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TERCERA EDAD

Datos y cifras

Entre 2020 y 2030, el porcentaje de habitantes del planeta


mayores de 60 años aumentará un 34%.

En la actualidad, el número de personas de 60 años o más supera


al de niños menores de cinco años. En 2050, el número de
personas de 60 años o más será superior al de adolescentes y
jóvenes de 15 a 24 años de edad.

En 2050, cerca del 65% de las personas mayores vivirá en países


de ingresos bajos y medianos.

La pauta de envejecimiento de la población es mucho más rápida


que en el pasado.

Todos los países se enfrentan a retos importantes para garantizar


que sus sistemas sanitarios y sociales estén preparados para
afrontar ese cambio demográfico.

Panorama general

En todo el mundo, las personas viven más tiempo que antes. Hoy
la mayor parte de la población tiene una esperanza de vida igual
o superior a los 60 años. Todos los países del mundo están
experimentando un incremento tanto de la cantidad como de la
proporción de personas mayores en la población.

En 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años


o más. En ese momento, el grupo de población de 60 años o más
habrá subido de 1000 millones en 2020 a 1400 millones. En el
año 2050, la población mundial de personas en esa franja de
edad se habrá duplicado (2100 millones). Se prevé que el
número de personas de 80 años o más se triplique entre 2020 y
2050, hasta alcanzar los 426 millones.

Este cambio en la distribución de la población de los países hacia


edades más avanzadas —lo que se conoce como envejecimiento
de la población— empezó en los países de ingresos altos (en el
Japón, por ejemplo, el 30% de la población ya tiene más de 60
años), pero los cambios más importantes se están viendo
actualmente en los países de ingresos bajos y medianos. En
2050, dos tercios de la población mundial de más de 60 años
vivirá en países de ingresos bajos y medianos.

Comprender el envejecimiento

Desde un punto de vista biológico, el envejecimiento es el


resultado de la acumulación de una gran variedad de daños
moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un
descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, a un
mayor riesgo de enfermedad y, en última instancia, a la muerte.
Ahora bien, esos cambios no son lineales ni uniformes, y su
vinculación con la edad de una persona en años es más bien
relativa. La diversidad que se aprecia en la vejez no es una
cuestión de azar. Más allá de los cambios biológicos, el
envejecimiento suele estar asociado a otras transiciones vitales,
como la jubilación, el traslado a viviendas más apropiadas y el
fallecimiento de amigos y parejas.

Afecciones comunes asociadas con el envejecimiento


Entre las afecciones más comunes de la vejez cabe citar la
pérdida de audición, las cataratas y los errores de refracción, los
dolores de espalda y cuello, la osteoartritis, las neumopatías
obstructivas crónicas, la diabetes, la depresión y la demencia. Es
más, a medida que se envejece aumenta la probabilidad de
experimentar varias afecciones al mismo tiempo.

La vejez se caracteriza también por la aparición de varios estados


de salud complejos que se conocen habitualmente por el
nombre de síndromes geriátricos. Por lo general son
consecuencia de múltiples factores subyacentes que incluyen,
entre otros, la fragilidad, la incontinencia urinaria, las caídas, los
estados delirantes y las úlceras por presión.

Factores que influyen en un envejecimiento saludable

La ampliación de la esperanza de vida ofrece oportunidades, no


solo para las personas mayores y sus familias, sino también para
la sociedad en su conjunto. En esos años de vida adicionales se
pueden emprender nuevas actividades, como continuar los
estudios, iniciar una nueva profesión o retomar antiguas
aficiones. Por otro lado, las personas mayores contribuyen de
muchos modos a sus familias y comunidades. No obstante, el
alcance de esas oportunidades y contribuciones depende en gran
medida de un factor: la salud.

La evidencia indica que la proporción de la vida que se disfruta


en buena salud se ha mantenido prácticamente constante, lo
que implica que los años adicionales están marcados por la mala
salud. Cuando las personas pueden vivir esos años adicionales de
vida con buena salud y en un entorno propicio, su capacidad
para hacer lo que más valoran apenas se distingue de la que
tiene una persona más joven. En cambio, si estos años
adicionales están dominados por el declive de la capacidad física
y mental, las implicaciones para las personas mayores y para la
sociedad se vuelven más negativas.

Aunque algunas de las variaciones en la salud de las personas


mayores se deben a la genética, los factores que más influyen
tienen que ver con el entorno físico y social, en particular la
vivienda, el vecindario y la comunidad, así como características
personales como el sexo, la etnia o el nivel socioeconómico. El
entorno en el que se vive durante la niñez —o incluso en la fase
embrionaria—, en combinación con las características
personales, tiene efectos a largo plazo sobre el envejecimiento.

Los entornos físicos y sociales pueden afectar a la salud de forma


directa o a través de la creación de barreras o incentivos que
inciden en las oportunidades, las decisiones y los hábitos
relacionados con la salud. Mantener hábitos saludables a lo largo
de la vida, en particular seguir una dieta equilibrada, realizar
actividad física con regularidad y abstenerse de consumir tabaco,
contribuye a reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles,
mejorar la capacidad física y mental y retrasar la dependencia de
los cuidados.
Los entornos propicios, tanto físicos como sociales, también
facilitan que las personas puedan llevar a cabo las actividades
que son importantes para ellas, a pesar de la pérdida de
facultades. La disponibilidad de edificios y transportes públicos
seguros y accesibles, así como de lugares por los que sea fácil
caminar, son ejemplos de entornos propicios. En la formulación
de una respuesta de salud pública al envejecimiento, es
importante tener en cuenta no solo los elementos individuales y
ambientales que amortiguan las pérdidas asociadas con la vejez,
sino también los que pueden reforzar la recuperación, la
adaptación y el crecimiento psicosocial.

Dificultades en la respuesta al envejecimiento de la población

No hay tal cosa como la persona mayor «típica». Algunos


octogenarios tienen unas facultades físicas y psíquicas que nada
tienen que envidiar a las de muchos veinteañeros. Otras
personas, en cambio, sufren un deterioro considerable a edades
mucho más tempranas. Por ello, la respuesta de salud pública
debe ser integral, a fin de atender las enormes diferencias que
existen en las experiencias y necesidades de las personas
mayores.

La diversidad que se aprecia en la vejez no es una cuestión de


azar. En gran medida se debe a los entornos físicos y sociales en
que se encuentran las personas, puesto que ese entorno influye
en sus oportunidades y sus hábitos relacionados con la salud. La
relación que mantenemos con nuestro entorno viene
determinada por características personales como la familia en la
que nacimos, nuestro sexo y etnia, y eso da lugar a
desigualdades en nuestra relación con la salud.

A menudo se da por supuesto que las personas mayores son


frágiles o dependientes y que constituyen una carga para la
sociedad. Los profesionales de la salud pública, así como la
sociedad en general, deben hacer frente a estas y otras actitudes
edadistas, ya que pueden dar lugar a situaciones de
discriminación y afectar a la formulación de políticas y la
creación de oportunidades para que las personas mayores
disfruten de un envejecimiento saludable.

La mundialización, los avances tecnológicos (por ejemplo, en el


transporte y las comunicaciones), la urbanización, la migración y
los cambios en las normas de género influyen en la vida de las
personas mayores de formas tanto directas como indirectas. Una
respuesta de salud pública debe hacer balance de las tendencias
actuales y futuras y diseñar sus políticas en consecuencia.

Respuesta de la OMS

La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el periodo


2021-2030 como la Década del Envejecimiento Saludable y pidió
a la OMS que se encargara de liderar su puesta en práctica. La
Década es un proyecto de colaboración a escala mundial que
pretende aunar los esfuerzos de los gobiernos, la sociedad civil,
los organismos internacionales, los profesionales, el mundo
académico, los medios de comunicación y el sector privado para
llevar a cabo una acción concertada, catalizadora y colaborativa a
lo largo de 10 años orientada a promover vidas más largas y
saludables.

Maltrato de las personas mayores


Datos y cifras

En el último año, aproximadamente 1 de cada 6 personas


mayores de 60 años sufrieron algún tipo de abuso en entornos
comunitarios.

Las tasas de maltrato a personas mayores son altas en


instituciones como residencias de ancianos y centros de atención
de larga duración: 2 de cada 3 trabajadores de estas instituciones
indican haber infligido malos tratos en el último año.

Las tasas de maltrato a las personas de edad han aumentado


durante la pandemia de COVID-19.

El maltrato de las personas mayores puede conllevar graves


lesiones físicas y consecuencias psicológicas prolongadas.

Se prevé un aumento del problema por el envejecimiento de la


población en muchos países.

La población mundial de mayores de 60 años se duplicará con


creces, de 900 millones en 2015 a unos 2000 millones en 2050.

Panorama general

El maltrato a las personas de edad es un acto único o repetido


que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o también
la falta de medidas apropiadas para evitar otros daños, que se
produce en una relación basada en la confianza. Este tipo de
violencia constituye una violación de los derechos humanos y
puede presentarse en forma de maltrato físico, sexual,
psicológico o emocional; violencia por razones económicas o
materiales; abandono; desatención, y menoscabo grave de la
dignidad y falta de respeto.

Alcance del problema

El maltrato a las personas de edad es un problema importante de


salud pública. Según una revisión de 2017 de 52 estudios
realizados en 28 países de diversas regiones durante el último
año, una de cada seis personas (15,7%) de 60 años o más fueron
objeto de alguna forma de maltrato (1). Aunque no hay muchos
datos rigurosos al respecto, la revisión proporciona estimaciones
de la proporción de personas mayores afectadas por los
diferentes tipos de maltrato (véase el cuadro 1). Los datos sobre
el alcance del problema en instituciones, como hospitales,
residencias de ancianos y otros centros de atención crónica, son
escasos. Con todo, según una revisión de estudios recientes
sobre el maltrato a las personas de edad en entornos
institucionales, (2) el 64,2% del personal informó haber cometido
alguna forma de abuso en el último año.

Según los últimos datos, la prevalencia del maltrato a las


personas de edad, tanto en la comunidad como en las
instituciones, ha aumentado durante la pandemia de COVID-19.
Un estudio estadounidense, por ejemplo, sugiere que las tasas
de maltrato a las personas de edad en la comunidad pueden
haber aumentado hasta en un 84% (3).
A nivel mundial, se prevé que el número de casos de maltrato a
las personas de edad aumente, ya que muchos países tienen
poblaciones que envejecen rápidamente. Incluso si la proporción
de víctimas se mantiene constante, su número en el mundo
aumentará rápidamente debido al envejecimiento de la
población: para 2050 el número de víctimas habrá aumentado
hasta 320 millones ya que la población mundial de personas de
60 años y más se habrá incrementado hasta los dos mil millones.

Consecuencias

El maltrato a las personas de edad puede tener graves


consecuencias físicas, mentales, financieras y sociales, como por
ejemplo lesiones corporales, mortalidad prematura, depresión,
deterioro cognitivo, ruina financiera y necesidad de ingresar en
una residencia de ancianos. Para las personas de edad, las
consecuencias del maltrato pueden ser especialmente graves y la
recuperación puede llevar más tiempo que para las personas de
otros grupos de edad (4).

Factores de riesgo

Algunos factores individuales que aumentan el riesgo de sufrir


maltrato son la dependencia funcional o discapacidad, una mala
salud física o mental, el deterioro cognitivo y unos bajos
ingresos. Algunos factores individuales que aumentan el riesgo
de cometer maltrato a las personas de edad son las
enfermedades mentales, el abuso de sustancias y la
dependencia, a menudo financiera, que puede tenerse con la
víctima. En el ámbito de las relaciones, su tipo, por ejemplo
matrimonial o de pareja, o entre padres e hijos, y el estado civil
pueden estar asociados con un riesgo elevado de maltrato,
aunque estos factores varían según el país y la región. En cuanto
a los factores comunitarios y sociales relacionados con el
maltrato a las personas de edad cabe citar el edadismo contra las
personas mayores y ciertas normas culturales (por ejemplo la
normalización de la violencia). El apoyo social y vivir solo reducen
la probabilidad de que se produzcan maltrato a las personas de
edad (5).

Prevención

Se ha intentado aplicar muchas estrategias para prevenir y luchar


contra el maltrato de las personas mayores, pero actualmente
las pruebas sobre la efectividad de la mayoría de esas
intervenciones son limitadas. Las estrategias consideradas como
las más prometedoras son: intervenciones que realizan los
cuidadores, los cuales brindan servicios para aliviar la carga del
cuidado; programas de administración del dinero para personas
mayores vulnerables a sufrir explotación financiera; teléfonos de
asistencia y alojamientos de emergencia, y la participación de
equipos multidisciplinarios, puesto que se requiere responder al
problema desde muchos ámbitos, incluidos el de justicia penal,
atención médica, atención de la salud mental, servicios de
protección de adultos y atención crónica (5).

En algunos países ha sido el sector de la salud el que ha asumido


un papel destacado en sensibilizar a la opinión pública sobre el
maltrato a las personas de edad, en otros ha sido el sector del
bienestar social el que ha tomado la iniciativa. A nivel mundial,
se sabe muy poco sobre el maltrato a las personas de edad y
cómo prevenirlo, en particular en los países en desarrollo.

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