepto
Chile: la indeterminación práctica de la línea de San Ilde­
fonso.
La cuestión de límites entre ambos países comenzó a dis­
cutirse desde 1824, en ocasión de la primera misión de Co­
rrea da Cámara. Pero en 1844, en que Brasil tendía a apro­
ximarse al Paraguay después del fracaso del tratado de 1843,
con Rosas,. Pimenta Bueno firmó con el presidente López un
tratado de amistad, comercio, navegación, extradición y lí­
mites. (7 de octubre de 1844). En materia de límites esta-
363 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Mecía que las partes contratantes se comprometían a nombrar


comisarios que reconocieran los límites indicados por el tra­
tado de San Ildefonso. Poro aparte de que este tratado de­
jaba en pie la intervención a que liemos hecho referencia, Io-j
brasileños lo consideraron desventajoso porque en la demar­
cación de 1777 España había obtenido extensos territorios
en las Misiones Orientales que, naturalmente, Paraguay iba
a heredar. El Brasil no ratificó el tratado de 1844. Pos­
teriormente, volvieron a plantearse las cuestiones de lími­
tes. A propósito de varios intentos para concluir tratados de
navegación y comercio, Paraguay exigía siempre arreglos do
límites, sin acceder a la línea del río Apa, que el Brasil
pretendía. Paraguay afirmaba que el límite legal, era el río
Blanco. Los brasileños seguían el sistema de ocupación
clandestina; y las incidencias diplomáticas continuaron, has­
ta que el 12 de agosto de 1853 López entregó sus pasaportes
a Pereira Leal. Según informaciones del capitán Uotham, que
negociaba en aquellos momentos un tratado entre Paraguay
y Gran Bretaña para abrir el río Paraguay hasta la Asun­
ción, Pereira Leal no había dejado piedra por mover para
obstaculizarlo.
Brasil tenía indudable interés en resolver la cuestión de
límites, pero mucho más en resolver el problema de la nave­
gación. La inmensa provincia de Matto Grosso dependía de
la red fluvial platense y por tanto, necesitaba urgente­
/ mente la apertura del río Paraguay. Las exigencias del
Brasil no podían, sin embargo, ser muy grandes. Véase lo
que dice Paranbos en las notas a la obra de Schueider: “La
cuestión relativa a la libertad de transito para Matto Grosso
era, para nosotros, vital, y era también una cuestión difícil,
porque siempre sustentamos (pie, jurídicamente, el ribereño in­
ferior puede negar el tránsito al ribereño superior en cuanto
éste no se conforme a Jas cláusulas que el primero juzgó razo­
nablemente necesarias a su seguridad. Ese principio fué siem­
pre sostenido por el Brasil en relación con el Amazonas, sin
intención de hacerlo restrictivo en la práctica, como lo han
probado sus convenciones fluviales y el decreto de 1867, que
abrió aquel gran río al comercio de todas las naciones dentro
de los límites del superior”. (47).
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 3C4

Brasil envió una misión de Pedro Ferreira de Oliveira


con una escuadra en aguas paraguayas, para exigir repara­
ciones por el insulto hecho al enviado imperial y obtener un
acuerdo sobre navegación fluvial. La gestión de Ferreira de.
Oliveira no fué muy exitosa. Concluyó el 27 de abril de 1855
con la firma, entre él y Francisco Solano López, de un tra­
tado de amistad, comercio y navegación y de una conven­
ción, adicional al tratado, postergando por un año el arreglo
de la disputa de límites. El artículo II de esta convención
establecía que un tratado definitivo de límites sería ratifi­
cado al mismo tiempo que el tratado de amistad, comercio
v navegación; y que el canje de ratificaciones del uno, no se­
ría válido sin el canje simultáneo de ratificaciones del otro.
Parece que el enviado brasileño temía una intervención an-
glo-francesa en favor del Paraguay. Por su parte, Urquiza
había dirigido una circular al Cuerpo Diplomático de Paraná
llamando la atención de los gobiernos amigos sobre la expe­
dición brasileña contra el Paraguay. La política que el Para­
guay había impuesto a Ferreira de Oliveira era: obtener la
frontera que deseaba, a cambio de las negociaciones de nave­
gación fluvial que Brasil necesitaba. Pero el emperador se
negó a ratificar estos acuerdos, que fueron recibidos en Río
de Janeiro con la mayor indignación. El canciller brasileño,
José María da Silva Paranhos argumentaba que el artículo
tercero del tratado de alianza brasileño - paraguayo (25 de di­
ciembre de 1850) establecía que ambos gobiernos se compro­
metían a auxiliarse recíprocamente a fin de que quedase li­
bre, para los súbditos do ambas naciones, la navegación del
Paraná hasta el río de la Plata, con lo (pie se presumía la
libertad del río Paraguay. No oran necesarias, pues, según
su criterio, nuevas concesiones de parte del Brasil, para que
éste gozara el derecho a la navegación del mencionado río.
Las negociaciones continuaron, sin embargo. El 6 de
abril de 1856 se firmó en Río de Janeiro un tratado y con­
vención entre .José Berges y José da Silva Paranhos. El tra­
tado de amistad, navegación y comercio garantizaba a ambas
partes la libre navegación del Paraná y Paraguay.
La convención las obligaba a nombrar, tan pronto como
las circunstancias lo permitieran y dentro del plazo de seis
365 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

años, plenipotenciarios que examinasen y ajustasen la línea


divisoria de ambos países. Entre tanto, se respetaría el utis
possidetis. A I^ópez no le satisficieron estas negociaciones y
dilató lo que pudo la ratificación que llevó a cabo, al fin, por­
que sabiendo la terminación de la guerra de Crimea, temía
que Francia exigiera reparaciones por el mal tratamiento dado
a los colonos franceses. Pero dictó una serie de reglamentos
que prácticamente, equivalían a anular la libertad comercial
en el río.
Brasil protestó por esta violación del tratado y envió al
Paraguay, en marzo de 1857, a José María do Amaral, que
no pudo llegar a nada concreto. Un tiempo después (setiem­
bre de 1857) fué enviado José María da Silva Paranhos. En
el viaje, éste se detuvo en Paraná y el 20 de noviembre de
1857 firmó con los plenipotenciarios argentinos de la Confede­
ración una convención declarando libres para las banderas de
todas las naciones los ríos Uruguay, Paraná y Paraguay. El 14
de diciembre de 1857 se firmó otro de límites que definía la
frontera de la confederación con Misiones. Brasil reconocía la
margen derecha del río Uruguay, como territorio argentino. Pa­
ranhos llegó a la Asunción; López, presionado por las circuns­
tancias, accedió a requerimiento brasileño. Y el 12 de febrero
de 1858, Francisco Solano López y José María da Silva Pa­
ranhos firmaron una convención en que, en líneas generales,
se reproducía la Convención del Paraná de 20 de noviembre
de 1857.
Brasil sacó ventajas de este acuerdo. Inmediatamente
fué inaugurado un servicio regular de vapores por el río
Paraguay, hasta Matto Grosso, que hacían ocho viajes com­
pletos por año entre Río de Janeiro y Cuyaba, capital de
aquella provincia.
A pesar de estas negociaciones, la tirantez entre Brasil
y Paraguay siguió acrecentándose, sobre todo cuando, falle­
cido el presidente Carlos Antonio López (setiembre 10 de
1862) le sucedió su hijo Francisco Solano López. Los grandes
preparativos militares de éste, la creciente animosidad nacio­
nal de los pueblos, hacían preveer un conflicto próximo. La
intervención brasileña en los asuntos orientales, primero sub­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 366

terránea, luego ostensible, acabó por convencer al Paraguay


•de que la política de neutralidad no podía prolongarse mucho
tiempo.

XVIII

Con estos antecedentes, pues, la guerra sólo necesitaba


una ocasión para estallar.
El 10 de noviembre de 1864 fondeó en el puerto de
Asunción el paquete “Marqués de Olinda” perteneciente a
una compañía brasileña de vapores que hacían el servicio en­
tre Montevideo y Corumbá. Cuando seguía su viaje fué dete­
nido y obligado a regresar a la Asunción. El barco fué decla­
rado buena presa y los empleados brasileños que iban en él,
constituidos prisioneros de guerra. Poco después tuvo lugar
la invasión paraguaya a Matto Grosso. Resuelto definitiva­
mente a emprender la guerra contra el Brasil, López pidió
permiso al gobierno argentino para atravesar el territorio
de Misiones a fin de entrar en Río Grande del Sur. Mitre
contestó que Paraguay podía usar las vías fluviales, sin tocai-
las márgenes de los ríos. El 5 de marzo de 1865 el congreso
paraguayo declaró la guerra a la Argentina y confirió ple­
nos poderes a López.
Poco después éste ordenó el apresamiento de un barco
mercante argentino en la Asunción y envió una expedición
de cinco mil paraguayos a Corrientes, para ocuparla territo­
rialmente.
Estos -hechos produjeron gran indignación en la Argen­
tina. Como, por otra parte, ya había caído el gobierno de
D. Atanasio Aguirre, y Flores ocupaba el poder, se vió éste
naturalmente llevado a prestar su cooperación en la guerra
que se había ya iniciado, como justa retribución por los servi­
cios recibidos del Imperio y de Buenos Aires. El l.9 de mayo
de 1865 firmaron el tratado de la Triple Alianza: Carlos de
Castro, por la República Oriental; F. Octaviano de Almeida
Rosa, por el Brasil; Rufino de Elizalde, por la Confederación
Argentina. Se pactaban en él las condiciones generales de la
dirección militar.* Se establecía la independencia e integridad
del Paraguay. Igualmente se establecía que del gobierno que
367 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

resultase después de la guerra, había de exigirse la libre na­


vegación de los ríos Paraná y Paraguay, el pago de gastos de
guerra, la reparación de perjuicios. Bu un protocolo adi­
cional so establecía el arrasamiento do las fortificaciones de
llumaytá y la confiscación de armas y de instrumentos bé­
licos.
Este tratado debía conservarse secreto. Pero Lettson,
encargado de negocios de Inglaterra en Montevideo, consi­
guió que Carlos de Castro le entregase en confianza una co­
pia del referido tratado. Lettson envió esta copia al minis­
tro inglés Rusell, que la insertó en el Libro Azul, destinado
al Parlamento.
El conocimiento del tratado provocó una gran conmo­
ción en los países americanos. Varios propusieron su media­
ción, que no fué aceptada. A principios de 1867 el General
Webb, ministro americano en Río de Janeiro, propuso al go­
bierno brasileño una conferencia en Washington, con suspen­
sión de hostilidades; y subsidiariamente, el nombramiento de
un árbitro. La respuesta brasileña, que se hizo esperar,
fué negativa. El ministro norteamericano en Asunción,
Mr. Washburn hizo propuestas semejantes a López, que tam­
bién al fin, fueron rechazadas.
Hubo enérgicas condenaciones para los aliados, entre
ellas, la de Perú, cuyo presidente manifestó públicamente que
la razón estaba de parte de López.
En diciembre 15 de 1869, iniciando la que habría de ser
luego una querella sostenida con Bartolomé Mitre, decía
Juan Carlos Gómez en una carta pública dirigida a aquél:
“...espero ver en tortura su brillante inteligencia para jus­
tificarse y justificar a los que con usted han hecho y sostie­
nen a la alianza, de los siguientes cargos:
1? La alianza ha reducido a los pueblos del Plata a un
rol secundario, de meros auxiliares de la acción de la monar­
quía brasileña.
2.9 Principal actor en la lucha, la monarquía brasileña,
ha hecho su obra, y no la nuestra; deja establecida su con­
veniencia, y suprimida la nuestra, en el Paraguay.
3? No pudienclo esquivar, la misión providencial, que nos
está impuesta, a pesar nuestro, tenemos que recomenzar Jos
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 368

sacrificios y los esfuerzos, respecto del Paraguay, íuás tarde


o más temprano.
4? Hemos adulterado la lucha cu el Paraguay; la hemos
convertido, de guerra a un tirano, en guerra a un pueblo; he­
mos dado al enemigo una noble bandera para el combate, lo
hemos engendrado espíritu de causa, le hemos creado una,
gloria imperecedera, que se levantará siempre contra nos­
otros y nos herirá con los filos que le hemos librado.
5.v Hemos perpetrado el martirio de un pueblo, que en
presencia de la dominación extranjera, simbolizada por la
monarquía brasileña, y no de la revolución que hubiera sim­
bolizado sola la República de los Pueblos del Plata, se ha
dejado exterminar, hombre por hombre, mujer por mujer, niño
por niño, como se dejan exterminar los pueblos varoniles que
defienden su independencia y sus hogares.
6? La alianza acabará, pero el pueblo paraguayo no se
acabará, y la defensa heroica del Paraguay ha de ser allí la
gran bandera de un gran partido, que ha de predominar, co­
mo lo ha sido la defensa de la Rusia y la de España contra
Napoleón, a pesar de los zares y de los Fernando VII, y
entre nosotros la Defensa de Montevideo y de Buenos Aires,
a pesar de pesares”. (48).
No era, pues, el ataque contra la soberanía paraguaya lo
que Juan Carlos Gómez censuraba, sino el encadenamiento de
la confederación a la política brasileña. Véase también la con­
dena de Paúl Groussac a la alianza: . .Queda sin embargo,
el tratado de la triple alianza con sus cláusulas de acero
implacables, inicuas, atentatorias de la soberanía nacional.
En cinco meses, dice el propio general Mitre, (Polémica,
pág. 113), a pesar de lo de Basualdo, (dispersión del cuerpo
de Entre Ríos), el enemigo era expulsado de nuestro terri­
torio, dejando en nuestro poder de 18 a 20.000 hombres en­
tre muertos y prisioneros con menos de 5.000 de pérdida por
parte de los aliados”. “¿Por qué no se entablaron entonces
negociaciones entre el vencido y el vencedor? Porque el tra­
tado prohibía todo pacto a cualquiera de los abados sin el
asentimiento de los demás”.
“¿Por qué no salió la paz de la entrevista entre Mitre y
López, cuando el segundo la ofrecía con todas las garantías
369 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

exigibles, en setiembre de 1866, siendo la campaña entonces


para los argentinos una serie de victorias, desde la de Tu-
yutí hasta Yatayty Cora y Curuzú, en vísperas de la funesta
jornada de Curupayty? Porque el artículo 6? del famoso
tratado declaraba categóricamente que la guerra continuaría
‘‘mientras no hubiese sido derribado el gobierno del Para­
guay”. Cláusula deplorable, impuesta sin duda al gobierno
argentino por el brasileño, pues todas las ventajas de ella
eran para éste, y los inconvenientes para aquél. De esta cláu­
sula dimanaron los males sin compasión producidos por la
larga campaña, y ni en la época de que hablan las cartas ac­
tuales (polémicas entre Mitre y Juan Carlos Gómez) cabía
fundar esperanzas sinceras en sus futuras consecuencias in­
vocando la paz continental asegurada, las cuestiones de lími­
tes favorablemente resueltas, y la fantasía de un nuevo Para­
guay próspero y amigo, resucitado de las sangrientas ruinas
del antiguo, pocos años bastaron para mostrar la inconsis­
tencia y fugacidad de tales ilusiones. En su tercera polémica
el general Mitre cree destruir ese cargo capital hecho a la
alianza, estableciendo este dilema: “O aliarnos al Brasil, o
impedir que combata a nuestro lado”. No hay dilema. El Bra­
sil se hallaba en guerra con el Paraguay antes de la invasión
de Corrientes, agresión que era un casus belli no relacionado
con el de Matto Grosso; podía emprender el ejército argen­
tino una acción concurrente y hasta contraer su gobierno una
alianza defensiva y condicional sin aceptar las imposiciones
de una acción común absoluta y llevada al extremo de dispo­
ner la destrucción del agresor, haciendo de dos causas dife­
rentes una sola. Si el gobierno hubiera podido tratar de la
paz por sí, después de lavada la injuria recibida, habría te­
nido, aparte de algunas ventajas materiales, la situación eu-
vidiable de futuro mediador y mantenedor de la integridad
política de un país cuya mutilación, según pronto se vio, ha­
bía de ser desastrosa para el equilibrio sud-americano”. (49)
Desde luego la actitud de Mitre recibió el cálido home­
naje de los historiadores brasileños. El ya citado Nabuco dice
que la alianza con el Brasil fué un acto de intuición y valor
patriótico de Mitre, verdadero creador de la política argen­
tina respecto del Brasil, complemento de su labor de recons­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 370

trucción nacional. Pudo haber ganado más popularidad, —


agrega Nabuco, si hubiera continuado fomentando la animo­
sidad contra el Brasil heredada de la tradición española, o la
producida por el culto del ideal republicano del Plata.
La verdad es que la alianza no contó con adhesiones unáni­
mes en Brasil ni en la Argentina. Es indudable también que
la guerra debía ayudar a los propósitos de Mitre en sentido-
de consolidar la unidad del país. La actitud de Urquiza, aun
en momentos en que se puso con sus tropas a disposición del
gobierno de Mitre, se prestaba a equívoco. Vencer la resis­
tencia local con una guerra nacional, he ahí un procedimiento
clásico, al que se ha recurrido antes y después de Bismark.
Precisamente más o menos por los mismos tiempos que Mi­
tre, las combinaciones diplomáticas y las guerras bismarkia-
nas provocaban la integración territorial V política de Ale­
mania.
No es necesario detenerse en las operaciones militares.
Basta decir que la guerra, que pareció de unos meses, se
prolongó por espacio de varios años (marzo de 1865 a marzo
de 1870).
La resistencia del pueblo paraguayo, una vez librado
Matto Grosso e invadido su territorio, se hizo extraordinaria.
No fué la lucha de un ejército, sino de un pueblo en torno de un
hombre que, por tirano que fuera, simbolizaba la Patria. Ella
terminó con la muerte de López, caído después de defender
palmo a palmo su suelo. Paraguay tuvo que aceptar las du­
ras condiciones de paz que le impusieron los vencedores.
Sea cual fuere el juicio que pueda provocar esta guerra
de parte de Argentina y Brasil, lo evidente es que de ella se
sirvieron para resolver problemas de índole interna y de ín­
dole internacional. En cambio, el Uruguay fué arrastrado a
la contienda, sin tener ni un agravio que vengar, ni un in­
terés que satisfacer. Tremenda es la responsabilidad de Flo­
res, por la participación en la empresa extraña a la órbita del
país, injusta y terriblemente cruel para un pueblo heroico.
Actitudes posteriores rehabilitan en parte a la Re­
pública por la conducta asumida en aquella emergencia: la
condonación de la deuda de guerra y la devolución de los
trofeos decretada años más tarde confirmaron que la lucha
armada no había engendrado encono entre ambos pueblos.
25
371 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

XIX

Muerto Flores, José G. Suárez proclamó con energía su


candidatura. Pero fué vencida por la de Lorenzo Batlle que
sólo la había excedido en un voto. La situación a que tenía
que hacer frente el nuevo gobernante era particularmente
difícil. Su gestión heredaba el odio del partido blanca
contra el partido colorado que lo había excluido del poder.
Los principistas colorados no. iban a tardar en exigirle una
política de intransigencia con los caudillos, que el presidente
no quería ni podía adoptar. Además de la enconada situación,
agravaban las circunstancias la terrible situación material
del país. Desaparecida la fácil y ficticia prosperidad fa­
vorecida por los primeros años de la guerra del Para­
guay, el país cayó en una triple crisis monetaria, económica
y financiera que —además de los naturales efectos internos,
trajo perturbaciones internacionales, provocando desmedidas
reclamaciones brasileñas.
Don Lorenzo Batlle se había iniciado en la vida pública
durante la guerra grande. Era un hombre moderado, no des­
provisto de energía cuando las circunstancias lo reclamaban.
Xavier Marmier, el viajero francés cuyas impresiones so­
bre Montevideo recogimos en páginas anteriores, nos dice en
sus Cartas:
“El Ministerio de la Guerra y el de las Finanzas están en­
tre las manos de M. Batlle, espíritu iluminado, recto cora­
zón. Educado en Francia, en la escuela de Sorrése, conservó
por nuestro país un sincero afecto. Joven aún, fué llevado al
poder sin buscarlo y sin ambicionarlo. Fué investido de dos
ministerios por la confianza que inspiraba, y en ese doble
destino, no lo abandonó la estimación pública. No hay en
Montevideo quien no haga justicia a sus generosas cualida­
des, a sus leales intenciones’*.
Vinculado en 1855 al grupo Conservador, fué más tarde
Ministro de Hacienda de Perevra, y Ministro de Guerra del
gobierno de Flores.
Batlle se propuso realizar desde el primer momento, un
gobierno de partido. Su primer ministerio contó con la re­
presentación de todos los matices colorados: el joven grupa
liberal, el antiguo partido conservador, el caudillismo: José
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 372

Ellauri, Pedro Bustamante, Emeterio Regúnaga, José G.


Suárez. Más tarde, abandonado ya el poder, en un manifiesto
dirigido al pueblo, diría el ex presidente“Mi primer acto
fué comprometerme a gobernar con mi partido: y ni podría
hacer otra cosa en aquellos momentos, ya que así se había
practicado casi siempre por las dos fracciones que en la Re­
pública se disputan el poder, y máxime cuando acababa, de
frustrarse una revolución sangrienta, fatal para ambos ban­
dos, que habían escoltado el rencor y las pasiones políticas.
Mas formé el propósito de gobernar con equidad y justicia
para todos, y tengo la conciencia de no haber agraviado el
derecho en nadie”. (50)
Más adelante, en el mismo manifiesto, expresa que dos
habían sido los primeros problemas a que debió contraer
su atención; el nombramiento de jefes políticos para la
campaña; y la cesación del curso forzoso. Entre los jefes
que convenía sustituir, era el más indicado don Máximo Pé­
rez. Descontento éste, sirvió de instrumento a los que hacían
oposición al gobierno por su política financiera (estaba de­
cidido a hacer cesar el curso forzoso) y promovió un levan­
tamiento, que aunque sofocado a breve plazo, solicitó la aten­
ción del gobierno, que pudo haberse dirigido a problemas más
graves y urgentes.
El asunto del curso forzoso, en efecto, estaba ligado de
una manera indiscutible, como es lógico, a la organización
general bancaria.
Regía en el país la reglamentación de 1865, que res­
pondía en sus líneas generales al proyecto presentado por
Villalba en 1863. Consagraba éste eJ régimen de libertad
bancaria, y con facultades de emisión para los bancos no
excediendo del triple del capital efectivo; el plazo de la auto­
rización para funcionar no excedería de 20 años; el gobierno1
tendría inspectores para contralorear el funcionamiento de
los bancos. El sistema funcionó mal, pero no por culpa de
la ley, sino por culpa de los abusos cometidos por los go­
biernos. Así lo explicó Tomás Villalba en 1868. Los bancos
habían prestado su colaboración financiera a los gobiernos y
estos, para ampararlos, dictaban decretos de inconversion, a
fin de evitar la quiebra. Por eso Villalba proponía como me-
373 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

-dios para el saneamiento definitivo, las siguientes medidas:


prohibición para el gobierno, de tener cuenta corriente en cual­
quier banco, sin expresa autorización legislativa y con desig­
nación de establecimiento baneario; que nunca pudiera resul­
tar a fin de año un descubierto que excediera de doscientos
mil pesos; que ese descubierto fuera saldado con rentas o con
letras de tesorería pagaderas con recursos del ejercicio in­
mediato siguiente; que los Tribunales hicieran cumplir ejecu­
tivamente la ley de bancos, toda vez que les fuera solicitado.
Verdaderamente, lo que se imponía, más que una defensa
contra los bancos, era una defensa contra los gobiernos.
Para solucionar los problemas financieros se había dic­
tado una serie de decretos de inconversión, con plazo
determinado a partir de 1865. El último, dictado el 13
de diciembre de 1867, caducaba el 30 de mayo de 1868. To­
caba, pues, al gobierno de Batlle la solución definitiva del
problema. Además ,había que atender al problema general de
fondo, es decir, el relativo al régimen baneario. Con autori­
zación parlamentaria, el gobierno dictó el decreto de 16 de
julio de 1868. Se prorrogaba el curso forzoso por espacio de
veinte meses. Pero se prohibía la emisión de nuevos billetes
a los bancos que hubieran emitido hasta el duplo de su capi­
tal realizado.
Además, desde el 1? de agosto de 1868, los bancos retira­
rían mensualmente de la circulación un 3 % del total de su
emisión hasta quedar reducida a la cantidad que correspondie­
se a un 40 % del duplo de su capital realizado. Así, pues, el
gobierno resolvía el problema de una manera enérgica, pero
transaccional: prórroga limitada del curso forzoso (algunos la
querían prolongar a cinco años) y vigilancia con restricciones
para los bancos, estableciendo los medios de retirar el nume­
rario de la circulación.
Los bancos aceptaron este régimen y volvieron a abrir
sus puertas al público, aunque al poco tiempo, tres de ellos
la cerraron nuevamente. Era evidente que el problema reque­
ría una solución de fondo y definitiva. Entonces el gobierno
designó una comisión encargada de dictaminar sobre el me­
jor régimen baneario, el 11 de febrero de 1869.
La Comisión, integrada por abogados y comerciantes,
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 374

discrepó en cuanto al mejor régimen a establecer. Tomkinson,.


Dielil, Folie y Cohé, opinaban que no se debía dar a los ban­
cos privados la facultad de emisión; pero, si se les daba, de­
bía ser con grandes restricciones, que establecían en el pro­
yecto respectivo, en concordancia con el sistema de severa
fiscalización adoptado en Estados Unidos en 1864.
José P. Ramírez, Elbio Fernández y José G. del Busto*
que discrepaban con sus colegas de comisión, presentaron otro
proyecto basado en la libertad bancaria. Decían, en el infor­
me respectivo: ...“nos liemos levantado con la bandera de
los principios más liberales y avanzados sobre las falaces
apariencias de trastornos que son inherentes a todas las
instituciones humanas, expuestas al abuso y accesibles al
fraude”.
“Nosotros, Exmo. Sr., levantamos la bandera de la li­
bertad cediendo a convicciones altas e indeclinables que el so­
plo de la adversidad no tendrá jamás la virtud de modificar
en nuestro espíritu”.
“La libertad en todas las esferas es el gran principio
de las instituciones, pues que fía a la divina armonía que
preside a las cosas humanas, lo que otros pueden confiar a las
combinaciones artificiales e impotentes de los hombres”. (51)
El Ministro de Hacienda, Dr. Alejandro Magariños Cer­
vantes, no adoptó ninguno de los dos criterios. Se manifestó
decidido a mantener con adiciones y correcciones, la ley de
Bancos de 1865 que no era culpable de los abusos cometidos.
Esa Ley, decía el ministro, lejos de autorizar el curso forzoso,
ponía en liquidación al Banco que no convirtiese uno sólo de
sus billetes; y proclamaba que el caráqter del Gobierno en sus
relaciones con los Bancos, era el de un simple particular. En­
tre las supresiones del proyecto ministerial, figuraba la del
derecho de los Bancos para emitir moneda fraccionaria, que
sólo podía monopolizar el Estado; la supresión de la limita­
ción de la emisión al triple de capital realizado; la cesación de
la fiscalización oficial. Además, entre las condiciones, se es­
tablecía la prelación absoluta de los billetes emitidos, sobre el
activo total del banco: la facultad exclusiva del billete fraccio­
nario, de penetrar en las cajas públicas y así los bancos no
podrían forzar sus emisiones en ocasiones dadas ni convertir­
375 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

se en fábricas (le moneda papel. El proyecto establecía, ade­


más, el procedimiento de liquidación en caso de falencia.
Para complementar este proyecto sobre bancos libres, se
presentaba otro sobre organización del crédito nacional. (52)
Este proyecto tampoco tuvo andamiento. El problema,
candente erp — sin duda — el relativo al curso forzoso. El
parlamento se dividió en dos sectores: los cursistas, partida­
rios de la prórroga del curso forzoso por cinco años, y los
oristas, partidarios de que al finalizar el plazo de veinte me­
ses, se restableciese la situación normal de conversión. Los
cursistas, vinculados a los caudillos, dejaron de concurrir a
las sesiones de la cámara en actitud de protesta y fueron de­
clarados cesantes, de acuerdo con la constitución y el regla­
mento de la cámara. Explotado políticamente el hecho por los
elementos personalistas del partido, éstos se lanzaron a la re­
volución. José G. Suárez, ministro de la guerra que hasta en­
tonces había permanecido inconmovible en su puesto, en me­
dio de las fluctuaciones ministeriales, presentó renuncia. La
revolución fué dirigida por Francisco Caraballo, Comandante
General de Campaña. El 28 de mayo de 1868 dirigió una nota
al presidente en que le manifestaba que la actitud de la Cá­
mara le había revelado la existencia de un plan preconcebido
contra los hombres del partido colorado que se denominaron
floristas.
La revolución fué fácilmente vencida. El 2 de julio de
1869 Máximo Pérez, que ya se había sublevado por cuestiones
personales transando luego con el gobierno, sometió en Ma-
wigano a Caraballo, mediante unas bases en las cuales reco­
nocía a las autoridades legales.
Sin embargo, los principistas no estaban satisfechos con
el gobierno de Batlle. Considerándolo excesivamente débil con
los caudillos, le hicieron una oposición sistemática, a veces
despiadada, de la que luego habrían de arrepentirse algunos,
por ejemplo, Julio Herrera y Obes.
El 26 de octubre de 1869 fueron detenidos y desterrados
unos cuantos ciudadanos, en,tre ellos José Pedro y Carlos
María Ramírez, redactores de UE1 Siglo”, que era el órgancu
principal de la oposición.
Pero una resistencia mayor y más violenta le estaba re­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 376

servada al gobierno de D. Lorenzo Batlle: la revolución blan­


ca. de 1870 que, caudillista primero, abrazó a todo el partido»
blanco, desde entonces llamado Nacional.
Ante la revolución, el Partido Colorado se unificó. Los
desterrados volvieron de Buenos Aires: José Pedro y Carlos
María Ramírez, Julio Herrera y Obes, José P. Varela, José
M. Montero. José G. Suárez fué designado jefe de operaciones
ni sur del Río Negro; Francisco Caraballo, obtuvo la misma
designación para la zona norte del río. Manuel Herrera y
Obes, alejado de la política, distanciado personalmente del
presidente Batlle, a ruegos de éste, aceptó el Ministerio de
Relaciones Exteriores.
La revolución de 1870 fué, militar y políticamente consi­
derada, uno de los hechos más trascendentes de la historia del
país. Su jefe principal fué el coronel Timoteo Aparicio, que
se encontraba emigrado en Entre Ríos, como muchos blancos.
También participó de ella Anacleto Medina, ya octogenario;
y otras figuras de significación, como Angel Muniz, Lesmes
Bastarrica, Lucas Moreno, Julio Arrúe, Ignacio Mena, José
María Pampillón, José Gabriel Palomeque, Juan P. Salvañach,
Jerónimo Amilivía, Juan M. Puente, Belisardo Estomba.
La revolución que reunió más de ocho mil hombres, con­
tó con una imprenta conducida desde Buenos Aires por
D. Agustín de Vedia, en la que se editaron tres periódicos:
'‘La Revolución”, “El País”, “El Molinillo”, dirigidos por
D. Agustín de Vedia, Francisco Lavandeira y Francisco
de Acha.
He aquí un pasaje del Manifiesto de la revolución, dado
a publicidad en setiembre de 1870:
“En medio de nuestros trastornos administrativos, de
nuestras sangrientas luchas intestinas, hemos adquirido la ín­
tima convicción de que no habrá gobierno capaz de afirmar y
garantir la paz, el orden, las instituciones, sino se apoya en la
opinión pública. Sólo a un gobernante de la talla del general
Batlle debe estar reservado decir a. la faz del pueblo: “Que
gobernaría con su partido y para su partido” y sólo a un go­
bierno como el suyo, puede caber la innnoble satisfacción de
considerar como parias a sus adversarios políticos”. (53)
El primer pasaje de los revolucionarios se realizó eti
377 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

marzo de 1870, atravesando el río Uruguay desde Gualeguay-


chú. Eran los cuarenta y cuatro revolucionarios dirigidos por
Timoteo Aparicio.
En agosto tuvo lugar el pasaje de Anacleto Medina, cuan­
do ya aquellos revolucionarios, recibidos nuevos y valiosos
contingentes de hombres, habían obtenido varios triunfos so­
bre los ejércitos gubernistas.
Antes y después de esta última invasión tuvieron lugar
otras muchas, algunas de las cuales fracasaron. Las más im­
portantes fueron las de los coroneles Ferrer, Estomba y Cor­
tina.
La “revolución de las lanzas”, como fué denominada,
tuvo un intenso colorido. Todavía conservaba el país el
sello primitivo y áspero de sus tiempos heroicos: no habían
penetrado en él los caminos, ni el alambrado, ni el ferrocarril.
En una palabra: era aún un escenario gaucho.
Véase la descripción suministrada por un cronista de la
revolución, que fué actor de los sucesos.
“Una de las mayores fiestas para los revolucionarios
eran los días que hacían grandes recogidas de potros, que des­
pués domaban en el ejército para aumentar las caballadas.
Salía un escuadrón o una división de caballería, y tomando
por teatro de sus operaciones una gran área de terreno, des­
plegábase la mitad como en guerrilla, pero a grandes distan­
cias los unos de los otros, y el resto en grupos, penetraba al
centro del campo. Luego aquí espantaban éstos Jos animales
para la línea y los otros los contenían cerrándoles el pasa
hasta que reunido el mayor número posible, los cercaban y
como una exhalación, produciendo un ruido infernal, a todo
escape, los llevaban a encerrar a las mangueras o potreros
inmediatos. La más grande de estas recogidas que se hizo du­
rante la revolución, fué la que se practicó en el Rincón de los
Tapes, sobre la costa del Río Negro, en los campos de D. Eu­
frasio Bálsamo, después de la persecución de las Sierras de
los Infiernillos. Fueron más de mil potros de caballería a ha­
cerla y se recogieron como dos mil potros y unos mil caba­
llos”.
“Después de estas recogidas, eran seguras las disparadas
particularmente de noche cuando estaba el ejército acampa­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL 1>EL URUGUAY 378

do, produciéndose por cualquier circunstancia que se asusta­


ran los potros, y muchas veces porque los mal reros o parti­
das enemigas, que marchaban a los costados del ejército con
el objeto de asesinar a los rezagados o a los que se separa­
ban de las filas a ranchear, como sucedió con muchos nacio­
nalistas, los asustaban exprofeso soltándoles un caballo con
un cuero atado a la cola”.
‘‘Es preciso haberse encontrado en una disparada de ca­
ballos en un ejército para saber lo que es. No se concibe na­
da más imponente y horroroso; particularmente si es en una
noche de tormenta”.
“Empieza por escucharse a lo lejos un ruido sordo, cu­
ya intensidad crece por momentos; así como si fuera una vio­
lenta tempestad que viene acercándose con rapidez”.
“Se crée primero que es un temblor de tierra, por el mo­
vimiento de trepidación que produce en el suelo, o acude a la
mente la idea de un río desbordado, arrastrando todo lo que
encuentra a su paso y volcando su corriente furiosa en la ci­
ma de hondo precipicio, o la suposición de una sorpresa del
enemigo aprovechando la oscuridad para traer un inespera­
do ataque”.
“Así, es siempre magestuoso e imponente el espectáculo de
una disparada de caballos, más grandiosa todavía si tiene lu­
gar en una noche tempetuosa y al estampido ronco del true­
no repetido por el eco en las cercanas cuchillas o en las fal­
das de la sierra. Se mira a la indecisa luz de los relámpagos
que se suceden, una inmensa mole, que se agita sin cesar, que
corre ciega llevándolo todo por delante y que amenaza por
momentos destruir el campamento y pasar sobre las fuerzas
dejando en pos de sí la muerte y el espanto”. (54)
Como no podía menos de ocurrir, la revolución de Apa­
ricio tuvo una extraordinaria movilidad. Después de una se­
rie de recorridas en campaña, Aparicio marchó sobre Monte­
video. Sus fuerzas tomaron posesión de la. Unión y del Ce­
rrito. Luego el ejército revolucionario volvió a retirarse ha­
cia el Santa Lucía, buscando la incorporación del Gral. Me­
dina. En el Paso de Severi.no ambas fuerzas chocaron con las
gubernistas de Suárez, obteniendo la victoria, (setiembre 12
de 1870). En el mismo mes de setiembre Aparicio volvió a lo­
379 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

grar una victoria en Corralito sobre el ejército de Caraballo.


Este renunció al cargo de jefe de operaciones del Norte. El
ejército de la revolución hizo una nueva marcha sobre Mon­
tevideo en noviembre de 1870 y se apoderó de la fortaleza del
Cerro. Frente a la reorganización de las tropas gubernistas,
Aparicio levantó el sitio y se dirigió al interior del país en
busca de aquéllas. El 25 de diciembre de 1870 se libró entre
ambas la sangrienta batalla del Sauce que fué, en realidad,
una derrota para Aparicio.
En 17 de julio de 1871 volvieron a encontrarse en Ma­
nantiales, batalla en que murió Anaeleto Medina. A pesar de
que estas últimas batallas fueron favorables a las armas del
gobierno, la revolución iba ganando cada vez más adeptos.
El movimiento revolucionario de 1870 provocó, como
luego veremos, una profunda transformación política en el
seno de los dos bandos en lucha. El choque de los partidos
tradicionales actualizó, una vez más, la prédica contra los mis­
mos. Tal como había ocurrido en 1851 o en 1855, se levantó
de nuevo la bandera contra el tradicionalismo. A comienzos
de 1871 Carlos M. Ramírez fundó “La Bandera Radical’’ e
inició desde sus columnas una intensa propaganda contra el
gobierno de Batlle y contra la revolución de Timoteo Apari­
cio que en su concepto representaban una misma cosa: la ile­
galidad y el caudillismo.
Como ejemplo del juicio sobre el gobierno del Gral. Lo­
renzo Batlle transcribimos fragmentos de uno de los artírulos
publicados por Carlos M. Ramírez en “La Bandera Radical”.
“Algunos... han dicho que el Gobierno del General Bat­
lle representa en esta lucha el principio de la autonomía na­
cional.
“Cuando el Gobierno del General Batlle se proclama a
cada paso heredero de la dictadura de Flores, y la dictadura
de Flores fué obra de la invasión extranjera, forzoso es te­
ner un tanto crecidito de descaro para proclamar a todos los
vientos que el Gobierno del General Batlle representa el prin­
cipio de la autonomía nacional”.
“Con esta pretensión corre pareja la de que el Gobierno
del General Batlle representa el principio de la ley, cosa que
ha sostenido el Gral. Mitre con su flema y con su imparciali­
dad características’’.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 380

“Ocurre desde luego preguntar: ¿Fué ley la invasión de


Flores en 1863? ¿Fué ley la invasión brasileña de 1865? ¿Fué
ley la dictadura de tres años ? ¿ Fueron ley las elecciones canó­
nicas de 1867? ¿Y será ley todavía el producto informe de tan
admirables leyes?”
“No creemos sin embargo en la herencia del pecado ori­
ginal; con todos sus vicios y con todas sus imperfecciones na­
turales, el gobierno del General Batlle pudo ser el gobierno
de la ley; bastaba para ello que se hubiese consagrado a obe­
decerle y a radicar su imperio.”
“Ha sucedido lo contrario por desgracia. En este gobier­
no de la ley ninguna ley se ha cumplido. Ni la ley del Presu­
puesto por el constante desorden de la administración; ni la
ley militar, por la prodigalidad de ascensos vejatorios o ri­
dículos ; ni la ley civil, por la promulgación de códigos retroac­
tivos, ni la ley económica, por el falseamiento del régimen
bancario; ni prescripción alguna de la ley fundamental, por
el insoportable estado de arbitrariedad y de anarquía en que
ha vivido el país cuatro años!”. “Se lia dicho también —
(agrega más adelante) — y que disparate no se ha dicho en *
•este mundo — que el triunfo de D. Lorenzo Batlle repre­
senta el triunfo sobre el caudillaje, el triunfo de la civilización
sobre la barbarie”.
“Como todo lo demás, esta es una mentira, a más de ser
ingratitud. Si entre los vencidos figuran caudillos como Apa-
tícío, Muñoz, Benites, Pereira, Pampillón, etc., también entre
los vencedores están Enrique Castro, Borges, Coronado, Xi-
ménez, Galarza, etc., que no son otra cosa que caudillos.” (55)
Entre tanto, durante el transcurso de la revolución, se
habían hecho varias tentativas de paz. Hemos dicho ya que
la revolución de 1870 había provocado una extraordinaria agi­
tación. Se habló entonces con insistencia de la reforma de la.
constitución aceptada por colorados y blancos. El 23 de mar­
zo de 1871 se formularon las primeras bases de paz, remiti­
das por Juan Quevedo, por intermedio de Estanislao Cami­
no. En junio de 187-1 se realizó otra tentativa de paz, en que
actuó como mediador el General Osorio, muy vinculado a Apa­
ricio. En octubre de 1871, una tercera tentativa, en que sir­
vieron de agentes del gobierno, Juan P. Ramírez, Lino Hé-
rosa y Carlos Reyles. (56)
381 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Las negociaciones fracasaron en parte por las exigencias


revolucionarias y en parte porque el gobierno estaba domi­
nado por los “ultras” (los colorados ultras) que, intransigen­
tes, querían el sometimiento de los rebeldes, sin condiciones.
Entre tanto, Andrés Lamas, por encargo de nuestro gobierno,
interesaba al gobierno argentino para que interviniera como
mediador. Producida esta intervención, el entendimiento con
los revolucionarios fué relativamente fácil y se llevó a cabo el
10 de febrero de 1872. (57)
Tenía estipulaciones generales relativas al desarme, igual­
dad de derechos entre los ciudadanos, sobreseimiento de cau­
sas políticas, reposiciones de grado. Se realizarían eleccio­
nes generales para renovar /todos los padrones. Y en cuanto
a las jefaturas políticas, se consignaba que el Presidente en
el libre ejercicio de sus atribuciones, haría recaer los nom­
bramientos en ciudadanos que por su moderación y demás cua­
lidades personales, ofrecieran serias y eficaces garantías. En
lo referente a elecciones, se invitaría a los señores Senado­
res que no hubieran terminado su período, a que sometiesen
sus diplomas a la revalidación del sufragio popular, contribu­
yendo con un acto de civismo a la realización de las elecciones
generales. Provisoriamente ejercería el Poder Ejecutivo el
Presidente de la República, hasta la apertura de la Asamblea
General.
El acuerdo de 10 de febrero provocó una enorme reac­
ción entre los colorados ultras, que no se conformaban con las
elecciones generales y la prórroga del mandato de Batlle. An­
drés Lamas fué calificado de hombre funesto, por “El Si­
glo”. Manuel Herrera y Obes renunció al Ministerio y el
acuerdo fué desechado.
El l.9 de marzo de 1872 el Gral. Batlle abandonó él go­
bierno sin haber llegado a la solución de concordia que anhe­
laba. El Poder Ejecutivo fué entonces ejercido provisoria­
mente por Tomás Gomensoro, en calidad de presidente del
Senado. Bajo su mandato se llegó, el 6 de abril de 1872, a la
paz con los revolucionarios. La firmaron Emeterio Regúna-
ga, Juan P. Rebollo y Ernesto Velazco, ministros de Gobier­
no, Guerra y Marina, y Relaciones Exteriores y Hacienda,
respectivamente; por la revolución, José G. Palomeque y Es-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 382

tanislao Camino; y como mediador, Jacinto Villegas, cónsul


argentino.
Se eliminaban las cláusulas relativas a las elecciones ge­
nerales y a la prórroga del mandato de Batlle, desde luego.
No se consignaba nada concreto en cuanto a jefaturas políti­
cas, pero verbalmente se le prometieron cuatro al partido de
la revolución.
Así se terminó aquella gran querella partidista, en que
tocó a Batlle hacer frente a un problema de que no era res­
ponsable, como causahabiente de la ilegitimidad del gobierno
de Flores. Su labor había sido sincera, honesta, bien inspira­
da y no exenta de energías, a pesar de las influencias inelu­
dibles que pesaron sobre él. Pudo decir con verdad, al termi­
nar su mandato (Manifiesto ya mencionado:)... “me hice
cargo de la administración cuando todo estaba fuera de qui­
cio; el orden constitucional empezó a funcionar, sin arraigo
alguno en los elementos que me rodeaban; las prepotencias
personales, pareciendo superiores a todo: la libertad de im­
prenta coartada hacía muchos años; una crisis complicadísi­
ma y espantosa, amenazando ruinas por doquier; la revuelta
y la revolución, como corolarios naturales de aquel caos col­
mando la medida del mal de la patria, y de las dificultades y
sufrimientos del gobierno. Ninguna de las calamidades que
he descrito fueron producidas por errores de mi administra­
ción ’ \
“A. todo, sin embargo, hice frente, con más o menos
acierto; empero, siempre con la más recta intención. Entre­
gué a mi sucesor el principio de autoridad dominando sobre
todas las entidades personales; la paz casi realizada con el
acatamiento al orden constituido; la libertad del pensamien­
to por la prensa respetada hasta en sus ataques más violen­
tos. e injustificados contra el mismo gobierno; la terrible per­
turbación económica, financiera y monetaria dominada por
la acción reparadora del tiempo, y la exuberancia de los ele­
mentos de riqueza y progreso que encierra nuestro virgen
suelo; establecí sobré sólidas bases el principio del crédito
nacional, fundando la Junta de Crédito Público, que directa­
mente le representa, mientras que antes con los contratos con
bancos particulares que hacían su servicio, ese crédito influía
383 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

en beneficio de estos, que aparecían como responsables y ga­


rantes, del puntual abono de los intereses y amortización de
la deuda pública; y como consecuencia de ese crédito, la rea­
lización del empréstito en Londres, que viene a normalizar el
mercado monetario, fluyendo de allí su abundancia para la
ejecución de muchas empresas y trabajos, la valorización de
las deudas, y la fijeza en todas las transacciones”. (58)
XX

La guerra civil de 1870 había provocado grandes medi­


taciones políticas. Puede decirse que ella engendró el pode­
roso impulso principista, revelado después de la paz de 1872.
En la prédica anti-tradicionalista, propiciadora de una gran
solución de porvenir, se destacaron José P. Varela, Carlos
María Bamirez y Agustín de Vedia. El primero, director de
‘‘La Paz”, ya manifestaba una intensa pasión por la educa­
ción del pueblo, a la que no habría de tardar en dedicar sus
más grandes energías. Carlos María Bamirez, cuya labor de
catedrático examinaremos más tarde, fundó ‘‘La Bandera Ra­
dical” que era una condenación al Gobierno y a la Revolución,
ambas — según él — exteriorizaciones del triunfo del caudi­
llaje. Dice Carlos M. Bamirez en una polémica con el Dr. Bo­
nifacio Martínez; “En los partidos o en los bandos, tiene
más prestigio y vale más quien mejor se asimila a su princi­
pio de vida, quien mejor los interpreta, quien mejor los re­
presenta.
“Así, en los partidos revolucionarios, es más popular
quien más, descuella en el ímpetu de la innovación y de la au­
dacia; así en los partidos conservadores, es más respetado
quien más persevera en el instinto del estacionamiento y la
rutina ’ ’.
“Y así también, en nuestros bandos de guerra, que obran
puramente en nombre de una tradición histórica, es más po­
pular y más fuerte, el que con más vigor lleva en su alma el
sentimiento activo del pasado. Los que se forman un credo
de partido, en nombre de principios teóricos, de ideas abs­
tractas, de consideraciones idealistas, se encuentran fuera de
su centro en nuestros bandos, de donde tarde o temprano, y
para honra suya, se sienten expulsados y proscriptos a no
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 384

ser que contradictoriamente con su credo, se dejen llevar por


la mala corriente de las pasiones que condenan”.
‘‘Hablando claro, el que más odia, es el que mejor pien­
sa, y el que mejor obra en nuestros bandos históricos”.
‘‘Este es el secreto del prestigio con que todavía se pre­
sentan los caudillos”.
‘‘La multitud ve en esa figura al elejido, porque allí el
partidario, sólo existe por el sentimiento que en su corazón;
dejó el pasado; es el tipo popular, del ideal”.
“Así Suárez (se refiere a José Gregorio Suárez), sin
ninguna de los dotes que adornaron a sus antecesores en la,
soberanía de partido, es hov el hombre que más confianza y
respeto inspira en sus correligionarios políticos”.
“En nadie, como en él, se han reconcentrado las tradicio­
nes y los rencores de las viejas luchas”.
“Cuentan que Voltaire sentía fiebre devoradora en el
aniversario de la San Bartolomé; Suárez siente esa misma fie­
bre en todos los días del año, porque cada uno de esos días
le recuerda con palpitante realidad algún episodio sangriento
de la Guerra Grande”.
“Por eso, aunque muchos lo quieran mal y nadie lo quiera
bien, todos lo acatan y lo aclaman; “es el hombre que da ga­
rantías a su partido’’, dicen los paisanos; nunca ha de fusio­
nar ni de pactar ni de transar con los Blancos”. (59)
Después de la paz de abril, festejada ruidosamente, la
unidad aparente de los partidos se rompió. El cansancio de la
guerra civil, el anhelo de un porvenir mejor, trajeron la es­
cisión interna dentro de cada uno de ellos; y los núcleos prin-
cipistas se hicieron un propósito y un programa.
Aparte de los sectores que todavía se vinculaban al pa­
sado, por encima de las divisas, una tercera fracción se cons­
tituyó: el “Partido Radical’’ que publicó un Manifiesto y un
Programa-eL-3(Lde mayo de 1872. Es muy interesante el Pro­
grama del Partido. Establecía en primer término que el Par­
tido Radica] era una asociación nueva, sin ningún vínculo ni
solidaridad con el pasado. Aspiraba a un régimen nuevo tam­
bién, sin limitaciones de divisa, con libertad de prensa, de
reunión y asociación, libertad de sufragio, libertad individual.
Pedía la reforma constitucional con el establecimiento del
385 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Habeas Corpus; el jurado en materia criminal; la no aplica­


ción do leyes inconstitucionales; la elección de Presidente de
Ja República por colegios electorales especiales; el sufragio
universal, con representación de las minorías; la organización
del municipio. También pedía el establecimiento de una renta
fija, para la obra de educación.
Un poco después (7 de julio de 1872) fue sancionado el
programa del Club Nacional, es decir, de la fracción princi-
písta de este partido, redactado por Agustín de Vedi a. Pe­
día la reorganización de la administración de justicia; el
restablecimiento del régimen municipal, el fomento de la
educación del pueblo; la reforma de la constitución; la con­
sagración de las libertados públicas en su más amplia forma;
la representación de las minorías. (60)
Se tenía entonces una gran impresión de confianza, de
optimismo, bajo la esperanza de entrar en una era de enten­
dimiento nacional. El gobierno do Gomensoro tuvo un co­
mienzo feliz. El respeto al compromiso de 1872, relativo a las
jefaturas políticas; la integración de su primer ministerio con
un principista de nota como Julio Herrera y Obes; y el pres­
tigio inherente a todo pacificador, parecían asegurarle la co­
laboración de numerosos sectores de la oposición.
Pero los hechos no ocurrieron así; y el principismo no
tardó en serle adverso, cuando vió la presión electoral que
ejercía para imponer su triunfo en los comicios que tendrían
lugar en noviembre de 1872, de los cuales dependíanla futura
elección presidencial. Julio Herrera y Obes renunció
al Ministerio de Gobierno: “El gobierno de V. E.
marcha a pasos agigantados por el camino de los gobiernos
electorales, de aquellos gobiernos que, según lo decía la
Circular sobre elecciones a los Jefes Políticos de los Depar­
tamentos, son usurpadores forzosos por el fraude o la vio­
lencia de la Soberanía Popular”.
Es curioso señalar que en la nota se habla también de las
contemplaciones que el Gobierno había tenido con Manuel Pa­
góla, Jefe Político de Montevideo, a quien se había sorpren­
dido con más de 800 balotas, que contrastaban con la destitución
injusta de Lorenzo Latorre, sin acuerdo ni consentimiento del
Ministro. Sin embargo, a pesar de los obstáculos, los princi-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 386

pistas, valiéndose del sistema de las listas mixtas, consiguie­


ron llevar algunos representantes de prestigio a las brillan­
tes cámaras do 1873. Entre los Conservadores o colorados
liberales: Pedro Bustamante, José P. Ramírez, Julio Herrera
y Obes. Entre los nacionalistas: Juan J. de Herrera. Agustín
de Vedia, José Vázquez Sagastume, Carlos A. Lerena.

XXI

Durante el gobierno de Gomensoro se liquidó, con gran


dignidad para la República, una cuestión internacional con
<4 Imperio del Brasil. Cupo al joven Ministro de Relacio­
nes Exteriores, Julio Herrera y Obes, la gloria de defen­
der los derechos e intereses nacionales en circunstancias en
que —una vez más, un gobierno extranjero pretendía tratar­
nos como país de capitulaciones, dando a nuestras leyes el
carácter de meros actos privados, que requerían para ser vá­
lidos el consenso de los que caían bajo su órbita; en una
palabra, que desconocía nuestro imperium, nuestra calidad de
estado soberano. La cuestión bancaria provocó una recla­
mación internacional de parte del Brasil, a propósito de los
graves daños y lesión de derechos infligidos, según el go­
bierno imperial, al Banco Mauá. He aquí los antecedentes del
hecho: el 30 de enero de 1871 el Ministro brasileño en el
Uruguay, Antonio J. D. Araújo Goudin dirigió una reclama­
ción a nuestro Ministro de Relaciones Exteriores D. Manuel
Herrera y Obes, contra el decreto de 21 de enero de 1869, en
virtud del cual se suspendía hasta nueva resolución legisla­
tiva la autorización al aumento de capital de los bancos de
-emisión.
Sostenía el ministro reclamante que este decreto era vio-
latorio del anterior de 16 de julio de 1868, que obligaba a
los bancos a retirar de la circulación, a fin de cada mes, un
5 % del total de su emisión hasta quedar reducida al 40 %
del duplo de su capital realizado. Entendía el ministro recla­
mante,, que al quedar la emisión reducida a ese mínimo de
cuarenta por ciento del duplo del capital realizado, cesaba la
obligación referente a la amortización mensual de aquélla. Y
.entendía, además, que esa situación no podía ser modificada

26 w
387 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

en ninguna forma. Añadía esta peregrina teoría: “La ley de


16 de julio de 1868, desde el momento en que fué aceptada
por los bancos, revistió, por tanto, el carácter de un formal
contrato bilateral; y V. E. sabe perfectamente que los con­
tratos de esa naturaleza dominan y obligan igualmente, tanto
a los gobiernos como a los particulares...” Es decir, pues,
que un acto de carácter etático, como la ley, necesitaba, según
el Ministro brasileño, la aquiescencia de los interesados, para
adquirir consistencia jurídica. Y que una vez aceptada creaba
un régimen intocable, aunque mediasen sagrados intereses de
orden colectivo. Solamente una diplomacia exigente como Ja
del imperio podía sentar tales premisas.
Otra serie de reclamaciones anexas a la anterior fueron
presentadas; pero lo esencial es lo que va hemos consignado.
El 19 de octubre de 1872, el ministro oriental, Julio He­
rrera y Obes, contestó la reclamación anterior. Dejó sentado
ante todo, el derecho que compete a los estados soberanos
de organizarse política y socialmente del modo que mejor lo
entiendan, rigiéndose por sus leyes propias; y que todo in­
dividuo que va a residir en un país extraño, está obligado a
someterse a su legislación nacional, única fuente de todos sus
derechos. En cuanto a la protección que los gobiernos están
obligados a prestar a sus conciudadanos residentes en el ex­
tranjero, ella debe concillarse con el respeto debido a la
soberanía de estos estados, correspondiendo ejercer la vía di­
plomática sólo en caso de denegación de justicia. Decía enér­
gicamente la nota de Julio Herrera: “Cuando el Sr. Barón
de Mauá haya cumplido como debe las prescripciones de nues­
tras leyes; cuando haya, demandado al gobierno ante los
tribunales competentes; cuando los tribunales no lo escuchen
o cuando el gobierno declarado deudor se resista a cumplir
sus obligaciones, entonces podría invocar el Barón de Maná
la protección de su Gobierno, entonces, en fin, podrá V. E.
ejercitar su acción diplomática”. Además, y siempre con
la mayor energía y justeza, censuraba Julio Herrera y Obes,
la falsa calificación de establecimiento brasilero que el minis­
tro imperial daba al Banco Mauá.
“Pero como V. E. sabe, en la República Oriental no exis­
ten establecimientos extranjeros; todos los que existen den­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 388

tro de sil territorio son Nacionales y por consiguiente se rigen


por la lex loci, por la ley de) lugar. Y ya lie dicho a V. E. lo
(jue establecen nuestras leyes en casos como el actual”.
“Por no haber tenido en cuenta sin duda estas circuns­
tancias, V. E. aparece en estas gestiones diplomáticas prote­
giendo, no los derechos de sus súbditos, sino la rebelión del
Barón de Mauá contra las leyes del país que le ofrece ge­
neroso asilo”. (61)
Es de hacer notar que durante este proceso de reclama­
ciones, el Gobierno Oriental había pedido opinión a una co­
misión de abogados, integrada por Ambrosio Velazco, Jaime
Estrázulas, Eduardo Brito del Pino, Ildefonso García Lagos
y José M. Castellanos. El informe que éstos expidieron no
sólo demostró la falta de razones jurídicas en que se encon­
traba Mauá, sino circunstancias de hecho que evidenciaban
su actitud abusiva. En efecto, dicho señor reclamaba porque
no se le había dejado aumentar su capital realizado, lo-
cual le habría permitido aumentar su emisión, de acuerdo con
el decreto de 1863. Y bien, el informe de los asesores hacía
constar que algunos días después de solicitar el aumento de
capital como base de emisión, se veía obligado a cerrar sus
puertas por no poder atender su compromiso de 5 % de amor­
tización anual.
Esto demuestra, continúa el dictamen, que el Banco no
tenía capital real y que la Nación habría tenido que cargar
con la responsabilidad de la nueva emisión.

XXII

El problema inmediato que se presentaba a las Cámaras


de 1873 era la elección presidencial. El candidato de más no­
toriedad era D. José M. Muñoz, aceptado por los principis-
tas blancos y colorados. Otro •candidato de relieve fué don
Tomás Gomensoro, levantado por los colorados personalistas,
En un segundo plano, aparecía la candidatura de D. José
Ellauri. Verificada la primera elección, Tomás Gomensoro
obtuvo 23 votos; Muñoz, 19 votos; Ellauri, 7 votos. Como
ninguno llegaba a la mayoría requerida, hubo que realizar
una segunda elección. Los gomensoristas, que no querían
transar con José M. Muñoz, dieron sus votos a Ellauri.
389 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Así, pues, por un juego casi casual ¿le circunstancias, re­


sultó éste electo para un cargo que no apetecía y para el cual
no contaba con la confianza de aquellos que, psicológica y ra­
cionalmente,- debían estar más próximos a él, es decir, los
princi pistas.
Ellauri sintió su vacío, y la artificiosa combinación que
lo había llevado al poder. Y presentó renuncia de su cargo,
por dos veces. Dijo, en la segunda oportunidad: “Aunque
comprendo bien que en la elevada magistratura con que lie
sido investido no debo gobernar sino para el país, es natural
-que aunque necesito y acepto el concurso de todos, quisiese
constituir el gobierno y sobrellevar la pesada carga que se
arrojaba sobre mis hombros, con aquellos ciudadanos con
quienes he compartido las aspiraciones patrióticas y las as­
piraciones políticas; y en presencia del vacío que se producía
a mi alrededor no pude menos de elevar mi renuncia por se­
gunda vez”.
Esta segunda renuncia (la primera- ya había sido recha­
zada por la Asamblea por moción del propio D. Tomás Go-
mensoro) trajo una gran conmoción popular y los cuerpos
de línea con sus jefes, se presentaron en la plaza pública, sin
orden del Estado Mayor,
La renuncia fué rechazada otra vez por la Asamblea;
pero la actitud del ejército fué severamente juzgada por los
principistas.
Al fin, hubo resignación general: los principistas se con­
formaron con la presidencia de Ellauri; éste se conformó con
•el poder, a pesar de que, como a Luis XVI, el “oficio no lo
atraía”.
Ya podía proveerse cuál iba a ser la salida de una si­
tuación semejante: en momentos en que, a pesar de los an­
helos de pacificación, el país tenía y experimentaba la nece­
sidad de una sólida obra constructiva. Un presidente sin
ganas de gobernar, frente a una fracción obstruccionista, y
frente a una fuerza militar que ya tenía una gran significa­
ción política, debía ser conducido a la inercia gubernamental.
La gestión de los principistas en la Cámara de Diputados,'
sobre todo, fué brillante. Presentaron entonces numerosos pro­
yectos de leyes: reorganización de la hacienda pública, res­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 390

ponsabilidad de funcionarios públicos, seguridad individual,


libertad de defensa, organización policial, organización de la
administración de justicia, estudios libres, reforma de la ins­
trucción pública, ley de bancos.
Algunos de estos proyectos fueron sancionados y con­
vertidos en leyes. Pero, en general, dentro del respeto que
merece aquella obra llevada a cabo con tan honda convicción
y con tanto fervor, hay que señalar dos errores fundamen­
tales: 1?) la sistemática desconfianza frente al Estado; 2?) el
descuido consciente de los problemas materiales.
Impregnados de un liberalismo absoluto, del individua­
lismo antietático que fué uno de los rasgos político - socia­
les del siglo XIX, los principistas aplicaron en el Uruguay
una desconfianza inexplicable. Ella en efecto podía compren­
derse en un medio como el europeo, donde la libertad sólo po­
día triunfar venciendo a la tradición de estados fortalecido»
por el autoritarismo de derecho divino o por el despotismo
iluminado. Pero no tenía razón de ser en un medio como el
nuestro, donde ni siquiera estaba formado aún el concepto de
poder político. Luchando contra el fantasma de un estada
absorbente, los principistas luchaban contra los clásicos moli­
nos de viento. No aceptaban ni ejército de línea, ni bancos
nacionales, ni garantías de ferrocarriles, ni el crédito del es­
tado. Tampoco querían atacar a fondo los problemas de índole
práctica. Dijo José P. Ramírez en sesión del 9 de mayo de
1873: ‘‘Los que se jactan, señor Presidente, de ser positivis­
tas, los hombres prácticos han de escandalizarse de que «a
Cámara a que pertenezco, pierda un tiempo precioso en dic­
tar leyes sobre la responsabilidad civil de los funcionarios
públicos, sobre las garantías individuales con que la Cons­
titución ha querido rodear la libertad y el honor de los ciu­
dadanos, en vez de autorizar la creación de nuevas linceas
férreas, de decretar puentes, improvisar colonias; de tocar
en fin con la vara mágica del principio autoritario la roca
estéril que nos han dejado las administraciones pasadas, para
que produzca como por encanto los beneficios que encierra
el amparo de la paz y el amparo de los poderes constituidos.
Y más han de escandalizarse todavía los hombres positivis­
tas y prácticos de que perdamos nuestro tiempo en averiguar
391 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

si se violan en los ciudadanos esos principios democráticos


que nuestros constituyentes promulgaron hace medio siglo, y
según los cuales no es dado que la mano de la arbitrariedad
pese, ni una hora, ni un momento sobre el último de los ha­
bitantes de la República, cualesquiera que sean las circuns­
tancias que se invoquen. Pero los que pertenecemos a otra
escuela política (y creo que la Cámara, en su gran mayoría,
pertenece a esa escuela o va en vías de pertenecer), los que
pagamos tributo a esas seductoras ilusiones que se llaman
derecho y libertad, los que no creemos ni esperamos nada de
las conquistas materiales y vemos sólo en ellas un injerto de
civilización bastarda, cuando no van precedidas o acompaña­
das de las conquistas morales; los que no concebimos el ver­
dadero progreso si no tiene por base una situación institu­
cional, garantías de libertad y de orden; los que vemos
avanzar hasta con tristeza la locomotora del ferro-carril, si
como en el Paraguay, bajo López, sólo acusa la existencia,
de una tiranía brutal decorada en las galas de una civiliza­
ción mentida, creemos por el contrario, que ninguna Asamblea
hasta ahora ha ocupado mejor su tiempo; porque ninguna
como la actual ha plantado sus reales en el campo de la lu­
cha, abierta hace medio siglo entre la prepotencia de los
gobiernos personales y las resistencias de los ciudadanos hon­
rados”. (62)
Ahora bien, en 1873 el país necesitaba ambas cosas: li­
bertad e instituciones; pero también impulso económico y pro­
tección social. Nuestras guerras civiles habían tenido conse­
cuencias económicas desastrosas, como no las habían tenido
en otros países, por ejemplo, en la República Argentina.
Se imponía todo un programa de restablecimiento moral
y material. El principismo no supo adecuarse a la hora que
le tocó vivir. Y además en aquellos momentos en que el po­
der legal estaba titubeante, lo combatieron insensatamente.
Ellauri estaba bien inspirado; pero, además de su escasa
vocación política tenía en su contra el helado silencio con que
fué acogida su elección; y la oposición sistemática del bizan-
tinismo legislativo. Quizás con exageración, pero no sin fondo
de verdad, dijo Angel Floro Costa en 1875, refiriéndose a la
lucha entre Ellauri y los principistas: “Lo atacaron sin pie­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 392

dad acaso sin más móvil que el de ejercitar sus armas \ dar
entretenimiento a sus lectores, en las Cámaras y en la pren­
sa calumniaron sus actos y sus propósitos, presentándole al
país como el prototipo del mandón atrabiliario, del gober­
nante caprichoso, díscolo, inerte, indiferente a la suerte de los
pueblos, deprimiendo ya que no silenciando estudiadamente
sus virtudes cívicas y la probidad de sus actos públicos, res­
ponsabilizándole de todos nuestros males sociales, de todos*
los vicios y crímenes de nuestra campaña, haciendo coro a
la intemperancia de improperios y procacidad escolástica de
los órganos de la oposición extrema y pretendiendo arras­
trarle a un juicio político ante el Senado para deponerle, lle­
gando hasta las amenazas de la revolución como el único
medio de dar en tierra con las tiránicas arbitrariedades de
su gobierno™. (63)
Hemos visto ya las dificultades en que se movía el go­
bierno de Ellauri. No pudiendo hacer frente a las exigencias
prácticas de la situación, no satisfacía ni al círculo intelectual
de la Cámara, ni al elemento personalista que veía la este­
rilidad de su gestión de gobernante. Entre tanto, una pesada
lucha social se estaba preparando, animada subterránea­
mente ya por el malestar económico. El choque se produjo el
1? de enero de 1875. En esa oportunidad debían realizarse en
toda la República las elecciones de Alcalde Ordinario, cargo»
de significación puramente judicial en ese momento. Sin em­
bargo se le dió una gran importancia, Y se formaron, en
Montevideo, dos listas que suscitaron gran pasión política. La
Lista Popular tenía como titulares a José Pedro Varela y
Adolfo Artagaveytia; y como suplentes a Leoncio Correa,
Juan J. Segundo, Aureliano Rodríguez Larreta y Juan Ma­
nuel de Vedia.
La otra lista era encabezada por D. Tomás de Tezanos.
Pero en l.9 de enero se produjeron desórdenes. Francisco
Belén disparó unos tiros contra Alfredo Castellanos y se si­
guió de allí un disturbio que hizo necesario suspender las
elecciones por unos días, hasta el 10 de enero inmediato. Los
simpatizantes de la Lista Popular decidieron cambiar opinio­
nes para mejor organizar la lucha electoral y realizaron el
6 de enero una reunión en la Barraca Eolo, a la que concu­
rrieron cerca de 2.000 personas.
393 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

De esa asamblea surgió una comisión encargada de en


tenderse con la comisión de la lista opuesta, a fin de llegar
a un acuerdo que impidiera todo tumulto electoral. Pero en
realidad no pudo convenirse solución alguna. El día de las-
elecciones los diarios principistas hacían fervorosos ‘‘llama­
mientos”. En “La Democracia” apareció un artículo que de­
bía ser el último, del Dr. Francisco Lavandeira. “Jamás se
trabó entre nosotros una lucha más trascendental y de mayor
magnitud, después de los grandes días de la independencia.
“Está en tela de juicio las bases fundamentales en que
reposa nuestro orden político y social.
“Si los ciudadanos se dejan imponer hoy por la fuerza,
y triunfan los elementos bárbaros por medio de la agresión
y de la violencia, la soberanía popular vuelve a ser una men­
tira escrita en nuestros códigos y quedan para los próximos
comicios generales, librados los destinos del país a las impo­
siciones de los más fuertes, de los más desalmados, de los que
no tienen reparo para lograr sus fines, en convertir el sufra­
gio en lucha sangrienta, en innoble pugilato de pulperías”...
El 10 de enero se produjo en la Plaza Constitución un
choque sangriento, del que habrían de resultar varias víc­
timas.
La Lista Popular llevaba una gran ventaja y su éxito1
parecía descontado, cuando del grupo de los llamados “can­
domberos” partió un tiro que fué como úna señal de lucha,
pues a poco comenzó un tiroteo nutrido; cayeron varios
muertos, entre ellos, Francisco Lavandeira, Ramón Márquez,
Segundo Tajes, Isaac Villegas de Zúñiga, entre los princi­
pistas; y cayeron también algunos candomberos.
Al fin el orden fué impuesto por las fuerzas de línea.
Siguieron a éste, días de zozobra. Se^speraba la pala­
bra de Ellauri que recién se hizo oír elJ*t de enero, en un
manifiesto en el que equiparaba en responsabilidad a ambos
bandos. Explica las medidas adoptadas por el gobierno para
asegurar el orden; y añade: “...Si a un gobierno que rinde
así culto a la ley, no lo apoya la opinión, yo no puedo deducir
sino una cosa; que lo que el pueblo pretende es lo que yo
no consentiría nunca, que el gobierno participe de sus pasio­
nes, que recoja un girón de la patria, que desgarre la anar­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 394

quía y tome parte también en ella constituyéndose en opresor


de las libertades de unos y protector de la licencia d(* otros’’.
El 13 de enero de 1875 el grupo de Representantes prin-
cipistas, es decir, Julio Herrera y Obes, C. A. Lerena, José
M. Muñoz, Héctor García Wicli, Emilio Castellanos, Agustín
de Tedia, Alejandro Chuca rro, J. Vázquez Sagastume, Anto­
nio O. Villalba, Ricardo Alvarez, Juan J. Herrera, Juan P.
Caravia, Joaquín Requena y García, Eduardo Chucarro, pu­
blicaron un majiifiesto en que censuraban la actitud de
Ellauri.
“...La palabra del Primer Magistrado que acaba de ha­
cerse oir, lejos de revelar una perfecta conciencia de los he­
chos producidos, parece desconocer su carácter, abatiendo a
un mismo nivel a los agresores y a las víctimas, y atribu­
yendo a la exacerbación de las pasiones políticas hechos que
sólo se explican por una confabulación siniestra de los ele­
mentos del crimen contra un movimiento general de opinión
en que-fraternizaban todos los partidos políticos del país../’
Y hacían de inmediato la declaración de que estaban deci­
didos a asumir la más enérgica actitud en caso de que el
gobierno se manifestase poco eficaz para castigar el-crimen.
Pero los acontecimientos se precipitaron; y después de
unos cambios ministeriales que no satisficieron tampoco a los
“candomberos”, se produjo el derrumbe del gobierno de
Ellauri.
El 15 de enero la fuerza militar se había apoderado
del Fuerte, del Cabildo; de la Plaza Constitución; de todas
las reparticiones públicas. Y los Jefes de la guarnición:
Lorenzo Latorre, Casimiro García, Miguel A. Navajas, An­
gel Casalla, Plácido Casariego, Zenón de Tezanos, constitui­
dos en Cámara Militar, declararon que depositaban el poder
en D. Pedro Varela, como Gobernador Provisorio.
El gobierno de Ellauri, pudo haber tenido defensores. El
Coronel Timoteo Aparicio, con las fuerzas de Canelones,
San José y Florida, se manifestó dispuesto a sostener el go­
bierno legal. Pero Ellauri, ya asilado en un buque brasileño,
sea porque no quisiera deber su conservación en el poder al
partido blanco, sea porque considerara de antemano inúti­
les todos los esfuerzos, declinó el apoyo ofrecido. (64)
395 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Aparicio acató la nueva situación, con cuyo gobierno


llegó a un acuerdo. El 19 de enero fué firmado un pacto en
la Florida que, ratificado luego por el gobierno, significaba
la confirmación de la paz del 6 de abril. En él se establecía
que, en mérito a la renuncia implícita de Ellauri, las fuer­
zas de Timoteo Aparicio y de los Jefes Políticos de Florida,
San José y Canelones acataban al Gobierno Provisorio bajo
condición que las elecciones se hicieran en la época fijada por
la constitución y con arreglo a las leyes vigentes; y que en
los departamentos de San José, Florida, Canelones y Cerro
Largo se nombrasen Jefes Políticos de la misma filiación par­
tidaria de los designados hasta entonces. (65)
Como dijo “La Democracia”, al comentar esta conven­
ción, el presidente había dejado caer la bandera de la lega­
lidad de sus “trémulas manos”.

iI *
|j¡

I
NOTAS. CORRESPONDIENTES AL CAPITULO Vil

(1) Juan E. Pivel Devoto, “Biografía de Juan F. Giró” en “Boletín del


Ministerio de Relaciones Exteriores”, 193.3. “La Reforma Pacífica”, junio 7
de 1863.
(2) Manuscrito original en nuestro poder.
(3) Juan Carlos Gómez, “Su actuación en la prensa de Montevideo”.
Tomo II, pág. 450 y siguientes. Montevideo, 1922.
(4) Luis Melián Lafinur, “Crónica retrospectiva”, en “Diario del Plata”,
Montevideo, setiembre 16 de 1915.
(5) Informe del ingeniero Penot, original en nuestro poder.
(6) Carta de Francisco Hordeñana publicada en la “Revista Nacional”,
Año I, N.° 9, pág. 436, Montevideo, 1938.
(7) “El Orden”, Montevideo, agosto 27 de 1853.
(8) Exposición de Manuel Herrera y Obes publicada en la “Revista de
la Asociación de Estudiantes de Abogacía”, ya citada, en el Capítulo II.
(9) Juan E. Pivel Devoto, “Historia de los Partidos Políticos en el Uru­
guay”, Tomo I, cap. V. Montevideo, 1942.
(10) Ariosto D. .González, “El Manifiesto de Lamas en 1855”, Montevi­
deo, 1937.
(11) Obra antes citada.
(12) Publicado en hoja suelta, en la época.
(13) “El Comercio del Plata”, noviembre de 1855.
(14) “A Política Brasileira na Republica Oriental do Uruguay”, por Un
Brasleiro, Río Janeiro, 1854.
(15) “A Política Brazilcira” etc., antes citada, pág. 125 y siguientes.
(16) Juan E. Pivel Devoto, “Historia de los Partidos”, citada, Tomo I,
•Cap. VII.
(17) “El Nacional”, agosto 25 de 1857.
(18) Juan E. Pivel Devoto, obra citada, Tomó I. Pág. 332 y siguientes.
(19) Ministerio de Relaciones Exteriores, “Colección de Tratados y Ac­
tos Internacionales”, tomo I, Montevideo, 1922.
(20) Antonio Díaz, “Historia Política y Militar de las Repúblicas del
Plata”, tomo X, pág. 246 y siguientes, Montevideo, 1878.
(21) Original en el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Mon­
tevideo.
(22) Antonio Díaz, “Historia Política y Militar de las Repúblicas del
Plata”, Tomo X, pág. 260 y siguientes. Montevideo, 1878.
(23) César Díaz, “Memorias” etc., pág. 324, Buenos Aires, 1878.
(24) Abel Cháneton, “Historia de Vélez Sarsfield”, Tomo I, “La Vida ’,
pág. 299 y siguientes, Buenos Aires, 1938.
(25) Abel Cháneton, obra antes citada.
(26) Eduardo Aeevedo, “Memorias del Ministerio de Relaciones Exterio­
res”. Nota de E. Aeevedo a Ignacio de Avellar Barboza da Silva, Encargado
de Negocios del Brasil.
(27) “Memoria del Ministerio de Guerra y Marina”, Montevideo, 1861.
(28) “Memoria del Ministerio de Hacienda”, 1860, Montevideo, 1861.
(29) “Anales del Partido Nacional”, Montevideo, 1892.
(30) “El Pueblo”, Montevideo, julio 15 de 1860.
(31) Instrucciones- originales, en nuestro poder. Papeles del Dr, Floren­
tino Castellanos.
(32) Documento original en el archivo de la familia Requena.
(33) “Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores”, 1863. Anexos.
(34) “Memoria”, antes citada, Anexos, Nota de Rufino de ElizalHe de
mayo de 1863.
397 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

(35) Luis A. de Herrera, “La Diplomacia Oriental en el Paraguay*’,


Tomo I, pág. 382 y siguientes, .Montevideo, 1908.
(36) Obra antes citada, pág. 408 y siguientes.
(37) Luis A. do Herrera, obra citada, Tomo IT, pág. 380 y siguientes,
Montevideo, 1911.
(38) Obra y tomo antes citado.
(3!)) Joaquín Nabuco, ‘•Un Espolista de] Impelió’’. Tumo II. pág. 166,
Río do Janeiro, París.
(-10) “California’’, nombro dado por los brasileños de Río Grande del
Sur, desde 1851, a la empresa ele extraer ganado del Estado Oriental.
(41) ‘‘Nueva Numancia. — Defensa y Toma de Paysandú”, por un Re­
publicano, Concordia, 1865; Demetrio Erausquin y Rafael A. Pon?. “La
Defensa de Paysandú”, Montevideo, 18S7; Orlando Rivero, “Recuerdos del
sitio de Paysandú”, Montevideo, 1903.
(42) Silva Paranhos, “A Convencao de 20 de febrero”, Río de Ja­
neiro, 1865.
(43) “Jornal do Comercio”, Río de Janeiro.
(44) Luis A. de Herrera, “La Diplomacia Oriental en el Paraguay”,
Tomo III, cap. XV, Montevideo, 1909.
(45) Juan E. Pivel Devoto, ‘‘Historia de los Partidos*’, citada, Tomo II,
Cap. I, Montevideo, 1943.
(46) Ilorton P. Box, “Los orígenes de la Guerra del Paraguay", Asun­
ción, 1936.
(47) Rafael M. Galanti, “Historia do Brasil”, Tomo IV, pág. 512 y si­
guientes, San Pablo, 1913.
(48) Juan Carlos Gómez, ‘‘Su actuación en la prensa de Montevideo”,
Tomo II, pág. 413 v siguientes, Montevideo, 1922.
(49) Paúl Groussae, artículo de “La Bilioteca”, citado por Joaquín Na­
buco en “La Guerra del Paraguay", pág. 67 y siguientes.
(50) “Exposición que dirige el Gral. Lorenzo Batlle, a sus conciudada­
nos y habitantes de la República”, Montevideo, 1872.
(51) “Anexos a la Memoria presentada a la Asamblea General’’, etc., por
el Ministro de Hacienda, pág. 121 v siguientes, Montevideo, 1869.
(52) Anexos, antes citado.
(53) Abdón Arosteguy, “La revolución Oriental de 1870”. Buenos Ai­
res, 1889.
(54) Abdón Arosteguy, obra antes citada. Tomo I, pág. 239, Buenos -Vi­
res, 1889.
(55) “La Bandera Radical”, Montevideo, Agosto 6 de 1871.
(56) Abdón Arosteguy, obra citada, Tomo II.
(57) Manuel Herrera y Obes, “El Acuerdo de 10 de febrero de 1872”. etc.,
Montevideo, 1872.
(58) Gral. Lorenzo Batlle, “Exposición que dirige”, etc. citada en nota
N.9 50.
(59) “La Bandera Radical”, Tomo II, pág. 96 y siguientes.
(60) Juan E. Pivel Devoto, “Historia de los Partidos”, citada, Tomo II,
Cap. III, Montevideo, 1943.
(61) “Reclamación Maná’’, Montevideo, 1872.
(62) Fragmento citado y transcripto en la obra antes mencionada. To­
mo II, Cap. III, páginas 140-141, Montevideo, 1943.
(63) Angel Floro Cosía, “La caída de la Gironda y el triunfo de la
Montaña", pág. 36, Buenos Aires, 1875.
(64) Alberto Palomeque, “La Soberanía Popular y el motín del 16 de
enero de 1875”, Buenos Aires, 1875. Obra escrita en colaboración con Agus­
tín de Vedia.
(65) Obra antes citada.
CAPITULO VIII

El militarismo y los comienzos del régimen civil


(1875-1890)

El-22 de enero de 1875 la Asamblea Legislativa integrada


-con los suplentes de los legisladores principistas, que habían
dejado de concurrir a las sesiones, ratificó el nombramiento
de D. Pedro Varela como Presidente de la RepúW-iva, por el
período complementario del l)r. Ellauri. Fueron Ministros de
Varela: Cnel. Lorenzo La-torre, Ministro de Guerra; Isaac de
Tezanos, Ministro de Gobierno; y José C. Bustamante, de Re­
laciones Exteriores y Hacienda.
Durante el gobierno do Varela tuvo lugar el emocionante
episodio que tanto había de conmover la opinión montevi-
deana: nos referimos al destierro de la barca Puig. El go­
bierno dictó orden de prisión y extrañamiento contra un grupo
de ciudadanos principistas. Los que no pudieron escapar fue­
ron conducidos a bordo de la barca Puig que salió inmediata­
mente para Cuba al mando del coronel Courtin, llevando a
José Pedro Ramírez, Juan J. de Herrera, Agustín de Vedia,
Julio Herrera y Obes, Aureliano Rodríguez Larreta, Juan Ra­
món Gómez, Segundo, Ricardo, Fortunato y Eduardo Flores,
Carlos Gurméndez, Octavio Ramírez, Osvaldo Rodríguez, Cán­
dido Robido y Anselmo Dupont.
La Puig llegó a La Habana, pero desde allí las autorida­
des españólasela obligaron a continuar yioje__hasta Charles-
fon, en donde los presos recibieron la libertad, después de
cuatro meses de haberla perdido.
Regresaron al Río de la Plata y en agosto de 1875, ya en
Buenos Aires, entraron en comunicación con los orientales allí
emigrados, decididos a una revolución. Se formó un comité de
guerra constituido por José María Muñoz, Agustín de Vedia,
Julio Arrúe, José P. Ramírez, Miguel Herrera y Obes, San­
tiago Botana, Gonzalo Ramírez, J. J. Beláustegui, Antonio
O. Villalba y Carlos Ambrosio Lerena.
En octubre se inició esta Revolución Tricolor. Hubo en­
399 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

cuentros terrestres (combates de Guayabos, Persevarano, Pa­


lomas) y un encuentro naval en la costa de Maldonado, entre
la zumaca “Carolina” al mando de los revolucionarios Al­
fredo Trianón y Octavio Ramírez y el vapor “Artigas”, diri­
gido por el jefe gubernista Ernesto Courtin. Algunos de los
encuentros fueron favorables a los revolucionarios; pero las
fuerzas de éstos tuvieron que disolverse por falta de armas
y municiones. En diciembre de 1875 el país estaba pacificado.
El Gobierno, no obstante, era impopular, sobre todo por
su pésima gestión financiera. Sus intentos de dar efecto re­
troactivo a las disposiciones sobre curso forzoso y el convenio
celebrado con el Banco Mauá, aceleraron su creciente despres­
tigio.
Fué .muy censurado el Dr. Andrés Lamas, entonces Minis­
tro de Hacienda de Varela, no sólo por haber colaborado con
un gobierno semejante, sino por su desastrosa iniciativa, que
habría conducido a un exorbitante monopolio monetario y fi­
nanciero a favor de Mauá, en compensación del apoyo inmode­
rado que éste debía dar a las maltrechas finanzas nacionales.
El iinico sostén del Gobierno era el ejército y, desde
luego, Lorenzo Latorre. Este quiso desligar su responsabili­
dad de aquella caótica situación y envió a “El Nacional” una
carta en que manifestaba su desconformidad absoluta con los
actos de gobierno de Varela y en especial, con el convenio
celebrado con Mauá.
El resultado fué que el 10 de marzo de 1876 Varela aban­
donó el poder y se refugió en la Legación de Francia. Latorre?
quedó dueño de la situación.
II

Empezó entonces el gobierno de hecho de Latorre. Sus


amigos, y particularmente el Dr. Juan Andrés Vázquez y el
Dr. Querencio, promovieron una* reunión de más de mil per­
sonas en la Plaza Constitución, que lo aclamaron jefe del Po­
der Ejecutivo y lo acompañaron hasta el Fuerte, en donde
tomó posesión del cargo. Fué en tal oportunidad que se pu­
blicó el Manifiesto en que Latorre, al exponer su programa
de gobierno, dijo aquellas famosas palabras de: “Yo no puedo
ni me propongo hacer un gran gobierno. Pero os respondo
que haré un gobierno honrado y decente”.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 400

En aquel momento no había entusiasmo cívico. Ni


el pueblo se interesaba, ni al dictador le convenían, las elec­
ciones. No le faltaban además a éste, los consabidos amigos ■
que, en nombre del interés nacional, desde luego, proclamaban
la necesidad de que Latorre continuara en el mando sin res­
tricciones constitucionales.
Así se manifestaron Pedro Visca, Laudelino Vázquez,
Carlos de Castro y Mateo Magariños Cervantes.
Tímidas e ineficaces restricciones hicieron —en alguna
oportunidad— Aurelio Berro, Lindoro Forteza, Manuel He­
rrera y Obes.
El gobierno de Latorre no fué solamente un gobierno de
hecho, es decir, un gobierno no legitimado constitucionalmente.
Fué una dictadura ejercida sin límites.
No se mantuvieron ni garantías, ni formas constitucio­
nales aún para los bienes fundamentales del hombre: la vida
y la libertad.
Latorre tenía una gran pasión de mando pero no lo ejer­
cía para medrar; tampoco para satisfacer venganzas perso­
nales. Estaba persuadido de que servía al país y ejercía una
justicia expeditiva, ordenando sin trámites legales, sin expe­
dienteos» el restablecimiento de los derechos lesionados. Son
innumerables las anécdotas que nos lo muestran amparando
a los débiles, a los indefensos, o vagando en busca de infrac­
tores al deber, para aplicarles severos castigos. Ejecuciones
con juicios sumarios, azotes, taller de adoquines, eran los mé­
todos de gobierno.
Lo expone así la Memoria del Ministerio de Gobierno de
los años 1876, 1877 y 1878, “El Gobierno Provisional derogó
también la ley de 6 de julio de 1874 que establecía la única
forma en que podía procederse a la aprehensión de los ciu­
dadanos y habitantes de la. República y prescribía al mismo
tiempo la responsabilidad de los Agentes de Policía que pro­
cediesen en sentido contrario a lo que ella estatuía”.
“Iniciada por el Gobierno Provisional una época de mo­
ralidad y de reformas, la existencia de esa Ley le ofrecía
constantemente trabas y dificultades para el logro de sus de­
signios, haciendo efímeros todos sus esfuerzos para libertar
a Ja campaña del gran número de cuatreros criminales que
401 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

-en ella merodeaban y que eran una constante amenaza a la


vida e intereses de sus pacíficos habitantes’’.
“Por otra parte, la existencia de esa ley destruía por
completo los sacrificios del Gobierno Provisional por cimen­
tar en el país-el respeto a la vida y la propiedad, puesto que,
si los Tribunales aplicaban sus prescripciones, toda idea de es­
tabilidad y de moralidad era ilusoria, como lo era en la época
normal en que se promulgó, sirviendo su estricta aplicación
para alentar a los criminales, con menosprecio de la justicia
y de los mismos Tribunales encargados de administrarla’’. (1)
No se puede exponer de una manera más clara la teoría
de la dictadura.
El ambiente político era de marasmo. En junio de 1877
el número do inscriptos no alcanzaba ni para darles repre­
sentación a los departamentos. No había opinión, ni pren­
sa, ni discusiones partidistas. Veremos a su debido tiem­
po los desahogos literarios, científicos y filosóficos de la in­
telectualidad en este período.
Al fin se dispuso que las elecciones se realizasen en el úl­
timo domingo de noviembre de 1878. Y el 24 de diciembre
de 1877 fué designado un Consejo de Estado integrado por
Manuel Herrera y Obes, Juan J. de Herrera, Lorenzo Bat­
lle, Juan D. Jackson, Francisco A. Vidal, Aurelio Berro, Er­
nesto Velazco, Mateo Magariños Cervantes y Pedro Visca.
Se le confió la redacción de un proyecto de ley Electoral.
El 8 de marzo de 1878 el Consejo Consultivo se expidió
sobre el proyecto que se le había encomendado. Dos -inno­
vaciones fundamentales instituía: el voto obligatorio y la
representación proporcional. Latorre lo dejó de lado; y las
elecciones de 24 de noviembre de 1878 se realizaron de acuer­
do con los procedimientos establecidos por el decreto-ley de
27 de abril de 1878 que mantenía el sistema de la mayoría
absoluta. Esa legislatura eligió presidente constitucional a
Latorre, el l.° de marzo de 1879. (2)
Pero a éste se le hizo el vacío. A pesar de los intentos
posibilistas preconizados por Jacinto Albístur en “El Si­
glo”, el principismo se negó a acompañar a Latorre, aún
en el período constitucional. Sólo contó con . la colabora­
ción de José María Montero, Gualberto Méndez y José Pedro
Varela, “el infatigable apóstol de la educación popular”.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 40'2

El 13 de marzo de 1880, de una manera casi inexplica­


ble, Latorre presentó renuncia.
Sobre las reformas de carácter material realizadas en
-este período nos lian quedado numerosas memorias oficiales.
Entre ellas, las de las jefaturas políticas con noticias y datos
sobre represiones de delitos, censos agrícolas y comerciales,
informes sobre educación.
A veces los datos son optimistas: acusan disminución
de delitos, aumento de permisos para giros comerciales, au­
mentos de superficies cultivables.
Otras veces — y esto al comienzo de la dictadura — so ti
desalentadores: exceso de mendicidad, pobreza, falta de há­
bitos de trabajo, y sobre todo, estado lamentable de la ins­
trucción. Dice la Memoria de la Jefatura de San José del
.año 1879: ‘‘Existiendo en el Departamento 8189 niños de 5
a 15 años sólo asisten a las escuelas 1.220, o sea el 14 % pró­
ximamente. Esa inmensa mayoría de niños que se cría sin
recibir instrucción alguna se encuentra principalmente en la
campaña y debe atribuirse ese mal no solo a la incuria y
abandono de sus padres, sino a las largas distancias y es­
casez de Escuelas Rurales”.
“En el distrito de las chacras de la 1/ sección policial
-que tiene una población de 5.024 habitantes no hay una so­
la escuela pública ni particular y por consiguiente no hay
un solo niño que reciba instrucción y es raro encontrar uno
que sepa leer y escribir”. (3)
Vamos a referirnos concretamente, a las reformas políti­
co-administrativas de esta época.
En materia de justicia: establecimiento de Juzgados
Letrados Departamentales en varios departamentos de la Re­
pública; promulgación del Código de Procedimiento Civil y
de Instrucción Criminal; creación del Registro de Embargos
e Interdicciones; facilitación del trámite del juicio ejecuti­
vo; modificación de los procedimientos de venta en caso de
prenda judicial; modificación a la ley de expropiación por
causa de utilidad pública; derogación de la ley de garantías
de 1874; secularización del Registro de Estado Civil.
En materia de culto-, donación de tierras públicas para
construcción de templos; trámites con la Santa Sede que die-

27
403 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ron como resultado la erección de nuestra Iglesia en Obis­


pado y la instalación de tribunales eclesiásticos.
En materia de instrucción pública: el Decreto ley de
24 de agosto de 1877 sobre organización de escuelas públicas.
Aprobación del Reglamento de la Facultad de Medicina y
de la Facultad de Derecho. Decreto sobre libertad de estu­
dios. Decreto imponiendo el uso del idioma castellano (par í
combatir el uso generalizado del idioma portugués en las
zonas fronterizas).
En materia de policía: Promulgación del Reglamento Ge­
neral de Policías Rurales.
Se concedió también importancia a la administración de
correos, se inauguraron algunas líneas de ferrocarriles (Fe­
rrocarril Uruguayo y de Higueritas; Ferrocarril del Salto
a Santa Rosa; Ferrocarril del Norte). También se hicieron
o se ¡traspasaron contratos sobre otras líneas ferroviarias.
En materia de Hacienda, más severa fiscalización en la
percepción y en la inversión de impuestos. Cabe citar tam­
bién el fomento de la agricultura, con el apoyo de la Comi­
sión Central ele Agricultura y de la Asociación Rural del
Uruguay ^iniciación de planes tendientes a la mensura y des­
linde de ejidos de pueblos; realización de varias obras pú­
blicas; fundación de algunos pueblos.
La aplicación práctica de todas las disposiciones dicta­
das durante la época de Latorre, decretos-leyes, Reglamen­
tos, Códigos, modificó radicalmente la fisonomía del país.
La autoridad antes ilimitada del caudillo fué suplantada por
la de Jefe Político, por el Juez Letrado Departamental y
el Inspector de Enseñanza. La campaña fué perdiendo su ca­
rácter agreste y primitivo; las disposiciones del Código Ru­
ral transformaron muchas aspectos del jinedio rural cuyo
progreso y civilización fué la preocupación fundamental del
gobierno de Latorre. “La campaña — expresaba la Memo­
ria elevada al Ministerio de Hacienda por la dirección ge­
neral de Estadística el 15 de enero de 1879, volvió a ser
habitable y los hacendados pudieron entregarse con seguri­
dad al trabajo y mejorar así las condiciones de la propie­
dad y de la producción, como Jo atestiguan elocuentemente
las 6.646 toneladas de alambre para cerco introducidas en
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 404

la República durante el año 1877 contra 2.141 toneladas in­


troducidas en el ano 1875; como lo dice más categóricamen­
te aún los 20,605.000 kilogramos de lana y cueros lanares
exportados en 1877 contra los 12.235.000 kilogramos expor­
tados en 1875, como lo prueban, en fin, las 9.081 toneladas
de harina y trigo exportadas en 1877 contra 155 toneladas
no más de 1875”.
Puede afirmarse que Latorre gobernó en función de la.
campaña, aproximándola a la ciudad, haciendo desaparecer
entre ambas los antagonismos tradicionales, sellando de tal
suerte la unidad del país, entorpecida por un caudillismo de­
cadente y consagrando definitivamente el principio de la au­
toridad.

III

La renuncia de Latorre permitió que subiera a primer


plano una figura secundaria, resignada hasta entonces pe­
nosamente a mantenerse en la sombra: Don Máximo San­
tos, Ministro de la'Guerra y hombre de confianza — con
razón o sin ella — de Latorre.
Al producirse el abandono del poder por parte de éste,
fué electo presidente el Doctor Francisco Antonino Vidal,
presidente del Senado en aquel momento. Su gobierno sójo
sirvió para gestar la candidatura presidencial de Santos.
Electo por tres años, es decir, por el período complementa­
rio de Latorre, presentó sin embargo su renuncia el 28 de
febrero de 1882, como consecuencia de la proclamación de la
candidatura del ministro. Entonces fué electo Santos por la
casi unanimidad de los presentes (50 votos sobre 51 legisla­
dores), Presidente constitucional por el período 1882-1886.
La influencia de Santos se había gestado, según expre­
samos, durante el año 1881 que señala un momento de in­
tensa actividad política detenida luego bruscamente.
Con el alejamiento de Latorre, volvieron a aparecer en
escena las pasiones partidistas. Se reprodujo de este modo en
1881, el panorama de 1872: formación de un partido de ideas,
desvinculado de la tradición y renovación de los viejos bandos
partidistas. Apareció entonces el Partido Constitucional,
mientras Julio Herrera y Obes por un lado y Agustín de-
405 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Vedia por otro trataban de revitalizar el Partido Colorado


y al Nacional, respectivamente. Tres órganos periodísticos
sirvieron para sus propagandas: “La Democracia”, dirigi­
da por Agustín de Vedia a partir del 1? de diciembre de
1880; “El Plata” en donde hacían propaganda constitucio­
nal José M. Sienra Carranza y Carlos María Ramírez; y “El
Heraldo”, fundado en enero de 1881 por Julio Herrera y
Obes. Y mientras el Partido Constitucional se empeñaba en
la misma actitud de selecta prescindencia, fiel a su mentali­
dad de minoría directriz, — los tradicionalistas de ambos
partidos manifestaban una inclinación creciente y desde lue­
go lógica y simpática — a utilizar sus principios con el apo­
yo del gran caudal de la masa partidista, inculcándole un
rumbo renovador y nacional. (4)
En una reunión efectuada para designar la Comisión Di­
rectiva del Partido Constitucional, el 16 de marzo de 1881,
José Pedro Ramírez dijo que al Partido Constitucional, in­
cubado en el seno de los partidos tradiciónalest lo habían he­
cho necesario las leyes de la selección y de la adaptación, a
causa de los graves defectos de los partidos tradicionales.
Y Carlos María Ramírez llegó a decir: “Somos el partido
del buen sentido. Y enfrente de nosotros, — ¿qué tenemos?
La fe de los antiguos partidos se halla ya en estado de su­
perstición. Todavía soy benévolo, porque otros afirman que
se halla en estado de superchería... y no se fundan del
todo mal, señores, por que lo cierto es que las viejas divisas
jamás impiden que los hombres de arbitrariedad y de violen­
cia se reúnan para imponer o conservar su predominio, mien­
tras es forzoso, y absoluto, y eterno, y cuestión de conse­
cuencia y de honra, que esas mismas divisas mantengan pro­
fundamente divididos a los hombres de principios, a los
buenos ciudadanos...” (5)
De esa reunión salieron electos, para la Directiva del
Partido; Domingo Aramburú; Miguel Herrera y Obes; Enri­
que Pereda; Aureliano Rodríguez Larreta; Eduardo Brito
del Pino; Juan C. Blanco; Joaquín Suárez; José Sienra y
Carranza; Enrique Arrascaeta; José P. Ramírez; Amaro
Sienra; Manuel Artagaveytia; Luis Melián Lafinur. Angel
Floro Costa llamó al Partido Constitucional “Estado Ma­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 406

yor sin ejército” y el 11 de mayo de 1881, Santos en carta


dirigida a Mateo Magariños Cervantes: “semi - partido o
círculo lírico - aristocrático”. (6)
Mientras tanto, fiel a sus designios de fusión parti­
daria, Julio Herrera y Obes haciendo por cierto prodigios
de dialéctica y de tacto diplomático, reunía en un mismo pro­
pósito y hasta en un mismo programa, a elementos doctora­
les y caudillistas.
Pero todas estas tentativas de reorganización partida­
ria fracasaron. Santos tuvo la habilidad — favorecida por
las circunstancias, de vincular a su persona la gran masa del
Partido Colorado. En mayo de 1881 se produjeron atentados
criminales contra la prensa independiente. Los núcleos de ca­
rácter principista quedaron prácticamente disueltos, ante el
predominio personal de Santos y de la fracción popular colo­
rada en que se apoyó.

IV

Se han señalado ya Jas diferencias entre el militarismo


de Latorre y el de Santos, trasunto de la diferencia tem­
peramental de ambos personajes. El sello rígido, sobrio,
que aquél imprimió al gobierno, basado en la mayor escru­
pulosidad financiera. El despilfarro administrativo, el des­
orden económico, el lujo espectacular, en cambio, fueron
características del gobierno santista. De origen humilde, de
comienzos humildes también, la carrera de Santos se había
hecho sin embargo con relativa facilidad. Llegó al Minis­
terio de la Guerra en plena juventud y quizás habría en­
trado antes en la escena política, si no lo hubiese contenido
el respeto y el temor que le inspiraba Latorre. En medio
de sus desaciertos, en medio de la vulgaridad de sus proce­
dimientos y de sus aficiones, no faltan sin embargo, algu­
nos rasgos que ponen una nota de simpatía en la perspec­
tiva del personaje. Entre ellos, cierta nobleza de alma,
cierta amplitud señorial de que dió prueba en varias oca­
siones, por ejemplo, cuando ordenó que cesaran las inves­
tigaciones relacionadas con el atentado de que había sido ob­
jeto en 1886, por parte del teniente Ortiz.
Santos no quedó por encima de la contienda, como su:
407 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

enérgico antecesor. El fué el Gran Jefe del Partido Colora­


do de cuya comisión directiva había sido electo presidente
en la reunión popular del Circo 18 de Julio, de 5 de octu­
bre de 1884. En este período comenzó a infiltrarse en el Par­
tido Colorado una corriente anticlerical.
En 1884 se había constituido “La Liga Liberar’, con
Juan Paullier y Manuel B. Otero, que llegaron a hacer una enér­
gica condena de “El Sylabus”. La Liga Liberal manifestó pú­
blicamente su conformidad con las dos leyes sancionadas en
1885, por iniciativa del Poder Ejecutivo: la ley de matrimo­
nio civil obligatorio de mayo 22 de 1885 y la ley de conven­
tos de 14 de julio de 1885.
La primera establecía la separación entre el contrato y
el sacramento ,en lo que se refiere al matrimonio. El contra­
to quedaba sujeto a jurisdicción civil; el sacramento, a ju­
risdicción eclesiástica; en consecuencia, previamente a la
ceremonia religiosa, — y en forma obligatoria, — debía pro­
cederse al acto civil. Además, todas las causas, incluso las
pendientes, sobre nulidad o ruptura de vínculo, debían ser
resueltas por los tribunales ordinarios, cesando inmediata­
mente toda ingerencia eclesiástica.
En cuanto a la ley de conventos, supeditaba la erección
futura de las casas conventuales a la autorización del Po­
der Ejecutivo; reglamentaba incluso la organización de las
casas religiosas, de hermanas de caridad, benedictinas, etc.
y quitaba validez civil a los votos monásticos. Todavía en la
reglamentación dictada por el Poder Ejecutivo, se precep­
tuaba una visita mensual, que debía ser realizada a las ca­
sas de comunidad religiosa por los miembros de la Junta E.
Administrativa de la Capital, a fin de dar libertad a las
personas mayores de edad retenidas en aquellas contra sus
deseos, y restituir los menores a sus padres o a. quienes ejer­
cieran la patria potestad.
Gran resistencia provocaron estas leyes entre el elemen­
to católico; y le fueron dirigidas al Parlamento peticiones
de derogación que éste no consideró. Un representante ca­
tólico que militaba en el Partido Colorado, asumió con valen­
tía y gran brillo intelectual la defensa de Jo que él conceptuaba
derechos de la Iglesia: Francisco Bauza. (7)
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 408

En cuanto a la primera ley, sostuvo fundamentalmen­


te que la formación de la familia y del hogar pertenecían al
derecho íntimo, y la ley no tenía por qué introducirse en él.
Más explícito fué en su impugnación a la ley de conven­
tos. Sostuvo entonces que la Iglesia es una sociedad indepen­
diente y perfecta en que no tiene derecho a intervenir el
poder civil. La constitución — añadía Bauza — consagraba
de un modo expreso el reconocimiento de instituciones mo­
násticas; la del voto religioso, por ejemplo, considerado a
los efectos de las incompatibilidades parlamentarias. En los
Códigos ocurría lo mismo (reconocimiento de la Iglesia co­
mo pesona jurídica, desheredamiento de hijos sacrilegos).
Además de esta argumentación jurídica, hizo Bauza Ja
defensa de la institución monástica, considerada en su rol
civilizador y moral.
A pesar de todas las oposiciones, las 'leyes — como
dijimos — fueron votadas.
El l.9 de marzo de 1886 finalizaba el período constitu­
cional del gobierno de Santos. Pero éste, aun cuando el mili­
tarismo era un régimen que podía considerarse quebrado por
obra de sus propios excesos, aspiraba a prolongar su influen­
cia. Fué electo para sucederle el Dr. Francisco Antonino Vidal,
el mismo ciudadano de cuyas manos había recibido el gobierno
en 1882, en quien lo delegara cuatro años después, configurán­
dose de tal suerte un cuadro político al que se llamó la di­
nastía Santos - Vidal.
En apariencia Santos se había mostrado respetuoso,de las
disposiciones constitucionales al no imponer su reelección;
pero el nombramiento del Dr. Vidal y la ley de 24 de mayo
de 1885 que permitía el ingreso al Parlamento a los Tenientes
Generales, Generales de División y de Brigada, eran hechos
que anticipaban, según veremos, el inmediato regreso de San­
tos al poder.
V
El gobierno de Santos vio perturbada su gestión por va­
rias revoluciones: en 1880, la del Coronel Manuel Caraballo;
een 1881, la de Simón Martínez; en 1882, la del Coronel Máxi­
409 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

mo Pérez; en 1884, la de Visillac y Salvañach; en 1885, Ir


de los comandantes Mena, Martirena y Lallera. Todos estos
movimientos carecieron de mayor significación. Mucho más
importante fué la famosa revolución del Quebracho, conjun­
ción de fuerzas de todos los partidos, incluso el colorado, pa­
ra derrocar al santismo. El Comité Revolucionario, residen­
te en Buenos Aires, comenzó a trabajar activamente. Las ope­
raciones militares debían ser dirigidas por los generales Cas­
tro y Arredondo. Se convino también en que, inmediatamen­
te que las fuerzas revolucionarias pudieran penetrar bien en
el país, se formaría un Gobierno Provisorio, integrado por
los generales Lorenzo Batlle, José Miguel Arredondo y En­
rique Castro. Este gobierno tendría por objeto la adminis­
tración y reconstrucción del país, con las limitaciones esen­
ciales derivadas del respeto a los derechos individuales, en
primer término. De la Revolución del Quebracho nos han que­
dado variadas relaciones, algunas crónicas animadas y evo-
cativas que nos revelan la intensa pasión y la convicción ab­
soluta con que fué emprendida la campaña. Sin embargo, ella
no había de triunfar, sea por errores militares de los jefes,
sea por falta de entendimiento razonable entre los mismos.
Se convino que, al producirse la invasión Arredondo man­
daría en la zona Sur del Río Negro; y Castro, en la zona
Norte del mismo río.
La revolución, preparada desde los últimos meses del gó-
bierno de Santos, estalló cuando la elección del Dr. Vidal
evidenció los propósitos que aquél tenía en el sentido de pro­
longar su influencia.
Se fijó al fin la nómina de jefes y se convino en el pa­
saje al territorio oriental. En esta revolución figuraron per­
sonas que más tarde habían de tener una gran significación
política. Entre los jefes superiores, Rufino Domínguez; en­
tre los grados inferiores, José Batlle y Ordóñez, Juan Cam-
pisteguy, Claudio Williman, Luis Romeu Burgués. Los revo­
lucionarios hicieron el pasaje del río el 28 de marzo de 18S6r
a la altura de Concordia y emprendieron la marcha al inte­
rior del país. La falta de caballos obstaculizó enormemente
las operaciones.
Ese es precisamente, uno de los errores que se repro­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 410

cha a los jefes revolucionarios: el no haber previsto los me­


dios de movilidad adecuados. Después de un encuentro con
la vanguardia gubernista, se realizó el choque decisivo en
Puntas de Soto el 31 de marzo de 1886, con el ejército' ofi­
cial, al mando del General Máximo Tajes. Según algunos in­
formes, las fuerzas de éste contaban 5.000 hombres, y un
buen caudal de artillería. La revolución sufrió un gran desas­
tre. Inferiores en número, sin armas adecuadas, combatiendo
en un callejón sin salida, los revolucionarios desplegaron un
infructuoso heroísmo. Fué izada al fin una bandera de par­
lamento y el fuego cesó. Tajes quedó dueño de la situación
y tuvo la habilidad de mostrarse magnánimo. Había recibido
de Santos un telegrama en que se le ordenaba benignidad.
Pero en las líneas cifradas que lo acompañaban, se decía lo
siguiente: “Darás en la cabeza sin compasión ninguna a los
del Comité, a esa canalla de Arredondo, los Ramírez, el Agui­
rre, los Larreta, si no volveremos a empezar con las mismas
dentro de seis meses o un año y es preciso acabar con es­
to”. (8)
Tajes, decidido a perdonar, contestó: “El ejército a mis
órdenes ha interpretado fielmente sus sentimientos. Los
muertos del enemigo han sido en la lucha leal, los prisione­
ros han sido respetados y tratados como sabe hacerlo el par­
tido colorado de acuerdo en un todo con los sentimientos de
su digno jefe”.
-Santos, inteligente como para comprender la repercu­
sión simpática del gesto de Tajes, quiso aprovecharlo y se
conformó muy políticamente con el papel de magnánimo que
las circunstancias le imponían. Cuando llegaron a Montevi­
deo, los prisioneros fueron puestos en libertad y hasta el
presidente Vidal intervino personalmente en el transporte de
los heridos.
Vencida la revolución, Santos —que había actuado como
director de la guerra— creyó llegado el momento de reasumir
el mando, en el que había cesado el l.9 de marzo de 1886, va­
liéndose para ello de la complacencia de Vidal y de la inde­
corosa maniobra cuyos antecedentes exponemos a continua­
ción.
En diciembre de 1885 se había creado el departamento
de Flores y Santos fué electo senador por él, ingresando sin
411 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

dificultades á la Cámara, a pesar de las disposiciones cons­


titucionales que vedaban la entrada de los militares al Par­
lamento. Una vez en el Senado, se le ofreció la presidencia
del cuerpo, que aceptó el 21 de mayo de 1886. De la presi­
dencia del Senado a la de la República no había más que un
paso que fué habilitado por el presidente Dr. Francisco An-
tonino Vidal, quien renunció a su cargo tres días después para
dejar sitio a Santos. Pero el santismo se desgastaba. No era
aquél un régimen de fuerza brutal y directa, de los que caen
de un solo golpe. Sus características esenciales: despilfarro
financiero, desorden administrativo, violaciones constituciona­
les, no herían la imaginación colectiva como el sistema de hie­
rro de Latorre. Pero era infinitamente más peligroso porque
significaba el peligro de una crisis moral.
Sin embargo la reacción se produjo y asumió la forma
de atentado individual. El 17 de agosto de 1886, en circuns­
tancias en que Santos se aprestaba a entrar en el Teatro
Cibils, en donde había función de gala, recibió un balazo que
le fué descerrajado por el teniente Gregorio Ortiz. Persegui­
do en las calles inmediatas, Ortiz se suicidó.
Entre tanto Santos, en medio de la hemorragia provo­
cada por las terribles heridas sufridas, pedía clemencia para
el victimario, y poco después, el sobreseimiento del proceso,
a fin de paralizar toda posible investigación sobre la exis­
tencia de cómplices. Pero la campaña de la prensa era cada vez
más intensa en contra del régimen y para impedir sus ata­
ques, Santos trató de que se promulgase una ley de imprenta
extraordinariamente restrictiva. Sus ministros Luis Eduardo
Pérez, José Ladislao Térra, Manuel Herrera y Obes y Lindoro
Forteza se opusieron a la promulgación de la ley e hicieron
dimisión de sus carteras. Sólo quedó el Ministro de la Gue­
rra, General Tajes.
Frente a la crisis ministerial, comprensivo de la grave­
dad del momento, Santos buscó aproximarse a la oposición.
Después del rechazo de un ofrecimiento ministerial hecho al
Dr. Ildefonso García Lagos, se dirigió al Dr. José Pedro Ra­
mírez. El 31 de octubre se realizó una entrevista personal en­
tre Ramírez y Santos. Aquél manifestó que sólo aceptaría el
Ministerio de Gobierno a condición de que se admitiesen las
bases contenidas en el Memorándum que le presentó: liber­
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL. DEL URUGUAY 412

tad de prensa; cumplimiento de las disposiciones constitucio­


nales, especialmente la relativa a la no reelección presiden­
cial; prohibición do levas forzosas; modificación en el personal
de las jefaturas políticas; reposición en sus cargos y grados
del personal dado de baja por razones políticas; reorganiza­
ción financiera.
Santos accedió sin restricciones a todas las bases
pero manifestó reticencias con respecto a la cláusula que obs­
taculizaba su reelección. Al fin, frente a la actitud decidida
del Dr. José P. Ramírez, accedió a todo, comprometiéndose
a dejar la presidencia del Senado eJ 14 de febrero a fin de
que el l.9 de marzo de 1887 pudiera hacerse la elección de
Presidente de la República.
El 2 de noviembre se dictó un decreto nombrando Mi­
nistro de Gobierno al doctor José Pedro Ramírez; de Rela­
ciones Exteriores, al Dr. Juan Carlos Blanco; de Hacienda, a
Antonio María Márquez; de Justicia, Culto e Instrucción Pú­
blica, al doctor Aureliano Rodríguez Larreta. En el Ministe­
rio de Guerra quedó el General Tajes. (9)
El 4 de noviembre de 1886, en medio de una general ale­
gría, los ministros de la Conciliación prestaron juramento.
Pocos días después, Santos presentó renuncia de su car­
go y el 18 de noviembre de 1886 fué electo Presidente de la
República el General Máximo Tajes, quien mantuvo el minis­
terio anterior designando para la cartera de Guerra y Marina
al Coronel Pedro de León.
Los ministros de la Conciliación duraron poco tiempo. A
consecuencia de algunos incidentes presentaron renuncia. Ta­
jes las aceptó, pero manteniendo las promesas del pacto de
noviembre. En sustitución de los dimitentes, fueron designa­
dos Duvimioso Térra, Domingo Mendilaharsu y Julio He­
rrera y Obes. Este, inteligente, dúctil, muy capaz de sortear
momentos difíciles, colaboró eficazmente en el proceso de
aquella política de evolución que había de traerle al país el
régimen civil.
El 27 de diciembre de 1886 fue disuelto el 5.9 Regimiento
de Infantería y poco después, la escolta presidencial. Eran
los hechos tangibles que evidenciaban la desaparición del mi­
litarismo, cuya influencia fué anulada de manera absoluta
413 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

después que Ja misma Asamblea que había otorgado a Santos


el grado de Capitán General, dictó la ley que autorizaba su
extrañamiento del país cuando intentó regresar a él el L9 de
abril de 1887.
Las elecciones efectuadas en noviembre de este año revis­
tieron el carácter de una verdadera restauración principista.
Regresaron al Parlamento ■—después de más de diez años de
ausencia— algunos de los legisladores de las cámaras del 73,
como José Pedro Ramírez, Juan José de Herrera, Pedro Bus-
tamante; e ingresaron otros que habían tenido que esperar la
caída del militarismo para ocupar un sitio en la representa­
ción nacional, como Carlos M. Ramírez, Manuel B. Otero,
Luis Melián Lafinur, Domingo Mendilaharsu. Al princi-
pismo le había aprovechado la experiencia de los hechos, la
lección de los sucesos ocurridos desde el motín de 1875, en
parte debido a sus actitudes intransigentes y a su falta de
sentido de la realidad en aquel momento de transición.
En 1887, como entonces, José Pedro Ramírez aparecía co­
mo el intérprete de esa escuela política. Xada perfila a ésta
y a su jefe con más justeza que las palabras pronunciadas
por el Dr. Ramírez al fundar el proyecto por el que se dero­
gaba la ley de extrañamiento de Santos por juzgarla incons­
titucional.
“He tenido ocasión de declarar varias veces —dijo— que
los años, con sus saludables enseñanzas, me han hecho corre-
jir muchas exageraciones demagógicas, muchas intransigen­
cias insensatas, y muchos errores de conducta, pero no han
tenido la virtud de modificar mi culto á los principios, que
los fundadores de nuestra nacionalidad inscribieron en el
pacto fundamental de nuestra asociación política, y que pro­
fesaría con el mismo fervor, aunque así no fuese, porque son
elementos constitutivos de Ja personalidad humana, son dere­
chos y prerrogativas del ciudadano, tales como yo lo concibo”.
“La Constitución lia dicho que los ciudadanos tienen d
derecho de ser protegidos en el goce de su libertad y de su
honor; — que pueden entrar y salir libremente en el territo­
rio de la República; — que no pueden ser privados de estos
derechos sino conforme á las leyes, conforme á la Constitución,
nadie puede ser privado del derecho de vivir en la tierra en
que nació — (en su tierra digámoslo así) — sino en virtud
del proceso en forma y de sentencia legal, que le imponga
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 414

como pena de su delito comprobado y juzgado, la inmensa


angustia del destierro”.
“Ni aún en el momento mismo de estar perturbado el
orden público dejan de estar garantidos por la Constitu­
ción, la libertad y el honor de los ciudadanos”.
“Las garantías constitucionales no deben suspenderse
sino por una ley Legislativa, y esa suspensión de las garan­
tías individuales, no tiene más alcance que habilitar al Pre­
sidente de la República para aprehender á los ciudadanos, con
cargo de entregarlos á sus jueces naturales, para ser juz­
gados”.
“Ni la Legislatura ni el Gobierno, pues, mancomunados
por razones de orden público, pueden en ningún caso, privar á
ningún ciudadano del derecho de residir en el territorio de la
República. La privación de ese derecho es una pena, y esa
pena solo pueden imponerla los Tribunales juzgando y con­
denando con arreglo á las leyes”.
“A don Máximo Santos que al fin y al cabo nació en el
territorio de la República y es un hombre y un ciudadano á
quien alcanzan las leyes, lo mismo para protegerlo en sus de­
rechos, que para condenarlo en sus faltas ó sus crímenes, si.
los ha cometido, no se le puede negar el derecho que invoca,
sin violar la Constitución y las leyes; y sin dejar establecido
un precedente funestísimo para la libertad de todos y cada
uno de los ciudadanos orientales”. (10)
La presidencia de Tajes no tuvo, en realidad, relieve pro­
pio. Las circunstancias hicieron de aquel hombre —-circuns­
pecto y frío— casi un héroe. Su magnanimidad en el Quebra­
cho, que acaso fuera simple táctica política; su colaboración
en la conciliación; su decidido y ostensible propósito de ani­
quilar el último resto del militarismo; la inteligencia con que
escogió su segundo ministerio, cimentaron su prestigio polí­
tico, haciendo olvidar su participación de primer orden en e!
santismo y su apoyo ilimitado al régimen.
Debe alabársele, no obstante, la adaptación a la hora his­
tórica que le tocó vivir, de profunda transformación política
y económica. A raíz de la liquidación del régimen santista, los
capitales retenidos durante los últimos años de incertidum­
bres fueron lanzados a la circulación en un ambiente do
optimismo y de reconciliación política que predisponía los áni­
mos para las empresas materiales. Surgieron de inmediato
415 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

alrededor de cien sociedades anónimas y se fundaron en Mon­


tevideo veintisiete bancos. Las obras públicas adquirieron un
extraordinario desarrollo a impulso del espíritu emprendedor
y audaz de Emilio Retís. Se proyectaron nuevas líneas de
ferrocarriles; se trazaron recorridos tranviarios; se hicieron
los ensayos de iluminación eléctrica, y en la ciudad surgieron
barriadas enteras, bajo una fiebre de realización y de es­
peculación. El Banco Nacional instalado el 25 de agosto de
1887 y con cuya fundación se ponía término al problema tan­
tas voces debatido desde la crisis de 1868, fundado con capi­
tales del Estado y el aporte de capitales particulares, no
escaparía a esa fiebre de especulación destinada a un lamen­
table desenlace. En el cuadro de la evolución operada en el
país durante este período, debe igualmente señalarse la fe­
cunda proyección de la ley adicional de Aduanas de 24 de
octubre de 1876 y la de 5 de enero de 1888 que dieron por
resultado el desarrollo de las industrias nacionales surgidas
al amparo de aquellas disposiciones proteccionistas.
NOTAS CORRESPONDIENTES AL CAPITULO VIII

(1) “Memoria del Ministerio de Gobierno de los años 1876-1877 y


1878”, pág. XII. Montevideo, 1879.
(2) Juan E. Pivel Devoto, “Historia de los Partidos Políticos”, tomo II,
Capítulo IV.
(3) “Memoria de la Jefatura de San José”, pág. 17, Montevideo, 1879.
(4) Juan E. Pivel Devoto “Historia de los Partidos”, etc., citada, Tomo
II, Capítulo V.
(5) Obra antes citada, Tomo II, pág. 248.
(6) Angel Floro Costa, “Ecos del Partido Colorado”, Montevideo, 1885.
(7) Véase el discurso de Francisco Bauza en el folleto, “Ley Conventos-
discurso”, Montevideo, 1888, sin los errores eon que fué publicado en el Dia­
rio de Sesiones de la Cámara.
(8) Ariosto D. González, “De la Revolución del Quebracho a la Conci­
liación de Noviembre”, en “Revista Nacional”, junio de 1939, N? 18. Pág. 369
y siguientes.
(9) José P. Ramírez, “La evolución del 4 de noviembre de 1886”, Mon­
tevideo, 1887.
(10) “Diario de Sesiones de la H. Cámara de Senadores”, Tomo XLIII,
“pág. 291, Montevideo, 1888.
I‘
II

l
CAPITULO IX

El Régimen Civil y la Libertad Política


(1890-1897)
I
El período que vamos a estudiar, breve cronológicamente
(1890-1897), supone, sin embargo, dentro de la evolución
institucional del país, la conquista de dos modaldiades esen­
ciales: el régimen de garantías civiles y la igualdad electoral,
por medio de una legislación apropiada.
El régimen civil se impuso con facilidad. Ya iniciado
desde al época de Tajes, lo facilitó enormemente el espíritu
¿amplio y tolerante del nuevo presidente, Julio Herrera y
Obes. En cuanto al sistema de equidad electoral —vale decir—
de la igualdad política, costó mucho mayor esfuerzo. Fue­
ron necesarias una revolución y un terrible crimen político,
para que ella quedase cimentada.
Estas grandes conquistas llenan en primer término, como
ya dijimos, las características del período que hemos estu­
diado; pero no lo agotan totalmente. Hubo realizaciones de
índole material no desdeñable. La importancia de los proble­
mas políticos, planteados y realizados, oscureció aquellas
•obras, que casi pasaron inadvertidas por la oposición.
El .l9 de marzo de 1890 fué electo Julio Herrera y Obes.
Su actuación política ya había sido intensa. Principista de
convicción, opositor al régimen de fuerza de Latorre, deste­
rrado de la barca Puig, hemos visto cómo, en la época de
Santos, separado ya de sus abstracciones ideológicas, quiso
aportar el caudal electoral de las masas a una dirección inte­
ligente, en plena corriente tradicionalista.
Amplias promesas de coparticipación había hecho en su
época de candidato. El partido nacional tenía derecho a espe­
rar de ellas una mayor ingerencia en el gobierno. Pero no
fué así. Era evidente que Julio Herrera y Obes quiso imponer
desde el primer momento, una política netamente partidista.
Desde luego, no podía ser de absoluta exclusión. En su pri­

28
418 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

mor ministerio entraron., además de los colorados Alberto


Capurro, Blas Vidal y José Villar, Carlos María' de Pena,
constitucionalista, y Carlos Berro, nacionalista. Pero sólo dió
tres jefaturas a los nacionalistas, que con razón quedaron
desconformes, pues esa situación los ponía en inferioridad de
condiciones con respecto a las adquisiciones de la paz de­
abril de 1872.
Así debía ganarse la oposición de un sector importantí­
simo del partido nacional: la fracción dirigida por Juan J.
de Herrera, orientada por otra parte hacia una actitud tra-
dicionalista; en tanto que el núcleo de Martín Aguirre, más
inclinado a la renovación, se manifestaba dispuesto a una po­
lítica de acercamiento con el gobierno de Herrera.
Dentro de su propio partido, tuvo que soportar otra opo­
sición: la de la fracción popular, dirigida por José Batlle y
Ordóñez, cuyo órgano “El Día”, manifestaba una actitud sis­
temática de crítica.
Evidentemente, la posición en que se había colocado Ju­
lio Herrera y Obes ya no respondía a la corriente de opinión.
El presidente quería imponer una política selectiva, convencida
de que el pueblo no tenía aún bastantes aptitudes de elector.
Así quiso hacer efectiva la influencia gubernamental en los co­
micios. Dos hechos pueden mencionarse, característicos de esta
actitud: su famoso mensaje de 15 de febrero de 1893 y la ley
de elecciones. En el primero expuso su teoría de la influencia,
directriz. “Es indudable, sostuvo Herrera y Obes, que el go­
bierno tiene y tendrá siempre, y es necesario y conveniente
que la tenga, una poderosa y legítima influencia en la desig­
nación de los candidatos del partido gobernante, y entonces
de lo que puede acusársele es del bueno o mal uso que haga
de esa influencia directriz, pero no de que la ejerza, y mucho
menos podrá decirse racionalmente que el ejercicio de esa fa­
cultad importa el despojo del derecho electoral de los ciuda­
danos”. (1)
En cuanto a la ley de reforma electoral, puede decirse que
Julio Herrera y Obes prescindió completamente de la oposi­
ción que exigía cada vez más la representación de las mino­
rías, como condición de paz social y política.
En 1892 el Poder Ejecutivo remitió un proyecto de ley
de Registro Cívico Permanente destinado a provocar apasio­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 419

nados comentarios. Dos aspectos recibieron particulares ob­


jeciones: 1) la prohibición de votar los guardias civiles y
2) la constitución y atribuciones de las Juntas Electorales.
La prohibición para los guardias civiles, del ejercicio del
voto, estaba basada, según se decía, en una interpretación to­
mada al espíritu de la constitución, que quería evitar el auto­
matismo de las urnas, proscribiendo del ejercicio de los dere­
chos cívicos a todos aquellos ciudadanos que no prestasen
garantías de libertad moral.
Era desde luego una interpretación forzada, jurídica­
mente falsa, pues las limitaciones son de derecho estricto.
Además la exclusión era injusta, pues apartaba del sufragio
a hombres trabajadores, que sólo en forma relativa entraban
en el cuadro de la disciplina jerárquica.
La inteligente dialéctica de Francisco Bauza, Ministro
de Gobierno, llegó a sostener incluso que correspondía a las
asambleas legislativas una amplia facultad interpretativa con
respecto a los grandes principios implícitos de la constitu­
ción. Pero estas ideas no pueden aceptarse porque conducirían
lógicamente a darle al Parlamento verdaderas atribuciones
de poder constituyente. (2)
En cuanto a la integración de las Juntas Electorales, se­
gún el proyecto convertido en ley el 24 de marzo de 1893, ella
estaba calculada como para darle ingerencia decisiva a la in­
fluencia gubernamental. Se constituían con el Presidente de la
Junta Económico - Administrativa, el Director General de Im­
puestos Directos, el Administrador Departamental de Rentas,,
el Jefe Político, tres delegados del Poder Legislativo elegidos
por lista incompleta y tres ciudadanos sacados a la suerte por
los demás miembros de la Junta Electoral.
El Gobierno de Julio Herrera y Obes fué sumamente di­
fícil. Era un momento de crisis económica para el país. Se
hicieron sentir entonces las perturbaciones provocadas por la.
caída del Banco Nacional. Se añadieron todavía factores cir­
cunstanciales : sequía, epidemias, langosta.
Como siempre ocurre en estos casos, “el gobierno tenía
la culpa de todo”. Nadie vió entonces, lo que se había ga­
nado: el régimen de garantías civiles, el respeto a los dere­
chos individuales, la amplia libertad (a veces desenfrenada)
de la prensa, el sentido generoso en que Julio Herrera y
420 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Obes ejerció su influencia gubernamental llamando al go­


bierno a hombres que no eran partícipes de sus convicciones
políticas, o le eran personalmente desafectos: Manuel Herrero
y Espinosa, Francisco Bauza, Carlos María Ramírez.
La opinión pública, que él llamó alguna vez cortesana
versátil, le fué adversa. Los bienes de su gobierno eran in­
tangibles, no accesibles inmediatamente a los sentidos. Los
males, la decadencia material de que no era responsable, y
la tendencia selectiva de su política que tuvo la honradez de
exponer sin ambajes, se presentaban con gran evidencia ex­
terna. Sólo una naturaleza estoica pudo haber soportado la
avalancha de los ataques que contra él dirigieron la oposi­
ción política, los intereses heridos del comercio y la industria,
la desazón general del país provocada por las crisis econó­
mica . Quizás el adarme de escepticismo que pesaba sobre la
sangre de los Herrera pudo haber contribuido a que no se
borrara jamás del presidente la fina sonrisa de hombre “par
■dessus de la melée’’.
Los años agrandaron su figura, cada vez más impreg­
nada de un severo tinte romántico. El destino le reservó ho­
ras que —sin duda— debieron ser de amargura. Supo sobre­
ponerse a ellas con un señorío que le venía de muy hondo.
Ya al final de su vida, solo, pobre, sin peso político, se trató
de que el Estado, en recompensa a sus notorios servicios, le
otorgase una pensión. Ella fué votada, pero un grupo de par-
lamentaristas lo hizo con restricciones. Herrera y Obes no
aceptó la pensión ni las restricciones, y la renuncia fué una
obra maestra de dignidad y de altivez ciudadana.
Más tarde, a la hora de la muerte, cuando ya el tiempo
había podido hacer justicia a su obra, la intransigencia polí­
tica le discutió las honras postumas a que tenía indudable
derecho. Pero la compensación fué más grande que la incom­
prensión. El espíritu selecto de Julio Herrera y Obes encon­
tró la palabra de justicia de otro gran espíritu. Dijo en 1913
José Enrique Rodó:
“Administró con alta honestidad la hacienda pública; y
obligado a afrontar una de las más críticas y angustiosas si­
tuaciones de que haya ejemplo en el desenvolvimiento econó­
mico del país, supo sacrificar las transitorias conveniencias
de su gestión gobernativa, y de su lucimiento personal a los
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 421

grandes y permanentes intereses de nuestro porvenir y nues­


tro crédito’’.
“Gobernó con el elemento más culto, honorable y capaz
de la República, llevando a participar en el poder a los hom­
bres más representativos de todas las fuerzas de opinión, aún
aquellos que lo habían combatido como candidato o lo com­
batían como presidente; sin exclusiones mezquinas, sin sór­
didos rencores; levantándose con la grandeza de ánimo y la
serenidad mental del estadista, por encima de toda baja pa­
sión, para hacer de las posiciones del gobierno la consagración
real y efectiva de las verdaderas superioridades sociales”.
“Consciente de su altura, no le estorbaban a su lado los
que tenían talla como él; y resplandeciendo con luz propia,
no temía que el destello de otras frentes eclipsara, allá en lo-
alto, la aureola que irradiaba de la suya”.

II

Finalizado el mandato de Julio Herrera y Obes, su grupo'


partidario manifestó que no aceptaría ningún candidato que no
fuera de la “colectividad”. Esa actitud complicó la situación
política: por espacio de 21 días, ninguno de los candidatos
presidenciales alcanzó la mayoría necesaria. Durante este
tiempo el ejército, que pudo haber sido dueño de la situación,
permaneció impasible, a la espera del presidente que habría
de ser electo, para rendirle honores. Nadie se percató enton­
ces de que si ese hecho podía producirse, era porque la
mentalidad civilista del país lo permitía, porque Julio He­
rrera y Obes había tenido la virtud de cimentar ya en forma
inconmovible, el principio de que el poder político debe estar
por encima de la fuerza.
Al fin fué electo Juan Idiarte Borda, que desde la pri­
mera votación a su favor efectuada en la Asamblea General
obtuvo los votos necesarios.
Integrante del “colectivismo”, no era un gran político ni
un estadista de vuelo. Era un hombre bien inspirado, decidido
a continuar la tradición de su antecesor, y a encaminar el
país hacia una política de realizaciones materiales. Entre sus
primeros ministros figuraron integrantes o afines del Par­
tido Constitucional, como Federico Vidiella y el Dr. Luis Pi-
42-2 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ñeyro del Campo. Otros eran colorados: Miguel Herrera y


Obes, el general Juan José Díaz, y el ingeniero Juan José
Castro, una de las figuras más destacadas de la administra­
ción Idiarte Borda, por su inteligencia y su trabajo. Hemos
de comentar separadamente la obra gigantesca de este casi
desconocido u olvidado hombre de Estado.
Dijimos que Idiarte Borda se había limitado a continuar
la tradición política de Julio Herrera: influencia directriz.
Alguna reacción pareció intentarse y el Poder Ejecutivo en­
vió al Parlamento un proyecto de ley para modificar las Jun­
tas Electorales; pero el proyecto no fué votado y además ya
no podía satisfacer a la opinión. (3)
En efecto, en aquel momento ocurría en el país lo mismo
que en Francia en vísperas de 1848: un gobierno bien inten­
cionado, recto, leal a su idiosincracia y convicciones, pero
incapaz de comprender la gran renovación político - social que
se venía operando.
Nuestros partidos políticos, a fines de siglo, habían
adquirido un empuje extraordinario. Sus nutridas aspiracio­
nes sociales y económicas tendían a imponer un régimen en
que la participación de las masas fuera un hecho.
Además, todo el Partido Nacional en pleno, estaba deci­
dido a romper el exclusivismo del sector oficial, que lo man­
tenía en un casi permanente estado de abstención electoral.
Precisamente, en abril de 1896 el Partido Nacional pro­
clamó “la abstención”. En el Manifiesto decía lo siguiente el
Directorio: “El Presidente anterior declaraba que debía exis­
tir y qué era necesario que existiese, la influencia directriz
oficial. El presidente actual, lejos de reaccionar contra se­
mejantes prácticas nefandas, demuestra por el contrario sus
tendencias a permanecer dentro del atentado y del abuso, y
sin ninguna de las consideraciones de reparo, de vergüenza
y de decoro propio, que debe tener siempre en cuenta un
magistrado, asignaba en su mensaje cuando la apertura del
presente período legislativo, que “no hay partido que pueda
con fundamento de verdad decir que no tenga representación
en la cosa pública o que por la acción del gobierno esté coar­
tado en el ejercicio de sus derechos, y que todos los ciudada­
nos disfrutan de las más amplias garantías al amparo de las
instituciones que rigen en la República”. Esas son las pala-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 423

tras con que el primer magistrado pretende difundir con­


fianza en el pueblo. Ellas envuelven todo un programa elec­
toral de la más inicua significación’’. (4)
En aquel momento, la abstención significaba la revolu­
ción. El 2 de setiembre de 1896 se había constituido en Buenos
Aires la Junta de Guerra del Partido Nacional, con Juan A.
Golfarini, Duvimioso Térra, Jacobo Berra, Eduardo Aeevedo
Díaz y Carlos M. Morales.
Las elecciones de 1896 fueron de gran apatía. No vota­
ron ni un fuerte sector del Partido Nacional, ni la tendencia
popular del Partido Colorado.
Aquél preparaba ya la revolución.
El 30 de enero de 1897, frente a la revolución blanca
que se aproximaba, los colorados opositores celebraron una
reunión en el Teatro Cibils. Hablaron José Batlle y Ordóñez,
Juan Campisteguy, Domingo Mendilaharsu, Daniel Martínez
Vigil, Carlos Travieso, Juan Carlos Blanco, Eduardo Flores.
Algunos de los oradores justificaron la revolución. No así
José Batlle y Ordóñez, que condenó tanto a ésta como al go­
bierno. Dijo entonces: 44Este, que vive a nuestro lado, que se
llama de los nuestros, que toma nuestro nombre, ha preten­
dido anarquizarnos y deprimirnos para imponernos su vo­
luntad, y cuando ha creído que su obra estaba completa, ha
olvidado todas las consideraciones y ha conculcado todos nues­
tros principios. No quiero citar más que un ejemplo de su
audacia y de su imprudencia, y es la formación de esa Cá­
mara que va a inaugurarse dentro de algunos días. No ha
vacilado en asegurar que nosotros la hemos elegido, que he­
mos votado por ella, que le hemos confiado los destinos de la
República, y que por nosotros está moral y legalmente auto­
rizada para legislar en nombre nuestro!...”
“Y yo pregunto, señores, ¿hay aquí, donde el Partido Co­
lorado está reunido, hay aquí alguno que haya votado por
esa Cámara? (No! no! no!). Igual, protesta se alza en toda la
República”. Luego Batlle agregó: 44Dice el Partido Blanco
que viene a restablecer las garantías individuales y las liber­
tades públicas... Pero no creamos!”
“Viene, antes que todo, a derrocar al Partido Colorado! Y
ese ataque, que un señor Idiarte Borda en su vanidad deli­
rante, cree que va dirigido contra su persona, y pretende re­
424 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

pelerlo con el concurso de sus amigos particulares solamente,


ese ataque es uno de los más formidables que se lian prepa­
rado contra nuestro partido, —y si se produce—, tendremos
que repelerlo nosotros mismos, con nuestros propios brazo-,
bajo las órdenes de nuestros mejores Jefes!” (5)
En marzo de 1897 estalló la revolución, dirigida por un
militar de escuela, Diego Lamas, y por un caudillo de extra­
ordinario arraigo: Aparicio Saravia.
La revolución era popular. Surgía, indudablemente, de
un estado de alma colectiva. Todo un partido reclamaba la
honrosa participación en el poder, a que tenía derecho. Y
la fracción popular del otro partido también debía mirarla
con simpatía. Además, el clima ya exacerbado del país ha­
bía sido sobreexcitado con la prédica vehemente de Eduar­
do Acevedo Díaz que, desde “El Nacional”, hizo al gobierna
una oposición terrible durante el año 1896.
La revolución de 1897 tuvo aspectos característicos. Des­
de luego el de una rebelión fulminante; el 17 de marzo, Diego
Lamas obtuvo sobre el General José Villar Ja gran victoria
de Tres Arboles. Extraordinario fué, en su lacónica y heroica
honradez, el parte del jefe vencido:
“A S. E. el señor Presidente de la República. — He su­
frido un desastre completo. Busqué sorprender y fui sorpren­
dido. He buscado la muerte en el peligro, que me ahorrara
el pesar de comunicar a V. E. el desastre. Es tanto mi aba­
timiento moral que encomiendo a mi jefe de E. M. el parte
detallado. — Saluda a V. E. — Villar”. (6)
Ya dijimos que la revolución de 1897 puso en escena y
en primer plano a un personaje de arraigo popular: Aparicio
Saravia, el último de los grandes caudillos militares. Nacido
el 16 de agosto de 1856 en Cerro Largo, criado y educado
en el campo, se había consustanciado profundamente con el
alma campesina. Su padre, don Ciríaco Saravia, que tenía
bienes de fortuna, lo envió a cursar estudios a Montevideo;
pero al niño le resultaron harto pesadas las disciplinas del
colegio y un día decidió fugarse de él. Después de dos meses
de peregrinaje por la campaña llegó delgado y maltrecho a
la casa paterna, pero feliz de sentirse libre y otra vez en
contacto con la naturaleza. Llevado por el instinto y por ad­
hesión a su hermano Gumersindo abandonó a su familia y
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 425

participó en la revolución federal riograndense de 1893. Su


actuación fué en ella tan extraordinaria que a la muerte de su
hermano Gumersindo fué designado General de la revolución.
Poco tiempo de tranquilidad siguió a este movimiento.
Desoyendo las órdenes del Directorio se alzó contra Idiarte
Borda en noviembre de 1896. Fué un intento sin éxito. Unido
a Diego Lamas, en la revolución de 1897, le acompañaron en­
tonces, entre otros jefes de prestigio, Jerónimo de Amilivia,
Agustín Urtubey, Basilio Muñoz, Coronel José F. González,.
Coronel Juan Francisco Mena, Coronel Cicerón Marín, For­
tunato Jara, Nicasio Trías, Coronel Bernardo Berro.
A la victoria de Tres Arboles siguió la derrota sufrida
en Arbolito contra las fuerzas de Justino Muniz, el caudillo-
rival de Saravia. Otros combates de menor importancia si­
guieron a éstos: Cerros Blancos y Cerros Colorados. Después
se produjeron correrías hasta el mes de junio, en que se li­
bró el combate de Aceguá entre el General Muniz y el Coronel
Trías.
El 16 de julio de 1897 se pactó en Aceguá una tregua,
de 20 días. El Dr. Aureliano Rodríguez Larreta, Lamas
y Saravia concretaron el ofrecimiento de paz en esta for­
ma : El ejército renunciaría a la lucha armada. El Cuerpo
Legislativo contraería el compromiso de elegir Presidente de
la República al ciudadano José Pedro Ramírez. Se darían je­
faturas políticas al Partido Nacional, en los siguientes
departamentos: San José, Florida, Minas, Flores, Rocha,
Treinta y Tres, Cerro Largo y Artigas. Se restablecerían
los derechos civiles y políticos para todos. Habría repo­
sición en sus grados de los militares y se pagaría $ 200.000
por gastos de pacificación. Y la base séptima decía: “El País
confiaría la solución de sus grandes problemas al gobierno
que se constituyese el l.9 de marzo de 1898, esperando que
se atenderá ante todo a la reforma de la ley electoral en vi­
gencia actualmente, a fin de que todos los orientales sin dis­
tinción de colores políticos, estén garantidos en el derecho
del sufragio, que es el derecho político primordial, y cuyo uso
legítimo aseguraría para siempre la paz interior”.
Juan José de Herrera y Juan A. Golfarini, representan­
tes del Comité de Buenos Aires, presentaron a Rodríguez La-
426 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

rreta bases de pacificación en que se incluían: la exigencia de


la representación proporcional, integración de la Alta Corte
de Justicia con elementos nacionalistas y algunos Ministerios
también nacionalistas. (7)
Pero las gestiones fracasaron.El gobierno sólo estaba
dispuesto a conceder cuatro jefaturas. Por otra parte, tam­
bién estallaron desinteligencias entre el Comité de Guerra
revolucionario y los caudillos que llevaban la revolución. En­
tre tanto, el país clamaba por la paz. El 5 de agosto de 1897
un mitin de 20.000 personas la pedía por las calles de
Montevideo.
El 25 de agosto apareció en “La Razón’’ un tremendo
editorial de Carlos M. Ramírez contra el Gobierno. Esa tarde
Idiarte Borda, que acababa de asistir al Te Deum celebrado en
la Catedral en conmemoración de la fecha patria, cayó muer­
to por un balazo que le dirigió Avelino Arredondo.

III

Juan Lindolfo Cuestas, Presidente del Senado, le sucedió


en el ejercicio del Poder Ejecutivo. Aunque integrante del
grupo colectivista, comprendió la necesidad de paz que tenía
•■el país y se aprestó a realizarla.
El 18 de setiembre se firmó en Montevideo la paz con­
certada en el Paso de la Cruz, por el Dr. José Pedro Ramírez
y D. Pedro Echegaray.
La suscribieron en representación del gobierno: Luis
Eduardo Pérez, Eduardo Mac Eachen, Juan Campisteguy, Ja-
cobo Varela y Mariano Ferreira. Delegados de la revolución,
fueron Juan J. de Herrera, Eustaquio Tomé, Carlos Berro,
Aureliano Rodríguez Larreta.
Establecía lo siguiente:
1J El Partido Nacional renunciaba a la lucha armada
y en consecuencia el ejército revolucionario se pondría a las
órdenes del Poder Ejecutivo, licenciándose cuando tomasen
posesión los nuevos Jefes Políticos.
2? El Poder Ejecutivo en su carácter de colegislador
prestigiaría v sostendría ante el Cuerpo Legislativo la refor­
ma electoral, a cuya sanción se habían comprometido ante el
país la mayoría de los miembros de dicho poder, en el mani­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 427

fiesto del 4 de agosto, siendo entendido que se incor­


porarían a la legislación entonces vigente, las modificaciones
ya hechas por el Senado y los proyectos presentados a la
-Cámara de Diputados sobre representación de las minorías
por el sistema del voto incompleto en las elecciones de Jun­
tas Electorales, Juntas E. Administrativas y representantes
del pueblo. Esta cláusula, por la garantía institucional de fu­
turo que importaba para el país, era la base fundamental y
esencial de las negociaciones y el Poder Ejecutivo contraía
el compromiso de incluir la reforma en las sesiones extraor­
dinarias de ese momento, y de gestionar su aprobación.
3? El nombramiento de jefes políticos recaería en ciu­
dadanos que por su significación y demás cualidades perso­
nales, ofreciesen eficaces garantías.
4? Todos los orientales quedaban en la plenitud de los
derechos civiles y políticos.
5? Serían repuestos jefes y oficiales dados de baja.
6? El ejército revolucionario recibiría $ 200.000 como
gastos de pacificación. (8)
Verbalmente, pues de acuerdo con la constitución no po­
día hacerse otra cosa, se convino en que seis jefaturas polí­
ticas serían confiadas a los ciudadanos nacionalistas.
La paz estaba asegurada, con beneplácito general. Sólo
desagradó al círculo colectivista cuyo jefe Julio Herrera y
Obes, hizo oir su serena voz de descontento.
No se había conseguido la representación proporcional,
pero por lo menos la representación legal de las minorías.
Debemos hablar ahora de las conquistas materiales de
este período.

r IV

Dijimos que durante el período de 1890-97 se llevaron


a cabo una serie de importantes obras de progreso material.
Durante el gobierno de Idiarte Borda se realizaron ini­
ciativas tan proficuas coino las que expondremos a continua­
ción. Una fué la nacionalización de la compañía de luz
eléctrica. La compañía de luz, establecida desde 1886, se
encontraba en muy malas condiciones económicas. El Banco
Nacional, de cuyo activo y pasivo se había hecho cargo el go-
428 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

bienio, tenía en su poder 14,260 acciones de esa compañía.


Al liquidarse el Banco Nacional, el Poder Ejecutivo dispuso
la nacionalización de la empresa, realizándose la explotación
del servicio de la luz eléctrica, por una empresa particular.
El Poder Legislativo aceptó esa iniciativa, dictándose la ley
de 10 de febrero de 1896. La empresa de la luz eléctrica siguió
progresando. Por la ley de setiembre de 1906 fué transfor­
mada en “Usina Eléctrica del Estado’’.
Otra obra realizada fué la construcción de las líneas fe­
rroviarias del oeste (a Mercedes y Colonia), ya concedidas por
contrato de febrero 28 de 1889.
Más importante que la anterior fué la fundación del Banco
de la República. Ya desde 1879, en su calidad de legislador,
había presentado Idiarte Borda un proyecto de ley para crear
un “Banco Nacional de Emisión y Descuento”.
Desde luego que anteriores al suyo, habían existido otros
proyectos; y posterior, el de José L. Térra, en la época de
Santos.
Durante la época de Tajes se había fundado el Banco Na­
cional, que se instaló el 25 de agosto de 1887. Había sido
creado a propuesta de un sindicato de capitalistas argentinos
encabezados por el Dr. Emilio Reus. El Banco era mixto: el
gobierno nombraba al presidente y a la tercera parte del Di­
rectorio. La empresa fué un fracaso. En menos de tres años,
el capital del Banco había desaparecido. En diciembre de 1890,
Julio Herrera y Obes había intentado hacerlo resurgir, pero
sin éxito. Cuando subió Idiarte Borda, fué una de sus preo­
cupaciones, a pesar de la oposición que se le hizo. “El Día” y
“El Nacional”, realizaron una enérgica propaganda contra el
proyecto. Carlos María Ramírez, en un artículo de “La Ra­
zón”, de l.9 enero de 1896, decía: “Sabemos bien que el Banco
tiene muchos partidarios y que sobre esa blanda almohada se
adormecen numerosísimas ilusiones y esperanzas del año que
hoy asoma”.
“Nuestra opinión es bien conocida. Se necesita un Banco,
un motor, pero un motor de crédito. El Banco del Estado ten­
drá sus cinco millones de capital, podría tener algunos otros
recursos oficiales, pero no tendrá crédito, no conseguirá atraer
los depósitos particulares. Su destino se encierra en esta fór-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 429

muía: ‘‘Todos a pedirle, nadie a llevarle”. Idiarte Borda ven­


ció todas estas resistencias. Y al fin, la Ley Orgánica del Ban­
co de la República fué aprobada el 4 de agosto de 1896. Era
un banco mixto; su capital de diez millones de pesos, tenía dos
series iguales; una para el Estado, otra para llenarse por sus­
cripción particular. Su directorio sería nombrado íntegra­
mente por el Poder Ejecutivo (con acuerdo del Senado) mien­
tras el capital fuera sólo del Estado; cuando se llenase con
suscripción particular, intervendrían también los accionistas.
Tenía el monopolio de la emisión hasta el 50 % de su capital
realizado en billetes menores de $ 10; también podía emitir
billetes de $ 10 y mayores, pagaderos en oro al portador.
El 4 de agosto de 1896 quedó constituido el Directorio
del Banco. Fué su primer presidente, D. José María Muñoz.
En materia de relaciones internacionales el gobierno
resolvió denunciar todos los tratados de comercio y navega­
ción existentes entre la República y los países americanos y
■europeos, a medida que venciera el término de su duración;
y así podía estudiar las cláusulas de nuevos convenios a cele­
brarse teniendo por base la reciprocidad de intereses.
Se prosiguieron también las cuestiones pendientes con el
Brasil, la referente a la deuda contraída en 1851, la libre na­
vegación de la laguna Merim y el río Yaguarón, y un tratado
de comercio entre ambos países. Interpuso gestiones amisto­
sas entre los gobiernos de Argentina y Chile, y más tarde
entre los de Bolivia y Paraguay.
Colaboró eficazmente en la creación del Arzobispado de
Montevideo, con la oposición del elemento liberal, en la Cá­
mara y fuera de ella. El Club Francisco Bilbao inició un tenaz
movimiento en contra. Pero el Poder Ejecutivo consiguió de
las Cámaras la sanción del proyecto qiíe permitía el envío a
Europa de Juan Zorrilla de San Martín para las gestiones
pertinentes. Estas triunfaron; por Bula de 14 de abril de 1897
León XIII creó la Provincia Eclesiástica del Uruguay, nom­
brando Arzobispo al Dr. Mariano Soler.
Pero sin duda el aspecto más importante de este período
es la gestión realizada en el Ministerio de Fomento por el
Ing. Juan José Castro, a la que ya hemos aludido.
Siendo muy joven formó parte de las huestes revolucio-
430 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

liarías del Quebracho, comandadas por su padre el Gral. En­


rique Castro; actuó luego en la Dirección General de Obras
Públicas, en la Dirección de Telégrafos Nacionales, y redactó
en 1893 un notable estudio sobre los Ferrocarriles Sudame­
ricanos que abarcó un tomo de más de seiscientas páginas.
Es posible que el país haya contado con técnicos tan capaci­
tados como el Ing. Castro; pero éste poseía además de una
vigorosa inteligencia y seria formación, una extraordinaria
voluntad realizadora. “Tenía —dice Rodó— sobre todo, el
rasgo menos común en los caracteres orientales: la perseve­
rancia que nace de la fe incontrastable en el éxito”. No obs­
tante sus vinculaciones con la fracción colorada popularT
aceptó en 1894 el Ministerio de Fomento. Su actitud indepen­
diente y el idealismo que le animó han sido comparados con
el gesto de José Pedro Varela al colaborar con el gobierno
de Latorre. La vasta obra realizada, la total consagración
de sus energías, hasta la muerte prematura tras agotadora
jornada, le aproximan a la personalidad del amor de la re­
forma escolar.
Durante su Ministerio, entre otras muchas iniciativas, se
realizaron los estudios para la construcción del puerto de
Montevideo, la obra pública más importante que hasta enton­
ces se proyectara en el país y que se hallaba desde hacía
años en el terreno de la hipótesis. Los informes reunidos por
la comisión que presidía el Ing. Castro permitieron iniciar
los trabajos el 18 de julio de 1901. Se efectuó el arreglo con
la empresa inglesa, vinculada a la casa Baring Brothers, con
cuya intervención se había financiado la construcción de los
ferrocarriles del Oeste, interrumpida a causa de la crisis de
1890, lo cual originó un grave conflicto durante muchos años
insoluble. El arreglo no sólo facilitó la construcción de
dichas líneas férreas en condiciones ventajosas, sino que per­
mitió a la vez la fundación del Banco de la República, cuyo
capital fué aportado por el mismo grupo que financió aquella
obra. Se realizó la canalización del arroyo de las Vacas y
la mejora de su puerto; la canalización del San Salvador y
la de una parte del Río Negro, que permitió la entrada hasta
Mercedes de los buques de alto calado; las obras del paso de
Almirón en el Río Uruguay que facilitaron la navegación
hasta Paysandú y Salto, iniciándose de tal suerte en el país
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 431

los trabajos hidrográficos ordenados. Se practicaron estudios-


para mejorar los puertos de Colonia, Maldonado y La Pa­
loma y se inició la triangulación del Río de la Plata. Se dió
comienzo al catastro geométrico parcelario y se realizó en
1896 el censo estadístico de la República autorizado por ley
de 1873. Se regularizaron los límites anteriores. Se completó
la red de Telégrafos Nacionales y de Teléfonos departamen­
tales. Se e fectuaron estudios sobre edificación escolar, do­
tándose de un gran edificio a la Universidad de la República
y a otros servicios públicos.
Se proyectaron importantes obras de vialidad, inaugu­
rándose en 1896 la primera carretera macadamizada cons­
truida en el país. Se proyectó la creación del Instituto His­
tórico y Geográfico del Uruguay; fué creado el Observatorio
Meteorológico Nacional y el Instituto de Higiene Experimen­
tal. El Ing. Castro formuló, además, el primer proyecto de
ley orgánica de obras públicas que consta de noventa y seis
artículos. Los estudios realizados durante esta fecunda ges­
tión ministerial fueron recogidos en una Me moría que com­
prendía diez y seis tomos, la cual se hallaba en vías de
publicación cuando el Ing. Castro abandonó su puesto el 25
de agosto de 1897. Los más intransigentes adversarios polí­
ticos del gobierno de Idiarte Borda reconcieron la signifaca-
ción nacional de la obra del Ing. Castro. (9)

El cargo más grave que puede hacerse a Idiarte Borda


es el de su falta de visión política, el no haber percibido la
evolución que se operaba merced a la influencia de los par­
tidos populares. Creyó que estabilizado el orden y arraigado
el principio de Ja autoridad en el país, éste debía consagrar
todas sus energías a la obra del progreso material. Los re­
clamos de libertad política en el concepto de los hombres de
su escuela, eran considerados actos demagógicos. Sus desa­
ciertos políticos, agravados por su falta de flexibilidad, deben
imputarse en buena parte al núcleo partidario a que perte­
necía. Pero no se le puede desconocer a Idiarte Borda la
buena intención que le animó al iniciar en el país la política
de las realizaciones materiales que la agitada existencia na­
cional había postergado hasta entonces.
432 HISTORIA DE LA REPUBLICA OR/IENTAL DEL URUGUAY

‘‘Nuestra actualidad es de paz, de trabajo, de organiza­


ción y de administración, de intereses económicos, de pro­
greso material, de grandes obras públicas, —dijo en su
Mensaje a la Asamblea General el 15 de febrero de 1896.—
Estas son las exigencias primordiales de Ja actualidad, como
lo fueron secundarias en otras épocas, en que la urgencia
consistía en constituir el gobierno, organizar su mecanismo,
ensayar su funcionamiento, afianzar la libertad y las insti­
tuciones, luchar por ellas, imponer respeto por el libre ejer­
cicio de los derechos cívicos, desentrañar el gobierno personal
y sustituirlo por el gobierno de la ley, cimentar la paz y el
orden; ¡cincuenta años de agitación y de combate, pero al
fin la enseñanza fructífera y saludable!” (10)
Ya hemos comentado este aspecto positivo de su gestión
gubernativa. El ingeniero Castro, que colaboró en ella tan efi­
cazmente, sintetizó en esta forma lo que puede considerarse
como saldo favorable de la discutida presidencia de D. Juan
Idiarte Borda:
“Séame permitido recordar algunas de las obras ejecu­
tadas y otras en vías de ejecución, interrumpida su marcha
por devastadora guerra civil.
“Una institución de crédito poderosa en el orden finan­
ciero, capaz de llevar concurso eficaz al comercio y la indus­
tria, para acrecentar las fuerzas vivas de la nación. Una obra
monumental como la del Puerto de Montevideo, de tantos años
anhelada como factor seguro para el intercambio de la pro­
ducción en las transacciones del comercio universal, y sir­
viendo por su intermedio a las comunicaciones rápidas del
continente europeo con casi todos los estados que se extienden
en la dilatada zona que abarca la cuenca del Plata”.
“La solución de arduas cuestiones tendientes a dotar al
país de medios fáciles y económicos de transporte que mar­
chan a pesar de la crisis política y financiera por que atra­
viesa la República rápidamente a su feliz terminación. Y de
hoy en adelante no podrá la fértil región del oeste de la Re­
pública, decirse que está desprovista de vías férreas, porque
la ejecución de la red llamada Ferrocarril del Oeste, que es­
tá en construcción, será uno de los grandes progresos que
deberá el país a la activa administración del Presidente
Idiarte Borda”.
“La apertura a la circulación de algunas de las arterias
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY . 433

fluviales navegables con que cuenta el país, problema trascen-


dentalísimo para sus destinos futuros, que ha sido resuelto
durante su gobierno, con verdadero acierto técnico y grandes
economías”.
‘‘El estudio que con previsión patriótica ha sido ejecu­
tado de sus puertos marítimos y fluviales principales para
que en el porvenir sepan el País y los Poderes Públicos a
qué atenerse en todo lo relativo a esos trabajos de gran im­
portancia nacional”.
“El arreglo de lo propiedad territorial, por medio del
Catastro parcelario de la Nación, que tan directamente afecta
a la vida administrativa y a la regularización de la hacienda
pública
“El censo nacional, obra reclamada por el conocimiento
de las fuerzas del país por medio del conocimiento exacto de
la población, e inventario de la riqueza pública en todas sus
manifestaciones ’ ’.
“La legislación y reglamento sobre trabajos públicos ins­
pirada en las doctrinas y preceptos más adelantados, y otras
tantas iniciativas de verdadero adelanto para la Nación for­
man el núcleo principal de los grandes servicios prestados por
esta Administración a la República”. (11)

29
NOTAS CORRESPONDIENTES AL CAPITULO IX

(1) “Mensaje del Poder Ejecutivo a la Honorable Asamblea General”,-


Montevideo, 1893.
(2) “Diario de Sesiones de la H. Cámara de Senadores”, tomo 58,
pág. 490 y siguientes.
(3) “Mensaje del Presidente de la República al abrir las sesiones de la
Honorable Asamblea en el segundo período de la XVIII Legislatura”, Mon­
tevideo, pág. 6, 1895.
(4) “El Nacional”, Montevideo, 19 de abril de 1896.
(5) “El Día”, Montevideo, fe’brero l.9 de 1897.
(6) Arturo Giménez Pastor, “La revolución de 1897. — Saravia y La*
mas”, Montevideo, 1897.
(7) Obra antes citada.
(8) “Bases de Pacificación”. Hoja suelta de la época.
(9) Miguel Jaureguiberry, “Juan José Castro. Su Vida Pública”, Mon­
tevideo, 1903.
(10) “Diario de Sesiones de la H. Asamblea General”, Tomo VIII,
pág. 150, Montevideo. 1897.
(11) C. Idiarte Borda y M. E. Idiarte Borda, “Juan Idiarte Borda. Su
Obra”, Pág. 467 y siguientes, Buenos Aires, 1939.
CAPITULO X
Perspectiva general del país al finalizar el siglo XIX

Movimiento demográfico y desarrollo material

Población

En 1889 y 1900 se hicieron censos parciales en Montevi­


deo y la campaña, respectivamente. Según esos datos, teniendo
en cuenta el movimiento vegetativo y el movimiento inmigra­
torio, la Dirección General de Estadística en 1902 asignó a
Ja República 990,158 habitantes, comprendiendo 276,034 a
Montevideo y 714,124 a los demás departamentos.
El censo de 1900 de los departamentos de campaña, daba
a éstos 647.313 habitantes, 549.898 nacionales y 97.415 ex­
tranjeros, repartidos en esta forma: Italianos, 26.297; espa­
ñoles, 25.220; brasileños, 26.698; argentinos, 9.871; france­
ses, 4.521.
Se comprueba, pues, el aumento de inmigración italiana
en esta segunda mitad del siglo XIX.
Interesa conocer también las cifras del censo agrícola -
ganadero. Fueron censados 1.012 establecimientos: 873, pro­
piedad de extranjeros; 139, de nacionales.

Inmigración

Durante la mitad primera del siglo XIX nuestro país, se­


gún ya hemos visto, había recibido un fuerte contingente in­
migratorio. Con oscilaciones, esa característica la mantuvo en
el período que estamos estudiando, con la diferencia de que
aparece en él la preocupación del Estado por activar el pro­
ceso de colonización extranjera. En general, en este período
predominó la tendencia liberal, no sólo en el sentido de acor­
dar a los extranjeros la igualdad de derechos con los nacio­
nales, sino aún la de favorecer su entrada mediante una serie
de ventajas o franquicias económicas. Solamente en forma
438 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

aislada, sin éxito, se registran tentativas para imponer cri­


terios restrictivos.
El 4 de junio de 1853 se dictó la primera ley de inmi­
gración, proyectada por el Dr. Jaime Estrázulas, que acor­
daba una serie de liberalidades a las familias agrícolas inmi­
grantes.
El 2-3 de noviembre de 1880, durante el gobierno de Vidal,
se sancionó una ley por la cual se autorizaba al Poder Eje­
cutivo para fomentar la agricultura, formando empresas de
colonización o estimulando las iniciativas particulares.
En 1888 Máximo Tajes propuso un plan de colonización
n la Asamblea General.
La Comisión de Hacienda de la Cámara, que contaba en­
tre sus integrantes a Carlos María Ramírez, Francisco Bau-
zá, Martín Aguirre, Juan J. de Herrera y Manuel Herrero
y Espinosa, se manifestó de acuerdo con la política interven­
cionista del Estado y elaboró un proyecto que fué convertido
en ley en junio de 1890. Establecía disposiciones tendientes
a favorecer la inmigración, pero evitando al mismo tiempo
la entrada de enfermos, mendigos, incapacitados para el tra­
bajo. Creaba también la Oficina del Trabajo, que debía encar­
garse de la colocación de los inmigrantes. Bien inspirada, la
ley no pudo tener las proyecciones que de ella se esperaban,
por la crisis de 1890, que derribó al Banco Nacional y que
privó de los capitales necesarios para el fomento de la inmi­
gración. Coincidente con estas medidas del Estado, se desen­
volvió la iniciativa privada. En 1852 D. Juan Ramón Gómez
fundó la Sociedad Protectora de Inmigrantes. D. Doroteo
García Lagos fundó en 1858 la Colonia Piamontesa. Poco
tiempo después se estableció la Colonia Suiza.
La doctrina jurídica, sin desconocer la gravedad de los
problemas que planteaban en nuestro país las corrientes in­
migratorias cuyos gobiernos de origen trataban de imponer
el jus sanguinum o por lo menos un tratamiento excepcional
en favor do sus nacionales, se mostró también liberal al res­
pecto.
He aquí las palabras de Alejandro Magariños Cervan­
tes, en su Discurso Inaugural del Derecho de Gentes en
1865. “La civilización personificada en el elemento extranjero,
golpea a nuestras puertas. No debemos ni podemos cerrar-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 439
selas. Abrámoslas de par en par: saludemos con júbilo a cada
nave de ultramar que arroje el ancla en nuestros puertos.
Que los hijos de la culta Europa encuentren doquiera tradu­
cidas en hechos, no en la letra muerta de los códigos políti­
cos o civiles (lo que también se observa en una. gran parte del
viejo mundo) las relaciones que el derecho natural establece
entre los hombres, la seguridad personal, la libertad de lo­
comoción, de la industria y del trabajo; el tranquilo goce del
fruto de éste, el respeto a la propiedad, la inviolabilidad del
hogar, el derecho de asociación, el de adorar a Dios según
las creencias de cada uno, el pleno y libre ejercicio de las
facultades intelectuales y morales, sin otro límite que el abuso
y la licencia, señaladas de antemano en la ley”.
“Bajo el imperio de la guerra, la observancia de todos
estos principios es generalmente imposible, y el extranjero
envuelto en nuestros desastres participa igualmente de la ca­
lamidad que .nos abruma”.
“En consecuencia, vienen las quejas, las reclamaciones,
las notas fulminantes, los ultimátum, y finalmente los argu­
mentos no siempre lógicos y justos, pero enérgicos y bruta­
les como las bocas y los cañones encargados de formularlos”.
“Débiles como somos, no nos queda otro baluarte que el
derecho internacional; la fuerza podrá diezmarnos impune­
mente; las bombas arrasar nuestras ciudades, la extorsión
dejar exhausto nuestro erario; pero si la razón está de nues­
tra parte, si podemos oponer al abuso de la fuerza un prin­
cipio del derecho de gentes violado, la honra de la nación
queda ilesa, y la historia justiciera se encarga de marcar en
la frente al agresor, por más poderoso que sea, con un sello
perdurable de infamia”. (1)

Movimiento Industrial

A fines del siglo, la economía nacional había sufrido algu­


nas variantes. Se mantenía aún, esencialmente, como un país
ganadero. Según el censo de 1900, contaba con 26.134.896
cabezas de ganado, explotados en 22.674 predios sobré una
superficie de 14.515 hectáreas. Más de la mitad.de ese gana­
do, 14.301.378, pertenecía a nacionales y 11.833.518 a ex­
tranjeros, brasileños en primer término.
440 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Así el ganado en pie constituía nuestra principal rique­


za exportable, aunque también exportábamos otros produc­
tos: carnes preparadas, derivados ganaderos, algunos pro­
ductos agrícolas (maíz, trigo, harina de trigo), adoquines,
arena, piedra, carbón de leña, cueros de lobo y nutria y plu­
mas de avestruz.
Con respecto a las carnes saladas se puede observar, sin
embargo, un descenso en los mercados consumidores: el pro­
blema preocupó a los saladeristas y en 1883 se constituyó una
u Sociedad nuevos mercados de carne tasajo” que función*?
hasta 1887. De ella formaron parte hombres progresistas co­
mo Carlos Reyles, Benjamín Martínez, Francisco Gutiérrez
Zorrilla, Luis Ignacio García, Joaquín Costa, Serafín I. de
Madeiros, Simón Porciúncula y Domingo Ordeñana, presi­
dente de la Asociación Rural, fundada en 1871 en plena gue­
rra civil. — Se hicieron gestiones en España y en Italia pero
no se llegó a ningún resultado concreto.
En cambio fué realmente notable el aumento de la ex­
portación de trigo: entre 1875-1880, dos y medio millones de
kilos; entre 1891 y 1895, 217 millones.
También cobraron impulso las industrias, al amparo de
leyes proteccionistas.
Existía en el país una corriente liberal económica, que
cristalizó en la ley aduanera de junio de 1861. Pero desde 1875
se inició el proteccionismo. La ley de 6 de agosto y el decreto -
ley de este año establecieron la suba de derechos de aduana
para los artículos que se podían elaborar en el país, y la su­
presión o baja de los derechos sobre los demás productos
que tenía que comprar para explotar sus riquezas. En enero
de 1888 se dictó otra ley francamente proteccionista, que es­
tableció como derecho general ad valorem el 31 %, elevándose
en algunos artículos hasta el 51 %.
Leyes posteriores aumentaron aún más estos recargos.
Lo grave de estas medidas es que no se tomaron con carác­
ter de transitorias, únicamente en vista de un interés indus­
trial, sino que revistieron carácter fiscal, perdiendo en parte
su objetivo primario.
Propiedad territorial

En un país como el nuestro, de gran latifundio, y escaso


aprovechamiento agrícola, es menester activar por medio de
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 441

una legislación adecuada la movilización de la propiedad in­


mueble.
Para conseguir tal propósito,, antes de ir a las leyes que
faciliten la enajenación de tierras, es menester legislar so­
bre el sistema de registros de propiedades y sobre tierras
públicas. Ambos puntos preocuparon ya desde el siglo pasado»
en el período que estamos estudiando. Desde el 30 de junio
de 1855 se habían creado en eJ país los registros para la
toma de razón de escrituras de venta, permuta, donación o
cualquier acto relativo a bienes raíces. A éstas siguieron
otras leyes: la de 18 de junio de 1856 que estableció la pre­
fación de acreedores hipotecarios, según la fecha de anota­
ción en el registro; la disposición del Código Civil de 1868,
en cuya virtud la venta de bienes inmuebles no se considera­
ría perfecta mientras no se otorgase escritura pública, requi-
riéndose, además, su inscripción en el Registro y exigiendo
las mismas garantías para la hipoteca; posteriormente se­
dearon otros registros, y fundamentalmente, el de Embargos
e Interdicciones Judiciales, en 1877.
En el país hubo un fuerte movimiento de opinión para in­
corporar el sistema Torrens que facilita enormemente la
transmisión de la propiedad. Alberto Márquez, Gonzalo Ramí­
rez, Eduardo Acevedo, hicieron una campaña en tal sentido.
Pero para que el sistema de los registros diera resultado,
era menester legislar sobre tierras públicas. El Código Civil
dispone que el Estado, respecto a sus bienes de propiedad
privada, queda sujeto a las mismas prescripciones que los par­
ticulares y puede oponerlas como ellos. Pero dispone también
que los requisitos para la prescripción de tierras públicas
serían objeto de ley especial, colocando solamente al abrigo
de las pretensiones del fisco a los poseedores por sí o sus
causantes, desde el año 1875 inclusive, constando la pose­
sión por documento público o auténtico.
En 1895 el congreso ganadero - agrícola se ocupó del
problema y se notaron en él dos tendencias divergentes: la
que aspiraba a que el Estado conservase las tierras públicas
como recurso fiscal y la que abogaba en favor de los posee­
dores de más de treinta años, a fin de poner término a la
incertidumbre general de la propiedad.
442 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Vialidad y medios de transporte

El problema de la vialidad recién fué encarado^ puede


decirse, a fines del siglo XIX.
De Ja época colonial sólo se habían heredado redes ins­
piradas, ante todo, en puntos de vista estratégico - militares.
Los tres caminos que entonces existían eran caminos de gue­
rra: uno flanqueaba el litoral uruguayo, otro el litoral atlán­
tico; otro, atravesaba el país en el centro. El primero servía
para la comunicación con Buenos Aires; el tercero daba ac­
ceso a las Misiones Jesuíticas; el segundo era el camino de
los invasores lusitanos. En cierto modo sin embargo, esa
red concordaba con la topografía del país, porque entre el
camino del Atlántico y el del Centro, estaban los terrenos
quebrados de Minas y Cerro Largo; y entre el Central y el
Uruguay, una red fluvial difícil de atravesar.
Poco a poco, el surgimiento de poblaciones y los repar­
tos de tierras fueron dando origen a caminos secundarios
que se formaban accidentalmente .sin previo plan ni tra­
zado .
Después de la independencia, no hubo preocupación ofi­
cial por la vialidad hasta 1840. En esa fecha se puso en
vigencia el título 17 de la ley segunda del libro cuarto de
Indias, de la época colonial, que decía así: “Que en los ca­
minos que ahora son y en adelante fueren, sean libres para
todo género de gentes, en tal manera, que aunque los dichos
caminos atraviesen por las heredades repartidas y que se
repartiesen, ninguna persona los quiera impedir, como ni
«tampoco otros, que de nuevo descubriesen los caminantes,
por más breves y de mejores conveniencias”,
El Código Rural se ocupó luego del asunto, pero en for­
ma dispersiva.
Así, confiados al azar, o a las necesidades accidentales
de los pobladores, los caminos no respondían al interés co­
lectivo .
En una conferencia pronunciada en el Ateneo en 1884,
decía el agrimensor D. Francisco J. Ros: “...si imagina­
mos una carta general de nuestra red de comunicación, el
efecto que ella nos produce es el de numerosas serpientes con-
torcionándose extraordinariamente y dispersándose en des­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 443

orden sobre el suelo de la República; pudiéndose decir, tam­


bién, que si ideamos la formación orográfica de las alturas
de segundo orden, con todos sus zig-zags llegaríamos, con
muy corta diferencia, al trazado de la mayor parte de nues­
tros caminos”.
La primera ley orgánica fué hecha recién en enero de
1884. Ella establecía que la construcción y conservación de
los caminos nacionales estaría a cargo de la nación, fijándose
una renta anual y permanente para esos fines- Crea­
ba un organismo especial para tal objeto, la Dirección Gene­
ral de Caminos Nacionales.
Poco a poco, pues, fueron surgiendo los ferrocarriles en
territorio nacional.
En 1869 apareció el primer trazado Montevideo - Las
Piedras. Siguió extendiéndose y en 1875 había llegado al Du­
razno. Entre 1875 y 1890 el ferrocarril Central llegaba has­
ta Achar.
Pero la etapa decisiva se cumplió entre 1891 y 1901. El
ferrocarril Central unió a Montevideo con Rivera; el Mid-
land, Paso de los Toros a Salto; el ferrocarril Oeste ligó
Montevideo a los puertos de Colonia, Mercedes y Sauce.
La fisonomía del país cambió radicalmente con la apa­
rición y el desarrollo del ferrocarril.
Se dictaron sobre la materia dos leyes de carácter ge­
neral: La de 1884, que establecía la red principal, con seis
troncos y ramales combinados, que podrían ser concedidos
por cuarenta años. Se legislaban las condiciones que de­
bían aceptar las empresas concesionarias, pero el regimen
acordaba la garantía del interés de un mínimo del 7 % so­
bre el valor de cada kilómetro de vía pronto y abierto al
servicio público.
La ley de 1888 amplió el trazado e introdujo algunas
modificaciones, manteniendo siempre la garantía del inte­
rés.
Antes de la sanción de estas leyes, se habían concedido
varias líneas: el ferrocarril Central del Uruguay, el ferro­
carril a Higueritas y el ferrocarril Noroeste del Salto al
Cuareim, en la frontera brasileña.
También el Estado podía construir ferrocarriles por su
cuenta; pero la ley de 8 de febrero de 1890 estableció que
444 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

en todos los casos en que el Poder Ejecutivo resolviese cons­


truir ferrocarriles por cuenta del Estado, debería someter
los contratos celebrados, a la aprobación del Poder Legisla­
tivo .
A la escasez de caminos, a la aparición tardía del ferro­
carril, debe añadirse la escasa preocupación que itomó nues­
tro gobierno por el desarrollo de la marina mercante y del
comercio de cabotaje.
En efecto, el 19 de enero de 1834 Rivera firmó un de­
creto por el que se reservaba la navegación del cabotaje al
pabellón nacional. Prácticamente no se cumplió. Y en cam­
bio, se evidenció en el país una tendencia a favorecer el co­
mercio, sin estimular el cabotaje nacional.
De tal modo que al comenzar el siglo XX, éste estaba en
plena decadencia.
Recién en 1912 se dictó la ley de monopolio, pero dán­
dole aún escasa protección. Algunos barcos habían emigra­
do para ponerse bajo la protección de otra bandera y las
flotas nacionales fueron adquiridas por la empresa Miha-
novich. (2)

II
Las Instituciones

El concepto del Estado

El proceso de nuestra organización política coincidió en


gran parte con el auge del liberalismo individualista, que
pugnaba por reducir las funciones del Estado a los fines
estrictamente primarios.
La expresión más vehemente y más extrema de la ten­
dencia mencionada la constituyó sin duda la brillante gene­
ración de 1873 que por tal camino llegó a exageraciones evi­
dentes. En general, Ja evolución jurídica del país se hizo en
el sentido del orden individualista.
He aquí el concepto del estado, según un representante
puro de la generación del 73:
íl—¿Puede el Estado abril’ establecimientos comercia­
les, industriales o fabriles?”.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 445
““No, señor, no lo puede, porque su misión es otra
que comerciar y lucrar, y su función propia y .peculiar difie­
re esencialmente de la de cada particular”.
“Por la misma razón no puede ser banquero ni fundar
establecimientos de crédito en concurrencia con los particu­
lares”.
“Así es que la Constitución no autoriza la creación de
un Banco de Estado, y sí solo la de bancos particulares, con
la exclusión expresa de aquél, como textualmente se deter­
mina y declara en las actas de la sesiones de la Asamblea
Constituyente, impresas y publicadas en 1870 (pág. 85)”.
“¿Cuál es, pues, la misión de esta institución social, co­
nocida con el nombre de Estado?”.
“Aplicar y desenvolver el derecho en el seno de la so­
ciedad”. (3)
Durante el siglo XIX el acrecentamiento de las funciones
etáticas se llevó a cabo con gran lentitud.
Podemos comprobarlo al estudiar la marcha general de
la legislación a tal respecto.
En materia de enseñanza ,si bien es cierto que el Esta­
do se había preocupado de ella, verdaderamente pasó a ser
recién un servicio público, con todos los caracteres de ta!,
a raíz de la Ley de Educación Común, promulgada en 1877
que establecía la enseñanza gratuita y obligatoria. En ma­
teria de ferrocarriles, las leyes generales de 1881 y 1884.
adoptaron el principio de la concesión. El sistema de los fe­
rrocarriles del Estado encontró numerosos opositores: la
ley de 1890 obligaba a recabar sanción legislativa para los
actos del Poder Ejecutivo que los establecía.
La protección industrial recién comenzó, según ya diji­
mos, en 1875, con un regimen de impuestos aduaneros, con­
solidándose verdaderamente en 1888.
El régimen del contrato de trabajo quedaba anulado
por los principios generales del derecho común, es decir, se
aplicaba el criterio individualista consignado en el Código Ci­
vil, según el cual “los contratos legalmente celebrados for­
man una regla a la cual deben sujetarse las partes, como a
la ley misma”. Apenas si se señalaban a esta libertad de
contratación, limitaciones generales como las que resulta­
ban deJ orden público y las buenas costumbres, o el principio
446 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

consagrado en el Art. 1836 en que se prohíbe el arrenda­


miento de servicio de otro modo que no sea por tiempo de­
terminado.
Ya liemos visto, por otra parte, que en el Código Civil,
en nombre de la libertad de los contratos, se suprimían tra­
dicionales disposiciones protectoras, como la rescisión por
lesión enorme o enormísima, la interdicción del pródigo.
El sistema general excluía por lo tanto la intervención
del Estado en el contrato de trabajo, que quedaba regido por
los principes de derecho común. No se pensaba para nada
en la posibilidad de una legislación obrera.
En materia de legislación bancaria, la idea de un banco
nacional fué combatida con violencia.
El primer reglamento orgánico de bancos data del 23
de marzo de 1865, que consagró como base del sistema la li­
bertad bancaria, con facultades de emisión, bajo algunas res­
tricciones. Y don Tomás Villalba, autor del proyecto en que
se inspiró aquel reglamento, sostenía un tiempo después que
si el sistema había fracasado, no era por la libertad que él
suponía, sino por la intromisión de los gobiernos que abusa­
ban del crédito bancario.
Con los desastres bancarios de 1868, el gobierno con­
sultó a una Comisión de peritos, cuyas opiniones fueron dis­
cordantes. Ya hemos visto que Tomkinson, Diehl y Folie
opinaban que debía suprimirse la libertad de emisión; mien­
tras que José Pedro Ramírez, Elbio Fernández y José G-. del
Busto, se manifestaban completamente partidarios de la li­
bertad bancaria.
Y en julio de 1873, el doctor José Pedro Ramírez pre­
sentó un proyecto de libertad absoluta de emisión.
La idea de crear un Banco Nacional era en general re­
sistida. Tenía, no obstante, sus sostenedores. Francisco
Bauzá publicó en 1874 el estudio más completo que hasta
entonces se había dedicado al tema; poco después, en 1876,
Pedro S. Lamas dió a conocer sus ‘‘Bases para la funda­
ción inmediata de un Banco Nacional” en la República.
Recién el 24 de mayo de 1887 se dictó la ley orgánica del
Banco Nacional. La quiebra de éste, producida a los tres
años, dió origen a la ley de 19 de diciembre de 1890, que pro­
hibía el establecimiento de nuevos bancos de emisión; otra
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 447

lev de la misma fecha creó el Banco Hipotecario, a expensas


de Ja sección hipotecaria del Banco Nacional. Y en realidad
la creación de un banco exclusivamente del Estado recién se
llevó a cabo el 13 de marzo de 1896, en que se instaló el Ban­
co de la República, cuya carta orgánica fué sancionada él 4
de agosto del mismo año.
Y así, llegamos a fines del siglo dentro de una posición
casi de desconfianza frente al Estado. El panorama cambia
completamente al comenzar el siglo XX.
Entonces, sin transiciones, se pasó bruscamente a una
carrera vertiginosa de etatización e intervención guberna­
mental. Creación de nuevos servicios públicos, monopoliza­
ción de los ya existentes, legislación obrera, son aspectos
nuevos de este siglo, que cambiaron fundamentalmente la
estructura jurídica del país y el concepto del poder público.
Al mismo tiempo que el Estado, durante el siglo XIX,
afirmaba su posición liberal frente al individuo, realizaba
una política de reasunción de funciones tradicionalmente
cumplidas por la Iglesia; y aún llegó a atribuirse facultades
de discutible constituciónalidad. Mencionaremos el decreto
del 18 de abril de 1861, que dispuso la secularización de ce­
menterios; el de 11 de febrero de 1879, que creó el Registro
de Estado Civil; la ley de 22 de mayo de 1885 que estableció
el matrimonio civil obligatorio; y la de 14 de junio de 1885,
que sujetó a autorización y a inspección gubernamental, las
casas religiosas. Esta ley desconoció, además, la validez ci­
vil de los votos monásticos. Dentro de esta tendencia a des­
vincular la Iglesia de las funciones públicas, debe mencio­
narse el decreto-ley de educación común de 24 de agosto de
1877, que estableció el carácter simplemente facultativo de
la enseñanza religiosa en las escuelas del Estado.

La Constitución y el proceso de su reforma

Al hablar de la Constitución de 1830, y de los males y


de los bienes que ella pudo aportar al país, dijimos que qui­
zás sea exagerado atribuirle una gran responsabilidad en Jas
perturbaciones internas de nuestra, existencia política. Se­
ñalábamos entonces que ella pudo haber servido de base a
un desenvolvimiento más regular y más estable, si hubiera
448 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

sido ampliada; complementada por una legislación y una ju­


risprudencia adecuadas.
No fué así, sin embargo, y muchos de los buenos gérme­
nes que ella sostenía, fueron dejados sistemáticamente de
lado.
Desde luego que el armazón jurídico del país se fué com­
pletando. Además de la Constitución, se elaboraron los có­
digos : se dictó una legislación electoral progresivamente
equitativa; se organizaron ministerios; se complementó algo
la parte relativa a los derechos individuales. En cambio en
materia de organización municipal, recién se legisló en el si­
glo XX con la ley orgánica de Juntas y la creación de las In­
tendencias .
Durante el curso del siglo XIX fueron innumerables las
tentativas realizadas para reformar la Constitución.
Con razón se ha señalado (¡ue el primer intento fué el
petitorio elevado a la Asamblea Constituyente por los mili­
tares que pedían su ingreso al Parlamento. Ya hemos ha­
blado de la injusticia de esa exclusión, que ponía fuera del
recinto legislativo a los que habían colaborado tan eficaz­
mente para realizar la patria.
En 1836 D. Ramón Masini presentó en la Cámara de Re­
presentantes una moción para que se procediera a la refor­
ma : encontró apoyo en ella, pero se detuvo en el Senado,
complicándose con trámites inútiles, siendo al fin rechazada.
Sin embargo la opinión comenzaba a interesarse por ella y
en “El Nacional”, la iniciativa de reunión recibía pleno apoyo.
En 1839 apareció una idea que había de repetirse con
frecuencia: la de convocar una doble asamblea, que se en­
cargaría de la reforma. Tal fué el parecer de las Cámaras,
en comunicación del 22 de julio de 1839. Pero la invasión
del territorio oriental impidió la celebración de los comicios
y por lo tanto, no pudo pensarse en la doble asamblea. La
idea volvió a renovarse, sin embargo; en 1841 la propuso una
Comisión designada por la Cámara de Representantes, inte­
grada por Herrera y Obes, Sagra y Peris y Fernández. Tam­
poco tuvo andamiento en esta oportunidad.
En 1853 la revolución conservadora propició una solu­
ción semejante. El manifiesto del Gobierno Provisorio, de
26 de setiembre de 1853, declaraba que restablecido el orden
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 449

público, se liaría la convocatoria de la doble asamblea. Juan


Carlos Gómez, ministro entonces de Gobierno y Relaciones
Exteriores apoyó esta idea y escribió en “El Orden” artícu­
los en que hacía su elogio caluroso, alegando el ejemplo de
Perú y Chile, que según él, debían sus bienes morales y es­
pirituales a una Grande Asamblea.
El 27 de octubre de 1853 el Gobierno Provisorio lanzó
un decreto convocando al país a elecciones para miembros de
esa doble asamblea, que vendrían autorizados con poderes
amplísimos para revisar la Constitución, juzgar los actos del
Gobierno Provisorio y delegar el Gobierno del país en los
mandatarios que designasen.
Esta Asamblea debía reunirse el í? de enero de 1854; pe­
ro la guerra civil que sobrevino obligó al General Flores a
decretar su aplazamiento por un tiempo.
Al fin en marzo de 1854, —según ya lo hemos referido
en el capítulo respectivo— se encontraron reunidas las Cá­
maras, con doble número de miembros y poderes especiales
para reformar la Constitución. En su seno se entabló enton­
ces una discusión: ¿debía trabajar como un sólo cuerpo cons­
tituyente o fraccionarse en dos, y trabajar como una asamblea
ordinaria? Al fin se resolvió la cuestión declarándose que las
Cámaras electas debían llenar el tercer período de la sexta
legislatura con áujección a las reglas de la Constitución del
Estado. Al hablar de los acontecimientos políticos de la épo­
ca, hemos visto ya la opinión de Manuel Herrera y Obes,
contraria a la convocatoria de la doble asamblea; y a la re­
forma misma de la Constitución que juzgaba inoportuna en­
tonces .
Otra tentativa de reforma fué hecha en 1857. El 15 de
mayo de ese año D. José G. Palomeque presentó la moción
en la Cámara de Representantes; pero fué desechada en la
Cámara de Senadores.
El 15 de febrero de 1863 el Presidente Berro envío su
famoso mensaje en que explicaba que la Constitución te­
nía disposiciones inconvenientes y otras impracticables.
“¿Qué es mejor? ¿Violar la Constitución para evitar el mal
que de observarla viene o corregirla para suprimir ese mal
y esa violación?”, expresaba Berro.
Y el 26 de octubre, al convocar las Cámaras a sesiones

30
450 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

extraordinarias, el Poder Ejecutivo incluyó el problema de


la reforma entre los asuntos a tratarse, pero las circunstan­
cias políticas, la invasión de Flores, volvieron a aplazar el
problema. En 1873 se agitó nuevamente. D. Pedro Busta-
mante fue quien presentó la moción respectiva en la Cámara
de Representantes. Encontró ambiente favorable; y, decla­
rada la necesidad de la reforma, las Cámaras de la XIII Le­
gislatura tenían, entre sus principales cometidos, el de pre
cisar los puntos que debían ser el objeto de modificación.
Pero después de una serie de discusiones sobre el proce­
dimiento de aquélla, la Cámara de Representantes votó la mo­
ción del diputado Torres en la que declaraba que no hallaba
reformas que proponer.
El 5 de junio de 1888 el Dr. Manuel Herrero y Espinosa
presentó la moción de revisión en la Cámara de Represen­
tantes. Al fundarla, habló de los puntos que debían ser ob­
jeto de reforma. Señaló que ella debía realizarse porque el
progreso del país había hecho inútiles e impracticables mu­
chas de sus disposiciones; pero reconocía el valor de la Cons­
titución de 1830, que, en su criterio, había realizado amplia­
mente las grandes conquistas del derecho público. El repre­
sentante Bauzá, señaló también uno de los defectos de la
Constitución: la falta de organismo municipal. El 11 de ju­
nio la Asamblea General votó afirmativamente la moción,
declarando de interés nacional la revisión. El 2 de mayo de
1891 los Dres. Juan Campisteguy y Antonio María Rodrí­
guez presentaron un proyecto para facilitar el trámite de la
reforma. En los debates parlamentarios que se suscitaron
con tal motivo, la Constitución fué defendida por el Dr. Ga­
llina], quien llegó, incluso, a alabar la rigidez de los proce­
dimientos revisionistas. El proceso de esta moción fué lan­
guideciendo; pero al fin se vió que la mayoría de la Cámara
no le era favorable. Sin embargo, el Dr. Rodríguez presen­
tó un nuevo proyecto, proponiendo la reunión de una Con­
vención Nacional Constituyente. Después de declarada la ne­
cesidad de la reforma por la Asamblea General, se convoca­
ría una Convención —que funcionaría con absoluta indepen­
dencia de la Asamblea Legislativa ordinaria—; las refor
mas votadas serían promulgadas por ella misma: y entrarían
inmediatamente en vigencia.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 451
En los debates parlamentarios a que dió lugar este pro­
yecto, intervino el Dr. Luis Mellan Lafinur. Manifestó en­
tonces (pie la constitución, al dificultar tanto los trámites de
la reforma, menoscababa la fuente de la soberanía popular.
Habló en seguida de los intentos ya realizados para la revi­
sión, “desde el año 54 se declara la necesidad de la reforma;
jamás se arriba a ella”; dijo. Y entre las causas que podían
explicar esa detención — mencionó un motivo político y un
motivo religioso. El motivo político era la reelección presi­
dencial; como había ocurrido en 1B54 y en la época de Lato-
rre. Los hombres que integraban entonces las asambleas,
dijo, se abismaban ante la idea de mandatarios que quisieran
perpetuarse en el poder. Según su criterio otra causa de
oposición estaba en el catolicismo, temeroso de que, al re­
formarse la Constitución, se estableciese la libertad religiosa
en toda su extensión imaginable, como ya lo había querido
Artigas.
En su obra “El Problema Nacional y su solución inme­
diata” (1905), dice el Dr. Luis Melián Lafinur en un todo
de acuerdo con las ideas anteriormente expresadas “...para
dotar a la República del Código Político que requiere, hay
que prescindir en absoluto de la actual Constitución, si no se
desea continuar perdiendo el tiempo lastimosamente, y per­
der la patria, lo que es peor. Hay que entrar sin vacilaciones
en el terreno del acatamiento al pueblo soberano. Y como él
ha decidido cien veces que la reforma se haga, debe hacerse
la reforma, por respeto, por decoro, por deber, por conve­
niencia, y porque ya es imposible dilatarla un día más”.
“Pretender que la actual Constitución sólo puede ser
modificada por los trámites que ella misma señala, es opi­
nión que hemos considerado siempre humillante, absurda y
sobre todo, atentatoria contra los derechos del pueblo uru­
guayo”.
Cita luego a Laboulaye: “La eternidad de las leyes, la
inmovilidad de las constituciones, es algo así como Ja cua­
dratura del círculo, es decir, la quimera favorita de los igno­
rantes y de los desequilibrados”.
Luego continúa Melián Lafinur; “Son algunas ya las
generaciones que han demostrado inequívocamente su anhe­
lo por la reforma contitucional, y como no es ésta posible
452 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

por medio de los trámites que la imposibilitan, hay que buscar


nuevo camino, y ese no os otro que el de la apelación al pue­
blo, no para que proceda tumultuariamente, ni deliberando,
desde luego, sobre los detalles de la reforma trasportado a
los tiempos del Agora de Atenas o del Foro de Roma, sino
eligiendo convencionales para una Asamblea Constituyente,
como si eligiesen senadores y diputados para el Cuerpo Le­
gislativo”.
“La Constitución en nada ata las manos al pueblo para
esta decisión. El pueblo no delega jamás su soberanía irre­
vocablemente; de modo que cuando autoriza la redacción de
un Código Político, lo que da es un mandato para que se san­
cionen las reglas a que lian de ajustarse los Poderes Públi­
cos en el ejercicio de sus funciones. Así, pues, siendo la so­
beranía inalienable, no puede negarse la fuerza de este afo­
rismo tantas veces repetido: si la Constitución no cuenta con
la voluntad del pueblo, no debe subsistir; si depende de su
voluntad, puede cambiarla cuando quiera”.
Vemos, pues, que la idea de reforma fué una aspiración
sostenida durante el siglo XIX. Si no se llevó a cabo fue
en parte, por la rigidez de los trámites que la carta exigía.
Pero quizás haya influido también el respeto que —a pesar
de todas las perturbaciones— se sentía por el viejo código
político. En un discurso pronunciado en 1873, dijo José Pe­
dro Ramírez: “Yo me explico que el año 54 levantase gran­
des resistencias la idea de la reforma de la Constitución”.
“Entonces se creía que la Constitución es un mito, es un
ídolo, es un algo más alto, más infalible que los mismos dog­
mas del catolicismo, puesto que el catolicismo modifica su$
dogmas”.
El 23 de diciembre de 1904, José Enrique Rodó, enton­
ces representante nacional, pronunció un brillante discurso
en favor de la reforma de la Constitución. Dijo en tal opor­
tunidad: “La antigüedad de la ley es, efectivamente, una
base de estabilidad que puede ser peligroso remover, cuando
la ley encarna prácticas que han llegado a ser instintivas
por la acumulación del hábito; cuando se trata de institucio­
nes de esas que los pueblos elaboran, por decirlo así, con su
propia sustancia en el transcurso de las generaciones. En­
tonces modificar la ley, es violentar la costumbre. Pero, tra­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 453

tándose de una Constitución mucho más teórica que asenta­


da en las costumbres, una constitución que no ha arraigado
en los hábitos del pueblo, porque si a algo pudiera estar ha­
bituado el pueblo sería a vivir fuera de ella, y que no ha fun­
dado un orden estable y consecuente, porque fué en su ori­
gen, como todas las de la América española, un molde artifi­
cial, mediante el cual se aspiró a regularizar el desenvolvi­
miento del pueblo que no tenía entonces ni todavía ha lo­
grado por completo, la aptitud del gobierno propio —- tratán­
dose, digo, de una constitución de esa naturaleza, modificar­
la, reformarla para adaptarla a necesidades reales, no es
trastornar la naturaleza ni la costumbre, no es violentar nin­
gún hábito que se halla incorporado hondamente al organis­
mo social”.
“Es indudable la conveniencia de mantener cierta esta­
bilidad en el régimen político, de evitar que la Constitución
esté sujeta a los embates de las pasiones y los intereses tran­
sitorios; pero no sería por cierto, en rfuestro pueblo donde
podría hablarse de un excesivo prurito reformador en ma­
teria constitucional”.
“Hace tres cuartos de siglo que por caso único en Amé­
rica, permanecemos inmovibles y extáticos, no en la verdad
de una Constitución, sino en el culto platónico de una Cons­
titución ; y la primera vez que, después de largas vacilacio­
nes, nos resolvemos a analizarla y reformarla, ¿se nos acu­
saría de sobradamente veleidosos y sobradamente revolucio­
narios”. (4)

Los Códigos

Una obra importante realizada en la segunda mitad del


siglo XIX fué la promulgación de los Códigos, que venían
así a dar fisonomía nacional a nuestro país, sellando jurídi­
camente su independencia.
El Código Civil fué promulgado por decreto-ley del Go­
bierno Provisorio de 23 de enero de 1868 y comenzó a regir
el 1? de enero de 1869. Fué obra del Dr. Tristón Narvaja y
revisando posteriormente por úna Comisión de la que forma­
ron parte Manuel Herrera y Obes, Antonio Rodríguez Ca­
ballero, Joaquín Requena y el mismo Dr. Narvaja. En el
454 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

informe presentado por la Comisión respectiva se mencio­


nan los antecedentes tenidos en cuenta: los códigos de Eu­
ropa, los de América, particularmente el de Chile, los co­
mentaristas del código de Napoleón, el proyecto del Doctor
Eduardo Acevedo, el de Goyena, el de Freitas y el de Velez
Sársfield. En el mismo informe se mencionan los méritos del
nuevo cuerpo jurídico: la igualdad entre nacionales y extran­
jeros, con respecto a la adquisición y goce de los derechos
civiles; la supresión de la muerte civil; la liberalidad en ma­
teria de fijación de domicilio; la separación entre el matri­
monio católico'y el matrimonio civil otorgado a los individuos
disidentes del culto católico, sin excepción; la supresión de las
reservas de bienes para el viudo o viuda que pasaba a segun­
das nupcias; el reconocimiento de la patria potestad a la ma­
dre, en ausencia o impedimento del padre; el mantenimiento
de la tradición para la adquisición de la propiedad; la supre­
sión del beneficio de restitución in integrum y de las acciones
rescisorias por lesión enorme o enormísima, que perjudican
la seguridad y estabilidad de las transacciones; el sistema de
hipoteca única, convencional e inscripta, tal como ya la ha­
bía establecido la ley de 26 de mayo de 1865.
Posteriormente, en 1893, fueron introducidas modifica­
ciones parciales al Código Civil.
A pesar de las ventajas del nuevo cuerpo jurídico, susci­
tó reacciones desfavorables.
‘‘El Siglo” hizo una enérgica campaña opositora, ale­
gando entre otras razones, que él contenía disposiciones in­
constitucionales y que daba efecto retroactivo a sus disposi­
ciones. No había ninguna exactitud en estas afirmaciones;
y en cambio la vigencia del Código suponía el establecimien­
to de un cuerpo ordenado y metódico de leyes que establecía
la fijeza y la certidumbre del derecho.
“La Tribuna” hizo el elogio caluroso del Código. Exal­
tó sobre 'todo su valor democrático. Más que ningún otro,
decía este diario, el Código Oriental realizaba el principio
de la igualdad ante la ley. Señalaba, como comprobación de
tal aserto la derogación de principios legados por el régimen
jurídico anterior: la legitimación por rescripto, la interdic­
ción de los pródigos, las reservas de bienes, los fideicomisos,
las sustituciones, las cuartas falcidias y trebeliánica, el de-
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 455
reclio de retracto y tanteo, —la distinción entre los bienes
dótales y parafernales; la restitución in-integrum— la ac­
ción rescisoria por lesión, etc., principios de origen romano
alterados y exagerados por el feudalismo medioeval español,
leyes que enredaban la propiedad territorial en un dédalo de
dificultades, que trababan la libertad de su circulación y la
inmovilizaban, sustrayéndola al comercio civil.
Todavía añadía “La Tribuna” otros principios que rea­
lizaban en la práctica la igualdad ante la ley: el régimen ge­
neral de sucesiones, la extensión de la prescripción contra
el fisco, equiparando éste a los particulares; el establecimien­
to del matrimonio civil para los disidentes.
La necesidad del Código Civil, por otra parte, era bien
evidente. Ella aparece claramente explicada en el prefacio
que el Dr. Eduardo Acevedo puso a su proyecto de Código
Civil, elaborado durante la Guerra Grande y publicado en
185*2. Ya liemos hablado de la labor de este jurisconsulto,
como hombre de estado, en la presidencia de Bernardo Be­
rro .
Tenía el Dr. Acevedo una gran versación en derecho. Se
había doctorado en Buenos Aires y había ejercido la judica­
tura en nuestro país. Durante la Guerra Grande colaboró con
Oribe en el Cerrito, en donde fué redactor de “El Defensor
de la Independencia Americana”. Allí concibió también su
proyecto de Código Civil. Según declaración hecha en carta
a Juan F. Giró el 17 de abril de 1850, al Código Napoleón y a
sus intérpretes “debía la mayor parte de su obra”. En el
prefacio —como decíamos— expone precisamente las razones
que hacían necesaria la obra de codificación. La legislación
nacional, decía el Dr. Acevedo, comprende leyes que abar­
can desde el Fuero Juzgo hasta las Leyes patrias, es decir,
un período de más de mil años, hasta el punto de que se po­
drían invocar más de 50.000 leyes. Ni siquiera había acuerdo
sobre los códigos que regían, dada la costumbre de los reyes
españoles de publicar nuevas leyes, dejando en vigencia las
anteriores. Por ejemplo: había opiniones contrarias, — y am­
bas tenían argumentos convincentes en su favoi^- sobre si re­
gía o no el Fuero Juzgo entre nosotros. Señala también el
Dr. Eduardo Acevedo el contraste singular de que España se
desprendiera de sus viejas leyes, en tanto que en nuestro
456 HISTORIA DE I.A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

país se conservaban religiosamente los harapos que ella ti­


raba .
Es necesario, decía, que la ley esté al alcance del ciuda­
dano. Y cijtaba las sesudas palabras del codificador del Fue­
ro Juzgo: “El fazedor de las leyes debe hablar poco y bien,
y no debe dar juicio dudoso, mas llano y abierto, que todo
lo que saliera de la ley, que lo entiendan luego todos los que
oyeren, y que lo sepan, sin toda duda y sin ninguna grave-
dumbre”.
Debemos hacer constar, pues, la participación valiosa
que tuvo el Dr. Eduardo Acevedo en la elaboración de nues­
tra obra codificadora. Su proyecto, que pasó por diversas
viscisitudes legislativas, no recibió nunca sanción parlamen­
taria aunque indudablemente influyó en el proyecto del Dr.
Narvaja.
El proyecto Acevedo, si bien tenía algunos defectos gra­
ves (mantenimiento de la muerte civil y de la prisión por
deudas), significaba en cambio importantes adquisiciones ju­
rídicas. Por ejemplo: disposiciones muy claras y lógicas so­
bre paternidad legítima, formulación categórica de la noción
de enriquecimiento sin causa, que en otros países, tal, en
Francia, aún no había sido aceptada unánimemente por la
doctrina.
Esto no significa restar mérito a la obra del Dr. Tristán
Narvaja. Como lo hace notar muy bien el Dr. José Irureia
Goyena (hijo), el período comprendido entre 1851 y 1867 fué
de extraordinario florecimiento de la literatura jurídica, per­
feccionándose en él el proceso de exégesis del Código Napoleón.
Aparecieron o se completaron trabajos como los de Demo-
lombe, Aubry y Rau, Marcado. Y salieron además tres
grandes trabajos de codificación: el proyecto “Concordan­
cias” de García Goyena, base del Código Civil Español
(1852); el Código Chileno, obra de Andrés Bello (1855) y,
entre 1857 y 1866 el “Esbozo” de Texeira de Freitas, el en­
sayo legislativo más completo del continente.
Todos estos elementos contribuyeron a la realización de
la obra de Narvaja, que era también un estudioso e inteli­
gente jurista.
El Código de Instrucción Criminal, fué promulgado por
decreto-ley de 31 de diciembre de 1878.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 457

Su confección se debió al Dr. Laudelino Vázquez; y fué


sujeto a revisión por una comisión integrada por Joaquín
Requena, Carlos Santurio, José M. Castellanos, Carlos de
Castro y Martín Aguirre.
El Dr. Vázquez informó sobre los aspectos esenciales
de su obra.
En materia de procedimiento criminal, sólo permitía el
procedimiento de oficio en caso de infranganti delito. En
materia de Jurisdicción, establecía la descentralización judi­
cial, cometiéndose el conocimiento de delitos leves a los jue­
ces de Paz, “porque las pequeñas miserias de la vida social
—dice el informe—, exigen un remedio inmediato, sin rui­
do y sin estrépito”, un sistema preventivo antes de pasar al
agravio irreparable de una acusación pública infundada. A
tal efecto, el proyecto establecía que no se podía pasar a es­
tado de acusación, cuando no estuviese suficientemente com­
probado el cuerpo del delito o cuando del sumario sólo re­
sultasen indicios contra el procesado. Consagraba también el
jurado y la supresión de la absolución de instancia.
La Comisión introdujo algunas reformas. Uno de los
puntos más discutidos fué el relativo al ejercicio de la ac­
ción pública y al de* la acción privada. La Comisión eliminó
la querella de parte en los delitos de naturaleza grave “por­
que, la acción privada se extingue allí donde la justicia tie­
ne que resolver, no una contienda entre particulares, sino el
desempeño del más alto privilegio, el poder absoluto de cas­
tigar y corregir en nombre de las supremas exigencias de la
conservación social”.
Promulgado por el Gobierno Provisorio, con las modifi­
caciones introducidas por la. Comisión, entró a regir este Có­
digo el l9 de mayo de 1879.
El Código Penal fué promulgado el 18 de enero de 1889.
Su confección se había confiado a una Comisión integrada
por los Dres. Joaquín Pequeña, Ildefonso García Lagos, Lin­
do ro ¡Forteza y Alfredo Vázquez Acevedo. Fué inspirado
en el código español, chileno, peruano, argentino y en los
proyectos de Zanardelli, Savelli y Mancini. Son sus carac­
terísticas: la división bipartita en delitos y faltas; la limi­
tación de las penas; el mantenimiento de la pena de muerte,
aunque reservada para crímenes atroces; la limitación del
468 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

arbitrio judicial en la graduación del máximo y el mínimo por


medio del sistema de grados; la prohibición para el juez de
excederse del máximo señalado por la ley; la benignidad de
las penas-
El Código de Procedimiento Civil fué promulgado el 17
de enero de 1878.
Su redacción fué confiada al Dr. Joaquín Requena: fué
revisado posteriormente por una Comisión compuesta de los
doctores Ildefonso García Lagos, Manuel Herrera y 0be3, Jo­
sé Luis Vila, Hipólito Gallinal, Lindoro Forteza, Carlos San-
tnirio, Román García, Eduardo Brito del Pino y Martín Be-
rinduague.
El Código de Comercio Nacional fué adoptado (decreto-
ley de enero 24 de 1866), del código respectivo elaborado en
1856-1857 para la provincia de Buenos Aires, por los doc­
tores Eduardo Acevedo y Dalmacio Vélez Sarsfield, con las
modificaciones proscriptas en el decreto de 26 de mayo de
1865.
El 31 de diciembre de 1878, se dictó un decreto-ley en
que se modificaban las disposiciones relativas a los juicios
de concurso, a fin de impedir su morosa tramitación.
El Código Rural fué promulgado el 17 de julio de 1875
y entró en vigencia el 17 de enero de 1876. Se debió induda­
blemente, a los esfuerzos de la Asociación Rural, fundada eu
1871.
El 20 de agosto de 1873 esta Asociación designó una
Comisión especial a quien encargó la confección de un pro­
yecto do Código Rural. Estaba compuesta por el Dr. Joaquín
Requena, Daniel Zorrilla y Domingo Ordeñana. El proyecto
de esta Comisión fué elevado por la Asociación al Poder Eje­
cutivo y éste lo remitió al Parlamento. Tuvo inmediata san­
ción legislativa; y es de hacer notar que en la Cámara de
Diputados, recibió el cálido elogio del Dr. Tristan Narvaja,
miembro informante de la Comisión dictaminadora, siendo
promulgado el 17 de julio de 1875.
Fué objeto de una reforma parcial en materia de abi­
geato, caminos públicos y cercos de estancia, en 1879. Otra
reforma de mayor alcance fué comenzada en 1890, pero que­
dó paralizada. Los esfuerzos del Dr. García Acevedo en pri­
mer término impulsaron esa obra de revisión que recién fué
sancionada el 14 de junio de 1941. (5)
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 459
El Código Militar y el Código de Minería, fueron pro­
mulgados el 7 de julio y el 23 de diciembre de 1884, respec­
tivamente .
Aunque no codificados formalmente, puede decirse que
las disposiciones jurídicas adoptadas por el Congreso de Mon­
tevideo de 1888 - 89, constituyen un verdadero Código de De­
recho Internacional Privado. Su estudio, pues, corresponde
a este capítulo.
El 25 de agosto de 1888 se reunió en Montevideo un Con­
greso de Derecho Internacional Privado del que participa­
ron Uruguay, Argentina, Paraguay, Brasil, Chile, Perú y
Bolivia. Fué presidido por Norherto Quirno Costa, Ministro
de Relaciones Exteriores de la República Argentina y por
Ildefonso García Lagos, Ministro de Relaciones de la Repú­
blica Oriental. Sesionó durante un tiempo cercano a seis me­
ses (terminó el 18 de febrero de 1889); durante el cual fue­
ron negociados siete tratados, una convención y un proto­
colo adicional sobre la aplicación de las leyes de los estados
contratantes. Los tratados se refieren al derecho civil in­
ternacional, al derecho comercial internacional, a» la propie­
dad literaria y artística, al derecho penal internacional, al
derecho procesal, a las marcas de fábrica y de comercio, a las
patentes de invención; la convención se refiere al ejercicio
de las profesiones liberales.
La iniciativa del Congreso correspondió al Dr. Gonzalo
Ramírez, Ministro del Uruguay en la República Argentina.
El 21 de junio de 1887 propuso al Ministro de Relaciones Ex­
teriores la celebración de un tratado de Derecho Internacio­
nal Privado con la Argentina. Aceptada la sugestión por el
gobierno uruguayo y por el Ministro Argentino de Relacio­
nes Exteriores, Dr. Norberto Quirno Costa, la idea inicial se
amplió, pensándose entonces en un congreso sud - america­
no. Había ya un antecedente en tal sentido: el congTeso de
juristas celebrado en Lima (1877-1878), cuya obra fué mu­
cho menos seria y cuyos buenos resultados quedaron parali­
zados por la guerra del Pacífico.
La obra del Congreso de Montevideo revistió en cambio,
un verdadero carácter científico y recibió el aplauso de inter­
nacionalistas tan caracterizados como Pradier Foderé. Fué
además sumamente conveniente para eJ derecho público ame­
469 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ricano, porque sentó como base fundamental para las rela­


ciones internacionales, el principio del jus soli, es decir, la
aplicación del principio de la territorialidad y la exclusión
de las leyes extranjeras en lo que se refiere a las personas y
a los bienes. América, continente de inmigración no podía
aceptar sin peligro las ideas (pie entonces ganaban terreno,
de la nacionalidad de las que el jurista italiano Mancini ha­
bía sido sostenedor y propulsor no tanto por razones de de­
recho sino por razones de orden político. Gonzalo Ramírez,
en la nota a que hemos hecho referencia, señaló muy bien
cuál debía ser la obra del Congreso.
“El derecho privado es territorial y no nacional, y por­
que lo es, el Derecho de gentes tiene que reconocer como prin­
cipio que debe servir de base para la codificación del Dere­
cho Intrnacional Privado, lo siguiente:
“l.9 Cada Estado puede exigir que todas las personas
y cosas que existen en su territorio con situación permanen­
te y los actos que afectan a una y otras se rijan por sus pro­
pias leyes y por consiguiente ningún Estado pueda impo­
ner más allá de los límites que marcan sus fronteras la apli­
cación de su derecho nacional”.
“2.9 Que si bien la aplicación de la ley extranjera no
puede nunca ser impuesta por la Nación que la ha promulga­
do, muy a menudo el derecho territorial decide su vigencia,
porque en concepto del legislador, esa ley consulta mejor en
el caso especial de que se trata, las verdaderas conveniencias
y los preceptos de justicia que sirven de base a las institu­
ciones del país para que legisle”. “Estos principios que con­
sagran la autonomía de cada Estado para rechazar o acep­
tar en determinados casos la aplicación de las leyes extran­
jeras, hacen todavía más urgente la necesidad de codificarse
el Derecho Internacional Privado por medio de convenien­
cias internacionales, so pena de permanecer constantemente
como un derecho lluramente teórico y ser de todo punto ilu­
soria su aplicación a los múltiples y complicados problemas
jurídicos que ha creado en las naciones modernas la comuni­
dad de derechos privados o civiles entre nacionales y extran­
jeros”. (6)
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 461

La ORGANIZACIÓN' MINISTERIAL

El artículo 85 de la Constitución decía: “Habrá para el


despacho, las respectivas Secretarías de Estado, a cargo de
uno o más Ministros, que no pasarán de tres. Las Legisla-
•turas siguientes podrán adoptar el sistema que dicte la ex­
periencia, o exijan las circunstancias”. Los tres Ministerios
a que se refiere este artículo eran los de Gobierno y Rela­
ciones Exteriores, Guerra y Marina y Hacienda, carteras que
con frecuencia fueron desempeñadas simultáneamente por
una misma persona en el carácter de “Ministro Universal”,
según la expresión de la época. Aún cuando la Constitución
no lo establecía, amparándose en la vaguedad del artículo
85, en varias oportunidades el Poder Ejecutivo actuó con los
distintos Secretarios de Estado reunidos en Consejo de Mi­
nistros, procedimiento que se adoptó desde el Gobierno de
Oribe, si bien no con carácter general.
Con motivo de hallarse acéfalo el Poder Ejecutivo, se
dispuso por decreto de 8 cíe Octubre de 1841, que mientras
la Asamblea General no se reuniera, aquél residiría en ol
“Consejo de Ministros”.
La práctica de tratar los asuntos de gobierno en reu­
niones de Ministros,-no reglamentadas por ninguna disposi­
ción, creó alguna vez dificultades como las suscitadas duran-
«te la presidencia de Berro. En carta dirigida por éste al Dr.
Eduardo Acevedo, el 16 de agosto de 1860, expresaba: “El
Presidente acordará con cada Ministro lo relativo a cada Mi­
nisterio respectivo, y sólo habrá acuerdo general cuando la
naturaleza y la gravedad del negocio lo exija. El Presidente
tendrá cuidado de que en esos acuerdos parciales se sigan
las reglas y disposiciones convenidas por ¡todos. Hace muchos
años que he pensado en los inconvenientes y ventajas de los
acuerdos generales para todo asunto y en lo que correspon­
de hacerse sobre el modo de discutir o dictaminar los Minis­
tros”.
Existía, asimismo, la práctica de considerar al Ministro
de Gobierno, por la amplitud y variedad de sus funciones y
por la intervención directa que tenía en las cuestiones polí­
ticas, como el Jefe del Ministerio. “El Ministerio no ¡tiene
jefe — dijo en el Parlamento en 1860 el Dr. Eduardo Aceve­
do. Los tres Ministros somos solidarios en todas las medi­
das políticas hasta aquí y con la intención de serlo igualmen­
462 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

te mientras estemos en el Ministerio. No leñemos Jefe: so­


mos todos iguales: todos secretarios del despacho de las Se­
cretarías de Estado que establece la Constitución de la Re­
pública”.
Por ley de 16 de julio de 1854 se elevó a cuatro el núme­
ro de los Ministerios: Gobierno, Relaciones Exteriores, Gue­
rra y Hacienda, aun cuando después de esa fecha, fué común
el hecho de que las dos primeras Secretarías se confiaran a
una misma persona. La ley de 22 de enero de 1885 creó el
Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Por de­
creto de 6 de febrero de 1891, el Poder Ejecutivo, al deter­
minar las funciones de los Secretarios de Estado, dispuso que
en sustitución del Ministerio creado en 1885, se estableciese
el Ministerio de Fomento, que subsistió hasta 1907 en que fué
suprimido por ley de 12 de marzo. Esta ley creó dos ministe­
rios en lugar del de Fomento: Obras Públicas e Industrias,
Trabajo e Instrucción Pública.
Finalmente la ley de 4 de marzo de 1911 fijó en siete el
número de los Secretarios de Estado: Interior y Culto, Rela­
ciones Exteriores, Obras Públicas, Hacienda, Industrias,
Trabajo y Comunicaciones, Justicia e Instrucción Pública,
y Guerra y Marina.
La administración de Justicia

Al ocuparnos de la labor de la Asamblea Constituyente


nos referimos al Reglamento de Administración de Justicia
dictado en 1829 y a las disposiciones que lo completaron, que
fueron observadas aun en medio de las vicisitudes de las
guerras. Hacia 1860 la mayoría de los jueces eran legos; so­
lamente se requería el título de abogado para los Jueces de
10 Civil, los del Crimen y el de Comercio, ademéis de los miem­
bros de la Cámara de Justicia. La administración de justicia
a mediados del siglo no funcionaba con 1¿\ eficacia deseable
no sólo porque no se atendía a las exigencias del personal, es­
caso y mal retribuido, sino porque la legislación de fondo
era discordante e incierta, como lo hizo notar el Dr. Eduar­
do Acevedo en 1861.
La organización judicial se perfeccionó con la incorpo­
ración de los letrados a la magistratura. Por decreto-ley de
11 de agosto de 1876 se suprimieron los juzgados ordinarios
de la Capital y de la Unión, creándose en su lugar el Juzga­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 463
do Letrado Departamental y el Juzgado Letrado de Fuero
Mixto.
El 14 de mayo de 1877 fueron suprimidos los alcaldes
ordinarios de Salto, Paysandú y Soriano, creándose en su lu­
gar Jos Juzgados Letrados Departamentales.
La Alta Corte de Justicia, establecida por el artículo 91
de la Constitución, no se había creado todavía. Sus funcio­
nes eran desempeñadas por los Tribunales de Apelaciones.
El 2 de mayo de 1881 se dictó una ley por la cual se dió facul­
tades a la Asamblea General para designar a los integrantes
de la Alta Corte de Justicia. Pero esa designación debía rea­
lizarse después de sancionadas las leyes que regulasen la ju­
risdicción privativa de la Corte, sus procedimientos y los de
los Tribunales y Juzgados de primera instancia.
Una Comisión presidida por el Dr. Manuel Herrera y
Obes, redactó un proyecto de “Ley orgánica del Poder Judi­
cial”, que no prosperó. En 1888 el Ministro de Justicia y
Culto Dr. Duvimioso Térra, formuló un proyecto en igual sen­
tido que fué elevado a la Asamblea General. Y al iniciarse la-
presidencia del Dr. Herrera y Obes, el Dr. Angel Floro Cos­
ta, coautor del proyecto de ley orgánica de 1881, renovó la
iniciativa ante el Poder Ejecutivo que acogió la idea some­
tiéndola al estudio de una Comisión presidida por el Dr. Joa­
quín Requena. Finalmente Ja Alta Corte de Justicia fué crea­
da por ley de 28 de octubre de 1907.

Los Derechos Individuales


En esta materia puede decirse que la Constitución no
recibió el pleno desenvolvimiento que ella requería. No se le­
gisló orgánicamente sobre muchos derechos ya consagrado?,
ni para otros que no figuraban, por ejemplo, los de reunión
y asociación, con la premura necesaria.
Desde luego, la carencia no fué absoluta; podemos men­
cionar una serie de leyes que fueron complementando la Car­
ta fundamental.
Ante todo, y como una de las características que impri­
men un sello propio a nuestro país, conviene recordar la
abundancia de la legislación de imprenta; sin contar la ley
de 3 de junio de 1829, que precedió muy de cerca a la Cons­
titución, encontramos la de 17 de julio de 1830, la de 14 de
julio de 1882, la de 30 de ocubre de 1886; la de 11 de octu­
464 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

bre de 1887, además de las disposiciones del Código de Ins­


trucción Criminal promulgado en 1878. En general el espí­
ritu de nuestra legislación de imprenta lia sido benévolo; se ha
basado en la supresión de la censura previa, en la distinción
entre delitos contra la sociedad y contra particulares; en el
establecimiento de una jurisdicción especial, confiada al ju­
rado. Todos los intentos para reprimir la libertad de impren­
ta lian chocado siempre con el concepto arraigado desde 1810
de que debe hacerse uso de ese derecho sin restricción. Pue­
de afirmarse que no lia habido gobierno que sobreviviera al
propósito de limitar los desbordes de la prensa. Recuérdese
el caso de Flores en 1855, y el de Santos en 1886. “La caída
de Venancio Flores entre nosotros se debió principalmente a
haber atacado la libertad de imprenta”, expresó en 1863 el
Dr. Antonio de las Carreras.
Otras leyes y decretos complementarios de los derechos
individuales fueron: la de 6 de marzo de 1838, que decretó
la abolición del fuero personal; el decreto de octubre 13 de
1835 que prohibió en absoluto bajo penas severas el tráfico
de esclavos por los puertos de la República; la ley de diciem­
bre 12 de 1842 que suprimió la esclavitud, si bien con el fin
de enrolar a los negros en el ejército; la ley dictada por el
gobierno del Cerrito en octubre 28 de 1846, que establece *a
libertad de esclavos de una manera amplia, tomando el Esta­
do a su cargo el valor de los que fueran libertados, debiendo
hacerse efectiva la compensación a sus propietarios después
de terminada la guerra; la ley de marzo 31 de 1853 sobre su­
presión de levas; la ley interpretativa de 22 de noviembre de
1873, que aclara que las facultades extraordinarias confiadas
al Poder Ejecutivo por el artículo 81 estaban limitadas por
los artículos 83-136 y 143; la ley de 6 de julio de 1874, deno­
minada de Habeas Corpus que reglamentó la aprehensión de
los delincuentes; la ley de 28 de junio de 1897, que reglamentó
el derecho de libertad de reunión.
Sobre los problemas suscitados por los derechos indi­
viduales no lia habido, por otra parte, jurisprudencia ni cri­
terio seguro. Particularmente los principios de seguridad
personal contenidos en la Constitución recibieron derogación
bien clara con respecto a tres personajes salientes de nues­
tra historia: Rivera, expulsado del país en 1847 sin forma de
proceso y sentencia legal; Latorre, desterrado perpetuo;
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 465

Santos, a quien también se prohibió regresar a) país; ha­


biendo contado los tres, en su hora, con acertados y valientes
defensores en el Parlamento. No es de creer que en estos he­
chos haya influido la pasión política, de una manera exclu­
siva. Puede notarse, en los documentos y en las discusiones
parlamentarias respectivas, una verdadera confusión e im­
precisión sobre las facultades extraordinarias del Poder Eje­
cutivo. Posiblemente quien vió con más claridad este proble­
ma fué el Dr. José Espalter, quien en sus libros y en su ac­
tuación parlamentaria —convertida a veces en verdadera do­
cencia jurídica—, señaló con acierto no sólo el alcance y las
limitaciones del artículo 81 de la Constitución, sino también
las facultades del Poder Legislativo al respecto.
Las tendencias humanitarias que habrían de repercutir
en sectores diversos de la legislación influyeron también en
el derecho penal. El 13 de setiembre de 1907 se dictó la ley
de abolición de la pena de muerte, ley que tuvo origen en un
mensaje del Poder Ejecutivo enviado al Parlamento el 27 de
junio de 1905. No era la primera vez que se había planteado
en el país el problema de la pena capital. El 4 de febrero de
1831 Dámaso Antonio Larrañaga formuló un proyecto abo­
licionista en el Senado de que formaba parte, pronunciando
un elocuente discurso en defensa de su tesis.
La ley de 1907 fué precedida de una grave polémica en la
que el Dr. Pedro Figari defendió la supresión de la última
pena. Señaló el Dr. Figari que entre nosotros ésta nunca ha­
bía desempeñado la función ejemplarizante con que se justi­
ficaba su mantenimiento. En la campaña, donde tradicional­
mente se rendía culto al valor, las ejecuciones daban lugar a
grandes reuniones populares en las que el ajusticiado se ele­
vaba a la categoría de héroe o de mártir.
La Legislación Electoral

En materia de legislación electoral, y de representación


de los partidos no solamente la Constitución no contenía pre­
ceptos expresos, sino que no existía en el país una mentali­
dad comprensible de tales problemas.
Hasta tal punto ocurría esto, que —aún a mediados del
siglo— no se creía en la necesidad de ser ciudadano para
poder votar .

21
466 HISTORIA DE LA REPUDLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Recién el 18 de junio de 1858, sancionada la Ley de Re­


gistro Cívico, se disponía que éste debía formarse con ex­
clusión de los menores de 18 a 20 años, de los analfabetos, y
en general, de los que tuvieran perdida, o en suspenso, la ciu­
dadanía .
En especial la preocupación fundamental de los prime­
ros años se dirigió en torno al problema de las garantías del
sufragio y de la pureza del Registro Cívico.
El problema de la representación política comenzó a pre­
ocupar más tarde. El auge del principismo trajo la elabora­
ción de programas partidistas bien estructurados. Hasta es­
te momento imperaba en la República el régimen mayo-
ritario, es decir, el sistema que apartaba sistemáticamente a
la minoría de toda ingerencia gubernamental. Pero a partir
de la paz de abril de 1872, comenzó a hablarse con cierta in­
sistencia de la representación de las minorías. El “Club Na­
cional” en la “Manifestación de Principios” aprobada el 7
de julio de 1872 había inscripto esta cláusula: “La reforma
de la ley de elecciones, con arreglo a la mayor subdivisión de
los distritos o circunscripciones electorales y al sistema que
mejor consulte la Representación de las minorías”. Sin em­
bargo, las cámaras de 1873 no resolvieron el problema. El 16
de diciembre de 1874 fué promulgada una nueva Ley de Re­
gistro Cívico, que perfeccionaba la anterior de 1858. Entre
las novedades consignadas en la ley se establecía la obligato­
riedad de lá inscripción para todos los ciudadanos, con exclu­
sión de los que tuvieran perdida o suspendida la ciudadanía.
Nada se legisló en materia electoral.
En junio de 1876 Justino Jiménez de Aréchaga publicó
en “La Democracia”, a título puramente personal, un pro­
yecto de ley electoral sobre la hase del sistema del doble
voto simultáneo de Borely, con algunas modificaciones. No en­
contró eco en la oposición.
En 1877 el gobierno de Latorre designó un Consejo en­
cargado de reformar la legislación electoral. Dos innovacio­
nes importantes contenía el proyecto de esje consejo: la obli­
gatoriedad del voto y la representación proporcional.
El gobierno consideró inconvenientes ambas novedades
y el proyecto no tuvo andamiento. En su lugar se dictó el 27
de abril de 1878 un decreto-ley por el cual se mantenía el
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 467

régimen de la mayoría absoluta y se creaban las comisiones


receptoras y las comisiones escrutadoras de votos. Las me­
sas electorales se organizarían con prescindencia de la Ad­
ministración de Justicia.
En 1884 apareció “La libertad política”, obra en que el
Dr. Jiménez de Arécbaga exponía los principios fundamen­
tales del sufragio y se pronunciaba en favor de la revisión
del sistema electoral mavoritario, propiciando en cambio el
sistema del doble voto simultáneo, con algunas modificacio­
nes.
Pero estas ideas tardaron mucho tiempo en abrirse ca­
mino. La representación proporcional recién habría de con­
sagrarse en la Constitución de 1917. Antes de llegar a ella,
hubo que pasar por etapas previas en que fueron reconocidos
los derechos de las minorías. El gran triunfo de la revolu­
ción de 1897 fué el haber consignado en el Pacto de la Cruz,
que le puso término, la obligación del Poder Ejecutivo de­
propiciar la reforma electoral sobre Ja base de representa­
ción de las minorías por el sistema del voto incompleto. (7)

El Régimen Municipal

Apenas jurada la Constitución, se vió la necesidad de


completar las disposiciones respectivas que hacían referen­
cia al régimen municipal. Fueron las propias Juntas Econó­
mico-Administrativas las que se dirigieron al Parlamento
solicitando la sanción de las leves orgánicas pertinentes.
En 1836 el senador Solano García presentó un proyecto
por el cual se determinaban concretamente las atribuciones y
recursos de las Juntas; es de hacer notar que su autor espe­
raba que pasasen a Jas autoridades municipales las funciones
de policía hasta entonces confiadas a los jefes políticos. Este
aspecto del proyecto determinó su paralización.
En el Mensaje elevado por Rivera al Parlamento, de 24
de febrero de 1839, volvió a hablarse de la necesidad de le­
gislar en materia municipal. Desde luego que las circunstan­
cias políticas impidieron todo cambio.
En la época de Giró, durante el viaje que el presidente
realizó al interior del país, las Juntas Económico - Adminis­
trativas, volvieron a exteriorizar sus deseos de que se les ase-
468 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

•gurasen Jos recursos necesaros para desempeñar sus come­


tidos .
En 1859, el senador Manuel Errazquín presentó en
•Cámara un proyecto que no prosperó. Cuando Bernardo Be­
rro llegó a la presidencia de la República, manifestó de in­
mediato su preocupación por el establecimiento de un régi­
men municipal adecuado. Así lo expresó en su primer men­
saje dirigido a la Asamblea General de 16 de febrero de 1861.
Posteriormente, en los mensajes elevados en los años siguien­
tes, volvió a insistir en esas ideas y presentó un amplio pro­
yecto de gobierno municipal.
Por él los departamentos serían divididos en distritos
municipales, urbanos y rurales, (éstos últimos, con una po­
blación mínima de trescientos habitantes).
En cada distrito se establecería una Junta Municipal de
5 o 7 miembros. El presidente de la Junta, el Alcalde, esta­
ría encargado de la parte ejecutiva y los miembros o regido­
res, además de las funciones comunes, tendrían facultades
privativas. Serían elegidos por el voto directo de los veci­
nos que compusiesen el distrito.
Tampoco tuvo andamiento el proyecto de Berro, influ­
yendo en ello —en parte— las circunstancias políticas por
las que atravesaba el país.
El 32 de octubre de 1867 se dictó un decreto que creaba
las Juntas Auxiliares.
En la época de Batlle, el 13 de agosto de 1868, se dictó
otro decreto que deslindaba bien claramente las atribucio­
nes de los jefes políticos y de las Juntas a fin de evitar in­
terferencias de cometidos que se producían con harta fre­
cuencia.
Durante el gobierno de La-torre las Juntas Económico -
• Administrativas, quedaron aún más anuladas, a causa de la
influencia creciente de los jefes políticos, agentes de con­
fianza del Poder Central.
Al derrumbarse el militarismo, se actualizó la idea de
organizar el régimen municipal. Aparecieron entonces diver­
sos proyectos. El más interesante fué el de Don Pedro Bau-
zá, de 15 de marzo de 1887. Un poco después se presentó el
de Vicente Piñeyro (17 de agosto de 1887) que tendía a con­
vertir las Juntas en cuerpos simplemente deliberantes, crean­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 469*
do en los departamentos la función ejecutiva, a cargo de una-
Comisión presidida por el jefe político. Hubo también otra-
iniciativa en la Cámara de Representantes que quedó deteni­
da en la de Senadores.
En 1888 el Dr. Carlos María de Pena influyó para que
la Junta E. Administrativa de Montevideo formulase un pro­
yecto de ley. Y al año siguiente, en enero, el propio Dr. Pe­
na formuló un proyecto amplísimo, cuyos capítulos trataban-
de la composición de las municipalidades o juntas, elecciones,-
incompatibilidades, funciones, servicios municipales, rentas y
recursos.
Los trabajos del Dr. Pena no obtuvieron sanción legisla­
tiva, pero en 1889 se aprobó la Carta Orgánica de la Junta
Económico - Administrativa de Montevideo, inspirada en sus
ideas. Casi simultáneamente con el Dr. Pena, Carlos María
Ramírez formuló un proyecto de organización municipal (abril
22 de 1889). Asignaba a las Juntas atribuciones amplias y
funciones propias; pero se diferenciaba del proyecto del doc­
tor Pena en que no instituía la función ejecutiva a cargo del
Intendente.
En 1891 el Dr. Martín Aguirre presentó a la Cámara
dé Representantes otro proyecto de organización municipal,
que tampoco fué sancionado. Aunque estos proyectos no tu­
vieron éxito inmediato, es indudable que contribuyeron a for­
mar una mentalidad adecuada y a despertar interés por el
problema. Su difusión y la prédica del Dr. Pena desde su cá­
tedra de Derecho Administrativo llamaron la atención. El Dr.
Eduardo Acevedo, director de “El Siglo”, que se había doc­
torado con una tesis sobre el gobierno municipal, colaboró en
Ja campaña; suya fué la iniciativa para reunir una Conven­
ción Municipal que se abocase a la organización de los gobier­
nos locales. El 19 de abril de 1889 se reunió esa Convención
a la que asistieron Ministros de Estado, delegados municipa­
les y los jurisconsultos más eminentes: José P. Ramírez, Pa­
blo de María, Domingo Aramburú. De ella resultó un pro­
yecto de ley que fué elevado al Poder Ejecutivo. Este fue
el antecedente de la Jey Orgánica de Juntas, de 1903.
Así, pues, la reglamentación de las Juntas Económico -
Administrativas se hizo casi a un siglo de jurada la Consti­
tución, pues la ley respectiva, aunque se votó en 1903, recién
fué promulgada el 20 de diciembre de 1909.
470 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

La ley se limitaba a desenvolver las escasas atribuciones


que la Constitución había dado a las Juntas. Señalaba tam­
bién un principio de separación de poderes, porque daba el
poder ejecutivo al presidente de las Juntas; y establecía que
las Juntas designasen de su seno direcciones de servicios mu­
nicipales.
Además la ley respetaba el carácter de organismos cen­
tralizados que tenían las Juntas, según la Constitución; y
no les concedía, en consecuencia, autonomía presupuestaria
ni funcional. Se les permitían gastos extraordinarios y ena­
jenación de bienes municipales con ciertas limitaciones. En
cuanto a los recursos contra sus resoluciones, eran los que
correspondían a instituciones centralizadas. La ley de Inten­
dencias, promulgada el 18 de diciembre de 1908, creó el de­
partamento ejecutivo en los organismos locales. El intenden­
te, designado por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Sena­
do, tenía las funciones esencialmente ejecutivas. Desde el
punto de vista técnico la ley significaba un avance por la
consagración clara del principio de separación de poderes;
pero aumentaba la centralización, pues daba al intendente un
.derecho de veto sobre las resoluciones de las Juntas. (8)

III
Artes Plásticas

El gran maestro de la pintura nacional en el siglo XIX


fué Juan Manuel Blanes.
Nació en Montevideo el 8 de junio de 1830. Después de
una instrucción elemental, aprendió el oficio de tipógrafo
y en tal carácter trabajó en la imprenta de “El Defensor de
la Independencia Americana’’ y de “La Constitución”, dia­
rio fundado por Eduardo Acevedo. Trasladóse luego a Salto,
donde comenzó sus trabajos de pintura y desde allí a Con­
cepción del Uruguay. Con intervalos, permaneció hasta 1859.
Trabajó intensamente y muchas de sus obras quedaron en el
palacio de Urquiza (Batalla de Pago Largo, Batalla de Ven­
ces, etc.). En su segunda estada fué encargado de la decora­
ción del Oratorio del Palacio de San José. Pintó en él, des­
de luego, una serie de cuadros religiosos.
De regreso a su patria, obtuvo una beca para estudiar
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY ’471

en Europa y hacia allí partió, ya casado, con su esposa y sus


hijos.
Pasó por Francia y, en Italia, se puso a trabajar bajo la
dirección del maestro Antonio Ciseri.
Regresó a su patria antes de vencerse el tiempo del pen­
sionado y comenzó su obra verdaderamente representativa:
retrato del Gral. Venancio Flores, retrato de la madre del
artista, retrato de Juan Manuel Besnes e Irigoyen, “La
muerte del Gral. Flores”, retrato ecuestre del Gral. Urquiza,
“Asesinato de Florencio Varela”, “Episodio de la fiebre
amarilla”, “La revista de Rancagua” (encargue del Dr. Ca­
rranza, para glorificar a San Martín), “Los últimos momen­
tos del General José Miguel Carrera”, “El Juramento de los
Treinta y Tres”. Durante este tiempo hizo un viaje a Chile
y luego, un segundo viaje a Europa. Desde allí envió a su
patria una serie de cuadros: “La Paraguaya”, “El Angel
de los charrúas”, “El último paraguayo”, “La muerte de
un oriental”. En 1883 volvió de nuevo al Uruguay, después
de cuatro años de ausencia.
Entonces fué encargado por la Municipalidad de la de­
coración de la Rotonda del Cementerio Central, para susti­
tuir a las primitivas pinturas de Baltasar Verazzi. A conti­
nuación ejecutó otra serie de obras: “Artigas”, “La Revis­
ta de 1885”, “Retrato ecuestre del General Máximo Tajes”,
“El presidente Roca en el Congreso Argentino” (por encar­
go de los amigos del presidente argentino), “Retrato de Do­
ña Carlota Ferreira”, “Demonio, mundo y carne”, “El-cal­
vario”.
El 5 de mayo de 1890 embarcó para Europa y al regre­
sar, además de otras composiciones menores, hizo “La Re­
vista del Río Negro”. Luego volvió nuevamente a Italia, fi­
jando su residencia en Pisa. Allí, amargado por la enferme­
dad y la tristeza que le ocasionara la desaparición de uno de
sus hijos, encontró Ja muerte el 15 de abril de 1901. (9)
En la producción de Blanes cabe distinguir dos épocas:
la obra realizada por el artista antes de su viaje a Europa,
sin haber salido del medio, en la que se nos muestra más es­
pontáneo y personal, aunque con deficiencias de dibujo o
perspectiva; y la labor de Blanes, pintor de la escuela floren­
tina que se resiente a veces un tanto de frialdad, fruto del
472 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

afán de perfección del artista y acaso también de su impeca­


ble tecnicismo. Pero ni la academia ni las estadas en euro­
pa pudieron desarraigar del artista oriental Ja atracción que
en él ejercieron los temas de nuestra tierra. Blanes, gran
retratista, pintor de historia, que culmina en este género con
4‘La muerte del Gral. Venancio Flores”, fué por sobre todo
un insuperable pintor de gauchos y de escenas criollas, temas
que sentía profundamente.
¿No tendrían acaso esas telas mayor frescura y simplici­
dad si Blanes no hubiera abandonado su primitiva manera
de pintar?
En la predilección de Blanes los temas criollos rivali­
zan con los episodios dramáticos en los que se refleja su psi­
cología torturada por callados dolores íntimos, sólo confesa­
dos por el pintor en su segundo autorretrato de extraordina­
ria expresividad. La tragedia que desde la infancia a la ve­
jez se movió en torno suyo, fué reflejada por Blanes al
tratar aquellos temas como el “Episodio de la fiebre ama­
rilla”, “La última paraguaya”, “La muerte de Venancio Flo­
res”, “El asesinato de Florencio Varela”, “La muerte de un
oriental” y, especialmente, en “Los últimos momentos del
Gral. Carrera”, que consideraba su mejor obra, en los cua­
les su sensibilidad tantas veces herida por el dolor, alcanzó a
dar notas de profundo dramatismo.
Contemporáneo de Blanes, y eclipsado por él, fué Eduar­
do D. Carbajal, pintor de estimables condiciones, nacido en
San José el 9 de octubre de 1831. Recibió lecciones de dibu­
jo de De Muía y Lalemand. Fué becado para estudiar en Eu­
ropa y partió de Montevideo en 1853. Se instaló en Floren­
cia donde fué discípulo del pintor Esteban Ussi. Luego se
trasladó a Roma donde prosiguió sus estudios hasta 1858
en que regresó a Montevideo. Fué designado para regentear
la Cátedra de dibujo de la Universidad de la República, que
desempeñó hasta 1857. Se dió a conocer a la opinión con sus
telas en grandes dimensiones que representan al General Ar­
tigas en el Paraguay, realizada en 1865, a D. Joaquín Suárez
terminada en 1867 y al Gral. Melchor Pacheco y Obes pintada
en 1868, pertenecientes al Museo Histórico Nacional, pobres
de composición, pero reveladoras de gran esfuerzo.
La obra de Carbajal es unilateral. No se atrevió a salir
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 473

del retrato, y la mayoría de éstos resultan inexpresivos por


no haber sido tomados del natural. Entre los años 1882 y
1885 realizó por encargo oficial la Galería de los Asambleís­
tas de la Florida, de los Constituyentes de 1830 y de los ciu­
dadanos que ejercieron la Presidencia de la República hasta
1894. Sus mejores lienzos son los retratos de los Grales. Ve­
nancio Flores y León Palleja, custodiados en el Club Rivera
y en el Museo N. de Bellas Artes. De las Galerías antes men­
cionadas el retrato de Julio Herrera y Obes es la tela más re­
presentativa. No conocemos producción suya de otro género.
Resulta lógico que siendo Carbajal contemporáneo de Blanes,
fuese desplazado por éste como retratista y como pintor.
Ello no obstante, su obra queda como ponderable esfuerzo de
un artista honesto que realizó intensa y desinteresada labor,
en un medio pobre y sin mayor tradición pictórica.
Eduardo D. Carbajal enriqueció esa tradición, a la que
aportaron, también en esta época, meritoria contribución, en­
tre 1860 y 1875, los artistas italianos Baltasar Verazzi y Pe­
dro Valenzani. El primero con su copiosa labor de retratis­
ta siguiendo las huellas de Gaetano Gallino y de Amadeo
Graz y a veces en competencia con Blanes, de la que son ex­
ponentes más altos el retrato de la Sra. Joaquina Requena
de Narvaja, el de Don Quintín Correa y Sra, y el notable re­
trato de D. Juan M. de Rosas, custodiados, como los ante­
riores entre otros muchos de su producción, en las Galerías
del Museo H. Nacional. Valenzani nos ha dejado de su va­
riada labor dos telas de gran interés documental, aunque de
escaso mérito artístico por sus deficiencias de dibujo v com­
posición: “La despedida del Gral. Venancio Flores en 1865”
y aquella que representa la entrada del mismo caudillo vic­
torioso a la ciudad de Montevideo después de la Convención
del 20 de febrero de 1865.
Diógenes Héquet, que sucede en orden cronológico y de
importancia a los anteriores, nació en Montevideo, el 26 de
setiembre de 1866. Enviado a Europa por su padre, partí
perfeccionar sus estudios de grabado litográfico, se sintió
arrastrado por otra vocación e ingresó en una Escuela de Be­
llas Artes, de París, en donde alcanzó algunas distinciones.
De regreso a Montevideo, proyectó sus “Episodios Naciona­
les” de los que realizó solamente once. Diez se imprimieron
474 HISTORIA DE I.A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

en fototipia en 1898: “El Grito de Asencio”, “Artigas en la


Calera de las Huérfanas”, “Combate de San José”, “Bata­
lla de Las Piedras”, “Primer Sitio de Montevideo”, “Exodo
del Pueblo Oriental”, “Batalla del Cerrito”, “Congreso del
Año XIII”, “Batalla del Rincón”, “La Escuadra de Brown
Frente a Montevideo”.
Más tarde hizo cinco grandes temas al óleo: “Yatav”,
“Estero Bellaco”, “Tuyutí”, “Boquerón”, “Lomas Valen­
tinas”. Pintó también paisajes y algunos temas bíblicos, por
ejemplo: “Jesús sobre las aguas”. Murió el 20 de agosto de
1902.
No fué un gran colorista, pero tenía talento artístico que
reveló sobre todo en sus motivos militares.
Dos escultores extranjeros deben mencionarse en la his­
toria artística de nuestro país, correspondiente al período
que estudiamos: Domingo Mora y José Livi.
Domingo Mora, nacido en Barcelona el 8 de setiembre de
1840, expuso en el país en 1864, sus primeros trabajos escul­
tóricos. No encontró en nuestro medio fácil acogida y no pu­
do introducir en nuestra arquitectura los motivos escultóri­
cos ornamentales que esperaba. En 1877 se alejó del Uru­
guay de regreso a su patria. Luego volvió a Estados Unidos,
donde colaboró con muchos arquitectos, logrando verdaderos
éxitos artísticos. Nuestro Museo Nacional de Bellas Artes
posee su bella obra “Víctima de la guerra civil”, un gaucho
moribundo, en que se ha representado con noble realismo el
sentido patético de la muerte.
Más intensa fué, entre nosotros, la obra de José Livi
italiano, natural de Carrara. Después de haber estudiado
en su ciudad natal y en Florencia, instaló su taller en nues­
tro país, casóse con una uruguaya y se puso a trabajar in­
tensamente. Ya anciano, se trasladó a París con su familia.
Entre sus obras principales se encuentran el grupo de
“La Piedad”, en el Cementerio Central; el sepulcro-mo­
numento a las víctimas de Quinteros, el sepulcro del tenien­
te Venancio Flores, el sepulcro Lapido, la estatua del se­
pulcro de Bernabé Rivera, el sepulcro de Leandro Gómez.
“La Caridad”, que está en el Hospital Maciel y la estatua
de la columna de la Plaza Cagancha, erigida en 1866, en
celebración de la paz, único bronce que se posee de Livi en
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 475
Montevideo. Era Livi un gran trabajador, un artista ho­
nesto y correcto, aunque no llegó a la sublimidad de las al­
tas inspiraciones. Estéticamente puede ser considerado co­
mo un tardío representante del neo - clasicismo.
Con Carlos María Herrera se clausura el ciclo de los
grandes artistas del siglo pasado, al que pertenece por su na­
cimiento y primeros tarbajos.
Nació en Montevideo, el 18 de diciembre de 1875. Comen­
zó estudios de dibujo en su ciudad natal. Luego se trasladó
a Buenos Aires para perfeccionarse y a Europa, más tarde,
becado dos veces por nuestro gobierno. Murió el 28 de mar­
zo de 1914.
Hizo telas de carácter histórico: “Artigas en la Meseta
del Hervidero”, “La mañana de Asencio”, y esbozó otras:
“El Congreso del Año XIII” y un retrato del General Arti­
gas. Pero su obra principal fué el retrato al óleo, destacán­
dose por su gracia voluptuosa, los retratos femeninos. •

IV

Las Letras

Al hablar de la perspectiva general del país a mediados


del siglo, mencionamos la poesía gauchesca como uno de los
aspectos característicos.
El género se siguió cultivando en el transcurso de siglo.
Hacia 1872 apareció “Los Tres Gauchos Orientales” — “Diá­
logo entre los paisanos Julián Giménez, Mauricio Batiente y
José Centurión” escrito por D. Antonio Lussich. El tema es
la guerra civil que tenía lugar en aquel momento, la revolu­
ción de Timoteo Aparicio contra el Gobierno de D. Lorenzo
Batlle. Continuación de esta obra fué “El matrero Luciano
Santos”, en que se comenta con amargura la situación polí­
tica del país desde la paz de abril hasta la elección de Ellauri.
En ambas obras se nota la preocupación por poner de relieve
la explotación que hacen los políticos del gaucho, a quien acu­
den para aprovecharlo primero y abandonarlo después, si lo
juzgan conveniente .
Hay también una vasta producción gauchesca, anónima.
476 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

de escasa inspiración literaria. En 1893 Elias Regules publi­


có “Versitos criollos” impregnados de un romántico y sua­
ve lirismo.
Pero el verdadero color gauchesco habría de resurgir ya
en pleno siglo XX con Alonso y Trelles (el Viejo Pancho).
Analizaremos ahora a grandes rasgos la vida y obra de
figuras destacadas de nuestras letras en la segunda mitad del
siglo.
Alejandro Magariños Cerrantes, nació en Montevideo, el
3 de febrero de 1825. En él realizó sus primeros estudios,
y luego de una breve estada en Río de Janeiro en donde co­
menzó sus trabajos literarios, se trasladó a España a fines
de 1846. Allí completó sus estudios de derecho y se rácu­
lo al ambiente literario. En 1851 pasó a París, donde co­
menzó la publicación de la “Revista Española de Ambos
Mundos”, que se editó en París y en Madrid al mismo tiem­
po (1853-1855).
Anterior a esta fecha fué su “Ensayo histórico - políti­
co sobre las Repúblicas del Plata”; también había colabo­
rado en “El Constitucional” de Montevideo, y en “El Mer­
curio” de Valparaíso.
De* París pasó a Inglaterra y a Bélgica y luego regresó a
Montevideo. Desempeñó en su patria vanos cargos, entre
ellos el de Catedrático de Derecho de Gentes y Rector de la
Universidad; más tarde fué senador y en ese cargo le sor­
prendió la muerte (8 de marzo de 1893). Entre sus obras
principales, además de las ya mencionadas, se cuentan “Ce-
liar”, leyenda americana en variedad de metros, “Caraniu-
rú”, novela histórica, “Amor y Patria”,- drama en 5 actos
y en verso, “Horas de melancolía”, poesías, “Palmas y Om-
búes ’
Su obra literaria vinculada al romanticismo no tiene va­
lores profundos; pero su figura histórica, analizada en con­
junto, cobra un relieve singular si se la considera tal como
actuó en su medio, vinculada a todas las iniciativas de inte­
rés, a todas las inquietudes intelectuales.
En las letras uruguayas se destaca como novelista his­
tórico :
Eduardo Acevedo Díaz, nacido en la Unión el 20 de abril
de 1851, en una familia de honda tradición blanca. Después
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 477

de los estudios generales, comenzó la carrera de derecho que


interrumpió para participar en la revolución nacionalista de
Timoteo Aparicio. Cumplida esta campaña se dedicó al pe­
riodismo político que le valió un primer destierro a la Repú­
blica Argentina. Tomó parte en la Revolución Tricolor; y lue­
go de una breve residencia en Brasil y la Argentina, volvió
a la patria. Su violenta oposición al gobierno de Santos le
trajo un segundo destierro, más prolongado que el primero.
Fué durante varios años Inspector de Escuelas en la provin­
cia de Buenos Aires. En 1895 regresó al Uruguay. Fué aqué­
lla la época de sus vehementes campañas periodísticas de “El
Nacional”, en que atacó, sin piedad ni mesura, la obra del
Presidente Idiarte Borda. A pesar de ser nacionalista, pres­
tó su voto a la elección presidencial de D. José Batí le y Or-
dóñez ,en marzo de 1903, circunstancia que lo distanció irre­
vocablemente de su grupo político. Se alejó otra vez de su
patria —ya para siempre— y ocupó cargos diplomáticos en
varias regiones de América y de Europa. Murió el 18 de ju­
nio de 1921. t
Aparte de la labor periodística, que le absorbió tiempo y
extraordinarias energías, la obra literaria de Acevedo Díaz
se circunscribió a la novela. Su primera producción fué
“Brenda”, una novela de corte romántico, sin mayor fuer­
za ni originalidad, que le procuró triunfos fáciles. Luego dió
comienzo al género que lia constituido su legítima gloria: ¡a
novela histórica. Fueron apareciendo, sucesivamente, “Is­
mael”, que relata los tiempos de la Patria Vieja; “Nativa”,
cuya acción transcurre bajo la dominación portuguesa. Le
siguen: “Grito de Gloria”, correspondiente a los tiempos de
la revolución de 1863 - 65, y “Lanza y sable”, en que descri­
de la revolución de Fructuoso Rivera contra el Presidente
Manuel Oribe. Además de esta serie, que completa casi todo
el ciclo de nuestros tiempos primeros, escribió “Soledad”, de
gran colorido local, pero sin carácter histórico. Debemos
mencionar también las narraciones breves, entre las que so­
bresale “El combate de la tapera”.
Desde el punto de vista literario, las mejores obras de
Acevedo Díaz son “Ismael”, “Soledad” y “Lanza y sable”.
“Ismael” corresponde a la época de la Patria Vieja.
Acevedo Díaz hace aparecer la figura de Artigas, incorpo-
478 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

raudo por primera vez al arte y a través de él, a la historia,


la figura del héroe, sólo conocido, hasta ese momento, por la
circunspecta descripción de Fregeiro o por el cálido alegato
de Carlos María Ramírez. Pero Acevedo no ha hecho de Ar­
tigas la figura central de la-obra. No hay labor de escudri­
ñamiento psicológico. Aparece en el momento de desasosie­
go de 1808, con apenas algo más que su gallarda figura físi­
ca: un gesto de misterio y reserva; y sólo reaparece, como
un incidente, en el fragoroso entrevero de la batalla gaucha.
El personaje nuclear es Ismael, tupamaro sin miedo a quien
las circunstancias llevan a herir a un hombre. Creyendo ha­
berle dado muerte, Ismael se hace gaucho alzado y se reúne
a los matreros que en los bosques del Río Negro, desafían la
vigilancia del preboste. Hasta que llega la hora de la patria.
El Grito de Agencio es la señal de ataque al godo que retiene
el poder, por sólo el título secular de la conquista. Desfilan
por la obra personajes históricos: Fernando Otorgues, Pedro
José Viera, Venancio Benavídez, los hermanos Rivera, Bal­
tasar Vargas. Peyó la historia no radica en lo individual, si­
no en lo objetivo y en lo típico. Ismael es todo el gauchaje
de la Patria Vieja y el medio en que se mueve es nuestro
medio, en la alborada de la existencia política. Hay, más que
novela, epopeya. La visión de Montevideo amurallada y ci­
clópea ; la atmósfera conventual sacudida por el primer estre­
mecimiento revolucionario; la dura vida de la estancia cima­
rrona; el campamento de matreros en la selva del río, nos
dan el tono de la época. Más intensamente aún, nos pone en
presencia del alma gaucha, con su bravia entereza, la fuerza
instintiva de su querer, el desprecio inconsciente de su vida
y de la ajena, los temores pueriles y los respetos sin lógica
del hombre que ve matar a un semejante sin inmutarse y no
deja maltratar a una culebra.
Escenas de vigoroso realismo como el asesinato del sol­
dado en el campamento matrero, la muertfp de Sinforosa,
la escena del yaguareté, podrían ser calificadas de crudas,
si sus bordes no se diluyesen insensiblemente en la fuerza
dramática del conjunto, hasta asumir el valor de símbolos.
“Soledad” es el drama de amor entre Pablo Luna, 31
gaucho trova y Soledad, la hija del estanciero Brígido Mon-
tiel. Arrojado de la estancia por el dueño, que no quería
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 479
“cimarrones”, Pablo Luna se venga incendiando los cam­
pos de Montiel. La obra termina con el rapto de Soledad, a
quien el gaucho lleva, salvador, en su alazán. “Detrás de­
jaba un horizonte rojo y montes de pavesas; por delante
se abría el desierto vestido a esa hora de luto y se alzaban
como mudos gigantes las nubes de los cerros. Y cuando ya
lejos de la densa humareda pudo ostentarse diáfano el cié-
lo, alumbraron sus pálidas estrellas al jinete que a grupas
llevaba la guitarra —confidente amada de sus dolores, y
en brazos una hermosa — último ensueño de su vida, adus­
to, altanero, ^hundiéndose por grados en los humores selvá­
ticos como en una noche eterna de soledad y misterio”.
La obra tiene pasajes hermosos. Las escenas del incen­
dio y el dolor de Pablo Luna ante el cuerpo muerto y muti­
lado de la madre, son páginas de valor universal.
“Lanza y sable” tiene escenas muy movidas y un fuer­
te aroma nativo, como las otras. Pero Acevedo Díaz ha da­
do en ella más entrada a la disertación histórico - sociológi­
ca y pierde por tanto la simplicidad robusta de las anterio­
res. Además la figura “proteica” (así la llama), de Fruc­
tuoso Rivera, ocupa un lugar prominente “...todos confia­
ban en el poderoso caudillo como en un ser indispensable
para los menores asuntos privados, y lo describían multi­
forme, fuerte, irresistible. El sable le había caído del cielo”.
“En los grandes despoblados del latifundio, se veía vagar
su sombra a toda hora, una sombra gigante, de protección,
de amparo, cuasi bendita”.
Si Acevedo Díaz fué eJ novelista de la patria, Zorrilla
de San Martín fué su poeta.
Juan Zorrilla de San Martín nació en Montevideo el 28
de diciembre de 1855. Fueron sus padres Juan Manuel Zo­
rrilla de San Martín y Alejandrina del Pozo. Cuando tenía
apenas un año y medio de edad perdió a su madre; y la nos­
talgia de su amor ausente había de llenar su corazón de una
honda melancolía, sólo vencida por el fervor religioso. Hizo
estudios en el colegio de los Padres Jesuítas, de Santa Fe,
en la escuela de los Padres Bavoneses y en la Universidad
de Montevideo. A los diez y ocho años fué enviado a Chile,
a fin de que su fe quedase indemne de los ataques anti-es­
piritualistas que se hacían sentir, por aquel entonces, en
480 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

nuestros medios intelectuales. En Chille Zorrilla hizo sus es­


tudios de abogado y comenzó su labor literaria. Además de
otros trabajos, escribió versos que publicó en Santiago, en 1877,
con el título: “Notas de un himno”. En 1878 volvió a su pa­
tria. Fué nombrado juez en el departamento de Montevideo;
ese mismo año fundó “El Bien Público”, para librar en su
patria “las batallas de Dios”. En 1879, en ocasión de ce­
lebrarse en la Florida la inauguración del monumento a la
Independencia, compuso “La Leyenda Patria”. La oposición
política que hizo a Santos le valió horas de amargura y de
destierro. Después de la renuncia de este gobernante, pu­
do régresar a su patria. Ocupó desde entonces varios altos
cargos públicos y entre ellos, el de Ministro Plenipotenciario
ante España y Portugal. Nuevamente volvieron a ocurrirle vi­
cisitudes durante el gobierno de Cuestas, pero luego fué hon­
rado con puestos de significación. Murió el 3 de noviembre de
1931. Su muerte fué un duelo nacional. El 10 de febrero de
1943 su casa de Punta Carreta fué erigida en Museo Nacio­
nal y Escuela Cívica.
Además de las obras tempranas que ya mencionamos, hi­
zo otras de gran valor: “Tabaré”, “Resonancias del camino”,
“Huerto cerrado”, “La epopeya de Artigas”, “El serrnSn
de la paz”, “El libro de Ruth”. Dejó una obra literaria pos­
tuma: “La profecía de Ezequiel”.
Las más valiosas son: “La Leyenda Patria”, “Taba­
ré” y “La epopeya de Artigas”.
“La Leyenda Patria” debía ser presentada, según diji­
mos, en el certamen poético realizado con motivo de la inau­
guración del monumento a la independencia: La composi­
ción no estaba dentro de las condiciones reglamentarias y no
pudo entrar en la lid poética; pero se le permitió a Zorrilla
que la leyese en el acto público que se celebró el 25 de agosto.
Fué tan intensa la emoción del auditorio que el poeta laurea­
do, Aurelio Berro, entregó su premio al autor de “La Leyen­
da Patria”. Es éste, efectivamente, un canto épico de un vi­
gor y de una belleza extraordinarios, en que el poeta derra­
mó abundantemente el sentimiento patriótico que constituye
uno de los aspectos más simpáticos de su espíritu.
“Tabaré” es, o quiere ser, una epopeya indígena. Zorri­
lla de San Martín puso en obra una leyenda, conocida en Chi­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 481

le, de un indio boroa que había rescatado a una mujer blanca,


raptada por otros indios, devolviéndola a su hogar. Tabaré
no es un indio puro, sino un mestizo, hijo de una española
y un cacique indio; y en sus ojos azules revela la doble pro­
cedencia de su sangre. Ni el personaje, íii la acción, hacen
de “Tabaré”, la obra evocativa de nuestra raza india; pero
abundan en ella, además de un exquisito buen gusto, esce­
nas de colorido y encantadoras descripciones del medio na­
tivo .
La obra de mayores valores, es sin duda, “La Epope­
ya de Artigas”. En 10 mayo de 1907, el Presidente Claudio
Williman decretó la erección de un monumento al General Jo­
sé Artigas; se disponía el llamado a concurso a escultores na­
cionales y extranjeros; y se encargaba al Dr. Juan Zorrilla
de San Martín la preparación de una memoria sobre el héroe,
que pudiera servir de inspiración y de guía a los artistas. Así
nació “La Epopeya de Artigas”. Un elevado soplo poético
anima toda la obra. Los valores plásticos del personaje, fuer­
temente delineados, dieron seguramente al escultor triunfan­
te Angel Zanelli, la sugestión que necesitaba para llevarlo al
bronce. Sin el rigor de una historia científica, este libro seña-,
la una etapa más en el proceso de valoración del héroe, que
no hacía muchos años se había iniciado. Dijo a su respec­
to, D. Miguel de Unamuno: “Dudo mucho que artista algu­
no del cincel pueda erigir a la memoria y al culto de Artigas
un monumento, en mármol o bronce, más sólido y más poéti­
co que éste. El monumento que el Presidente Williman de­
cretaba está ya en pie. Y canta como una estatua no puede
cantar”.
Además, “La Epopeya de Artigas” tiene un gran acier­
to de arte y de verdad histórica: el friso sobre el que levanta
la alta estatura del héroe es el Pueblo Oriental, que existía dis­
perso, sin unidad ni conciencia y Artigas conjuró, desde la
hora inicial de la Revolución, imprimiéndole un imborrable
distintivo en los días amargos que siguieron al armisticio de
1811. La descripción del Exodo del Pueblo Oriental es una pá­
gina maravillosa de color, de emoción poética y de evocación
histórica.
482 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

En esta segunda mitad del siglo, el teatro nacional no re-


viste mayor interés.
Además de Magariños Cervantes, encontramos algunas
obras de Eduardo Gordom y Orosmán Moratoria, escritas en
verso que no tienen significación literaria. Aparte de algún
ensayo teatral de José Cándido Bust aman-te y Nicolás Gra­
nada, aparece a fines del siglo Samuel Blixen, el mejor repre­
sentante del teatro romántico.
Entre tanto se había llevado a escena —primero en la
pantomima—, luego con palabras, el personaje gancho: Juan
Moreira. Surge así, a fines del siglo, el teatro gauchesco.
En 1893 se estrenó en Montevideo el 41 Juan Soldao” de Oros-
mán Moratorio. Al año siguiente se representó “Cobarde”
de Víctor Pérez Petit.
Pero en realidad, y aunque estas últimas obras signifi­
caron un saludable intento para darle al teatro el colorido
local qué faltaba, fué recién en el siglo XX que nuestro tea­
tro cobró un impulso realmente extraordinario.
Tocó a Florencio Sánchez ser el iniciador de la corrien­
te renovadora; pero su obra será estudiada aparte.

* *

Francisco Bauzá. — Dentro de las letras uruguayas, y so­


bre todo, dentro de la historia, hay que mencionar a Francis­
co Bauzá, hijo de D. Rufino Bauzá¿ de conocida actuación en
la época de la Independencia, que nació en Montevideo el 9
de octubre de 1849 y murió el 4 de diciembre de 1899. Siendo
muy joven se inició en el periodismo dirigiendo en 1871 “Los
Debates”, órgano del Partido Colorado en el que militó. De­
sempeñó temporalmente algunas misiones internacionales y
fué representante, Ministro de Gobierno en la época de Julio
Herrera y Obes y senador, posteriormente. Su actuación co­
mo parlamentario se señala en particular por dos grandes ale­
gatos jurídicos: la impugnación a la ley de conventos y el
alegato contra el destierro de Santos. Este último sobre to­
do fué valioso, no sólo porque esgrimió argumentos de un in­
dudable carácter constitucional, sino porque representó en
aquel momento un verdadero acto de gallardía, frente a un
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 483

parlamento veleidoso y ante una barra hostil, que se empeña­


ban en detractar a Santos y en ponerlo fuera de la ley, cuando
unos pocos meses antes había sido objeto de honores triun­
fales.
Bauza demostró también una gran versación en el dere­
cho público como lo prueban sus “ Estudios constituciona­
les”. Pero su más alta calidad reside en su obra de histo­
riador.
“La Historia de la dominación española en el Uruguay”
reviste ya los contornos de una historia científica, con una
visión panorámica de Jos hechos, y con una gran nobleza y
severidad de forma.

Al finalizar el siglo XIX, nuestra vida intelectual y ar­


tística sufrió una extraordinaria conmoción. Aparecen va­
lores superiores en todos los géneros: filosofía, ensayo, no­
vela, poesía, ¡teatro, narración breve. Los nombres de Carlas
Vaz Ferreira, José Enrique Rodó, Carlos Reyles, Julio He­
rrera y Reissig, Florencio Sánchez representan figuras defi­
nitivamente consagradas.
No obstante, la creación intelectual y artística de este
período no se hizo bajo el signo de la esperanza. El decaden­
tismo europeo había contagiado al alma de América; y como
ocurrió con todas las repercusiones ideológicas, ¡también ésta
llegó con retraso. Ya el espíritu francés se reponía, llaman­
do todas las energías vitales de la nación, retemplándose al
calor de los grandes maestros extranjeros, fortificándose en
la nueva posición internacional de Francia, cuando en el Río
de la Plata los corazones enfermos clamaban por una nueva
fe. Y este estado de espíritu, que no respondía al espejo ex­
tranjero, menos respondía a la realidad nacional. Las pos­
trimerías del siglo XIX y los comienzos del XX fueron para
el Uruguay una época relativamente venturosa. La paz de
1897 pareció asegurar una feliz coparticipación; y a su am­
paro, las energías industriales y económicas prometían un fe­
cundo desenvolvimiento.
No obstante, el desasosiego imprimía su ritmo angustioso
484 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

.al alma intelectual. Su primer intérprete fué José Enrique


Rodó. En 1897 apareció “La Vida Nueva”, un pequeño vo­
lumen en (pie reunió varios ensayos. Uno de ellos, “El que
vendrá”, exaltaba la gran expectativa mesiánica: “Entre
tanto, en nuestro corazón y nuestro pensamiento hay muchas
ansias á las que nadie ha dado formas, muchos estremeci­
mientos cuya vibración no ha llegado aún a ningún labio,
muchos dolores para los que el bálsamo nos es desconocido,
muchas inquietudes para las que todavía no se ha inventado
un nombre...” “Sólo la esperanza mesiánica, la fe en el que
ha de venir, flor que tiene por cáliz el alma de todos los
tiempos en que recrudecen el dolor y la duda, hace vibrar
misteriosamente nuestro espíritu”.
También Carlos Reyles exteriorizó la necesidad de dar
una respuesta a la aguzada e insatisfecha sensibilidad de la
época. En el prólogo a “Las Academias”, que puede se,r
considerado como un manifiesto artístico, dice: “Me propon­
go escribir, bajo el título de Academias, una serie de nove­
las cortas, a modo de tanteos o ensayos de arte, de un arte
que no sea indiferente a los estremecimientos e inquietudes
■de la sensibilidad fin de siglo refinada y complejísima, que
transmita el eco de las ansias y dolores innombrables que
experimentan las almas atorméntalas de nuestra época, y este
pronto a escuchar hasta los más débiles latidos del corazón
moderno, tan enfermo y gastado”.
Pero a pesar de estos antecedentes, que parecían augurar
frutos de pesimismo, la generación de fines del siglo XIX
no sólo alcanzó extraordinaria alcurnia artística; fué además,
pléyade de valores positivos, entusiastas de un ideal de be­
lleza, de sinceridad intelectual, de acción. Algunos de ellos
desempeñaron incluso, en el más hondo sentido de la palabra,
excelsa labor de pedagogos.
Analizaremos rápidamente su obra.
Carlos Fus Ferreira. — Nació el 25 de octubre de 1872.—
Fueron sus padres Manuel .Yaz Ferreira y Belén Ribeiro.
Su hermana única fué María Eugenia Yaz Ferreira, extraor­
dinaria poetisa.
-Carlos Yaz Ferreira no asistió a la escuela primaria y
cursó en la Universidad los estudios secundarios y prepara­
torios; luego ingresó a la Facultad de Derecho y se graduó
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 485

<le abogado. En 1897 ganó el concurso para textos de P,sí-


cología y Lógica; sus libros fueron utilizados en el Uruguay
y en varios países sudamericanos. En ese mismo año ganó
por concurso de oposición la Cátedra de Filosofía. Desem­
peñó numerosos e importantes cargos: Vocal de la Direc­
ción de Instrucción Primaria. Decano de la Enseñanza Se­
cundaria y Preparatoria de la Universidad. Catedrático de
Filosofía del Derecho. Rector de la Universidad. Maestro de
Conferencias (cargo que desde 1913, desempeña, con alguna
breve interrupción). Simultáneamente con todas esas activi­
dades desempeñó la profesión de abogado, y presentó varios
proyectos jurídicos.
En todos sus puestos docentes luchó por mejorar las con­
diciones generales de enseñanza, programas, métodos, régi­
men de promociones. Muchas de sus obras resultaron de con­
ferencias dadas en sus cátedras: por ejemplo, “Sobre la pro­
piedad de la tierra”, “Sobre los problemas sociales”, “El
feminismo”, “Lecciones sobre pedagogía” y “Cuestiones de
enseñanza”. En 1907 publicó “Los problemas de la libertad”1
que aun resulta completamente nueva sobre esos temas. En
1908 publicó el primer fascículo de una especie de revista per­
sonal cuyo índice era: Conocimiento y acción. — En las már­
genes de “L’Expérience Religieuse” de W. James. — Sobre
el carácter. — Un paralogismo de actualidad. — Psicogra-
mas. — Un libro futuro. — Reacciones. — Ciencia y metafí­
sica. — Con parte de estos estudios y pensamientos, y con
otros posteriores, publicó en 1938 el primer volumen de
“ Fermentarlo ”.
Las conferencias dadas en la Cátedra de Conferencias no
fueron enteramente recogidas. Se perdieron muchas series de
ellas, en las que trataba de Nietzsche, Bergson, Fabre, lite­
ratura portuguesa, música griega, músicos modernos.
Se ha señalado ya el significado' especial que revistió la
aparición de Vaz Ferreira en nuestro medio intelectual: fué
el primer filósofo, sin agotar no obstante, en sus meditacio­
nes filosóficas, la enorme riqueza de su espíritu.
El pensamiento vazferreiriano tiene una manera especial
de hondura que lo lleva de inmediato a la zona medular de
los problemas. Allí donde otros intelectos (y no de los vul­
gares) no han visto más que un problema, él discierne la
486 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

inagotable multiplicidad; o a la inversa anula en un enfoque


de claridad poderosa disputas en que se combaten los hom­
bres, cuando solamente entran en desacuerdo por cuestiones
de palabras.
La obra en que resplandece más este incisivo poder de
iluminación es “Los problemas de la libertad”. Pero no sólo
se ejerce en los altos planos del espíritu. Al estudiar los pro­
blemas sociales discrimina con insuperable claridad la con­
fusión en que incurren por igual conservadores y revolucio­
narios al defender o al atacar en conjunto al orden actual, en
nombre del ideal individualista, o del ideal social. Y sobre
todo, al estudiar el problema de las clases, indica el formidable
error de los que atacan (o defienden) englobados bajo la
misma rúbrica a individuos que nada tienen que ver entre sí,
por ejemplo, al trabajador espiritual y al “yerno rico”. Y
consagra entonces bellísimas páginas a señalar la relación
entre el trabajo material y el trabajo espiritual, dándole a
éste, sin desvalorizar a aquél, la excelsa jerarquía que merece.
La filosofía vazferreiriana eliminó de la cátedra y de la
enseñanza oficial el pensamiento positivista, hasta entonces
considerado como inexpugnable. Fuera de fronteras, la filo­
sofía atravesaba entonces una intensa renovación. Particular­
mente en psicología el pensamiento de James y Bergson re­
velaba toda la riqueza del mundo interior, más fuerte que los
símbolos que la traducen y la expresan; más rico, sobre todo,
que el lenguaje. Una revolución se había producido, señala Yaz
Ferreira, una insospechada revolución de incalculables con­
secuencias : la rebelión del espíritu contra las palabras.
Yaz Ferreira no se enroló en ninguna escuela; pero par­
ticipó de la corriente renovadora y restauró en nuestro medio
la grandeza decaída de la metafísica.
“Aunque no hubiera, en favor de la Metafísica, otras ra­
zones de utilidad ni de dignidad, habría ésta, que parece una
paradoja y es una verdad capital: el conocimiento de la meta­
física es indispensable para ser un verdadero positivista en
ciencia”. Y más adelante, agrega:
“En medio del océano para el cual no tenemos ni barcas
ni velas, la humanidad se ha establecido en la ciencia. La
ciencia es un témpano flotante”.
“Es sólido, dicen los hombres prácticos, dando con el pie;
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 487

y en efecto, es sólido, y se afirma y se ensancha más cada día.


Pero por todos sus lados se encuentra el agua; y si se ahonda
bien en cualquier parte se encuentra el agua; y. si se analiza
cualquier trozo del témpano mismo, resulta hecho de la mis­
ma agua del océano para el cual no hay barca ni velas. La
ciencia es Metafísica solidificada9'.
“Es sólido, dicen los hombres prácticos dando con el pie.
Y tienen razón: v también, nada es más útil y meritorio que
su obra. Ellos lian vuelto el témpano habitable y grato. Mi­
den, arreglan, edifican, siembran, cosechan. Pero esa morada
perdería su dignidad si los que la habitan no se detuvieran
a veces a contemplar el horizonte inabordable, soñando en
una tierra definitiva; y hasta si continuamente algunos de
ellos, un grupo selecto como todo lo que se destina a sacri­
ficios, no se arrojaran a nado, aunque se sepa de antemano
que hasta ahora ninguno alcanzó la verdad firme y que todos
se ahogaron indefectiblemente en el océano para el cual no
se tiene barca ni velas”. (“ Fermentarlo ”).
La filosofía de Vaz Ferreira no puede ser englobada
dentro de ningún sistema; por otra parte, es a los ismos que
tiene particular horror el filósofo. Su posición es una actitud
personalísima, honda, que solamente rehuye una cosa: la mu­
tilación del pensamiento o del sentimiento. No detener el vue­
lo del alma. No permitir el desfallecimiento o el adormeci­
miento de la conciencia, he ahí todo.
Para conocer a Vaz Ferreira hay que seguir con su obra
la misma actitud que él recomienda para otros autores. Asb
al hablar de Nietzsche, exhorta a que se dejen de lado sus
ideas cristalizadas, aquello en lo que el mismo Nietzsche cre­
yó, aquello que . precisamente le ha dado celebridad: por
ejemplo la idea tesis del superhombre. Y sentir en cambio los
aciertos de su psiqueo y basta la ternura de su espíritu, cuan­
do no lo detiene la limitación de un plan o de un sistema.
Diríamos entonces que Vaz Ferreira hace metafísica vi­
va, lógica viva, moral viva.
En una de sus obras (“Conocimiento y acción”) explica
la posición en que suelen encontrarse las inteligencias plás­
ticas cuando se dedican a profundizar los problemas nobles.
Un cierto escepticismo las invade; pero aquí dice, pueden
ocurrir tres cosas: o bien ese escepticismo imbibe todo el es­
488 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

píritu y lo pierde; o bien lo invade también totalmente, pero


dejándole una dulce e inactiva tolerancia; o bien se organiza
por separado, y entonces, no paraliza sino vigoriza la acción.
“En cuanto a mí, la experiencia de la vida y lo que sé del al­
ma de los hombres, me hacen esperar en la práctica de ese
tipo de seres, aunque no se puedan hacer al respecto demos­
traciones ni cálculos, mayor promedio intelectual y moral que
de los afirmativos dogmáticos”... “Pero estoy notando que
he escogido una bien pobre e inapropiada y triste palabra, y
que tal vez por ello no he podido expresar lo que deseaba. “Es­
cepticismo” sugiere algo de sistemático, de seco, de estrecho
también, casi de profesional; y de dogmático, sin que sea pa­
radoja : es el dogmatismo de la ignorancia, el más incompren ­
sible de todos. ¿Por qué hablar de escepticismo, cuando su
trata de la única actitud mental en que el hombre puede con­
servarse sincero ante los otros y ante sí mismo sin, por eso,
mutilarse el alma...! Saber qué es lo que sabemos, y en
qué plano de abstracción lo sabemos; creer cuando se debe
creer, en el grado en que se debe creer; dudar cuando se de­
be dudar, y graduar nuestro asentimiento con la justeza que
esté a nuestro alcance; en cuanto a nuestra ignorancia, no
procurar ni velarla, ni olvidarla jamás; y, en ese estado de
espíritu; obrar en el sentido que creemos bueno, por seguri­
dades o por probabilidades o por posibilidades, según corres­
ponda, sin violentar la inteligencia, para no deteriorar por
nuestra culpa este ya tan imperfecto y frágil instrumento, —y
sin forzar la creencia”.
De acuerdo con sus ideas filosóficas, es lógico que no re
conozca moral con fundamento religioso ni estrictamente po­
sitivo. Cree que la metafísica debe contribuir ampliamente
para la moral ideológica y para la moral afectiva; pero no
tanto con teorías o con definiciones, sino con sugestiones y
con la visión de las posibilidades. Las morales positivas, di­
ce, pueden tener algo de aceptables, pero cierran por arriba
todas las expectativas de la esperanza humana, que caben en
lo desconocido o en lo incognoscible. “El edificio podría ser
del estilo que se prefiera; podría predominar en él el estilo
griego, el romano o el gótico, pero hay, por lo menos, formas
de arquitecturas que no deberán aplicarse; por ejemplo la de
las Pirámides de Egipto; cerradas por arriba, no pueden
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 489
construirse más que tumbas”... 4‘Vivimos sobre un planeta,
cuyo origen y cuyos destinos no conocemos, en un trozo limi­
tado del universo que conocemos mal y más allá del cual no
conocemos nada. Algunos hechos están a nuestro alcance; y
para los actos humanos, pueden proponerse diversos móvi­
les. Esos móviles no son siempre contradictorios ni exclusi­
vos unos de otros; la consecución del placer personal es un
móvil; la consecución del bienestar social es un móvil; faci­
litar el progreso humano es un móvil; la expansión de la
vida, es un móvil; y todavía todo lo que ignoramos, repre­
senta esperanzas para algunos, posibilidades simplemente
para otros, las que también deben ser tomadas en cuenta
con los otros móviles, que puedan agregarle algo, y que,
de todos modos, en ningún caso les son opuestos. Nuestra mo­
ral debe contener todo eso; debe resultar de la combinación
de todo eso; hasta nuestra duda, hasta nuestra ignorancia de­
ben formar parte de nuestra moral”. (“Moral para intelec­
tuales”) .
La “Moral para intelectuales” está inspirada en ese an­
helo de sugerir estadas vivos, de proyectar la atención sobre
zonas no iluminadas o escasamente iluminadas por la con­
ciencia; impedir la anestesia intelectual o moral. Y teniendo
en cuenta, todavía, que una conciencia vigilante y sensible,
rara vez encuentra la paz. La conciencia tranquila puede no
ser índice de superioridad moral; y aun puede serlo ele in­
ferioridad. Muchas veces el cumplimiento del deber se tra­
duce por sufrimientos ajenos; y además la duda moral pue­
de versar incluso sobre la conducta; hasta puede hablarse,
dice Vaz Ferreira, de profesiones en parte, intrínsecamente
inmorales, (la del abogado, la del periodista), que sólo en
algunas ocasiones permiten actitudes morales enteramente
puras.
En la lógica, prima la misma actitud. “Lógica Viva” es
el título de la obra en que hace estudios al respecto. Se pro­
pone, dice, estudiar los errores vivos de los hombres, no co­
mo lo hacen los tratados corrientes de lógica, que los estu­
dian muertos y embalsamados, esqueletos de errores, ‘‘las
equivocaciones de los hombres, tales como deberían ser si los
hombres se equivocaran con arreglo a los preceptos de la ló­
gica”. Entudia, entonces, los errores del pensamiento y de
490 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

las tendencias y hasta de lo subconsciente, si la expresión no


fuera paradójica. Errores de falsa oposición, que impulsan
a la humanidad a un incesante ritmo de exageraciones;
confusión entre las cuestiones explicativas y las normativas;
errores de falsa precisión; las falacias verbo - ideológicas; el
error de falsa sistematización.
¿Y en cuanto al valor del razonamiento? Hay espíritus
falsos no porque no razonan, dice Vaz Ferreira, sino porque
no hacen más que razonar. Es necesario, además del razonar,
un sentido común hiper - lógico, que interviene después del
» raciocinio o simultáneamente con él, para mantener el juego
de las múltiples ideas e impedir que una de ellas predomine
excesivamente sobre los demás.
Además de éstos, propiamente filosóficos, conviene es­
tudiar otros aspectos interesantes de Vaz Ferreira.
Su estudio de los problemas sociales, en primer tér­
mino. Se mueve aquí en torno a un noble individualismo an­
sioso de reformas, rectificado por un verdadero sentimiento
de justicia social. No acepta el individualismo puro, por la
dureza que revestiría para los débiles y desamparados; no
acepta el socialismo, porque aparte de ser inconcretable, pue­
de comprometer las soluciones de libertad y personalidad,
necesarias para la dignidad humana.
Vaz Ferreira enfoca directamente el problema en plano
superior al del simple ecléctico que piensa con lo ya pen­
sado; y cree que debe asegurarse a cada individuo el mí­
nimo para subsistir, tierra de habitación (ha hecho un aná­
lisis -a fondo de la distinción entre la tierra de habitación
y tierra de producción), trabajo, educación, y luego, todo
lo demás que se pueda, sin comprometer el estímulo personal,
la libertad, todo lo que es necesario para el progreso de
“la especie en marcha”.
Otros aspectos: sus esfuerzos pedagógicos, encarando
problemas de la alta enseñanza, problemas liceales, proble­
mas de los niños, para los que llegó a proponer parques es­
colares. Estudios sobre el feminismo, para preconizar la ele­
vación de la dignidad de la mujer con derechos y facultades
que no agraven sus ya pesadas cargas naturales (feminismo
de compensación).
Y en fin, su permanente docencia en la Cátedra de
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 491

Conferencias, en la Cátedra de Filosofía del Derecho, sobre el


profundo significado de la democracia, el valor fermental de
la libertad, sus efectos a largo plazo, los problemas de jus­
ticia social.
Yaz Ferreira ha enseñado a pensar y a dudar, en lo que
la duda tiene de fecunda y de noble. Ha enseñado incluso
a ignorar. Ha inoculado la fe en el progreso moral del es­
píritu humano. La heroica soledad de su pensamiento y de
su conducta es un ejemplo que exige reverencia, aunque no
se compartan sus fundamentos filosóficos. Y entre todas las
cosas que ha hecho sentir, lo más grande es tal vez el drama
del hombre que, superando la limitación de sus facultades y
la fragilidad de sus conocimientos, levanta su creciente afán
por nuevos y conflictuales ideales, en esta “heroica, absurda
y enteroecedora aventura” de la vida.
José Enrique Rodó nació en Montevideo el 15 de julio
de 1872, en el seno de una antigua y honorable familia. Hizo
sus primeros estudios en la escuela Elbio Fernández y los
completó luego en la Universidad de Montevideo; pero no
terminó el bachillerato. Sus primeros escritos fueron publi­
cados en la “Revista Nacional de Literatura y Ciencias So­
ciales”, que apareció desde mayo de 1895 a noviembre de
1897. Fué catedrático de Literatura y ocupó una banca parla­
mentaria. Pero la política no era su campo natural de acción.
En 1916 partió para Europa como corresponsal de la
revista “Caras y Caretas”. En la hora de la despedida una
multitud inmensa —puede decirse toda la juventud montevi-
deana,— lo acompañó para exteriorizarle su admiración y su
afecto. Murió en Palermo el 2 de mayo de 1917.
Las obras, además de los escritos iniciales, fueron:
“Ariel”, “Motivos de Proteo”, “El Mirador de Próspero”,
“Camino de Paros”. Transcurridos varios años de su muerte,
algunos de sus escritos inéditos fueron recogidos por manos
fraternas y amigas, y publicados con el título de “Ultimos
Motivos de Proteo”.
En “El Mirador de Próspero” recogió una serie de tra­
bajos sobre tópicos diversos, algunos refundidos de otros,
anteriormente aparecidos en la “Revista Nacional”. “Camino
de Paros”, está constituido por un conjunto de estampas y
sugestiones de viaje, algunos bellísimos. Pero sus grandes
obras son “Ariel” (1900) y “Motivos de Proteo” (1909).
492 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

“Ariel” contiene el discurso que el viejo maestro Prós­


pero dirige a sus discípulos al reunirlos por última vez,
pasado un año de tareas. Las palabras de Próspero invocan
el genio tutelar de Ariel que, como en la obra de Shakespeare,
representa el imperio de la razón y el sentimiento sobre los
bajos estímulos de la irracionalidad; el entusiasmo generoso
y desinteresado en la acción; la espiritualidad de la cultura,
la vivacidad y la gracia de la inteligencia, en una palabra, el
término ideal a que asciende la selección humana. Contiene
la alocución de Próspero en primer término una ardiente
exhortación a los jóvenes para que cada uno de ellos desa­
rrolle la integralidad de su ser, para que cada uno llegue
a ser “un ejemplo no mutilado de la humanidad, en la que
ninguna noble facultad del espíritu quede obliterada y ningún
alto interés de todos pierda su virtud comunicativa”. Una
vida racional animosamente desarrollada, capaz de sentir la
belleza: he aquí el ideal de Próspero. A él se opone el con­
cepto utilitario, terrible como mal individual y terrible como
mal colectivo. Elevada misión de la democracia debe ser,
precisamente, enaltecer su espíritu con una fuerte preocupa­
ción ideal, sin la cual puede llevar rápidamente a la privanza
de la mediocridad. Entra entonces a hablar del problema en
sí de la democracia, que no debe hacer perder, dice Próspero,
la fe en el heroísmo ni en el reconocimiento de las legítimas
superioridades. Afirma, que el espíritu de la democracia es
para nuestra civilización un principio de vida contra el que
sería inútil rebelarse. La considera un régimen definitivo y
fecundo; pero le impone la obligación de asegurar un am­
biente más digno y más justo a la vida de heroicidad y de
pensamiento. Propone al Estado el alto deber de colocar a
todos los miembros de la sociedad en indistintas condiciones
de tender a su perfeccionamiento. Pero más allá de esta igual­
dad inicial, el de reconocer las desigualdades finales, porque
responden a las leyes misteriosas de la naturaleza o son la
obra de la voluntad. Lejos del aristocratismo desdeñoso d?
Renán, o de la brutal selección nietzscheneana5 Próspero pro­
pone una selección realizada en el seno de la libertad y con
una finalidad de amor, ya que todo espíritu superior se debe
a los demás en igual proporción que los excede en capacidad
de realizar el bien.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 493

“Por fortuna, mientras exista en el mundo la posibili­


dad de disponer trozos de madera en forma de cruz —es
decir: siempre— la humanidad seguirá creyendo que es el
amor el fundamento de todo orden estable y que da superio­
ridad jerárquica en el orden no debe ser sino una superior
capacidad de amar”.
Lo que podríamos llamar, la tercera parte de Ariel, está
destinada a tratar el tema de los Estados Unidos, que según
Rodó, pueden ser considerados como la encarnación del verbo
utilitario. Y quiere poner en guardia a los pueblos de Amé­
rica, sobre el peligro de una estéril imitación. Los americanos
latinos, aunque tal vez no alcancen el contorno seguro de la
personalidad, tienen una herencia étnica que mantener, un
vínculo sagrado que los une a inmortales páginas de la his­
toria, dice. Reconoce grandes méritos a los americanos del
norte: el haber desenvuelto su formidable organización po­
lítica sobre la base de la libertad; el haber revelado la gran­
deza del trabajo; el haber armonizado el espíritu de asociación
con la soberana concepción del individuo; el haber hecho de
la escuela el fundamento más seguro de su prosperidad; el
perfil poderoso de su voluntad, que podría tener su símbolo
en Ligeia, la más misteriosa y adorable de las criaturas
de Poe.
Pero esa sociedad —continúa Próspero— carece de la
idealidad que debe ser el nervio de la vida. “La idealidad de
lo hermoso no apasiona al descendiente de los austeros pu­
ritanos. Tampoco le apasiona la idealidad de lo verdadero,
menosprecia todo ejercicio del pensamiento que prescinda de
una inmediata finalidad, por vano e infecundo”. Hasta el
sentimiento del derecho queda obscurecido por la obsesión del
interés utilitario; y su democracia, sin el fuero de las supe­
rioridades morales, lia tendido siempre a la brutalidad abo­
minable del número. Aunque quieran extender el primado de
su civilización, su carácter mismo les niega la posibilidad de
hegemonía. No tienen el don de la propaganda ni la amable
vocación apostólica.
América Latina debe permanecer fiel a la gloriosa tra­
dición humanista que está en su sangre, dice Rodó. Debe de­
fender el ideal desinteresado del espíritu, arte, ciencia, sin­
ceridad religiosa, política de ideal. A la juventud toca realizar
tan grande y arduo programa.
494 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

“Motivos de Proteo” comprende una serie de ensayos


(pie se desenvuelven, todos, en torno al problema de la vocación.
Podría decirse (pie en forma mixta, entre expositiva y exhor­
tativa, “Motivos de Proteo” es como la epopeya vocación.;J
del alma, en busca de su destino. Rodó quisiera enseñar a
los hombres ese hondo trabajo interior de elaboración que
no se termina nunca. Renovarse es vivir: ese es el lema. A
veces evolución lenta; otras veces, sacudimiento revolucio­
nario; pero siempre “o es perpetua renovación o es una
lánguida muerte nuestra vida. Conocer lo que dentro de nos­
otros ha muerto y lo que es justo que muera, para desembara­
zar el alma de este peso inútil; sentir que el bien y la paz
de que se goce después de la jornada han de ser, con cada
sol, nueva conquista, nuevo premio, y no usufructo de triun­
fos que pasaron; no ver término infranqueable en tanto haya
acción posible, ni imposibilidad de acción mientras la vida
dura... ” Toda la obra se mueve en torno de este drama de la
vocación, que aspira a realizarse; de las mil maneras que ella
tiene para revelarse al espíritu; de la inmensa tragedia de
los hombres que mueren sin saber más que de la superficie
de su alma (como el Peer Gynt de Ibsen); del poder estimu­
lante de otra vocación semejante y, sobre todo, del amor
para animarla y sostenerla; de la lucha de la aptitud para
vencer en el ambiente que, o no la deja nacer, o la inte­
rrumpe y la hiela, después de definida; del misterio de la re­
fracción del ideal en las almas, que puede revestir dos for­
mas esenciales: la inflexible alma monocorde y austera que
sólo acepta una dirección del ideal; y la amable alma cuyo
entusiasmo asume Jas múltiples formas de la vida y consiente
otros objetos de atención y deseo que el que preferentemente
se propone.
Eso es, en síntesis, lo que Rodó preconiza: un supremo
objeto para los movimientos de nuestra voluntad: una pre­
ferencia en el centro de nuestro corazón; una idea soberana
en la cúspide del pensamiento, y no como celosas potestades,
sino como dueños hospitalarios y benévolos. En la infinita ex­
tensión del mundo, debe tenderse nuestra mirada con una fe­
cunda y generosa tolerancia.
No eclecticismo pálido, sin garra ni unción; no inepto
y condescendiente entusiasmo; no frívola curiosidad de dilet-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 495

tante; ni siquiera la atención sin sentimiento del sabio. No:


tolerancia que afirma, que crea, que funde en bronce inmor­
tal los corazones de distinto timbre.
Y luego la verdad, la libertad interior. La soledad y el
silencio ayudan a Ja depuración del espíritu. Bajo su conjuro,
debemos preguntarnos si ese dogma, si esa creencia, si ese
sentimiento de que hacemos alarde o que creemos poseer,
existen realmente o no son más que cadáveres disimulados en
el fragor de la vida. “¿No se cruza, entre el fondo de mi pen­
samiento y mi conciencia, el gesto de una máscara?” Forma
necia del orgullo es la inmovilidad; y de todos los maestros,
dice Rodó, el más grande es aquel que, como el Gorgias de
su parábola, enseña a los alumnos a amar siempre su re­
cuerdo, pero no a amar su doctrina sino hasta que no se haya
inventado para la verdad fanal más diáfano; el maestro que
diga, refiriéndose al que habrá de sucederle, las mismas pa­
labras del Bautista: “El debe crecer, yo ser disminuido”.
En estas obras apreciamos ya el espíritu de Rodó. Gran­
de, extraordinario maestro, ante todo; Maestro de juventud
excelso por la unción con que predica el conocimiento y el
aprovechamiento del ser; por el fervor con que enseña el va­
lor infinito del alma y el espacio inconmensurable sobre el
que puede ejercitarse la voluntad; por el alto ideal huma­
nista que propone a los jóvenes; por la visión de una Hispano-
Amériea unida sobre la solidaridad étnica y cultural; por el
valor con que supo quedarse solo frente a la opinión, dándole
en su hora, ejemplo de comprensión y tolerancia.
Fué Rodó, además, un crítico amplio y sereno. Cumplió
su función con aquel señorío que caracterizó toda su obra.
Ya lo había dicho desde sus pasos iniciales. Se lee, en efecto,
en el lema de “El que vendrá”: “temperamento de crítico
es el que une al amor por una idea o una forma de arte, ner­
vio y carácter de sus juicios, la íntima serenidad que se le­
vanta, augusta y vencedora, sobre los apasionamientos de ese
amor, como se cierne sobre las tempestades de la tierra la
paz de las alturas”.
En su actuación publica, aunque breve, Rodó se reveló
como parlamentario independiente y austero. No fué, como
se ha dicho, un conservador, si por tal se entiende esa clase
de espíritu que por inercia de alma o por comodidad se
aferra al hecho presente, aunque el hecho presente signifique
496 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

la injusticia para muchos. Y aunque lo llamasen los altos im­


perativos de la intelectualidad; aunque prefiriese la soledad
de meditación, supo hacerse el alma para la lucha. Rodó pro­
pició la reforma de la constitución; bregó por la representación
proporcional; fue partidario de soluciones liberales en materia
de imprenta; comprendió y fundamentó con acierto la necesi­
dad de leyes sociales, aunque no se plegara a la fórmula con
que se deseaba implantarlas. Tenía el sentido del ritmo y del
tiempo; y no podía acompañar ninguna reforma que careciese
de aquel tono de armoniosa evolución (pie su propio espíritu
poseía.
De un modo deliberado, hemos dejado para el final una
nota en la obra de Rodó (pie sorprende inmediatamente a sus
lectores: el estilo. Innumerables elogios se han hecho ya de
esa expresión egregia, trabajada con fervor de artista, que
esconde la riqueza interior con las líneas de su noble arqui­
tectura; y que puede revestir tonalidades pictóricas y evoca-
tivas de asombrosos efectos.
Rodó os, indudablemente, un valor continental. Aunque
puedan considerarse excesivos algunos de sus juicios, aunque
se piense, como Unamuno, que, contrariamente a lo que Rodó
afirma, es el alma puritana la que posee el sabor y la fuerza
de la vida, los ideales que el pensador uruguayo preconiza,
permanecen llenos de su contenido.
Toda ansia de superación que tienda a la realización in­
tegral de la vida, podrá invocar como maestro a José Enri­
que Rodó, al ateniense transplantado a quien acariciaron —y
no en vano— la inefable dulzura del Evangelio, en sus tiem­
pos alborales; la razón soberana del siglo de las luces; y el
armonioso liistoricismo del siglo diez y nueve.
Carlos Beyles nació en Montevideo en 1868. Vivió casi
toda su infancia en el campo, en los establecimientos de su
padre, rico y progresista cabañero. Hizo sus estudios en el
Colegio Hispano - Uruguayo en donde pasó siete años; pero
puede decirse que fué, antes que nada, un autodidacta. A los
diez y ocho años, muerto su padre, quedó dueño de una gran
fortuna que éJ había de dedicar a los viajes, a las comodi­
dades de la vida, al perfeccionamiento intelectual y al fomento
de la industria pecuaria. Viajó por Europa y durante muchos
años residió en ella. De regreso a su patria, ocupó diversos
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 497
cargos y fué, por breve tiempo, Maestro de Conferencias.
Murió en Montevideo el 24 de julio de 1938.
Sus obras principales son: “Por la vida”, “Beba”, “Las
Academias”, “La Raza de Caín’’, “La Muerte del Cisne”,
“El Terruño’,’ “Diálogos Olímpicos”, “El Embrujo de Sevi­
lla”, “El Gaucho Florido”, “Ego Sum”, “A batallas cíe
amor, campos de pluma”.
“Por la vida” y “Beba” son dos novelas realistas, La
primera, un simple ensayo de principiante. “Beba” tiene va­
lores mucho mayores; es ya, una obra do jerarquía. Los
caracteres aparecen netamente delineados, y la descripción del
ambiente rural está hecha con gran fuerza y acierto.
Con la publicación de “Las Academias”, Reyles entró
en una nueva modalidad. En el prólogo, que, como ya expresa­
mos, fué un verdadero manifiesto artístico, el autor explica
que se propone escribir la novela d(*l hombre sacudido por
males y pesares; no afiliándose al naturalismo ni a la novela
psicológica, entendida a lo Barres o a lo Iluysmans. “Las
Academias” se componen de tres relatos: “Primitivo”, “El
extraño” y “El sueño de Rapiña”. Fueron esbozos de obras
futuras. “Primitivo” dió origen a “El Terruño”; y “El ex­
traño”, a “Raza de Caín”. La más valiosa es “El extraño”,
en que pinta a un inadaptado, a un intelectual abúlico y
egoísta, uno más, entre la serie de tipos creados por el deca­
dentismo universal.
A partir de este momento la ideología de Reyles tiende
a precisarse en torno a dos ideas fundamentales: Lo que él
llama el “maravilloso sonambulismo del hombre” y la “ideo­
logía de la fuerza”. Dice en “Ego Sum”: “Dormidos o des­
piertos soñamos; los sueños nos impulsan a obrar y correr tras
las ilusiones que forjamos; éstas adquieren, en ocasiones, tal
intensidad, que se convierten en nuestras realidades profun­
das, porque son las que necesitamos y queremos con alma y
vida; de ellas nacen las ilusiones constructivas que truecan
los sueños en realidades más o menos durables. Luego los es­
pejismos, las imaginerías, la locura del mortal, en suma, es
lo que da un sentido humano y razonable a la vida, que sin
aquella locura la vida no tendría y a lo cual se debe el pro­
greso de la humanidad”.
Esta-idea, según las propias afirmaciones de Reyles, fué
498 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

el núcleo de sus obras, a partir de la ‘‘Raza de Caín”. Cuen­


ca, un personaje de “El embrujo de Sevilla”, dice: “lo que le
da sentido a la vida y legitima las aspiraciones superiores
de la humanidad es la locura incurable del hombre”. Y en “El
Terruño”, el problema ibseniano de la “mentira vital” apa­
rece en un episodio de gran poder sugestivo. Un personaje,
“Papagoyo”, sale a hurtadillas para la revolución; mata a
un burro en las sombras de la noche y cree que ha matado
a un enemigo. Su mujer, Mamagela, que tiene ideales limita­
dos, pero sanos, no quiere sacarlo del engaño para que Pa­
pagoyo pueda sentirse seguro de sí mismo; ordena que se
entierre al burro y que se deje oculta la verdad. Y al reve­
larle el secreto a Tóeles, el filósofo fracasado, dice Mamage­
la: “Cree a esta vieja que tiene menos letra que tú, pero más
ciencia del mundo. Para vivir, es necesario que cada uno ten­
ga su burrito enterrado”. El otro rasgo reyliano es el sen­
tido de lucha, el despliegue incesante de energía que da el
tono fundamental a la vida en todos los órdenes. Aparece eu
“La muerte del cisne”, con caracteres brutalmente nietzseh-
eneanos. Proclama allí el triunfo del Oro, que es el triunfo
de la fuerza, el triunfo del poder. Pero en “Diálogos Olím­
picos” suavizó estos conceptos, rectificándolos en cierto
modo, con la idea del triunfo del derecho y la justicia. En
“Ego Sum” comenta nuevamente estos pensamientos y ex­
plica su genealogía. Todo lo que existe en la tierra es con­
quista y opresión de Ja energía triunfante sobre la energía
vencida, dice. De esa lucha eterna y sin cuartel nacen astros,
seres y almas.
Recuerda Reyles que desde la primera juventud tenía
esas ideas; siendo estudiante de filosofía, había anotado en
un cuaderno de apuntes: “Carácter guerrero de todos los fe­
nómenos. Tendencia del hombre a poseer y a dominar”. De
ahí, dice Reyles, y no de Nietzsche, arrancan sus ideas sobre
la lucha y el poder. •
Pero en ese concepto de energía, que podría asumir ca­
racteres brutales, (y que los asumió en el pensamiento de
Reyles, en una época) introduce una rectificación. Del egoís­
mo aguzado por la vida, brota el altruismo como flor en ra­
ma espinosa; de la voluntad de dominación nace la voluntad
de conciencia, dos cosas formidables del hombre, que el res­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 499

to de la creación ignora. El hombre se rebela contra la ley


del Cosmos, quiere imponerle la suya y para ello fabrica el
mundo encantado de la conciencia donde reinan la libertad,
la justicia y el amor, en el seno mismo de la esclavitud, la
iniquidad y la lucha.
Las novelas de Reyles tienen personajes fuertemente de­
lineados. Los de “Beba”, su primer novela; Guzmán, de “Ra­
za de Caín” y “Tóeles” de “El Terruño”, dos decadentes
inadaptados por egoísmo, por quimera intelectual, por disper­
sión interior; Cacio de “Raza de Caín” otro inadaptado pero
inferior aún, con móviles más sórdidos, más mezquinos, pe­
ro víctima., de un triste destino. Hay en las novelas de Rey-
Ies pasajes de una gran tensión psíquica, en que irrumpen al
mundo exterior las fuerzas subconscientes de los personajes.
Por ejemplo, el momento en que Guzmán, en “Raza de Caín”
después de haber matado a Sara, a quien ha inoculado el de­
seo de morir, comprueba que no tiene valor para suicidarse,
como se lo había prometido a su amante. En el “Embrujo de
Sevilla” el instante en que Pura, para defender a Pitoche,
a quien ya no ama, hiere a Paco, a quien ama intensamente.
Otro mérito indudable de Reyles es su extraordinario
don descriptivo y evocativo y su pintura de ambiente. Ha
transplantado en sus obras la estancia nuestra, en vías de
evolución y evolucionada ya, después del intenso trabajo de­
mejora de razas operado desde fines del siglo XIX. “Beba”,
“El Terruño” “El Gaucho Florido” tienen tortísimas des­
cripciones rurales. Pero su obra maestra en tal sentido es el
“Embrujo de Sevilla” en que dió la visión carnal y mostró el
alma de la ciudad andaluza como ningún español había sabi­
do hacerlo. Sus descripciones de “El Tronío”, la vida coti­
diana de la ciudad, la procesión del Viernes Santo, Ja lidia
de toros, lian dejado imagen inolvidable de la ciudad que hon­
ró a Reyles con el título de hijo ilustre.
Julio Herrera y Reissig nació el 15 de enero de 1875.
Pertenecía a una distinguida familia moñtevideana; era so­
brino de Julio Herrera y Obes, que ocupó la primera magis­
tratura del país, en 1890. Pero el poeta no tomó parte en po­
lítica ; sus afanes fueron esencialmente literarios.
Sus primeras producciones llevan sello romántico; pero
tras una rapidísima evolución, entró en el camino estético deL
500 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

simbolismo, en que se destacó con caracteres originales. En


1900 estaban ya escritas sus “Pascuas del Tiempo”, que res­
pondían al ideal de la nueva estética. Siguen a éstas otras poe­
sías: “Los éxtasis de la Montaña“Los parques abandona­
dlos ”, “Las clepsidras”, “El collar de Salambó”, donde al­
canzó intensa originalidad.
Murió el 14 de julio de 1910. Su vida fué breve y difí­
cil. Tuvo que luchar con el medio hostil que no reconoció la
grandeza de su arte. Sólo hablaron en su defensa, voces ais­
ladas : Vibaespesa en España; Zum Felde, en Montevideo, ade­
más del núcleo juvenil contertulio de su cenáculo, la famosa
Torre de los Panoramas.
Herrera y Eeissig fué artífice exquisito. Buscó en la poe­
sía el efecto puro del sonido, de la imagen, las sugestiones
extrañas que van más allá del lógico encadenamiento de los
vocablos-
La naturaleza quedaba como transmutada en su mundo
interior; dice con acierto el crítico Guillermo de Torre, que
el poeta penetra ya en las fronteras del expresionismo; es de­
cir, que traduce poéticamente las representaciones, provocadas
por impresiones internas o externas, sin consideración a las
propiedades reales de los objetos que suscitan esas inpresio-
nes. Pero no pudo impedir que su sensibilidad angustiad? lu­
ciese irrupción a través de la compleja belleza de la forma,
incapaz de velar totalmente la pasión de su alma.
María Eugenia Vas Ferreira nació en Montevideo el 13
de julio de 1875 y murió en la misma ciudad. La Universidad
para Mujeres tuvo el honor de contarla como Secretaria; en
el mismo instituto desempeñó el cargo de Profesora de lite­
ratura. Después de su muerte varias de sus poesías, selec­
cionadas en gran parte por la autora, fueron recogidas por
su hermano, Carlos Vaz Ferreira, y formaron el volumen “La
isla de los cánticos”.
En la cátedra de literatura ejerció inmenso poder de for­
mación intelectual. Su fino espíritu de crítica, su instinto do
belleza provocaban en el alma adolescente sublimaciones es­
pirituales que ella no quería limitar con programas ni textos.
Pero su nombre ha quedado ligado a la poesía honda y me­
tafísica que parece brotar de un espíritu puro, despojado de
lastre corpóreo. “Ungida con sedes y ambiciones sobrehuma-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 501

ñas, con deseos profundos e imposibles ”, María Eugenia Vaz


Ferreira tuvo destino de soledad. Soledad voluntaria, sin ren­
cor, sin amargura: soledad de creación.
Para el dolor de su vida no pesaron, seguramente, cir­
cunstancias del orden del mundo, ni maldades humanas. Fué-
una inadaptada por grandeza.
En algunas de sus composiciones “Ataúd flotante” y
más aún, “Unico poema”, se siente la impotencia expresiva
de la palabra para relatar la tremenda hondura espiritual.
Diríase que sumergen al alma en ese mundo sin espacio ni
tiempo que sólo conocemos en sueños o en los fugaces atis­
bos de la subconciencia.
Del mira Agustini nació en Montevideo el 24 de octubre
de 1886. En 1907 publicó sus primeros versos en un volumen’
al que dio el título de “El libro blanco”. En 1910 apareció
“Cantos de la mañana”. En 1913, “Cálices vacíos”. El 6 de
julio de 1914 encontró una trágica muerte, cuando prepara­
ba la edición de su último libro “Los astros del abismo”.
Delmira Agustini señala variaciones en sus obras; pero1
una inmensa palpitación de vida las une. Cantó fundamental­
mente al amor, rebasando el tema erótico. Revestida de mag­
nífico ropaje, ornada de símbolos poderosos, su poesía fue
la creciente liberación de un mundo subconsciente, agitado
por anhelos oscuros y enormes. La forma no se levanta siem­
pre a igual nobleza. La pasión intensa que exaltaba a la poeti­
sa le impidió consagrarse al perfeccionamiento exterior; pe­
ro hay páginas de un valor extraordinario en que se combi­
nan, como pocas veces ha ocurrido, el poderoso impulso lí­
rico con Ja extraordinaria belleza del lenguaje poético.
Puede decirse que la primera figura de nuestro teatro
nacional fué Florencio Sánchez. Nació en Montevideo el 17
de enero de 1875. Recibió la educación elemental en pueblos
del interior. Su estreno literario lo hizo en el periodismo.
Tomó parte en la revolución nacionalista de 1897. Más tarde
se afilió al “Centro Internacional de Estudios Sociales”.
Vivía por temporadas en Montevideo, otras, las pasaba eu
Buenos Aires y Rosario. Luego emprendió un viaje a Euro­
pa y murió en Milán, el 7 de noviembre de 1910.
Sus obras principales son: “Los muertos”, Mi hijo el
doctor”, “La Gringa”, “Barranca abajo”, “En Familia ”y
“Nuestros hijos”, “Los derechos de la salud”.
502 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

La vida de Florencio Sánchez fue breve, pero tuvo efec­


tos profundos y conoció éxitos clamorosos; su teatro llegó
al alma de los pueblos ríoplatenses.
Es sin duda, un vigoroso dramaturgo, conocedor del ofi­
cio. Sabe plasmar caracteres, mover potentes personajes,
crear expectativa emocional. Llega, en ocasiones, a una trá­
gica y sobria grandeza, como en el pasaje final de 1 ‘Barranca
Abajo”. Y, además, su teatro, de valor social, está animado
por una gran piedad hacia todos los que sufren, los pobres,
los débiles, los desheredados.
•Javier de Viana, nació en Canelones el 5 <le agosto de
1868, en una familia de gran arraigo, pues descendía de José
Joaquín de Viana, primei* gobernador de Montevideo. Hasta
los once años permaneció en la estancia; luego inició su ins­
trucción graduándose de bachiller e ingresando a la Facul­
tad de Medicina. Abandonó esos estudios para tomar parte
en la revolución contra Máximo Santos. Adquirió más tarde
una cultura apreciable; pero según el mismo Viana lo ha na­
rrado en su autobiografía, más le enseñaron la experiencia y
el rodar por el mundo, que las cátedras y los libros. Murió el
■5 de octubre de 1926.
Hizo Viana la “Crónica de la Revolución del Quebra­
cho” y una novela, “Gaucha”. Sus otras obras son esen­
cialmente narraciones breves. “Campo”, que apareció en
1896; “Gurí”, “Macachines”, “Tardes del fogón”, “Biblia
Gaucha”, “Sobre el recado” y “Con divisa blanca”, cróni­
ca de la revolución de 1904.
Las narraciones de Viana, son enfoques estáticos, pero
tienen gran relieve, sobre todo en los primeros libros. Poseen,
además, un marcado color regional; “Nido de hornero”, ha
llamado el mismo Viana a su obra. Y ha dado en ellas al­
gunas notas de grandeza. Por ejemplo en “31 de Marzo”, en
que describe la dispersión revolucionaria del Quebracho; y
en “La última campaña”, donde aparece un viejo caudillo
en el momento en que anuncia a la mesnada la campaña
final, apoyado en la gloriosa lanza veterana.
Pero estos vigorosos relatos dejan una impresión amar
ga. Abundan los personajes abúlicos, torpes o brutales, lleva­
dos al descenso moral por un desolador determinismo. Igual­
mente deprimente, es la pintura del medio en que actúan.
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 503

Aunque nuestro ambiente campesino estuviera en decadencia,


existían en la naturaleza elementos de sugestión artística ca­
paces de levantar el espíritu de una obra de carácter local.
Pero Viana lia concretado su atención al elemento humano,
trasponiendo la realidad a la manera naturalista, con una
selección negativa.

La Enseñanza Primaria y Superior

La Enseñanza Primaria

La historia de la instrucción primaria en este período


puede concretarse en torno a Ja vida y a la obra de José
Pedro Varela.
José Pedro Varela nació en Montevideo el 19 de marzo
de 1845. Era hijo de Jacobo Varela, hermano de Florencio,
Juan Cruz y Rufino, y de Benita Berro, hermana de Ber­
nardo y Adolfo Berro.
La familia paterna que era unitaria, tuvo que refugiarse
en Montevideo. Su padre se dedicó siempre al comercio, pero
en 1846 tradujo del francés “La enseñanza de la lengua ma­
terna”, del padre Girard, el primer libro de pedagogía que
se publicó en el Río de la Plata. También tradujo otros li­
bros, aprovechados por su hermano Florencio para la “Bi­
blioteca del Comercio del Plata”. En la época de la revolu­
ción de César Díaz fué desterrado a Buenos Aires por su
afinidad con los revolucionarios, pero en 1860 se le permitió
volver a Montevideo.
José Pedro se educó en el colegio de los PP. Escolapios;
pero aunque él hubiera deseado seguir una carrera, su padre
le hizo entrar en el comercio. Entre 1860 y 1866 extendió
mucho sus conocimientos literarios, aprendiendo francés, in­
glés y algo de alemán. Fué el principal colaborador de la
“Revista. Literaria”, periódico que salió en 1866, v empezó
a escribir artículos en algunos diarios de oposición.
Sufrió intensamente la influencia de Byron, como todos
los hombres de su generación; y tradujo y publicó en “La
Bandera Radical”, la “Peregrinación de Childe Harold”.
Pero en Varela había elementos demasiado vitales como para
que esa influencia pudiera ser duradera.
En el prólogo de su poema “El suicida”, se quejaba del
504 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

escepticismo que gangrenaba a su generación y preconizaba la


fe, como camino de triunfo. En 1867 hizo un viaje por Eu­
ropa, de cierta duración, y otro por Estados Unidos, que
causó profundísima impresión en su alma.
El rol de la mujer y la intensidad de la obra educacio­
nal fueron las dos facetas que más llamaron su atención. En
1868 publicó en Nueva York un tomo de poesías. “Ecos Per­
didos”, de mediocre valor literario. Pero es curioso hacer
notar cómo ya tenía en germen la idea que iba a desarrollar
más adelante; pedía como una aspiración para su país, que el
transcurso de algunos años Je diera algunos gauchos menos
y algunos pensadores más.
A fines de 1868 regresó a- Montevideo. Comienza en­
tonces lo que podríamos llamar la segunda etapa do su vida.
Ejercía el mando presidencial el general Lorenzo Batlle;
Varela, integrante del grupo, principista, fué opositor de­
cidido a su gobierno, dentro del sector colorado; y fundó
un diario, “La Paz”, del cual fué director y redactor en
jefe. Escribía dos o tres editoriales diarios y era de una gran
lógica y claridad en sus expresiones; pero no tenía conci­
sión, nerviosidad, no sabía inflamar, no sabía hacer pirotec­
nia política.
En 1870 Varela fué desterrado a Buenos Aires y cuando
se hizo la paz de Abril,, de regreso a Montevideo, volvió a
dirigir “La Paz”, cuyo cuerpo de redacción había sufrido
variaciones de importancia. Fueron entonces colaboradores
Eduardo Brito del Pino, Miguel Herrera y Obes, Aureliaiu
Rodríguez Larreta, Carlos María Ramírez, Cristóbal Salva-
ñach, Emilio Romero y Jacobo Varela. Así entraron en la
redacción del diario los escritores de los dos partidos tradi­
cionales.
Se acercaba la elección presidencial de 1873 y, rechazada
la candidatura de los principistas, subió al poder Ellauri.
Quince días después de la elección, “La Paz” tuvo que dejar
de salir porque no contaba con el favor popular; y Varela,
que se consideró entre los derrotados, abandonó la escena po­
lítica. Comienza entonces la tercera y más fecunda parte de
su vida.
Ya había consagrado energías a la obra educacional, al
tiempo que se dedicaba a las tareas políticas, con Carlos Ma­
ría Ramírez y otros compañeros.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 505
De ese entusiasmo nació la “Sociedad de Amigos de ia
Educación Popular”. En el primer discurso que en ella pro­
nunció, Varela se refirió a la suerte triste de las repúblicas
sud-americanos, atribuyéndola a la ignorancia, y expuso con­
cretamente la situación de nuestro país al respecto.
En 1874 publicó su libro “La Educación del Pueblo’*.
Toda esta obra está nutrida de una profunda fe en la efica­
cia de la acción educacional. El perfeccionamiento intelec­
tual —dice Varela— necesario en todos los regímenes de go­
bierno, es imprescindible en la democracia. El sufragio uni­
versal supone la conciencia universal; y la conciencia univer­
sal supone y exige la educación universal. Sobre esta base
propone Varela un régimen de educación obligatorio, gra­
tuito y laico. En cuanto a la obligatoriedad de la enseñanza,
cree que es absurdo discutir el punto. La libertad humana
—dice— no es ilimitada, y el poder público reprime el abuso
y no hay mayor abuso que el que comete un padre al privar
a sus hijos de los medios de desenvolver sus aptitudes. Aña­
de, además, un argumento de índole jurídico: el analfabeto
se hallaba privado constitucionalmente del ejercicio de Jos
derechos cívicos y era absurdo consignar tal prohibición sin
castigar al responsable de esa ignorancia: el padre o el tu­
tor. Por otra parte creía Varela encontrar en la experiencia,
un argumento más en favor del régimen de la obligatoriedad:
los hechos probaban que sólo se difundía la instrucción allí
donde ésta era obligatoria. La gratuidad la fundamenta en
el hecho de (pie la enseñanza era un servicio público como la.
justicia, como la policía, y debía ser pagado por toda la na­
ción. Además, sólo la escuela gratuita podía desempeñar con
éxito la función igualitaria que la democracia le exigía. Fi­
nalmente, para explicar la necesidad de una escuela laica,
según el modelo holandés y americano, Varela argumentaba
que el Estado es una institución laica, política y no religiosa,
y su obra educacional debe ser laica como él. Por otra parte,
—añadía Varela—, el laicismo suprimía toda una serie de
problemas y sobre todo dos: el relativo a los hijos de los disi­
dentes, a quienes no se debía forzar a recibir las enseñanzas
de una confesión distinta a la de sus padres y el creado por el
instructor que, de haberse impartido una educación religiosa,
habría tenido que ser o un sacerdote o un laico aceptado por
606 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

la Iglesia. Ambas soluciones habrían significado la ingeren­


cia de la Iglesia en los asuntos del Estado, cosa que en el
criterio de Varela era necesario reprimir vigorosamente.
Pero no debe desnaturalizarse el pensamiento Varelia-
no. Tal como él la proponía, la escuela laica no pretendía
turbar el dominio religioso de los niños; por el contrario, lo
reservaba a la familia y al sacerdocio. Estimaba entonces co­
mo un ideal la fórmula propuesta a las Cámaras holandesas
en 1855-56: “Los instructores se abstendrán de enseñar, de
hacer o de permitir todo lo que pueda herir las creencias re­
ligiosas de las comuniones a las cuales pertenezcan los niños
que frecuenten la escuela.-. A los ministros del culto, la en­
señanza de las verdades reveladas, enseñanza en la que el Es­
tado no tiene nada que ver.. . Respeto a todos los cultos en
el seno de la escuela”.
Esta obra de Varela, publicada durante el período de
auge principista, no trajo ninguna reacción gubernamental.
En 1876, durante el gobierno provisorio de Latorre, por in­
fluencia del ministro D. José M. Montero, Varela fué llama­
do a ocupar el cargo de Director de Instrucción Pública, el
que aceptó para realizar el ideal de su vida. Esta actitud
—la de colaborar con la dictadura de Lorenzo Latorre— le
valió la enemistad y la crítica severa de sus correligionarios
y amigos, que habían sustentado su candidatura principista
en las luctuosas elecciones de enero de 1875.
En junio de 1876, Varela presentó un proyecto de edu­
cación común al ministro de gobierno, cuyos fundamentos
fueron ampliamente expuestos en la obra “La legislación es­
colar”. En ella Varela hace una exposición acerca del aban­
dono del problema educacional por parte de los gobiernos
nacionales, que por- lo menos hasta 1851 habían dictado algu­
na disposición al respecto, pero que desde entonces se habían
despreocupado en absoluto del problema. Sólo dos proyectos
se habían presentado infructuosamente: el de 1868, de Isido­
ro De María, y el de 1873, de Agustín de Vedia. En medio
de una serie de consideraciones amargas sobre la situación
del país, expone con descarnada sinceridad, el resultado de
las estadísticas: sólo se educaban en la República un número
de niños que oscilaba entre diez y ocho y veinte mil; los res­
tantes, es decir, ochenta mil niños, permanecían en la igno­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 507
rancia. Al analizar las responsabilidades, Varela acusaba a
la clase universitaria que había asumido la dirección en la
prensa, en las asambleas, en los consejos, de ser la autora de
este orden de cosas, que le reservaba a ella grandes privile­
gios y dejaba entregado el resto de la sociedad al gobierno
arbitrario de influencias retrógradas. La severidad de Va­
rela se hacía sentir especialmente contra los abogados. Sos­
tenía que en el país donde sólo existía la Facultad de De­
recho, el orgullo de casta era esencialmente abogadil.
Estas aseveraciones de Varela provocaron la lógica reac­
ción de la clase universitaria, uno de cuyos representantes,
el Dr. Carlos María Ramírez, asumió su defensa en contro­
versia mantenida en la tribuna del Club Universitario.
Ramírez defendió en primer lugar a la Universidad, que,
dijo, no era una creación tan antigua como para exigirle una
severa, rendición de cuentas; y que no era estacionaria ni re­
trógrada. Citó el esfuerzo de Angel Floro Costa para esti­
mular el estudio de las ciencias físicas, ideas apoyadas por el
mismo Ramírez; citó también el programa de Economía Po­
lítica de Lavandeira, que en su concepto, habría hecho honor
a cualquier Facultad. Señaló el enorme progreso observado
en los programas universitarios entre 1850 y 1874.
Entró en seguida a considerar la parte relativa al juicio
que le merecían los universitarios, que, según Varela, tenían
espíritu de casta y vivían ajenos a todo conocimiento de la so­
ciedad moderna. Varela se apoyaba en Courcelle Seneuil; pe­
ro las palabras de éste, según Ramírez, tenían directa filia­
ción con las ideas de Bastiat.
En 1849 se dicutía en Francia el problema. de la enseñan­
za clásica. Thiers y con él las fracciones conservadoras, la de­
fendían entusiastamente. Decían que la antigüedad era lo más
bello que existía en el mundo. Bastiat, el autor de las “Ar­
monías Económicas”, atacó violentamente a las sociedades
antiguas, organizadas por la ley de la fuerza, con hostilida­
des internas de clases, basadas en la esclavitud, sin noción de
libertad individual y colectiva.
La eneñanza clásica, continuaba Bastiat, extravió el pen­
samiento de los filósofos del siglo XVIII y el mismo extra­
vío de las sectas socialitas tienen explicación en las ideas de
la antigüedad sobre la omnipotencia del estado, sobre el va­
508 HISTORIA DE J.A REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

sallaje del individuo, sobre el origen puramente legal del


principio de propiedad.
Courcelle Señenil se inspiró en estas ideas y acusó tam­
bién a la enseñanza clásica universitaria del gran rol dado a
la iniciativa del estado, o la creencia en la posibilidad de cam­
biar el mundo con un decreto, a la convicción de que las cues­
tiones más arduas y difíciles pueden ser resueltas por los
universitarios, y desde lejos, desde el sitial de una educación
(pie, según ellos, los habilita infaliblemente para el mando.
Pues bien, —sigue el doctor Ramírez—. ¿Es posible apli­
car en el Uruguay estas ideas, como lo hace Varela ?.
Antes de 1860 no puede decirse que en el Uruguay hu­
biera enseñanza clásica. Se daba un ligero barniz de latini­
dad, necesario para entender antiguas reglas de derecho.
El griego resultaba incomprensible y el derecho romano no
se estudiaba. En 1860 la fisonomía de la Universidad se al­
teró con la creación del aula de Economía Política, ciencia
moderna, ya que todo es esencialmente nuevo, y que ha in­
troducido extraordinarias variaciones en Jas ideas sociales y
políticas de nuestro tiempo. Ha señalado la grandeza del
trabajo, dignificando las ocupaciones manuales y enseñando
que aquél es la fuente de las riquezas legítimas; ha enseñado
que los Licurgos y Dracones aunque tengan inspiraciones ce­
lestiales, no pueden modificar la sociedad humana a su anto­
jo; ha enseñado el verdadero sentido de la libertad, que ya no
puede limitarse a permitir la libre agitación en la plaza pú­
blica, sino que debe buscar la consagración total de la perso­
nalidad, el desenvolvimiento armónico del ser en el campo
de las necesidades físicas intelectuales y morales. El primer
catedrático de Economía Política fué Carlos de Castro, discí­
pulo de Ferrari, entusiasta de Federico Bastiat, y jefe de la
escuela ultraliberal italiana, en contra de la escuela autorita­
ria, representada por Tuzzatti. Y los que pasamos por la Uni­
versidad en esta época —dice Ramírez- sentíamos bien la in­
fluencia que ejercía la Economía Política en las demás cáte­
dras.
Ramírez recuerda a continuación que él mismo, al inau­
gurar la cátedra de Derecho Constitucional, reaccionaba con­
tra el peso excesivo de las civilizaciones muertas. Y en 1873
el Dr. Julio Herrera y Obes reprochaba a un lego, Juan José
Soto, la tendencia a romanizar.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 509

Por otra parte, desde 1861, nuestra Universidad “conti­


núa Ramírez—, realiza la libertad absoluta de enseñanza y la
condenación de los privilegios universitarios. En 1870 el pro­
pio Dr. Ramírez dio una conferencia sobre libertad de ense­
ñanza cuyos principios mantuvo, basta el extremo de que en
1871, en la cátedra de Derecho Constitucional, puso, entre
los puntos del programa, “beneficios de la libre concurren­
cia’’, y criticó la ley de 1870 que sólo encerraba una consa­
gración incompleta de la libertad de enseñanza.
En 1873 Agustín de Vedia, pidió la consagración absolu­
ta y contó con el apoyo de la clase universitaria. Los cate­
dráticos Antonio Vigil, Gonzalo Ramírez, Luis Destéffanis,
Carlos M. Ramírez, Carlos M. de Pena, Justino J. de Arécha-
ga, Artagaveytia y Pablo de María, dirigieron al Parlamento
una nota pidiendo la sanción del proyecto, sobre la libertad
de estudios.
Ramírez añade nuevos ejemplos reveladores de la ampli­
tud de miras de la clase universitaria. Hasta 1874, dice, só­
lo los abogados podían litigar ante los tribunales. Pero ya
la Universidad condenaba el principio de la restricción y en
1873 el programa de Economía Política daba las fórmulas
siguientes: “Limitaciones al principio de la libre concurren­
cia en algunas profesiones: ningún fundamento para legiti­
mar estas excepciones. Efectos y armonía resultante de la
acción de la libre concurrencia”. Y el mismo criterio tenía
el programa de Derecho Constitucional de 1871. El 12 de
mayo de 1871 Ramírez publicó en “La Bandera Radical” un
artículo en que decía que la defensa era un servicio como otro
y que debía estar sujeto a la ley de la oferta y la demanda.
En 1873 Julio Herrera presentó el proyecto de libertad de
defensa y la Comisión de Legislación, que contaba con cinco
abogados en su seno, se expidió favorablemente.
Varela, según ya hemos dicho, había entrado a desempeñar
el puesto de Director de Instrucción Pública, el 5 de marzo
de 1876. El puesto era gratuito y dependía de la Junta E. Ad­
ministrativa. Pidió que se le permitiese asociar a personas
entendidas y así el 31 de marzo quedó instalada la Comisión de
Instrucción Pública integrada por Berro, Estrázulas, García
Lagos, Alvarez y Pérez, Ricaldoni, Ramírez v Balparda. Los
dos primeros renunciaron e ingresaron: Carlos M. de Pena,
Víctor Rappaz y Remigio Castellanos.
510 HISTORIA DF. LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Comenzó entonces Ja seria organización de las escuela?.


Las grandes reformas en la Instrucción Pública pueden con­
cretarse en la siguiente forma: creación de escuelas mixtas;
organización del cuerpo docente; empleo de nuevos métodos
utilizando la memoria como auxiliar de la reflexión; inaugu­
ración de conferencias de maestros.
El proyecto de ley de educación formulado por Varela
en junio de 1876, estaba inspirado, en primer término, en la
necesidad de armonizar la acción del Estado con la iniciati­
va privada. El Estado, por medio de una ley, declaraba obli­
gatoria y gratuita a la instrucción, señalando su mínimo y la
edad en que debía comenzar a exigirse. Cada localidad es­
taría obligada a mantener una escuela que diese a los niños
ese mínimo de instrucción. Podía, además, extender libremen­
te el programa de estudios y fundar escuelas de grados su­
periores a las estrictamente primarias. El proyecto daba
también a las mayorías locales, facultades de crear impuestos
con fines de instrucción, pero con ciertas limitaciones. La
autoridad local debía nombrar al maestro dentro de los que
poseyeran al título de tal, expedido por una comisión nacio­
nal o por una comisión departamental. Estas ideas de Va­
rela fueron parcialmente aceptadas por ^1 gobierno.
El decreto-ley de educación común, de 24 de agosto de
1877, establecía la enseñanza gratuita y obligatoria, como
quería Varela; y organizaba el régimen general de los insti­
tutos destinados a regularla, determinando las asignaturas
correspondientes y la graduación en que debían enseñarse.
No corresponde exactamente al proyecto de Varela, en
el cual se daba por ejemplo, importancia funcional a comi­
siones de distrito, designadas en cada uno de éstos por elec­
ciones especiales en que podían votar incluso los extranje­
ros que pagasen contribución o fuesen cabeza de familia, y
mujeres. Las atribuciones llegaban basta el nombramiento y
destitución de maestros y la fijación de programas de estu­
dio. El criterio centralizado!’ de Latorre no podía aceptar es­
te aspecto del proyecto. El decreto-ley de 1877, sin perjui­
cio de crear Inspectores Departamentales y Comisiones De­
partamentales, concentraba las atribuciones más importantes
en una Dirección General de Instrucción Pública, integrada
por el Ministro de Gobierno, el Inspector Nacional, el Direc­
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 611
tor de la Escuela Normal y cuatro vocales designados por el
Gobierno.
En cuanto al problema del laicismo, que suscitó en esta,
ocasión, como en oportunidad de presentarse el proyecto de
Vedia, tan apasionadas discusiones, fué objeto de una solu­
ción transaccional. El artículo 18 del decreto - ley establecía:
“La enseñanza de la Religión Católica es obligatoria en' las
Escuelas del Estado, exceptuándose a los alumnos que pro­
fesen otras religiones y cuyos padres, tutores o encargados,
se opongan a que la reciban”.
Conjuntamente con la ley de educación común, se dictó
un decreto por el cual se creaba el impuesto general de Ins­
trucción Pública. Con esta reforma se emancipó el ramo es­
colar de la acción de las municipalidades, cuyo único punto
de contacto con las comisiones departamentales sería que uno
de sus miembros la presidiría. “Es ésta, decía el Ministro
de Gobierno, una manifestación de gratitud que hace la Ins­
trucción Primaria a las Juntas Económicas, por los desvelos
que le han dedicado cuando sólo constituía uno de tantos co­
metidos municipales, al mismo tiempo que armoniza en lo
posible y en lo conveniente el precepto constitucional”.
José Pedro Varela fué designado primer Inspector Na­
cional de Instrucción Primaria, puesto desde el que prosiguió
su obra a la cual consagró todas sus energías. La “Memo­
ria”, publicada en 1879, documenta esa extraordinaria labor
así como la realizada por los Inspectores Departamentales.
El primer ejemplar de la misma, según lo refiere el Dr. Eduar­
do Acevedo, fué dedicado por Varela al gobernador D. Lo­
renzo Latorre, ante quien conservó siempre una absoluta in­
dependencia política, en estos términos, que revelan su espí­
ritu justiciero: “Como recuerdo al magistrado que al pro­
mulgar la ley de Educación Común y mantenerla con inalte­
rable firmeza, supo cubrirse de legítima gloria, resolviendo
en el sentido del progreso y de la felicidad de la República,
uno de los más importantes problemas de nuestra época y de
nuestro país”.
Varela tuvo la satisfacción, antes de morir, de que Car­
los María Ramírez alabara su obra. Juan M. Gutiérrez y Do­
mingo F. Sarmiento tuvieron para él calurosos elogios.
Murió, agotado por la enfermedad y el trabajo, el 24 de
octubre de 1879-
512 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

La Universidad

En el Capítulo VI nos ocupamos del proceso de funda­


ción de la Universidad y de su historia hasta fines de la Gue­
rra Grande. El proceso de la Universidad fué entorpecido por
razones de orden político y económico. En 1853, al reanudar­
se la vida constitucional del país, el Poder Ejecutivo fijó ol
presupuesto de la Universidad en $ 6.100. Esa cantidad era
inferior a la que se le había adjudicado por el Presupuesto
del año 1839.
En el informe elevado en 1858 a la Sala de doctores por
el Rector Dr. Manuel Herrera y Obes, expresaba este: “aún
hay que luchar para poder dominar la cruda guerra que hacen
a este establecimiento, la completa deficiencia de medios para
su subsistencia y mejora y las exigencias de una situación tan
compleja y difícil como la que el país atraviesa en estos mo­
mentos de reconstrucción y organización de sus elementos de
orden y estabilidad”.
Los alumnos que concurrieron a las aulas en 1858 fue­
ron 209, lo cual señaló una “sorprendente y alarmante dis­
minución”, atribuida a la epidemia de fiebre amarilla y a la
guerra civil.
Los expresados alumnos estaban inscriptos en los si­
guientes cursos: Jurisprudencia 11; Filosofía 3; Matemáticas
16; Latín 7; Química 3; Idiomas vivos 18; Instrucción Pri­
maria 151.
Por decreto de 28 de junio de 1858 el gobierno de Perei-
ra, al autorizar el restablecimiento del Colegio de los Padres
Jesuítas en Santa Lucía, decretó la libertad de estudios.
“Concédese a los Profesores de la Campaña, decía el Art.
29, la más absoluta libertad de enseñanza y la completa in­
dependencia de todo cuerpo literario, pudiendo hacer uso
de textos propios para la enseñanza en todas las materias re­
glamentándola como lo tengan por conveniente”. “No obstan­
te los alumnos que aspirasen a los grados universitarios da­
rán todas las pruebas, exigidas por los Estatutos Oficiales”.
En el ejercicio del Rectorado D. Manuel Herrera y Obes
señaló ya en 1858 la necesidad de abocarse a las reformas y
a la difusión de la enseñanza primaria: “La enseñanza mo­
ral e intelectual, ha sido y continúa siendo del recinto domes­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 513

tico: la recibe el que puede pagarla, degenerando así, en un


privilegio que condena la índole de nuestras instituciones y
Jos más caros intereses políticos y sociales de nuestro país”.
‘‘Por consiguiente hay la más completa anarquía en los
planes, en los sistemas y en los fines de esa enseñanza que
hace la educación de un hombre, pero no la de un ciudada­
no”.
Sostiene Herrera y Obes la necesidad de la educación na­
cional dada por el Estado, “la que funde el individuo en el
molde de los intereses y de las conveniencias de la comuni­
dad para formar la patria”.
A las cátedras ya existentes se incorporaron en 1860 la
de Economía Política, a cargo del Dr. Carlos de Castro, cu­
yas lecciones, en las que difundió las enseñanzas de Bocear-
do, fueron recogidas en 1864 en un volumen utilizado desde
entonces como texto; la de geografía general, en 1862, adju­
dicada por concurso a Angel F. Costa y la de náutica diri­
gida por Antonio Torres y Nicolás.
El Consejo Universitario y el Rector Dr. Fermín Ferrei­
ra, solicitaron en 1862, sin éxito, ante el Poder Ejecutivo, la
dotación correspondiente para establecer la cátedra de His­
toria Universal que desempeñaría honorariamente el Dr. Vi­
cente Fidel López. También se había propuesto el Consejo,
sin lograrlo, la publicación de los cursos de Derecho Civil,
dictados por el Dr. Tristán Narvaja.
El funcionamiento de las cátedras y la orientación de las
mismas, se advierte a través de los Programas de Exámenes
publicados anualmente según era de práctica. En 1858 dicta­
ba los cursos de Derecho Civil, Derecho Penal, Derecho de
Gentes y Derecho Mercantil el Dr. Tristán Narvaja, quien
enseñaba las dos primeras asignaturas por su apuntes y las
restantes por Andrés Bello y Balcarce.
El Curso de Filosofía era dictado, y lo fué por espacio
de muchos años, por el Dr. Plácido Ellauri. Se utilizaba pa­
ra la enseñanza a Gerusez y Blaix y al Manual de Jacques.
Las clases de Latinidad estaban a cargo de D. Pedro Giralt,
el viejo maestro del Colegio de los P.P. Escolapios y las de
Físico - Matemáticas fueron confiadas en 1869-70 a Lauren-
tíno Ximénez y al Ingeniero Ignacio Pedralbes.
Los cursos de Derecho eran dictados en 1886 por el Dr.
514 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Joaquín Requena, (Procedímentos Judiciales); por el Dr,


Gregorio Pérez Gomar (Derecho de Gentes); por el Dr. Ale­
jandro Magariños Cervantes (Derecho Internacional), y por
el Dr. Luis Magnanini (derecho Canónico). El Dr. Tristán
Narvaja continuó al frente de las cátedras de Derecho Civil
y Comercial. En 1870 el Dr. José Ellauri sustituyó al I)r.
Roqueña en la cátedra de Procedímentos Judiciales. El Dr.
Carlos de Castro, que había inaugurado en 1860 la clase de
Economía Política, fué sustituido en 1865 por el Dr. Pedro
Bustamante que utilizaba los textos de Ganier y Baudrillart,
Los cursos de Química estuvieron a cargo del viejo maestro
J. A. Lenoble hasta su muerte en que fué sustituido por D.
Juan J. González Vizcaíno. Luis Desteffanis, inició en 186J
la enseñanza de Ja Historia Universal por Drioux, en la que
habría de continuar largos años.
En 1871 iniciaron sus cursos de Derecho Penal y Cons­
titucional los licenciados Gonzalo Ramírez y Carlos M. Ra­
mírez, respectivamente.- En 1874 ya ejercía la cátedra el Dr.
Justino Jiménez de Aréchaga y en 1875 Carlos M. de Pena
y Antonio Vigil regenteaban las aulas de Economía Política
y Procedimientos que habían abandonado Bustamante y Nar­
vaja. La cátedra de Economía Política la había desempeña­
do por breve tiempo, el Dr. Francisco Lavandeira desde ju­
nio de 1873 a enero de 1875. Fecunda fué empero su enseñan­
za. “Nunca se había hecho en nuestra Universidad ha dich«»
el Dr. Pena— un estudio tan prolijo y detenido de las cues­
tiones que se ha dado en llamar cuestiones financieras. Ja­
más se había hecho un análisis científico y esmerado de nues­
tro sistema rentístico; jamás se habían arrojado tan vivos ra­
yos de luz en el laberinto de nuestro sistema fiscal”.
Las clases de Carlos M. Ramírez publicadas entonces en
“La Bandera Radical”, tuvieron en aquel momento gran
resonancia. Buen hijo de su época, Carlos M. Ramírez hace
en su curso una apología racional de la libertad, pero no a
la manera de Rousseau, que ya estaba entonces superada, si­
no a la manera general del liberalismo del siglo XIX que hi­
zo descender a la superficie terrestre los ensayos de metafí­
sica jurídica de tiempos anteriores.
Sigue a Thiercelin en su análisis severo de las doctrinas
sobre la soberanía, cuyo juicio crítico comparte. Pero no
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 515

acepta ni el criterio del derecho, de aquel autor, basado en el


deber, ni las consecuencias disgregantes de la autonomía per
sonal que él consagra.
Parte de un fácil providencialismo. Hace coexistir la
autoridad con la libertad, el individuo con la sociedad, afir­
mando que no sólo no son incompatibles, sino que armonizan
por la propia esencia de las cosas. Examina al hombre y ve
<pie su atributo esencial es la libertad. Luego le reconoce el
instinto social y acaba por afirmar que no es posible conce­
bir a un ser vivo con tendencias a un acto que puede destruir
su ser. Si el hombre necesita ser libre y necesita la socie­
dad, es porque esta sociedad colabora en la realización de su
libertad. Y esa libertad debe ser completa en el orden civil;
y para alcanzarla, es necesaria la libertad política, dice Ra­
mírez .
Como la autoridad existe para tutelar los derechos indi­
viduales, el origen del poder pertenece a todos los in­
dividuos, es decir, a la nación.
“En toda sociedad humana debe existir una voluntad so­
berana, cuyas apelaciones sólo pueden hacerse ante el cielo”»-
Sin embargo, a pesar de tales afirmacionse, acepta la limi­
tación de la soberanía, siguiendo las ideas de Benjamín Cons-
tant, que condena por ilegal todo despotismo, aún el de las
asambleas populares. Las primeras conferencias donde analiza
el panorama doctrinario europeo y las instituciones políticas
americanas, tienen un valor apreciable. Hace además interesan­
tes consideraciones jurídicas en materia de libertad religio­
sa y libertad de imprenta, que examina en doctrina' y en de­
recho positivo.
Dictadas en plena guerra civil —la revolución de Timo­
teo Aparicio— las clases de Ramírez tuvieron en su época, co­
mo ya expresamos, justificada resonancia, dando origen en
algunos casos a comentarios intencionados como el formula­
do por Francisco Bauzá en “Los Debates”, en cuyas colum­
nas dijo que Ramírez “estaba reducido a escribir novelitas de
costumbres y a dar cursos de derecho francés en la Univer­
sidad Oriental”. (10)
En 1876 comenzaron a funcionar las primeras cátedras
de la Facultad de Medicina. Por decreto de enero 12 de 1878
se estableció la libertad de estudios en todo el territorio de
516 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Ja República con obligatoriedad de rendir exámenes ante los


institutos oficiales. Sobre la base de la ‘‘Escuela Politécni-

sicas - Matemáticas que podía expedir títulos de Agrimensor,


Perito Agrónomo, Perito Mercantil, Arquitecto e Ingeniero.
El gobierno de Latorre prestó su aprobación en 1877 a
los reglamentos de las Facultades de Medicina y de Derecho
y Ciencias Sociales y reglamentó en 1879 el ejercicio de la
profesión de Escribano. A pesar de estas reformas en 1878
la Universidad, en cuyo seno había tenido especial repercu­
sión la política de la dictadura, pasaba “por un período tris­
te”, según la expresión del Vico Rector Dr. Justino Jimé­
nez de Aréchaga, que había sustituido al Dr. Martín Berin-
duague.
En 1878 el Consejo Universitario propuso y obtuvo del
Poder Ejecutivo la creación de las siguientes Cátedras: Dere­
cho Administrativo; Historia General del Derecho; Legisla­
ción Comparada; Medicina Legal; y se dividieron las de De­
recho Natural, Internacional, Civil y Comercial, las que no
funcionaron de inmediato, de acuerdo a dicha reforma, por
razones de economía. Otra de las grandes innnovaciones de es­
te período fué el derecho otorgado a la Universidad de expedir
<el título de Abogado, facultad hasta entonces reservada al Tri­
bunal de Justicia y la suspensión del título de Licenciado. A
partir de esta época existía sólo el título de Doctor, previa
lectura de la tesis que debería presentarse impresa y que se­
gún su mérito se insertaría en los “Anales de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales”, cuya publicación se dispuso,
también, en 1878.
Dentro del régimen de libertad de estudios, el gobierno
•concedió al Colegio del Dr. D. Mariano Soler la facultad de
-conferir el grado de Bachiller en Ciencias y Letras, que lue­
go se extendió también a otros colegios particulares, lo cual
dió lugar a abusos. Después se resolvió dejar sin efecto di­
cho privilegio, debiendo someterse al reglamento Universita­
rio los que optaban al título de Bachiller, con lo que no se
atacaba la libertad de estudios decretada en 1878.
“Se puedo aprender donde se quiera, expresaba el Vice
Rector en su informe ya citado, y como se quiera y hasta re­
cibir un título o diploma del Colegio o persona con quien se
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 517
hayan hecho esos estudios; pero si se desea que ese título sea?
revalidado por la Universidad o que ésta le expida uno de los
suyos, forzoso es que dé pruebas de suficiencia ante los exa­
minadores que ella nombre”-
En 1880 fué designado Rector el Dr. Alfredo Vázquez
Acevedo. Su labor en tal cargo fué extraordinariamente be­
néfica para la enseñanza. A sus grandes iniciativas unía una.
actividad incesante, ocupándose de las incidencias casi dia­
rias de la vida universitaria. Tenía una gran versación ju­
rídica y una honda preocupación pedagógica, que se exten­
día incluso a la enseñanza superior.
En 1882 cupo la designación de Rector al Dr. José P,
Ramírez. Con su elevación al Rectorado coincidió un proyec­
to presentado por el Ejecutivo a la Asamblea General, por
el cual se cercenaba la autonomía universitaria. José Pedro*
Ramírez manifestó —en concordancia con el Consejo Univer­
sitario—, su decidido propósito de no colaborar en un pro­
yecto semejante. En la nota dirigida al Ministro de Instruc­
ción Pública, Carlos de Castro, así lo manifestó (enero 16 de*
1883). Recordó entonces los ejemplos de las Universidades
extranjeras, particularmente las alemanas e inglesas, dota­
das de amplia autonomía; señaló incluso los antecedentes na­
cionales, en que se_había reconocido esa autonomía, u... es
incomprensible que después de treinta años y cuando en to­
das partes se lucha por conservar las reformas alcanzadas err
el sentido de la descentralización más absoluta en materia de’
instrucción superior y de alcanzarlas allí donde todavía la-
centralización administrativa pesa sobre todas las manifes­
taciones de la actividad social, nosotros por acto espontáneo
e inmotivado, demos la espalda a todos los progresos reali­
zados en la organización de la Universidad, para volver a un
régimen de que se aleja la misma Rusia, que ha concluido por
dar a cada Universidad su Claustro Universitario y por atri­
buirle su dirección inmediata así como el nombramiento por
sufragio del Rector que ha de representarla y presidir Jas de­
liberaciones de su Consejo”.
El proyecto gubernamental no prosperó. Posteriormen­
te tuvo lugar otra incidencia con el Poder Ejecutivo. La Uni­
versidad hizo una reforma en cuanto al modo de prestarse el
examen de Abogado e incorporó el estudio del Derecho In­
518 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ternacional Privado al aula de Procedimientos; sancionadas


estas reformas, las comunicó simplemente al Poder Ejeenti
vo, considerando terminado su trámite. El Poder Ejecutivo
las sometió, sin embargo, a la sanción legislativa, con lo cual
demostró que no las consideraba, no ya dentro de Jas atri­
buciones del Consejo Universitario, sino ni aún dentro de sus
propias atribuciones.
Esto provocó la protesta del Rector Ramírez, que nue­
vamente fue apoyado por el Consejo Universitario.
w Posteriormente, y con motivos de nuevos conflictos, San­
tos llegó a pedir y obtener de la Comisión Permanente, la ve­
nia para destituir al Rector, y a varios profesores universi
tarios. De nuevo ocupó el cargo de Rector D. Alfredo \ az-
(piez Acevedo. También su labor infatigable volvió a dar im­
pulso a la enseñanza. “Hemos creído siempre que. la ciencia
pedagógica es una cosa extraña a los claustros Universita­
rios, y que sus leyes sólo alcanzan a las bancas de la Escuela
Primaria. Para enseñar niños, liemos pensado, os bueno oír
y obedecer los dictados de la pedagogía; para enseñar ado­
lescentes y jóvenes, basta elegir maestros que conozcan a fon­
do las materias de la enseñanza’’.
“Es tiempo ya de reaccionar contra estos errores y aquel
desdén’’. t
“El éxito de la instrucción Universitaria depende de las
condiciones en que se realice, y esas condiciones están subor­
dinadas a principios y leyes fijas e inalterables, de cuya ob­
servación estricta deben todos preocuparse, autoridades y
profesores”. (11)
Vázquez Acevedo que contaba con el apoyo del Gobierno,
aunque no era ni remotamente un incondicional de Santos,
obtuvo la reforma orgánica de la Universidad. El Parlamen­
to sancionó sus proyectos, que fueron convertidos en ley el
14 de julio de 1885, con breves modificaciones.
lie aquí los principios esenciales de la ley:
—Son libres Ja enseñanza primaria, secundaria y supe
rior en todo el territorio de la República, reservándose la au­
toridad pública los derechos de inspección sobre los estable­
cimientos privados.
—La enseñanza secundaria tiene por objeto ampliar la
primaria y preparar para el estudio de las carreras cientí­
ficas y literarias.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 519

—La enseñanza superior tiene por objeto habilitar para


el ejercicio de las profesiones científicas. Comprenderá por
lo menos, las tres Facultades siguientes:. Derecho y Ciencias
Sociales; Medicina y ramas anexas; Matemáticas y ramas
anexas. No se admiten estudios libres para la enseñanza su­
perior.
~"La enseñanza secundaria y superior será dada en una
o más Universidades, según lo reclame el desarrollo de la Re­
pública. La dirección de la Universidad estará a cargo de un
Rector nombrado por el Poder Ejecutivo dentro de una ter­
na designada por elección de Doctores o Licenciados.
—La sección de enseñanza secundaria y cada una de las
Facultades tendrá un Decano designado por el Poder Ejecu­
tivo, a propuesta del Rector.
—La superintendencia de la enseñanza secundaria y su­
perior estará a cargo de un Consejo de Instrucción Secunda­
ria y Superior, formado por el Rector, como Vicepresidente
(el Presidente es el Ministro de Instrucción Pública); los De­
canos de secundaria y facultades; y por un número igual de
miembros elegidos por los Doctores o Licenciados.
Se establecen con claridad las atribuciones y deberes de
las autoridades universitarias.
Corresponde, por ejemplo, al Consejo, la facultad de san­
cionar programas y métodos de enseñanza y reprimir con
multas y amonestaciones a catedráticos; pero sólo puede pro­
poner el nombramiento y destitución de los mismos. El nom­
bramiento corresponde al Poder Ejecutivo; la destitución al
mismo poder, dando cuenta al Senado o a la Comisión Per­
manente.
He aquí las ventajas (pie encontraba el Rector en la nueva
ley, expuestas en el informe ya citado:
“La reducción del Consejo Universitario que se compo­
nía de cuarenta y tantas personas, a siete o nueve, facilitará
enormemente el buen ejercicio de sus facultades, hacien­
do posible conservar una unidad de plan y de propósi­
tos indispensables para la marcha regular y el crédito de una
corporación de su género y cortando la pérdida de tiempo,
las largas discusiones muchas veces estériles, que no se pro­
ducían en el seno de las pequeñas asambleas.
“La forma de elección del Rector, reclamada por pres­
520 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

cripciones constitucionales y sanos principios administrati­


vos, favorecerá de una manera considerable el progreso de la
Institución”.
“La supresión de la libertad de estudios superiores im­
pedirá la terminación rápida y superficial de las carreras
científicas, obligando a los estudiantes a verificar su aprendi­
zaje con estricta sujeción a los Reglamentos Universitarios”.
“La creación de rentas especiales proporcionará a la
Universidad recursos suficientes para adquirir los instrumen­
tos y material de enseñanza que exige el estudio proficuo de
las ciencias”.
“La institución de los Decanos facilitará la buena orga­
nización y fiscalización de la enseñanza”.
“La facultad exclusiva acordada al Consejo de conferir
y revalidar los títulos de las profesiones científicas, permi­
tirá controlar eficazmente la competencia de todos los profe­
sores que se formen en el país o vengan del extranjero”.
“La creación de nuevas Facultades abrirá a la juventud
variedad de carreras”.
“Por último, la clara determinación de los atribuciones
y deberes de Jas autoridades universitarias, y la ampliación
de las funciones atribuidas al Consejo Superior, facilitará el
buen desempeño de sus tareas y obviará obstáculos en la rea­
lización de sus propósitos, con beneficio de la causa pública,
y de los mismos estudiantes”.
Dos años después de sancionada la ley, se dictó su decreto
reglamentario.
En 1887 se creó la Facultad de Matemáticas.
Otras creaciones de interés se realizaron posteriormente,
pero ya no entran dentro del período que nos ocupa.
La evolución de las ideas operada durante ese período,
el desarrollo del pensamiento nacional y la reforma que en él
influyeron las distintas corrientes filosóficas, son aspectos
que pueden apreciarse a través de la historia tan sugestiva
de nuestra universidad durante el siglo XIX, cuyas aulas fue­
ron centro de controversia y reflejo de la inquietud espiritual
de la época.
Del escolasticismo de José Benito Lamas, herencia de la
época colonial, se evolucionó hacia el sensualismo y al eclec­
ticismo. En la segunda mitad del siglo, siguiendo el ritmo de
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 521
la filosofía europea, aparecen las tendencias positivistas y
evolucionistas. El esplritualismo, sin embargo, no perdió ente­
ramente posiciones.
A fines del siglo la resurrección de la metafísica se hace
sentir incluso en nuestro ambiente, en donde se quiso implan­
tar la enseñanza espiritualista, por decreto oficial del gobier­
no de Julio Herrera y Obes.
Hacia 1896 la enseñanza de la filosofía con Vaz Ferreira
adquiere una actitud especiante frente a los problemas meta-
físicos,sin perjuicio de introducir en psicología el método ex­
perimental de AVundt.
Para comprender hasta qué punto se había transformado
el pensamiento filosófico en el curso del siglo, basta analizar
el discurso de apertura de la Cátedra de Filosofía en 1833,
dirigida por el presbítero José Benito Lamas; y el prólogo
de Carlos Vaz Ferreira, catedrático de filosofía desde 1896,
al Curso Expositivo de Psicología Elemental (1897)-
Veamos el primero: i‘Enseñaré en el primer año lógica
y metafísica, dividiendo en dos partes cada una de estas fa­
cultades, siendo la primera de la lógica', las sumas o teoría
del raciocinio, en la que demostraré las reglas de la Dialéc­
tica. Sobre las ideas o las percepciones, sobre los juicios, o
las proposiciones, sobre los silogismos, o sobre las diferentes
especies de raciocinios, y sobre el arte de emplear el método
científico en la investigación de la verdad; y la segunda la
teoría de la certidumbre en la que explicaré todos los funda­
mentos de la certidumbre humana que son el testimonio del
sentimiento íntimo, el testimonio de las ideas, el testimonia
de los sentidos, y el testimonio de los hombres acompañado
de ciertas condiciones; y la primera de la metafísica tendrá
por objeto el estudio de Dios dividido en dos tratados de los
que el primero versará acerca de la existencia y el segundo
acerca de la naturaleza y divinos atributos de este Ser ado­
rable primer principio y último fin de todas las cosas; y la
segunda la teoría del alma humana en la que se explicará y
probará la Espiritualidad, la Inmortalidad, la Libertad y las
facultades naturales del alma humana, materia sumamente in­
teresante en especial en un siglo en que el odioso mateiia-
lismo se esfuerza en degradar y corromper al hombre ponién­
dole al nivel del bruto”.
522 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Veamos ahora el prefacio de la obra de Vaz Ferreira:


'“Al escribir la parte de Psicología del texto de Filosofía de
nuestra Universidad, me he propuesto evitar esos males (el
exclusivismo doctrinario) que antes he señalado. Sin embar­
go, el método que he seguido, método principalmente exposi­
tivo, estrictamente imparcial, que concede un lugar a todas
las ¡teorías importantes, aun a riesgo de dejar gran número
de cuestiones sin solución definitiva, podría prestarse a una
objeción: ese método, se dirá quizá, debe conducir forzosa­
mente a la duda y al escepticismo. Es fácil responder a esa
objeción. Debe responderse, en primer lugar, que las ciencias
filosóficas, y, en nuestro caso, la Psicología, no se compone
exclusivamente de hipótesis y discusiones; que hay en ella
hechos y leyes, aunque en menor número que en otras cien­
cias, y que en ese terreno sólido, por reducido que sea, puede
apoyarse la ciencia sobre el acuerdo de todos o casi todos los
autores**.
“Y debe responderse, en seguida, que, en cnanto a lo de­
más, en cuanto a las hipótesis y discusiones restantes, esa
duda que se teme es precisamente un bien, y no un mal, por­
que en el estado del espíritu más natural, más legítimo, y
también más fecundo, cuando lo que se examine son, simple­
mente, interpretaciones más o menos inseguras y teorías
más o menos verosímiles. ¿Puede considerarse razonable tra­
tar de producir la convicción dogmáticamente, en el espíritu
de los estudiantes, sobre puntos que no han sido aclarados
definitivamente por la controversia de los psicólogos? Por mi
parte, he visto siempre ¿por qué no decirlo? cierta falta de
honradez intelectual en los que así proceden. Hay en cambio,
lealtad y franqueza en el autor o profesor que dice a sus dis­
cípulos : Os doy una psicología tal cual es: algunos hechos,
algunas leyes empíricas; algunas teorías más o menos vero­
símiles, y en cuanto al resto, una clasificación de interroga­
ciones; no os doy más porque no sabemos más; para prome­
teros otra cosa, yo necesitaría ser un genio o un ignorante”.
VI
Instituciones de cultura

El Ateneo de Montevideo se constituyó el 5 de setiembre


de 1877; con la finalidad, según rezaban sus estatutos, de
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 523

“reunir en un centro común todas las fuerzas inteligentes


de la República”. Resultó de la fusión de “El Club Univer­
sitario”, las sociedades “Filo - Histórica”, “Ciencias Natu­
rales” v “Club Literario Platease”, conservando cada una
-Su respectiva personalidad moral. El Club Universitario en­
traba en la confederación como sección de ciencias morales
y políticas; la Socedad Filo - Histórica, como sección de His­
toria; la sociedad de Ciencias Naturales, como sección de
Ciencias Naturales; el Club Literario Platease, como sección
de Literatura. Las bases generales de unión estaban suscritas
por Gonzalo Ramírez, Francisco Suñer Capdevila, Julio Jour-
kowski, (delegados del Club Universitario), José Sienra Ca­
rranza, Carlos Muñoz Anaya, Prudencio Vázquez y Vega,
( delegados de la sociedad Filo - Histórica), José A recha va-
leta, Mario Isola, Rudecindo Canosa, (delegados de la socie­
dad Ciencias Naturales), Hugo Stunz y Arrien, Agustín Ber-
gallo y Prudencio Vázquez y Vega, (delegados del Club
Literario Platease).
La vida del nuevo centro cultural fué intensa. Durante
la época de Latorre, puede decirse que constituyó el refugio
-de “la inteligencia”.
Como cxteriorización de sus inquietudes espirituales, es­
tán sus anales publicados entre 1881 y 1886, que atestiguan
la invasión de nuevas ideas y el choque inevitable de tenden­
cias. Entre las colaboraciones más interesantes figuran las
de José Arecliavaleta, Prudencio Vázquez y Vega, Justino
Jiménez do Aréchaga, Martín C. Martínez, Auacleto Dufort
y Alvarez, .Juan Carlos Blanco, Luis Destéffanis, Carlos Ma­
ría Ramírez.
En el terreno del derecho, debemos mencionar las ense­
ñanzas de derecho constitucional de Justino Jiménez de Are-
chaga sobre sufragio y organización del Poder Legislativo.
También las disertaciones de Martín C. Martínez en quien
—a pesar de su juventud— se perfilaba el político conserva­
dor del futuro. Se manifiesta entonces partidario de una or­
ganización realista, adecuada al medio social. “También aquí
Rodean tiene razón: Chassez le naturel; il revient au galop”.
“Nosotros en vano forjábamos entusiastas planes de gobierno
yankee: “El natural”, literalmente, se nos venía al galo­
pe! A rienda suelta por esas cuchillas de Dios...!” En
524 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

nombre de sus ideas, censura Martínez a Jiménez de Arécha-


ga porque éste manifiesta que la determinación de las condi­
ciones necesarias para el electorado está subordinada a la
teoría que se adopte sobre la naturaleza del sufragio y no es
sino un corolario de esta teoría. Esto, dice Martínez, no es
sino aplicación del funesto error de creer que los hombres
son los mismos en todas partes. En nuestro medio, cree com­
pletamente inadecuado el sufragio universal.
Ni los pueblos más bien dotados han comenzado por él.
No hay sólo que contar el sufragio, hay que medirlo, hay que
pesarlo... Recuerda que ni los grandes campeones del-libe­
ralismo inglés como Lord Rusell y Gladstone han pretendido
que el sufragio deba determinarse deductivamente, a partir
de una definición o de una abstracción; todos han comenzado
por estudiar el estado de su país y de la clase a la que se
proyectaba conceder derechos políticos.
Martínez cree que lo mejor es ir al sufragio calificado.
“El régimen de la multitud dista mucho de ofrecer la direc­
ción social a los hombres superiores, al menos mientras aqué­
lla no ha alcanzado el grado de intuición del gobierno, si es
posible expresarse así; que brilla como un sexto sentido en
la raza sajona. Mientras ese nivel no se lia alcanzado, las
restricciones al sufragio universal son saludables”. El voto
debe ser, en su concepto, proporcional a la capacidad.
En el terreno filosófico - científico, no fué menor la con­
troversia. José Arecbavaleta, verdadero sabio, colaborador
asiduo del Ateneo, hizo la defensa ardiente de la teoría de la
evolución. Dentro de la misma posición estaban Manuel Ote­
ro, Federico Susviela Guarch. Florentino Felippone.
Arecbavaleta hizo la defensa excitado por la actitud de
Prudencio Vázquez y Vega, quien desde la misma tribuna del
Ateneo, había manifestado que la teoría de la evolución no era
una verdadera teoría, sino “una hipótesis, basada en un sin­
número de pequeñas hipótesis”. Vázquez y Vega hizo la exal­
tación del esplritualismo, proclamó la necesidad de la meta­
física y la primacía de los valores absolutos. Se pronunciaba
en contra de la doctrina de la evolución aplicada en el orden
moral.
Y además, sostuvo aún, en la doctrina spenceriana de la
evolución, ¿no hay acaso metafísica? “Metafísica en la lia-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 525

tinta, metafísica en los abismos, metafísica en las alturas;


y en la llanura y en los abismos y en la altura, bullen las
ideas de Platón, se ven como focos luminosos los principios
de Aristóteles, resplandecen los postulados de Kant, y con
ráfagas de luz eterna proyecta sus claridades infinitas en el
mundo de la filosofía positiva, lo absoluto de la escuela ale­
mana, lo incognoscible de Spencer; y Platón y Aristóteles y
Kant y Spencer son ideas, son principios, son postulados, son
manifestaciones de lo absoluto en el mundo de la filosofía y
de las ciencias, son relámpagos del pensamiento humano en el
horizonte de los siglos!”
Por otra parte, muchos de los espíritus inquietos de en­
tonces sintieron el atractivo de las nuevas posiciones cientí­
ficas, sin perder por eso su posición de base espiritualista.
Un representante de esta actitud compleja y evolutiva
fué precisamente Gonzalo Ramírez. En la clase inaugural del
curso de Derecho Natural y Penal, en 1878, repetía la famosa
frase de Edgar Quinet: “Cuando oigo hablar a un materia­
lista el horizonte se estrecha, el Universo se esteriliza; cuan­
do escucho a un espiritualista, la realidad desaparece por
completo. No quiero encerrarme ni en uno ni en otro de esos
dos círculos; quiero la naturaleza entera. Abridme un uni­
verso: el que me ofrecéis no es más que una cáscara”. Por
su parte —y siguiendo las inspiraciones de E. Quinet, Gon­
zalo Ramírez terminaba su clase inaugural con la siguiente
profesión de fe: “...os declaro con toda sinceridad, que sin
dejar de ser un humilde sectario de las doctrinas de Carlos
Darwin, he podido estrechar por última vez la mano helada
de un ser querido, sintiendo palpitar en mi cerebro, la idea
de un ser supremo, y vivificando mi corazón el sueño her­
moso de la inmortalidad”.
En el terreno religioso la mentalidad predominante de­
bía ser una crítica racional de las religiones positivas, sin
raer o cayendo muy poco en el ateísmo. El fondo simbólico
del Cristianismo a la manera renaniana aparece aceptado en
la disertación de “Jesús Dios y Jesús Hombre” de Anacleto
Dufort y Alvarez. Y en la lucha ya decidida contra el .•cle­
ricalismo en la páginas polémicas de Sienra Carranza; y en
forma histórica e indirecta, en la detractación que hacía
Destéfanis de la Edad Media.
526 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Estéticamente, la generación del Ateneo no se plegó a


la corriente naturalista; la crítica vehemente de la novela ex­
perimental, codificada por Zola, aparece inplacablemente des-
menuzadora en el análisis de Juan Carlos Blanco.
Además de las colaboraciones nacionales, el Ateneo roe >•
gía todas las inquietudes de ultramar. En las páginas de sus
Anales, abundan novedades de toda índole, de ciencia, de so­
ciología, de estética, de pensamiento político. Buckle, Mazzini.
Lessing, Víctor Hugo.
Menos abundantes, aparecen también los problemas na­
cionales de índole práctica: censo, tierras públicas, camino-.
Lo obra realizada por las instituciones de cultura fué
completada por las revistas literarias y científicas, que en
muchos casos reflejan la labor de dichas sociedades. Las re­
vistas son el documento por el cual aquellas instituciones so­
breviven, en cuyas páginas encontramos el perfil de la época.
“La jSemana”, dirigida por José Mármol en 1851, a fines
de la Guerra Grande; “El Eco de la Juventud Oriental*’
(1854-55) que agrupó a la segunda generación romántica y
que tuvo por colaboradores entre otros a Ileraclio Fajardo,
Fermín Ferreira y Artigas y Gregorio Pérez Gomar; “La
Revista Literaria”, (1865-66), en cuyas páginas se inició err
la política, en las letras y en las disquisiciones científicas y
filosóficas la generación liberal de 1868 en que descollaban
José Ellauri, José Pedro Varela y Julio Herrera y Obes; “El
Iris”, (1864-65) dirigida por Agustín de Vedia; fueron las
publicaciones literarias que alcanzaron mayor significación
durante este período.
“La Bandera Radical” se publicó desde el 29 de enero
de 1871 hasta el 29 de octubre del mismo año. Su director,
Carlos María Ramírez, explicó en el Prospecto de iniciación
que ella sería el órgano de un nuevo pensamiento político,
ajeno a los bandos tradicionales. Acababa de publicar “La
Guerra Civil y los Partidos”, donde, según expresamos, ata­
caba por igual a ambos contendientes y preconizaba la nece­
sidad de un partido de principios, al margen de las antiguas
divisas. De esta prédica de Ramírez habría de salir el Partido
Radical que dió colorido al ambiente de 1873.
“La Bandera Radical”, pues, tenía una finalidad polí­
tica y seguía con visible interés la marcha del gobierno y de
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 527

la revolución de Aparicio, censurando por igual a ambos ban­


dos y preconizando como solución de paz el gobierno mixto
y la Convención Nacional.
Recogió en sus páginas colaboraciones de Gregorio Pérez
Gomar, Julio y Miguel Herrera y Obes, José P. Varela, Gon­
zalo Ramírez, Manuel Arredondo y Pablo de María. En ellas
se publicaron también el ensayo literario de Carlos María Ra­
mírez, su novela ‘‘Los Palmares” y las conferencias de De­
recho Constitucional, en que preconizaba su posición indivi­
dualista, templada por el doctrinarismo de Benjamín Cons-
tant.
La “Revista de la Sociedad Universitaria”, órgano de
la Sociedad Universitaria, apareció el 15 de marzo de 1884.
Su último número salió el dO de junio de 1885. Su propósito
era desinteresarse por completo de la vida política del país
desde 1830 en adelante. Como decía ampulosamente su pre­
facio, sólo quería: “seguir los pasos de los fenómenos gober­
nados por leyes, escuchar las armonías con que se engalanan
las producciones del cerebro, dar completa independencia en
las manifestaciones psíquicas, evitando en lo posible el pre­
dominio ciego del sentimiento, y hacerlo por el bien de la co­
munidad ”...
JPiel a este programa, recogió esencialmente inquietudes
de aula; temas de derecho, de medicina, de botánica, de cálculo
analítico, de física, de historia, de literatura, con las cola­
boraciones de Martín C. Martínez, Duvimioso Térra, Manuel
Herrero y Espinosa, Francisco Soca, José Arechavaleta, Clau­
dio Williman, Miguel Lapeyre, Eduardo Acevedo Díaz.
La Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales^
importante publicación, apareció el 5 de marzo de 1895; su
último número vió la luz el 25 de noviembre de 1897.
Su cuerpo de redacción estaba integrado por Daniel y
Carlos Martínez Vigil, Víctor Pérez Petit y José Enrique
Rodó. Su propósito, según se expresa en el Programa del
número inicial, era sacudir el marasmo “en que se encon­
traban las fuerzas vivas de la intelectualidad uruguaya”.
En esta revista colaboraron figuras de prestigio ya con­
sagrado y jóvenes que recién iniciaban su labor intelectual.
Recogió así interesantes páginas de Medicina Legal, de De­
recho Constitucional, de Derecho Internacional, de Economía
Política y Geografía Humana.
528 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Revivió las ilusiones girondinas del impertérrito princi-


pista del 73, I>. Pedro Bustamante. La Revista publicó el
“Catecismo Constitucional’’ de (pie Bustamante era autor, en
el cual exhibía su ideal individualista del Estado; y su “Arte
de gobernar’’ donde reclamaba, a la manera platónica y jef-
fersoniana, una aristocracia de gobernantes.
En la “Revista Nacional’’ se reflejó la producción na­
cional y extranjera. Señaló la posición intelectual y pedadó-
gica de Carlos Vaz Ferreira, que publicó entonces (1897),
su Manual de Psicología; de Carlos Reyles, cuya novela
“Bel)a” y cuyos ensayos, sobre todo, “Las Academias”, ha­
brían de provocar una nueva batalla literaria.
Los autores revolucionarios de entonces, los hermanos
Goncourt, Tolstoi, Ibsen, Strindbefg, Haupmann, fueron apa­
sionadamente comentados por el espíritu inquieto de A íctor
Pérez Petit. Pero el valor principal de la Revista Nacional
está señalado en las páginas de Rodó. Al hablar de este autor
hemos mencionado los artículos aparecidos en la Revista, que
luego pasaron a integrar “El Mirador de Próspero”» En
otros artículos hizo, además, valiosos comentarios críticos so­
bre Reyles, tomando partido por él en su afán de buscar una
novela nueva, y sobre Galdós cuyo sentido humano lleno de
comprensión y ternura por los humildes, captó como ningún
otro supo hacerlo. El juicio que inspira a Rodó el novelista
español, es una prueba de la amplitud de criterio que él con­
sideraba el.elemento esencial en el alma del crítico, y al que
ya nos hemos referido al hablar de la obra del gran escritor
uruguayo.
NOTAS CORRESPONDIENTES AL CAPITULO X

(1) “Revista Nacional”, N.*-’ 7, Montevideo, julio de 1938.


(2) Homero Martínez Montero, “Marina Mercante y Marina de Pes­
en'’. Montevideo, 1943, Tomo I.
(3) Pedro Bustamante, “Catecismo Constitucional de la República
Oriental del Uruguay’’, en "Revista Nacional de Literatura Ciencias So­
ciales’’, agosto 10, 1896, N.? 33.
(4) José E. Rodó. “Hombres <le América -— discursos parlamen­
tarios”, pág. 214 y siguientes.
(5) José Irureta Goyena, “Eduardo Aeevedo y la codificación Na­
cional”, en “Revista Nacional”, noviembre de 1942, N.9 59; Eduardo Ace-
vedo. “Eduardo Aeevedo, 1815-1863”, Montevideo, 1908; Abel Cháneton,
“Vida de Vélez Sársfield”, Tomo II, Buenos Aires, 1938; Legajo existen­
te en el Archivo G. de la Nación, fondo Ministerio de Gobierno, intitulado
■“Códigos”: “La Nación 'tiene Código Civil — Colección de artículos de
■“La Tribuna en defensa del Código Civil Oriental’’, Montevideo, 1869.
(6) “Actas y Tratados celebrados por el Congreso Internacional Sud-
Americano de Montevideo”. Montevideo, 1889.
(7) Justino J. de Aréchaga, “Libertad Política”, Montevideo, 1884,
Juan E. Pivel Devoto, “Historia de los Partidos Políticos”, Tomo I y II,
Montevideo, 1942-43.
(8) Pedro P. Bauza, “Los gobiernos interiores”: Carlos M. de Pena,
-‘Los gobiernos locales”; “El Congreso Municipal”, recopilación de todos
los proyectos de organización municipal .publicados por el Dr. Eduardo
Aeevedo, Montevideo, 1903; Carlos M. de Pena, “Memoria de la Junta E.
Administrativa de Montevideo”, 1888.
(9) José M. Fernández Saldaña, “Juan M. Blanes, su Vida y sus
Cuadros”, Montevideo, 1933. Carpetas del Museo Histórico Nacional de
Montevideo.
(10) “Los Debates”, agosto 8 de 1871.
(11) “Informe a la Sala de Doctores, 18 de julio de 1885”; Monte­
video, 1885.

35
CAPITULO XI

Extensión Democrática y Etatismo


(1897 - 1930)

Vimos ya en qué condiciones llegó Juan L. Cuestas al ejer­


cicio del Poder Ejecutivo y cómo, aprovechando la mentali­
dad pacifista, del país, había cimentado su prestigio en la ce­
lebración del Pacto de la Cruz. Hombre oscuro, se había
limitado hasta entonces a integrar sin relieve propio el núcleo
colectivista y su intervención en la vida del país había sido más
administrativa que política. Funcionario bancario, receptor de
aduanas, había sido organizador de Impuestos Directos bajo
Latorre; luego, durante la administración de Vidal y de San­
tos, Ministro de Hacienda; más tarde, de Justicia y Culto,
Era hombre mediocre, con capacidad administrativa. Los he­
chos revelaron sin embargo, que era hábil en política y que
sabía usar diestra energía. Bien es verdad que la hora le fué
propicia. Con él ocurrió algo semejante a lo que había ocurri­
do con Tomás Gomensoro y, en grado mucho mayor, con Ta­
jes. Ninguno tenía méritos propios. Pero sucedían a gobernan­
tes que con razón o sin ella, habían suscitado oposiciones vehe­
mentes. Ahora bien, la oposición, llegue o no a la lucha arma­
da, exige una extrema tensión del espíritu que sólo pueden
mantener mucho tiempo las voluntades heroicas. Los demás,
a veces en la subconsciencia esperan el menor asomo de reac­
ción gubernamental para aflojar aquella alta presión y su­
mirse en la blandura de la aquiescencia. El gobernante de
transición, halagado por la docilidad de los elementos oposi­
tores, se siente con el ímpetu creciente de las concesiones;
y al fin y a la postre todos olvidan que ha sido un engendro
de la época menospreciada, lo llaman pacificador, gran justi­
ciero y patriota sin tacha. La perspectiva histórica suele
asombrarse de estas danzas volubles de la opinión. No se
comprende que después de haber atacado a Santos, se haya
amado a Tajes, en su persona y en sus obras; y que los
mismos que hirieron sin piedad a Idiarte Borda y aún-
532 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUCUAY

¿aplaudieron el crimen que lo hizo desaparecer, hayan alabado


a Cuestas, engendro infiel del colectivismo, y hayan apoyado
el golpe de estado de 1898, dado contra una asamblea cuyo
primordial delito era negarse a votar por el candidato que
quería imponérsele.
II
Cuestas gobernó primero como presidente del Senado.
Al terminar el período presidencial de Idiarte Borda, un sec­
tor importante de la opinión dentro del Partido Blanco y del
Partido Colorado, era partidario de su candidatura para aquel
cargo.
Pero esa candidatura no contaba con el apoyo del Par­
lamento. En la noche del 22 de noviembre se supo con gra­
ve sorpresa que la mayoría de la Asamblea proclamaba a D.
Tomás Gomensoro ‘‘porque el señor Gomensoro es un monu­
mento vivo de la virtud privada y de la virtud cívica; porque
a él le cupo él alto honor de suscribir y de hacer práctico de
honrada manera el pacto de pacificación de 6 de abril de 1872;
v es garantía también de prescindencia electoral, porque el
señor Gomensoro ha dado el alto ejemplo de presidir, con
imparcialidad insospechable, unas elecciones generales en que
resultó vencida su propia candidatura a la Presidencia de la
República”.
A pesar de las amenazas, a pesar de las manifestaciones
•de oposición que, indudablemente eran favorables a Cuestas,
la opinión de la Asamblea se mantuvo firme.
El 10 de febrero de 1898 Cuestas dió entonces el golpe
de estado, disolviendo el Parlamento y creando un Consejo de
Estado.
En los considerandos del decreto respectivo, se responsa­
biliza a la Asamblea de haber causado la guerra civil, au­
torizando además el desorden y el despilfarro en la adminis­
tración; el exclusivismo, la anarquía y la falsificación del
voto en favor de un círculo-
El Consejo de Estado estaba formado de 88 miembros
■cuya designación se especificaba. Entre los colorados figu­
raban: Francisco Bauza (que luego presentó renuncia de su
cargo), D. Blas Vidal, General Melitón Muñoz, Dr. José Es-
palter, D. José Batlle y Ordóñez, Dr. Juan Carlos Blanco,
Dr. Juan Campisteguy, Dr. Feliciano Viera.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 533

Entre los constitucionalistas y nacionalistas: Dr. Elias


Regules, Dr. Gonzalo Ramírez, Ing. Rodolfo de Arteaga, Dr.
Juan J. de Herrera, Dr. Aureliano Rodríguez Larreta, D-
Eduardo Acevedo Díaz, Dr. Carlos A. Berro, Dr. Manuel He­
rrera y Espinosa, Dr. Justino Jiménez de Aréchaga.
He aquí como juzgó Antonio Bachini la situación, en
carta dirigida a Carlos M. Ramírez.
“Combatí el proyecto de disolver la Asamblea por un
golpe militar que desquiciaría al ejército, devolviéndole prác­
ticas molineras de fácil arraigo y de inevitable reproducción,
sobre todo cuando la Asamblea iiabía sido acatada ya por Ios-
partidos y expresamente por los revolucionarios en el pac­
to de pacificación; juzgué inconveniente también encastillar­
se en la candidatura presidencial del señor Cuestas y repro­
chaba el procedimiento de las persecuciones sin objeto”.
“Disuelta la Asamblea en virtud de un documento que la his­
toria juzgará severamente, porque es carta blanca a las sub­
versiones militares en favor de un hombre, no ha sido posi­
ble ocultar que el pecado de esa Asamblea no estaba en su
origen ilegítimo, sino en su resistencia a la imposición del
Poder Ejecutivo. La Asamblea era mala porque no conver­
tía en Presidente de la República al señor Cuestas, pero hu­
biera sido buena, muy buena, y hasta digna de la inmortali­
dad, si cede a las amenazas y entrega sus votos a aquel sin­
gularísimo salvador”... (1)
Bueno es todavía recordar que la elevación de Cuestas a
la presidencia de la República, contaba con el apoyo de la
fuerza armada.
En efecto, unos meses antes de su elección^ circuló un do­
cumento muy semejante al que prologó la dictadura de La-
torre;
“Los jefes y oficiales de la Guardia Nacional, los de las
fuerzas policiales de la capital y departamentos y los dek
ejército de línea que firman este documento, hondamente im­
presionados por la azarosa situación que ha creado a la Re­
pública la resistencia opuesta por los ciudadanos extravia­
dos del Cuerpo Legislativo a acatar Ja voluntad nacional, ex­
presada por los habitantes del país en manifestaciones que-
acaba de ratificar el Congreso últimamente reunido en Mon­
tevideo, procedente de todos los departamentos, Consideran-
534 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

•do que en esos actos de soberanía popular se lia declarado la


elección del señor Cuestas por lo excepcional de las circuns­
tancias, condición ineludible para iniciar una era de verdad
institucional; Considerando que es necesario efectuar un es­
fuerzo incontrastable y definitivo para devolver al país la
honradez en el manejo de los dineros públicos, la libertad en
las funciones políticas de todos los ciudadanos, y sobre es­
tas sólidas bases de respeto a todos los intereses y a todos
los derechos, la paz y la concordia entre sus hijos, convinie­
ron en declarar y declaran por su honor, que no acatarán la
elección de Presidente de la República el 1? de Marzo, si
ella no recae en el ciudadano don Juan L. Cuestas, candida­
to proclamado por todos los partidos del país”.
El Consejo de Estado votó dos leyes que mareaban un
gran progreso en la legislación: la ley de Registro Cívico,
<le 29 de abril de 1898 y la ley de Elecciones de 24 de octubre
de 1808. La primera establecía el padrón electoral permanen­
te con la fiscalización de autoridades en la que tendría par­
ticipación el partido de la oposición.
La segunda era la liquidación del régimen mayoritario:
la minoría podría obtener en cada departamento el tercio de
las bancas, siempre que llegase al cuarto del número de vo­
tantes. Pero esta ley no se aplicó porque los partidos lle­
garon a un acuerdo para distribuirse equitativamente las
bancas parlamentarias: colorados, 54; blancos, 24; constitu-
cionalistas, 6. Se hicieron listas comunes con los candidatos
distribuidos en esa proporción.
El núcleo colorado “colectivista”, que seguía las inspira­
ciones de Julio Herrera y Obes, excluido, intentó una reac­
ción. El 4 de julio de 1898 tuvo lugar el motín dirigido por
Ricardo Esteban, Casimiro García, Santos Arribio, Valentín
Martínez, Benigno Carámbula, Manuel Rodríguez y Arturo
Isasmendi, que fracasó.
Cuestas cumplió el pacto de 1897. Y así el país tenía en
realidad dos gobiernos: el de Cuestas, en Montevideo, y el de
Saravia, en el Cordobés. Aquella situación que no dejaba de
ser un verdadero fraccionamiento de soberanía, aseguraba
no obstante la paz del país. No era sino un mal relativo; y,
desde luego, impuesto por las circunstancias. En un medio
como el nuestro, de gran latifundio, de peonada dirigida, don­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 536
de cada estanciero podía levantar regimientos y era señor
de horca y cuchillo, ¿no se realizaba acaso, de una manera
espontánea, la junción de la propiedad y el poder político,
características del verdadero feudalismo?
En aquel momento Aparicio Saravia tenía un inmenso
prestigio. Su residencia del Cordobés, como en otro tiempo
la de Durazno, de Rivera, era un centro de atracción de cau­
dillos, jefes, políticos y partidarios. Cuestas enviaba ante él
a emisarios que eran verdaderos embajadores. Se cuenta que
en una ocasión invitó al caudillo a presenciar un desfile mili­
tar desde los balcones de la casa de gobierno. Aparicio Sara­
via contestó que temía el “mareo de las alturas”. En
una palabra, todo el país sabía que del Cordobés podía par­
tir una señal de conmoción que hiciera volar la República; y
todos los ojos seguían con visible interés los movimientos del
caudillo... En enero de 1901 se hizo pública una carta de
Julio Herrera y Obes juzgando la nueva situación:
* “Hace tres años que la República vive en un estado de
guerra latente, miJ veces más desastroso que la guerra mis­
ma. De este hecho puede dar testimonio ese comercio de Mon­
tevideo, que después de haber sido el principal factor de la
paz de 1897, ha sido también la primera víctima expiatoria
de aquel contrasentido político”.
“Pedían y querían la paz, en nombre exclusivamente de
sus intereses comerciales, y no se daban cuenta de que era
la paz lo que destruían al abatir el principio de autoridad
ante los pendones triunfantes de la rebelión”. “Pedían y que­
rían la cesación, a cualquier precio, de la guerra civil, para
poner, término a sus horrores y a sus perjuicios materiales, y
no se daban cuenta de que era la revolución y la guerra civil
inevitable, lo que se decretaba al dividir el país en dos feudos
de partido, creando por el hecho un Estado dentro del Es­
tado”.
“No hay paz ni orden público posible sin la unidad del
mando en el gobierno de la Nación. Un país con dos gobier­
nos, uno de derecho y otro de hecho, es una monstruosidad
política y social. Ese estado de cosas no estable tiene que ser
transitorio, porque las leyes morales, como las leyes físicas,
pueden ser perturbadas, pero no pueden ser derogadas. Las
agitaciones y los sacudimientos poi' que está pasando nuestro
536 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

país, son el efecto necesario de haberse desviado de su cen­


tro de gravedad que era el orden constitucional, destruido
por el golpe de estado de 1898”. Más adelante agrega:
‘‘Para remediar la soledad y el aislamiento en que lo de­
jaba el abandono del Partido Colorado, el Gobierno de Cues­
tas celebró con la fracción blanca de Aparicio Saravia uu
tratado de alianza ofensiva y defensiva, sobre la base de la
división en dos del país político. Cuestas gobierna el país
político colorado y Aparicio Saravia el país político blanco.
Aquí no puede el gobierno nombrar ni remover por autori­
dad propia los delegados del Poder Ejecutivo; aquí no puede
el Presidente de la República ni el Cuerpo Legislativo, mo­
dificar la organización de las compañías urbanas, que son el
núcleo del ejército de línea de Saravia, aquí, en fin, no puede
el gobierno garantir los derechos políticos de los colorados
ni aún de los colorados gubernistas”. (2)
Pero hemos de convenir en que las apreciaciones de Ju­
lio Herrera y Obes, contrarias al régimen de coparticipación
establecido por la paz de 1897, eran parcialmente injustas.
Con todos sus defectos e inconvenientes dicha solución era,
antes que nada, una fórmula de concordia y de equidad po­
lítica, la única asequible en aquel momento. La coparticipa­
ción mediante la entrega de un Ministerio al Partido de la
minoría, según se había practicado antes a voluntad del Pre­
sidente, resultaba con frecuencia una burla. Luis Melián La-
finur había juzgado con severidad ese sistema en su folleto’
“Exégesis de Banderías” publicado en 1893, precisamente,
durante el Gobierno de Herrera y Obes.
“La coparticipación de los partidos —decía— consiste
hoy en lo siguiente: nadie puede ser Presidente de la Repú­
blica, si no se declara colorado, ni puede por punto general
desempeñar alto puesto en la administración civil o militar:
de los seis miembros del Tribunal de Justicia, cinco necesa­
riamente han de ser colorados, y sólo a condición de que algún-
jurisconsulto se exhiba muy moderado en sus pasiones polí­
ticas, concédese por generosidad un sexto lugarcito sin di­
visa roja; en la Representación Nacional de ochenta y ocho
investiduras no quedan más que diez o quince para consuelo-
de los parias; y como Secretarios de Estado cuatro necesaria­
mente han de ser colorados y queda una quinta cartera
disponible para algún modesto heresiarca... de apariencia”.
HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 537

III
Considerado desde el punto de vista material, Cuestas
hizo obra buena: regularizó el presupuesto; inició obras pú­
blicas y finalizó algunas iniciadas en la época precedente; dió
principio a la política de etatismo. Sus mensajes tienen un
gran contenido administrativo. No obstante, la obra de Cues­
tas en este aspecto ha sido magnificada. Es indudable la ex­
celencia de su gestión financiera, que llegó incluso a. arrojar
superávit, pero muchas de las obras que se adjudican a Cues­
tas fueron obra de su antecesor. Por ejemplo, el Puerto de
Montevideo, cuya piedra fundamental él colocó, fué proyec­
tado y preparado desde la época de Idiarte Borda, como he­
mos visto; y su mérito corresponde en gran parte, al Ministro
de Fomento, ingeniero Juan José Castro.
Otra obra importante de este período fué la reglamenta­
ción de las Juntas Económico - Administrativas, que significó
la primera etapa de la política autonomista. Cuando Cuestas
dejó el poder, la mayor parte de la gente creyó que su obra
era benéfica. Así opinó también D. Juan Zorrilla de San
Martín (que había sido destituido por Cuestas) en un artículo
escrito en reacción a los que atacaban a éste después de haber
soportado callados su gobierno.
El 1? de marzo de 1903 subió José Batlle y Ordóñez a
la Presidencia de la República. Era ya una figura conocida
en la vida pública del país cuya escena había de llenar por
espacio de muchos años. Había nacido el 21 de mayo de 1856,
en el hogar del ex - presidente don Lorenzo Batlle y doña
Amalia Ordóñez. Los padres le procuraron una educación es­
merada, primero con un preceptor particular y luego en un
colegio privado. A los 17 años ingresó en la Universidad pero
no terminó la carrera de abogado, quizás porque su curiosi­
dad natural lo llevaba a evadirse de la rigidez de disciplinas
determinadas. En 1880 hizo un viaje a Europa que natural­
mente amplió su horizonte intelectual. En Francia se im­
pregnó profundamente de la filosofía comtista, entonces bas­
tante en boga, que había de constituir uno de los fundamentos
de su contextura ideológica.
Ya de regreso, en Montevideo, comenzó a trabajar polí­
ticamente dentro del Partido Colorado, al cual Jo ligaban la
tradición familiar y el propio convencimiento.
538 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Su entrada en la escena de la vida pública se marcó por


una oposición violenta a Santos, que hizo desde “La Razón”,
en la cual ingresó como redactor en 1881, y más tarde en
“La Lucha”, que fue clausurada por orden del gobierno. La
oposición al santismo no fué solamente periodística; Batlle
participó de la revolución del Quebracho y vencida ésta, se
trasladó al Brasil para incorporarse al nuevo movimiento
que debía dirigir el coronel Galeano. El episodio de la conci­
liación detuvo esos trabajos.
El 16 de junio de 1886, entre tanto, había fundado “El
Día” que fue un órgano de crítica exacerbada contra el go­
bierno; en esta primera época sólo duró un año hasta julio
de 1887 en que tuvo que ser suspendido por razones económi­
cas; reapareciendo el 19 de diciembre de 1889 al precio po­
pular de $ 0.02.
El 13 de marzo de 1887. en la época de Tajes, desempeñó
el cargo de Jefe Político de Minas. Durante la presidencia
de Julio Herrera y Obes fué electo diputado por Salto (1890).
En un comienzo, Batlle había sido partidario de éste y había
apoyado su candidatura; pero luego chocaron sus ideas polí­
ticas respectivas. A Batlle le resultaba ya intolerable la at­
mósfera de asfixia en que Julio Herrera quería mantener al
Partido Colorado. El era partidario de una renovación po­
pular, con el club seccional como base. Así lo expuso el 8 de
mayo de 1892 en una reunión del Teatro Politeama.
Durante el Gobierno de Idiarte Borda, Batlle, que lo
consideraba un simple continuador del colectivismo, prosi­
guió en la oposición, aunque no se manifestó favorable a la
revolución de 1897. Apoyó la candidatura de Cuestas y el 9
de febrero de 1898 la Comisión Directiva del Partido Colo­
rado resolvió por unanimidad-de votos la moción que él había
presentado: aconsejar a Cuestas la disolución de la Asamblea,
única fórmula a su juicio capaz de permitir el ejercicio ra­
dical de la soberanía. Después de integrar el Consejo de Es­
tado., fué electo senador y en calidad de presidente de esa
Cámara fué presidente de la República desde el 16 de febrero
de 1899 hasta el 1? de marzo siguiente. En 1903 fué efecto Pre­
sidente con los votos de su partido y los de ocho nacionalistas
disidentes, que seguían a Eduardo Acevedo Díaz. Batlle hizo
declaraciones de que durante su gobierno observaría la po­
lítica de coparticipación. (3) Al proveer las jefaturas nom­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 539
bró a cuatro nacionalistas que respondían al Directorio y a
dos —a los doctores Jorge Arias y Luis Gil para los departa­
mentos do San José y Rivera— que militaban en el núcleo
dirigido por Eduardo Acevedo Díaz, cuya actitud en la elec­
ción presidencial había dado origen a su separación del par­
tido. Al Dr. José Romeu, que integraba también la minoría
nacionalista, le fué confiado el Ministerio de Relaciones Ex­
teriores. La forma en que se habían provisto las jefaturas
mereció la desaprobación de las autoridades del Partido Na­
cional y de Aparicio Saravia, quien, el 16 de marzo de 1903,
se levantó en armas. En el manifiesto que publicó con tal
motivo expresaba que su partido había celebrado la paz en
1897 mediante un pacto que consagraba la libertad del su­
fragio y el compromiso de.que las jefaturas de Cerro Largo,
Treinta y Tres, Rivera, Maldonado, Flores y San José “se
confiarían a Jefes Políticos nombrados de común acuerdo
entre el Poder Ejecutivo y las autoridades del partido que
deponía las armas”. “El Poder Ejecutivo —agregaba— viola
ahora el compromiso al proveer las jefaturas sin previa con­
sulta con las autoridades del Partido”. Pero la mediación de
los Dres. José Pedro Ramírez y Alfonso Lamas evitó enton­
ces la guerra civil, al lograr la celebración del Pacto de Nico
Pérez ajustado el 22 de marzo de 1903.
Las bases convenidas fueron —según borrador del doc­
tor José Pedro Ramírez cuya cojúa le fué solicitada por
■“El Día”:

1) Las jefaturas políticas de los departamentos de Mal-


donado, Flores, Cerro Largo, Treinta y Tres y Rivera serían
provistas con ciudadanos afiliados al Partido Nacional y de
acuerdo con el Directorio de dicho partido.
2) La jefatura política de San José sería también de­
sempeñada por un ciudadano de filiación nacionalista qúe mi­
litase o hubiere adherido al movimiento revolucionario de
1897, sin intervención del Directorio de dicho Partido.
3) Este acuerdo sólo tendría valor durante el período
presidencial del presidente que lo suscribía.
4) Celebrado este acuerdo, todos los ciudadanos queda­
rían sometidos a los poderes públicos, procediéndose al de­
sarme por su jefe Aparicio Saravia, debiendo hacerse entrega
de las armas pertenecientes a las compañías urbanas y a
los policías de los departamentos de San José, Cerro Largo,
540 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Flores, Maldonado y Rivera a las autoridades que el presi­


dente de la República designase en cada uno de los departa­
mentos indicados.
5) Todos los ciudadanos que hubieran tomado parte en
la revolución quedarían amnistiados, excepción hecha de las
responsabilidades procedentes de delitos comunes.
fi) El cumplimiento de estas cláusulas quedaría librado
a la lealtad del presidente de la República. ¿Hubo, adema*
de este compromiso, algún otro verbal ? Dos versiones corren
desde entonces: la oficial según la cual Batlle habría dicho
al Dr. Ramírez que no enviaría fuerzas a los departamentos
de administración nacionalista para modificar situaciones
electorales; y que por el momento, no las enviaría porque ha­
bía resuelto colocar Jos regimientos en otros puntos; pero que
esto no debía mirarse ni como la sombra de un compromiso.
La versión nacionalista sostiene, en cambio, que Batlle se ha­
bía comprometido a no mover las tropas hacia los departa­
mentos que les estaban asignados.

En estas circunstancias, el envío de un regimiento al de­


partamento de Rivera trajo la guerra.
Se produjo Ja revolución de 1904, que terminó con la
muerte de Saravia y el triunfo gubernista. La guerra de 1904,
puede decirse, fué un duelo entre dos hombres: Aparicio Sa­
ravia y José Batlle y Ordóñez.
En el mismo mes de enero de 1904 comenzaron las ope­
raciones militares. Hubo combates en Mansavillagra y en
Fray Marcos. El primero entre Aparicio Saravia y Justino
Muniz. Fué favorable a las fuerzas del gobierno. En cambio
Fray Marcos, fué una gran victoria de Aparicio Saravia so­
bre Melitón Muñoz, que le abrió al jefe blanco el camino de la
Capital.
Hubo luego otras batallas. Paso del Parque del Daymáu
(victoria de Muniz), Paso de los Cerros de Olimar (victoria
oficial, según Muniz). Luego, el 22 de jimio se inició Tupam-
baé, que terminó recién el 24 de junio, cuyo resultado favora­
ble se atribuyó al gobierno.
Después de varias correrías, Ja lucha se aprestaba para
la campaña decisiva. En aquel momento Saravia era dueño
de gran prestigio y tenía miles de hombres que lo aclamaban
como jefe. Diez y siete mil, decían las crónicas y ese núme­
ro era exacto. Roberto Payró, que visitó su campamento poco-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 541

antes, nos ha dejado una impresión profunda sobre el caudi­


llo. Sobre su figura de facciones de cobre pulido, su bigote
entrecano, sus cabellos ensortijados. Al verle, dice Payró, se
explicaba la sugestión que emanaba de su persona y el idea­
lismo puro de las fuerzas que le acompañaban.
El l.o de setiembre de 1904 comenzó Masoller. Mucho se
ha hablado sobre esta batalla y según algunas versiones, por
ejemplo, la reciente de Basilio Muñoz, Saravia cometió erro­
res estratégicos que le fueron fatales. La batalla duró varios
días. Pero con resultado favorable al gobierno: en ella cayó
herido de muerte Aparicio Saravia y desaparecido su blanco
poncho de las filas, las fuerzas revolucionarias perdieron em­
puje. El gobierno pudo atribuirse la victoria mientras pocos
días después, Saravia moría en tierra riograndense y, en­
vuelto en la bandera nacional, recibía en ella cristiana sepul­
tura.
El 24 de setiembre de 1904 quedó suscrita la paz de Ace-
guá entre el gobierno y las fuerzas revolucionarias, cuyos ar­
tículos comunicados por el Poder Ejecutivo a la Asamblea
General el 15 de octubre, establecían:
3 4 5 6 7 8 general.
l9l 2 Amnistía
29 Legalidad electoral, dependiendo los acuerdos de las
deliberaciones de las Comisiones Directivas de los
Partidos.
39 Levantamiento de las interdicciones.
49 Acatamiento a la autoridad legal por las fuerzas le­
vantadas en armas contra ella.
59 Entrega real y efectiva por esas fuerzas de todas
sus armas y parques al señor coronel GaJarza.
69 Incorporación al ejército de los jefes y oficiales am­
nistiados.
79 Una comisión mixta nombrada de acuerdo por el Go­
bierno y los insurrectos distribuiría la suma de cien
mil pesos entre los jefes, oficiales y soldados de las
fuerzas rebeldes.
89 E) Gobierno incluiría entre los asuntos de las sesio­
nes extraordinarias la reforma de la Constitución,
quedando el Poder Legislativo en completa libertad
para decretarla o no, y para sancionar en el primer
caso, las reformas que juzgase convenientes.
542 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

99 No serían perseguidos como autores de delitos co­


munes, las personas que habían cobrado impuestos
por cuenta de la insurrección.
Estas cláusulas de paz no satisfacían las aspiraciones del
Partido Nacional según puede apreciarse en las bases que fue­
ron presentadas en oportunidad de negociarse el pacto de Ace-
guá. Fueron redactadas por el Dr. Luis Alberto de Herrera
y en lo esencial expresaban: l.9) Reforma de la Constitución
que consagrase la independencia efectiva del Poder Legisla­
tivo, la determinación precisa de las funciones del Ejecutivo,
la reforma de la administración de justicia y la elección del
Presidente de la República por un congreso elector nom­
brado a ese efecto por el pueblo. 2.9) Libertad electoral efec­
tiva; 3.9) descentralización administrativa y creación del go­
bierno municipal; 4.9) coparticipación de todos los orientales
en el manejo de la cosa pública; 5?) nacionalización del
ejército mediante el establecimiento del servicio militar obli
gatorio; 6.9) supresión del derecho de votar de los cabos y
sargentos; 7.9) anulación de la ley de interdicciones; 8.9)
amnistía general; 9.9) entrega de las armas por el Partido
Nacional, y por el gobierno de una cantidad que juzgase de­
corosa para efectuar el licénciamiento de los revolucionarios;
10.9) provisión de jefaturas con personas intachables designa­
da^ de acuerdo con los ciudadanos en armas.

IV
El fracaso de la revolución significó el triunfo de Batlle.
A la política de coparticipación, —fórmula de equilibrio
consagrada mediante pactos y al margen de la Constitución,
difícil de mantener aun cuando entrañase un principio de jus­
ticia— sucedió el predominio absoluto del partido vencedor.
Pero este hecho no podía ser ya aceptado por todos como
una solución política permanente. Los espíritus serenos y re­
flexivos pensaban en la necesidad de llegar a una reforma
que hiciese posible la coexistencia legal de los partidos en el
gobierno.
La verdad es que la revolución de 1904 había tenido la vir­
tud de provocar proficuos comentarios y se vio entonces que
las guerras civiles debían ser explicadas y evitadas mediante
la investigación de sus causas profundas. Se dieron de ellas
diversas interpretaciones y se propusieron varios remedios.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 643

Pero la mejor apreciación la hizo el senador D. José Espalter»


quien publicó “Una base de pacificación”, en plena guerra
civil. Presentó además el 3 de junio de 1904, un proyecto de
reforma constitucional en el Senado. Proponía que en el ac­
to de renovarse la legislatura, se consultase a la soberanía
nacional por medio del voto directo del pueblo para que es­
te manifestase si aceptaba o rechazaba la Constitución. Si
los dos tercios de los sufragios válidos ratificaban las re­
formas constitucionales propuestas, la Asamblea las declara­
ría parte integrante de la Constitución. Las reformas con­
sistían en lo siguiente: Los representantes durarían cuatro
años; el presidente seis y no podría ser reelegido sin que pa­
sasen seis años. Se organizaba el gobierno local. El Jefe
Político propuesto por la Junta Departamental, sería nom­
brado por el Poder Ejecutivo; y podría ser removido por
éste. En las capitales de cada Departamento habría Juntas
E. Administrativas compuestas de vecinos, designados por
elección directa. Podrían votar arbitrios según la ley, ten­
drían facultades presupuestarias y de designación de em­
pleados.
Es muy interesante la exposición de motivos de Espal­
ter. Sus ideas esenciales son las siguientes:
En primer lugar la idea del plebiscito. Es un procedi­
miento perfectamente legítimo, dice Espalter. La soberanía
radica en la nación; el país es dueño de su porvenir y sus des­
tinos; dueño, por lo tanto, de darse en cada momento la Cons­
titución que quiera, ya que el Poder Constituyente es inalie­
nable. ,
En segundo lugar debe incorporarse a la Constitución
el espíritu de los pactos, es decir, elevar la coparticipación
a la categoría de institución política. Hacer del partido del
poder el partido de la llanura y del de la llanura, el del po­
der, es tan difícil como /transportar dos inmensas montañas.
Es menester que ello no quede al arbitrio del gobernante.
Finalmente, hay que ir a la organización del Municipio.
La libertad —dice Espalter— florece desde abajo y su sangre
y su alma son el Municipio.
Insiste también en la necesidad de conservar la unidad
del Poder Ejecutivo. No acepta el colegiado porque apareja­
ría la inercia o el despotismo. Tampoco acepta el parlamen­
544 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

tarismo, que además de croar la dictadura de 200 o 300 ciu­


dadanos irresponsables, quebrantaría el principio de autori­
dad y propiciaría al ejecutivo elector, en condiciones aún más
funestas (jue las existentes entonces. (4)
Estas ideas formuladas en plena guerra civil no fueron
entonces tenidas en cuenta.
Solucionado el problema de la revolución nacionalista,
Batlle y Ordóñez pudo dedicarse a otras cuestiones que re­
clamaban su atención. Políticamente, realizo ya desde enton­
ces el ideal que había sustentado desde tiempos anteriores:
la gran masa de su partido comenzó a irrumpir en la vida cí­
vica, en la vida del club, formando la célula inicial desde la
cual habría de nacer el impulso político.
Comenzó también a desarrollarse en el país la vida indus­
trial al amparo de la ley proteccionista de 1888, dictada en
la época de Tajes. Se dictó la primera ley de vialidad.
Se empezó a cumplir asimismo un gran plan cuHural. Se
votaron un millón de pesos para escuelas. Se decretó la crea­
ción de diez liceos departamentales. Se estableció una Escue­
la de Agronomía y una Escuela de Veterinaria.
Bajo otros aspectos interesa estudiar todavía la presi­
dencia de Batlle: la legislación electoral y la reforma cons­
titucional. En 1904 se votó una nueva ley electoral para esta­
blecer una distribución más proporcional de las bancas legis­
lativas. Pero el Partido Nacional tenía motivos para quejar­
se de que esa distribución se hiciera en contra de sus intere­
ses y derechos. De los diez y nueve Departamentos de la Re­
pública, sólo siete conservaron un número de bancas divisi­
bles por tres. En los demás era imposible dar el tercio a los
nacionalistas. Montevideo tendría 22 diputados; Canelones
7; en tres Departamentos habría 4 diputados; en seis, 2 di­
putados, y uno en Flores. Para demostrar la injusticia de es­
ta nueva distribución, basta ver las cifras del electorado en
las elecciones de 1905. En Montevideo, el cuadro de la vota­
ción fué el siguiente:
Colorados 8.869
Nacionalistas 5.456

Los primeros consiguieron 15 bancas; los segundos, 7


Vale decir, pues, que el cociente electoral para los colorados
fué de 593 votos, mientras para los nacionalistas fué de 779
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 545
votos. En cuanto a la reforma, el Poder Ejecutivo antes de
finalizar el año 1904 se dirigió a la Asamblea para provocar
una resolución acerca de la reforma constitucional de acuer­
do con las bases de paz.
En su mensaje el Poder Ejecutivo recordó* que en 1888
las Cámaras habían declarado que el interés nacional exigía
la reforma; que la legislatura de 1893 había indicado los pun­
tos materia de enmienda; que en la 3.’ Legislatura había que­
dado detenida. En el Mensaje se sostenía que no era necesario
ir a) cielo de las tres nuevamente, que él podía seguir el trá­
mite de las anteriores. Esa 3/ Legislatura sólo se ocuparía de
modificar los trámites constitucionales para realizar la re­
forma, sustituyendo los vigentes por una Convención Na­
cional, de origen popular, (pie señalaría las innovaciones. Quie­
re decir, pues, que la idea de reforma, que tantos antece­
dentes tenía en el país, se concretaba ahora en el lado de
la oposición y en el del gobierno, y había sido sostenida por
las armas. En febrero de 1907, al finalizar el gobierno de
Batlle, se reunió la Convención Nacional del Partido Colo­
rado y formuló la siguiente declaración de principios: Re­
forma de la Constitución; sufragio universal; elección di­
recta del Presidente de la República; representación pro­
porcional de los partidos; municipios autónomos; derechos
de reunión y asociación no consagrados por la Constitución;
separación de la Iglesia y el Estado; naturalización fácil de
extranjeros; disminución de impuestos de consumo, sustitu­
yéndolos por el impuesto progresivo; solución de los proble­
mas relativos al capital y al trabajo, dentro de los límites de
la justicia, el derecho y la libertad.

El l9 de marzo de 1907 fué electo el Dr. Claudio Willi-


man como Presidente de la República. Sus tendencias eran
moderadas. Políticamente, su presidencia no se señala por
ninguna característica especial. Pero se señala sí, por rea­
lizaciones de evidente interés. Durante su gobierno se creó
la Alta Corte de Justicia. Se crearon las Intendencias Mu­
nicipales. Se promulgó la ley de reglamentación de las fun­
ciones de las Juntas Departamentales. Se modificó la orga­
546 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

nización ministerial, creándose los ministerios de Obras Pú­


blicas y de Industrias. Desde el punto de vista electoral, se
llevó a cabo también una obra muy importante. Para impe­
dir la abstención nacionalista, que ya se insinuaba como un
acto de protesta contra el régimen electoral de 1904, se pro­
mulgó la ley de 2 de setiembre de 1907. Ella establecía el
número de bancas para cada departamento corrigiendo las pro­
porciones anteriormente estatuidas. En Montevideo, Canelo­
nes, San José, Colonia, Florida, Salto y Paysandú, se asigna­
ban las tres cuartas partes de la representación a la mayoría
y la cuarta parte a la minoría. En Soriano, Río Negro, Arti­
gas, Rivera, Cerro Largo, Treinta y Tres, Rocha, Maldonado,
Minas, Durazno y Tacuarembó, se daban dos tercios a la lista
más votada y el tercio a la subsiguiente. Para alcanzar el de­
recho a la representación, la minoría tenía que obtener e!
cuarto o el tercio de votos. En el departamento de Flores, al
que se asignaban dos bancas, la minoría tenía que alcanzar,
por lo menos, la mitad del total de sufragios de la mayoría,
si quería tener representación. La ley de 1907 mejoraba par­
cialmente la situación de las minorías. Así, por ejemplo, en
los departamentos a los que atribuían cuatro bancas, aquéllas
podían alcanzar un diputado si llegaban a la cuarta parte del
total de votos departamentales; en tanto que por la ley de 1904
habrían necesitado llegar al tercio de votos. Pero estaba aún
distante de otorgar una representación científica y justa.
Mientras la mayoría, con la mitad más uno de los sufragios,
podía llevarse los tres cuartas o los dos tercios de las bancas,
la minoría tenía que llegar al cuarto de votos para obtener
el cuarto de bancas y al tercio de votos para lograr el tercio
de bancas.
Esta ley no satisfizo a la minoría. El Partido Nacional,
en 1909, se manifestaba dispuesto a la abstención. Enton­
ces, el 11 de julio de 1910 se votó otra ley, de texto muy com­
plicado, en que se hacía nueva distribución de bancas, permi­
tiendo una mayor representación a las minorías. En dos de­
partamentos, Montevideo y Canelones, se acercaba a la repre­
sentación proporcional. Establecía además, que todo elector
debería votar simultáneamente por el partido político perma­
nente o accidental a que pertenecía y por los candidatos. Los
electores, al lema del partido, podrían agregar los sublemas
que indicasen las tendencias internas del mismo.
En 1910 no se aplicó la ley. Se produjeron entonces dos
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 647

movimientos armados y el Partido Nacional proclamó la abs­


tención. La ley recién tuvo Aplicación en 1913.
Desde el punto de vista internacional, se plantearon du­
rante este período problemas vinculados con la soberanía
del país: uno relacionado con los derechos al Río de la Pla­
ta ; otro con la navegación de la Laguna Merim y Río Yagua-
ron. El canciller argentino, Estanislao Zeballos, sustentaba
la tesis de que la jurisdicción de la Argentina sobre el Río de
la Plata llegaba hasta la línea de las más bajas mareas, lo
cual significaba el dominio exclusivo de la Argentina sobro
todo el río. Williman solicitó la opinión de un Consejo de No­
tables integrado por ex - Presidentes de la República, ex-Mi­
nistros de Relaciones Exteriores, intemacionalistas, juriscon­
sultos y hombres de buen sentido. El asunto se arregló en
forma transitoria por el protocolo Ramírez - Sáenz Peña, sus­
crito en enero de 1910, que dejaba en vigencia el estatu quo.
En cambio Brasil resolvió de otro modo el problema de
condominio de aguas. En 1909 reconoció el derecho de nuestro
país a la navegación del Río Ya guarén y de la Laguna Merinu
El gobierno de Williman puede aparecer indudablemente
incoloro cuando se le compara con la vehemente impetuosi­
dad de las ideas de Batlle y Ordóñez-
Sin embargo no debe ser considerado como un simple
causahabiente de éste. Fúé la suya una gestión circunspecta,
que pretendió realizar en el país una era de amigable entente
entre los partidos, entre las clases sociales, entre el capital y
el trabajo. Sus colaboradores, Antonio Cabral, Alvaro Gui-
llot, Jacobo Varela Aeevedo, Juan J. Amézaga, Alfredo Giri-
baldi, Gabriel Térra, Eugenio Lagarmilla, Adolfo Pérez Ola­
ve, Alberto Guaní, Carlos María de Pena y José Espalter,
acompañaron en espíritu y en obra sus intenciones.
He aquí expuestos por el mismo Williman sus ideas de
gobierno y algunos aspectos de su obra.
“Tuve, pues, “mi política"\ bien definida, como que era
mía y nada más que mía; y si ella tuvo puntos de contacto en
muchos casos con la política de mi antecesor y en otros fue
su continuación, cosa natural desde que ambos procedíamos
de la misma escuela y del mismo partido político, en muchos
otros, por ejemplo en el terreno de las reformas económicas,
sociales v obreras, difirió tan fundamentalmente de la del Se­
518 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

ñor Batlle y Ordóñez, que mi gobierno mereció el dictado, no


completamente justo, de conservador”.
Más adelante añade:
“Mi obra administrativa de gobernante, es extensa y bien
definida. En mi presidencia se produjo por primera vez en la
historia del país, el fenómeno del superávit en los ejercicios
económicos anuales. Entre otras muchas obras e inicia­
tivas, creé 392 escuelas, casi todas rurales; proseguí las
obras de los edificios universitarios ya comenzados y construí
otros, así universitarios como escolares; construí la Escuela
Militar y Naval y varios cuarteles para el ejército y las poli­
cías; reorganicé la escuadrilla nacional y adquirí las primeras
unidades navales modernas; embellecí la Capital y las ciuda­
des del Interior; inicié y llevé adelante las grandes ramblas
costaneras y el tramo sur del Boulevard Artigas; realicé obras
considerables de vialidad; transformé el régimen municipal
creando las Intendencias, levanté al país por vías de franco
progreso”.
“El cuerpo de leyes de mi gobierno forma un verdadero
repertorio de reformas sociales, económicas, políticas y jurí­
dicas, que siempre será recordado y que en buena parte con­
tribuyó a mantener la paz social y la armonía entre el capi­
tal y el trabajo que reinaron, felizmente en el país durante mi
presidencia”. (5)

VI
El de marzo de 1911, D. José Batlle y Ordóñez filé
•electo por segunda vez para la presidencia de la República.
Con él se inicia en el país una nueva etapa política. Batlle no
tenía mayor apego a las ideas tradicionalistas. Quería, con
el gran caudal del Partido Colorado, la formación de una
gran corriente de renovación, que emprendiese el camino de
las reformas sociales. Desde fines del siglo habían circulado
en el país una serie de ideas que contribuyeron a alterar
la fisonomía tradicional de lós bandos políticos. Se había
fundado el “Centro Internacional de Estudios Sociales’’ y
los libros de la editorial Samper hacían circular las nuevas
orientaciones doctrinarias. Ya el 23 de febrero de 1905 los
representantes Carlos Roxlo y Luis Alberto de Herrera for­
mularon un proyecto de “Ley del Trabajo” que comprendía
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 549

los siguientes aspectos: fijación de jornada máxima, limita­


ciones al trabajo de las mujeres y los niños; accidentes del
trabajo y organización e higiene de los talleres. Así, en el
período que va desde el año 1905 hasta 1917, se cumplieron,
una serie de reformas, que innovaron fundamentalmente la
estructura jurídica de la nación.
Pueden referirse a los siguientes aspectos: '

A) Creación o modificación de instituciones: Creación de


la Caja de Jubilaciones Civiles (octubre.14 de 1904); crea­
ción de la Alta Corte de Justicia (octubre 28 de 1907); crea­
ción de los Ministerios de Industrias y Obras Piiblicas (marzo
14 de 1907) y Justicia e Instrucción Pública (marzo 3 de
1911); creación de las Intendencias (diciembre 18 de 1908);
creación del Archivo Histórico (julio 16 de 1909); creación
del Instituto Nacional de Sordo-mudos (junio 3 de 1909);
establecimiento de recursos de casación y revisión (abril 5 de
1909); creación del Consejo de Protección de Menores (fe­
brero 24 de 1911), cuyas funciones fueron desempeñadas des­
pués por el Consejo de Patronato de Delincuentes y Menores-
(abril 13 de 1915); reorganización general de Ministerios-
(marzo 16 de 1911); creación de la Comisión Nacional de
Educación Física (julio 7 de 1911); organización del Minis­
terio de Obras Públicas (julio 15 de 1911); creación de liceos
de enseñanza secundaria (enero 5 de 1912); creación de la
Universidad para Mujeres (mayo 17 de 1912); creación del
Registro de Reincidencias (julio 12 de 1912); creación del
Instituto de Geología y Perforaciones (octubre 22 de 1912)
abolición de la reclusión celular, individual y continua (julio
19 de 1912); divorcio por la sola voluntad de la mujer (se­
tiembre 9 de 1913); creación del cargo de Maestro de Con­
ferencias (julio 7 de 1913); aprobación de reformas al Código-
Civil (abril 28 de 1914); creación de las Facultades de In­
geniería y Arquitectura (noviembre 27 de 1915).
B) Legislación social y • particularmente legislación obre­
ra: Creación de la Sección Crédito Rural en el Banco de la
República (enero 19 de 1912); ley sobre accidentes del tra­
bajo (julio 21 de 1914); indemnización de accidentes (no­
viembre 26 de 1920); jornada de ocho horas (noviembre 17
de 1915); trabajo nocturno (marzo 19 de 1918 y octubre 15
de 1920); obligatoriedad del uso de la silla en las casas dtr
comercio para descanso de las empleadas y obreras (julio
10 de 1918); pensiones a la vejez (febrero 11 de 1919); ju­
550 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

bilaciones y pensiones de empleados y obreros de servicio


público (octubre 6 de 1919); descanso semanal obligatorio
(noviembre 19 y octubre 10 de 1920).
C) Progreso creciente de etatización: Nacionalización
del Banco de la República (julio 17 de 1911); creación del
Banco do Seguros del Estado (diciembre 27 de 1911); crea­
ción de las Estaciones Agronómicas (setiembre 30 de 1911);
• creación del Instituto de Pesca (setiembre 31 de 1911); na­
cionalización del Banco Hipotecario (junio 8 de 1912); mo­
nopolio del cabotaje nacional (enero 11 de 1912); estableci­
miento de las Usinas Eléctricas del Estado y monopolio de
la energía eléctrica (octubre 21 de 1912); establecimiento del
Instituto de Química Industrial (octubre 22 de 1912); esta­
blecimiento del Instituto de Geología y Perforaciones (octu­
bre 22 de 1912); creación de la Administración Nacional de
Tranvías y Ferrocarriles del Estado (enero 4 de 1915); crea­
ción de la Administración Nacional del Puerto de Montevi­
deo (julio 21 de 1916).
Además de éste, otro movimiento muy importante se iba
a realizar en el país: la reforma constitucional. Para llevarla
a cabo, era necesario aligerar los trámites de la misma, por
su carácter excesivamente rígido.
La legislatura de 1907, por moción de D. Carlos Travieso,
había declarado de interés nacional la revisión de los trámites
de reforma constitucional. La de 1910 había votado seis solu­
ciones. La de 1912 aceptó la siguiente que abreviaría el pro­
ceso de la reforma: dos tercios de ambas cámaras debían
declarar su necesidad. Luego se convocaría una Convención
Nacional Constituyente de doble número de miembros. Las en­
miendas o reformas que ella votase debían sujetarse a ple­
biscito.
La misma legislatura de 1912 comenzó el ciclo, decla­
rando de interés la reforma. Pero, ¿en qué sentido habría de
concretarse ésta ?
La revisión se hizo en medio -de una atmósfera tempes­
tuosa, en medio de un equilibrio político que pareció rom­
perse, por momentos.
Hemos visto ya cómo era anhelada por todos, los parti­
dos. Sin embargo, las circunstancias hicieron que uno de ellos
apareciese en actitud de obstaculizarlo.
Se sabía que Batlle y Ordóñez tenía propósitos de re­
forma ; pero se temían sus excesos o los que se consideraba
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 551

tales, en materia social, y por lo tanto, que quisiera incrus­


tarlos en la constitución para darles un carácter de mayor ri­
gidez.
Al fin, en 1913 (marzo 4), Batlle y Ordóñez hizo públi­
cas sus aspiraciones reformistas.
He aquí las líneas esenciales del proyecto:

1. El Poder Ejecutivo sería desempeñado por una Junta de


Gobierno compuesta de ítueve miembros, dos elegidos por
la Asamblea General y siete por elección popular. Los pri­
meros durarían seis años y los segundos, siete.
2. La renovación de los miembros elegidos popularmente se
liaría a razón de uno por año.
3. Las atribuciones del Poder Ejecutivo quedaban en la mis­
ma forma que en la Constitución de 1830.
4. Con dos tercios de votos, la Junta de Gobierno podría ape­
lar al plebiscito contra las resoluciones de la Asamblea
General.
5. Las autoridades locales se constituirían con Asambleas
numerosas, a razón de un miembro por cada trescientos
'habitantes en departamentos que no tuvieran más que
30.000 habitantes; en los de mayor población, se añadiría
uno por cada 500 habitantes; y en Montevideo, uno por
cada mil.
6. El Ejecutivo departamental se compondría de cinco miem­
bros elegidos por la Asamblea Departamental y dos por la
Junta Nacional de Gobierno. Los primeros eran de reno­
vación anual, con duración de cinco años en el cargó; los
segundos durarían todo el tiempo que gozaran de la con­
fianza de la Junta de Gobierno.
7. La Junta Nacional de Gobierno podría destituir a los
miembros de las Juntas Departamentales con asentimiento
de la Asamblea General, intervenir en sus actos, revocar­
los o modificarlos a fin de que se cumpliesen las leyes.

A este plan do D. José Batlle v Ordóñez, el Partido


Nacional, por intermedio de algunos de sus caracterizados
representantes, opuso objeciones: Porque no adoptaba la
representación proporcional ni para las elecciones nacio­
nales o departamentales ni para el plebiscito. Porque no
adoptaba las garantías esenciales para la verdad del sufra­
552 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

gio. Porque la renovación anual de la Junta de Gobierno su­


ponía que la oposición debía ganar cinco elecciones anuales
sucesivas para obtener mayoría en dicho cuerpo. Porque la
formación de un ejecutivo pluripersonal no llevaba a la limi­
tación de su autoridad; para eso era necesario crear centros
de poder para que se limitasen unos a otros, no repartir un
poder omnímodo entre varias personas. Porque no fortalecía
en lo más mínimo la posición ni las atribuciones del Poder
Legislativo.
Véanse algunas ideas de Batlle y Ordóñez en defensa de
su proyecto de Colegiado.
4‘Nuestra Constitución es fundamentalmente mala, deci­
mos nosotros. Y vayamos directamente a lo más sustancial.
Ella dice que quiere la libertad pero prepara el despotismo”.
“¿Qué es el Poder Ejecutivo creado por ella, sino la or­
ganización de una* fuerza incontrastable que se depone en ma­
nos del ciudadano a quien se confiere la Presidencia de la
República sin garantía eficaz alguna de que no pueda hacer
mal uso de ella?”
“Si suponemos a esta misma constitución tomada por nos­
otros a Estados Unidos funcionando en aquel gran país como
constitución federal, nos apercibimos inmediatamente de que
el poder conferido al presidente de la República tiene por
contrapeso poderoso el poder independiente de los estados, y
si la suponemos funcionando como Constitución de un estado
cualquiera, salta a los ojos que ese poder presidencial, en
cuanto saliera de las pautas establecidas se encontraría
frente a frente al poder federal que lo reduciría sin dificul­
tades a sus justos límites”.
“Pero funcionando entre nosotros, ¿qué poder contra­
pesa, con arreglo a esta constitución exótica nuestra, al poder
del Presidente? El de la Asamblea Nacional, que será muy
poderosa frente a un gobernante sumiso, es decir, frente a un
buen gobernante, pero que, desobedecida por el ambicioso ■>
déspota, dispuesto a sujetarse únicamente a su voluntad per­
sonal, se verá privada de fuerza material eficaz y de facul­
tades para una acción rápida y decisiva”. (6).
“¿Quién ignora que es defecto capitalísimo del régimen
de gobierno unipersonal imperante, el comprometer y arries
gar, en cada nueva elección, en cada nuevo período de man­
do, Jas conquistas logradas por la presidencia anterior? La
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 553

omnipotencia del Presidente de la República es tan abso­


luta, su personal iniciativa pesa con tan incontrastable fuer­
za en la orientación general del gobierno, que basta que se
cambie de mandatario para que esa mudanza apareje una
más honda y sustancial en las actividades todas de la ad­
ministración y muchas veces en la marcha misma del país.
Por otra parte, nadie ignora que nuestros destinos de nación
estuvieron en no pocas ocasiones, por obra de nuestro siste­
ma de presidencialismo omnímodo a merced de los gober­
nantes funestos y poco escrupulosos que cimentaron su do­
minación egoísta y personalísima sobre las ruinas de las li­
bertades populares. ¿Quién pone al abrigo de un despotismo
de esa especie el tesoro de nuestros progresos materiales y de
nuestra integridad moral? ¿De qué valdrán los pasos lentos
pero firmes, que damos hacia el porvenir, si el absolutismo de
nuestro régimen gubernativo puede hacernos retrogradar de
repente en muchos lustros, o, por lo menos, ocasionar una de­
tención inopinada en la. marcha triunfal hacia nuestro futu­
ro? Y aún sin llegar a esas hipótesis extremas, aún sin admi­
tir la posibilidad de nuevas dominaciones personales, ¿hay
todavía quien duda de que basta el error o el extravío, el ca­
pricho de un gobernante para producir, bajo el régimen que
prevalece en la Constitución, un alto súbito y extemporáneo
en nuestras actividades de nación progresiva, o una reacción
inesperada que comprometa y ponga en peligro el fruto de
una larga evolución anterior?”. (7)

VII

La conmoción que estas ideas produjeron en el ambien­


te fué enorme. Un fuerte núcleo del Partido Colorado se se­
paró formando el anti - colegialismo. Casi todos los ministros
renunciaron y un núcleo de once senadores formuló la si­
guiente declaración: “Considerando que la reforma constitu­
cional debe ser expresión inequívoca de la soberanía nacional,
y ante el hecho indiscutible de que el ambiente político no
está actualmente preparado para realizarla en esas condicio­
nes, reiterando sus sentimientos de solidaridad respecto a la
presente situación política y convencidos de que proceden en
el interés del país y de ella misma declaran:
Que sólo votarán las leyes indispensables previas a la
reforma si ofrecen amplias y nuevas garantías al voto po­
554 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

pular y en el concepto de que las elecciones de la Asam­


blea Nacional Constituyente se efectuarán durante el año
1914 y en la fecha y condiciones que fijará una ley especial
dictada por la XXV Legislatura. Montevideo, marzo 17 de
1913. ~~ Firmados-. Antonio María Rodríguez, Jacobo Varela
Acevedo, Adolfo H. Pérez Olave, Pedro Manini Ríos, Blas Vi­
dal, Federico Fleurquin, Juan P. Castro, Ventura Enciso,
Carlos Albín, José Astigarraga, José Repetto”.
Una gran conmoción agitó al país. Colegialismo o anti-
colegialismo, tal era la consigna.
El Partido Nacional no se abstuvo frente a las eleccio­
nes de la Constituyente.
En la ley electoral respectiva se incluyeron dos conquistas
preciosas: el voto secreto y la representación proporcional.
El voto secreto significaba la libertad del elector;
representación proporcional, la participación de todos los
sectores de opinión. Sin embargo no fué adoptada la repre­
sentación proporcional integral. José E. Rodó pronunció en
su defensa un brillante discurso; pero sólo se aceptó ^a pro­
porcionalidad con respecto a las. minorías.
La ley la llevaba a cabo de tal manera que en los Depar­
tamentos en que el Partido Colorado había tenido mayoría
en la elección anterior, se adjudicaba los tres quintos de la
representación distribuyéndose lo restante entre los partidos
independientes.
En efecto, la ley de l9 de setiembre de 1915, que debía
regir para las elecciones de la Constituyente, establecía que
ellas se liarían por el sistema de lista incompleta para la ma­
yoría y proporcional para la minoría o minorías.
Según el artículo 37, la mayoría obtenía los tres quin­
tos deja representación y las minorías tenían que distribuir­
se los dos quintos restantes. Pero, todavía en algunos casos
no se aseguraban esos dos quintos a la minoría. Sólo lo esta­
ban en once departamentos, pero en Canelones, Artigas, Río
Negro y Flores, la mayoría conseguía los dos tercios, y en
Rivera, Rocha, Maldonado y Treinta y Tres, los cinco octa­
vos, es decir, más de los tres quintos.
A pesar de esto, las resistencias abstencionistas fueron
vencidas; el Directorio del Partido Nacional, presidido por
el Dr. Alfredo Vázquez Acevedo, proclamó la concurrencia
a las urnas.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 555
Este Partido, sin embargo, no se manifestó propicio a la
reforma quizás porque ella implicaba, en aquel momento, el
triunfo del colegialismo. En cambio, el sector anti - colegia-
lista del Partido Colorado presentó varias enmiendas.
Las clases conservadoras, temerosas también de la cons-
titucionalización de las reformas sociales, secundaron la opo­
sición al gobierno.
Las elecciones del 30 de julio de 1916, fueron un triunfo
de la oposición al gobierno. La Convención Nacional Cons­
tituyente inició sus sesiones el 21 de noviembre de 1916.
El Partido Nacional estaba en mayoría relativa; lo seguía el
Batllismo. Pero unidos el primero y el anti - colegialismo co­
lorado, estaban en condiciones 'de imponer sus puntos de
vista. Los colegialistas, con excepción del Sr. Julio María So­
sa, se abstuvieron de concurrir a la Convención. Cuando el
Nacionalismo consideró (pie ésta respondía a la voluntad
real del país y lo representaba, ya no se manifestó reacio
a las ideas de reforma y decidió apoyarlas.
Entre tanto, el 1? de marzo de 1915 había sido electo
Presidente de la República el Dr. Feliciano Viera. Colegia-
lista decidido, estaba dispuesto a continuar los trámites de
la reforma, para conseguir el Ejecutivo Colegiado. Después
•de las elecciones del 30 de julio formuló manifestaciones
<le que se liaría un alto en la política social; infundió con­
fianza a las clases conservadoras y comenzó a trabajar di­
rectamente para llevar adelante sus propósitos.
Pero el Partido Colorado Colegialista no se dio por ven­
cido. Proclamó la candidatura de Batlle a la futura presiden­
cia, y además resolvió que los comicios para la próxima le­
gislatura debían ser con voto público y según una nueva dis­
tribución de bancas para impedir el triunfo de la oposición.
Los legisladores colegialistas hicieron declaraciones oficiales
en contra del voto secreto.
En las elecciones del 14 de enero de 1917, el colegialismo
salió triunfante. Se formuló luego el proyecto de ley Buero
Martínez Thedy por el cual en el plebiscito de ratificación,
de la Constitución que redactase la Asamblea, los votos no
emitidos se considerarían negativos.
Así se produjo en el país una situación anómala: de un
lado, una Convención reformista, con franca mayoría anti -
colegialista. Del otro lado las Cámaras y el Ejecutivo deci­
556 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

didos a implantar el Colegiado. La situación no tenía salida


legal y así, frente a la posibilidad de una ruptura violenta
del orden político, se prefirió transar. El 6 de junio de 1917
se llevó a cabo el pacto de las fuerzas en pugna, que acep­
tado por la Constituyente, se convirtió en constitución.
En esa fecha, Domingo Arena, Juan A. Buero, Carlos
A. Berro, Martín C. Martínez, Ricardo Areco, Alejandro
Gallinal y Leonel Aguirre, suscribieron el proyecto de Cons­
titución basado en el del Dr. Duvimioso Térra. Fué presen­
tado el 25 de junio y aceptado en sus líneas esenciales.
Hubo además, otros proyectos: El de varios constitu­
yentes nacionalistas .El del Dr. Alfredo Vázquez Acevedo.
El dei Dr. Juan Blengio Rocca. El del Dr. Antonio María Ro­
dríguez (autor, Enrique Azaróla). El de la Unión Cívica del
Uruguay. El de la diputación socialista. El de Horacio Gi­
ménez de Aréchaga. El del Dr. Juan María Lago. (8)
El proyecto de los constituyentes nacionalistas estable­
cía muchas disposiciones concordantes con las que se acepta­
ron después.
Interesan más aquéllas en que se apartaba de los precep­
tos incluidos luego en la Constitución. Por ejemplo: no admi­
tía sino el Ejecutivo unipersonal con ministros que podían
plantear ante la Cámara la cuestión de confianza y que inte­
graban un Consejo de Ministros; suprimía la Asamblea Gene­
ral en caso de discordia legislativa; instituía la vice-presiden-
cia de la República; organizaba las municipalidades con un
departamento deliberante (Consejo municipal) y otro ejecutivo
(Intendente); daba entrada a los extranjeros en las eleccio­
nes municipales; daba facultad de crear impuestos, con san­
ción legislativa y otorgaba rentas propias al poder munici­
pal; daba la facultad de presentar ternas de jefe político al
Concejo Municipal, siendo el nombramiento de resorte del Po­
der Ejecutivo; ampliaba el capítulo de los derechos individua­
les con derechos especiales (libertad de enseñanza, asociación
y reunión) y establecía que las leyes, para ser retroactivas,
necesitaban dos tei’cios de votos del Poder Legislativo. (9)
VIII

Veamos ahora los aspectos esenciales de la nueva cons­


titución que la diferencian de la anterior. La reforma más
importante es la integración del Poder Ejecutivo, que venía
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 557
a quedar constituido por el Presidente de la República y el
Consejo Nacional de Administración.
El primero, elegido directamente por el pueblo, mediante
el sistema de doble voto simultáneo, con cuatro años de man­
dato. El segundo, con nueve miembros elegidos por el pueblo
en elección directa, doble voto simultáneo, lista incompleta,
con duración de seis años y renovación por tercios cada dos
años.
Esta forma de elección ron integración parcial del Con­
sejo mediante lista incompleta permitía el acceso de los dos
grandes partidos tradicionales a ese alto cuerpo. Se constitu-
cionalizó así el principio de la coparticipación. Consagrado
por las bases de paz de 1872 y 1897, la historia del país había
girado en los últimos años alrededor de este problema. En
1904 el Dr. José Espalter sugirió por vez primera la idea,
de incorporar el principio de la coparticipación a la carta
fundamental. Pero en tanto que en aquellos pactos y en el
propio proyecto del Dr. Espalter, la accesión de la minoría
sólo tenía lugar en cargos relativamente secundarios como las
Jefaturas de Policía, en la reforma de 1917 se le daba con
respecto al más alto poder administrador.
Como dijo Martín C. Martínez, en materia de atribucio­
nes, se dió al presidente lo más ejecutivo; y lo más delibera­
tivo, lo más administrativo, al Consejo Nacional de Admi­
nistración. Era una distinción correspondiente a la de los
fines primarios y secundarios del estado. Así la representa­
ción del país, la dirección de las relaciones internacionales,
la fuerza armada y la policía, dependían del Presidente (en
el nombramiento de jefes políticos, el Consejo presentaba una
terna y el Presidente elegía). En cambio lo relativo a ins­
trucción, obras públicas, industria, trabajo, hacienda, eran de
dominio del Consejo Nacional. En casos de iniciativa de
leyes sobre creación o modificación de impuestos, contrata­
ción de empréstitos, circulación monetaria o fiduciaria y pre-,
pa ración del Presupuesto General de Gastos, el Presidente
tenía que ser consultado, y si era de opinión adversa, el Con­
sejo necesitaba dos tercios de votos para llevar adelante la
iniciativa.
Otra, reforma importante fué la organización municipal.
Se creaban en cada localidad un Consejo de Administración
que actuaba de cuerpo ejecutivo, y una asamblea representa­
558 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

tiva, como cuerpo deliberante. Se reservaba a la ley ordina­


ria, la facultad de organizar él régimen municipal; pero
constitucionalmente se asignaba a los gobiernos locales la fa­
cultad de crear impuestos, con limitaciones, y estableciendo la
apelación.
Se separaba la Iglesia del Estado reconociéndole ciertas
propiedades.
Se ampliaba la ciudadanía natural para los hijos de pa­
dre o madre orientales nacidos en el extranjero, pero que se
avecindasen en el país y se inscribiesen en el Registro Cívico.
Se unlversalizaba el sufragio levantando el impedimento a
los analfabetos, peones jornaleros, sirvientes a sueldo. Se
establecían como bases esenciales del sufragio: el voto se­
creto, la inscripción obligatoria, la representación proporcio­
nal integral y la prohibición de intervenir en actos políticos,
salvo el voto, a funcionarios militares y policiales. Las mino­
rías de las Cámaras (un tercio) podían llamar a los Minis­
tros para pedirles informes con fines legislativos, de inspec­
ción o fiscalización. Se establecía la incompatibilidad entre
el cargo de ministro y de legislador (con suspensión de fim-
cipnes legislativas). Se aligeraban los trámites de reforma,
exigiéndose sólo dos legislaturas consecutivas: una para pro­
poner, y otra para aceptar o rechazar las enmiendas.
Elaborada la constitución fué sometida a ratificación
plebiscitaria y entró en vigencia en l.° de marzo de 1919.
He aquí las ventajas de la constitución de 1917, según la
concreta formulación de Washington Beltrán.
I) Inscripción obligatoria. II) Voto secreto. III) Repre­
sentación proporcional. IV) Prohibición a las autoridades po­
liciales y militares de intervenir en asuntos políticos. V) Lí­
mite de diez y ocho años para ser ciudadano. A I) Ampliación
de ciudadanía natural. VII) Derecho de interpelación. VIII)
Facultades de inspección y fiscalización del Parlamento. IX)
Sufragio universal. X) Limitación de las facultades del Pre­
sidente. XI) Elección directa de Presidente y del Consejo
Nacional de Administración. XII) Compatibilidad del cargo
de Ministro y Legislador. XIII) Autonomía municipal.
El Dr. Martín C. Martínez encomió también algunos as­
pectos de la nueva constitución. En primer término, la fa­
cultad individual de los legisladores para pedir informes; y
de la minoría, para hacer venir a los ministros a sala.
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 559

Además, el hecho de que el voto secreto, la representa­


ción proporcional y las garantías del sufragio fueron artícu­
los constitucionales, imponía la exigencia de dos tercios de
votos en cada cámara para alterarlos. La minoría parlamen­
taria era, pues, guardiana de esas instituciones. Si la minoría
se abstenía, se exponía a que se suprimiesen esas conquistas-
Esto, señalaba el Dr. Martín C. Martínez, es mejor que esta­
blecer la obligatoriedad del veto.
También elogiaba la no adopción del parlamentarismo.
Para llegar a éste —decía Martínez— es menester la preemi­
nencia —ya conquistada— del Parlamento. La implantación
del régimen parlamentario en América sería el medio más
rápido de no tener parlamento. Por otra parte, la irresponsa­
bilidad del jete de estado no puede surgir como hongo. Ella
puede nacer como resultado de una evolución histórica, como
producto del culto reverencial al soberano que trae el famoso
y antiguo consuelo: “la culpa es de quienes lo rodean”. An­
tes de pensar en cámaras (pie voltean ministerios, decía el
Dr. Martínez, hay que- asegurarse contra presidentes que vol­
tean cámaras o que las presionan.
Alababa, además, la representación proporcional. Todo
grupo de hombres capaces de aspirar a una idea propia* decía,
tendrá cabida en el Parlamento. Podía tener además venta­
jas en el interior de los partidos, donde los comités ya no
dominarían con su férrea disciplina. También elogiaba la im­
plantación del voto secreto, (pie consideraba la defensa mas
eficaz frente al patrono público. (10)

IX

Veamos ahora la trayectoria de la política internacional


del Uruguay hasta la época que estudiamos.
Los primeros tiempos de la vida del país fueron dedica-**!
dos a aquellas dos tareas urgentes (pie le imponían su debi­
lidad y la imprecisión de su status internacional: la fijación
de límites y la defensa de su soberanía.
El primero, aunque difícil, era un problema concreto. El
segundo, más impreciso, fué de solución larga y azarosa.
Tuvimos (pie desprendernos, en primer término, de la in­
tromisión de nuestros vecinos en las querellas internas de
nuestros partidos. Además debimos imponer con esfuerzo la
autoridad de nuestras leyes y la jurisdicción de tribunales a
560 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

los extranjeros residentes en la República que querían ampa­


rarse siempre en la legislación personal, o por lo menos, as­
piraban a tratamientos de excepción. Sin embargo en medio
de esta lucha detenida y a veces, fuerza es decirlo, dolorosa,
nuestro país se señaló por una actitud amplia, no exenta de
notas de hidalguía.
Predominó siempre entre nosotros una política cordial
con el extranjero que se exteriorizó en una legislación liberal
con respecto a personas y a bienes: libertad de inmigración,
apertura de ríos, libertad de comercio.
Cuando se realizó el tratado de la triple alianza para lle­
var la guerra al Paraguay, fué Flores, quien hizo incluir el
artículo por el cual se establecía que en ningún caso se ata­
caría la independencia paraguaya. Y unos años más tarde,
en virtud del tratado celebrado el 20 de abril de 1883 con
el Paraguay, la República renunció a la indemnización de
guerra, que le correspondía como pueblo vencedor.J Desde
1869 ya soñaba con una liga americana el doctor Alejandro
Magariños Cervantes, entonces Ministro de Relaciones Ex­
teriores de la República: “Tal vez no esté lejano el día — de­
cía— que se convierta en espléndida realidad el sueño de al­
gunos ilustres pensadores. Podemos abrigar la esperanza de
que más tarde o más temprano, la gran liga americana, limi­
tada a determinados objetos, deje de ser una utopía y pase
al terreno de los hechos. Tal vez esté reservado a los hijos
del suelo americano, proclamar y realizar un nuevo derecho
de gentes, más en armonía con las ideas y civilización del si­
glo en que vivimos”. (11)
r- Al finalizar el siglo ya la República Oriental, consolida­
da interna y externamente, pudo dar impulso a la liberal po­
lítica internacional que habría de constituir su modalidad pre­
dominante. En 1883, en el tratado ya mencionado con el Pa­
raguay, se establecía el principio del arbitraje, como medio
de resolver los posibles litigios. En ese mismo año celebró
con la República de El Salvador un tratado en que se esti­
pulaba el arbitraje a perpetuidad.
En 1888-1889, Montevideo fué la sede de un importan­
tísimo congreso panamericano en que se reunieron repre­
sentantes de la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay
y Perú, para unificar las reglas del Derecho Internacional
Privado. En la segunda Conferencia de la Haya, celebrada
en 1907, Don José Batlle y Ordóñez, presidente de la dele­
gación uruguaya, presentó un proyecto que, en realidad, ve­
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 561
nía a establecer una Sociedad de Naciones. Su artículo 1’
establecía: “Desde el momento en que diez naciones (dé las
cuales cinco tengan por lo menos veinticinco millones de ha­
bitantes cada una), estén de acuerdo para someter al arbi­
traje las diferencias que puedan presentarse entre ellas, ten­
drán el derecho de ajustar una alianza con el fin de exami­
nar las discusiones y los conflictos que surjan entre los otros »
países, y de intervenir cuando lo juzguen conveniente en fa- J
vor de la solución más justa”.
En el discurso pronunciado para defender el proyecto,
decía Batlle y Ordóñez: “Ya que tantas alianzas se han he­
cho para imponer la arbitrariedad, se podría muy bien hacer
una para imponer la justicia”. Afirmaba, además, su fe en
el pacifismo americano: “La razón pública está pues prepa­
rada en América para dar amplias soluciones a los proble­
mas de paz internacional. Ni el odio entre los pueblos, ni la
ambición de conquistas, se opondrían a esas soluciones, y -si
dos o tres de las más poderosas repúblicas de ese continente
quisieran ponerse de acuerdo para constituir una alianza que
con mejor derecho que cualquier otra, podría llamarse santa,
y cuyo fin sería el de examinar las causas de los conflictos
armados, que pudieran surgir entre pueblos americanos y
ofrecer una ayuda eficaz al que hubiese sido llevado injusta­
mente a la guerra, no es dudoso que otras naciones de Amé­
rica irían a agruparse en torno de esa alianza y que la paz
internacional del continente no sería turbada jamás entre
los países que hacen parte de él”. (12)
En 1914 nuestra cancillería, entonces a cargo del Dr.
Baltasar Brum, propició la fórmula del arbitraje amplio. El
24 de agosto de ese año el Poder Ejecutivo presentó a la
Asamblea el texto de un convenio firmado entre la Repúbli­
ca Oriental e Italia, que establecía el juicio arbitral como úni­
co procedimiento para arreglar los conflictos que se susci­
tasen entre ambos países y que no hubieran podido resolver­
se por vía diplomática. Este arbitraje, que por tal razón so
denominaba, amplio, procedía sin ninguna de las restriccio­
nes con que solían acompañarse tratados semejantes que ex­
cluían de la vía arbitral todas las cuestiones que afectasen el
honor, la independencia, los intereses vitales o la soberanía
de los pueblos contratantes. Como cada estado se reservaba
el derecho de apreciar en cada caso si estaban afectados su
honor, su seguridad o sus intereses esenciales, el arbitraje
no funcionaba prácticamente.
37
562 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

La amplitud del arbitraje, tan adecuada a la mentalidad


liberal del país, debía no obstante, sufrir las restricciones im­
puestas por el problema de los extranjeros. En el informe-
presentado al Ministro de Relaciones Exteriores D. Rufino
T- Domínguez por el Presidente de la delegación uruguaya
a la Conferencia I. Americana de La Habana, reunida en
1928, Dr. Juan J .Amézaga, recordaba éste los anteceden­
tes respectivos. Citaba el tratado celebrado entre la Repú­
blica y. el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, de
mayo de 1918, en el que se establecía que todas las contro­
versias, de cualquier naturaleza, que pudieran surgir entre
las Altas Partes Contratantes, se resolverían por vía arbi­
tral; pero el artículo 69 establecía: “que, con excepción del
caso de denegación de justicia, el Tratado no se aplicará a
las cuestiones que se hayan originado entre un ciudadano o
súbdito, sociedad o corporación de una de las Partes y el
otro Estado Contratante, cuando los jueces o Cortes de este-
último Estado son, de acuerdo con su legislación, competen­
tes para resolver la cuestión que se ha motivado”. Estos
mismos principios, añadía el Dr. Amézaga, se habían con­
signado yg. en tratados firmados con Brasil, en diciembre de
1916, y con Bolivia en 1917, y luego en los tratados celebra­
dos con Perú y Francia, en 1918; con España, en 1922 y con
Venezuela, en 1923. (13)
I Al comenzar la guerra europea (1914-1918), la Repú
blica adoptó una posición neutral. Luego decidió asumir una
actitud internacional más enérgica, poniéndose de lado de los
aliados. El 18 de junio de 1917, durante el gobierno del Dr.
Feliciano Viera, y en la época de la guerra mundial, el go­
bierno uruguayo dictó un decreto disponiendo que “ningún
país americano sería considerado beligerante si en defensa de­
sús derechos, se encontrara en estado de guerra con naciones
de otros continentes”. (14)
El 6 de octubre de 1917 el Poder Ejecutivo dirigió un
mensaje a la Asamblea General solicitando su autorización
para decretar el rompimiento de relaciones diplomáticas y
comerciales con Alemania. Decía, entre otras cosas, este Men­
saje: “Es mi deseo señalar especialmente la índole de la ac­
titud uruguaya, que adopta medida tan trascendental, sin
ningún agravio particular que vindicar, sin ofensa directa
que reprimir, sino que ~su gesto, superior y tranquilo, sólo
se funda en un principio de elevada solidaridad con los de­
fensores del derecho y la justicia, que son, al propio tiempo
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 563

que los viriles mantenedores de las pequeñas soberanías, los


abnegados combatientes de la democracia mundial’El 7 de
octubre el Parlamento sancionó la ley que acordaba la au­
torización para la ruptura y ese mismo día el Poder Ejecu­
tivo dictó el decreto respectivo que la declaraba.
Terminada la guerra, el Uruguay suscribió el Tratado
de Versalles celebrado el 28 de junio de 1919, entre Alemania
y las potencias aliadas y asociadas; y en consecuencia aceptó
el pacto de la Sociedad de las Naciones que integraba en pri­
mer término dicho tratado. Cuando se constituyó la Corte
Permanente de Justicia Internacional, se sometió amplia­
mente a su jurisdicción, reconociéndola como obligatoria de
pleno derecho y sin convención especial frente a todo otro
miembro de la Sociedad o Estado que aceptase la misma obli­
gación de reciprocidad. Finalmente debemos recordar que la
República Oriental había colaborado de manera amplia en el
movimiento panamericano iniciado a fines del siglo XIX,
concurriendo a las conferencias celebradas en Washington
(1889-1890), México (1901-1902), Río de Janeiro (1906),
Buenos Aires (1910), Santiago de Chile (1923) y La Ha­
bana (1928).

La constitución de 1917 funcionó con eficacia. Feliciano


Viera, bajo cuya presidencia se promulgó, supo dar directa­
mente el impulso inicial.
A éste siguieron otros presidentes que también colabo­
raron eficazmente en la marcha de la Constitución: Baltasar
Brum (1919-1923), José Serrato (1923 -1927), Juan Cam-
pisteguy (1927-1931).
Durante estos gobiernos se produjo en Ja República una
intensa renovación cívica al amparo de la atmósfera de con­
cordia creada por la coparticipación de los partidos y poi*
las garantías constitucionales del sufragio. Este hecho se evi­
denció en particular en el Consejo Nacional de Administra­
ción, del que formaron parte los dirigentes de los dos gran­
des partidos históricos.
A ello se añadió también el perfeccionamiento del me­
canismo electoral con la creación de la Corte Electoral ins­
tituida por ley de 9 de enero de 1924.
El Consejo Nacional de Administración desempeñó una
564 HISTORIA DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

función útil aunque es indudable que, contrariamente a lo que


de él se había esperado, no actuó como un organismo técnico -
administrativo, sino como un órgano político. Otro mal en­
cerraba la Constitución que no fue perceptible de inmediato.
Como reacción contra el régimen excesivamente centralizador
de la primera Constitución de 1830, se había ido a un sistema
inmoderadamente dispersivo. Los organismos locales dotados
• le facultad impositiva, con amplia autonomía presupuesta­
ria, por un lado; por otro, los entes autónomos, heterogéneos
en su estructura y en su funcionamiento, creaban en el país
una desarticulación financiera.
Pero, repetimos, estos males no se veían. El país progre­
saba económicamente; los entes industriales daban buenos
rendimientos y procuraban servicios de buena calidad y pre­
cio. Véanse por ejemplo, algunas cifras: El Banco de la Re­
pública, en sus primeros 15 años de funcionamiento (1896-
1910) obtuvo más de siete millones de pesos de utilidad lí­
quida; en los siete años posteriores, más de once millones.
La Usina Eléctrica, entre 1905 y 1916, dio cinco millones de
utilidad líquida y siguió aumentando; al mismo tiempo se re­
bajaba el precio de lvwt. de $ 0.40 a $ 0 12.
Dentro de los partidos políticos, hubo escisiones ínter
ñas; hemos visto (pie la reforma de la constitución provoco
la separación del riverismo. En 1919 se separó la fracción
Radical del Partido Colorado que seguía al Dr. Feliciano
Adera, entonces Presidente del Consejo Nacional de Adminis­
tración.
Más tarde —en 1926 —se produjo, dentro del sector co­
lorado (pie hasta entonces respondía a Bat-lle, la escisión del
grupo que aspiró a llevar al Sr. Julio María Sosa a la Pre­
sidencia de la República.
También se produjeron luchas internas dentro del Par­
tido Nacional, sin que llegaran por el momento a plantear
divisiones. Las discrepancias suscitadas en las filas del adver­
sario" histórico acordaban ventajas al Partido Nacional en
las luchas electorales. La posibilidad de un triunfo que res­
taurase al partido en el gobierno lo mantenía unido y acallaba
toda discrepancia.
Entre tanto la personalidad de Batlle dominaba toda la
escena política. Fue dos veces presidente del Consejo Nació-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 565

nal ¿le Administración, aunque debemos consignar que en las


elecciones de 1925 el Partido Nacional —merced a la división
existente en el Partido Colorado— obtuvo la victoria y con
ella la presidencia del Consejo, que fué desempeñada hasta
.1927 por el Dr. Luis Alberto de Herrera.
El 20 de octubre de 1929 falleció en el Hospital Italiano
el Sr. José Batlle y Ordóñez. Con su muerte comenzaron a
dispersarse los hombres, las ideas, las instituciones que él
había agrupado con la sugestión de su persona, la energía
de su voluntad, el ímpetu ardiente de su deseo. No podía ol­
vidarse fácilmente aquella figura que desde el Boyal, desde el
Consejo de Administración, desde la Casa del Partido, diri­
gía los hilos de la política. Dulce y manso en el trato íntimo,
aspérrimo en el combate, a veces excesivo en sus ataques,
verdaderas embestidas, dejó un vacío de desconcierto.
Todo lo aceptable y lo discutible Yle su obra radican pre­
cisamente en aquel ímpetu avasallador con que internaba al
país en las más atrevidas experiencias. Era hombre de inno­
vaciones; no lo ataban ni la tradición del país, ni la del parti­
do, ni la de su propia persona. Había en él una discrepan­
cia absoluta entre su formación intelectual y su tempera­
mento. La filosofía del siglo XIX, que él bebió en fuentes
casi directas, no logró infundirle su circunspecto ritmo de
evolución, de transiciones, de sentido histórico.
Era hijo del siglo de las luces y a cien años de distancia,
•su obra rememora el ritmo vertiginoso, ardiente, de la asam­
blea jacobina.
Si pueden censurársele errores, severidad en el juicio
que formuló sobre otros hombres; su intolerancia religiosa;,
su excesiva política de etatización que hizo de nuestro estado
aquel poderoso Leviathan que Spencer tanto temía, debe re­
conocerse la firmeza y el valor con que sostuvo sus convic­
ciones, su afán constructivo, su inquietud reformista y su
■obra social .
XI
Hemos terminado un ciclo de vida nacional: 1830-1930.
La primera fecha señala nuestro nacimiento jurídico, como
entidad soberana, interna e internacionalmente considerada.
Hemos explicado, en su oportunidad, que antes de ese mo­
mento nuestra voluntad nacionalista, dibujada desde la época
566 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

colonial, se había revelado con arrogante claridad en man'-


festaciones de derecho y en actos de arrojo revolucionario.
Desde luego, ella explica la legitimidad de nuestra indepen ­
dencia. Si la Convención Preliminar de 1828 no hubiera sido
más que una solución de equilibrio diplomático entre la Be-
pública Argentina y el entonces imperio del Brasil, si nuestra
libertad no hubiera respondido a la decisión y a la capa­
cidad del Pueblo Oriental, la fórmula no habría sido viable.
Dentro de esta larga centuria -—1830 -1930— décimo -
larga porque su complejidad parece rebasar los cien años
estrictos de su límite cronológico, podrían distinguirse dos
zonas, o dos períodos, sin que pueda señalarse de un modo
riguroso la fecha jalón que los separa.
Al finalizar el siglo, nos encontramos con un país de
fisonomía propia, dueño de la vitalidad inequívoca que po­
seen los organismos puestos innumerables veces a prueba.
Desde el período de la Patria Vieja, en efecto, nuestra nacio­
nalidad había tenido que realizar la conquista de la indepen­
dencia efectiva e integral. Este largo proceso —no clausurado
por cierto en 1830,— en que se manifestaron a la vez actos
conscientes y formidables espontaneidades del instinto colec­
tivo,— terminó con el rotundo triunfo de nuestra soberanía
y de nuestra modalidad peculiar. El espectador imparcial que
hubiera examinado la República Oriental del Uruguay, a co­
mienzos del siglo XX, habría encontrado en ella todos los
elementos de una nacionalidad irreductiblemente formada, y
en marcha, dotada de los elementos materiales y morales de
una segura individualidad: Población homogénea, a pesar del
fuerte movimiento inmigratorio. Desarrollo completo de las
instituciones públicas, con un creciente prestigio del poder
etático. Difusión de la instrucción. Progreso de la campaña,
con el cercado de los campos, la mejora de las estancias, las
innovaciones progresistas de la ganadería. Impulso indus­
trial, bajo el amparo de leyes proteccionistas. Realización de
obras públicas. Tradición histórica emocionalmente sentida:
recogida artísticamente en la tela de Blanes, en el canto de
Zorrilla de San Martín, en la novela de Acevedo Díaz, en la
ciencia histórica, de Francisco Bauza. Política internacional
amplia, firmemente orientada hacia soluciones de derecho y
justicia internacional, la única aplicable, por otra parte, en
un pueblo a la vez generoso y carente de grandes fuerzas in­
dustriales y militares.
Terminado este proceso de nacionalización que se cum-
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 567

pli-ó de un modo gradual y en cierto modo instintivo, el si­


glo XX inició aquella segunda etapa a que antes nos liemos
referido. Podría decirse: a la política espontánea, siguió la
racionalizada; a la evolutiva, la revolucionaria; a la instin­
tiva, la experimental. El país conoció estructuras guberna­
mentales distintas y reformas políticas, sociales y económicas
de hondo alcance, al mismo tiempo que las conmociones de la
primera guerra europea nos introducían en los conflictos
mundiales y nos sumergían en la gran oleada de la renova­
ción universal.
NOTAS CORRESPONDIENTES AL CAPITULO XI

(1) Citado por José L. Martínez, ■•Cuestas v su Administración”, ipág.


125, Montevideo, 1904.
(2) Citado en Ja obra antas mencionada-, pág. 321 y siguientes. Publi­
cado en hoja suelta de la época.
(3) Eduardo Acevedo Díaz, “Carta Política”, Montevideo, 1903.
(4) Carlos Martínez Vigil, “El Problema Nacional , Montevideo, 1905;
Amadeo Almada, “El Problema Nacional”. Montevideo, 1905; Luis Melián
l.afinur, “El Problema Nacional y su solución inmediata”. Montevideo, 1905;
José Espalter. “El Problema Nacional”, Montevideo. 1905-
(5) Carta del Dr. Claudio Williman a D. Enrique Vera y González, de
diciembre 15 de .1925, publicada por Mario Falcao Espalter en su estudi".
“La Presidencia Williman’*. "Revista Nacional”, N.“ 38. Montevideo, febrero
de 1941.
(0) “El Día”, Montevideo, setiembre 14 de 1915.
(7) “El Día”, Montevideo, marzo 18 de 1913.
(8) Véase: "Reforma de la Constitución. — Enmiendas Propuestas por
los Síes. Representantes. Resolución de la Cámara y proyecto de la Comisión
«le Reforma Constitucional en mayoría”, Montevideo, 1909: "lev de Eleccio­
nes para la. Convención Nacional'Constituyente. — Depuración y Comple-
meniación del Registro Cívico Permanente”. Montevideo, 1912; "Actas de la
Ií. Convención Nacional Constituyente”, Montevideo, 4 vols.. 19]» -1919.
(9) Partido Nacional, “Comisión Especial de Constituyentes. — Proyecto
de Reformas a la Constitución. — 30 de setiembre de 1916’’, Montevideo, 1910.
(10) Martín C. Martínez, “Ante la nueva Constitución’*. Montevideo,
1916; “Actas de la Comisión de Constitución de la EL Convención N. Cons­
tituyente” Montevideo, 1917; Juan A. Ramírez. “Sinopsis de la evolución
institucional” en “Diario del Plata*’. 1930. (Número conmemorativo del Cen­
tenario).
(11) “Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores’’, pág. 5. Monte­
video, 1869.
(12) Roberto R. Giudici. “Ratlle y el Ratllismo”, pág. 388, Montevi­
deo, 1928.
(13) “Boletín del Ministerio de Relaciones Exteriores”, Tomo IV. pág'.
386 a 435. Montevideo, 1938.
(14) Baltasar Bruñí, “La Solidaridad Americana”. Montevideo, 1921.
INDICE

capitulo i
El reconocimiento internacional de nuestra soberanía
(1828-1830) !

CAPITULO II
La Constitución de 1830 17

CAPITULO III
Factores que dificultaron laorganizaciónnacional jó

CAPITULO IV
La primera etapa Constitucional(1830-1838) 65-

CAPITULO V
La Guerra Grande (1839-1851) 103
Panorama de países americanos, particularmente de la
cuenca del Plata 106
ConfederaciónArgentina 106
Imperio del Brasil 111
Chile 116
Solivia 119
La organización de la defensa de Montevideo. La lucha
en el mar 122
Las instituciones durante la Guerra Grande. Fisonomía de
la época 127
La navegación de los ríos 144
El Problema Paraguayo 149
Las intervenciones Europeas 153
Política internacional del gobierno de la Defensa con los
países americanos. El desenlace de la Guerra Grande 181
Interpretación de la Guerra Grande 197
570 HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

CAPITULO VI

Perspectiva general del país hacía mediados del siglo 20?»

Las Letras 203


La Pintura 231
La9 Ciencias 232
La Imprenta 237
Centros de Cultura 242
La Universidad 242
La Biblioteca 248
El Teatro 250
El Instituto Histórico y Geográfico 252

Población, Progreso Material y Fisonomía del País 253

CAPITULO VII

Intentos de consolidación nacional (1852-1875) 269

CAPITULO VIII

El militarismo y los comienzos del régimen civil


(1875-1890) 398

CAPITULO IX

El Régimen Civil y la Libertad Política (1890- 1897) 417

CAPITULO X

Perspectiva general del país al finalizar el siglo XIX 437

Movimiento demográfico y desarrollo material 437


Población 437
Inmigración 437
Movimiento Industrial 439
Propiedad Territorial 440
Vialidad y Medios de transporte 442
HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY 571

Las Instituciones 444


El concepto del Estado 444
La Constitución y el proceso de su reforma 447
Los Códigos 453
La organización ministerial 461
La administración de Justicia 462
Los Derechos Individuales 463
La legislación electoral 465
El Régimen Municipal 467

Artes Plásticas 470


Las Letras 475
La enseñanza primaria y superior 503
La Enseñanza Primaria t 503
La Universidad 512

Instituciones de Cultura 522

CAPITULO XI

Extensión democrática y Etatismo (1897-1930) 531


ESTE LIBRO SE TERMINO DE IMPRIMIR
EL DIA 6 DE JUNIO DE 1945 EN LA
IMPRENTA "EL SIGLO ILUSTRADO"
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