Está en la página 1de 3

Sobre Doreen Massey: (Manchester, 1944-2016) Doreen Massey fue profesora emérita de Geografía de la Open University

(Reino Unido). Realizó sus estudios en Oxford y Filadelfia y, antes de incorporarse a la Open University, desarrolló su carrera
en el Center for Environmental Studies de Londres. Fue una de las geógrafas más influyentes de nuestro tiempo. Sus intereses
relacionados con la teoría del espacio y del lugar incluyen la visión crítica de la globalización, el desarrollo regional desigual,
la relevancia de lo local y el compromiso político del análisis geográfico. Su reflexión se centró en las sociedades modernas
occidentales, pero también trabajó en Sudáfrica, Nicaragua y Venezuela. Su tarea fue reconocida con la medalla Victoria de la
Royal Geographical Society (1994) y el Prix Vautrin Lud (1998). Autora de múltiples publicaciones, algunos de sus libros
son  World City (Polity Press, 2010), For space (Sage Publications, 2005) y Space, place and gender (Polity Press, 1994). Fue
colaboradora habitual de distintos medios de comunicación del Reino Unido.
Fuente: https://www.cccb.org/es/participantes/ficha/doreen-massey/41267

Doreen Massey (2012) Un sentido global de lugar, pp.151-155

Geometrías del poder del tiempo-espacio


En las secciones anteriores han emergido tres maneras diferentes de imaginar Ia relación entre espacio y
sociedad. Primero, esta Ia historia de Ia modernidad: de un espacio dividido en parcelas, de un
isomorfismo asumido entre espacios/lugares y culturas/sociedades. Segundo, esta Ia noción del espacio
de flujos hoy hegemónica: el espacio de Ia historia de una globalización sin barreras. Ambas visiones del
espacio son, como he argumentado, deficientes. En ambos casos se han movilizado historias que, de
hecho, aniquilan su espacialidad, en la que las diferencias espaciales pierden toda posibilidad de
autonomía por su arreglo discursivo en una secuencia temporal. En ambos casos, también exageran sus
argumentos (por decirlo de un modo suave). No hay isomorfismo simple entre lugar y cultura bajo la
modernidad, pese a los esfuerzos (incluyendo a través de la movilización del discurso del espacio) para
producirlo. De modo similar en la actualidad, en medio del llamado espacio de flujos de la globalización, se
erigen nuevas barreras, se construyen nuevas fortalezas. Pero también ha emergido un tercer enfoque
para la comprensión del espacio/sociedad. Este imaginario lo espacial como la esfera de yuxtaposición o
coexistencia de distintas narrativas, como el producto de relaciones sociales dinámicas; sería una visión
del espacio que intenta enfatizar tanto su construcción social como su naturaleza, ambas necesariamente
dinámicas. En este contexto, los «lugares » pueden ser imaginados como articulaciones concretas de
estas relaciones sociales, incluyendo las relaciones locales «dentro» del lugar y todas aquellas conexiones
que se extienden más allá de él. Y todo ello cargado de historias complejas y densas. Se trata de un lugar
abierto, poroso, hibrido: este es el Iugar como punto de encuentro (de nuevo la importancia de reconocer
en «lo espacial» la yuxtaposici6n de diferentes narrativas). Se trata de una noci6n de lugar donde la
especificidad (unicidad local, sentido del lugar) no proviene de raíces míticas internas ni de una historia de
relativo aislamiento -que ahora se vería alterado por la globalización- sino precisamente de la
particularidad absoluta de la mezcla de influencias que se congregan aquí. Pero las «culturas» y las
«sociedades» también pueden imaginarse de esta manera. Como constelaciones de relaciones sociales
configuradas como formando un espacio-tiempo. De nuevo son abiertas, porosas, inventadas y
particularizadas como producto de Ia interacción. Puede tratarse de una «comunidad local» (un grupo
indígena, digamos), o un Estado nación, donde Ia hibridación interna esta, no obstante, relacionada con un
espacio particular. Pero puede ser también el «Black Atlantic» de Paul Gilroy, más complejo y más difuso
geográficamente; entremezclado con otras tradiciones culturales que también formen su propio tiempo-
espacio. Las formas y las características de estas constelaciones pueden cambiar (y, de hecho, lo hacen)
a lo largo del tiempo. Toman coherencia; y pueden disolverse. Espacialmente, no son ni cerradas ni
excluyentes (aunque haya intentos de convertirlas en eso). Sin embargo, pueden trazarse fronteras
alrededor tanto de lugares como de culturas: fronteras geográficas o institucionales. Algunas veces puede
haber intentos de forzar su coincidencia. Que estas fronteras sean o no trazadas será resultado y
expresión del poder social (que, a su vez, puede ser tanto defensivo como ofensivo ). Pero cuando se
trazan, estas fronteras encerrarán, constituirán envolturas de espacio-tiempo. Así, por ejemplo, hemos sido
testigos de un periodo (moderno) en el que eran típicas las envolturas del espacio-tiempo llamadas
«estados-nación». Y, con Ia aceptación del isomorfismo entre cultura y Iugar como «natural», se desarrolló
una nostalgia hacia las «comunidades locales». Las entidades cerradas eran (aun lo son, en parte, como
hemos visto) Ia manera de domesticar el espacio-tiempo de Ia época, de fijarlo y estabilizarlo, o de intentar
fijar y estabilizar (ya que es una tarea imposible) significados e identidades en relación al tiempo-espacio.
Y realmente quiero decir tiempo - espacio. Quizá frecuentemente pensamos en, por ejemplo, «países» en
relación al espacio-tiempo, como áreas en un mapa plano. Y, sin embargo, pensemos en Hungría, o en
Montenegro, o en los Estados Unidos de América. No son áreas de unos mapas. Son envoltorios
socialmente construidos y etiquetados de un espacio-tiempo, que antes no existían (no había tal
delimitación ni etiquetado ), que han cambiado de forma espacial a lo largo de la dimensión temporal, que
siempre han existido en relación a otros sitios (no hay identidades puras, no hay historias internas de
unicidades; estas fronteras siempre han sido elementos de contención), y algún día pueden dejar de
existir. El Estado-nación (como toda sociedad o cultura) es un suceso espacio-temporal. Constantemente
estamos haciendo y rehaciendo los tiempo-espacios en los que vivimos nuestras vidas. Y la globalización,
imaginada a través de los lentes de esta conceptualización de espacio-tiempo, la globalización a la que
nos enfrentamos ahora es una reestructuración en toda regla y de alcance mundial de aquellos tiempo-
espacios a lo largo de líneas determinadas. Es una reelaboración de aquellos espacios, lugares y culturas,
heredados, pero siempre temporales y provisionales, que son ellos mismos los productos híbridos de
reestructuraciones previas. Una imaginación alternativa a una globalización como esta, por tanto,
difícilmente podría adherirse a la noción de cambio masivo y absoluto que supondría el pase de un
«espacio de lugares» a un «espacio de flujos». Esta gran narrativa realiza suposiciones equivocadas sobre
el pasado (nunca existió un simple espacio de lugares -en su extremo, de culturas aisladas); fracasa en
reconocer los «lugares» (los espacios cerrados, las fortalezas de los poderosos) que continúan
construyéndose en media de Ia globalización actual; falla en reconocer tanto los espacios divididos de Ia
modernidad y Ia globalización como-espacio-libre como proyectos en los que son importantes y son
componentes efectivos determinados discursos de Ia relación entre espacio y sociedad; y, en
consecuencia y sobre todo, omite mucho sobre Ia construcci6n de tiempo-espacios a través de las
relaciones de poder social. Una imaginación alternativa de Ia globalizaci6n como esta, en relación a lo
anterior, también reconocería las rupturas y desigualdades, y las brechas estructurales dentro de ella. El
mundo global actual no es solo algo espléndidamente hibrido, complejo y mixto; es también algo
sistemáticamente desgarrado. Además, estas «diferencias geográficas» no son solo una cuestión de que
algunos lugares «deban ponerse al día». Mas bien se trata de diferencias -desigualdades profundas-
producidas por el mismo proceso de (esta forma actual de) globalización. Y finalmente, por tanto, este
diferente imaginar Ia globalización -en mis términos una comprensión verdaderamente espacializada de Ia
globalización- rechazaría reunir las diferencias espaciales bajo el signo de Ia temporalidad. Rechazaría los
relatos de inevitabilidad que necesariamente acompañan estas narrativas singulares. En consecuencia,
reconocería con mayor claridad a los agentes y a los organismos, y a las relaciones de poder que están
bajo la forma particular de globalización que estamos experimentando en la actualidad. En otras palabras,
abriría la posibilidad a Ia existencia de relatos alternativos. Imaginar Ia globalización actual en sus
geometrías del poder del espacio-tiempo sería el principio de su comprensión espacial plena.

También podría gustarte