Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Se imbrican de tal modo con los individuos, las familias, la comunidad, que su
nacimiento, sus crisis o desaparición suponen consecuencias notables en las
dinámicas sociales como en las vidas singulares de los sujetos. Pensemos en los
efectos personales, familiares y sociales del fracaso escolar, o en la marginación como
producto, entre otros factores, de la desafiliación de conjuntos humanos de las
instituciones (Castell, R., 1992).
Son, precisamente, estos conjuntos educativos, asistenciales, terapéuticos, de
trabajo, de acción sindical, los que demandan análisis e intervenciones institucionales.
Muy pocas empresas u organizaciones productivas fueron analizadas desde las
teorías institucionales.
…se impone mencionar los efectos de ciertas teorías que focalizan en las prácticas y
en la construcción cotidiana de los núcleos de producción del suceder institucional.
Teorías que no toman suficientemente en cuenta lo que son, por un lado, los
componentes o dimensiones estructurales que intervienen en toda institución; porque
ella se forma a partir de la dialéctica con lo social contextual y a partir de ello incide-
dejando distintos márgenes de autonomía- sobre la cotidianeidad y las prácticas.
En segundo lugar, no se atiende a la peculiaridad de esta categoría de instituciones,
entre las que se cuentan las educativas, que como si fuera una marca de origen,
aparece en la institucionalización de mil modos.
Tomaré prestado una distinción que hace Enriquez- que me parece en extremo
pertinente- entre instituciones de “Existencia” y organizaciones e instituciones
cuya finalidad principal es la producción.
En segundo lugar, porque ellas tienen una función esencial para los seres
humanos- “función psíquica”, en tanto posibilitan el desarrollo de la identidad de cada
sujeto singular; función de socialización, en tanto posibilitan la humanización en
términos de “hacerse” un humano reconocible como miembro de una sociedad, y
una cultura; función social en tanto posibilitan la constitución de cada sujeto
como sujeto social, en el trabajo y las relaciones sociales; funciones aún más
básicas como posibilitar, o no, el desarrollo biológica y la sobrevivencia al que, en
la complejidad de las sociedades actuales, no se efectiviza sino en las tramas de
instituciones (familiares, educativas, terapéuticas).
Pero lo más fuerte, y radical, que estas instituciones plantean son los problemas
de la “alteridad”… “esto es, de la aceptación del otro en tanto sujeto pensante y
autónomo por cada uno de los actores sociales que mantienen con él relaciones
afectivas y vínculos intelectuales…” (Enriquez, ob.cit. p:85). No se trata tan sólo de la
aceptación. La alteridad también plantea el conflicto y la rivalidad entre los
miembros, angustias y peligros específicos, sacrificios y renunciamientos de los
propios deseos y las pulsiones. Para resolverlos, o al menos, intentarlo, las
instituciones crean valores, emblemas valiosos, normas y reglas que sirven como
“ley organizadora” del espacio, el tiempo, la tarea y de la vida social y mental de
los miembros que la forman. Para que este “orden simbólico” opere en el sentido
de unificar y garantizar su poder regulatorio, también deberá favorecer las
manifestaciones del deseo y pulsiones, fantasmas y proyecciones imaginarias a
condición de que se metaforicen y metabolicen en deseos socialmente e
institucionalmente, aceptables y valorados.
En primer lugar, cabe recordar que cualquier intento de este tipo debe enmarcarse en
los trabajos ya realizados con respecto a las especificidades de un ámbito más amplio
que comprende a los procesos de gestión: el de la organización escolar. Algunos de
ellos, como los trabajos de Stephen J. Ball, R. Bates, M.A.Santos Guerra y de nuestra
compatriota Lidia Fernández, han resultado particularmente inspiradores.
En segundo término, debe tenerse en cuenta que no es posible hablar de
características distintivas de la organización y de la gestión escolar en abstracto.
Estas, en la medida que remiten a una conformación institucional histórica más o
menos común, admiten también rasgos comunes que permiten comparaciones más
allá de fronteras geográficas y culturales, sobre todo en este final de siglo de acelerada
globalización. Sin embargo, estos cotejos se tornan insuficientes a la hora de intentar
desarrollar, a partir de ellos, criterios de intervención sobre organizaciones concretas.
Para esto, como ya hemos expresado, es necesario profundizar en estas
especificidades a partir de investigaciones en ámbitos más acotados.
De acuerdo con las fuentes consultadas y con trabajos y experiencias propias, al
momento de encarar la investigación que hemos citado teníamos en claro que la
gestión escolar que conocíamos se diferenciaba de la gestión en otras
organizaciones sociales porque en ella:
• Predominan las relaciones interactivas e intersubjetivas, por lo general de tipo
primario, vehiculizadas preferentemente a través de actos de habla.
• Se observa una fuerte incidencia de los componentes emocionales, valorativos
e ideológicos en las interacciones; vinculable a su vez con la especificidad
pedagógica de la función escolar.
• Crece la presencia de actores originalmente no previstos en el modelo
institucional todavía vigente, por lo general, procedentes del medio circundante
(padres, vecinos, etc.), permeando dichas interacciones, particularmente las
relacionadas con funciones no específicas que tienden a diversificarse y
desarrollarse (asistenciales, sociocomunitarias, económico-financieras, etc.).
• Las presiones convergentes (y contradictorias) para provocar una mayor
participación de nuevos actores, democratización de los estilos de relación y
diversificación de compromisos y funciones, exigen forzar situaciones y
posibilidades para encontrar espacios y tiempos para interactuar, no previstos
por la normativa vigente y las condiciones de trabajo predominantes.
• La pertenencia a un sistema de excepcional magnitud, complejidad y dispersión
geográfica (dentro del ámbito de lo público), y la permanente tensión entre lo
normado y las exigencias de cada medio y organización concretos, plantean, a
su vez, un margen de autonomía escasamente respaldado por dicha normativa
y, mucho menos, por la disponibilidad de medios.
• Las interacciones orientadas a la gestión remiten a su vez, permanentemente
y de múltiples maneras, a un tipo peculiar de relaciones: las que tienen lugar a
partir de la convivencia cotidiana entre niños (alumnos) y adultos (maestros,
directivos, etc.), con todas sus implicancias (el tejido de vínculos afectivos que
les es propio; las depositaciones sociales e institucionales que las enmarcan,
la asimetría de saberes y poderes desde la que se constituyen, etc.).
• La asistencia más o menos forzada a la escuela (M.A. Santos Guerra, 1995)
de los objeto/sujetos de su cometido, los alumnos, sobre todo de los niños
mayores y adolescentes, (leyes de obligatoriedad, presión familiar y social por
el logro de reconocimientos simbólicos y de credenciales que exige el sistema
económico, etc.), en forma diaria y durante largos períodos de tiempo, agrega
una tensión adicional al contexto de convivencia: un permanente juego entre
libertad y coacción.
• La ambigüedad de los fines organizacionales, la dificultad para precisar
objetivos y mucho más para evaluar procesos y resultados, las expectativas de
logros ubicadas por lo general en el mediano y largo plazo y la sobrevivencia
institucional casi con independencia de estos logros, frente a las demandas y
urgencias cotidianas, a los conflictos y, también, a las gratificaciones diarias,
expone permanentemente a la pérdida de rumbos, de perspectivas y
exigencias autocríticas.
• Dentro del común denominador de la escasez, la diversidad enorme de
condiciones concretas de trabajo y de medios socioculturales de actuación en
que se segmenta el sistema educativo, exige de actitudes y aptitudes
personales y de saberes y prácticas profesionales muy diversificadas por parte
de los equipos responsables.
• Como resultará fácil observar, todas estas exigencias personales y profesionales
transcienden con holgura lo que se pretende desarrollar como "competencias"
específicas de directivos, mediante gran parte de los currículos actuales de
capacitación.
• Como ya hemos dicho, desde nuestra perspectiva, los mismos deberían
sustentarse en criterios y conocimientos generados a partir de la investigación
empírica de la diversidad de situaciones escolares que hemos señalado.
Paradojalmente, en el contexto del paradigma vigente, abundan las ofertas de
formación estandarizadas y elaboradas a partir de aportes teóricos "prestados"
por otros ámbitos organizacionales.
Todo lo expuesto no implica negar o hacer tabla rasa de tantas experiencias valiosas
que, generadas en otros ámbitos organizacionales, pueden resultar sugerentes para
la vida escolar. Lo que estamos afirmando es que ellas no pueden constituir el eje de
referencia para mejorar la calidad de la gestión escolar.
Cuadernillo de la materia Organización de las Instituciones
Educativas. Licenciatura en Gestión Institucional. UNL. Cantero
Germán y Andretich Gabriela
❑ “La escuela es una institución que pretende educar para los valores
democráticos y para la vida”... (solidaridad, paz, autenticidad, igualdad,... versus
insolidaridad, belicismo, falsedad, discriminación...) ¿Qué competencias demandaría
hoy el mandato implícito y explícito de la sociedad de mercado instalada? (“La
educación en valores”, José Puig Rovira y Jaume Trilla Bernet (Cuadernos Pedagogía
Nº 240, Barcelona, octubre de 1995, págs. 14 a 17) y Miguel Angel Santos Guerra,
“Una tarea contradictoria: educar para los valores y educar para la vida”; Ponencia,
Universidad de Málaga).
❑ “La escuela es una institución sexista que pretende educar para la igualdad
entre los sexos”... (la docencia como profesión de mujeres..., la educación como
“cosa de mujeres”, siempre que se trate de niños, no así la formación política, por
ejemplo...).
❑ “La escuela es una institución que busca la diversidad pero que forma para
competencias culturales comunes”... (“La política de la diferencia debe constituir
una práctica emancipadora” Giroux, 1992., citado por Santos Guerra).
Por su parte, Vitor Paro, al comparar los “productos” de la escuela con los de otras
organizaciones de producción, encuentra estas singulares características analizando:
❑ Este consumo no sólo es un acto presente sino que tiene carácter permanente.
❑ No sólo requiere su presencia sino una real participación (sino, no hay apropiación
del saber socialmente producido).
En síntesis:
• Este saber, en cuanto materia prima, no puede ser alienado del acto de producción,
lo que exige que el propio educador, en tanto trabajador, no sea expropiado del
saber que él precisa poseer para transferirlo al educando en el proceso de
producción pedagógica.
A este respecto la administración pública hay que visualizarla como una organización
diferenciada (Ramio, 1999), para ello hay identificar los elementos que la perfilan como
tal. Para ello se recurre a (Subirats, 1991 citando a Rayneret al.; 1976, y Galy, 1977):
(a) Los organismos públicos no escogen el ámbito de su actuación, sino que les viene
definido estatutariamente, mientras el sector privado se sitúa donde contempla
posibilidades de beneficios.
(j) El grado de visibilidad y control del sector público es mucho mayor, estando
sometido a mayor presión de transparencia.
(k) Las diversas administraciones públicas están obligadas, a diferencia del sector
privado, a actuar con respeto a los principios de equidad, con criterios temporalmente
consistentes, y con la constante presencia del control jurisdiccional sobre todas sus
actuaciones, lo que conduce a una mayor centralización y burocratización.
(1) La gestión de los recursos humanos está mucho más condicionada en el sector
público, tanto en la selección, como en la exclusión o promoción de su personal,
siendo muy difícil premiar la excelencia de la labor de cuadros y gestores.
(m) También la gestión de los recursos financieros es mucho menos flexible, dadas
las formalidades presupuestarias y la existencia de controles de legalidad del gasto.